La revolución de la familia

Los hogares están sufriendo una metamorfosis de puertas adentro. Año tras año crecen las familias monoparentales, las homoparentales, las parejas del mismo sexo, las de hecho, los nacimientos extramatrimoniales…

UN REPORTAJE DE MARTA MARTÍNEZ – Domingo, 12 de Junio de 2016

Imagen de una familia paseando por la calle

Imagen de una familia paseando por la calle. Foto: Jose Mari Martínez

ITZIAR decidió ser madre en solitario hace dos años. “Es algo que he tenido claro siempre. Con 33 años me vi preparada y con muchas ganas y se dio la circunstancia de que en esos momentos no tenía pareja, pero no me pareció un obstáculo, así que me puse a ello”, explica esta bilbaina. Un año y medio después nació su hijo, “lo más grande que he hecho nunca”. Itziar, profesora de instituto, es miembro de la Asociación de Madres Solteras por Elección (MSPE), que cuenta con medio centenar de socias en Euskadi. Están organizadas, realizan actividades de ocio con sus hijos “para que las madres compartan sus experiencias y para que los niños jueguen entre ellos y conozcan a otros niños en las mismas circunstancias que ellos”, pero también reclaman su espacio en la sociedad. “Cada vez más mujeres deciden ser madres en solitario y queremos que se nos tenga en cuenta. Este último año nos hemos reunido con partidos políticos para exponerles nuestra situación, porque nos damos cuenta de que ni siquiera se percatan de esta realidad. Están empezando a enterarse de que existimos”, sostiene esta mujer bilbaina.

El número de familias monoparentales crece año tras año; actualmente rozan los dos millones en el Estado español, uno de cada diez hogares. Sin embargo, Itziar se queja de que “todavía no ha calado del todo que los modelos de familia están cambiando y que ya no todo se ajusta a ese patrón de dos adultos y uno, dos o tres niños”. Y pone un ejemplo, “un pequeño detalle que no lo es tanto”: “En los polideportivos no puedo beneficiarme del típico abono familiar, porque contempla la familia como compuesta por dos adultos”.

Itziar sostiene que “el hecho de tener cierta seguridad económica me animó a lanzarme a la aventura”. Cuenta, además, con el apoyo de sus padres para conciliar vida laboral y familiar. Sin embargo, no todos los hogares monoparentales son por elección o no todas las personas que desean tener descendencia en solitario pueden asumir el coste que supone la crianza de un hijo. Y es ahí donde las políticas públicas juegan un papel fundamental. En este sentido, Save the Children alertó el año pasado de que el 38% de los núcleos familiares monoparentales vive por debajo del umbral de la pobreza.

Al igual que las familias monoparentales, crece también el número de hogares homoparentales, las personas que viven solas, las parejas del mismo sexo, las parejas de hecho, los hijos nacidos fuera del matrimonio y las familias reconstituidas -compuestas por dos adultos que forman un nuevo núcleo familiar, en el que uno de los miembros, o los dos, aporta hijos de una relación anterior-. La diversidad gana terreno a lo que hasta hace unos años se consideraba la familia tradicional, es decir, el matrimonio heterosexual con hijos, una metamorfosis que se viene gestando en los hogares desde hace 40 años.

“Todo empieza en los años 70, cuando empieza a haber menos control por parte de la Iglesia. La gente empieza entonces a organizar su vida con criterios propios, empieza a elegir si quiere casarse o no, si quiere tener hijos o no, cuándo los quiere tener, cosas que antes no se elegían porque venían dadas por las normas culturales y sociales. A partir de entonces, ese control empieza a relajarse”, explica Joseba Zalakain, director del SIIS Centro de Documentación y Estudios. Según el sociólogo, las políticas públicas “siempre van por detrás de los cambios”, por lo que su adaptación a esta nueva realidad social es lenta. “Las políticas han respondido con bastante rapidez a los cambios que tienen que ver con derechos civiles como en el caso de las parejas de hecho, las uniones de personas del mismo sexo, pero en el terreno de los derechos sociales han ido más despacio. Probablemente lo que más les ha costado es adaptarse a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, ahí han respondido bastante mal”, explica Zalakain.

MENOS MATRIMONIOS Emili, de 33 años, y Guille, de 41, esperan su primera hija para agosto. Inmersos en los preparativos del parto, la llegada del bebé a sus vidas y los planes para adquirir una vivienda propia, el matrimonio no entra en sus planes. “La opción tradicional de matrimonio no representa lo que somos o lo que son las parejas ahora. Una pareja se supone que se basa en el amor y el apoyo mutuo, dos personas con un proyecto de vida en común, ¿por qué tenemos que jurar nuestro amor eterno ante un ayuntamiento?”, asegura Emili. “Porque de la Iglesia ni hablamos”, aclara.

“Antes, una de las dos personas, tradicionalmente la mujer, dependía económicamente del marido y si no estabas casada con ese señor no te quedaba pensión. Pero a día de hoy la situación ha cambiado. Nosotros trabajamos los dos, tenemos independencia económica y solvencia. Ahora mismo estamos pensando en comprarnos una casa, en cómo va a ser el parto y cómo va a ser nuestra hija, está tan claro que Guille y yo somos pareja… ¿De verdad tengo que demostrarlo?”, reflexiona. “Puede que el matrimonio esté en desuso y que actualmente haya otra manera de unirse. Además, que no es tan sencillo, no es cosa de un día. Tienes que elegir fecha en el ayuntamiento, y a ver para cuándo te dan, tienes que llevar testigos y tienes que pagar”, continúa. Emili aboga por simplificar las cosas: “A mí me vale con firmar en un registro, más que nada para tener derechos sobre él en caso de que le pasara algo y al revés”.

Las cifras corroboran que esta opinión está en auge. Así, de los 17.000 matrimonios anuales que tenían lugar en 1975 en Euskadi, se pasó a 10.000 apenas seis años después. Actualmente, la cifra se sitúa en 7.500. De ellos, además, una aplastante mayoría, el 76,5% son civiles. El número de matrimonios decrece cada año, mientras que aumenta el de parejas de hecho. Los hijos extramatrimoniales también son una tendencia al alza. En Euskadi representan cuatro de cada diez nacimientos anuales.

Otra realidad que ha cambiado con el paso del tiempo es el de la maternidad. Hoy en día, la media de edad en que las mujeres tienen hijos en Euskadi está en 32,6 años. Asimismo, la tasa de fecundidad de la población vasca se sitúa en 1,38 hijos. “Se ha producido un retraso en la emancipación y esto ha dado lugar a un retraso en la edad de tener hijos. Y cuanto más tarde empiezas con el primer hijo más difícil es tener dos o tres”, explica Zalakain. Las estadísticas señalan que el número de hogares aumentó el año pasado, pero su tamaño se redujo una vez más. En Euskadi, los hogares están compuestos por una media de 2,39 personas, por debajo de la estatal (2,51).

FAMILIAS RECONSTITUIDAS Otro de los tipos contemporáneos de hogares es el de las familias reconstituidas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), 2,3 millones de personas en el Estado español son separadas o divorciadas -en 2014, se produjeron siete rupturas por cada diez matrimonios-. Asimismo, en diez años (2001-2011), los núcleos reconstituidos con hijos menores de 18 años aumentaron en el Estado más de tres puntos porcentuales y ahora representan el 7,4% del total de las parejas.

La versión más habitual de familia reconstituida es la conformada por una mujer que aporta en exclusiva los hijos al nuevo hogar -el 71%-, mientras que en el 25,6% de los hogares reconstituidos son del hombre en exclusiva. Las familias en las que los dos miembros de la pareja han aportado hijos propios suponen el 3,4%. Los sociólogos denuncian la invisibilidad estadística de estas nuevas familias, que influye en su escaso reconocimiento. Cada vez más, señalan, los hijos comparten temporalmente dos hogares reconstituidos a su vez, en una fórmula que llaman “familia constelación” y que resulta indetectable en el censo dada la imposibilidad de inscribir a un menor en dos hogares.

