El presidente de los obispos: “Tenemos que decir ‘no’ a la ideología de género”

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Ricardo Blázquez, en una imagen de archivo EFE

El presidente de la Conferencia Episcopal Española y cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, ha defendido que la Iglesia debe denunciar la ‘idelología de género’ porque es “poco serio que se intente separar el género del sexo”: “La sexualidad no es solo genitalidad, también es una forma especial de sentir. Esta cuestión no se resuelve con una operación quirúrgica, es de otro orden. Por eso, tenemos que decir ‘no’ a la ideología de género”.

Según recoge Religión Digital, Blázquez pronunció estas palabras en una conferencia llamada ‘La belleza del amor matrimonial en la exhortación Amoris laetitia’ en las Jornadas de reflexión para el presbiterio madrileño, que se celebran en el Seminario Conciliar de Madrid. En su intervención, defendió también la existencia de un “desplome” del “matrimonio católico” en muy pocos años porque “hoy es más fácil divorciarse que romper el contrato de arrendamiento de un piso”.

Otra de las cuestiones recogidas en esta exhortación al Papa Francisco y que “preocupan” a la Iglesia son las “tendencias homosexuales”. A su juicio, la humanidad “no se divide entre homosexuales y heterosexuales, sino entre varones y mujeres”, aunque “la ‘catequesis’ que le llega a la gente, a través de los medios, sea la contraria”.

Blázquez ha defendido que debe diferenciarse “entre la tendencia homosexual y el ejercicio de la homosexualidad” y “acoger con respeto” a las personas homosexuales, “evitando toda discriminación injusta”. “A veces, en nuestros pueblos cuántos motes hemos puesto a estas personas, cuando ya llevan una buena encima tanto ellos como sus familias”, ha reflexionado.

Para Blázquez, la doctrina católica sobre el matrimonio y la familia está constantemente “atacada” por “lobbies que reivindican libertad para ellos y se cierran a la libertad de los demás” y por “centros de gestación de legislación para todos los países, que a veces lo ponen como condición para recibir subvenciones”.

El demonio que acecha a los homosexuales (y del que nadie habla)

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Imagen de archivo de una concentración homosexual EFE

Hacía tres años que no me encontraba con mi primer novio, digamos que se llama Steven. En junio, cuando entró al pub de Brixton, me quedé impresionado. Cuando lo conocí, hace diez años, le gustaba practicar deportes y era un poco maniático de la salud. Más allá de alguna que otra típica borrachera estudiantil, mantenía bastante su compostura. El Steven de ahora tenía las pupilas dilatadas, marcas rojas en los brazos, y hablaba como un loco moviendo la cabeza de un lado a otro de forma errática. Se había hecho adicto a la metanfetamina y abusaba del alcohol y de otras drogas.

La historia de Steven dice mucho sobre la silenciosa crisis de salud que afecta a los hombres homosexuales. En general, la frase “crisis de salud” vinculada con la palabra “gay” remite a la catástrofe del VIH que causó estragos en la comunidad homosexual y bisexual durante los años ochenta. En el mundo desarrollado y aunque el tratamiento pueda provocar problemas de salud, el VIH ya no significa una sentencia de muerte.

En el Reino Unido, se calcula que unos 6.500 hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres viven con infecciones no diagnosticadas. Una amenaza mucho mayor es la angustia, natural en una sociedad plagada de homofobia, cuya consecuencia directa es el abuso de alcohol y drogas.

Steven lleva 66 días limpio. Ha aceptado el tratamiento con entusiasmo y es uno de los voluntarios en su grupo de apoyo local. ¿Pero por qué, igual que tantos otros hombres homosexuales, sucumbió Steven a las adicciones?

Steven tenía solo 15 años cuando se declaró homosexual. Sus padres lo llevaron a una pseudoclínica dirigida por fundamentalistas cristianos para curar su homosexualidad. No lo recuerda con resentimiento. “Sé que me aman y que hicieron todo lo que pudieron”, dice Steven. “No sabían qué era lo que necesitaba, así que se fijaron en su propia experiencia: vivían en una cultura que dictaba que si eras homosexual era una desgracia. Además de quedarte solo contraerías sida y tendrías muchas dificultades para vivir. Mis padres sentían que realmente estaban tratando de ayudarme”.

Pero el problema iba mucho más allá de su familia. En los primeros años del nuevo milenio, el que se declaraba homosexual durante la adolescencia se exponía, casi sin excepción, a sufrir acoso escolar, a quedarse sin personas que le sirvieran como modelo y a sufrir la intensificación del discurso homófobo en los medios. “Al sumarlo todo, el resultado fue que me quedé aislado y pensando que el problema era yo”. La internalización de ese tipo de vergüenza a tan temprana edad deja daños que tardan mucho en curarse y sirve para comprender la difícil situación que atraviesa Steven en la actualidad.

Matthew Todd, exeditor de la revista Attitude, abordó el tema en su magnífico, y perturbador, libro Straight Jacket, publicado recientemente. Todd identifica una serie de problemas que la mayoría de hombres gays, si fueran honestos, podrán reconocer: “Niveles desproporcionadamente altos de depresión, daño autoinfligido y suicidio; no son infrecuentes los problemas de intimidad emocional… y en la actualidad hay una pequeña pero significativa subcultura de hombres que consumen, algunos hasta inyectándoselas, drogas muy peligrosas. A pesar de que los centinelas de la maquinaria de relaciones públicas homosexuales las tratan de simple histeria, son drogas que están causando la muerte de muchas personas”. En su libro, Todd menciona una preocupante lista de amigos, conocidos y famosos miembros de la comunidad homosexual que lucharon contra las adicciones y terminaron quitándose la vida.

Las estadísticas son realmente alarmantes. Según un informe de Stonewall, en 2014, el 52% de los jóvenes de la comunidad LGTB dijo que en algún momento se había provocado heridas; un impactante 44% había considerado quitarse la vida; y un 42% había buscado ayuda médica para tratar la angustia. Con frecuencia, el uso indebido de alcohol y drogas es una forma nefasta de automedicación para enfrentar la angustia subyacente. Según un estudio reciente de la Fundación LGTB, el consumo de drogas en el colectivo LGTB es siete veces mayor que el de la población general; el exceso de alcohol es el doble de común entre hombres homosexuales y bisexuales; y la dependencia de sustancias es marcadamente más alta.

¿Por qué pasa esto? Según Todd, “es una vergüenza que nos impusieron desde niños y a la que estamos sometidos culturalmente”.

El problema que tienen los homosexuales no es su sexualidad, sino la actitud de la sociedad ante ésta. “Nuestra experiencia ha sido crecer en una sociedad que todavía no acepta del todo que las personas puedan ser otras cosas además de heterosexuales y cisgénero (persona que se identifica con el género que le asignaron al nacer)”.

Aún se siente el peso de siglos de odio e intolerancia y la discriminación legalizada, hasta hace poco vigente.

Todos los hombres homosexuales y bisexuales, así como las mujeres y las personas transgénero, crecen en medio de la violencia homofóbica y transfóbica. La palabra “gay” se usa en los patios de juego como sinónimo de todo lo malo.

En su mayoría, las películas y los programas de televisión no han tenido personajes LGTB bien definidos, que causen empatía. Muchas veces recurren a los vulgares clichés homófobos. En casi cualquier lugar público, la imposibilidad de andar de la mano con alguien a quien amas sirve como un amargo recordatorio de que una gran parte de la población aún te margina. Declararse homosexual, un proceso que no sucede una vez, sino que se repite hasta el cansancio en diferentes contextos, implica un constante estrés. Para los que creen que inevitablemente todo está mejorando, un dato alarmante: desde el referéndum del Brexit, los delitos por homofobia aumentaron un 147%.

La sociedad ha dañado (y sigue dañando) a la comunidad LGTB. Y eso no es exagerar lo que está sucediendo (me enfoco en mi experiencia personal como homosexual): ser homosexual no significa estar en un estado miserable. Como dice Todd, hay una gran cantidad de personas homosexuales satisfechas y exitosas y, en los últimos tiempos, ha habido avances extraordinarios, como el matrimonio igualitario.

