Los adolescentes vascos respetan cada vez más a gais, lesbianas y transexuales

Los pocos escolares de estos grupos que han participado en un estudio realizado por el Servicio Berdindu declararon, no obstante, haber sufrido algún tipo de rechazo

«Los adolescentes vascos aceptan y muestran cada vez más respeto hacia colectivos de lesbianas, gais, trans, bisexuales e intersexuales (con características genéticas de ambos sexos)». Es una de las principales conclusiones de un estudio realizado por el Servicio Berdindu para el Gobierno vasco en centros. Los pocos escolares de estos grupos que han participado en el estudio declararon, no obstante, haber sufrido algún tipo de rechazo.

El estudio, elaborado por la Fundación EDE, advierte que aunque los adolescentes no tengan conductas de rechazo «pueden sentir incomodidad ante lesbianas y gais o mostrar desagrado ante manifestaciones de afecto entre personas del mismo sexo». El informe ‘Lesbofobia, Homofobia y Transfobia en el sistema educativo’ fue presentado ayer por representantes de los departamentos de Empleo y Políticas Sociales y de Educación. El acto coincidía con la celebración del Día Internacional contra cualquier actitud negativa ante estos colectivos.

Las chicas revelan un posicionamiento más positivo, aceptan mejor las muestras de afecto o las trasgresiones de género y utilizan menos que los chicos las conductas verbales que discriminan o enjuician a estos grupos. Ellos tendrían más problemas para confesar a sus amistades masculinas que son gais. La investigación ha descubierto también un gran desconocimiento entre los escolares de algunas orientaciones sexuales. «Se han recogido comentarios como que la homosexualidad y el lesbianismo es una moda o una actitud de postureo, o que en las parejas de gais o lesbianas una persona hace de hombre y la otra de mujer», apuntan los autores del trabajo.

La encuesta, elaborada entre alumnos de ocho centros, también refleja que los adolescentes no siempre cuentan con referentes a través de los medios de comunicación que «les permitan tener una visión más integral de estos colectivos». Y es que los referentes más comunes son «los de sus personajes de series y programas televisivos, que están estereotipados y no responden a la realidad».

Gay sí, pero que no se note

Marcha del Orgullo LGTBI en Bruselas / EFE EFE

“¿No jodas que eres…? Pues no se te nota nada, tío”. Un hombre responde así en medio de una cena de amigos a otro que ha comentado lo guapo que es el camarero. Frases similares a “solo hombres masculinos, abstenerse locas” llenan cada vez más perfiles de aplicaciones móviles para conocer gente. “Que reivindiquen lo que quieran, pero ¿por qué tienen que ir así? Con maquillaje, purpurina y dando el cante”, exclaman algunos refiriéndose a la celebración del Orgullo LGTBI.

Ese “dar el cante” es salirse de los roles de género, escapar del molde y no responder a las expectativas diseñadas sobre lo que se entiende que es ser hombre y ser mujer. Una diversidad que encarnan muchas personas a las que la sociedad penaliza mediante la llamada plumofobia: “La aversión irracional hacia el amaneramiento de los gays o masculino de las lesbianas”, define el activista LGTBI Andrea Puggelli.

Se trata de una forma de homofobia que marca a aquellas personas que se muestran diferentes y parte de “una sociedad en la que el género es estanco, solo hay una forma de ser hombre y de ser mujer y si te sales de esos cánones, de esos mandatos de género, te conviertes en un peligro”, explica Esther Martínez, trabajadora social que imparte formación en diversidad afectivo sexual y de género en las aulas.

Para la experta, es clave relacionar esta discriminación con el avance que los derechos LGTBI han experimentado en nuestro país porque “se legitima la plumofobia bajo la premisa de que ya hay bastante tolerancia permitiendo determinados derechos, pero eso sí, siempre que la persona sea ‘normal’. El típico ‘gay, sí, pero que no se note’ o el frecuente ‘¿por qué tienes que hacer bandera de tu condición?'”, ejemplifica Martínez.

Lo mismo piensa la feminista y la integrante del colectivo LGTBI Gamá de Gran Canaria, Sylvia Jaén, que hace hincapié en que “parece como si cumpliendo la expectativa de lo que la sociedad espera de ti, se te perdonase ser lesbiana o ser gay”.

La plumofobia de la propia comunidad

“Somos las cuestionadas y las que ofendemos porque estamos enfrentándonos a lo hegemónico”, dice Miguel Ángel López, psicólogo y profesor de Psicología Social de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, que cuenta como anécdota lo que escuchó no hace mucho en una plaza madrileña. “Estaba sentado en un banco observando a dos grupos de adolescentes y de repente escuché ‘a mí me gustan los hombres, pero no como el rubio aquel, que tiene una pinta de pasivaza…'”.

Este es un insulto que a veces circula en foros o conversaciones para describir de manera ofensiva los roles que pueden darse en una relación sexual. Es decir, aquel que encarna un rol considerado femenino y que, por lo tanto, se escapa de los estereotipos de género, es penalizado. Para López, esto entronca con la plumofobia entendida como “el miedo a que un hombre se parezca a lo considerado de mujer”.

López recuerda que la plumofobia no solo se da por parte de personas heterosexuales, sino que es un tipo de discriminación que también se ejerce en el propio colectivo LGTBI porque “lo que hace es reproducir el binarismo de género que ya existe en la sociedad”, analiza Puggelli. En su opinión, esto hace que la plumofobia “sea más común y esté más extendida” que la LGTBfobia.

De este modo “el oprimido acaba siendo opresor”, remarca López, que insiste en que “igual que hablamos de heteronormatividad –la imposición de la heterosexualidad y determinados roles como única posibilidad– también existe lo homonormativo: Es como si hubiera formas de mostrarse, comportarse y de ser gay o lesbiana más válidas y otras menos”.

