“Uno, o una, puede cambiar, nada es fijo, ni siquiera el género”

Serge Sceveneles, en la tienda de ropa sostenible Circular Project Shop

Serge Sceveneles, en la tienda de ropa sostenible Circular Project Shop. S. GONZÁLEZ-VALERO

Serge Sceveneles lleva de tribunal en tribunal todos los géneros que es. Maldita la gracia. Ni su ingeniería aeroespacial, ni su acento de belga a la española, ni su lucha por el sueldo fueron nunca un problema. Su género, sí. O sus géneros. Porque Serge es un hombre. O una mujer. O las dos cosas. O ninguna. Es un “género fluido”. Un intergénero. “Uno, o una, puede cambiar, nada es fijo, ni siquiera el género. El género es un modo de expresarse”.

Y así, expresándose, Serge Sceveneles lleva dos años viviendo una cuita procesal interminable a la que acaba de sumarse el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) con unas gotas de esperanza: que se anule la sentencia que avaló su despido.

Conocimos a Serge a finales de 2013, cuando contó a este periódico su peripecia. Había denunciado a la multinacional Rhea Systems, perteneciente al Grupo Fes-Moore Stephens Madrid, por un despido que su abogado, Armando Gil, y él aun hoy siguen considerando “nulo y discriminatorio”: “Me echaron exclusivamente por mi condición de diversidad de género”.

Este ingeniero, especializado ahora en análisis de datos, había sido contratado a finales de 2012 por Rhea, una empresa que trabaja para la industria espacial europea. En la entrevista de selección estaban tres altos cargos de la empresa y la directora de Operaciones de Rhea, Nicola Mann, una persona que resultará fundamental en esta historia.

Sceveneles les comunicó a los cuatro que él era un hombre, pero que no respondía a los estereotipos masculinos. “Les dije que, en realidad, no me sentía de ningún género. Me contestaron que eso no era ningún problema”.

En enero de 2013, Rhea hizo a Serge un contrato de seis meses a prueba. El ingeniero acudió a trabajar algunas veces con pantalones y muchas con falda y nunca tuvo conflictos. Pero, en febrero, una semana antes de que el director general, Andre Sincennes, visitara la sede donde Serge trabajaba, Nicola Mann le sugirió que se vistiera de manera más “formal”.

El día de la visita, Serge se presentó de negro. Y de falda. Entonces, el ingeniero fue conminado a volver a casa y ponerse unos pantalones. “Me pareció una agresión”. Sin embargo, el miedo al paro pudo más que el orgullo de ser y nuestro intergénero de combate aceptó. Pero con la condición de entrevistarse con el jefazo.

Según Sceveneles, la reunión fue un monólogo del director general, que le dijo que no podía ir a trabajar con falda porque su aspecto no correspondía a la imagen de la empresa. “Éstas son mis reglas. Vuelva a su despacho”, soltó Andre Sincennes. Y Nicola Mann allí, de oído y ojos presentes, de escribiente y testigo muda.

El ingeniero aeroespacial siguió trabajando allí tres meses “con dos episodios de mobing” de por medio. Y un mes antes del final de su contrato, Recursos Humanos le citó para decirle que “un problema de compatibilidad y comunicación con el director” provocaba la extinción de su vínculo “por no haber superado el periodo de prueba”, tesis que sostiene la multinacional para negar “discriminación alguna”. De nada sirvió que, según Serge, la jefa de Recursos Humanos, Magda Jennes, intentara convencer al director general para evitar el despido. “¡Hazlo!”, ordenó la máxima autoridad.

Serge Sceveneles llevó a juicio a Rhea. Pero, desde el principio, la vista oral celebrada en el Juzgado de lo Social Número 2 de Madrid no pintó bien para el despedido.

“El juez parecía tener prisa, quería ir rápido. Dijo que mi modo de vestir era como si él fuera a trabajar en pantalón corto. Armando y yo nos miramos y pensamos que no lo íbamos a ganar”, cuenta Serge en este arranque de 2016, el tercer año judicial de su vida. “Fue un juicio… incalificable. Al iniciarse la vista, el juez no consideró que se tratara de un despido discriminatorio, obligó a interrogar en inglés a una testigo cuya lengua vernácula es el francés y, sobre todo, se negó a citar a Nicola Mann, la directora de Operaciones de Rhea, que estuvo presente en la reunión en la que el director general prohibió a Serge vestirse con falda”, narra el abogado Armando Gil, aún frotándose los ojos y las demandas.

El 3 de febrero de 2014, el juzgado de lo Social madrileño no vio motivos de discriminación, absolvió a la empresa y zanjó el asunto. Pero Gil presentó ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid un recurso de suplicación. Y la historia cambió.

En su sentencia del 2015 recién terminado, el TSJM recrimina al juez de lo Social no haber practicado la “diligencia final” de la declaración de Nicola Mann, “pese a que el propio fallo del juzgado decía que las manifestaciones del actor no han sido acreditadas ni siquiera de manera indiciaria”. Y es que el TSJM argumenta que esas manifestaciones se refieren a la discriminación que Serge asegura haber sufrido como consecuencia de la entrevista con el director general “de la que fue testigo la señora Mann, cuya declaración, consecuentemente, deviene imprescindible y que, al no haber sido admitida, ha generado indefensión” a este transgénero sin dudas.

Así, el alto tribunal ordena que se practique, presencialmente o por videoconferencia, “la indicada prueba” y “se dicte una nueva sentencia”.

“No sé si soy optimista, porque la declaración no va a ser presencial, sino desdeBélgica, y me gustaría que todos estuvieran presentes. Pero creo que la onda europea es favorable. Espero que ahora las cosas salgan mejor”, aventura Serge, que mira con sonrisa las legislaciones que vienen por ahí. “Reconocer el tercer género no necesita argumentación. Lo que cuenta de las personas es lo que hacen, no sus características, ni su acento, ni lo que parecen. Eso es secundario”.

Lo dice Serge Sceveneles ojeando la ropa sostenible de Circular Project Shop, una tienda con la que ha participado en proyectos sobre la diversidad. “El término del tercer género parece complejo para mucha gente. Diversidad todos lo entienden”.

Como los jefes de su nueva empresa, un empleo firmado en los bordes finales de 2015. “No mencioné mi condición hasta el momento de firmar el contrato. Quería estar seguro de que me seleccionaban por mi competencia. Y justo antes de firmar, lo dije”.

– ¿Y qué pasó?

– Que el director me contestó que ya lo sabía. Había leído ELMUNDO hace dos años, sabía de mi condición y me dijo: ‘Eso no es ningún problema’.

Llega el tercer género

Entrevista con Serge Sceveneles, que se define como género neutro

Entrevista con Serge Sceveneles, que se define como género neutro. SERGIO GONZÁLEZ-VALERO

 

Entender en qué consiste el tercer género -o tercer sexo, o género neutro o incluso género fluido- exige un salto empático y una buena dosis de atención. Si todavía hoy a muchos cuesta comprender en qué consiste la transexualidad -la pasada Nochebuena, un joven transexual, Alan, se suicidaba tras sufrir años de acoso escolar-, abordar el ‘genderfluid’, como lo conocen en países anglosajones, pone del revés la concepción clásica del mundo como un lugar habitado por hombres y por mujeres.

En 2007, con la entrada en vigor de la Ley de Identidad de Género en España, las personas transexuales comenzaron a inscribirse legalmente con el nombre sentido, con independencia de que sus genitales fueran unos u otros y sin necesidad de pasar por el quirófano. En 2008, el pensador Beatriz Preciado (hoyPaul B. Preciado), profesor de Filosofía del Cuerpo en New York University y activista transfeminista, escribía en su volumen ‘Testo yonqui’: “Así están las cosas, habrá que hacerles frente: si no acepto definirme como transexual, como disfórico de género, entonces deberé admitir que estoy enganchado a la testosterona. Cuando un cuerpo abandona las prácticas que la sociedad en la que vive le autoriza como masculino o femenino, se desliza progresivamente hacia la patología. Esas son las opciones biopolíticas que se me ofrecen: o me declaro transexual, o me declaro drogadicta y psicótica. En el estado actual de cosas me parece más prudente declararse transexual y dejar que la medicina crea que puede proponerme una cura satisfactoria para mi trastorno de identidad de género”.