Para la gran mayoría del colectivo LGTB, declararse homosexual es como salir a respirar: la alternativa es mucho más deprimente. Pero esta es una crisis de salud de la que no se habla demasiado: la combinación nociva de angustia con abuso de drogas y alcohol.

Es una crisis por la que no se está haciendo nada. A pesar de las promesas del gobierno de garantizar con la misma eficacia los servicios de salud física y los de salud mental, la organización británica de salud mental MIND informó el año pasado de que la financiación de los servicios de salud mental se había recortado un 8% desde 2010. Según la ONG King’s Fund, los recortes contribuyeron a “generalizar la evidencia de una atención de mala calidad”. En particular, un gran número de servicios para LGTB han quedado devastados: como lo señaló la federación de sindicatos TUC en 2014, los servicios “ya estaban trabajando con un presupuesto ajustado. Algunos sufrieron recortes de hasta un 50%”.

Por culpa de la vergüenza internalizada, a menudo la comunidad LGTB tiene dificultades para hablar con una sola voz de los problemas que enfrenta. Siempre existe el peligro de reforzar los estereotipos perjudiciales que ya han causado tanta angustia. Pero debemos enfrentar la crisis que está perjudicando a la salud y cobrándose vidas. Además, la sociedad tiene que asumir su responsabilidad: su constante negativa a tratar a la comunidad LGTB como iguales es la causa de tanto dolor. Si el Gobierno de Theresa May realmente quiere demostrar que es algo más que una banda que hace versiones del Ukip, tal vez deba tomar en serio este asunto y reconsiderar los recortes de David Cameron. La vida de la comunidad LGTB depende de ello.

Traducido por Francisco de Zárate

CORRECCIÓN: En la primera versión de este artículo había un error de traducción en la que se decía “el problema que tienen los homosexuales no es su sexualidad, sino cómo ve la sociedad esa elección”. La traducción correcta es: “El problema que tienen los homosexuales no es su sexualidad, sino la actitud de la sociedad respecto a ésta”.

Las transexualidad no es una enfermedad mental

Con motivo del Día Internacional por la Despatologización Trans, que este año 2016 se ha celebrado el 22 de octubre, los colectivos LGTBI y las personas transexuales se han movilizado para exigir que, de una vez por todas, la transexualidad deje de ser considerada como un ‘trastorno de la identidad sexual’. Es decir, que las personas transexuales dejen de estar psiquiatrizadas y no dependan del control diagnóstico de las instituciones médicos-psiquiátricas. Reclaman, frente a esos poderes, la autogestión de género que corresponde a toda persona libre. En España, han pasado más de nueve años desde la aprobación de la Ley de Identidad de Género que requiere de una modificación que no llega: la eliminación de la actual necesidad de un especialista que lo identifique como un trastorno, algo que ya han dejado atrás países como Noruega, Dinamarca, Argentina e, incluso, Irlanda, Malta o Nepal.

Lo que los activistas persiguen es algo tan razonable a estas alturas como que las personas trans puedan decidir su sexo registral, es decir, cómo son reconocidas legalmente, de modo que haya una relación de equidad entre quienes realmente son y quienes los papeles dicen que son. Salvo ciertas normas autonómicas que han incorporado el principio de despatologización, en España las personas trans que quieran cambiar su sexo registral deben estar diagnosticadas de ‘disforia de género’ y haber recibido tratamiento hormonal durante al menos dos años. En el DNI pueden cambiar su nombre pero no el sexo que les fue asignado en el nacimiento. Ese cambio debe autorizarlo un juez tras esos requisitos que suponen que la persona trans pase por reconocer que es una enferma mental.

Las personas trans no son enfermas mentales, algo que la mayoría de la gente comprobaría si la estigmatización y la patologización históricas no las mantuvieran en una radical discriminación en todos los ámbitos de relación social: familiar, educativo, laboral, administrativo, mediático. Discriminación tan agresiva que a la mayoría de la gente no trans le haría necesitar tratamiento psicológico: ha provocado mucha marginación, mucha exclusión, mucho sufrimiento y mucho suicidio. La enfermedad, pues, la tiene una sociedad que mantiene una concepción del género binaria, cerrada e impositiva. Una concepción represora, por cuanto quien se decida por el ejercicio al derecho de autodeterminación de su género habrá de pasar por el examen de una presunta autoridad, que casi siempre es incompetente por ideologizada y obsoleta, y a los hechos podemos remitirnos: el intervencionismo patologizador no solo es un error científico sino que además conlleva una injusticia que, como tal, lejos de mejorar la vida de las personas trans supone para ellas graves perjuicios en su día a día (desde la imposibilidad de abrir una cuenta bancaria a la reducción al extremo de conseguir un puesto de trabajo). Se trata, por tanto, de una cuestión política.

El 82% de las personas transexuales ha sufrido una agresión física a lo largo de su vida. Se dice pronto. La violencia contra ellas suele comenzar en la infancia, arropada por un sistema educativo que no las protege del acoso de los demás (un acoso que a su vez procede de la ignorancia derivada de una pedagogía también binarista, incapaz ante la diversidad), y alcanza su cota más alta contra las mujeres trans (muchas víctimas lo son en el contexto del trabajo sexual, que se ven obligadas a ejercer porque todo el proceso anterior las ha dejado fuera de otras opciones de supervivencia). Certeramente, Mané Fernández, activista transexual y portavoz de FELGTB, lo denomina “transfeminicidio”. Él mismo ha resumido lo que, para nuestra vergüenza, es en un altísimo porcentaje la vida de una persona trans: “La vida no me ha tratado bien. He tenido que pagar mucho por una deuda que no era mía, ni quería contraer. Fue una deuda que me vino impuesta y la sociedad se encarga de recordármela casi todos los días”.

Para que ese recuerdo se borre de manera definitiva del imaginario colectivo, debemos apoyar al activismo que reclama unos derechos que son humanos. Manifestar nuestro rechazo a la patologización de la diferencia. Celebrar, por el contrario, la diversidad. Estamos hablando de los cuerpos de otras personas, sobre el que solo ellas son, han de ser, soberanas. Y estamos hablando de una sociedad que por definición será mejor si fomenta la libertad y felicidad de todas. Una sociedad, entonces sí, más sana.

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¿Pornografía en las aulas? Podría ser una buena idea

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Póster de la película Nymphomaniac, de Lars Von Trier.

La semana pasada solté una bomba en un festival literario cuando, en respuesta a una pregunta sobre pornografía, sugerí que debía considerarse la idea de que los alumnos miren y analicen ese tipo de material en el colegio. Fui acusada (en las redes sociales, por supuesto) de ser un peligro para los pobres niños y, sí, también recibí mi primera amenaza de muerte en Internet.

Me pregunto qué piensan estos supuestos adultos sobre lo que nuestros jóvenes están haciendo en cuanto al sexo. Internet es el “Lejano Oeste” de la era de la información, y las generaciones más jóvenes son mucho más versátiles que las anteriores a la hora de adentrarse en los confines más sórdidos de la red.

Los adolescentes siempre se sienten atraídos por el lado más obsceno de la cultura. En otra época era  El amante de Lady Chatterley el que pasaba de mano en mano por toda la clase entre risitas, oculto bajo un libro de matemáticas para principiantes.

En los noventa fueron las revistas para hombres. Las madres feministas se las vieron canutas tratando de explicar a sus hijos que la explotación de las mujeres (eso de pegar pósteres de mujeres semidesnudas en la habitación) no era una buena idea. Era difícil porque esos padres tampoco querían que sus hijos pensaran en el sexo como algo sucio, o que sintieran que no podían compartir con ellos la curiosidad de esta etapa. Pero había que hacerles entender que nunca se debe tratar a las mujeres como objetos.

Hoy puede ser un teléfono inteligente, una tableta o un portátil, siempre en el bolsillo o en la mochila, listos para una selfie. Los padres deben saber para qué están usando la tecnología sus hijos. Por lo general, hacen más cosas con ella que buscar en Internet el significado de una palabra o llamar a casa para avisar de que están bien.

siento mucho que no hayamos sido capaces de traspasar a nuestras hijas y nietas el conocimiento que nosotras, como jóvenes feministas, recopilamos acerca de las relaciones sexuales y el placer.

