“Soy puta por elección. No quería trabajar 12 horas por 600 euros”

Valérie May forma parte de un movimiento en España que defiende el trabajo sexual por voluntad propia. “No quiero seguir en este sistema laboral”, añade. Natalia Ferrari soportó sólo tres días trabajar en un McDonald’s. “Debería haber empezado a prostituirme mucho antes”, se lamenta.

valerie-may-tiene-28-anos-y-se-define-como-una-escort-alternativa

Valérie May tiene 28 años y se define como una escort alternativa. Adriana Domínguez

La vida de Valérie May puede leerse a través de su cuerpo. Su brazo izquierdo lo ocupa, casi por completo, un enorme tatuaje con diferentes dibujos: un cerdo, tomates, una flor de loto… Representan todos ellos el vegetarianismo, régimen alimentario que sigue desde hace tiempo. La gran composición desemboca en un triángulo que se hizo cuando trabajaba como integradora social. Tiene otro tatuaje en las costillas que se hizo con su hermana con la palabra sisters.

En el escote lleva en tinta un cuadro del pintor Alfons Mucha que simboliza el feminismo. Su perro está en la pierna izquierda. En la barriga reposa una estrella japonesa que se hizo a los 17 años y que significa ‘esperanza’. El próximo que se hará será el de una pin-up con la palabra ’empoderada’ en inglés. Lo hará en honor a su profesión: la de puta.

Valérie May es una de tantas mujeres que hay en España ejerciendo el trabajo sexual por voluntad propia. Putas y feministas que, como si fuese una alfombra, le han dado una sacudida a la palabra hasta hacer caer todos los estigmas que, igual que motas de polvo, viven aferradas a ella. Son mujeres que entienden que el feminismo implica tomar el control de sus propios cuerpos y que sea respetable. Que no glorifican su trabajo, pero que lo defienden por ser la mejor opción para ellas. Por ser su elección.

“La sociedad prefiere que seas camarera trabajando doce horas al día por 600 euros a trabajar en esto”, afirma Valérie May. Se define en su página web como una escort alternativa. Tiene el pelo verde y lleva los labios de color carmín. Se reparte el trabajo entre Tarragona y lo que le sale en Barcelona. Tiene 28 años y lleva algo más de seis meses prostituyéndose.

CASTING PARA ELEGIR CLIENTE

Su madre fue la primera persona en saberlo. Sabe que decidió ejercer esta labor sin esconderse. Sin dobles vidas. Pero muchos conocidos se extrañan. ¿Cómo decidió eso teniendo estudios y experiencia laboral? La respuesta para ella es fácil: “No quiero seguir formando parte de este sistema laboral”, explica.

la-primera-persona-en-saber-que-valerie-ejercia-la-prostitucion-fue-su-madre

La primera persona en saber que Valérie ejercía la prostitución fue su madre. Adriana Domínguez

Y porque tiene dos dedos de frente, dice. “Una de las cosas que la gente piensa cuando te metes en esto es que te va a dar por el alcohol, las drogas, y que te vas a acostar con cualquiera. Y todo lo contrario. No he fumado en mi vida y escojo a mis clientes. Un masajista ofrece sus manos a cambio de una experiencia concreta. Pues lo mío es lo mismo. No vendo mi cuerpo porque eso es hacerte propiedad de algo. Y yo no me hago propiedad de nadie. Llego a casa con todas mis partes”, dice riéndose.

Valérie May hace una valoración previa antes de tener un encuentro con uno de sus clientes. Si no cree que vaya a conseguir una conexión desde el principio no queda con ellos. Por ejemplo, no acepta a hombres machistas ni a personas que se crean que están en una situación superior porque ella sea puta. Reconoce que tampoco estaría con un cazador.

Cuenta que con el primer cliente rompió el estigma. Era un chico más joven que ella. “Los clientes son personas completamente normales”, afirma.

natalia-ferrari-se-define-como-vegana-bisexual-atea-y-antinatalista

Natalia Ferrari se define como vegana, bisexual, atea y antinatalista. Mai Oltra

La asociación Aprosex ayuda a mujeres que, como Valérie, están iniciándose en la profesión. Una de esas mujeres es Shirley McLaren. Su nombre artístico recuerda al de Shirley MacLaine, la actriz de Irma la dulce. Pero ella recalca que no lo escogió por eso. Lo de Shirley es porque es fan de la cantante escocesa del grupo Garbage. El apellido es porque le apasiona el automovilismo. Y Ferraris ya había unas cuantas.

“Lo que ha pasado con la crisis es que muchas mujeres, al perder su trabajo y no tener problemas con tener sexo con desconocidos se han lanzado a esto. Pero, claro, sin guía. Y como cualquier faena, te tienes que estar reinventando, actualizando. Aprendiendo. El problema es que aquí, como todos follamos, la gente se cree que lo puede hacer bien. Hay gente que puede cocinar muy bien en su casa pero luego no puedes ser jefe de cocina. Aquí pasa lo mismo. Tienes que profesionalizarte, estás atenta a muchas cuestiones”, dice.

Shirley es una mujer transexual que lleva varios años viviendo en España. Nació en México. Allí estudió periodismo. Hace más de una década que ejerce la prostitución. Responde a los abolicionistas con determinación: “Nosotras somos las que tenemos la sartén por el mango. El discursito del abolicionista es que paga por nuestro cuerpo, así que el cliente puede hacer con nosotras lo que quiere. Eso es mentira. Y además es súper peligroso. Al repetirse esa conducta, acaba calando en todos los imaginarios: en las chicas que están empezando, que se acaban creyendo que pueden hacer con ellas lo que quieran; y con los clientes. ¿Las abolicionistas, entonces, nos protegen a nosotras o están protegiendo su modus vivendi?”, se pregunta.

ferrari-encontro-en-la-prostitucion-condiciones-que-le-resultaron-muy-atractivas

Ferrari encontró en la prostitución condiciones que le resultaron muy atractivas Mai Oltra

Yo no podría trabajar en un matadero porque se me revolverían las tripas, como a otras mujeres se les pueden revolver al comerse la polla de un señor”, explica.

Shirley define a las prostitutas como “artistas del sexo”. “Cada relación no sale igual, es independiente. Es como si tuvieras un huipil (una prenda artesana mexicana). Cada una es diferente porque se hace a mano y es individual. Y eso tiene que tener un coste. No vendemos un producto de necesidad. Vendemos un producto de lujo”, dice. Y eso es algo que no todas las novatas tienen en cuenta a la hora de fijar los precios.

Sobre los clientes tampoco tiene nada malo que decir. Si son educados, limpios y no la regatean, todo está bien. Y si encima tienen buena conversación y le traen regalos, pues mejor.

LA LUCHA POLÍTICA DE LAS ‘PUTAS INDIGNADAS’

Yo no podría trabajar en un matadero porque se me revolverían las tripas, como a otras mujeres se les pueden revolver al comerse la polla de un señor”, explica.

Shirley define a las prostitutas como “artistas del sexo”. “Cada relación no sale igual, es independiente. Es como si tuvieras un huipil (una prenda artesana mexicana). Cada una es diferente porque se hace a mano y es individual. Y eso tiene que tener un coste. No vendemos un producto de necesidad. Vendemos un producto de lujo”, dice. Y eso es algo que no todas las novatas tienen en cuenta a la hora de fijar los precios.

Sobre los clientes tampoco tiene nada malo que decir. Si son educados, limpios y no la regatean, todo está bien. Y si encima tienen buena conversación y le traen regalos, pues mejor.

LA LUCHA POLÍTICA DE LAS ‘PUTAS INDIGNADAS’

paula-ezquerra-se-considera-una-puta-activista-fue-portavoz-de-la-plataforma-putas-indignadas

Paula Ezquerra se considera una puta activista. Fue portavoz de la plataforma Putas Indignadas. Cedida

 

Su lucha también va por la rama política. Ha intentado hablar y reunirse con diferentes políticos. Pero todavía no ha obtenido una respuesta clara. “Ciudadanos pide que seamos autónomas. ¿Pero por qué no podemos trabajar para terceros que paguen nuestra seguridad social como cualquier otra empresa? Simplemente porque trabajamos con los genitales”.

Explica que no consigue hablar con Alberto Garzón y que una vez charló cinco minutos con Íñigo Errejón, ambos de Unidos Podemos. Pero ninguno acaba por determinarse a su favor. “Los derechos humanos no se pueden debatir. Sabemos que hay cosas muy feas en nuestro trabajo, eso no lo vamos a negar. Pero igual que en otros sectores. Para hacer un móvil sabemos cómo se consigue el coltán. Pero nadie dice que hay que acabar con la minería o que hay que abolir la industria tecnológica. No. La única industria que dicen que hay que abolir porque hay trata y hay violación de los derechos humanos es la de la prostitución”, asegura.

Además de Aprosex, sólo en Barcelona hay otras tres organizaciones más que velan por los derechos de las trabajadoras sexuales: Putas Indignadas, Putas y Alianzas y la asociación Genera. Durante un tiempo, la portavoz de la primera fue Paula Ezquerra, para dar la cara –“que ellas dan la cara por sí solas, no me necesitan a mí, pero sobre todo ante medios de comunicación por la cuestión del estigma y de la familia”, dice-.