Ambos coinciden en que se trata de un intento de “normalización” porque “el hecho de vivir dentro de la diversidad no te hace automáticamente ser tolerante con todas sus expresiones”, añade Jaén, que insiste en que este tipo de “homofobia interiorizada” en algunos contextos LGTBI “emana de que lo primero que pide el sistema es que encajemos. Por eso hay muchas personas que modulan su pluma en los centros de trabajo y fuera no”.

Reivindicar la pluma

La plumofobia no solo la experimentan las personas homosexuales o bisexuales, también las heterosexuales que no responden a los mandatos de género. Esta es una de las principales conclusiones del informe Abrazar la diversidad, elaborado por el Instituto de la Mujer en 2015, según el cual un 20% del alumnado ha sido testigo de agresiones homófobas o tránsfobas en las aulas. Una violencia que no solo se da contra los niños o niñas que han manifestado su orientación sexual, sino contra aquellos que tienen pluma.

Según los expertos, la plumofobia está directamente relacionada con las agresiones LGTBIfóbicas, tal y como ejemplifica Martínez: “Cuando me llaman bollera o me insultan por la calle lo hacen por mi pluma. Te aseguro que nadie me ha preguntado antes si me gustan las mujeres”. Algo similar relata López, que dice sentir inseguridad caminando por la noche si se cruza con un grupo de hombres. “Intento disimular mi pluma, intento andar más macho porque no sé si voy a sufrir una agresión. Y tengo tan asumido esto que lo normalizo”, explica.

Pero son múltiples las direcciones en las que se da la plumofobia, de modo que en determinados ambientes no se esgrime como caldo de cultivo de una agresión. Esto ocurre, analiza el docente, “entre algunos heterosexuales que se sienten amenazados si un homosexual no tiene pluma. Si la tiene, queda claro y eso les tranquiliza. Para sus amigos maricas está muy bien, aunque no la querrían para ellos”.

Aunque según las personas consultadas para este reportaje la plumofobia suele estar más extendida entre hombres homosexuales o bisexuales, también las mujeres la sufren. En opinión de Martínez, se trata de una doble cuestión: por un lado, existe más visibilidad entre los hombres –”¿cuántas lesbianas visibles se atreven a lucir su pluma públicamente?”, se pregunta–. Por otro lado, lo relaciona con el machismo porque “el hombre afeminado es una amenaza a la masculinidad hegemónica”.

Sin embargo, esa visibilidad pública, por ejemplo en la televisión, que puede dar lugar a plumofobia, es también una forma de utilizarla positivamente, en opinión de Jaén, porque “genera imaginario colectivo y muestra una salida positiva a la discriminación recibida”. Es decir, es una manera de reivindicar la pluma y utilizarla políticamente: “La pluma tiene la cualidad de seguir siendo revolucionaria. Es rebelde, molesta y recuerda que no todos tenemos que pasar por el mismo aro”.

Fiestas del Orgullo Gay en Madrid: un urinario para cada 2.274 personas

Madrid será este año la sede del World Pride y, dada su condición de capital mundial de turno de las celebraciones del Orgullo, se espera una afluencia de unos tres millones de personas durante el evento. Para satisfacer las necesidades fisiológicas urgentes del respetable, el Ayuntamiento ha previsto la instalación de 1.019 servicios portátiles en la vía pública, a los que se sumarán otros 300 que pondrán los organizadores privados de las fiestas. La media aritmética es de un urinario para cada 2.274 vejigas.

El Gobierno de Manuela Carmena ha sacado ya a concurso la instalación de los váteres de plástico que se financiarán con dinero municipal por un precio de licitación de 209.948 euros. Estos mingitorios de quita y pon se distribuirán por 12 localizaciones de la ciudad entre el 24 de junio y el 2 de julio, cuando concluirá el programa de actividades en torno al colectivo LGTB con epicentro en el barrio de Chueca.

En el Área de Medio Ambiente y Movilidad señalan que esos 1.019 retretes es la cantidad «mínima» requerida y que en la adjudicación «se tendrá en cuenta, entre otras cosas», que se pongan más, si bien en los pliegos de condiciones se señala que el único requisito es el económico. No obstante, en el departamento que dirige Inés Sabanés reconocen que «la disponibilidad de espacio en la calle es limitada», por lo que «tampoco caben muchos más» excusados, y aseguran que se está preparando «un dispositivo de limpieza acorde con la magnitud del evento».

Los servicios instalados bajo la tutela municipal se distribuirán en los distintos escenarios de la celebración del Orgullo: la plaza de Chueca (70), la plaza de Pedro Zerolo (40), la calle Pelayo (19), la plaza del Rey (60), la Puerta del Sol (100), la plaza de la Independencia (110), la plaza de Colón (60), Plaza de España (120), Explanada del Rey (120), el escenario Puente del Rey (130) y el auditorio Enrique Tierno Galván (190). Aegal, la asociación empresarial que organiza la parte lúdica del Orgullo, no ha detallado aún dónde se situarán las 300 unidades adicionales que -según señalan en el Consistorio- deberá encargarse de suministrar.

En las condiciones del concurso figura que los retretes deberán disponer de un tanque de retención hermético, cierre interior, indicador «libre-ocupado», ventanas, rejillas o cualquier otro sistema de ventilación, portarrollos y asiento con tapadera que se eleve mediante resorte «para mantenerlos secos y limpios». Además, un sanitario de cada ubicación deberá estar adaptado a usuarios con movilidad reducida.

Los wc tendrán que estar «suficientemente alejados» de los escenarios en los que habrá actuaciones musicales y de las viviendas «para evitar que se produzcan molestias por olores que se desprendan de los mismos». La empresa encargada de su instalación deberá además adecentarlos dos veces al día -una a partir de las 7.00 horas y otra después de las 18.00 horas-, así como extender el perímetro de limpieza en dos metros.

