El Ejército y el Parlamento israelí reconocen a las familias LGTBI

En Israel no existe el matrimonio civil, aunque sí se reconocen los enlaces civiles realizados fuera, también entre personas del mismo sexo. El Ejército ya no solicitará el nombre del padre y de la madre sino que requerirá los datos del “progenitor 1” y “progenitor 2”.

Bandera de la comunidad LGTBI / EUROPA PRESS

El Ejército y Parlamento israelíes han dado un paso hacia la pluralidad con el reconocimiento de las familias LGTBI, un avance en un país en el que no existe el matrimonio civil, aunque sí se reconocen los enlaces civiles realizados fuera, también entre personas del mismo sexo.

La decisión del Ejército israelí ha quedado reflejada en los formularios de reclutamiento que, después de muchas peticiones, ya no solicitará el nombre del padre y de la madre sino que requerirá los datos del “progenitor 1” y “progenitor 2”, informó hoy la radio militar.

La Knéset (Parlamento), también anunció tras la formación de la nueva Cámara esta semana de que dará el mismo reconocimiento a las familias de diputados heterosexuales y homosexuales, lo que afecta a cinco parlamentarios gay de un total de 120, una cifra récord hasta ahora, recogió el diario Ynet.

Este cambio afecta a un formulario en el que se pedía a los diputados que informaran si tienen pareja de hecho, pero solo se refería como unidad familiar a la compuesta por marido y mujer, ante lo que se negó uno de los parlamentarios de la formación opositora Azul y Blanco, Eitan Ginzburg, casado con un hombre.

De acuerdo a las nuevas instrucciones dadas por el director general de la Knéset, Albert Sajarovij, todos los cónyuges de los diputados, independientemente de su orientación sexual, serán registrados igual, tendrán acceso permanente a la Cámara, serán invitados a las ceremonias y eventos oficiales, y podrán conducir los vehículos asignados a los parlamentarios.

En Israel no existe el matrimonio no religioso, pero las autoridades reconocen los enlaces civiles celebrados fuera, incluidos los homosexuales.

Tel Aviv es considerada una de las ciudades más abiertas del mundo para la comunidad gay, pero en el resto del país, y especialmente en la conservadora Jerusalén y en otras ciudades de mayoría religiosa (musulmana, judía o cristiana), la sociedad es más intolerante con la comunidad LGTBI, hasta el punto de que en Jerusalén el desfile del Orgullo se desarrolla con extrema protección policial.

Tres diputados del PSOE lucen el ‘fantasma gay’ que utilizó Vox

Un diputado lucen el ‘fantasma gay’que utilizó Vox (EFE)

MADRID. Este icono, que representa un fantasma con la bandera del arco iris –que utiliza el colectivo LGTBI como símbolo–, fue usado por el partido de Santiago Abascal en las últimas elecciones del 28 de abril señalándolo como uno de los frentes a los que Vox iba a plantar “batalla” en su labor política.

Tanto Sicilia como Ramírez, que además es secretario LGTBI de los socialistas catalanes, han lucido sendas camisetas blancas con ‘gaysper’ dibujado en su frontal. Mientras que Polo se ha decantado por lucir una chapa con este icono en la solapa de su traje.

Ramírez ha aprovechado la aglomeración que se ha producido durante la primera votación de la jornada para situarse en las escaleras del Hemiciclo que pasaban junto a Abascal, que este martes se ha sentado en el escaño situado detrás del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez.

“Orgullosísimos de que se dé visibilidad al colectivo LGTBI en el Congreso”, ha escrito el diputado jienense en su cuenta personal de Twitter.

Nace Harro! para impulsar las raíces anticapitalistas del movimiento LGTBI

Diferentes colectivos LGTBI de Euskal Herria presentaron ayer Harro!, una plataforma que pretende conservar las raíces «radicales y anticapitalistas» del movimiento frente a los repetidos intentos por asimilar e instrumentalizar la lucha contra el sistema heteropatriarcal.

El movimiento LGTBI de Euskal Herria no está dispuesto a que décadas de lucha por la liberación sexual pretendan ser adulteradas por iniciativas que fingiendo progresismo atacan a la raíz de sus reivindicaciones. Ayer, en rueda de prensa en Bilbo, expusieron varios ejemplos tanto a nivel local como internacional, de lo que denuncian.

El más cercano, apuntaron, es el de Bilbao Pride, «una fachada institucional de apertura y tolerancia –impulsado por el PNV y Ortzadar– que esconde un modelo de sociedad y de ciudad excluyente, elitista y capitalista». «Un turismo grayfriendly –alertaron– que precariza y gentrifica nuestros barrios».

Tampoco pasaron por alto el caso más reciente a nivel internacional, en el que Israel, «un destino turístico liberal y gayfriendly», ha empleado Eurovisión para hacer «un lavado de cara musical primetime» para ocultar «una política de apartheid sobre territorio palestino». No es el único, citaron a Trump, Bolsonaro, Salvini, Le Pen y Abascal como adalides del fascismo, a los que medios liberales les han facilitado que desarrollen políticas y agresiones contra «personas judías, musulmanas y de minorías religiosas; personas racializadas, LGTB, discapacitadas, migrantes».

En ese contexto, EHGAM, Hiruki Larroxa Kolektiboa, Guztiok, Ozen!, Intifada Marika, Sare Lesbianista, Iris Proiektua, Euskal Hartzak, Lumagorri y otro militantes han dado el paso de conformar Harro! Euskal Herrietako Transmaribibollo plataforma. Su objetivo es el de crear redes de cuidados y de trabajo entre los diferentes movimientos LGTBI en Euskal Herria para mantener viva la lucha desarrollada durante décadas.

«Hemos luchado y seguiremos luchando para poder tejer espacios posibles e identidades habitables», expusieron después de citar que en 2019 se cumplen 40 años del caso de Vicente Vadillo ‘‘Francis’’, el travesti de Errenteria al que un policía español mató a tiros por su condición sexual.

Axel Hotels abrirá en 2020 un hotel en Bilbao dirigido al colectivo LGTBI

Estará ubicado en Bilbao la Vieja, en una parcela situada junto a la antigua fábrica de harinas La Ceres

El edificio cuenta con unas vistas privilegiadas a la ría y al Casco Viejo.Foto: Jose Mari Martínez

Axel Hotels, la primera cadena de hoteles del mundo dirigida al colectivo LGBTI, continúa su plan de expansión internacional anunciando una nueva apertura en la ciudad de Bilbao, cuya apertura está prevista para el último trimestre de 2020 y significará el segundo establecimiento de la compañía en Euskadi tras abrir en Donostia a finales de este año.

MADRID. El nuevo hotel estará ubicado en el barrio de Bilbao la Vieja, con una privilegiada posición frente a la Ría y el Casco Viejo, en una parcela situada junto a la antigua fábrica de harinas La Ceres.

El futuro establecimiento será de nueva construcción y dispondrá de restaurante, un centro de fitness y spa, y un bar con terraza en la azotea con piscina y solarium. El hotel contará con cinco plantas y una sexta retranqueada.

Además de esta apertura prevista para 2020 y de las aperturas que ya se encuentran confirmadas (AxelBeach Miami, Axel Hotel San Sebastián, Axel Hotel Valencia y Axel Madeira ), la compañía sigue trabajando para cerrar nuevos proyectos en otros destinos internacionales.

Homofobia en el fútbol: ningún jugador español se ha atrevido a salir del armario

¿Por qué ningún futbolista ha hecho pública su homosexualidad? ¿Culpa del vestuario, el club, los patrocinadores, la afición o los insultos de la grada contraria? ¿Acaso es una homofobia internalizada? Aquí, algunas de las posibles respuestas.

Cristiano Ronaldo celebra un gol, durante su etapa en el Real Madrid, junto Marcelo y Sergio Ramos. / EFE

El diario francés L’Equipe le ha plantado cara a la homofobia en el deporte. Bajo una foto de dos waterpolistas besándose, un titular a favor de la diversidad sexual: “Besad a quien queráis”. El especial, que salió a la venta el pasado fin de semana, subraya que ningún futbolista de élite en activo ha hecho pública su homosexualidad.

