El creador de ‘Hannibal’, contra el tráiler de ‘Bohemian Rhapsody’ por silenciar la homosexualidad y el sida

Los más de cuatro millones y medio de visualizaciones del tráiler de la películaBohemian Rhapsody en YouTube en un sólo día demuestran la gran expectación y revuelo que ha causado el adelanto de la película protagonizada por Rami Malek.

Su distribuidora, 20th Century Fox, define  el film como una celebración de la música de Queen y de su cantante Freddie Mercury. Sin embargo, ni el tráiler ni su descripción han tenido la respuesta que esperaban. En seguida han surgido algunas críticas como la formulada por Bryan Fuller, creador de series comoHannibal o Pushing Daisies, que arremetió en su cuenta de Twitter contra este avance. El productor denuncia la invisibilización del sida que terminó con la vida del cantante en 1991 y sus relaciones con hombres, mientras que sí que deja ver su atracción por las mujeres.

En otro tuit dirigido a 20th Century Fox, Fuller critica su sinopsis por señalar que el filme incluye la actuación de Freddie Mercury en un concierto de 1985 en un momento en el que luchaba contra “una enfermedad que amenazaba su vida”, sin mencionar que esta enfermedad era el sida. “Hacedlo mejor”, les contestó. Incluía en su mensaje el hashtag #HETWASHING, haciendo referencia al heterosexual washing – lavado heterosexual –  usando el término que define la modificación de un contenido para alcanzar un mayor público, como los casos en los que personajes negros han sido interpretados por actores blancos.

Un usuario de la red social contestaba reafirmando esta idea de silenciar el nombre de la enfermedad como señal de miedo e ignorancia, y que este silencio equivale a la muerte. La ilustración pertenece al grupo de acción ACT UP que, precisamente este año, ha sido protagonista de otra película, esta vez francesa y ganadora del Gran Premio del Jurado en el pasado Festival de Cannes 120 pulsaciones por minuto, de Robin Campillo.

Entre los comentarios negativos, se enfatiza cómo el tráiler podría augurar una producción que ofrezca una imagen equivocada del cantante para aquellos que no conocen realmente su historia. Por el momento, la distribuidora no ha emitido respuesta alguna ante las críticas.

Esta no ha sido la única polémica que ha acompañado la producción de la película. En 2010, se confirmó, como recogió The Guardian, a Sacha Baron Cohen como el elegido para dar vida a Mercury en el biopic sobre el cantante. Tres años después, el actor abandonó el proyecto debido a diferencias creativas, como también expuso el medio inglés.

En la promoción de la película Agente contrainteligente, visitó  el programa de Howard Stern, donde explicó no haber estado de acuerdo con el planteamiento de la película en la que pretendían que Freddie Mercury muriera en la mitad para contar después qué pasó con el resto de la banda.

Posteriormente, nombres como Daniel Radcliffe o Dominic Cooper se rumorearon como posibles sustitutos, pero nunca hubo confirmación oficial. En diciembre de 2013 se anunció que Ben Whishaw interpretaría al cantante y Dexter Fletcher sería el director. Así lo publicó BBC News. Meses más tarde, el actor abandonó el proyecto de nuevo por diferencias creativas.

En diciembre de 2016 Brian Singer tomó el relevo como cineasta y Rami Malek fue elegido como nuevo candidato a dar vida a Mercury. El 30 de agosto Singer compartió la primera imagen del set de rodaje pero a finales de año se dio a conocer por medio de un comunicado que el director había sido apartado del filme por “comportamientos no profesionales” y sus recurrentes enfrentamientos con el protagonista. Horas después Singer respondió aclarando que Fox no permitió que tuviera tiempo para visitar a uno e sus padres que estaba enfermo.

Finalmente, como anunció Indie Wire, Dexter Fletcher regresó para ser el nuevo director y quien definitivamente aparece como tal en los créditos de la película. Ben Hardy, Joseph Mazzello, Allen Leech y Lucy Boynton son quienes completan el reparto.

En España, habrá que esperar hasta el 31 de octubre para el estreno del biopic de Freddie Mercury que, de momento, ha sido presentado con polémica.

Tu madre también sale del armario: qué pasa cuando la familia se enfrenta a la homofobia de su entorno

Un manifestante sostiene una pancarta durante el Orgullo Crítico de 2017 en Madrid. ÁLVARO MINGUITO

“Mi hija es lesbiana y tiene novia”. A Elena no le ha resultado fácil pronunciar estas palabras. Desde que hace casi tres años su hija le dijera que le gustan las mujeres, Elena ha atravesado un proceso en el que se ha topado con comentarios y actitudes en su entorno que denotan el grado de homofobia que sigue existiendo a pesar del escenario de avance de derechos LGTBI. Y es que los familiares de personas lesbianas, gays o bisexuales también tienen que salir del armario al hablar de la orientación sexual de sus hijos, hermanas o sobrinas en el trabajo, en el grupo de amigos o con los vecinos del barrio.

“Parece que nunca encuentras el momento, sobre todo si has escuchado hablar mal de la homosexualidad y es algo que en determinados grupos no se ha tratado con naturalidad. Te da miedo a que rechacen a tus hijos e hijas, a que les vayan a etiquetar fuera de lo que se considera ‘normal’ o a mirar de otra manera. Yo es un temor que he vivido y con el que cuesta romper”, explica Elena, que a sus casi 60 años recuerda la sorpresa con la que reaccionó parte de su entorno cuando habló del lesbianismo de su hija.

Eso entre hombres y mujeres de una generación educada en la dictadura franquista, para la que la diversidad sexual y de género era motivo de persecución y, en muchos casos, cárcel. Los avances normativos y sociales de los últimos años han querido corregir esa herencia y “en general, la cosa ha cambiado mucho porque hay más información”, dice Isabel Martínez, miembro de la Junta Directiva de la asociación andaluza Familias por la Diversidad. Sin embargo “ todavía hay una parte de la sociedad que ignora y rechaza estos temas sin conocer la realidad. En los colegios lo vemos muy claramente. Hay niños y niñas que son discriminados porque sus hermanos o hermanas son LGTBI”, añade.

Su asociación cuenta con una guía para padres y madres en la que concibe la salida del armario como familias visibles de personas LGTBI como un paso clave y una “verdadera demostración” para los hijos e hijas. Además, recomienda “decir la verdad si alguien pregunta en nuestro entorno cercano, reconociendo así a nuestros hijos para que puedan normalizar las relaciones familiares, sin tener que esconder sus sentimientos y sin tener que mentir”.

La homofobia sutil

“La gente no quiere hacer daño y por eso en mi caso desde que dije que mi hija es lesbiana la cosa ha cambiado y ya no se dicen cosas tan directas”,  apunta  Elena, que tiene claro que la diversidad afectivo sexual aún no está asumida del todo. Lo percibe en su entorno, entre sus amigas, en el trabajo, pero no en un escenario de rechazo evidente,  sino de homofobia sutil y encubierta que la hace menos reconocible. “Algunos comentarios sí se hacen, pero lo más común es el silencio. Se convierte en un tema tabú y ya nadie te pregunta. Ni siquiera aunque tu hija tenga novia…como si se hace en el caso de alguien heterosexual”.

