El arcoíris se asoma al cielo islámico de Bangladesh

La homosexualidad está penada por ley en el país asiático. El islam que profesa la mayoría de la población lo considera pecado, pero en los últimos años una generación de activistas se ha planteado una revolución silenciosa y de momento ha conseguido ciertos logros.

Desfile improvisado del orgullo gay en Dacca, en abril de 2015, durante la celebración del Año Nuevo bengalí

Desfile improvisado del orgullo gay en Dacca, en abril de 2015, durante la celebración del Año Nuevo bengalí. – SHAMS SUHAIB / ROOPBAAN

DACCA.- Cada vez que pisan el acelerador reivindicativo surgen amenazas. En forma de mensajes de móvil, llamadas o ataques a través de las redes sociales. La cautela es imprescindible en un lugar donde los integristas solucionan a veces las diferencias de ideas a machetazos, en un país de 160 millones de habitantes y mayoría musulmana en el que la religión dominante determina que las relaciones entre personas del mismo sexoson pecado y donde la ley las tipifica como delito. Pero lo peor no es el temor a convertirse en el próximo objetivo.

La comunidad homosexual en Bangladesh no se guía por el miedo. En los últimos años se ha atrevido a dar pasos importantes. Lo más doloroso es que hay gente que se odia a sí misma por ser lo que es. Y eso es lo que una joven generación de activistas está dispuesta a cambiar. No son muchos, ni demasiado visibles, pero mediante un trabajo constante y sigiloso se están abriendo camino.

Organizaciones como Bandhu han trabajado desde hace dos décadas por ofrecer cobertura sanitaria a las minorías sexuales en Bangladesh poniendo el foco en asuntos como la atención a pacientes de VIH/sida. Ahora, hay voces en el colectivo que quieren ir más allá y empiezan a reivindicar el aspecto identitario.

Eclosión de plataformas

En 2014, nació Roopbaan, la primera revista del colectivo de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales (LGBT) de Bangladesh. A finales del año pasado se lanzó una campaña de concienciación en todo el país utilizando como punta de lanza Dhee, el primer cómic con un personaje lesbiano. Y tanto en 2014 como en 2015 se organizaron improvisados desfiles del orgullo en el marco de la celebración del Pohela Boishakh, el Año Nuevo bengalí, una iniciativa que será replicada este año a mediados de abril si nada lo impide.

“En los últimos cinco años se ha producido una mayor visibilidad en nuestro movimiento. La comunidad LGBT tiene mayor valentía. Quiere dejar de esconderse. Han surgido pequeñas plataformas, grupos en redes sociales… La eclosión de internet y de los smartphones ha permitido que más gente tenga acceso a información y pueda conocer lo que sucede en otros lugares”, explica Rajeeb, responsable de Boys of Bangladesh (BoB), uno de los principales foros homosexuales del país y motor tras algunas de las propuestas recientes.

Si uno entra un día cualquiera en Bangladesh en la red social de Grindr, la más popular entre los gais en Occidente, seguramente se encontrará con cerca de un centenar de personas conectadas. Otros portales como Planet Romeo y foros privados en Facebook son también muy exitosos. Y los integrantes de Roopbaan se reúnen mensualmente para maquinar actividades como libros con poemas de autores gais o bailes benéficos de drag queens.

Dobles vidas y pseudónimos

Sin embargo, mientras el arcoíris brilla con fuerza en los submundos bangladesíes, en la superficie todavía arrecia tormenta. Los homosexuales siguen refugiándose en pseudónimos, como el de Rajeeb, en el anonimato y en dobles vidas. La aceptación es algo que se limita a entornos reducidos, de confianza. “Todo el mundo tiene segundas identidades digitales”, razona Jehangir, activista de Roopbaan, que se utilizan básicamente para facilitar el encuentro con adeptos y amigos homosexuales.

No queda alternativa. La sección 377 del código penal, un anacronismo que data de la época colonial británica y que Bangladesh no ha modificado desde entonces, establece que “cualquiera que tenga relaciones contra natura” puede ser condenado hasta a cadena perpetua. El peso de la ley rara vez cae sobre el colectivo y los casos contra homosexuales no suelen prosperar en los tribunales, pero este marco vigente deja margen a la extorsión que, según los activistas, ejercen a menudo desde miembros de fuerzas del orden a líderes de comunidades y otros grupos.

Muchas cosas son posibles en Bangladesh siempre que se circunscriban a una esfera privada y se alejen del qué dirán. El Gobierno, valora Jehangir, les tolera porque no hacen excesivo ruido o porque guardan una comedida pausa después de generar debate en blogs y medios de comunicación liberales tras alguna de sus iniciativas.

Poca persecución judicial, mucha discriminación

“La discriminación que sufre la comunidad no está muy documentada. Debido al estigma, la gente afectada se limita a pagar sobornos cuando ocurre. La clase desempeña un papel importante. Si eres de un grupo de clase baja es más fácil ser discriminado. La gente de esos segmentos vive generalmente mezclada en una gran familia y no tiene sus propios espacios”, asegura Rajeeb.

De ahí la necesidad de tener una doble vida. Es el caso de Mumtaz, un joven de 27 años, que no ha tenido el valor de explicarles su condición sexual a sus amigos y padres. “No quiero crear problemas, perder amistades”, admite, al tiempo que afirma poder ventilar sus asuntos en compañía de otros homosexuales. Eso es relativamente sencillo en zonas urbanas como Dacca, donde existen círculos empáticos. En cuanto uno se aleja de la zona metropolitana todo se vuelve más complicado. Mumtaz recuerda la historia de un amigo suyo de una zona rural cercana a la capital, al que conoció por Facebook.

“Solía tener relaciones esporádicas con compañeros, pero se casó por presión de la familia y, meses después, me llamó atormentado para decirme que seguía teniendo relaciones con otros hombres”. Se odiaba a sí mismo. Mumtaz le dijo que era inevitable y que intentara pasar más tiempo con su esposa.

