Una pareja de pingüinos gays ‘se muda’ a otro zoo para vivir juntos

Dos pingüinos rey en el zoo de Hamburgo al que se van a mudar Stan y Olli

Dos pingüinos rey en el zoo de Hamburgo al que se van a mudar Stan y Olli Margarethe Wichert/Getty Images

Iban a formar parte de un programa de reproducción de pingüinos rey en el zoo de Berlín, pero pronto quedó de manifiesto que ni Stan ni Olli tenían interés alguno en procrear con las hembras de su centro. Los cuidadores del centro alemán se dieron cuenta de que estos dos ejemplares machos sólo tenían ojos el uno para el otro. Ni cortejaron ni mantuvieron relaciones sexuales con ninguna hembra. Sólo entre ellos, según declaró la portavoz del zoo berlinés, Christianne Reis, al diario alemán The Local. Los responsables del zoológico decidieron, por tanto, sacar a la nueva pareja de pingüinos del Programa de Conservación Europeo del que formaban parte y trasladarlos al zoo Hagenbeck de Hamburgo para que puedan vivir juntos. Allí se unirán a Juan y Carlos, otra pareja de pingüinos gays, donde residirán sin ninguna presión para que se reproduzcan.Stan y Olli son sólo un nuevo ejemplo de una conducta que se da con frecuencia en la naturaleza. Existen numerosos ejemplos de pingüinos homosexuales, sobre todo entre aquellos que viven en cautividad, cuyo comportamiento está más estudiado. Y hay casos tanto de machos como hembras homosexuales, como el de Penelope y Missy, dos hembras de un zoo irlandés.También ha habido casos en los que uno de los dos miembros de la pareja gay ha procreado con una hembra posteriormente. Así ocurrió con Roy y Silo, dos pingüinos del zoológico de Central Park de Nueva York. Tras una temporada con Roy, Silo mostró interés en sus compañeras hembras.

Los pingüinos rey (Aptenodytes patagonicus), como Stan y Olli, son los de mayor tamaño tras los pingüinos emperador (Aptenodytes forsteri), alcanzando una altura de entre 70 y 100 centímetros.

 

La Primavera Árabe también fue rosa

  • La saga Primavera rosa presenta su nuevo documental centrado en México, donde se cometen 64 asesinatos contra la población LGTB al año

  • Las películas buscan analizar la problemática en un país por cada continente: primero fue Túnez, después Rusia, México y ahora empiezan a rodar en Brasil

  • Hablamos con Mario de la Torre, cabeza de proyecto y cineasta que estuvo nominado a los premios Goya por su compromiso por el respeto de los derechos humanos

Mapa de la Primavera Rosa

D:\DATOS\jmendias\e28\migrazioa\20160128

No todas las Primaveras que se vivieron en Túnez son reconocidas. Tampoco tuvieron un solo color: entre el rojo de la sangre derramada por el régimen y el negro de las expectativas de cambio frustradas, se deja entrever el rosa. Los medios de comunicación occidentales narraban la mayor revuelta de los países oprimidos de Oriente Medio sin rascar la corteza. Detrás de los cantares heroicos que les dedicaban al otro lado del Mediterráneo, los nuevos gobiernos se radicalizaban aún más en la violación de los Derechos Humanos.

Los amigos árabes del cineasta Mario de la Torre le invitaron a investigar lo que ellos callaban por culpa de una mordaza maquillada en Occidente. Las minorías sexuales no solo estaban lejos de vivir en democracia -como el resto del país-, sino que fueron específicamente demonizadas por los islamistas. De ese acercamiento nació el documental Hacia una Primavera Rosa. El conocimiento de las penas de muerte en contra de los homosexuales o las violaciones “correctivas” a las lesbianas provocó un sentimiento de empatía en otros países donde la realidad es poco más alentadora.

La cinta de 19 minutos ambientada en Túnez saltó de su microcosmos hasta convertirse en una plataforma global de apoyo a la libertad sexual y visualización de las víctimas LGTB. La Primavera rosa recoge ese grito democrático para concienciar sobre la brutalidad de los crímenes de odio, pero también sobre la lucha de este colectivo por “llevar una vida normal, sin más derechos ni menos”. De la Torre comenzó a imaginar este proyecto como una radiografía de la situación particular de cada país. Primero en Túnez, paralelo a las ansias de democracia; después en Rusia, donde son víctimas de la cruzada del kremlin; y por último en México, cuyo resultado se presentó en el marco de la Semana del Corto de Madrid.

El equipo está trabajando ya en una cuarta entrega que se rodará en Brasil y que busca financiación vía crowdfunding en la plataforma goteo. “Detrás de esa imagen abierta y positiva se esconde una realidad muy cruel. Cada 48 horas es asesinado un miembro de la comunidad LGTB y el 70% de los casos quedan impunes”. Su intención a largo plazo, nos desvela el director, es regresar a España para analizar la escalada de homofobia en los institutos.

Ese es el fin último de La Primavera rosa: crear un apoyo para los jóvenes que estén descubriendo su sexualidad y naturalizar el proceso en su entorno. Para ello han desarrollado dos formatos en colaboración con la Comunidad de Madrid, Amnistía Internacional y la Universidad Rey Juan Carlos, entre otros. El primero es un mapa interactivo que busca acotar la brecha geográfica y crear un mosaico de testimonios. El segundo es lo que llaman un documentarybook, una suerte de inventario del material extra que no encontró un sitio en los documentales.

Hechas las presentaciones, acompañamos a Mario de la Torre en un viaje de Primaveras, cárceles para homosexuales, palizas en la calle y cunetas repletas de cuerpos sin reclamar. Pero también por un recorrido que reúne culturas variopintas y casos particulares bajo una misma bandera de siete colores.

Primera parada: Túnez, el Invierno Árabe

Tras las revueltas y la huida del presidente Ben Alí, se celebró en el seno de la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU una sesión a favor de la comunidad LGTB mundial. Los miembros de la Liga Islámica abandonaron en masa el pleno y afirmaron que esos derechos no pertenecían a la identidad cultural islámica ni lo harían nunca. El nuevo ministro de Justicia y Derechos Humanos, Samir Dilou, confirmó que no tenía ninguna intención de derogar el artículo 230 del Código Penal, que identifica a los homosexuales con los pederastas. “Fue un tremendo varapalo para la población, les llevó incluso a pensar que estarían mejor bajo el régimen anterior”, nos cuenta De la Torre.

“Os digo que esto es un invierno árabe, todavía espero que llegue la primavera. La revolución no ha terminado”, lamenta un joven anónimo de 18 años en el documental.  Encontrar los testimonios de  Hacia una primavera rosa fue una prueba de obstáculos para el director, pues las ONG tunecinas son ilegales y están vetadas en los espacios públicos. “Tuve que rodar casi todos los testimonios a contraluz para que no sufriesen represalias”, nos revela su artífice.