Elena celebra los avances en derechos LGTBI de los últimos años, pero sigue notando una atmósfera en la que se deja entrever esa idea de “si mi hijo no es gay o mi hija no es lesbiana, mejor”, ejemplifica. “No hay convencimiento, hay contención. Y en ello hay un punto de peligro porque yo creo que si un día vuelve a no estar mal visto rechazar públicamente a personas homosexuales o bisexuales, mucha gente hablaría de nuevo en esos términos. Por eso es tan importante la pedagogía”.

Pepa Nolla, presidenta de honor de la Asociación de Madres y Padres de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales (AMPGYL) y madre de un chico gay, asegura que es algo “que vivimos constantemente” y sobre lo que “hay que intervenir”. Por ello, desde AMPGYL intentan ofrecer herramientas a las familias para que puedan afrontar este tipo de situaciones. “La mayoría de gente intenta no hacerlo, pero si no han cambiado el chip de la heteronormatividad para dar paso a la diversidad es difícil porque está muy arraigado”.

Las familias en las leyes

Lo que viven muchas de estas familias se llama discriminación por asociación, que la Ley LGTBI que actualmente tramita el Congreso de los Diputados, define como la que se da como consecuencia “de su relación con una persona, un grupo o familia LGTBI”. La ley andaluza, aprobada el año pasado, quiso incluir también la realidad de los familiares de personas LGTBI y les extiende las medidas que contempla. Uno de sus impulsores, Juan Andrés Teno, a su vez portavoz de Familias de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) asegura que se trata de “un tipo de discriminación indirecta”.

Aunque desde la FELGTB la atención se ha centrado en las situaciones que atraviesan los niños y niñas que viven en familias homoparentales, “las madres, padres o hermanos de una persona LGTBI también viven ese clima de homofobia que sigue pensando en el imaginario colectivo” y que se une al propio proceso interno, condicionado “muy claramente en el caso de generaciones anteriores” por “una herencia cultural que se lo pone difícil”. “Para mi madre mi marido no es mi marido, sino mi pareja”, ejemplifica Teno, que nombra como paradigma de la discriminación por asociación la que viven las familias de menores trans, abordada en este reportaje. “Mi hijo no ha sufrido tanta transfobia como yo”, decía la madre de un niño trans.

En este sentido, Emilio García, coordinador del grupo de familia del colectivo madrileño COGAM y padre de un joven trans apunta a algunas cuestiones relacionadas con la orientación sexual: “Hay una incomprensión de que se puede ser trans y lesbiana o trans y bisexual. A veces recibimos algunas preguntas incómodas, por ejemplo, si ven a tus hijos con personas de su mismo sexo, pueden decir ‘¿pero no se había cambiado de sexo?’ Yo creo que la clave es que depende de cómo te pregunten las cosas y la intención con la que se haga”, cuenta.

Elena hace hincapié en la importancia de intervenir ante determinados comentarios o expresiones. Algo que, en algunos casos, le han valido acusaciones de “suspicaz”.  Sin embargo, al mismo tiempo celebra la visiblidad: “para mí la conclusión tras este proceso es que hay una homofobia que no se percibe fácilmente, pero que está ahí. Y tú sientes ese miedo al rechazo pero al final hay que sobreponerse. Yo me dije a mí misma que quería ser valiente por mi hija. Y eso es lo que me ha ayudado”.

La justicia confirma que la agresión a una pareja al grito de “maricones” no es delito de odio al no ver motivos homófobos

Álvaro, uno de los denunciantes / Foto cedida

La Audiencia Provincial de Valladolid ha ratificado que la agresión a una pareja de chicos llamándoles “maricones” y “homosexuales” no es un delito de odio. El tribunal desestima el recurso interpuesto por los dos jóvenes  contra la decisión de un juzgado que tampoco encajaba lo ocurrido en este tipo penal.El argumento de la Sección Segunda es que, previamente, se había producido un incidente por el que los dos jóvenes llamaron la atención de un grupo de unas seis personas, entre las que se encuentran los agresores, por tirar piedras a unos cisnes a la entrada de un parque de la capital vallisoletana. “Esto y no la condición sexual de los denunciantes, es lo que motiva los hechos que surgen con posterioridad”, explican los magistrados en un auto.

Álvaro y José Manuel denunciaron la agresión en junio de 2017, cuando paseaban agarrados de la mano sobre las 23.45 horas, según el escrito. En ese momento, relatan, vieron a un grupo “tirando piedras a una pareja de cisnes con unas crías” al que se acercan para reprocharles su actitud y afirmar que llamarán a la Policía si prosiguen.

Es entonces cuando uno de los miembros del grupo “dice al resto en actitud de mofa ‘vienen de ahí atrás –señalando el parque– de darse por el culo'”, continúa la denuncia, que relata cómo algunos de los presentes se acercan a Álvaro y José Manuel “gritando y mostrando una actitud amenazante y agresiva”, repitiendo “varias veces los insultos “maricones y homosexuales” –algo que, dicen, se repitió durante toda la agresión–. Uno de ellos “intenta agredir” a Álvaro, que saca el móvil para llamar a la Policía. Posteriormente relatan empujones y una patada a cada uno con expresiones como “separaos, que tiene sida” o “vamos a llamar a la Policía para decirles que os hemos visto tocando al niño”.

La Audiencia Provincial de Valladolid ratifica la decisión del Juzgado de Instrucción nº3 de Valladolid, en el que recaló el caso, que en un auto de finales del año pasado decreta el sobreseimiento y el archivo de las diligencias en lo que respecta al delito de odio. Para que este se produzca debe darse un móvil relacionado con la pertenencia o conexión de la víctima con un grupo que puede estar basado en la raza, el origen, la religión, las creencias o la orientación sexual e identidad de género, entre otros motivos.

El tribunal ha desestimado el recurso presentado por Álvaro y José Manuel por entender, al igual que la Fiscalía, que “la esencia del problema tiene relación con el antecedente que dio lugar a las expresiones vertidas contra los denunciantes y con la agresión sufrida”. Un antecedente sin el que “probablemente estaríamos ante el delito de odio”. Sin embargo, “tales expresiones y agresión no pueden desconectarse del hecho previo que da lugar a los hechos que nos ocupan”, por lo que el hecho de recriminar a los denunciados su actitud “es lo que motiva los hechos” y no la condición sexual de la pareja, argumentan los magistrados en el auto fechado el 16 pasado 16 de marzo y contra el que no cabe recurso.

No proseguirán con el proceso

Álvaro y José Manuel, activistas de la asociación Valladolid Diversa, han acogido con sorpresa e indignación la decisión. “Los agresores no nos pegaron por decirles nada de los cisnes, nos pegaron por ser gays, ellos mismos lo gritaron bien alto. No nos llamaron ‘animalistas’, ni ‘ecologistas de mierda’, ni ‘fanáticos de los cisnes’. Nos llamaron ‘maricones'”, explica el primero.

