Francia castigará con multas de hasta 3.500 euros a los clientes de prostitución

Se creará un fondo para ayudar a las prostitutas a que dejen la actividad

Manifestación contra la ley de penalización a los clientes de prostitución en Francia

Manifestación contra la ley de penalización a los clientes de prostitución en Francia Ian LangsdonEFE

Tras un largo tira y afloja entre la Asamblea Nacional y el Senado, Francia aprueba la ley que castiga a los clientes de prostitución y no a las prostitutas. Los clientes serán multados con 1.500 euros y hasta 3.500 euros en caso de reincidencia, con la obligación además de seguir una formación sobre los males de la prostitución.

La medida convierte a Francia en el quinto país europeo que penaliza al comprador de sexo en lugar de al vendedor, después de Suecia, Noruega, Islandia y Reino Unido. Además, el Gobierno va a establecer un fondo de 4,8 millones de euros para ayudar a las que quieran dejar la actividad y facilitará también los trámites para regular la situación en el país de aquellas que sean extranjeras, dado que la mayoría se encuentran en situación irregular. Según las estimaciones oficiales, en Francia hay entre 30.000 y 40.000 prostitutas, en su mayoría procedentes de Europa del Este, África, China y América Latina.

La petición se aprobó por primera vez en el Parlamento en 2013 pero no ha sido finalmente adoptada hasta este miércoles, la cuarta vez que pasaba por la Asamblea tras la negación continua del Senado. En caso de falta de acuerdo, la última palabra la tienen los diputados, como ha sido el caso.

La izquierda se mostraba a favor de la propuesta mientras que la derecha, dividida, decidió establecer libertad de voto en esta última jornada que finalmente pasó la ley con 64 votos a favor y 12 en contra -solo participaron en esta jornada 76 diputados de los 577-. Los radicales de izquierda también cuestionaban la idoneidad de la medida.

Los partidarios de la ley defienden que ayudará a combatir el proxenetismo y las redes de tráfico de personas pero sus detractores aseguran que el temor a la represión llevará a las prostitutas a ocultarse y facilitará que éstas sean maltratadas por clientes y explotadores sexuales.

“Esta ley es indispensable para que no se pueda considerar más como normal la compra del cuerpo de una persona”, declaró la diputada socialista Maud Olivier a la AFP, que considera que el texto convierte finalmente a las prostitutas en “víctimas” y “no ya como delincuentes”.

A través de su cuenta personal de Twitter, el primer ministro Manuel Valls ha saludado la decisión que considera “un avance mayor” para los “derechos de la mujer”.

Mientras el texto se votaba, unas 70 prostitutas participaban en una protesta en los alrededores de la Asamblea Nacional con carteles que clamaban: “Putas con el puño levantado contra la penalización de los clientes”, o “clientes penalizados, putas asesinadas”. Las asociaciones de prostitutas que aseguran realizar su actividad de forma voluntaria temen igualmente una pérdida de ingresos.

Patrullas contra la prostitución

Hombres repartiendo octavillas en las Ramblas en contra de la prostitución

Hombres repartiendo octavillas en las Ramblas en contra de la prostitución. SANTI COGOLLUDO

“Los hombres de verdad no compran mujeres”. El primer cliente al que le entregan un papel con esta frase mira unos segundos hacia el suelo, levanta la cabeza y dice que sólo se va a tomar una copa. El segundo cliente al que le entregan un papel con la misma frase lo rompe en la cara de Pere Soler y su grupo de seis hombres. Los proxenetas montados en coches caros les miran con recelo. Las jóvenes de Europa del Este les insultan. Ellos permanecen impasibles en la puerta de uno de los burdeles de La Junquera, entregando propaganda contra la prostitución a todos los camioneros que hacen una pequeña parada en este municipio fronterizo entre Cataluña y Francia. Aquí hay el doble de mujeres vendiendo su cuerpo que hace 10 años. Muchos llaman al lugar el “paraíso de la prostitución”. Otros, como Pere, coordinador de la Asociación Zeromacho en España, lo consideran el epicentro de la corrupción moral y de la desigualdad de género.

“Tenemos que combatir el machismo empezando por su representación más extrema, la prostitución. Explotar sexualmente a las mujeres es incompatible con la democracia”. Palabra de un hombre que dice sentir estupor al leer que el 20% de los varones españoles reconoce haber pagado por sexo. Por ello, Pere decidió hace unos meses unirse al colectivo Zeromacho, un movimiento que nació hace cinco años en Francia de la mano de Gérard Biard, actual director del semanario satíricoCharlie Hebdo. En sus columnas defiende que se debe multar a los clientes para poner fin a la explotación sexual de la mujer. Sus reivindicaciones ya están en 56 países, con miles de seguidores a pie de calle exigiendo que se prohíba la prostitución. Ahora se acaban de dar a conocer en Barcelona.

“Nos centramos en el problema, que son los clientes. Hay que construir una sociedad igualitaria y no pararemos mientras haya un solo hombre que pueda comprar los servicios sexuales de una mujer“, asegura Pere. Tiene 52 años y trabaja como director de relaciones externas del Parque Audiovisual de Cataluña. A su lado está Bernat Escudero, 38 años, empleado de una empresa hidráulica. Ellos, junto al resto de los 10 hombres que han puesto en marcha este proyecto en España, pasean estos días por el barrio barcelonés del Raval, “intimidando” con discursos sobre igualdad de género a aquellos que se acercan a las prostitutas apostadas en los portales. “También vamos por los institutos, llevamos a ex prostitutas, que explican a los chavales lo que se esconde detrás de ese mundo. Les enseñamos a respetar a las mujeres y a ellos mismos”, cuentan.

-“¿Por qué sólo sois hombres?”

-“La respuesta es sencilla, si nosotros no somos capaces de convencer a otro hombre para que no se vaya de putas, una mujer no lo va a hacer”.

zero macho

“No necesitamos ser salvadas”

Como todas las historias, ésta también tiene dos caras. Por eso hablamos conConcha Borrell, presidenta de Aprosex, la primera asociación de prostitutas que lleva tres años en acción en Barcelona, dando apoyo moral y luchando por los derechos de las chicas que ejercen la prostitución por la normalización del trabajo sexual.

Encontramos a Concha en una manifestación a favor de la regularización de la prostitución, a pocos metros de donde el colectivo Zeromacho entrega panfletos con sus reivindicaciones. “Nosotras no necesitamos ser salvadas. Estaría bien que este grupo de hombres nos hubiera preguntado por nuestra situación. Se creen que no somos lo suficientemente fuertes para ayudarnos entre nosotras”, explica esta catalana de 43 años, terapeuta sexual y prostituta desde hace nueve años. “Lo que están haciendo estos tipos es victimizarnos y quitarnos la voz. No dudo de que sus intenciones sean buenas, pero desde nuestro colectivo llevamos años luchando por nuestros derechos, como ciudadanas y trabajadoras libres, y esto entorpece nuestra lucha”.

