Uno de cada tres homosexuales españoles dice haber maltratado a su pareja del mismo sexo

La primera gran encuesta sobre violencia intragénero denuncia “una realidad escondida”. El colectivo LGTBI reclama las mismas medidas de protección que las víctimas de violencia de género.

El buzón de Ana María y Pilar en el 8 del Pasaje de San Bernat del barrio del Raval. David López Frias

El pasado 14 de abril se cumplieron ocho años del primer asesinato en el seno de un matrimonio homosexual en España: Manuel de 34 años murió en Adra (Almería) después de que su marido le asestase al menos una puñalada a la altura del cuello. Ante el trágico aniversario, este Viernes Santo el colectivo LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) COLEGAS pidió -de nuevo- visibilizar la violencia intragénero, “un gran tabú dentro de nuestra sociedad”. Y tan sólo 48 horas después, otro caso. Pilar (57 años), asesinada a cuchilladas a manos de su novia Ana María (52 años) en el Raval de Barcelona. Un negro episodio que tan sólo muestra la punta del iceberg de “una realidad escondida”: la violencia entre parejas del mismo sexo.

Una lacra que afecta a una de cada tres parejas de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en España, según el mayor estudio sobre violencia intragénero elaborado hasta la fecha y a cuyos resultados ha tenido acceso EL ESPAÑOL. Del informe realizado por la asociación COGAM, que tiene como muestra 900 personas LGTBI -de las cuales el 95% son residentes en España-, se desprende que el 30% de homosexuales reconoce haber ejercido violencia contra su pareja del mismo sexo. Los hombres que admiten haber tenido relaciones de pareja en las que ha habido este tipo de violencia son el 26,56%, mientras que las mujeres son el 33,85%. Según un estudio de la Unión Europea, el 22% de las mujeres españolas mayores de de 15 años han sido víctimas de violencia física o sexual durante su relación heterosexual.

Es una realidad que no se está visibilizando. Hay muy pocas denuncias porque la comunidad LGTBI tiene miedo a denunciar: no hay protección. No hay un 016 al que llamar”, explica a este diario Isabel González, psicóloga forense y autora del estudio que será presentado completo en las próximas semanas. Un trabajo que se ha nutrido a su vez de informes anteriores y tesis anteriores como la de  Antonio Ortega, que evaluó a 1.475 hombres gays españoles.

En cuanto al perfil de los encuestados, el 50% de ellos tiene una edad comprendida entre los 20 y 30 años y uno de cada dos dispone de estudios superiores (grado o posgrado). Además, el 82% de los 900 encuestados reconoce haber vivido situaciones homófobas. En cuanto al tiempo que permanecen en la relación sentimental en la que se ha ejercido la violencia -en la mayoría de casos predomina la psicológica frente a la física-, el 80% asegura que oscila entre uno y tres años, tal y como se desprende de las cifras consultadas.

El estudio pionero en nuestro país también explica que un 84% ha intentado romper la relación una vez se ha ejercido la violencia. “Hay una mayor concienciación entre el colectivo LGTBI, aguantan menos que las mujeres que son víctimas de la violencia de género”, analiza la autora del estudio de COGAM. Sin embargo, los datos también arrojan un dato “preocupante”: el 16% de las víctimas de violencia intragénero decide continuar la relación. “Los motivos que alegan para haber continuado en esta relación son en su mayoría dependencia, miedo a las consecuencias y amor y los síntomas que han tenido han sido ansiedad o angustia, ganas de llorar sin motivo y tristeza pensando que no valían nada”, asegura.

¿MODIFICAR LA LEY O UNA NUEVA?

Ante esta “realidad escondida” asociaciones de gays y lesbianas han vuelto a alzar la voz para pedir que se equipare la violencia intragénero con la de género. En la actualidad, la ley de Violencia de Género de 2004 se refiere a la violencia -física o psicológica- que sufre la mujer en el seno de la pareja por parte del varón, mientras que la ley de Violencia Doméstica de 2003versa sobre la que sufre el varón por parte de su cónyuge, excónyuge, padres o hijos o la mujer por parte de sus padres o hijos.