“Lo que motivó que este grupo de homófobos decidiera pasar de la conversación tranquila y respetuosa con la que nos dirigimos a ellos a los insultos, amenazas y agresión fue nuestra orientación sexual, claramente reconocida por ellos debido a nuestra estética y a que paseábamos cogidos de la mano. Si lo de los cisnes se lo hubieran dicho dos heterosexuales muy machotes, no les habrían tocado ni insultado”, continúa José Manuel.

Ambos han decidido no participar en el juicio por un delito leve de lesiones que sí imputó la jueza de instrucción y también confirma la Audiencia Provincial de Valladolid. Para los jóvenes “es insuficiente juzgar a los agresores por un delito leve de lesiones aisladas, totalmente desconectadas de la homofobia de los agresores, que es lo que realmente se debería condenar”, explican tras convocar a una movilización el próximo sábado en Valladolid aprovechando el Día contra la LGTBIfobia que se celebra este jueves.

La abogada especializada en derechos LGTBI y delitos de odio Charo Alises opina que la decisión no está suficientemente fundamentada “porque la determinación de la motivación es una cuestión compleja que requiere de una investigación y un estudio detenidos y en profundidad”. Para esta experta, el auto demuestra la complejidad probatoria de los delitos de odio porque “en la motivación para cometer un delito entra la subjetividad del autor”.

Por ello, la letrada apuesta por investigar de forma exhaustiva una serie de indicadores que no entran a valorar los jueces en su auto: la percepción de las víctimas, las expresiones vertidas –que ni en la instrucción ni la Audiencia han puesto en duda– o cómo las víctimas hacen visible su orientación sexual al ir paseando de la mano. “La cuestión es que la sentencia no toma en consideración esos indicios a la hora de considerar que se trató de un delito de odio y se basa únicamente en un incidente anterior que considera el verdadero y único motivo de la agresión”, zanja.

 

Aragón multará con hasta 20.000 euros la transfobia en las redes y los medios

Será falta muy grave el uso o emisión de expresiones que inciten a la violencia contra las personas trans o sus familias EUROPA PRESS

El Gobierno de Aragón sancionará con multas de hasta 20.000 euros la transfobia en las redes, según recoge la  Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y No Discriminación, aprobada por unanimidad en la Cámara autonómica.

El régimen sancionador de la norma tipifica como infracción leve “utilizar o emitir expresiones vejatorias contra las personas o sus familias por su identidad o expresión de género” en medios de comunicación y redes sociales, en discursos o intervenciones públicas y, también, por parte de los empleados de servicios públicos durante el desempeño de esa tarea.

Y, paralelamente, señala como falta muy grave, además de la reiteración de las conductas anteriores, “el uso o emisión de expresiones que inciten a la violencia contra las personas trans o sus familias” en esos cuatro ámbitos y, también, “la no retirada inmediata” de manifestaciones vejatorias o agresivas contra esos ciudadanos en las webs y redes sociales de cualquier “prestador de un servicio de la sociedad de la información (…) una vez tenga conocimiento efectivo del uso de esas expresiones”.

Las infracciones leves serán sancionadas con multas de 200 a 3.000 euros, mientras que las graves serán multadas con una horquilla de 3.001 a 20.000, en este último caso junto con la posibilidad de que el infractor sea vetado para acceder a ayudas públicas durante un año.

Medios, redes y escuelas

El régimen sancionador marca de esta manera una serie de estrictos límites tanto al uso de las redes sociales como a la gestión de contenidos de medios de comunicación y portales de Internet, que en caso de infracción se exponen a ver cortada una de sus vías de financiación fundamentales, como es la del dinero público.

Ocurre algo similar con la parte de la enseñanza privada que recibe fondos públicos, ya que la Ley Trans también califica como infracción grave “la elaboración, utilización o difusión” en centros de enseñanza de “libros de texto y materiales didácticos que presenten a las personas como superiores o inferiores en dignidad humana en función de su identidad o expresión de género o que inciten a la violencia por este motivo”.

Al mismo tiempo, contempla sanciones del mismo grado para un comportamiento encuadrable en el marco de ‘bylling’, como serían los “actos que impliquen aislamiento, rechazo o menosprecio público y notorio de personas por causa de identidad o expresión de género”.

Agravantes y atenuantes

Para graduar la cuantía de las sanciones, que deberán evitar que la infracción “no resulte más beneficiosa para el infractor o los infractores que el cumplimiento de las normas infringidas”, la Administración autonómica tendrá en cuenta aspectos como la reincidencia y la intencionalidad del autor, los beneficios que haya obtenido con esa conducta, la relevancia y la trascendencia social de los ataques, el eventual incumplimiento de las advertencias o requerimientos que previamente haya recibido y, cuando ocurra, la reparación del daño antes de que recaiga la sanción.

El régimen sancionador de la Ley Trans aragonesa tiene en cuenta también otras tres circunstancias agravantes.

Una de ellas se refiere a la posibilidad de que los insultos o la incitación al odio puedan generar situaciones de discriminación múltiple o de victimización secundaria; es decir, que la vejación incluya otro tipo de discriminación además de la relacionada con la identidad de género o que se produzca en ámbitos como los servicios sanitarios o de seguridad.

De hecho, otra de las agravantes tiene en cuenta que el infractor pueda formar parte de las fuerzas de seguridad.

La tercera se refiere a “la pertenencia de la persona infractora a un grupo organizado de ideología fehacientemente homofóbica, lesbofóbica, bifóbica o transfóbica”.

Vetos e inhabilitaciones

La nueva norma sanciona las infracciones de carácter muy grave con multas de hasta 45.000 euros, a las que se pueden sumar dos medidas complementarias: el veto para acceder a cualquier tipo de ayuda pública y la inhabilitación temporal para gestionar “centros o servicios dedicados a la prestación de servicios públicos”, por periodos de hasta tres años en ambos casos.

La ley tipifica tres tipos de acciones en este apartado: adoptar comportamientos agresivos o constitutivos de acoso con la finalidad de atentar contra la dignidad de alguien por motivos de identidad de género o de generar contra ella un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo, tomar represalias contra quien haya denunciado un trato discriminatorio y, por último,  negarle atención o asistencia “cuando, por su condición o puesto, tenga obligación de atender a la víctima”.

La norma, por último, contempla también como infracción de carácter leve no colaborar con los trabajos de inspección o investigación de la comunidad autónoma en materia de identidad de género e incluye entre las de tipo grave la inclusión de cláusulas discriminatorias en contratos, la tolerancia y el fomento de prácticas discriminatorias en el trabajo y obstruir las labores de inspección.

“Si los ultracatólicos se hacen los dueños de las familias, de alguna forma están atacando a mis hijas”

Adelaida Campillo, presidenta de Asfagalem

Adelaida Campillo (Cieza,1978) es maestra de primaria en Molina de Segura (Murcia) y junto a su mujer son madres de dos mellizas de 19 meses, exactamente el mismo tiempo que existe Asfagalem (Asociación de Familias de Gays y Lesbianas de la Región de Murcia).

 Campillo es la presidenta de esta asociación y se decidió a fundarla “para mejorar la vida” de sus hijas. Actualmente reúne a 26 familias en la Región de Murcia, la mayoría de ellas con niños de cero a dos años. “Cuando estamos en el parque y le digo a alguien que una de mis hijas está con mi mujer me mira siempre un poco atónito”.