Ahora es portavoz de la asamblea general. Ha hablado con políticos, con organizaciones internacionales. También ha sido consejera de la CUP en el distrito de Ciutat Vella de Barcelona hasta finales de octubre de este año. “Llegué a un acuerdo porque me interesa más concentrar mi lucha en los derechos de las trabajadoras del sexo”, dice. En ese distrito está el barrio del Raval y su calle Robadors, donde se concentran numerosas trabajadoras sexuales.

shirley-es-una-mujer-transexual-que-ejerce-la-prostitucion-desde-hace-mas-de-una-decada

Shirley es una mujer transexual que ejerce la prostitución desde hace más de una década. Adriana Domínguez

Así que Paula Ezquerra es “puta activista”. “O activista puta”. El tema es que lleva desde los 18 años ejerciendo. Ahora tiene 45. Nació en Buenos Aires, tiene doble nacionalidad y ha trabajado en muchas partes del mundo. Y para ella, lo mejor que le ha dado su trabajo es tener tiempo libre. Un beneficio que no habría conseguido con ningún otro empleo, según dice.

“Yo tengo una frase que es: el estigma puta atraviesa a todas las mujeres”, sostiene. “Nosotras nos reapropiamos de la palabra puta, pero creo que todas las mujeres nos la debemos apropiar porque es una manera en la que los hombres nos controlan”. Porque Ezquerra estira el discurso a todas las mujeres, no sólo a las trabajadoras sexuales. “Si tenemos un mayor control sobre nuestro cuerpo y no permitimos que nadie nos diga cómo hacer, o cómo ser o disponer de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad, sensualidad, del erotismo, sin esa mirada acusatoria del patriarcado y del machismo, la sociedad hará un avance impresionante”, dice.

Paula Ezquerra lamenta lo que llaman la “santificación de sus vaginas” y la moralidad impuesta. También que sean expuestas siempre como víctimas, cuando no son vulnerables, sino “vulneradas”.

“DEBERÍA HABER EMPEZADO A PROSTITUIRME ANTES”

Otra de las mujeres que más ha defendido su trabajo como puta en medios de comunicación durante este último año ha sido Natalia Ferrari. Ella, al contrario que otras muchas mujeres, no sólo ha hecho pública su cara. También su nombre.

Cuando comenzó a tomar decisiones sobre cómo iba a trabajar, tenía asumido que debía ponerse un nombre artístico al ver que era lo que todas hacían. “Pero según construía mi discurso y tenía claro que quería trabajar contra el estigma, me di cuenta de que no tenía coherencia para mí ocultarme o separar mi identidad de mi trabajo. Creo que hacerlo es una opción legítima y, teniendo en cuenta que las prostitutas vivimos una discriminación similar a los homosexuales hace 50 o 60 años, en muchos casos el anonimato es más que necesario para nuestra seguridad”, dice.

Y añade: “Muchas compañeras viven con miedo de que en su otro trabajo se enteren y las echen, o sus familias dejen de hablarles, o ya no quieran contratarlas o se nieguen a alquilarles pisos. Sentí que usar mi nombre real y enseñar mi cara no iba a afectarme tanto, pero sí podía marcar una diferencia en otras. Para que se nos vea como personas que hemos decidido este trabajo, que no queremos vivir marginadas y que nos merecemos respeto”.

Natalia Ferrari se define como una mujer “bastante peculiar”. Es vegana, bisexual, atea, antinatalista y sólo practica relaciones abiertas. Dejó el instituto a los 13 años.

Antes de trabajar como meretriz había probado con otros trabajos. “Soportó” estar en un McDonald’s durante tres días y no aguantó más. Lo siguiente fueron otros dos días trabajando como teleoperadora. También estuvo un par de años como vigilante de seguridad y en el servicio de atención al público en un museo. Alguna temporada la pasaba a tiempo completo de voluntaria en una ONG en defensa de los derechos de los animales.

Cuenta que estaba muy cansada de su trabajo, que se veía a sí misma estancada con 30 o 40 años en un empleo precario que no le aportaba nada en el desarrollo personal. Así que entró en pánico. Decidió dejarlo y buscar alternativas. Encontró en la prostitución condiciones que le resultaron muy atractivas.

“La primera vez tenía miedo, por un momento me creí el cuento de que los hombres que pagan son monstruos y que el papel de la puta es el de ser una mujer sumisa. Pero la realidad es que la cita fue incluso más agradable que otras en las que no ha habido dinero de por medio. Tuve la sensación de que debería haber empezado a prostituirme mucho antes”.

una-manifestacion-de-la-plataforma-putas-indignadas-de-la-que-paula-ezquerra-derecha-fue-portavoz

Una manifestación de la plataforma Putas Indignadas, de la que Paula Ezquerra (derecha) fue portavoz. Cedida

La vida invisible de los prostitutos

De izquierda a derecha, el trabajador social Iván Zaro y Eddie, trabajador del sexo

De izquierda a derecha, el trabajador social Iván Zaro y Eddie, trabajador del sexo. ÁNGEL NAVARRETE | GIULIO PIANTADOS

«Condones, lubricantes, folletos VIH, dónde hacerse la prueba, dónde saber si tengo gonorrea, qué pasa si me detienen, dónde se puede solicitar un abogado gratuito…». Toda esta enumeración habita la mochila de Iván Zaro, su «despacho portátil», las herramientas con las que, desde hace 12 años, patea las calles madrileñas con un único objetivo, que los hombres que ejercen la prostitución en la capital conozcan sus derechos sociales y sanitarios. Acaba de publicar el libro La difícil vida fácil (Punto de Vista Editores), un volumen que recoge su experiencia como trabajador social y 12 testimonios sobre prostitución masculina.

Tras las páginas hay historias como la de Eddie, brasileño de 28 años que llegó a España con 22, creyendo que le esperaba una vida mejor, «estable y estudiando». No fue lo que se encontró. «La persona que me recibió en España, brasileño también, acabó cogiéndome el pasaporte, me introdujo en las saunas y me fui adaptando a esa vida. Cuando me devolvieron el pasaporte, ya estaba dentro».

Sin embargo, la de Eddie es hoy una historia de éxito, y fue precisamente conocer a Iván lo que fomentó el punto de inflexión hacia un nuevo camino. A día de hoy continúa ejerciendo la prostitución, sobre todo a través de internet, en páginas web como telechapero.com, pero también se está formando.

«Estudio desde casa un curso técnico en desarrollo de ONG, siempre quise estudiar y quiero hacer Trabajo Social», relata a EL MUNDO. Pero aún no tiene la tarjeta de residencia en España y, además, tuvo que superar una enfermedad, justo cuando el protocolo sanitario español viró y las personas sin papeles dejaron de tener asistencia médica.

«Para mí era una especie de proxenetismo, el Estado le estaba obligando a prostituirse para poder pagar unos medicamentos tan caros, todo lo que Eddie ganaba era para la medicación, no tenía ni para el alquiler ni para nada», sostiene Zaro. «Tuve que gastar mucho dinero, unos 2.500 euros y, psicológicamente, aún no estoy recuperado», prosigue Eddie.

Zaro conoce la realidad de la prostitución desde mucho antes de que comenzara su andadura como trabajador social especializado en el asunto. «Crecí en el madrileño barrio de la Concepción, donde vi muchas cosas desde bien pequeño. Mi abuela tenía una vecina arriba que era prostituta, y he visto a la señora Conchita discutir y reír con su hija, que también ejercía. Para mí, la prostitución no era algo ajeno», relata.

A Eddie lo conoció «en su momento más delicado, su problema de salud era urgente, acuciante, y se le cerraban todas las puertas;en los hospitales le decían que se fuera a su país» y le acompañó «en todo el periplo de exigir, reivindicar y denunciar públicamente la violación de derechos humanos».

Es más, Zaro reconoce que «en la prostitución masculina la inmigración juega un papel fundamental». «La gran mayoría son extranjeros aunque los españoles, a consecuencia de la crisis económica, cada vez tienen mayor representatividad. Los clientes también son mayoritariamente masculinos, aunque también hay un sector femenino en la clientela», resume.

Se acuerda de este Iván, con mochila al hombro de sauna en sauna y también por algunos locales nocturnos, el poeta Luis Antonio de Villena, que presentó el pasado día 19 este compendio de historias y que ha escrito el prólogo que les da pie. «Le recuerdo repartiendo condones cuando acuciaba el sida…», comienza a rememorar el escritor.

«Iván suele emplear el término trabajador sexual, no prostituto. Cuando me pidió el prólogo del libro sólo puse como condición que la profesión se reflejara en él con dignidad y respeto. Y así es como Iván lo ha hecho», avanza.

«La prostitución ejercida por hombres es muy diferente de la que ejercen las mujeres. En el caso de ellas, se repite la figura del chulo que, al mismo tiempo que protege, explota. No lo he visto en el caso de los hombres», cuenta.

Se acuerda de Villena de antaño, cuando los trabajadores sexuales masculinos en España «eran españoles, pobres en su mayoría que se prostituían, en la calle y en algunos bares, y porque necesitaban dinero» practicaban la prostitución. «La expresión que empleaban es ‘me hago una chapa’, dinero que empleaban, por ejemplo, para invitar a su novia», relata. También Zaro menciona en su libro esta expresión, «me hago una chapa», de la que, recuerda Villena, deviene el actual término chapero, para referirse a los trabajadores del sexo.

Sin embargo, según detalla Zaro, es el término gigoló, su estereotipo, el que hace daño. «Mantener este estereotipo es machista y trasnochado, supone perpetuar la aprobación de un rol hipersexual sólo y exclusivamente si eres hombre y heterosexual. Sin embargo, cuando nos referimos a una mujer y a personas LGTB sexualmente activas, parece que la mirada se torna más oscura, se tiende a pensar más en el lado perverso o, aun peor, en el paternalismo de creer ‘que sólo valen para eso’ o ‘no dan para más’», amplía.

