No los viste, Javier, ni los vio tu hoy marido, ni fueron vistos por tus muy trajeadas,comme il faut, personas invitadas. Pero allí estaban, estaban en esa ceremonia con que quisisteis hablarle al mundo de amor y que habló al mundo de auténtica igualdad. Estaban en tu boda sin tú saberlo, sin quererlo ellos.
Allí, ¡qué cosas!, estaban quienes con su esfuerzo, con su sudor dolorido y marginado, con su lucha de siglos te han allanado, Javier, os han abierto el camino por el que habéis accedido al Matrimonio Igualitario por obra y gracia de un código civil modificado e inclusivo que ha dado lugar a esa ley tan peleada como necesaria.
Habéis llegado a ser marido y marido gracias a toda esa gente, y a pesar de tanta otra: quienes llevan su rancia homofobia en la solapa y en el alma, algunos seguro entre tus invitados, y sus conmilitones -con sotana o sin ella, con furia y odio en la voz y la mirada-, que salieron a la calle para seguir encendiendo las hogueras de la discriminación, para tratar de acabar con la igualdad legal de la que, como si nada -y yo me alegro- podéis, Javier, ahora disfrutar.
Más, no te engañes: si habéis podido llegar a disfrutar de la flamante boda, ha sido a su pesar y ha podido ser gracias al activismo, que puso uno tras otro y trabajosamente los peldaños de acceso a la igualdad. Fue nuestra lucha, nuestra antigua y luminosa lucha.
Fue la lucha del activismo de este país, impulsada por las asociaciones, impulsada por la FELGTB, con el respaldo mayoritario de la sociedad, contando con el voto y yendo de la mano de todos los partidos…, a excepción -¿verdad que lo recuerdas?- del apoyo y del voto del Partido Popular y del de Unió…. Así alcanzamos el Matrimonio Igualitario en la consecución de la ley 13/2005. Así fue, así se tiene que escribir la historia.
Disfruta tu flamante matrimonio, Javier Maroto, sí, te lo deseo. Lo que hoy disfrutas es el fruto de la determinación de las peras y las manzanas, es el empeño de quienes nos negamos a ser ciudadanía de segunda y estamos ahora en el empeño y la lucha por la igualdad real, tan necesaria.
Esa misma ley que tu partido puso tanto empeño en evitar y que tus invitados -en la solapa, la gaviota- recurrieron con sus firmas sin pudor y sin rubor, llevando hasta el Constitucional el furor de su homofobia.
“¿Cuándo va Rajoy a pedirme perdón a mí y a mi marido y a decenas de miles de ciudadanos y ciudadanas por intentar anular nuestros matrimonios por su recurso de la vergüenza ante el Constitucional?” ¿Cómo se puede, Javier, contestar a este activista?
Y ahora van a tu boda y te palmean la espalda reciamente entre felicitaciones y enhorabuenas. ¿Y tú, cómo te sientes, Javier? ¿cómo te sienta recordar sus frases?: “El matrimonio siempre ha sido una institución entre un hombre y una mujer”… “Las uniones gais no deben ser equiparadas ni al matrimonio ni a la familia”…. ¿Qué te parece “los homosexuales son personas taradas”?… ¿O esta definición del Matrimonio Igualitario?: “Es como la unión entre dos hermanas, un perro y una señora o una señora y un delfín”…. Y no sigo, que está la hemeroteca y los obispos y el presidente del Foro de la Familia para refrescarnos la memoria.
Y ahora van a tu boda y te palmean la espalda. Os abrazan entre albricias y sonrisas: sorprendente tabula rasa que ahora se intenta sustentar con un hipócrita “importan más los hechos que las palabras”, olvidando lo que el activismo no puede olvidar: el mantenimiento empecinado de políticas contrarias al respeto y reconocimiento de nuestra diversidad. Tan dañinas. A los hechos me remito, presidente.
Disfruta tu flamante matrimonio, Javier Maroto, sí, te lo deseo. Lo que hoy disfrutas es el fruto de la determinación de las peras y las manzanas, es el empeño de quienes nos negamos a ser ciudadanía de segunda y estamos ahora en el empeño y la lucha por la igualdad real, tan necesaria. Ojalá fuera lucha y empeño también de tu partido.
Y sobre todo, no olvides, no te olvides de que el activismo puso la escalera con sus peldaños de lucha y muerte, de lucha y luz, con su esfuerzo de siglos para que subieras por ellos, para que subierais por ellos hasta alcanzar la dicha de aquel día.
Recuérdalo o apréndelo, pero dales las gracias por ello, por tanta lucha. Dales Javier, dales las gracias a los invisibles invitados a tu boda.