Segunda parada: la Rusia ortodoxa

Si el rodaje en Túnez tuvo que ser clandestino para proteger la identidad de sus entrevistados, lo que vivió Mario de la Torre en Rusia fue bastante peor. “Antes de viajar a Moscú recibí una amenaza de muerte por parte de un foro neonazi”, nos cuenta el cineasta. El principal desafío de este país radica en estos grupos ultraderechistas y en la iglesia ortodoxa, “que acuden a las manifestaciones a reventarlas, en el sentido literal”

Además, los chicos y chicas homosexuales se han visto obligados a tomar clases de entrenamiento personal contra armas blancas. “Si alguien se entera de que los gimnasios forman al colectivo LGTB, el gobierno podría llegar a cerrar estos negocios amparándose en sus estatutos homófobos”. De la Torre se refiere a la  Ley contra la propaganda homosexual, que se justifica en la protección de los niños ante las “relaciones sexuales no convencionales”, como les gusta calificarlas. El punto maquiavélico de este eufemismo es que engloba desde la homosexualidad hasta la pederastia.

“El caso de Rusia es curioso porque no estaban acostumbrados a la bandera gay, que siempre habían relacionado con la cultura homosexual de Occidente”. Pronto, los siete colores pasaron de ser un símbolo desconocido a convertirse en un signo de odio. De hecho, cuando Obama reclamó en público que se derogaran las leyes anti LGTB rusas, el colectivo se retorció. “Pidieron que ningún líder político occidental (y menos el de EE.UU) se pronunciase a su favor, porque así solo conseguían demonizar aún más a la población LGTB”.

Tercera parada: México, récord en asesinatos

“Habría que colgar a los afeminados y a los maricones”, ataca una mujer vestida de blanco impoluto a la salida de una iglesia del DF. Las palabras de esta católica son ley en México, país que ocupa el segundo puesto en la tasa de homicidios cometidos contra el colectivo LGTBI. Los datos que llegan desde el otro lado del Atlántico son escalofriantes: el 68% de los familiares de los asesinados no reclaman su cuerpo por vergüenza, así que las cunetas del país amanecen repletas de homosexuales y transexuales decapitados o torturados.

México es el paradigma de la contradicción. Por un lado están aprobando un amplio paquete de leyes en defensa del colectivo, pero que no llega a tener un impacto real sobre la sociedad. El peligro en este caso, además, trasciende al ámbito político. “Hay una purga muy selectiva”. No es solo una forma de esquilmar a la población activista LGTB, sino también una manera de dar una llamada de atención desde los puestos de poder.

El asesinato de Gari Bastilda es uno de los principales pilares del documental para reflejar esta dualidad de la política y el acoso. Bastilda fue la primera mujer transexual en ocupar un cargo en el DF, desde el que impulsó la creación de un departamento específico para la protección de la población LGTB. “Su cuerpo fue encontrado en 2013 envuelto en una manta y con 48 puñaladas”, recuerda Mario.

Condenan a Colombia por negar pensión a una pareja del mismo sexo

La Corte Interamericana de Derechos Humanos le ordena al Estado indemnizar a un hombre discriminado por su orientación sexual

La semana pasada, la Corte Constitucional reconoció el derecho al matrimonio en parejas del mismo sexo

La semana pasada, la Corte Constitucional reconoció el derecho al matrimonio en parejas del mismo sexo. Mauricio Dueñas/Colombia Diversa

Crecí con dos madres y así ha sido mi infancia

En mi familia nunca me faltó el afecto, pero la sociedad está lejos de normalizar una situación como la mía

adolescente con dos madres

Uno de mis primeros recuerdos se remonta a una de las casas de acogida en la que viví hasta los cinco años. Me dijeron: “Tus padres de adopción vendrán a por ti dentro de quince días”. Llegó el día y yo, ansioso, pasé todo el día asomado a la ventana, esperándolos.

Pero ese día no pudieron recogerme y me llevé un chasco. Mis compañeros en la casa de acogida, al verme llorar, quisieron calmarme, pero un cuidador se lo impidió: “Dejad que llore, no le consoléis”.

Por suerte, aunque mis padres de adopción no pudieron recogerme el día acordado, lo hicieron unos días más tarde y finalmente me trajeron desde Brasil, mi país de nacimiento, hasta España.

Durante mis tres primeros años en España viví con mi padre y con mi madre. Pero ellos se separaron y empecé a vivir con mi madre y su nueva pareja: una de sus amigas de la infancia.

A los ocho años, pues, ya estaban sentadas dos situaciones que determinarían mis años siguientes: mi condición de adoptado y mi crecimiento en el seno de una familia homoparental.

Y os voy a adelantar una cosa: ahora, con 18 años, puedo afirmar que en ningún momento me faltó afecto en mi familia. Si atravesé problemas, que los tuve, se derivaron de la falta de normalización por parte de la sociedad de mis situaciones personales.

Últimamente he acudido a algunos encuentros de niños adoptados. En ellos he encontrado una comprensión que jamás había sentido antes. La adopción, por lo general, suele tener unas connotaciones negativas, se bromea con ella, y aunque parezca algo inocente, eso es algo que deberíamos evitar.

Cuando hablo con niños adoptados, por ejemplo, les digo que Supermán y Batman -aunque ahora el cine los haya puesto a pelear- fueron adoptados, y que eso nos emparenta con los superhéroes.

La adopción a veces también se asocia con algunas dificultades relacionadas con el apego, en parte debidas a la deshumanización en los centros de acogida. Ya he hablado de eso al referirme a la crueldad de uno de mis cuidadores: aunque no seamos conscientes, si somos crueles con los demás, podemos causarnos un daño duradero. Deberíamos tratar a las personas con respeto y construir entornos más humanos.

Foto de infancia con una de mis madres

Foto de infancia con una de mis madres

Y creo que las familias homoparentales están aún menos normalizadas. En la comunicación social predomina, casi sin competencia, la imagen de la familia compuesta por un padre y una madre. Y mejor ni hablemos de los libros escolares, donde falta mucho camino para adaptar el material escolar a las nuevas realidades familiares.

La inexistencia de otros modelos de familia hace que los niños de familias homoparentales crezcan preguntándose: ¿Qué le pasa a mi familia?

Reconozco que en el colegio nadie me hostigó por tener dos madres. Eso sí, reinaba un silencio que tampoco era muy natural. Hasta los profesores parecían incómodos con el asunto, como si afrontaran algo impronunciable.