Formo parte de la generación del baby boom, que creció durante la revolución sexual, y siempre me hizo gracia esa idea de que el destino de una mujer era, como dicen aquí, “recostarse y pensar en Inglaterra”. En mi época, la educación sexual solía centrarse en el miedo al embarazo, a las infecciones y a la pérdida de la decencia; algo que, según me dicen, sigue vigente en muchos casos hoy.

Pero teníamos anticonceptivos gratis y seguros, el sida no existía y descubrir lo que nos daba placer era asunto nuestro. Libros como Nuestros cuerpos, nuestras vidas nos dieron la información y movimientos como el de Liberación de las Mujeres nos animaron a familiarizarnos con nuestros genitales usando un espejo y una linterna.

Había reuniones para tratar estos temas en grupo. Yo no participé, pero siento mucho que no hayamos sido capaces de traspasar a nuestras hijas y nietas el conocimiento que nosotras, como jóvenes feministas, recopilamos acerca de las relaciones sexuales y el placer. Para ellas todo parece haber vuelto a épocas anteriores, o tal vez peores.

Algunas de las últimas noticias reflejan la dominación masculina por la que aún transitan las mujeres. Por ejemplo, Donald Trump, cuando dice que cuando ve a una mujer hermosa, simplemente empieza “a besarla”: “Me atraen como un imán, solo las beso, no puedo esperar”. O el detalle de que el futbolista Ched Evans (absuelto de los cargos por violación la semana pasada) no le habló a la demandante ni antes, ni durante ni después del acto sexual (Evans anda ahora diciendo que la gente “tiene que educarse sobre la relación entre el alcohol y el consentimiento en las relaciones sexuales“).

A estas alturas todos sabemos de sobra lo que está sucediendo con los niños en el colegio, con comportamientos que a menudo terminan en vergüenza y pena. ¿Qué clase de padres no advierten a sus hijos sobre el peligro de la foto de un miembro viril? ¿O de que una selfie sin ropa termine siendo compartida de forma inapropiada y su protagonista sea humillado por todos?

Los adolescentes curiosos también pueden acceder de forma instantánea a sitios web que probablemente horrorizarían hasta al más moderno de nosotros. He visitado unos cuantos para investigar y creo que todos los padres deben preocuparse. Lo que ofrecen es muy desmoralizador, incluso en los dedicados al sexo “normal”, no ya en los que se meten en temas como el abuso o lo perverso.

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Jóvenes aprender a poner un condón durante un talller sobre sexualidad.

No he visto ni uno en el que la mujer no sea otra cosa que una proveedora de placer para uno o varios hombres. Estas mujeres no tienen vello corporal y el sexo es tanto anal como oral. Al parecer, el anal es siempre placentero para ellas, dan sexo oral y gritan mucho, como si disfrutaran. Son actrices, por supuesto. Los gemidos están sólo porque la película necesita una banda sonora.

¿Por qué no gritas como en las películas?

Pero no es así como lo interpretan las chicas. En un libro muy importante, “Girls and sex”, la periodista estadounidense Peggy Orenstein habla de sus entrevistas a unas 70 chicas y mujeres jóvenes de entre 15 y 20 años. Sus conclusiones concuerdan con el trabajo de la National Union of Students del Reino Unido: el 60% de los jóvenes confiesa haber utilizado la pornografía como fuente para la educación sexual.

Una de las chicas entrevistadas por Orenstein contó que su novio le preguntaba por qué no gritaba como en las películas. Según un estudio entre alumnos encargado por la revista médica British Medical Journal, son los varones los que presionan por el sexo anal. A Orenstein las chicas le dijeron que habían sido obligadas a practicarlo y que había sido una experiencia dolorosa. También hablaron de sexo oral con ella: los varones esperaban recibirlo pero ellos nunca se lo hacían a ellas. También le dijeron que no disfrutaban cuando tenían que hacerlo pero que lo que ellas querían “no importaba”. ¿Cómo? ¿Las chicas no creen tener derecho a la reciprocidad?

Según un estudio nacional sobre el sexo en EEUU, la sexualidad femenina se ve perjudicada por una cultura donde la pornografía, sin ningún tipo de análisis, es el método de educación sexual (así es como la usa el 60% de los adolescentes de ambos sexos). La experiencia sexual de estas chicas se convierte en un “acto para complacer a los hombres”. En los últimos años, tanto en el Reino Unido como en EEUU, la tasa de embarazo en adolescentes ha caído de forma muy marcada. La conclusión obvia de los dos informes es que el coito vaginal ha pasado de moda: ahora lo que se impone es el sexo oral y anal.

Los jóvenes necesitan ser guiados. Descansamos despreocupadamente en los profesores para que velen por la seguridad de nuestros hijos durante todo el tiempo que pasan fuera de casa y además esperamos que les enseñen a desarrollar el pensamiento crítico.

¿Por qué no sacar al sexo de la educación sexual? Su lado físico y científico podría incluirse en las clases de biología. Y en lugar de educación sexual, chicos y chicas podrían recibir educación de género. Es un nombre que asustaría menos a esos padres que no quieren saber que sus bellos retoños están haciendo travesuras de manera desinformada y secreta, fuera de casa. No pido que se eliminen las clases de educación sexual, solo que tenga otro nombre y estructura.

A los adolescentes de 15 años se les podría mostrar ejemplos de pornografía. Así como les pedimos que evalúen con seriedad el contenido de otros tipos de películas, libros, diarios o programas de televisión, también tendrían la oportunidad de evaluar y discutir sobre la pornografía. Con la ayuda del profesor, podrían desarrollar el criterio necesario para entender las imágenes con las que son bombardeados.

Todo joven tiene derecho a ser informado. La información es poder y permite a las chicas decir “no, no quiero hacer eso” y “lo que realmente me gusta es esto”. Si los chicos aprenden que las chicas tienen el mismo derecho al placer que ellos, podría ser el inicio de una vida sexual mucho más sana para todos esos jóvenes por los que tanto nos preocupamos.

El nuevo libro de Jenni Murray se llama A History of Britain in 21 Women: A Personal Selection (La historia del Reino Unido en 21 mujeres: una elección personal).

Denuncian una agresión homófoba en Madrid de una decena de personas a un chico gay

Madrid ha vivido una nueva agresión homófoba que eleva el número de ataques de este tipo a 186 en lo que llevamos de año, según los datos del colectivo LGTB Arcópoli. Este martes a la una de la mañana F.P y su novio volvían a casa abrazados por el centro de la capital cuando el primero recibió un empujón, según la denuncia que ha interpuesto ante la Policía Municipal a la que ha tenido acceso eldiario.es.

Cuando F.P se dirigió al hombre, que se encontraba en el lugar, para pedir explicaciones, éste le propinó un puñetazo que le hizo caer al suelo. “Que por este motivo y al ver que la motivación de la agresión era por su orientación sexual, al levantarse del suelo le dio un beso a su novio”, asegura la policía según el relato del chico.

En ese momento, narra la denuncia, entre 10 y 15 personas se abalanzaron sobre la pareja  y comenzaron “a reírse y agredir verbal y físicamente” a F.P, que finalmente pudo huir con su pareja con la ayuda de un testigo que se encontraba en el lugar de los hechos, según afirma Arcópoli, que ha acompañado a los dos hombres a interponer la denuncia a través del  Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia.

Los agresores, que no hablaban español, afirma la denuncia, le “propinaron patadas y puñetazos, profiriendo gritos en su idioma en tono burlesco”, que hicieron que F.P “se sintiera intimidado y vejado durante toda la agresión”. Pocas horas después de lo sucedido, F.P compartió lo ocurrido a través de una publicación de Facebook.

“Además de que me duele la oreja y todo el lado izquierdo de mi cabeza, aunque nada grave me haya pasado, no dejo de pensar que por ir abrazado a mi novio terminé ahí tirado en el suelo”, contaba. “Ya van muchas agresiones contra el colectivo LGBT”, asegura, “y esto sólo me da más ganas y me reafirma quién soy.. iré agarrado de la mano con quien me de la gana e iré abrazado o besando a quien me de la gana de amar y estar enamorado”.

Yago Blando, Coordinador de Arcópoli, ha declarado que”las agresiones al colectivo LGTB siguen produciéndose con total impunidad en la ciudad de Madrid. En los últimos días hemos tenido conocimiento de 3 denuncias por homofobia. La respuesta de las instituciones ha de ser contundente y transmitir el mensaje de Tolerancia cero ante la mínima agresión”.

