COGAM premia la transfobia y el gaypitalismo

SHANGAY LILI

Ayer tuvo lugar el Orgullo Crítico de Madrid. Esta respuesta crítica a la mercantilización del Orgullo Gay —o Gaypitalista— ya lleva varias ediciones teniendo lugar por las calles de Lavapiés. Yo asistí a los primeros, pero la deriva del mismo, que desembocó en división en dos grupos hace dos años, me disuadió de seguir asistiendo aunque mi corazón y mi trinchera está con ellas y ellos siempre. Tan necesarias disidencias.

Este año, inexplicablemente, salió de su tradicional recorrido y acabó en la gaypitalista Plaza de Vázquez de Mella, frente a ese emblema del peor gaypitalismo que es el Hotel Óscar, perteneciente a la cadena Room Mate Hotels de mi ex amigo Kike Sarasola. A pesar de —o precisamente por— ser hijo del financiador de Felipe González, Enrique Sarasola (y compinche de negocios turbios en Colombia y aquí), Kike ha sido uno de los principales valedores y beneficiarios del gaypitalismo, apoyando abiertamente en Málaga al PP y en Madrid a su amigo Gallardón y la cúpula del PP. Kike en la época de mi Shangay Tea Dance era un habitual, pero se cansaba de advertirnos de que nadie podía saber de su homosexualidad y, mucho menos, del incipiente noviazgo con Carlos Marrero. Ambos se presentaron disfrazados de las Azúcar Moreno en una fiesta que grabamos y cuya cinta de vídeo le preocupaba mucho por la posible difusión. Luego, sorprendentemente, cuando ya habíamos hecho el trabajo sucio y la homosexualidad era casi políticamente correcta, se subió al carro de los que explotaron la marca gay. Específicamente la gaypitalista, o sea: el gay de élite, varón, blanco, clasista y plumófobo.

Pues bien, con estos antecedentes, la asociación de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de Madrid, COGAM, decidió darle este año un premio Triángulo por su labor en favor de la comunidad LGTB (¿en qué, en venderla y apoyar a homófobos como Gallardón, Botella o Aguirre, habituales de sus saraos? ¿O en unirse a esa corrupta oligayrquía que con mi excolaborador Llopart o Pedro Serrano o Juan Pedro Tudela han demonizado el activismo y vendido el movimiento a las empresas y la derecha?).

Así estaban las cosas cuando la marcha reivindicativa del Orgullo Crítico llegó a la Plaza de Vázquez de Mella y una integrante, la activista transexual Veronika Arauzo, responsable del evento, decidió subir a la celebrada terraza del Hotel Óscar a sacar una foto panorámica de la marcha. En un comunicado, Veronika nos explica lo ocurrido entonces:

Ataque Sexista, Clasista y Transfóbico en el Hotel Óscar el día del Orgullo Crítico 28J 2015

Un día como hoy pero de 1969, tuvieron lugar los disturbios de Stonewall; un violento enfrentamiento entre la policía y la comunidad LGBT en el Stonewall Inn en Greenwich, Manhattan, ciudad de Nueva York, que duro 3 días con apoyo de varias comunidades oprimidas por la policía, como la comunidad Latina y Negra de la época y próximos a los movimientos LGTB de la época.

Comunico a todxs, antes que nada, muchas gracias por la respuesta a esta acción transfóbica, y sexista y clasista.

No olvidemos que fui con un compañero y a él sí le dejaban entrar al recinto.

Entraron parejas gays delante mio e insitían en el hecho de que “DISFRAZADO” no se podía entrar al Hotel Óscar.

Nosotrxs solicitábamos acceder a la terraza para hacer una foto panorámica de altura del acto del Orgullo Crítico Madrid 2015.

He informado al encargado, que me pusieron delante, que la manifestación era del orgullo LGTB Orgullo Crítico y que además recaía en mí la responsabilidad de la misma, mostrándole los documentos, que arrojó a un lado diciendo que no le interesaba.

¡Solo queríamos acceder a hacer una foto panorámica de la plaza! Tras la negativa he solicitado la presencia policial para hacer acta de que, por falta de entendimiento con el agente de la Nacional, sin numero identificativo visible, terminaré de rellenar mañana a la mañana en la comisaria de Leganitos, C/Leganitos 19, a las 11 am por actuación por parte del Hotel Óscar de Transfobia, Sexista y Clasista

Como activista integrante del Orgullo Crítico y siendo responsable de la manifestación para la Delegación del Gobierno en Madrid, mañana tengo cita, después de la Comisaria, con COGAM para esclarecer detalles, pues están muy interesados que conocer de primera mano el incidente, según me comunicó una responsable de COGAM a las 1.30 am de la mañana, llamándome a mi teléfono.