Campillo se muestra indignada ante la suspensión de las charlas escolares sobre diversidad sexual por parte del Gobierno murciano debido a presiones del Foro de la Familia. La consejería de Educación de Murcia especificó el pasado martes que se retomarían las charlas sin precisar una fecha concreta, aunque habría que solicitar permiso paterno.

¿Cómo ves la suspensión de las charlas escolares sobre diversidad sexual o la necesidad de un permiso paterno para que los alumnos asistan a ellas?

Puedo entender que el Foro de la Familia tenga sus ideas, pero no entiendo que la Consejería haga lo que le pidan. Nuestras familias también son familias. Necesitamos que se hable de diversidad familiar y homosexualidad para que los niños entiendan por qué sus compañeros tienen dos mamás o dos papás.

Nuestras familias van al parque, van al médico, estamos en la sociedad. No entiendo que nos quieran ocultar. Y cuando permites la autorización paterna para asistir a la charla estás mandando el mensaje de que es algo malo.

¿Por qué son importantes estas charlas?

Son importantes en primer lugar para que los hijos de familias homoparentales no sufran acoso, para que tampoco lo sufran los niños LGTBI y también por lo que se conoce como `homofobia interiorizada´, que es el rechazo del homosexual hacia su propia orientación sexual. Hay que luchar contra la invisibilización y mandar el mensaje de que no pasa nada porque si no estamos plantando pequeñas semillas de homofobia.

La escuela, además, es el lugar donde aprender la igualdad.

No hay una igualdad real y nuestras familias son tan válidas como las suyas. Soy maestra y esto se soluciona con educación, pero ya desde primaria. En secundaria llegamos tarde. Es difícil cambiar la perspectiva de una persona de 50 años, pero vamos que no entiendo el peligro de explicar la diversidad sexual a un niño. Explicar, por ejemplo, que nosotras somos dos mamás criando a dos mellizas de 19 meses. Uno de los principales acosos en los institutos es el acoso homofóbico. Porque si no: ¿quién protege a nuestras familias? Si los ultracatólicos se hacen los dueños de las familias, de alguna forma están atacando a mis hijas.

Es muy importante que nuestros hijos vean a su familia reconocida en la escuela, porque ya tenemos un bombardeo continuo a diario por ejemplo en la televisión. Nadie nos está protegiendo de un obispo que nos está discriminando y diciendo barbaridades de sus madres.

¿Qué otros obstáculos te encuentras en tu vida cotidiana?

Para empezar todos los formularios y las aplicaciones de la administración que pone madre y padre. Hay que adaptarlos. A los dos días de parir mellizas con cesárea tuve que ir personalmente al Registro a firmar con mi mujer porque con mi DNI, a diferencia de lo que les sucedía al resto de madres que estaban en el hospital, no era suficiente.

También habéis hecho campañas para que en el colegio se celebre el Día de la Familia, en lugar del Padre o de la Madre.

Que El Corte Inglés haga lo que quiera, pero en el colegio no puedes tener a algunos niños sin hacer actividades ese día porque no cuentan con un padre o una madre. Y ya no hablo solo de de familias homoparentales, sino de viudos o familias monoparentales.

Hasta la fecha no nos habíamos dedicado a hacer activismo, pero te das cuenta de que es muy importante para mejorar la vida de nuestras hijas. El matrimonio homosexual se aprobó en 2005. Y tenemos claro que tenemos derecho a todo.

En la Asamblea Regional se aprobó por unanimidad la nueva ley de igualdad social de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales que avanza en la protección, derechos y contra la discriminación en mayo de 2016

Exactamente. Y con esa ley no se ha hecho nada. Ni siquiera el prometido Observatorio contra la Homofobia, que es un órgano muy importante en el que se pueden solucionar rápidamente los conflictos, en lugar de empezar con demandas. Ni siquiera hay una persona asignada para el colectivo LGTBI.

Migrantes y ‘disidentes’ sexuales: “Nuestros cuerpos hackean al Estado racista español”

Álex Aguirre (izquierda) y Yos Piña (derecha), activistas de Migrantes Trangresorxs en el centro cultural Matadero de Madrid. ICÍAR GUTIÉRREZ

Son las ocho de la tarde y, dentro de una de las naves del centro cultural Matadero de Madrid, un grupo de jóvenes ultima los detalles de las actividades que preparan para el próximo fin de semana. Varias fotos de personas racializadas y algunos carteles hechos a mano decoran el espacio. “Lo queer no te quita lo racista”, reza uno de ellos. “No esperaban que sobreviviéramos”, dice otro.

Aquí se reúne cada semana Migrantes Trangresorxs, un colectivo de personas racializadas y migrantes con diversas orientaciones sexuales e identidades de género que luchan contra el racismo y la LGTBIfobia. Una “doble discriminación” que, insisten, les afecta de forma “específica” por el hecho de ser migrantes y racializadas, y por ser trans, lesbianas, gays, bisexuales o no identificarse con los conceptos tradicionales de hombre y mujer.

“Nuestro cuerpo es una intersección, yo no puedo separar una cosa de la otra: soy trans y soy migrante, está unido en una sola vivencia y recibimos doblemente esa violencia sobre nuestros cuerpos”, explica Yos Piña, activista del colectivo. “Pero nuestros cuerpos también hackean el género construido por los blancos, las leyes que nos apresan y las estructuras del Estado racista español”.

“Dentro de los grupos alternativos se nos invisibilizaba”

A su lado está Alex Aguirre, quien llegó a España después de años ejerciendo el activismo con personas trans y lesbianas en Ecuador, su país de origen. Este impulso, dice, está en el origen de este grupo del que hoy forma parte. “Cuando llegué, me di cuenta de que no había espacios para trabajar específicamente migraciones y LGTB. Me iba a espacios blancos LGTB, pero no se trataba: era parte de la agenda, pero no había presupuestos, ni gente que lo trabajara”, relata.

Así nació Migrantes Trangresorxs en 2010. “Decíamos: ‘¿Dónde se reúne la gente?’ Teníamos esta necesidad personal y política, y comenzamos a reunirnos. Y ya son años”, sostiene. Quimy/Leticia Rojas, también procedente de Ecuador, asiente y apunta que el antes y el después lo marcó un encuentro feminista que tuvo lugar en 2009. “Dentro de los grupos alternativos se invisibilizaba totalmente el tema de las personas migrantes. Esto fue un punto de inflexión para pensar por qué no se visibilizaba nuestro discurso, a pesar de estar allí”, relata.

“Parece que los migrantes no tenemos un activismo político crítico, lo que por un lado nos enfurecía, y también nos empujó a hacer algo en estos contextos de personas LGTBQ blancas y locales, y generar una posición crítica y transgresora”, agrega.

Francisco Godoy, integrante de Migrantes transgresorxs. Imagen cedida.

Se autodenominan “disidentes sexuales” porque tratan de desmontar, dicen, la identidad y la orientación sexual “hegemónicas”.”La heterosexualidad es un invento colonial, así como la separación que Occidente generó entre salud y enfermedad, o delito y no delito. Antes de la llegada de los conquistadores, en Abya Yala [América] existían multitud de prácticas sexuales y de identidades que no respondían al binomio hombre-mujer o masculino-femenino, como los enchaquirados en la zona de Ecuador”, explica Francisco Godoy, activista.

