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Se producen miles “matrimonios falsos” en los que un gay y una lesbiana se casan para llevar vidas paralelas
Sun Wellin (izquierda) hace una llamada junto a su pareja Hu Mingliang (derecha). EL MUNDO
Tras entablar conversación en un chat, los chinos Sun Wenlin y Hu Mingliang no tardaron mucho en conocerse en persona. A esa primera cita le siguieron muchas otras, con paseos por el parque, veladas de cine y palomitas o noches de copas en los bares. Cuando ya llevaban un año juntos, estos dos hombres decidieron dar un paso más y casarse.
El 23 de junio de 2015, su primer aniversario, acudieron a la oficina del registro civil local de Furong, en la provincia china de Hunan, para inscribir oficialmente su unión. Sin embargo, su alegría se vio empañada cuando un empleado se negó a hacerlo arguyendo que la ley del país no permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Lejos de desistir, Sun demandó a esta oficina y, para sorpresa de muchos, un tribunal de Changsha admitió a trámite la demanda. Aunque el proceso debía comenzar a finales de enero, se suspendió a última hora hasta el 13 de abril. Ese día, poco duraron las esperanzas de estos dos jóvenes y sus cientos de partidarios reunidos a la puerta del tribunal. A las pocas horas, el juez se pronunció en su contra y desestimó la demanda. La pareja recurrió.
“Tanto si me quiero casar como si no, debería ser yo quien lo decida. Es un derecho humano básico y quiero poder disfrutarlo”, declaró Sun, de 27 años, a los medios congregados en enero para cubrir la vista. “Había tenido otras relaciones, y ya me había planteado el casarme antes. El Estado no me lo permite, mi familia no me lo permite. Hay demasiados obstáculos“, dijo por su parte Hu, guardia de seguridad de 37.
Aunque China dejó de catalogar la homosexualidad como enfermedad en 2001 y se han producido pequeños avances en los últimos años, mucha gente todavía oculta su orientación sexual a familiares y miembros de su entorno por temor a ser rechazados. La presión social por casarse es tal que, según informes de medios locales, en el país hay miles de “matrimonios falsos” en los que un gay y una lesbiana se casan para mantener las apariencias mientras llevan una vida paralela.
No obstante, cada vez son más los miembros de la comunidad LGTB china que han decidido pelear por hacer valer sus derechos, y aunque se enfrentan a enormes dificultades, estos colectivos han ido ganando con los años presencia pública, sobre todo en las grandes ciudades.
No es un asunto occidental sino global
“Antes, las generaciones más mayores pensaban que este era un asunto occidentalque no concernía a los países de Asia, pero poco a poco esa concepción está cambiando. Hay que trabajar más para que se acepte que la cuestión de los derechos LGTB es un hecho global, y que todos los países deben respetarlos”, cuenta a esta diario Xiao Tie, directora ejecutiva del Centro LGTB de Pekín.
Según ella, la iniciativa de Sun y Hu es la última de una serie de acciones que desde 2009 han llevado a cabo diferentes colectivos para reivindicar su derecho a casarse, y espera que su caso “sirva de ejemplo y ayude a que más gente pelee contra la discriminación y en apoyo de las uniones entre personas del mismo sexo”.
En julio de 2015, la activista Li Tingting y su pareja Teresa Xu organizaron una ceremonia nupcial informal en Pekín para demandar este derecho. “El caso de estos dos chicos va más allá del resultado”, declaró Li en las redes sociales. “Es un paso adelante para intentar abrir el diálogo con las autoridades por medios legales”.
De entre los 22 países que a día de hoy han legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, no hay ningún asiático en la lista. Pese a que la región más oriental del continente ha sido testigo en las últimas décadas de cómo sus comunidades LGTB han logrado una mayor aceptación social y pequeños avances legales, nadie esconde que su situación es todavía altamente discriminatoria y está lejos de alcanzar la normalidad de la que disfrutan en otras naciones.
De acuerdo con un informe del Comité de Derechos Humanos para Corea del Sur,muchos jóvenes LGTB sufren acoso en el colegio, mientras que los mayores corren el riesgo de perder su trabajo por su orientación sexual o identidad de género. Según otro estudio, el intento de suicidio entre esos jóvenes asciende a un sorprendente 45,7% de los encuestados.
Nara Lee, del grupo Solidaridad para LGTB de Corea del Sur, explica cómo la mayoroposición viene desde la conservadora derecha radical cristiana, que incluso ha llegado a protagonizar ataques violentos contra actos en los que se reclamaban mayores libertades para el colectivo. “Los jóvenes están más dispuestos a aceptarnos”, dice por email Lee, “pero se necesita más tiempo. Leyes como la del matrimonio entre personas del mismo sexo no serán posibles hasta pasados unos años”, añade.
Situación similar es la que se vive en Hong Kong, región autónoma que pertenece a China pero que cuenta con leyes propias. En esta moderna ciudad, diferentes agrupaciones llevan más de 20 años luchando por la aprobación de una ley contra la discriminación por orientación sexual, pero todavía no se ha conseguido. Para la mayoría, el matrimonio homosexual es un objetivo que queda muy lejos.
Taiwán es la esperanza de muchos
Ahora, las esperanzas de muchos están puestas en Taiwán, lugar en el que el colectivo LGTB disfruta de mayor aceptación y derechos. “Más de la mitad de la población apoya el matrimonio gay”, declaró a este diario Victoria Hsu, renombrada activista de la isla. Para ella, el momento actual es el apropiado, con una recién elegida presidenta Tsai Ing-wen que ya ha declarado públicamente su apoyo a la aprobación de una ley que permita el enlace entre personas del mismo sexo. “Pero deben darse prisa. Cuatro años pasan muy rápido y, si no lo hacen, miles de personas se van a sentir muy defraudadas”.
Muchos esperan que la aprobación de esta ley, la primera del continente, suponga un revulsivo que anime a otros países del entorno a adoptar legislaciones similares. Como dice Sun, “mi sueño es que cuando alguien vea a una pareja gay o lesbiana paseando de la mano por la calle, no los miren como bichos raros o los observen curiosos. Somos como cualquier otra persona, por lo que seguiremos luchando por nuestros derechos”.