Una pareja de lesbianas planta cara a Vox en Valladolid y convierte su beso en un símbolo contra la homofobia

No es la primera vez que Vox se ha pronunciado sobre el colectivo LGTBI. Ni es la primera, ni va a ser la última. Los derechos del colectivo han sido una de las grandes dianas del partido ultraderechista liderado por Santiago Abascal. De hecho, las ideas de la formación sobre el aborto, la homosexualidad, la violencia de género y la inmigración han acaparado los grandes titulares de los principales medios de comunicación cada vez que uno de los miembros de la formación ha abierto la boca para manifestar su opinión.

Lo que jamás se imaginaban es que en plena campaña electoral, en uno de los ya clásicos mítines en Valladolid bajo el amparo de una carpa informativa, una pareja de lesbianas iba a dar rienda suelta a su amor. Y que, además, iban a inmortalizarlo.

La instantánea pertenece a la usuaria @vickygonzalo, que se colocó delante del puesto informativo, le plantó un beso “como dios manda” a su pareja y lo compartió en Twitter. Una imagen que ya ha sido calificada por los seguidores de la red social como “la foto de la semana“. Lo que no sabemos -o creemos- es si Vox piensa lo mismo.

Y es que, al tiempo que estas dos mujeres convierten su beso en un símbolo contra la homofobia, el partido propone la promulgación de una ley “de protección de la familia natural”. Es más, Fernando Paz, ex número uno en las listas de Vox al Congreso en la provincia de Albacete -antes de que presentara su renuncia a la candidatura hace apenas dos semanas-, fue uno de los fieles defensores de esta idea. Fue Paz quién aseguró que “una pareja gay con un niño o una madre soltera que adopta un hijo no es una familia natural”. Y fue al mismo Paz al que tampoco le tembló la voz cuando afirmó que, de tener un hijo gay lo ayudaría, pues “hay terapias para reconducir su psicología“.

Hasta el mismísimo líder de la formación ha asegurado que “el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer”. Incluso Twitter le sirvió de herramienta para dar su más polémica visión a través de un hilo en el que se podían leer declaraciones como “gays en la cama, españoles de bien en la calle”. Porque, según Abascal, cada uno en su casa puede hacer lo que quiera, pero en su casa. Por lo tanto, la propuesta es clara: se puede ser gay… pero en la intimidad. Nada de serlo en la calle y que lo vea la gente.

Una idea que, sin embargo, no comparten las más de 15.000 personas que han apoyado el gesto con su like y que, con sus comentarios, han roto una lanza en pro de la igualdad sexual, que no es más que la opción de que cada quién decida ser lo que le dé la gana.

El Papa anima a consultar con un “profesional” si un hijo es homosexual

En una entrevista de casi hora y media en el programa ‘Salvados’, el sumo pontífice respondió a todas las preguntas que le planteó Jordi Évole aunque eso le costara dejar alguna que otra frase para la polémica. A Francisco se le vio más cómodo cuando opinaba de asuntos ajenos a la Iglesia, como la memoria histórica o el drama de la inmigración

Un momento de la entrevista al Papa en el programa ‘Salvados’. (TWITTER)

El Papa Francisco pasó este domingo por el programa Salvados, de La Sexta. Casi hora y media de entrevista sometiéndose a las preguntas de Jordi Évole dan para mucho: prácticamente no dejaron un solo tema de actualidad sin tocar. El Papa habló de memoria histórica, inmigración, abusos en la Iglesia, el capitalismo, la homosexualidad, la trata de mujeres o el feminismo, entre otros asuntos. Se le vio más cómodo cuando opinaba de asuntos ajenos a la Iglesia, como la memoria histórica o el drama de la inmigración, pero no esquivó ninguna pregunta aunque eso le costara dejar alguna que otra frase polémica.

Sobre la homosexualidad, por ejemplo, el papa dijo al ser preguntado directamente por Évole que “en teoría” no es una “rareza” tener un hijo homosexual, pero animó a los padres que empiecen a “ver cosas raras” en sus hijos a que “consulten, por favor, y vayan a un profesional” porque “ahí se verá a qué se debe, y puede ser que no sea homosexual”. “Estoy hablando de un chico que se está desarrollando y los padres empiezan a ver cosas raras… Consulten, por favor, y vayan a un profesional, y ahí se verá a que se debe y puede ser que no sea homosexual, que se deba a otra cosa”, dijo exactamente

El Papa Francisco quiso matizar así las polémicas declaraciones que hizo el verano pasado cuando recomendó recurrir a la psiquiatría a los padres que detectaran conductas homosexuales en sus hijos. “Yo estaba explicando que nunca se echa de casa a una persona homosexual, pero hice una distinción que cuando la persona es muy joven y pequeña y empieza a mostrar síntomas raros, ahí conviene ir y yo dije psiquiatra, en ese momento te sale la palabra que te sale y encima en un idioma que no es el tuyo”, ha detallado el pontífice.

“De aquello salió que los medios dijeran ‘El papa manda a los homosexuales al psiquiatra’ y no vieron lo otro, y eso es mala entraña”, se quejó Francisco.

En su opinión, “para una familia es raro, se escandalizan algo que no comprenden, algo fuera de lo normal… No estoy haciendo juicios de valor, estoy haciendo un análisis fenomenológico… Al menos que se saquen la duda con un profesional, tienen derecho a hacerlo”. Y “una vez que la actitud homosexual está fijada, ese hombre o esa mujer homosexual tienen derecho a una familia, y ese papá y esa mamá tienen derecho a un hijo, venga como venga, y no se puede echar del hogar a ningún hijo o hija homosexual”, concluyó.

En otro asunto polémico, el Papa Francisco también admitió que se equivocó cuando afirmó que todo feminismo acaba siendo un machismo con faldas, una afirmación que pudo oírse durante una de sus intervenciones ante la Cumbre Antipederastia que se celebró el pasado mes de febrero en Roma.

Francisco se disculpó asegurando que esa fue una frase pronunciada en un momento de “mucha intensidad” y en clave positiva, después de escuchar el testimonio de una mujer que justo iba en la línea que a él le gustaba.

“La frase justa es: ‘Todo feminismo puede correr el riesgo de convertirse en un machismo con pollera (falda)’. La otra me equivoqué, fue una equivocación del momento, no porque lo piense así. Por eso, hay que discernir bien las actitudes”, puntualizó.

Por otro lado, ha calificado de “tremendo” la trata de mujeres con fines de explotación sexual y diferenció de quienes ejercen libremente la prostitución. “Una cosa es una mujer que quiere ejercer la prostitución porque le gusta o porque hace una opción libre para ganar dinero o para lo que sea, y otra cosa son las chicas esclavas, la esclavitud de las chicas es de terror”, precisó.

Por otro lado, el Papa aseguró que no es anticapitalista ni antisocialista y eludió pronunciarse personalmente sobre algunas figuras de la política internacional como Donald Trump o Nicolás Maduro, aunque ha revelado que se tomaría un café con ambos.

La migración y el ‘Open Arms’

Sí que advirtió sobre el uso del miedo al migrante como herramienta electoral por parte de los partidos políticos alegando que que es una historia que se repite y que las grandes dictaduras del siglo pasado empezaron por el miedo, aludiendo a un “muchachito” que se llamaba “Adolfito”, dictaduras que no descarta que puedan volver a repetirse.

Asimismo, admitió que la iglesia también ha jugado con el miedo a lo largo de la historia. “Tenemos una historia que a veces nos avergüenza”, subrayó.

Abundando en el asunto de la inmigración, Francisco criticó también que el Gobierno español mantenga retenido en el puerto de Barcelona al buque de rescate de migrantes de la ONG Pro Activa Open Arms, que opera en el Mediterráneo. “Me parece mal. Y el caso de Open Arms me parece una injusticia muy grande. ¿Para qué se hace? ¿Para que se ahoguen? Es simplista, pero si no los puedes rescatar ¿Y para qué vienen? Viven en una desesperación, unida a una ilusión tan grande, que se lanzan. No miden las consecuencias. Y nosotros no medimos el dolor de esa gente”, puntualizó el pontífice.

En esta misma línea, el Papa aseguró sentir “mucho dolor” por los migrantesfallecidos en el Mediterráneo, algo que “no entiende”. “No entiendo. No entiendo la insensibilidad”, dijo, al tiempo que advirtió de que Europa se ha vuelto “demasiado abuela” al tiempo que se enfrenta a un problema demográfico por la falta de nacimientos.

Por ello, defendió una “actitud fundamental”, la del “corazón abierto y ha recordado los cuatro pasos a seguir en este sentido: recibir, acompañar, promover e integrar”.

