Litografía que muestra a Anne Bonny.
Una bucanera que causaba controversia por su fuerte carácter (se dice que asesinó a su propia criada tras una absurda discusión) y encandilaba a los hombres con su distinguida belleza y su melena rojiza. Así era Anne Bonny, una de las piratas más reconocidas del Caribe que ha pasado a la historia por poner en jaque a decenas de navíos de la vieja Europa, por tener -según cuenta la leyenda- tendencias bisexuales y, finalmente, por travestirse como un hombre para poder embarcarse en un navío con la bandera de la calavera. Su vida bien podría parecer el argumento de una película de ciencia ficción, pero es tan real como la de otros tantos pelirrojos que han ayudado a cambiar la Historia de la humanidad. Algunos de ellos son bien recordados (como Galileo Galilei o Winston Churchill), y otros, por el contrario, arrastran una infame leyenda negra tras de sí (como Gengis Khan o el conquistador Hernán Cortés).
La importancia de Bonny, así como la del resto de pelirrojos relevantes que han pisado este mundo, ha vuelto a resurgir estos días gracias al historiador Alfonso Enseñat de Villalonga. Y es que -hace unas semanas- este experto corroboró que Cristóbal Colón tenía también el pelo rojizo y los ojos claros. El investigador, además, dice haber puesto fin a una serie de intrigas sobre este marino y el eterno debate sobre su origen, pues afirma que -después de casi 30 años de buceo en los archivos y 330.000 documentos revisados- puede determinar que su genealogía empezó en el año 770 en Escocia. Fuera como fuese, y de ser cierto lo que afirma (pues el marino que descubrió América suele aparecer retratado como castaño), el hombre que cruzó el océano con la Pinta, la Niña y la Santa María se uniría a un extenso club de personas con el cuero cabelludo del color de la llama.
El nacimiento de una pelirroja «muy guerrera»
La historia del alumbramiento de Anne Bonny está rodeada de cierto misticismo y una buena dosis de leyenda e invención. Con todo, la teoría más aceptada afirma que vino al mundo en el condado irlandés de Cork -ubicado al sur de la isla- en 1698. Sus padres, curiosamente, fueron un conocido abogado de la zona y la sirvienta de la legítima mujer del letrado. Es decir, que nuestra hija fue concebida durante una aventura del letrado. Algo que -no por habitual- estaba bien visto en la época. «Al estallar el escándalo [de su adulterio] los amantes huyeron a América y se instalaron [en la zona]. Allí nació la niña, y su padre rehizo su carrera hasta alcanzar una posición destacada e influyente», explica el divulgador histórico Ernesto Frers en su obra «Más allá del legado pirata». En poco tiempo el padre de Anne logró hacerse con una plantación en el Nuevo Mundo y llenar su caja fuerte con un buen dinero. La vida le sonreía.
Con los años tampoco le fue mal a la pequeña Anne quien -además de lograr un buen dinero haciendo las veces de administradora de la hacienda de su padre- siempre sobresalió por contar con una belleza única. La joven, además, también destacaba por su «carácter impetuoso y arrogante», como bien señala el cronista Charles Johnson (contemporáneo de la joven) en su obra «Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas». Así lo afirma la leyenda negra que la rodea, la cual afirma que, en una ocasión, esta joven de buena cuna asesinó a su criada con un cortaplumas por una absurda trifulca. Independiente de su mal temperamento puntual, lo cierto es que nuestra protagonista solía obedecer en casi todo a sus padre. Y decimos en «casi todo» porque no cumplió esta máxima cuando, con 16 años, apareció en su vida un marinero que, aunque guapo, no contaba con demasiada liquidez. El joven (un tal James Bonny) logró encandilarla y, al poco tiempo, la joven se escapó de casa con él.
Dibujo que muestra a Bonny durante un abordaje.
«Cuando Anne dijo que se había enamorado de un cazador aventurero y sin recursos llamado Bonny, el próspero abogado la amenazó con desheredarla si insistía en casarse con ese individuo. Pero Anne era testaruda, y la boda se llevó adelante», añade el autor en su obra. Quien avisa, debió pensar su padre, no es traidor. Así que, deseoso de evitar que su nuevo yerno se gastase una sola moneda del tesoro familiar, puso de patitas en la calle a su querida pequeña sin nada de liquidez. Las cosas se pusieron difíciles para la pareja, y especialmente para el marido (quien sentía más amor por el dinero de su nueva esposa que por ella). Decepcionado por no contar con la dote de su mujer, el tal Bonny se llevó a Anne hasta la isla Providencia, un trozo de tierra ubicado entre las actuales Nicaragua y Cuba que -por aquellos años- era conocida por estar infestada de piratas (y ello, a pesar de estar bajo dominio británico y ser uno de sus principales puertos en el Caribe). Aquel viaje cambiaría para siempre a la que, posteriormente, sería una de las pelirrojas más famosas de la época.