También rechazan la idea de que se fueron de sus países de origen en busca del denominado “sueño europeo”. “A veces dicen que venimos de países pobres, precarios, que venimos huyendo de que nos maten, pero no es verdad. Ecuador, por ejemplo, es muy adelantado”, sostiene Aguirre. “Tenemos derecho de estar acá y en cualquier otra parte del mundo”, apunta Piña.

“Exigimos al Gobierno que nos reconozca”

Así, uno de sus principales objetivos es combatir la imagen “victimista” y homogénea que a menudo, indican, se da de la comunidad migrante, y reiteran que no quieren que hablen por ellas, que son ellas las protagonistas de su lucha, en la que ponen sobre la mesa demandas específicas, como poder decidir su nombre.

Esta ha sido una de sus campañas más recientes: que las personas trans migrantes no tengan que tener la nacionalidad española, tal y como estipula la ley, para poder cambiar su nombre en su documento de identidad (NIE) sin esperar los dos años exigidos de hormonación y médicos y un certificado de disforia de género.

“Exigimos al Gobierno que nos reconozca. Las personas migrantes tienen que obtener primero la nacionalidad española para poderse cambiar de nombre, y eso, añadido a los dos años que tienes que hormonarte, se demora cinco o diez años”, apunta Aguirre. “Diez años con todas las trabas administrativas y burocráticas, y soportando toda la violencia racista y tránsfoba”, coincide Piña.

Aguirre, según cuenta, se llama Álex en Ecuador, donde pudo cambiar su nombre, pero en sus documentos españoles figura otro, su “nombre anterior femenino”. “Acá llegué con el nombre de Álex, me lo cambiaron en el NIE y cuando pasé a tener la nacionalidad, el juez me dijo que no cumplía las leyes establecidas de sexo y género, que había una confusión. No me quiso poner Álex”, asegura.

Esta traba, según relata, ha marcado su día a día en España. “Hay personas con dos o tres hombres. En mi país me llamo como un hombre y acá tengo otro. Cuando viajo tengo que estar con los dos pasaportes”. Y cuenta que el día anterior a la entrevista, sin ir más lejos, en una visita al médico, el doctor le llamó a la consulta preguntando “¿Dónde está esta señorita”. “Lo dijo en medio de 20 personas y yo no alcé la mano. Cuando me tocó entrar, le dije que estaría bien que llamaran por los apellidos”.

“Hay gente muy cercana que no acepta que es racista”

Con su activismo, no solo se centran en la comunidad LGTBI, sino que denuncian el “racismo estructural” que, a su juicio, sufren las personas migrantes y racializadas en España. “La Ley de Extranjería es una cárcel, porque marca la muerte social de las personas que no tienen papeles. Diariamente nos tenemos que enfrentar a la inexistencia. Mi nombre es Yos, pero al no tener un documento que te valide para alquilar una habitación o tener un trabajo, no existes”, asegura.

Si tiene que pensar en cómo les afecta el racismo y la lgtbifobia a diario, Aguirre no duda. “Sales a la calle con miedo a que te peguen. Yo a veces paso desapercibido por ser chico, pero igualmente me han pegado porque reconocieron que era trans. Hay mucha violencia todavía en la calle contra las personas trans, seamos racializadas o no”.

Quimy/Leticia Rojas, activista de Migrantes Transgresorxs. ICÍAR GUTIÉRREZ

También empujan para que este discurso esté presente en otros espacios formados en su mayoría por personas blancas que reivindican los derechos LGTBI. “Es importante visibilizarnos, dar constancia de nuestra existencia. Siempre tratamos de imponernos, porque el tema migrante cuesta. Damos a conocer que sí hay racismo, porque no se reconoce que existe a nivel estructural, que hay esta idea de que lo blanco es lo mejor. Hay gente muy cercana, a la que quiero mucho, que no acepta que es racista. Que me dicen: ‘El racismo lo tienes en tu cabeza’. Tenemos un fuerte trabajo por hacer”, esgrime Aguirre.

Para su compañeras, este es a menudo un trabajo “invisible” que requiere un gran esfuerzo. “Nos vemos obligadas a estar constantemente reflexionando y generando una estrategia para explicarlo. El racismo es tan fuerte que es ciego, las personas blancas no tienen la capacidad de verlo hasta que no se lo pones enfrente y se lo explicas”, critica Rojas.

Para combatirlo, trabajan con otros colectivos antirracistas de Madrid y grupos migrantes LGTBI de otros puntos del Estado, como Barcelona o País Vasco. En todos estos años han organizado encuentros, debates, talleres y todo tipo de actividades. La próxima, ‘La cancha es nuestra’, será este domingo en el barrio de Lavapiés, con una exposición de fotografías y conciertos organizados junto a otros colectivos como Kwanzaa, Efae y Alianza por la Solidaridad. En él también rendirán homenaje a Mame Mbaye, el mantero fallecido el pasado jueves en Lavapiés.

Cada vez, dicen, son más. “Y vamos a seguir, porque esto también es lo que nos da vida. Seguir luchando”, anuncia Aguirre. “Son espacios para pensar nuestra realidad y afianzar los lazos para resistir y ver cómo solucionar nuestros problemas diarios. Ha sido lindo, porque permite saber que no estamos solas, que somos muchas y tenemos muchas estrategias para resistir, sobre todo con toda esta avalancha racista efervescente en Europa”, opina Piña.

“Que Europa esté llena de negros y migrantes es hackear la ‘blanquitud’: agrietarla y decir que existimos y sobrevivimos. Y no esperaban que sobreviviéramos”, sentencia.

Superar el miedo y elegir cómo vivir su orientación sexual: el doble proceso de los refugiados LGTBI

Un manifestante de Kenia se cubre con una máscara durante una concentración por la ley anti-homosexuales de Uganda. EFE

John recibió dos disparos por ser transexual en Colombia; a David, un reconocido activista hondureño pro derechos LGTBI, lo amenazó de muerte una banda del crimen organizado; y a Dushime le chantajearon agentes cameruneses por su homosexualidad. Los tres huyeron de la persecución en sus países. Los tres se enfrentan ahora a un nuevo desafío en los países donde han solicitado asilo: superar el miedo y ser quienes son.

“Es un proceso difícil, porque llegas a un sitio donde, de repente, todo está permitido. Al principio no te atreves a hacer nada”, explica Dushime, un ruandés que llegó a España desde Camerún, donde, apunta, “ser homosexual te lleva a la cárcel o a la muerte”. “En Madrid te dicen que hay un barrio gay y te preguntas cómo puede ser. ¡Allí no hay ni una casa!”, comenta en una conversación con eldiario.es.

Las personas LGTBI se enfrentan a una “represión generalizada” en todo el mundo que incluye detenciones, acoso y riesgo de muerte, según ha documentado Amnistía Internacional en su último informe anual. En 72 países ser gay, lesbiana, bisexual o transexual está criminalizado por ley. Pero, cuando escapan en busca de seguridad en otro país, a los obstáculos impuestos en su proceso de asilo se suman los desafíos internos derivados de su propio proceso.

