Los países que castigan la homosexualidad con pena de muerte

En Irán dos hombres que se besen se exponen a un castigo de 60 latigazos y hasta a la pena máxima si tienen relaciones sexuales. Como allí, en más de una docena de estados, principalmente de Asia y África

/ GRÁFICOS: ISABEL TOLEDO

En Dubái casi nadie ve enJimena y Shaza Ismail a dos mujeres enamoradas. A ojos de la ley tienen consideración de criminales y su relación es «antinatura». Está castigada con el descrédito público y hasta 14 años de cárcel, según indica el artículo 80 de su Código Penal. El mediático caso de la joven malagueña y su novia egipcia, que huyeron de los Emiratos Árabes después de que el padre de Shaza denunciara a su hija por homosexualidad y fueron retenidas en Turquía, ha vuelto a colocar en el foco la criminalización de las relaciones entre personas del mismo sexo especialmente en países de Asia y África. En Irán que un hombre bese a otro «con lujuria» acarrea castigo de 60 latigazos y de muerte si hay relaciones sexuales. También en Arabia Saudí, Yemen, Sudán, Catar… y hasta en trece países, según un exhaustivo informe con fecha de 2016 publicado por La Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex ILGA y que es la referencia en la que se apoya Amnistía Internacional.

En este documento se señala, además, a otros catorce estados donde el castigo para los homosexuales no baja de los 15 años de cárcel o la cadena perpetua. En veintitrés naciones está penado con entre 8 y 14 años de prisión, en otras diecinueve con reclusión de 3 a 7 años y con penas que oscilan entre el mes y los dos años de cárcel o multa en ocho estados. Lo que arroja una suma total de 77 lugares donde las relaciones entre personas del mismo sexo es considerada delito. Concretamente las relaciones entre hombres, porque la criminalización por esta misma causa de las mujeres se registra ‘solo’ en 45 de estos 77 países. Mayoritariamente se trata de estados asiáticos y africanos -tipifican las relaciones gais como «delito contra natura», «conducta inmoral», «sodomía»…-, aunque en Europa Rusia y Letonia también persiguen a los homosexuales y contemplan penas de hasta dos años de prisión.

En el otro extremo, los 22 estados que reconocen y permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo, entre ellos España, que aprobó la ley de matrimonio gay en 2005.

«Un fenómeno occidental»

Jimena y Shaza se van a casar en España. En Dubái, donde vive la familia de Shaza (son de origen egipcio), no habrían podido ni siquiera estar juntas sin arriesgarse: según una encuesta que ILGA ha hecho en Emiratos Árabes, el 60% de los ciudadanos asegura que sentiría «incomodidad si su vecino fuera homosexual», un 45% cree que «debe ser delito» y un 43% dice que la homosexualidad «es un fenómeno occidental». Aunque Aministía Internacional «desconoce la existencia de condenas a muerte por relaciones sexuales entre adultos del mismo sexo» advierte que «puede ser aplicada».

En otros países la legislación es absolutamente explícita en este sentido. En Mauritania «el varón que cometiera un acto contra natura con una persona de su sexo» es castigado con «pena de muerte por lapidación pública» (Aministia Internacional no tiene constancia de que se hayan producido casos en los últimos años) y si se trata de dos mujeres el castigo son «de tres meses a dos años de prisión y una multa de 5.000 a 60.000 uquillas mauritanas» (entre 12 y 152 euros). La lapidación también la contempla la legislación de Arabia Saudí en el caso de que el homosexual sea «un varón casado», mientras que los solteros reciben «cien azotes y el destierro durante un año».

Distinción que observa asimismo la ley en Yemen: 100 latigazos o un año de prisión para el hombre soltero, y lapidación para los casados (las relaciones entre mujeres acarrean entre 3 y 7 años de prisión). En Irán la pena de muerte se aplica a ambos hombres de la pareja, independientemente de su estado civil. La normativa iraní es ciertamente extensa y aunque «el lesbianismo se castiga con cien latigazos a cada parte involucrada» también se aplica la pena de muerte a las mujeres «si el acto de lesbianismo se ha realizado y castigado ya tres veces anteriormente». Para que exista tal condena basta con el testimonio de «cuatro varones virtuosos que pudieran haber observado el acto», aunque si las que testifican son mujeres no se acepta como prueba.

Arriba, los países donde se castiga la homosexualidad con penas de hasta dos años de cárcel.

 

En naranja, las penas más leves y en rojo, los estados con condenas de 3 a 14 años de prisión.

 

En tono más oscuro las naciones que contemplan hasta cadena perpetua.

 

Mapa completo con todos los países que criminalizan la homosexualidad. En negro los que tienen pena de muerte.

En Sudán la pena máxima se aplica «si el delincuente volviera a reincidir» y esta reincidencia se refiere a una tercera vez, porque en las dos primeras ocasiones llevan aparejadas condenas de «cien latigazos y prisión de hasta cinco años». En Pakistán el castigo de muerte se aplica a quien «secuestrara a una persona con el fin de someterla a actos de lujuria contra natura».

La criminalización de la homosexualidad en muchos países trasciende de las relaciones físicas y en Irak, por ejemplo, la «norma sobre moralidad» castiga con hasta un año de cárcel o multa de 100 dinares (siete céntimos de euro) a quien «exprese en lugar público canciones o declaraciones indecentes». Completan la lista de países donde puede aplicarse pena de muerte Siria, Nigeria, Somalia, Afganistán y Catar.

Los casos de Rusia y Letonia

En el siguiente rango de gravedad de penas, los países donde la homosexualidad está penada con más 15 años e incluso cadena perpetua. Entre los catorce estados que contemplan estas condenas, India, donde «quien voluntariamente tuviere acceso carnal contra natura con un hombre, mujer o animal, será punible con prisión de por vida o 10 años y una multa»; Tanzania donde la legislación únicamente varía la pena, «de 30 años a cadena perpetua»; Uganda ,donde el listado de delitos se extiende a aquel que «indujere a otra persona a cometer con él o ella acto de indecencia grave», supuesto penado con 7 años de reclusión o Sierra Leona, donde no hay alternativa a la cadena perpetua en casos de «sodomía y bestialismo».

Además, hay otros países donde las penas son menores, pero recogen en sus legislaciones multitud de delitos. En este sentido, la ley de Nigeria castiga con prisión de 2 meses a 2 años a quien «fabricare, poseyere, importare, expusiere, vendiere o distribuyere cualquier impreso, escritura, dibujo, imagen, bajorrelieve, pintura, fotografía, negativo, reproducción o cualquier objeto que atente contra la decencia». En Libia se establece prisión sin concretar tiempo para «quien hiciere caer en desgracia el honor de una persona, habiendo para ello obtenido el consentimiento de la otra persona». En Malaui «el varón que, en público o en privado, cometiere cualquier acto de indecencia grave con otro varón será punible con 5 años de prisión, con o sin castigos físicos», en Zambia se agrupan bajo el mismo epígrafe «delitos contra natura» las relaciones entre personas del mismo sexo, con animales y la pederastia y en Samoa quien «gestionare o ayudare en la gestión de un local para cometer actos indecentes entre hombres» se enfrenta a siete años de reclusión.

En el caso de Europa, las excepciones las representanRusia y Letonia, que incluyen en sus normativas epígrafes relativos a la «moralidad» y penas de hasta dos años de prisión o multa en el mejor de los casos. Y no es solo papel, que casi 4.800 euros (300.000 rublos) se impuso a un colectivo LGTB hace cinco años en Rusia.

EN CIFRAS: 22 países permiten el matrimonio homosexual

Sudáfrica:Es el único país africano donde los enlaces entre personas del mismo sexo son legales. Los otros 21 países que lo permiten son: Argentina, Canadá, Brasil, Colombia, Estados Unidos, México (algunas jurisdicciones), Uruguay, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Islandia, Irlanda, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Portugal,

España, Suecia, Reino Unido y Nueva Zelanda.

Adopción:Un total de 26 países permiten la adopción de niños a parejas del mismo sexo.

Los delitos:«delito contra natura», «conducta inmoral», «sodomía», «promoción de valores no tradicionales», «violación al recato»… son algunos de los delitos tipificados en los países que criminalizan la homosexualidad.

Recomendaciones:Muchos avances en las legislaciones se producen por «recomendación» de otros países. Por ejemplo: Luxemburgo aceptó la recomendación de losPaíses Bajos para «adoptar e implementar íntegramente el proyecto de ley sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo» y la ley entró en vigencia el 1 de enero de 2015. Y en 2013 Australia recomendó a Montenegro tomar medidas adicionales «para combatir la discriminación por motivos de raza, orientación sexual, discapacidad e identidad de género» que se tradujo en un proyecto de ley amplio contra la discriminación.