Anne, pirata y travesti
Los siguientes meses de vida de Anne varían atendiendo a las fuentes a las que se recurra. Divulgadores históricos como Geniber José Cabrera Parra (autor «La piratería: ¿Un oficio sólo para hombres?»), afirma que la joven montó una taberna en la región con su esposo. Esta teoría es la más extendida y la que comparten otros tantos estudiosos de la época. Al parecer, la clientela del lugar estaba compuesta principalmente por piratas y por hombres de mala vida. Nuestra protagonista, puede que por la atracción que -desde su infancia- le provocaban todos los aventureros que albergaba el Caribe, puso una considerable cornamenta a su marido con más de un filibustero cuando este se marchaba de casa. Como era de esperar, al poco tiempo uno de aquellos amantes ocasionales le acabó robando el corazón.
«Más pronto entró en escena un amante más gallardo: el guapo, rico y temerario pirata capitán Jack Rackham, conocido en toda la costa como Calicó Jack. Jack tenía métodos muy similares para cortejar y apresar un barco, esto es: enfilar y abordar la presa sin pérdida de tiempo, emplear toda la artillería y hacerla suya. Anne se sintió entusiasmada por su estrafalario y apasionado amante y aceptó embarcarse con él», explica el historiador británico del Siglo XIX Philip Gosse en su obra «Quien es quien en la piratería. Hechos singulares de las vidas y muertes de los piratas y bucaneros». Calicó (llamado así porque siempre llevaba -en un intento de demostrar su riqueza- una prenda hecha con esta cara tela de origen asiático), sabía sin embargo que su nueva amante no podría subir al barco como mujer, pues aquello estaba prohibido por el código pirata. Por ello, Anne decidió disfrazarse de hombre para poder embarcar en el buque de su nuevo «amor». La idea funcionó a la perfección, pues nadie se percató de su condición de hembra. Aunque a muchos les extrañó que se pasase tanto tiempo en el camarote del capitán.
Jack el Calicó, según un cuadro de la época
Con todo, Anne Bonny no fue la primera ni la última mujer de la época que se travistió para poder subir a un navío pirata. Así lo afirma el historiador naval Marcus Rediker, quien defiende que este tipo de disfraces eran bastante habituales debido a que era la única forma de que las chicas de entonces rompiesen con las cadenas que les ponía la sociedad. De la misma opinión es Cabrera: «Apartadas de toda forma de vida naval, las mujeres de espíritu libre se idearon los mecanismos para vencer las arrogantes disposiciones de los hombres. Por lo cual, decidieron hacerles el juego en sus propios terrenos y comenzaron a distraer la atención sobre sus “débiles sexos” cortándose las largas cabelleras, vistiéndose con atuendos masculinos, engolando sus delicadas voces hasta darles decibeles con tonos varoniles, entre otro tanto de argucias que las harían pasar desapercibidas». El carácter de nuestra protagonista ayudó a que el engaño surtiera efecto, pues su tendencia a la valentía y la violencia la convirtieron en una más de la tripulación.
Marea por aquí, ola por allá, se sucedieron los meses en el buque de Calicó (a quien solían llamar también «El hortera» por sus caros gustos al vestir). Durante ese tiempo, Anne disfrutó de su nueva vida de pirata protagonizando todo tipo de abordajes contra navíos de la vieja Europa (entre ellos españoles) cargados de mercancías. Aunque, eso sí, la mayoría de medio pelo, pues el buque del capitán no era lo suficientemente potente como para enfrentarse a los grandes bajeles artillados de algunas armadas. El viaje también le fue fructífero sexualmente hablando, pues la mujer solía mantener encuentros fugaces con su nuevo amante. En uno de ellos, de hecho, llegó a quedarse embarazada de él durante una travesía, algo que ponía en peligro su tapadera. Por ello, recurrió a medidas desesperadas. «Calicó desembarcó de inmediato en algún lugar de Cuba, donde tenían parientes, y volvió a por ella una vez que parió», explica Germán Vázquez en «Mujeres piratas» (editado por «Algaba»). La filibustera demostró entonces su frialdad, pues -según cuenta la leyenda- se deshizo de su pequeño encantada para continuar su mala vida.