Concha lleva dos años en Barcelona dando cursos sobre prostitución, con grupos de seis y siete mujeres, con el objetivo de instruir a las chicas que empiezan a hacer la calle, con nociones básicas para la profesionalización del oficio más antiguo del mundo. “Trabajar en el mundo del sexo no es fácil. Hay que tener una formación”.

Desde Zeromacho no comparten la misma idea. “No está bien que se incite, con esos cursos, a que las chicas se metan a esclavas, que es en lo que te convierte la prostitución. Todas lo hacen a cambio de dinero, ninguna vende su cuerpo porque les guste, sino porque las circunstancias sociales las han llevado allí. Que quede claro que no es un trabajo, es explotación de la mujer”. El colectivo de hombres cada día que pasa tiene más adeptos en España. Ya han firmado su manifiesto más de 200 personas, con la idea de organizar patrullas urbanas en sus ciudades para dar a conocer la realidad que ellos perciben de estas mujeres.

“Muchos pensarán que somos unos frikis o ultracatólicos, pero nada de eso. Sólo queremos construir un país igualitario, sin machismo ni violencia contra las mujeres. Vamos contra los puteros, porque sin ellos no existiría la prostitución, y como consecuencia, desaparecería la trata de personas”.

Un centenar de menores transexuales no recibe atención integral por parte de la Administración

Todos los partidos, a favor de desarrollar la ley que recoge los derechos de las personas transexuales en Navarra

Navarra fue una comunidad pionera en la aprobación, en 2009, de la ley de no discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de los derechos de las personas transexuales. La norma, que fue referencia legal para otras comunidades, supuso la puesta en marcha de una unidad específica en materia de transexualidad (Unidad Navarra de Transexuales e Itersexos) dentro del servicio público de salud.

Sin embargo, lo que parecía un prometedor principio para la atención integral de este colectivo, quedó más tarde diluido entre los recortes presupuestarios y la falta de voluntad de los gobiernos de UPN para implantar su desarrollo. Reconociendo la parálisis a la que ha estado sometido el contenido de esta ley, todos los grupos de la Cámara han aprobado este jueves por unanimidad una resolución presentada por Bildu para instar al Gobierno de Barkos al “cumplimiento íntegro de la ley”, especialmente en lo relativo a las campañas de sensibilización, atención y acompañamiento a las familias de menores transexuales, así como lo relacionado con acciones en el ámbito educativo.

Se trata, como señala la resolución, de que exista voluntad política para “promover el conocimiento y el respeto hacia esta realidad”. Una situación que afecta a un centenar de menores en la Comunidad foral, según los datos de la Asociación de Familias de Menores transexuales Chrysalis, que recientemente mantuvo una sesión de trabajo con los grupos políticos y que ha sido el origen de la resolución presentada por Bildu en el Pleno.

Bildu recordó que “la transexualidad es la condición por la que el sexo de una persona no se corresponde con el sexo que se le asignó al nacer en atención a sus genitales”. Según los datos ofrecidos por Chrysalis, la tasa de suicidio entre menores “a quienes en su infancia se les negó su identidad” es del 41%, mientras que la tasa de la población general baja hasta el 1,6%. “La diferencia entre acompañar a un menor en situación de transexualidad o negar su identidad puede ser abismal”, mantiene la asociación.

Por ello, Bildu pidió ayer el compromiso de los grupos para desarrollar la ley de 2009 y dotarla de contenido para que, como reclama la asociación, estos menores puedan “recibir de la Administración foral una atención integral y adecuada a sus necesidades médicas, psicológicas, jurídicas y de otra índole, en igualdad de condiciones con el resto de la ciudadanía, dentro del ámbito competencial que corresponde a Navarra”.

Activista gay y diputado, el otro preso de conciencia de Maduro

'El SELFIE' DEL PRISIONERO

‘El SELFIE’ DEL PRISIONERO. En su celda de 2×3 metros que comparte con otro reo. Ha perdido 25kg.

Las palabras llegan desde El Helicoide, sede del servicio de inteligencia venezolano: “Hace dos años me sacaron de mi casa con un dinero sembrado por el Sebin [Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional]. Desde ese momento me di cuenta de que estamos en manos de sicarios con chapas”. Quien habla es Rosmit Mantilla y se comunica con Crónica desde el sitio en el que está recluido desde hace casi dos años.

Es el otro prisionero de conciencia que Amnistía Internacional ha declarado en Venezuela, además de Leopoldo López. Pero, de acuerdo con organizaciones de derechos humanos locales, integra una lista de más de 100 presos políticos que, tras la aprobación esta semana de la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional, están a un paso de la anhelada libertad. Como ellos, otros miles de perseguidos políticos. El presidente Nicolás Maduro ha insistido en que vetará la ley, pero Rosmit tiene fe: “Lo vamos a lograr”.

Su pesadilla comenzó el viernes 2 de mayo de 2014, a las 5.30 de la mañana.Decenas de funcionarios “armados hasta los dientes” lo sacaron esposado de la vivienda de sus abuelos maternos en Caricuao, una zona popular de Caracas. La detención sucedió justo cuando el abuelo se disponía a llevar a su nieto a laUniversidad Santa María, donde Rosmit, entonces de 31 años, estudiaba Comunicación Social.

En su cuarto, supuestamente, consiguieron dos sobres con dinero para financiar protestas contra el Gobierno de Maduro. El dato lo dio un patriota cooperante o lo que Ingrid de Díaz, madre de Rosmit, llama un “sapo [chivato] del régimen” chavista. Esta fuente anónima dijo que Rosmit, del partido de Leopoldo López, recibió el dinero de un general, que le dio instrucciones de entregarlo a líderes de la oposición. Con 20.000 bolívares (entonces 215 euros en el mercado negro, hoy 15), presuntamente adquirirían miguelitos (artefactos con clavos para pinchar los neumáticos) y pólvora.

A pesar de que el dinero no se empleó para ese fin, pues según la versión oficial lo encontraron en el hogar de sus abuelos, a Rosmit, el niño tranquilo y dulce de Ingrid, lo acusaron de seis delitos comunes, siguiendo el modus operandi de la mayoría de los casos de presos políticos en Venezuela. Entre sus supuestos delitosdestacan el de incendio de edificios públicos y privados, obstrucción de vías, instigación a delinquir e intimidación pública. “La instrucción que tenía el fiscal de este caso era adjudicarle los mismos delitos que a Leopoldo López. Por eso a él lo detienen por una cosa y lo acusan por seis cosas distintas”, explican sus abogados, Theresly Malavé y Omar Mora Tosta.

Su audiencia preliminar fue diferida 11 veces en 11 meses. Finalmente se llevó a cabo, con un juez que no era el titular de la causa. En media hora, éste desechó los argumentos de la defensa, admitió la acusación completa y, lo más grave para los abogados de Rosmit: no aceptó los elementos de prueba que presentó la defensa para el juicio, aplazado en tres ocasiones.