En la Asociación de Vecinos de Chueca no entran a valorar la media aritmética de cuántos posibles asistentes tocan por urinario porque señalan que en ediciones anteriores «la gente los ha utilizado básicamente para meterse rayas o mantener relaciones sexuales y miccionan fuera». Un portavoz de la organización asegura que el tufo del pis «persiste durante semanas» después de las fiestas y que hay zonas del barrio por donde «hasta se irritan los ojos al pasar» porque «con el calor el químico del orín se corrompe».

«El cambio de Gobierno ha sido incluso a peor. Ahora Madrid ha apostado por el negocio del alcohol a lo bestia y se ha olvidado del derecho al descanso de los que vivimos aquí», añade el representante de los residentes en el barrio que concentra el grueso de la programación. «No sé dónde habrá comprado su supuesto ecologismo la delegada de Medio Ambiente», apostilla.

El Pleno del Ayuntamiento otorgó el pasado mes de junio la consideración de evento de «especial significación ciudadana» al Orgullo con el apoyo de todos los partidos salvo el PP. En la práctica, esta declaración permite suspender los niveles máximos de ruido regulados por la normativa municipal durante la manifestación-cabalgata que se convoca anualmente y en el resto de actos festivos organizados en paralelo, fundamentalmente los conciertos.

El equipo de Carmena tiene previsto destinar entre dos millones y medio y tres millones de euros para la seguridad, la limpieza y el refuerzo del EMT durante las celebraciones del World Pride. Además, subvencionará directamente con 700.000 euros a Aegal y aportará 30.000 euros a Cogam y 50.000 euros a la Federación LGTB para la organización de la marcha reivindicativa.

Diario visual de Vera y Victoria, dos chicas enamoradas

Dos jóvenes, una de ellas transexual, abrieron su vida íntima tres años a la fotógrafa Mar Sáez para componer un poema de amor con imágenes en un libro y una exposición

Vídeo e imágenes de ‘Vera y Victoria’ MAR SÁEZ

“El día en que Vera besó por primera vez a Victoria le confesó que era transexual. Fue en un parque. No cambió nada. Durante los cuatro años que pasaron juntas se amaron como nunca antes amaron a nadie”. En esos años, a los que alude la presentación del libro Vera y Victoria, la fotógrafa Mar Sáez convivió con ellas elaborando un diario visual sobre el universo íntimo de estas dos jóvenes ilicitanas veinteañeras. El resultado es un poema en imágenes sobre la relación de dos personas enamoradas, sin más adjetivos ni condicionamientos.

“Qué más da que una sea transexual o vegana, por ejemplo, y la otra no, si lo que realmente importa es el amor entre ellas, lo que acaba convirtiéndose en el mensaje del libro, un mensaje con el que todo el mundo puede empatizar. Porque todas las demás cosas no dejan ser o acaban siendo ingredientes tangenciales”, explica la fotógrafa y psicóloga, antigua corresponsal de prensa en Mauritania, horas antes de inaugurar este martes su exposición con una selección de las fotos de la pareja y de presentar el libro que destila la vida de ellas en la librería Railowsky, dentro del festival Photon de Valencia.

“Yo tuve la gran fortuna de que me abrieron las puertas de su intimidad y gracias a su generosidad pude convivir tres años con ellas, en su casa, en la mía, por ahí… El cuarto año lo dediqué a la búsqueda de editorial para publicar el libro”, agrega Mar Sáez.

Imagen de ‘Vera y Victoria’. MAR SÁEZ

Y logró que se lo publicara hace unos meses un prestigioso sello francés, especializado en fotografía, André Frère Éditions. La joven artista murciana, de 34 años, acudió a la última edición del festival fotográfico de Arlés, celebrada el pasado verano, y allí su proyecto entró llamó la atención de la editorial y de Jesús Micó, responsable de La Kursala, quien se sumó al apoyo de la obra. El libro se ha publicado con un texto sobre el amor de la escritora Lara Moreno, autora de novelas como Por si se va la luz y Piel de lobo,y traducido en diferentes ediciones al francés, español e inglés.

El libro y la exposición han despertado interés en Francia, señala Mar Sáez, que ha viajado a ciudades como París o Marsella para presentarlos. Después de recalar en Valencia, donde las imágenes se exhibirán hasta el 1 de junio, continuarán su periplo por España, en un proyecto artístico que aúna la belleza de las fotografías de la joven pareja con la reivindicación desprejuiciada del amor y de las relaciones.

El germen de la iniciativa se remonta a unas prácticas universitarias de Mar Sáez. “Estudié Psicología y Comunicación Audiovisual en Valencia y también estudié con una beca Séneca en la madrileña Juan Carlos I, y siempre tenía presente el tema de la identidad. Hice las prácticas finales de Psicología en un gabinete de sexología: terapia de parejas, transexuales, procesos de hormonación... Allí, compaginando Psicología y Fotografía, descubrí la realidad y conocí a gente joven trans, algunos activistas como Vera”, relata la fotógrafa.

Imagen de ‘Vera y Victoria’. MAR SÁEZ

Vera se sentía mujer desde la infancia, pero no fue hasta los 18 años que lo anunció a su familia. A partir de entonces dejó de llamarse Bernardo para abrazar su nombre actual.

