Erección, eyaculación y penetración: los tres mitos de la sexualidad masculina

Artículo publicado en Orbita Diversa

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Me presento. 1) Soy un hombre cis-sexual, persona que se ha identificado – por lo menos hasta hoy – “en masculino”. 2) Para definir mi orientación utilizo varias expresiones en diferentes contextos, cada una emocionalmente diversa: gay, homosexual, maricón, mariquita, me gustan los chicos. 3) Además, he tenidoexperiencias sexuales exclusivamente con otros hombres (¡o al menos yo los percibí como tales!): por lo tanto, algunos dirían que soy una “estrella dorada”, en Bolonia me llamarían “pura”.

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Dicen que los gays somos sexualmente “libres”. Yo miro hacia atrás y recuerdo mi vida sexual y me doy cuenta de las muchas veces que no fui capaz de reconocer mis deseos más profundos, todo aquello que tenía ganas de hacer, o en algunos casos, no hacer, y de cuantas otras veces, aun identificando mis deseos, no supe o quise expresarlos a quién estaba conmigo.

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Con el paso del tiempo, he investigado dentro de mí. ¿Por qué no fui asertivo? ¿Por qué no me atreví quizás a desilusionar al otro a costa de no poder disfrutar yo mismo de un sexo pleno, consciente y placentero?

La razón es que me sentía obligado por ciertas expectativas sociales. En encuentros fugaces en los pasillos de un cuarto oscuro, entre las sábanas con un novio, en todos aquellos momentos que tendrían que vivirse como una máxima expresión de libertad, estas expectativas me guiaron y construyeron mi rol en la comedia que actuamos durante el sexo.

Interiorizamos estas expectativas – masculinas, machistas, heteronormativas – de una manera tan inconsciente que creemos ser libres. Dentro de estas expectativas, podemos reconocer tres mitos, tres normas no escritas en la comunidad de los hombres gays.

1. ERECCIÓN

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El primer mito nos obliga a tener una erección en cada encuentro sexual. El pene tiene que estar erecto. Siempre. Nuestra performance de masculinidad, nuestro poder viril nos vincula a desenvainar sin tregua la espada del machismo, en caso contrario significaría que no estamos sintiendo placer, que defraudamos las expectativas del otro, que perdemos en la batalla sin fin para la “victoria fálica”.

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¡Cuantas veces, quizás un poco cansado o borracho, me habría gustado saborear el cuerpo de otro chico sin tener que agobiarme para medir centímetros de carne y masa corporal, sino sencillamente dejando a la piel su propia libertad!

Y además me pregunto si este tabú flojo no tiene la misma virulencia para un hombre que está recibiendo una penetración.

2. EYACULACIÓN

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El segundo mito es la eyaculación como única expresión física del triunfo masculino. “Sin orgasmo no hay relación sexual”, proclamaban unos amigos gays.

Así, me encontré que vivir este ritual liquido era un requerimiento necesario en cualquier noche de sexo, un momento inevitable para la confirmación de mi autoestima, la demostración de que había tenido éxito. En resumen, la consagración fértil de mi arcaica fuerza. Muchas veces lo busqué obsesivamente como meta, sin vivir el placer de cada instante en el camino con otros cuerpos.

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En la oscuridad, muchos de nosotros retrasamos este momento de vanidad para “reservarnos”, pudiendo así saltar de cuerpo en cuerpo para prolongar la performance indefinidamente. Quizás porqué después de la eyaculación podríamos volver a sentir vergüenza o impotencia.

3. PENETRACIÓN

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Por último, está el mito más difícil de erradicar: la penetración.

Escuché a muchos gays definir la penetración anal como la única forma de “sexo completo”, incapaces de aceptar su deseo de jugar con otras prácticas y siendoesclavos de una heteronormatividad, que nos define como mitad incompletas y compenetrables.

Las prácticas se han vuelto roles, identidades, A (activos) o P (pasivos). Los homosexuales nos hemos refugiado en una dicotomia sin colores cuando habríamos podido experimentar la libertad de los cuerpos y la infinita variedad de placeres.

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Recuerdo todas las veces que tomé el rol receptivo, considerado “pasivo” y “femenino”, a causa de mi joven edad, o de mi delgadez o porqué tenía el pelo largo.

Debido a mis inseguridades, para no desilusionar a mis compañeros sexuales o por puro narcisismo, no supe decir que no. No pude o quise expresar que me gustaría más lamer axilas, morder piernas o chupar orejas que ser penetrado. Escondí mi placer y perdí la oportunidad de gozar llenamente y de regalar placer a los demás.

Juntando estos tres mitos, noto que esta obsesión por un orgasmo penetrativo – hecho por un lleno masculino y un vacío femenino – no es más que una herencia heterosexista, una imitación hipócrita del sexo reproductivo.

Gracias a este camino personal, poco a poco, me he liberado de estas tres reglas para poder vivir plenamente mi erotismo y mi sexualidad. Pude reconquistar mis placeres, acercarme a mis deseos y disfrutar de todas las prácticas posibles, incluso del sexo anal practicado con gusto y consciencia.06_sex03

Retomé la oportunidad de vivir sexualmente cada aquí y ahora y gozar por completo de todo mi cuerpo.

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Los personajes homosexuales se cuelan tímidamente en las series, películas y cuentos infantiles

Los productos culturales son claro reflejo de la sociedad y época en la que se desarrollan. El cine se convirtió en arma propagandística durante la Segunda Guerra Mundial, los cómics americanos reflejaban un gran pavor a los rusos durante la Guerra Fría, los 60 y los 70 vieron el esplendor de la canción protesta… Ahora, en pleno siglo XXI, los grandes avances sociales, los nuevos modelos de familia y la normalización de la homosexualidad son elementos habituales en libros, series de televisión, películas…

La exitosa Modern Family, que se basa precisamente en esta realidad, es el mejor ejemplo, pero no el único. Con los años, Waylon Smithers (obsesionado con el Sr. Burns en Los Simpson) ha ido perdiendo reparos a la hora de mostrar abiertamente su homosexualidad; la doctora Callie Torres, de Anatomía de Grey, acabó casándose con una mujer; Fer, uno de los personajes principales de la serie española para adolescentesFísica o Química, era gay… Pero la normalización está dando un nuevo paso hacia adelante: los personajes homosexuales y el respeto a la diversidad van dejándose ver tímidamente en creaciones dirigidas al público infantil y juvenil.

No son pocos los que aseguran que el extravagante Bob Esponja es gay, y hace años hubo una gran polémica en varios países a raíz de la supuesta orientación sexual de Tinky Winky, un Teletubbie morado con dejes amanerados que tiene un triángulo invertido en la cabeza y siempre lleva bolso. Sin embargo, ninguno de estos casos es un intento explícito y claro de fomentar el respeto a la homosexualidad. En el manga y el anime deSailor Moon —que está dirigido a un público más mayor— sí aparece de forma bastante clara una pareja de lesbianas.

Diversidad en la tele

Son las series y películas de animación más recientes las que afrontan cada vez con más naturalidad este tipo de temas. Producciones como Hora de aventuras, Historias corrienteso El asombroso mundo de Gumball presentan universos poblados por personajes extremadamente dispares que conviven sin dar ninguna importancia a sus diferencias.

En ocasiones se va mucho más allá. En Hora de Aventuras hay muy buenos ejemplos, como el capítulo en el que Finn, el joven protagonista, rompe el cliché tradicional de los cuentos de hadas y besa a una rana monstruosa para que se convierta en príncipe.

Los personajes homosexuales se cuelan tímidamente en las series, películas y cuentos infantiles 1

Otro personaje, BMO, es una especie de videoconsola portátil con vida propia que navega entre la asexualidad y la ambigüedad sexual, ya que se trata de un ser sin género (una máquina) que a nivel emocional se relaciona indistintamente con criaturas masculinas (un señor burbuja) y femeninas (una gallina de corral). En su comportamiento también se observan actitudes tanto de chico como de chica.

Sin embargo, la referencia más llamativa se encuentra en el subtexto de la serie, donde se deja entrever que dos de las protagonistas, la vampiresa Marceline y la princesa Chicle mantuvieron en algún momento una relación que iba más allá de la amistad. Las evidencias —inapreciables para los más pequeños— son muchas: los reproches entre ellas, una foto de ambas en el armario de la princesa y, sobre todo, una camiseta de Marcy que Chicle atesora como un objeto de valor incalculable.

Durante una firma de libros para promocionar The Adventure Time Encyclopedia, la actriz que pone voz a Marceline en la versión original, Olivia Olson, se encargó de confirmar lo que los fans proclamaban a gritos. La joven contó que, al preguntarle al creador de la serie, Pendleton Ward, por las motivaciones de su personaje en una escena con Chicle, él le respondió “¿Sabes que ellas estuvieron saliendo, verdad?”. Por desgracia, Ward también le dijo que el romance no podrá desarrollarse de forma explícita en la serie, ya que se emite en muchos países en los que no están permitidos ese tipo de contenidos. De este modo, lo más probable es que la relación entre estas dos chicas se siga mostrando con insinuaciones (cada vez más claras).

El cine de animación se va soltando

En la gran pantalla también van surgiendo ejemplos. Recientemente se ha abierto una gran polémica en torno a la posibilidad de que Frozen, el último gran éxito animado de Disney, sea en realidad un alegato a favor de la homosexualidad. Lo dijo escandalizado un pastor reformista, pero para la comunidad LGBT se trata de una interpretación maravillosa que resalta la tolerancia y la igualdad.

Otro personaje, BMO, es una especie de videoconsola portátil con vida propia que navega entre la asexualidad y la ambigüedad sexual, ya que se trata de un ser sin género (una máquina) que a nivel emocional se relaciona indistintamente con criaturas masculinas (un señor burbuja) y femeninas (una gallina de corral). En su comportamiento también se observan actitudes tanto de chico como de chica.

Sin embargo, la referencia más llamativa se encuentra en el subtexto de la serie, donde se deja entrever que dos de las protagonistas, la vampiresa Marceline y la princesa Chicle mantuvieron en algún momento una relación que iba más allá de la amistad. Las evidencias —inapreciables para los más pequeños— son muchas: los reproches entre ellas, una foto de ambas en el armario de la princesa y, sobre todo, una camiseta de Marcy que Chicle atesora como un objeto de valor incalculable.