Gracias compañerxs

¡¡¡NOS TOKAN A UNA,
NOS TOKAN A TODAS !!!

La presteza de COGAM en suspender la entrega del premio a Sarasola (que no cancelar, sólo han suspendido “hasta que se aclare lo sucedido”) pone en evidencia su hipocresía. Porque el simple hecho de que se le fuese a dar un premio a tan evidente exponente de la mercantilización de la lucha, de la elitización de la comunidad (y la criminalización de los sectores más desfavorecidos y auténticos de nuestra comunidad), no es más que otro peldaño más línea de apoyo y colaboración con lo peor del gaypitalismo y los gaympresarios que se han hecho millonarios gracias a la complicidad de la FELGTB y COGAM. Llevo años denunciando esa escandalosa colaboración de la élite asociativa de FELGTB, COGAM y PSOE-LGTB (son los y las mismas saltando de una institución a otra y dándose premios) en el repugnante secuestro de nuestra lucha y la mercantilización y derechización de la misma como denuncio en mi venidero libroAdiós, Chueca. Durante los primeros años a las disidencias se nos invisibilizó pero eso ya no es una opción. Una de las principales estrategias de blindaje de los y las visibles (y por ende los y las invisibles) han sido estos premios y actos que encumbran y santifican a unos supuestos activistas que no son más que esa élite asimilada y colaboradora en el negocio.

Esos premios son un escándalo de nepotismo, corporativismo y asimilacionismo que año tras año premia a los amigotes y algunos casos de escandalosa homofobia, transfobia y definitivo clasismo. Basta con ver a los otros premiados este año entre los que destaca Topacio Fresh, discípula de Alaska y como esta defensora de la homófoba Esperanza Aguirre, el capitalismo más agresivo, la telebasura, la falta de compromiso y el PP en general, “por su difusión de la cultura” (por no mencionar que se negó a permitir en su galería una exposición dirigida al VIH, como denuncia el activista Guillermo López). O el periodista Emilio de Benito que, como denuncia igualmente el activista Guillermo López: “cortó y tergiversó una entrevista que me hizo porque no le gustaba mi discurso de persona VIH+ visible y quería que el lector sintiera lástima de mí”. O Change.org que, por órdenes de sus jefes estadounidenses, da cabida a cristofascistas contra el derecho al aborto. Este año me invitaron, supongo que para ver si les daba publicidad por mi visibilidad a pesar de sus reiterados intentos de borrarme, ignorarme y negarme, y en la captura podéis ver mi respuesta.

Somos muchas las personas cansadas de ver a esa oligayrquia dándose premios unos a otros o a empresarios de los que luego reniegan en público. El victimismo que lleva años practicando tanto COGAM como FELGTB para desligarse de sus socios y principales jefes de MADO, el Orgullo Gay de Madrid, es tan incomprensible como hipócrita. He intentado en numerosas ocasiones pedirles explicaciones de por qué legitiman a una organización privada como AEGAL (la Asociación de Empresas y Profesionales para Gays y Lesbianas de Madrid y su Comunidad que montó mi excolaborador Alfonso Llopart con su amigo Pedro Serrano y hoy preside el secretario de Serrano Juan Carlos Alonso con sede en las oficinas de la empresa de Pedro Serrano Tryp-Family) que incluso les ataca y jamás me han respondido. Quizás el problema sea que la perversa hermandad entre asociaciones que deberían defender a la comunidad y el grupo de empresarios que ha corrompido y hecho negocio con nuestra lucha.

Teniendo la suerte de conocer a Veronika Arauzo desde la aprobación de la Ley de Identidad Sexual (con la que ella y muchos más eran críticos por la institucionalización de la patologización trans que conllevaba) puedo decir que es una activista muy bien preparada y supo llevar su agresión con una dignidad y representatividad envidiables. En el momento que el encargado del hotel, al que exigió ver para no implicar a trabajadores, se permitió calificarla de “hombre disfrazado de mujer” que no cubría el dress-code del hotel (mentira, yo he subido a la terraza en chanclas y shorts varias veces), veronika supo poner la línea roja que se había traspasado: “Esto ya es un actto de transfobia y exijo la presencia de la poliía para denunciarlo”, espetó con exquisita calma. El encargado, que intentaremos identificar, le dijo que no fuese por ahí y se negó a llamar a la policía.

