Gasteizeko udalak homofobiaren aurkako protokoloa sortu du
Gasteizako udalako alderdiek matxismoa,lesbofobia, homofobia eta transfobia salatu dute eta LGTBI+ ikusgarritasunaren aldera egin dute
Gasteizako udalako alderdiek matxismoa,lesbofobia, homofobia eta transfobia salatu dute eta LGTBI+ ikusgarritasunaren aldera egin dute
“Son asesinos, no son locos”, “basta ya de terrorismo patriarcal” o “no quiero tu piropo, quiero tu respeto” son algunos de los lemas más repetidos
Después de meses de preparación, de trabajo y de coordinación, ha llegado el día. Una cita histórica. La primera marcha estatal contra las violencia machistas ha recorrido este sábado el centro de Madrid. La manifestación ha reunido en la capital a personas procedentes de todos los puntos de España, a las diez de la mañana, dos horas antes del arranque de la marcha, en el Paseo del Prado han comenzado a congregarse amplios grupos llegados de Canarias, Andalucía, Asturias o Euskadi. Con sus pancartas en mano, han entrado las primeras canciones a modo de protesta mientras, expectantes, esperaban la performance de Woman in Black.
Frente al Ministerio de Sanidad, decenas de mujeres vestidas de negro se han puesto en fila y se han dado la mano. Tumbadas sobre el pavimento, simulando ser los cadáveres de las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, han sido silueteadas con tiza por varias organizadoras de la iniciativa. Al mismo tiempo, se procedía a una emotiva lectura de los nombres y lugares de procedencia de las víctimas de la violencia de género en este 2015, incluidos varios menores. Algunas participantes no han logrado contener el llanto.
Después, Ángela González, cuyo exmarido asesinó a la hija de ambos en un régimen de visitas sin supervisión, ha leído el manifiesto antes de comenzar el recorrido. Durante la lectura de González, arropada por todos los asistentes, varios integrantes de la formación política Vox han sacado unas pancartas con los lemas “ni machismo ni feminismo” o “la violencia no tiene género”, que ha suscitado una reacción automática de las personas que estaban alrededor. Finalmente, la policía ha decidido intervenir y ha invitado a los integrantes de la formación a abandonar la manifestación, según ha informado la cadena Ser.
Tras esta breve interrupción, Ángela ha continuado: “No podemos permitir ni un asesinato más, queremos a nuestros hijos vivos, nosotras nos queremos vivas”. La lectura ha terminado con los aplausos de los asistentes al grito de “basta ya”.
La marcha, que se ha extendido desde Atocha, pasando por Cibeles hasta Plaza de España, ha estado guiada por una cabecera formada por mujeres supervivientes de la violencia machista y representantes del movimiento feminista. María, Luis y Susana no pueden contener la emoción. Han venido desde Jaén con el objetivo de visibilizar “que al asesinato continuo de mujeres no se le está dando una respuesta adecuada por parte del Gobierno, ni en cuestión de presupuesto ni de interés”, ha denunciado Susana.
Bajo un sol que también calienta en noviembre, se ha respirado un ambiente reivindicativo. Los lemas son tantos como razones para acudir a la marcha: “Son asesinos, no son locos”, “basta ya de terrorismo patriarcal”, “no son muertas, son asesinadas”, “no quiero tu piropo, quiero tu respeto”, “no es un arrebato, es asesinato”. Los gritos, al unísono, desgarran el silencio que somete a las víctimas. Ellas también están allí, y también gritan. Sin miedo.
La marcha ha hecho su primera parada en Cibeles, donde el colectivo Generando Arte ha colocado flores de color violeta en los laterales de la fuente. La plaza rebosaba de personas -según la organización al menos 200.000- que han salido a la calle para exigir que la violencia de género sea considerada una cuestión de Estado. También para reclamar que se reviertan los recortes en Igualdad y la revisión de la Ley Integral contra la Violencia de Género para ampliar, entre otras cuestiones, la consideración de víctimas de violencia machista fuera del marco de la relación de pareja.
Ya en Gran Vía, las asistentes animaban a las personas que caminaban por la acera a sumarse: “No nos mires, únete”. Aurora, de la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad ha sido una de las mujeres que ha leido parte del manifiesto en Plaza de España. “Las gitanas también sufrimos violencia de género, al igual que el resto de mujeres, y hay que visibilizarlo”, apunta. “Porque lo que no se ve, no existe”.