Durante una firma de libros para promocionar The Adventure Time Encyclopedia, la actriz que pone voz a Marceline en la versión original, Olivia Olson, se encargó de confirmar lo que los fans proclamaban a gritos. La joven contó que, al preguntarle al creador de la serie, Pendleton Ward, por las motivaciones de su personaje en una escena con Chicle, él le respondió “¿Sabes que ellas estuvieron saliendo, verdad?”. Por desgracia, Ward también le dijo que el romance no podrá desarrollarse de forma explícita en la serie, ya que se emite en muchos países en los que no están permitidos ese tipo de contenidos. De este modo, lo más probable es que la relación entre estas dos chicas se siga mostrando con insinuaciones (cada vez más claras).

El cine de animación se va soltando

En la gran pantalla también van surgiendo ejemplos. Recientemente se ha abierto una gran polémica en torno a la posibilidad de que Frozen, el último gran éxito animado de Disney, sea en realidad un alegato a favor de la homosexualidad. Lo dijo escandalizado un pastor reformista, pero para la comunidad LGBT se trata de una interpretación maravillosa que resalta la tolerancia y la igualdad.

Los personajes homosexuales se cuelan tímidamente en las series, películas y cuentos infantiles 2

El centro de esta teoría se puede resumir con la canción central del filme, la oscarizada Let It Go (Libre soy, en la versión en español), un himno a la autoaceptación que muchos ven como una clara “salida del armario”. Entre otras cosas, Elsa dice frases como “lo que hay en ti no dejes ver buena chica tu siempre debes ser”, “libre soy, no puedo ocultarlo más. Libre soy, libertad sin vuelta atrás. ¿Qué más da? No me importa ya” y “Mirando a la distancia, pequeño todo es y los miedos que me ataban, muy lejos los dejé”.

Aunque el personaje de Elsa es lo más comentado, lo cierto es que sí hay un momento de homosexualidad explícita enFrozen. En cierto momento de la película, el tendero Oaken (un personaje secundario) señala a su familia, que resulta serun hombretón y cuatro niños que saludan desde una sauna.

Pero este no es el primer personaje abiertamente homosexual en una película animada para niños. Ese honor recae en Mitch, uno de los protagonistas de El alucinante mundo de Norman (ParaNorman), quien en un determinado momento comienza a hablar de su chico con toda naturalidad.

Los creadores de esta película, los miembros del estudio Laika (también padres de Los mundos de Coraline), parecen dispuestos a seguir defendiendo la tolerancia a la homosexualidad y la diversidad familiar. Lo dejaron muy claro en el teaser trailer de su próximo trabajo, Los Boxtrolls, donde se enumeran los distintos tipos de familias: “A veces hay una madre, a veces hay un padre, a veces hay dos padres, a veces hay dos madres…”. Toda una declaración de intenciones.

Dreamworks también se ha subido al carro y en su reciente Cómo entrenar a tu dragón 2también ha dejado caer una sutil referencia a la homosexualidad de uno de sus personajes más queridos. Menos ejemplar es el caso de Justin y la espada del valor, criticada por mostrar un villano gay basado en clichés y que algunos dicen que ridiculiza al colectivo.

Cuentos y obras de teatro

Los ejemplos en cine y televisión son llamativos, pero aún muy escasos y casi siempre bastante velados. Donde sí hay ya bastante material infantil relacionado con la igualdad y la diversidad familiar es en las librerías. Cada vez hay más cuentos con personajes homosexuales: niños que empiezan a descubrir su orientación, otros con dos madres, algunos con dos padres…

Los personajes homosexuales se cuelan tímidamente en las series, películas y cuentos infantiles 3

La lista es larga. Algunos de los títulos más populares son El gran libro de las familias, El pequeño tragaluz, Aitor tiene dos mamás, La princesa valiente, El lapicero mágico, Amigos y vecinos, Está bien ser diferente, Piratas y quesitos y La princesa Li, donde la joven no está enamorada de un chicosino de una valiente chica extranjera. También existen varios relatos sobre las abundantes historias de pingüinos homosexuales (se repiten año tras año por todo el globo) que en muchos casos acaban adoptando polluelos (Tres con Tangoy Cebollino y Pimentón).

Pequeñas editoriales como Nube Ocho, A Fortiori Editorial y Topka han asumido el compromiso de ofrecer libros educativos que inculquen en los niños tolerancia y otros buenos valores. Por otro lado, COGAM (colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales de Madrid) ofrece de forma totalmente gratuita más de una veintena de cuentos para la diversidad.

También en teatro infantil es posible encontrar algunos ejemplos con historias similares a las de los cuentos. En El cuentacuentos que no sabía contar cuentos (que volverá a representarse en Madrid y Toledo en las próximas fechas navideñas), Pinocho revela que lo que le gustan no son las chicas.

Por otro lado, en La princesa Ana (que actualmente se representa en el teatro Tarambana) se cuenta cómo la joven protagonista no quiere seguir la tradición y casarse con uno de sus pretendientes. Ella sólo quiere seguir siendo feliz junto a su mejor amiga, una dulce ranita que se acaba transformando en una hermosa chica. A partir de ahí, tendrán que luchar y demostrar que pueden reinar y hacer felices a su pueblo gracias al amor que las une.

La figura de los padres es fundamental

La psicóloga Silvia Álava, directora del área de información del centro de psicología Álava-Reyes, explica a 20minutos que “los niños tienen que ver que tanto sus adultos de referencia (padres, profesores…) como la sociedad son tolerantes con la diversidad en todas sus formas”, pero señala que, no obstante, “hay que cuidar mucho los contenidos culturales dirigidos a ellos”.

“Los niños son niños, y hay que tratarles como tales, no hay que darles más información de la que necesitan en cada rango de edad. A veces cometemos el error de querer adelantarles las cosas”, añade.

No es fácil saber a qué edad comienzan los niños a comprender estas realidades. “Hay muchas diferencias individuales. Hay niños que con 8 años ya lo van a entender muy bien y hay otros mucho más infantiles que a lo mejor hasta los 10 no van a asimilarlo, ya que antes no perciben ese tipo de connotaciones sexuales”, asegura Álava.

Por tanto, para la psicóloga, por encima de los cuentos o las películas sigue predominando el ejemplo de los padres y el mensaje que transmiten ellos. “Hay que abordarlo con toda normalidad, decirles que igual que hay chicos que de mayores tienen novias también hay chicos que de mayores tienen novios. Cada vez hay más familias con dos padres o dos madres, no son las mayoritarias pero hay que hacerles ver a los pequeños que son tan buenas como las demás, ni mejores ni peores”, cuenta.

Por último, según Silvia Álava, otra actitud recomendable es “crear un clima de confianza y comunicación para que los niños vean que siempre va a ser posible hablar del tema”. De este modo, la homosexualidad nunca se convertirá en un tema tabú y se evitará en gran medida el miedo y el rechazo.

LA HETEROSEXUALIDAD ES UN PROBLEMA, POR ENRIQUE ALPAÑÉS

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Sí, has leído bien. No se trata de un titular con gancho para llamar tu atención. La heterosexualidad es, efectivamente, un problema. Un problema social grave que limita la vida de millones de seres humanos. La aseveración es dura, chocante, quizá suene un poco alarmista, sensacionalista incluso, pero adquiere un poso de seriedad al ser pronunciada por Óscar Guasch, sociólogo e historiador de la Universidad de Barcelona y autor de la Trilogía de la sexualidad (editorial Anagrama).

Las palabras de Guasch se entroncan en una corriente de pensamiento que pone en duda el modelo ‘heterocentrista’ creado en las sociedades occidentales. “No es solo discriminación”, asevera el sociólogo, “son detalles, cosas que no se cuestionan nunca. Imagínate que estamos en los estados federados (en el siglo XIX). Nadie se plantea si la esclavitud está bien o mal, y quien lo hace, lo hace desde un punto de vista condescendiente”. Este heterocentrismo se basa en lo que se espera de un hombre, (heterosexual, por supuesto) y de una mujer (muy hetero y poco sexual). Hombres machos, mujeres delicadas. “Una mujer sola, con minifalda, tomándose un gin-tonic en un bar a las tres de la mañana, ¿qué es?” pregunta Óscar Guasch sin esperar respuesta. “Un hombre que está con los amigotes y rechaza irse de putas cuando los demás lo hacen, ¿qué le llaman? Calzonazos”, se responde en esta ocasión “Eso, eso es el orden heterosexual”.

En su último videoclip, Hard out here, Lily Allen critica el papel de la mujer en la industria del pop con guiños (o puñetazos) a artistas como Azealia Banks o Robin Thicke. Pero Allen también ironiza sobre el papel de la mujer en la sociedad. “Si te hablo de mi vida sexual me llamarás puta. Los chicos solo hablan de sus zorras y nadie monta un escándalo”, espeta la reina del pop británico bajo toneladas de Autotunes. Sin saberlo, Allen está reivindicando el mismo discurso que Guasch. Pone en entredicho un mundo de mujeres sumisas y frígidas regido por hombres valientes y promiscuos. Es algo más que machismo, es la exageración de los roles sexuales, el absolutismo de la heterosexualidad.

“Creíamos que íbamos a cambiar algo, pero al final nos dimos cuenta de que no”. Iván Prado habla sin derrotismo, más bien con realismo pragmático. Sabe que queda mucho por hacer. Prado alcanzó cierta notoriedad el año pasado cuando fundó, junto a su compañero de pupitre, Rodrigo Rodríguez, el blog armarios en las aulas. Se trataba de un trabajo escolar que reflexionaba sobre la homofobia en los institutos basándose en encuestas y entrevistas a alumnos y profesores. Alejandro (nombre ficticio), un profesor de 33 años, afirma en el blog que hay dos tipos de homofobia: “la interiorizada, que llevamos en nuestro propio lenguaje, donde el insulto ‘maricón’ es el más usado en muchos casos como una simple broma (…), y la homofobia radical violenta, la que hace la vida imposible a aquel que se intuye, o se sabe, que es homosexual, una homofobia que comienza con dejar a esa persona aislada, transformarla en objeto de burla y muchas veces utilizarla como forma de afianzamiento del radical… En otras palabras: para uno afirmar su carácter y su hombría (porque en muchísimos casos el ofensor es un varón)”.