¿Homosexual, bisexual o heterosexual?
Una vez que Anne regresó en su puesto, Calicó ordenó a sus hombres dirigir la proa del navío hacia las islas Bahamas. Esta región era sumamente apreciada por los piratas debido a la gran cantidad de cuevas naturales (todas ellas de difícil acceso) en las que se podía esconder un barco con la bandera de la calavera y las dos tibias. Para entonces su bodega estaba llena de tesoros y se les hacía necesario descargarlas. Sin embargo, durante su viaje los bucaneros se toparon de bruces con un mercante procedente de Europa cargado hasta los topes de holandeses. Como nadie desprecia una buena presa -y el buque parecía sumamente sencillo de capturar- Rackham no titubeó y, tras ordenar el abordaje, logró hacerse con el bajel sin siquiera mancharse de sangre sus preciadas y horteras prendas de vestir. A su vez, y ya que había perdido a algunos hombres durante las últimas batallas, ofreció a la tripulación de aquel perdido cascarón unirse a él.
Aunque se desconoce el número exacto de aquellos que adoptaron la bandera pirata, sí se sabe que -entre ellos- se encontraba un gallardo joven que cautivó a Anne Bonny. Un tal Read, según le llamaban. En este punto las fuentes son contradictorias, pues algunos historiadores como Henry Musnik (autor de «Las mujeres piratas») afirman que el único que subió al buque de Calicó era este chico, y que no se hizo oferta a ningún otro marino. Otros, por el contrario, son partidarios de que hubo varios tripulantes que adoptaron la vida pirata. Fuera como fuese, lo que se sabe con certeza es que este chico atrajo la atención de nuestra protagonista, que convenció al capitán para que le diese un trabajo. El nuevo grumete también se sintió instantáneamente atraído por la travesti. Ambas anduvieron jugando al cortejo hasta que, hasta el estoque de esconderse, la amante Rackham le dijo toda la verdad al chico para que ambos pudieran vivir una historia de amor.
Mary Read, la mujer pirata que enamoró a Bonny- Wikimedia
La sorpresa de Anne fue mayúscula cuando el tal Red le dijo… ¡Que era una mujer disfraza y que se llamaba Mary! Ambas fueron a explicar todo lo sucedido a Calicó, quien aceptó de buen agrado a la nueva joven en su buque, aunque solicitó a las dos que mantuviesen la situación en secreto para no desconcertar a la población Nuevamente, la leyenda copa esta parte de la vida de Bonny, Y es que, algunos afirman que se inició un curioso triángulo amoroso entre ellos en el que abundaron las orgías y el sexo. «Hay quien fantasea con un erótico y caliente trío formado por Rackham, Mary y Anne; quien demuestra sin ningún género de dudas que las piratas eran lesbianas, quien apunta que las bandidas, además de seguidoras de Safo, eran ecologistas y quien, pescando en río revuelto sin saber bien qué pieza va a cobrar, identifica la supuesta lucha lesbiana de Anne y Mary con la autodeterminación de las minorías indígenas de América», completa Vázquez.
No obstante, tampoco escasean aquellos que afirman que Mary nunca sintió nada por Bonny y era contraria a la homosexualidad. Dejando a un lado la condición sexual de Anne (sobre la cual hay decenas de opiniones contradictorias), a partir del momento en que Mary se convirtió -junto a ella- en lugarteniente de Rackham, la carrera de este último explotó. Comenzaron los abordajes a naves cada vez más grandes y con mayores riquezas. En todos ellos, ambas mujeres luchaban como una más demostrando siempre su gran valor. «Las mujeres se desempeñaban con total valentía, sin mostrar diferencias con sus compañeros de ruta y ataques. Peleaban igual o mejor que cualquier hombre. El tiempo pasó y vivieron muchas aventuras y victorias», determina Silvia Miguens Narvaiz en su obra «Breve historia de los piratas».