El segundo receso de la marcha ha tenido lugar en la esquina de Gran Vía con la calle Montera. Allí, el Bloque Feminista Estudiantil ha desplegado una tela negra en el suelo y la han llenado de perchas (símbolo del aborto) y de pintura roja en señal de protesta por la última modificación relativa a la interrupción del embarazo, que impide abortar a las menores sin consentimiento de sus padres, madres o tutores.
En la plaza de Callao, un grupo de mujeres se ha unido a la manifestación en representación de las siete mujeres que llevan siete días en huelga de hambre en la Puerta del Sol contra la la violencia machista. Una huelga que finalizarán hoy porque “ya no pueden más”, dice una de ellas.
Otro de los objetivos de esta marcha es hacer visibles y extirpar de la “normalidad” las otras violencias, en plural, porque “no solo se da en el ámbito de la pareja o expareja, también las agresiones sexuales son violencia e igualmente se da en el entorno laboral, social, en las relaciones familiares, la publicidad o los medios”, dice Noelia Landete, de la comisión de comunicación. El pasado 30 de octubre, la Asamblea 7N lanzó en Twitter el hashtag #ViolenciaMachistaEs, que al poco tiempo se convirtió en tendencia.
La marcha ha concluido en plaza de España, con la lectura de un segundo manifiesto en todas las lenguas oficiales. Para escucharlo, todos y todas las asistentes se sentado en el suelo. La sentada no solo copa toda la plaza. Se extiende por los casi dos kilómetros que ocupa la Gran Vía.
La Solfónica ha sido la encargada de clausurar el acto. Ha entonado piezas cargadas de simbolismo, entre ellas, ‘Por qué cantamos’ de Mario Benedetti: “Usted preguntará por qué cantamos / Y cantamos porque el río está sonando / y suena el río / Cantamos porque el cruel no tiene nombre / y, en cambio, tiene nombre su destino”.
Hasta la capital se han desplazado al menos 268 autobuses, de diferentes provincias, además de los vuelos que proceden de Islas Canarias y Baleares y los 700 billetes de tren que se han vendido. Solo desde Málaga han llegado 400 personas. Porque la de hoy es una cita de grandes cifras: 380 organizaciones territoriales y 70 estatales se han adherido, además de sindicatos y partidos políticos. Entre ellos, PSOE, Podemos, IU y Equo. La idea, que partió de Valencia, ha estado tomando forma durante diez meses, desde el pasado mes de enero.
Todos los partidos han confirmado de un modo u otro su presencia en la marcha. El PSOE ha decidido manifestar un apoyo sin fisuras a la convocatoria y ha sido el propio Pedro Sánchez quien ha asistido a la manifestación acompañado de parte de su ejecutiva. En Podemos también se ha apostado rotundamente por la convocatoria con la presencia de Pablo Iglesias.
Las alcaldesas de Madrid y Barcelona, Manuela Carmena y Ada Colau, han salido asimismo a la calle, portando entre sus manos una de las grandes pancartas. En el recorrido también se ha podido ver a Alberto Garzón, candidato de Unidad Popular en las próximas generales y a Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat Valenciana.
Por su parte, el PP se ha pensado hasta el último momento si estar representado o no en una marcha que de antemano sabían que también era una crítica a su gestión de los presupuestos de Igualdad. Finalmente ha sido Andrea Levy, vicesecretaria de Programas y Estudios, la elegida para dar la cara. Levy ha negado que haya habido recortes en el Gobierno en los planes contra la violencia de género y ha pedido a los partidos que no mientan , porque “eso no es cierto por mucho que lo quieran repetir y utilizar intencionadamente”.
Gaur El correo egunkariak argitaratzen duen elkarrizketan, Errespetuz-eko kideek, Ares eta Sarai, azaltzen dute beraien sexua aldatzeko prozesua eta gaur egungo transexualitatearen egoera EAEn
Desde el año 2009 está en marcha la Unidad de Identidad de Género de Osakidetza en el Hospital de Cruces. Un equipo multidisciplinar que agrupa a psiquiatras, endocrinos y cirujanos se encarga de que personas como Ares o Sarai consigan ser ellas mismas con una reasignación de sexo. Y no son las únicas. Entre el año pasado y lo que va de este, 39 vascos se han sometido a una operación de cambio de sexo. Durante los últimos 22 meses, son datos oficiales del consejero vasco de Salud, Jon Darpón, en respuesta a una pregunta parlamentaria del PSE, se ha operado a 25 personas de Bizkaia, a nueve de Gipuzkoa y a cinco de Álava.