Esto me condujo a que, durante un tiempo, fuera contando que yo vivía con mi madre y con mi tía. Nadie me obligaba a hacerlo, pero no es fácil lidiar con esa situación: los chavales, al fin y al cabo, lo que más quieren es ser aceptados y no salirse de la norma.

Pero conforme más tratas de ocultarlo, más explicaciones estás obligado a dar. Ese ocultamiento es una sensación horrible, que genera mucha ira y mucha ansiedad. Se forma una bola en tu interior, un revoltijo que te lleva a vivir etapas verdaderamente complicadas, como cuando empecé a destrozar objetos en casa, para desesperación de mis madres.

Sencillamente, no tenía las herramientas para manejar mi situación y carecía del valor necesario para hablarlo abiertamente con mis madres.

Pero todo cambió cuando, en uno de los encuentros para niños adoptados -también voy a otros organizados por asociaciones de familias homoparentales-, una chica pronunció una frase que me sacudió: “¿A qué tienes tanto miedo?”.

Efectivamente, ¿por qué me daba miedo que la gente supiera que soy adoptado y que tengo dos madres? Le prometí que empezaría a contárselo a la gente. Y lo celebro, porque la primera reacción no pudo ser más divertida.

A finales del año pasado se lo confesé a mi mejor amigo -¡incuso se lo había ocultado a él!-, y me respondió entre carcajadas: “¿Acaso te crees que no lo sabía? ¡Pero si llevo años visitando tu casa!”. Yo también me reí y la liberación fue tremenda.

A partir de entonces se lo he ido contando a mis amigos más cercanos, más o menos con las siguientes palabras: “Mira, en los últimos años te he mentido. Lo siento mucho y confío en que comprendas que se debía a esto y aquello”. Siempre he encontrado apoyo.

Desde entonces, mis ataques de rabia se han disipado y me siento más seguro entre la gente. Es más, mis relaciones sentimentales también han crecido mucho: ya no arrastro mis problemas hacia aquellas personas que me quieren, como hacía antes, cuando mis secretos lo empañaban todo.

Y, por si alguien se lo pregunta, no tengo ningún problema con mi identidad sexual. De hecho, haber crecido con dos madres me ha beneficiado, porque, al contrario que mucha gente, he asumido que la homosexualidad es tan natural como cualquier otra opción.

Los problemas de los niños adoptados -esos pequeños superhéroes- y de los hijos de familias homoparentales no siempre son similares, al final dependen de cada uno, pero a partir de ahora haré lo posible para que no atraviesen los mismos problemas que yo.

Y, por supuesto, me gustaría que la sociedad les pusiera las cosas más fáciles: que visibilizara todas las opciones y que las asumiera con madurez. En resumen, que todos facilitáramos las cosas a unos niños que carecen de las herramientas para plantar cara a una sociedad que sutilmente nos encorseta y nos hace sentir miedo.

Texto redactado por Álvaro Llorca a partir de entrevistas con Claudio P.

La valla gay de Melilla

La valla gay de Melilla

La valla gay de Melilla

El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla (CETI) está prácticamente vacío. Los sirios llegan con cuentagotas y casi no se producen saltos en la valla fronteriza por parte de subsaharianos. Los vigilantes de seguridad se quejan de que no tienen apenas trabajo y bromean pidiendo a voz en grito: “¡Por favor, que haya alguna entrada masiva!”. Pero, cada noche, cerca de la pista deportiva comienza a oírse música de fiesta. Y poco a poco empiezan a salir internos de todos los rincones, entre risas y chácharas. De repente el CETI cobra vida con una avalancha de inmigrantes jóvenes, con ropajes coloridos y ansias de libertad.

Son los marroquíes solicitantes de asilo por su condición de homosexuales, que se han convertido en los últimos meses en el principal colectivo de refugiados del centro de inmigrantes. Algunos como Hassan, natural de Alhucemas, llegaron hace un par de días, y otros, como Fati, de Nador, llevan casi seis meses de reclusión.

Es impresionante ver cómo hacen piña y se protegen unos a otros. Tienen mucho miedo. Ninguno da su nombre ni origen reales, ni muestra su rostro. Excepto Driss El Arkoubi. Él ya estuvo nueve meses en Melilla entre 2013 y 2014. Tras sufrir unaviolenta violación por parte de cuatro agresores, cerca del paso fronterizo de Farhana, cruzó a Melilla para recibir asistencia médica y pedir protección internacional. Le denegaron el asilo. Fue expulsado y ahora ha vuelto con más señales de violencia en sus carnes y sin miedo a dar la cara.

Recuerda cómo entonces era el único marroquí demandante de asilo y las penurias que tuvo que pasar para hacerse oír. Ahora el CETI acoge a 73 magrebíes solicitantes de protección, la mayoría por su condición sexual. En el primer trimestre de 2016 se han recibido 45 solicitudes, una más que el año pasado. En conjunto, son 89 solicitudes de asilo en 15 meses. Y se espera seguir batiendo récords.

A pesar de que el Departamento de Estado de Estados Unidos, gran aliado de Marruecos, concluye que la persecución a los homosexuales en el reino alauí no es sistemática y que los casos de condena se derivan de “acciones imprudentes”[no persiguiéndose la orientación sexual que se practica “con discreción”], lo cierto es que cada vez son más las personas perseguidas y sancionadas en el país vecino. Desde las organizaciones sociales a ambos lados de la frontera advierten de que casos como el ocurrido hace unos días en Beni Melal -donde un tribunal condenaba a dos jóvenes homosexuales por “perversión”tras ser arrastrados desnudos por la calle y linchados pública y salvajemente- ponen en evidencia la represión que sufre el colectivo gay en Marruecos y propician la llegada a Melilla de más personas en busca de tolerancia y dignidad.

Un delito sobre el papel

Y es que el socio preferente de España y la Unión Europea considera la homosexualidad un delito desde 1972. El artículo 489 del Código Penal magrebí prevé para quienes “cometan actos lascivos o antinaturales con un individuo del mismo sexo”, penas de 6 meses a 3 años y multas de hasta 110 euros.

La Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) y el colectivo Kif Kif (De igual a igual), denuncian que las instituciones persiguen a los gays y pretenden estigmatizarlos socialmente. E insisten en que desde la llegada al gobierno del Partido Justicia y Desarrollo (PJD), de corte islamista, el discurso religioso se haradicalizado y que la persecución a los homosexuales es cada vez más férrea.

El Gobierno, presidido por el islamista Abdelilah Benkirane, ha calificado la homosexualidad como un “comportamiento innoble”que constituye “una provocación”y que no tiene en cuenta “los valores morales y doctrinales”de la sociedad magrebí. El Ministerio del Interior ya anunció su firme determinación por hacer frente a todas las actuaciones contrarias a los valores religiosos y morales que nutren el marco legal marroquí. En este sentido, la Policía realiza redadas y detenciones selectivas periódicamente a gays con la intención de atemorizarles o darles una lección, según denuncia Kif Kif.