El proyecto inicial pretendía centrarse en la vida de una joven transexual. “Le pareció muy bien, porque lo veía como una herramienta de sensibilización. Por desgracia, Vera aún sufre situaciones incómodas por el hecho de ser trans. Me preguntó si podía acudir con su pareja y Victoria empezó a venir. También se lo contó a un amigo trans, Gabriel, que le encantó el proyecto, y pensé hacer un retrato de los jóvenes que quieren dar el paso, y además lo quieren contar, y empiezan los trámites para hormonarse…”, relata la fotógrafa, que ejerció de periodista en prensa escrita durante seis años. Trabajó en el diario La Razóncomo redactora, si bien se ha ido especializando cada vez más en fotografía, asistiendo a cursos con profesionales como Alberto García Álix o José Manuel Navia. Ahora se dedica por completo a la fotografía y está metida de lleno en su nuevo proyecto A los que viajan, que presenta este viernes en el Festival Imaginària de Castellón, con imágenes obtenidas en viajes colaborativos con desconocidos, en plataformas como Bla Bla Car.

Pero antes de emprender este nuevo viraje, Mar Sáez perfiló su trabajo anterior, Vera y Gabriel, con los transexuales, que buscaba retratar el tránsito de mujer a hombre y de hombre a mujer, hasta definir sus contornos definitivamente. Se independizó el proyecto de Gabriel (que en este momento se encuentra finalizando) y se abrió paso el que retrataba el amor entre Vera y Victoria.

Ambas han acompañado a la fotógrafa en algunas de sus presentaciones, si bien este martes no tenían previsto asistir al acto en Valencia. “Me apoyan. He ganado dos amigas, aunque ellas no sigan juntas”, comenta Mar Sáez.

Jimena, la joven desaparecida en Turquía, confía en que su historia combata la represión homosexual

La española retenida en Turquía y su pareja se casarán en Torrox.

Llegaron a Torrox en la madrugada del domingo, pero hasta este martes no han podido hablar. Necesitaban descansar, dijeron, para asimilar todo lo ocurrido durante 14 días de locura. Pero finalmente, Jimena Ricoy Shaza Ismail relataron este martes, en una concurrida rueda de prensa en el Ayuntamiento, toda la experiencia que han vivido a lo largo del particular infierno que les llevó desde Dubái a España, pasando por Georgia y Turquía perseguidas únicamente por el amor que ambas se profesan.

Antes, fueron recibidas por el alcalde, Óscar Medina, quien luego las acompañó a lo largo de la intervención. Y fue ahí, ante el enjambre de cámaras y flashes, cuando Jimena tomó la palabra durante la totalidad de la intervención. Shaza, a su lado, no le quitaba el ojo de encima. “Gracias a todos, si no es por vosotros no estaríamos aquí sentadas“, comenzó, agradecida, a todos aquellos que han visibilizado su situación, en la que se vieron debido a que el padre de su pareja, de nacionalidad egipcia pero residente en el Emirato Árabe, les tendió una trampa y las denunció por su relación homosexual, algo penado en dicho país. A partir de ahí, comenzó una huida de ciencia ficción que concluyó hace pocos días en España.

“Cada día, cada segundo, era una nueva emoción, un miedo diferente”, detalló Jimena, que ahora está a expensas de buscar, por medio de su abogada, la manera de arreglar las condiciones legales de Shaza, egipcia de 30 años, quien posee en la actualidad un permiso de estancia concedido por el Gobierno. “Esta noticia ha llegado a países árabes, y visibilizarlo ayudaría a que la gente que vive allí una situación de represión por su homosexualidad; puede ser un empujón para hablar y movilizarse“, expuso la joven hispano-argentina de 28 años, quien, emocionada, tuvo que parar su alocución en varias ocasiones.

Sus planes ahora, en primer lugar, pasan por buscar un trabajo “ya que con toda esta odisea de billetes y viajes perdidos… si no llega a ser por mi amiga Angie, que se ha gastado más de un mes de sueldo en hoteles y vuelos a los que nunca pudimos llegar, no hubiera sido posible”.

“Ahora toca empezar de cero; Shaza debe aprender español, ya que solo sabe unas palabras que no las dirá en público”, afirmó entre risas. “Además, ella debe insertarse en nuestra sociedad, que es diferente a la que estaba acostumbrada: es un shock que aquí se pueda ir de la mano y todos seamos tan abiertos”.

Fue, incluso, un paso más allá al desvelar que la intención de ambas “es la de casarnos”, pese a llevar juntas unos meses. “La idea ya la teníamos antes de que pasara todo esto, lo habíamos mirado en Londres -donde residen-, sacado los papeles que ella necesitaba… pero a mí ahora me gustaría hacerlo en España, en Torrox, si el alcalde quiere”, aseguró, sonriendo, Jimena, quien recibió por respuesta un “encantadísimo” por parte del regidor.

Odisea

“No nos encontrábamos tan mal a nivel emocional porque estábamos juntas, y ahí nos dimos cuenta qué grande era y hasta qué punto podía llegar”, resaltó Jimena sobre las emociones que ambas vivieron en aquella frenética escapada. “Yo lo único que tenía claro es que no me volvía sin ella, y si acababa en la cárcel, yo iría con ella“, apuntó.

En relación al padre de Shaza, quien se opuso a la relación, las amenazó e incluso persiguió hasta Tiflis, Georgia, lugar al que huyeron tras irse de Dubái -sitio al que fueron debido a la supuesta enfermedad de la madre- y en cuyo aeropuerto rompió un pasaporte con visado de Shaza y hurtó el de Jimena, aunque finalmente lo recuperó la policía. “Shaza quiere desmentir, después de hablar con la abogada, las cosas que su padre ha dicho vía telefónica; tenemos pruebas, mensajes, audios… queremos que se haga justicia”, aseveró. “Ahora está con abogados para intentar limpiar su imagen; los únicos mensajes que ha recibido Shaza fueron a través de su hermana, quien conocía su condición homosexual desde los 15 años”.