Ivan Prado está de acuerdo con esta última afirmación “normalmente los que más insultan son los más heteros, los más populares, los líderes”. En la misma línea recuerda que los insultos no se profieren cuando se produce una muestra de afecto hacia alguien del mismo sexo, (algo que rara vez se da en un ambiente tan hostil como el instituto) sino cuando no se siguen los estereotipos pensados para el hombre heterosexual “por no jugar al fútbol, ir con chicas…”. El rechazo entonces no viene tanto de las preferencias sexuales de una persona, sino por no repetir los códigos de conducta que se esperan de cada sexo. Volvemos a las mujeres sumisas y frígidas y a los hombres valientes y promiscuos.

Este rechazo, más por comportamiento que por sexualidad, es el que hace que los homosexuales reproduzcan los códigos de conducta heterosexuales. Tener “pluma”, ser promiscuo, ser “camionero” está mal visto, también, en los círculos homosexuales. El “buen gay” es el que no molesta, el que se adapta a los cánones de una sociedad heterocentrista. “Los psicólogos definen a los homosexuales por una atracción sexual, pero desde la sociología hacemos otras diferenciaciones”, aclara Guasch. “Puedes ser heterosexual aunque te atraiga tu mismo sexo, reproduciendo los mismos códigos, los mismos patrones”. Una pareja monógama, -“aunque sea pura fachada, con unos cuernos bien escondidos”- responsable sexualmente y que eduque a sus hijos en los valores de la heterosexualidad.

Muchos dicen que el 15M ha muerto, pero sus estertores han dejado organizaciones y movimientos que se encuentran muy vivos. El ejemplo más claro es la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Otro, menos visible, es la asociación Transmaricabollo, un colectivo LGTB contrario al “heteropatriarcado y neoliberalismo neocolonial”. Lleva actuando desde aquellos primeros días en los que otro mundo parecía posible. Y ellos siguen pensando que lo es. Con charlas, manifestaciones como el Orgullo Indignado, o reivindicaciones que entroncan con un movimiento que parecía aletragado. Uno de los colectivos de la asociación Eskalera Karakola tiene postulados similares al defender el feminismo desde una óptica homosexual. También hay publicaciones, como Una Buena Barba o Pikaramagazine que se dedican a desmontar y analizar la teoría de género. ¿Qué significa ser hombre? ¿Qué conlleva ser mujer? La teoría queer lleva años preguntándoselo, más bien cuestionándolo.

“Vivimos en una sociedad determinista que crea fronteras como si fueran cosas acabadas”, reflexiona Guasch, “pero no lo son, son procesos”. Esta manía de etiquetar todo en compartimentos estancos nos viene heredada de la sociedad industrial, pero en la era del conocimiento en la que estamos inmersos las costuras se le quedan pequeñas y se empiezan a rasgar.

“Antes sabíamos qué era una mujer, ahora hay mujeres biológicas, mujeres operadas y mujeres con pene, y el Estado las reconoce como tales a todas”, asevera Guasch. Los compartimentos ya no son estancos. “Todo es dinámico, no existen categorías estables, nada lo es. Antes el matrimonio era para siempre, el trabajo era para siempre”. Esta teoría podría entroncarse con la modernidad líquida defendida por Bauman pero Guasch va un paso más allá. “No es líquida, es gaseosa. No hay donde agarrarse; lo mismo pasa con los derechos humanos, la política, la organización…”

“Cuando era acosada de pequeña, insultada, perseguida hasta casa y a veces atacada físicamente, era por mi expresión de género. Tenía comportamientos mucho más femeninos de los que la mayoría de la gente consideraba aceptables en un chico”.

Laverne Cox, una de las protagonistas de la exitosa serie Orange is the new black, se confiesa así en una entrada de su blog en The Huffington Post. En él analiza cómo la sociedad heterocentrista utiliza los mismos prejuicios para marginar a las mujeres y a los transexuales.

“En la sociedad del patriarcado, no podemos realmente hablar sobre la erradicación del sexismo sin hablar de erradicar la homofobia”, asevera. Homofobia, transfobia y machismo forman, en realidad, parte de un todo. Un problema que nace de la obsesión con ser normal, con encajar en los estereotipos del absolutismo heterosexual. Por eso, por ello, la heterosexualidad es un problema. Y no afecta solo al colectivo homosexual. Nos afecta a todos.

Huir por ser gay: “Quemaron a mi novio delante de mí en Camerún y el Gobierno español no me cree”

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Louis y su marido/ Imagen cedida.

“Podía vivir en mi país, Camerún… si me escondía”. Y lo hacía; lo intentaba. Su madre se lo advertía desde niño: aquello no estaba bien, aquello podría matarle. Louis trató de evitar lo irremediable pero no pudo y optó por la clandestinidad. Caía la noche y llegaba la hora de poder amar sin que nadie mirase. Los hostales eran arriesgados. Acudían a parques, rincones oscuros donde ser ellos mismos sin peligro, donde poder sentirse y dejar el miedo aparcado por un rato. Se escondía para no huir, sí. “Hasta que le quemaron a él”. Él era su pareja. Murió entre llamas frente a Louis.

Huyó. Al principio sin rumbo fijo. “No sabía dónde iba. Solo iba para delante, para delante”, dice en un español afrancesado. Pasó por Nigeria, Argelia y Marruecos. Cruzó el Estrecho en patera. “Cuando llegué a España, pensé: ‘si aquí puedo vivir, si puedo ser yo sin que me maten, para qué voy a cruzar más fronteras”, recuerda Louis sentado en el sofá de un acogedor y pequeño apartamento en el barrio madrileño de Lavapiés. Ha pedido asilo en España porque, supuestamente, la ley protege sus sentimientos, pero el Gobierno se lo denegó y activó una orden de expulsión. Su defensa, ejercida desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), recurrió la decisión hace ya un año. Sigue esperando.

La llegada no fue fácil. Ni su vida lo es aún hoy, a pesar de haberse casado con una persona española hace unos meses, en medio de este eterno proceso. “Ahora no me pueden expulsar, después de más de un año temiendo la deportación, estoy algo más tranquilo. Pero necesito el asilo para tener la garantía de que nunca más me obliguen a ir a Camerún. ¿Y si nos separamos? Tengo el derecho a sentirme protegido independientemente de que mi pareja sea español. No quiero sentir más el miedo al ‘qué pasará si…'”, describe Louis. “Yo no puedo volver. Si me echan, regresaré a España. No puedo vivir allí”, reitera con la mirada fija en un punto indefinido, con miedo a que se repita eso que aprieta su estómago.

“Desde que iba al colegio sentí la discriminación, la represión. Mi madre notaba que era homosexual y me echaba la bronca, me pegaba, me insultaba…. Era un niño y los vecinos le decían que me tenía que llevar por el buen camino, que si continuaba así me iban a matar. Me llegó a buscar una novia para disimular. Busco una chica para que hiciese el amor con ella. No me gustó. Cuando estaba con ella ya sabía que no me gustaban las mujeres…”, recuerda manteniendo su rostro serio.

Su madre se murió y se trasladó al hogar de su tío. Allí, con 19 años, conoció a un chico en un chat de internet. “Nos teníamos que ver tarde. Esperábamos a que se hiciese de noche y quedábamos en un parque o un sitio escondido. Un albergue o un hotel era arriesgado. Si entran dos hombres a una habitación los dueños empezaban a sospechar y escuchaban tras la puerta. Si lo descubrían daban golpes en la puerta para que no lo hicieses”, describe.

“Yo vivía bien en Camerún. Tenía trabajo: soy jardinero”, apunta señalando a una de las muchas plantas que decoran el moderno piso en el que vive. “No sabía que no iba a poder vivir en Camerún… Pero poco a poco me di cuenta. Podía, pero si me escondía… “. Un día decidió huir para no esconderse más. Intenta evitar hablar del día en el que lo decidió, el día en el que intentaron matarle, el día en el que su pareja murió, quemado, frente a él.

“Mi coche estaba preparado, lo habían rociado de gasolina y querían prender fuego. La gente decía a los policías: ‘déjale ahí, que le matamos'”, detalla con la mirada en el mismo punto bajo. La policía le llevó al calabozo, donde permaneció cuatro días. “Cada noche, a las 22 horas, pasaban los agentes y tenías que poner el pie para que te golpeasen. Cada noche. Golpe y golpe”. Según narra, un día, mientras limpiaban el calabozó, escapó. Llegó a su casa, donde vivía junto a su tío, pero le rechazó. “Cogí mi ropa y me echó de casa. ‘Fuera, fuera de mi casa’, gritaba”. Logró quedarse durante unos días en casa de un amigo, hasta que este sintió que podría traerle problemas. No le quedaban muchas opciones. “¿Cómo me voy a quedar en un país donde ponen fuego a la gente que son gays? La unica opción era Europa”. Empezó su viaje.

Louis ya experimentó lo que es huir, atravesar cientos de kilómetros, para nada. Para ser deportado de nuevo al país donde teme morir. Su miedo a no poder amar, el recuerdo del que fue su novio en Camerún, y el terror a volver a sufrir lo sufrido le dieron las fuerzas necesarias para atravesar dos veces el continente africano y cruzar en dos ocasiones el Estrecho en patera. La primera vez que pisó Melilla, pasó cerca de dos meses en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) hasta que fue trasladado a la península, donde fue internado en el CIE de Algeciras. Tras 57 días de privación de la libertad, fue deportado a su país. “Con todo lo que había pasado… es muy difícil, muy difícil. Lloraba, lloraba mucho”.

Y llegó a Duala. “Fui a un locutorio para hablar con un amigo, que no es gay pero no me trataba mal por serlo yo. No podía volver a casa de mi tío. Pero ese día mi a amigo me dijo que me fuese, que si le veían conmigo me traería problemas. Sentí que nadie me quería”. Así que volvió. La segunda vez llegó a Ceuta, también en patera. Después de llegar a la península, pasó 34 días en el CIE de Tarifa. Se enteró de la posibilidad de solicitar asilo y lo pidió. A partir de ahí, la espera.

Vomita palabras cargadas de rabia cuando recuerda la denegación de su solicitud de asilo. “Pruebas. Me piden pruebas. ¿Cómo puedo demostrar que tu vecino te quiera matar? Me tenían que haber matado, así ya tendría pruebas”, sentencia, casi gritando. “Yo me pregunto: te vas a un sitio, te pegan , salen corriendo: ¿Qué pruebas vas a tener ahí? Te pegan con un cortacesped.¿Quieren que en ese momento hubiese cogido el cortacesped?”, añade atónito.