Con el rostro cubierto, Abdú, de 22 años. Ha llegado a Melilla desde Oujda escapando de la homofobia

Con el rostro cubierto, Abdú, de 22 años. Ha llegado a Melilla desde Oujda escapando de la homofobia REPORTAJE GRÁFICO: JESÚS BLASCO DE AVELLANEDA

La gran mayoría de los homosexuales marroquíes acogidos en el CETI asegura haber sufrido abusos, siendo adolescentes o niños, por parte de familiares, vecinos, compañeros o profesores. Este último es el caso de Fati, de 28 años y natural de una aldea de la provincia de Nador.

Con tan sólo siete años, fue víctima de abusos y violaciones continuadas por parte de un profesor, que continuaron por parte de otros profesores y compañeros de colegio hasta los 11 años. Entonces comenzó a pintarse y a vestirse de mujer. Estudió peluquería y durante varios años trabajó en un salón de señoras. A pesar de no ser aceptado por su entorno y de tener que esconder su homosexualidad en público nunca se planteó dejar Marruecos. Hasta que un día un grupo de niñatos entró en la peluquería, le robó y le intentó prender fuego.

“Mi sueño no es ir a Europa, es escapar de Marruecos. Sólo quiero ser quien soy, y si tiene que ser lejos de mi país no me importa. Allí no soy nada, soy menos que nada. No soy libre, no puedo ser yo mismo. ¡Sólo quiero ser yo!”, grita desesperado. Rompe a llorar y cubriéndose el rostro entra al CETI con prisas, muy afectado.

Cuesta mucho sacarles del centro de inmigrantes. Sólo salen a la calle en grupo y sin alejarse apenas unos pasos de la puerta. Han cruzado la frontera de laintolerancia pero no se sienten seguros en Melilla. Tienen muy presente la imagen del joven Ibrahim, que hace unas semanas se alejó a dar una vuelta y comprar tabaco. Tuvo que ser hospitalizado después de que entre ocho personas le dieran una paliza para luego dos de ellos violarle y dejarle casi inconsciente.

El CETI está apartado del casco urbano. Situado en uno de los barrios periféricos más deprimidos, muy cerca del paso fronterizo de Farhana: “Por aquí pasan muchos marroquíes y nosotros no somos aceptados por ellos. A casi todos nos han robado los móviles, a mí en tres ocasiones. Nos quitan el tabaco. Abusan de nosotros, nos insultan, escupen. Tenemos miedo y estamos cansados”, cuenta Hassan, que asegura que algunas tiendas cercanas, regentadas por “barbas [islamistas] o musulmanes”, se niegan a venderles y les expulsan de los establecimientos de forma violenta.

Por eso quieren presentar un escrito a la dirección del centro para que pida la presencia continua de patrullas del Instituto Armado en las cercanías del CETI: “No tenemos paz ni a este ni al otro lado de la valla”, susurra Amine mientras, haciendo caso a los consejos del vigilante de la puerta, sale del centro quitándose la ropa femenina que le cubría la cabeza y los hombros: “Se exponen a que les den una paliza si se pasean con velo, con las uñas pintadas o contoneándose”, dice elsegurata.

Perversos y antinaturales

Pronto pasa una mujer marroquí, con chilaba y hiyab, y les dice que son unos“sinvergüenzas”y unos “guarros”y que todo lo que cuentan es “mentira”. Que en Marruecos tienen libertad para hacer lo que quieran en la intimidad pero que a ellos “les gusta exhibirse”. Y antes de marcharse y escupir en el suelo susurra: “Kawm lot“.

Esta expresión árabe significa procedente de la ciudad de Lot, el sobrino de Abraham que vivió en Sodoma, según los libros sagrados. En occidente sería algo así como sodomita, palabra despectiva que se utiliza para burlarse de los homosexuales. Pero en Marruecos, esa expresión tiene otra dimensión. Según sus creencias, los actos “perversos”y “antinaturales”realizados por los sodomitas no sólo recibieron la ira de Dios entonces, sino que el castigo divino sigue cayendo sobre el pueblo que les acoge: “Creen que los terremotos que han sacudido Alhucemas y Nador son por nuestra culpa. Cada vez que ocurre alguna desgracia o catástrofe nos persiguen, nos acusan y abusan de nosotros. Creen que los homosexuales enfurecemos a Dios y por eso no nos quieren cerca. Somos apestados”, cuenta Abdu.

Estas creencias se dan en la zona del Rif, en el norte del país. De esta región deprimida y conservadora proviene la gran parte de los demandantes de asilo. Son un grupo muy heterogéneo. Los hay analfabetos y filólogos; y con edades que van desde los 18 hasta los 41 años de Annan, el abuelo del grupo, como le llaman. Dice sentirse gay desde que tiene uso de razón. Esto le ha ocasionado problemas con la familia, los vecinos, en el colegio… Lo pasó tan mal en el instituto que dejó los estudios. Ha trabajado en varias cafeterías de camarero y en todas le han echado por ser gay: “Hay gente que cuando vas a servirle tú o a tomarles nota se van. Algunos piden que les sirva un hombre de verdad o te pegan o insultan. Eso no es bueno para el negocio”.

Mohamed (de 26 años y natural de Samara) se levanta la camiseta para mostrar las puñaladas que le dio su hermano tras enterarse de su orientación sexual

Mohamed (de 26 años y natural de Samara) se levanta la camiseta para mostrar las puñaladas que le dio su hermano tras enterarse de su orientación sexual REPORTAJE GRÁFICO: JESÚS BLASCO DE AVELLANEDA

Para poder comer tuvo que dedicarse a vivir del sexo. Lleva tantos años en el negocio de la calle que el resto de compañeros del CETI le conoce como Lamadame. Ironías de la vida: “Algunos hombres que me despreciaban en las cafeterías luego requerían mis servicios. Te juzgan por ser homosexual y luego ellos son peor que tú”.

En una sociedad tan cerrada e hipócrita como la marroquí, el principal enemigo para los jóvenes homosexuales es la familia. Ese primer círculo de confianza casi nunca llega a aceptar y actuar con normalidad porque se exponen a ser señalados por el resto de vecinos y temen las consecuencias. A veces la reacción es la violencia, incluso extrema. Así le ocurrió a Mohamed, de 26 años y natural de Samara, en la región del Sáhara Occidental. Durante años escondió su orientación sexual hasta que un día un familiar le vio besándose con otro chico. El padre le dio tal paliza que perdió audición en un oído. Y su hermano mayor, que estaba trabajando en El Aaiún, a tres horas de coche, juró matarle si le cogía.