En las antípodas de España, esto es, Australia, 2010 trajo consigo un nuevo comienzo. El británico Norrie May-Welby, nacido hombre en 1961 y convertido en mujer, o en transexual, en abril de 1989, seguía sin sentirse él mismo. Afirmó: “La solución más simple es no tener identificación”. Y pidió que se le permitiera no identificarse ni como hombre ni como mujer. Fue en 2014 cuando el Tribunal Superior de Australia determinó la existencia de un sexo “no definido” con el que poder registrarse en documentos oficiales, como una tercera categoría además de la de hombre y mujer. Si hombre es XX y mujer XY, género neutro sería X.

Alemania, por su parte, acometió un proceso cercano pero diferente en 2013, cuando adoptó el término tercer género para atender las necesidades de las personas nacidas intersexuales o hermafroditas, o quienes, al nacer, no tuvieran sus genitales definidos. A la espera de que un sexo prevaleciera sobre otro, se permitía a los padre inscribir a sus hijos sin definición de género, con la posibilidad de hacerlo en lo venidero, cuando un género prevaleciera sobre otro.

En el lejano Oriente, mientras tanto, India decidía considerar tercer género a las personas transexuales, los ‘hijra’, una comunidad con una larga tradición que, en su mayoría, está formada por hombres que se visten de mujer o personas intersexuales. En la misma línea se manifiestan países como Tailandia, Nepal yBangladesh. España, dice el sociólogo y especialista en cuestiones de géneroLucas Platero, debería, sin embargo, mirar a América del Sur, a Argentina, en concreto.

“Alemania no tiene una legislación progresista, no permite la autodeterminación de la persona, y menos sin pasar por el diagnóstico médico, la Ley de Identidad de Género de Argentina, de 2012, que tiene sus reflejos en Colombia, Malta yDinamarca, permite voz y voto respecto al cuerpo y su identidad. Esto transforma los cimientos de la autoridad”, expone.

La posibilidad de que España adoptara el término tercer género en su legalidad a Platero no le parece “descabellado”, pero admite que se precisaría de una “voluntad distinta o cuando tengamos personas más libres”. “También era imposible que las mujeres votasen, o el divorcio…”, añade.

Es más, según argumenta Irene Culebras, abogada de Legalitas, un “procedimiento de reasignación” como el desarrollado en Australia “no se podría dar en España” e incluso “sería catalogado como una enfermedad mental”.

Desde el Programa LGTBI (Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales) de la Comunidad Madrid cuentan que, “en la actualidad”, se encuentran con “personas, sobre todo jóvenes, que se definen con un género no binario”. Los profesionales que les atienden intentan que se acepten, que refuercen su identidad y que se hagan fuertes ante la posible discriminación.

Dice Manuel Rodenas, abogado de este organismo, que “es necesario diferenciar todas las cuestiones planteadas, pues son diversas”. Si bien “algunas comunidades autónomas han aprobado leyes integrales trans y leyes contra la LGTBIfobia, en las que se va incorporando el reconocimiento de algunas realidades y su debida atención social, en la legislación estatal cuestiones como la mera definición e identificación de la persona con un género no binario o tercer sexo aún no se contemplan”.

Rodenas también piensa que, como en muchos otros asuntos, “la sociedad siempre suele ir por delante de la regulación de temas que afectan a la ciudadanía”. “Por tanto si bien hoy día no está regulado explícitamente, ello no es óbice para que, tras la oportuna demanda social, se establezcan las medidas adecuadas. Es algo que, en cualquier caso, está en manos de la demanda social que lo reclame y del legislador que lo establezca. España ha evolucionado legal y socialmente en las cuestiones que afectan a la identidad de género. Se trata de uncontinuo proceso de adaptación de la realidad material a la formal“.

La ciudad donde los baños no tienen distinción de sexo

San Francisco vuelve a ponerse a la cabeza de iniciativas que borran cualquier discriminación

San Francisco ha sido cuna del movimiento gay. Harvey Milk, el concejal que puso el barrio de Castro en el centro de la polémica, tiene un parque en su nombre. El paso del tiempo no ha apagado las reivindicaciones. Al contrario, ha conseguido que la identidad sexual forme parte del discurso vital de cada cual con total naturalidad.

En septiembre la escuela primaria Miraloma, en el barrio de Portola, fue la primera en dejar solo unos baños, sin hacer distinción por sexo entre los pequeños. Desde el 12 de enero los comercios, bares, restaurantes y lugares públicos en general tienen la obligación de adaptar sus WC a personas que sean transgénero o que, sencillamente, prefieren no definirse públicamente al escoger una puerta.

La medida pretende ir a más. Se hace también pensando en discapacitados o personas mayores que requieren de ayuda, y en las que podría darse el caso de que su cuidador no fuera del mismo sexo con lo que no podría asistirle en el aseo, o padres con niños pequeños.

La medida provoca una curiosa paradoja. Los comercios que cuenten con un solo baño, cuyo uso carezca ya de distinción, no tendrán que hacer cambios. Sin embargo, los que cuenten con dos, orientados para damas y caballeros, sí tendrán que hacer reformas.

Esta medida refleja la preocupación que existe en la zona por proyectar la igualdad sin hacer distinción de la orientación sexual. La red social Ello, sin publicidad ni modelo de negocio detrás, surgió como reacción a las políticas de Facebook en este mismo apartado.

Sister Roma, una drag queen de la ciudad, artista reconocida, miembro de la Hermandad de la Indulgencia Perpetua, emprendió una cruzada contra el servicio creado por Mark Zuckerberg al no poder darse de alta con su nombre artístico. Tampoco como transgénero. Dos años después, los de Menlo Park accedieron a las peticiones de la comunidad. Hoy, en inglés, ya permiten hasta 58 opciones de género distintas.

El mercado de los heteroflexibles… y lo que surja

La app BRO

La app BRO

“Estoy cansado de que me intenten chatear torsos desnudos y egos con patas”, dice Brad. “Nada como un lugar dónde poder construir una buena amistad y si se tercia, algo más”, explica Zach.

Ambos son usuarios de BRO,  la nueva app que está trayendo de cabeza a los medios anglosajones, por cómo se presenta: “La app permite que los hombres chateen, se hagan colegas y construyan relaciones sin el miedo de que sus sexualidades se etiqueten, algo que muchos hombres que cuestionan sus sentimientos admiten que les impone y les dificulta para ser ellos mismos.” Esta explicación fue suficiente para generar curiosidad, puesto que no se presentaba como una app gay.

Los medios comenzaron a hacerse eco y se sucedían titulares sobre la app como método para “ayudar al outing” de los hombres dudosos, o para “ que los hombres heterosexuales mojen con otros hombres heterosexuales”. Y así se generó la discusión. ¿Es necesaria una app como esta? ¿Por qué?

BRO no es el primer ejemplo de un servicio tecnológico para los hombres que se definen como heterosexuales pero practican sexo con hombres. Existe el precedente de Whisper,  una aplicación destinada al público general en la que la gente puede postear mensajes anónimos-en un formato muy similar al de un meme- y  que fue aprovechado por hombres para explicar sus experiencias homosexuales en la red. ¿La particularidad? La gran mayoría recordaban experiencias en la universidad, antes de casarse con mujeres.