El matrimonio, institución insalvable

Y es que el matrimonio es una institución insalvable en Bangladesh. “Es la norma, da igual que seas discapacitado o estés desempleado, que seas pobre o rico. Tienes que casarte”, subraya Rajeeb. Después llegan las consecuencias: visitas al psiquiatra, expulsión del hogar, adicción a fármacos… “Hay quien consigue aguantar en el matrimonio pero no es saludable”, dice el activista, que agrega que una práctica en ocasiones son los matrimonios cruzados por conveniencia entre un gay y una lesbiana, ambos necesitados de poner una fachada de tradición a sus vidas.

En el fragor de la juventud, Mumtaz todavía no lo ve como un problema y asume que probablemente tendrá que casarse. Prefiere pensar en las victorias del momento, en las rendijas que permiten los hábitos sociales locales para desarrollar su identidad sexual en un país donde ver a dos hombres agarrados de la mano es habitual sin que ello implique que sean homosexuales.

Pero también son conscientes de que su activismo puede ser un arma de doble filo y que quizás cuanta más gente sepa de su condición más amenazados se pueden ver sus espacios de libertad tolerada. “Cuando valoramos si llevar nuestras reivindicaciones a una escenario mayor… es complicado”, conviene Jehangir. “Necesitamos toda una generación,que la gente se acostumbre a la homosexualidad como se ha acostumbrado al móvil”.Parece que de momento seguirá la lucha silenciosa. Silenciosa pero incansable. Con el sueño de que un día el arcoíris brille no solo en los submundos, sino también en la superficie.

Dos jóvenes homosexuales agredidos dentro de una casa en Marruecos

LES SACAN DESNUDOS A LA CALLE

Dos jóvenes homosexuales fueron agredidos por varias personas dentro de una casa en Beni Melal, en el centro de Marruecos, según un vídeo del que hoy se hacen eco medios digitales locales.

RABAT. Las imágenes, aparentemente grabadas con un teléfono móvil, muestra a los dos homosexuales desnudos en un domicilio con la cara ensangrentada, mientras los agresores tratan de quitarles la sábana que les cubre y luego les sacan desnudos a la calle.

Los medios subrayan que no se sabe cuándo se grabó el vídeo y añaden que los dos homosexuales fueron agredidos con armas blancas por un grupo de individuos.

El colectivo Akaliyat, en el que se integran activistas homosexuales, dio detalles sobre los hechos y denunció que los dos jóvenes “fueron atacados en su domicilio por cinco individuos que residen en el mismo barrio”.

Añadió que los agresores grabaron a los dos homosexuales mientras les atacaban y publicaron después el vídeo en las redes sociales.

Akaliyat deploró la “inseguridad en las ciudades marroquíes que se refleja en la multiplicación de graves ataques contra homosexuales” y pidió a las autoridades abrir una investigación sobre lo ocurrido y despenalizar la homosexualidad.

Las redes sociales marroquíes revelan ocasionalmente ataques homófobos ocurridos en diferentes ciudades del país, pero el caso más mediatizado fue el del pasado junio cuando un joven travesti estuvo a punto de ser linchado por una turba en una calle en Fez (centro), que lo pateó y golpeó en el suelo, hasta que pudo zafarse y buscó refugio en un centro comercial.

Tras este incidente, el Gobierno marroquí advirtió con perseguir judicialmente a quienes pretendieran tomarse la justicia por su mano (“sustituir a la justicia o las fuerzas del orden”, dijeron entonces).

La homosexualidad en Marruecos no solo está castigada con penas que llegan hasta los tres años de cárcel, sino que además es objeto de una gran reprobación social.

Un iraní en la tierra prometida

El poeta Payam Feili

El poeta Payam Feili. SAL EMERGUI

Cuando este espigado novelista y poeta pasea por las calles de Tel Aviv, es inevitable fijarse en sus uñas pintadas de azul y su poderoso anillo turquesa. Sus maneras, sin embargo, no llaman la atención en unas de las ciudades más amigables con los homosexuales del mundo. El Maguen David (Estrella de David) que lleva tatuado en su cuello sólo provoca algunas miradas de curiosidad.

Pero Payam Feili, de 30 años, es distinto. Hostigado y perseguido en Irán por su ideas y su orientación sexual, este escritor gay ha pedido asilo político al mismísimo enemigo. Al país recordado en manifestaciones organizadas por el régimen islámico en Teherán con un eslogan convertido en un clásico: “¡Muerte a Israel!”.

“Estoy muy a gusto en Israel, donde se respira libertad. Es incluso mucho mejor de lo que me imaginaba. Me gustaría vivir aquí”, afirma el iraní a EL MUNDO, mezclando inglés y persa en una entrevista que arranca con su nacimiento en la localidad de Kermanshan, sigue con detenciones e interrogatorios en Irán, avanza con la censura de sus nueve obras y el miedo por su vida y finaliza con su huida a Turquía hace dos años antes de llegar a su sorprendente Tierra Prometida.

Feili espera que la solicitud de asilo sea aceptada por las autoridades israelíes que de momento han ampliado su visado hasta octubre. Sería la primera vez que un iraní no judío reside en el país declarado pequeño Satán por la revolución del imán Jomeini (1979).

Mientras saborea un café cerca de su casa en el sur de Tel Aviv, Feili denuncia el acoso que ha sufrido toda su vida por la homosexualidad declarada en sus formas y libros.

A los 19 años debutó con La plataforma del sol y en el año 2010 su novelaCreceré, daré frutos…, higos, publicada en Alemania, describió el amor entre dos soldados iraníes durante la guerra con Irak. Suficiente para ingresar en la lista negra.

“En Irán no aceptan que uno tenga y defienda su propia identidad, diferente a la que dicta el régimen. Ser homosexual es ilegal y está considerado como una enfermedad, lo que puede llevarte a la cárcel e incluso en determinadas circunstancias a la muerte. Mi abogado me dijo que nunca diga la palabra homosexual ante un tribunal. No quiero ni pensar en qué me puede pasar si vuelvo ahora», señala contando que debido a su nueva vida en Israel, “los medios me llaman trabajador sexual”.