Así, ¿los colectivos LGTB son partidarios de modificar la ley integral de José Luis Rodríguez Zapatero para incluir este tipo de violencia o prefieren una nueva legislación? Desde COGAM prefieren hablar de una nueva legislación impulsada de manera urgente que abarque la violencia en parejas homosexuales. En la misma línea, desde COLEGAS exigen que la violencia intragénero entre parejas de gays y lesbianas no siga considerándose como doméstica y “de segunda categoría” por más tiempo. “Exigimos las mismas medidas y recursos que actualmente son ofrecidos a las mujeres víctimas de la violencia de género”, afirma el presidente de esta asociación LGTBI, Paco Ramírez. “Ni más ni menos. No queremos estar más tiempo discriminados y desprotegidos”, añade.

“Soy puta por elección. No quería trabajar 12 horas por 600 euros”

Valérie May forma parte de un movimiento en España que defiende el trabajo sexual por voluntad propia. “No quiero seguir en este sistema laboral”, añade. Natalia Ferrari soportó sólo tres días trabajar en un McDonald’s. “Debería haber empezado a prostituirme mucho antes”, se lamenta.

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Valérie May tiene 28 años y se define como una escort alternativa. Adriana Domínguez

La vida de Valérie May puede leerse a través de su cuerpo. Su brazo izquierdo lo ocupa, casi por completo, un enorme tatuaje con diferentes dibujos: un cerdo, tomates, una flor de loto… Representan todos ellos el vegetarianismo, régimen alimentario que sigue desde hace tiempo. La gran composición desemboca en un triángulo que se hizo cuando trabajaba como integradora social. Tiene otro tatuaje en las costillas que se hizo con su hermana con la palabra sisters.

En el escote lleva en tinta un cuadro del pintor Alfons Mucha que simboliza el feminismo. Su perro está en la pierna izquierda. En la barriga reposa una estrella japonesa que se hizo a los 17 años y que significa ‘esperanza’. El próximo que se hará será el de una pin-up con la palabra ’empoderada’ en inglés. Lo hará en honor a su profesión: la de puta.

Valérie May es una de tantas mujeres que hay en España ejerciendo el trabajo sexual por voluntad propia. Putas y feministas que, como si fuese una alfombra, le han dado una sacudida a la palabra hasta hacer caer todos los estigmas que, igual que motas de polvo, viven aferradas a ella. Son mujeres que entienden que el feminismo implica tomar el control de sus propios cuerpos y que sea respetable. Que no glorifican su trabajo, pero que lo defienden por ser la mejor opción para ellas. Por ser su elección.

“La sociedad prefiere que seas camarera trabajando doce horas al día por 600 euros a trabajar en esto”, afirma Valérie May. Se define en su página web como una escort alternativa. Tiene el pelo verde y lleva los labios de color carmín. Se reparte el trabajo entre Tarragona y lo que le sale en Barcelona. Tiene 28 años y lleva algo más de seis meses prostituyéndose.

CASTING PARA ELEGIR CLIENTE

Su madre fue la primera persona en saberlo. Sabe que decidió ejercer esta labor sin esconderse. Sin dobles vidas. Pero muchos conocidos se extrañan. ¿Cómo decidió eso teniendo estudios y experiencia laboral? La respuesta para ella es fácil: “No quiero seguir formando parte de este sistema laboral”, explica.

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La primera persona en saber que Valérie ejercía la prostitución fue su madre. Adriana Domínguez

Y porque tiene dos dedos de frente, dice. “Una de las cosas que la gente piensa cuando te metes en esto es que te va a dar por el alcohol, las drogas, y que te vas a acostar con cualquiera. Y todo lo contrario. No he fumado en mi vida y escojo a mis clientes. Un masajista ofrece sus manos a cambio de una experiencia concreta. Pues lo mío es lo mismo. No vendo mi cuerpo porque eso es hacerte propiedad de algo. Y yo no me hago propiedad de nadie. Llego a casa con todas mis partes”, dice riéndose.