¿Es entonces una nueva app indefinida un ejercicio de marketing? Un representante de BRO advertía a Verified Gay que “la principal razón por la que la app no identifica a sus usuarios como homosexuales, bisexuales o ‘en fase de exploración’ es que no creemos que eso importe. La app no es para conectar a gente que quiera mantener relaciones sexuales, sino para establecer conexiones duraderas, ya sea amistades o relaciones a largo plazo”. Aún así, como no dejaron de reseñar desde BRO, los medios siguieron en sus trece:  “Los medios dicen que nuestra app es algo que no es realmente”, explicaban en sus redes sociales, a lo que un usuario respondía: “Está bien vivir en una escala de grises, yo conozco a muchos tíos que no tienen una preferencia específica”.

Lo cierto es que hace tiempo que ronda la polémica en torno a una nuevo discurso con respecto a la definición sexual. Este año, el best seller de la activista queer Jane Ward ‘Not Gay: Sex Between Straight White Men’ (“sexo entre hombres blancos heterosexuales”) ponía sobre la mesa una práctica más común de lo que se quería creer: que los hombres que se autodefinen como heterosexuales mantienen prácticas homosexuales más a menudo de lo que la gente piensa. Y las cifras acompañan: en un reciente estudio del centro de control de enfermedades estadounidense Centers for Disease Control and Prevention, un 1,9% de los hombres se define como homosexual y un 2% como bisexual, pero 6,2% de los encuestados han mantenido relaciones homosexuales, con lo que 2,3% de este porcentaje es de hombres que se identifican como heterosexuales.


Del down-low a los heteroflexibles

Nacía así una etiqueta contra la etiqueta: los heteroflexibles, que se caracterizan por una actividad homosexual limitada a pesar de una orientación fundamentalmente heterosexual que se considera distinta de la bisexualidad. Una vez más, la definición no venía exenta de polémica. El activista LGTB Zach Staffordargumentaba en The Guardian: “Me parece bien que un hombre tenga relaciones sexuales con otro hombre sin tener que usar una etiqueta. Eso sí, como hombre homosexual que ha sufrido violencia expícita por serlo, comprobar que los hombres que perpetúan esa violencia ejercen los mismos actos sexuales que yo y demuestran lo ‘hetero’ que son, resulta repugnante y homófobo”.  

Stafford argumentaba, además, desde una posición concreta. Como hombre negro, hacía hincapié en la hipocresía que genera el tabú de la homosexualidad en Estados Unidos, también aquejado por incesantes capas de significado en relación a razas y religiones. El término down-low, por ejemplo, de uso común entre la comunidad afroamericana, está asociado a los hombres negros que se definen como heterosexuales pero tienen algún tipo de actividad homosexual -generalmente en secreto o sin conocimiento de aquellos que le rodean-. De la misma manera,  la expresión “no homo”, de cierta notoriedad en el hip hop estadounidense,  se originó en Harlem para aclarar una orientación heterosexual después de cualquier afirmación que pueda oler a homosexualidad.

La fluidez en las prácticas sexuales viene ahora acompañada de cierta libertad en etiquetas que resultan, para muchos, restrictivas. Las apps como Grindr están llenas de hombres que se consideran heterosexuales, por lo que queda claro que una nueva generación de hombres y mujeres asumen que categorías como gay o hetero no tienen necesariamente mucho que ver con las prácticas sexuales. Son también categorías políticas y conceptuales.

Lucas Platero: “Antes los niños y niñas que rompían las normas eran mariquitas o marimachos”

Lucas Platero

Lucas Platero / EVA FLÓREZ

Lucas Platero, de nacimiento Raquel, es sociólogo, especialista en cuestiones de género. Da clases en diversos programas universitarios de su área así como en ciclos formativos de intervención sociocomunitaria. Recientemente ha publicadoTrans*exualidades (ed. Bellaterra), un libro que, afirman, “se propone como un instrumento para el cambio social”. Precisamente por esto, pone el énfasis en la educación, ofreciendo una serie de herramientas para el trabajo de profesionales educativos y de intervención sociocomunitaria. Usa el término “trans*” para enfatizar la diversidad de realidades. Tal es esa diversidad, que las herramientas que ofrece sirven para romper estereotipos que afectan a todas las personas, en especial niños y jóvenes, más allá de su identidad sexual o de género.

Mucha gente se sorprende al oír hablar de menores trans, seguramente por los estereotipos existentes. ¿Cómo les explicarías qué es la transexualidad?

Siempre ha habido niños y niñas que se salen de las expectativas que tienen sus familias o escuelas. A veces tiene que ver con la capacidad corporal, con las habilidades o la sexualidad, y en este caso, hablamos de la identidad de género. En las escuelas o ludotecas siempre hay niños más femeninos o niñas más masculinas, esta expresión puede que sea de algo temporal o que no es especialmente intenso, pero para otros, será una actitud que por su persistencia, duración e intensidad tiene una cualidad distinta, por lo que van a necesitar más apoyos, al ser vulnerables a la discriminación.

Si pensamos en la realidad de los menores, los espacios donde socializan están segregados por género, son los lavabos, los uniformes, las actividades… Si quieres adscribirte a otro género distinto al asignado en el nacimiento, las normas sociales e institucionales te lo impiden y te castigan si las trasgrides. Incluso algunos profesores llegan a percibir a las personas trans* como personas conflictivas, precisamente porque rompen con esas normas, en lugar de plantearse que son las normas rígidas las que causan las rupturas. Para algunas familias, estas realidades trans* rompen con las expectativas que proyectaban sobre sus hijos y han de reconciliarse, a veces incluso hacer un duelo, ajustándose a las necesidades que tienen y, a su vez, con las necesidades de sus hijos.

La definición no es sencilla.

Las personas trans* lo son en la medida en que consideran que lo son. No me interesa tanto la cuestión diagnóstica, como el papel que tiene la persona para decidir sobre su propia vida, con los apoyos de su entorno. Así, la tarea de los adultos es acompañar y ayudar a que la vida de esta gente joven sea lo más feliz posible, y no apresurarlos a la hora de afirmar su identidad, porque son ellos mismos los que tienen que decidir. Me interesa mucho que esto surge de los mismos padres y madres, que señalan que lo importante es acompañar, algo en lo que coincidimos también muchos profesionales y activistas. Las definiciones y los protocolos sobre cómo actuar en los espacios como las escuelas o los centros de menores es algo que nos planteamos los adultos, para justificar nuestra actuación frente a quienes preferirían que les castigásemos o corrigiéramos. Los chavales a su vez necesitan que los protocolos les permitan hacer algunos cambios, para poder vivir según sus necesidades. Son cosas sencillas y concretas, es de lógica que un niño se pueda llamar de la manera que más le guste. Si no se siente identificado con el nombre que pone en su DNI, ¿qué problema hay por llamarlo con otro? Esto no sólo le pasa a las personas trans*, pero sí es mucho más difícil cambiar de nombre legalmente o conseguir que la gente respete tu identidad.

No sólo las personas trans se ven afectadas por estas reglas.

El sexismo le hace mal a los hombres y a las mujeres, no sólo a las personas que están transitando o son trans*. La masculinidad construida en la competitividad, en la agresividad o cierta feminidad de las niñas modositas, nos aprisiona en roles de género muy limitados. Cuestionar la identidad corporal o los roles binarios de género es importante, por ejemplo para que las chicas sepan que pueden ser lo que quieran, o que un chico no tiene que ser el típico machote. Para mi, no sólo se trata de que no se discrimine a las personas trans*, sino también de cuestionar estas normas tan rígidas, algo que nos beneficia a todas las personas.

¿En las escuelas se educa en una relación muy determinada entre sexo y género?

El currículum de educación infantil (por debajo de los seis años) contiene un criterio, para valorar si los niños y las niñas identifican claramente cuál es el género de los demás y el propio. Empezamos la experiencia educativa aprendiendo un binarismo muy férreo. Quizás habría que plantearse la necesidad de estas exigencias y la importancia de encontrarse con otras experiencias educativas con docentes que van más allá del currículum oficial y que respetan las necesidades de los niños y las niñas.

¿Y cómo hay que responder a ese binarismo?