Francisco también criticó las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla mientras sostenía una de ellas en sus manos. “Demuestra hasta dónde es capaz de descender la humanidad de una persona”, dice para añadir que es tal la “inconsciencia” que parece que la sociedad se ha acostumbrado a estas prácticas.

Igualmente, Francisco se refirió al muro de Donald Trumo en términos muy críticos: “El que levanta un muro termina prisionero del muro que levantó”. “Y eso es ley universal. Y eso se da en el orden social y en el personal. Si vos levantas un muro entre personas, terminas prisionero de ese muro que levantaste. Sí, defiendo mi autonomía, sí; pero te quedas solo como un hongo”, recalcó.

También afirmó también que el “capitalismo salvaje” es responsable de estas situaciones, aunque precisó que una economía social de mercado, si es social, puede andar. “Lo que no anda es el mundo de las finanzas. También esto crea las guerras, por la posesión de la riqueza, ¿no es cierto?, sean internacionales o nacionales. Sostengo que estamos ya en una tercera guerra mundial, a pedacitos”, insistió.

Y como no eludió ninguna cuestión que le planteaba Évole, el Papa opinó hasta de la venta de armas de España a Arabia Saudí. “No tienen derecho a hablar de la paz. ¿Están fomentando la guerra en otro país y después quieren la paz en el propio? La teoría del bumerán. La vida se las cobra, por uno u otro camino. Si vos armas la guerra allá, la vas a tener en tu casa, quieras o no quieras”, añade.

Acerca de la memoria histórica, el papa Francisco dijo que no ha participado en las comunicaciones entre el Gobierno y la Santa Sede sobre la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, una decisión sobre la que el pontífice dice no tener opinión.

Tampoco dio más detalle sobre las comunicaciones que mantuvieron el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, y el Gobierno español: “Hubo algo pero yo no me metí en eso”, contestó. Lo que sí defendió es “el derecho a la verdad sobre lo que pasa, el derecho a una sepultura digna, a encontrar los cadáveres”, un derecho que es de la familia y de la sociedad porque “una sociedad no puede sonreír al futuro teniendo sus muertos escondidos”.

Asuntos de la Iglesia

Menos suelto se le vio al hablar de asuntos que atañen directamente a la Iglesia.  Sobre la discriminación de la mujer, el Papa reconoció que escucharla y darle funciones no basta y admitió que lo que no se ha logrado todavía es “caer en la cuenta que la figura de la mujer va más allá de la funcionalidad”. “La Iglesia no puede ser Iglesia sin la mujer, porque la Iglesia es mujer, es femenina. Es La Iglesia, no El Iglesia. Una dimensión que no tenga feminidad en la Iglesia hace que la Iglesia no sea Iglesia”, apuntó

El Papa también habla sobre el aborto al ser preguntado por si entendería que una víctima de trata embarazada tras una violación quisiera abortar. “Yo la entendería a ella en su desesperación, pero también sé que no es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema. “¿Es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema? ¿Es lícito alquilar a alguien para que la elimine?”, recalcó.

Al ser cuestionado por los casos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia, dijo el Papa que “una época hay que interpretarla con la hermenéutica de esa época”. “No puedo interpretar la conquista de América con una hermenéutica de hoy, me tengo que ir a la de la época”. Sobre este asunto “pasa lo mismo”, y hasta que “explotó” el escándalo de Boston, “la hermenéutica era la de que conviene tapar, evitar males futuros…”

Y “al tapar, se propaga, una vez que entra la cultura del destape, las cosas no se propagan”, ha proseguido el papa, quien ha animado a denunciar los casos que se produzcan.

Francisco ha dicho entender a las víctimas insatisfechas con los resultados de la cumbre de los presidentes de las conferencias episcopales en el Vaticano que finalizó en febrero.

“Yo les entiendo porque uno busca a veces resultados que sean hechos concretos en el momento. Por ejemplo, si yo hubiera ahorcado 100 curas abusadores en la Plaza de San Pedro es un hecho concreto, hubiera ocupado espacio. Y mi interés no es ocupar espacio, es iniciar procesos sanadores”, detalló.

Precisamente, “las cosas concretas” de la cumbre “fue iniciar procesos, y eso lleva su tiempo”, pero es la única manera “para que sea irreversible la cura”.

Al igual que “mercaderes”, el papa ha reconocido que en el Vaticano “hay chismorreo”, y “esto es lo peor que puede haber” porque “denigra a una persona”.

Sobre el Vaticano, el Papa admitió que no se salva de los límites y de los pecados y las vergüenzas de otras sociedades. “Acá somos hombres y tenemos los mismos límites y caemos a veces en las mismas cosas. Hay que ir limpiando. El trabajo es ir limpiando, limpiando, limpiando”, asegura tras admitir que en la Santa Sede también hay mercaderes como los que Jesús echó del templo por “hipócritas”.

“Esto es muy lento y sí, en el Vaticano hay problemas”, dijo a guisa de conclusión.

Asimismo, Francisco se mostró partidario de que “los hombres de Iglesia son ciudadanos y tienen que cumplir con todos sus derechos de ciudadanos” y por ello cree que la institución debe pagar por todos aquellos bienes que no estén dedicados al culto.

Suspendido un sacerdote holandés que se declara homosexual

Pierre Valkering ha sido obligado a “reflexionar” tras revelar su inclinación y haber publicado una autobiografía donde explica sus escapadas a saunas y su afición al porno

El sacerdote Pierre Valkering, en una entrevista en una televisión holandesa.

Pierre Valkering, un sacerdote católico holandés de 57 años que anunció este domingo a sus feligreses en Ámsterdam que era homosexual, acaba de recibir la orden de apartarse de sus funciones por parte del obispado de Haarlem. La diócesis incluye la capital de Holanda. El religioso quería celebrar sus 25 años de labor pastoral compartiendo el secreto de su inclinación íntima, pero Jos Put, el prelado, le ha contestado que “debe tomarse un periodo de reflexión con carácter inmediato”.

Valkering ha publicado una autobiografía, que llega a las librerías esta semana, cuyo título en neerlandés es un juego de palabras: Ontkleed niet naakt staan (algo así como Al descubierto no estás desnudo). En la tapa, aparece él mismo levantado un poco la casulla y muestra unos pantalones deportivos y unas botas. Lleva también el pelo recogido en una coleta. En la solapa del libro explica que de pequeño le gustaban las casas de muñecas, vestirse de San Nicolás y los ritos eclesiásticos. Cuando dijo que quería ser sacerdote, sorprendió a todos. Le ordenaron a los 33 años, “y ahora, 25 años después, es el momento de salir del armario y revelar que es homosexual”. Añade la presentación que “da cuenta de sus relaciones sexuales y su adicción al porno, las saunas y los locales nocturnos”. Responde, a su vez, a preguntas sobre “si la homosexualidad es una experiencia pecaminosa”, y “el precio que deberá pagar por decirlo”. Jos Punt, el obispo de Haarlem, aprecia “su sinceridad, pero no puede hacer otra cosa que apartarlo temporalmente”, según ha dicho.

Tanto el anuncio de su homosexualidad como la publicación de libro han sido preparados con cuidado. El sacerdote ha concedido a su vez una entrevista a Gaykrant, la publicación más conocida del colectivo en el país, donde recuerda su infancia en el seno de una familia católica y el descubrimiento de sus prefencias sexuales “al final de la escuela secundaria”. “Leí una entrevista en una revista donde se hablaba de ello y todo encajó. Entendí por qué me interesaban mis compañeros de clase”. Cuando le preguntan cómo pudo ordenarse sacerdote y llevar una vida célibe, responde: “La voz del Señor me dio la fuerza para seguir adelante (…) y el sacerdocio era también una vía de escape para no tener que vivir la homosexualidad (…) aparte del aspecto teatral de la liturgia que es muy atractivo”. “Esa misma voz del Señor me ha ayudado a contarlo ahora”, asegura.

Valkering no ahorra críticas a la Iglesia, “que pierde fieles y tiene mala imagen por culpa de los abusos sexuales, su trato a la mujer y la homofobia”. “Muchos clérigos son homosexuales y no quieren que nadie lo sepa. Por eso se revuelven contra ello”. De momento, el obispado le ha obligado a dejar la Iglesia de la Libertad, de Ámsterdam, donde predicaba. “Ha dicho en público que no ha respetado el celibato y se ha dejado llevar por otras libertades sexuales. Todo ello es incompatible con la Iglesia Católica”, ha añadido el obispado de Haarlem. El sacerdote suspendido decidió vestir para su confesión pública una casulla rosa.