¿Qué pasa si las autoridades iraníes se enteran que uno es homosexual? “Policía”, chapurrea la palabra en hebreo sonriendo. Una sonrisa que no lució en 2007 cuando su presidente Mahmud Ahmadineyad sentenció en la Universidad de Columbia de Nueva York que no existen los homosexuales en Irán. “Aquello no me hizo gracia porque me decía que yo no existía”.

La mirada de Feili se entristece cuando habla de su familia en Irán, con la que se comunica a través de Skype. “Desde pequeño yo supe que era gay y mi familia me apoyó desde el primer momento”, apunta con orgullo.

‘”Israel es mágico para vivir y escribir”

Tras 18 meses en Turquía, Israel le permitió a finales de año la entrada con motivo de la escenificación de una de sus obras. Se siente arropado por los homosexuales israelíes en Tel Aviv, su feudo y referente mundial para el colectivo LGBT.

Para los israelíes que desean conocer de primera mano la sociedad iraní más allá de los estereotipos perpetuados por los líderes, Feili es una oportunidad de oro. “Les digo que no todos en Irán odian a Israel, como quiere hacer ver la propaganda oficial. Teherán es como Tel Aviv, con vida cultural, nocturna, bares…aunque de forma clandestina y escondida”, señala el embajador del otro Irán.

No le importa que algunos le acusen de “servir a la propaganda pinkwashing de Israel”, un término que alude a la difusión de la tolerancia hacia los gays para desviar la atención de las políticas gubernamentales hacia los palestinos. “No he hablado con ningún dirigente israelí. Sólo digo que Israel es mágico para vivir y escribir”, insiste al tiempo que reconoce: «Me siento seguro en todo Israel, aunque en Jerusalén mucho menos». En el Desfile del Orgullo Gay de la ciudad santa de hace siete meses, la joven Shira Banki murió apuñalada por un ultraortodoxo judío.

Las recientes elecciones en Irán no varían su pesimismo. “Fue una obra de teatro del ayatolá Jamenei con candidatos seleccionados de antemano. Los opositores no podrán derrocar el régimen, ya que no tienen apoyo desde fuera”, pronostica con la misma resignación con la que acepta que no volverá a ver su familia en Irán.

¿Qué es más surrealista? ¿Pedir asilo en el enemigo o tatuarse la Estrella de David en Turquía? Tras aclarar que siempre profesó simpatías por el pueblo judío, bromea: “Es mi visa”.

Arrestan a cuatro jóvenes en Arabia Saudí por celebrar “una fiesta gay”

En el país rige una interpretación rigorista de la ley islámica y la homosexualidad está penada con la cárcel y castigos corporales como los latigazos.

En Arabia Saudí la homosexualidad está penada con la cárcel y castigos corporales

En Arabia Saudí la homosexualidad está penada con la cárcel y castigos corporales

RAID.- La policía de la moral saudí ha detenido a cuatro jóvenes en Riad por organizar supuestamente “una fiesta gay” en un apartamento de la capital, informó hoy el diario saudí de sucesos Sabq.

Los hombres fueron arrestados en una vivienda situada en el barrio de Al Quds, en el norte de la ciudad, donde celebraron la citada fiesta y dos de ellos fueron vistos disfrazados de mujer.

 Los servicios de seguridad hallaron ropa femenina, pelucas, maquillaje y bebidas alcohólicas, según el rotativo, que indicó que en los teléfonos móviles había grabados vídeos de otras fiestas parecidas.

Los jóvenes, uno de los cuales ya había sido detenido con anterioridad por estar envuelto en un caso similar, confesaron que mantenían relaciones y que celebraron “una boda”.

En Arabia Saudí, donde rige una interpretación rigorista de la ley islámica, la homosexualidad está penada con la cárcel y castigos corporales como los latigazos.

Torturas, destierro y examen anal

TÚNEZ En el quinto aniversario de la revolución

Un grupo de homosexuales se manifiesta en Túnez

Un grupo de homosexuales se manifiesta en Túnez. CHEDLY BREN IBRAHIMCORBIS

A M. lo encerraron en prisión como a sus otros cinco compañeros. Allí vivieron un auténtico calvario. Los golpearon, les cortaron el pelo a cero. Los metieron en una celda con otros 190 presos, que les pegaron, les insultaron, les obligaron a bailar desnudos y les violaron con palos. Fueron suspendidos por los brazos y golpeados con un cable. Así 20 días, cotidianamente. Su delito: ser homosexuales.

M. no quiere dar su nombre. Está traumatizado. Su rostro ensombrecido todavía es la expresión del sufrimiento. Se cubre su cabeza con la capucha de su sudadera negra. “Sólo quiero volver a sonreír. Mi vida ya no tiene futuro. He perdido a mi familia, mis estudios. Ya no tengo nada”, dice a EL MUNDO, sentado en un café a las puertas de la kasbah. Tiene 21 años y era estudiante de Filología inglesa. “Quiero irme del país. ¿Adónde iré? No lo sé”, concluye.

Una mueca en sus labios anuncia las lágrimas. M. intentó quitarse la vida en prisión, robando los medicamentos de un preso diabético. Seca sus ojos y le abraza con delicaceza B. Él ha vivido lo mismo. Está muy delgado y pálido, pero fuma compulsivamente. Un gorro de lana color canela oculta su cabeza rapada. Estudiaba segundo curso de Filología árabe. Ya no podrá acabar su carrera, al menos no por ahora.

“Fui a la facultad a hacer un examen y sólo pude quedarme apenas una hora. Todos los compañeros me acosaron y me amenazaron, incluso los que eran mis amigos. Tuve que irme para salvar la vida. Si me hubiera quedado allí un minuto, me hubieran linchado”, relata. B. cuenta que ya no es sociable, que tiene miedo. “No puedo quedarme en Túnez. Todo el mundo ha participado en esta tortura. Tengo que salir del país”, afirma.