Advertir contra el “imperio gay” es libertad de expresión de Cañizares, según la Conferencia Episcopal

“Hay que reivindicar el derecho de todos los ciudadanos a poder expresar lo que opinan”, según el vicesecretario de Asuntos Económicos

El arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares

Antonio Cañizares, arzobispo de València EFE

El vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y presidente del grupo COPE, Fernando Giménez Barriocanal, ha reivindicado el derecho a la libertad de expresión de todos los ciudadanos en relación a las palabras del arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, que advertían del “imperio gay”.

Así se ha manifestado Barriocanal al responder a la pregunta de si teme que declaraciones como las de Cañizares contra el “imperio gay” y los movimientos feministas y por preguntarse si los refugiados  “eran trigo limpio” puedan condicionar a los contribuyentes españoles a la hora de marcar la casilla de la Iglesia católica a la hora de hacer la declaración de la renta.

“Hay que reconocer la libertad expresión de todo el mundo y a partir de ahí cada uno hace sus composiciones de lugar, creo que hay que reivindicar el derecho de todos los ciudadanos a poder expresar lo que opinan”, ha subrayado durante la rueda de prensa de presentación de la Memoria de actividades de la Iglesia católica.

Ha reconocido que cada contribuyente “hace su juicio de valor” y ha agradecido la generosidad de los 7,3 millones de contribuyentes que marcaron la casilla de la Iglesia en 2014.

No obstante no todos comparten este mismo punto de vista, especialmente los colectivos objetivo de críticas del purpurado. Así el colectivo LGTB Lambda presentó la semana pasada una denuncia contra el arzobispo Cañizares en la Fiscalía por “odio y homofobia”. Por su parte la  Red Española del Refugiado también emprendió acciones legales contra el obispo por sus declaraciones de tinte xenófobo.

La condena de ser gay… también en Senegal

Un proyecto de ley impulsado por una asociación islámica pretende endurecer aún más la persecución que ya sufren los homosexuales

Fatou Sow y Djamil Bangoura

Fatou Sow y Djamil Bangoura. JOSÉ NARANJO

“Estamos peor, mucho peor que antes”. Djamil Bangoura, presidente de la asociación senegalesa de defensa de los homosexuales Prudence, no tiene ninguna duda. Senegal es un país que destaca en el contexto africano por su sólida democracia, así como por su hospitalidad, tolerancia, pacifismo y respeto de los Derechos Humanos, con ejemplos significativos como el reciente juicio contra el ex dictador chadiano Hissène Habré. Sin embargo, en lo que atañe a la homosexualidad las noticias no son buenas: intentos de linchamiento, estigma, agresiones o penas de prisión siguen siendo moneda corriente para los gays y lesbianas en un país en el que, aunque ya existe una disposición legal que penaliza los “actos contra natura”, está sobre la mesa un proyecto de ley para prohibir el hecho de ser homosexual.

El pasado 24 de diciembre de 2015 una pareja gay decidió celebrar una boda (no permitida por la ley) en un colegio de Kaolack, para lo que invitaron a sus amigos venidos de distintos puntos del país. “Sobre las dos de la madrugada irrumpió la policía”, relata Cherif Ndiaye, presidente de la asociación Alerte Action de lucha contra el sida de Kaolack, “había más de cuarenta personas presentes en el lugar pero solo pudieron detener a once”. Al día siguiente, tras correrse la noticia, decenas de personas enfurecidas se congregaron delante del cuartel de Policía con la intención de linchar a los jóvenes. Sin embargo, en una controvertida decisión, las autoridades decidieron ponerles en la calle asegurando que no habían cometido ningún delito.

La liberación se produjo en un lugar apartado a cinco kilómetros de la ciudad por temor a la reacción popular. Aún así, los jóvenes han tenido que huir de la ciudad, unos a Dakar y otros incluso al extranjero, dejando atrás sus vidas y sus puestos de trabajo. La tienda de la familia de uno de los jóvenes fue saqueada y quemada y la habitación en la que residía otro, totalmente arrasada. “La policía grabó un vídeo con sus rostros y llegó a las redes sociales, con lo cual ya estaban señalados. Lo peor es que durante las semanas posteriores hubo agresiones y amenazas a homosexuales por todas partes, porque en cuanto sale algo así en los medios de comunicación todos estamos en peligro”, añade Bangoura.

En otro nivel, las iras se dirigieron contra el fiscal que decidió no inculpar a los once jóvenes así como contra el ministro senegalés de Justicia, Sidiki Kaba, quien destacó que la ley senegalesa no persigue a los homosexuales por el hecho de serlo, sino las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo (artículo 319 del Código Penal que prevé penas de cárcel de entre uno y cinco años así como una multa de hasta 2.300 euros). Tras estas declaraciones, la asociación islámica Jamra, muy presente como parte de un lobby de presión homófobo desde hace años en Senegal, ha decidido dar un paso más allá y promover una ley contra la homosexualidad como tal.

El pasado 8 de mayo, a instancias de Imam Massamba Diop, el mediático líder de Jamra, el diputado Mberry Sylla, miembro de la Alianza por la República (APR), el partido en el poder, presentaba un proyecto de ley para prohibir la homosexualidad. Y al menos 80 diputados de distinta ideología y adscripción política han firmado ya a favor de esta iniciativa. El Gobierno senegalés se encuentra entre la espada y la pared de unos acuerdos internacionales de respeto a los Derechos Humanos y una sociedad en la que la homosexualidad se percibe como algo satánico, de lo que casi ni se puede discutir con sosiego, así que sabe que manifestarse claramente en contra de esta iniciativa puede suponerle un enorme desgaste interno. “Si se aprueba esta ley será una catástrofe para nosotros”, asegura Bangoura.

El debate está presente en la sociedad senegalesa desde hace años, aunque muchos que piensan “allá ellos” y que se muestran más tolerantes con la sexualidad de los gays, “siempre que sea en privado”, no hablan demasiado por temor. Durante la campaña electoral de 2012, el actual presidente Macky Sall se vio obligado a desmentir públicamente que pretendiera despenalizar la homosexualidad tras una virulenta campaña que le vinculaba a “lobbys pro gay”. De no haberlo hecho seguramente no habría ganado las elecciones. En 2013, durante la visita del presidente Barack Obama a Dakar los periodistas estadounidenses le volvieron a preguntar. Y Macky Sall dijo su famosa frase de que “la sociedad senegalesa no está preparada” para esa hipotética despenalización.

Más aún. Durante el reciente referéndum constitucional del pasado 20 de marzo, los partidarios del no aseguraron que la reforma de la Carta Magna escondía un intento de legalizar la homosexualidad, lo que no era cierto, e incluso algunos se negaron a votar alegando que las papeletas eran rosas. “Cada vez que hay una cita con las urnas sufrimos”, añade el presidente de la asociación de homosexuales Prudence, “los políticos usan la homofobia para ganar votos o para criticar a su rival”. Los medios de comunicación tampoco contribuyen a calmar las cosas. “Amplifican el mensaje de quienes quieren arrojarnos piedras porque piensan que eso les da lectores, cada vez que sacan el tema venden todos los ejemplares”.

Fatou Sow es presidenta de la asociación Kiraay que pretende dar protección y cobijo a las lesbianas senegalesas. Obligada a casarse cuando apenas era una niña y por fin divorciada, hoy oculta su verdadera identidad sexual de las miradas indiscretas. “Efectivamente, Senegal ha firmado acuerdos internacionales, pero el sistema de Naciones Unidas no ejerce la suficiente presión para que se respeten dichos compromisos”, explica. Jolie Niang, también miembro de Kiraay, fue violada y se quedó embarazada cuando era adolescente. “Yo solo quería estar con chicas, nunca me gustaron los hombres. Tenía una novia, pero mi madre se enteró y me echó de casa. Ahora no tengo domicilio fijo, voy de un piso a otro allí donde me dan acogida”, asegura.