Mohamed huyó y recorrió los 1.600 kilómetros que separan su ciudad natal de Nador. Pero su hermano le encontró, le asestó tres puñaladas y amenazó con matarle si volvía a casa. Tras curar sus heridas en el Hospital Hassaní, decidió cruzar a Melilla y pedir asilo. Otras veces la familia intenta barrer el problema y esconderlo bajo la alfombra, como pasó con Yusef, de Kenitra. De familia bien y liberal, se plantó ante sus padres con su pareja para decirles que era gay. En menos de dos meses tenía concertada una boda, con una estupenda chica de otra familia pudiente, y apalabrados el banquete, el viaje de novios y hasta la casa donde iban a pasar el resto de su vida: “Ya no es que no me gusten las mujeres, es que no me dejaron decidir nada sobre mi vida. Tengo 19 años y querían obligarme a dejar los estudios y formar una familia. Por un momento me volví loco y llegué a intentar suicidarme”.

Pero no todos son chicos, también hay algunas chicas marroquíes que esperan impacientes la resolución positiva de su petición de asilo. Es el caso de Houria, de 21 años. Después de casi dos años, en los que por defender su relación con Fadma, de 25, fue víctima de insultos, golpes y maltrato por parte de amigos y familiares, escaparon a Melilla, donde terminaron con su relación. Ahora apenas se dirigen la palabra, pero luchan unidas no sólo buscando ser libres y felices, sino intentando lograr un futuro más digno para que, como relata Houria, todos aquellos que vienen tras ellos “no tengan que abandonar a sus familias ni sean considerados delincuentes por ser diferentes o tener una orientación sexual distinta a la exigida por el islam”.

Voces contra la homofobia marroquí

El pequeño colectivo clandestino Aswat (Voces) lucha contra el acoso y la discriminación

Familiares y amigos de los agresores de un joven gay se manifiestan durante el juicio, el pasado 4 de abril en Beni Melal

Familiares y amigos de los agresores de un joven gay se manifiestan durante el juicio, el pasado 4 de abril en Beni Melal. Fátima Zohra Bouaziz EFE

Pongamos que él se llama Hasán y ella Zora. No quieren dar sus verdaderos nombres, ni siquiera aparecer de espaldas en una foto. La razón de tantas prevenciones es el artículo 489 del Código Penal, que prevé en Marruecos penas que de hasta tres años de cárcel, como sucede en Túnez y Argelia. Zora tiene 31 años y disfruta de trabajo estable. Solo se atrevió hace tres años a hablarle a su madre con franqueza.“Intenté usar palabras vagas. Le confesé que yo me sentía distinta de las otras mujeres. Y después de un rato le pregunté: ‘¿Me aceptas como soy?’ Me dijo que no. Pero yo creo que fue la reacción del momento, el susto. Después hemos seguido con nuestra relación igual que antes. Pero sin mencionar nunca mi orientación sexual, sin que me haya vuelto a preguntar sobre el tema. Eso es muy típico de Marruecos. Es el país de la contradicción y de la hipocresía”.

El 9 de marzo cinco hombres entraron en la casa de un homosexual que yacía en la cama con su pareja en la ciudad de Beni Melal. Los golpearon, los insultaron y los sacaron desnudos a la calle mientras filmaban la escena con un teléfono y la difundían dos semanas después en Internet. En un primer juicio, una de las víctimas fue sentenciada a cuatro meses de cárcel mientras los agresores escapaban en libertad condicional. El caso trascendió escandalizó a los medios marroquíes más progresistas y trascendió las fronteras del país. Pero esta semana, en una segunda vista, los jueces determinaron que las víctimas sean condenadas con 3 y 4 meses de prisión condicional, con lo cual no irán a la cárcel, mientras que dos de los agresores estarán presos durante medio año. En Beni Melal, un municipio de 163.000 habitantes, a unas tres horas en coche desde Rabat, ya se han celebrado varias manifestaciones en contra de los dos homosexuales y a favor de sus agresores.

El entorno en el que Hasán y Zora viven se puede resumir con la mención de cuatro casos recientes: en junio fueron detenidos en Rabat dos hombres “en flagrante delito” de homosexualidad, según la ficha policial. Sus nombres y domicilios fueron difundidos por un canal público de televisión, lo cual provocó que se organizaran sendas manifestaciones frente a sus domicilios. En julio del año pasado una turba apaleó y desnudó en Fez a un supuesto travesti. En septiembre también golpearon y desnudaron a un joven de 17 años en Casablanca. En ambos casos fueron difundidos los vídeos en Internet y arrestados algunos de los agresores.

Hasán tiene 26 años y mantiene una relación estable con un hombre. Pero su familia y su entorno no lo saben. O al menos, él no les dice nada. “A mí nunca me han golpeado. Pero la homosexualidad aquí es un estigma social, un pecado y un crimen. Son tres razones poderosas para no hablar”, explica. Desde pequeño supo que era distinto de la mayoría de sus amigos. “Pero no sabía en qué consistía esa diferencia. No conocía tampoco el concepto de homosexualidad. Y a los 18 años supe que esa era mi identidad. Descubrí también que no soy ningún enfermo mental ni un pervertido y lo acepté”.

Las veces que ha ligado han sido casi siempre por Internet. “Con un desconocido jamás me atrevería en la calle. Es muy peligroso”. Zora y Hasán pertenecen al colectivo clandestino Aswat (voces), que lucha contra la discriminación sexual. Les gustaría decir que lo integran mil personas, pero en realidad son apenas 15, sin ninguna jerarquía entre ellos. No obstante, sus mensajes llegan cada vez más lejos.

Aseguran que vivir junto a sus parejas en un piso es relativamente fácil, siempre y cuando mantengan las apariencias ante el exterior. “Todo en Marruecos gira en torno a las apariencias”, explica Zora. “Si alguien en la calle te ve algo raro se siente legitimado para llamar a tus padres o incluso a la policía. En un bar de Casablanca estaba con mi exnovia a punto de besarnos y el dueño del local nos echó. Enfrente había una pareja heterosexual besándose y le pregunté que por qué ellos podían y nosotras no. Me dijo que este es un país musulmán y con ellos no pasaba nada”.

Zora vivió tres años con su exnovia en Rabat y no sufrió grandes problemas. “Los únicos percances vinieron por nuestra militancia. Las dos pertenecemos al colectivo Aswat. Así que cuando el año pasado hubo detenciones de homosexuales y el colectivo se movilizó un policía se dedicó a vigilar nuestra casa”.