Cuando huyen, el primer paso es romper el tabú y contarlo a la hora de solicitar asilo. “Hay personas que piden protección por un motivo, pero no hablan de la razón principal: su orientación sexual o identidad de género. Te lo dejan entrever o no te dicen nada hasta que están dentro del proceso y ven que aquí pueden hacerlo”, explica responsable de LGTBI en Acnur, Juan Carlos Arnáiz. “Cuando te crías en una sociedad homófoba, la interiorizas, algo que también ocurre en Europa”, sostiene Rodrigo Araneda, presidente de Acathi, una organización especializada en migración, refugio y diversidades LGTBIQ+.

La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) han detectado en los últimos tiempos un aumento de peticiones por razón de género y orientación sexual, pese a ser uno de los motivos menos conocidos y más difíciles de admitir por los propios solicitantes.

Activistas pro-derechos del colectivo LGTB protestan contra la reforma del código penal que penalizaría el sexo entre homosexuales y otras medidas contra la libertad sexual a las puertas del Parlamento en Yakarta (Indonesia) hoy, 20 de febrero de 2018. EFE/ Mast Irham EFE

Además de los trámites, las personas refugiadas LGTBI hacen frente a un proceso personal de “desarrollo de su identidad en libertad”. Debido a los prejuicios y la homofobia en todo el mundo, las inseguridades son comunes entre las personas LGTBI a la hora de definir y mostrar abiertamente su orientación sexual e identidad de género, pero cuando este paso se traduce en persecución o la muerte, el miedo es una barrera que les impide explorar quiénes son.

“Nos parece muy básico, pero ellos no han tenido la opción de conocerse y elegir cómo ser”, indica Ángeles Plaza, psicóloga de CEAR. Por esta razón, explica, en el país de acogida se inicia un proceso en el que descubren “cómo comportarse, la ropa que les gusta llevar, cómo moverse o qué les gusta y qué no”.

En estos contextos, dice, los referentes son fundamentales para desenvolverse en la nueva cultura. “El acompañamiento psicológico es muy importante, pero lo es más la construcción de vínculos. Necesitas personas que te den seguridad, a las que puedas recurrir sin hablar de estos temas”, señala Plaza.

“No podía contar mi historia, ¿qué iban a pensar de mí?”

John aterrizó en España desde Colombia en 2016. “Al llegar respiré tranquilo, sabía que no me iban a matar”, dice. Aunque el miedo no desaparecía: “No podía contar mi historia, porque era como si se me atragantase algo en la garganta. ¿Qué van a pensar de mí? ¿cómo me van a llamar? ¿cómo me tratarán?”, recuerda.

Entonces, John tenía 42 años. Solo habían pasado cinco desde que descubrió su identidad. “Al principio creía que era una mujer lesbiana”. Con 20 años, su padre le apuntó con una pistola. Sin apoyo familiar, comenzó a trabajar como transportista y fue detenido por su documentación. “Hace tres años unos compañeros me dispararon”, relata. También, dice, recibió amenazas de violación.

Activistas en favor de las uniones entre parejas del mismo sexo se manifiestan en Bogotá. EFE

Historias como la de John dejan huella en forma de traumas. “Son heridas muy profundas que condicionan su forma de ser y quiebran su confianza”, explica Plaza. Estas experiencias se reviven cada vez que vuelven a ser discriminados en los países de acogida. “Es frustrante cuando te dicen que vienen a un ‘país libre’ y les insultan. Cuando te cuentan que les han mirado mal, esa mirada conecta con muchos traumas pasados”.

También tienen que “reconciliarse con sus creencias” y superar los sentimientos de culpa, por ejemplo, por el daño familiar. “Hay un proceso de aceptación, en el que poco a poco se va trabajando esa culpa y aprendiendo que tiene unos condicionamientos culturales, sociales y religiosos”, comenta Plaza.

“Si regreso no es que pueda morir, es que voy a morir”

Sin embargo, es difícil desprenderse del temor. “El miedo está siempre contigo. Cuando estoy en medio de mucha gente o hablando sobre el tema empiezo a temblar. Te bloqueas y vuelve todo ese sentimiento de agobio y de miedo”, asegura David. Él nunca había sufrido rechazo familiar por ser homosexual, por lo que en 1999 creó la Organización Pro-Unión Ceibeña para defender los derechos LGTB en Honduras, donde los delitos de odio están a la orden del día.

Tras varias amenazas, la situación se hizo insostenible en 2013. “Un miembro del crimen organizado entró en las oficinas insultándonos y amenazándonos de muerte, también a nuestra familia. Denunciamos, pero al día siguiente nos sacaron del país”, relata. Llegó a Barcelona en 2016. “Me centré en visitar organizaciones para tener orientación para adaptarme y saber a qué puertas tocar para conseguir un empleo”.

La responsable de CEAR recalca que el número de concesiones de asilo por este motivo “es mínimo”, principalmente, porque, según explica, es algo “muy difícil de demostrar”. “Si no se forma y se sensibiliza a quien atiende a personas LGTBI, se verá desde nuestra percepción occidental, con estereotipos y prejuicios, y se puede quedar gente fuera porque, por ejemplo, tal vez dicen primero que son homosexuales y luego transexuales, caen en una contradicción y no se admite”, afirma.

Y, tras el proceso, la espera. Para muchos, volver no es una opción. “La pregunta no es si quiero volver a mí país, si no a ese infierno. Si regreso no es que pueda morir, es que voy a morir”, lamenta Dushime. David es más tajante: “No quiero volver. Nunca”.

Ondarroa despide al joven Ekai en una protesta contra la transfobia

Ekai se quitó la vida a la espera de recibir un tratamiento hormonal que nunca llegó

El Ayuntamiento del municipio vizcaíno declara tres días de luto por la muerte del adolescente

Vecinos de Ondarroa (Bizkaia) han recordado a Ekai, el joven de 16 años de edad que se ha suicidado cuando se encontraba a la espera de recibir en la Unidad de Género’ del Hospital de Cruces el tratamiento hormonal que necesitaba.Ana, la madre de Ekai, le encontró muerto el pasado jueves en su habitación de la vivienda familiar. La muerte de Ekai ha impactado con dureza en Chrysallis Euskal Herria, la asociación de familias de menores transexuales, en la localidad de Ondarroa y en la sociedad vasca en general, donde algunos partidos han reclamado a Osakidetza una revisión de los protocolos que aplica a los jóvenes trans.

Beatriz Sever ‘Bea’, portavoz de la asociación, incluso ha advertido de que muchos menores transexuales de la asociación se encuentran en la “cuerda floja”.

En la movilización, desarrollada en silencio en la plaza del Ayuntamiento de Ondarroa y convocada por Chrysallis Euskal Herria, los participantes han dibujado en el suelo con velas un corazón en cuyo interior se leía Ekai. También han situado en el lugar un centro con flores junto con la pancarta ‘Ekai maite zaitugu’ (Ekai te queremos).