Es importante que las niñas y los niños tengan un imaginario con muchos referentes y maneras diversas de estar en el mundo, que permite pensarse de una manera más plural. Pensemos que el interés de separar qué es de chica o de chico contiene una presión consumista clara, sobre el uso del rosa para chicas o de los juguetes de acción diseñados para chicos; diferenciarlos sirve para crear espacios de mercado. No puedes usar la bicicleta rosa de tu hermana porque no es apropiado para un chico. Quién dice una bicicleta, dice un jersey o un bolígrafo.

Por otra parte, quiero señalar que hay experiencias en escuelas que parten de la comunicación entre familias, profesorado y estudiantes, que plantean modelos no sexistas, que cuestionan la rigidez de estos binarismos y que trabajan activamente por los derechos de los menores trans*, posibilitando su transición o generando espacios neutrales al género. En este sentido es vital reconocer el trabajo de las asociaciones como  Chrysallis AMPGIL en Catalunya, que están haciendo un trabajo importantísimo para conseguir que se respete a los chavales.

La situación ahora es distinta a hace unos años. ¿Estamos mejorando?

Empezamos a concebir otras realidades que antes no teníamos presentes, como es el hecho que los menores también tienen género y sexualidad. Antes todos los niños y niñas que rompían las normas eran mariquitas o marimachos, pero ahora, los medios y las redes nos devuelven más imágenes distintas y posibles. Ahora estamos mejor porque hay personas trans* que son visibles, que muestran que sus vidas son posibles y diversas, también hay más derechos así como una mayor visibilidad de las familias que defienden a sus hijos e hijas trans*, profesionales que quieren innovar y rechazan las terapias reparativas… Deseo pensar que estamos transformando la sociedad cada día, un poquito.

¿Entonces la clave está en conocer otras realidades posibles?

Es clave que los chavales conozcan a otros que tengan situaciones parecidas, otras familias y personas trans* adultas que les puedan ayudar a imaginar un futuro posible. Si crees que eres el único trans* en el mundo, el sentimiento de soledad es muy grande. Si conoces a otros, puedes aprender estrategias y puedes compartir preocupaciones.

Y en esto de conocer otras realidades internet habrá jugado un papel…

¡Sin duda! Internet tiene un papel fundamental, tanto para lo bueno y para lo malo. Por una parte, te permite acceder a información sobre la transexualidad o la sexualidad no normativa, conocer a otras personas en situaciones similares. Y por otra, internet también ha servido como herramienta para hacer bullying, como en el caso de la joven Carla de Gijón, a quien sus compañeras llamaban “bizca” y “bollera”, en el que  ha habido condena a las jóvenes que la indujeron al suicidio.O en el caso de la joven norteamericana trans* Leelah Alcorn, que  escribió en su blog sobre su identidad y la falta de apoyo de sus padres como motivos de su suicidio. Internet y las redes sociales forman parte de nuestro tiempo, ha servido para que estas jóvenes se expresen y se genere una movilización de alcance mundial, que denuncia la violencia que viven los jóvenes por su sexualidad y su identidad de género.

Luego está la parte negativa y es que se pueden usar todas las herramientas de las redes sociales para acosar a alguien. Todo depende de como uses los medios a tu alcance. Imaginemos que alguien muy joven pone en un buscador palabras como “trans, transgénero o transexual”, se va a encontrar todo tipo de información, desde leyes, asociaciones o páginas porno, lo cual plantea que es necesario generar materiales específicos y este el objetivo que persigo con el libroTrans*sexualidades.

¿Se están generando estos materiales específicos?

Se están haciendo algunas cosas y entre todos vamos tejiendo una maraña de recursos. Quienes estamos en la tarea de generar libros y materiales tenemos la responsabilidad de hacerlo muy bien, porque hay una gran necesidad de saber y aún pocos materiales. Hace poco el periódico Diagonal publicó  una entrevista sobre nuestro libro y ya nos han escrito varias personas dándonos las gracias, mostrando la necesidad de hablar de este tema.

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Por otra parte, lo que tengo claro es que la información es muy importante, pero no es suficiente, saber que la transexualidad existe no es suficiente. En nuestro libro hay definiciones para entender las realidades trans*, se muestra el marco legal y médico, se incluyen también los testimonios de muchas personas. Pero hay que dar un paso más allá, hay que denunciar la transfobia y la discriminación que todavía existen, tenemos que facilitar que las personas adquieran más habilidades para entender y convivir con las personas trans* de una manera respetuosa, enfrentándose a sus ideas erróneas y los mitos existentes. Con este objetivo el libro contiene propuestas para la intervención social, que incluyen la prevención y la actuación frente a la transfobia, así como actividades para realizar en grupo y recursos, que permiten abordar nuestras actitudes y profundizar con materiales accesibles (literatura infantil, ensayo, audiovisuales, cine, etc.)

También has podido conocer muchas realidades con el libro.

Haber hecho este libro me ha llevado a hacer un gran trabajo de investigación y ¡ha sido una experiencia fantástica! Me he entrevistado con personas trans*, sus familias, los profesionales que trabajan con personas trans* y con activistas trans*. Lo que más llama la atención es la heterogeneidad que he encontrado, las personas trans* entrevistadas son trabajadores de ámbitos muy distintos, algunos son padres y madres, otros son niños y niñas muy pequeñas que se preguntan por su identidad, o bien son gente ya muy mayor que reflexiona sobre cómo han cambiado sus vivencias a lo largo del tiempo.

Ha sido muy esclarecedor escuchar y conocer a niñas y niños de cinco o seis años que van buscando las palabras para poder expresarse, para construirse en relación con su entorno y poder constatar los esfuerzos que hacen sus familias por escucharles.

Han sido cuatro años de entrevistas con gente muy diversa y de aprender a no juzgar a las personas. Desde quienes se consideran “mujeres de verdad”, hasta quienes afirman que los roles de género que tenemos no funcionan. Me he encontrado con una gran heterogeneidad, por eso me gusta hablar de realidades trans* con asterisco, porque hay identidades y vivencias muy diversas. Me interesa precisamente esa noción plural de la transexualidad. No todas las personas transitan de un género a otro, algunas simplemente rechazan el género asignado en el nacimiento. Y es precisamente con el asterisco con el que quiero señalar esta diversidad, al tiempo que también pueden encontrar consenso en la lucha contra la discriminación.

Hablas de la importancia de escuchar, que es precisamente uno de los derechos de la infancia.

No respetar la identidad de género o la necesidad de un niño o niña a expresarse con respecto a su identidad es una violación de los derechos de la infancia, así como el artículo 10 de la Constitución sobre el libre desarrollo de la personalidad. A menudo se esgrime que tenemos que impedir que los jóvenes expresen su identidad discordante, por el propio “bien del menor”, que es un argumento para aplicar el castigo o enviar al menor a una terapia reparativa, para que sean “como debe ser”. Esto es terrible, porque estamos mandando un mensaje muy claro de que la persona está enferma, es errónea, está mal y no es querible. Esta respuesta negativa tiene un impacto brutal en su vida y en la relación que construye con su familia y su entorno. El bien del menor supone acompañarle en su crecimiento, ir probando y dejarle expresarse.

Por otra parte, también es una vivencia que puede ser difícil para las familias, que tienen que replantearse sus expectativas. Por mi experiencia, hay muchos padres que están muy dispuestos a escuchar y aprender al mismo tiempo que sus hijos. Los padres tienen que entender que no son ellos los que tienen hijos, sino que son los hijos los que tienen padres.

El primer capítulo del libro Trans*exualidades se puede descargar gratuitamente

JUDITH BUTLER, REFERENTE MUNDIAL EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

«Expresar ideas se empieza a considerar terrorismo doméstico»

La feminista norteamericana Judith Butler propone una alianza política de los que se oponen a las condiciones de precariedad para que todos tengamos una “vida vivible”.

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Judith Butler, en el CCCB, donde dictó la conferencia ‘Cuerpos que aún importan’, dentro del ciclo ‘+ Humans’.