También apunta este trabajador social convertido en escritor que «la sociedad se sorprendería al conocer que, en la prostitución masculina, los casos de víctimas de trata con fines de explotación sexual son anecdóticos. Es más bien una forma con la que hacer frente a las necesidades económicas aunque de manera inestable».

Su libro muestra lo invisible: el caso de un niño huérfano de 12 años, edad en la que se inicia en la prostitución, la Puerta del Sol de Madrid como epicentro de la prostitución masculina, los picos -pocos- en los que muchos hombres se acuestan por dinero con otros, las saunas -65 en España dirigidas sólo a hombres-, la prostitución a través de internet -cada vez mayor-, los locales de ocio… Las últimas páginas están reservadas a la esperanza, y ofrecen el caso de tres personas que consiguieron abandonar la espiral de la prostitución.

Hombre con hombre, más estigma

Dice Iván Zaro, el trabajador social que ha hecho posible el libro, que la prostitución masculina tiene un mayor estigma que la femenina porque «hablamos de hombres con hombres. No es lo mismo subrayar tu rol viril, porque culturalmente en España un hombre que va de putas es viril y macho». También desmiente Zaro la idea «de que las mujeres no usen prostitutos». «Se cree que las mujeres pueden follar siempre con quien quieran y es mentira. Pero si son clientes de prostitución no pueden decirlo. Es una sexualidad mermada».

Drogas, webcams y poco dinero: El crudo relato de un ‘prostituto’ en España

Iván Zaro es el autor de ‘La díficil vida fácil’, un libro que narra los testimonios de 12 trabajadores sexuales en nuestro país. Hablamos con él y con uno de estos chicos para descubrir cómo funciona la prostitución masculina en nuestro país.

Francia castigará con multas de hasta 3.500 euros a los clientes de prostitución

Se creará un fondo para ayudar a las prostitutas a que dejen la actividad

Manifestación contra la ley de penalización a los clientes de prostitución en Francia

Manifestación contra la ley de penalización a los clientes de prostitución en Francia Ian LangsdonEFE

Tras un largo tira y afloja entre la Asamblea Nacional y el Senado, Francia aprueba la ley que castiga a los clientes de prostitución y no a las prostitutas. Los clientes serán multados con 1.500 euros y hasta 3.500 euros en caso de reincidencia, con la obligación además de seguir una formación sobre los males de la prostitución.

La medida convierte a Francia en el quinto país europeo que penaliza al comprador de sexo en lugar de al vendedor, después de Suecia, Noruega, Islandia y Reino Unido. Además, el Gobierno va a establecer un fondo de 4,8 millones de euros para ayudar a las que quieran dejar la actividad y facilitará también los trámites para regular la situación en el país de aquellas que sean extranjeras, dado que la mayoría se encuentran en situación irregular. Según las estimaciones oficiales, en Francia hay entre 30.000 y 40.000 prostitutas, en su mayoría procedentes de Europa del Este, África, China y América Latina.

La petición se aprobó por primera vez en el Parlamento en 2013 pero no ha sido finalmente adoptada hasta este miércoles, la cuarta vez que pasaba por la Asamblea tras la negación continua del Senado. En caso de falta de acuerdo, la última palabra la tienen los diputados, como ha sido el caso.

La izquierda se mostraba a favor de la propuesta mientras que la derecha, dividida, decidió establecer libertad de voto en esta última jornada que finalmente pasó la ley con 64 votos a favor y 12 en contra -solo participaron en esta jornada 76 diputados de los 577-. Los radicales de izquierda también cuestionaban la idoneidad de la medida.

Los partidarios de la ley defienden que ayudará a combatir el proxenetismo y las redes de tráfico de personas pero sus detractores aseguran que el temor a la represión llevará a las prostitutas a ocultarse y facilitará que éstas sean maltratadas por clientes y explotadores sexuales.

“Esta ley es indispensable para que no se pueda considerar más como normal la compra del cuerpo de una persona”, declaró la diputada socialista Maud Olivier a la AFP, que considera que el texto convierte finalmente a las prostitutas en “víctimas” y “no ya como delincuentes”.

A través de su cuenta personal de Twitter, el primer ministro Manuel Valls ha saludado la decisión que considera “un avance mayor” para los “derechos de la mujer”.

Mientras el texto se votaba, unas 70 prostitutas participaban en una protesta en los alrededores de la Asamblea Nacional con carteles que clamaban: “Putas con el puño levantado contra la penalización de los clientes”, o “clientes penalizados, putas asesinadas”. Las asociaciones de prostitutas que aseguran realizar su actividad de forma voluntaria temen igualmente una pérdida de ingresos.

Patrullas contra la prostitución

Hombres repartiendo octavillas en las Ramblas en contra de la prostitución

Hombres repartiendo octavillas en las Ramblas en contra de la prostitución. SANTI COGOLLUDO

“Los hombres de verdad no compran mujeres”. El primer cliente al que le entregan un papel con esta frase mira unos segundos hacia el suelo, levanta la cabeza y dice que sólo se va a tomar una copa. El segundo cliente al que le entregan un papel con la misma frase lo rompe en la cara de Pere Soler y su grupo de seis hombres. Los proxenetas montados en coches caros les miran con recelo. Las jóvenes de Europa del Este les insultan. Ellos permanecen impasibles en la puerta de uno de los burdeles de La Junquera, entregando propaganda contra la prostitución a todos los camioneros que hacen una pequeña parada en este municipio fronterizo entre Cataluña y Francia. Aquí hay el doble de mujeres vendiendo su cuerpo que hace 10 años. Muchos llaman al lugar el “paraíso de la prostitución”. Otros, como Pere, coordinador de la Asociación Zeromacho en España, lo consideran el epicentro de la corrupción moral y de la desigualdad de género.

“Tenemos que combatir el machismo empezando por su representación más extrema, la prostitución. Explotar sexualmente a las mujeres es incompatible con la democracia”. Palabra de un hombre que dice sentir estupor al leer que el 20% de los varones españoles reconoce haber pagado por sexo. Por ello, Pere decidió hace unos meses unirse al colectivo Zeromacho, un movimiento que nació hace cinco años en Francia de la mano de Gérard Biard, actual director del semanario satíricoCharlie Hebdo. En sus columnas defiende que se debe multar a los clientes para poner fin a la explotación sexual de la mujer. Sus reivindicaciones ya están en 56 países, con miles de seguidores a pie de calle exigiendo que se prohíba la prostitución. Ahora se acaban de dar a conocer en Barcelona.

“Nos centramos en el problema, que son los clientes. Hay que construir una sociedad igualitaria y no pararemos mientras haya un solo hombre que pueda comprar los servicios sexuales de una mujer“, asegura Pere. Tiene 52 años y trabaja como director de relaciones externas del Parque Audiovisual de Cataluña. A su lado está Bernat Escudero, 38 años, empleado de una empresa hidráulica. Ellos, junto al resto de los 10 hombres que han puesto en marcha este proyecto en España, pasean estos días por el barrio barcelonés del Raval, “intimidando” con discursos sobre igualdad de género a aquellos que se acercan a las prostitutas apostadas en los portales. “También vamos por los institutos, llevamos a ex prostitutas, que explican a los chavales lo que se esconde detrás de ese mundo. Les enseñamos a respetar a las mujeres y a ellos mismos”, cuentan.

-“¿Por qué sólo sois hombres?”

-“La respuesta es sencilla, si nosotros no somos capaces de convencer a otro hombre para que no se vaya de putas, una mujer no lo va a hacer”.

zero macho

“No necesitamos ser salvadas”

Como todas las historias, ésta también tiene dos caras. Por eso hablamos conConcha Borrell, presidenta de Aprosex, la primera asociación de prostitutas que lleva tres años en acción en Barcelona, dando apoyo moral y luchando por los derechos de las chicas que ejercen la prostitución por la normalización del trabajo sexual.

Encontramos a Concha en una manifestación a favor de la regularización de la prostitución, a pocos metros de donde el colectivo Zeromacho entrega panfletos con sus reivindicaciones. “Nosotras no necesitamos ser salvadas. Estaría bien que este grupo de hombres nos hubiera preguntado por nuestra situación. Se creen que no somos lo suficientemente fuertes para ayudarnos entre nosotras”, explica esta catalana de 43 años, terapeuta sexual y prostituta desde hace nueve años. “Lo que están haciendo estos tipos es victimizarnos y quitarnos la voz. No dudo de que sus intenciones sean buenas, pero desde nuestro colectivo llevamos años luchando por nuestros derechos, como ciudadanas y trabajadoras libres, y esto entorpece nuestra lucha”.

Concha lleva dos años en Barcelona dando cursos sobre prostitución, con grupos de seis y siete mujeres, con el objetivo de instruir a las chicas que empiezan a hacer la calle, con nociones básicas para la profesionalización del oficio más antiguo del mundo. “Trabajar en el mundo del sexo no es fácil. Hay que tener una formación”.

Desde Zeromacho no comparten la misma idea. “No está bien que se incite, con esos cursos, a que las chicas se metan a esclavas, que es en lo que te convierte la prostitución. Todas lo hacen a cambio de dinero, ninguna vende su cuerpo porque les guste, sino porque las circunstancias sociales las han llevado allí. Que quede claro que no es un trabajo, es explotación de la mujer”. El colectivo de hombres cada día que pasa tiene más adeptos en España. Ya han firmado su manifiesto más de 200 personas, con la idea de organizar patrullas urbanas en sus ciudades para dar a conocer la realidad que ellos perciben de estas mujeres.