Diario visual de Vera y Victoria, dos chicas enamoradas

Dos jóvenes, una de ellas transexual, abrieron su vida íntima tres años a la fotógrafa Mar Sáez para componer un poema de amor con imágenes en un libro y una exposición

Vídeo e imágenes de ‘Vera y Victoria’ MAR SÁEZ

“El día en que Vera besó por primera vez a Victoria le confesó que era transexual. Fue en un parque. No cambió nada. Durante los cuatro años que pasaron juntas se amaron como nunca antes amaron a nadie”. En esos años, a los que alude la presentación del libro Vera y Victoria, la fotógrafa Mar Sáez convivió con ellas elaborando un diario visual sobre el universo íntimo de estas dos jóvenes ilicitanas veinteañeras. El resultado es un poema en imágenes sobre la relación de dos personas enamoradas, sin más adjetivos ni condicionamientos.

“Qué más da que una sea transexual o vegana, por ejemplo, y la otra no, si lo que realmente importa es el amor entre ellas, lo que acaba convirtiéndose en el mensaje del libro, un mensaje con el que todo el mundo puede empatizar. Porque todas las demás cosas no dejan ser o acaban siendo ingredientes tangenciales”, explica la fotógrafa y psicóloga, antigua corresponsal de prensa en Mauritania, horas antes de inaugurar este martes su exposición con una selección de las fotos de la pareja y de presentar el libro que destila la vida de ellas en la librería Railowsky, dentro del festival Photon de Valencia.

“Yo tuve la gran fortuna de que me abrieron las puertas de su intimidad y gracias a su generosidad pude convivir tres años con ellas, en su casa, en la mía, por ahí… El cuarto año lo dediqué a la búsqueda de editorial para publicar el libro”, agrega Mar Sáez.

Imagen de ‘Vera y Victoria’. MAR SÁEZ

Y logró que se lo publicara hace unos meses un prestigioso sello francés, especializado en fotografía, André Frère Éditions. La joven artista murciana, de 34 años, acudió a la última edición del festival fotográfico de Arlés, celebrada el pasado verano, y allí su proyecto entró llamó la atención de la editorial y de Jesús Micó, responsable de La Kursala, quien se sumó al apoyo de la obra. El libro se ha publicado con un texto sobre el amor de la escritora Lara Moreno, autora de novelas como Por si se va la luz y Piel de lobo,y traducido en diferentes ediciones al francés, español e inglés.

El libro y la exposición han despertado interés en Francia, señala Mar Sáez, que ha viajado a ciudades como París o Marsella para presentarlos. Después de recalar en Valencia, donde las imágenes se exhibirán hasta el 1 de junio, continuarán su periplo por España, en un proyecto artístico que aúna la belleza de las fotografías de la joven pareja con la reivindicación desprejuiciada del amor y de las relaciones.

El germen de la iniciativa se remonta a unas prácticas universitarias de Mar Sáez. “Estudié Psicología y Comunicación Audiovisual en Valencia y también estudié con una beca Séneca en la madrileña Juan Carlos I, y siempre tenía presente el tema de la identidad. Hice las prácticas finales de Psicología en un gabinete de sexología: terapia de parejas, transexuales, procesos de hormonación... Allí, compaginando Psicología y Fotografía, descubrí la realidad y conocí a gente joven trans, algunos activistas como Vera”, relata la fotógrafa.

Imagen de ‘Vera y Victoria’. MAR SÁEZ

Vera se sentía mujer desde la infancia, pero no fue hasta los 18 años que lo anunció a su familia. A partir de entonces dejó de llamarse Bernardo para abrazar su nombre actual.

El proyecto inicial pretendía centrarse en la vida de una joven transexual. “Le pareció muy bien, porque lo veía como una herramienta de sensibilización. Por desgracia, Vera aún sufre situaciones incómodas por el hecho de ser trans. Me preguntó si podía acudir con su pareja y Victoria empezó a venir. También se lo contó a un amigo trans, Gabriel, que le encantó el proyecto, y pensé hacer un retrato de los jóvenes que quieren dar el paso, y además lo quieren contar, y empiezan los trámites para hormonarse…”, relata la fotógrafa, que ejerció de periodista en prensa escrita durante seis años. Trabajó en el diario La Razóncomo redactora, si bien se ha ido especializando cada vez más en fotografía, asistiendo a cursos con profesionales como Alberto García Álix o José Manuel Navia. Ahora se dedica por completo a la fotografía y está metida de lleno en su nuevo proyecto A los que viajan, que presenta este viernes en el Festival Imaginària de Castellón, con imágenes obtenidas en viajes colaborativos con desconocidos, en plataformas como Bla Bla Car.

Pero antes de emprender este nuevo viraje, Mar Sáez perfiló su trabajo anterior, Vera y Gabriel, con los transexuales, que buscaba retratar el tránsito de mujer a hombre y de hombre a mujer, hasta definir sus contornos definitivamente. Se independizó el proyecto de Gabriel (que en este momento se encuentra finalizando) y se abrió paso el que retrataba el amor entre Vera y Victoria.

Ambas han acompañado a la fotógrafa en algunas de sus presentaciones, si bien este martes no tenían previsto asistir al acto en Valencia. “Me apoyan. He ganado dos amigas, aunque ellas no sigan juntas”, comenta Mar Sáez.

“El estigma asociado al sida tiene efectos más sostenidos y venenosos que los del propio virus”

  • Matt Cook hace una historia emocional de la crisis del sida en el Reino Unido para explicar cómo los efectos del estigma y la vergüenza condicionan la vida de las personas e incluso las políticas públicas

  • “El estigma se asocia a la comunidad gay porque representaban todo lo que no debían ser los británicos”

  • “La mujer que estaba aterrada con el miedo de contraer el VIH tomando la comunión en la iglesia tenía su cabeza llena de eso, de la misma manera que el hombre gay que había perdido a su pareja por el sida”

Matt Cook, profesor de historia moderna en la Birkbeck University of London JOÃO FRANÇA

A principios de la década de los 80 se detectaron los primeros casos de sida en Estados Unidos. En 1985 ya se habían detectado casos de VIH en todas las regiones del mundo. En 1987 el sida toma un lugar central en la política global, siendo objeto de debate en la asamblea de las Naciones Unidas. También es el año en que se aprueba el primer tratamiento para el síndrome. Ese mismo año, un grupo de sociólogos británicos decide recoger las impresiones de unos 600 hombres y mujeres al respecto. Este es el punto de partida de la investigación de Matt Cook, profesor de historia moderna en la Birkbeck University of London.

El historiador pone la lupa en la cotidianidad para dibujar el paisaje emocional del Reino Unido en ese momento clave de la historia del sida. Cook busca hacer una historia emocional de esta crisis y hablar de cómo lo vivían las personas, fueran o no seropositivas, portadoras del VIH, fueran o no homosexuales. El desconocimiento sobre el virus y el contagio hacía el miedo muy presente, llevando a situaciones que hoy parecen absurdas, como llevar tus propias tijeras al peluquero, y a la vez hacía crecer un estigma que marcaba la vida de los homosexuales, considerados “población de riesgo”, cuando aún no se tenía en cuenta que el riesgo se encuentra en las prácticas, no en las personas.

Matt Cook estuvo en Barcelona para participar en el seminario (Sub)versiones, organizado por el Centro de Estudios Interdisciplinarios de Género de la UVic-UCC, y hablamos con él sobre esta historia emocional del sida, y sobre cómo las emociones condicionan las vidas de las personas e incluso las políticas públicas.

Habla de la importancia de las emociones a la hora de hacer historia. ¿Por qué es importante que los historiadores piensen en las emociones?

Como historiadores a menudo pensamos que podemos mirar al pasado y esperar que la gente se comporte racionalmente y sin contradicciones, pero olvidamos que nuestra propia vida cotidiana está completamente modulada por los sentimientos con los que nos levantamos por la mañana o que tenemos hacia las personas con las que interactuamos.

Lo que intenta decir la historia de las emociones es que estas interacciones están en el corazón de las experiencias sociales de las personas, también en el pasado, y afectan a las decisiones que se toman a diferentes niveles. Los niveles doméstico, laboral o gubernamental están inflexionados por estos encuentros emocionales.

La complejidad está en darnos cuenta que lo que entendemos por emociones y por palabras como miedo, amor u odio no es lo mismo en cada momento histórico. El gran reto es identificar su presencia y sus efectos sin ser anacrónicos. Hay que asumir que lo que entendemos por miedo ahora no es lo mismo que en los años 80 o cuando sea.

Con esta perspectiva ha estudiado la crisis del sida en el Reino Unido a finales de los años 80. ¿Considera que en este contexto el efecto emocional es más duradero que el epidemiológico?

Utilizando el ejemplo específico del Reino Unido, que es lo que he estudiado, podríamos decir que en realidad hablamos de un número relativamente pequeño de personas infectadas con el VIH que contraían la enfermedad y morían. Por supuesto era un número significativo, pero en ningún caso afectaba a un vecino de todos. Lo que afectaba más la vida cotidiana de la gente, y era especialmente incapacitante para los hombres gays en particular, eran las emociones ligadas al virus, y también la forma en que se vincularon a identidades o comportamientos particulares, sumándose a una serie de prejuicios existentes.