Hace unos meses, decenas de estudiantes de la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar grabaron en vídeo cómo agredían y humillaban a un joven al que acusaban de haber intentado ligar con otro chico en un vestuario. “A los homosexuales hay que apedrearlos hasta la muerte”, asegura Moustapha, un joven profesor de español que recuerda el día en que junto a un grupo de amigos desenterró el cadáver de un gay que había muerto de sida y lo arrojó a un vertedero. “Esas personas no deben compartir espacio sagrado con el resto de los ciudadanos. Están malditos, incluso pisar donde pisan da tres años de mala suerte”, añade.

Y, sin embargo, no siempre fue así. “La homosexualidad no es algo nuevo. Recuerdo cuando era pequeña la presencia de los gordjiguene (hombre-mujer, en wolof) en las casas. Estaban con las mujeres, cocinaban, participaban incluso en las ceremonias. Nadie les pegaba, no había problemas con ellos”, asegura Fatou Sow. Para Djamil Bangoura, el incremento de la homofobia tiene que ver con dos aspectos, la penetración del radicalismo religioso y las nuevas tecnologías. “Antes no estaba en la cabeza de la mayoría de la población que dos hombres pudieran tener sexo entre ellos y losgordjiguene eran tolerados, incluso como algo simpático. Pero desde hace unos quince años con la llegada de Internet muchos han visto fotos en páginas porno de lo que puede ocurrir entre dos hombres y ha surgido un mayor rechazo”, explica.

Senegal es sólo una muestra del incremento de la homofobia en el continente africano, algo que ha sido denunciado en reiteradas ocasiones por organizaciones de Derechos Humanos como Amnistía Internacional. Pero incluso así no es el peor rincón de África para ser gay o lesbiana. En países como Mauritania, Gambia, Sudán o Somalia existe pena de muerte y en otros como Uganda, Nigeria o Liberia la legislación se ha endurecido en los últimos años. Esta tónica general sólo se rompe en países como Sudáfrica, donde, a pesar de que se siguen produciendo agresiones homófobas, es el único estado africano que permite las uniones gays, mientras en otros lugares como Cabo Verde, Isla Mauricio o Seychelles se percibe una mayor tolerancia.

Para Djamil Bangoura y Fatou Sow, que pertenecen a asociaciones legales bajo la cobertura de la lucha contra el sida y la exclusión social, la lucha contra la homofobia pasa por la visibilidad pese a los riesgos que esto conlleva. “En Senegal tiene mucho peso la religión, pero Macky Sall es el presidente de todos los senegaleses y, por tanto, debe defender también a las minorías”, dice Bangoura. “Sabemos que no veremos un cambio de la situación con nuestros ojos, quizás nuestros hijos o nietos sí, pero no vamos a arrojar la toalla. Merecemos poder salir a la calle sin miedo”, remata Sow. Ambos activistas estarán durante unos días de gira por España para recabar apoyos y tejer una red de solidaridad internacional. Saben que el camino es largo y que está lleno de espinas.

Cañizares, los gays y los refugiados

José María Calleja

Monseñor Cañizares, cardenal arzobispo de Valencia, está convencido de que el feminismo “es la ideología más insidiosa y destructiva de la humanidad de toda la historia”. Nada menos. No aporta Cañizares siquiera una leve contabilidad en la que sostenga semejante afirmación. Tampoco somete su sentencia a un estudio comparado, no sé, con los miles de homosexuales y gitanos exterminados por el nazismo por ser lo que eran, asunto este, desde luego, infinitamente menos conocido que el exterminio de judíos, también bastante destructivo.

Para Cañizares existe un “imperio gay” que el furioso cardenal pretende destruir antes de que contraataque y acabe definitivamente con la familia, objetivo, al parecer evidente, de feministas, gays y otras gentes de ese jaez.

Estas opiniones de Cañizares no son nuevas, pero se han excitado hasta un límite inédito en su expresión como reacción a la Ley Integral de Transexualidad, que promueve el gobierno autonómico valenciano.

Cañizares, en modo okupa, llama a desobedecer esas leyes, que califica de “inicuas” y que, según él, tratan de imponer “poderes mundiales”. Le ha faltado decir judeomasónicos.

El colectivo LAMBDA y más de cuarenta organizaciones LGTB han denunciado a Cañizares por “odio y homofobia”, por hacer afirmaciones que pueden incitar al odio con sus palabras machistas. Cañizares dice que hay una campaña contra él, orquestada por el que considera muy calumnioso Ximo Puig, presidente de la Comunidad Valenciana, que perpetra el pecado eterno de promover la ley de Transexualidad.

Después de soltar la incendiaria homilía, Cañizares ha dicho que retira lo que haya podido ofender, pero que hay que entenderle: el imperio gay, los partidos políticos y buena parte de la Humanidad están en campaña para destruir la familia cristiana. Familia, cristiana o laica, que no existiría, la verdad, si todos fueran como Cañizares.

En la misma línea de pensamiento fanático, aunque con otro dios de referencia, el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, acaba de decir que la mujer que no tiene hijos o no trabaja en casa, es solo media mujer, que ataca también a la familia y que no sabe lo que se pierde.

Cañizares es autor de análisis campanudos, como aquel que trataba de explicar los atentados terroristas sufridos en Atocha el 14 de marzo de 2014, con 191 asesinados, porque en España se había “pecado mucho”. Un análisis realmente sincrético, pues suponemos que los españoles pecadores, destinatarios del atentado, eran católicos de nacimiento, mientras que la mortal penitencia la impusieron islamistas.

Isabel Bonig, la jefa aún no imputada del muy imputado PP valenciano, ha firmado junto con otros paisanos -no sabemos si Rita Barberá se acabará animando-, una carta de apoyo a Cañizares. Bonig y Cañizares no entienden que robar hasta en la visita del Papa a Valencia sea un ataque a la familia, a la decencia o a leyes que hay que cumplir.

Por otra parte, ni Cañizares ni su cuate en esto de arremeter contra el feminismo y la homosexualidad, el ínclito arzobispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Plá, han tenido hasta ahora ni media homilía para denunciar a sus conmilitones pederastas, por ejemplo.

Para comprar el paquete completo, Cañizares también ha arremetido contra los refugiados, esos seres aparentemente humanos que tratan de llegar a Europa ahogándose en el intento, que huyen del terror y que para el arzobispo de Valencia “no son trigo limpio”. Su sentencia le ha valido otra querella.

Me sorprende esa capacidad tan exacta, así de Cañizares como de Erdoganes, para medir, dividir, partir en dos, evaluar con precisión cirujana a multitudes, sean mujeres, refugiados o gentes LGTB, y para erigirse en defensores auténticos de la familia.

Las victorias incompletas del movimiento LGTB en Colombia

A pesar de los avances en la ley, no existen garantías para el acceso a los derechos que evidencian la igualdad

ana y veronica lograron que el constitucional les reconociera la adopción de los hijos biológicos de una de ellas

Un anuncio de página entera en un diario nacional los tildaba de enfermos, decía que eran abusadores de niños y que estaban propagando el sida en el país. El aviso, pagado por un grupo religioso y algunos políticos de la derecha de Colombia, originó que a principios de los años 2000, el movimiento LGTB se consolidara en el país. Se unieron para defenderse y buscar garantías ante la ley.

Desde el 2004 el país empezó a vivir avances importantes en materia de igualdad, aunque el mismo Estado ha dificultado el acceso a los derechos que la Corte Constitucional ha amparado. “La legislación es maravillosa, pero hacemos un reclamo para que se cumpla”, dice Marcela Sánchez, de la ONG Colombia Diversa, una de las organizaciones que trabaja por el respeto de las garantías en pro de la igualdad.