Nada nuevo en España, donde la revista Zero amagó en 2006 con un reportaje donde varios futbolistas salían del armario, daban la cara o, al menos, apoyaban la visibilidad en el deporte. Las presiones que sufrieron su director, Miguel Ángel López, pero sobre todo los futbolistas por parte de sus representantes dieron al traste con la propuesta.

“El tema motivó una polémica que se prolongó durante años y alimentó el morbo. Desde entonces, todo el mundo, incluso el presidente Zapatero, me preguntaba quiénes eran los futbolistas gais”, recuerda el responsable del desaparecido mensual. “Sin embargo, no era un reportaje al uso sobre la salida del armario de un jugador, sino un primer paso para lanzar un mensaje positivo a los jóvenes”.

Un fotógrafo vasco, explica López, contactó con varios jugadores del Athletic de Bilbao y de la Real Sociedad, quienes a su vez tiraron de colegas de otros equipos, como el Real Madrid, el Barcelona y el Atlético. “Apalabró con ellos que posarían en un reportaje coral, bonito y de camaradería. Conviene aclarar que no sólo eran homosexuales, sino también héteros gay friendly. Ellos habían aceptado previamente, conscientes de las dificultades que pondrían los clubes, pero la portada no salió porque sus representantes pusieron el grito en el cielo”.

El director de Zero, quien actualmente ejerce como asesor de comunicación, considera que aquellos futbolistas fueron “valientes” y recuerda con humor las anécdotas sobre las presiones que se sucedían al otro lado del teléfono. “Los del Madrid, más o menos, vinieron a decirme: En nuestro equipo no hay homosexuales y, si los hubiese, nos los habríamos cargado. Y si los hubiese…”, ironiza López. “Otros optaron por el silencio o cortaron por lo sano: ¿Quiénes se creen esos niñatos de la revista marica?”. Curas y militares habían protagonizado la capa de la revista, pero sacar a la luz la homosexualidad en el fútbol resultó imposible.

“En los clubes cunde la homofobia”

¿Hay (más) rechazo en los vestuarios, en los despachos o en las gradas? “En los clubes cunde la homofobia y la prueba más evidente es que no hay un referente homosexual”, señala José Luis Lafuente, coordinador del grupo de Deporte de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). “Tampoco ves a nadie con su pareja, otro reflejo de que detrás de esas actitudes hay ocultamiento, miedo, discriminación y homofobia”.

Lafuente desgrana la situación en los tres escenarios, que serían cuatro si considerásemos el bar y el salón de casa como una prolongación de las bancadas. “La bandera arcoíris en las camisetas del Rayo Vallecano y el Guadalajara, en el brazalete del capitán del Leganés o en los cordones de la plantilla del Racing de Santander y de algunas estrellas del Atlético ayudaron a visibilizar la homosexualidad. Los jóvenes aficionados lo vieron como un referente positivo”.

Desde 2015, cuando lanzamos la campaña #LaLigaArcoIris, nos han llamado niños pidiéndonos cordones porque se los habían visto a sus jugadores: ¿Por qué voy yo a discriminar a los gais si mis ídolos deportivos favorecen la diversidad?”. La FELGTB percibió entonces la apertura de algunos directivos y jugadores. Sin embargo, el Madrid y el Barça rechazaron la invitación.

El acoso de la grada

“Si la afición podría rechazar a un jugador que hiciese pública su homosexualidad, la grada ajena sería aún peor”, cree Lafuente, quien recuerda los insultos proferidos a algunas estrellas. Desde el “¡Guti maricón!” hasta el “¡Sal del armario, Cristiano sal del armario!”, que se escuchaban en algunos fondos. Un aficionado del Real Madrid también remite al caso de otro madridista de renombre, a quien las aficiones contrarias no dejaron de recriminarle una anécdota durante un partido contra el Valladolid en la temporada 91-92: “Mira lo que le pasó a Míchel… Lo siguieron llamando maricón por tocarle los huevos a Valderrama”. El portavoz de la FELGTB cree que esas actitudes se enmarcan en el “discurso del odio, que genera a la larga un delito de odio”.

Miguel Ángel López afirma que el fútbol sigue siendo el opio del pueblo. “Las aficiones necesitan pedagogía, porque sin referencias éticas o morales se pierde el norte. El público podría reclamar un deporte más evolucionado, pero su prioridad no es ésa, sino escapar de sus problemas, volcar las tensiones diarias y liberar emociones”, explica el fundador de la revista Zero. “O sea, es una válvula de escape, de ahí que también le llamen al árbitro hijo de puta y le digan que lo van a matar”.

En el caso del colegiado Jesús Tomillero, ese machismo subyacente se unió a una homofobia desatada cuando salió del armario en 2015. Recibió insultos y amenazas, que lo llevaron a fundar la asociación Roja Directa. Un año después, durante una invitación del Barcelona, habló con Iniesta, quien según el árbitro le comentó que “es normal” que los futbolistas no salgan del armario. “Mira lo que te pasa a ti, imagínate lo que nos pasaría a nosotros”, le confesó el barcelonista, según aseguró en el programa La porteria (Beteve) el colegiado gaditano, quien terminaría colgando las botas ante el acoso sufrido.

“Cada uno puede tener la orientación sexual que quiera, juegue al fútbol o haga halterofilia. Y si es del Badajoz y se proclama pichichi, si hace falta me acuesto con él”, ironiza un aficionado del club blanquinegro, como restándole importancia a la orientación sexual. Sin embargo, su actitud varía si el gay es un contrincante. ¿Llegaría a insultar a un jugador de otro equipo? “Si es un rival, claro. Haría de todo para sacarlo del partido. La afición contraria usa cualquier debilidad de un jugador para desconcentrarlo. Lo que sea”.

Homofobia sobre el césped

Ese mismo argumento podría reproducirse en el terreno de juego. “¿Dónde te puedo atacar para bajar tu rendimiento deportivo?”, se preguntaría un rival. “Y el jugador, claro, ataca por ese flanco”, responde Lafuente, quien rememora la confesión de Cristiano Ronaldo a sus compañeros en el vestuario, después de un bronco partido contra el Atlético. Según la Cadena Cope, en 2016 Kokesupuestamente lo llamó “maricón” y el delantero le respondió: “Un maricón, sí, pero lleno de pasta, cabrón”.

El caso del londinense Justin Fashanu refleja como su homosexualidad le generó graves problemas en el Nottingham Forest, que derivaron en una carrera errática con final trágico, como veremos más adelante. La homofobia en el vestuario también se refleja en la película Mario, que relata la relación entre un jugador que se enamora del nuevo delantero del equipo. El director suizo Marcel Gislert se inspiró en Marcus Urban, un futbolista alemán que se negó a llevar una doble vida, aunque eso supusiese abortar el despegue de su carrera.

La FELGTB no ha recibido quejas de ningún jugador de élite, aunque esa reacción quizás responda a que, de algún modo, supondría una salida del armario, aunque fuese en un entorno afín, comprensivo y limitado. “Sin embargo, sí que nos han llamado de categorías inferiores y de ligas base para denunciar que están siendo discriminados o para preguntarnos por equipos donde puedan practicar su deporte más protegidos”, explica Lafuente. “De hecho, hay clubes LGTBI —cuyas plantillas también están integradas por jugadores héteros— que les permiten desarrollar su carrera con la seguridad de no sentirse marginados”.

¿Por qué no se atreven a salir el armario?

Tampoco ha llegado a contactar ningún jugador con la Asociación de Futbolistas Españoles para exponer problemas derivados de su orientación sexual o para pedir consejo sobre una hipotética salida del armario, según María José López, codirectora de la asesoría jurídica de la AFE. “No ha habido casos, aunque reconocerlo o no públicamente es una decisión que se circunscribe a la privacidad personal. Resulta complicado e, insisto, corresponde a su ejercicio de libertad”, añade la abogada especializada en Derecho Deportivo. “Los colectivos dicen que es positivo para ayudar a normalizarlo, pero depende de cada individuo. El mundo del deporte es machista y homófobo, por lo que eso intimida a quien pudiese manifestarse”.