“El deseo puede llegar a funcionar de forma perversa, pero nunca se debe criminalizar”

Aixa de la Cruz, autora de ‘Cambiar de idea’

Es curioso cómo unas memorias escritas de manera muy específica, que hablan de drogas muy específicas y de una infancia muy específica, se pueden catalogar como un retrato generacional. La clave de que haya ocurrido con Cambiar de idea (Caballo de Troya) radica precisamente en su título. Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) da cuenta de sus treinta años de vida a través de diversos vaivenes que, sin quererlo, describen muy bien a una masa de jóvenes obligada a desaprender para encabezar un cambio.

Paradójicamente, Cambiar de idea no se sustenta en genéricos. Aborda desde las fiestas salvajes de los veintipocos hasta las resacas infernales de los veintimuchos, desde un matrimonio fallido con un mexicano hasta diversas experiencias lésbicas, y desde el gusto por el dolor físico hasta la indiferencia emocional frente a la violencia explícita.

Todos estos episodios tejen una red alrededor de dos acontecimientos que sustentan el verdadero cambio en la autora, el del despertar feminista: haber presenciado la violación de su amiga Garazi cuando eran niñas y el brutal accidente que estuvo a punto de reducir a polvo los huesos de Zuriñe. Dos tipos de cuerpos femeninos vulnerados y violentados sobre los que pivota un ensayo memorístico que escuece como la sal en una herida mal cerrada.

Se ha definido Cambiar de idea como un relato generacional. ¿Es una forma de hablar de los millennials como frágiles ideológicamente?

La verdad es que he escuchado un poco de todo. Hay gente que lo ha visto muy generacional, pero me gusta porque ven así el hecho de desdecirse y de cambiar de idea. Somos una generación que se ha visto atrapada en diferentes momentos de conciencia colectiva. Nos ha tocado reconstruirnos mucho y asumir que lo que era normal cuando teníamos 15 años, de pronto ya no lo es.

Más que unas memorias reposadas, parecen pensamientos escritos a borbotones. ¿Dónde queda la vulnerabilidad y dónde colocas el filtro en la edición de este tipo de textos?

He ido pasando el texto original por diferentes filtros y cada vez el filtro era un poquito más pequeño. El primer borrador tenía mucho que ver con una estructura clásica y psicoanalítica. Una vez pulido, me he tenido que enfrentar a asuntos más prácticos relacionados con la ética de publicar estos textos.

Es decir, yo soy responsable de lo que me ha sucedido a mí, pero no puedo contar mi historia sin terceras personas. Y, claro, ahí la cosa se pone complicada. Le he pedido permiso a casi todo el mundo que aparece citado, y lo he obtenido por parte de algunos y por parte de otros no. Por tanto, he modificado ciertas partes para que los afectados no se vieran identificados pero que la historia fuera equivalente.

Comienzas con una descripción brutal del accidente de tráfico de una amiga. ¿Por qué escogiste un punto de partida tan físico para analizar la violencia sexual?

Me suelen preguntar de qué va el libro y me cuesta sacar un tema que lo unifique todo. Es verdad que la violencia sexual lo vertebra y, sin embargo, no es del todo cierto. Lo que quería remarcar con este comienzo es que son unas memorias sobre cómo adquiero conciencia del otro y la capacidad de enfrentar el dolor del de enfrente sin tantas mediaciones.

Empieza en un momento en el que estoy muy ensimismada en mi tesis, que trataba sobre las representaciones de la tortura, de manera que me pasé cuatro años rodeada de imágenes violentas, de testimonios terribles y aprendiendo a protegerme frente a esta violencia mediante el discurso. En este primer capítulo, me enfrento a lo que le ocurre a mi amiga, que está destrozada por un accidente de tráfico terrible y me presento allí con mis herramientas teóricas de siempre como si siguiera dentro de mi tesis.

Pero ella no me deja mirarla con distancia, me obliga a mirarla de otra manera sin intermediaciones. Es entonces cuando se da una transformación en mí que me va a enfrentar a otros tipos de violencia con una sensibilidad distinta que no había tenido hasta entonces.

¿Tendemos a normalizar la violencia sobre el cuerpo de una mujer hasta que no vemos cicatrices y heridas abiertas?

Si, totalmente. A nivel simbólico hablo de este cuerpo accidentado para introducir la idea general de los cuerpos vulnerados de las mujeres. Empiezo con una amiga que ha sufrido una violencia del tipo físico-traumática, en el sentido de impacto, y acabo hablando de heridas más relacionadas con la psique, con los traumas psicológicos y con las secuelas que deja la violencia sexual. Así que se genera una especie de círculo cerrado.

Esa indiferencia ante el dolor ajeno era un mecanismo de defensa por haber presenciado la violación de una amiga por parte de su padre. ¿Cómo llegaste a esa conclusión a partir del accidente?

Como te decía, este texto proviene de otro mucho más amplio y con un carácter más psicoanalítico que literario. Fui analizando mi biografía y viendo hacia dónde me llevaba, y me di cuenta de que me llevaba sobre todo a lugares culposos. Tenía una sensación de no haber actuado bien.

Y, al final, la herida relacionada con la culpa más importante de mi vida me llevó a ese episodio de la infancia. Cronológicamente, ese episodio ocurre al mismo tiempo que el propio proceso de autodescubrimiento que llevo a cabo en el libro. Empiezo desde lo más reciente y poco a poco voy ahondando en el pasado hasta que llego al origen de la herida.

Si haber sido testigo de una violación te enquista la culpa hasta tal punto, ¿cómo no se disparará ese sentimiento en una víctima a la que se acusa de consentimiento?

Es curioso, porque hay dos tipos de culpa. La primera es una culpa violenta que se ejerce sobre la víctima, que forma parte del sistema de opresión y de la cultura de la violación, que es absolutamente no productiva y que la revictimiza.

Por otro lado, soy defensora de otro tipo de culpa que sí puede ser productiva. Creo que muchas veces somos copartícipes de violencias que están muy normalizadas e institucionalizadas y que la culpa es esa llamarada que nos hace tomar conciencia de una situación que estábamos normalizando. Desde el malestar y la incomodidad propias, podemos hacer una deconstrucción e intentar cambiar.

Leaving NeverlandExamen de conciencia…se está trasladando el foco a los testigos o a quienes callaron. ¿Es lo justo? ¿O esta búsqueda continua de un culpable omnisciente descarga la responsabilidad del agresor?

La verdad es que no tengo una respuesta muy clara sobre esto. No sé hasta qué punto, como bien dices, es productivo seguir culpándonos por errores del pasado. Yo en general tengo la sensación de que han cambiado mucho las cosas en los últimos años y ya no me juzgo con la misma dureza sobre algo que hice a los 14, a los 18, a los 20 años, porque vivíamos en un mundo distinto en el que todavía no habíamos tomado conciencia sobre ciertas cosas.

Pero yo soy implacable conmigo misma y con la gente que tengo cerca desde el año 2017, en el que todos nos vimos envueltos en un proceso de revisión de culpas colectivas que ha hecho que ahora tengamos mucha más conciencia. Me parece poco productivo empezar a señalar las culpas, pero en este punto ya no podemos tolerar ciertas cosas. Por eso, más que revisar el pasado, me parece importante tomar conciencia sobre el presente.

Escribes que, cuando salió la sentencia de ‘la manada’, te llegaste a plantear tus propias fantasías sexuales de sumisión y sometimiento. ¿Cómo revisarse a una misma sin caer en el juicio moral que te imponen desde el exterior?

No se puede legislar sobre las fantasías sexuales de nadie porque hemos sido educadas en un entorno determinado. Recuerdo un artículo de Gabriela Wiener que me impactó mucho en el que relataba cómo una chica que había sido violada en su adolescencia decía que, sin embargo, se excitaba con imágenes de violación. Ella no lo entendía. Pero es algo muy común entre las víctimas.

De alguna manera, el trauma sexual también funciona así: acaba configurando nuestro deseo desde la violencia y desde el propio evento traumático. Teniendo en cuenta que la psicología del deseo puede llegar a funcionar de formas tan perversas, lo que no podemos hacer nunca es criminalizar el deseo privado de las personas.

¿Cómo diferenciar entre el deseo real y al que nos han forzado?

Me ha ocurrido algo curioso en mi vida diaria. Siempre he sostenido que no se puede legislar sobre el deseo y que podemos tener un discurso público activista, y que eso es más importante que nuestras fantasías sexuales.

Pero, a medida que iba deconstruyendo ciertos comportamientos a nivel teórico, y pasado un periodo de latencia de seis meses o un año, empecé a ser muy crítica con el porno (y seguía viéndolo). Hasta que llegó un día en el que, de pronto, no pude hacerlo más. Así que empiezo a tener dudas sobre si realmente el deseo y la fantasía son conceptos inamovibles, o no.