Colombia ha sido pionera en aprobar derechos patrimoniales y de pensión de sobrevivientes a parejas del mismo sexo, así como dar vía libre al matrimonio y la adopción gay. Sin embargo, abundan los casos que quedan solo en el papel. Las demandas para que el Estado cumpla con lo que le corresponde parecen ir en aumento a medida de que se aprueba una nueva ley a favor del movimiento LGTB. El desconocimiento de la normativa jurídica por parte de los empleados públicos y la presión de la Iglesia e instancias como la Procuraduría han hecho que a la hora de la verdad, sea difícil hacer valer lo que se ha ganado en la legislación. Estos son algunos casos.

La primera pareja con aval para adoptar no ha podido hacerlo

Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero

Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero. JUAN CARLOS ZAPATA

Desde 2014, Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero están esperando que se cumpla la decisión de la Corte Constitucional que les permite adoptar a los dos hijos biológicos de una de ellas. Su caso fue catalogado como “histórico” y aunque la justicia reiteró que la condición sexual de una pareja no es motivo para negar el derecho a adoptar, ellas siguen luchando contra un sistema que se opone a reconocerlas como familia.

Los dos niños, de ocho y seis años, nacieron a través de inseminación artificial. Ana Elisa fue la encargada de llevarlos en el vientre, pero las dos son las mamás. “Tenemos la vida de una familia normal. Los llevamos al colegio, a vacaciones, no les falta nada”, dice Verónica, que para la ley es una desconocida para sus propios hijos. Ana Elisa y Verónica, que formalizaron su relación fuera del país, ahora batallan contra una petición elevada desde la Procuraduría que exige que para que el proceso se dé, deben encontrar al padre biológico de los menores.

“Ahora nos piden que busquemos al donante para que reconozca a los niños como suyos y nos entregue la patria potestad. Nuestro caso abrió la puerta para que otras parejas pudieran adoptar, pero nosotras seguimos sin poder hacerlo”, lamenta Verónica, que recuerda que la decisión del Constitucional reiteró que el derecho de los menores a tener una familia está por encima del deseo de las parejas de tener hijos. “Toda esta pelea es por los niños, necesitamos darles garantías jurídicas”, dice Ana Elisa.

Si llegara a faltar la mamá biológica, los niños quedarían en manos del Instituto de Bienestar Familiar (ICBF), una instancia del Estado en donde en la actualidad al menos 4.000 menores abandonados esperan por una familia que los adopte. “No los podría tener yo, a pesar de que he asumido el papel de mamá desde que nacieron”, señala Verónica.

Se unieron como pareja, pero siguen siendo “solteras”

Tatiana Peláez y Viviana Jordan

Tatiana Peláez y Viviana Jordan. JUAN CARLOS ZAPATA

Tatiana Peláez y Viviana Jordan, de 31 y 27 años, conviven desde hace tres años bajo la figura de unión marital de hecho. Algo así como una “etapa más que un noviazgo, pero menos que un matrimonio”, dicen ellas. Después de que en 2013, la Corte Constitucional encargó al Congreso legislar sobre las uniones de parejas del mismo sexo, quienes querían formalizar sus relaciones se tropezaron con un limbo jurídico. Algunas lograron que los jueces y notarios las casaran, pero otras solo encontraron como opciones la unión marital de hecho y la unión solemne, documentos que no les garantizaban los mismos derechos que un matrimonio civil.

“Llamábamos a pedir información en las notarías y el tono de quienes nos atendía cambiaba cuando le decíamos que éramos dos mujeres que queríamos casarnos”, cuenta Viviana. “La primera solicitud fue rechazada porque la Procuraduría intervino para decir que un matrimonio solo podía darse entre un hombre y una mujer”, relata Tatiana. Hicieron dos intentos más hasta que firmaron la unión marital de hecho, una figura que no es reconocida en todo el mundo y que no tiene los mismos efectos civiles que un matrimonio, un derecho al que sí pudieron acceder decenas de parejas durante el vacío jurídico que hubo desde el año 2013.

“Yo no estoy en contra del matrimonio de las personas del mismo sexo, pero sé que a los jueces que los han celebrado, la Procuraduría los acosa”, recuerda Tatiana, cuando habla de una de las respuestas que le dio un juez. Ahora, que el Constitucional se pronunció de nuevo sobre el tema y señaló que los jueces y notarios están en obligación de celebrar matrimonios a parejas del mismo sexo, Tatiana y Viviana esperan decir muy pronto que están casadas. “No queremos seguir dando explicaciones sobre esa figura que firmamos y que nadie entiende, ni que nuestro estado civil siga siendo el de solteras”, insiste.

Laura Weins.

Laura Weins. JUAN CARLOS ZAPATA

“Que el sistema de salud reconozca nuestra identidad”

Laura Weins ha asumido su identidad como transexual para llevar el liderazgo de esta población, a través del Grupo de acción y apoyo a personas trans (GAAT). Aunque habla de los logros que han tenido en la ley, como la posibilidad de cambiar de nombre y de género en el documento de identidad, ve con preocupación cómo otras garantías, que también están en el papel, no se cumplen. Menciona el cambio de sexo o los tratamientos hormonales que el sistema de salud les debería conceder. También denuncia la violencia de la que son víctimas y la falta de oportunidades laborales. “Mientras algunos luchan por casarse y adoptar, nosotros solo pedimos que nos respeten la vida y que nos den oportunidades laborales”.

Weins dice que la edad promedio de vida de los transexuales en Colombia es de 30 años y cuenta que un alto porcentaje de los que sobreviven a la violencia termina en la prostitución. Asegura que mientras la mayoría de esfuerzos se han destinado a la lucha de parejas del mismo sexo, a los trans los tienen en el olvido. “Ya es hora de que piensen en nosotras”, reclama.

Amanda

Amanda. JUAN CARLOS ZAPATA

Batallando por sus derechos hasta el final

Amanda se refiere a “su compañera de vida” cuando evoca a Amparo, su esposa. A sus casi sesenta años recuerda lo difícil que era hasta hace un par de décadas reconocer que era lesbiana. “Si una mujer soltera con hijos era mal vista, imagínese lo que pensaban de nosotras”, cuenta. Cuando quisieron garantizar la seguridad patrimonial de Amanda ante el cáncer que padecía su pareja, se encontraron con un Estado que no las quería reconocer, a pesar de llevar más de 30 años de convivencia.

“Con la enfermedad, aumentó la preocupación por lo que podría pasar ante la ley si ella faltara”, cuenta. Estuvieron más de un año intentando hacer trámites para garantizar los derechos pensionales, hasta que meses antes de la muerte de Amparo lograron que un juez en la costa colombiana aceptara casarlas. “Todos nos daban excusas y ella ya se sentía muy enferma. Al final encontramos un lugar en donde había un funcionario dispuesto a ayudarnos”.

Al poco tiempo Amanda quedó viuda y tras esperar varios meses pudo obtener los derechos que le correspondían. “Hay gente que sigue creyendo que solo pueden existir las parejas de hombres y mujeres. No entienden que las familias son diversas y que todos tenemos derecho a amar”, dice.

La odisea de Sun y Hu o la lucha por el matrimonio homosexual en Asia

Sun Wellin (izquierda) hace una llamada junto a su pareja Hu Mingliang (derecha)

Sun Wellin (izquierda) hace una llamada junto a su pareja Hu Mingliang (derecha). EL MUNDO

Tras entablar conversación en un chat, los chinos Sun Wenlin y Hu Mingliang no tardaron mucho en conocerse en persona. A esa primera cita le siguieron muchas otras, con paseos por el parque, veladas de cine y palomitas o noches de copas en los bares. Cuando ya llevaban un año juntos, estos dos hombres decidieron dar un paso más y casarse.