De antemano, Judith Butler intimida un poco. La feminista suele salir en las fotos con gesto severo y es preciso una botella de oxígeno para bajar a las profundidades de su obra. Pero resulta que el ícono de la teoría queer -la que sostiene que el género y el sexo son construcciones sociales y, por tanto, susceptibles de entrar y salir de ellas- es una persona encantadora que hoy se siente ‘obligada’ a ampliar su frente de batalla político, inicialmente centrado en los derechos de gais,lesbianas y ‘trans’, a otras vidas precarias. Desembozar esas vidas estancadas, señala la no tan feroz Butler, puede ser el pilar de una democracia radical.

La lucha empezó por usted. A los 6 o 7 años me asaltó la cuestión de cómo vivir en mi propia piel. Tenía un cuerpo de mujer pero no me sentía mujer… Ni hombre. ¿Cuál era mi género? Por otra parte, ya entonces notaba que a mucha gente le era difícil entrar en mi mundo sin miedo, sin humillación, sin ejercer la violencia.

Ese debate interior acontecía en una familia judía tradicional de Ohio. Un tío suyo fue encarcelado por ‘trans’ y murió entre rejas. Unos primos fueron expulsados de casa por gais. Y a ella la llevaron al psiquiatra a los 15 años, cuando anunció su homosexualidad. “La única forma de describirme era como una lesbiana de bar que pasaba los días leyendo a Hegel”, definió una vez aquel pasado brumoso.

¿Sintió la violencia en carne propia? Sí. Fue una etapa de gran inquietud. No sabía cómo ir a la escuela, cómo vestir, cómo explicárselo a mis padres. No se trataba de una decisión racional, era una experiencia corporal que se imponía.

De ahí su ‘pensar desde el cuerpo’. Sí. Luchar para decidir con quién te acuestas pone el cuerpo en el centro del discurso. Todos los que pelean por la protección contra la violencia tienen el cuerpo en el centro de la organización política. Por aquel entonces, yo simplemente me pregunté cómo encontrar la libertad de aparecer en el mundo, con los otros. Pero, ojo, previamente tuve muy claro que podía.

Ahora se pregunta cómo vivir juntos, todos, en este mundo revuelto. Y no es fácil. Si en la vida en pareja, que es un contexto de afecto, aparecen la ambivalencia y la agresividad, cohabitar en el mundo cuando somos de diferente origen, religión y lengua es aún más complicado. Pero estamos obligados a vivir juntos, a afrontar los problemas de reconocimiento del otro.

Los telediarios dicen otra cosa. Debemos preguntarnos: ‘¿Quiénes somos?’. Y no fijar una respuesta. ¡Nada de definir quiénes somos por adelantado! Es fundamental hacerse la pregunta indefinidamente.

Mientras, la economía va definiendo quién sí y quién no.¡Es terrible! Hay gente absolutamente paralizada. Los pobres, los precarios, los sin esperanza. Pero Judith Butler tiene más preguntas que respuestas.

Vaya. ¿Ni siquiera una intuición? Cuando escribí sobre género subrayé que era un acto performativo. Es decir, defendí el género como un devenir. Lo central es que cada persona tiene el poder de actuar. Es muy importante afirmar ese poder, que yo no sentí de joven.

Querer no siempre es poder. Advierto lazos de solidaridad que van más allá de la defensa de los derechos propios y que impulsan a la movilización. Creo que es posible articular una alianza política de los que se oponen a las condiciones de precariedad, que incluya a los que la sufren. Una vez lo consigamos, una vez definamos qué es una ‘vida vivible’, podremos llegar a acuerdos políticos y económicos sobre los principios de igualdad. Hay que contar con el apoyo de los otros para contestar al poder explotador. ¿Suena utópico?

Un poco, sí. Hay que creer que es posible precisamente cuando parece que no es posible. La solución puede emerger en la escena de la imposibilidad.

Debe de ser usted muy paciente. [Ríe] Tengo esperanza.

48 feminicidios en España este año desesperan, por ejemplo. Por eso importa la acción. He pasado un tiempo en Latinoamérica y he notado la enorme alianza entre feministas y no feministas para combatir la violencia contra las mujeres y los ‘trans’.Han ido juntas a la Corte Interamericana para hacer constar que la violencia sexista es una violación de los derechos humanos. Hay que reconceptualizar la idea de ‘humano’ que incluya a cualquiera que sufra una violencia aceptada.

¿Quiénes sufren más la “violencia aceptada”? Las mujeres, las minorías raciales, los discapacitados, los sin techo, los refugiados… Pero, cada vez más, la gente que entiende su trabajo como temporal y prescindible, que no pueden pensar en futuro y sienten que, de algún modo, son responsables de su condición.

Los damnificados aumentan. La desigualdad está aumentando a cotas inaceptables.

¿Qué la indigna sobremanera? El caso de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en México, por ejemplo. La violencia contra unos jóvenes que querían ejercer su derecho de reunión y de expresión es absolutamente horrible. Tanto como ver que la policía se encoge de hombros y dice ‘es imposible descubrir quién fue’, ‘no hay rastro’. Y luego aterrizan los forenses argentinos y descubren muchos ‘rastros’. Es execrable no solo la complicidad de la policía con los crímenes, sino también el silencio del Estado de México, y de mi propio país, Estados Unidos.

¿Los hipercríticos como usted se sienten cómodos en su país? Vivo en San Francisco, y en California tenemos muchos problemas con la policía, que ahora se entrena en empresas de seguridad. Tratan a la gente como a terroristas, pese a que se limiten a expresar su derecho a protestar. Expresar ideas en el espacio público empieza a ser visto como una forma de terrorismo doméstico.

¿Los atentados de París darán ‘bonus track’ al abuso? Sí. Pero redoblar la seguridad es entrar en guerra contra el propio pueblo.

Lleva 25 años aventando teorías, ¿orgullosa de algún cambio sustancial? Desgraciadamente los libros no tienen la capacidad de cambiar las cosas. Pero insisto en que es necesario sentir que es posible actuar, antes de actuar. Hay que tener la confianza y la experiencia de sí para modificar las cosas. Pero hay demasiada gente que no cree tener la capacidad.

En el caso de las mujeres, convendría que se interesaran los hombres. El feminismo es un movimiento para las mujeres, para los hombres y para los que desbordan el género normativo.

Bien, ¿pero qué les diría a ellos? Es importante que participen en el feminismo porque pueden influir sobre otros hombres, dar ejemplo de una masculinidad alternativa, no violenta. El mejor feminismo es el que se opone a la desigualdad, la subyugación y la explotación. El que trabaja sobre el concepto de poder.

¿Cuántas paradas faltan para el fin del patriarcado?[Ríe] Aún hay demasiados marcos de poder a combatir, no solo ese. El racismo, la misoginia, el colonialismo, el capitalismo. Poner en cuestión todos los vínculos de poder es una tarea posible.

¿Por ahí pasa la emancipación? Lo peor es ser absolutamente dependiente de un poder que te oprime. Es una subyugación invivible, horrible en su circularidad. La liberación de ese poder es una forma de emancipación. Lo aceptable es ser dependiente de una forma de poder que no oprime, que permite vivir. En cualquier caso, la emancipación se logra de manera colectiva.

¿Y usted, de qué o quién depende? De quienes amo y me aman, de todos aquellos que me leen.

Benditos. Sus libros son endemoniadamente difíciles. ¡Oh, lo siento de veras! Pero hay gente que le gusta trabajar con el lenguaje y medirse con la dificultad.

En su línea. ¿Ha logrado al fin estar bien en su propia piel?[Ríe] De vez en cuando.