Además de la reacción de la grada, los jugadores también se plantean otros interrogantes, según Lafuente: “¿Perderé patrocinios? ¿Mi club no me renovará el contrato? ¿Me seguirán fichando equipos de primera división? ¿Me harán el vacío mis compañeros? ¿Sufriré el rechazo de la grada? ¿No dejarán de insultarme en los estadios rivales?”. Y se dan a sí mismos algunas respuestas, como la de llevar una vida pública aparentemente heterosexual, para camuflar su orientación sexual. “Nadie nos ha dicho que su club o su representante le obligase a tener una pareja femenina, aunque sí conocemos casos de falsas novias”, explica el portavoz de la FELGTB.

Miguel Ángel López, aunque ahondará más adelante en otras causas, focaliza el problema en la autocensura. “La homofobia internalizada —o sea, la de de los propios jugadores— es la que más peso tiene. Es un problema transversal, porque en el deporte hay un rechazo muy fuerte, pero los futbolistas son los primeros que no rompen esta dinámica, cuando son ellos quienes podrían abrir el melón”, explica el exdirector de la revista Zero.

“Son vidas soterradas, no sólo por la homosexualidad, sino también por otros temas como el dopaje, los matrimonios de conveniencia, el silencio de la privacidad… En definitiva, por todo lo que afecta al negocio, porque cuidan mucho la cuenta de resultados”, critica el asesor de comunicación, quien carga contra los tres ángulos del triángulo de la homofobia en el fútbol.

Un problema social

“Esa homofobia internalizada pesa más que las directivas, una oligarquía ultramontana formada en ocasiones por mafiosos legales e ilegales”, prosigue López. “Si juntas el rechazo de los propios futbolistas al de los dirigentes, tienes la receta perfecta contra la implantación de un modelo positivo que destierre la discriminación y contra el aperturismo a la diversidad sexual por parte de los aficionados, que son conservadores nada más entrar por la puerta del estadio, porque se convierten en una masa de borregos que van a descargar sus frustraciones”.

Homofobia, xenofobia y machismo, enumera el fundador de Zero. “Esto no acaba nunca”.

Jugadores, dirigentes y público, enfatiza el orden. “La homofobia es culpa de todos”.

“Y transversal, igual que el machismo”, añade. “Son conceptos que se creen superados, pero cuando rascas un poco en la sociedad ves que el machismo está presente desde la educación. Eso provoca que luego afecte a todos los ámbitos, de la familia al trabajo. Lo mismo pasa con la homofobia: por más que hayamos tenido etapas de visibilización, va por oleadas. Ahora bien, en el deporte jamás se ha superado, porque nunca ha habido un gran debate ni un cambio de paradigma”.

López cita las campañas de sensibilización de algunos clubes y peñas —la última, protagonizada por el Montakit Fuenlabrada, cuyos baloncestistas lucieron el pasado domingo una equipación arcoíris “por una sociedad más inclusiva” con motivo del del Día Mundial contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, que se celebra el 17 de mayo—.También la lucha para que “personajes de sectores homófobos, como el Ejército y la Iglesia, saliesen del armario” para posar en la portada de su revista. “Luego se han visto más casos, pero no ha habido una gran eclosión”.

¿Las mujeres sufren menos la homofobia?

La homofobia no es exclusiva del balompié, como tampoco afecta sólo a los hombres. “Es similar en todos los deportes, pero como el fútbol es el más multitudinario, se visibiliza más, tanto en el estadio como en la televisión”, cree José Luis Lafuente, quien considera que las deportistas sufren todavía una mayor discriminación. “Además de lesbianas o transexuales, son mujeres. Incluso se cuestionan sus elevados niveles naturales de testosterona, como refleja la sentencia en contra de la atleta olímpica Caster Semenya”, ejemplifica el coordinador del grupo de Deporte de la FELGTB.

Lafuente opta por responder con varios interrogantes cuando se le pregunta si cree que las gradas son más homófobas con las mujeres: “¿Por qué el fútbol femeninono está en igualdad de condiciones que el masculino? ¿Por qué no se ponen al mismo nivel? Eso es lo que tendríamos que plantearnos. Hablamos de homofobia, pero también debemos denunciar el machismo”. María José López, abogada especialista en Derecho Deportivo, cree en cambio que el acoso es menor, dado que a su juicio el público es diferente.

“En el deporte femenino, incluido el fútbol, muchas mujeres han salido del armario. En ese aspecto, está más liberada, aunque desconozco si se debe a que la repercusión mediática es inferior”, especula la codirectora de la asesoría jurídica de la AFE, quien denuncia que la paridad brilla por su ausencia en “un mundo dominado por los hombres, empezando por sus órganos colegiados”. Esa masculinidad influiría, según ella, en que los varones eviten salir del armario. “La exposición pública tiene sus servidumbres, no sólo sobre la condición sexual, sino también sobre la orientación política. Y el fútbol tiene un efecto más intimidatorio”.

Mapi León, defensa del Barcelona y de la selección española, salió mediáticamente del armario el año pasado, días antes del Orgullo Gay. En una entrevista a La Otra Crónica, de El Mundo, declaraba: “Cuando eres alguien conocido, tienes una responsabilidad. Creo que es importante dar la cara por los derechos de todos, no hay por qué esconderse. Muchas veces oímos cosas muy feas en los campos de fútbol, insultos no sólo homófobos sino también racistas, y yo creo que en el deporte necesitamos lanzar un mensaje claro de tolerancia y en contra del odio”. Como ellas, otras compañeras de La Roja también han manifestado públicamente que son lesbianas, como Lola Gallardo, portera del Atlético, y Laura del Río, delantera del Madrid CFF.

Combatir la discriminación

María José López cree que la única forma de combatir la homofobia en las gradas es “frenándola seriamente”, pues considera que la Ley 19/2007 contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte no ha resuelto el problema. “Yo llevaría la lucha a los códigos, los estatutos y los protocolos de La Liga y de la Real Federación Española de Fútbol, pues en los campos sigue habiendo comportamientos que atentan contra los valores que fomenta el deporte”.

Precisamente, José Luis Lafuente resalta que la legislación no hable de homofobia, sino de intolerancia, empezando por su propio enunciado. “La ley se ha quedado bastante antigua y no recoge concretamente los casos de homofobia, por lo que debería evolucionar. La norma vigente no puede regular o no se está llevando a efecto, porque no hay multas graves, ni cierres de estadios, ni prohibiciones de entrar en un recinto”. Mientras, se alimenta el discurso del odio al que se refería el portavoz de la FELGTB.

“Una persona se muestra tal y como verdaderamente es en un ambiente festivo”. Su lado oscuro o su cara reprimida, al descubierto. “Y cuando profiere insultos, tenemos un problema, porque la ley se ha quedado anticuada”, insiste Lafuente. “Algunos comportamientos son delictivos, porque incitan al odio”, abunda la codirectora de la asesoría jurídica de la Asociación de Futbolistas Españoles, quien reconoce que no existen protocolos contra el acoso. “Si alguien saliese del armario y fuese insultado, sería denunciable. En pleno siglo XXI, es inconcebible que se estigmatice una orientación sexual. Los insultos son negativos, peyorativos e hirientes, aunque queda claro que quienes los profieren se están calificando por sí solos”, concluye López.

Besos y abrazos sobre la hierba

Si tomásemos un campo de fútbol o una cancha de baloncesto como un entorno laboral, la relación entre los trabajadores sería muy estrecha, sobre todo cuando celebran un gol o una victoria. El saludo trasciende el apretón de manos y sobrepasa el beso y el abrazo, una práctica infrecuente entre hombres que desempeñan su labor en otros sectores. “Es una reacción en caliente y una exaltación de las emociones, que se traduce en expresiones de júbilo y alegría, igual que sucedería durante un concierto o un evento anímicamente intenso”, apunta la psicóloga del deporte y la salud Patricia Ramírez.

“Es algo lógico en el ambiente deportivo”, concuerda Javier Aguado, responsable de Comunicación de la Asociación Española de Protocolo, consciente de que la actitud de los profesionales varía dentro y fuera del terreno de juego: “Sobre el césped, se dan besos, pero también se quitan la camiseta. En caliente, las reacciones son así, como el famoso cabezazo de Zidane, quien en condiciones normales no mataría ni a una mosca”. Un aficionado del Barça también considera los besos y abrazos como algo “natural”, aunque reconoce que fuera del terreno de juego hay homofobia y esos gestos no se verían con los mismos ojos: “Eso en una sauna no lo harían, pero durante un partido resulta masculino”.