Con la movilización, en la que se han podido ver numerosas banderas con el arco iris, símbolo del colectivo, los convocantes han querido denunciar la situación que viven “niñas, niños y jóvenes a quienes se les está negando una y otra vez su identidad”.

Tras diez minutos de concentración, representantes de la Asociación de Familias de Menores Transexuales han leído un comunicado en el que han indicado que sienten “el corazón roto, dolor y mucha rabia”, pero anuncian que van a seguir trabajando, no desde el sentimiento de rabia y dolor, “sino desde el amor” hacia sus hijas e hijos.

Días de luto
El Ayuntamiento de Ondarroa ha declarado tres días de luto de Ekain y ha colocado a media asta, hasta el domingo, una bandera con el arco iris, símbolo de ese colectivo. También ha lamentado que en los últimos años, por su condición de transexual, el joven Ekai se viera obligado a superar numerosas trabas impuestas por distintas entidades, en una “pelea” en la que se vio involucrada toda su familia.

El Ayuntamiento ha elogiado, en este sentido, la actitud que han mantenido sus padres al haber apoyado y protegido al chico, pese a lo difícil que, en una situación como la del joven, puede resultar para algunas familias “romper las normas” sociales y ayudar a sus hijos.

El Consistorio ha reafirmado su compromiso contra la transfobia y ha anunciado que continuará trabajando para construir un pueblo donde se garanticen los derechos de todas las personas, sin ningún tipo de discriminación.

El PP propone una ley LGTBI que ignora la diversidad en las aulas y no prohíbe las terapias para “convertir” homosexuales

“Todes somos personas, todes tenemos derechos”, pancarta en la manifestación del Orgullo Crítico en Madrid este 2017. Álvaro Minguito

El Partido Popular  ha esperado a última hora para presentar su propia ley LGTBI. La formación intenta tumbar así la que, a pesar de su abstención y la de UPN,  fue apoyada para tramitarse por el Congreso el pasado mes de septiembre tras ser presentada por Unidos Podemos. La enmienda a la totalidad de la ley que han registrado los populares reduce a mínimos la propuesta y se deja por el camino cuestiones consideradas fundamentales por los colectivos LGTBI.

El texto se reparte en 33 artículos que abordan diferentes ámbitos y que, aunque reconocen “la necesidad” de erradicar la discriminación “por razones de orientación sexual e identidad sexual”, apenas contempla medidas específicas ni está revestido de carácter obligatorio. De hecho, no cuenta con régimen sancionador: “Tal y como está redactada no obliga a nada, ni siquiera a las comunidades autónomas en el ámbito de sus competencias”, explica la jurista especializada en derechos LGTBI Charo Alises.

La experta fue una de las redactoras de la ley ahora en trámite, que nació con polémica y que pasó la primera fase en  el Congreso tras ser apoyada por Ciudadanos, Unidos Podemos y el PSOE. A pesar de que se trata de una extensa norma que las formaciones se comprometieron a reformar, abarca todos los ámbitos y cuenta con una amplia referencia a los principios rectores de la ley que la del PP no contempla. Entre ellos, el de prevención de la homofobia, bifobia, transfobia e interfobia. La iniciativa popular solo incluye estas palabras una vez.

En palabras de Jesús Generlo, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), colectivo que elaboró la legislación, se trata de “la consumación de la mayor traición hacia el colectivo por parte del PP desde el recurso al Constitucional del matrimonio igualitario”. La federación califica la enmienda de “una absoluta tomadura de pelo” y asegura que se trata de un texto “improvisado, carente de contenido y elaborado a espaldas del colectivo directamente afectado”.

Nada sobre menores trans

Uno de los aspectos que más preocupa a los colectivos es la falta de medidas en el ámbito educativo. El texto dedica a ello tres artículos entre los que incluye la creación de protocolos contra el acoso LGTBIfóbico en las aulas, pero no nombra a las Comunidades Autonómas a pesar de que tienen competencias educativas. Por otro lado, habla de campañas de sensibilización a la comunidad educativa y “promover” formación a los docentes “para que sepan desarrollar los planes de educación basados en el respeto a la diversidad sexual y de género”.

Ninguna medida concreta ni obligatoria al respecto: no se nombra la necesidad de contar con contenidos LGTBI o referentes positivos en el material didáctico, en las asignaturas,  en los libros de texto o en los programas de estudio. Tampoco hay ninguna referencia a las universidades, a la diversidad familiar  ni al respeto a la identidad de los alumnos trans en los centros educativos, que sean llamados por su nombre o que puedan utilizar los vestuarios respecto a su género sentido, a pesar de que muchas autonomías ya reconocen este derecho.

Y es que la ley del PP apenas contempla medidas dirigidas al colectivo trans y ni siquiera nombra a los menores. Únicamente establece el respeto a su identidad sentida en el ámbito de la salud y por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. No aborda el tema de la despatologización de la transexualidad ni el derecho a la autodeterminación de género, los dos principios con los que se están alumbrando las legislaciones más avanzadas en el mundo  y las exigencias de organismos internacionales como el Consejo de Europa.

De hecho,  el Congreso ha aprobado recientemente la toma en consideración de un proyecto de ley para eliminar en España el requisito de que los trans deban declararse enfermos para cambiar su nombre y sexo legal. Una iniciativa a la que el Partido Popular votó en contra.

Más requisitos a las lesbianas en el Registro Civil

La enmienda sí establece la creación de un Consejo Estatal para la igualdad de las personas LGTBI, pero despacha las medidas con referencias generales a “se promoverán medidas…” o “se establecerán medidas…”. En el ámbito de la salud solo menciona que “se promoverán” programas dirigidos a las necesidades del colectivo LGTBI y que “corresponde a los poderes públicos” garantizar la formación del personal sanitario y a éste “velar por una atención respetuosa”. Nada se dice de políticas de salud públicas, de derechos sexuales y reproductivos o de protocolos de atención a las personas trans.

“En el ámbito laboral y de la familia no se establece ni una sola medida concreta para garantizar la no discriminación de las personas LGTBI”, explica Charo Alises. Tampoco se incluye la eliminación del requisito de que  las parejas de mujeres estén casadas para inscribir a sus hijos en el Registro Civil ni la no discriminación de las mujeres lesbianas a las técnicas de reproducción asistida. Aunque varias comunidades no lo están haciendo, en 2013 el Gobierno aprobó un decreto que las dejaba fuera –junto a las madres solteras–. 

Además, el PP ha eliminado la prohibición de  las llamadas terapias de conversión para homosexuales, que sí incluye  la ley LGTBI que apoyó el Congreso y que no se permiten en algunas comunidades autónomas. Estos métodos que tienen como objetivo cambiar la orientación sexual o identidad de género de una persona por considerar que ésta es inadecuada son rechazados por la comunidad científica y hay bastante consenso entre colectivos y psicólogos sobre el daño que producen.

Los populares se dejan fuera también el trato hacia las personas LGTBI en los centros penitenciarios, la formación de los profesionales del ámbito de la justicia o medidas concretas sobre la juventud más allá de “promover” el respeto entre los jóvenes o “impulsar” formación en “el valor de la diversidad”. En cuanto a la parte de definiciones, el texto omite la orientación sexual, la identidad y expresión de género, las personas cisexuales, familias LGTBI o personas no binarias.