M. y B. son parte de un grupo de seis estudiantes de Kairuan (en el interior de Túnez) que fueron detenidos en diciembre, juzgados y condenados a tres años de prisión y cinco de destierro por “prácticas homosexuales”. Uno de los acusados fue condenado a otros seis meses de cárcel más por “atentado contra el pudor”, al encontrar un vídeo pornográfico en su ordenador.

Vidas truncadas

Los chicos fueron forzados a someterse a un examen anal para ‘probar’ su culpabilidad. “El test anal es un ataque contra los derechos humanos y está considerado por la ONU como una forma de tortura”, denuncia Ahmed Ben Amor, vicepresidente de Shams, una asociación que defiende los derechos de los homosexuales en Túnez.

“Hemos visto cómo la vida de estos jóvenes ha sido destruida. Sufren un gran trauma psicológico. No pueden dormir, tienen miedo de salir a la calle. Han sido rechazados por sus familias. Han perdido sus estudios”, remarca Ben Amor, que a sus 19 años es la cara visible de la asociación Shams.

Los jóvenes -cuatro tienen 18 años y dos de ellos, 21- fueron puestos en libertad provisional el 7 de enero, a la espera del juicio de apelación, el 25 de febrero. Mientras, están escondidos. Su caso ha levantado una fuerte indignación en la sociedad tunecina. Numerosas personalidades progresistas y asociaciones defensoras de las libertades civiles dentro y fuera de Túnez han llamado a la necesidad de abolir el artículo 230 del Código Penal, que criminaliza la homosexualidad.

“Tenemos una nueva Constitución, pero un Código Penal que data de la época de la colonización francesa y que falla en la aplicación de la ley. La represión contra los gays es contraria a la imagen idílica que Túnez comercializa“, afirma el joven activista.

Prácticas ‘inhumanas’ y ‘degradantes’

En los últimos meses, los colectivos homosexuales han visto incrementada la presión social y de las autoridades. La propia Shams, después de que en mayo de 2015 se convirtiera en la primera asociación que milita por los derechos LGBT que era legalizada en Túnez, sufre ahora el acoso del Gobierno. En noviembre, el ex ministro de Sanidad y diputado del partido islamista En Nahda Abdellatif Mekki lanzó una diatriba en el Parlamento que sostenía que Shams era un peligro para la sociedad. Poco después, un tribunal suspendió sus actividades por 30 días, acusándola de violar la ley de ONG. La vista en la que se juegan su legalidad se celebra este martes 19 de enero.

Han quemado nuestra sede tres veces. Hay una estigmatización en la que han participado medios de comunicación como la televisión Zeituna [próxima a los islamistas de En Nahda], que apeló a la lapidación de los homosexuales, lo que ha devenido en un estado de violencia contra nuestro colectivo”, cuenta Ben Amor.

El caso de M., B. y sus otros cuatro compañeros no es el único. En septiembre, otro joven fue condenado a un año de prisión por “prácticas homosexuales” y sometido a un examen anal. Esta práctica ya fue denunciada entonces por las asociaciones civiles por “cruel”, “inhumana”, “degradante”, contraria a las leyes internacionales y asimilada a un acto de “tortura”. Pero la historia volvió a repetirse con los ‘seis de Kairuan’.

“La situación va de peor en peor en Túnez. Los gays recibimos amenazas de muerte, insultos y agresiones en la calle. La ausencia del Estado permite que esta gente ejerza su odio y su complejo de masculinidad contra nosotros”, denuncia Ben Amor.

La “drag queen” musulmana que desafía las amenazas

Asifa Lahore abandera la campaña por la tolerancia de los gays en las comunidades islámicas del Reino Unido

“Ahora que el Reino Unido debate si marcharse de Europa, ahora que el Estado Islámico irrumpe en Europa, vamos a asegurarnos de que suena bien claro nuestro mensaje”… Asifa Lahore (antes “conocido” como Asif Quraishi) ha saltado de laescena nocturna a la escena política y social británica, rompiendo una lanza por la aceptación y tolerancia.

La primera “drag queen” musulmana del Reino Unido -nacida de inmigrantes paquistaníes en 1983 y en el barrio londinense de Southhall-, no pudo cumplir su máxima ambición en el 2015 pero se quedó bien cerca: “Mi sueño era habertomado el testigo de Conchita Wurst y haber convertido Eurovisión en Bollywood”.

Su canción, You and I, era un doble desafío a los cánones occidentales y musulmanes, después de su lanzamiento con Punjabi Girl, en un doble guiño a Lady Gaga y Madonna, vestida con una burka con los colores del arco-iris: “Soy una chica punjabi, en un mundo punjabi…”

Bajo su alegre y descocada fachada, sin embargo, se esconde una larga década de opresión y depresión, hasta que finalmente pudo salir del armario y reafirmar su identidad: “Desde bien niño supe que era gay y que era musulmán, pero no encontraba la manera de conciliar esa doble identidad”.

En sus shows en directo recuerda las tribulaciones de su familia, cuando iban con el niño/niña de la consulta del médico a la mezquita, buscando la respuesta que no acababa de caer del cielo: “El médico le decía a mis padres que lo que me pasaba era perfectamente “natural”, pero en la mezquita insistían en que tenía que dejar de ser “gay”… o dejar de ser musulmán”.

Asifa lee regularmente el Corán y cumple a rajatabla el Ramadán, como bien pudieron comprobar el millón largo de británicos que vieron Musilim Drug Queens, el documental del Canal 4 que la lanzó definitivamente a la fama y que le puso en disparaddero de la intolerancia.

Dese su aparición televisiva no dejó de recibir insultos y amenazas, por email o en las redes sociales: “Te haces llamar musulmán, pero deberías avergonzarte de ti mismo y tendrían que matarte… Vamos a buscarte y te vamos a matar, como lo haría el Isis… No hay lugar para las “drags” en el islam, lo que necesitamos es aplicar la ley sharia”.