Leer las cartas de amor lésbico de Virginia Woolf en tiempos del ‘sexting’

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Virginia Woolf en la película ‘The Hours’

Hay una creencia equivocada de que los demonios internos de Virginia Woolf le impedían sentir placer sexual. Que se obsesionó tanto por buscar la androginia en su obra que repudiaba cualquier alarde de femineidad. Que su torpe gusto al vestir, como ella misma lo definía, era en realidad una manera de reivindicar la represión machista y económica sobre las mujeres de la época.

La escritora británica fue, en efecto, una de las mentes más lúcidas contra la encorsetada herencia victoriana y una firme defensora de que las mujeres firmasen como ellas mismas sin ser catalogadas de literatura ñoña. Pero también sintió deseo, y mucho, por Vita Sackville-West. Soñaba con sus grandes senos y le gustaba verla rebosante de perlas, “como un racimo de uvas”. Admiraba el estilo recargado de Vita porque las burlas hacia su aspecto desaliñado le atormentaban más de lo que estaba dispuesta a admitir, según dice en el cuento Un vestido nuevo.

Son los detalles de una de las mejores y breves historias de amor que nos ha dejado la literatura. Porque su affaire, además de trascender en la vida real, reside en las cartas que ambas se intercambiaron con exquisito lenguaje erótico. Correspondencia que ahora refresca su tinta en el nuevo libro de Pilar Bellver,editado por Dos Bigotes. A Virginia le gustaba Vita habla de la trastienda de sentimientos de aquel romance mientras pendula entre los hechos y la ficción documentada.

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Portada ‘A Virginia le gustaba Vita’

Los comienzos de esta intensa amistad fueron retorcidos, pero los antecedentes no son la prioridad del libro. Bellver prefiere hacernos entender por qué su relación se salía de lo convencional, tanto a nivel sexual como de la misma concepción del amor. Y no solo entre ellas, también hacia sus maridos: Leonard Woolf y Harold Nicolson.

Si Virginia Woolf nos sigue perteneciendo como símbolo es, en cierta manera, gracias a su gusto por escribir cartas. Los biógrafos no han necesitado estrujarse los sesos para adivinar su ideología o preferencias sexuales en su obra, porque ella misma las anunciaba de viva voz.

Lo mismo ocurría con Sackville. Si su mundo interior era una verbena, el que vivieron en alto no se quedaba atrás. Ambas eran populares entre el grupo de Bloomsbury, cultas, protagonistas de anécdotas macarras -Woolf se disfrazó de hombre negro para colarse entre la corte de los príncipes de Abisinia– y estaban locas por el intelecto femenino.

Los lectores que ya conozcan esta aventura sáfica encontrarán en  A Virginia le gustaba Vita la imaginación necesaria para completar ciertas lagunas. Los primerizos tendrán aún más suerte y serán testigos de un mundo privado sin prejuicios homófobos ni ataduras sentimentales. Y para muestra, el primer narrador omnisciente de este affaire lésbico: el hijo de Vita, Nigel Nicolson, que publicó los detalles menos conocidos de la doble vida de su madre en  Retratos de un matrimonio.

Amantes, pero siempre esposas

“Estoy segura de que en todo Londres solo a ti y a mí nos gusta estar casadas”, le escribió Woolf a su amiga en una de sus cartas. Esa sencilla frase representa todo lo que la una esperaba de la otra y también lo que sus maridos esperaban de ambas.

Vita era una aristócrata y lesbiana confesa que se había casado con Harold Nicolson, un diplomático gay con el que encontró el perfecto equilibrio para seguir con sus líos de faldas. Ese nivel de “confianza”, como lo describe su hijo, era fruto de una absoluta noción y respeto por las “diversiones masculinas” de uno y las escapadas mujeriegas de la otra.

El matrimonio Woolf se ceñía un poco más a la moral conservadora del siglo XIX. Leonard parece que llevaba peor la orientación sexual de su mujer, pero sabía que había renunciado a cualquier acercamiento en la alcoba en el momento que dijosí, quiero. Ella se lo había dejado bien claro. Aún así se amaban, se cuidaban -él más por la fragilidad anímica y física de su esposa- y se alimentaban mentalmente. Virginia tampoco se consideraba lesbiana, pero sí que se definió como queer en alguno de sus textos.

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Leonard y Virginia en ‘The hours’

¿Qué se daban Vita y Virginia? La primera estaba prendada de la prosa de Woolf y esa admiración no era mutua, aunque Sackeville era mucho más conocida entre la élite como autora que  La señora Dalloway. De hecho, tras el primer encuentroVirginia no escribió precisamente bondades de su futura amante. “Es recargada, bigotuda, con los colores de un periquito y toda la soltura de la aristocracia, pero sin el genio del artista”.

Y fue precisamente eso último lo que le hizo sucumbir a su arrebato. Sackville presumía de su ascendencia malagueña para ser una depredadora carismática en un mundo de lores ingleses. No había mujer, según dicen, que se resistiese a su conquista y se encaprichó de Virginia desde el principio: “Tú también te rendirías a su encanto y personalidad. La cabeza me da vueltas pensando en ella”, escribió en una carta a su padre. Los dos matrimonios entablaron una relación muy cercana, sobre todo entre las mujeres, y no fue hasta tres años más tarde cuando admitieron su amor.

Devoción antes que pasión

Lo brillante de su relación es que ponían por escrito toda su devoción al mismo tiempo que conocían su fecha de caducidad. Vita y Virginia consumaron ese amor cerca de la famosísima villa de Knole, pero seguían respetando su espacio, esahabitación propia que tanto ansiaba Woolf. Los detalles de aquella fusión apenas se conocen porque Virginia las omitió de su diario por respeto a Leonard y Vita dio menos cuenta de ellas que de sus apasionados encuentros con Violet Trefusis.

“Me gusta su caminar a grandes pasos con sus largas piernas que parecen hayas, una Vita rutilante, rosada, abundosa como un racimo, con perlas por todos lados. Veo una Vita florida, madura, con su abundante pecho: sí, como un gran velero con las velas desplegadas, navegando, mientras que yo me alejo de la costa”- Virginia sobre Vita.

Pero Sackville era de espíritu indomable y solo se casaba con su marido (y porque este toleraba su promiscuidad). Los celos de Virginia por la nueva presa de Vita, la periodista de la BBC Hilda Matheson, resquebrajaron cualquier resto de pasión y aparcaron sus experimentos sexuales. Sin embargo, lograron reponerse a la ira de Eros y no hubo reproche entre ellas, aunque sí mucha pena.

Entre las idas y venidas de Vita, y para aplacar su desasosiego, Virginia escribióOrlando como homenaje y terapia contra unos demonios que le arrastraban cada vez más hacia el río. “Era un himno de gratitud a la felicidad que Vita le había dado. La más larga y hermosa carta de amor jamás escrita”, escribió Nigel Nicolson sobre la novela de 1928. También era un manifiesto hermafrodita contra los roles de género y sus estúpidas leyes hacia las mujeres, como las que impidieron a Vita heredar su villa de Knole.

Pero sobre todo era un canto a la amistad femenina por encima de la lujuria. “Qué placer sería poder tener amistad con mujeres: ¡una relación tan secreta y privada comparada con las relaciones con los hombres!”, había escrito Virginia en uno de sus diarios. Así que hizo frente al dolor y no dejó escapar a Sackville, y eso es más sexy que cualquier relato erótico.

La histórica revolución de las familias que apoyan a sus hijos transexuales

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Un dibujo de Gabriela, cedido por la familia

Filósofo, lingüista y antropólogo, Juan Gavilán cree que hay unas madres que “están cambiando el mundo” y explica que él, que ha escrito un libro sobre ellas, las conoció por casualidad. Las mujeres son madres de niños y niñas hasta ahora estigmatizados por ser transexuales y que un día decidieron defender los derechos de su hijos: el primero de ellos, el derecho a la identidad.

Gavilán, que había investigado y escrito sobre identidad y transexualidad, leyó en el periódico el caso de “ una niña a la que le negaban su identidad“, y a partir de ahí (y por una serie de casualidades) conoció de primera mano decenas de casos de los niños y niñas a quienes la sociedad les asignó un sexo, como un estigma, que no sienten.