Cuando la Armada española no pudo con Anne
Mientras Anne y Mary vivían sus amores y desamores, el calendario fue avanzando hasta la llegada de la navidad de 1718. Por entonces el navío de Calicó se hallaba en la costa de Cuba. Su tripulación estaba disfrutando de una gran fiesta cuando, de improviso, hizo su aparición en la región un buque guardacostas de la Armada española con órdenes de detenerle. El bajel venía ya celebrando su victoria pues, antes de dar buena estopa a los de Rackham, ya había capturado una balandra británica que remolcaba como trofeo. Lo cierto es que, según las crónicas, poco tenían que hacer los piratas ante la potencia artillera de este enemigo, por lo que idearon un curioso plan para salir con vida del desastre que se avecinaba. Establecida su treta, el «Hortera» hizo esconderse a sus hombres (y dos mujeres) hasta la caída de la noche.
«Cuando anocheció, Rackham embarcó a toda su tripulación en un bote. Remaron sigilosamente hasta la balandra, treparon a bordo y amenazaron de muerte a los guardias españoles si daban la alarma», añade Gosse. Posteriormente, salieron de aquella bahía con sumo sigilo antes de que el buque de guerra español se percatase de su presencia y les cañoneara hasta morir. El plan salió a pedir de boca, pues lograron escapar y evitaron que aquel gigantesco enemigo les persiguiese dejándole un interesante y falso objetivo: su antiguo buque totalmente vacío y amarrado en la costa. «A la mañana siguiente, el buque embaucado abrió fuego con fuerza sobre la que creía que era su presa. Al no obtener respuesta se acercó, y cuando al fin los españoles se dieron cuenta de que habían sido burlados, los que creían que habían capturado ya estaban lejos, con un buque más nuevo que el precedente», determina Musnik.
Dos años después, en noviembre de 1720, Anne lucharía su última batalla después de haber cometido incontables robos y haber asesinado a multitud de enemigos. Esta se sucedió cuando un buque inglés consiguió abordar -al fin- el navío de Calicó Jack. Aquella jornada, dicen las crónicas que las únicas que se enfrentaron ferozmente a los soldados de la Royal Navy fueron las dos mujeres, ya desembarazadas de sus disfraces. Ni siquiera el capitán lo hizo, pues se hallaba totalmente borracho, al igual que buena parte de la tripulación. Con todo, aquella defensa no sirvió de nada, pues todos los marineros (y ellas también, por descontado) fueron capturados y juzgados, el 28 de ese mes, por un tribunal del Almirantazo. Desde Rackham hasta el último grumete fueron condenados a la pena capital: morir en la horca. No obstante, las «travestis» lograron retrasar su ejecución afirmando que estaban embarazadas (lo que implicaba que su sentencia se ejecutaría cuando diesen a luz). Mary murió en los días siguientes por fiebres. El paradero de Anne es un misterio. Algunos afirman que escapó y, otros, que su padre pagó el rescate.
Cuatro pelirrojos que han cambiado la Historia
1. Erik el Rojo
Eirik Thorvaldsson (más conocido por su apodo, Erik el Rojo) nació al sudoeste de Noruega en el año 950 (aproximadamente). Conocido por su pelo y su barba cobriza (lo que le granjeó su mote) logró un hueco en los libros por haber explorado Groenlandia con sus sirvientes tras haber sido exiliado de su país.
2. Genghis Khan
Genghis Khan nació en el 1162. Fue el emperador del imperio mongol y, curiosamente, no contó con una gran cantidad de riquezas durante su vida, aunque sí con multitud de territorios bajo su mando. No logró conseguir ser el soberano de todas las tribus mongolas hasta el año 1207. Una vez en la poltrona extendió sus dominios por China, India, Mesopotamia y el sur de Rusia. Murió en 1227 tras convertir un ejército anteriormente caótico y nómada en una fuerza brutal liderada por jinetes. Destacaban, especialmente, los arqueros a caballo.
3. Hernán Cortés
Nacido en Medillín (Badajoz) en 1485, Hernán Cortés fue el conquistador español encargado de hacerse con el territorio ocupado por los aztecas (actualmente, México). Entre las acciones más destacadas que acometió, llegó a arrestar al soberano azteca (Moctezuma II) en su propio palacio -ubicado en Tenochtitlán- y logró vencer a miles de enemigos con poco más de 400 españoles en la batalla de Otumba. Murió a los 62 años en Castilleja de la Cuesta (España).
4. Giuseppe Garibaldi
Giuseppe Garibaldi fue un político italiano nacido en Niza en 1807. Marinero en sus primeros años, viajó hasta Latinoamérica, donde combatió en Brasil y Uruguay. En el río de la Plata, incendió sus naves para que no fueran capturadas por sus enemigos tras ser derrotado. También colaboró en la unificación política italiana. Murió en 1882.