“Recibí amenazas de muerte, pero decidí mandarlas todas al carajo y seguir poniéndome guapa”, presume Asifa Lahore. “Soy británica, soy musulmán, soy hombre y soy mujer, y amo lo que soy… Me pueden disparar o clavar un cuchillo, pero al menos habré vivido para dar voz a miles de musulmanes en todo el mundo que llevan una vida invisible”.

Distinguida en su día con la medalla de bronce en el concurso Drag Idol UK, Asifa se ha convertido en los últimos años en una presencia habitual en la escena “gay” y en el rostro más visible entre las comunidades asiáticas del sur de Londres. Su salto sin red como cantante ha venido acompañado de un papel cada vez más activo y sonoro en las comunidades musulmanas.

Censurada en un debate

Su presencia fue sin embargo censurada durante un debate en la BBC 3 sobre la libertad de expresión en la Mezquita Central de Birmingham. Asifa respondió a los organizadores plantándose con su propia pancarta: “¿Cuándo será finalmente aceptado ser gay y ser musulmán?”.

En su última reencarnación, Asifa es la “Curry Queen”, convertida en la reina global de la comunidad “gayasian” y reclamando el derecho de las minorías étnicas a expresar libremente su sexualidad, sin miedo a los tabús culturales y religiosos…

“Cuando hice mi primer espectáculo de cabaret drag y salí vestida con un burka, la gente no sabía realmente cómo tomárselo”, confiesa Asifa al Huffington Post. “No estaban seguros si reírse podía resultar ofensivo. Tuve que trabajar duro para “refinar” mi actuación y poder agradar a la propia comunidad, y extender al mismo las fronteras y la percepción de los musulmanes entre los gays, las lesbianas, los bisexuales y los transexuales”.

Gays en Irán: cirugía o muerte

Veda, a la dcha, con hiyab y gafas de sol para no ser reconocida, junto a su amigo Samin, en lista de espera para la cirugía de reasignación de sexo.

C:\Users\Mendia_2\Pictures\20151011

Se sienta delicadamente, cruza las piernas y apoya las dos manos sobre una rodilla. Su mirada es escurridiza. Su voz, casi inaudible, parece haber quedado atrapada en algún punto de la garganta, por miedo a salir y ser descubierta. Se llama Veda. Antes, Ali.

Tiene la barbilla afilada, una nuez prominente y los labios pintados. Su mayor miedo es que su hermano le mate una noche mientras duerme. “Es duro para mi familia tener un hijo con apariencia de chica”, se excusa. Veda empezó a maquillarse y a pintarse las uñas siendo todavía un niño. Cuando alcanzó la adolescencia y sus maneras afeminadas se acentuaron, su familia empezó a humillarlo y a maltratarlo violentamente. “Me gustaría ir por la calle vestido de chica, pero temo que me insulten. Una vez la policía me arrestó por escándalo público por ir vestido con ropa ajustada. En comisaría los agentes me propusieron sexo. Lloré tanto que al final me dejaron marchar”.

Rechazo social

Su caso no es aislado. En el Irán de los ayatolás, ser homosexual o travestido es un crimen. Las familias les rechazan, la sociedad les repudia y la justicia les condena. “Yo no soy homosexual, soy transexual, quiero cambiarme el sexo, no me gusta mi cuerpo, siento vergüenza al desnudarme ante un hombre porque me siento mujer”, se defiende, insistente.

Y la diferencia en la República Islámica no es menor. Mientras que la homosexualidad es delito y la sodomía está penada con la muerte, a los transexuales se les considera seres defectuosos al nacer que deben recibir tratamiento para corregir su perturbación. Ello, por el edicto religioso que, en 1980, emitió el ayatolá Jomeini legalizando las operaciones de cambio de sexo. Una excepción en el mundo islámico.

Pero lo que puede parecer un derecho avanzado en el ultraconservador Irán es, en realidad, la salida desesperada a la que se ven empujados muchos hombres y mujeres gays o con conflictos de identidad sexual que no pueden soportar la presión social y acoso policial a los que son sometidos continuamente.

La única pareja que ha tenido Veda a sus 18 años, un hombre, le dijo que sólo si se operaba se casaría con él. “Siempre he tenido la esperanza de que alguien me acepte tal como soy, pero en este país para la gente como yo sólo hay dos opciones: cirugía o muerte. Pienso muchas veces en suicidarme porque sé que nadie me querrá jamás con mi aspecto actual”.

Junto a Veda, Samin escucha taciturno el relato de su amigo, que bien podría ser el suyo propio. Ha empezado un tratamiento hormonal para aumentar el tamaño de sus senos y desde hace meses está en lista de espera para cambiarse el sexo. La determinación de operarse, igual que en el caso de Veda, emana de la convicción de estar en el lugar equivocado con el cuerpo equivocado. “Los homosexuales también tienen derecho a la vida. Tengo amigos gays. Ellos no lo han elegido. Son seres humanos y merecen respeto. En mi caso, estoy seguro de que quiero operarme porque vivir en este cuerpo es una tortura”.

Cirugía con la aprobación de la familia

Un día la policía le detuvo en la calle. Iba vestido con ropa de mujer, maquillado, con el pelo largo. “Me metieron en una furgoneta y me dijeron que dónde iba así vestido. ¡Esto es Irán, no estamos en Europa!, me gritaron. Lloré mucho. Me defendí explicando que era transexual y me dijeron que no sabían qué era eso. Acto seguido empezaron a raparme el pelo. En aquel momento sentí que mi vida había terminado”.

Desde su clínica en el acomodado barrio de Mirdamad, al norte de Teherán, el doctor Bahram Mir Jalali, de 75 años, atiende cada martes y jueves a jóvenes llegados de todo Irán decididos a operarse. Formado en París, este veterano cirujano ha realizado más de 2.000 operaciones de cambio de sexo en 20 años. Todos sus pacientes deben visitar a un sexólogo y a un psicólogo que certifiquen su perturbación. Las familias también tienen que dar su aprobación y, finalmente, un juez, que suele ser un mulá, por ser experto en jurisprudencia islámica, debe certificar la indicación de reasignar a ese paciente un nuevo sexo que corrija su “desviación”.