Todos buscaban una reasignación de sexo, que sus genitales se adaptaran a su verdadera identidad personal después de un largo proceso médico y psicológico de por medio. Deberán seguir pasando de por vida por esta unidad para distintos controles sanitarios, para la dilatación de la vulva o para seguir con la hormonación que necesitan para mantener sus cambios.
La primera persona en ser operada por este servicio fue Sarai, una bilbaína de 37 años, un 8 de diciembre de 2009. Repite eso que cuesta tanto entender como explicar. «Es que por mucho que el médico dijera que era un chico en el momento de nacer, yo me sentía chica en todo momento. Siempre he sido Sarai por mucho que llevara otro nombre. Lo malo es que he tenido que ocultar a Sarai y por tanto a mí misma durante 30 años. Todo eso supuso fracaso escolar, la autoestima por los suelos, una gran infelicidad que todavía no sé cómo pude soportar durante tantos años. Llega un punto en el que te planteas que, o revientas o que así no merece la pena vivir. A mí me pasó». En estos momentos Sarai no tiene pareja, pero lo que lamenta es no haberse atrevido a tomar antes la decisión de ser ella misma.
Cambiar de sexo, más bien cambiar de genitales, no solo acarrea enfrentarse al entorno, a la familia y a la sociedad con un físico diferente. Obliga a intervenciones quirúrgicas, a tratamientos hormonales, a prótesis, a visitas al médico y al psiquiatra. Por eso, el equipo multidisciplinar de Osakidetza cuenta con un protocolo fijado que incluye diferentes especialidades, desde el médico de cabecera que debe ser el primer punto de encuentro al psiquiatra, que evalúa la situación emocional de la persona para llegar después al endocrino y por fin al cirujano. Además, existe una asistencia personalizada para cualquier problema que pueda surgir a través de Berdindu. Esta oficina, que depende del Gobierno vasco, ha prestado 120 atenciones durante este año, menos que el año pasado, que sumaron hasta 400.
Ares es responsable de este servicio de atención a gays, lesbianas y transexuales, y explica que cada vez llegan niños más pequeños a la oficina. «Los padres quieren lo mejor para sus hijos, se preocupan y quieren saber qué les ocurre. Hay más información y eso se nota».
A los niños no se les opera. Lo habitual es que se les aconseje esperar, aunque sí realizar un cambio progresivo en su forma de vestir, que se les deje jugar a lo que quieran y, sobre todo, matiza Ares, «tratarles como a él o como a ella, no dejar que se invisibilicen y reconocer que son así y no de otra manera».
Ares lo sabe bien. Porque nació chica oficial hace 43 años, aunque ahora lleva una prótesis y tiene que hormonarse el resto de su vida. Pero sobre todo, sabe lo que es el rechazo y los insultos en el patio del colegio, en el barrio, que no le dejaran jugar al fútbol, ni apartarse de su papel de niña. «Decimos que el médico se equivoca porque por lo único que se decide qué es una persona es chico o chica es por sus genitales. Y ni una vulva hace a una mujer ni un pene a un hombre».
«Luchas contra ti mismo»
Eran épocas en las que a las personas transexuales se les llamaba travestis, acepción despectiva e insultante, pero sobre todo poco acertada ya que el termino es el de un hombre que se viste de mujer. Eran años en los que era mejor ser invisible. Como le ocurrió a Sarai, el fracaso escolar fue la tónica de la vida académica de Ares y su permanente encierro en casa el reflejo de que no quería que nadie le viera. «Luchas contra ti mismo, sufres, sufres mucho, odias tus genitales, les das incluso excesiva importancia, más que cualquier otra persona. Nos hemos escondido hasta la saciedad. Había veces que no podía seguir adelante».
Un día decidió coger toda esta mochila de dolor, buscó información, encontró a un sexólogo y sobre todo a un endocrino, el mismo que le trataba un problema que tenía en la tiroides y que comenzó a ocuparse de él. Le llevó a Málaga, donde se hacían operaciones privadas. Estudió sexología y ahora pretende ayudar en el camino a quienes tienen un problema como el suyo y para los que no quiere el mismo sufrimiento que padeció. Porque si hay un dato que puede aportar desde su experiencia como asesor y desde Berdindu, es que nadie que ha comenzado esta ruta hacia la reasignación de sexo la ha abandonado por miedo sanitario o social.