Un trabajo importante a finales de los 80 fue una investigación sobre el estigma del sida. Trabajaron con gente que era seropositiva y gente que no lo era. Lo que encontraron fue que los hombres gays con VIH asumían que las personas que no tenían el VIH tendrían sentimientos mucho más negativos hacia ellos que los que expresaron, que eran bastante solidarios. Pero la cuestión es que era irrelevante si era cierto o no, porque sentían que el estigma era real, y ese sentimiento afectaba su día a día, y hacía que no salieran tanto, o se sintieran incómodos en público.

Es un ejemplo de los efectos perjudiciales que pueden tener las emociones, y en muchos sentidos los efectos del estigma son más sostenidos y venenosos que los que tiene el mismo virus, especialmente desde que las terapias antirretrovirales han cambiado los diagnósticos para el VIH y la sida.

Y estos efectos perniciosos aún están presentes.

Actualmente en Sudáfrica encontramos que hay un gran proyecto para que la gente se haga las pruebas, porque obviamente sólo recibirán el tratamiento si tienen un diagnóstico, pero conseguir que la gente vaya a la puerta de una clínica es muy difícil debido al estigma y la vergüenza, que son respuestas emocionales. Son emociones que están evitando una intervención en la prevención y el tratamiento del VIH.

Este estigma se asocia sobre todo a una determinada comunidad, que son los hombres gays. ¿Cómo sucede esto?

En el Reino Unido pasa en parte porque en un primer momento fue la principal comunidad afectada por el sida, pero luego resultó que los gays eran muy convenientes para ello, porque representaban todo lo que no debían ser los británicos; eran sueltos y promiscuos, tenían demasiado sexo y el tipo incorrecto de sexo. El estigma no se asocia a los drogodependientes de la misma manera, porque los gays eran un vehículo mucho más conveniente para toda esta serie de prejuicios.

¿La mayor visibilidad que estaban obteniendo las personas homosexuales en ese momento facilita que se acaben convirtiendo en objeto de ataque?

Sí que se convierten en un blanco más inmediato. Uno de los miedos en los años 80 era precisamente que los gays y las lesbianas estaban ganando más influencia cultural, estaban reivindicando políticas, siendo tratados en el sistema nacional de salud, y se volvieron mucho más visibles en todos estos ámbitos, así que se generó una especie de guerra cultural. Había que contraatacar y hacer frente a estos gays. Pero también hay otra lectura.

Una cuestión que plantea Dennis Altman es que la crisis del sida, en términos de mayor visibilidad para los hombres gays, resultó en una especie de legitimación a través del desastre. Precisamente porque el VIH y el sida en ese momento hacen que los hombres gays sean más visibles. Más gente los conoce en su día a día, trabajando en hospitales, o en las escuelas, o en los barrios, y los hombres gays se integraron cada vez más en los sistemas sociales. En muchas formas esta situación permitió a los hombres gays encontrar un lugar que ya no estaba al margen sino dentro de la sociedad, o más bien tener un pie en cada lado. Creo que fue una ruta hacia la legitimidad, aunque partió del miedo al homosexual.

¿Más allá de los hombres gays, cómo afectó la paranoia en torno al sida al conjunto de la sociedad?

La gente tenía miedo, y tiene sentido cuando ves el tipo de retórica que se utiliza y la imaginería del miedo que se asocia a la crisis. Es donde ves las emociones teniendo un efecto muy directo sobre la vida social. La gente dejó de ir a nadar, no compraban ropa de segunda mano, o un clásico era llevar tus propias tijeras y peine a la peluquería. Una gran preocupación a mediados y finales de los 80 era cómo recibir la comunión en la iglesia y el miedo a la transmisión del VIH en este contexto. Ya ves que afectaba la vida cotidiana de la gente, pero lo que es realmente interesante es cómo empiezas a ver las diferentes dimensiones del miedo.

¿Cómo son estas diferentes dimensiones del miedo al VIH?

Los miedos cotidianas que tenían las personas heterosexuales eran muy diferentes a los que tenía un hombre gay cuya pareja había muerto. Hay un sentimiento mucho más potente de miedo. Podríamos decir que hay una jerarquía de miedos, pero eso no quiere decir que ocupara menos espacio mental. La mujer que estaba aterrada con el miedo de contraer el VIH tomando la comunión en la iglesia tenía su cabeza llena de eso, de la misma manera que la tenía el hombre gay que había perdido a su pareja por el sida. Te consumía.

A todo ello se suma el hecho de que en los 80 había un sentido apocalíptico en el Reino Unido. Nuestro sistema social estaba cambiando completamente, estábamos en una recesión enorme y la primera ministra Margaret Thatcher estaba dividiendo el país. Había campañas antinucleares y muchas cosas en la televisión sobre el holocausto nuclear, y entonces llega el sida. Era como si el mundo se estuviera acabando, así que creo que el miedo al virus y el sida se convierten en un conducto para un sentido más amplio de riesgo y peligro que estaba presente culturalmente.

¿Qué efecto tienen hoy esos miedos que se generan en ese momento?

Hay una generación mayor de hombres gays que vivieron la crisis, perdieron amigos y experimentaron la intensidad de lo que se ha denominado la generación perdida, que cargan y viven con una serie de emociones que hoy se pueden sentir como no sentidas por otra parte de la comunidad, y aquí hay una división generacional.

Creo que aquí radica la controversia sobre la PrEP [ profilaxis pre-exposición, un tratamiento para personas seronegativas para evitar el contagio], en la idea de que hay una generación que no está preocupada por el VIH, y no hay que estarlo tanto, porque ahora se puede vivir con eso, pero hay un miedo a la pérdida de la memoria. Parece que haya personas que se aferran a una memoria de trauma que vive con ellos, pero es que en esta brecha generacional también hay muchos hombres gays que viven con el duelo de la pérdida de amantes y amigos, o familias que han perdido a hijos y hermanos.

Aparte de eso, creo que muchas de las ideas sobre la vergüenza también resisten, y la intensa lacra del sexo gay es algo que se articuló entonces y de lo que todavía vemos efectos hoy.

¿Todavía está presente la asociación entre sexo y peligro presente en las campañas de prevención de aquella época?

Sigue presente para muchas personas. Siempre hay un miedo a qué puede significar el tener sexo, en términos de quién soy, qué tipo de persona, cuál es mi identidad… Sigue siendo mucho más que un acto físico que es placentero, porque tiene toda esta carga y el desarrollo de juicios que se extraen de ello: ¿he sido una mala persona? ¿Tengo que avergonzarse? ¿He tratado a esta persona bien o mal? Toda la retórica en torno al sexo está absolutamente poblada con este tipo de sentimientos y discursos.

También hay trabajos interesantes sobre el uso de drogas entre los hombres gays, como la metanfetamina, que resultó una epidemia muy devastadora para muchos hombres en Londres. Hay que hablar del apuntalamiento de cuestiones en torno a la intimidad y la vergüenza que pueden llevar a un uso extendido y extensivo de drogas, que es una forma de generar intimidad rápidamente y superar una vergüenza que puede venir de muchos lugares, pero creo que se generó particularmente en los 80.

¿Y las campañas de prevención actuales, con la idea de hacerse la prueba del VIH cada tres meses, pueden vincular el sexo con el miedo?

Creo que hay una mezcla de cosas. Cuando te haces la prueba da miedo, porque te darán un resultado y parte de ti puede temer que sea positivo, y eso está presente. Por otra parte, creo que el VIH da menos miedo que antes. En el Reino Unido tenemos campañas muy exitosas proponiendo que los hombres gays se hagan la prueba regularmente por rutina y no sólo ante situaciones de riesgo. Cuando yo estaba en mis veinte me hacía la prueba cuando creía que algo había ido mal, mientras que ahora el sentido común es hacérsela cada tres meses independientemente de las prácticas.

En cierta forma esto se ha vuelto parte de la red de seguridad, pero está claro que si hablamos de la sensación de seguridad, del mismo modo que el orgullo y la vergüenza, la seguridad está apuntalada por el miedo. En todo caso creo que carga un bagaje diferente que hasta principios de los 90 y antes, cuando un diagnóstico de VIH era realmente devastador.

Considera que las personas hoy tienen menos miedo del VIH. ¿Es positivo?

Sí, y creo que es interesante que las campañas que hay ahora en el Reino Unido se centren en el estigma que perdura. También perdura la desinformación en torno al VIH y el sida, y esto significa que muchas personas aún deben ser cautelosas sobre revelar su estado serológico, y creo que es aquí donde están muchos de los problemas y es sobre lo que estamos intentando trabajar en el Reino Unido ahora mismo.