“Hay cosas en la vida en las que no hace falta pruebas. Si me entienden me entienden y, si no, pues ya esta. Yo he dicho lo que me ha pasado… nada más”.

Oasis, un documental sobre indígenas, homosexualidad y VIH (entrevista)

Se proyectará este viernes 6 de junio a las 17:00 hrs en el Cine Tonalá; sábado 7 de junio a las 15:00 hrs en Cinépolis Diana y domingo 8 de junio a las 18:00 hrs en el Hotel Condesa, en el Distrito Federal.

Oasis, un documental sobre indígenas, homosexualidad y VIH

 

El mexicano Alejandro Cárdenas se encontró casualmente con las historias que componen Oasis, su primer trabajo como documentalista, pero eso no significa que el cineasta no llegaría a involucrarse profundamente con las vidas de tres yucatecos que enfrentan una lucha diaria desde tres frentes: contra el virus de inmunodeficiencia humana, la exclusión social que conlleva ser portador y el prejuicio en torno a su preferencia sexual.

A través de las historias de Gerardo, Reyna y Deborah, el mexicano traza un sensible retrato de la vida de estos habitantes yucatecos, quienes describen el mundo de discriminación y prejuicio al que se enfrentaron al expresar su preferencia sexual y la batalla diaria que emprenden al vivir con una enfermedad mortal.

El documental Oasis es un puente narrativo construido desde la tristeza, pero también con la esperanza y fuerza de sus personajes, un puente que busca conectar a las audiencias con un mensaje de tolerancia hacia los portadores de VIH, los indígenas y los homesexuales.

Este viernes llega al Distrito Federal en el marco del Festival Distrital. Se proyectará este viernes 6 de junio a las 17:00 hrs en el Cine Tonalá; sábado 7 de junio a las 15:00 hrs en Cinépolis Diana y domingo 8 de junio a las 18:00 hrs en el Hotel Condesa DF.

En entrevista con Butaca Ancha, el director explica los pormenores del documental Oasis, producido por la casa finlandesa Oktober, que se presentó en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) el año pasado.

Una casualidad que se convirtió en pasión

Alejandro Cárdenas es de Coahuila, pero ha pasado gran parte de su vida adulta en el extranjero. En su primer trabajo documental titulado Oasis, el periodista regresó a México para sumergirse en el modus vivendi de los habitantes yucatecos y se enganchó con las historias de tres hombres portadores de VIH, un homosexual y dos travestis, quienes al final siguen siendo personas ordinarias con sueños, gustos y pasiones, pero sobrevivientes de entornos difíciles.

Todo inició cuando Alejandro fue enviado por un diario español de regreso a México para cubrir el inicio de La otra campaña, que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional emprendió en la comunidad de Chablekal, al sur de Mérida, en Yucatán. En ese lugar, el periodista conoció al padre Raúl Lugo, dirigente de una asociación civil llamada Indignación, asentada ahí.

El periodista buscaba entrevistar al subcomandante Marcos, pero una serie de circunstancias se lo impidieron y así fue como, para entregar una nota a la redacción, decidió explorar un nuevo tema enfocado a descubrir “qué significa ser homosexual maya en pequeñas comunidades”.

El padre Raúl Lugo fue quien llevó al periodista al albergue Oasis de San Juan de Dios, el cual se encuentra en Conkal, a 16 kilómetros de Mérida, el lugar en donde se refugian indígenas de comunidades de la Península de Yucatán que “han sido relegados del seno familiar y de los pueblos mismos” por ser homosexuales y portadores del VIH.

Alejandro hace una breve pausa para reflexionar sobre la situación de pobreza y el aislamiento social que viven los indígenas, temas que publicó anteriormente. “En México estamos muy orgullosos de los indígenas,pero sólo en los libros de historia como algo del pasado y no como algo del presente”. El periodista soltó rápido su conclusión: “está cabrón ser indígena”.

“Decir que se es homosexual en un pueblo de 2 mil personas, en donde todos te conocen y lo saben, pues todo mundo también te enjuicia. Si ha eso le añadimos el hecho de ser cero positivo, te conviertes en la peste”, responde Alejandro sobre sus motivos para tomar el tema de su documental.

El retrato ilustrado con honestidad

El periodista describe, no sólo con sus palabras pero con su obra, la dura realidad a la que se enfrentan las personas que llegan al albergue Oasis en condiciones paupérrimas -como él lo describe- y enfrentando la terrible vergüenza sembrada en una comunidad prejuiciosa por ignorancia.

El retrato de Gerardo Cham Cham en Oasis es impresionante, pues desde el principio se percibe la sensibilidad con la que este hombre percibe el mundo, a pesar de vivir con el peso de una historia llena de rechazo hacia su personal.

El filme expone un alto grado de compromiso del periodista con sus entrevistados y viceversa, pues son ellos quienes cuentan con honestidad los turbulentos caminos en una vida restringida por el prejuicio al tiempo en que se pueden ver realizando actividades ordinarias de un hombre: desde tomar una ducha hasta limpiar una ventana.

Es este equilibrio, bellamente ilustrado por la fotografía de la finlandesa Meeri Koutaniemi, se muestra las crónicas terribles del rechazo, pero también las reflexiones de hombres que han mejorado su circunstancias a la fuerza de aceptación.

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Albergue Oasis: la muerte está esperando en la puerta

El periodista Alejandro Cárdenas llegó a Oasis y no se pudo ir. Sentía una gran necesidad “de escuchar todos los tipos de historias que estaban ahí”. Ese primer encuentro de Cárdenas con el único espacio abierto para los indígenas cero positivos duró dos días, pero la investigación para realizar su trabajo documental se extendió a cinco años.

“Gran parte de lo que vi en el albergue eran personas que llegaban con SIDA, ya en las últimas, con vergüenza de decir que tenía el virus por la ignorancia que existe en los pueblos al atender los casos”, expresó con la fuerza de alguien que vivió cerca de una realidad discriminatoria.

Cárdenas se dio cuenta que la historias en Oasis eran demasiadas y que las personas que llegaban a este lugar se encontraban en un estado de salud deteriorado buscando en la recuperación progresiva el consuelo para seguir sus vidas. Así fue como el periodista decidió retomar y seguir durante tres años las vidas de Gerardo, Reyna y Deborah.

Reyna es un personaje carismático. Dice que le gusta arreglarse para que la vean. Es un travesti que habla con franqueza de Oasis. Es un lugar lleno de muerte. Su testimonio avasallador es ilustrados por imágenes impactantes de los enfermos en ese lugar. Nadie quiere hablar o convivir, todos están muy cansados. Él mismo acepta que en cuanto tiene la oportunidad, se va de ahí.

Carlos Méndez, director de Oasis, se queda parado en la puerta y explica las carencias que un albergue que depende de donaciones tiene. Pero esa realidad es mucho más ligera que algo que él, como el resto de las personas que llegan ahí saben, al final, “la muerte siempre va a estar aquí”, frente a esa puerta, esperando que llegue su turno.

La edificación de un puente

Es un documental guerrillero, dice el periodista. Se refiere a que fue hecho con el trabajo de tres personas guerreras, principalmente, que se expusieron a carencias económicas y se sumergieron en las difíciles historias que Oasis retrata, como la de Deborah.

Deborah vive con su pareja. Es trasvesti y ha escogido la prostitución como profesión de vida. En su casa, en la que vive con su pareja, tiene una tortuga y un perrito que le hacen compañía por las tardes, antes de que parta a trabajar.

Ha vivido una vida dura. Mientras se maquilla, Deborah relata su encuentros con las drogas y el inicio de su profesión. “Me dormía con uno y despertaba con tres, yo les decía: tanto me drogue, no puede ser”, relata.

A pesar de todo a Deborah se le retrata en la vida diaria, alimentando a sus mascotas, preparando la comida, arreglando su rostro con maquillaje. Su vida sigue siendo suya, y sus decisiones son un reflejo del nivel de aceptación.

“Es imposible no enamorarse de la dignidad que reflejan Gerardo, Reyna y Deborah”, dice Alejandro, quien además sabe que ha encontrado en su trabajo un puente no sólo para comprender las historias de sus personaje, también para mostrar al espectador que incluso en la adversidad la vida se puede vivir dignamente.

Entre la crudeza de la vida de las personas discriminadas por sus elecciones personales de vida y la maravillosa intimidad que el cineasta logra en el documental Oasis, se edifica un puente hacia la empatía y la tolerancia.

La homofobia se combate desde la infancia

LA JORNADA

Entrevista con Jason Marsden, director de la Fundación Matthew Shepard

Leonardo Bastida Aguilar

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Cuando le explicas a un niño de entre nueve y diez años que la humanidad es diversa y que entre esa gama de diferencias están las personas a las cuales les gustan otras de su mismo sexo, no hay problema y no discriminan por homofobia. El problema surge cuando crecen y el sistema sociocultural los absorbe y los obliga a definirse, señala en entrevista Jason Marsden, director ejecutivo de la Fundación Matthew Shepard.

La organización se creó hace 16 años tras el asesinato de Matthew Shepard, joven estudiante de Ciencia Política en la Universidad de Wyoming, quien fue amarrado a una reja y torturado por Aaron McKinney y Russell Henderson, a quienes conoció la noche del 6 de octubre de 1998 en el bar “La Chimenea” en la localidad de Laramie, Wyoming. Seis días después, a los 21 años, Shepard murió a causa de las heridas del ataque provocado por el “pánico gay” de sus agresores, quienes para convencerlo de ir con ellos se hicieron pasar por homosexuales. Ambos fueron condenados a cadena perpetua tras haber sido perdonados por Judy Shepard, madre de la víctima y creadora de la Fundación.

Visibilizar el odio
De visita en México, Marsden explicó que la institución tiene 16 años de trabajo. De éstos, los primeros diez estuvieron enfocados a la consecución de una enmienda federal para el reconocimiento de los crímenes de odio cometidos contra personas de la comunidad lésbico, gay, bisexual, travesti, transgénero, transexual e intersexual (LGBTTTI).