Por eso va a los colegios que se lo solicitan, «antes nos hubieran apedreado», y contesta a preguntas como «¿me voy a ver enseguida como mujer?». Otra diferencia es que cuando se abrió el servicio Berdindu, mucha gente buscaba acompañamiento de personas con las que tenía una historia en común porque era difícil encontrar hueco en otros espacios sociales. «Ahora lo que quieren es asesorarse. Sus amigos los buscan ellos».
Nahia tiene 21 años, es de Donostia y estudia Interpretación en Madrid, donde se ha adaptado perfectamente. No sabe cuándo se dio cuenta de que, una vez más, el médico se había equivocado al decir a sus padres que era un chaval. Lo que siempre supo es que sus sentimientos y su sensibilidad se asemejaban a los de las mujeres, que el mundo varonil no le atraía.
Tamborrero chico de su ikastola, jugaba siempre con las niñas y con las Barbies. Cuando tenía cinco años se disfrazaba de princesa como sus amigas, le encantaba jugar a ponerse pelucas y maquillajes. Las chicas de la gela la trataron como a una más.
Naia se siente «muy agradecida» hacia su familia, a cómo aceptaron su situación y cómo le prestaron su ayuda. También a la actitud de sus compañeros de ikastola, que no le dieron de lado cuando comenzó a cambiar de imagen a los 13 años.
¿Ha confiado a sus nuevos amigos su condición de transexual? «Ni lo suelo contar ni tampoco me importa contarlo. No creo que haya mayor necesidad de hacerlo, pero si hay que hablar se habla, porque si evitas un tema es porque le das mayor importancia que la que tiene». Nahia no tiene pareja, sus amores, hasta ahora, han durado más bien poco, pero es consciente de que hay chicos a los que les gusta «mucho» y a otros… «Mejor ni recordar la reacción espantosa de un chico, todavía es muy reciente».
Javier Bardem acaba de hacer su entrada en escena con la peluca rubia oxigenada y el traje más bien peculiar de Raoul Silva, el renegado del MI6 que ejerce como malo malísimo de Skyfall. Tiene a Daniel Craig, el James Bond rubio, atado a una silla, y no pierde la oportunidad para tratar de seducirle para lo que sólo se podría describir como ‘pasarse al lado oscuro’: “¿Qué te hace pensar que es mi primera vez?“, contraataca 007.
Ya se sabe, no hay nada más difícil que luchar contra una tradición: la idea de un Bond que no sea heterosexual, queda muy lejos. Y lo mismo se puede aplicar al resto d personajes de la saga de espías más famosa de la historia. En su momento, Daniel Craig negaba rotundamente que, en un futuro, pudiese haber unJames Bond gay. Javier Bardem, por su parte, relegaba la sexualidad de Silva a la nebulosa del ‘no entra en ninguna categoría’. ¿Era Silva el primer villano Bond gay? “Se podría interpretar de esta manera“, contestaba en una entrevista “la opción estaba en el guión”.
Hacemos un fast-forward de tres años y nos encontramos con Spectre, la película número 24 de la saga, la cuarta protagonizada por Craig. Spectre cuenta con dos actores abiertamente gays, lo que llama la atención no desde un punto de vista profesional (¿qué actor rechazaría un papel en la tercera saga más taquillera de la historia?) sino desde un punto de vista ético: ¿por qué participar en una película que pasa por el tema LGBT+ de puntillas?
Sus nombres son Whishaw, Ben Whisaw y Scott, Andrew Scott, y no sabemos si les gusta el vodka martini agitado o revuelto, pero sí que lucen un esmoquin con una planta digna de cualquier agente del programa ’00’.
El primero interpreta de nuevo a Q, el joven jefe de la división Q del MI6 (algo así como I+D pero aplicado a espías) y se encarga de ofrecer a Bond toda la ristra de cachivaches que el agente utiliza para llevar a cabo sus misiones en el nombre de la Patria y de la Reina. Durante su paso por el universo Bond, también le ha proporcionado una suerte de agria simpatía que, contando que hablamos de ingleses, bien puede ser interpretada como una amistad. El personaje de Scott es uno de los recién llegados al mundo de claroscuros del espionaje inglés. Por la poca información que hemos podido llegar a reunir sobre el personaje, sabemos que, al menos, parece uno de los buenos: es Max Denbigh, alias C, jefe del Centro de Seguridad Nacional, el resultado de mezclar las dos agencias de inteligencia del gobierno británico: el MI5 y el MI6.