Tu novia es “tu amiga especial” o la confusión del recepcionista: la homofobia sutil que la ley no combate

Manifestantes del Orgullo Crítico de 2017 en Madrid ÁLVARO MINGUITO

Ir con tu pareja al mostrador del hotel, que la recepcionista ponga cara de extrañeza, mire de nuevo a la pantalla del ordenador y asegure que se debe tratar de “un error” al ver que sois dos chicos. Que tu madre te pregunte siempre por tu “amiga especial” a pesar de que sabe que eres una mujer bisexual y ahora tienes novia. Que los primeros días de trabajo no dejen de preguntarte si tienes novio porque eres una chica. Que tu grupo de amigos se sienta incómodo en una discoteca LGTBI, lo comente y decida irse.

Los avances normativos de los últimos años han dibujado un escenario de cierto consenso social contra la homofobia y a favor de la diversidad afectivo sexual. Sin embargo, permanece un tipo de discriminación sutil, más invisible y menos directa que el insulto o la paliza y también menos reconocible.

“Comportamientos que antes eran tolerables están prohibidos por ley y hay cierto consenso social en rechazarlos. Pasa con todos los colectivos. El prejuicio, que antes se manifestaba de manera violenta y directa, ahora cambia y busca otra forma de articularse. Y es que el prejuicio no se puede prohibir por decreto ley, está muy instalado y no cambia de la noche a la mañana”, explica Fernando Molero, el investigador principal de  un reciente estudio elaborado con la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) sobre la discriminación sutil y manifiesta.

No significa que las agresiones motivadas por la orientación sexual no se produzcan, pero hay un clima de condena. Los resultados de la investigación –realizada sobre una muestra de casi 500 mujeres lesbianas y hombres gays, no bisexuales– concluyen que la discriminación sutil percibida es mayor que la directa porque “a pesar de la existencia de legislación avanzada y de la aparente tolerancia, hay una amplia evidencia de que en la sociedad española aún hay prejuicios y discriminación”.

El prejuicio encubierto

Al preguntar a varias personas sobre este tipo de discriminación, Ana nombra los chistes en los grupos de amigas y las miradas por la calle al ir de la mano con una mujer o que su madre diga, cuando le preguntan por los maridos de sus hijas, que su hermana vive con su pareja y que ella es “muy independiente”, a pesar de tener también pareja. A Sara su padre le pregunta por “su amiga especial” y el primo de Sergio le dijo que no tenía ningún problema cuando le presentó a su novio, pero que quizás se sentiría incómodo si se besaban delante de él. Son muchas las mujeres lesbianas que relatan  la presunción de heterosexualidad a la que se enfrentan en las consultas ginecológicas.

No solo ocurre, lejos de lo que pudiera parecer, entre personas nacidas en una época en la que la orientación sexual era duramente reprimida e invisible, sino que también se da entre jóvenes. De hecho,  un estudio de 2016 del Gobierno vascoidentificó que los prejuicios sutiles son uno de los tipos de violencia que se dan en las aulas hacia el alumnado homosexual o bisexual. Un tipo de fobia que, asegura el informe, perdura en la población adolescente, aunque no se atreven a manifestarla en público.

En este caso se trata de “una forma encubierta de prejuicio que no siempre se traduce en conductas hostiles o de claro rechazo más presentes años atrás. Hay adolescentes que no muestran conductas fóbicas racionales, pero pueden sentir incomodidad antes lesbianas y gays o mostrar desagrado ante manifestaciones de afecto entre personas del mismo sexo”. Algunos ejemplos reales que recoge el informe son: “A mí no me gusta que los chicos estén con chicos, pero lo acepto. De aquí a unos años quizá me guste”. Una idea que refleja “la aceptación social o normativa y, a su vez, el rechazo o reparo individual”.

Difícil de combatir

Muchas de las personas consultadas para este reportaje coinciden en afirmar que el trabajo es uno de los espacios en los que más perciben este tipo de discriminación sutil. No es poco frecuente el relato de hombres y mujeres que disimulan su pluma para ajustarse a un marcado consenso no explícito entre lo que es aceptable y lo que no. La “plumofobia”, de hecho, es un tipo de discriminación muy relacionada: el típico “gay sí, pero que no se note” o “¿por qué tienes que hacer bandera de tu condición sexual?”.

“En el ámbito laboral o familiar hay una cierta apariencia de tolerancia o aceptación, pero en realidad se admite tu presencia pero no tu existencia. Suele verse claramente en los espacios informales al conversar sobre planes de fin de semana con parejas o de vacaciones. No es poco frecuente que se produzca una omisión de preguntarte a no ser que tengas una actitud muy proactiva, la gente no sabe muy bien cómo incorporarte o cómo comportarse contigo”, ejemplifica la jurista especializada en derechos LGTBI Violeta Assiego.

La investigadora Donatella Di Marco  lleva años estudiando la discriminación por orientación sexual que se da en el empleo para concluir que suele considerarse un espacio no demasiado seguro para salir del armario. Entre otras cosas, por los prejuicios sutiles que se dan y que “pueden ser tan dañinos como la discriminación manifiesta. Además, son más difíciles de identificar para las víctimas y para las organizaciones y, por ende, más difíciles de combatir”, explica Di Marco, que actualmente trabaja en el Instituto Universitario de Lisboa.

“La ley de la homofobia”

El estudio de la UNED también concluye la dificultad para combatir este tipo de homofobia sofisticada porque “percibes rechazo pero no te lo están comunicando directamente. Quizás sientes que algo pasa, que no te miran igual, pero a la vez te están diciendo que te aceptan”, resume Molero, que hace hincapié en que provoca indenfensión, inseguridad e impotencia.

“Ante el rechazo directo la víctima sabe claramente cómo posicionarse, pero ante este no”. Algo en lo que también influye la escasa complicidad social, que mayoritariamente sí se posiciona en contra de la violencia directa.

Kika Fumero es profesora y especialista en diversidad afectivo sexual. Asegura que es más difícil de combatir porque es “un acuerdo social tácito” que emana de que “seguimos siendo percibidos como una realidad ajena, extraña y no cotidiana”. La docente nombra la invisibilidad y el silencio como dos formas de este tipo de discriminación que hacen que se mantenga lo que Ignacio Pichardo, profesor de Antropología de la Universidad Complutense de Madrid, ha llamado “la ley de la homofobia”.

“Cuando voy con mi pareja por la calle prefiero soportar que una persona me grite ‘lesbiana’ que las miradas silenciosas que se giran”, dice Fumero. Miradas que, probablemente, pertenecen a personas que aseguran tolerar la diversidad de orientación sexual.  En palabras de Pichardo: “Las encuestas dicen que la mayoría de personas son respetuosas. Si hay alguien que tiene que dejar de arbitrar un partido de fútbol porque le llaman maricón en el campo no es porque haya 300 personas llamándole maricón. A lo mejor son diez, cinco, ocho personas, pero las otras 280 se callan y con ese silencio están permitiendo que la ley de la homofobia se mantenga”.