CLAVES BIOGRÁFICAS

  • Creció en una familia judía de Cleveland (Ohio) de ascendencia húngara y rusa. Recibió una educación religiosa, pero a los 15 años trinchó las expectativas paternas al declarar que tenía novia.
  • La lectura precoz de Simone de Beauvoir (“no se nace mujer, se llega a serlo”) fue la chispa que encendió su teoría del género y el sexo.
  • ‘El género en disputa’ (1990),’Cuerpos que importan’ (1993), ‘Vida precaria’ (2006) y ‘Marcos de guerra. Las vidas lloradas’ (2010) son algunos de sus títulos.
  • Su pareja, Wendy L. Brown,es profesora de Filosofía Política en Berkeley. Juntas adoptaron a un niño.

Qué es ser hombre en el siglo XXI

MASCULINIDAD La virilidad ha dejado de ser imprescindible para ejercer de macho

El hombre de hoy entre el privilegio y la carga

El hombre de hoy: entre el privilegio y la carga

El escritor Eloy Fdez Porta ha pasado medio otoño analizando qué significa pertenecer al género masculino. La cuestión se analiza también al otro lado del charco donde pronto se inaugurará el primer máster sobre la hombría

Hay un documento en el Pentágono en el que se cita al presidente de los Estados Unidos “Lyndon B. Johnson diciendo que no quiso abandonar Vietnam porque tal gesto no se iba a considerar propio de un hombre”. Un poco después en la Historia, la Dama de Hierro, Margaret Tatcher, “se vio obligada a pasar por un proceso de reeducación vocal en su carrera hacia Downing Street para masculinizar su voz”. La primera escena forma parte del anecdotario de Michael Kimmel, fundador y director del Centro para el Estudio del Hombre y las Masculinidades en la Universidad Stony Brook de Nueva York. La segunda pertenece al profesor barcelonés Eloy Fernández Porta que, entre octubre y noviembre, impartió un seminario sobre “nuevas masculinidades” en el Centro de Cultura Contemporánea (CCCB) de Barcelona, en colaboración con el Instituto de Humanidades de esta ciudad y bajo el título ‘Flexo, lecturas compartidas’. Si la masculinidad es una o varias, si ser hombre sigue siendo un privilegio o comienza a ser una carga es una cuestión que se analiza hoy tanto aquí como al otro lado del océano.

A las sesiones de Porta, que también ha ofrecido nociones sobre masculinidad(es) este otoño en la Universidad de Zaragoza y en la Universidad Pompeu Fabra, acuden estudiantes universitarios que pueden analizar teorías de género, pero también personas de mayor edad y completamente alejadas de lo académico en lo que a ser hombre y mujer respecta. “Lo que más me gusta es que cada participante exprese las ideas sobre educación de género que tiene, y ver cómo cada una de ellas es parte de una lógica social”, cuenta Fdez Porta, Premio Anagrama en 2010 y Premio Ciudad de Barcelona en 2012.

Habla este escritor de la repetición de una “solución nominalista al problema del sexismo” -“reducir el asunto a una cuestión de vocabulario y de uso del lenguaje”- y de una “solución confesional” -“un hombre reconoce en público que ha tenido ‘una mala educación de género’ y admite que ha obtenido ventajas de la dominación masculina, aunque si le preguntas cuáles no sabe concretarlo”-.

La dominación masculina es, precisamente, el clásico de la sociología de Pierre Bourdieu con el que Porta arranca sus clases y sobre el que desarrolla una revisión creativa, que se acompaña de una lista musical titulada ‘Medianenas y milhombres’ y de extractos del arte, del cine, de la televisión y del cómic. “Extremos, contrastes, la hipervirilidad y lo infraviril, el abdominal de gimnasio, el bueno, el feo, el malo” son algunos de los términos con los que el profesor invita a reflexionar.

¿Masculinidad o masculinidades?

“Cuando planteo el tema de las masculinidades en plural procuro poner el acento en el hecho de que no existe un modelo único y hegemónico y en que las diferencias y alteridades de la masculinidad no deben entenderse como versiones menores de ese modelo o como fragmentos de una estatua que se ha roto”. En lenguaje coloquial: los hombres hoy son, o pueden ser, ‘hipsters’ y ‘canis’, ‘fofisanos’ y ‘lumbersexuales’, ‘andróginos’, ‘normcore’ y ‘muppets’. O no ser nada de esto.

Al otro lado del charco, el profesor Kimmel está cerca de inaugurar el primer máster sobre masculinidad. Presumiblemente, serán 12 los estudiantes que se graduarán cada año a partir de 2017. Cuando EL MUNDO le pregunta si la masculinidad sigue siendo un privilegio o comienza a ser ya una carga, Kimmel explota en sonora carcajada. Cuando consigue responder, cada frase que emana podría ser titular: “A veces lo que puede ser una carga es tener privilegios. Y tener privilegios a veces significa no querer intercambiarse con el otro”. Ese otro, en este caso, sería la mujer o el género femenino. Pero Kimmel tiene más que decir: “Lo de que la masculinidad haya sido siempre un privilegio es ya una pose. Sucede como con Spiderman: ‘Un gran poder conlleva una gran responsabilidad'”.

Su centro de estudio para las masculinidades tiene tres años de vida y consiguió crearlo gracias a la Fundación MacArthur. “El éxito que han tenido los estudios de mujeres hizo evidente que también hay que estudiar la situación del género masculino. Es más, continuando el trabajo que ya ha hecho el feminismo, había que pasar al siguiente nivel, poner a los hombres en la conversación, usando los mismos métodos y las mismas ideas que los estudios sobre mujeres pero analizando a los hombres”, resume Kimmel.

Este innovador reconoce que sus pasos no agradan a todas las mujeres, o a todas las feministas, pero también apunta que “muchas mujeres feministas celebran” este tipo de labor pro hombre y que su llegada “era una cuestión de tiempo”. “Hay que prepararse para la fiesta”, prosigue Kimmel, quien a menudo recibe de sus interlocutores el siguiente comentario: “Todas tus estudiantes deben ser mujeres porque un hombre de verdad no acudiría a tu centro”. ¿Qué es hoy, pues, ser un hombre de verdad?

Las masculinidades de hoy. De arriba a abajo y de izq. a dcha, el muppet, el neomacarra, el hipster, el ubersexual, el normcore y el fofisano

Las masculinidades de hoy. De arriba a abajo y de izq. a dcha, el muppet, el neomacarra, el hipster, el ubersexual, el normcore y el fofisano. ILUSTRACIONES: Miguel Ángel Camprubí

El hombre del siglo XXI

Un informe reciente sobre “el hombre del siglo XXI” –‘The Shriver Report Snapshot: An insight into the 21st century man‘-, elaborado por A woman’s nation, sostiene que una de las grandes preocupaciones del hombre de hoy es “conjugar el éxito con ser un buen padre, un buen marido, un buen hijo y un buen amigo”. A este hombre contemporáneo también le preocupa la “independencia económica y dejar un legado”; tres de cada cinco hombres creen que “el éxito viene dado por los logros personales y en el hogar”, mientras que un 24% lo relaciona con el dinero.

Continúa el estudio: “Un 65% de los hombres dice que tener un carácter fuerte e integridad es lo más importante a la hora de exhibir fortaleza en el mundo de hoy. El siguiente marcador sería la habilidad para aportar solvencia económica (44%), después la confianza en el camino propio (40%), la capacidad para afrontar situaciones estresantes (37%) y la fortaleza mental (11%)”. Por contra, “los hombres mayores de 65 años identifican en menor grado la inteligencia emocional como parte de ser fuerte, y tienden a valorar más el poder físico”. Sólo “un 22% considera que mostrar emociones es un signo de debilidad. El Mad Men ha sido sustituido por el hombre de familia emocionalmente inteligente”, sentencia el informe.