Han conseguido estos papeles tan destacados en un momento en el que uno de los debates más candentes en Hollywood es si los actores LGBT+ deberían o nosalir del armario públicamente, si eso ayudaría a sus seguidores y si ofrecer esa ayuda les merecería más la pena que el supuesto daño que esa salida del armario podría repercutir en sus carreras.
“Creo que eres mejor actor cuanto menos sepa la gente sobre tí. (…) Tanto si eres heterosexual como si eres gay, la gente no debería saber nada de tu sexualidad, porque ese tendría que ser uno de los misterios con los que deberías ser capaz de jugar”, comentaba hace poco Matt Damon en una entrevista. Ian McKellen, uno de los primeros actores establecidos en declarar públicamente su homosexualidad, animaba poco después a sus compañeros de profesión a seguir su ejemplo: “Ese es mi mensaje para todo el que piense ‘tengo que mantenerme dentro del armario para tener éxito en el cine’: yo no lo hice“.
Los actores que nos ocupan hoy, Ben Whishaw y Andrew Scott, son el ejemplo perfecto de que este debate no es sólo una discusión entre la comunidad heterosexual y la LGBT+, sino entre los mismos miembros de la comunidad LGBT+. Ben Whishaw, por su parte, se acerca más a la posición de Matt Damon. Declaró que no sabía por qué el hecho de ser gay tenía que ser discutido públicamente sólo porque los actores llevasen a cabo su trabajo bajo la mirada pública. Como un digno espía, lo poco que se sabe de su vida privada es que se ha casado por lo civil con el compositor australiano Mark Bradshaw, al que conoció mientras ambos trabajaban en la película Bright Star en 2009.
Andrew Scott tiene un lado mucho más contestatario: salió del armario para criticar públicamente la ley contra la propaganda de las relaciones sexuales no tradicionales. Como irlandés, también ha manifestado su apoyo a la legalización del matrimonio homosexual en su país. Piensa que “gracias a Dios, actualmente la gente no ve el hecho de ser gay como un fallo de carácter. Tampoco es una virtud, como la amabilidad. O un talento, como tocar el banjo. Es simplemente un hecho“. Ha insistido en que salir del armario no le ha reportado ningún efecto negativo a su carrera, profesionalmete hablando, y ha animado a sus compañeros de reparto, tal y como lo hizo Ian McKellen, a salir del armario: “creo que es importante serauténtico con uno mismo”.
La inclusión de Whishaw y Scott en el universo Bond, ¿significa alguna mejora para la comunidad LGBT+ dentro del mundo del cine?
Tenemos a Zachary Quinto como el icónico Spock en Star Trek, a Ian McKellen y aLuke Evans, ex novio de Jon Kortajarena, en El Hobbit, a Jamie Clayton y a Laverne Cox, actrices transexuales, en Sense8 y Orange Is The New Black respectivamente, a Ellen Page en la esperada Freeheld, a Angelina Jolie, Megan Fox, Neil Patrick Harris, Matt Bomer, Cara Delevingne… Parece que, poco a poco, la sexualidad y la identidad de género de un actor está alcanzando la misma relevancia que su color de pelo.
Graham Ovenden, de 72 años de edad, es un reconocido artista británico que lleva años con problemas con la Justicia porque su arte raya lo que algunos consideran obsceno. Contra el “material obsceno” hay una ley británica que cuando se ha aplicado ha pasado por encima del arte de Ovenden. El artista David Hockney y otros le han apoyado en sus incautaciones de obras o en sus pleitos judiciales.
De lo que no se ha librado Graham es de un juicio por abuso sexual a menores del que salió culpable. Lo denunciaron personas adultas remontándose a la década de 1970. Algunas eran menores que posaban para un retrato cuando el pintor abusó de ellas sexualmente. Por estos delitos fue juzgado y declarado culpable siguiendo todas las instancias de la judicatura británica. Fue encarcelado en 2013por dos años y ha sido puesto en libertad recientemente. Graham aduce que es todo un montaje contra él.
La juez Elizabeth Roscoe ha ordenado destruir algunas de las obras de arteproducidas y/o poseídas por Graham Ovenden argumentando que no se ciñen a los cánones de decencia aceptados por la mayoría de las personas.