Su detención sorprendió a su familia y a sus compañeros de clase y de partido; pero también a su comunidad de LGBTI [Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales] y a sus vecinos, tanto los de Caracas como los de Cordero, en Táchira, donde vive su familia. Hasta ese momento, sólo ellos lo conocían. Los medios se referían a él como un estudiante más. No era de los que salían a manifestarse y dentro de Voluntad Popular (VP) no era de las caras visibles. Lo suyo era el movimiento Proinclusión, de la tolda naranja, con el que se defienden los derechos de los sexodiversos.

Pero era y sigue siendo amigo cercano de la ahora diputada Gaby Arellano, una de las dirigentes de la oposición que el Gobierno tiene en la mira. Y también se desempeñaba como community manager de varios de los líderes del partido de López. Esos dos factores podrían ser, a juicio de sus defensores, los que motivaron su detención, considerada arbitraria por la ONU.

Noches de terror

“El sistema penitenciario de Venezuela no son más que centros de tortura, donde se violan los derechos más fundamentales. La sensación de que mi seguridad está en riesgo es mi día a día. No sé cuándo uno de estos sicarios de Maduro vendrá a buscarme para torturarme”, cuenta Rosmit.

Hace dos semanas, uno de sus compañeros de calabozo, también activista de VP, Gilberto Sojo, vivió una noche de terror. El 17 de marzo, en medio de unasituación irregular denunciada por el partido de López, su celda fue desalojada y él presuntamente recibió malos tratos.

Rosmit se salvó. Pero al día siguiente no cumplió con su rutina: organizar sus cosas, escribir y leer. Salió de su celda, donde prefiere permanecer “por seguridad”. Y junto a Gilberto Sojo, el afectado, y Renzo Prieto, otro de los presos políticos, se reunió con el jefe de operaciones del Sebin para pedir que cese el maltrato y se respeten los derechos de los detenidos. De lo contrario, harán huelga de hambre.

Los tres, Rosmit, Gilberto y Renzo, resultaron electos diputados suplentes el pasado 6 de diciembre. Pero en vez de participar en la ahora opositora Asamblea Nacional, están tras las rejas. Esto, dicen sus abogados, pese a que, según el artículo 200 de la Constitución, gozan de inmunidad parlamentaria y debieron haber sido liberados al momento de su proclamación.

Rosmit Mantilla, a la derecha, en una manifestación del colectivo LGTBI.

Rosmit Mantilla, a la derecha, en una manifestación del colectivo LGTBI.

Sus causas están en tres tribunales diferentes y ninguno da despacho desde el 29 de enero, cuando el Parlamento les solicitó, mediante oficio, que les liberaran para que pudieran ocupar sus curules o escaños, ante la ausencia de los diputados principales.

Rosmit asegura que al salir de prisión será “un diputado integral”. Para él, la prioridad es atacar la crisis económica “producto del desastre político del gobierno saliente”. Pero también cumplirá con su principal compromiso: reformar el Código Civil para que las familias LGBTI de Venezuela puedan tener un matrimonio “igualitario y digno”. Esto en un país en el que, de acuerdo con el estudio de 2015 de Amnistía Internacional, hay una “arraigada discriminación” y se reciben informes constantes de violencia contra los sexodiversos.

Sin agua ni luz

Rosmit ya no es el joven cachetón rozagante de las fotos. A pesar de que sus familiares le llevan el agua potable que no hay en El Helicoide, las empanadas de queso (pastel relleno), el cochino, el pasticho (lasaña) y hasta las golosinas que tanto le gustan, ha perdido 25 kilos. La gastritis que padecía antes de ser detenido ha empeorado. Su piel ahora es áspera y pálida.

Pero a diferencia de otros presos políticos, su cuerpo no tiene las huellas del maltrato. La tortura de Rosmit estos dos años ha sido psicológica. “Está medicado por la ansiedad, que no lo deja dormir; el temor de que en cualquier momento puedan entrar y voltear todas sus pertenencias o sacarlo de su celda para hacerle preguntas o simplemente para hostigarlo”, cuenta su madre.

“El hecho de estar preso allí, siendo inocente, es una tortura”, dicen sus abogados. Cuando llegó al Sebin, recibió el mismo trato denunciado por los más de 3.300 detenidos entre 2014 y 2015 en las manifestaciones contra Maduro. Los primeros 8 días, relata su madre, durmió sentado con más de 20 personas en un espacio muy reducido.

Justo después se encontraron madre e hijo. Ingrid atravesó junto a su esposo muchas rejas para hallarlo sentado al final del pasillo, con muy poca luz. Rosmit la abrazó. Le pidió perdón y ella, sumida en llanto, le contestó: “¡No tengo que perdonarte por algo que yo te enseñé, amar a tu país!”. La de Rosmit es una familia que se define como demócrata y luchadora: “Siempre nos ha gustado esa política sana de servicio a la comunidad”.

Por ahora Rosmit sigue haciendo lo suyo en El Helicoide, donde se reúne con otros presos para hacer tertulias políticas. El resto del tiempo lo pasa en una celda de 2×3 metros, que comparte con otro reo. No tiene ventanas. El sol lo ve una vez al mes o cuando a los funcionarios “les da la gana” de sacarlos al patio. Cuando tiene la oportunidad, sin embargo, prefiere no salir para evitar humillaciones, y es que, según ha denunciado su madre, en el patio los rodean policías que les toman fotos y los apuntan con armas.

Algunos guardias se refieren a él como “la mariquita”. Nunca se lo han dicho directamente pero lo sabe y no le importa. Ha logrado, por una parte, el cariño de la población penal, a la que defiende, con base en la doctrina de San Ignacio de amar y servir; y, por la otra, el respeto de los funcionarios del Sebin. “Mis lecturas sobre el gran Mandela me dejaron como legado que debía ser amable hasta con el más cruel de mis captores. Los trato con respeto pero no permito que se burlen de mis derechos”, dice.

Echa de menos a su familia. “Es lo que más me afecta. Lo más difícil es estar solo donde hay tanta gente. Ver cómo la maldad camina por la celda. Es muy duro entender que cuentas con gente maravillosa, pero aquí adentro estás solo”. Su sufrimiento, ahora, podría estar próximo a su fin.

Misisipi (EE.UU.) aprueba una ley que permite a los comercios no atender a los gays EFE – Washington 06/04/2016 – 0

El gobernador de Misisipi (sur de EE.UU.) firmó hoy una ley que permite a los propietarios de comercios y a los funcionarios públicos no atender a las parejas gays y lesbianas con base en sus creencias religiosas, lo que ha desencadenado críticas por parte de la comunidad LGBT.

Misisipi (EE.UU.) aprueba una ley que permite a los comercios no atender a los gays

Misisipi (EE.UU.) aprueba una ley que permite a los comercios no atender a los gays

El gobernador republicano Phil Bryant explicó en un comunicado que firmó la ley para “proteger las creencias religiosas y las convicciones morales de individuos, organizaciones y asociaciones privadas de acciones discriminatorias por parte del gobierno estatal o sus dependencias políticas”.

La norma, que lleva por nombre Ley de Protección de la Libertad de Consciencia de la Discriminación Gubernamental, ha hallado la oposición frontal de los grupos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales (LGBT), así como de negocios locales y del Consejo Económico de Misisipi.