¿Una cuestión de registros? Porque su comportamiento puede ser diferente lejos del campo, cuando desaparecen los roces y el contacto físico. “Ese saludo no va ligado a ningún otro significado”, añade Ramírez, descartando la cercanía en el campo y un comportamiento que deja patente su hombría, o sea, su imagen de macho heterosexual. “No hay que darle mayor importancia a su reacción dentro del terreno de juego, porque si en una empresa se cierra un gran proyecto, la gente se abrazará y se dará besos igual que en el fútbol, porque se está cumpliendo un objetivo grupal”, razona la experta en psicología del deporte. “Además, en España, ese contacto físico está permitido entre hombres, pero también entre mujeres o entre ambos sexos”.

“¿Para qué exponerse?”

Ramírez no cree que haya homofobia en el vestuario. “Todos los deportistas que conozco tienen un amigo o un familiar gay, por lo que no rechazarían a un compañero por su orientación sexual”, añade la psicóloga del deporte, quien considera que puede haber más homosexuales en disciplinas artísticas, como el patinaje o la gimnasia rítmica, aunque descarta que los jugadores eviten salir del armario porque practiquen deportes de equipo. “Simplemente, los futbolistas no lo hacen por vergüenza o por la falta de aceptación de sus compañeros, sino por la falta de necesidad de exponerte ante una afición que lo usará para atacarlos durante los partidos con el objetivo de desconcentrarlos. Un juego sucio”.

No se trataría tanto del significado del insulto, según ella, como de un ataque deliberado. “Porque un homosexual incluso podría llamarle a otro maricón”, subraya Patricia Ramírez. “¿Por qué van a exponerse en un deporte altamente competitivo y con tanta visibilidad? Hoy juegan aquí, pero mañana pueden fichar por un equipo americano, por lo que deben ser prudentes. Un jugador no está obligado a ondear la bandera arcoíris, del mismo modo que otro no sale en rueda de prensa diciendo que es heterosexual. Se sobreentiende que cada uno es lo que le da la gana, sin necesidad de dar explicaciones ni de pregonarlo”.

Contacto físico y cultura del saludo

Alejo García-Naveira, coordinador de la Sección de Psicología del Deporte del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COPM), descarta la homofobia. Antes de centrarse en el debate —ningún futbolista de élite ha salido del armario en nuestro país—, describe la cultura del saludo en España. “El contacto físico, el tocarse cuando hablas con alguien, las caricias, los besos y abrazos… Todas estas son diferentes muestras de afecto que son esenciales en las relaciones que tenemos con los demás. También una forma de comunicarnos. En nuestra identidad como seres vivos también somos seres sociales que necesitamos estar con otras personas y relacionarnos con ellas. Y la reacción o el saludo dependen en parte de cómo es la propia persona y con quien se relaciona, de su situación deportiva y de la cultura en la que vive”.

Dependiendo del contexto donde se muevan, la forma de mostrar el afecto es diferente, añade este psicólogo del deporte. “No es lo mismo como expreso a un compañero de equipo mi cariño en su cumpleaños dentro del vestuario, como luego, una vez fuera, en el bar. Como tampoco lo expreso igual a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos o a mi pareja”. García-Naveira deja claro que también responde a una cuestión cultural propia de cada país, aunque en el caso que nos ocupa influye la estrecha relación entre los trabajadores de un club. “Hay un vínculo afectivo con las personas —compañero de equipo, amigo, entrenador, etcétera— y situaciones emocionales deportivas —antes de una competición, tras un gol o después de una victoria—”.

El coordinador de la sección de deporte del COPM rechaza que cunda la homofobiaen los deportes de equipo, sean baloncesto, balonmano o fútbol. “Desde mi experiencia, no. Creo que, con educación y respeto, cada uno puede ser libre para vivir su vida fuera de los terrenos de juego. Un jugador es valorado por su talento deportivo y profesionalidad. El esfuerzo, el trabajo, la fortaleza, el cumplimiento a las normas, el rendimiento, el ser buen compañero… Ésos son los aspectos importantes. Si un jugador cumple con ello, el reconocimiento del equipo hacia él será mucho mayor que cualquier cuestión política, religiosa o de orientación sexual”, concluye Alejo García-Naveira, quien recuerda casos de deportistas españoles que salieron del armario, como el patinador Javier Raya, el waterpolista Víctor Gutiérrez o el jinete Kike Sarasola, hoy empresario hotelero.

“Ellos lo hicieron en su día y no ha pasado nada. No obstante, hay que tener claro que es una decisión personal que debe respetarse”, concluye el psicólogo. Luego estaría la cultura del saludo en la grada, así como las muestras de afecto. Una pareja de chicos besándose en un estadio colombiano desató una ola de homofobia en las redes sociales que fue atajada por el exportero René Higuita con el siguiente comentario: “Hombre, ¿y cuál es el problema? Dejen a los muchachos ser felices, no le están haciendo daño a nadie”.

El caso de Justin Fashanu

El aficionado del Madrid que sacó a colación los insultos que recibió Míchel también recuerda otra experiencia homófoba con un final menos feliz. Porque el centrocampista merengue triunfó en el Bernabéu, jugó en la selección española y ha entrenado al Rayo, al Getafe, al Sevilla y al Málaga, así como al Olympiacos de Atenas y al Olympique de Marsella. Hace tres años, un usuario de Twitter intentó tocarle las pelotas, pero Míchel estuvo más vivo que Valderrama. Su respuesta, en vídeo: “Hola, Javi, me preguntas si soy maricón. No, no lo soy. Prefiero otra tendencia, pero la respeto totalmente […]. No tengo nada en contra de los homosexuales, ni mucho menos. Estaría bueno. ¿Y tú?”.

Sin embargo, la orientación sexual de Justin Fashanu y su salida de armario en 1990 motivaron que su carrera fuese errática. Entonces, el diario The Sun tituló en portada: “La estrella del fútbol que costó un millón de libras: Soy gay”. El hincha madridista explica que el entrenador del Nottingham Forest, Brian Clough, le recriminaba sus hábitos, como dejó escrito en su biografía, donde refleja que había recibido varias llamadas para chivarse de que su delantero frecuentaba un bar de ambiente:

– ¿Adónde vas si quieres una rebanada de pan?
– Al panadero, supongo.
– ¿Adónde vas si quieres una pierna de cordero?
– Al carnicero.
– ¿Entonces por qué sigues yendo a ese maldito club de maricones?

Fashanu, nacido en el barrio londinense de Hackney, tardaría varios años en dar la exclusiva a The Sun. “Entonces se decía que la plantilla no lo encajaría muy bien: los vestuarios, las duchas, la testosterona…”, añade el aficionado blanco. “Si ningún jugador se declara gay, por algo será. Los pocos que salieron del armario lo hicieron al final de su carrera”, añade. El delantero del Nottingham Forest le echó valor cuando ya había pasado por varios clubes de categorías inferiores, británicos y extranjeros. “Gastamos un millón de libras en Fashanu y debe haber sido el dinero que peor invertimos”, escribió su entrenador en Clough: The Autobiography.

Pero el destino sería todavía más cruel: un chico de diecisiete años lo acusó de agresión sexual y, aunque la policía no encontró pruebas, el goleador se suicidó en 1998. Según él, ya había sido condenado por la sociedad y no quería hacer más daño a su familia. Su hermano, de hecho, lo consideraba un monstruo, aunque años después se arrepintió de haberle dado la espalda y de no haber contestado a sus llamadas antes de ahorcarse.

“Hay que tener en cuenta que era otra época”, concluye el aficionado merengue respecto a las hostilidad de Brian Clough hacia su jugador. “La homofobia sigue presente en la sociedad”, subraya María José López. En todo caso, tampoco se sabe qué pasaría hoy, en esta época, si un futbolista se atreviese a salir del armario. Sencillamente porque en España nadie lo ha hecho.