Los retos que vienen

Así las cosas, ¿a qué retos se enfrentan los hombres? Según el escritor y psiquiatra Andrew Solomon, especialista en cuestiones de identidad, “el estereotipo clásico de la masculinidad era complicado para quienes no se ajustaban a él, pero tranquilizador para quienes sí lo hacían”. “Había una forma correcta de ser y todos los hombres tenían que dirigirse a ella. Ahora, en cambio, la situación es mucho más confusa: ¿Qué hacer? ¿Cómo hay que ser? El reto masculino es vivir de forma auténtica y equilibrarse con la posición que ejercen las mujeres hoy. Ellas se han ido ajustando durante los últimos 50 años, y los hombres están comenzando ahora”.

Lo explica Nerea Aresti, doctora en Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco y especialista en cuestiones de género, para quien “el feminismo ha sido decisivo en la evolución de los ideales de masculinidad”: “En el siglo XX hubo dos cambios decisivos de cambio en las masculinidades y en las feminidades: los años 20 y los años 70. Creo que nuestra herencia más directa procede de esos dos momentos del siglo pasado. Es impensable que un modelo cambie mientras el otro se mantiene inmóvil. Lo que sucede ahora es que las diferentes maneras de ser hombre conviven en una sociedad que les da más visibilidad que nunca antes”.

En el trailer de una película estrenada recientemente, El Becario, la jefa (Anne Hathaway) le pregunta al ‘muchacho’ en prácticas (Robert De Niro) “por qué antes el hombre era Harrison Ford y, ahora, esto», señalando a un grupo de treintañeros de melena despeinada y rebequitas a modo de abrigo. Analiza Porta: “Es un ejemplo muy bueno, es la jefa quien expresa la supuesta crisis de la masculinidad y exige una vuelta atrás, y su queja indica que la presión social para ser ‘hombre-hombre’ procede, en algunos casos importantes, de mujeres que creen necesitar esa figura para que su propia feminidad adquiera pleno sentido por complementareidad. Hay una parte relevante de la constitución del género que es transferida de manera imaginaria: un hombre puede creer que la mujer no le aceptaría siendo metrosexual, y una mujer puede imaginar la mirada del hombre apreciando algunas formas de vestir y despreciando otras”.

 

El cerebro no entiende de sexos

Después de años de polémica, un nuevo estudio niega el dimorfismo sexual en la estructura del cerebro humano.

El volumen de las distintas regiones cerebrales (en verde, más grande y en amarillo, más pequeña) de 42 personas muestra cómo se solapan el cerebro masculino y el femenino

Diferentes volúmenes (verde=grande, amarillo=pequeño) de las regiones del cerebro en 42 adultos que muestran la coincidencia entre las formas de los cerebros de las mujeres y los cerebros de los hombres.

Después de años de polémica, un nuevo estudio publicado esta semana en la revista PNAS niega el dimorfismo sexual en la estructura del cerebro humano. En general, el trabajo apunta una falta de evidencia científica al hablar de cerebros masculinos y femeninos.

La investigación recoge el análisis de imágenes de resonancia magnética de más de 1.400 cerebros humanos.

Los autores identificaron un subconjunto de regiones del cerebro que muestran más diferencias entre sexos. Cerebro por cerebro, analizaron la forma de cada una de sus regiones para clasificarlas como más ‘femeninas’ o más ‘masculinas’, en función de la prevalencia de distintos rasgos en uno y otro sexo.

Aunque entre el 23% y el 53% de los cerebros tenía al menos una región más marcadamente femenina y masculina (lo que los científicos llamaron ‘extremo femenino’ y ‘extremo masculino’), apenas entre el 0% y el 8% de los cerebros fueron totalmente catalogados como extremos para ambos géneros.

Los resultados sugieren que la mayoría de los cerebros son mosaicos heterogéneos con características intermedias. Es decir, los cerebros humanos no pertenecen a una categoría estructural femenina o masculina.

En la imagen pueden observarse los diferentes volúmenes (verde=grande, amarillo=pequeño) de las regiones del cerebro en 42 adultos que muestran la coincidencia entre las formas de los cerebros de las mujeres y los cerebros de los hombres.

No hay un cerebro masculino y otro femenino

El volumen de las distintas regiones cerebrales (en verde, más grande y en amarillo, más pequeña) de 42 personas muestra cómo se solapan el cerebro masculino y el femenino

El volumen de las distintas regiones cerebrales (en verde, más grande y en amarillo, más pequeña) de 42 personas muestra cómo se solapan el cerebro masculino y el femenino. / ZOHAR BERMAN Y DAPHNA JOEL

Un estudio con centenares de imágenes de cerebros de hombres y mujeres no ha encontrado pruebas de que existan un cerebro masculino y otro femenino. Aunque hay algunas diferencias anatómicas en determinadas áreas en función del sexo, estas no permiten dividir a los humanos en dos categorías. En realidad, el cerebro de cada uno es un mosaico con elementos tanto femeninos como masculinos.

Ideas como las de la inteligencia emocional, éxitos comerciales como el reciente libro El cerebro femeninoo, en el siglo pasado, la saga de Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, abonaron el terreno al dimorfismo sexual del cerebro. Si hay diferencias entre hombres y mujeres en otras parte de su anatomía, en particular los genitales, ¿por qué no va a haberla en el cerebro? Y si la hay en lo físico, en el cerebro, igual también se da en lo esencial, la mente.

Sin embargo, no hay pruebas de que, desde el punto de vista de su materia gris, materia blanca, conexiones neuronales o el grosor de la corteza cerebral, el cerebro de una mujer y de un hombre sean diferentes por el simple hecho de su sexo. Más bien, las pruebas apuntan a lo contrario. En uno de los mayores estudios que se han realizado, un grupo de investigadores israelíes, alemanes y suizos han comparado la anatomía de 1.400 cerebros de hombres y mujeres para concluir que, más que dos categorías, lo que hay es un mosaico cerebral.

“En lo genital, hay diferencias según el sexo que se van sumando hasta crear dos tipos, los genitales masculinos y los genitales femeninos”, dice la investigadora de la Universidad de Tel Aviv y principal autora del estudio, Daphna Joel. “Sobre el 99% de las personas tienen genitales masculinos o femeninos y solo unos pocos tienen ya sea órganos genitales cuya forma está entre las formas masculina o femenina, o bien tienen algunos órganos con la forma masculina y otros con la femenina. Son los que llamamos intersexuales”, añade.

Sin embargo, el hermafroditismo cerebral es la norma y los cerebros 100% masculinos o femeninos son la excepción. “Más bien, lo que hay son muchos tipos de cerebros”, sostiene Joel. “Además, el tipo de cerebros que solo presentan características más prevalentes en los hombres que en las mujeres son muy raros, tan raros como el tipo de cerebros con un perfil que predomine entre las mujeres”, añade.

Para sostener estas afirmaciones, Joel y sus colegas recopilaron imágenes del cerebro de voluntarios de varios proyectos científicos. Además de la heterogeneidad de la muestra (un total de 1.400 personas), su investigación, recién publicada en PNAS dispone de una fortaleza extra. Las neuroimágenes se obtuvieron con distintas tecnologías y métodos para evitar sesgos. Mientras unas determinan mejor el grosor de la corteza cerebral, otras registran la estructura y dimensiones de las distintas áreas del cerebro.

Uno de los estudios, por ejemplo, se apoyó en imágenes del cerebro de casi 300 personas (169 mujeres y 112 hombres). Usando la técnica conocida como morfometría basada en vóxel (VBM, por sus siglas en inglés) que les permitió establecer el volumen de materia gris de 116 áreas del cerebro.

“No hay ninguna región en nuestras muestras que revele una clara distinción entre una forma masculina y una forma femenina, es decir, que se presente de forma evidente solo en los hombres o solo en las mujeres”, destaca Joel. “En realidad, hay un alto grado de superposición entre mujeres y hombres en todas las regiones estudiadas”, añade. Aún así, se quedaron con las 10 zonas que mostraron mayor contraste en función del género. Fue el caso de los dos lados del giro frontal superior, del núcleo caudado o los dos hemisferios del hipocampo, todas por debajo de un nivel estadísticamente significativo.