Cuando finalmente llegó el policía al que Veronika llamó este se comportó en todo momento como si la denunciada fuese ella y le obligó a entregar su DNI con el que quiso meterse en el hotel para hablar con el encargado. A pesar de que Veronika le dijo que no se fuese con su DNI y que era ella la que había reclamado su presencia, el policía se empeñó en tratar al encargado agresor como la víctima y a Verónika como la agresora. En ese momento Veeronika declaró con una lucidez pasmosa que evidentemente el agente no estaba preparado para tratar con personas transexuales y agresiones de ese tipo así que haría la denuncia en la comisaría de Leganitos.

Así lo ha hecho y en breve sabremos más de esta dignísima representante de nuestro colectivo que debería haber sido, desde el primer momento, la recipiente de esos premios Triángulo que llevan años ignorando a los y las verdaderas activistas y luchadoras de nuestra rica comunidad. la disidencia no tiene premio desde el gaypitalismo. Ensuciamos su imagen con anunciantes.

Seguiremos muy de cerca este caso. En efecto: ¡Nos tocan a unx, nos tocan a todxs! Gracias Veronika, hermana, por tu lucidez, dignidad y valentía. Y conste que siempre he defendido que en COGAM (como en COLEGA o Triángulo) hay gente maravillosa, voluntarios generosos que ofrecen su trabajo. Pero es la dirección la que falla una y otra vez.

El largo camino hacia la igualdad real

Aún estamos muy lejos del objetivo final: conseguir que en el espacio público ser homosexual, transexual o bisexual no signifique nada diferente a ser heterosexual

Todo presente tiene su pasado. Tal día como hoy, hace 46 años, en la madrugada del 28 de junio de 1969, en un bar llamado Stonewall Inn, sito en la neoyorquina Chistopher Street, un grupo de lesbianas, gáis, bisexuales y, sobre todo, transexuales y travestis, cansados de las redadas y abusos policiales que tenían lugar periódicamente, ofrece resistencia. Los disturbios se prolongan durante varios días. Es el comienzo, si es que hay que poner una fecha icónica, del llamado movimiento de liberación LGTB (acrónimo de Lesbianas, Gáis, Transexuales y Bisexuales), cuya culminación, hasta el momento, tuvo lugar antes de ayer, 26 de junio de 2015, fecha en que el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró inconstitucionales todas aquellas leyes estatales que aún prohíben el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Desde aquel primer momento, que, lógicamente, vino precedido de otros que permitieron llegar a este, hasta la actualidad, hemos recorrido un largo camino, repleto de hitos (despatologización de la homosexualidad por parte de la Organización Mundial de la Salud en 1990; reconocimiento del matrimonio igualitario en más de veinte países de todo el mundo a partir de los primeros años del presente siglo; etc.) que nos ayudan a construir un relato, tan necesario para explicar una historia: la de la progresiva conquista de la igualdad de las personas LGTB y el paulatino fin de la discriminación que veníamos padeciendo. Pero aunque ha habido importantes avances, aún estamos muy lejos del objetivo final: conseguir que en el espacio público ser homosexual, transexual o bisexual no signifique nada diferente a ser heterosexual.

Si fijamos la mirada en España, y tomamos cierta distancia como observadores, apreciaremos la velocidad con que hemos recorrido ese camino de la igualdad. Lo que no quiere decir, ni mucho menos, que haya sido fácil ni que, como decíamos, esté ya todo conseguido. El pasado reciente, la época para siempre oscura del franquismo y su ideología cerril, no permitía augurar, en efecto, que en tan poco tiempo tuviésemos este presente. Ni siquiera años más tarde, en plena democracia ya, en 2003, nadie en su sano juicio hubiese dicho que dos años más tarde dos mujeres o dos hombres podrían casarse entre sí. Solo algunos locos, como aquellos de los sesenta, creyeron que había que ser realistas y, por tanto, pedir lo imposible. Fue así, vicisitudes y escaramuzas al margen, cómo un junio como este de hace 10 años, gracias, entre otras cosas, al formidable empuje de los colectivos LGTB y al arrojo de un presidente del Gobierno valiente y decente, se aprobaba la ley de reforma del Código civil que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y así fue cómo, junto a sus amigos, un ya reconocido activista del movimiento LGTB que empezaba a dar sus primeros y firmes pasos en la política institucional, el añorado Pedro Zerolo, uno de los más locos entre todas aquellas “locas”, dio una lección de cordura a los que se creían los más cuerdos, pues fue él, de la mano de todos los demás que pensaban como él, uno de los grandes protagonistas de esta historia, al señalar y transitar el sendero de baldosas amarillas que conducía hacia la igualdad. Y así llegó el matrimonio y con él la fiesta.