Pinkwashing, desahucios ilegales y censura: así utilizan los Estados el festival Eurovisión

Artículo publicado por RUBÉN SERRANO en EL SALTO DIARIO

Eurovisión 2019 pasará a la historia como un ejemplo de propaganda política. Pero esta instrumentalización no es marca únicamente de Israel. Rusia, Ucrania y Azerbaiyán ya utilizaron el festival para favorecer sus intereses.

Miki, que representa a España en el festival Eurovisión de este año, que se celebra en Tel Aviv.

El pasado 4 de mayo, es decir, a diez días de que arrancara Eurovisión y tras un ataque de Hamás en el que murieron cuatro civiles israelíes, Israel bombardeó Gaza y acabó con la vida de 21 ciudadanos palestinos.

Ese mismo día, a escasos 71 kilómetros, en Tel Aviv, empezaron los ensayos de Eurovisión 2019. La llamada al boicot por parte de figuras políticas, partidos y artistas de Reino Unido, Irlanda, Suecia e Islandia se quedó en nada: ninguno de los 41 países participantes ha cancelado su estancia allí y los preparativos han seguido su curso con total normalidad.

Eurovisión 2019, que celebra este martes 14 de mayo su primera semifinal, pasará a la historia como un ejemplo descarnado de propaganda política por el uso que Israel ha hecho del certamen para lavar su imagen pública y blanquear la ocupación de Palestina ante los ojos de todo el planeta.

Sin embargo, esta instrumentalización no es únicamente propia del país de Oriente Próximo: Rusia, Ucrania y Azerbaiyán hicieron lo mismo cuando acogieron el festival. Es una tendencia clara: en los últimos años, el país organizador de Eurovisión ha utilizado el festival a su servicio, para vender al mundo una versión afín a sus intereses, poderes e influencias.

Las intenciones que tenía Israel con el concurso se hicieron evidentes desde que Netta le dio la cuarta victoria al país el año pasado. Tras recoger el trofeo, espetó en directo: “Muchas gracias por aceptar las diferencias entre nosotros. Gracias por celebrar la diversidad. Amo mi país”. El llamado pinkwashing, el uso de un discurso de respeto e igualdad hacia la causa LGTBI para ser percibido como un actor moderno y tolerante, había empezado inmediatamente. Dos días después de su triunfo, el Ejército israelí asesinó a 58 manifestantes palestinos en vísperas del 70 aniversario de la creación del Estado de Israel.

El presidente Benjamín Netanyahu hizo campaña para que el festival se celebrara en Jerusalén, ciudad históricamente divida entre Israel y Palestina, con el objetivo de dejar claro a quién pertenece la ciudad. Preocupada por una posible espantada, la Unión Europea de Radiodifusión (UER), responsable del certamen, avisó a Netanyahu : “Si los países se niegan a participar, Eurovisión no se realizará en Jerusalén”. Finalmente, la jugada maestra de Netanyahu se frustró pero la televisión pública del país, KAN, supo aprovechar este giro de guion.

Israel sabe que su imagen está en juego. El año pasado 186 millones de espectadores en todo el mundo conectaron con Lisboa para ver el festival. Así, KAN ha reunido a sus iconos patrios para recordarle al público el valor y la impronta israelí: la modelo Bar Refaeli presentará la gala, la estrella de Hollywood Gal Gadot hará acto de presencia, el multimillonario Sylvan Adams ha pagado un millón de dólares para que Madonna actúe en la final y ha aprovechado que Tel Aviv es el paraíso del gaycapitalismo europeo para promover su marca turística, lo que se ha traducido en un sobrecoste del precio de las entradas que no todos los eurofans han podido pagar.

En un texto que sigue más vivo que nunca, el politólogo y sociólogo francés Sami Naïr escribía en 2006 que Israel ya había conseguido su propósito de legitimarse como estado. “Es posible tratar de destruir un pueblo con la complicidad silenciosa del mundo entero […]. Delante de nuestros ojos, el pueblo palestino es aplastado bajo las bombas. Los sucesivos gobiernos de Israel han ganado. No frente a los palestinos, ya que estos siguen resistiendo, sino frente a los gobiernos del mundo entero y frente a la opinión pública internacional”, remarcó.

Israel busca ahora revalidar esa legitimidad.

EXPROPIACIONES Y VETOS

Pero Israel no es el único que se ha servido de Eurovisión para presentarse al mundo en todo su esplendor. En 2012, Bakú (Azerbaiyán) acogió el certamen y las autoridades del país realizaron “desahucios ilegales, expropiaciones y demoliciones de edificios” para construir el estadio donde se celebró Eurovisión, tal y como denunció Human Rights Watch. El resultado que se vio en las pantallas fue un impactante recinto que se iluminaba por fuera con la bandera de cada país. Una ambición de una magnitud equiparable al descomunal escenario que levantó Moscú en 2009, uno de los más inmensos que se recuerdan.

Las maniobras de ambos países responden a la táctica de demostrar el poder blando que tienen. El catedrático Joseph Nye explicó este concepto en su libro Bound to lead (1990) en el que se refiere a la capacidad de un actor político de convencer y atraer a los otros hacia su bando. Así, lejos de usar herramientas militares o económicas (poder duro), los países usan las herramientas culturales y las políticas exteriores para levantar admiración y erigirse como ejemplos a seguir. De ese modo, se entienden las superproducciones a nivel escenográfico y las propuestas musicales con un marcado cariz internacional que envían al festival países del Este europeo como Ucrania, Armenia, Azerbaiyán y Rusia.

La anexión rusa de la península de Crimea —hasta 2014, de Ucrania— también evidenció en el certamen el poder blando de ambos países. Tras una apretada votación entre los dos Estados, Jamala consiguió finalmente la victoria por Ucrania en 2016 con “1944”, una canción que denunciaba la deportación de los tártaros de Crimea durante el estalinismo. Al año siguiente, Kiev se convirtió en la sede del festival y consiguió que Rusia no participara al prohibirle la entrada al país a la representante rusa.

El último capítulo surgido del enfrentamiento de Crimea se ha vivido este mismo año: Ucrania se vio obligada a retirarse de Eurovisión después de que su representante, Maruv, se negara a firmar el abusivo contrato que le imponía la televisión pública nacional. Según expuso la cantante de ascendencia rusa, firmar suponía convertirse en una “esclava”, ya que el canal la obligaba a cancelar los conciertos que tenía programados en Rusia, ceder los derechos de la canción y le prohibía hablar con la prensa sin autorización previa.

La politización de Eurovisión en Ucrania dio un giro radical cuando Jamala sometió a examen a Maruv en la gala de selección nacional y le preguntó con un evidente enfado:“¿Crimea es Ucrania?”. La nerviosa repuesta la dejó satisfecha: “Es Ucrania, por supuesto”.

TERRITORIOS SIN DERECHO A ESTAR

Eurovisión también ha servido para dejar claras las líneas rojas territoriales y establecer a quién se le considera un Estado y a quién no. Una forma de sustentar esa legitimidad es a través de las banderas que se ondean en el estadio. En 2016, Estocolmo (Suecia) albergó el certamen y publicó una lista de banderas prohibidasdentro del recinto, entre las que se encontraban tanto la del Estado Islámico como las locales y regionales de cada país (Crimea, Kosovo, Palestina y la ikurriña). Los suecos sí que permitieron el acceso de las banderas de los países participantes, de países no participantes pero miembros de la ONU, de la Unión Europea y la LGTBI.

Ese mismo año, la intérprete de Armenia, Iveta Mukuchyan, ondeó en directo una bandera que la organización vetó, la de la República de Artsaj (también conocida como la región de Nagorno-Karabaj), un territorio con mayoría de población armenia pero que pertenece a Azerbaiyán y que aún es motivo de disputa entre ambos países. La UER no tardó en responder: condenó “firmemente” el uso de la bandera y anunció que sancionaría a Armenia por “dañar” la imagen del certamen. Por otro lado, Turquía, que lleva años sin participar, canceló a última hora la emisión de la edición de 2013 debido al beso lésbico que tenía lugar durante la actuación de Finlandia. Se desconoce si la UER tomo medidas contra el país.