Hablando de dudas, tu percepción del género es quizá lo más cambiante del libro. Vas desde el rechazo absoluto a todo lo que implica ser mujer hasta la vanidad de encajar en los cánones de belleza patriarcales. ¿Cómo te percibes ahora?

La verdad es que sigo siendo muy contradictoria en relación a este tema. El cambio más importante se dio cuando pasé a una negación absoluta de todos los condicionantes que tiene ser mujer. Es decir, yo era consciente de que ser mujer tenía que ver con una opresión y pensaba que si me desligada de la lucha eso ya no iría conmigo.

Partía de un rechazo muy fuerte hacia hacia todo lo asociado con lo femenino, e incluso al principio con el feminismo. Me molestaba mucho que un movimiento se tomara el derecho de hablar en mi nombre en tanto que mujer. ¿Qué es ser mujer y por qué tengo que formar parte de esta categoría?

En todo caso, he acabado entendiendo que la lucha es colectiva y que para formar parte de ella y para obtener representación política sí que me tengo que sentir identificada como mujer. Hay que aceptar esa categoría y ahora no tengo ningún problema en sentirme cómoda dentro de ella. También me he obligado a quitarme todos los prejuicios con respecto a lo considerado femenino y en esas andamos.

Encima ahora existe esa coletilla de “yo no soy feminista, soy femenina”. 

Total. Pasan estas cosas y te vuelve a salir el monstruo de dentro y diciendo, ¡no, yo no soy eso! (ríe). Tiendo a sentirme incómoda en general con las identidades estables. Lo más lógico es ser consciente de que las identidades a veces son volubles y flexibles y que en un momento nos podemos sentir así y al siguiente no. Que un día podemos sentirnos perfectamente identificadas con el concepto social de lo femenino y al día siguiente renegar del mismo.

Aixa de la Cruz, autora de ‘Cambiar de idea’

Dices en el libro que “los editores que no publican a mujeres andan locos por publicar a mujeres que escriban de una determinada manera”. Es decir, de una manera masculina. ¿Ocurre ahora justo lo contrario? ¿Se busca destacar el feminismo a la fuerza en el faldón de cualquier libro escrito por una mujer?

En efecto. Es una cita que me han sacado mucho y una de las que más pronto ha caducado. Desde que escribí este texto han pasado dos o tres años en los que hemos visto que el feminismo ha tenido un auge muy importante y al mercado le ha empezado a interesar vender ciertas voces y ciertos textos. Se puede percibir como una moda. Es verdad que ahora mismo hay muchas voces femeninas, muchos textos que se venden como feministas y a mí me parece estupendo todo. Mi único miedo es que perdure. Que sea tratado justo como una moda.

En los últimos cuatro meses he encadenado muchísimas buenas lecturas y todas son libros escritos por mujeres. Podemos correr el riesgo de dar por hecho que esta lucha está ganada demasiado pronto. Pensar que las mujeres están súper asentadas en el mundo literario, que ya tenemos una voz que nadie nos va a cuestionar y que, de pronto, no sea así. Que los editores se estén tomando esto como una moda y que cuando pase la ola fuerte volvamos a las andadas. Diría que es el único peligro. Por lo demás, me parece que en este sentido en muy poquito tiempo hemos ganado un montón.

Pero el feminismo no es un género literario. Si al final en las estanterías de novela negra o memorias sigue habiendo más hombres, ¿existe el riesgo de haberse hecho un hueco a nivel temático?

A nivel temático es evidente que irá fluctuando. Si las mujeres que están publicando ahora y reciben mucha atención, deciden en cinco años ponerse a escribir ficción masculinista tipo thriller, a mí me parecerá estupendo. Lo que es más peligroso es que desaparezca la cuota de mujeres, no tanto que dejen de escribir sobre lo femenino.

Si la única forma que tenemos de ganar ganarnos un micrófono es hablando sobre temas relacionados con la mujer, eso también es un tipo de discriminación. Una integración plena en el sistema literario sería que recibamos la misma atención que un hombre escribamos sobre lo que escribamos.

El riesgo de convertir el feminismo en una “moda” va más allá de lo literario, se usa para conseguir votos a través del “feminismo liberal” o vender camisetas. ¿Qué le hace más daño al movimiento: ser poco exigente o excluyente?

Claro, es que está esta paradoja entre, ¿qué preferimos? ¿Firmar por unos básicos y que por tanto el feminismo sea más abierto a todas las mujeres del mundo?¿O lo que queremos es que el feminismo sea realmente una fuerza de cambio y que por tanto signifique el final de todos los privilegios y de todas las represiones? Porque ahí no encajarían conceptos que para mí que son un oxímoron como el de feminismo liberal.

Conozco a compañeras que no acaban de encontrar una respuesta a este dilema. Yo aquí soy más tajante. Creo que el feminismo no puede ser liberal del mismo modo que no puede ser de derechas. Porque feminismo no solo busca la igualdad entre hombres y mujeres, busca la igualdad. Sin más. La gente de derechas acaba buscando privilegios para un sector determinado de la población y eso ya a nivel de formulación va en contra del feminismo.

En Ciudadanos, por ejemplo, están intentando sumar adeptas a un “feminismo” individualista que no genera incomodidad. 

En el caso de Ciudadanos, en particular, me parece repugnante la forma en la que están frivolizando todas las luchas. Han conseguido relacionar la lucha LGTBI con la gestación subrogada, que me parece uno de los emblemas del neoliberalismo más brutales que se me ocurren. Y están intentando hacer algo parecido con el feminismo, sin duda.

Trivializarlo o quitarle cualquier componente de lucha anticapitalista y hacerlo cómodo para las mujeres que quieren igualdad salarial y quieren llegar a los puestos de administración para explotar a otras mujeres o a otros hombres que estén por debajo. Para mí, obviamente, ese no es el espíritu de la lucha feminista. Pero bueno, qué le vamos a hacer. Al final hay que seguir alzando la voz y seguir desmintiendo estos discursos. No podemos hacer otra cosa.

El obispado de Alcalá celebra cursos ilegales y clandestinos para ‘curar’ la homosexualidad

El obispado de Alcalá de Henares imparte terapias ilegales y clandestinas para ‘curar’ la homosexualidad. Haciéndose pasar por un joven que quiere cambiar su orientación, este periodista ha asistido a la primera sesión de una de estas pseudoterapias, que tuvo lugar el 21 de marzo en el Centro de Orientación Familiar Regina Familiae, un servicio que pertenece a la diócesis de Alcalá y que está dentro del mismo complejo religioso. Este tipo de sesiones están prohibidas en la Comunidad de Madrid y quienes las imparten pueden enfrentarse a multas de más de 45.000 euros, según el artículo 70.4.c de la Ley de Protección Integral contra la LGTBfobia de la Comunidad. El obispado confirma por escrito a eldiario.es que el centro es suyo y que se hacen las terapias, aunque niega que sean “terapias reparativas” y explica que se trata de formación “educativo-sexual (educación en el amor)”.

No solo se trabaja en persona, también desde una dirección de correo corporativa del obispado se realizan envíos con materiales (imagen arriba). Uno de esos materiales es el libro titulado ‘Terapias Reparativas’, del psiquiatra estadounidense Joseph Nicolosi, cuya lectura recomienda la supuesta profesional, que colabora con Reig Pla desde hace años. En 2006, cuando él era obispo de Cartagena, B. V. fue nombrada también directora del Centro de Orientación Familiar de dicha diócesis, desde donde trabajaba.

“Una herida que puede curarse”

Según los documentos enviados antes de la sesión, la homosexualidad se produce por no haber despertado o cultivado suficientemente la masculinidad debido a un trauma que puede ir desde una mala relación con tus padres a abusos sexuales. “A lo largo del proceso de maduración personal ha habido relaciones, hechos, ausencias, sufrimientos, traumas… Que han producido heridas en nuestro ser. Habrá complejos, carencias y experiencias que te han hecho estar buscando y comparándote con otros chicos”, dice B. V. nada más iniciar la sesión. Esa herida, aseguran sus tesis homófobas, puede repararse mediante psicoterapia y asesoramiento pastoral. “LGTBfobia cognitiva”, bautiza a la sesión sin ningún criterio científico.

Según las fichas de trabajo a las que ha tenido acceso eldiario.es, el proceso para dejar la homosexualidad es lento y debe compaginarse con psicoterapia, lecturas y tareas que completar en casa. La primera recomendación durante la reunión es dejar de consumir pornografía y masturbarse menos, para deshacerse del refuerzo positivo que supone haber recibido estímulos visuales. “Tú ya tienes un hábito muy arraigado. Para tener una relación con una chica tienes que controlarte”, explica B. V. La cita para la segunda sesión fue concertada el 23 de abril e iba a tener lugar en el mismo Palacio Arzobispal. “Atendemos también en el obispado. Tenemos un despacho allí”, confirma la pseudoterapeuta a eldiario.es. Una cita que ya no se producirá.