Lo que pasó después lo sabemos bien: el desgraciado recurso de inconstitucionalidad contra esta ley igualitaria que pendió, cual espada amenazante de Damocles, durante varios años sobre la cabeza de la igualdad; y la sentencia feliz de 2011 del Tribunal Constitucional, por la que tanto peleamos y que tanto celebramos también.

Esta es parte de la historia que conviene no olvidar. No por rencor, no, sino para saber de dónde venimos, en qué momento estamos y a dónde queremos ir. Porque venimos, en efecto, de ahí: del insulto, del escarnio, de la vergüenza y del horror que es toda muerte, herida o privación de libertad que te inflige el otro, sea ser humano o Estado. Y porque, por mucho que creamos haber avanzado, todavía seguimos ahí, porque se nos sigue insultando, vejando, horrorizando, e, incluso, en algunos, que siempre son demasiados, lugares de este cada vez más pequeño mundo, se nos sigue matando o privando de libertad, porque la ley o el déspota así lo dispone.

Así que la fiesta, al igual que el espectáculo, debe de continuar, sí (Show must go on!), siempre y cuando no olvidemos, como no lo hacemos, que esta es una fiesta que celebra con orgullo la igualdad conseguida, pero que, sobre todo, reivindica la que nos queda por conseguir, que es casi toda. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones: seguimos en la prehistoria de la igualdad. Y es que no podemos permanecer indiferentes, por mucho que hayamos avanzado, a las asesinatos de Estado que se cometen contra las personas LGTB en Uganda, o al retroceso preocupante que en este terreno se está produciendo en una Rusia cada vez menos democrática, o a las agresiones verbales y también físicas que todavía padecen muchas personas LGTB en nuestro país, sobre todo, las más jóvenes, por poner solo tres ejemplos, entre otros muchos que también se podrían mencionar.

En esta fiesta del Orgullo, que se prolonga durante varios días, y que tendrá su culminación el sábado próximo, con la celebración de la gran manifestación estatal convocada por el Colectivo de Lesbianas, Gáis, Trasexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM) y por la Federación Estatal (FELGTB), recorreremos los muy madrileños y, por tanto, universales, Paseos del Prado y Recoletos, y volveremos a reivindicar igualdad, más igualdad. Una voz que se alzará potente, porque será la de cientos de miles de personas de toda edad y condición, que, como cada año desde hace ya varios años, acudirán a esta cita, esta vez bajo el lema “Leyes por la Igualdad Real, ¡Ya!”.

Nos acompañará, que nadie lo dude, Pedro Zerolo, porque en nuestras cabezas estará muy presente su recuerdo, y porque de él hemos aprendido muchas cosas. Tal vez, una de las principales sea que la visibilidad es la mejor herramienta para luchar contra quienes pretenden invisibilizarnos, esto es, aniquilarnos.

Pero Pedro Zerolo, que tanto defendió la necesidad del laicismo, no hubiese querido que lo convirtiéramos en un dios. Los dioses, para quienes creen en ellos, son solo luz. Los que solo creemos en la capacidad del ser humano para luchar por aquellas causas que considera justas, asumimos que hay hombres y mujeres que iluminan los caminos a seguir para alcanzar el objetivo soñado, pero que, al mismo tiempo, también tienen sus sombras. Si somos capaces de diferenciar las luces, por muy luminosas que sean, de las sombras, por muy ocultas que estén, tendremos la seguridad de saber que no estamos ciegos o cegados.