La consulta de Mir Jalali recibe también pacientes del extranjero llegados de EEUU, este de Europa y países árabes. Su reputación es conocida fuera de las fronteras persas. “En Irán, los homosexuales son ilegales de acuerdo con la ley islámica que rige el país. Esto no debería ser así, porque muchos gays buscan en la cirugía una solución a su falta de derechos. Además, hay mucha confusión en la sociedad sobre la diferencia entre homosexualidad y transexualidad. En la Universidad de Medicina no podemos hablar abiertamente sobre sexualidad. Muchos profesores hemos pedido a las autoridades políticas que los medios informativos aclaren la diferencia entre los dos conceptos, pero no es posible, la homosexualidad es tabú”, explica Mir Jalali a EL MUNDO.

Confusión entre gays y transexuales

¿Cómo distingue entonces a los pacientes gays de los verdaderos transexuales? “Cuando un joven viene a la consulta le explico que la operación es muy peligrosa, de alto riesgo. Que después de operarse su vida no será fácil. Le asusto. El verdadero transexual se queda. Los gays salen corriendo”.

Pero la explicación del doctor no es exacta. Existe un 30% de casos de suicidio entre los pacientes operados. Una de las principales causas es que, tras la intervención, el rechazo social es aun mayor y las secuelas psicológicas, enormes. Rostros masculinos con velo islámico, maquillados en exceso y con un sexo nuevo construido en la mesa de operaciones no proporcionan la mejor de las apariencias para ser aceptado en la sociedad iraní.

A todo ello, la enorme preocupación por el qué dirán aumenta el calvario de las familias, que se ceban con sus vástagos que caminan sobre tacones con andares resueltos y ahogan el llanto en la cama, donde pasan semanas enteras sin nada que hacer. Tras la operación, muchos de estos jóvenes huyen de casa y terminan viviendo en pisos compartidos con otros transexuales, prostituyéndose como única vía de ingresos.

Sadaf yace tumbada en su pequeño catre en una habitación lúgubre, protegida de las miradas ajenas detrás de tupidas cortinas azules. El aire es espeso aquí dentro. Apenas puede moverse. Hace tan sólo 10 días que el doctor Jalali le ha reconstruido un sexo femenino. Recuerda que cuando tenía seis años descubrió que tenía una tendencia sexual diferente. “Cuando iba a la piscina me fijaba sólo en hombres, no en mujeres”. Le pregunto si eso es suficiente para considerarse transexual, dado que quizá es gay. Me responde que si fuera gay iría con muchos hombres, pero ella “no es de esos”. Cuenta que tuvo una pareja estable con quien convivió durante siete años, pero empezó a pegarle y se separó. “Pero, a ver, ¿qué es ser gay?”, suelta de súbito. Tras escuchar la explicación, responde rotundamente que no: “En la cama yo quiero ser dócil”, pues eso significa, dice, “ser mujer”. Además, remacha, “odio a los gays. Es asqueroso”.

Su homofobia pone de manifiesto la necesidad de distanciarse de lo que ni la ley ni la sociedad toleran. Sadaf procede de una familia pobre, tradicional y religiosa del interior de Irán. Cuando les visita, se despoja de sus rizos artificiales, del kilo de maquillaje y del hijab.

Pero en Teherán, Sadaf es mujer. Tuvo que serlo, porque de otro modo, malvivía en los márgenes de la ilegalidad. Ahora malvive igual, pero legalmente.

Llego a esta conclusión después de mucho preguntar por la verdadera razón que la ha llevado a estar postrada en la cama, con necesidad de fármacos que no tiene. “Hoy he ido a los servicios sociales a buscar medicamentos pero me han dicho que no hay presupuesto, que vuelva en un mes”. No puede acceder al tratamiento médico que precisa, pero tiene algo mucho mejor: el certificado del gobierno que acredita su nuevo género. Lo saca del bolso y lo muestra orgullosa. “Durante toda mi vida me han acosado por la calle, me ha detenido y en la cárcel me han violado. Me han insultado y rechazado. Pero ahora tengo un documento que dice que soy mujer”.

Antes de la operación, Sadaf acudió a la autoridad municipal para solicitar un documento que le permitiera temporalmente vestirse como mujer. Es un trámite burocrático necesario para aquellos hombres y mujeres que desean comportarse en público como lo suele hacer el género opuesto. Durante la sesión, la secretaria judicial que firmó el permiso la echó de la sala tras preguntarle qué tipo de persona era, hombre o mujer. Desde ese día, Sadaf reza para que la funcionaria tenga un hijo como ella.

“No sabes lo que es vivir así. Sintiendo que nadie te acepta. Estoy presa en mi casa, en la calle todo el mundo me insulta. Sólo salgo a medianoche para trabajar”. De pronto, estalla a llorar. Reza la abraza. Como ella, a él también le gusta vestirse de mujer y maquillarse. Pero él tiene claro que no se operará, porque no quiere renunciar al placer sexual que siente cuando está con otros hombres. Y es quetras la operación, Sadaf ha perdido la capacidad para disfrutar del sexo. “El doctor me lo advirtió, pero me da igual. Si mi pareja me acepta, ya estoy contenta”.

La falta de placer sexual tras el posoperatorio sume a muchos hombres intervenidos quirúrgicamente en profundas depresiones. El doctor Jalili reconoce que es la causa de muchos suicidios e insiste en que el mayor problema que existe en Irán es que «mientras que fuera de este país se puede hablar libremente de estos temas, aquí está prohibido».

Las páginas de Internet sobre sexualidad están censuradas. Por eso no resulta extraño que muchos de los jóvenes que quieren operarse no sean capaces de explicar con precisión la diferencia entre homosexualidad y transexualidad.

¿Te operarías si vivieras fuera de Irán? “No, claro que no. Pero aquí resulta necesario porque de otro modo no tenemos derecho a la vida”, responde Veda.