El 23 de junio de 2015, su primer aniversario, acudieron a la oficina del registro civil local de Furong, en la provincia china de Hunan, para inscribir oficialmente su unión. Sin embargo, su alegría se vio empañada cuando un empleado se negó a hacerlo arguyendo que la ley del país no permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Lejos de desistir, Sun demandó a esta oficina y, para sorpresa de muchos, un tribunal de Changsha admitió a trámite la demanda. Aunque el proceso debía comenzar a finales de enero, se suspendió a última hora hasta el 13 de abril. Ese día, poco duraron las esperanzas de estos dos jóvenes y sus cientos de partidarios reunidos a la puerta del tribunal. A las pocas horas, el juez se pronunció en su contra y desestimó la demanda. La pareja recurrió.

“Tanto si me quiero casar como si no, debería ser yo quien lo decida. Es un derecho humano básico y quiero poder disfrutarlo”, declaró Sun, de 27 años, a los medios congregados en enero para cubrir la vista. “Había tenido otras relaciones, y ya me había planteado el casarme antes. El Estado no me lo permite, mi familia no me lo permite. Hay demasiados obstáculos“, dijo por su parte Hu, guardia de seguridad de 37.

Aunque China dejó de catalogar la homosexualidad como enfermedad en 2001 y se han producido pequeños avances en los últimos años, mucha gente todavía oculta su orientación sexual a familiares y miembros de su entorno por temor a ser rechazados. La presión social por casarse es tal que, según informes de medios locales, en el país hay miles de “matrimonios falsos” en los que un gay y una lesbiana se casan para mantener las apariencias mientras llevan una vida paralela.

No obstante, cada vez son más los miembros de la comunidad LGTB china que han decidido pelear por hacer valer sus derechos, y aunque se enfrentan a enormes dificultades, estos colectivos han ido ganando con los años presencia pública, sobre todo en las grandes ciudades.

No es un asunto occidental sino global

“Antes, las generaciones más mayores pensaban que este era un asunto occidentalque no concernía a los países de Asia, pero poco a poco esa concepción está cambiando. Hay que trabajar más para que se acepte que la cuestión de los derechos LGTB es un hecho global, y que todos los países deben respetarlos”, cuenta a esta diario Xiao Tie, directora ejecutiva del Centro LGTB de Pekín.

Según ella, la iniciativa de Sun y Hu es la última de una serie de acciones que desde 2009 han llevado a cabo diferentes colectivos para reivindicar su derecho a casarse, y espera que su caso “sirva de ejemplo y ayude a que más gente pelee contra la discriminación y en apoyo de las uniones entre personas del mismo sexo”.

En julio de 2015, la activista Li Tingting y su pareja Teresa Xu organizaron una ceremonia nupcial informal en Pekín para demandar este derecho. “El caso de estos dos chicos va más allá del resultado”, declaró Li en las redes sociales. “Es un paso adelante para intentar abrir el diálogo con las autoridades por medios legales”.

De entre los 22 países que a día de hoy han legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, no hay ningún asiático en la lista. Pese a que la región más oriental del continente ha sido testigo en las últimas décadas de cómo sus comunidades LGTB han logrado una mayor aceptación social y pequeños avances legales, nadie esconde que su situación es todavía altamente discriminatoria y está lejos de alcanzar la normalidad de la que disfrutan en otras naciones.

De acuerdo con un informe del Comité de Derechos Humanos para Corea del Sur,muchos jóvenes LGTB sufren acoso en el colegio, mientras que los mayores corren el riesgo de perder su trabajo por su orientación sexual o identidad de género. Según otro estudio, el intento de suicidio entre esos jóvenes asciende a un sorprendente 45,7% de los encuestados.

Nara Lee, del grupo Solidaridad para LGTB de Corea del Sur, explica cómo la mayoroposición viene desde la conservadora derecha radical cristiana, que incluso ha llegado a protagonizar ataques violentos contra actos en los que se reclamaban mayores libertades para el colectivo. “Los jóvenes están más dispuestos a aceptarnos”, dice por email Lee, “pero se necesita más tiempo. Leyes como la del matrimonio entre personas del mismo sexo no serán posibles hasta pasados unos años”, añade.

Situación similar es la que se vive en Hong Kong, región autónoma que pertenece a China pero que cuenta con leyes propias. En esta moderna ciudad, diferentes agrupaciones llevan más de 20 años luchando por la aprobación de una ley contra la discriminación por orientación sexual, pero todavía no se ha conseguido. Para la mayoría, el matrimonio homosexual es un objetivo que queda muy lejos.

Taiwán es la esperanza de muchos

Ahora, las esperanzas de muchos están puestas en Taiwán, lugar en el que el colectivo LGTB disfruta de mayor aceptación y derechos. “Más de la mitad de la población apoya el matrimonio gay”, declaró a este diario Victoria Hsu, renombrada activista de la isla. Para ella, el momento actual es el apropiado, con una recién elegida presidenta Tsai Ing-wen que ya ha declarado públicamente su apoyo a la aprobación de una ley que permita el enlace entre personas del mismo sexo. “Pero deben darse prisa. Cuatro años pasan muy rápido y, si no lo hacen, miles de personas se van a sentir muy defraudadas”.

Muchos esperan que la aprobación de esta ley, la primera del continente, suponga un revulsivo que anime a otros países del entorno a adoptar legislaciones similares. Como dice Sun, “mi sueño es que cuando alguien vea a una pareja gay o lesbiana paseando de la mano por la calle, no los miren como bichos raros o los observen curiosos. Somos como cualquier otra persona, por lo que seguiremos luchando por nuestros derechos”.

El desfile del Orgullo Gay toma Tel Aviv con 200.000 personas

Desfile del Orgullo Gay en Tel Aviv

Desfile del Orgullo Gay en Tel Aviv

¡Ay Tel Aviv cómo te quiero! Aquí se vive la libertad. Por algo la llaman ciudad-burbuja. Nosotros lo desarrollamos antes y ahora ellos lo desarrollan y muy bien”, nos dice el madrileño Enrique (“Orgulloso de ser de Atocha”) en el Paseo Marítimo de la ciudad israelí mientras alrededor numerosos móviles fotografían su espigado y casi desnudo cuerpo. Conocido también como “Menor”-o al menos eso nos dice- ha participado junto alrededor de 200.000 personas en la 18ª edición del Desfile del Orgullo Gay en un viernes soleado y caluroso.

Tel Aviv- la “gran burbuja” no sólo por el enorme poder y presencia de la comunidad LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y personas Transgénero)- cierra una intensa semana de muchas fiestas y reivindicaciones. El colorido desfile es sólo el postre. El elemento más esperado y sabroso. El postre, ya saben.

La marcha ha desembocado en el Paseo Marítimo cerrando un evento que va más allá de la música, los colores del arco iris, los maquillajes exagerados y necesarios para la ocasión y la escasa tela usada para taparse.

Gabriel y Eric Dieguez han llegado desde Miami. La pareja no esconde su sorpresa. “Estamos por primera vez en Israel. Es una tierra encantadora y con mucha libertad”, cuenta Gabriel. Y añade: “Como homosexuales, nos sentimos muy seguros en Tel Aviv. Hemos paseado sin pausa muchas horas y nadie nos dice nada”. Tras destacar “la diversidad de cultura y orígenes procedentes de todas partes del mundo”, su marido Eric revela que estuvo en las ciudades palestinas de Jericó y Belén: “Sentimos un poco de tensión pero no tuvo problemas pese a llevar la pulsera con los colores de la comunidad”.

“Caminamos lentamente hacia una sociedad más igualitaria y que permita a cada uno expresarse como crea oportuno”, declaró el alcalde de Tel Aviv Ron Huldai al inaugurar el acontecimiento tan asociado a su ciudad.

Una de las diferencias más visibles respecto al año anterior es la mayor presencia policial. Nadie quiere asumir riesgos después de la gravísima negligencia que permitió el pasado verano al ultraortodoxo radical Yishai Shlissel-que había salido de la cárcel tras herir a un gay en un desfile en Jerusalén- asesinar a Shira Banki(16). El apuñalamiento provocó una herida mortal en la joven israelí, que había acudido al desfile del Orgullo Gay en Jerusalén para apoyar a sus amigos gays, y conmocionó a una sociedad que suele presumir de su tolerancia hacia la comunidad LGTB.