En 2009, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama aprobó dicha enmienda que considera como crimen de odio el ataque a una persona a causa de su orientación sexual y permite que los departamentos de investigaciones federales ayuden a los aparatos estatales en las pesquisas de estos crímenes, y de esta manera se garanticen los derechos de las personas a ejercer libremente su orientación sexual.

Después de este respaldo legal, afirmó Marsden, lo más importante es la prevención de este tipo de crímenes y la sensibilización a las autoridades para que intervengan a tiempo.
“En nuestro caso, trabajamos para evitar la comisión de crímenes en contra de personas gays, lesbianas o transgénero y para que dependencias como el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) u otras de investigación, se sensibilicen en la materia y no descarten la línea del odio”, explicó.

Por esa razón, mencionó, los padres de Matthew Shepard recorren año con año diferentes partes de Estados Unidos, enfocándose principalmente a trabajos en estados con ciudades medianas y muchas comunidades rurales, como Arkansas, Dakota del Sur, Texas y Maine, entre otros.
El objetivo de las pláticas, indicó, es hacer conscientes a los policías del condado, estatales y federales, así como a detectives e investigadores federales, acerca de lo importante que es para los familiares de las víctimas de crímenes de odio por homofobia que se haga justicia. Para la comunidad LGBTTTI también es importante porque así se sienten más seguros.

Comentó que dichas acciones contribuyen a generar estadísticas sobre el número de crímenes de odio por homofobia que se cometen en Estados Unidos. “Desafortunadamente, alrededor de 20 por ciento de las comunidades del país no generan estadísticas al respecto”. La visibilización de esta información ayuda a que los gobiernos se den cuenta de que este es un problema que afecta a la sociedad en general, agregó.

Para lograr experiencias exitosas, consideró que hay que tomar en cuenta que en las grandes ciudades se trabaja en la materia pero hay muchas centenas de pequeñas ciudades en las que no se han enfrentado a la situación o se ha perdido dicha información. “Debemos enfocarnos en atender dichas poblaciones”.

Otra limitante, explicó, es que muchos familiares de las víctimas de crímenes de odio no reportan el hecho porque lo consideran inútil, ya que creen que la policía y los jueces no lo van a tomar en serio o que el resto de su comunidad puede ponerse en su contra por el hecho de reportar la situación. “Desafortunadamente, pervive el estigma social”.

Cuestión de educación
La gente sabe, en teoría, cómo debería comportarse en una sociedad plural como la estadunidense. Ese mensaje es replicado por los programas de televisión para niños de tres años en adelante y ellos lo entienden. Pero cuando crecen, la presión social, el bullying y otras causas cambian sus percepciones, refirió Marsden.

Desde hace 15 años la fundación visita escuelas de educación básica para platicar con estudiantes, docentes, directivos, consejeros, padres y madres de familia sobre la importancia de eliminar este tipo de conductas en las escuelas para evitar el bullying por homofobia o cualquier otra conducta discriminatoria.

La tarea principal de Judy es hacer entender cómo es realmente una persona gay, lesbiana o trans para que la gente cambie su visión sobre ellas y sea más amable. Esto permite que se acabe, entre otras cosas, el bullying por homofobia, que a la larga puede derivar en crímenes.

También se trabaja en hacer notar a las y los jóvenes que lo que en un primer momento es “chistoso”, como nombrar a alguien “maricón”, al paso de los años puede derivar en un asesinato por el rechazo a la preferencia sexual de esa persona. “Por eso es importante que
aprendan a convivir desde una perspectiva de la diversidad”.

Estos pequeños deben captar el mensaje a partir de una edad en la que ya pueden comprender qué es la diferencia, y es importante tratar de que ya no se alejen de esa perspectiva durante su pubertad y adolescencia, para que una vez que sean adultos, no fomenten la homofobia.

Este trabajo, consideró Marsden, también se debe hacer con los familiares de las víctimas, sus vecinos, sus compañeros, sus maestros y sus amigos para que más gente se sume a esta cruzada nacional e internacional para erradicar la homofobia de la sociedad y evitar más muertes motivadas por los prejuicios.

El reto es impulsar aún más este mensaje contra el odio por el mundo, y por esa razón, la Fundación Matthew Shepard ha visitado en el último año Europa del Este, Asia, Trinidad y Tobago y ahora México, por primera vez, en espera de que los padres de Matthew Shepard y otros integrantes del equipo compartan sus experiencias con defensores de derechos de la comunidad LGBTTTI, profesores y personas interesadas en acabar con las conductas de odio.

 

La cruel ejecución de Margarida Borrás, la hija del notario que nació hombre

Artículo publicado en Valencia Plaza

EN EL SIGLO XV

El colectivo Lambda reivindica desde hace décadas la figura del primer ajusticiado por transexual

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VALENCIA. Aquel lunes 28 de julio de 1460 fue un día soleado y caluroso. Como en tantas otras ocasiones, la plaza del Mercado de Valencia estaba llena para asistir a una ejecución. Gentes venidas de todas partes de la ciudad y la huerta se congregaron cerca del cadalso. Mientras las tenderas vendían sus productos a los curiosos, labradores, comerciantes y religiosos se mezclaban con mendigos y pillos.

Siguiendo la práctica habitual, recogida por Vicente Adelantado Soriano en su artículo La pena de muerte como espectáculo de masas en la Valencia del Quinientos, el trompeta había dado noticia del suceso. “Dicho trompeta, en los lugares más concurridos, cuando había conseguido reunir a un buen número de espectadores, leía la sentencia”, explica Adelantado.

La horca fue dispuesta para la ocasión. A los caballeros se les ejecutaba cerca de la Catedral de Valencia, enfrente de la calle Caballeros. A los herejes, cerca del Paseo de la Pechina, en un espacio muy próximo al jardín Botánico de Valencia. En el Mercado se ejecutaba a todo tipo de delincuentes: Asesinos, parricidas, uxoricidas… y sodomitas. La ejecución pública era uno de los motivos de diversión de la plebe en la Edad Media. Lo más parecido a un partido de fútbol.

El ajusticiamiento de aquel 28 de julio de 1460 era especial. No era la primera vez que se ejecutaba a lo que la sociedad medieval considerabapervertidos, los sodomitas. Pero en este caso, a diferencia de otras ejecuciones que se celebraron en la misma plaza, al que se ahorcaba era a un hombre que se le quitaba la vida porque se sentía mujer, se comportaba como tal, vestía como tal y así había sido vista en “al menos diez casas”.

Se llamaba a sí misma Margarida Borrás, aunque su nombre de nacimiento era Miquel. Posiblemente el sacerdote Melcior Miralles, capellán de Alfons el Magnànim asistió a la ejecución. Como con tantas otras muertes, ejecuciones, asesinatos, accidentes, tomó nota y la incluyó en su dietario. Por su anotación, la 130, incluida en el folio 118, tenemos constancia de ella. Es el único recuerdo que nos queda de esta muerte.

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En ella, más extensa de lo habitual, Miralles explica que Margarida había estado “en muchas casas en Valencia” con ropas de mujer. En cuanto fue sabido esto, fue “presa y torturada”. El uso del femenino no es casual y advierte de la confusión que existía en torno a su identidad sexual. También señala el dietario que por Margarida fueron apresados y torturados otros hombres, posiblemente sus amantes. De ellos no se sabe sus nombres. De ellos no se sabe si sufrieron algún tipo de condena posterior. Nada.

El propio Miralles dejó constancia en su dietario de otras ejecuciones a homosexuales a los que normalmente se les quemaba vivos. Así ocurrió con el hijo del relojero Pedro Vego, quien fue llevado a la hoguera con su amante, del que no se sabe tampoco su nombre por ser de baja condición. Raro es el año en el que no incluye una anotación de este tipo.

¿Por qué el caso de Margarida Borrás fue tan relevante para Miralles? El novelista y profesor valenciano Vicent Josep Escartí tiene una tesis al respecto. De Borrás dice el capellán del Magnànim que era hijo de un notario de Mallorca. Esto hace más que plausible la teoría de que “debió ir por los salones de la Valencia más rica y seguramente fue conocida“. Escartí piensa en una mujer divertida, encantada de llamar la atención, hasta cierto punto famosa por su liviandad. Posiblemente, entre sus amantes se encontraban personalidades de la clase alta valenciana, hijos de nobles, casados. “Uno de ellos debió delatarla”. Quizás, mal de amores. Se trataba pues de un escándalo en toda regla.

Asimismo, el hecho de ejecutar a un hombre que se sentía mujer era “algo inaudito”, dice Escartí. El caso, además, debió ir por la Cort de Governació o por la Justicia Criminal. La Inquisición no llegó a Valencia hasta 1484 por lo que no ha quedado constancia documental de esta infame ejecución al margen del texto del capellán. Todo era inusual.

También lo fue la ejecución. A Margarida se le obligó a vestir ropas de hombre, con calzón corto, para que quedase bien claro su condición masculina. Se le ahorcó con sus partes íntimas al descubierto. Resulta fácil y terrible imaginarse a la muchedumbre riéndose de aquel afeminado, aquelpervertido, a los niños burlarse de ella con toda clase de insultos. Resulta fácil y terrible imaginarse la mirada de miedo de Margarida.

Esa humillación formaba parte de la pedagogía del terror de la justicia medieval, de la que se han realizado numerosas estudios. “Hay, además, un claro deseo por convertir en espectáculo toda realidad, tal como sucede en nuestra poca, aunque en

ésta se busca el aspecto comercial, y en aquélla la participación, la fiesta, la comunión”, escribe Adelantado. La comunión del horror, cabría añadir.

Las autoridades celebraron la muerte y el cuerpo de Margarida, torturado, humillado en la Plaza del Mercado, fue después abandonado en la fosa común. Seguramente fue llevado a enterrar con la Virgen de los Desamparados encima de su cuerpo exánime, y su nombre habría sido olvidado de no mediar la anotación de Miralles.

Fue mediados los años noventa que Escartí escribió su primer artículo en prensa sobre el hecho. Ya era conocido entre los historiadores pero aquella nota adquiriría una gran relevancia entre la comunidad de gays, lesbianas y transexuales valencianos con el tiempo.