Valérie May hace una valoración previa antes de tener un encuentro con uno de sus clientes. Si no cree que vaya a conseguir una conexión desde el principio no queda con ellos. Por ejemplo, no acepta a hombres machistas ni a personas que se crean que están en una situación superior porque ella sea puta. Reconoce que tampoco estaría con un cazador.

Cuenta que con el primer cliente rompió el estigma. Era un chico más joven que ella. “Los clientes son personas completamente normales”, afirma.

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Natalia Ferrari se define como vegana, bisexual, atea y antinatalista. Mai Oltra

La asociación Aprosex ayuda a mujeres que, como Valérie, están iniciándose en la profesión. Una de esas mujeres es Shirley McLaren. Su nombre artístico recuerda al de Shirley MacLaine, la actriz de Irma la dulce. Pero ella recalca que no lo escogió por eso. Lo de Shirley es porque es fan de la cantante escocesa del grupo Garbage. El apellido es porque le apasiona el automovilismo. Y Ferraris ya había unas cuantas.

“Lo que ha pasado con la crisis es que muchas mujeres, al perder su trabajo y no tener problemas con tener sexo con desconocidos se han lanzado a esto. Pero, claro, sin guía. Y como cualquier faena, te tienes que estar reinventando, actualizando. Aprendiendo. El problema es que aquí, como todos follamos, la gente se cree que lo puede hacer bien. Hay gente que puede cocinar muy bien en su casa pero luego no puedes ser jefe de cocina. Aquí pasa lo mismo. Tienes que profesionalizarte, estás atenta a muchas cuestiones”, dice.

Shirley es una mujer transexual que lleva varios años viviendo en España. Nació en México. Allí estudió periodismo. Hace más de una década que ejerce la prostitución. Responde a los abolicionistas con determinación: “Nosotras somos las que tenemos la sartén por el mango. El discursito del abolicionista es que paga por nuestro cuerpo, así que el cliente puede hacer con nosotras lo que quiere. Eso es mentira. Y además es súper peligroso. Al repetirse esa conducta, acaba calando en todos los imaginarios: en las chicas que están empezando, que se acaban creyendo que pueden hacer con ellas lo que quieran; y con los clientes. ¿Las abolicionistas, entonces, nos protegen a nosotras o están protegiendo su modus vivendi?”, se pregunta.

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Ferrari encontró en la prostitución condiciones que le resultaron muy atractivas Mai Oltra

Yo no podría trabajar en un matadero porque se me revolverían las tripas, como a otras mujeres se les pueden revolver al comerse la polla de un señor”, explica.

Shirley define a las prostitutas como “artistas del sexo”. “Cada relación no sale igual, es independiente. Es como si tuvieras un huipil (una prenda artesana mexicana). Cada una es diferente porque se hace a mano y es individual. Y eso tiene que tener un coste. No vendemos un producto de necesidad. Vendemos un producto de lujo”, dice. Y eso es algo que no todas las novatas tienen en cuenta a la hora de fijar los precios.

Sobre los clientes tampoco tiene nada malo que decir. Si son educados, limpios y no la regatean, todo está bien. Y si encima tienen buena conversación y le traen regalos, pues mejor.

LA LUCHA POLÍTICA DE LAS ‘PUTAS INDIGNADAS’

Yo no podría trabajar en un matadero porque se me revolverían las tripas, como a otras mujeres se les pueden revolver al comerse la polla de un señor”, explica.

Shirley define a las prostitutas como “artistas del sexo”. “Cada relación no sale igual, es independiente. Es como si tuvieras un huipil (una prenda artesana mexicana). Cada una es diferente porque se hace a mano y es individual. Y eso tiene que tener un coste. No vendemos un producto de necesidad. Vendemos un producto de lujo”, dice. Y eso es algo que no todas las novatas tienen en cuenta a la hora de fijar los precios.