Campaña de Amnistía Internacional para anular la condena de 500 latigazos al gay saudí

amnistia internacional

Hace un par de días, nos hacíamos eco de una terrible noticia. Un tribunal de Arabia Saudí había condenado a un gay a recibir 500 latigazos. Hoy, sabemos un poquito más de este caso, del que apenas se ha hablado en la prensa internacional, y de una campaña puesta en marcha por Amnistía Internacional para tratar de evitar que este pobre hombre reciba la pena impuesta por el tribunal.

Junto a los 50 latigazos, este joven saudí de 27 años ha sido condenado a cinco años de cárcel y a pagar 50.000 riales saudíes (13.000 dólares norteamericanos), acusado de ser homosexual, imitar a mujeres y poseer vídeos pornográficos. Una pena que se suma al año de prisión que ya está cumpliendo, acusado de otro cargo de homosexualidad.

La condena que ya estaba cumpliendo le fue impuesta en marzo de este mismo año por aparecer en un vídeo vestido de policía, en el que le ofrecía quitarle una multa a otra persona que en la ficción acababa de cometer una infracción de tráfico a cambio de que le hiciera unos “favores“, mientras baila de forma sugerente.

Y por eso, la justicia saudí le condenó por hacerse pasar por un policía y por atentar contra la seguridad general del país a recibir 1.000 latigazos, un año de prisión y 5.000 riales saudíes.

Anteriormente, este mismo hombre ya había sido juzgado también por su orientación sexual hace varios años, cuando fue condenado a someterse a terapia y a memorizar un capítulo del Corán.

Y tal y como decía al comienzo del post, Amnistía Internacional ha puesto en marcha una campaña para tratar de parar este bárbaro castigo. ¿Como podemos colaborar? Enviando una carta en árabe, en inglés, o en español, a las autoridades saudíes, en las que se les inste a las autoridades saudíes a:

– Retirar los cargos presentados contra este hombre sobre la base o en relación con su orientación sexual, pues violan su derecho a la intimidad, a la libertad de expresión y a nosufrir discriminación, entre otros.

– Pedir que no lo sometan a flagelación y recordarles que hacerlo supondría un incumplimiento de las obligaciones contraídas por
Arabia Saudí en virtud de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, en la que es Estado Parte.

– Señalar que, si está encarcelado únicamente por cargos relacionados con su presunta orientación sexual, Amnistía Internacional lo considerará preso de conciencia y pedirá que sea puesto en libertad de inmediato y sin condiciones.

Las cartas se pueden enviar antes del 24 de diciembre a:

Rey de Arabia Saudí
His Majesty King ‘Abdullah Bin ‘Abdul ‘Aziz Al-Saud
The Custodian of the two Holy Mosques
Office of His Majesty the King
Royal Court, Riyadh
Arabia Saudí
Fax: (vía el Ministerio del Interior)
+966 1 403 1185 (insistan)
Tratamiento: Your Majesty / Majestad

Viceprimer ministro segundo y ministro del Interior
Second Deputy Prime Minister and Minister of the Interior
His Royal Highness Prince Naif bin ‘Abdul ‘Aziz Al-Saud, Ministry of the
Interior, P.O. Box 2933, Airport Road
Riyadh 11134
Arabia Saudí
Fax: +966 1 403 1185 (insistan)
Tratamiento: Your Royal Highness / Señor Ministro

Y copias a:
Presidente de la Comisión de Derechos Humanos
President, Human Rights Commission
Bandar Mohammed ‘Abdullah al-Aiban
Human Rights Commission
P.O. Box 58889, King Fahad Road, Building No. 373, Riyadh 11515
Arabia Saudí
Correo-e: hrc@haq-ksa.org

Además, Aministía Internacional también nos pide enviar copias a las representaciones diplomáticas de Arabia Saudí en nuestros respectivos países. En el caso de España, en este enlace puedes encontrar las direcciones de la Embajada de Madrid y del Consulado de Málaga.
Enlace I Amnistía Internacional
En Ambiente G I Arabia Saudí condena a un gay a recibir 500 latigazos
En Ambiente G I Mil latigazos y un año de cárcel por grabar un vídeo gay

 

Partidarios de ISIS asesinan a pedradas a dos hombres acusados de ser gays en Siria

El terror se ha instaurado en los países de oriente medio que están controlados por el Estado Islámico, ISIS, y las ejecuciones públicas se han convertido ya en una práctica tan habitual que resulta terroríficamente espezlunante. Monitor de Terror, el grupo que denuncia este tipo de atropellos contra la humanidad tuiteó unas fotos publicadas por ISIS este domingo, 25 de octubre, de la ejecución de dos hombres, en la ciudad Siria de Aleppo, a los que se acusa de ser gays. Los terroristas usan dos formas crueles de ejecutar a homosexuales: Arrojándolos desde azoteas de casas y estas últimas mediante lapidación.

Las imágenes muestran a una multitud enfurecida, incluyendo niños, lanzando piedras a dos hombres atados y con los ojos vendados sobre una lona blanca. Los primeros planos muestran los rostros y ropas ensangrentadas de los dos hombres y las piedras que se utilizaron para matarlos manchadas de su propia sangre.

Estas son las fotos impactantes que muestran la ejecución de estos dos hombres en Siria acusados de ser homosexuales:

gays asesinados por isis

A principios de este mes de octubre, el grupo yihadista lanzó a dos hombres gay desde el tejado de un edificio en Mosul, Irak, con el pretexto de que eran una pareja gay. El mismo fin de semana, otros dos hombres “gays” fueron lanzados desde un edificio en Nínive. Esta vez los arrojaron sobre una pila de bloques de cemento.

ISIS también ejecutó a nueve hombres y un niño acusado de ser gay en Siria en septiembre y han reivindicado la autoría de los asesinatos de al menos otros 30 hombres homosexuales.

La cacería homófoba del IS

Miembros del IS arrojan a un supuesto homosexual desde un edificio

Miembros del IS arrojan a un supuesto homosexual desde un edificio. E. M.