No sorprende este aumento de las medidas de seguridad teniendo en cuenta además que el responsable policial de Jerusalén durante el ataque del año pasado, Moshé “Chico” Edri es hoy el máximo responsable policial de la zona de Tel Aviv. “Es verdad que hay más policías pero espero que todo acabe bien. Queremos mostrar al mundo que nosotros caminamos con la cabeza bien alta para conseguir la igualdad”, comentaba por la mañana a ELMUNDO Amit (19) tan emocionado por la presencia de cámaras como por la llegada esta semana de miles de turistas gays a Israel.

“Como abogado te puedo decir que desde los 90, hemos conseguido muchos avances“, comenta Ariel. Pero el camino aún es largo.

Gabriel y Eric Dieguez han viajado desde Miami a Tel Aviv

Gabriel y Eric Dieguez han viajado desde Miami a Tel Aviv. SAL EMERGUI

La participación en el desfile de la ministra de Cultura, Miri Regev (Likud) y de numerosos diputados de la coalición y de la oposición ha sido aprovechada por el alcalde para lanzarles un mensaje:”Los diputados que están aquí deben saber queel verdadero examen es una legislación que permita a cada uno a casarse, tener hijos y vivir como lo desea”.

Efectivamente hay diferencias entre los avances sociales, la opinión de la calle y la sensación de libertad e igualdad de los gays con la posición gubernamental en el Parlamento (Knésset) de Jerusalén.

Según una encuesta publicada esta semana por la Fundación Smith, el 76% de los israelíes apoya la instauración de los matrimonios del mismo sexo. Mensaje a la coalición de Gobierno: el 74 % de los votantes del Likud, el 80% de los votantes de Israel Beitenu (liderado por el nuevo ministro de Defensa, el derechista Avigdor Lieberman), el 93 % de los electores del centrista Kulanu y el 57% de los que votaron al partido religioso nacionalista Bayit Yehudi.

En la comunidad gay israelí señalan que el primer ministro Benjamín Netanyahu les apoya además de citarles como ejemplo de tolerancia de su país en la ONU frente a la brutal represión contra los homosexuales en los países árabes e Irán pero al mismo tiempo no avanza leyes que igualen plenamente los derechos.

La prensa local destaca hoy que la primera decisión de Lieberman como titular de Defensa es cumplir lo prometido por su antecesor Moshé Yaalón de garantizar que las parejas homosexuales de soldados muertos en combate o acciones terroristas reciban los mismos derechos que los familiares heterosexuales.

El diputado del Likud, Amir Ohana-único homosexual declarado en la Knésset- ha participado en el desfile escoltado por un guardia debido a amenazas recibidas. Ohana cree que éstas proceden de miembros de la comunidad gay. El motivo sería que prefirió someterse a la disciplina de voto de la coalición antes que apoyar iniciativas de ley presentadas por la oposición a favor de la comunidad LGTB.

Tel Aviv cierra una semana iniciada con el primer certamen “Trans 2016” en la historia de Israel que ganó la árabe cristiana Talin Abu Hana.

Ya cuando el festival de música toca su fin, preguntamos al venezolano Jonathan Cohen sobre la vida de los homosexuales en su país. El joven, que ahora vive en Israel, contesta con una triste sonrisa: “En Venezuela no funciona nada ya seas gay o no”.

CHICO O CHICA, UN HORIZONTE MUY VARIADO QUE NO SE LEE ANTES DE LOS SEIS AÑOS

Young woman lives in a man's body illustration

Gasteiz, Irun… Varios casos recientes han sacado a la luz preguntas nuevas para asuntos que en realidad son antiguos, pero quedaban ocultos o estigmatizados. ¿A qué edad se define una persona como hombre o mujer? ¿Qué hacer si no coincide con su cuerpo?

Cada tiempo trae sus nuevas preguntas. Hasta hace unos años, la cuestión de la identidad de género se resolvía primero en el momento del parto y, ahora, en la ecografía. Una ecuación sin margen de duda: pene=niño, vagina=niña. Jesús Estomba (representante de Gehitu y del servicio Berdindu del Gobierno de Lakua) lo definió ayer como «el oráculo»: a partir de ese momento tan importante, todo el resto terminaría llegando «automáticamente», quedaba ya plenamente determinado (la preferencia sexual, la forma de ser, la ubicacion en el mundo…). Sin embargo, la realidad siempre es mucho más compleja y se revela cada vez con más claridad y más temprano. En los medios proliferan últimamente los casos de padres y madres decididos a cambiar a sus hijos e hijas de género, e incluso de sexo.

De todo ello se habló ayer en una mesa redonda en Donostia, organizada por el Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Junto a Estomba se sentaron Javier Gómez Zapirain, profesor de la Facultad de Sicología de la UPV y experto en estos temas, y Oihana Etxabe, matrona y máster en Sexología. El asunto resulta tremendamente amplio, como se verá en las siguientes líneas, pero el gancho de la charla era lo más perentorio, ese tema de actualidad y casi de cierta ansiedad generalizada: ¿A partir de qué edad se determina la identidad sexual?

Gómez Zapirain se animó a darle respuesta: desde los tres años se ha construido de forma básica, pero hasta los seis años no se asienta. Contó como anécdota ilustrativa el caso del hijo de un amigo que a los cuatro años decía: «De mayor seré mujer, porque quiero ser médico». El pequeño asociaba el concepto de género al de profesión porque su madre efectivamente era médica, por lo que quedaba claro que su afirmación no tenía mayor valor.

A partir de los seis años, los conceptos se van estabilizando, aunque la adquisición de la identidad sexual se prolongará hasta los 13-14, según explicó con la ayuda de un gráfico. Pero ocurre que entre medio llega la pubertad, el desarrollo corporal, que obviamente será una fuente de problemas si la identidad del menor («cómo se percibe a sí mismo, su verdad», en palabras de Etxabe) no se corresponde con lo que refleja su cuerpo. Zapirain admitió que «si estuviésemos seguros, sería mejor empezar desde aquí, desde los seis años, y no hacerles pasar por eso», pero no resulta una decisión fácil y además «¿quién la toma?», dejó en el aire.

El poder de la identidad propia

El tema se va desarrollando socialmente y como prueba en la CAV acaba de «salir del horno» un protocolo para ayudar a «menores trans» en las escuelas, explicó Estomba. Se intuye que hay situaciones duras, pero Gómez Zapirain quiso dejar claro que también existe mucha gente que afronta estos procesos sin mayores problemas: «Muchos no necesitan un sicólogo para nada», remarcó. Desde su experiencia, Estomba añadió que habitualmente se trata de «personas jóvenes con mucha fortaleza interna, una determinación increíble, y que solo necesitan información».

Lo realmente importante es apuntalar la identidad, coincidieron los tres expertos. Ese «trans» no es en realidad más que «un tránsito para mantener el protagonismo, para ser yo», resumió Gómez Zapirain. Entre otras múltiples anécdotas, este profesor recordó la primera vez que quedó con personas transexuales para una cuestión de trabajo. Era en una cafetería. «Cuando entraron por la puerta, no tuve dudas de que eran quienes habían quedado conmigo, porque ví a unos hombres vestidos de mujer. Pero a los cinco minutos ya sabía que eran mujeres, no había duda alguna, la identidad es tan poderosa…»

En paralelo consideraron esencial que la sociedad acabe entendiendo que las opciones de identidad de género o identidad sexual no son solo dos, en la medida en que «hay tantas maneras de ser hombre o mujer como personas somos», dijo el profesor. La matrona confirmó que «no existen dos biografías sexuales iguales, sino tantas sexualidades como personas». Así que Gómez Zapirain abogó por tomarse los conceptos de masculinidad y feminidad como dos meras balizas que marcan los límites del camino y «sirven para orientarnos», pero entre las que cabe absolutamente todo.