“Muchos pensarán que somos unos frikis o ultracatólicos, pero nada de eso. Sólo queremos construir un país igualitario, sin machismo ni violencia contra las mujeres. Vamos contra los puteros, porque sin ellos no existiría la prostitución, y como consecuencia, desaparecería la trata de personas”.

La prostitución en Barcelona: hacia un escenario de derechos

Las putas también son mujeres, también se organizan, también tienen una voz y por supuesto también tienen derechos, por mucho que a muchos y muchas les incomode”, asegura la concejala de Feminismos del Ayuntamiento de Barcelona

El viernes asistí atónita al inicio de una campaña política contra el Ayuntamiento de Barcelona, una campaña de recogida de firmas de cargos públicos de Catalunya que plantea el rechazo a las políticas de protección de derechos de las trabajadoras del sexo que se está trabajando desde el Ayuntamiento de Barcelona. Este lanzamiento de campaña, en rueda de prensa, ha sido apoyada presencialmente por la presidenta de la Diputación de Barcelona, Mercè Conesa y por las alcaldesas Núria Parlon y Lluïsa Moret, de Santa Coloma y Sant Boi de Llobregat respectivamente.

Esta rueda de prensa no ha sido un acto de defensa de las mujeres. Ha sido un acto partidista y cargado de ligereza. El abordaje de esta problemática no puede hacerse sólo desde el escenario de la comodidad; desde el parapeto de la respetabilidad que disfruta el cargo público es sencillo tratar situaciones complejas como si no lo fueran. El problema es el efecto que producen estas iniciativas. Exactamente lo contrario a lo que dicen defender. La brecha entre los problemas reales de la ciudadanía y las instituciones ha quedado patente el viernes, y lo peor es que, lejos de defender los derechos de las mujeres, ha generado aún más subalternidad y sustrae la dignidad de todo un colectivo, como ellas mismas afirmaban en un comunicado de la Asamblea Pro Derechos Trabajo Sexual de Cataluña.

Nos preocupa el uso estratégico de los derechos de las mujeres por parte de algunos partidos políticos que se han caracterizado precisamente por negar la voz de muchas de estas por el solo hecho de dedicarse profesionalmente al trabajo sexual. Las putas también son mujeres, también se organizan, también tienen una voz y por supuesto, también tienen derechos, por mucho que a muchos y muchas les incomode. Barcelona cuenta con un movimiento de putas feministas potente que ha sido invisibilizado, infantilizado y despreciado históricamente. Para nosotros, sin embargo, son actores imprescindibles a la hora de diseñar estrategias de empoderamiento de las mujeres, y sobre todo, son aliadas firmes en la lucha contra la trata de mujeres con fines de explotación sexual. El argumento persistente de que cualquier estrategia que implique el reconocimiento de los y las trabajadoras sexuales es una forma de normalización de la trata es inaceptable. Barcelona, y todos los gobiernos, deben tener políticas firmes contra la trata y el tráfico pero nunca a costa de los derechos de las mujeres.

De la mano de estas políticas contra la trata hay que apostar pues por los derechos de las que ejercen voluntariamente. En Barcelona hemos aprobado una propuesta para garantizar espacios de trabajo dignos, con condiciones sanitarias y de seguridad y con conexión con los servicios municipales. También estamos facilitando procesos de escucha activa donde las propias trabajadoras sexuales recojan sus necesidades y demandas y las expongan a las instituciones. Asimismo estamos financiando nuevos proyectos para garantizar a todas aquellas que quieran salir de la prostitución itinerarios de empleo no estigmatizadores, y que realmente permitan un cambio cuando así lo decidan.

Estas actuaciones, de forma añadida, deben ir de la mano de políticas que luchen contra la feminización de la pobreza, y desde el gobierno de Barcelona estamos diseñando una estrategia específica con este objetivo. Estas políticas sin embargo, más de fondo, suelen quedar en un segundo plano en el debate sobre la prostitución y en especial en el discurso de quien criminaliza a las mujeres que, sin demasiadas alternativas laborales, deciden prostituirse.

Quiero pedir en este sentido más consistencia y exactitud en los discursos. El nivel municipal no tiene competencias para regular la prostitución otorgando derechos laborales, ni para abolirla. Ahora bien, lo que sí tenemos es la obligación y la capacidad de mejorar las condiciones de vida de las mujeres que la ejercen, de respetar las decisiones de las mujeres, de ofrecer alternativas, y de luchar en coordinación con el resto de administraciones y de actores judiciales y sociales contra la trata con fines de explotación sexual.

En este sentido, creemos que debemos sumar entre todas las fuerzas políticas para poner en marcha medidas estructurales y de cambio que al final reviertan en la defensa de los derechos de las mujeres.

Archivan, tras 21 años, el caso Arny de prostitución homosexual de menores

La sección tercera de la Audiencia de Sevilla ha archivado definitivamente el caso Arny, destapado hace 21 años y relativo a delitos relacionados con la prostitución homosexual de menores en un bar de Sevilla, en el que fueron condenados 19 de los 46 hombres procesados.

Fachada del Club Arny

Fachada del Club Arny. (Archivo)

Fuentes judiciales han explicado a Efe que la Audiencia de Sevilla ha dictado un decreto por el que declara prescrita la responsabilidad civil de uno de los acusados, lo que supone el archivo definitivo de las actuaciones.

SEVILLA. La Fiscalía de Sevilla, por su parte, ha dado el visto bueno al archivo de la causa, han añadido las fuentes.

La mayor pena por este caso se impuso a Carlos Saldaña, dueño del pub Arny, que fue condenado en 1998 a 33 años de cárcel por prostitución de menores y que en 2007 consiguió la libertad condicional tras un cumplimiento efectivo de casi nueve años de prisión.

Saldaña fue condenado por once delitos de prostitución de menores, pero el principio de cumplimiento efectivo del triple de la máxima pena individual impuesta situaba en 9 años el máximo que debía pasar en prisión, explicaron a Efe las citadas fuentes.

Este imputado pasó 9 meses de prisión provisional entre octubre de 1995 y julio de 1996, y tras la confirmación en el Supremo de la sentencia emitida por la Audiencia volvió a ingresar en abril de 2000 y cumplió su condena en las cárceles de Huelva, Madrid y Sevilla.

El segundo procesado al que correspondió mayor pena, el encargado del Arny J.A.G.L., quedó en libertad en mayo de 2005 tras cumplir seis años de condena efectiva, del total de 18 que le impuso la Audiencia de Sevilla.

La sentencia, emitida en 1998, fue confirmada en 2000 por el Supremo e impuso condenas de un año de cárcel a los clientes de los pub de prostitución homosexual que fueron procesados.

La Audiencia absolvió a 33 de los 49 imputados basándose en la falta de credibilidad de los jóvenes denunciantes, la mayoría de ellos dedicados a la prostitución.

Saldaña y el encargado del Arny, un pub situado frente a la estación de trenes de Plaza de Armas de Sevilla, fueron los dos únicos condenados que ingresaron en prisión.

El bailarín argentino Domingo Arnaldo Concha, conocido como Arny y relaciones públicas del club, pagó la multa y las indemnizaciones que le impusieron los jueces y eludió el ingreso en prisión para cumplir un año y nueve meses.

El caso Arny fue destapado por uno de los chicos que se prostituían en el club, J.A.S.B., conocido como “Testigo número 1”, un joven con numerosos antecedentes penales que posteriormente fue condenado por asesinar a un hombre en abril de 2004 en Brenes (Sevilla) y que, entre otros, acusó a un juez de menores que fue absuelto.

Archivada definitivamente la investigación del caso Arny

Se inició hace 21 años y se ha saldado con 16 condenados del medio centenar de personas acusadas inicialmente

Jorge Cadaval, uno de los acusados y, posteriormente, exculpado

Jorge Cadaval, uno de los acusados y, posteriormente, exculpado. / Archivo

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Sevilla ha archivado definitivamente la investigación judicial iniciada en el año 1994, hace ya 21 años por tanto, por el denominado caso Arny, por el que fueron condenadas 16 del medio centenar de personas acusadas inicialmente, según han informado fuentes judiciales.

En este sentido, las mismas fuentes consultadas han indicado que la Sección Tercera de la Audiencia Provincial ha dictado recientemente un decreto por medio del cual declara prescrita la responsabilidad civil de uno de los acusados, con lo que la investigación judicial ha quedado definitivamente archivada.

La Fiscalía de Sevilla, de su lado, ha dado el visto bueno al archivo, según han indicado las mismas fuentes, que han explicado que las 16 personas condenadas por el caso Arny se encuentran ya en libertad tras haber cumplido las condenas impuestas en una sentencia que se hizo pública en marzo del año 1998.

Uno de los condenados fue el dueño del pub Arny, Carlos Saldaña, a quien la Audiencia Provincial de Sevilla impuso una condena de 33 años de cárcel por 11 delitos de prostitución de menores, aunque el principio legal de cumplimiento efectivo del triple de la máxima pena individual impuesta le permitió salir de prisión en 2007. Otro de los principales condenados fue el encargado del pub Arny, José Antonio González Losada, a quien la Audiencia Provincial impuso una condena de 18 años de cárcel.

La sentencia de la Audiencia Provincial fue confirmada íntegramente en el año 2000 por el Tribunal Supremo.