El grupo de defensa de los derechos de los homosexuales Freedom for All Americans calificó la norma como “la peor pieza de legislación anti-LGBT de toda la nación”.

La ley impide que el gobierno estatal sancione a cualquier iglesia, organización o empresa que se niegue a ofrecer sus servicios a personas si ello supone una violación de sus creencias religiosas como que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer y que los conceptos “hombre” y “mujer” son inmutables.

Varios estados de EE.UU. han legislado durante los últimos meses normas polémicas invocando la libertad religiosa, tras la histórica resolución del Tribunal Supremo del año pasado que legalizó el matrimonio homosexual en todo el país.

Hasta la de Misisipi, la ley más polémica era la de Carolina del Norte, aprobada el mes pasado por el gobernador republicano Pat McCrory y que limita las protecciones antidiscriminatorias para los miembros de la comunidad LGBT.

La norma de Carolina del Norte llevó hoy a la multinacional de pagos por internet PayPal a anunciar que abandona una expansión de negocio planeada en ese estado que hubiera dado empleo a unas 400 personas, al considerar que la ley es contraria a los valores y cultura de la compañía.

También empresas como American Airlines, Apple, Bank of America, Facebook, Google, IBM, Microsoft, Twitter y Yahoo se han posicionado en contra de la norma de Carolina del Norte.

Por su parte, el alcalde de Seattle, Ed Murray, y el gobernador del estado de Washington, Jay Inslee, ambos demócratas, decretaron hoy la prohibición a todos los empleados públicos de llevar a cabo viajes oficiales a Misisipi si estos no son “esenciales” mientras la ley esté en vigor.

Denuncian a dos obispos por afirmar que la Ley de Transexualidad madrileña “retuerce la naturaleza humana”

Reig Plà destaca que 'no hay posibilidad de sociedad justa sin derecho a la vida'

Reig Plà destaca que “no hay posibilidad de sociedad justa sin derecho a la vida” EFE

El Observatorio Español contra la LGTBfobia ha denunciado este miércoles a los obispos de los municipios madrileños de Alcalá de Henares y Getafe,  Juan Antonio Reig Pla y Joaquín Mª López de Andújar y Cánovas del Castillo y al auxiliar de este último, José Rico Pavés, por atacar la Ley de Transexualidad aprobada el pasado 17 de marzo en Madrid con la abstención del PP. Días después, los obispos suscribían una carta en la que concluyen que la libre determinación de la identidad de género es un “supuesto derecho” y afirman que la norma conlleva “la sumisión de las personas a un poder totalitario” que “pretende abolir cualquier norma moral” y “retuerce la naturaleza humana”.

El colectivo LGTB considera que estas y otras palabras del documento vulneran el artículo 510 del Código Penal y constituyen un supuesto delito de incitación al odio porque fomentan “la discriminación contra las personas transexuales”, en palabras del abogado Estanislao Naranjo. La denuncia, interpuesta ante la Audiencia Provincial de Madrid, asegura que los obispos “niegan el derecho reconocido por ley” al afirmar que la definición de la identidad de género es un “supuesto derecho”.

Para Naranjo se trata “de una intromisión en los poderes públicos. Cómo si la Iglesia pudiera decidir qué es derecho y qué no. Ese poder ya lo tuvo hace muchos años”, afirma. “Difícilmente se podrá defender el derecho de personas que se consideran discriminadas cuando esa defensa se funda en una comprensión equivocada del ser humano”, escriben las autoridades eclesiásticas.

Los obispos dicen manifestar en su polémica carta “todo el respeto hacia los que han promovido esta ley y sus posibles destinatarios”, a los que al final de la misma califica de “afectados”. Sin embargo, sostiene Naranjo, “no es una ley que obligue a nada, sino que los ciudadanos pueden acogerse libremente a ella o no”. A lo largo de seis páginas, Reig Pla y López de Andújar afirman que la Ley de Transexualidad, celebrada por la mayoría de colectivos LGTB como un avance sustancial, es “injusta y a nadie obliga en conciencia”.

Otro de los párrafos que más han indignado al Observatorio contra la LGTBfobia y que motivan la denuncia es el que vincula la norma con “graves atentados contra el quinto mandamiento y los facilita respecto al sexto y noveno”. Estos son, para la Iglesia, “no matarás”, “no cometerás actos impuros” y “no consentirás pensamientos ni deseos impuros”. “Está haciendo una clara llamada al odio contra los que se acojan a las medidas de la ley”, sostiene el colectivo, que ya había puesto en conocimiento de la Fiscalía de Delitos de Odio el contenido de la misiva.

Los obispos consideran que la ley es “solo una parte de los escalones programados científica y sistemáticamente” contra “el orden de la creación” y aseguran que el legislador se muestra “heredero” de lo que ellos llaman “la ideología de género”. Por último, critican el matrimonio entre personas del mismo sexo al sostener que la ley que lo permite “abrió la puerta a que cualquier combinación afectiva pueda terminar siendo reconocida como matrimonio. Lo mismo va a suceder con estas leyes”, dicen.

Ultrasexo

La obra de Mapplethorpe no ha envejecido en absoluto; sus fotos mantienen ese control clásico sobre el medio y una radicalidad en los temas

Derrick Cross, 1983

Derrick Cross, 1983 © Robert Mapplethorpe Foundation

Con frecuencia captaba la propia imagen de chico sexy y guapo, de látigos y braguetas, de rompimientos y suturas; de fotos brutales y bellísimas; de cuerpos escultura afroamericanos y contracultura leather… Miraba desafiante a la cámara —lo había hechosu amigo Warhol— maquillado o con pajarita, listo para una gala benéfica; en poses sadomasoquistas, con chaqueta de cuero y puñal en la mano; guerrillero, travestido, manteniendo a la muerte a raya… Formas rigurosas y poses calculadas —un autorretrato de Durero—; imágenes paradójicas e intensas, sexuales en cada gesto, con esa ultrasexualidad de la década de los ochenta en que todo valía, o valía al menos un rato: lo que durara la canción o la raya.

Quién sabe si esa paradoja que salpica la obra de Robert Mapplethorpe es precisamente lo que hace de su trabajo uno de los más especiales de aquella época tan llena de fotografías —el que mejor ha envejecido—. Es más, ante su obra —presentada en el Lacma (Los Angeles County Museum) y el Museo Paul Getty de la misma ciudad hasta el verano— el espectador tiene la sensación nítida de estar frente a una propuesta artística que no ha envejecido en absoluto: las instantáneas del artista estadounidense, fallecido de sida en 1989, con poco más de 40 años —en plena crisis de la enfermedad—, siguen manteniendo esa mezcla inesperada de control clásico sobre el medio —a ratos casi conservador en el modo de iluminar, la sintaxis fotográfica, el uso del blanco y negro…— y una poderosa radicalidad en los temas tratados.