Siendo así la realidad, apuntó que lo que toca es ir sustituyendo el «modelo de congruencia» que ha regido desde siempre –y que ejemplificó con el test de personalidad MMIP que mide la masculinidad o feminidad de cada uno y aún se sigue usando– por un «modelo andrógino», en el que se asuma que todo se mezcla en nosotros y nosotras mucho más de lo que se parece y se acepta. «Hay toda una gama entre los dos sexos», recordó Etxabe. Una gama que empieza en cuestiones físicas como que el vello corporal no es exclusivo de los hombres ni estos son siempre más altos que las mujeres, y que se traslada del mismo modo a la orientación sexual (hetero, homo, bi…). Al fin y al cabo, los genitales masculinos y femeninos son solo variantes de un mismo elemento común inicial, las gónadas.

Una de las discusiones que nunca faltan en este terreno es la de si el género nace con la persona o se hace, es decir, el debate entre «los biologicistas, que solucionan rápido este tema, y los culturalistas, como las feministas, que dicen que es la cultura la que define el género. ¿Y qué decimos los sicólogos? –continuó Javier Gómez Zapirain–. Pues que ni una cosa ni la otra… o las dos juntas. Para mí esto es como lo que nos enseñaron de pequeños sobre la superficie, que es la base por la altura. Es la superficie lo que importa, la resultante. Así que esa discusión es un poco bizantina, no sirve de mucho a la hora de la práctica», zanjó.

La «factura social» y el futuro

Hubo coincidencia también en señalar que se va avanzando en todo esto, pero queda mucho por hacer. Para Estomba, esta realidad tan plural se ha intentado encajar en un marco conceptual muy reducido «como si fuera el zapato que se probaban las hermanas de Cenicienta. Y claro, no cabe». De ahí se deriva lo que llama «la factura social» que se sigue pagando, y en la que incluye tanto los ataques a la diversidad que no cesan como la necesidad continua de implantar normas legales, medidas educativas, protocolos, presupuestos, campañas…

Que la normalización queda lejos lo esbozó Gómez Zapirain al señalar que todo será más fácil el día en que la sociedad asuma por ejemplo que hay mujeres con pene. En la misma línea, Estomba apuntó que «si alguien tiene que ‘transitar’, quizás sea la sociedad», no los y las actuales «trans».

PRÓXIMOS RETOS: LESBIANAS INVISIBLES, INTERSEXUALES…

Euskal Herria ciertamente parece más avanzada que su entorno si nos ceñimos a algunos datos aportados por estos tres expertos. Etxabe citó positivamente la Unidad existente en el Hospital de Cruces para cuestiones como la transexualidad y Estomba apuntó el nuevo protocolo para centros educativos o las reformas legales ya materializadas, tras recordar que hasta 1993 la OMS mantuvo la homosexualidad catalogada como enfermedad.

Con todo, Gómez Zapirain matizó que cuando empezó en la profesión hace 30 años siempre oía que «la sexualidad es algo delicado» y hoy día, a punto ya de jubilarse, sigue escuchando lo mismo: «¿Por qué no podemos hablar de la sexualidad como hablamos de si va a haber terceras elecciones o no?», se preguntó. Y, por su parte, Estomba indicó que todavía les llegan «madres a las que se les han fundido los plomos porque su hijo les ha dicho que es gay».

Entre las cuestiones que le preocupan en el presente y futuro, el miembro de Gehitu y Berdindu aludió al déficit en la visibilización de las lesbianas. Junto a ello, hizo algunos apuntes preocupantes y a la vez emotivos sobre cuestiones como la intersexualidad, es decir, las personas que nacen con una ambigüedad genital. Aportando a la audiencia algún ejemplo bastante triste, censuró que todavía haya quien esté «jugando a ser dios» mediante el deplorable sistema de resolver estos casos a golpe de bisturí, aunque en el fondo Estomba se declara consciente también de que el problema de fondo es una intolerancia social hacia esa ambigüedad, como expresión algo más compleja de la diversidad.

«Es un auténtico drama lo que ha pasado con algunos menores intersexuales. Se ha optado por hacerles vaquero o indio, uno de los dos», reflejó con una metáfora cruda pero real.

La televisión mata a las lesbianas

Xena, todo un referente para la comunidad lésbica

Xena, todo un referente para la comunidad lésbica

Keren Manzano

Ser lesbiana es peligroso. Eso es lo que dan a entender los finales trágicos que sufren en las series de televisión. Tras la muerte de Lexa, una de las protagonistas lesbianas más queridas por la audiencia de Los 100 el pasado marzo, el colectivo lesbiano y bisexual se ha movilizado. La denuncia es clara: la industria televisiva mata desaforadamente a las lesbianas, a menudo de forma muy violenta. Desde entonces, las muertes de las lesbianas en las series han ido in crescendo hasta alcanzar las 15 en lo que va de año. Felicity de la serie The Catch, recibe el disparo de un hombre, Camilla de Empire muere envenenada y Mimi Whiteman de la misma serie corre igual suerte. Nora y Mary Louise de Crónicas Vampíricasdirectamente se suicidan. No es de extrañar viendo el panorama.

Algunos dirán que también mueren muchos personajes heterosexuales. Eso es indiscutible, pero las lesbianas mueren mucho más. Ya se han hecho números. Desde finales de los 70 y hasta el 2016, el 35% de las lesbianas que aparecen en las series norteamericanas, muere. Es una cifra muy alta, pero para los que encuentren que no es suficiente justificación añadiré que las que no mueren no tienen un destino mucho más alentador. Solo un 16% tiene un final feliz. ¿Cuál es el porqué de esa condena?

Lo sabemos. Cuando un personaje de ficción va a morir en una película de terror lo sabemos. Un comentario inoportuno, un gesto demasiado extravagante y la intuición se dispara. “Este será el primero en morir”, decimos, y la persona que se sienta a nuestro lado asiente con la cabeza. Lo hemos visto en muchas ocasiones. La industria audiovisual penaliza las conductas “incorrectas”. No hay nada aleatorio en la elección de las sentenciadas, casi siempre muere quien transgrede lo códigos de lo aceptable. Y si es así es porque la audiencia lo desea.

Las espectadoras y espectadores miran la televisión con la esperanza de ver lo que quieren que pase: que este y aquella acaben juntos, que el protagonista logre vengarse de sus enemigos. Detrás de la muerte y la desgracia de todas esas mujeres se esconde el deseo de sancionar al colectivo lésbico porque las lesbianas son disruptivas solo por existir. Y si, además, su existencia es feliz, lo son todavía más.

Los clásicos son un ejemplo. Xena, un icono de la cultura popular para muchas lesbianas muere decapitada por un samurai en 2011. Gabrielle, su compañera, llora su muerte. Un año después, en 2002, la relación entre Willow Rosenberg y Tara Maclay de Buffy Cazavampiros termina, tras la muerte de la segunda por un disparo al corazón. La series españolas no son una excepción. Uno de los personajes más entrañables de Los hombres de Paco (2010), la científica forense Silvia Castro León, recibe el disparo de un gánster justo después de casarse con Pepa, su pareja. En Amar es Para Siempre (2014), la secuela de Amar en tiempos revueltos se sabe que Ana y Teresa han muerto a causa de un incendio. En resumen, si eres lesbiana no puedes tener una relación feliz y, además, es probable que mueras violentamente.

Hay algunas excepciones. En febrero del año pasado las animadoras de Glee(2009), Brittany y Santana se casaban poniendo el broche de oro a una relación que se había iniciado temporadas atrás. En España, la pediatra y la enfermera que conquistaron a la audiencia de Hospital Central (2000), Maca y Esther, se mudan a Argentina. Las dos se quedan viviendo allí, juntas. Series como Orange is the new black  o Transparent también nos aportan referentes lésbicos diversos.