Según el sociólogo alemán Max Weber, el afán de tener poder se debe al honor social que provoca. En ese sentido, participar en el certamen otorga identidad como nación, repercusión a nivel global y reconocimiento de que existes y de que formas parte de algo colectivo. En 2007, al año siguiente de que Montenegro votara en referéndum su independencia, Serbia debutó en solitario en Eurovisión y ganó. En cuestión de meses había pasado de aceptar la separación a presentarse a un competición de más de 40 países y alzarse con la corona.Ese ejemplo de éxito nacional es el que buscan Kosovo y Escocia. Sin embargo, no lo tienen tan fácil. La provincia serbia declaró su independencia del país balcánicoen 2008 pero no cuenta con el reconocimiento de todos los estados de la ONU —España se lo niega— y eso dificultaría su participación en el concurso. Respecto a Escocia, la BBC se opone a que cada año la televisión de cada una de sus cuatro naciones constituyentes (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte) elija al o a la abanderada británica y se reserva para ella esa decisión.

El tablero geopolítico europeo está repleto de conflictos abiertos y no todas las piezas que hay en él disponen del mismo poder y capacidad de decisión. Por eso, no es de extrañar que aprovechen cualquier oportunidad que se les presente, como la celebración del festival,para poner encima de la mesa su agenda e intereses. Eurovisión nació en 1956 para unir a una Europa devastada y dividida por la Segunda Guerra Mundial. Un certamen cuya naturaleza es tender puentes entre los diferentes estados (y no estados) que lo conforman siempre será político, aunque venga revestido de música y televisión. Eurovisión es una celebración anual y, como señala Paul B. Preciado en Un apartamento en Urano(2019), “una celebración sirve para recordar lo que de otro modo sería olvidado y para olvidar lo que debería recordarse”.

Cuba: los gays, en la diana castrista

La dictadura cubana ha reprimido una marcha en La Habana en favor de los derechos homosexuales

Activistas por los derechos LGBTI participan en una marcha, el pasado sábado, en el Paseo del Prado en La Habana (Cuba). Ernesto Mastrascusa EFE

La dictadura cubana ha reprimido una marcha en La Habana en favor de los derechos homosexuales. Lo ocurrido es preocupante porque representa una grave marcha atrás en los avances que creían haber alcanzado estos últimos años en la isla los colectivos LGTBI. No sorprende que un régimen tan abyecto como el castrista, que pisotea sistemáticamente los derechos humanos, reaccione así contra ciudadanos que abogan por su libertad. Pero, como decimos, inquieta asistir a esta involución. El triunfo de la revolución cubana condenó a campos de trabajo forzosos a los gays, considerados como “degenerados”. Pero desde finales de los 90 se producía cierta apertura en materia de identidad sexual. El castrismo vuelve a enrocarse en sus esencias.

El sacerdote rebelde: los homosexuales en la Iglesia son una realidad que no desaparecerá

Andrew Foreshew-Cain vestido con la sotana de la iglesia antes de dejar el sacerdocio en 2017.

Durante 20 años, el reverendo  fue vicario. Sin embargo, en 2017 protagonizó una salida abrupta ¿Su delito? Tres años antes se había casado con Stephen, su pareja. Tras su boda, siguió en la iglesia de St Mary with All Souls, en Kilburn, y en la de St. James, en West Hampstead, pero afirma que no pudo encontrar un nuevo destino porque lo habían puesto en una “lista negra”.

En 2017 decidió dejar el sacerdocio y acusó a la Iglesia Anglicana por su “homofobia institucional”. Era muy consciente de que esta afirmación tan contundente le impediría volver.

Mientras que los sacerdotes heterosexuales de la Iglesia Anglicana pueden casarse y tener relaciones sexuales, se espera que los miembros del clero homosexuales permanezcan solteros y célibes. “Defender el celibato [para los miembros homosexuales del clero]”, señala Foreshew-Cain “implica que Dios sólo te aceptará si no tienes relaciones sexuales, es decir, tienes que renunciar a lo que todos queremos, que es ser amados por alguien y poderlo amar a nuestra manera”. Hace una pausa para poder medir sus palabras. “Creo que la posición de la Iglesia es abusiva”, concluye.

Desde que hace un año y medio optó por dejar el clero, vive en la plácida localidad de Chapel-en-le-Frith, en Derbyshire, y restaura una descuidada vicaría de estilo georgiano. Al parecer esta experiencia le ha permitido crear algo que no pudo encontrar en la iglesia: un hogar para él y su marido. Ahora, va a regresar al sacerdocio. En otoño, se convertirá en el capellán de Lady Margaret Hall, un colegio de la Universidad de Oxford que funciona fuera de la jurisdicción de la Iglesia Anglicana. “Siento como si estuviera listo para volver a ser sacerdote, pero tal vez un tipo diferente de sacerdote”, explica.

Es poco probable que el regreso de Foreshew-Cain, al igual que su estancia en la iglesia, transcurra en silencio. En abril, él y una coalición de miembros del clero LGTBQ lanzaron la Campaña por un Matrimonio Igualitario en la Iglesia de Inglaterra, que aboga por el derecho de los homosexuales a casarse en su parroquia local y exige que a los miembros homosexuales del clero que se casen se les permita ejercer su ministerio.

Lo que está en juego, argumenta, no es sólo su relación con la Iglesia Anglicana, o incluso con los cristianos LGTBQ de todo el país, sino el futuro de la Iglesia Anglicana en la sociedad británica.

Según la encuesta British Social Attitudes (actitudes sociales de los británicos), sólo el 2% de los jóvenes se identifican con la Iglesia Anglicana. En un contexto en el que la asistencia a los servicios religiosos ha disminuido en los últimos años, Foreshew-Cain ve los temas en torno a los miembros del clero y fieles LGTBQ como un reflejo de una crisis de identidad más amplia de la iglesia.

En su opinión, o bien se aferra a las interpretaciones conservadoras de las Escrituras y mantiene a sus fieles [más conservadores] o avanza hacia un anglicanismo progresista que pueda atraer a una nueva generación de creyentes. “No estamos perdiendo fieles porque ya no creen en Dios. Estamos perdiendo fieles porque ya no creen en la iglesia”, puntualiza. “A menos que la Iglesia acoja a gays y lesbianas con los brazos abiertos, y también a sus familiares y amigos, seguiremos perdiendo feligreses”.

Deriva conservadora de la iglesia

Foreshew-Cain nunca quiso ser sacerdote. “Crecí con una imagen del clero que era una mezcla entre una tía solterona a la que no se le puede decir ‘joder’ y un miembro de la policía moral que sabe todo lo que hiciste el sábado pasado por la noche, con quién lo hiciste, cuánto tardaste y que está disgustado y decepcionado contigo. Nada de eso me atraía”.

Él y sus cuatro hermanos fueron bautizados, su madre fue bendecida en la iglesia después de cada parto y las cruces colgaban de las paredes de la casa familiar en Hertfordshire. Sin embargo, no iban a la iglesia. “Éramos culturalmente cristianos”, señala. A los 17 años, una iglesia se cruzó en su camino. Asistió a un servicio local y se involucró en la Unión Cristiana dos años después, cuando fue a la universidad en Aberdeen. Allí conoció a su primer novio, que estaba preparándose para el sacerdocio presbiteriano.

“Nos enamoramos”, recuerda. Fueron felices durante tres años, tras lo cual sus caminos se separaron. Amar a un hombre y amar a Dios nunca fue una fuente de conflicto. “Nunca he visto una contradicción y sigo sin verla”, dice.

Dependía de un vicario que sabía de su relación y nunca se entrometió para que acabara con ella. Sus compañeros de iglesia también lo apoyaron. “No experimenté ningún tipo de homofobia”, recuerda. Según cuenta Foreshew-Cain, la amplia aceptación que tuvo no fue un hecho aislado dentro de la Iglesia Anglicana, sino más bien una muestra del anglicanismo imperante en esa época.

“La Iglesia Anglicana es ahora una organización muy distinta a la de mis inicios. El liberalismo progresista que dominó la iglesia desde los años 50 ha sido reemplazado por una especie de evangelismo mucho más seguro de sí mismo, que a menudo es muy conservador”.