Cabe destacar que el principal testigo del ‘caso Arny’, José Antonio Sánchez Barriga, fue condenado en 2005 a 15 años de prisión por el asesinato de un hombre de 72 años de edad.

Laicismo y feminismo

Artículo publicado en Laicismo

prostitucion

La semana pasada hablábamos de nuevos retos de la laicidad, y entre ellos hablábamos por encima de las relaciones entre laicismo y feminismo. Vamos a intentar desarrollar ahora un poco más esta cuestión.

Decíamos en el texto anterior que el laicismo puede asumir fácilmente las exigencias básicas del feminismo. En tanto que el objetivo feminista es la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, oponiéndose a toda forma de discriminación de las mujeres por el mero hecho de serlo, el laicismo es radicalmente feminista. En el mismo sentido en el que es antirracista. La igualdad de derechos es un principio del laicismo, independientemente del color de piel o el sexo de la persona. El laicismo puede y debe asumir este feminismo por cuanto la libertad de conciencia, y la igualdad independientemente de los contenidos de conciencia, son derechos tanto de hombres como de mujeres.

Esta vinculación entre laicismo y feminismo tiene su manifestación paradigmática en la reivindicación común del derecho a la interrupción del embarazo. Desde el punto de vista feminista, la mujer tiene el mismo derecho que el hombre a disponer de su propio cuerpo, y a decidir sobre él. Y, por supuesto, el cuerpo de la mujer no es un objeto sobre el que pueda decidir ningún hombre ni nadie excepto la propia mujer. Por tanto, la decisión sobre si continuar o no un embarazo compete a la propia mujer embarazada. Desde el punto de vista laicista, la interrupción del embarazo es una cuestión moral que depende de cada persona, y será cada cual desde su propia conciencia la que juzgará si es algo moral o inmoral y actuará en consecuencia. Si una mujer considera que el aborto es inmoral, el laicismo protegerá su derecho a no ser obligada a abortar, de la misma manera que si otra mujer no tiene reparos morales en interrumpir su embarazo, el laicismo defenderá su derecho a hacerlo.

Una ley que prohibiera el aborto por motivos religiosos o morales privados sería un atentado a la libertad de conciencia y al laicismo. Lo sería porque, entonces, el Estado estaría asumiendo como propia una religión o moral privada, imponiéndosela a todo el mundo, tanto a quienes la comparten como a quienes no. En ausencia de consenso sobre una cuestión moral, el Estado laico se mantiene en la neutralidad y la separación público-privado para garantizar la libertad de conciencia y la igualdad.

Ya advertíamos en el otro texto que lo anterior no significa que el Estado tome postura a favor o en contra de la moralidad del aborto. No le compete al Estado juzgar eso sino a la conciencia individual de cada persona. Lo que el Estado laico garantiza es que cada uno pueda adecuar su vida a esa conciencia sin imposiciones de unos sobre otros. Por eso permite elderecho a interrumpir el embarazo, sin prejuzgar la moralidad o no de hacerlo. Iría contra la laicidad una ley que obligara a todas las mujeres a abortar en ciertos casos, igual que otra que lo prohibiera en otros casos. Por ejemplo, una ley que obligara a abortar a todas las mujeres víctimas de violación, o que le impidiera a esas mujeres el poder hacerlo. El Estado laico simplemente deja que sean las propias mujeres las que lo decidan por sí mismas, y en ese sentido viene a coincidir plenamente con el feminismo.

Sin embargo, el feminismo no es monolítico, y dentro de la teoría feminista hay distintos feminismos. Suele distinguirse entre un feminismo de la igualdad y otro de la diferencia. El de la igualdad pone el acento en lograr la equiparación de derechos entre mujeres y hombres, incidiendo en la irrelevancia del sexo a la hora de hablar de derechos de los individuos. Tan irrelevante resulta en este sentido el sexo, como el color de la piel o la orientación sexual. El llamado feminismo de la diferencia lo que hace es poner énfasis más en lo que distingue a mujeres y hombres que en lo que los iguala, pasando de la reivindicación de igualdad de derechos o no discriminación, a exigir ciertos derechos específicos de las mujeres como tales. En lo que considera una profundización de esos derechos propios, este feminismo tiende a parecerse a las reivindicaciones multiculturalistas o comunitaristas, haciendo de las mujeres una especie de comunidad con ciertos derechos propios solo por ser mujeres.

Este feminismo de la diferencia parte de una idea de la dignidad de la mujer y de la opresión patriarcal que acaba considerando como violencia de género algunas prácticas tales como la prostitución, la pornografía e incluso el hecho en sí de que una mujer pose como modelo en publicidad o pasarelas de moda. La idea subyacente es que la dignidad de la mujer como fin en sí misma es incompatible con la utilización de la mujer o su cuerpo como mero medio para otros fines (normalmente, fines de excitación sexual de los hombres). Esa utilización de la mujer como medio se interpreta como una cosificación o mercantilización de la mujer que queda reducida a mero objeto o cosa intercambiable, vendible y negociable, lo que sería indigno para la propia mujer. Todas esas prácticas mencionadas serían inmorales por cuanto atacan la dignidad de la mujer y la reducen a cosa o medio. En consecuencia, reivindican la prohibición de todas esas prácticas, especialmente de la prostitución.

No obstante, hay mujeres que responden apelando a su libertad para prostituirse, ser actrices porno o modelos. Consideran que, en tanto que acciones libres, no pueden ser indignas, por cuanto la dignidad depende de la autonomía: una acción es digna si se decide desde la libertad. O dicho de otra forma: no hay acciones dignas o indignas en sí mismas, sino que depende de si se hacen de forma libre o no. A la mujer que se la fuerza mediante amenaza, chantaje o violencia a prostituirse sí se la estaría tratando de forma indigna, pero no por el hecho en sí del contenido sexual de aquello a lo que se le obliga, sino por el hecho en sí de obligarla contra su voluntad. Pero, si es la propia mujer la que, libre y voluntariamente, decide prostituirse o hacer una película pornográfica, su acción sería totalmente digna, porque es el resultado de su libertad. En este caso, prohibírselo sería lo indigno.

El feminismo de la diferencia responde que esa libertad es una ilusión, que ninguna mujer en su sano juicio (esto es, consciente de su dignidad y no sometida a la ideología patriarcal) elegiría nunca prostituirse ni nada de eso. Que la que lo hace, o bien es forzada directamente, o indirectamente (como forma desesperada de tener ingresos) o por influencia del patriarcado imperante. Las otras mujeres pueden replicar, por su parte, que esa forma de ver las cosas es mesiánica e insultante hacia las mujeres que toman decisiones contrarias a ese feminismo “mesiánico”. Le acusarían de querer salvar a las mujeres de sí mismas y de no tratarlas como “mayores de edad” (en sentido moral) sino como “menores” que no pueden pensar por sí mismas y a las que hay que cuidar y proteger de un modo paternalista contra su voluntad y “por su bien”. Por el contrario, exigen que se respete la presunción de “mayoría de edad” moral de las mujeres que declaran explícitamente prostituirse o hacer pornografía libremente y, simplemente, porque les gusta o les da la gana hacerlo.

¿Qué tipo de feminismo es el más compatible con la laicidad? ¿El abolicionista, que pretende la prohibición de la prostitución o incluso de la pornografía, o el que plantea la legalización de esas prácticas como derechos de las mujeres y su libertad para dedicarse a ellas si lo desean? A mi modo de ver, y por analogía con lo que considero la posición laicista correcta en otros temas como el aborto o la eutanasia, es la de la legalización. Eso no quiere decir que el laicismo deba valorar positivamente la prostitución o la pornografía. Simplemente, que el laicismo se abstiene de juzgarlas moralmente, y solamente las plantea como derechos para quien no tenga reparos morales en utilizarlos. Exactamente igual que con el aborto o la eutanasia. La única exigencia es la de la libertad: que realmente la persona quiera prostituirse o hacer porno. Igual que en el caso del aborto o la eutanasia: lo importante para el laicismo es que la personarealmente quiera interrumpir su embarazo o acabar con su vida de un modo digno.

La objeción de que ninguna mujer emancipada del yugo patriarcal querría prostituirse, y que si alguna dice elegirlo libremente es que en realidad está alienada, no es de recibo. No lo es porque es igual a la objeción antiabortista o contraria a la eutanasia que apela al “sano juicio”. Quienes se oponen al aborto o la eutanasia argumentan que nadie en sus cabales querría abortar o quitarse la vida, y que quienes lo hacen, en realidad, es por la presión psicológica o de otro tipo a la que se ven sometidos. La prueba de que no es así es toda la gente que, sin ninguna duda de saber lo que hacen, aún así quieren abortar o terminar con su vida de una forma digna. Por la misma razón, si una mujer explícitamente dice prostituirse porque le da la gana, no hay razón que no sea paternalista o mesianista para negar la verdad de su afirmación o prohibirle que lo haga.