La persecución de gais en Chechenia y la expansión de la cultura machista de Moscú

El hostigamiento a homosexuales no es un residuo de una sociedad tradicional de corte medieval, sino el último capítulo de los abusos que sufren los ciudadanos de la Federación Rusa

PILAR BONET

La policía rusa detiene a un activista de los derechos de los gais en una manifestación en San Petersburgo en mayo de 2016. FOTO: GETTY / VÍDEO: REUTERS

 

En las sociedades tradicionales del Norte del Cáucaso se mantienen aún, con diversos grados de arraigo, costumbres arcaicas que sobrevivieron a las campañas de la Unión Soviética contra los “vestigios del modo de vida tribal”. Alguno de esos “vestigios”, como las venganzas trasmitidas de generación en generación, los raptos de novias, las bodas forzadas o el cruel castigo de la “deshonra” familiar, todavía se dan en las comunidades autóctonas del sur de Rusia. Según los usos ancestrales, el varón cabeza de familia tenía potestad, por ejemplo, para juzgar a una hija o una hermana por su “comportamiento ligero” (como relaciones sexuales extramatrimoniales) o a un hijo o hija de orientación sexual no reconocida. Los “castigos” para salvar el “honor” de la estirpe se ejecutaban en secreto en la familia, que mataba a la (el) culpable de la deshonra y mantenía sobre ello un silencio sepulcral. El poder soviético, si llegaba a descubrir los crímenes, los perseguía en el marco del Código Penal. Lo mismo pueden (y deben) hacer hoy las autoridades rusas.

Por ocurrir fuera del entorno familiar arcaico, la persecución de gais en Chechenia, tal como denunciaron distintas fuentes en las últimas semanas, no puede considerarse como residuo de una sociedad tradicional de corte medieval, sino más bien como el último capítulo de los abusos que sufren los ciudadanos de la Federación Rusa (con independencia de su orientación sexual) a manos de quienes ejercen el poder en aquella república del Cáucaso y lo hacen, de forma arbitraria y a menudo en contra de la ley de la Federación Rusa, según explican dos fuentes chechenas.

”En el pasado perseguían a los muchachos para obligarles a confesar que eran radicales islámicos, en parte para mejorar las estadísticas policiales y ascender en la jerarquía y en parte para conseguir un rescate de sus familiares por liberarlos. Ahora, que los radicales islámicosse fueron a luchar a Siria, los órganos policiales siguen haciendo lo mismo y apresan a jóvenes acusándoles de ser homosexuales, algo que la sociedad local considera una vergüenza y un tabú”, manifestaban las fuentes antes mencionadas.

Como ejemplo, contaban el caso de un joven de 19 años, Vaja (nombre ficticio), y tres amigos suyos, detenidos hace unos meses cuando jugaban con ordenadores en un local en Grozni. Ninguno de ellos era homosexual, pero fueron torturados para que confesaran serlo, afirman los interlocutores. Vaja fue liberado gracias a las influencias de su familia, que no está dispuesta a denunciar el caso por miedo a sus dirigentes y a la opinión pública local. “La gente calla porque vivió los horrores de la guerra —la suma de las arbitrariedades de los representantes de Moscú y de los dirigentes locales que temporalmente aplicaron la ley islámica— y teme el retorno de aquella época, pero mientras tanto se ha creado un régimen que se inmiscuye en la vida del ciudadano, que entra en su casa y le impone su voluntad”, afirmaban las fuentes, que recordaban cómo hace unos años los milicianos, acompañados de mulás (sacerdotes islámicos), allanaban la morada de las chicas que les gustaban y las obligaban a contraer matrimonio, el cual era registrado de inmediato por el mulá acompañante.

Hubo bandas que se dedicaron a “cazar” mujeres con la cabeza descubierta para obligarlas a ponerse el pañuelo y la normativa vigente hasta hoy en la Universidad de Grozni impone falda larga y pañuelo a las estudiantes, recuerdan las fuentes consultadas. También evocaban a las mujeres que aparecieron muertas en los alrededores de la capital chechenia en 2008 “castigadas” aparentemente por su “vida disoluta”. Todos estos sucesos responden, según los interlocutores, a la selección negativa que ha encumbrado al poder a gente inculta, pero prepotente y codiciosa.

Esta élite juega a su antojo con tres conceptos: la sharia” (ley islámica), el adat (conjunto de usos tradicionales) y la legislación de la Federación Rusa. Con la ambigüedad del marco legal jugaban también los dignatarios islámicos que el pasado fin de semana se reunieron en la mezquita de Grozni para condenar a los periodistas de Nóvaya Gazeta por sus informaciones supuestamente difamatorias sobre la persecución e internamiento de gais en Chechenia. La actitud de los mulás, que niegan la existencia misma de homosexuales en la República, es equiparable a una “bendición de la venganza” según Leonid Nikitinski, periodista experto en temas jurídicos.

El comité de investigación de la Federación Rusa ha abierto un expediente para comprobar si los dignatarios islámicos chechenos amenazaron de forma delictiva a los periodistas. No obstante, sorprende la tolerancia y la pasividad de las autoridades centrales rusas ante las reinterpretaciones de los “vestigios del pasado” en clave del régimen de Ramzán Kadírov, presidente de la República de Chechenia y hoy máximo representante del poder laico del Estado en Chechenia.

Para explicarlo, las fuentes consultadas hacen hincapié en tres puntos. El primero es la influencia de la cultura de corte “macho” y “militarista” que se difunde desde Moscú, con la imagen de Vladímir Putin como divisa, y que encuentra terreno abonado en los pueblos de origen guerrero del Cáucaso. En segundo lugar, el encauzamiento de la proyección internacional de Chechenia hacia las relaciones con Estados del Golfo, que en cierto modo se han convertido en un modelo nuevo de autorrealización para la élite local en sustitución de la independencia. Para finalizar, el ambiente de corrupción y otros fenómenos negativos que se dan en la Federación rusa y en Chechenia en grado acentuado. Este último punto lleva a los interlocutores a afirmar que Chechenia no es un caso aislado, sino un grado extremo de cuanto sucede en otros lugares del país.

Lucha por los derechos humanos

Svetlana Gánnushkina, directora del comité Ayuda Ciudadana, una entidad moscovita que socorre a refugiados y desplazados, afirma que “de forma episódica acuden a nosotros personas de orientación sexual no tradicional”. El primer caso que la veterana activista por los derechos humanos recuerda ocurrió hace unos cinco años, y su protagonista fue un muchacho checheno que hizo prácticas como voluntario en el comité. Cuando el chico tuvo confianza enseñó los mensajes que le enviaban su hermano y sus padres. “Le decían que volviera inmediatamente, que era un monstruo y un error de la naturaleza y eso que el chico ni siquiera tenía una pareja, solo que sus familiares entendían que tenía una orientación diferente y le exigían que se casara o se suicidara y limpiara la afrenta familiar”, cuenta Gánnushkina.

Historias semejantes se repitieron después con otras tres personas que Gánnushkina ayudó a trasladar a lugar seguro. Un caso reciente inquieta a la activista: una chica chechena perseguida que “desapareció” tras dirigirse hacia la Plaza Roja de Moscú, “pensando que allí nadie se atrevería a tocarla”.

“Desde octubre de 2016 he tenido que ayudar a cuatro personas perseguidas por su orientación sexual; dos de ellas están en países seguros y a los otros dos les he perdido la pista”, comenta la activista, cuyas exhortaciones a no matar a quienes tienen otra orientación sexual han encontrado reacciones preocupantes en Facebook, incluida la comprensión para el asesinato de gais. “Amigos, colegas y gente próxima con quienes nunca tuve diferencias sobre la violencia que se ejercía en Chechenia durante muchos años, consideran ahora que los debates sobre una nueva oleada de violencia son una ofensa para el pueblo checheno, porque se trata de un grupo cuya existencia se niega”, escribe Gánnushkina. “Estas personas existen, existen en todas partes y existen en Chechenia, y eso no la convierte en Sodoma y Gomorra”, sentencia.

Y la transfobia salió a la luz en el caso de Cassandra

La identidad de género de las personas trans es un juguete en manos de ciertos sectores de la sociedad, se utiliza para deshumanizarnos y, una vez desprovistas de nuestro carácter de ser humano, todo vale

Cassandra Vera, en el juicio contra ella en la Audiencia Nacional.

En principio, la ley es igual para todos los ciudadanos y las ciudadanas de este país. La expresión ‘en principio’ no es por casualidad. Se me viene a la cabeza cómo sacaba de quicio a Clara Campoamor la expresión “los derechos de la mujer serán en principio iguales a los del varón”, por la carga de duda que conlleva.

El pasado 29 de marzo, la tuitera Cassandra Vera fue condenada a un año de cárcel y siete de inhabilitación por publicar una serie de tuits con chistes sobre el atentado a Luis Carrero Blanco. Según la sentencia, dichos tuits “constituyen desprecio, deshonra, descrédito, burla y afrenta a las personas que han sufrido el zarpazo del terrorismo”, que son “una realidad incuestionable que merecen respeto y consideración”, haciéndose una aplicación literal del artículo 578 del código penal.

Pero no son ni los tuits ni la sentencia lo que me lleva a escribir este artículo. Son las circunstancias de la acusada. En este caso ella, como yo, es una mujer trans que, según se desprende del transcurso del juicio, no debía de tener hecho el cambio registral.