Tanto Zora como Hasán afirman que quienes más sufren en esta sociedad son las personas transgénero. “Ellas no pueden fingir como lo hacemos nosotros. Un miembro de nuestra organización aprovechó un día que caminaba por una calle vacía para andar tal cual es realmente y tal como se siente en su interior. Pero alguien lo vio y comenzó a apedrearlo. Y a él solo le quedó la opción de salir corriendo”.

Zora y Hasán no sueñan con irse de Marruecos. “Yo solo quiero despertarme una mañana y no tener miedo a expresarme”, dice Zora. “Estoy cansada de una sociedad que persigue a los diferentes. Mi deseo es que desaparezca el artículo 489 del código penal, el que castiga la homosexualidad”.

Ni el Gobierno ni la oposición pretenden reformar ese artículo. Zora y Hasán asumen que aún queda bastante tiempo para alcanzar sus sueños, pero creen que ya se ha avanzado mucho en los últimos años. “Al menos hemos llevado el debate a la sociedad. Antes ni siquiera se hablaba de esto”, aclara Hasán. “Nos hemos dado a conocer dentro y fuera del país”, añade Zora, “y ahora sería muy difícil para el Estado cortar nuestro trabajo de golpe”.

Carolina del Norte se queda sin porno por sus políticas LGTBI

bandera arcoiris

Primero Bruce Springsteen canceló su concierto en Greensboro (Carolina del Norte) el pasado domingo. Después Bryan Adams canceló el suyo en el estado de Misisipi. Ahora ha sido una página web porno la que ha decidido bloquear a todos los usuarios que vengan de Carolina del norte. Algo huele a podrido en los estados del sur, y parece ser una la ley que limita los derechos del colectivo LGTBI.

Los estados de Carolina del Norte y Misisipi han promulgado dos leyes que discriminan los derechos del colectivo LGTBI, relegándolos casi a la condición de apestados. El bloqueo se mantendrá hasta que el gobierno de Pat McCrory derogue la House Bill 2, algo que quizá no ocurra nunca. ¿Qué hay de la famosa hospitalidad sureña? McCrory considera su ley muy apropiada a los tiempos que corren:  “Otorga unas expectativas básicas en materia de protección de la intimidad en baños y vestuarios públicos”, defiende el gobernador. En vigor desde el 1 de abril, la HB2 lleva, entre sus medidas más controvertidas, varias relacionadas con los aseos públicos.

La ley establece que un hombre no podrá entrar en el baño de una mujer y viceversa, así como la prohibición de los aseos mixtos. Se aventura en una definición del concepto “sexo biológico” y plantea los supuestos en los que alguien puede entrar a un baño que no sea el indicado según su sexo. En materia de derechos laborales, suprime la regulación a nivel federal convirtiéndola en una competencia estatal. Y es que, si bien la HB2 no establece discriminación en base al color de piel, raza, religión u origen étnico de la persona, sí lo hace en lo relacionado con la orientación sexual o la identidad de género.

“Hemos pasado los últimos 50 años luchando por la igualdad para todos y estas leyes son discriminatorias, algo que xHamster.com no tolera”, defiende la página web en un comunicado. Además de la pantalla negra que experimentan los usuarios al intentar acceder, xHamster también ha publicado un tweet a modo de bofetón a McCrory en el que incluye las estadísticas de las búsquedas de contenidogay y shemale de su portal en Carolina del Norte desde que empezó el año. “A juzgar por lo que veis, ciudadanos de Carolina del Norte, creemos que este castigo es desmedido [en referencia a la HB2]”, continúa la web.

El gobernador de Carolina del Norte, Pat McCrory

El gobernador de Carolina del Norte, Pat McCrory. Foto: James Willamor / Flickr

“La tierra donde la homofobia es Ley”

Aunque tres demandas federales y la presión desde diversos colectivos y organizaciones de derechos civiles han situado a Carolina del Norte sobre el mapa, lo cierto es que Pat McCrory no ha dado ni un paso atrás. El gobernador cedió mínimamente el martes al incorporar algunas modificaciones y suavizar varios preceptos, algo que no ha conseguido aliviar la presión sobre su cabeza lo más mínimo.  Según NPR, la “Ley de baños” -como ha sido bautizada popularmente-, no ha sido sino una represalia por las medidas aprobadas el pasado febrero en Charlotte -la ciudad más grande del estado- y que otorgaba protecciones en el entorno laboral a los gays, bisexuales, transgénero y lesbianas.

“Cualquier acción que se haga desde la legalidad es bienvenida”, dice Jesús Generelo, presidente de la FELGTB (Federación Española de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) en referencia al boicot llevado a cabo por xHamster. Un portavoz de la web aseguraba al Huffington Post que “solo en marzo tuvimos 400.000 búsquedas del término ‘Transexual’ […] La gente de Carolina del Norte buscó ‘Gay’ 319.907 veces”. Por eso el título del pantallazo con las estadísticas y “la increíble hipocresía de Carolina del Norte. La tierra donde la homofobia es Ley”.

El anuncio de xHamster

El anuncio de xHamster

“Hay cosas que son más importantes que un concierto de rock. Esta lucha contra los prejuicios y el fanatismo es una de ellas”, dijo Bruce Springsteen el pasado viernes al cancelar el concierto que pensaba dar el fin de semana en una localidad de Carolina del Norte. El comunicado, colgado en su página web, continuaba: “[La HB2] es un intento de dar marcha atrás en el progreso que ha hecho nuestro país en el reconocimiento de los derechos humanos de todos nuestros ciudadanos por parte de gente que no puede soportar ese progreso”.

Ni The Boss ni xHamster han sido los únicos que se han mostrado en desacuerdo con el giro de los acontecimientos en Carolina del Norte. Gigantes como Paypal, Deutsche Bank, Nissan, Apple, American Airlines y Google ya han expresado su preocupación o cancelado su planes de negocio en un estado donde el 88% de su población es cristiana. Según el Washington Post, la ley ha provocado varias cancelaciones de conciertos y una bajada del turismo en la región.

Carolina del Norte, mal. España ¿bien?

En España no existe ninguna ley de carácter nacional que proteja los derechos del colectivo LGTBI. Tan solo pequeñas disposiciones en los estatutos de cada Comunidad Autónoma. “No pienso que en España haya ninguna ley del calibre de la de Carolina del Norte. Es inimaginable y anticonstitucional. Aunque si rascamos un poco sí hay casos de discriminación”, cuenta Jesús de FELGTB a eldiario.es. Las pocas leyes con las que cuenta España actualmente son de ámbito comarcal, como la  Ley de Igualdad Social de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transexuales, Transgénero e Intersexuales y de Políticas Públicas contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género de Extremadura o la aprobada en Cataluña en octubre de 2014. En Madrid “la ley está ya en trámite parlamentario y seguramente tendremos una ley parecida [a la de ambas comunidades mencionadas] antes de junio”, cuenta Jesús.