De hecho, sus imágenes, a menudo muy explícitas, hablan de un deseo poco convencional donde el sadomasoquismo se mezcla con el homoerotismo —a ratos dulce como el famoso abrazo de los dos jóvenes vestidos con una corona y a ratos brutal como el cuerpo afroamericano sin rostro, elegantemente trajeado, de cuyos pantalones emerge indiscreto el pene—; la sexualidad alternativa y desgarrada de su amiga Patty Smith; andrógina en el caso de la body builder Lisa Lyon; o descarada en el delicioso retrato de la ancianita Louise Bourgeois, quien lleva uno de sus falos bajo el brazo a modo de inocente barra de pan.

La contradicción prodigiosa de Mapplerthorpe es la que las dos exposiciones de Los Ángeles han sido capaces de recuperar —desvelar, se diría—, junto a otros materiales extraordinarios de su abultado archivo — más de 3.000 polaroyds, 120.000 negativos, correspondencia…—, adquirido a medias por ambos museos en 2011. Quién sabe si fue su paradoja entre clasicismo y radicalidad lo que hizo del artista uno de los más controvertidos del momento, más allá del miedo colectivo al sida en una época en la cual se asociaba de forma directa a la comunidad gay que él explicitaba sin tapujos.

Visto el conjunto de las deslumbrantes imágenes años después se admira la elegancia del fotógrafo casi tanto como su desenvoltura a la hora de tratar los juegos en los márgenes. Asombran, sobre todo, esas formas desimplicadas, convertido el deseo alternativo de látigos y cueros en un ejercicio de estilo también, cargado no obstante de un eficaz mensaje político que, pienso ahora, quizás hubiera sido menos firme caso de haber presentado las imágenes una menor perfección estética. ¿Puede acaso el arte político ser bello? Mirando la obra de Mapplerthorpe, la respuesta afirmativa está clara. A lo mejor por eso clausuraron la muestra póstuma en la Corcoran Gallery y no por la supuesta ofensa a la moral pública: las fotos insolentes eran demasiado perfectas. Para los censores el chico guapo y su estética refinada y clásica no deberían haberse convertido jamás en los narradores del ultrasexo en los ochenta. Y, sin embargo, nadie lo relató como él.

Mapplethorpe

Poliamor, la tendencia sexual que la sociedad no acaba de aceptar

El poliamor, como alternativa a los conceptos heredados de pareja, celos o fidelidad, gana terreno y sus activistas luchan para que las leyes los tengan en cuenta.

poliamor

Ilustración: Laura Pacheco

Entonces el señor ratón y la señora ratona, que estaban muy enamorados, vivieron juntos, tuvieron ratoncitos, fueron felices y comieron perdices, perdón, queso. Más adelante, doña ratona conoció a otro ratón y como le gustaba mucho, éste fue a vivir con ella y su familia durante un tiempo, hasta que encontró una nueva madriguera, a la que iba la ratona a visitarle. Los tres ratones adultos, aunque discutían a veces, como todas las familias, se querían mucho y los pequeños ratoncitos crecieron con dos papás y una mamá, que les fueron enseñando como cuidar de si mismos y como escapar de los gatos.

La versión poliamor del hipotético cuento de los ratones no está todavía disponible en las librerías, y a juzgar por los resultados que se pusieron sobre la mesa en el congreso Queering Partnering, que tuvo lugar en la Universidad de Coimbra, el pasado 30 y 31 de marzo, parece ser que se hará esperar. Según el Proyecto Intimate, financiado por el European Research Council, coordinado por Ana Cristina Santos y que tiene por objeto analizar las diversas formas de convivencia y relación de la población LGBTQ en España, Italia y Portugal, la no-monogamia es menos aceptada por la familia o la sociedad que la homosexualidad. Al fin y al cabo, las parejas homosexuales repiten el modelo tradicional, aunque los dos miembros sean del mismo sexo. La verdadera revolución a nivel sexual, de afectos, relaciones, convivencia y, en cierta forma también social, viene de la mano de lo que se denomina poliamor.

En palabras de Giazú Enciso, psicóloga, activista e investigadora sobre estos temas, que publicó su tesis Poliamor, afectos y emociones en la Universidad Autónoma de Barcelona,“una definición de poliamor puede ser la de una relación de más de dos personas al mismo tiempo. De amor y compromiso, y no necesariamente sexual. Donde todas las personas involucradas saben y están de acuerdo en estar en esa relación. En mis conferencias siempre pongo el ejemplo del típico triángulo amoroso jefe-secretaria-esposa. Normalmente los tres lo saben, pero eso no es consenso, no significa que estén de acuerdo, no hay negociación. Hay resignación, mentiras e infidelidades. En el poliamor se ama a más de una persona al mismo tiempo, no se trata de follar a la mayor cantidad de gente posible”.

Hace ya tiempo que muchos llevan viendo la monogamia como las historias que nos contaba la factoría Disney, poco real y en colores brillantes. Empezando por el lado meramente científico y biológico, hay ya abundante literatura que nos demuestra que es muy difícil, por no decir imposible, encontrar especies en el reino animal que cumplan esta regla. El mito de la monogamia: la fidelidad y la infidelidad en los animales y en las personas (Siglo XXI, 2003), escrito por el zoólogo David P. Barash y la psiquiatra Judith Eve Lipton, utiliza diferentes saberes –biología, fisiología, antropología– para demostrar lo irreal de esta idea y lo poco conectada que está con el instinto animal. Hasta ahora se decía que muchas especies, sobre todo algunas aves, eran monógamas; pero las nuevas técnicas de determinación del ADN han permitido descubrir que los genes de muchos polluelos no siempre son del padre, y que engañar a la pareja, en ambos sexos, es algo mucho más común de lo que creemos y no requiere necesariamente de la existencia de Ashley Madison. La monogamia social existe en muchas especies, pero la sexual es algo insólito en la naturaleza.

La historia es otra prueba evidente de que la pareja, como célula social que luego dará paso a la familia, no es el único modelo posible, sino que hay muchos otros, basados casi siempre en razones económicas o de supervivencia. Además de la poligamia de los países árabes o de los mormones de Utah; la poliandria –una mujer que convive con varios varones– se practica en el Tíbet, en algunas zonas de India y era habitual entre los inuit, cuando había un exceso de hombres debido, en parte, a la horrible costumbre de matar a los bebés niñas. Y en Loshui, China, la comunidad Mosuo, es un ejemplo viviente de sociedad matriarcal, ya que sus mujeres viven en comunidad con sus hijos pequeños. Ellas son dueñas de los animales y la tierra y reciben a sus amantes o parejas de noche, pero no se casan ni viven con ellos.