Desde ciertas coordenadas morales, a alguien puede parecerle incomprensible que otra persona decida prostituirse, pero exactamente de la misma forma que a otro puede parecerle increíble que alguien sano mentalmente pueda querer acabar con su vida o no dar a luz. Sin embargo, la laicidad consiste en eso: en establecer el marco de convivencia adecuado para que personas con morales tan opuestas como esas puedan vivir en concordia y sin imponerle ninguna su moral a la otra. Para comprender esto es necesaria la práctica de la virtud cívica de latolerancia. Tolerancia entendida como la disposición a admitir el derecho del otro a realizar su propia vida, de acuerdo a su propia conciencia, y aunque esa moral particular del otro nos parezca repugnante o pecaminosa. Por eso se trata de tolerancia, cuya raíz latina nos lleva al significado etimológico de “soportar, aguantar”. Quien tolera está haciendo un esfuerzo por aceptar algo que, de alguna manera, rechaza en su fuero interno. Pero reconoce el derecho del otro a vivir así: respeta su libertad de conciencia. Estar a favor del derecho a abortar no es lo mismo que aceptar que el aborto está bien moralmente, igual que estar a favor del derecho al matrimonio homosexual no implica casarse con alguien del mismo sexo. Tan solo consiste en admitir el derecho de que quien quiera pueda hacerlo, aunque uno mismo jamás lo hiciera. De la misma forma, alguien puede ser feminista y considerar indigna la prostitución o la pornografía. Y puede intentar convencer a los demás de esa indignidad y desear que, algún día, nadie se prostituya ni consuma pornografía. Pero debe admitir que esa es su moral particular, y que cae del lado del ámbito privado, y que no puede imponer esa moral privada en el ámbito público en forma de ley prohibicionista de la prostitución o la pornografía. Exactamente igual que el religioso puede intentar convencer a todo el mundo de la inmoralidad del aborto, pero no puede pretender que la ley prohíba a todo el mundo lo que para algunos es inmoral.

En conclusión, el laicismo es totalmente compatible con el feminismo de la igualdad en tanto que ambos comparten el esquema básico de luchar por la igualdad de derechos con independencia o irrelevancia de otras circunstancias (las creencias particulares, el sexo, la orientación sexual, el color de piel, el origen étnico o nacional, etc.). En cuanto al feminismo de la diferencia, habrá puntos de acuerdo y otros en los que no. Posiblemente, la razón esté en que tanto el laicismo como el feminismo de la igualdad tienen una base común en el pensamiento ilustrado, moderno y universalista, mientras que el feminismo de la diferencia entronca más con el comunitarismo, el posmodernismo y el multiculturalismo. Todas estas corrientes aciertan en una de sus críticas al pensamiento ilustrado: el sesgo etnocéntrico, androcéntrico y liberal que históricamente lo ha caracterizado. Pero fallan totalmente en la alternativa: su rechazo al proyecto moderno ilustrado en su conjunto. El proyecto ilustrado, lejos de agotado, lo que está es por hacer, y en ese por hacer está la superación de esos sesgos hacia un universalismo sin ellos. Lo que esas corrientes niegan es la mera posibilidad de que pueda lograrse el universalismo, por eso buscan refugio en el comunitarismo. A nuestro modo de ver, sí que es posible, y por eso tiene sentido incidir en la construcción de un laicismo ilustrado, universalista y feminista, a mi modo ver: republicano; capaz de lograr plenamente los objetivos de libertad de conciencia en igualdad. En eso estamos.

Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.

Una política feminista para el trabajo sexual – Josué González

Publicado en Syntagma

josué2

El trabajo sexual se articula como un medio de supervivencia para muchas mujeres, la mayoría procedentes de los dos tercios del mundo-utilizando un término de Mohanty-, pese a su desarrollo en condiciones realmente denigrantes. Igualmente sabemos que no se trata de un trabajo cualquiera, sino que se trata una actividad estigmatizada debido a la configuración hegemónica y normativa de la sexualidad femenina, esto es, del deber ser de las mujeres como mujeres. Entre otras cosas, tal injuria prepara al sujeto en cuestión para la deshumanización, ergo para la violencia de género. En adelante, abordaremos la forma en que la construcción estigmatizante de las trabajadoras del sexo como “víctimas”, “mujeres caídas”, o “delincuentes”, supone un obstáculo tanto en la lucha contra la violencia sexista como para que puedan gozar de una vida que merezca la pena ser vivida. 
Según Raquel Osborne (2009), la violencia contra las mujeres es un fenómeno de carácter estructural que supone, por un lado, una praxis de control y, por otro lado, un ejercicio de intimidación cuando manifiesta que todas, en algún momento y de algún modo, pueden convertirse en sus víctimas. En efecto, se trata de una de las expresiones de la dominación masculina que más vidas sin identificar destruye por todo el mundo; vidas que nunca han contado como tal, jamás “hubo nada humano, nunca hubo una vida y, por tanto, no ha ocurrido ningún asesinato” (Butler, 2006b:183). Una determinada censura de lo político entraña la normalización de estas relaciones, ergode esta injusticia global.
Históricamente, la construcción de marcos cognitivos de la mano de la pluralidad feminista ha tenido sus efectos sobre la realidad de la violencia. De una parte, presentada como necesaria acaba siendo desvelada  en lo que siempre: un producto histórico. Descubierta su contingencia constitutiva, ha pasado a ser conceptualizada desde lo político –en el sentido de Mouffe por supuesto, como seno de posibles relaciones de antagonismo- en el marco de una praxis feminista que patrocina un nuevo sentido común en conflicto con el propiamente misógino. En esta reyerta por los sentidos, por la hegemonía – por utilizar un vocablo que se torna vox populi– , el término violencia de género operaría como un punto nodal que arrastraría una cadena de significantes que conectan diferentes formas de agresión que presionan a las mujeres como mujeres.  Tanto la desnaturalización de la violencia como su denuncia política en el ámbito público, vienen siendo el leiv motiv de estos “marcos de interpretación” (De Miguel Álvarez, 2005). Con mayor o menos éxito, buena parte de la ideología patriarcal se ha visto agrietada y ya no  resulta tan fácil justificar una serie de atropellos contra las mujeres.
Mutatis Mutandis, cabe preguntarse ¿son las mujeres únicamente víctimas en este sistema? ¿Ocupan siempre la misma posición independientemente del contexto histórico? ¿Son capaces de tomar decisiones racionales de manera responsable en beneficio propio o semejante hazaña resulta irrealizable en condiciones de dominación masculina?

 

195 x 130 cm; Öl auf Leinwand; Inv. G 1967.12

195 x 130 cm; Öl auf Leinwand; Inv. G 1967.12

Tanto hombres como mujeres, como también todos los sujetos varios – como l*s trans* o las “maricas”-, se encuentran insertos en un entramado de relaciones de poder con múltiples formas de resistencia al mismo y que, en lo que sigue, apodaremosheteropatriarcado. En consecuencia, desechamos cualquier enfoque que reniegue de las “posiciones de sujeto” para agarrarse a la supuesta existencia de algún tipo de esencia de las mujeres como mujeres, de la misma forma que aceptamos un tratamiento de la subjetividad como resultado de determinadas relaciones socio-históricas, de distinguidas prácticas discursivas, significadas de muy diferentes formas (Alcoff, 2002). Lejos de ocupar una posición pasiva, inmanente, las mujeres participan activamente en el meollo patriarcal y que así siga siendo ya que, por paradójico que resulte, es la condición de posibilidad de su liberación (Jónasdóttir, 1993: 307). Como sujetos activos, intervienen con interés propio en sus realidades concretas, haciendo uso de ese margen de maniobra conocido como “agencia”:
“Esto no significa que yo pueda rehacer el mundo de manera que me convierta en su hacedor.  Esta fantasía de un poder absoluto como el de Dios solo niega los modos en que somos constituidos, invariablemente y desde el principio, por lo que es externo a nosotros y nos precede. Mi agencia no consiste en negar la condición de tal constitución.  Si tengo alguna agencia es la que se deriva del hecho de que soy constituida por un mundo social que nunca escogí” (Butler, 2006ª:16)
Una vez nos hemos librado de inapetentes críticas de “liberales” o de “posmodernas sin sujeto”, retomemos la cuestión de la violencia. Además de la física, cobra importancia la acuñada como “violencia simbólica”. Tan hermética como efectiva, Bourdieu (2000, 2007) señala que permite un abonado terreno para las agresiones físicas, siempre y cuando la población diana haya asumido el desprecio y la minusvaloración. En ningún caso se trata de un ejercicio consciente y deliberado, sino más bien de una operación apriorística– que bien se podría asemejar con lahegemonía– que reproduce las estructuras de dominación. El empoderamiento en este plano significaría una toma de conciencia de esas estructuras interiorizadas y significadas como necesarias.
Lo anterior es muy importante para entender el funcionamiento del estigma que sufren las trabajadoras del sexo. En “Estigma”, Goffman (2006) arguye que se trata de un atributo profundamente desacreditador  que prepara a la persona que lo encarna para la exclusión y la deshumanización. Puede ser asumido a través discursos externos que constituyen y redefinen la identidad, configurando el famoso habitus del que habló Bourdieu, a saber: una encarnación de toda una serie de disposiciones históricas que proporcionan esquemas mentales y corporales ad hoc de percepción y acción.