Rechazo de la aceptación

Uno de los documentos que se envía desde este centro del obispado considera la homosexualidad como indeseable: “La mentira gay y la desinformación sobre este tema está llevando a muchos adolescentes y jóvenes a pensar que han de aceptarse y por lo tanto, se les está condenando a una vida de sufrimiento, de mentira, de degradación y de muerte. En lugar de ayudarles a descubrir y madurar su verdadera identidad, la masculinidad, se les condena a vivir una falsa identidad”. Se habla de falsa identidad porque quienes llevan a cabo estos tratamientos consideran que la homosexualidad ni siquiera existe.

El trauma que sufrieron las personas con tendencias homosexuales ha provocado lo que en el obispado de Alcalá llaman AMS y PMS: atracción y proyección hacia las personas del mismo sexo. “La AMS es el grito, la alarma, la fiebre que te avisa de que algo en ti necesita madurar, ser cultivado. Si la Mentira/Manipulación Gay no hubiera inundado todos los rincones de nuestro mundo y por el contrario fuéramos capaces de responder con prontitud y verdad a esta llamada del corazón de los adolescentes, sería muy sencillo y rápido madurar la personalidad y la masculinidad y superar la atracción hacia el mismo sexo”, reza uno de los documentos entregados a los jóvenes.

Este mismo vocabulario homofóbico aparece en la web oficial del Obispado de Alcalá de Henares. Desde donde hace varios años se define la homosexualidad como una inclinación que se puede cambiar mediante “una terapia apropiada”. En la página del Obispado existe incluso un directorio desde el que acceder a todo tipo de material homofóbico. Entre las webs recomendadas aparece esposiblelaesperanza.com, la misma asociación que pone en contacto a este periodista con la terapeuta.

No es nuevo que las instituciones religiosas que dirige José Antonio Reig Pla mantengan tesis que rechazan y denigran a los homosexuales. En 2012 demandó que los padres que tuviesen hijos con conductas homosexuales, buscasen “la ayuda de personas expertas y calificadas para proporcionarles todo el apoyo posible”. En 2008, cuando era obispo de Cartagena, trató de poner en marcha patrullas informativas para promover la virginidad, rechazar el aborto y el matrimonio homosexual.

Fuentes de la Conferencia Episcopal rechazan hacer comentarios ya que “este no es un órgano jerárquico de las diócesis, sino un órgano que les da servicio”.

Si has sido víctima de una de estas terapias y quieres contar tu caso, puedes escribirnos a nuestro mail pistas@eldiario.es

Fuentes oficiales del obispado de Juan Antonio Reig Pla, conocido por sus polémicas homófobas, puntualizan que se trata de “acogida y acompañamiento de personas que acuden a nosotros”. Sin embargo, eldiario.es ha comprobado en primera persona que tanto el contenido de los materiales enviados por correo como la primera sesión de pseudoterapia (impartida por una persona sin formación) están enfocados a que la persona deje de ser homosexual, algo que los expertos del Consejo General de la Psicología de España consideran anticientífico y peligroso, “porque suelen derivar en problemas de ansiedad, depresión y suicidio”. La ley madrileña lo califica directamente de ilegal, ya que prohíbe “la promoción y realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar la orientación sexual o identidad de género”, independientemente de si las personas acuden voluntariamente o no, y las considera una infracción muy grave que puede conllevar la retirada de subvenciones públicas.

La supuesta terapeuta, B. V., dice ser doctora en biología y, como confirma el Colegio de Psicólogos de la Comunidad de Madrid a eldiario.es, no está colegiada y por tanto no tiene habilitación para hacer terapia de ningún tipo. En el obispado tiene un cargo en la sección madrileña del Pontificio Instituto Juan Pablo II, un centro de estudios que en España dirige el obispo de Alcalá de Henares y que imparte el “Máster para las Ciencias del Matrimonio y la Familia”, según el obispado.

Aunque la diócesis niega que sean terapias de reversión, la propia pseudoterapeuta lo admite en una grabación en una de estas sesiones ilegales y asegura que conoce bien el riesgo y la ley que lo prohíbe: “Explicarte por qué sientes lo que sientes y cómo dejar de sentirlo se considera homofobia. Yo sé que esto puede tener consecuencias. Esto es un acto LGTBfóbico cognitivo. Podrían llegar incluso a cerrarnos el centro”, dice al periodista, que se hace pasar por un chico confundido con su sexualidad. “Estoy teniendo contigo un acto homofóbico. O sea, yo te estoy intentando ayudar. Yo sé que esto puede tener consecuencias, hasta tal punto que yo podría ir a la cárcel”. También le pide que no se lo cuente a nadie, ni siquiera a sus amigos, y le avisa de que si lo hace habrá problemas para todos los que acuden y además le intentarán convencer para que no vuelva a una sesión.

“Tenemos que seguir luchando por los derechos adquiridos del colectivo LGTBI”

Udane HerFer, Eider Pérez, Cristina Rueda y Amparo Villa, durante la jornada celebrada en Bizkaia Aretoa.Foto: Oskar M. Bernal

BILBAO– “Hace dos años estábamos en las calles protestando por un autobús naranja y ahora resulta que personas que defienden lo mismo podrían llegan al poder”, aseguró ayer Udane HerFer, una de las autoras de la investigación llevada a cabo por la asociación Aldarte en relación a las estrategias para hacer frente a los delitos de odio por orientación sexual e identidad de género. El polémico mensaje tránsfobo de HazteOír, que incluso llegó a Bilbao, solo fue un avance de la paradoja a la que se expone el colectivo, que tras décadas de reivindicación para combatir la discriminación teme un posible retroceso: “Tenemos que seguir luchando por los derechos adquiridos del colectivo LGTBI porque no son permanentes. Igual que los hemos logrado nos los pueden quitar”, añadió HerFer.

A su lado, Eider Pérez, Cristina Rueda y Amparo Villar, integrantes del equipo que ha llevado a cabo la investigación, asentían. “Había cosas que la gente pensaba pero no las decía. Eso estaba llevando a extinguir ciertas ideas que ahora los políticos, sin pensar en la responsabilidad que tienen, las ponen encima de la mesa. Tienen mucha prensa, se les recibe en todas partes y se está pactando con ellos”, reveló, por su parte, Pérez. “Si los políticos encienden el discurso de odio y proporcionan impunidad, echando leña al fuego… esto va a arder”, pronosticó Rueda, quien ve con temor la “efervescencia de la violencia”. Sin embargo, ante esta situación, HerFer abogó por centrarse en el posicionamiento que se toma desde el colectivo, y no solo el LGTBI, sino también desde otras comunidades, como las que luchan contra el racismo, por ejemplo.

Las investigadoras expusieron estas reflexiones en el marco de la jornadaRetos para afrontar los delitos de odio por diversidad sexual y de géneroorganizado ayer por Aldarte en Bizkaia Aretoa, donde se constató que las vulneraciones que sufre el colectivo son más cotidianas de lo que parece. ¿Pero qué dicen los números al respecto? “Según el Ministerio de Interior, a nivel del porcentaje de la población, Euskadi está en el tercer puesto entre las comunidades donde más delitos de odio se dan. Por provincias, Bizkaia es la cuarta y Gipuzkoa, la séptima. Siendo territorios pequeños, que haya ese nivel de denuncia constata que es una problemática importante”, expuso Cristina Rueda. Sin embargo, consideró que el hecho de que haya más denuncias -que también se recogen en la red Eraberean o en las propias asociaciones- prueba, asimismo, que “hay más sensibilización y herramientas que en otros sitios”.

En ese sentido, Pérez mencionó que es importante que la sociedad sepa identificar lo que es un delito de odio, para “que no se normalice y se saque del plano de lo natural”. A pesar de ello, las investigadoras son conscientes de que denunciar no siempre es fácil. “Implica visibilizarse y muchas veces no se hace por eso mismo”, reveló HerFer, a lo que Rueda agregó: “Requiere de un empoderamiento. El colectivo LGTBI tiene esa violencia muy interiorizada. Cuando la abogada de la asociación pregunta ¿Es la primera vez que has sufrido una agresión?,es común que la respuesta empiece por un no”. En cualquier caso, Villar defendió que “el foco de los delitos y las violencias no tendría que estar en los números, sino en visibilizar lo que está pasando”.