Los relatos se recogen en un libro, Infancia y transexualidad (Catarata, 2016), en el que aparece la historia de esa niña, Gabriela, célebre porque su madre Pilar plantó cara a un colegio y a un obispo que pretendían decirle a su hija quién era. Su caso fue determinante para la adopción de un protocolo de actuación sobre identidad de género en los colegios andaluces.

Pilar y Juan, madre y autor, conversan con  eldiario.es/andalucía sobre menores transexuales y experiencias de vida, sobre identidad y coerción, sobre un modelo biomédico en retroceso y patologizador, y un modelo sociocultural, abanderado por la rebeldía de estas madres, que ha alumbrado una generación de menores que dejaron de esconder lo que son.

Habla en su libro de un proceso histórico. ¿Por qué?

Juan Gavilán: La aparición de niñas y niños transexuales apoyados por sus familias es histórica porque no se había dado nunca. Habían vivido en la familia una situación de opresión y rechazo, porque la familia se convertía en un instrumento para ejercer la capacidad de expulsión y segregación de los niños transexuales. Hay un momento en que por muchos factores algunas madres y familias deciden poner sobre la mesa el problema, visibilizar a los niños y defender los derechos que tienen, tanto su identidad como a la escolarización. Son pocas y luego se convierte en un fenómeno multitudinario. Es un acto de rebeldía.

Ha conocido a decenas de familias que un día aceptaron que sus hijos e hijas eran menores transexuales. ¿Hay un patrón común en esas experiencias?

Juan Gavilán: Hay unos patrones de conducta que se repiten, hasta el punto de que hay psicólogos que piensan que es una especie de visión errónea producida por algún tipo de mirada retrospectiva de las madres, porque tienden a pensar que hay algún engaño. Yo he tipificado periodos de latencia en los que los niños y niñas no tienen capacidad para salir y se producen alteraciones de la conducta por la presión social. En el periodo de latencia todas las niñas juegan con toallas simulando el pelo, utilizan la ropa de la madre, de la hermana, de quien sea. Luego hay un periodo de desvelación: niños muy inteligentes, desde quien le dice a la madre “yo tengo en mi cabeza que soy un niño”, y se señala, o una niña que estudia los artículos y dice “yo no soy el niño, soy la niña”.

Hay dos fenómenos verdaderamente importantes: se rebelan contra el proceso de socialización de género, algo muy complicado porque el proceso de aculturación es tan fuerte que es casi imposible, pero estos niños se rebelan y dicen “no soy un niño o una niña”. El segundo es que todos y todas adoptan valores de género que son propios del sexo asumido, como una especie de reacción instintiva. Esto es muy criticado por psicólogas o antropólogas feministas, pero un niño asume instintivamente aquello que se le está negando, lo que no quiere decir que defiendan una ideología de género machista.

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Juan Gavilán, autor de ‘Infancia y transexualidad’ | N.C.

¿Cuándo está manifestando su identidad y cuándo está jugando o experimentando?

Juan Gavilán: Puede ocurrir que haya niños que experimenten, pero esos no son transexuales. Por lo que conozco, hay que esperar y observar los comportamientos sin ningún prejuicio. Condición absolutamente necesaria: no reprimir ni castigar el sexo sentido. Y que vaya aflorando la personalidad. Los psicólogos no confían en esto, y creen que hay que diagnosticar y evaluar. Se espera que no sólo tengan disforia de género sino que venga acompañada de comorbilidad, una patología acompañante. Es un discurso que trastoca la realidad porque no existe la disforia: la persona transexual no es disfórica por sí misma, sino que la disforia la produce la presión social y el entorno. Hay un caso de una niña que se desnuda tranquilamente en la piscina. La madre se preocupa porque cree que va a sufrir. La niña le dice: “Mamá no me importa. Si alguien me dice algo, le diré que soy una niña transexual”.

Eso parece indicar que los niños no sólo saben lo que son, sino que lo conceptualizan.

Juan Gavilán: Se da en muchos niños, aunque no lo crean los psicólogos. Yo una vez, hablando con un psicólogo conocido, le conté el caso de una niña de 10 años que quería llamarse Cambrollé de apellido. Le pregunté por qué quería llamarse así. Me miró y me dijo: “Porque es nuestra presidenta”. Lo que quiero decir con este caso es que el niño no trae la disforia, no viene con la patología o el malestar sino que se lo están creando.

Pilar Sánchez: Claro. El otro día otro de mis hijos le dijo a mi hija “transexual”, para meterse con ella. Y ella le respondió, “pues claro. Soy transexual. Igual que tú eres un niño”.

Esos niños y niñas sufren una presión social de su entorno para que asuman el sexo asignado. ¿Cómo de difícil es de lograr la autodeterminación de la identidad con esa presión?

Juan: Yo creo que para ellos no es especialmente difícil. Mi teoría es que el cerebro humano está formado de tal manera que tiene que controlar el cuerpo, y es normal que el niño reconozca el medio y su cuerpo e identidad. Lo que es complicado es que la familia lo acepte. Entre que el niño sabe, muy pronto, hasta que la familia lo acepte hay un periodo de tiempo no determinado, porque dependerá de la voluntad del niño y la capacidad de la familia para asumir el fenómeno. Hay casos de niños que han vivido desde los dos años conforme a su sexo asumido, sin problemas en el colegio o en la familia. Otros tardan dos, tres o cuatro años. Hay casos en que la familia reacciona cuando ven daño físico. Hay otras que lo aceptan porque son muy insistentes. Hay niños que han empezado a los dos años y se les reconoce a los ocho.

Pilar: O que no se lo han reconocido…

Juan: Las narraciones son de madres que han aceptado el fenómeno y cuentan su experiencia y les sirve de sanación o catarsis. Es normal que las madres asuman un cierto sentido de culpa, por qué no lo hice, o no lo hice antes. Hay madres que cuentan que terminan hartas porque la niña no para.

Porque hay una resistencia…

Juan: Porque le están dañando su identidad, la obligan a vestir como no se sienten. Imagina que te obligaran a ir al trabajo vestido de mujer. Todos son padres que han terminado aceptando la situación.

¿En su caso, Pilar, cómo llega a la conclusión de que Gabriela es una niña?

Pilar: Yo viví en casa conductas muy repetitivas: llegar y desear quitarse el uniforme para transformarse, o esconderse para que no la vieran, o acostarse totalmente pintada como una choni… Cuando llega el momento de salir a la calle, de decir esta soy yo y no como me disfraza mi madre, parecen árboles de Navidad, hasta que hay una normalización. Mi hija se lesionó con cinco años y medio. Yo vi que su comportamiento no era acorde a lo que me habían dicho en el hospital al nacer, y me rebelaba. Llevaba un bagaje de sufrimiento porque veía que no era feliz y algo pasaba, pero pensaba que iba a ser gay, que es algo totalmente distinto. Fue al ver un documental. Fue tomar las riendas, ponerme en contacto con Mar Cambrollé, y empezamos cuatro familias locas a reunirnos en Sevilla. Eso fue un punto de inflexión.

¿Le costó?

Pilar: Muchísimo. Una madre comprende a su hijo y acepta todo. Pero tiene metidos unos prejuicios y unos valores, y luchas con eso, y dices: “Lo estoy haciendo mal, me estoy equivocando, esto es un capricho”. Pero cuando te das cuenta de que tu hija está sufriendo, y empiezas a informarte y leer, te das cuenta de que la equivocada era yo. ¿Quién me va a certificar la identidad de mi hija? ¿Qué psicólogo? ¿Desde cuándo te sientes tú un chico? ¿Alguien te dijo algo?

Juan: Se plantea esto porque las familias desconocen la transexualidad. El primer día que alguien les diga algo es un mazazo tremendo.

Pilar: Uf…

Juan: Sufren muchísimo, porque la imagen que tienen de la transexualidad es muy negativa. Hay muchas madres que hacen consultas no sólo a psicólogos, sino a un hermano o un amigo homosexual que le dice: “Tu hija dirá eso, pero yo nunca quise ser una niña. Piensa si es transexualidad”. Esa madre sufre un proceso durísimo porque nunca ha pensado que pudiera ocurrir. Y hay quien va al psicólogo y le dicen que puede ser complejo de Edipo. Los psicólogos a veces no saben nada de esta realidad.