Uno de ellos es un encargo de Diana de Gales, para la que el artista pintó la imagen de una niña de espaldas caminando sobre el agua con una camiseta y el trasero al aire.
La juez que ordena la destrucción de algunas de las obras hechas o pertenecientes a Graham Ovenden aduce razones de “decencia” para justificar su argumentación. Sectores artísticos y jurídicos rebaten la opinión de la juez. El abogado Mark Stephens, que lleva el ámbito cultural en la firma de abogados Howard Kennedy, concluye que “una orden judicial para destruir las obras de arte hechas o poseídas por un convicto de delitos sexuales es un error moral y legal“. Durante el juicio se ha debatido si el material artístico en litigio incita a la “depravación” y, consecuentemente, al delito.
Ovenden ha manifestado que su trabajo -algunas de las obras que la juez ha ordenado destruir- lleva más de 40 años a la vista del público. Su abogado recuerda el artículo 10 de la Convención Europea de Derechos Humanos que protege la libertad artística. ¿Es el arte producido o que pertenece a pederastas un peligro?
El caso de Graham Ovenden se suma al del escultor Eric Gill (1882-1940), acusado de incesto tras su muerte, las sospechas sobre los escritores J.M.Barrie y Lewis Carroll o el artista Paul Gauguin, que se casó con una adolescente. En todos los casos, han pasado a la historia como rumores no comprobados. Graham Ovenden ha sido juzgado y ha pagado por sus delitos. ¿Debe ser su arte sacrificado?
El Movilh repudió la afirmación del cardenal y emplazó a la Conferencia Episcopal
El Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) repudió hoy “la brutal y enfermiza homofobia” del cardenal Jorge Medina, luego de que calificara a las personas con orientación sexual diversa como “una disfunción orgánica” y un “error muy grande”
“La diabetes es un disfunción orgánica y la homosexualidad es también una disfunción porque el ser humano fue creado por Dios, varón y mujer para que entre los dos formaran la sociedad conyugal, el matrimonio, y del matrimonio llegar a los hijos. ¿Verdad?”, dijo el cardenal a TVN.
Añadió que “no se ha visto hasta ahora ningún caso de un homosexual que haya quedado embarazado por tener relaciones con otro. Es un error muy grande del ex presidente Piñera haber mandado este proyecto (unión civil), y legalizar lo que ante la ley de Dios está mal”.
El Movilh replicó que “este cardenal se ha especializado en humillar, ofender y denigrar a homosexuales, en particular a los que están en pareja, mediante declaraciones que no tienen ningún sustento moral, ni científico, ni social. Medina, sólo amolda sus prejuicios y odios, a lo que dice. Y lo hace de una manera cobarde, porque justifica sus declaraciones responsabilizando a Dios, como si un ser superior lo hubiese escogido a él para llevar su palabra a la tierra. Homofobia y arrogancia, resumen muy bien a este cardenal”.
El organismo expresó además hoy su malestar a la Conferencia Episcopal, enviando una carta a su presidente, Ricardo Ezzati, para que aclare si comparte la idea de que la “homosexualidad es una disfunción orgánica”.
“Estamos en presencia de una afirmación de tipo biológica, no religiosa, por tanto si la Conferencia Episcopal la comparte, lo llamamos a hacer públicos los estudios e investigaciones que sustentan los dichos de un claro representante de la Iglesia, como es Medina”, indicó el Movilh en su misiva.
Puntualizó que si la CECh “no comparte los dichos de Medina, es más que pertinente aclararlo, pues él habla vestido con los ropajes de la Iglesia y en representación de ella”.
El estadounidense Marion Gordon Robertson, más conocido como Pat Robertson, es uno de los telepredicadores más conocidos y polémicos de la televisión estadounidense y otra vez ha revolucionado las redes sociales con unas fuertes declaraciones homófobas.
Robertson actualmente lidera el programa ‘El Club 700‘ en el que ha mostrado sus pensamientos ultraconservadores y ha protagonizado un nuevo caso de homofobia con declaraciones en contra de la comunidad homosexual afirmando que el aumento de derechos de los homosexuales y de la comunidad LGTB despertarán la ira de Dios” terminando con EE UU y explicó que el lesbianismo y la homosexualidad es una de las causas que han motivado la crisis.