Aunque haya habido casos a nivel mundial que han sido sobrecogedores por su brutalidad, reconocen que en Euskadi no ha habido sucesos que hayan trascendido tanto. Mencionan el asesinato Vicente Badillo, un travesti de Errenteria, ocurrido hace cuarenta años. “Hizo que todo el mundo saliera a la calle”, evocó HerFer. Villar también rememoró el caso de Mikel, que fue agredido por las fuerzas de seguridad durante un congreso del PP: “Era una persona pública, fueron a por él”. En relación a esto, Cristina Rueda señaló que “uno de los problemas del colectivo es que tiene muy poca memoria histórica. Si las agresiones son habituales, ¿por qué trascienden unas y no otras?”.

VULNERACIONESComo comunidad heterogénea que es, las vulneraciones que sufren son muy diferentes. “Cuanto más te alejes de la norma -hombre blanco, adulto joven, heterosexual-, más fácil es que padezcas violencia”, declaró Udane HerFer. “En Latinoamérica se podría decir que las mujeres trans son las que más violencia sufren. Mientras tanto, los hombres trans son los más invisibilizados”, explicó Rueda, quien remarcó que incluso “dentro del propio colectivo hay violencia derivada de cuestiones como el racismo o el machismo”. En ese sentido, además de generar espacios seguros con redes afines, Eider Pérez mencionó la importancia de combatir “el capitalismo y el heteropatriarcado, diferentes constructos que cruzan estas violencias”.

Y, además, no hay ningún ámbito social en el que no estén presentes. “El miedo atraviesa todos los contextos pero los espacios de mayor vulnerabilidad suelen ser la escuela, el trabajo y la familia”, afirmó HerFer, quien recordó el caso de una persona que participó en el estudio: “Comentaba que hasta que no consiguió su plaza de funcionario, no se atrevió a nombrar el hecho de que era gay. Tenía miedo de que le pudieran echar”. De esa forma, expuso que los delitos de odio no se limitan a “los casos más extremos presentes en el imaginario” y no solo se desarrollan estrategias de supervivencia “por un peligro de muerte sino por no ser aceptado”.

¿Cómo abordar esta problemática? ¿La vía judicial es la única forma? “Esa es una de las preguntas que quedan abiertas en la investigación. Es una vía necesaria para no encontrarnos con los niveles de impunidad de otros países, pero la transformación social tiene que venir de otro lado”, aseguró Eider Pérez durante la jornada en la que también se pudieron escuchar las experiencias de varios países latinoamericanos. “Los contextos que más abogan por la ley son aquellos que menos leyes tienen”, añadió HerFer. Como ejemplo, Cristina Rueda citó el Día Internacional del Orgullo: “Aquí, cuando se ha avanzado a nivel de protección hasta un punto, salir a la calle a celebrarlo no se entiende tanto, o se critica, porque podemos vivir como personas del colectivo LGTBI a diario. Sin embargo, en un contexto donde no puedes movilizarte, como en Nicaragua o Guatemala, tener un día para reivindicarte es importante”.

De castigos a reconversiones: así fue la barbarie franquista contra las personas LGTBI

Con el fin de la Guerra Civil española hace 80 años, el colectivo LGTBI sufrió la persecución de la dictadura que primero los trató como delincuentes, después como enfermos y los consideraba una amenaza.

El dictador Francisco Franco, en una de sus asistencias bajo palio a una celebración de la Iglesia católica. EFE

La dictadura nos persiguió porque éramos algo que hubiera debilitado al régimen. Nos alejábamos del modelo social que la cruzada franquista propugnaba. Para ese movimiento hercúleo de hombres forjados en la potencia ‘éramos lo peor’, como decía Pedro Zerolo”. La activista Boti García Rodrigo explica con estas palabras las torturas y la cacería legal que sufrieron las personas LGTBI con la llegada de la dictadura de Francisco Franco, que se instauró en todo el país el 1 de abril de 1939, tras el final de la Guerra Civil hace ya 80 años.

No obstante, la represión había comenzado antes, tal y como remarca Ramón Martínez, historiador especializado en la realidad LGTBI: “El asesinato de Lorca fue un primer aviso importante para mucha gente de lo que se avecinaba con el gobierno ilegítimo”. El poeta granadino fue “fusilado y abandonado” en una cuneta el 18 de agosto de 1936 “por rojo y maricón”, según relataron su delator, Ramón Ruiz Alonso, y su ejecutor, Juan Luis Trescastro. Sus testimonios los ha recogido el periodista Marcos Paradinas en su libro El fin de la homofobia.

“Desde el comienzo, la homosexualidad se consideró una afrenta al régimen franquista. Es aterrador ver cómo las cuatro décadas de dictadura sirvieron para perfeccionar una sanguinaria maquinaria estatal con la que erradicar las heterodoxias”, recalca el historiador. Aun así, durante los primeros 15 años de la dictadura, Franco “estaba bastante ocupado con la aniquilación de los rivales políticos”, señala Pardinas, y no fue hasta pasada “esa purga” que decidió ir a por las personas LGTBI con la modificación en 1954 de la Ley republicana de Vagos y Maleantes.

No obstante, usar estas siglas en el marco de la dictadura no es del todo correcto ya que supone ser infiel a la forma en la que el régimen entendía la diversidad y porque por aquel entonces aún no se había organizado el movimiento LGTBI que conocemos hoy en día. “El denominador común del franquismo es que todos eran maricones. No supo distinguir entre orientación sexual e identidad de género. Las mujeres trans eran consideradas travestis u homosexuales”, incide Raúl Solís, autor del libro La doble transición donde recoge la vida de ocho mujeres trans durante estos años de totalitarismo. “Trans, homosexuales y bisexuales iban al mismo saco conceptual de los ‘desviados’”, apunta Martínez.

Como expuso Fernando Olmeda en su libro El látigo y la pluma, con la dictadura se implementó en la sociedad española una idea muy concreta de masculinidad y de lo que debía ser un hombre. Martínez coincide con el periodista y especifica que al varón se le aplicaba “la versión más férrea de los roles de género. Cualquiera que lo incumpliera no solo era un traidor a su sexo, sino también un traidor a la patria, que necesitaba ‘hombres de verdad’ para fecundar mujeres que dieran a luz a españoles de bien. Hay textos que incluso se plantean si los hombres no heterosexuales son recuperables o no para la causa de la propagación de la raza”. Solís lo sentencia así: “En un sistema patriarcal lo que se privilegia es la copia del patriarca. Las personas LGTBI cuestionaban la columna vertebral del nacionalcatolicismo. Por eso nos perseguían”.

Una condena disfrazada de precaución

La Segunda República había descriminalizado la homosexualidad en el Código Penal de 1932, pero tampoco se puede afirmar que fuera “una buena aliada”: “Solo Gregorio Marañón empatizaba un poco porque consideraba la homosexualidad un problema médico, no un delito. Hoy nos parece algo inaceptable, pero fue posiblemente el mayor avance hasta la fecha. Un jurista como Jiménez de Asúa, que fue presidente de la República en el exilio, protestó firmemente cuando la dictadura de Primo de Rivera persiguió penalmente la homosexualidad y estuvo detrás de la despenalización al llegar la República”.

Si bien es cierto que el régimen franquista tardó tres lustros en legislar contra las personas LGTBI, el Tribunal Superior se pronunció al respecto el 15 de octubre de 1951. En una sentencia que recoge el escritor Arturo Arnalte en su obra Redada de violetas, el órgano judicial dictó que “la homosexualidad es ‘vicio repugnante en lo social, aberración en lo sexual, perversión en lo psicológico y déficit en lo endocrino’”. Tres años más tarde, el 15 de julio de 1954, Franco retocó el texto de la Ley de Vagos y Maleantes para “convertirlo en una norma que perseguía la diversidad y que reconocía a las personas homosexuales como posibles delincuentes”, manifiesta Martínez.

“La idea que subyacía es que alguien por el simple hecho de no ser heterosexual está más cerca de cometer un delito y que, por ello, debe ser detenido”, narra el historiador. Por su parte, Pardinas remarca en El fin de la homofobia que las medidas no se establecían como “penas”, sino como “medidas de seguridad”. “La aberración era triple: se persigue la identidad y no el acto sexual, se establece una persecución ‘preventiva’ y se prescinde la necesidad de prueba alguna para hostigar a los sospechosos”, resalta.

Por culpa de esta Ley “existieron auténticos campos de concentración para homosexuales en nuestro país durante al menos dos décadas. La colonia agrícola de Tefía, en Fuerteventura, es un ejemplo de aquel horror”, cuenta Martínez. Según un informe de Amnistía Internacional de 2015, allí sometían a los presos a “condiciones inhumanas, trabajo hasta el agotamiento, palizas y hambre”. El testimonio más revelador fue el de Octavio García Hernández, que falleció el año pasado.