Cuando se acepta esa realidad se genera un nuevo problema: explicarlo. ¿Cómo fue?

Pilar: Recuerdo el encuentro de las cuatro locas que fuimos a Sevilla. Cuando me dijeron lo que pasaba, el viaje de vuelta fue un punto de inflexión. Estaba sola. Mi hija se quedó dormida y yo de Sevilla a Málaga estuve dos horas llorando. Sabía lo que se me venía encima, pero nunca me pude imaginar el problema por estar en un colegio religioso. Sí, la gente te mira, te juzga. Pero a mí me ha pasado de todo, desde llamarme el fiscal, hasta que el fiscal general del Estado intermedie en el caso de mi hija.

Juan: Lo que pasó ahí no se puede repetir porque la ley marca la pauta. Pero además el conocimiento que se ha difundido, cada programa que se hace en televisión atrae a las asociaciones a personas que se reconocen en esos casos. Eso está facilitando que las familias y las niñas tengan una vida más llevadera. Era un problema de ignorancia y desinformación.

Pilar: El protocolo educativo surge a colación de lo que le pasó a mi hija y el impulso de personas como Mar Cambrollé. Cuando entra en vigor y cada colegio lo asume y ningún menor puede ser discriminado por su identidad, escribí una noche un texto llorando. Ningún menor va a tener los problemas que mi hija tuvo, pero falta una ley estatal. No puede ser que un niño andaluz tenga más derechos que uno de Toledo.

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Dibujo de un menor transexual cedido por la familia

¿Cómo fue para las personas que estaban alrededor?

Pilar: Mira: mi madre, con 75 años, dice que ella nunca ha tenido un nieto. Nunca. Mi familia lo estaba viendo desde chiquitita. Yo tengo fotos de mi hija con año y medio con sujetador. Me di cuenta al hacer un barrido de fotos. También mis amigos la veían, alguno me defraudó, pero el apoyo fue general.

Es común que la primera reacción ante este tema sea plantearse si con cinco o seis años ya saben lo que son.

Pilar: Es la pregunta que yo te he hecho: ¿cuándo te dijeron que eres un chico?

Sí, pero yo sigo el cauce ya aceptado socialmente y no tengo que confrontar con lo que me dicen que soy. Un transexual tiene que salirse de la pauta…

Pilar: Porque no has tenido necesidad.

Juan: Claro, los demás seguimos el raíl. No hemos tenido problema porque vamos conforme a la norma. El problema lo tienen las personas que tienen que caminar contra a la norma. Lo sabe desde muy pronto y lo manifiesta en cuanto puede, no hay una edad concreta porque depende del niño y la resistencia de la familia. Hay niños que se sienten vencidos por la familia, se encierran en una cárcel interior hasta que exista un momento favorable.

Pilar: Imagina un niño como mi hija en una familia como las que hicieron la recogida de firmas en contra de mi hija.

¿Ella fue consciente?

Pilar: No, ella sabía que pasaba algo pero puse un paraguas.

Y entonces el caso se convierte en una bandera mediática…

Pilar: La querella contra el obispo se ha archivado y contra el colegio hemos recurrido al Supremo. Si de algo estoy orgullosa es que nuestros niños han ganado mucho. Mi niña con seis años fue un estandarte. Yo me prometí que ningún niño iba a pasar lo que ella pasó. No he ganado la batalla judicial ni una disculpa pública, pero hemos ganado en felicidad de estos niños y niñas y en derechos para ellos. No nos van a callar y vamos a seguir.

¿Por qué lo inició?

Pilar: Porque sé dónde vivo. Me rebela la injusticia. En mi casa, en mi entorno y en la política. Hice eso porque me llevaron ellos: hablé con el colegio y les expliqué lo que pensábamos hacer, pero como la ignorancia es tan atrevida se desató aquello tan absurdo, encontrarte la puerta del colegio como la casa de la Pantoja. Yo venía llorada de casa, con sonrisa de oreja a oreja. Todos me juzgaban, a mi hija le señalaban por la calle, y fue estigmatizada. Todos en el barrio saben que es transexual, esa es su etiqueta; pero lo que no se etiqueta por desgracia no existe y no se generan recursos para ello. Mi hija tiene que decir que es transexual, con todo el orgullo porque para mí es un orgullo.

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Juan Gavilán, autor de ‘Infancia y transexualidad’, y Pilar Sánchez, madre de Gabriela, durante la charla | N.C.

¿Cómo es el tránsito a la adolescencia?

Juan: No tiene nada que ver lo que era antes a lo que van a vivir estos niños. Puede ser absolutamente traumático, con un sufrimiento horrible, porque son niños que de golpe descubren la menstruación; o que empiecen a despuntarle los pechos. Están encontrando aquello que los está mortificando, y el horror es a la sociedad que les marca unos patrones y roles tan duros. Pero tenemos que ver qué pasa con estos niños acompañados por la familia, que no tienen que tener un tránsito tan doloroso. Las escuelas e institutos son los lugares con mayor presión, porque hay jóvenes intentando constituir su propia identidad y se convierten en guardianes de la norma. Quien vive en este ambiente sin educación, sin acogida, sin apoyo familiar lo pasa fatal. ¿Qué pasará cuando estos niños lleguen con educación, acompañados por su familia y sus profesores, y muchos con apoyo médico?

¿Qué efectos tiene la aceptación del sexo sentido en la familia y en el menor?

Juan: Los efectos son fulminantes. Una niña o un niño pueden ser introvertidos, irritables, tener incontinencia, problemas de sueño… y en el momento en que lo aceptan da un cambio radical: tranquilo, sereno, estudiante, concentrado. He conocido niñas a las que en una semana les ha cambiado hasta el rostro. De tener un rostro tenso a relajado. Las familias tienen una evolución no lineal. Descansan, se tranquilizan, pero siguen manteniendo elementos de preocupación o alerta. Y cierto sentimiento de culpa, de haberlo hecho antes o mejor. ¿Lo estaré haciendo bien? Esto ocurre durante un tiempo porque es un periodo de incertidumbre, hasta que llega la tranquilidad. He visto periodos largos, que sienten inquietud por qué va a ser de sus hijos en el futuro.

Pilar: Y cansancio, porque tienes que estar justificando la identidad. Mi hija me pidió ir a sincronizada, y he tenido que hablar con el director. Pienso en quién la va a querer, en la familia normalizada a la que le presenten a mi hija y sepa que no puede tener hijos biológicos… Que la vayan a dañar en la adolescencia, porque ella sabe que no va a tener la regla.

¿Cómo protege a Gabriela? ¿Cómo se protege ella?

Pilar: Ella es consciente de lo que es. Me ha visto con periodistas, alguna vez se ha escapado algo de la tele, o ha visto alguna portada de periódico, ve cómo hablo con otras madres, o cómo vienen chicos a dormir a los que han echado de su casa. Yo tuve que sacarla del colegio: le dije lo que era, y lo orgullosa que estoy. Ella sabe. Como madres, con nuestro discurso, apoyamos la diversidad. Yo no quiero ponerle un inhibidor de crecimiento, quiero que sea una mujer diversa, no está el código binario rosa y azul, hay niños con comportamiento no normativo. No quiero meter a mi hija en un quirófano, pero sé que por la sociedad en la que vive tendrá que pasar para ir con el resto. Mi hija tiene que parecer ser más chica, ser mejor estudiante… No puede ser traviesa, porque dirán “claro, es que es transexual”. Está generando habilidades, porque le preguntan en el patio qué tiene entre las piernas, pero sabe defenderse y estoy tranquila.

 

Un lobby cristiano proporciona ayuda legal a los negocios que rechacen a parejas gays en Australia

La organización Human Rights Law Alliance, fundada por el Lobby Cristiano Australiano, busca contribuciones privadas para un ‘fondo de lucha’ que costee los casos judiciales de quienes discriminen a los matrimonios homosexuales

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Imagen de archivo de una concentración por los derechos de las parejas homosexuales EFE

Una organización fundada por el Lobby Cristiano Australiano planea financiar la defensa en demandas contra de dueños de negocios que se nieguen a proporcionar servicios a parejas homosexuales si se legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo.