El Premi Margarida Borrás es ahora el galardón más importante que otorga todos los años Lambda, Col·lectiu de lesbianes, gais, transsexuals i bisexuals de Valencia. Desde 1995 Lambda otorgaba el Premi 28 de juny a aquellas personas y entidades que se habían destacado por su trabajo contra la homofobia, la transfobia y la bifobia, así como por su defensa de los derechos del colectivo LGTB. En el año 2002 se utilizó el texto del Dietari del Alfons el Magnànim que hacía referencia a Margarida para preparar la ceremonia de entrega de los premios, y se propuso en Comisión Permanente cambiar el nombre a Premi Margarida Borrás.

Según explica Luis Noguerol, responsable de proyectos culturales de Lambda, fue un acuerdo unánime ya que “la figura de Margarida Borrás simboliza perfectamente el empeño de todas aquellas personas que queremos vivir nuestra identidad sexual u orientación sexual libremente. Por la descripción del dietario podríamos entender que Margarida, nacida Miquel, fue una persona transexual. Por ello queríamos hacer un pequeño homenaje a la primera persona de la que tenemos constancia histórica en Valencia que murió a consecuencia del odio y la discriminación sufridos por el solo hecho de mostrarse a la sociedad tal y como se sentía”.

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En breve Lambda decidirá en quien recaerá el premio este año. Para Noguerol, “además del reconocimiento a las personas y entidades galardonadas, el Premio Margarida Borrás, nos ayuda a tener perspectiva histórica para tomar conciencia de los avances conseguidos y de la necesidad de seguir trabajando para conseguir la igualdad real”.

Hace dos años Compromís colocó una placa simbólica con el nombre de la infortunada, cuyo único delito fue sentirse mujer en un cuerpo de hombre. La situó en la Plaza del Mercado. En estos momentos hay pendiente la colocación de una permanente que ayude a que el nombre de Margarida no se olvide. Nació Miquel. Ahora el tiempo al menos le ha devuelto el nombre que ella quiso para sí, el que atendía a su verdadera condición de mujer.

LA MATERNIDAD Y LO TRANS…

Artículo publicado en ALTERSEXUAL

Por Frieda Frida Freddy
Transfeminista (y lesboterrorista) de a pié

El día que me enuncié Trans fue el día que ví y sentí claramente que no necesitaba, ni me era vital, ser mujer u hombre para existir. Más aún, identifiqué plenamente que no deseaba serlo y anclarme en una de las dos categorías sociales, porque nunca me había sentido feliz y a gusto en ninguna de ellas. Me autonombré Frieda porque soy más femenina que masculino, y porque comprendo que masculinidad y feminidad son sólo dos polos de adoctrinamiento que nada determinan, y mucho menos tendrían que “definir” ese “ser hombre” o “mujer”, que se conoce en nuestro mundo social. Escogí pues este nombre por el potente diptongo que para mí representa el puente por la dicotomía de género, mi transitar entre Frida y/o Freddy que son el pasado al que se me condenó: Chico o chica. Y del que escapé…

Así que ahora soy libre, soy Trans. No transgénero ni transexual. Verán. Se tiene la idea generalizada que ser trans es de fijo, digamos, nacer A y cambiar a B, o nacer B y querer ser A. Es decir, nacer biológicamente ‘hombre’ (por el pene que el sexo ha señalado) y querer ser socialmente una mujer. O viceversa. Nacer biológicamente ‘mujer’ (por la vulva que asigna el sexo) y desear vivir socialmente como hombre. Y sin duda que eso es una gran parte, pero no lo es todo.

Lo anterior es transgredir-traspasar una categoría de género porque nunca hubo allí pertenencia ni identidad con la que se les asignó mediante los roles; es rechazar una construcción social que se impuso a partir de una división hecha por un rasgo genital, y desde luego que eso es transgresor, pero tal práctica sigue estando dentro de un código binario. Y con esta afirmación no pretendo descalificar ni agredir a quien haya hecho todo lo posible para cambiar totalmente su cuerpo y/o modificar apariencias, desde hormonarse hasta pasar por cirugías y actualmente se sienta cómodo o cómoda con lo que es o como se ve, ya que el sólo hecho de desafiar el género y transitarlo completamente de A a B, o al revés, me parece digno de todo el respeto y la admiración rebelde.

Pero yo no quiero eso para mí. Yo además de transgredir-transitar (y no quedarme), quiero dinamitar al género. Mi lucha diaria es contra la dicotomía de género, contra la sujeción. Para eso hago transfeminismos. No quiero aprisionarme en el género, ni en sus roles, ni alcanzar sus estereotipos. Yo deseo ir y venir, fluir, como fluye mi propia sexualidad (en el sentido más amplio, no reduciéndola al mero acto sexual); mi sexualidad que está viva, y vive conmigo. ¿Por qué voy a sujetarla? ¿Por qué voy a sujetarme? No he de hacerlo. No estoy obligada.

No voy a encarcelarme en una dicotomía de género, o en alguna orientación sexual. Yo voy y vengo. Por eso me digo Trans de transformación a la idea hegemónica, Trans de transitar la heteronorma, Trans de transgresión al género y todo lo que éste conlleva. Trans de transgredir el mandato, abortar la órden. Nací A y no voy a ser B, pero que la A se joda. Podemos ser X ó Z, H ó T, o mezclas, o lo que se nos hinche la gana. Incluso a veces quedarnos un rato en B y luego botarla, por ejemplo. O ser monstruas. O ser no siendo.

Y para quienes a estas alturas del texto, ya están pensando en que estoy confundida y en realidad soy queer, lo repito, yo soy Trans, y para la deconstrucción-destrucción de la dicotomía de género voy a poner además de mi discurso, mi cuerpo. Voy a implantarme unos senos, para eso estoy ahorrando. Unos senos por decisión política, por acto performativo. No esos senos grandes y redondos, “con los que no tuve la fortuna de nacer”, para llegar a ser cien por ciento femenina, y por ende “mujer” (como lógicamente se cree), sino más bien quiero esos senos para confundir, para salir al espacio público tan normado y transgredirlo, aterrar. Ni siquiera estoy interesada en adelgazar y comprarme vestidos estilizados, o blusas de amplio escote; mi acto también será post-travesti.

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Con la operación de senos mi cuerpo será además de un campo expropiado al sistema (que antes me lo robó con sus mandatos), un arma de destrucción simbólica. De modo que lo que busco con la cirugía no es alcanzar un modelo de belleza patriarcal, sino ser una performance viviente que va por el mundo y lleva el terror Trans a todos los espacios, las calles, las ciudades. Esta es mi libre decisión y elección, como lo es la que toma la mujer de sexo-género concordantes y heteronormados cuando decide ser “madre”.

¿Pero qué pasa entonces con ambas decisiones tomadas libremente y que conciernen a un cuerpo propio, dentro de una misma sociedad, un mismo mundo social?

Pasa que cuando yo enunció ser Trans y menciono la decisión de modificar mi cuerpo, el mundo me ve como apestada, como demente, mientras que a la mujer embarazada la ve como triunfadora, como si se tratara del máximo logro de la vida. A ella se le otorga un reconocimiento social y a mí el escarnio público. A ellas se les eleva a un pedestal social y las empiezan a cuidar tan frágil como si fueran a romperse, mientras que a la mayoría de lxs transexuales, trans, y transgénero les rompen la estima y los lazos sociales, les echan de sus casas y la sociedad cierra sus puertas en casi todos los espacios públicos.

Cuando una mujer decide y elige libremente embarazarse, parir y criar, el mundo entero la llena de elogios, buenos deseos, bendiciones, dulzura, felicitaciones, no se cansan de alabarla, mientras que a la gente trans que también ha decidido y elegido libremente hacer algo con su cuerpo y un proyecto de vida, las burlas no cesan, ni los insultos, las invisibilizaciones, los chistes, las miradas reprobatorias, o las agresiones verbales y hasta físicas.

En la mujer embarazada las familias y amistades y la sociedad en general, se toman la tarea de procurarla y cuidarla, las mandan al médico y el Estado las recibe gratuitamente mediante el sector salud con chequeos prenatales, y las activistas hasta abogan por ellas alto a la violencia obstétrica. Pero de los altos y violentos índices de natalidad nadie dice nada.

En ese mismo tenor, cuando la persona trans ha empezado a hormonarse o está por hacerse una cirugía, las familias y amistades y la sociedad en general se han reducido, le han enjuiciado, y el Estado las recibe con el psiquiatra, a quien tendrán qué convencer de su propia decisión de transitar. El sector salud las recibe también, aunque la mayor de las veces con desprecio y maltrato, manejándoles como tontxs y no escuchando sus sentires, sino sólo inyectándoles las hormonas o dándoles medicamentos (cuando los hay), en una posición de: pues si no quieres ser hombre, ¡toma, sé mujer! O viceversa. Todo de golpe y porrazo, siendo poco claros con las reacciones secundarias de bajar o subir testosterona o estrógenos en niveles acelerados. Y eso en escasas ciudades donde hay legislaciones que lo permiten. Si no las hay, lxs trans tendrán que pagarse todo solas, como puedan. Tendrán que costearse los tratamientos y cirugías completas, y si no tienen dinero ahí está el aceite de cocina o el anticongelante para coches para hacer crecer un poco glúteos o senos. Acá cada quien aboga y sobrevive por sí misma, a pesar de los informes anuales de las activistas, donde anuncian su preocupación por los derechos sexuales de todas y cada una de las personas en el mundo y proclaman “los avances”.

Cuando yo decido y elijo ser Trans, todxs me diagnostican sin ser médicos: tengo “disforia de género”, estoy enferma de la mente, y loca. Lo dice la ciencia y lo publica la OMS en su lista de enfermedades mentales. Nadie habla de la violencia cultural, ni la cultura de la violencia, contra mi persona y mi libre decisión, porque lo que yo hago es “anormal”, “claro está”, mientras que lo que hace la embarazada es no sólo “normal” sino además “lo más natural del mundo”. Así el panorama a grandes rasgos. Y no me estoy victimizando con estas analogías. Más adelante aclararé el punto.

Lo que la embarazada está haciendo en realidad (por más libre y elegida que sea la decisión) es seguir reforzando y reproduciendo un sistema heteronormativo, un régimen heterosexual que no es orientación como tanto se nos ha dicho, sino un régimen ordenador del mundo social, controlador de cuerpos y de vidas; lo que ella está haciendo es seguir unas rígidas normas aprendidas que a otras iguales biomujeres como ella las estigmatiza y frecuentemente las condena como “mujeres a medias, incompletas, o malas mujeres”, porque no “se realizan nunca mediante la maternidad”.