La luz que Pedro Zerolo arroja es muy intensa, porque nos hace ver que la búsqueda de la igualdad solo tiene sentido si primero se reconoce la legitimidad de la diversidad de los homosexuales, bisexuales y transexuales, pero también de los gitanos, los inmigrantes, los discapacitados, etc. Él también estuvo allí.

¿Y hacia dónde queremos ir? En materia de diversidad afectivo-sexual nos queda casi todo por conseguir. También en nuestro país. Y el próximo paso a dar, por muy difícil que sea para algunos de comprender o asumir, me parece que es este: Extraer de la lucha partidista la defensa de los derechos y, en definitiva, de la dignidad de las personas LGTB. No sé si Pedro Zerolo estaría de acuerdo con esto, lo que sí creo saber, y por eso lo digo, aun a riesgo de equivocarme estrepitosamente, es que ese es el mejor regalo que le podemos hacer, pues a la postre servirá para dar un paso de gigante en la consecución de ese sueño que él tan bien encarnó: el de la igualdad real.

Antonio Arroyo Gil es profesor de Derecho constitucional de la Universidad Autónoma de Madrid. Premio Pedro Zerolo a la Trayectoria 2015, concedido por COGAM.

Erección, eyaculación y penetración: los tres mitos de la sexualidad masculina

Artículo publicado en Orbita Diversa

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Me presento. 1) Soy un hombre cis-sexual, persona que se ha identificado – por lo menos hasta hoy – “en masculino”. 2) Para definir mi orientación utilizo varias expresiones en diferentes contextos, cada una emocionalmente diversa: gay, homosexual, maricón, mariquita, me gustan los chicos. 3) Además, he tenidoexperiencias sexuales exclusivamente con otros hombres (¡o al menos yo los percibí como tales!): por lo tanto, algunos dirían que soy una “estrella dorada”, en Bolonia me llamarían “pura”.

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Dicen que los gays somos sexualmente “libres”. Yo miro hacia atrás y recuerdo mi vida sexual y me doy cuenta de las muchas veces que no fui capaz de reconocer mis deseos más profundos, todo aquello que tenía ganas de hacer, o en algunos casos, no hacer, y de cuantas otras veces, aun identificando mis deseos, no supe o quise expresarlos a quién estaba conmigo.

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Con el paso del tiempo, he investigado dentro de mí. ¿Por qué no fui asertivo? ¿Por qué no me atreví quizás a desilusionar al otro a costa de no poder disfrutar yo mismo de un sexo pleno, consciente y placentero?

La razón es que me sentía obligado por ciertas expectativas sociales. En encuentros fugaces en los pasillos de un cuarto oscuro, entre las sábanas con un novio, en todos aquellos momentos que tendrían que vivirse como una máxima expresión de libertad, estas expectativas me guiaron y construyeron mi rol en la comedia que actuamos durante el sexo.

Interiorizamos estas expectativas – masculinas, machistas, heteronormativas – de una manera tan inconsciente que creemos ser libres. Dentro de estas expectativas, podemos reconocer tres mitos, tres normas no escritas en la comunidad de los hombres gays.

1. ERECCIÓN

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El primer mito nos obliga a tener una erección en cada encuentro sexual. El pene tiene que estar erecto. Siempre. Nuestra performance de masculinidad, nuestro poder viril nos vincula a desenvainar sin tregua la espada del machismo, en caso contrario significaría que no estamos sintiendo placer, que defraudamos las expectativas del otro, que perdemos en la batalla sin fin para la “victoria fálica”.

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¡Cuantas veces, quizás un poco cansado o borracho, me habría gustado saborear el cuerpo de otro chico sin tener que agobiarme para medir centímetros de carne y masa corporal, sino sencillamente dejando a la piel su propia libertad!

Y además me pregunto si este tabú flojo no tiene la misma virulencia para un hombre que está recibiendo una penetración.

2. EYACULACIÓN

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El segundo mito es la eyaculación como única expresión física del triunfo masculino. “Sin orgasmo no hay relación sexual”, proclamaban unos amigos gays.

Así, me encontré que vivir este ritual liquido era un requerimiento necesario en cualquier noche de sexo, un momento inevitable para la confirmación de mi autoestima, la demostración de que había tenido éxito. En resumen, la consagración fértil de mi arcaica fuerza. Muchas veces lo busqué obsesivamente como meta, sin vivir el placer de cada instante en el camino con otros cuerpos.