La organización Human Rights Law Alliance, creada el mes pasado en Canberra con la financiación inicial del Lobby Cristiano Australiano, está buscando contribuciones privadas para un “fondo de lucha” con el objetivo de llevar los casos judiciales que puedan surgir si se aprueba la ley de matrimonio en Australia.

El director de la organización, Martyn Iles, ha asegurado que “solo se apoyarán casos en los que la gente tenga objeción de conciencia a la hora de participar en una boda del mismo sexo”.

No apoyaríamos a nadie que discrimine a otra persona por su forma de ser, es decir, por ser gay”, cuenta Iles a the Guardian.

Tiene que ser una creencia religiosa o de conciencia sincera y tiene que ser expresada de buena fe. Hay algunos requisitos, por lo que uno tiene que demostrar que esto es efectivamente lo que uno cree”, señala Iles.  No sería una situación arbitraria o en la que uno reivindica las creencias religiosas porque no le gusta un cliente”, apunta.

El comisario antidiscriminación del Estado de Queensland, Kevin Cocks, supone que la mayoría de los dueños de negocios que rechacen a parejas del mismo sexo como clientes no serán explícitos con sus razones, por lo que será difícil obtener las pruebas por una denuncia de discriminación.

Iles reconoce que en el caso de quienes rechacen a clientes de boda por razones religiosas será más fácil sostener una denuncia por discriminación, ya que el dueño del negocio tendría que dar razones para ese rechazo.

El grupo Human Rights Law Alliance está llevando a cabo un crowdfunding de 107.000 euros para lanzar, junto a contribuciones “por encima” de esta cifra, una red de abogados voluntarios que ayuden en el trabajo de los casos legales que puedan surgir.

“La justicia en este país es cara y si tienes varios casos en marcha te puedes gastar mucho dinero muy rápido. Todo depende de lo que la gente esté dispuesta a dar y el éxito que tengamos al establecernos”, señala Iles.

Registro como organización benéfica

Human Rights Law Alliance, que de momento es una rama del Lobby Cristiano Australiano, buscará registrarse de forma independiente como una organización benéfica.

Iles indica que no está claro si las futuras donaciones serán deducibles a nivel de impuestos, dado que está por determinar si la organización obtendrá el estatus de receptor de donaciones deducibles.

“Esta es una cuestión de futuro. Una vez que tengamos en marcha el trabajo, entonces buscaremos constituirnos de forma separada y obtener el estatus de ente benéfico y el de receptor de donaciones deducibles”, indica.

En una declaración pública pidiendo donaciones, el director del Lobby Cristiano Australiano, Lyle Shelton, afirmó: “Este equipo de abogados cristianos luchará para proteger vuestra libertad religiosa y derechos fundamentales en los juzgados de Australia”.

“Como sabéis, se está haciendo cada vez más duro para los cristianos vivir con nuestras convicciones más fundamentales en la vida pública y social. Hay un plan para silenciar nuestra voz”, añadió Shelton.

Shelton afirmó el mes pasado que había “una larga lista de gente en Estados Unidos, Reino Unido y Canadá que han sido multados, arrastrados a los tribunales y demonizados en sus puestos de trabajos por su creencia de que el matrimonio es entre un hombre y una mujer”.

“Pasteleros, floristas, propietarios de capillas de bodas y fotógrafos están entre las muchas personas contra las que se han llevado a cabo acciones legales”, señaló.

Probar la discriminación

El comisario Cocks apunta que la dificultad de probar la discriminación de los dueños de negocios con motivo de la orientación sexual es similar a probar la discriminación por edad contra los candidatos en puestos de trabajo, donde casi siempre se dan otras razones del rechazo de los candidatos.

“Puede que haya algunos negocios que rechacen a parejas del mismo sexo buscando servicios matrimoniales, pero no creo que dejen que se sepa por qué los rechazaron”, sostiene Cocks.

“Dirán que están completos, que no trabajan ese fin de semana o ‘simplemente no podemos serviros porque ya tenemos unos pedidos en marcha’”, apunta el comisario.

Una denuncia por discriminación suele requerir una declaración explícita del propietario del negocio en la que se afirme que la orientación sexual del cliente es la razón por la que fue rechazado, explica el comisario.

Los propietarios de negocios que oculten sus razones “tendrán que ser un poco cuidadosos, por supuesto”, ya que podrían ser cazados dando el mismo servicio a parejas heterosexuales tras rechazar a parejas del mismo sexo, añade.

“Eso podría pasar pero las parejas del mismo sexo querrán que su boda sea un momento feliz y los hombres de negocio inteligentes buscarán hacer negocio. Personalmente no creo que quieran demostrar sus convicciones”.

Para Cocks, está en manos del gobierno –”de tendencia conservadora”– aprobar una ley que permita este tipo de rechazos con el argumento de una oposición personal a la igualdad matrimonial.

En defensa de la libertad religiosa

Entre los 12 o más casos actualmente financiados por Human Rights Law Alliance está la defensa de una activista antiabortista de Melbourne y madre de 13 hijos, Kathy Clubb, que fue acusada en agosto bajo las nuevas leyes australianas que prohíben las protestas en las inmediaciones de clínicas abortistas.

La organización está también involucrada en casos de “objeción de conciencia de doctores” ante la Junta Médica de Australia, así como en negociaciones extrajudiciales sobre supuestos casos de discriminación religiosa en lugares de trabajo y en la universidad.

Iles se negó a comentar si la organización había obtenido la asistencia de los alrededor de cinco abogados que trabajan en sus casos de forma gratuita o a un precio reducido. “Quedará claro exactamente a quién ayudamos porque esos casos saldrán a la luz”, apunta.

Iles asegura que la organización llena un vacío dejado por la Comisión de Derechos Humanos de Australia y los centros legales de derechos humanos, y sostiene que Australia ha fracasado a la hora de defender la libertad religiosa, de expresión, de conciencia y de asociación.

La agenda de la organización ha generado escepticismo de otros defensores de derechos humanos, con el abogado Duncan Fine acusando a la organización de creer “que la peor discriminación imaginable es restringir su derecho a discriminar”.

Iles dice que el grupo “no está aquí para promover la discriminación o promover en exceso la libertad religiosa, sino para encontrar un balance”.

“Creemos en el derecho a la no discriminación, creemos en el derecho a la igualdad pero creemos que el derecho a la libertad de conciencia, pensamiento y religión o creencia no está apropiadamente balanceado respecto a los derechos a la igualdad y a la no discriminación”, añade Iles. Y concluye: “Lo interesante es que tiene que ser demostrado en el juzgado. Finalmente [un juez] tiene que decidir donde está ese balance”.

Traducción de  Javier Biosca Azcoiti

Quién está detrás de los lobbies ultracatólicos que arremeten contra las mujeres y el colectivo LGTBI

Están presentes en todas las demandas contra grupos proabortistas, organizan manifestaciones a favor de la familia –la compuesta por madre, padre e hijos– o recogen firmas a través de Internet para presionar mediáticamente. Son las asociaciones homófobas y neoconservadoras que, desde hace algo más de una década, hacen campaña contra los homosexuales, las mujeres o los derechos sexuales y reproductivos.

HazteOir, CitizenGo, Profesionales por la Ética, Centro Tomás Moro, Abogados Cristianos, Más Libres, Instituto para la Política Familiar, Organización del Bien Común… Son los lobbies ultracatólicos, que cuentan con el apoyo más o menos directo de una parte de la Conferencia Episcopal Española. Pero, ¿quién está detrás de ellos?

“Son muy pocos, pero están en todas partes, hacen mucho ruido y tienen engañada a mucha gente, también en la Iglesia”, apunta el experto Santiago Mata, autor de la primera investigación sobre El Yunque en España. Esta organización secreta ultraconservadora está detrás de todas esas asociaciones, cuyos líderes surgen de centros de formación de movimientos eclesiales conservadores, como los Legionarios de Cristo, Comunión y Liberación o los Kikos, aunque sin el apoyo del todopoderoso Opus Dei.