Sobre la ruta que siguieron en territorio turco, una vez que dejaron Georgia, Jimena explicó que entró en el país otomano en situación legal. “La detención fue porque se nos acusó de terrorismo por el ISIS”, subrayó, “aunque no puedo dar esa información”. “Me dijeron que la embajada se negaba a verme y me hicieron firmar un documento en turco, sin traductor, en el que rechazaba voluntariamente acudir a este organismo”.

Tras toda la tensión, los nervios y la angustia, las dos fueron, tras finalizar la rueda de prensa, a pasear delante del Ayuntamiento. Allí, con dos ramos de flores, se dieron un beso que tras de sí llevó consigo un calvario fruto de la incomprensión por su orientación sexual. Un beso con final feliz para una relación de película.

La persecución de gais en Chechenia y la expansión de la cultura machista de Moscú

El hostigamiento a homosexuales no es un residuo de una sociedad tradicional de corte medieval, sino el último capítulo de los abusos que sufren los ciudadanos de la Federación Rusa

PILAR BONET

La policía rusa detiene a un activista de los derechos de los gais en una manifestación en San Petersburgo en mayo de 2016. FOTO: GETTY / VÍDEO: REUTERS

 

En las sociedades tradicionales del Norte del Cáucaso se mantienen aún, con diversos grados de arraigo, costumbres arcaicas que sobrevivieron a las campañas de la Unión Soviética contra los “vestigios del modo de vida tribal”. Alguno de esos “vestigios”, como las venganzas trasmitidas de generación en generación, los raptos de novias, las bodas forzadas o el cruel castigo de la “deshonra” familiar, todavía se dan en las comunidades autóctonas del sur de Rusia. Según los usos ancestrales, el varón cabeza de familia tenía potestad, por ejemplo, para juzgar a una hija o una hermana por su “comportamiento ligero” (como relaciones sexuales extramatrimoniales) o a un hijo o hija de orientación sexual no reconocida. Los “castigos” para salvar el “honor” de la estirpe se ejecutaban en secreto en la familia, que mataba a la (el) culpable de la deshonra y mantenía sobre ello un silencio sepulcral. El poder soviético, si llegaba a descubrir los crímenes, los perseguía en el marco del Código Penal. Lo mismo pueden (y deben) hacer hoy las autoridades rusas.

Por ocurrir fuera del entorno familiar arcaico, la persecución de gais en Chechenia, tal como denunciaron distintas fuentes en las últimas semanas, no puede considerarse como residuo de una sociedad tradicional de corte medieval, sino más bien como el último capítulo de los abusos que sufren los ciudadanos de la Federación Rusa (con independencia de su orientación sexual) a manos de quienes ejercen el poder en aquella república del Cáucaso y lo hacen, de forma arbitraria y a menudo en contra de la ley de la Federación Rusa, según explican dos fuentes chechenas.

”En el pasado perseguían a los muchachos para obligarles a confesar que eran radicales islámicos, en parte para mejorar las estadísticas policiales y ascender en la jerarquía y en parte para conseguir un rescate de sus familiares por liberarlos. Ahora, que los radicales islámicosse fueron a luchar a Siria, los órganos policiales siguen haciendo lo mismo y apresan a jóvenes acusándoles de ser homosexuales, algo que la sociedad local considera una vergüenza y un tabú”, manifestaban las fuentes antes mencionadas.

Como ejemplo, contaban el caso de un joven de 19 años, Vaja (nombre ficticio), y tres amigos suyos, detenidos hace unos meses cuando jugaban con ordenadores en un local en Grozni. Ninguno de ellos era homosexual, pero fueron torturados para que confesaran serlo, afirman los interlocutores. Vaja fue liberado gracias a las influencias de su familia, que no está dispuesta a denunciar el caso por miedo a sus dirigentes y a la opinión pública local. “La gente calla porque vivió los horrores de la guerra —la suma de las arbitrariedades de los representantes de Moscú y de los dirigentes locales que temporalmente aplicaron la ley islámica— y teme el retorno de aquella época, pero mientras tanto se ha creado un régimen que se inmiscuye en la vida del ciudadano, que entra en su casa y le impone su voluntad”, afirmaban las fuentes, que recordaban cómo hace unos años los milicianos, acompañados de mulás (sacerdotes islámicos), allanaban la morada de las chicas que les gustaban y las obligaban a contraer matrimonio, el cual era registrado de inmediato por el mulá acompañante.

Hubo bandas que se dedicaron a “cazar” mujeres con la cabeza descubierta para obligarlas a ponerse el pañuelo y la normativa vigente hasta hoy en la Universidad de Grozni impone falda larga y pañuelo a las estudiantes, recuerdan las fuentes consultadas. También evocaban a las mujeres que aparecieron muertas en los alrededores de la capital chechenia en 2008 “castigadas” aparentemente por su “vida disoluta”. Todos estos sucesos responden, según los interlocutores, a la selección negativa que ha encumbrado al poder a gente inculta, pero prepotente y codiciosa.

Esta élite juega a su antojo con tres conceptos: la sharia” (ley islámica), el adat (conjunto de usos tradicionales) y la legislación de la Federación Rusa. Con la ambigüedad del marco legal jugaban también los dignatarios islámicos que el pasado fin de semana se reunieron en la mezquita de Grozni para condenar a los periodistas de Nóvaya Gazeta por sus informaciones supuestamente difamatorias sobre la persecución e internamiento de gais en Chechenia. La actitud de los mulás, que niegan la existencia misma de homosexuales en la República, es equiparable a una “bendición de la venganza” según Leonid Nikitinski, periodista experto en temas jurídicos.