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En la oscuridad, muchos de nosotros retrasamos este momento de vanidad para “reservarnos”, pudiendo así saltar de cuerpo en cuerpo para prolongar la performance indefinidamente. Quizás porqué después de la eyaculación podríamos volver a sentir vergüenza o impotencia.

3. PENETRACIÓN

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Por último, está el mito más difícil de erradicar: la penetración.

Escuché a muchos gays definir la penetración anal como la única forma de “sexo completo”, incapaces de aceptar su deseo de jugar con otras prácticas y siendoesclavos de una heteronormatividad, que nos define como mitad incompletas y compenetrables.

Las prácticas se han vuelto roles, identidades, A (activos) o P (pasivos). Los homosexuales nos hemos refugiado en una dicotomia sin colores cuando habríamos podido experimentar la libertad de los cuerpos y la infinita variedad de placeres.

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Recuerdo todas las veces que tomé el rol receptivo, considerado “pasivo” y “femenino”, a causa de mi joven edad, o de mi delgadez o porqué tenía el pelo largo.

Debido a mis inseguridades, para no desilusionar a mis compañeros sexuales o por puro narcisismo, no supe decir que no. No pude o quise expresar que me gustaría más lamer axilas, morder piernas o chupar orejas que ser penetrado. Escondí mi placer y perdí la oportunidad de gozar llenamente y de regalar placer a los demás.

Juntando estos tres mitos, noto que esta obsesión por un orgasmo penetrativo – hecho por un lleno masculino y un vacío femenino – no es más que una herencia heterosexista, una imitación hipócrita del sexo reproductivo.

Gracias a este camino personal, poco a poco, me he liberado de estas tres reglas para poder vivir plenamente mi erotismo y mi sexualidad. Pude reconquistar mis placeres, acercarme a mis deseos y disfrutar de todas las prácticas posibles, incluso del sexo anal practicado con gusto y consciencia.06_sex03

Retomé la oportunidad de vivir sexualmente cada aquí y ahora y gozar por completo de todo mi cuerpo.

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La construcción social de la desigualdad a través del amor romántico

Publicado en haikita.blogspot.com por Coral Herrera Gómez

El amor es una construcción social y cultural que nos presenta unos modelos a seguir. Esos modelos están basados en la pareja heterosexual, porque es en ella donde se domestican las ansias de libertad, los miedos, el deseo, donde todo se doma, se somete, se define y se clasifica. La estabilidad conyugal nos otorga calma, nos da seguridad, nos pone la vida más fácil.

La soltería esta penada socialmente y sale mucho más cara que vivir en pareja: se considera que alguien es “raro” o que no ha tenido suerte en la vida si no se casa. Es más barato juntarse de dos en dos, la pareja desgrava a Hacienda, hace frente al desempleo y los momentos duros formando un equipo frente al mundo. Los tríos que existen no suelen reunir a las tres familias a cenar los domingos, porque está muy mal visto en la sociedad que un tercero aparezca y rompa la dualidad sagrada en la que vivimos.

Casi toda la estructura capitalista gira en torno a la pareja heterosexual en edad reproductiva; todo se sostiene a partir de ella. La cultura mitifica e idealiza a la pareja feliz, y vende historias de amor para ser consumidas. Las parejas felices llenan los centros comerciales, sostienen la industria inmobiliaria, viven en la industria del entretenimiento: todo el consumo pasa por estas parejas, que a lo largo de su vida compran niditos de amor, coches, joyas y flores, muebles para la casa, ropita y accesorios de bebé, etc.

La construcción del amor romántico, como vimos, mitifica la construcción social del amor romántico, ofreciendonos historias de amor heterosexual y monogámico e invisibilizando la multitud de historias de amores diversos que se dan en la cotidianidad, en los márgenes del sistema.

Por eso la sociedad ha de cambiar la cultura, y la cultura ha de cambiar la sociedad, para que podamos crear un mundo más libre y diverso en afectos. Ahora mismo seguimos atrapados en unas estructuras basadas en binomios y etiquetas que reducen nuestro erotismo, que constriñen nuestro deseo, que imponen unas metas difíciles de cumplir.

A través de la cultura idealizamos este modelo de familia feliz formada por un papá, una mamá y unos hijos, porque nos lo ofrecen sublimado, mitificado como el colmo de la armonía, la felicidad y la paz. A pesar de las decepciones, son muchos los que se resignan al matrimonio como algo necesario, porque sirve para demostrar que uno ha tenido éxito reproductivo en la vida y para acallar rumores. Sirve también para mitigar la sofocante sensación de soledad de la ciudadanía individualista, para tener compañía en el camino de la vida, para integrarse con normalidad en la masa de gente anónima.