Atrapados entre la pared de regímenes autoritarios que recurren a la moral pública para legitimarse y la espada de grupos extremistas como el autodenominado Estado Islámico (IS) que presumen de una sanguinaria cruzada para erradicar el “vicio”. Así se hallan los homosexuales que habitan el Oriente Próximo de primaveras marchitas y salvajes otoños. A principios de esta semana, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró a puerta cerrada una reunión informal en la que resonó la voz de las víctimas gays que sufren la persecución en las zonas de Siria e Irak gobernadas por el califato del IS.

El sirio Subhi Nahas, trajeado y aterido de nervios, fue el rostro de una cita histórica. “Al principio estaba muy nervioso porque sentía que estaba haciendo algo importante. Luego, me llené de fortaleza al pensar que estaba dando voz a otra mucha gente. Los miembros delConsejo de Seguridad incluso se animaron a contar sus experiencias personales”, dice a EL MUNDO Nahas desde Nueva York, muy lejos del polvorín sirio.

Desde que el IS extendiera sus tentáculos al calor de la guerra civil siria y el caos iraquí, la organización que dirige Abu Bakr al Bagdadiha firmado crímenes atroces contra la clandestina comunidad homosexual. Según la ONU, las huestes del califato se han atribuidola muerte de al menos 30 personas juzgadas por sodomía a un lado y otro de la frontera. “En junio la hisba [policía religiosa del IS] arrestó a tres jóvenes en Mosul, los subió a la azotea de un edificio de siete plantas y los lanzó al vacío. Dijeron que era el castigo por practicar la homosexualidad”, señala Esmat Rajab, líder del Partido Democrático del Kurdistán en la segunda ciudad de Irak hasta la irrupción de losyihadistas en junio de 2014.

Uno de esos ajusticiados era un niño de nueve años que fue víctima de una violación por parte de un adulto que era militante del IS y que también fue asesinado. No fue su culpa, pero lo mataron sin piedad. Cuando cayó al suelo, el chico aún estaba vivo y trató de escapar. No se lo permitieron y le dispararon en la cabeza”, cuenta a este diario un activista de Mosul que rehúsa proporcionar su nombre por motivos de seguridad. Hasta entonces habían perdido la vida 18 personas acusadas de sodomía en la capital iraquí del califato.

Los vecinos aplauden

El IS, que se ha jactado de su brutalidad divulgando fotografías y vídeos de los homosexuales capturados y liquidados, también les ha sometido a lapidaciones, pelotones de fusilamiento ydecapitaciones. Todas las fechorías han sido cometidas a plena luz del día. “En la mayoría de los casos cientos de vecinos, incluidos niños, han aplaudido los crímenes con júbilo como si se tratara de una boda. Si la víctima no fallecía después de ser arrojada desde lo alto la mataban a pedradas“, recuerda Nahas.

En el encuentro del Consejo de Seguridad, un segundo testimonio levantó acta del horror. Un iraquí llamado Adnan contó su tormento en una conversación telefónica desde una localización no desvelada. “En mi sociedad ser gay significa la muerte y cuando el IS asesina a los gays, la mayoría de la gente es feliz porque piensa que estamos enfermos. El IS ha cosechado buena fama con estas acciones“, declaró quien abandonó su hogar huyendo de los barbudos.

“Mi propia familia se volvió contra mí cuando el IS fue en mi búsqueda. Si ellos no me matan, mis parientes lo harán”. Según el fugitivo, los acólitos del califato localizan a los homosexuales mediante los contactos de móvil y Facebook de las personas que capturan.

“Es un testimonio horrible. Me imagino el miedo que debe tener. Era posible percibirlo en su tono de voz cuando lo contaba por teléfono. Entendía lo que decía”, confirma Nahas, quien mantiene a duras penas el contacto con algunos compañeros de batalla en Siria. “Incluso cuando hay electricidad e internet funciona, es muy complicado tener una conversación, y mucho más que hablen abiertamente de su orientación sexual. Temen que alguien les escuche y pueda descubrirlos”.

Persecución en otros países

El horizonte no resulta menos sombrío en otros países de Oriente Próximo. Tras el ocaso de Sadam Husein en 2003, las milicias chiíes que aún imponen su ley en el Irak libre del IS segaron cientos de vidas por la sospecha de sodomía.

En Arabia Saudí, aliado de Estados Unidos en su lucha contra el califato y cuna del islam más ultraconservador, la homosexualidad se castiga con cárcel, latigazos, castraciones e incluso pena capital.

En el vecino Egipto, el golpe de Estado que en julio de 2013 desalojó del poder al islamista Mohamed Mursi ha resucitado la persecución contra una comunidad que había gozado de cierto aperturismo al socaire de las revueltas que destronaron a Hosni Mubarak. Paradójicamente, ha sido un régimen encabezado por un militar, el actual presidente Abdelfatah al Sisi, quien ha ordenado la campaña contra el libertinaje que se ha saldado con más de 150 arrestos.

Las aplicaciones de móvil o las páginas web de contactos se han convertido en herramientas empleadas por la policía para atrapar a quienes atentan contra la decencia pública. Según la Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales, al menos cuatro extranjeros han sido deportados del país árabe por su orientación sexual desde el pasado abril. A principios de agosto, un turista europeo fue detenido en Marsa Matruh, en la costa mediterránea; interrogado sobre su homosexualidad en una comisaría y trasladado al aeropuerto de El Cairo, donde fue obligado a comprar un billete de regreso a casa.

En las tierras de Mahoma no sólo los guardianes del islam han justificado estos ilimitados zarpazos de intolerancia. El pasado diciembre, en una entrevista en exclusiva concedida a este diario,Teodoro II -el Papa de la Iglesia Ortodoxa Copta que profesa un 10% de la población egipcia- manifestó sin ápice de rubor que su misión era liberar al mundo de “enfermedades sociales como la homosexualidad.

“Es un mal que requiere arrepentimiento o tratamiento médico“, apostilló.