La decisión libre y elegida de la mujer embarazada traspasa lo personal e impacta desfavorablemente el afuera. Fortalece un mundo social que a mí, como a mucha otra gente disidente sexual, incluso a ella misma, nos está matando, literalmente (feminicidios, transfeminicidios). En ese mismo sentido, lo que yo hago con mi decisión libre es joderme en la heterosexualidad y otras ficciones políticas, en imposiciones sociales, en el régimen heterosexual, destruirlo, deconstruirlo, porque ese sistema simplemente no es normal ni natural.

¿Pero por qué el Estado costea el embarazo, aún en mujeres no inscritas en el sector laboral, en todo el mundo? Porque le conviene, es una inversión a corto plazo para este modelo global de producción-consumo. Le conviene para seguir reproduciendo el modelo de familia y sacar de ahí más mano de obra barata en el mercado laboral y la producción en masa; sirve además para mantener a la gente educada, normada, callada, pasiva y apática, bajo la telenovela del amor romántico y el “vivieron felices para siempre”. Y ya después Familia y Estado, en unión, mantendrán más fácilmente controladas-oprimidas las disidencias sexuales, planeando captarlas para normarlas, desarticularlas o exterminarlas.

En el modelo producción-consumo también se maquila Familia, que no es el único agente socializador, pero sí el de mayor peso. Ese modelo rector de la moralidad, la buena conciencia, la coerción, la dominación, la represión, la violación de derechos humanos básicos y de las garantías individuales, ese modelo del chantaje emocional-sentimenal y económico. La familia, hoy día reproducida a la par por los homosexuales misóginos y machistas, y por las lesbianas patriarcales, es un modelo opresor que funciona de formas muy visibles como golpes, insultos y maltratos, hasta formas delicadas y sutiles como: “hijx me lo tienes que contar todo y decirme cada paso que des porque somos familia y nos tenemos confianza, ¿verdad? O el: yo sólo te vigilo y te ordeno porque te quiero y me preocupo por tí, todo esto es por tu bien, te respeto. Le llaman “educación”. Y con ella violando severamente la privacidad de cada miembrx que por un lazo de sangre no significa que sea un objeto de propiedad. Pero eso sí, estas formas irán siempre disfrazadas de mucho cariño, abnegación, buenas intenciones y preocupación porque por eso existe el “amor de familia”.

Hay una negación consciente de que la familia (como el Estado) da órdenes y castiga a quien no las cumple, su irracional poder autoconcebido les hace pensar que tienen toda la autoridad para hacerlo. Las familias controlan, asfixian, a veces lentamente, a veces en pocos pasos y de manera expedita. Y es evidente que el Estado no dejará de producir familia, pero las personas sí podemos dejar de hacerlas, y no estarlas sólo cambiando de nombre: familias diversas, nuevas familias, otras familias, dos mamás, dos papás, madre soltera. No veo a ninguna lesbiana poniéndoles vestidos a sus “niños”. Sí veo a mucha embarazada llamando princesa al feto “mujer”, o “mi rey”, que se mira en el ultrasonido, por ejemplo.

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Esa misma negación consciente les alcanza hasta para cubrir que los derechos sexuales y reproductivos también fueron un instrumento que el Estado “firmó y reconoció” para darle a toda esta diversidad sexual heterosexuada (que no disidencia) lo que estaban pidiendo y así mantenerles un tanto a raya para que ya no estuvieran “molestando” más. Habría que ver esa parte manipuladora de un aparato de gobierno, como el Estado, que ha dado más que pruebas suficientes de lo mezquino, controlador, corrupto, chantajista, despótico y traidor que es.

Pero dejar de hacer familias es algo sencillamente impensable para la mayoría de gente en el mundo, ¿qué más harían sino sólo lo que le han interiorizado muy bien en sus cabezas desde que nacieron? ¿Pero qué hay de toda esa gente que se dice feminista, y habla y habla de su preocupación sobre la violencia de género y la violencia contra las mujeres? ¿Esa gente que tanto cita a Foucault y la historia de la sexualidad en volumen uno, dos, y tres, y no se saca de la boca el biopoder y la biopolítica, y hasta duerme con la foto de Simone de Beauvoir sobre la cabecera de su king size? Su heterocentrismo se les mira desde la luna a la tierra. Sus discursos contradictorios evidencian por sí mismos su falta de compromiso para dejar de hacer lo que en resumidas cuentas agrede y estigmatiza a esa misma gente que pretende apoyar. ¿Le vamos ganado al heteropatriarcado capitalista?

Hacer feminismos institucionales, reproduciendo familias y pidiendo cosas al Estado que es la figura paternal (macho protector, padre benefactor), es simplemente la primera de las grandes contradicciones. Pero insisten en jactarse totalmente concientizadas y deshteropatriarcalizadas, hablando de la igualdad de género, ancladas para no variar en una dicotomía carlcelaria. Criando solamente niños y niñas. Y se llenan de paridad, y cuotas, insertando a grandes mujeres librepensadoras y hacedoras, dentro de un sistema podrido que termina sujetándolas, llenándolas de su peste, y obligándolas a trabajar bajos sus formas y reglas. Porque no es la falta de capacidad, sino el modelo en sí. Pero se niegan a aceptarlo. Se ofenden si alguien lo menciona. No les basta las evidencias diarias en las calles y los espacios públicos. Es más importante llenar el informe, comprobar los gastos de la beca con erario, y la selfie que puedan hacerse en los encuentros internacionales. Que al cabo “con eso poquito que se gane, ya es un avance”, dicen.

Así que como leerán, mis anotaciones no son para victimizarme rogando al Estado que deje de tratarme como ciudadana de cuarta categoría, yo en lo personal no quiero nada suyo, ni les estoy pidiendo tampoco a las feministas activistas institucionales que me arropen “maternalmente” en mi renacer Trans. Mi transfeminismo es anarco, radical y autogestivo. En todo caso sólo como un lindo detalle estoy sugiriendo que el Estado debería dejar de costear los embarazos y lo que implican. Quien quiera un hijo que se lo pague, que lo costeé desde la sola planeación de su propia idea y libre elección. Que sea su propio lujo. Que se dejen de usar los impuestos de otrxs tantxs trans para tales efectos , porque ya estuvo bueno hasta de pagar económicamenre por la transfobia que se recibe. O que por lo menos la que quiera ser “madre” se pase también con el psiquiatra para que explique el por qué de su decisión, que convenza a la ciencia y a la OMS del por qué tiene la certeza y la seguridad de poder parir y criar y formar una nueva persona. Su sólo argumento de un compromiso total, protector y procurador, anclado en un rol de género inventado, no es suficiente. Es mera seguridad romántica arraigada al régimen heterosexual. Creer que todo lo va a poder con mucho amor y “cuidados”, es sólo lo que le hicieron creer.

Finalmente, para cerrar acá mis disertaciones, quiero aclarar algunas cosas, ya que una de las deficiencias del sistema educativo escolar tienen que ver precisamente con la comprensión de la lectura, y yo estoy muy cansada de que se vaya por ahí diciendo que yo dije, de modo pues que este texto como han leído es completamente antimaternal, sí, pero yo en ningún renglón he dicho que dejen de embarazarse y parir. Lo que yo estoy haciendo acá es una feroz crítica para señalar lo que nadie parece querer decir por miedo a sonar políticamente incorrectx y empañar su currículum profesional, o que se les tache de violentas, de no ser sororarias o dejar de serlo, y así perder el viático, la alianza, ser expulsada de la colectiva, sacada de la ONG, caer mal o dejar de recibir los saludos “fraternos y sonrientes” de otrxs compañerxs.

Yo lo que digo con este texto, hablando de las que deciden, eligen-desean la maternidad y formar familias, es que se deje de esparcir por el mundo el cotilleo de que un embarazo y ser madre, y hacer familia, es la ostia, y lo más de lo más, porque también con el habla y la lengua y las percepciones propias regadas al vapor se siguen alimentando-construyendo ad infinitum los roles de género en lo societal.

Lo que yo digo es que dejen de contar el cuento rosa y dulce, y de comprar la familia de cajita feliz mac donalds, y asuman honestamente las atroces responsabilidades sociales que implican gestar, parir y criar, en un contexto tan capitalista y heteropatriarcal, como el arriba descrito, y que sepan de una vez que su decisión libre y elección no se queda en la pareja, ni en las cuatros paredes de su guarida de amor, ni en la mujer sola o acompañada que decide hacerlo, un embarazo traspasa el hogar y colabora directamente con el sistema que nos jode en conjunto.

Yo Frieda, lo que digo, es que dejes pues de respetarme con la lógica de: “yo no tengo ningún problema con la gente trans”, desde tu aplastante posición de normalidad. Y de que crían para formar sólo hombres y mujeres, omitiendo desde el mismo nacimiento la intersexualidad, y después en la socialización del género a la transexualidad, bajo el yugo heterosexual, ¡ahí te encargo!

Porque somos lxs trans que la dicotomía de género no pudo normar. Estamos aquí, y no vamos a callarnos, ni guardarnos en ningún calabozo sólo para que tus hijitxs no se espanten y/o “contagien” de algo.

El cuerpo como espacio de disidencia

Cuerpos inapropiados contra una sociedad que estandariza y controla, que define lo bello y lo sano.

Lucrecia Masson  Feminista y ­activista.
Es posible pensar el cuerpo como espacio de disidencia? Un cuerpo plagado de órganos, no siempre sanos, no siempre vigorosos, no siempre jóvenes… Nos encontramos ante la necesidad de una revuelta orgánica, en su sentido literal: revolver órganos. Es actualmente una apuesta urgente la de plantearnos una rebelión de los cuerpos.Rebelión que, necesariamente, rechaza la frontera entre el cuerpo normal y el deforme, el cuerpo saludable y enfermo, el cuerpo válido e inválido. Rebelión que debe ser planteada a partir del encuentro, la afinidad y la alianza entre estos cuerpos inapropiados e impropios. De ahí que los sistemas que nos organizan a partir de género, raza, sexualidad, normalidad corporal, salud mental o física, se vuelven edificios que es necesario derribar, y esta acción de derribo nos deberá encontrar juntas, sabiéndonos atravesadas y en constante y compleja intersección.