“Dependiendo de la comunidad en la que nos encontremos se da la paradoja que una persona LGTBI puede tener diferentes derechos y libertades, o ser defendidos sus derechos de diferente forma, y lo mismo pasa con las sanciones, que nunca podrá llegar a la parte penal por ser exclusividad del Estado”, dice Paco Ramírez, director del Observatorio STOPLGTBFobia. Las leyes autonómicas actuales sancionan de forma administrativa, nunca de forma penal. Es por eso que desde ambos colectivos se demanda la creación de una ley unificadora para todo el territorio nacional. Unas leyes que, actualmente, “no son efectivas”, según Paco.

“Es fundamental invertir la carga de la prueba en faltas administrativas”, dice Jesús. “Tiene que ser el discriminador el que pruebe que no lo ha hecho, porque probarlo a la inversa es prácticamente imposible”, continúa. La mayoría de agresiones a personas que forman parte del colectivo LGTBI se castigan como delitos de odio, aunque a veces ni eso: “Es muy raro que en España, si existe algún agravante de odio, los jueces lo apliquen de forma efectiva y certera”, dice Paco. En la retina quedan casos como el de la niña trans de Málaga, la agresión sufrida por un chico el pasado febrero o el profesor de Cádiz al que no renovaron por ser gay.

Tanto STOPLGTBFobia como la FELGTB coinciden en que “es urgente una Ley Estatatal de Igualdad y No Discriminación”, además de una “Ley Estatal contra los delitos de odio”, porque “sigue habiendo una discriminación muy oculta, muy denunciada y muy poco trabajada por parte de las administraciones”, según Jesús. Y concluye: “Bienvenida sea la actitud militante de esta página porno”.

Las grandes empresas de EEUU se cuelgan el cartel de ‘gay friendly’

LEY ANTIGAY El gobernador de Misisipí se suma a las leyes restrictivas con los homosexuales

Activistas en favor del matrimonio homosexual, durante una manifestación frente al Tribunal Supremo de EEUU, en Washington

Activistas en favor del matrimonio homosexual, durante una manifestación frente al Tribunal Supremo de EEUU, en Washington. AFP

El dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, atacando a Donald Trump por su política inmigratoria. Deutsche Bank cancelando una inversión en Carolina del Norte que iba a generar 250 empleos por la legislación contra los homosexuales en ese estado. Lionsgate, la productora de The Hunger Games (Los Juegos del Hambre), llevándose desde ese estado de EEUU a Canadá el rodaje del episodio piloto de una serie para el que ya había contratado a 100 personas. Aunque quien más daño ha causado al estado es la empresa de pagos online PayPal, que ha cancelado una inversión que podría haber creado 400 empleos directos e indirectos. Y más de 100 grandes empresas de EEUU han publicado una carta abierta criticando la ley. Todo ello pone en peligro la primacía de la ciudad de Charlotte – en la que tiene su sedeBank of America, la segunda mayor entidad de EEUU por activos – como centro financiero en EEUU.

De Misisipí es improbable que se vayan muchas empresas, porque no hay. Pero, muchas de las que han invertido en el estado no están nada contentas con la ley que acaba de aprobar para limitar los derechos de los homosexuales. Los fabricantes de automóviles japoneses Nissan y Toyota, y la segunda mayor telefónica del mundo, AT&T, han calificado a esa norma de “contraria a nuestros principios”. El gobernador del estado, Phil Bryant, solía lamentarse de que allí no tenía su sede ni una empresa del Índice de las 500 mayores corporaciones de EEUUque elabora la revista Fortune. Ahora, todo parece indicar que su frustración va a ser mayor.

Así pues, las grandes empresas estadounidenses han entrado en política en estas elecciones. Eso no es inusual. Lo llamativo es que lo están haciendo sin cortarse y, además, actuando contra su aliado tradicional, que es el Partido Republicano. El mismo Partido Republicano que ha repetido una y otra vez los argumentos de Facebook y de otros gigantes de Silicon Valley de que Estados Unidos debe reducir las restricciones a la inmigración de ingenieros y programadores.

Y el mismo Partido Republicano al que pertenece tanto Bryant como el gobernador de Carolina del Norte, Pat MacCrory, que gozó del apoyo entusiasta de Bank of America y de Google en su campaña electoral de 2012. Ambos estados han adoptado la misma política para atraer empresas: sueldos bajos, restricciones a las actividades de los sindicatos, escasas regulaciones, exenciones fiscales y límites muy estrictos en el caso de que los empleados quieran llevar a los tribunales a alguna empresa. Ahora, todo eso se puede ir al garete porque esos mismos estados han decidido que es legal que, por ejemplo, un restaurante se niegue a servir comida a una pareja del mismo sexo.

Es, así pues, una pelea familiar. Claro que esas peleas son las que más duran y las que peor se olvidan. Es llamativo oír a Zuckerbeg hablando de que “oigo voces temerosas hablando de construir muros o de separarse de personas a las que llaman ‘los otros'” y que “somos una comunidad mundial, ya sea para dar la bienvenida a un refugiado que huye de la guerra o a un inmigrante en busca de oportunidad”, cuando él se compró en Silicon Valley tres casas que rodeaban a la suya para tener privacidad, y ha pagado 100 millones de dólares (88 millones de euros) por una propiedad de 400 hectáreas en Hawái.

Además, el dueño y fundador de Facebook – una empresa que tiene un concepto tan flexible de la privacidad de sus usuarios como Donald Trump de los hechos cuando hace campaña – se la debía a Trump. El pasado octubre, Trump llamó a su rival por la nominación republicana, Marco Rubio, “el senador personal de Mark Zuckerberg” por su postura a favor del aumento del número de visados para personas altamente cualificadas. Las empresas de Silicon Valley quieren más expertos en programación extranjeros porque, arguyen, en EEUU no hay un número suficiente. Sus críticos las acusan de tratar de atraer talento foráneo porque los inmigrantes cobran menos.

Pero la cascada de críticas a carolina del Norte y a Mississippi refleja la fractura interna de los republicanos entre el sector más cercano a las grandes empresas, que ha dominado esa formación tradicionalmente, y el de los ‘conservadores sociales’, que le está arrebatando el control del partido y cuya estrella no es Trump, sino el otro gran candidato por la nominación: el senador por Texas Ted Cruz.

Empresas como Amazon, Starbuck’s y Microsoft ya capitanearon la campaña en el estado de Washington en favor del en el referéndum sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo que se celebró allí en 2012. Ahora que esas uniones son legales en todo Estados Unidos, esos mismos gigantes quieren que las personas de esa orientación sexual tengan los mismos derechos que los heterosexuales.