Durante todo el juicio la sala trató en masculino a la acusada, un ejemplo evidente de transfobia. Esto no sólo es una falta de respeto, sino que supone una humillación innecesaria. Una cosa es identificar a la procesada pidiendo que diga en voz alta al presidente del tribunal su nombre legal, el que viene en el DNI, y otra muy distinta tratarla en masculino indiscriminadamente durante todo el juicio.

Me extraña que el magistrado no encontrara ninguna fórmula adecuada para salir al paso tal como utilizar un lenguaje neutro o utilizar el apellido en vez del nombre de pila. ¿No pudo? ¿No supo? ¿No quiso? ¿No vio necesidad? Sea cual sea la respuesta, todas nos conducen a la conclusión de que la transfobia está muy presente todavía en nuestra sociedad y se manifiesta en muy diversos ámbitos y formas.

Resulta especialmente preocupante que esta situación se dé en un juicio donde la sentencia está basada precisamente en castigar el desprecio, deshonra, descrédito, burla y afrenta a víctimas.

Cierto es que la ley de enjuiciamiento criminal no dice expresamente que haya que tratar con respeto a los procesados de una causa; en cambio, sí que se pide explícitamente para los miembros del tribunal o de las víctimas si las hubiere durante el juicio oral. Todo esto resulta preocupante si se supone que rige el principio de presunción de inocencia.

Cassandra también está siendo sometida al juicio paralelo de la calle y los medios de comunicación (y, claro está, de las redes sociales, origen de toda la polémica), y con ellas las frases odiosas y frívolas: “No le falta al respeto, es lo que dice el DNI”, “no le falta al respeto, es que es un tío”, “no lo digo yo, es que la ciencia dice que….”.

La identidad de género de la acusada pasa a convertirse en una agravante a ojos de la calle. ¡Si cometes un delito y eres trans, el delito es mayor! La identidad de género de las personas trans es un juguete en manos de ciertos sectores de la sociedad, se utiliza para deshumanizarnos y, una vez desprovistas de nuestro carácter de ser humano, todo vale.

Ser trans te convierte en sospechosa de facto. Recuerdo aún con gran detalle un soleado día de principios del verano de 2011 mientras esperaba el tren en la estación de Madrid Chamartín para volver a casa al después de un largo día de oficina. Me senté en una de las sillas enfrente de los indicadores de las salidas y llegadas, había todo tipo de gente: un señor mayor con sus nietos, oficinistas, mochileros… En esto que se me acercó la policía. Habría más de cien personas, pero se acercó a mí. ¿Por qué precisamente a mí? “Documentación por favor. ¿Qué haces aquí? ¿A dónde te diriges?”, me preguntaron mientras me trataban en masculino todo el rato y de tú (obviamente no era merecedora del usted para ellos).

Por aquel entonces llevaba apenas una semana de transición, se reconocía a kilómetros mi condición de persona transexual. Yo me hacía muchas preguntas, ¿por qué a mí? ¿Me llevarían detenida? Tenía miedo, sentía vergüenza y también rabia, me parecía todo tan injusto. ¿De verdad que mis derechos eran los mismos que el resto de los ciudadanos? ¿O solo iguales “en principio”?

La gente nos miraba, y todavía me pregunto qué pasaría por sus cabezas: “A saber qué ha hecho”, “si le han detenido por algo será”, “que espera que le pase con esas pintas”, “qué escándalo, cómo se atreve a venir así, con la de niños que hay aquí”… Me dejaron marchar, pero el daño ya estaba hecho. Me habían señalado y puesto en evidencia en público.

Es cierto que la transexualidad se empieza a contemplar con cierta cotidianeidad, pero está lejos todavía de que se nos considere iguales a las demás personas. Por eso, entre otros muchos motivos, necesitamos urgentemente la Ley de Igualdad LGTBI que presentó FELGTB hace unos días en la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados.

Porque queremos que nuestros derechos sean realmente iguales al resto de las personas y no sólo “iguales en principio”.

Los insultos y comentarios transfóbicos que Cassandra soporta a diario

El linchamiento personal al que Cassandra se enfrenta por su condición de transexual es diario. Desde que fue imputada y posteriormente condenada por hacer chistes en Twitter sobre el asesinato de Carrero Blanco, los insultos y comentarios transfóbicos son continuos.

Los ataques están alimentados desde diferentes medios de comunicación por columnistas, tertulianos y políticos del PP que se escandalizan por un chiste sobre el asesinato del número dos de la dictadura (hace 40 años y cuando la tuitera ni había nacido), pero no tienen reparos en insultar y burlarse de la condición sexual de una joven de 21 años.

A continuación, algunos ejemplos de los insultos y comentarios que Cassandra ha tenido que soportar:

1/6 “La barítona Cassandra”

“Lo primero que me sorprendió de la entrevista que ayer le hizo Ferreras a Cassandra Vera […] fue el timbre de su voz”. Así comienza el artículo titulado “Condenada Cassandra”, de Jorge Bustos, que fue publicado el pasado 31 de marzo en El Mundo. Y sigue: “Confieso que esperaba algo más melódico, o menos pedregoso, pero en todo caso no se me ocurriría bromear al respecto de la condición trans de la entrevistada, porque yo soy un hombre de mi tiempo”.

El texto también tilda a Cassandra de “barítona”: “Yo jamás diría en público que si las niñas del autobús tienen vulva, la barítona Cassandra en su lugar tiene Twitter”.

2/6 El “bigote” de la “perturbada”

Rafael Latorre es el autor de un artículo publicado en El Español y titulado, nada más y nada menos, que “Una pobre perturbada”. En el cuerpo del texto, firmado por Rafael Latorre, se burla de su transexualidad con frases como esta: “No está bien reírse de los perturbados y no hace falta ser psiquiatra para deducir –no porque tenga bigote, por dios, sino por sus textos- que Cassandra es una pobre perturbada”.

 

3/6 Una concejal del PP: “¿Y esa cosa con bigote de dónde ha salido?”

La concejal del PP de Paiporta (Valencia) Amparo Císcar se burló de Cassandra, también haciendo alusión a su transexualidad. “¿Y esa cosa con bigote de dónde ha salido…? ¡Qué hartazgo por Dios!”, escribió en su cuenta de Facebook, como recoge el diario ‘Levante’.

Su comentario recibió varias críticas por su transfobia y Císcar se defendió, primero haciendo alusión a su “libertad de expresión”. Posteriormente aseguró lo siguiente: “No sé qué hay de despectivo llamando Ramón a un señor que se llama Ramón. Su DNI da fe de ello. Y decir que tiene bigote, si lo tiene…”

 

4/6 Albiol: “Es evidente que estamos ante una anormal”


El presidente del PPC, Xavier García Albiol, llamó “anormal” a Cassandra durante una entrevista en el canal 13TV. Albiol, famoso por sus frases y comentarios xenófobos, dijo, tras contemplar una serie de tuits supuestamente escritos por Cassandra: “Es evidente que estamos ante una anormal. Una anormal. Porque si tú quieres ser profesor y te da asco, te da repugnancia los niños, pues la cosa es como bastante esquizofrénica”.

 

5/6 Constantes insultos en Intereconomía: “Es una pobre desgraciada”; “Tiene un problema mental”

Los ataques a Cassandra en canales ultras como 13TV o Intereconomía son diarios. En este último, eligiendo un programa al azar y escuchándolo un rato, podemos ver cómo se asegura que “tiene un problema mental” (26,22) y la llaman “pobre desgraciada” (min. 20.19). Además algún tertuliano se refiere constantemente a ella como “persona” o “Ramón” y, cuando le indican con cierta sorna que se llama Cassandra, asegura que no está “al tanto de las veleidades de género de esa persona” (min 4.50).

 

En ese mismo programa, un tertuliano, el empresario y periodista Román Cendoya, se anima a hacer un chiste sobre Cassandra y Carrero Blanco (minuto 20.50):

“Qué pensaría Cassandra si se hace algún chiste sobre ella y Carrero Blanco a la vez… Que se pueden hacer muchos… Sobre la sorpresa que se pueden llevar sobre su sexualidad y el susto que te puedes llevar, que puedes subir y bajar más rápido que el coche de Carrero Blanco”.

 

6/6 En las redes

Los mensajes desde estos medios han calado en una parte de la sociedad que se ha lanzado a insultar con comentarios transfóbicos y a amenazar a Cassandra en las redes a diario. Esta es sólo una pequeña muestra de los tuits que recibe a diario:

 

 

La odisea de ser inmigrante LGBT en Italia

Casos recientes como el de Adriana, una mujer transexual recluída en un CIE masculino han puesto en evidencia que el país no está preparado para gestionar las particularidades de la inmigración LGBT.