El comité de investigación de la Federación Rusa ha abierto un expediente para comprobar si los dignatarios islámicos chechenos amenazaron de forma delictiva a los periodistas. No obstante, sorprende la tolerancia y la pasividad de las autoridades centrales rusas ante las reinterpretaciones de los “vestigios del pasado” en clave del régimen de Ramzán Kadírov, presidente de la República de Chechenia y hoy máximo representante del poder laico del Estado en Chechenia.

Para explicarlo, las fuentes consultadas hacen hincapié en tres puntos. El primero es la influencia de la cultura de corte “macho” y “militarista” que se difunde desde Moscú, con la imagen de Vladímir Putin como divisa, y que encuentra terreno abonado en los pueblos de origen guerrero del Cáucaso. En segundo lugar, el encauzamiento de la proyección internacional de Chechenia hacia las relaciones con Estados del Golfo, que en cierto modo se han convertido en un modelo nuevo de autorrealización para la élite local en sustitución de la independencia. Para finalizar, el ambiente de corrupción y otros fenómenos negativos que se dan en la Federación rusa y en Chechenia en grado acentuado. Este último punto lleva a los interlocutores a afirmar que Chechenia no es un caso aislado, sino un grado extremo de cuanto sucede en otros lugares del país.

Lucha por los derechos humanos

Svetlana Gánnushkina, directora del comité Ayuda Ciudadana, una entidad moscovita que socorre a refugiados y desplazados, afirma que “de forma episódica acuden a nosotros personas de orientación sexual no tradicional”. El primer caso que la veterana activista por los derechos humanos recuerda ocurrió hace unos cinco años, y su protagonista fue un muchacho checheno que hizo prácticas como voluntario en el comité. Cuando el chico tuvo confianza enseñó los mensajes que le enviaban su hermano y sus padres. “Le decían que volviera inmediatamente, que era un monstruo y un error de la naturaleza y eso que el chico ni siquiera tenía una pareja, solo que sus familiares entendían que tenía una orientación diferente y le exigían que se casara o se suicidara y limpiara la afrenta familiar”, cuenta Gánnushkina.

Historias semejantes se repitieron después con otras tres personas que Gánnushkina ayudó a trasladar a lugar seguro. Un caso reciente inquieta a la activista: una chica chechena perseguida que “desapareció” tras dirigirse hacia la Plaza Roja de Moscú, “pensando que allí nadie se atrevería a tocarla”.

“Desde octubre de 2016 he tenido que ayudar a cuatro personas perseguidas por su orientación sexual; dos de ellas están en países seguros y a los otros dos les he perdido la pista”, comenta la activista, cuyas exhortaciones a no matar a quienes tienen otra orientación sexual han encontrado reacciones preocupantes en Facebook, incluida la comprensión para el asesinato de gais. “Amigos, colegas y gente próxima con quienes nunca tuve diferencias sobre la violencia que se ejercía en Chechenia durante muchos años, consideran ahora que los debates sobre una nueva oleada de violencia son una ofensa para el pueblo checheno, porque se trata de un grupo cuya existencia se niega”, escribe Gánnushkina. “Estas personas existen, existen en todas partes y existen en Chechenia, y eso no la convierte en Sodoma y Gomorra”, sentencia.

Teoría marica o el insulto como bandera

Además de ser una forma ingeniosa de desmontar al interlocutor, la reapropiación del insulto es un acto de reivindicación política

Pintada con el mensaje “Stay queer, stay rebel” en Bari, 2014. DENIS BOCQUET CC.

Es habitual que en las conversaciones en las que se nombra el feminismo surjan voces críticas (y frecuentemente desinformadas) que preguntan con indignación por qué se usa el término “feminismo” para hablar de la lucha política por los derechos de las mujeres. Aunque con distintas variaciones, el argumento estrella al que se alude con frecuencia para señalar la supuesta inadecuación de la palabra feminista es que si se trata de un movimiento político que busca la igualdad, ¿no habría de llamarse igualitarismo?

Lo que suele ser menos conocido es que la palabra feminismo, antes de ser una etiqueta política, era usada como insulto.

La palabra feminismo nace muy lejos de la lucha civil y de las reclamaciones políticas con las que hoy asociamos el término.  La acuña el médico francés Fanneau de La Cour a finales del siglo XIX para referirse al cuadro clínico que presentaban los hombres enfermos de tuberculosis que perdían los caracteres sexuales secundarios: se decía que los pacientes tuberculosos a los que se les caía la barba y se les redondeaban las facciones sufrían de feminismo, porque parecía que se feminizaban.

En 1872, Alejandro Dumas hijo (hijo del Alejandro Dumas de ‘Los Tres Mosqueteros’ y también escritor) retoma la palabra feminista en un folleto con el muy prometedor título de ‘El hombre-mujer’ para referirse con desprecio y cierto cachondeo a los hombres que apoyan la causa sufragista. Según Dumas, aquellos hombres que simpatizaban con la lucha de las mujeres por sus derechos sufrían de feminismo, es decir, eran (metafóricamente) hombres que habían perdido su virilidad y se habían feminizado, como les ocurría a los tuberculosos. Unos años más tarde, la sufragista francesa y pionera feminista Hubertine Auclert se reapropia del término feminismo para usarlo en el sentido político con el que hoy lo conocemos.

Feminista es solo un ejemplo más del proceso de reapropiación de un insulto por parte del colectivo al que se busca atacar. Puta, bollera o maricón son otros casos recientes de palabras acuñadas y usadas en su origen con intención peyorativa que han sido reclamadas y asumidas con orgullo por el propio colectivo insultado.

Además de ser una forma ingeniosa de desmontar al interlocutor, la reapropiación del insulto es un acto de reivindicación política. Cuando nos reapropiamos de un insulto, lo que estamos haciendo es abrazar con alegría aquello con lo que los otros aspiraban a estigmatizarnos, dejando claro que no sentimos ninguna vergüenza ni deshonra por aquello que intentan afearnos. Al hacer bandera de la ofensa, no solo se desactiva el insulto y se desmonta el ataque, sino que además se le da la vuelta a la tortilla poniendo en evidencia a quien intentaba herir.