Dos son compañía, pero tres no siempre es multitud

Puesto que la monogamia hace aguas y conceptos como amor, pareja, celos, afectos, fidelidad, matrimonio, traición o exclusividad son subjetivos, creaciones sociales o invenciones humanas; muchos empiezan a buscar alternativas al modelo de pareja tradicional, como pueden ser las relaciones abiertas o el poliamor. Golfxs con principios, en Madrid, es un colectivo dirigido a informar, dar herramientas y recursos a los que apuesten por las relaciones DIY. Según Miguel Vagalume, su impulsor, “en 2008 empezamos a reunirnos como grupo informal en fiestas, donde se mezclaban un montón de identidades, prácticas y tipos de relaciones. El nombre surgió como una traducción suavizada de uno de nuestros libros favoritos, el que marcó un antes y un después, Ética Promíscua, de Dossie Easton y Janet Hardy (Melusina, 2013), aunque yo ya escribía en el blog La Mosca Cojonera sobre sexualidad no convencional desde 2006. A través de charlas, eventos, actividades e información pretendemos ayudar a aquellos que quieran vivir una sexualidad diferente. Ofrecer todas las piezas posibles con las que cada cual pueda construirse su propio puzle, su propio Lego”.

Aunque Golfxs con principios no es un grupo cuya labor sea la militancia, para eso ya están asociaciones de poliamor en diferentes partes de España, si que, según Miguel, “abogamos por unos cambios legislativos que dejen de asociar una serie de derechos a un determinado modelo de relación y no a otros. Siendo el matrimonio un acuerdo con unas enormes implicaciones económicas, es curioso como se asigna únicamente a un determinado tipo de vínculo amoroso que debe demostrarse auténtico. Es un asunto muy extenso, y que afecta a muchos aspectos de la vida”.

Los abanderados del poliamor crecen cada día, realizan bodas que, aunque no tienen validez legal, sirven para apoyar y dar visibilidad a su causa y muchos, aunque no todos, creen que el siguiente paso, tras la consecución del matrimonio entre personas del mismo sexo, es el de las uniones entre más de dos individuos. La Asociación Poliamor Madrid,con un año y medio de vida, centra sus esfuerzos en otro punto. Según Karen Moan, su portavoz, “nosotros no creemos en el matrimonio como institución, aunque respetamos a los que la elijan. Nuestros esfuerzos, como activistas, están más en la línea de conseguir que la custodia legal de un niño puedan tenerla más de dos personas, o en que las uniones poli tengan los mismos derechos que las parejas de hecho”.

Brad, 37 años, y Patricia (33), llevan una relación poliamorosa con Andrés (41). Los tres viven en Barcelona, aunque no comparten casa. Patricia y Brad tienen un hijo de 4 años y Andrés vive solo. “Nunca nos planteamos nada a priori”, cuenta ella, “sino que las cosas han desembocado así. Tras un cierto tiempo viviendo como una pareja normal, Brad y yo desembocamos en una relación abierta. Llegado un punto nos empezamos a aburrir, queríamos otras cosas, aunque estábamos muy bien juntos, y decidimos permitirnos algo más, relaciones esporádicas sin ninguna consecuencia. Pero Andrés la tuvo y empezó a ser algo más que una aventura”. Ninguno de ellos se ha planteado nunca decir su verdadera condición ni salir del armario. “Jamás lo entenderían”, cuenta Patricia. “Para los vecinos y para el niño Andrés es un buen amigo de mamá y papá, que a veces pasa días con nosotros o nos acompaña en vacaciones. De momento no hay más preguntas. Cuando el niño crezca, tal vez se lo expliquemos, aunque nadie sabe si para entonces seguiremos juntos”. “¿Los celos?”, responde esta poliamorosa a mi pregunta sobre problemas en la relación, “si fuéramos celosos no estaríamos así, aunque también tenemos nuestros problemas. Esto no es la panacea, yo diría que los conflictos surgen más por temas de rivalidades, competencias; pero son las mismas que hay entre personas del mismo sexo, amigos o familiares”.

El gran problema y, al mismo tiempo, la gran ventaja del poliamor es que viene sin libro de instrucciones y no se disponen de muchos modelos a seguir. Iván Rotella es sexólogo, director de Astursex, un centro de atención sexológica en Avilés, y miembro de La Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS). Por su consulta pasan relaciones poliamorosas en busca de consejo. “Desde un punto de vista convivencial este modelo lo complica todo”, sentencia Rotella, “pero también propicia que la relación se construya a medida y que esté en permanente estado de revisión, lo que ayuda a su mantenimiento. El principal problema de las parejas al uso es que no negocian ni se comunican, y piensan que todo viene rodado. Yo diría que los que se inclinan por el poliamor son personas con una curiosidad erótica, a los que el ‘hasta que la muerte los separe’ no convence demasiado, los que tienen un pensamiento crítico respecto a todos esos conceptos alrededor del amor y la pareja, que hasta ahora parecían inamovibles”. En el apartado de los inconvenientes, este sexólogo subraya que “entre los hombres abunda la competitividad erótica –quién es mejor amante o quién la tiene más grande–, mientras que ellas pueden verse más inseguras frente a otra mujer más joven”.

Victoria Rosa es una coach de relaciones abiertas y poliamor (umbrellacoaching.com) que vive en Londres. Según ella, “la pareja ha vivido una importante evolución y veremos un gran cambio en los años que vienen. Aparecerán nuevas formas que convivirán con las más tradicionales. Pero incluso, para los que no abracen el poliamor, sus reglas pueden ser muy útiles para todos y pueden ayudar a gestionar los celos o a vivir el divorcio de una forma mucho menos traumática. Los países del norte de Europa nos llevan ventaja en libertad sexual y en independencia, ya que las naciones del sur, al ser más comunitaristas y depender más de la familia, se atreven menos a romper los moldes”.

Muchos ven el poliamor como un instrumento de lucha feminista para acabar con el modelo patriarcal. De hecho, como apunta Miguel Vagalume, “las dos biblias de este pensamiento han sido escritas por mujeres, Ética Promiscua y Opening Up (Melusina, 2015) de la feminista norteamericana Tristan Taormino. Los hombres han compaginado y solapado relaciones con el beneplácito de la sociedad. Ellas no podían, se las hubiera tachado de putas”.

«Sabían que soy gay y me dijeron todo eso para hacerme daño»

Artículo de MARÍA ALMAGRO publicado en La voz digital de Cádiz

Un árbitro de La Línea denuncia haber recibido insultos homófobos, vejaciones y amenazas durante un partido de cadetes.

El árbitro Jesús Tomillero, durante un partido - LA VOZ

El árbitro Jesús Tomillero, durante un partido – LA VOZ

«No me merezco eso. No me merezco que me pase algo así…», repite una y otra vez Jesús Tomillero, un joven árbitro que se ha convertido para su «desgracia», como él mismo confiesa, en el protagonista de un posible nuevo caso de homofobia.

Ocurrió el pasado sábado 26 de marzo. En la ciudad deportiva de La Línea cuando se celebraba el partido de Tercera Andaluza en la categoría cadete entre los equipos Peña Madridista linense y el Mirador de Algeciras. Todo iba como es habitual, hasta que el colegiado no pitó un posible fuera de juego. «El encargado de material empezó a a gritarme desde la portería y le pedí que se fuera hacia la zona técnica que era donde tenía que estar, pero no me hizo caso. Siguió protestando. Así que le expulsé».