Ser inmigrante y además LGBT en Italia es un camino plagado de espinas, donde vacíos legales y desprotección se dan la mano

Llegar a Italia como inmigrante irregular es tortuoso. Quien además es gay, lesbiana, bisexual o transexual se enfrenta a una espiral de discriminación y un doble muro en ocasiones imposible de remontar. Adriana es una inmigrante brasileña de 34 años que lleva 17 en el país. Una vez superado el choque inicial de la llegada y después de haber conseguido un trabajo y construído una vida en el país de destino, se ha enfrentado a una nueva adversidad ligada a su identidad de género: es transexual y ha perdido su último empleo y con él su permiso de residencia, por lo que para mantener su vida aquí, solo le queda solicitar asilo político. En su región natal, dada su condición, correría peligro. Acaba de salir de un CIE de Brindisi, en el sur, en el que ha estado recluida durante más de un mes en la sección masculina. Pero ella es una mujer, aunque su documento de identidad no lo recoja así.

Cuando ya no podía más, inició una huelga de hambre y tuvo que pasar 10 días en ese trance para que las autoridades escucharan su petición y la sacaran de allí. Todavía no se ha resuelto su petición de asilo, pero le han concedido un permiso temporal para que pueda esperar en libertad. Ahora que su lucha ha dado sus primeros frutos, quiere seguir peleando por que nadie más vuelva a pasar por lo mismo que ha pasado ella. Poco antes de salir, Adriana contó su historia a Público desde el centro.

Allí dentro tenía que compartir cuarto con otros 8 hombres de diferentes nacionalidades. Aunque cuenta que sus compañeros de “celda” siempre fueron respetuosos con ella, no olvida lo que ha vivido allí. “Estaba aterrada y buscaba las cámaras de seguridad para dormir debajo de ellas”, tampoco a lo que se ha enfrentado: “muchos internos me han amenazado diciéndome que iban a matarme o rajarme o espetándome cosas tan hirientes como que Hitler debería haber limpiado también toda sudamérica”.

Llegó aquí “con el sueño de conocer Europa” y ahora toda su familia está en Italia: su madre, su hermana y sus sobrinos, esperando angustiados a que se remedie su coyuntura, toda su vida está en Nápoles y ella quiere quedarse. “Amo Italia, sus costumbres y su modo de vida, quiero vivir aquí hasta el final de mis días”, cuenta a este diario. “Hasta ahora no había denunciado mi situación por miedo; tampoco quería perjudicar a nadie porque muchos de los que me han amenazado también son personas que tienen una familia detrás, he intentado ser comprensiva todo lo posible, pero llega un punto en el que no es posible mantener la calma”.

Adriana, retenida en un CIE masculino en Italia

Porpora Marcasciano es la presidenta del Movimiento de Identidad Transexual, MIT, que está ayudando a Adriana en su odisea. “La violencia se ha convertido en algo tan difuso que las víctimas no la denuncian porque la dan por descontada, están acostumbradas a ella y una persona ya de por sí frágil como un transexual, dentro de un CIE queda completamente anulada”, explica a Público.

Adriana ahora se siente fuerte y no le tiembla la voz para pedir una segunda oportunidad en Italia: “he pagado mis impuestos durante los más de 10 años que he estado trabajando aquí y ahora que no encuentro un contrato de trabajo, es desolador que no se me trate de forma humana”.

A pesar de lo particular de su tesitura, el caso de adriana no es único y desde el MIT denuncian que existen muchas más personas en circunstancias similares que no han tenido la oportunidad de dar a conocer su lance.

“Son condiciones de las que hay que avergonzarse. Un atropello a los derechos humanos”, clama Marcasciano mientras pide que se solucionen las cuestiones de todas las personas que están obligadas a permanecer en estructuras que no son idóneas conforme a su condición. En Italia no hay centros para atender las necesidades específicas de cualquier persona del colectivo LGBT. “Pueden verse como un capricho, pero no lo son, sin ellos se crea un doble problema: el más grave es para quien sufre la violencia y otras vicisitudes, pero también afecta a quien gestiona los centros, porque no saben cómo comportarse ni dónde colocar a la persona”, aclara Porpora.

La controversia surge cuando el documento de identificación dice una cosa y el propio cuerpo otra. En Italia tampoco existe una ley que permita ligar el nombre a la propia identidad, sino que , a diferencia de España, es necesario pasar por una operación de reasignación de sexo para poder modificar los datos del carné y muchos transexuales no pueden o no quieren someterse a la operación por diversos motivos. “Lo que tienes cuando naces es lo que permanece en los documentos”, sentencia Porpora, que también explica que esta situación es idéntica en cárceles, hospitales y otros centros de acogida donde existen secciones diferenciadas para hombres y mujeres.

Los lugares de acogida actuales tampoco cuentan con los medios necesarios para cubrir las necesidades básicas de los transexuales. Adriana empezó en Italia su “camino para ser mujer”, como ella lo llama, una terapia hormonal con la que debe medicarse a diario, pero en el CIE no ha podido hacerlo porque no le ofrecían la posibilidad de adquirir las pastillas ni de tener el seguimiento de un endocrino que pudiera controlar su tratamiento, aunque llevaba tiempo pidiéndolo. Eso le ha supuesto que sus rasgos genéticos masculinos comiencen a aflorar y entre otras cosas, le haya empezado a crecer la barba. “Me da vergüenza, es extraño, no deja que te sientas como tú eres, es como si algo en tu cuerpo estuviera mutando, como si no me reconociera”, relata a este diario, en el único momento de la conversación en el que la voz le sale entrecortada.

Fuera de los centros de reclusión o acogida, la posición de los transexuales en Italia también es grave. Según un informe del ‘Trans Murder Monitoring Project’, de la organización europea ‘Transgender Europe’, TGEU, publicado a finales de 2016, Italia es el país de Europa donde más transexuales fueron asesinadas en los últimos 8 años: 30 en conjunto, mientras en España fueron 8 los crímenes en el mismo periodo y 5 en Francia. Del estudio se desprende también otro dato preopcupante: del total de víctimas, el 70% eran inmigrantes.

Este año, el Gobierno italiano espera una cifra récord de llegada de inmigrantes: calcula en torno a 250.000, 70.000 más que el año pasado. Individuar entre la masa qué casos están en riesgo de sufrir violencia y extrema exclusión por su orientación sexual o identidad de género es una tarea ardua. No hay estadísticas ni datos oficiales al respecto. Son personas que huyen de una discriminación extrema y es difícil que descubran abiertamente su condición. “Es necesario desarrollar iniciativas de protección porque la demanda existe y es cada vez más alta. Las autoridades necesitan tomar conciencia de esta cuestión y no se puede pretender resolver de forma superficial sino en profundidad”, se lamenta Porpora.

“Las instituciones deberían tambien prestar atencion a lo que hacemos desde los colectivos”, alega la presidenta del MIT para justificar la labor que hacen allí donde el Estado no llega.

Desde el MIT y en colaboración con otras asociaciones tenían prevista la apertura inminente de una casa de acogida para inmigrantes del colectivo LGBT en Bolonia, al norte del país, que iba a ser la primera en Italia, siguiendo el ejemplo de Berlín. Se trataba de un proyecto reconocido y aprobado por el Ministerio del Interior, pero una investigación del programa de Mediaset ‘Le Iene’ denunció que, al parecer, en un local de una de las asociaciones se ejercía la prostitución y como consecuencia, la Oficina Antidiscriminaciones Raciales, UNAR, ha bloqueado todos los fondos y proyectos del resto de asociaciones. Por el momento hay tres personas inmigrantes transexuales que estaban destinadas a ese punto de acogida reinstaladas en otros centros y otras tres: una jordana y dos sirias que esperaban llegar a Bolonia a través de los llamados ‘pasillos humanitarios’ bloqueadas en un campo de refugiados en el Líbano.

En la asociación ‘Arci Gay’ ayudan a italianos e inmigrantes homosexuales que necesitan asistencia legal y orientación y realizan labores de mediación cultural. “La verdadera situación de emergencia es para los inmigrantes homosexuales que llegan en barcazas y no encuentran en este país la acogida necesaria y el tratamiento justo al que tienen derecho”, expone a este medio el presidente de esta sociedad, Flavio Romani.

Flash mob durante la Fiesta del Orgullo Gay de 2016 en Milán. – AFP

La postura con la que Italia mira hacia esta realidad está marcada “por el aire político y cultural que respiramos, con una presencia invasiva del Vaticano y de las derechas más populistas y con 30 años a la espalda de políticas con mensajes homófobos, racistas y transfóbicos”, según Porpora. “Italia no es la sacristía del Vaticano, debería ser un país laico; la iglesia tiene posiciones muy intransigentes respecto a nosotros”, sentencia.

Para el presidente de Arci Gay, el catolicismo es un factor a tener en cuenta, pero sobre todo es “la coartada de una clase política que no ha sabido afrontar sus responsabilidades”. “Italia no creo que sea mucho más católica que España y allí disfrutan de una ley de matrimonio homosexual desde hace 12 años”, zanja.

Un germen hacia la apertura en este respecto, aunque tibio, llegó a mediados del año pasado, con la ley de uniones civiles homosexuales, aunque no permite el matrimonio entre personas del mismo sexo ni que uno de los miembros de la pareja adopte a los hijos biológicos de su cónyuge. Italia ha empezado a legislar sobre esta materia décadas después que el resto de países vecinos europeos.