Sobre los clientes tampoco tiene nada malo que decir. Si son educados, limpios y no la regatean, todo está bien. Y si encima tienen buena conversación y le traen regalos, pues mejor.

LA LUCHA POLÍTICA DE LAS ‘PUTAS INDIGNADAS’

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Paula Ezquerra se considera una puta activista. Fue portavoz de la plataforma Putas Indignadas. Cedida

 

Su lucha también va por la rama política. Ha intentado hablar y reunirse con diferentes políticos. Pero todavía no ha obtenido una respuesta clara. “Ciudadanos pide que seamos autónomas. ¿Pero por qué no podemos trabajar para terceros que paguen nuestra seguridad social como cualquier otra empresa? Simplemente porque trabajamos con los genitales”.

Explica que no consigue hablar con Alberto Garzón y que una vez charló cinco minutos con Íñigo Errejón, ambos de Unidos Podemos. Pero ninguno acaba por determinarse a su favor. “Los derechos humanos no se pueden debatir. Sabemos que hay cosas muy feas en nuestro trabajo, eso no lo vamos a negar. Pero igual que en otros sectores. Para hacer un móvil sabemos cómo se consigue el coltán. Pero nadie dice que hay que acabar con la minería o que hay que abolir la industria tecnológica. No. La única industria que dicen que hay que abolir porque hay trata y hay violación de los derechos humanos es la de la prostitución”, asegura.

Además de Aprosex, sólo en Barcelona hay otras tres organizaciones más que velan por los derechos de las trabajadoras sexuales: Putas Indignadas, Putas y Alianzas y la asociación Genera. Durante un tiempo, la portavoz de la primera fue Paula Ezquerra, para dar la cara –“que ellas dan la cara por sí solas, no me necesitan a mí, pero sobre todo ante medios de comunicación por la cuestión del estigma y de la familia”, dice-.

Ahora es portavoz de la asamblea general. Ha hablado con políticos, con organizaciones internacionales. También ha sido consejera de la CUP en el distrito de Ciutat Vella de Barcelona hasta finales de octubre de este año. “Llegué a un acuerdo porque me interesa más concentrar mi lucha en los derechos de las trabajadoras del sexo”, dice. En ese distrito está el barrio del Raval y su calle Robadors, donde se concentran numerosas trabajadoras sexuales.

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Shirley es una mujer transexual que ejerce la prostitución desde hace más de una década. Adriana Domínguez

Así que Paula Ezquerra es “puta activista”. “O activista puta”. El tema es que lleva desde los 18 años ejerciendo. Ahora tiene 45. Nació en Buenos Aires, tiene doble nacionalidad y ha trabajado en muchas partes del mundo. Y para ella, lo mejor que le ha dado su trabajo es tener tiempo libre. Un beneficio que no habría conseguido con ningún otro empleo, según dice.

“Yo tengo una frase que es: el estigma puta atraviesa a todas las mujeres”, sostiene. “Nosotras nos reapropiamos de la palabra puta, pero creo que todas las mujeres nos la debemos apropiar porque es una manera en la que los hombres nos controlan”. Porque Ezquerra estira el discurso a todas las mujeres, no sólo a las trabajadoras sexuales. “Si tenemos un mayor control sobre nuestro cuerpo y no permitimos que nadie nos diga cómo hacer, o cómo ser o disponer de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad, sensualidad, del erotismo, sin esa mirada acusatoria del patriarcado y del machismo, la sociedad hará un avance impresionante”, dice.

Paula Ezquerra lamenta lo que llaman la “santificación de sus vaginas” y la moralidad impuesta. También que sean expuestas siempre como víctimas, cuando no son vulnerables, sino “vulneradas”.

“DEBERÍA HABER EMPEZADO A PROSTITUIRME ANTES”

Otra de las mujeres que más ha defendido su trabajo como puta en medios de comunicación durante este último año ha sido Natalia Ferrari. Ella, al contrario que otras muchas mujeres, no sólo ha hecho pública su cara. También su nombre.