En ese momento, le preguntaron sobre si, en el caso de que tuviera razón, la crisis podría evitarse de alguna manera, a lo que Robertson respondió: “Yo creo que sí, pero tenemos que dejar de difundir el lesbianismo y la homosexualidad para lograr eso. Y la única manera de detener la propagación de estas enfermedades que asolan el país es hacer algún tipo de distinción obvia entre los gays y los heterosexuales”.
“Sería muy beneficioso imponer una norma que obligara a este tipo de gente a llevar una ropa de color diferente para diferenciarlos de la gente común“, manifestó el periodista, añadiendo que “de esa manera, la gente común sabría que la persona que lleva ese color especial es un desviado y que hay que mantenerse alejado de ellos a toda costa, además de mantener a sus hijos lejos de su alcance“, opinó.
Este nuevo caso de homofobia durante la emisión de su editorial en la cadena CBN de Estados Unidos ha generado repulsión en las en las redes sociales y además causó unenfrentamiento entre Robertson y una persona presente en el público.
En el momento de las declaraciones, un espectador interrumpió el programa “The 700 Club” y afirmó que lo que estaba diciendo el telepredicador sonaba “muy parecido a lo que los nazis hicieron a los Judios en los acontecimientos que condujeron a la Segunda Guerra Mundial”.
“Yo no creo eso”, respondió rápidamente Robertson a la defensiva. “Simplemente estoy hablando de la protección de la gente normal de Estados Unidos, no quiero decir que los gays y las lesbianas deban ser torturados y sacrificados en los campos de concentración. ¿Entiendes mi punto de vista?”, preguntó.
“Lo hago”, respondió el espectador, “pero también entiendo que usted está tratando de hacer con la gente gay lo que los nazis hicieron con mi pueblo hace más de medio siglo. Y estoy consternado por ello”, finalizó.
ALICIA IBARRA
MADRID.- Cientos de mujeres son discriminadas cada día cuando quieren quedarse embarazadas a través de los tratamientos de fertilidad de la sanidad pública. El motivo: la Orden Ministerial 2065/2014, impuesta y repartida a las comunidades autónomas hace un año por la entonces ministra de Sanidad, Ana Mato, que excluye de los tratamientos de reproducción asistida a las mujeres sin pareja masculina.
“Tenemos que pedir créditos de 6.000 euros para tener un hijo”, explica a este diario Mª Carmen, quien no quiere hacer público su apellido ni el nombre de su mujer. Es la historia de dos ciudadanas que optaron por acudir a una clínica privada y pedir un crédito para quedarse embarazadas, al ser excluidas del sistema público de salud de la Comunidad de Madrid.
Al igual que ellas, Patricia y Laura (quienes también prefieren mantener sus apellidos en el anonimato) recibieron la negativa de varios hospitales públicos madrileños y por ello eligieron la vía privada para someterse al tratamiento de reproducción asistida. “Pensamos en denunciar, pero preferimos invertir ese dinero en tener a nuestro hijo por lo privado”, cuenta Patricia.
Vivencias que también comparten madres solteras como Pilar Peces, portavoz además de la asociación Madres Solteras Por Elección (MSPE): “Cuando quise tener a mi hijo hace siete años había mucho secretismo al respecto y muchos doctores que no estaban dispuestos a hacerlo”. Madre de un niño de siete años –que tuvo con un tratamiento privado de reproducción asistida–, Peces explica lo difícil que es acceder como madre soltera a estos procesos de fertilidad públicos.
“Las mujeres víctimas de esta discriminación prefieren invertir ese dinero en quedarse embarazadas, antes que gastárselo en tasas judiciales”, explica Isabel Gómez, responsable en la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) de las Políticas de Mujer, Familia y Juristas. Tal y como cuenta esta portavoz, la falta de información sobre si tienen o no derecho a acceder a los tratamientos públicos y el miedo a meterse en los tribunales hacen que estos casos sean prácticamente desconocidos.
Sin embargo, la Justicia ha dado la razón a aquellas mujeres que han decidido denunciar. Es el ejemplo de Verónica y Tania (nombres ficticios para preservar la intimidad de las demandantes), a quienes el Juzgado de lo Social número 18 de la Comunidad de Madriddio la razón tras su denuncia contra la Consejería de Sanidad y la Fundación Jiménez Díazpor quitarles su derecho a ser madres, tachando la Orden Ministerial de Ana Mato como “discriminatoria”.