Ese cambio ha sido documentado con detalle. En Estados Unidos, evangélicos carismáticos como Billy Graham han conseguido movilizar a los cristianos estadounidenses a través de sermones apasionados y una inteligente colaboración con los medios de comunicación de masas. En el Reino Unido, figuras como el Reverendo John Stott han instado a los evangélicos a no abandonar la Iglesia de Inglaterra, como se había propuesto en los años sesenta, sino a transformar la iglesia a su imagen. De hecho, el actual arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y un número creciente de obispos se identifican con la tradición evangélica.

Andrew Foreshew-Cain junto a su esposo.

El resurgimiento del conservadurismo en el seno de la Iglesia de Inglaterra chocó con las formas más antagónicas de activismo y liberación gay después de que en 1967 se despenalizaran parcialmente las relaciones íntimas entre personas del mismo sexo. Las marchas del orgullo comenzaron en la década siguiente, mientras que el inicio de la epidemia del SIDA en los años ochenta generó un debate público en torno a la sexualidad.

La creciente visibilidad de los homosexuales y transexuales en la sociedad obligó a la Iglesia Anglicana a definir su posición. En 1991 publicó los Issues in Human Sexuality [cuestiones sobre sexualidad humana], un documento que traza una delicada línea entre la compasión y la aceptación de los “homófilos” dentro de la iglesia.

En la Conferencia de Lambeth de 1998, una reunión mundial de todos los obispos anglicanos del mundo que se celebra cada diez años, volvió a debatirse la cuestión de la sexualidad. La Resolución 1.10, que fue aprobada por abrumadora mayoría, establece que “las personas que se sienten homosexuales” son “amadas por Dios” y “miembros plenos del Cuerpo de Cristo”, pero que, sin embargo, la “práctica homosexual” es “incompatible con la Escritura”. Para la Iglesia Anglicana, poner énfasis en el celibato era un compromiso entre sus facciones enfrentadas. En cambio, para Foreshew-Cain, fue una renuncia del deber de la iglesia de cuidar a su clero y a sus fieles homosexuales.

El suicidio de Lizzie Lowe, punto de inflexión

Foreshew-Cain recuerda el suicidio en 2014 de Lizzie Lowe, una adolescente cristiana de Manchester de 14 años que había intentado reconciliar su fe con su sexualidad. Antes de quitarse la vida reconoció ante sus amigos que era lesbiana y que temía el rechazo de su iglesia local. Desde su muerte, sus padres y el rector de la iglesia a la que acudía se han convertido en defensores de la igualdad de trato para las personas LGTBQ en la Iglesia. St James and Emmanuel, la iglesia de la joven en Didsbury, ha ayudado a formar el primer decanato inclusivo. En 2018, la iglesia fue la sede del primer Día del Orgullo Gay de Didsbury.

“En la última década he visto y hablado con muchos jóvenes que están tratando de reconciliar su sexualidad y su fe, que terminan autolesionándose, intentan suicidarse o que sufren depresión y enfermedades mentales”, indica Foreshew-Cain. “Porque si crees que Dios te condena por tu esencia y que tienes que ser algo diferente de lo que eres, ¿dónde te lleva este sentimiento?” Se detiene. “Lizzie no fue la única, y no será la última.”

Por otra parte, las declaraciones de las figuras más importantes de la Iglesia Anglicana no han contribuido a aliviar las preocupaciones del sacerdote. Welby anunció recientemente que las parejas del mismo sexo no serían invitadas a la conferencia de Lambeth en 2020, mientras que los cónyuges heterosexuales si lo estarían. Afirmó que le dolía su decisión y lamentaba los conflictos que sacudían a la iglesia.


“Honestamente, muchos de nosotros en la comunidad queer estamos hartos de los hombres heterosexuales, blancos y cisgénero que hablan de su sufrimiento cuando lo infligen a otras personas”, afirma Foreshew-Cain. “Es como si un compañero abusivo te golpeara y dijera: ‘Esto me duele más a mí que a ti'”.

Describe una situación de desorden en el seno de la Iglesia Anglicana, que consigue mantenerse unida por una ambigüedad cuidadosamente cultivada entre los altos mandos. Afirma que los obispos que silenciosamente expresan su apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo, más tarde a puerta cerrada votan en contra de cualquier liberalización hacia el clero gay y lesbiano en el sínodo. Los feligreses, cansados de debates que no llevan a ningún sitio, están abandonando una iglesia que se contradice. Y a los jóvenes anglicanos, que quieren ser aceptados en las parroquias locales, estos debates institucionales en torno al lugar que merecen en la iglesia, les causa un intenso dolor.

Foreshew-Cain se muestra escéptico y no espera grandes cambios, al menos no hasta después de la próxima Conferencia de Lambeth en 2020. Sin embargo, cree que tarde o temprano la Iglesia tendrá que enfrentarse con la realidad y ya no es posible encontrar un término medio [para satisfacer a la comunidad LGTBQ], pero sin provocar un cambio radical dentro de la iglesia. “Estas campañas no van a desaparecer. Los homosexuales de la iglesia no van a desaparecer. Y el interrogante moral sobre la integridad de la iglesia no va a desaparecer. Sólo se va a volver más intenso”.

Bilbao La Vieja acogerá el primer hotel para el colectivo LGTBIQ+

El edificio cuenta con unas vistas privilegiadas a la ría y al Casco Viejo.Foto: Jose Mari Martínez

BILBAO– El esplendor turístico que experimenta Bilbao no cesa de proporcionar titulares. Tras su inminente desembarco en Donostia, la cadena Axel Hotels, dirigida específicamente a la comunidad LGTBIQ+ a pesar de ser heterofriendly, recalará próximamente en Bilbao La Vieja después de haber firmado un acuerdo con la promotora Loiola Gestión Inmobiliaria. El primer hotel de la firma catalana en la villa, que sumará 110 habitaciones, se emplazará en el número 3 del muelle de La Merced. Está previsto que las obras, que contemplan la demolición del inmueble, comiencen en octubre, aunque el proyecto deberá recibir antes el visto bueno definitivo del pleno del Ayuntamiento de Bilbao.

Según ha podido saber este periódico, la promotora Loiola se mantendrá como propietaria de la parcela mientras que Axel Hotels explotará el nuevo establecimiento mediante un contrato de arrendamiento de 25 años. El proyecto contempla que la fachada se engrane dentro de un lenguaje arquitectónico de marcado carácter industrial, con ladrillo caravista y amplias cristaleras. Según el esbozo, el establecimiento contará con cinco plantas -una menos que el edificio actual- y una sexta retranqueada. En la planta baja, la recepción, el bar y la zona de restauración conformarán un espacio dinámico en el que también habrá un spa. La azotea contará con solarium y piscina con cubierta retráctil, que será única en Bilbao.

El objetivo de la promotora es comenzar los trabajos de demolición el próximo octubre. El pasado 6 de marzo el estudio de detalle de la iniciativa empresarial fue presentado ante la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Bilbao, que dio su aprobación inicial avalándose en un informe positivo de Demarcación de Costas. A pesar de ello, la institución dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica requería subsanar algunos flecos, al estar ubicado en el ámbito marítimo-terrestre. Una vez sea ratificado por esta institución, el proyecto deberá pasar por un pleno ordinario del Consistorio bilbaino.

El visto bueno definitivo de la iniciativa contempla el derribo del edificio que no dispone de ninguna protección -a pesar de estar situado junto a la antigua fábrica de harinas La Ceres, el primer edificio industrial construido con estructura enteramente realizada en hormigón armado en Euskadi- y una vez que vuelva a levantarse buscará aportar uniformidad a la fachada marítima. Teniendo en cuenta que el Ayuntamiento no volverá a celebrar un pleno ordinario antes de septiembre, con el nuevo gobierno al mando, es viable que las previsiones de la promotora de iniciar las obras en octubre se cumplan.

UBICACIÓN ESTRATÉGICAMediante el acuerdo firmado, Loiola Gestión Inmobiliaria amplía su posición en el sector hotelero de Bizkaia. Actualmente finaliza un hotel en la antigua residencia de los jesuitas en Bilbao, donde la cadena Sercotel se implantará con un hotel de 61 habitaciones en la calle Canciller Ayala y una residencia para mayores. En palabras de Juan Ituarte, director de Negocio No-Residencial de Loiola, el acuerdo con Axel Hotels significa “no solo un mayor posicionamiento de la empresa en el sector de la promoción hotelera, sino que constituye en sí mismo un proyecto emblemático para Bilbao, que encaja de lleno en la regeneración de esta parte de la ciudad que se va a transformar con la llegada del tren de alta velocidad y la eliminación de la trinchera que separa Bilbao La Vieja del Ensanche”.