Los insultos funcionan como el dinero o como el prestigio: solo tienen valor mientras el grupo se lo otorgue, así que si el propio colectivo insultado pasa a autodenominarse con el término con el que se le intenta ofender, el insulto deja de funcionar.

Queer es una palabra que se ha colado en los últimos años en el activismo LGTB+ y en la rama de la filosofía que analiza de forma crítica y disidente la identidad y la orientación sexual hegemónicas. Hay teoría queer, movimiento queer, activismo queer, cine queer, hasta tango queer. Si no conocemos la historia de la palabra, en español queer nos puede parecer un tecnicismo académico propio de manifiestos activistas o disertaciones filosóficas. Pero bajo su aspecto inofensivo, la palabraqueer también esconde la historia de un insulto reapropiado.

Queer era una palabra habitual en inglés para referirse despectivamente a toda aquella persona que se salía de los estrechos márgenes de la normalidad sexual imperante y que fue reapropiada por el activismo LGTB a finales de los años ochenta. El equivalente en español más cercano podría ser rarito, desviado o maricón, según el contexto. Al traernos queer tal cual al español, hemos perdido por el camino toda la connotación histórica que la palabra tenía en su origen, y, por lo tanto, también nos hemos quedado sin buena parte de su fuerza política, puesto que su significado original es opaco para los hispanoparlantes.

La palabra queer no es solo una etiqueta para denominar una identidad, sino que es en sí misma un acto de reivindicación que perdemos cuando importamos el anglicismo. Basta con imaginar el cortocircuito mental que habría producido a LGTBfóbicos y hazteoiristas en general descubrir que hay seminarios universitarios dedicados a “teoría marica” y “estudios transmaricabollo” para comprobar la ausencia de connotación política que tiene en español la aparentemente inocua queer.

Feminismo y queer son dos palabras que, a pesar de gozar de buena salud lingüística en español, han perdido parte de su memoria histórica por el camino: en el caso de feminismo, por amnesia colectiva; en el caso de queer, porque al traernos el extranjerismo, necesariamente nos quedamos sin la tradición histórica que arrastra en su lengua original.

Conocer y recordar el origen de estas palabras es una forma de reivindicar y mantener vivas las luchas políticas que nos han traído hasta aquí.

La imagen de este artículo es de Denis Bocquet.

Nueva polémica del navarro Abel Azcona: se tatúa el ano con un mensaje para Donald Trump

El artista se ha escrito ‘Make America Great Again’ en la zona perianal durante una performance en Chicago

Abel Azcona en plena performance. / Twitter

‘Make America Great Again’ fue el sonado eslógan de campaña de Donald Trump durante las pasadas elecciones para presidente de los Estados Unidos y que finalmente le valió la victoria. También es el último tatuaje del polémico artista navarro Abel Azcona… en el ano. El dibujo que ahora luce en la zona perianal forma parte de una performance que ejecutó el pasdo martes 7 de marzo en una galería de Chicago, a modo de protesta por las políticas racistas, xenófobas y misóginas del actual presidente americano. «Como artista, sentía la necesidad de hacer algo al respecto», ha afirmado a la web ‘Shangay’.

El proyecto se llevó a cabo en la galería DfbrL8r, que cuenta con dos espacios. En la planta baja, Azcona se dejó en manos de una tatuadora con solo unas pocas personas como espectadores. En la planta superior, el público pudo seguir el proceso de dibujo en directo. Aunque era deseo del artista que se retransmitiese también por Facebook, la plataforma retiró el contenido de inmediato por no cumplir con las normas de publicación; por el momento, una imagen más explícita permanece en su cuenta de Twitter.

La performance, a la que aún no ha puesto nombre, forma parte de la gira estadounidense que el artista multidisciplinar de 28 años está llevando a cabo. Chicago, afirma, fue la ciudad elegida para este curioso acto por su carácter «multicultural»

 

‘Pederastia’

No es la primera el navarro siembra la polémica. En noviembre de 2015 escribió la palabra ‘Pederastia’ con 242 hostias consagradas -obtenidas de misas de Pamplona y Madrid, aseguró- en una sala de exposiciones en Pamplona, ante lo que la Asociación Española de Abogados Cristianos interpuso una querella criminal por «profanación» y por un delito contra los sentimientos religiosos. Finalmente, el juez archivó la causa al considerar que Azcona no incitó al odio ni a la violencia contra la Iglesia o sus creyentes, sino que solo se posicionó contra un fenómeno.

RECONOCER LAS VICTORIAS Y ACTUAR EN CONSECUENCIA, UN RETO

Efectivamente, se han hecho oir. El autobús con mensajes contra la diversidad sexual infantil inmovilizado primero por la policía municipal madrileña y después por un juez se ha convertido en el tema estrella de esta semana. Parece casi lógico en esta época de frivolidad viral en la que resulta cada vez más difícil contextualizar polémicas, jerarquizar los temas de interés público y entablar debates estratégicos que permitan abrir puertas a nuevas victorias y salgan de la lógica reactiva.