Un tardofranquismo corrector

Las mujeres lesbianas y bisexuales no llegaron a sufrir esta persecución tan dura porque “legalmente no se las perseguía”, puntualiza Martínez. Boti Garcia Rodrigo lo recuerda así: “Para la dictadura no existíamos. No podían imaginar que hubiera mujeres que prescindieran del varón para hacer su vida. Ellos sufrieron torturas y humillaciones pero nosotras terminábamos en el convento, en matrimonios forzados o en el psiquiatra. No sé si es mejor que te peguen o que ni te vean ni te hagan persona. Estábamos condenadas a la invisibilidad más absoluta, a la no existencia”, explica la que fuera presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB).

Sin embargo, las medidas contra las identidades LGTBI se endurecieron con la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970, que Martínez ha descrito en su libro Lo nuestro sí que es mundial como “la barbarie antihomosexual más descarnada”. El objetivo de esta ley era reeducar y reinsertar a los hombres homosexuales con prácticas de reconversión que iban desde los electroshocks y las terapias de psicoanálisis hasta las lobotomías. Con este texto, y según señala Pardinas, “ya no son delincuentes a los que castigar, sino enfermos a los que curar”.

Martínez aclara que aunque en teoría buscaban devolver a los homosexuales (y también a las personas trans) al camino de la sexualidad correcta, el objetivo era otro: “Querían erradicarnos. Nos decían que iban a reeducarnos porque decir que pretendían exterminarnos recordaba a otra cosa, que era precisamente la que intentaban hacer”. Además, se construyó una prisión en Badajoz para los homosexuales pasivos, otra en Huelva para los activos y se destinaron a muchos otros junto con mujeres trans a las cárceles de Carabanchel y de la Modelo (Barcelona).

El ejemplo de la represión más cruel reside en Lorca, pero también fueron víctimas de esta opresión otros nombres como Antonio Ruiz, expreso valenciano que lideró la lucha de la eliminación de las fichas policiales; el cantante de copla Miguel de Molina, que sufrió una paliza casi mortal; la poeta Gloria Fuertes a la que se la encasilló como una escritora para niños; y el dramaturgo Agustín Gómez Arcos que terminó en el exilio.

A pesar de esta barbarie, gais, lesbianas, bi y trans siguieron reuniéndose en la clandestinidad, se armaron para levantar el movimiento LGTBI español y pelear por sus derechos. “Estoy muy orgullosa de mi colectivo porque hemos buscado nuestra libertad como seres humanos. Somos unos resistentes”, concluye García Rodrigo.

Ahora, cuando se cumplen 80 años del final de la Guerra Civil, el Ayuntamiento de Barcelona, gobernado por Ada Colau, interpuso una querella contra varios jueces de la dictadura por sus sentencias homófobas. La Justicia, sin embargo, ha rechazado investigar estos casos ya que se ajustaban al orden legal cuando fueron dictadas. 

El Gobierno de Pedro Sánchez cuestiona la Ley LGTBI de Mónica Oltra

El Ejecutivo central plantea una comisión bilateral, que es el paso previo a la presentación de un recurso de inconstitucionalidad

Mónica Oltra, en el centro, el día que se aprobó la ley LGTBI en las Cortes. EFE

El Gobierno socialista de Pedro Sánchez ha puesto en cuestión una de las leyes bandera de la Conselleria de Mónica Oltra. Se trata en concreto de la ley de igualdad de personas LGTBI, sobre la que se ha planteado la apertura de una comisión bilateral de cooperación entre la Administración general del Estado y la Generalitat, que es el paso previo a la presentación de un recurso de inconstitucionalidad contra una ley si ambas administraciones no resuelven sus discrepancias.

El DOGV da cuenta este jueves del inicio de las negociaciones para resolver las dudas del Gobierno central sobre dos artículos en cuestión: el 26, referido a las medidas en el ámbito del empleo y de la responsabilidad social para la igualdad de trato y oportunidades de las personas LGTBI, y el 60, en el que se detallan las infracciones administrativas aplicables.

Fuentes de la Conselleria de Igualdad y Políticas inclusivas han manifestado a este diario su estupefacción por el paso dado por el Gobierno central contra una ley aprobada en las Cortes sin ningún voto en contra (el PP se abstuvo) y, por tanto, con el beneplácito y apoyo del PSPV. “Lamentamos que no se note la diferencia del cambio de Gobierno en cuanto a recurrir leyes del Botànic”, criticaron las mismas fuentes, en referencia a la cascada de recursos con que amenazó el anterior Ejecutivo de Mariano Rajoy.

El Gobierno central duda de la legalidad de cuestiones como la obligación de las empresas de respetar la igualdad de trato, de condiciones y oportunidades de las personas LGTBI. No porque se considere que entra en contradicción con la legislación estatal, sino porque va más allá de las competencias autonómicas en esta materia.

El mismo argumento es de aplicación al artículo 60 que hace referencia a sanciones a actuaciones como la implantación, el impulso o la tolerancia a las prácticas discriminatorias en el ámbito laboral, que la ley LGTBI tipifica como sanción grave. El Gobierno central considera que el procedimiento sancionador corresponde la Inspección de Trabajo y Seguridad Social.

COMPROMÍS LO VE INCOMPRENSIBLE

El portavoz de Compromís en las Cortes, Fran Ferri, ha mostrado la “estupefacción” de su formación tras conocer que el Gobierno central cuestiona la ley valenciana. A su juicio, es “incomprensible” que se ponga en entredicho una norma que “se aprobó en Les Corts sin ningún voto en contra”.

Según ha señalado Ferri, les sorprende que el Gobierno del socialista Pedro Sánchez “haga lo mismo que hacía el de Mariano Rajoy, amenazando con llevar a los tribunales las leyes sociales valencianas”. “Es una ley que solo busca acabar con la discriminación y garantizar la igualdadentre todas las personas sean como sean, y amen a quien amen”, ha subrayado.

Ferri ha destacado que estos cuatro años el Botànic ha situado a la Comunidad “al frente de las políticas de igualdad, lo que contrasta con la inacción de los diferentes gobiernos de Madrid que no han aprobado ni la Ley trans ni la ley LGTBI a nivel estatal“.

Por ello, ha reclamado: “Lo que pedimos es que si no tienen la capacidad o las ganas para llevar adelante estas leyes, como mínimo que no pongan palos en las ruedas a las leyes que hemos aprobado aquí”.

Morir por ser gay: el mapamundi de la homofobia

Once países aún castigan las relaciones homosexuales con la muerte. En uno de cada tres son ilegales

FUENTE: ILGA

Hay un mapa del mundo que se divide básicamente en dos colores. Uno impregna 70 países, donde ser gay o lesbiana es ilegal, incluso letal. Otro tiñe las 123 naciones donde mantener relaciones sexuales con personas del mismo sexo no está castigado. La mayor asociación de defensa del colectivo LGTBI del mundo dibuja este croquis periódicamente que muestra cómo decrecen los lugares donde se persigue a las personas por su orientación sexual y emergen nuevas amenazas, como la llegada al poder de líderes homófobos.

En el informe Homofobia de Estado 2019 de la Asociación Internacional de Gais, Lesbianas, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales (ILGA), difundido este miércoles, se han borrado del atlas de la infamia India, Trinidad y Tobago y Angola desde la última revisión, de 2017. Se han sumado al matrimonio igualitario Australia, Malta, Alemania y Austria, siendo ya 26 los países en el podio de la equiparación de derechos. La organización destaca también como símbolo de una mayor protección que nueve naciones hayan incluido en su constitución la mención explícita de que la orientación sexual no debe ser motivo de discriminación. Entre ellos Portugal, Ecuador, Bolivia o Sudáfrica, una isla de igualdad en el panorama africano.

El extenso trabajo de ILGA, de más de 500 páginas, revisa la legislación en todos los países miembros de la ONU. La 17ª edición se ha presentado durante la reunión anual de la federación, en Aotearoa (Nueva Zelanda). Su autor es el abogado argentino Lucas Ramón Mendos.

El peligro de morir por mantener relaciones homosexuales no ha disminuido respecto al último informe. Seis países lo castigan con la pena capital: Arabia Saudí, Irán, Yemen, Sudán, 12 Estados que conforman Nigeria y parte de Somalia. Además, un gay puede ser condenado a muerte en Mauritania, Emiratos Árabes Unidos, Catar, Pakistán y Afganistán. El informe resalta que aunque Irak ha desaparecido de la lista “por la eliminación del Estado Islámico, queda como un país que criminaliza de factodebido a que persigue a los homosexuales utilizando leyes de escándalo público, prostitución y otras”.