Fue entonces cuando, según refleja la denuncia presentada ante la Policía y el propio acta del partido, el encargado de material comenzó con las amenazas. «Tu y yo nos vamos a ver las caras», le aseguró. En la grada siguió con los insultos. «Le dije al delegado del campo que avisara a las fuerzas de seguridad, que esa persona tenía que marcharse al vestuario y que me estaban amenazando, pero me contestó que yo lo que quería era liarla más».

La situación se agravó. «Estuvo toda la segunda mitad insultándome. Me decía: ‘eres un maricón’, ‘anda, que después te vas a hartar de comer pollas…’ Yo intentaba hacer mi trabajo, no hacerle caso pero era difícil». Más aún cuando la actitud del adulto fue secundada por otros jugadores, niños de 14 y 15 años que no dudaron en gritar ‘maricón’ en varias ocasiones a Jesús. «Eres muy malo, sólo sirves para eso», me decían.

Y el acoso siguió tras el encuentro. «Cuando estaba rellenando ya el parte en el vestuario, dos jugadores me lanzaron una piedra». «Nunca había vivido una situación tan humillante», confiesa. «Llegué a mi casa y no podía parar de llorar, estaba muy nervioso». Por eso, justo por el dolor que le causó todo lo que tuvo que escuchar, decidió denunciar. «Mi dignidad ya no me permite pasar ni una más».

Para este joven linense hay una cuestión por encima de todo lo demás:«Yo no oculto mi condición sexual, soy gay, tengo pareja y aquí nos conoce mucha gente. No tengo que ocultar lo que soy y no me da la gana de hacerlo porque no hago daño a nadie. El problema lo tienen ellos, los que insultan a las alturas en las que estamos ya y no respetan a los demás, no yo. Sabían que soy gay y me dijeron todo eso para hacerme daño».

Jesús Tomillero tiene 21 años y desde los once es árbitro de fútbol. «Lo que les tiene que importar es si pito bien o mal, no lo qué hago en mi vida privada», afirma. «Si yo fuera padre, no permitiría que mi hijo hablara así a alguien y además sería el primero en intentar darle ejemplo». Desde que ocurrieron los hechos, el árbitro linense no ha dejado de recibir por redes sociales el apoyo de decenas de personas y colectivos. «Me dan ánimos y las gracias por haberlo denunciado porque a algunos de ellos les ha pasado lo mismo y no se han atrevido. No sé qué ocurrirá pero tenía que hacerlo. Ya está bien».

Tras su denuncia ha recibido la llamada del sindicato de árbitros que ha lamentado que la sanción impuesta a los agresores haya sido «mínima», el Observatorio Español contra la LGBTFOBIA ha denunciado el caso ante el Comité Antiviolencia. El Ayuntamiento de La Línea le ha prestado su apoyo y también algunos miembros del Partido Popular, ya que Tomillero forma parte del comité ejecutivo de Nuevas Generaciones de La Línea.

«Lo que quiero es que no ocurra más, que nadie tenga que vivir lo que he pasado yo».

 

Así es la vida de Eli, una de las primeras niñas transexuales de España

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Reportaje fotográfico de Marika Puicher

Eli tiene 12 años, el pelo largo, la voz dulce… y es una niña alegre. No siempre fue así: durante un tiempo, de los tres a los seis años, se enfadaba a menudo. Pero cuando hizo el tránsito -como llaman en argot al momento en el que se pasa del sexo biológico al sexo sentido cuando ambos no concuerdan- el sofocón se le pasó de golpe.

Ahora vive con sus padres, Violeta y Miguel Ángel, y sus dos hermanos, Jaime y Nacho, en Fuenlabrada (Madrid). Su piso luminoso acusa el caos de alojar a tres preadolescentes: juegos, libros, revoltijos de ropa… En el salón reina una reproducción del Guernica de Picasso, una oda a la barbarie y la resistencia.

El padre trabaja en seguridad de salas del Museo del Prado. Quizá esta cercanía con el arte influyó en la idea inicial de Eli de ser diseñadora. Después se interesó por la Biología, pero ahora le tira más el Periodismo. Puede que por sus ganas de que la «vean y entiendan», como le dice a su madre cada vez que toca algún papeleo. «Un esfuerzo constante», apostilla Violeta.

Eli fue la primera niña diagnosticada con disforia de género en la Comunidad de Madrid, hace ya ocho años. Es una pionera en España: ahora se cuentan por decenas, incluso centenares, dicen los expertos. Y hoy tiene una vida plenamente normalizada. Todo gracias a una familia que optó por la visibilidad desde el principio. El reportaje fotográfico que acompaña este texto, que ganó el último Pride Photo Award, el más prestigioso de fotografía de diversidad de género y sexual, es una muestra de ello. «Participar es una forma de visibilizarnos, y de que las familias encuentren entidades y no se vean solas», explica Violeta.

Solos como ellos se vieron una vez. La historia de Eli comienza como la de muchos niños. Con dos años, ya preguntaba: «¿Estoy guapa, mamá?». También cogía la ropa y las muñecas de sus primas. «Ahí es donde me di cuenta de que algo pasaba», rememora Violeta, antigua propietaria de un salón de belleza.

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Eli aborrecía la ropa de chico y se las arreglaba para no ponérsela. «Montaba unos pollos impresionantes», dice la madre. «Le ponía camisas y me decía que se ahogaba, con los pantalones que no podía cerrar las piernas». Su tía materna empezó a darle vestidos, porque, si no, escondía los de sus primas: «Me preguntaba que qué había sido yo de pequeña, si niño o niña, y se tapaba la colita».

Hoy, a Eli le encantan los vestidos y las faldas, con las que luce sus largas piernas. También le gustan el rosa y los estampados de flores. «Para los niños es algo natural y siempre encuentran una forma de expresarse», dice la psicóloga infantil Laura Aut. «Ellos son así, no estamos hablando de nada fingido, inculcado, son demasiado pequeños».

Aquellos primeros años fueron de incertidumbre, de falta de información y demiedo al qué dirán, reconoce Violeta, socia de la Fundación Daniela y de COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid). «Un día, cuando tenía cuatro años, le corté el pelo después de una visita al psicólogo, porque me dijo que quizás yo quería una niña después del niño…», explica. «Luego me sentí tan mal… Entonces decidimos que era muy pequeña, y que dejaríamos que se expresara como quisiera».

Fue una vuelta de tuerca en la vida de Eli, mucho antes de que las administraciones emprendieran cambios en las políticas de identidad de género que aún no han llegado a todas las provincias de España. En 2012 el DSM-5, el manual de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, referencia mundial en la materia, dejó de considerar la transexualidad como una patología. Pero no fue hasta octubre pasado cuando la Unidad de Identidad de Género del Hospital Ramón y Cajal quitó la palabra trastorno de su nombre. Aún hoy la Organización Mundial de la Salud (OMS) todavía incluye la disforia en su lista de enfermedades mentales.

Hoy los días de Eli transcurren entre la escuela, los deberes, y la familia. Después de clase aprovecha para jugar un rato con su dos mejores amigas, con las que forma una piña. «Antes iba a más actividades extraescolares, pero ahora la economía no nos lo permite», explica su madre. «Pero no las echo en falta, hago muchas cosas con mis hermanas y sus primos».