Pero el colectivo lesbiano merece más y no es que no se pueda echar mano de una escritura más creativa. Matar a las pocas lesbianas representadas en televisión significa condenarlas a la inexistencia. Una condena que siempre ha pesado sobre el colectivo. Porque silenciadas no, ocultadas tampoco, las lesbianas han sido inexistentes. La industria televisiva puede cambiar la situación. Tiene el poder de decidir quién merece existir. Solo tiene que representarlo, -vivo, a ser posible-. Por eso digo que cuando la televisión mata a una lesbiana da la espalda al público lésbico. Porque agrava la falta de referentes que significan el lesbianismo y permiten que exista.

Hace poco, leía en un comentario escrito debajo de un artículo sobre una serie de humor que cada vez hay más lesbianas representadas en TV. El autor del comentario expresaba esto como si fuera algo digno de celebración. Y podría serlo, desde luego. Pero el comentario seguía: las actrices que interpretan el papel de las lesbianas son las que están más buenas, nada que ver con la realidad. No sé si hay algo que celebrar pero tengo claro que no me conformo con las migajas. Las lesbianas en las series no deben estar para satisfacer los deseos eróticos de algunos hombres heterosexuales. Deben estar porque existen. Dejad de matarlas.

Para leer más:

“Las lesbianas tenemos que madurar como audiencia”: ‘Go Fish’ y ‘The L Word’ marcaron a dos generaciones de lesbianas que se vieron por fin representadas por productos audiovisuales que ponían el acento en la amistad y no en el drama.

Hey, hey, hey: Esto es lo que pasa por ser bollera: Las críticas al videoclip del grupo chileno Los Tres obvian que dos de los asesinatos son fruto de la lesbofobia.

La Universidad Católica de Valencia equipara la homosexualidad con una enfermedad

Fran Ferri, portavoz de Compromís, en las Corts Valencianes

Fran Ferri, portavoz de Compromís, en las Corts Valencianes

El síndic de Compromís en las Corts Valencianes, Fran Ferri, ha denunciado que la Universidad Católica de Valencia utiliza en su máster de Bioética un informe, firmado por José Luis Pérez Requejo, miembro del Observatorio de Bioética de la citada universidad, que es “absolutamente ofensivo hacia las personas homosexuales”.

Según explica Ferri, el autor empieza su informe manifestando que ha querido ser “respetuoso” con las personas homosexuales, pero de su lectura “se desprende que esta afirmación se realiza desde el cinismo, porque el documento es un constante ataque homófobo”. En opinión del portavoz valencianista, las instituciones universitarias deben ser lugares para el conocimiento, “y no instrumentos para difundir mentiras sobre colectivos minoritarios en base a teorías sin ningún fundamento científico”.

El autor, miembro del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia, reconoce que la ciencia ha descartado que la homosexualidad sea una enfermedad, pero “parece que él no está del todo de acuerdo porque se dedica a cuestionarlo continuamente y llega a equiparar la homosexualidad con un problema de salud tan grave como el tabaquismo, por el cual cada año mueren millones de personas y que es combatido por todos los organismos sanitarios internacionales”.

El citado documento relata: “Es difícil entender por qué, por ejemplo, una persona adicta al tabaco, no siendo el tabaquismo una enfermedad ni una actividad ilegal, pueda consultar con un médico o un psicólogo para vencer su adicción, y un adulto que quiera potenciar su heterosexualidad, no pueda hacerlo. En aras de la coherencia, deberíamos también respetar a los científicos que valoran y tratan la homosexualidad como una alteración de la identidad sexual” .

Según denuncia Ferri, este texto,  alojado en la página web de la Universidad Católica, dice respetar el criterio científico que niega que la homosexualidad sea una enfermedad pero a la vez “lo cuestiona desacreditando la manera con la cual la comunidad científica llegó a este consenso”. Así, asegura que la homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad por una cuestión “circunstancial y discretamente mayoritaria”, y se pregunta: “¿Y si un día una reunión de endocrinólogos, basándose en que muchos de sus pacientes fueran diabéticos, decidieran que la diabetes no es una enfermedad?”.

Insiste el diputado de Compromís en que el autor estigmatiza la homosexualidad desde una perspectiva acientífica enumerando unas posibles causas de su aparición en las personas como consecuencia de experiencias traumáticas en la niñez en lo que, asegura, “supone un insulto inaceptable hacia las personas homosexuales y sus familias”. En este sentido, explica Pérez Requejo que “parece haber cierto consenso en que la figura paterna o materna en la infancia (cuando se desarrolla la identidad de género), trastornos emotivos durante el desarrollo, violencia, soledad, tristeza o abusos en la infancia (lo que Juan Pablo II denominó “huérfanos con padres vivos”), primeras experiencias sexuales decepcionantes, inseguridad y falta de autoestima y déficit de refuerzos adecuados en la orientación sexual durante la adolescencia, pudieran aportar datos sobre el desarrollo de la homosexualidad en un individuo dado, ya que no hay datos suficientemente probados o relevantes, físicos, genéticos, endocrinológicos, hormonales, psicogenéticos o psicoanalíticos, que expliquen y justifiquen los cambios de la orientación sexual”.

La homosexualidad “tiene cura”

Encontramos también en este informe del Máster de Bioética de la Universidad Católica, insiste Ferri, “un clásico de los textos homófobos”, la referencia a que la homosexualidad tiene cura, “en este caso nombrando a un pretendido especialista que ha conseguido prevenirla y curarla”. Se refiere el parlamentario a este párrafo: “El psicólogo holandés Gerad van den Aardweg, gran experto en la materia, niega todo condicionamiento biologista o innato de la homosexualidad y acepta y lo ha demostrado en numerosas personas, que las influencias emotivas que la generaron durante la infancia y adolescencia, pueden ser prevenidas y tratadas con éxito”.

En una situación de aumento de ataques de odio por la orientación sexual, para Ferri resulta de especial repugnancia el posicionamiento pretendidamente equidistante del autor entre los que atacan a los homosexuales y quienes los defienden, en una argumentación que acaba siendo “un ataque frontal al movimiento de defensa de los derechos de los homosexuales”. El documento dice textualmente: “Algunos colectivos, tan equivocados como los homófobos, usan esa palabra [homófobo] para etiquetar peyorativamente a cualquier persona que no opine según la línea del homosexualismo extremo, político y militante o se atreva a disentir públicamente de sus objetivos” .

A juicio de Ferri, el autor “demuestra una obsesión tan grande contra el mundo LGTB que llega a desacreditar como violentos los actos de los activistas históricos de este movimiento”. En esta línea, José Luis Pérez Requejo aprovecha para dejar “muy clara” su ideología “reaccionaria” posicionándose en contra de que los homosexuales tengan algún tipo de protección como minoría desde los poderes públicos: “Si, por el contrario, no es una enfermedad, sino la libre y no coactiva escogencia de una forma distinta de elección sexual, no tendría que gozar de protección estatal, especial o diferente a cualquier otra persona que en aras de su libertad escogiera cualquier opción vital, en preferencias sexuales o en cualquier otra faceta de su vida”.

Paradigma de la homofobia

Este informe destaca como una de sus conclusiones que “la homosexualidad es no sólo contraria a la naturaleza racional del hombre, sino también a la naturaleza instintiva del animal”. Según Ferri, “estamos ante un texto que es paradigma de la homofobia de nuestro tiempo, aquella que ataca frontalmente los derechos de las personas LGTB advirtiendo previamente que no quieren ser homófobos”.

A Compromís le preocupa esta “escalada de ataques” contra gays, lesbianas, transexuales y bisexuales por parte de la jerarquía eclesiástica, así como la“equidistancia” del Partido Popular y su líder, Isabel Bonig. Por ello, les instan a que se definan: “O están con la libertad, o están con los que promueven el odio. O están con las víctimas de la homofobia o están con los que la fomentan. Posicionamientos como el del Arzobispo, o el del Máster de Bioética de la Universidad Católica no pueden tener cabida en una sociedad avanzada, diversa y democrática como la nuestra”.