Con estas diez áreas pudieron crear una especie de continuo desde el extremo masculino al extremo femenino. El cerebro de apenas el 1% de los hombres y solo el 10% de las mujeres caía en cada extremo y un tercio de las personas tenían cerebros anatómicamente intermedios. Las pruebas las repitieron con otras muestras de personas y tecnologías, como la de imagen por tensores de difusión, con la que se puede establecer la conectividad entre las distintas zonas del cerebro. En todas ellas, los resultados fueron similares.

“La mayoría de los humanos tienen cerebros compuestos por mosaicos de características que los hacen únicos, algunas son más comunes entre las mujeres en comparación con los hombres y otras lo son más en los hombres respecto de las mujeres y aún otras son comunes tanto a hombres como a mujeres”, comenta la investigadora israelí.

Las teorías sobre la diferenciación sexual en el cerebro cobraron fuerza a mediados del siglo pasado. Pero, como comenta el investigador del Neurocom y profesor de la Universidad de Coruña, Xurxo Mariño, “aquellos trabajos se centraron en la sexualidad, en especial en el estudio de la emergencia de la homosexualidad”. Algunos se empeñaron en encontrar características anatómicas que la explicaran y encontraron algunas, como el menor tamaño de una estructura cerebral llamada estría terminal en las mujeres y también en los hombres transexuales.

Los estudios entonces estaban basados en cuestionarios o en muestras cerebrales post mortem, no en observaciones directas del cerebro de personas vivas y sus diferencias anatómicas. Esto es algo que solo la moderna tecnología de neuroimagen está permitiendo. Aún así, recuerda Mariño, “ya en 1948 hubo quien habló más de un continuo cerebral que de categorías dicotómicas”. Fue el biólogo Alfred Kinsey quien, con sus escala sobre la orientación sexual, se adelantó al estudio actual.

DISIDENTE: ENTREVISTA AL VETERANO MILITANTE ANTI-SIDA SEJO CARRASCOSA.

ENTREVISTA  A SEJO CARRASCOSA, VETERANO MILITANTE LGTB Y ANTI-SIDA, ACTIVISTA SOCIAL  Y  COAUTOR DE “POR EL CULO. POLÍTICAS ANALES”  (Editorial Egales)  junto a JAVIER SAEZ. 

“No nos olvidemos que detrás de las practicas sanitarias  y de salud pública se encuentran intereses monetarios  muy grandes y que no van a renunciar a sus ganancias” 
SEJO CARRASCOSA

Sejo Carrascosa

Hola Sejo. Para empezar una pregunta un poco simple 1 de Diciembre del 2015. ¿Algo que celebrar?

 Sejo Carrascosa: No creo que se trate de celebrar nada, creo que es más bien una fecha para el recuerdo y la concienciación. Para recordar que siguen habiendo millones de personas que no tienen  acceso a los tratamientos antirretrovirales con lo que desarrollaran mas tarde o mas temprano SIDA y les conducirá a la muerte, además de que se seguirán produciendo transmisiones, ya que en la actualidad se ha demostrado que con un uso adecuado de los fármacos el virus pierde su potencia de infección.

-Uno de los primeros y más salvajes recortes del Gobierno del Partido Popular fue contra la Sanidad y Contra las Campañas y el Plan Contra el SIDA. ¿Crees que la respuesta fue suficiente o fue la que se pudo hacer?

Sejo C: Yo lo enmarcaría en el conjunto de recortes que el PP ha realizado en sanidad. En la actualidad, y gracias a los tratamientos, el VIH no es una condena a muerte por lo que no creo que se pudiera hacer mayor respuesta. Podíamos decir que ya no hay una urgencia vital en cuanto al VIH. Pero hemos visto como si ha habido una respuesta y presión en cuanto al VHC y los nuevos tratamientos que habían aumentado mucho la posibilidad de eliminarlo y evitar la muerte. Creo que se ha conseguido que se dispensen en alguna que otra medida y que se siga cuestionando el precio de los fármacos y su prioridad frente a otros gastos que no repercuten en el bienestar y salud de la sociedad en su conjunto.

Me comentaba un activista y enfermero de Zaragoza que nos va a “volver a tener que tocar hacer la prevención”. Pero el clima es distinto al de principios de los noventa. ¿Cómo ves tú el presente en prevención y en facilidad de acceso a los nuevos medicamentos?

Sejo C: Creo que hay que cambiar radicalmente el paradigma del modelo de prevención.

Desde el principio de la pandemia, y gracias al activismo y a la investigación sobre virus, se ha sabido más y más sobre los mecanismos de transmisión y las prácticas que la posibilitaban, esto ha repercutido en formas de acercar la información preventiva a más sectores y con mejores resultados. De hecho en su momento el concepto de Hombres que tienen sexo con Hombres, HsH, sirvió para adecuar la información y la intervención, pero no fue acompañada de medidas contra la homofobia, ni de un cuestionamiento de las identidades sexuales generadas por una práctica. Pero ya no se puede hacer mas, es absurdo seguir haciendo estudios sobre los HsH, que casi siempre recaen sobre personas que se consideran gays, ya que dentro del paraguas HsH se encuentra un amplio número de personas que no van a reconocerse ni como gays, ni como bisexuales, porque sencillamente están en el armario y esas prácticas se hacen en el anonimato. Estudios que buscan encontrar la “verdad” sobre una práctica de riesgo que es sabida y que aun así se hace. ¿Acaso se hacen estudios sobre los embarazos no deseados en las parejas heterosexuales que conocen perfectamente cómo se produce un embarazo?

No hay que olvidarse que, a pesar de la buena fe de muchas personas que trabajan en prevención de VIH, no se puede llegar a mas sin cuestionar el modelo hegemónico y jerárquico de la sexualidad y sin tener en cuenta un mayor rigor científico al hablar de las prácticas sexuales, todavía se sigue hablando de transmisiones sobre sexo oral, cuando ya se be que son mínimas y con unas condiciones extraordinarias.

Seguir repartiendo condones, me parece bien, pero eso no hace que se usen en todas las penetraciones ni que evite transmisiones de otras ITS, que son otra puerta mas a la entrada del virus en el organismo. En la actualidad hay quien plantea, y esto no es ajeno a la sociedad medicalizada en la que vivimos, tomar medicación antes de tener relaciones sexuales susceptibles de transmisión. ¿De que políticas hablamos entonces? ¿Si hay que medicarse para no infectarse y hay que medicarse una vez estas infectado de que prevención hablamos? No nos olvidemos que detrás de las practicas sanitarias y de salud pública se encuentran intereses monetarios muy grandes y que no van a renunciar a sus ganancias, políticas en la ausencia de políticas que luchen contra la homofobia y cuestione el modelo heterocentrado de la sociedad.

-El aumento de la esperanza de vida de vida de algunas personas seropositivas ha llevado a un nuevo descuido en la población joven apuntalado por una falta de campañas serias, al menos donde yo resido. ¿Ves que esto tiene que cambiar?

 Sejo Carrascosa: Insisto en que el descuido sobre las consecuencias de una practica sexual es una constante histórica, sabidos lo riesgos que conllevan, los jóvenes siguen siendo machistas, heterocentrados y homofóbos y estas ideologías de odio determinan sus prácticas, Quizás la inclusión de otras formas de pornografía o de sexo explicito en la educación sexual podría ayudar a cambiar ideas y comportamientos, pero seria necesaria también políticas activas que cuestionen el modelo heterocentrado, cosa que de momento veo lejana.

-La pandemia del Sida, además de la diversificación de las identidades en los noventa pusieron el cuerpo en el eje de los debates identitarios y post-identitarios. ¿Crees que es necesario seguir ese camino?


S.C: Creo que es el único camino, el cuerpo atravesado por deseos y medicinas, por necesidades no cubiertas y placeres, por rechazos y estigmas, convertido en vulnerable, sigue siendo un campo de batalla por una vida que merezca la pena ser vivida.

 ganancias”