josue4

En el caso de las mujeres, esta marca tiene su germen en una hegemonía sexual que encorseta la sexualidad femenina. El riesgo de ser marcada por la injuria impulsa la articulación de fronteras políticas que imprimen una relación de desapego, de repudio, frente a las “putas”. Si bien la inestabilidad y precariedad son características constitutivas de estas barreras, el riesgo de que su “decencia” se encuentre cuestionada señala la naturaleza antagonistas de unas relaciones susceptibles de ser subvertida. En realidad, todas las mujeres se han percatado de que unas siempre pueden ser las otras y viceversa, siendo una suerte de constante en sus vidas que acompaña al encasillamiento de su sexualidad. Huelga decir que la sexualidad per se poco tiene de natural y demasiado de artefacto político destinado a significar y regular diferencialmente los cuerpos, los deseos y los placeres de la población en un contexto histórico determinado. Lo sexual se encuentra saturado de efectos de poder que son siempre desbordados y subvertidos.
Pretendidamente heterosexual y marital, este modelo se presenta como de obligado cumplimiento. De alguna manera, las lesbianas, las madres solteras o las  propias feministas han desafiado el proyecto “dignificado” no sin ciertas consecuencias –como la pobreza entre lesbianas mayores-. Ellas, sobre seguro putas en algún momento, poseen el mérito de haberse enfrentado al poder masculino y a su guión para la vida de las mujeres (González Pérez,2013:46). En consecuencia, cuando se estigmatiza a las trabajadoras del sexo se impulsan una política de control dirigida a crear nuevas fronteras que dan lugar a divisiones entre mujeres, entre buenas/malas- decentes/indecentes, con el heteropatriarcado como único agraciado. Ahora bien, habrá quien argumente que ambas posiciones son funcionales al dominio masculino o que la precariedad de sus fronteras está más inflada que nunca por lahipersexualización dominante. En efecto, no se trata de ningún absurdo si a la vez se admite que no existen posiciones que transciendan las estructuras patriarcales y que cualquiera de ellas es un locus tanto de opresión como de resistencia. Paradójicamente, aquellos lugares creados para la subordinación son los mismos que permiten la liberación o las resistencias – políticas o no-. Por lo demás, la hipersexualización heterosexual en alza no desbarata nada de lo anterior si aprobamos que no nos encontramos ante una cuestión de la cual las prostitutas son responsables. Más bien, la historia se repite porque la expresión del performance de feminidad hipersexuado no figura siempre como un arma para apuntalar al dominio masculino, más bien no es más que otro invento que niega una sexualidad femenina para sí, más allá de lo comercial o marital. 
Admitiendo desde el primer momento tanto el carácter político del heteropatriarcado que habitan las mujeres –como categoría fantasma que se encarna desde múltiples posiciones-, ahora remarcamos la ausencia de deliberación en la incorporación de esedeber ser que pretende instituir su subjetividad e imponer la culpa como ritornellovital. Actuar como lo haría un hombre heterosexual con su sexualidad, para las mujeres supone cargar con una culpabilidad que colabora con la endémica  auto-afirmación negativa de sí. Pocas dudas caben sobre el obstáculo que entraña para el empoderamiento y enunciación como trabajadoras del sexo. Vale la pena, en cualquier caso, una mayor reflexión sobre la forma en que ese frecuente incumplimiento es experimentado, más si se trata de una acción en el marco de las facultades de la mencionada agencia. Sin más rodeos, lo que pretendo advertir es que parece evidente que ese dolor sentido sugiere una práctica desde una agencia que de igual forma también puede abordar formas de reinterpretación, objetivación y el enjuiciamiento de las impuestas normas de regulación del género y la sexualidad femenina. Ratificando la importancia de esto último para el empowerment, Celia Amorós (2008:30)
“Es esta capacidad la que posibilita que nunca nos identifiquemos por completo con nuestra identidad, que estemos permanentemente reinterpretándola y redefiniéndola. Esta posibilidad (…) es absolutamente fundamental para dar cuenta de la práctica feminista como práctica emancipatoria”.
Aprehender lo anterior nos permite ex post el desarrollo de otras estrategias que, por ejemplo, funcionen para empoderar a las trabajadoras del sexo, disminuyendo su vulnerabilidad ante una violencia y una estigmatización de corte estructural que tolera formas de deshumanización que colocan al sujeto en posiciones de alta vulnerabilidad ante las agresiones. La butleriana idea de “precariedad política” (Butler,2009) se hace presente cuando el colectivo de trabajadoras sexuales se encuentra privado de cualquier tipo de protección y seguridad gubernamental frente al daño, algo que es propio de la mayoría de paises de la Unión Europea. El estudio sobre prostitución trans femme en Madrid, elaborado por Fundación Triángulo, incluye un excelente ejemplo que corrobora el alegato. Entre sus páginas se constata que más de un 90% de las mujeres participantes afirmaron haber sufrido algún tipo de discriminación, siendo más de la mitad las que han sufrido ataques físicos (Rojas, D. Zaro, I.  & Navazo, T. 2009:57).
Las políticas públicas dominantes, hegemónicas, ahondan en la estigmatización. La victimización y la criminalización son su raison d´être. Si bien parecen objetivos un tanto contradictorios, realmente son perfectamente compatibles. En un plano estatal, las prostitutas son relegadas a un tercer estado, excluidas de los derechos de ciudadanía. Mientras ocurre tal veto incompatible con la democracia, igualmente son el blanco de múltiples políticas de represión, siendo el caso de las migrantes irregulares el más evidente. La actual racionalidad migratoria regula los flujos humanos omitiendo los Derechos Humanos, reservando la libertad solo para los flujos financieros de un sistema económico que empobrece a las capas populares del planeta. Construye el sujeto “inmigrante” como un otro, articulando nuevas fronteras entre nacionales y extranjeros. Luego, la categoría “inmigración” se presenta como punto nodal de una cadena de significantes negativos que construyen una determinada realidad migratoria securitaria. El imaginario social resultante ampara un particular subtexto de género distinguido por la construcción mediática, con efectosperformativos, de las mujeres migrantes a partir de una victimización exacerbada: son “víctimas sin proyectos migratorios” que deben ser “salvadas”. Pero ¿hasta qué punto ocurre así? ¿No hallamos aquí un cierto tufillo patriarcal al encasillar a estas mujeres en posiciones de víctimas a priori, negando las evidencias históricas que acreditan las autorías femeninas en innumerables cadenas migratorias? (Juliano, 2004; Gregorio Gil, 2007)
Desgraciadamente tan habitual resulta “la política de la expulsión por la puerta trasera”, de aquellas en situación administrativa irregular, como el relato que construye esta realidad como parte de la lucha contra la “trata de blancas”. La desprotección legal se convierte en norma y acentúa su vulnerabilidad frente a múltiples violencias. Más triste si cabe es que todos aquellos sectores alarmados ante la prostitución migrante rara vez, por no decir nunca, ponen el grito en el cielo ante estos atropellos. Fácilmente encontramos agresivas manifestaciones de grupos feministas, habitualmente asociados a grupos de poder afines al PSOE, ante cualquier intento de reconocer la prostitución como un trabajo en un marco de derechos y obligaciones, pero jamás ocurre igual ante este tipo de atropellos. Las voces mediáticas que rotulan la prostitución, en todas sus expresiones, como una forma extrema de violencia de género optan por el silencio cuando existen leyes estatales contra la violencia de género que excluyen las agresiones contra las trabajadoras sexuales. Sobre esto último, no resulta descabellado afirmar que se trata de una “tecnología de género” que protege un modelo de buena mujer en perjuicio de lasmalas mujeres, las prostitutas, que no cuentan con ninguna garantía ex lege. Como víctimas o como sujetos repudiables, en ambos casos se rehúsa el reconocimiento de estas mujeres, por un lado, como ciudadanas y, por otro lado, como sujetos políticos capaces de disputar la subordinación hegemónica del establishment.
josue5
En un plano más local, asistimos a una proliferación de ordenanzas municipales que inciden en control y represión hacia las mujeres en el espacio público. En el caso de la ciudad de Madrid, hasta hace poco histórico feudo municipal del PP, las políticas abolicionistas han sido presentadas como ejemplo de lucha “contra la explotación sexual”. Bajo el mando de Gallardón y luego de Ana Botella -con la complicidad del PSOE y de algunos grupos feministas asistencialistas- la violencia ha estado servida. En efecto, con estas normas se han generado las condiciones de posibilidad para incontables agresiones sexistas hacia las mujeres por parte de la policía (Corbalán, 2012:298; González Pérez, 2013:250).
Foucault (1995) mantuvo que allá donde hay relaciones de poder también hay espacio para resistirse al mismo por medio de múltiples estrategias que lo resisten y redefinen. Todo orden social es el resultado de una determinada configuración de esas relaciones, así como su existencia siempre será posible gracias a la exclusión de otras posibilidades. En su seno existen determinada relaciones de subordinación que, ipso facto, no son articuladas como relaciones de antagonismo. Para que esto sea posible, Mouffe y Laclau (1987:202) arguyen la necesaria presencia de un “exterior discursivo”- el movimiento feminista en este caso- que impida la estabilización del sometimiento y su articulación como diferencia, desvelando a su vez su contingencia constitutiva. Hetaira (Madrid), Licit y Genera (Barcelona) asumen este papel con el impulso de políticas con las trabajadoras sexuales como protagonistas. En ambas ciudades el antagonismo –“la presencia de otro me impide ser yo  mismoha sido apoteósico. Desatado el conflicto emanado de la política entendida como gestión de lo existente por unas élites políticas municipales, las trabajadoras del sexo responden desde lo político, a partir del conflicto y el rearme en polarizado tablero de juego. Semejante batalla es posible a través de la creación de identidades políticas colectivas opuestas, de un “nosotras” frente a un “ellos” como “exterior constitutivo”. Ese “nosotras” de las trabajadoras sexuales mantiene relaciones de antagonismo ante una violencia institucional que ataca su integridad y su propia existencia. En efecto, se resisten a ser las subalternas pretendidas desde lo institucional, estallando al mismo tiempo el victimismo de una parte del feminismo que, con sus fracasadas interpelaciones, no sólo no consigue mejorar su situación sino que brinda continuidad, sin pretenderlo a priori, a unas relaciones sociales opresivas, a causa de su imprudencia y ceguera ante las múltiples realidades de unas mujeres que pueden subvertir dicho orden.
Todas estas políticas, sin diferencias sustanciales, mantienen una oposición común ante cualquier posible reconocimiento de estas mujeres como sujetos con agencia propia. Sin embargo, su historial de lucha impugna lo anterior sobre todo desde los años setenta, con las manifestaciones y encierros de trabajadoras sexuales francesas, y más adelante con sus diferentes congresos en EEUU y en Europa. Esta genealogía, tristemente maltratada, constata algunas prácticas políticas con las que han apuntalado las estructuras de opresión y dominación. ¿Acaso lo anterior no es parte de ese empoderamiento feminista tan deseable para todas las mujeres, sin exclusión, como frecuentemente se admite? Más allá de la respuesta que se pueda obtener de cada cual, lo cierto es que han desmoronando el tratamiento que reciben desde algunos sectores que insisten en que ellas “no tienen poder para desestabilizar nada” (Gimeno, 2012:205) por el mero hecho de la estigmatización y por realizar una actividad que, como cualquier otra, es funcional al heteropatriarcado.