En otros 26 la condena máxima por estos actos varía entre 10 años de prisión y cadena perpetua. En 31 se castiga con hasta ocho años. En resumen, en uno de cada tres países (35%) es peligroso mostrarse como miembro de la comunidad LGTBI. En 68 naciones, señala el estudio, “hay leyes que explícitamente prohíben los actos sexuales consensuados entre personas del mismo sexo y dos más los criminalizan de facto. Además, jurisdicciones que no pertenecen a Estados miembros de la ONU también castigan estas conductas, como Gaza, las Islas Cook y ciertas provincias de Indonesia”.

La muerte y la prisión son los casos extremos de una violencia que, desde la cumbre del poder, se inflige con las leyes. Al menos 32 países, recalca el informe, han impulsado medidas para limitar la libertad de expresión (incluidas leyes de propaganda que prohíben la promoción de la homosexualidad o las relaciones sexuales “no tradicionales”). En 41 naciones se imponen trabas a las organizaciones LGTBI para ser legalizadas o trabajar, “lo que incrementa el peligro al que se exponen los activistas”.

La situación de Chechenia se califica de “crítica” y refleja las torturas y persecuciones infligidas por las autoridades a gais y lesbianas. El pasado enero los activistas denunciaron que dos personas habían muerto y 40 más permanecían detenidas en otra purga. También las regresiones y amenazas forman parte del panorama que dibuja el informe. Horas antes de la presentación, el general Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, declaraba en Washington tras encontrarse con su nuevo aliado en tantas cosas, Donald Trump: “Respetamos a la familia tradicional, somos temerosos de Dios, en contra de la ideología de género, de lo políticamente correcto y de las fake news”.

Aunque más lento que lo deseado, señalan los miembros de ILGA, también se producen progresos. Quizá lo más evidente sea, como se destaca en la edición de este año, que India, un país de gran envergadura e influencia, haya acabado con una ley victoriana que prohibía las relaciones homosexuales, castigadas con una pena máxima de cadena perpetua. Tal medida ha supuesto que baje dramáticamente el número de personas sometidas a leyes homófobas, hasta el 27% de la población mundial.  Desde septiembre de 2018, 1.300 millones de ciudadanos indios no están en ese grupo.

Veintiséis países reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo y 27 han regulado las uniones civiles, 72 naciones tienen leyes que protegen a los homosexuales y lesbianas de ser discriminados en el trabajo. 39 poseen normas que castigan la incitación al odio, la discriminación o la violencia contra una persona por razón de orientación sexual y 28 permiten adoptar a gais y lesbianas.

Ser mujer trans en un país donde su esperanza de vida es de 33 años

La activista Bianka Gabriela Rodríguez lucha por los derechos LGTBi en El Salvador, uno de los lugares más peligrosos de Latinoamérica

Bianka Gabriela Rodríguez, en Valencia. PEPE OLIVARES

Bianka Gabriela Rodríguez, mujer transexual y activista salvadoreña de 25 años, mantiene durante la entrevista un tono amable que acompaña regularmente con una sonrisa. El gesto solo se le ensombrece al final, ante la pregunta de cómo es que parece optimista después de haber recordado una infancia que hubiera doblegado a muchos, los asesinatos atroces de dos compañeras de lucha por los derechos del colectivo LGTBi, un amplio catálogo de violencias y discriminaciones cotidianas y el escalofriante dato de que la esperanza de vida de las mujeres trans en El Salvador es de 33 años, 40 menos que para la población general del país, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. “Siempre digo que aunque haya marea alta al final tiene que bajar, pero es triste que muchas mujeres trans hayan tenido que morir para conseguir los derechos que tenemos ahora, los pocos”, contesta.

La conversación tiene lugar el primer miércoles de febrero en la antigua estación de trenes del barrio de Benalúa, en Alicante, sede de Casa Mediterráneo, una institución promovida por el Ministerio de Asuntos Exteriores a la que Rodríguez ha sido invitada a participar junto a otras 18 mujeres latinoamericanas, del África Subsahariana y el Magreb, además de españolas, en un debate sobre la violencia contra las mujeres en zonas de conflicto y los liderazgos femeninos en la construcción de la paz. Una jornada organizada por la Generalitat valenciana con la colaboración de la Fundación Mujeres por África y la entidad anfitriona.

El Salvador forma, con Guatemala y Honduras, el triángulo norte centroamericano, la región más peligrosa de Latinoamérica para las personas LGTBi, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La principal amenaza, afirma Rodríguez, presidenta de la asociación Comunicando y Capacitando Mujeres Trans (Comcavis Trans), son las maras –las pandillas juveniles altamente organizadas que controlan amplias zonas del territorio– y lo que describe como “grupos de exterminio” vinculados a la extrema derecha. “Muchas mujeres trans se ven empujadas al trabajo sexual al no haber podido estudiar ni tener acceso a empleos formales. En la calle, las maras las asedian, las golpean, abusan de ellas y tienen que pagarles una cuota para que les dejen trabajar en las cuadras”. La policía, añade, constituye normalmente otra fuente de extorsión y el nivel de esclarecimiento de los crímenes de que son objeto es ínfimo: “Desde 2015 se han registrado 40 asesinatos de mujeres trans que siguen en la impunidad”.

Entre los homicidios sin resolver figura también el de la activista Tania Vásquez, que desapareció tras salir de una reunión de la asociación que dirige Bianka Rodríguez hace seis años. Vásquez fue hallada al día siguiente en un parque de San Salvador envuelta en un plástico negro y atada de pies y manos. Había sido torturada y violada, le habían cortado los genitales y se los habían colocado a la altura de los pechos. En mayo de 2015, otra activista LGTBi, Francela Méndez, integrante de la Red Salvadoreña de los Derechos Humanos fue asesinada a golpes en el municipio salvadoreño de Sonsonate. El autor o los autores del crimen le cortaron el cabello con un machete.

La discriminación persigue con frecuencia a estas mujeres después de la muerte. Rodríguez explica que la familia de Tania Vásquez no quiso reconocer el cuerpo ni hacerse cargo del entierro, y fueron sus compañeras de Comcavis Trans las que compraron el féretro. “Hay muchos casos de asesinadas en los que la familia no quiere hacerse responsable. Y si lo hacen, suelen enterrarlas con el género masculino; les cortan el pelo, no las maquillan, las visten con ropa de hombre”.

Huérfana de padre, la madre de Rodríguez reprimió desde niña su identidad encerrándola días enteros en una habitación. “La escuela era la única vía de libertad que yo tenía. Cuando cumplí 15 años, como todas las niñas, empecé a usar brillo en los labios y un poco de polvo. Una maestra la mandó llamar y mi madre me dijo enfrente de toda mi escuela que no me podía aceptar porque ella había tenido un niño, no una niña, y que para ella yo era una aberración”. Poco después, Rodríguez se fugó de casa. Encontró trabajo en una panadería, donde la explotaban y dormía sobre los sacos de harina y azúcar. A los 18, su abuela materna la acogió, la animó a retomar los estudios y le permitió desarrollarse como mujer.

Para explicar la discriminación institucional que padecen las mujeres trans en El Salvador, Rodríguez abre el bolso y saca el pasaporte, en el que al lado de su foto figura un nombre masculino. “Cada vez que voy a la dirección de migración para salir del país, al verlo los agentes se codean, se burlan. Y eso, además de incomodar, es una forma de violencia. Lo mismo pasa con el Documento Único de identidad. Tenemos muchos problemas para acceder a trabajos porque no se nos reconoce el derecho a que aparezca en él nuestro nombre y nuestra identidad”.

El prejuicio que da por sentado que todas las mujeres trans tienen el VIH y la discriminación adicional que sufren las personas portadoras del virus también les cierra el paso a las consultas médicas y a la atención sanitaria, afirma Rodríguez. “Nuestra organización ha tenido que intervenir ante las instituciones de salud porque hay mujeres trans que llegan a los centros apedreadas, acuchilladas o con heridas de bala y no son atendidas porque el personal se niega a tocarlas”.

DOS ASESINADAS AL DÍA

Las mujeres trans son un colectivo especialmente vulnerable en el triángulo norte de Centroamérica, donde el nivel general de violencia es muy alto y la que sufre el conjunto de las mujeres resulta de vértigo. En Guatemala, un país de 17 millones de habitantes, cerca de 700 mujeres son asesinadas al año, casi dos al día, señala Mercedes Hernández, que ha estudiado el feminicidio en la región.

Presidenta de la Asociación Mujeres de Guatemala e invitada al encuentro celebrado en Casa Mediterráneo, en Alicante, Hernández afirma que entre las maras y otros grupos criminales formados por hombres predomina una cultura en la que matar y violar mujeres les permite acreditar méritos entre sus iguales. “Dentro de la función política que tiene la violencia”, prosigue, “el expolio del cuerpo y la vida de las mujeres es una manera de demostrar quién tiene más capacidad de letalidad, de crueldad, de venganza y por tanto de poder”.