Cuando comenzó a tomar decisiones sobre cómo iba a trabajar, tenía asumido que debía ponerse un nombre artístico al ver que era lo que todas hacían. “Pero según construía mi discurso y tenía claro que quería trabajar contra el estigma, me di cuenta de que no tenía coherencia para mí ocultarme o separar mi identidad de mi trabajo. Creo que hacerlo es una opción legítima y, teniendo en cuenta que las prostitutas vivimos una discriminación similar a los homosexuales hace 50 o 60 años, en muchos casos el anonimato es más que necesario para nuestra seguridad”, dice.

Y añade: “Muchas compañeras viven con miedo de que en su otro trabajo se enteren y las echen, o sus familias dejen de hablarles, o ya no quieran contratarlas o se nieguen a alquilarles pisos. Sentí que usar mi nombre real y enseñar mi cara no iba a afectarme tanto, pero sí podía marcar una diferencia en otras. Para que se nos vea como personas que hemos decidido este trabajo, que no queremos vivir marginadas y que nos merecemos respeto”.

Natalia Ferrari se define como una mujer “bastante peculiar”. Es vegana, bisexual, atea, antinatalista y sólo practica relaciones abiertas. Dejó el instituto a los 13 años.

Antes de trabajar como meretriz había probado con otros trabajos. “Soportó” estar en un McDonald’s durante tres días y no aguantó más. Lo siguiente fueron otros dos días trabajando como teleoperadora. También estuvo un par de años como vigilante de seguridad y en el servicio de atención al público en un museo. Alguna temporada la pasaba a tiempo completo de voluntaria en una ONG en defensa de los derechos de los animales.

Cuenta que estaba muy cansada de su trabajo, que se veía a sí misma estancada con 30 o 40 años en un empleo precario que no le aportaba nada en el desarrollo personal. Así que entró en pánico. Decidió dejarlo y buscar alternativas. Encontró en la prostitución condiciones que le resultaron muy atractivas.

“La primera vez tenía miedo, por un momento me creí el cuento de que los hombres que pagan son monstruos y que el papel de la puta es el de ser una mujer sumisa. Pero la realidad es que la cita fue incluso más agradable que otras en las que no ha habido dinero de por medio. Tuve la sensación de que debería haber empezado a prostituirme mucho antes”.

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Una manifestación de la plataforma Putas Indignadas, de la que Paula Ezquerra (derecha) fue portavoz. Cedida

Nueva agresión homófoba en Madrid: puñetazos tras amenazar con un “maricones, fuera de aquí”

Dos jóvenes homosexuales fueron amenazados; uno logró huir y el otro recibió golpes que requirieron asistencia médica.

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Manifestantes durante la marcha del Orgullo Gay en Madrid EFE

Nueva agresión homófoba en el centro de Madrid. Y van registradas 167 en lo que llevamos de 2016: un ataque contra el colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales cada 36 horas en la Comunidad de Madrid. En esta ocasión, dos chicos homosexuales durante la madrugada del pasado viernes fueron amenazados al grito de “maricones, fuera de aquí”. Uno de ellos logró huir, la otra víctima fue alcanzada y golpeada “fuertemente” en la nariz.

Los dos jóvenes iban andando “tranquilamente” por la calle Menéndez Pelayo, del distrito Retiro, cuando fueron insultados por los dos ocupantes de un vehículo que se aproximó hasta ellos. “Maricones, fuera de aquí”, tuvieron que escuchar a gritos desde el coche. En un primer momento, hicieron caso omiso y decidieron seguir caminando.

Inmediatamente después, los dos supuestos agresores bajaron del vehículo y alcanzaron a una de las víctimas, que fue golpeada. Tras el ataque, los agresores huyeron del lugar con su propio vehículo. El joven golpeado necesitó asistencia médica y posteriormente acudió a interponer una denuncia ante la Policia Nacional. También han requerido el apoyo del Observatorio madrileño contra la LGTBfobia, que se ha puesto a su disposición.