josue6

Enlazando con lo anterior, los discursos hegemónicos desvelan un convencimiento sobre la necesidad de duros castigos sobre los clientes o los “puteros”, según la gramática abolicionista. Esta demanda manifiesta que, a diferencia de las prostitutas, ellos sí que disfrutan, para no variar, de posiciones de sujeto que autoriza un rendimientos de cuentas. Únicamente si se les reconoce responsabilidad y racionalidad –ergo, se les aprehende como sujetos-  entonces pueden ser juzgados, a diferencia de las denigradas mujeres, que permanecen atrapadas en la inmanencia de una posición de objeto o de víctima de la dominación masculina. Honestamente, esta posición  del abolicionismo es apenas digerible si asumimos sus consecuencias. Al reservar en exclusiva la posición de sujeto a los clientes y la posición de objeto a las mujeres, ciertamente se está admitiendo que los propios verdugos son, a la vez, los liberadores, desde el momento en que solo a través de una reconocida posición de sujeto en el entramado de relaciones de poder se puede transformar y subvertir las mismas (Jónasdóttir,1993). Lo cierto es que tanto hombres como mujeres ocupan posiciones de sujeto y de objeto – las prostitutas, de sujeto, al poner un precio por un servicio por ejemplo- siendo esto un axioma irrecusable si se pretende una transformación de las estructuras de dominación masculina o  si simplemente se procura un análisis sensato de las relaciones entre géneros en el patriarcado del siglo XXI.
Podemos reconocer, sin ningún inconveniente, que la presencia del estigma convierte la organización y el empoderamiento en un asunto complejo. Asumir tal no implica declararse en la derrota, máxime si las aludidas hazañas históricas se mantienen presentes. El movimiento LGTBI, por ejemplo, han sido capaz de subvertir los efectos performativos de la injuria, aprovechando que el lenguaje siempre puede ser explotado en un sentido opuesto a sus propósitos originales (Butler,2004:35). Con la utilización de  categorías denostadas como “bollera” o “marica” se ha podido invertir sus hirientes propósitos originales, de igual forma que con la reapropiación del término “puta” cuya ocupación del mismo ha permitido una resignificación que desbarata las pretensiones de control de la sexualidad de las mujeres.

josue7

Indudablemente, se trata de prácticas políticas que ahondan en la toma de conciencia de las posiciones de las mujeres al mismo tiempo que amplían las posibilidades de una vida más habitable. Al fin y al cabo, como ha insistido Amelia Valcárcel, los feminismos, pero también otros movimientos sociales democráticos, siempre impulsan una práctica política de subversión de los valores dominantes que ahora constriñen. Las alianzas históricas entre personas trans y trabajadoras del sexo, o aquellas entre lesbianas, maricas y prostitutas, aparte de ilustrar lo anterior, también nos recuerdan ciertas lealtades que aún deben formar parte de nuestras agendas.
En definitiva, por todo lo esgrimido, no podemos ser complacientes con aquellas políticas que presumen a las trabajadoras del sexo como un “no-sujeto”, que niegan su capacidad para tomar las riendas de su vida. Claro está que todo se complica con la enorme estigmatización y exclusión que sufren en sus propias carnes, pero es igualmente cierto que la situación empeora si ahondamos en dichos procesos por un error de posición política. Pocas veces la historia nos engaña y hay pruebas suficientes de que su empoderamiento político no solo es deseable sino posible. Las políticas hegemónicas deben perder el apoyo que ahora mismo reciben por parte de sectores que pretenden la transformación social. La violencia contra todas las mujeres es disputada con éxito desde el momento en el que desechamos una victimización que impide cualquier maniobra de cambio. Con todo, se trata de otro reto más que, aunque no se presente ni como sencillo ni como imposible, se espera que cuente con algunas herramientas y clarificaciones más procedentes de este comprometido alegato.
Bibliografía:
Amorós, Celia. (1991). “Hacia una crítica de la razón patriarcal”. Anthropos: Barcelona
(2008). “Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y posmodernidad”. Cátedra: Madrid.
Alcoff, Linda. (2002). “Feminismo cultural vs pos-estructuralismo: la crisis de la identidad en la teoría feminista” Debats, nº76
Álvarez, Ana de Miguel (2005). “Los marcos de interpretación de un marco feminista de interpretación: el caso de la violencia de género”. Cuadernos de Trabajo Social, 18.231-248 pp.
Bourdieu, Pierre.(2000). “La dominación masculina”. Anagrama: Barcelona.
-(2007). “El sentido práctico”. Siglo XXI: Madrid.
Butler, Judith. (2004).”Lenguaje, poder e identidad”. Síntesis: Madrid.
-(2006a). “Deshacer el género”. Paidós: Barcelona.
-(2006b)“Vida precaria. El poder del duelo y la violencia”. Paidós: Barcelona
-(2009).”Performatividad,  precariedad  y  políticas  sexuales”. Revista de Antropología Iberoaméricana, nº3, 321-336.
Corbalán, Francisca. (2012). “Prostitución de calle en Madrid en los nuevo inicios del nuevo milenio: discursos y realidades sobre prostitución en el marco de la perspectiva de género”. Universidad Complutense de Madrid: Madrid.
Herrero, Sonia. (2013). “Atrapadas en el limbo: mujeres, migraciones y trabajo sexual”. Cristianisme i Justicia: Barcelona.
Foucault, Michael. (1995). “Historia de la sexualidad. La voluntad de saber (vol. 1). Siglo XXI: Barcelona.
Garaizabal, Cristina. (2004). “ONG y Derechos Humanos: la experiencia de Hetaira”. En Osborne, Raquel. (2004). “Trabajador@s del sexo: derechos, migraciones y tráfico en el siglo XIX”. Bellaterra: Barcelona. 85-95 pp.
Garaizabal, Cristina. (2007). “El estigma de la prostitución”. En Garaizabal, Cristina & Briz, Mamen. (2007). “La prostitución a debate. Por los derechos de las prostitutas”. Talasa: Madrid. 43-55 pp.
Gimeno, Beatriz. (2012). “La prostitución”. Bellaterra: Barcelona
Goffman, Erving. (2006). “Estigma. La identidad deteriorada”. Amorrortu: Buenos Aires.
González Pérez, Josué. (2013). “La prostitución desde la voz de las trabajadoras del sexo migrantes y las feministas madrileñas”. Trabajo Fin de Máster, Universidad Rey Juan Carlos (Sin publicar).
Gregorio Gil, Carmen. (2007). “Trabajando honestamente en casa de familia: entre la domesticidad y la hipersexualización” Estudos Feministas, 15. 699-716 pp.
Jónasdóttir, A. (1993). “El poder del amor. ¿Le importa el sexo a la democracia?”. Cátedra: Madrid
Juliano, Dolores. (2004). “Excluidas y marginales”. Cátedra: Madrid.
Mouffe, Chantal & Laclau, E. (1987). “Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia”. Siglo XXI: Madrid.
Mouffe, Chantal. (1999). “El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, pluralismo y democracia radical”. Paidós: Buenos Aires.
Nestle, Joan. (1987). “Lesbianas y prostitutas: una hermandad histórica”. Este texto ha llegado a mis manos gracias a la profesora y feminista Gracia Trujillo.
Osborne, Raquel (2007). “La construcción del sujeto indeseado: las prostitutas como traidoras de género”. En Briz, Mamen & Garaizabal, Cristina (2007) “La prostitución a debate. Por los derechos de las prostitutas”. Talasa: Barcelona. 33-43 pp.
-(2009). “Apuntes sobre violencia de género”. Bellaterra: Barcelona.
Pheterson, G. (2013). “Mujeres en flagrante delito de independencia”. Bellaterra: Barcelona.
Rojas, Daniela. Zaro, Iván & Navazo, Teresa. (2009). “Trabajadoras transexuales del sexo. El doble estigma”. Fundación Triángulo: Madrid.
Rubin,  Gayle.  (1989).  “Reflexionando  sobre  el  sexo:  notas  para  una  teoría radical  de  la sexualidad”.  En  Vance,C.  (1989).  “Placer  y  peligro.  Explorando  la sexualidad  femenina (selección de textos)”.Talasa: Madrid. 113-191 pp.
Vance, Carole. (1989). “El placer y el peligro: hacia una nueva política de la sexualidad”. En Vance, C. (1989). “Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina (selección de textos)”. Talasa: Madrid. 9-51 pp.
Young, Iris Marion. (2000). “La justicia y la política de la diferencia”. Cátedra: Madrid.