Que la zona en la que se establecerá Axel Hotels está en boga lo confirman los establecimientos hoteleros abiertos a lo largo de este 2019. Justo al otro lado de la ría, compartiendo vistas a la ría, el Hotel Tayko, donde Martín Berasategui regenta su único restaurante en la villa, abrió sus puertas en enero. Hace apenas un mes fue el turno del NYX Hotel Bilbao, ubicado a poco más de 300 metros, en El Arenal bilbaino, con una oferta de 109 habitaciones. Sin embargo, la transformación urbana que percibirá de Bilbao La Vieja no es el único motivo por el que la firma catalana se ha decantado por este barrio que, junto con el Casco Viejo, se ha erigido como una de las zonas de ambiente predilectas por el colectivo LGTBIQ+.

Precisamente, se trata de un nicho de mercado turístico muy preciado, al que los agentes locales y las instituciones vizcainas llevan tiempo queriendo hincar el diente debido al elevado poder adquisitivo que, según diversos estudios, ostentan las personas que lo conforman. De hecho, la marca Bilbao Bizkaia formada por el Ayuntamiento y la Diputación ha participado varias veces en Fitur Gay para presentar la escena LGBTIQ+ de la ciudad y del territorio.

Vivir deprisa, amar despacio: Feroz y carnal ‘contrametáfora’ del sida

Christophe Honoré completa en su última película una alegoría liberadora, gay, desaforada y triste de los años 80, un tiempo marcado a fuego por el VIH

Pierre Deladonchamps y Vincent Lacoste, en ‘Vivir deprisa, amar despacio’.

Mantenía Susan Sontag que las metáforas, como los mitos, también matan. Y, para demostrarlo, presentaba en sacrificio su propio cuerpo invadido, que no simplemente afectado, en un acto de guerra por células cancerosas. Y seguía: «La enfermedad mortal por excelencia es aquella que roza del modo más escandaloso los límites de la ética. La historia nos permite asociaciones entre la lepra y la pobreza, la peste y la higiene, la sífilis y la promiscuidad de los hombres, la tuberculosis y la reclusión de las mujeres. En todos estos casos, las víctimas han sido confundidas con el verdugo y sobre ellas han recaído las privaciones de la vida civil». Luego vendría el sida y la estigmatización metafórica del homosexual, del drogadicto o de un continente entero, el africano, alcanzó el más sucio y sangrante de los paradigmas. Los tiempos de expansión posmoderna en los 80 y 90 encontraron la respuesta liberal conservadora en la imagen y castigo de una plaga algo más que sólo bíblica.

Vivir deprisa, amar despacio, de Christophe Honoré, se revuelve contra todo este sistema codificado (o no tanto) de dominación. Hace tiempo que el director vive empeñado en construir su propia pauta; en fabricar su intransferible y muy personal respuesta a cada uno de los códigos y hasta lenguajes que prefiguran su condición de homosexual. Si buena parte del arte que convivió con el estigma del sida se empeñó en refutar el cuerpo degradado tal y como lo presentaban los medios y el poder de los medios, Honoré, un paso más allá, se esfuerza en retratar la dinámica de esos mismos cuerpos entregados al fondo mismo del sexo, del amor vivido a flor de piel, del furor de las almas que chocan, se descubren y, finalmente, se incendian. La idea es construir un auténtico y muy carnal tratado sobre el acto de amar alrededor del sida. Pero sin pedagogías, sin convertir cada fotograma en manifiesto político. O, al revés, y como mantendría Godard: «No es decir: ‘Yo cineasta voy a hacer películas políticas’, sino, por el contrario, voy a realizar políticamente películas políticas».

En efecto, lo que cuenta es el desplazamiento de significados, la anulación de todas y cada una de las metáforas que, en efecto, matan. Y eso, aunque parezca lo contrario, es un acto políticamente político. Por furiosa y auténticamente homosexual.

MIRAR A LOS OJOS DEL SIDA

Cuenta Honoré que, a pesar de que en películas anteriores ya se había ocupado de la enfermedad (lo hizo de forma directa o indirecta en Siempre juntos (todos contra Leo), Las canciones de amor, Hombre en el baño o en Métamorphoses), ésta la siente el autor de alguna manera como la primera. Y no tanto por su centralidad en el relato como por el tono, por la forma como aparece a modo de motor mismo de la pasión amorosa. «Creo», reflexionaba Honoré en Cannes donde presentó la película, «que la distancia en el tiempo ha sido necesaria. Es como un trauma que necesita su periodo de incubación. Pertenezco a una generación cuyas primeras experiencias sexuales tuvieron lugar a mediados de los 80. Muchos escapamos del sida, pero estuvo muy presente en nuestras vidas. Fue parte de nuestra existencia y nuestra educación. Vi amigos que enfermaron y otros que murieron, pero no creo que me pudiera considerar un testigo de nada. Estaba demasiado cerca para eso. No tenía la distancia adecuada. Han tenido que pasar 20 años para que pueda mirar a los ojos del sida y de mí mismo sin sentimiento ni de culpa ni de venganza; asumiéndolo como lo que fue». Y en su reflexión, sin duda, queda reflejado el tono a la vez transparente, por objetivo y distante, y apasionado, por perfectamente intransferible. Y autobiográfico incluso.

La película, para situarnos, cuenta la historia de un escritor maduro, además de infectado, padre de un hijo y testigo de demasiado dolor. Él (enorme Pierre Deladonchamps) vive en París. Un buen día se enamora de un joven (Vincent Lacoste) procedente de eso que el tiempo ha dado en llamar las provincias. Los dos están convencidos de que lo mejor de sus vidas está por llegar. Y en este convencimiento viven un amor provocadoramente libre, esencialmente divertido (por gay), carnalmente profundo. Y lo que vale para su romance, sirve exactamente igual para una película que se quiere libre, divertida y profunda. También triste, pero ¿qué historia de amor no es triste? El resultado es con diferencia la mejor película de uno de los autores que más nos ha castigado con su lacerante mismidad.

Por otro lado, la película forma parte de un tríptico tan peculiar como ambicioso. En realidad, la cinta es el segundo trabajo que completa la primera entrega en forma de novela de Ton père (Tu Padre). Aquí narraba en primera persona la historia de un padre homosexual que intenta pasar a limpio su vida entera de la mano de aquellos autores que antes que él escribieron sobre el sida. La tercera parte fue una obra de teatro estrenada en septiembre, Les idoles (Los ídolos), donde, y de la misma manera, el autor regresaba a la generación de artistas de los años de Mitterrand; a aquellos cuya vida quedó marcada por el doble juego del amor y la muerte, de la sensualidad y la enfermedad. Los convocados en el escenario eran todos hombres que se fueron demasiado pronto: Jean-Luc Lagarce, Bernard-Marie Koltès, Herve Guibert, Serge Daney, Cyril Collard y Jacques Demy.

Pero más allá de las resonancias internas, están las otras, las de fuera. La película se presentó un año después de que Robin Campillo estrenara 120 latidos por minuto, también una película sobre el sida en los años de plomo, y también una cinta en la que el sida se levanta como excusa más que como solo consecuencia. Se cuenta el movimiento de los activistas que a principios de los años 90 lucharon por hacer visible el sida. Y la estrategia es recorrer el trayecto que va desde el fragor del movimiento puramente político a un calor mucho más íntimo y cercano. En efecto, esta obra maestra vive exactamente en el reconocimiento y descripción de un sentimiento que empieza exigido únicamente por la necesidad de justicia y acaba en la pudorosa y libre cercanía de, otra vez, la carne. El amor. Por supuesto, es cine social, pero, y esto es lo relevante, construido no como proclama o ofensa sino como celebración.

«Me sorprendió que tuviéramos la misma idea, pero lo comprendí rápido», dice Honoré. Y así es. Las dos películas viven de la necesaria aniquilación de las metáforas. O, mejor, de la sustitución del mito por la carne. Todo lo que aniquila el mito, lo resucita la piel.