A pesar de que la Orden Ministerial es de rango inferior y contraria a la Ley 14/2006 sobre Técnicas de Reproducción Asistida –donde se establece el derecho a este tipo de tratamientos con independencia de la orientación sexual– en autonomías como la madrileña los hospitales públicos continúan sin aceptar a parejas del mismo sexo en la reproducción asistida.
Una portavoz del Ministerio de Sanidad consultada por este diario señala que la actual legislación vigente que regula los tratamientos de fertilidad “no tiene el objetivo de discriminar a nadie, sino de unificar criterios y requisitos mínimos para establecer un sistema más efectivo a nivel nacional”. Esta fuente señala que la edad –hasta los 40 años– junto con otros factores como la absoluta incompatibilidad para quedarse embarazada, deben cumplirse necesariamente para acceder a estos servicios.
La idea que defiende la portavoz de Sanidad es que la Cartera de Servicios Comunes del Sistema Nacional de Salud está en constante revisión y que su cambio en la época de Ana Mato siguió criterios “estrictamente económicos”. Así, esta fuente del ministerio destaca que “sólo se atenderá a quienes no sean fértiles y demuestren la ausencia de consecución de embarazo, tras un mínimo de 12 meses de relaciones sexuales con coito vaginal y sin empleo de métodos anticonceptivos”.
Este punto en concreto de la Orden Ministerial ha sido muy criticada por parejas del mismo sexo, juristas y colectivos en defensa de los derechos básicos de la mujer, que entienden que tener que justificar un año de relaciones sexuales con un hombre es discriminatorio para lesbianas o madres solteras.
Además, estos criterios económicos no se sostienen si tenemos en cuenta que en una pareja heterosexual en la que el varón es infértil o cuyos gametos son incompatibles con los de su mujer, el tratamiento de fertilidad al que accede esa mujer es el mismo al de una soltera o una pareja de lesbianas. Asimismo, en el caso de madre única o personas del mismo sexo, esta prueba de fertilidad se realiza a una sola persona y no a dos,reduciéndose a la mitad los gastos sanitarios.
Doctores como Santiago Barambio Bermúdez ya se han posicionado ante esta injusta medida, que tachan de “inconstitucional” y de entrar en conflicto con el código deontológico de muchos profesionales de la medicina. “En la época de Ana Mato se impidió que una mujer sin varón pudiera ser madre y estas decisiones siguen vigentes hoy en día”, critica este doctor, que considera este reglamento una medida ideológica.
Así, Barambio Bermúdez explica cómo la Orden Ministerial de Mato contraviene pactos previamente aceptados en la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de 1994, donde 180 países entre los que se encontraba España pusieron como meta el año 2015 para lograr el acceso universal a los servicios de salud de la reproducción.
Mientras Andalucía, País Vasco, Asturias o Canarias se opusieron a esta normativa de Ana Mato, por entender que independientemente de si se es o no fértil, si dos mujeres son pareja necesitan un tratamiento de fertilidad para poder ser madres; en otras autonomías como la madrileña sigue siendo imposible acceder a estos tratamientos.
En el caso concreto de la Comunidad de Madrid, la presidenta Cristina Cifuentes anunció a principios de octubre que la administración regional dará entrada de forma inmediata a todas las mujeres en los tratamientos públicos de reproducción asistida, con independencia de su orientación sexual y de si tienen o no pareja. Declaraciones que, según Marisa Soleto, presidenta de la Fundación Mujeres y portavoz de la plataforma Decidir Nos Hace Libres, solo demuestran como hasta ahora en esta comunidad “muchas mujeres han sido discriminadas”.
Todas las mujeres que se ven obligadas a acudir al sistema privado de fertilidad tienen que pagar, por la medicación y el proceso de fecundación, cifras altísimas de dinero. En el caso de que sólo necesitasen una inseminación –teniendo en cuenta las pastillas correspondientes– tendrían que pagar un mínimo de 1.800 euros por un solo intento para ser madres, según cifras facilitadas por MSPE.
En el caso de una fecundación in vitro, una pareja del mismo sexo o una madre soltera tendría que ahorrar aproximadamente entre 6.000 y 7.000 euros sólo por el proceso, a lo que hay que sumar unos 1.200 euros de la medicación correspondiente. Por último, si la paciente necesitara un óvulo donante, la cifra podría ascender a los 8.000 euros.