Existen niñas con pene y niños con vulva. Es más, existen personas que, más allá de sus genitales, no se identifican con ningún género, construcción social de la que un recién nacido, más allá de las condiciones biológicas de su sexo, no tiene la menor idea. Precisamente por eso, porque son construcciones sociales. A eso se refirió hace más de medio siglo Simone de Beauvoir cuando dejó escrito que «no se nace mujer, se llega a serlo». Quedan muchas batallas por dar en el camino hacia la normalización de la cultura trans, desde las más simbólicas, como la posibilidad de marcar una tercera casilla neutral en los formularios oficiales en los que se nos obliga a definirnos como hombres o mujeres –así ocurre en Australia–, a las más palpables, como la inclusión del cambio de sexo dentro de la sanidad pública, pasando por la imprescindible labor pedagógica que requiere la inclusión de la transexualidad, en toda su globalidad, en los marcos mentales de la sociedad. Porque la cultura trans va mucho más allá del esquema binario marcado por unos genitales u otros; contiene en su seno un gran potencial transformador que desmonta los roles que inconscientemente seguimos asignando a cada género.

Lo positivo de la polémica de esta semana ha sido constatar que solo unos pocos ultras están dispuestos a arremeter contra el derecho de los niños a decidir sobre su sexualidad. En este sentido, han sido reveladoras las declaraciones de altos cargos del PP, que han criticado la campaña tránsfoba. Socialmente, la batalla está ganada ahora mismo –lo cual no quiere decir que lo esté para siempre, es cierto–. Lo negativo es que esos pocos ultras han conseguido un eco con el que no soñaban y que el libro homófobo sobre las que denominan «leyes de adoctrinamiento sexual» va ya por su segunda edición. En términos generales, se ha reaccionado contra el autobús como si fuese la posición tránsfoba la que ocupase una posición de poder, cuando en este caso –y en este momento– es a la inversa. Es el grupúsculo ultra el que reacciona ante la eficaz campaña de Chrysallis. Una posición hegemónica que no hay que dar por ganada para siempre, pero que para consolidar quizá lo más efectivo no sea mantener lógicas reactivas, sino plantear iniciativas que marquen el ritmo del debate y abran puertas a nuevos avances. Pasos adelante que pasen de las campañas de concienciación a la toma de decisiones concretas, empezando por protocolos claros que garanticen la libertad de los menores a la hora de desarrollar su sexualidad y que, de paso, dejen en segundo plano las pataletas de los ultras. Se dice que el poder primero te ignora, luego te ridiculiza y finalmente te ataca. Ser consciente de tener una posición de poder y aprender a ignorar sigue siendo probablemente una asignatura pendiente.

No hay batalla entre derechos
Junto a la necesaria reflexión de fondo sobre la transexualidad y la infancia –ausente estos días–, se impone una referencia a la magnitud que adquieren los fenómenos virales. Es un autobús naranja con una rabieta inscrita y sin embargo ha marcado la actualidad en una semana en la que se ha conseguido que Sara Majarenas e Izar permanezcan juntas, en las que las relaciones entre Lakua y Moncloa se han mostrado más lubricadas que nunca a cuenta del TAV, o en la que un cargo político catalán ha sido juzgado por poner las urnas. Solo son algunos de los hechos relevantes arrollados por el autobús, cuya prohibición ha sido reclamada automáticamente desde muchos estamentos, sin pararse a pensar probablemente en la contradicción que supone reclamar al mismo tiempo la libertad de expresión en otros ámbitos. Por odiosa que sea la campaña, que lo es, y por doloroso que resulte, la honestidad obliga a reconocer que ese autobús infecto debería poder circular, sin que eso menoscabe el derecho de los menores a desarrollar su sexualidad y sin que signifique que no se puedan desarrollar todo tipo de iniciativas contra la campaña. No debe haber colisión entre el derecho a la libre expresión de unos y los derechos de los transexuales.

Cientos de personas muestran en Pamplona su rechazo a la transfobia

PAMPLONA. Cientos de personas, convocadas por la Plataforma E28J, se han manifestado hoy en Pamplona para expresar su compromiso con el respeto a la diversidad y mostrar su rechazo a la transfobia y, en concreto, a la campaña de la asociación ultracatólica Hazte Oír sobre los menores transexuales.

Cientos de personas muestran en calles de Pamplona su rechazo a transfobia. (UNAI BEROIZ)

La manifestación, precedida por una gran bandera del colectivo “trans” y una pancarta con el lema “Nafarroa: Tierra de diversidad. Transfobiarik ez”, ha contado con la participación, entre otros, de la presidenta del Parlamento de Navarra, Ainhoa Aznárez, y el alcalde de Pamplona, Joseba Asirón.

También han asistido a la misma parlamentarios forales como Laura Pérez (Podemos), Koldo Martínez (Geroa Bai), Bakartxo Ruiz y Adolfo Araiz (EH Bildu).

Xabier Sánchez, portavoz de los colectivos Plataforma E28J y Kattalingune, ha señalado a los medios de comunicación que la polémica con el autobús de la asociación Hazte Oír es una “anécdota”, aunque, gracias a él, la campaña de Chrysallis sobre transexualidad infantil “sigue más viva que nunca”.

Tras destacar que la transexualidad ha sido “una realidad muy discriminada, muy invisibilizada”, Sánchez ha apuntado que se están dando “pasos de gigante” para visibilizar esta realidad.

Por su parte, Erika Salvatierra, miembro asimismo de Plataforma E28J y Kattalingune, ha explicado que el objetivo de esta movilización ha sido “decir alto y claro que Navarra dice no a la transfobia, que no vamos a dejar que ningún autobús transfobo entre en nuestro territorio, porque somos diversas, somos plurales y queremos reivindicarlo”.

Salvatierra ha valorado en ese sentido la campaña de Chrysallis Euskal Herria, en la que “se reivindica de forma plural que sí que es verdad que hay niñas con pene y niños con vulva” y ha subrayado que “la identidad sexual o de género no es una cosa que se decida, no es un capricho, sino que nacemos así y queremos serlo”.

“Tenemos que dejar a esos niños y niñas, a esos adolescentes y esas personas adultas ser cada una como somos”, ha afirmado.