¿Podemos entonces entender el propio cuerpo como espacio de activación política? Partir de nuestras trayectorias corporales, narrar en primera persona, tanto singular como plural, la historia de nuestra realidad corporal es un desafío al que diferentes activismos empiezan a llamarnos. ¿Podemos pensar en una historia colectiva de nuestros cuerpos? ¿Cuáles son los dispositivos que producen corporalidades inapropiadas? ¿Podemos plantearnos mecanismos para crear nuevos modos de producir cuerpos, de producir deseos, de producir bellezas? ¿Y qué herramientas nos damos para hacer de nuestras vidas un espacio más habitable y feliz?

Me parece importante volver a nombrarme ahora como gorda, nombrarme gorda como estrategia de autoenunciación. Nunca liviana. Y sirva este último adjetivo para que la paradoja dé lugar a la sonrisa. Nombrarse para volvernos visibles. Ocupar el espacio para volvernos visibles. Visibles, desobedientes, disidentes de la norma que nos impone una sociedad que estandariza y controla cuerpos y deseos, que define lo bello y lo sano.

¿Y por qué la necesidad de volvernos visibles? Porque la vista es un aparato de producción corporal, dice valeria flores, y hay modos de mirar que fabrican cuerpos, continúa. Y yo agrego, hay modos de mirar que fabrican deseos y modos de mirar que fabrican bellezas. La apuesta será construir nuevos cuerpos, nuevos deseos, nuevas bellezas.

Ante la pregunta: ¿por qué ser gorda, o vieja, o diversa funcional, o enferma (y la lista podría ser muy larga) me hace estar fuera del estándar de belleza o de normalidad corporal? ¿Qué me hace disidente de la norma? Propongo cambiar esta pregunta por otra, y he aquí el desafío político: ¿bajo qué mecanismos se construye el cuerpo normal?¿Cuánta disciplina de normalización han soportado y soportan nuestros cuerpos? ¿Qué técnicas de domesticación y regimentación nos hacen desear ser normales y atractivas a costa de padecimientos?

Construir un cuerpo extenso

Partimos de dejarnos interpelar por el propio cuerpo. La interpelación por la que apuesto es tanto individual como colectiva. Necesito preguntarme cosas sobre mi cuerpo, sobre el cuerpo de las otras, y construir un cuerpo extenso, un espacio para la acción y reflexión. Me parece fundamental hablar desde nuestras propias carnes. Esas carnes defectuosas, inseguras, miedosas, angustiadas. Nuestras carnes, las que sobran, las que faltan, las que duelen, las que están viejas, las que están enfermas, las que no son funcionales, las que mueren incluso…

De ahí la interdependencia como paradigma que empezar a transitar. Nadie, sea cual sea la corporalidad que encarne, es realmente autosuficiente. Por esto pienso en luchas cómplices y afines. Busco potencias vinculadas y vinculantes. Creo que es necesario y vital encontrarse. Será el encuentro, el lugar de la potencia, el lugar desde donde partir, el lugar de la posibilidad.

Es necesario atentar contra la matriz que nos organiza corporalmente. Desnudar el artefacto que nos construye en tanto cuerpos, en tanto territorios donde se inscriben lecturas. Es necesario desafiar esas lecturas y crear, imaginar, fantasear, inventar nuevos relatos. Hay un gran aparato ficcional que hace que nuestros cuerpos se lean como “generizados” o racializados o viejos, o discapacitados, o gordos, o enfermos.

Pero sí que, si bien no podemos perder de vista el carácter de artificio, hay una realidad que nos atraviesa, que hace de mi vivencia algo bien distinto a la vivencia de otras.Necesitamos narrar en primera persona, tanto la primera persona del singular como la primera persona del plural, la historia de nuestras ­realidades corporales. El argumento de ficción no inhabilita las ideas de trayectoria, de realidad, de experiencia corporal. Esta realidad necesita ser contada, colectivizada. Es necesario recuperar esta experiencia, asumirnos vulnerables y entender que ésta es condición misma del ser, y que no se puede ser sin exponerse, porque no somos sino en interrelación.

Es importante reivindicar estrategias que partan de la vulnerabilidad, de poner en ésta la potencia transformadora. Destrozar el discurso que nos exige ser siempre fuertes y valientes, poderosas, aceptarnos, querernos a nosotras mismas, estar a tono siempre con un mundo que nos reclama indefectiblemente listas y sanas para asumir las tareas de producción y reproducción. Ese mundo de ahí afuera que nos reclama funcionales. Y no pienso en metas, ni en aceptación, ni en gustar, ni en convencer a nadie. Porque no creo en redenciones ni en evoluciones, ni en la barbarie convertida en civilización. Creo en búsquedas, en pasiones y en fricciones agonistas de mis propias carnes que, dadas al encuentro con otras, tienen el enorme potencial de hacer de nuestras existencias un lugar más habitable y feliz, dando lugar a indómitas formas de habitar nuestros cuerpos.

¿Qué es el activismo gordo?

“Una cultura obsesionada con la delgadez femenina no está obsesionada con la belleza de las mujeres. Está obsesionada con la obediencia de éstas. La dieta es el sedante político más potente en la historia de las mujeres”, explica la escritora Naomi Wolf.

Algunos buenos ejemplos de activismo gordo son la revista argentina GordaZine, que lleva años “apropiándose del insulto” o el proyecto de investigación y webCuerposEmpoderados, formado por un grupo de antropólogas en busca “de herramien­tas que nos sirvan a todos esos cuerpos que no tenemos lugar ni físico, ni mental en esta sociedad”.

 

Nuevas masculinidades: la igualdad de género construida desde los hombres

Alumnos del curso sobre nuevas masculinidades trabajan en una sesión en Córdoba.

Alumnos del curso sobre nuevas masculinidades trabajan en una sesión en Córdoba.

“Existen muchos hombres con conciencia para trabajar por la igualdad que sienten la necesidad de buscar caminos para ello. Pero es un camino que deben hacer ellos mismos”. Con estas palabras, el sociólogo Hilario Sáez sintetiza el objetivo sobre el que trabaja con hombres de toda Andalucía para construir la igualdad de género desde la perspectiva masculina. Con el curso Nuevas masculinidades, género e igualdad desde la perspectiva de los hombres, que imparte a trabajadores de las delegaciones provinciales de la Consejería de Igualdad, Salud y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía, este sociólogo trabaja con hombres para que sean ellos mismos, desde sus experiencias del día a día y sus reflexiones, los que hagan aflorar la desigualdad de género que existe en la sociedad y poder así superarla.

Se trata, con ello, de superar la visión androcéntrica del mundo para trabajar por la igualdad desde una perspectiva de género masculina. Y es ahí donde, junto a lasrealidades de desigualdad efectiva entre hombres y mujeres, afloran también lasnuevas visiones masculinas, esas “nuevas masculinidades” que apuestan porconstruir una sociedad en igualdad. “No hay nuevos hombres. Los que hay ahora los ha habido siempre pero han estado invisibilizados. Ahora afloran otras maneras de ser hombre”, sintetiza Hilario Sáez.

La experiencia de este sociólogo con los hombres –también algunas mujeres- con los que trabaja en sus cursos pone sobre la mesa esta realidad. “Necesitamos que haya una reflexión específica de los hombres para incorporarse a la lucha por la igualdad”, señala para explicar esta tarea. Y advierte, sobre nuestra sociedad: “La igualdad es un salto evolutivo incuestionable e imparable”.

De ahí que los hombres participantes en los cursos hayan puesto sus experiencias cotidianas al servicio de esta reflexión. Han llegado a dibujar un “mapa de privilegios masculinos” que se dan en el ámbito personal, social, laboral o sexual en el día a día. Unos privilegios masculinos que “están ahí, se ejerzan o no por uno mismo” y que reflejan la visión androcéntrica de la sociedad.

El relato de los propios alumnos pone sobre la mesa tópicos que se dan, según sea el protagonista hombre o mujer, de una u otra manera. La promiscuidad, la corresponsabilidad en la reproducción, los cuidados de hijos y personas mayores, las tareas domésticas, la mayor o menor autoridad social o los privilegios laborales forman parte de este mapa de la desigualdad.

Roles de cuidador y protagonistas de la violencia

Y junto a ello, dos aspectos específicos en los que la desigualdad entre hombres y mujeres se hace evidente y que merecen especial estudio. El primero, el concepto del cuidado personal: “¿Cómo me cuidan? ¿Cómo cuido? ¿Cómo me cuido?”. Son tres preguntas clave para conocer que las mujeres tienen una conciencia superior de cuidar pero poca de cuidarse a sí mismas, mientras que en los hombres es al revés y, dato curioso, “no tienen conciencia de no estar cuidándose, lo que supone un problema de salud pública”, alerta este sociólogo.

El segundo de los aspectos evidentes de la desigualdad entre hombres y mujeres es la violencia. “En general y de forma cotidiana, la mayoría de los protagonistas y víctimas de la violencia son hombres. Pero si hablamos específicamente de violencia de género, las víctimas pasan a ser mujeres. Y aquí ponemos el foco en el agresor – el hombre- de manera que conseguimos concienciar al resto de hombres de que el silencio les hace cómplices”, relata Sáez para quien los propios alumnos son los que se dan cuenta de que “el machismo mata porque el machismo es violencia”.

Todo ello genera entre los hombres un planteamiento nuevo y una reflexión sobre el modelo tradicional de masculinidad, que puede ser superado por esas nuevas masculinidades: “Se trata de cambiar la perspectiva del mundo androcéntrica”, dice este sociólogo, que no deja fuera una mirada hacia la juventud para advertir de la repetición de roles machistas. “Hay que actualizar los mensajes para llegar a los jóvenes. Porque sí hay un cambio real en parte de la juventud hacia la igualdad, pero hay una gran mayoría que en general sigue estando al aire de lo que educa la publicidad en estereotipos”.

Como positivo, eso sí, destaca que todo eso se está moviendo y que, “afortunadamente, se cuestiona la mentalidad patriarcal”, también desde los hombres que buscan esos caminos para avanzar en la igualdad real. Una tarea que para este sociólogo, que hasta ahora ha impartido el curso en Córdoba y queseguirá hasta después del verano en Sevilla, Huelva, Cádiz, Granada y Almería, “yaes hora de que la asuma la administración como tarea prioritaria”.