Romani aclara que es un paso importante, y “se está avanzando en la dirección apropiada pero aún queda camino por recorrer”. En cambio, para Mario Adinolfi, un tradicional combatiente contra esta ley y defensor de la familia “natural basada en el matrimonio”, como explica a Público, la reciente norma “conducirá a prácticas que consideramos violentas y criminales como el útero de alquiler y acabará por legitimizar la compraventa de niños”.

El ‘Popolo della Famiglia’ de Adinolfi y otras entidades similares organizan el ‘Family Day’, una jornada de grandes manifestaciones, que tradicionalmente cuentan con la presencia de numerosos políticos y parlamentarios, en defensa de los valores tradicionales católicos de la familia y contra el aumento de derechos para las familias homosexuales.

A esto se suma la desprotección a la que se enfrentan las personas LGBT ante los abusos, ya que no hay una ley que castigue la homofobia ni la transfobia y la incitación al odio por motivos de orientación sexual no está prohibida en Italia. Para Romani, estos ejemplos son “anacronismos políticos que no deberían existir”.

A este respecto, se avecinan días de polémica en Italia, ya que el controvertido autobús tránsfobo circulará próximamente por las ciudades italianas, después de haber seguido con interés el caso español, según ha confirmado a Público el responsable de ‘CityzenGo Italia’, Filippo Savarese, para “demostrar que quien piensa que existe una naturaleza en las cosas y hombre es hombre y mujer es mujer está duramente atacado”.

Teoría marica o el insulto como bandera

Además de ser una forma ingeniosa de desmontar al interlocutor, la reapropiación del insulto es un acto de reivindicación política

Pintada con el mensaje “Stay queer, stay rebel” en Bari, 2014. DENIS BOCQUET CC.

Es habitual que en las conversaciones en las que se nombra el feminismo surjan voces críticas (y frecuentemente desinformadas) que preguntan con indignación por qué se usa el término “feminismo” para hablar de la lucha política por los derechos de las mujeres. Aunque con distintas variaciones, el argumento estrella al que se alude con frecuencia para señalar la supuesta inadecuación de la palabra feminista es que si se trata de un movimiento político que busca la igualdad, ¿no habría de llamarse igualitarismo?

Lo que suele ser menos conocido es que la palabra feminismo, antes de ser una etiqueta política, era usada como insulto.

La palabra feminismo nace muy lejos de la lucha civil y de las reclamaciones políticas con las que hoy asociamos el término.  La acuña el médico francés Fanneau de La Cour a finales del siglo XIX para referirse al cuadro clínico que presentaban los hombres enfermos de tuberculosis que perdían los caracteres sexuales secundarios: se decía que los pacientes tuberculosos a los que se les caía la barba y se les redondeaban las facciones sufrían de feminismo, porque parecía que se feminizaban.

En 1872, Alejandro Dumas hijo (hijo del Alejandro Dumas de ‘Los Tres Mosqueteros’ y también escritor) retoma la palabra feminista en un folleto con el muy prometedor título de ‘El hombre-mujer’ para referirse con desprecio y cierto cachondeo a los hombres que apoyan la causa sufragista. Según Dumas, aquellos hombres que simpatizaban con la lucha de las mujeres por sus derechos sufrían de feminismo, es decir, eran (metafóricamente) hombres que habían perdido su virilidad y se habían feminizado, como les ocurría a los tuberculosos. Unos años más tarde, la sufragista francesa y pionera feminista Hubertine Auclert se reapropia del término feminismo para usarlo en el sentido político con el que hoy lo conocemos.

Feminista es solo un ejemplo más del proceso de reapropiación de un insulto por parte del colectivo al que se busca atacar. Puta, bollera o maricón son otros casos recientes de palabras acuñadas y usadas en su origen con intención peyorativa que han sido reclamadas y asumidas con orgullo por el propio colectivo insultado.

Además de ser una forma ingeniosa de desmontar al interlocutor, la reapropiación del insulto es un acto de reivindicación política. Cuando nos reapropiamos de un insulto, lo que estamos haciendo es abrazar con alegría aquello con lo que los otros aspiraban a estigmatizarnos, dejando claro que no sentimos ninguna vergüenza ni deshonra por aquello que intentan afearnos. Al hacer bandera de la ofensa, no solo se desactiva el insulto y se desmonta el ataque, sino que además se le da la vuelta a la tortilla poniendo en evidencia a quien intentaba herir.

Los insultos funcionan como el dinero o como el prestigio: solo tienen valor mientras el grupo se lo otorgue, así que si el propio colectivo insultado pasa a autodenominarse con el término con el que se le intenta ofender, el insulto deja de funcionar.

Queer es una palabra que se ha colado en los últimos años en el activismo LGTB+ y en la rama de la filosofía que analiza de forma crítica y disidente la identidad y la orientación sexual hegemónicas. Hay teoría queer, movimiento queer, activismo queer, cine queer, hasta tango queer. Si no conocemos la historia de la palabra, en español queer nos puede parecer un tecnicismo académico propio de manifiestos activistas o disertaciones filosóficas. Pero bajo su aspecto inofensivo, la palabraqueer también esconde la historia de un insulto reapropiado.

Queer era una palabra habitual en inglés para referirse despectivamente a toda aquella persona que se salía de los estrechos márgenes de la normalidad sexual imperante y que fue reapropiada por el activismo LGTB a finales de los años ochenta. El equivalente en español más cercano podría ser rarito, desviado o maricón, según el contexto. Al traernos queer tal cual al español, hemos perdido por el camino toda la connotación histórica que la palabra tenía en su origen, y, por lo tanto, también nos hemos quedado sin buena parte de su fuerza política, puesto que su significado original es opaco para los hispanoparlantes.

La palabra queer no es solo una etiqueta para denominar una identidad, sino que es en sí misma un acto de reivindicación que perdemos cuando importamos el anglicismo. Basta con imaginar el cortocircuito mental que habría producido a LGTBfóbicos y hazteoiristas en general descubrir que hay seminarios universitarios dedicados a “teoría marica” y “estudios transmaricabollo” para comprobar la ausencia de connotación política que tiene en español la aparentemente inocua queer.

Feminismo y queer son dos palabras que, a pesar de gozar de buena salud lingüística en español, han perdido parte de su memoria histórica por el camino: en el caso de feminismo, por amnesia colectiva; en el caso de queer, porque al traernos el extranjerismo, necesariamente nos quedamos sin la tradición histórica que arrastra en su lengua original.

Conocer y recordar el origen de estas palabras es una forma de reivindicar y mantener vivas las luchas políticas que nos han traído hasta aquí.

La imagen de este artículo es de Denis Bocquet.

El ‘transbús’ de los niños y las niñas transexuales

«Estábamos en clase y salió el tema del autobús. Y todos empezaron a decir que les parecía bien el eslogan. Lo peor fue que lo decían quienes yo creía que lo habían entendido todo, mis amigos, a los que les había explicado que los genitales no determinan la identidad sexual. Me hizo cuestionarme si lo entendían de verdad. Fue un mazazo. Ahora me pregunto si mi vida será siempre así, si la gente con la que me encuentre lo entenderá».

Habla Izan, 16 años, futuro psicólogo. Izan con el nombre oficialmente cambiado para que lo llamen como es en su pueblo de Castilla-La Mancha y en el mundo entero. Izan hormonado y operado del pecho para parecer por fuera lo que siempre se sintió por dentro.

Izan, chico con vulva.

Izan, chico.

El primer autobús deHazte Oir hizo más paradas de las que parece. Aquel Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen de la semana pasada aún despierta amores y ascos, un asteroide de reacciones a favor y en contra impactando en el centro de la convivencia patria. Todo el mundo habla… menos los niños y las niñas. ¿Qué piensan los niños con vulva y las niñas con pene?

«Ese mensaje agrede y molesta. Y es mentira», dice Pablo.

«Generan odio y confusión», dice Izan.

«Un genital no hará que mi hermano pare de ser él mismo», dice Nahia…

«Necesitamos respeto», dice Ian.

«Quien odie a gays, lesbianas o transexuales no tiene cerebro», dice Julia.

«Basta ya de humillaciones, ¿tanto nos cuesta ser personas?», dice Alex.

Acostumbrados a la diferencia, especializados en las miradas del mundo exterior, los menores transexuales han visto aparcar el autobús de Hazte Oir en medio de sus vidas.

Y desde sus mundos interiores, mientras parecía que hacían otras cosas, han ido dibujando, escribiendo, grabando y contando lo que sienten.

En la última semana, la Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis ha recibido testimonios, mensajes de WhatsApp, pantallazos de Facebook, notas de voz, cartas y dibujos de niños y niñas que expresan su reacción ante el mensaje del autobús de Hazte Oir o que cuentan qué ha pasado en sus vidas cuando los entornos en los que crecen han abordado el asunto.

Ésta es la ruta del otro autobús, del autobús de los niños con vulva y las niñas con pene, el autobús de los menores transexuales. El transbús.