Asi pues, el amor romántico puede subvertir el orden patriarcal cuando se desvía de los modelos tradicionales, o puede ser un mecanismo de control social por el cual las gentes que se ven seducidas por la belleza del amor romántico reproducen patrones socialmente aceptados.

Si no, que nos lo digan a las mujeres: llevamos siglos soñando con príncipes azules y siendo educadas para ser amadas. Idealizamos en mucha mayor medida en amor romántico porque nos promete un mundo mejor. En este proceso de seducción romántica se unen la cultura, el poder mediático, el poder económico y el poder político; todo el mundo apoya esta utopía amorosa.

Por eso no debemos olvidar que lo que hacemos en la cama (o en un parque público) tiene consecuencias en la estructura social. De ahí el famoso lema: “lo personal es político”.

Algunos hombres y mujeres luchan por liberarse de la opresión y del modelo amo-esclavo con el que nos hemos venido relacionando hasta ahora. Las mujeres se rebelan a la tradición masoquista del aguante, los hombres ya no quieren madres que los controlen, sino compañeras de vida con las que compartir.

Muchos otros se rebelan a los cambios, se aferran a sus privilegios de género, o emplean la violencia para frenar el igualitarismo, pero los cambios son imparables y las luchas ya son globales.

Lentamente se está abriendo el campo amoroso a los gays y las lesbianas, que ahora pueden casarse en algunos países. Más allá de la normativización de la homosexualidad hay toda una diversidad de gente raraque crea mundos amorosos alternativos, que prueba otras formas de quererse, que busca romper ciertos límites, que inventa nuevas estructuras en las que construir una sociedad más amorosa y rica en matices.

Solo luchando contra las idealizaciones mitificadas de nuestra cultura, deshaciéndonos del miedo al qué dirán, jugando con los roles y las palabras, rompiendo techos y muros creados para oprimir el deseo y controlar el amor, lograremos crear una sociedad más justa, más igualitaria y más diversa. La lucha por los derechos de las mujeres empieza en las casas y en las camas, y después sale a las calles.

No me cabe duda de que mejorando nuestras relaciones sexuales y afectivas seríamos más felices, y ello podría transformar nuestra cultura y nuestra forma de organizarnos política y económicamente.

Encontraríamos, seguro, sistemas mucho más justos, no basados en la explotación de una mayoría por parte de otro grupo, como sucede con el patriarcado y el capitalismo. Por eso es importante entender, creo, porqué amamos así, porque vivimos en parejas, porque sufrimos tanto, porqué es tan complicado tener una relación hermosa y duradera. Entender por qué la gente enloquece de amor, porqué son capaces de cualquier cosa por amor (separarse de su anterior pareja, cambiar de país, de trabajo, de vida. Y entender también porqué la gente invierte tanto dinero, recursos, tiempo y energía en alcanzar la utopía amorosa de la felicidad eterna.

Mientras soñamos despiertos, el mundo necesita cambios urgentes. Para que haya un cambio real, las gentes han de abandonar sus paraísos individualistas basados en conseguir una pareja perfecta, y extender sus redes de afecto. Solo sobre la base de la solidaridad, la ayuda mutua, el cariño a la comunidad, podremos mejorar nuestro mundo.

La cultura ha de abrir sus horizontes y mostrarnos otras realidades amorosas hasta ahora invisibilizadas o marginadas. Es importante dejar atrás ciertos mitos basados en la diferencia y la complementariedad que solo promueven una dependencia mutua entre hombres y mujeres, y unas relaciones basadas en una pobreza conceptual que excluye completamente la diversidad de nuestro mundo.

Hay que rebelarse ante la tiranía de las etiquetas que nos discriminan, y a la represión de los sentimientos. Dejar atrás los mitos ancestrales, desmontar la nueva religión romántica que invade las pantallas y los anhelos de la gente, y crear un mundo con redes de afecto más extensas y diversas, construir lazos de solidaridad y ayuda mutua, organizarnos políticamente para cambiar unas estructuras que ya no sirven.

De la cama a la calle, urge un cambio social, político, económico y cultural.