La presencia de El Yunque en España arrancó a finales de los noventa y tuvo su apogeo en torno a 2005. Ese año, grupos como HazteOir, Derecho a Vivir o Profesionales por la Ética lograron que los obispos se manifestaran contra el matrimonio igualitario aprobado por Zapatero. Desde entonces, y coincidiendo con el momento de mayor poder del cardenal Rouco Varela, estos grupos consiguen congregar cada Navidad a decenas de miles de personas en las llamadas “misas de las familias de Colón”.

La igualdad LGTBI como diana

Aunque oficialmente no está reconocido por la Iglesia, los obispos más ultraconservadores (el de San Sebastián, Munilla; los de Alcalá y Getafe, Reig y López de Andújar; o el de Córdoba, Demetrio Fernández) acuden a sus actos, firman sus manifiestos y se sirven de sus aparatos para atacar sin descanso a las mujeres y al colectivo LGTBI.

Estas ramificaciones de El Yunque han activado su maquinaria llegando a amenazar, en el caso de HazteOir,  a El Corte Inglés o a la cadena de restaurantes Vips por hacer publicidad de familias homoparentales o parejas homosexuales. “Los niños tienen derecho a un padre y una madre”, afirmaba en una de estas campañas la organización, fundada y dirigida por Ignacio Arsuaga, sobrino de Rodrigo Rato.

Entre sus “últimos retos conseguidos” se adjudican la retirada de la publicidad de muchas empresas de un espacio de Telecinco que, según los ultras, “fomentaba el incesto” y se han apuntado el tanto de la retirada del anuncio de El Corte Inglés en el que aparecía una familia homoparental formada por dos padres mientras la compañía alega otros motivos.

Destacan, además, maniobras de agitación como la defensa a ultranza de la carta de los obispos de Alcalá y Getafe, que tachan la ley madrileña contra la LGTBfobia de “contradicción con la ley natural” o la denuncia del “linchamiento”, según sus palabras, contra Antonio Cañizares, cardenal de Valencia, por sus declaraciones sobre el “imperio gay” o la “dictadura de género”.

“El Yunque es mucho más que una secta, es una organización secreta anticristiana, una sociedad que divide a los católicos”, afirma Mata, que señala, junto a Arsuaga, al periodista Luis Losada Pescador como uno de los líderes del entramado, así como a Gador Joya, portavoz de Derecho a Vivir; Eduardo Hertfelder, fundador del Instituto de Política Familiar; Jaime Urcelay, responsable de Profesionales por la Ética; o Leonor Tamayo, actual presidenta de esta última asociación, respaldada por medios de comunicación ultraconservadores, como el Grupo Intereconomía de Julio Ariza.

Una larga lista de procesos judiciales

La defensa de Cañizares fue uno de los objetivos del Centro Jurídico Tomas Moro, que también arremetió contra la ley de identidad de género de Madrid afirmando que pretende “manipular a los menores para fomentar entre ellos el cambio de sexo”. La organización presume en su web de haber impulsado una larga lista de procesos judiciales entre los que se encuentra la protesta de Rita Maestre en la capilla, caso en el que ejerció de acusación popular.

Otras de las de las acciones del grupo, presidido por el abogado de familia Javier María Pérez Roldán, han sido la querella contra las Juventudes Socialistas por la campaña contra el sida que incluía frases como “que no te den una hostia, ponte un condón” y “bendito condón que quitas el sida del mundo” o la querella en 2011 contra los convocantes de la “procesión atea” de Jueves Santo y las múltiples denuncias contra varias clínicas abortivas.

Muchos de los casos judiciales emprendidos por estas organizaciones, entre las que destaca la Asociación Española de Abogados Cristianos, se han impulsado  en el marco del artículo 525 del Código Penal, que recoge el delito de ofensa a los sentimientos religiosos. Es de lo que la organización acusó a las participantes en la “procesión del coño insumiso” celebrada en Sevilla en 2014 a modo de manifestación,  caso que ha acabado archivando la jueza. 

Es también el denominador común de la denuncia, ya archivada, que interpuso Abogados Cristianos contra la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y la poetisa Dolors Miquel por recitar un “padrenuestro feminista” el 15 de febrero en la entrega de los premios de cultura Ciutat de Barcelona. El poema, tildado por la organización de “blasfemo”, reivindica el cuerpo de la mujer con versos como “Madre nuestra que estás en el cielo, santificado sea vuestro coño, la epidural, la comadrona”.

Utilizan el entramado de la Iglesia

Abogados Cristianos también promovió la retirada de la declaración de utilidad pública de la Federación de Planificación Familiar Estatal tras una denuncia ante Interior y fue acusación particular en el juicio que sentó en el banquillo por primera vez en España a Femen. El colectivo representaba a la Asociación Enraizados en Cristo y pedía siete años de prisión para las activistas, que fueron absueltas, por interrumpir una marcha antiaborto convocada por Derecho a Vivir.

Muchas de las actividades de propaganda y agitación de este último y demás grupúsculos tienen lugar en espacios cedidos por parroquias o en actividades de las distintas diócesis aprovechando que la Conferencia Episcopal no ha desautorizado públicamente su pertenencia a una sociedad secreta como El Yunque.

Aunque el Episcopado encargó un informe privado sobre la existencia e implantación de El Yunque en instituciones eclesiales, la profunda división entre los obispos acerca de este tema –para muchos prelados, los miembros de estos grupos son parte activa de su feligresía y fuente de financiación– permite que este lobby de presión y agitación de la ultraderecha pueda continuar utilizando el entramado de la Iglesia católica para seguir llevando a cabo su misión.

Los ultracatólicos presumen de haber tumbado el anuncio de El Corte Inglés con dos padres gays

Los anuncios de la serie que El Corte Inglés lanzó para publicitar la vuelta al cole y que circulaban por redes sociales bajo el hashtag #VueltaAlCole han sido retirados en medio de la polémica con el grupo ultracatólico Hazte Oír. El colectivo había iniciado una campaña de recogida de firmas contra uno de los cortos en el que aparecía una familia homoparental formada por dos padres intentando forrar los libros de texto.

Los siete anuncios ya no aparecen en el canal de Youtube de la compañía, que asegura haberlos eliminado porque “la campaña tiene unos derechos musicales y de imagen que son temporales y por eso se han retirado”. El Corte Inglés, que afirma gestionar cada campaña “de una manera determinada”, insiste en este motivo sin aportar ejemplos de otras con las que haya ocurrido lo mismo y se hayan retirado del canal.

En el otro lado de la balanza, Hazte Oír, que se apunta el tanto apoyándose en las más de 21.000 firmas que recogió desde el pasado 18 de septiembre en la campaña titulada “El Corte Inglés propone quitar derechos a los niños”. “La publicidad en la que El Corte Inglés olvidaba que la familia es 1 padre + 1 madre y sus hijos ya no se emite. Y además ECI ha borrado este tipo de vídeos de sus canales en Internet”, afirman los ultracatólicos.

Hazte Oír felicita a los firmantes y agradece que “con tu movilización has conseguido que una empresa tan poderosa como El Corte Inglés tome en consideración a la familia en sus mensajes”. El pasado viernes Ignacio Arsuaga, presidente del colectivo, entregó las firmas en las oficinas centrales de la compañía, que declara que “cuando vinieron les dijimos que se retiraba por los motivos de fin de derechos”.

Un trabajador de la empresa que atiende llamadas de particulares asegura a este diario que en las últimas semanas unas diez llamadas al día “se referían a quejas homófobas por el anuncio” tachándolo, dice, de “vergüenza y antinatural. ‘Eso no es una familia’, dicen muchos”. El empleado declara que “algunos son más escuetos, otros más alterados” y “la cosa fue bajando la última semana, el miércoles pasado, por ejemplo, no tuvimos ninguna”.

El anuncio desató la homofobia de Hazte Oír, que lo señalaba como “una forma de quitar derechos a los niños” porque “promociona una idea extraordinariamente grave: que los niños no tengan derecho a un padre y una madre”.Todos los estudios rigurosos demuestran que los niños necesitan un padre y una madre para desarrollarse de manera armónica y completa”, aseguraba.

El pasado mes de febrero El Corte Inglés retiró su campaña publicitaria de San Valentín debido a la polémica que generó uno de sus cortos por identificar el amor con el control de parejal. “Respetamos las críticas y pensamos que la mejor decisión es que deje de circular”, sentenció la empresa, que admitió que la había retirado por las críticas.