“Tras un verano con un gran número de incidentes recogidos principalmente en la capital”, tal y como aseguran desde Arcópoli, este ataque se convierte en el número 167 registrado dentro del Observatorio. Unas cifras que evidencia el repunte de agresiones homófobas que se están produciendo en Madrid. Ante esta situación, el comisario de delitos de odio de la Comunidad de Madrid y la Fiscalía de delitos de odio de Madrid han mostrado su preocupación por “una situación que no parece mejorar sino todo lo contrario”, explican desde Arcópoli.

Según el coordinador general de la asociación, Yago Blando, “la violencia por ser LGTB lejos de estar erradicada de las calles de Madrid, sigue estando muy presente y necesitamos medios y herramientas para poder seguir combatiéndola y prestando servicio al Colectivo.

“La ley LGTB de la Comunidad de Madrid es una herramienta excepcional que se debe empezar a implementar desde ya mismo”, ha añadido Blando. Se refiere a la norma aprobada durante el pasado mes de julio por la Asamblea madrileña, que recoge la obligación de educar en la diversidad, prohíbe terapias de reconversión sexual y contempla la inversión de la carga de la prueba. Unas medidas que han sido duramente criticadas por un sector de la Iglesia, que llamó a sus fieles a la insumisión.

La transexual agredida en Málaga: “Si no fuera por mi compañera, ahora estaría muerta”

La víctima de la agresión homófoba relata el episodio por el que ahora trabaja con miedo.

Cristal, en una imagen reciente

Cristal, en una imagen reciente. Cedida

Cristal es colombiana y lleva 25 años ejerciendo la prostitución. Durante ese tiempo, “jamás” había sido agredida por su identidad de género. La semana pasada, en un polígono de Málaga, cuatro jóvenes se acercaron hacia ella en un coche; se bajaron y la golpearon con una barra de hierro por todo el cuerpo, también en la cabeza, donde le tuvieron que poner 15 grapas. Además le robaron el bolso. “Psicológicamente estoy mal, ahora cuando se acercan varios chicos en un coche paso mucho miedo”, explica esta transexual a EL ESPAÑOL.

Fue Mar, una compañera de Cristal, quien llamó aquella noche a la policía y trató de defenderla. “Si no es por ella, ahora estaría muerta”, indica. De hecho, la intervención de los cuerpos de seguridad fue “tan rápida” que lograron detener a los agresores. “Estos días están muy cerca de nosotras para que no pase nada”, cuenta.

No solo Cristal fue agredida esa noche, pero se llevó “la peor parte”. “Los jóvenes lanzaron piedras e insultaron a todas las que estábamos ahí”, añade.

“ME HE SENTIDO MUY APOYADA”

Durante estos días, Cristal se ha sentido arropada “tanto por mis compañeras como por la policía”, explica. También por “el colectivo LGTB”, que se ha preocupado por “denunciar lo ocurrido”. El Observatorio Español contra la LGTBfobia, de hecho, se va a presentar como acusación popular.

Este Observatorio puso el jueves en conocimiento de la Fiscalía Especializada en delitos de odio de la provincia de Málaga los hechos acaecidos, y solicitó una “exhaustiva investigación” sobre todas las personas “vejadas, amenazadas y agredidas por los detenidos”.

“DEBERÍA HABER MÁS DENUNCIAS”

Para Santiago Rubio, representante en Málaga del Observatorio Español contra la LGBTfobia, hay “menos denuncias” de las que debería.”Esto ocurre continuamente, pero no suele ser denunciado, quizá por miedo”, explica.

“Nos aseguraremos de que se apliquen los agravantes de odio correspondientes, para evitar que no haya impunidad ni sanciones irrisorias como sucede habitualmente a personas LGTB”, cuentan desde el Observatorio, que reclama “más seguridad y control”.

Cristal volverá a trabajar esta noche, todavía “con miedo”. “A veces me asusto, pero sé que estoy bien acompañada”, concluye.