Nahia tiene 13 años, devora libros y escribe en consecuencia. Tiene un hermano transexual, Zuhar, un pequeñajo de 7 años que siempre ha sabido lo que es. Lo cuenta desde Hondarribia, Patricia, la madre de ambos: «Zuhar está feliz. Vive muy bien su identidad. Cuando algunos le dicen algo malo, yo le inculco que lo hacen porque no saben. Le digo: ‘Si ellos no saben que hay niños con vulva, tú les enseñas que los hay’. No les insulto, siempre le digo que hay que enseñar a la gente. Él no sabe nada de lo del autobús, es muy pequeño, no veíamos útil que lo supiera. Bastante tiene con enseñar al mundo lo que el mundo no sabe. Su labor es la pera».

Pero Nahia sí sabe del autobús. No se ha montado en él, pero lo ha visto pararse en sus narices. Por eso, el domingo se juntó con su amiga Nahikari y dibujó su autobús, el autobús de su hermano y tantos hermanos, un transbús pintado de naranja con un latigazo de ironía: ‘Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen’… y junto a ese lema, su pintada genial: ‘No siempre’.

Como Nahia va para escritora, agarró el rotulador y redactó, con hambre de tildes, una nota para llevarse de viaje: «Es un mensaje que lo único que produce es incitación al odio entre personas. Mensajes como este (sic) ya son agua pasada. Ideales presentes en la época de los neandertales. Día a día, poco a poco, los niños y niñas tienen libertad de definir quienes (sic) son. Un genital no hará que paren de ser ellos mismos. Cada vez más gente va entendiéndolo, esta (sic) es la realidad. Hay niñas con pene y niños con vulva».

Si no fuera porque tiene 7 años, se diría que Ian (Cataluña) juega a ver informativos. Su dibujo no es un autobús. Es una caravana. Un crack. Con sus ceras de talento y su cabeza de colores, Ian pintó un furgón directo, una transcaravana sin rodeos: (sic) «A quien importa lo que yo tenga si penis o vulva. Soy un niño trans y punto !! Y necesitamos respeto!! Gracias!!! Transexualidad!».

Pablo tiene 11 años y vive en Sevilla. El viernes, en plena polémica nacional por el primer autobús de Hazte Oir, unos niños de su clase le bajaron los pantalones. Llegó a casa, dejó pasar unos días y escribió una nota para Chrysallis y para quien quiera escuchar su tinta: «Me parece muy bien que cada persona se exprese como quiera, pero no agrediendo a otras (y menos cuando no tienen razón). El pasado miércoles salió el autobús de Hazte Oir a las calles de Madrid expresando su mensaje: ‘Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva’. Ese mensaje, aparte de ser mentira, molesta a las personas transexuales. Espero que nunca más se diga ese mensaje. Stop a la transfobia».

Desde su casa castellana, Izan describe sin titubear una vida para detenerse en cada cosa: «Esto es un pueblo pequeño, siempre he tenido problemas. En cuanto me corté el pelo, se me esfumaron 30 amigos. Me ven como un bicho raro. En el vestuario de los chicos, todos se apartan de mí y se van a un rincón; piensan que les voy a hacer algo. Aun así, las cosas habían mejorado un poco, pero con esto del autobús, la incomprensión ha vuelto».

– ¿Y qué se ve cuando se acerca el autobús?

Rabia. No entiendo qué necesidad hay de ese mensaje. Y no sé cuántos más habrá. Genera odio y confusión. Son ultras y yo me siento perseguido y atacado. Incluso por los que dicen que me entienden. Ya nunca sabré si hablo con alguien que me trata como masculino porque lo cree y lo entiende o porque es así como cree que me tiene que tratar por hábito o costumbre.

Volvemos a Hondarribia. Estamos al teléfono con Patricia y le pedimos que haga de enviada especial de EL MUNDO a su propia hija, que no queremos molestar a la cría.

Patricia, pregúntale a Nahia qué les diría a los señores del autobús si los tuviera enfrente.

Y en eso, la madre traslada la pregunta, le pide a la niña que no sea tímida y se lleva una respuesta para terminar esta historia.

Que se bajen del autobús y sonrían.

“El día que acepté y entendí que quería llevar calzoncillos, él y yo fuimos mucho más felices”

La integrante de Chrysallis, Beatriz Séver, mádre de un niño con vulva, dice que su lucha es hacer felices a los menores

Una de las marquesinas de San Sebastián con la campaña original de Chrysallis. JAVIER HERNÁNDEZ

Chrysallis Euskal Herria, Asociación de Familias de Menores Transexuales, no quiere polémicas que “no conducen a nada”. Sus miembros, padres y madres con niños y niñas cuyo sexo no se corresponde con el de nacimiento, incluso entienden el mensaje de los ultracatólicos de Hazte Oír porque, como recuerdan, ellos se lo dijeron primero a sus hijos. Pero una vez constatada la realidad de cada niño, de cada persona, lo que no entienden, es que por motivos religiosos, o por los que sea, propongan imponer el sexo que se lleva entre las piernas, al “sexo sentido”.

“En cierta manera entiendo a quienes piensan de esa manera porque yo a mi hijo le decía lo mismo. No puedes ser niño porque tienes vulva. El día que acepté y entendí que quería llevar calzoncillos, él y yo fuimos mucho más felices”, asegura Beatriz Séver en Getxo, en su casa, junto a algunos de los carteles de la campaña que ha provocado la airada reacción de los ultracatólicos, y una amplia solidaridad del resto de la sociedad. La campaña se lanzó el día 10 de enero y terminó el 16 de ese mismo mes gracias a la donación de un financiero de Nueva York, al que impresionó un vídeo que vio de forma casual, con el trabajo que algunos padres y madres estaban haciendo con sus hijos en un centro educativo concertado de Getxo, Bizkaia.

“Les hemos dicho lo del autobús muchas veces a nuestros hijos, pero hemos aprendido”, asegura repite Séver. “Pero más allá de esas y otras acciones de Hazte Oír nuestra única guerra es hacer que nuestros hijos sean felices y las familias que se enfrentan a situaciones como estas tengan un entorno de aprendizaje no traumático, es decir, que todos sean lo más felices con su cuerpo, con su entorno y con su futuro”.

Rechazan incluso entrar en un cruce dialéctico con la asociación ultracatólica que les ha llevado a los tribunales, con una acusación terrible de “corrupción de menores”. Hazte Oír, la asociación que todavía no ha podido poner en circulación el autobús que vincula el sexo de los niños a la forma de sus genitales a instancias de un juzgado, denunció a los padres y madres de Chrysallis ante la fiscalía de Gipuzkoa por el presunto delito de corromper a sus hijos. Están atacando la campaña “hay niñas con pene y niños con vulva” por tierra mar y aire, “pero nosotros y nosotras tenemos mucho trabajo por delante con mejorar el entorno de nuestros hijos” como para “perdernos con esas batallas”, dice Beatriz Séver.

En apenas un mes, desde que lanzaron la campaña han sufrido ataques en Pamplona, donde desconocidos atacaron varias marquesinas con los carteles. Facebook les emplazó al día siguiente a colgar los carteles en su página de la red social a que los quitaran por exhibir los genitales masculinos y femeninos, -pese a que eran dibujos- aunque a la vista de la repercusión retiraron la petición. Sí la mantuvieron con los carteles en euskera. Y recientemente están viendo como Hazte Oír intenta por todos los medios contrarrestar su campaña con un autobús con un mensaje tránsfobo, y con la denuncia por corrupción de menores que Hazte Oír canalizó a través del Centro de Estudios Jurídicos Tomás Moro, cuyo lema es “Cristianizando el Derecho, cristianizando la sociedad”.

Frente a esa visión, desde Chrysallis ofrecen información. La gran repercusión que tuvieron los documentos pedagógicos con los que trabajan con todos los menores en Getxo, les han obligado a traducirlos a ocho idiomas, incluido el chino. Se han producido cientos de miles de descargas de documento Chicos y chicas. Identidad y cuerpo que está colgado en su cuenta de Facebook. Lo que reclaman de las instituciones son protocolos individualizados para sus hijos y fuera del área de psiquiatría, además de centros como Kattalingune en Navarra. Piden que como en ese caso, en Euskadi y el resto de España, estén atendidos por un sexólogo. Creen que simplemente con esas previsiones, y con formación específica a los profesores de los centros educativos cuando se presentan los casos, se podría avanzar seriamente en el objetivo de reducir el dramático porcentaje de suicidios de transexuales, que según los datos que maneja la asociación es del 42%.

Los entorno a 40 madres y padres de la asociación Chrysallis están, pese a todo, muy satisfechos porque su lucha va a permitir que sus hijos sean la primera generación que va a vivir con el sexo que sienten. Creen que los avances educativos, sociales, políticos y judiciales que se están produciendo superan en mucho a las resistencias como las de Hazte Oír. Creen que la Organización Mundial de la Salud, acabará, más pronto que tarde, quitándole a la transexualidad, el apelativo de patología o de trastorno.