A Eli le encanta dibujar y se le da especialmente bien escribir. Con su padre y sus hermanos juega a squash y va a la piscina los fines de semana (con el cole prefiere evitarla). También visitan el Prado. «Le llama especialmente la atención El jardín de las delicias de El Bosco por la diversidad que representa, porque no hay un estereotipo de hombre y mujer», cuenta Miguel Ángel.

De princesa, de hada… Eli va al cole vestida como quería. Al principio, sus padres le advirtieron de que quizás sus compañeros se meterían con ella. «Me da igual», respondió. Y así, sin saberlo, se convirtió en uno de los primeros menores activistas de su condición.

Intervenir precozmente es clave en el desarrollo de los niños transgénero, segúnJose Luis Pedreira Massa, doctor en Psiquiatría Infantil. «No existe tratamiento de rectificación, sino ayuda, progresión y tomar determinaciones para beneficio del niño y para compresión por parte de las familias», dice. «Al adolescente con dudas de identidad sexual hay que orientarle, explicarle la respuesta sexual humana con claridad, no moralidad».

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Violeta cuenta que no siempre ha encontrado buenos profesionales. Desde que Eli tenía tres años, los psiquiatras le decían que la niña era muy pequeña para decidir. «Dicen que el 80% puede cambiar de opinión», dice. «Pero, ¿qué estadísticas usan? ¡Si no existen! Hay niños a los que se les ha diagnosticado esquizofrenia, o se les ha recetado medicación para la hiperactividad».

También menciona estas cifras Nuria Asenjo, psicóloga de la Unidad de Identidad de Género del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), pero las pone en su contexto. «Son estadísticas de uno de los pocos países que tiene datos, Holanda», dice. «Hicieron un estudio con 900 niños de los que se mantienen sólo el 20% de los que entraron con 12 años. Sin embargo, no son cifras muy fiables, porque no hubo filtros previos».

Hoy, en el Ramón y Cajal atienden a 100 personas, entre ellas Eli, una de sus primeras pacientes. «El crecimiento ha sido exponencial», dice Asenjo. «En parte gracias a la labor de visibilización de colectivos y medios de comunicación. Ahora las familias pueden identificarse. Estamos desbordados».

A los seis años, Eli ya iba a clase como niña. Sus padres pidieron a los profesores que dejaran de dirigirse a ella como a un varón. La madre recuerda con ternura la explicación que uno de los maestros dio a los alumnos: «A partir de ahora Fernando se llamará Eli: sus padres se habían confundido y era una niña».

Ni profesores, ni médicos, ni psicólogos tenían experiencia. También hablaron con los padres de los alumnos. «Les comentamos que lo único que pedíamos era respeto», dicen los padres. «Si a un niño le llaman gordito un día no pasa nada. Pero si sucede cada día, eso es acoso, y es denunciable».

Fue entonces cuando las rabietas y los terrores nocturnos que había tenido desde los tres años desaparecieron. «Mis primeros años me fueron muy bien, cuando hice el cambio a nadie le costó asimilar que yo era Eli. Y mis amigas me apoyaban y me defendían».

Por desgracia no siempre es así. Laura Aut explica que la mayoría de casos llegan a su consulta por el estigma social. «Los síntomas más depresivos, más ansiosos, no se dan por el cambio de género, sino por el no sentirse aceptado. Esto sería lo más importante, que la sociedad lo aceptara. Pero en los coles, por ejemplo, no existen recursos, y los profesores no tienen a dónde ir», explica.

La Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) afirma que más de la mitad de los jóvenes de este colectivo sufre acoso escolar. El porcentaje aumenta en los transexuales porque son más visibles. «Es un sufrimiento para ellos, pero la enfermedad la tienen los demás: se llama intolerancia», afirma, rotundo, Miguel Ángel, el padre de Eli.

Familias y colectivos como la Fundación Daniela reclaman así mismo una ley estatal integral, que incluya los avances de las normas autonómicas de Navarra, País Vasco, Extremadura o Andalucía. «Eli tiene la documentación con nombre unisex desde los 7 años», dice Violeta. «Según quién te toque puedes conseguir el cambio de nombre en el DNI o no. Dependes de la buena fe de los jueces. Algunos permiten poner el nombre que quiere el niño, mientras que en otras ocasiones, como hicimos nosotros, aceptan porque es un nombre unisex. Necesitas 10 documentos, un certificado de la unidad de trastorno de identidad, para lo cual debes llevar al menos un año en tratamiento, otro forense que certifica que padre y madre estamos sanos mentalmente…».

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Según la fundación Chrysallis sólo 30 menores han conseguido completar este proceso en España. Eli lo recuerda como «una de las cosas» que la han hecho «más feliz» en estos años. «Fui a Segovia sólo para hacerme el DNI para el tema del cambio de nombre, y además estuvimos pasando el día», explica.

Para cambiar la casilla del género tendrán que esperar. La ley establece que hay que ser mayor de edad, y cumplir dos requisitos: el informe que acredite la disforia y otro que certifique que el solicitante lleva dos años de tratamiento para acomodar su físico. «Para la reconstrucción genital también hay que esperar hasta los 18, pero antes hay que tomar las hormonas cruzadas, estrógenos, antiandrógenos… Hasta los 18, nada», explica Violeta.

Eli toma bloqueadores hormonales desde los 11 años, que paralizan el desarrollo de los caracteres masculinos hasta que tenga edad para decidir si quiere un tratamiento hormonal definitivo. Su efecto es reversible. Ellos lo pagan de su bolsillo, miles de euros al año, como ocurre en la mayoría de comunidades autónomas.

También acude cada dos meses al psiquiatra del Ramón y Cajal. «Aunque no lo necesita, pero para que conste», cuenta su familia. «Queremos tenerlo todo cubierto. Es necesario para el tratamiento de los bloqueadores».

Eli no tuvo dificultades para que le recetaran los inhibidores porque tenía informes desde los cuatro años, pero Violeta se queja porque los endocrinos los desaconsejan a niños de su condición, mientras que en otros casos los recomiendan. «Nos dicen que hacen que los niños se queden pequeños y no crezcan, que les puede afectar el desarrollo cognitivo… Sin embargo, se usan habitualmente para casos de desarrollo precoz, para parar la menstruación por ejemplo. Así qué, ¿cuál es la verdad? Vamos a una unidad especializada y no nos la explican».

Cada año, durante una semana, madre, hija, y el resto de la familia comparten experiencias en el campamento de la Fundación Daniela, una especie de paraíso para Eli. Aunque su vida transcurre tranquila, Violeta reconoce que la niña no va al viaje de fin de curso del cole «porque no se siente cómoda». La fundación organiza campamentos para jóvenes trans, de los 8 a los 18 años. «Ahí están muy cómodos, en la piscina con su pantaloncito, sin que nadie mire, con niños y niñas como ella. Hablan de cosas como si se van a arreglar el pecho, etc…», dice la madre. «La sociedad está preparada para entender todo esto: es la administración la que va atrasada, y no da información ni herramientas».