Un tribunal chino niega el derecho a casarse a una pareja homosexual

Pese al fallo en contra, la comunidad gay considera “un gran avance” que el tribunal aceptara ver el caso

Sun Wenlin (derecha) y su pareja, Hu Mingliang, en su casa, el 12 de abril. Gerry Shih AP

Sun Wenlin (derecha) y su pareja, Hu Mingliang, en su casa, el 12 de abril. Gerry Shih AP

Un tribunal chino ha denegado este miércoles la autorización a una pareja homosexual para registrarse legalmente como matrimonio. Pese al fallo en contra, tanto la pareja como la comunidad gay en China —que acudió en gran número al tribunal de la ciudad de Changsha (sur del país) para expresar su apoyo a los demandantes—, ha considerado un “gran avance” el hecho de que por primera vez una corte en el país haya aceptado tramitar un caso relacionado con el matrimonio entre personas del mismo sexo.

La decisión del tribunal de Changsha, la capital de la provincia sureña de Hunan, llegó apenas unas pocas horas después de comenzada la vista sobre el pleito que Sun Wenbin, de 26 años, y Hu Minglian, de 36, habían interpuesto contra la Oficina de Asuntos Civiles municipal por negarles el permiso de inscribirse en el registro matrimonial. El abogado de la pareja, Shi Fulong, piensa apelar el caso.

Aunque la homosexualidad no es ilegal en China y la sociedad es cada vez más tolerante —especialmente entre las generaciones más jóvenes—, las parejas gais carecen aún de reconocimiento legal y derechos. Y en una sociedad confuciana, donde estar casado y tener hijos está considerado una obligación hacia los antepasados, el matrimonio entre dos personas del mismo sexo parece aún una aspiración muy distante.

“Decidimos acudir a los tribunales para obligar a la Oficina a escucharnos”, explicó Sun a este periódico vía telefónica. “Queremos reivindicar nuestro derecho a casarnos”. Sun presentó la demanda el pasado diciembre, después de que el departamento municipal negara el permiso de registro y cuando la pareja ya llevaba año y medio junta. Según cuenta, no recibió ninguna explicación válida sobre las razones para la denegación, solo un rechazo verbal con el argumento de que el matrimonio solo es válido entre un hombre y una mujer. “Pero nuestras leyes dicen que no debe haber discriminación”. Volvió en varias ocasiones para intentar presentar una reclamación, “hasta que ya no me querían ni ver por allí”.

“Al principio el tribunal no quería aceptar el caso, pero entregamos toda la documentación pertinente. Nuestra historia se publicó en la prensa china y ya no tuvieron otro remedio que aceptarlo a trámite este enero”, contaba previamente a la vista judicial.

Según detalla, había recibido presiones de la Policía para que retirara la demanda. “Vinieron tres de ellos a casa”, explica, “me argumentaban que debo tener hijos, pasar el testigo a la siguiente generación. Insistían en que estaban haciendo su trabajo. Pero no deberían estar perdiendo el tiempo con esto, deberían estar haciendo otra cosa, su trabajo es velar por nuestra seguridad”.

La pareja decidió seguir adelante pese a las presiones. Habían participado ya en actividades para la reclamación de derechos de la comunidad gay y pensaban que ya “ha llegado el momento de conseguir resultados”. La sociedad es cada vez más flexible, explica, pero “para muchas personas ser gay es aún una palabra abstracta, un concepto difuso. Si conseguimos casarnos, hacemos más visible nuestra causa, lo centramos en algo concreto”.

A lo largo de los últimos dos años, la comunidad gay —de la que acudieron varios centenares de personas a expresar su apoyo a la pareja en la vista judicial de este miércoles— ha recurrido cada vez con mayor frecuencia a presentar casos de gran impacto ante los tribunales para presionar en favor de sus derechos.

El año pasado, el director de documentales Fan Popo interpuso una demanda para exigir que los grandes portales de Internet le explicaran por qué habían bloqueado repentinamente su película “Mama Rainbow”, después de dos años de estar disponible en la Red sin problemas. Y la estudiante Chen Qiuyan logró que un tribunal escuchara sus quejas contra los libros de texto de su Universidad, que describían la homosexualidad como una “enfermedad”. Un año antes, Peng Yanzi, de 30 años, había conseguido que otra corte declarara ilegales las clínicas que aseguraban “curar” la atracción por el mismo sexo.

Ay, Shangay

Aníbal Malvar

Lo contaba muy bien ayer Juan Carlos Monedero: “Creo que no recuerdo una sola vez que me encontrara con Shangay Lily que no me regañara”. A mí me regañaba por todo. Me llamaba a cualquier hora, conociendo mis hábitos felinos, para abroncarme: “Mira, querida, mi amor, no te enfades, pero lo que escribiste ayer es una gilipolllez”. Y en este plan. Eran momentos difíciles, porque después podía pasar media hora analizando cualquier frivolidad que tú habías escrito como si fuera trascendental. Como si, realmente, la poesía hubiera sido alguna vez un arma cargada de futuro. Y cada palabra equivocada fuera abono para el nacimiento en el jardín de un nuevo capullo criptofascista. Me sale citar hoy a Paco Umbral, a quien Shangay odiaba con razón. Me gano otra bronca: “escribo estas frases forzando la prosa para que el papel vuelva a ser un papel en blanco”.

Hasta que un día me pidió un favor. Había escrito un libro y estaba demasiado alanceado por la quimioterapia para corregirlo. Era un largo ensayo sobre el fracaso de la lucha por la igualdad, por la no discriminación, un libro centrado en la vieja historia del barrio de Chueca en el que Shangay desviste la putrefacción política que ha ido ensuciando la falsa aceptación social de los derechos de gays, lesbianas y transexuales. El gaycapitalismo, lo llamaba él. Mercantilizar lo desigual, lo oprimido, para convertirlo en un negocio sin profundidad vindicativa. El libro se titula Adiós, Chueca (Ed. Foca) y, el día anterior a morirse, Shangay todavía estaba discutiendo con su editor el diseño de portada. “¿Cómo hemos pasado de ser una comunidad rica en recursos ante las situaciones más desesperadas, dotada de un ingenio sin parangón ante problemas aparentemente insolubles, a ser una comunidad pusilánime, apocada, pasiva, carente de recursos creativos, una comunidad que espera que otros nos den las respuestas en lugar de crearlas como hemos hecho siempre? Y esa es la pregunta que quiero contestar en este manifiesto anti-gaypitalista, opúsculo de reanimación, libro máquina-de-guerra, centro de reclutamiento, encíclica maricona, evangelio de la pluma no corporativa, guía de resucitación, estación de servicio en la que repostar… llámalo como quieras”.

Para Shangay, la sexualidad era política. Siempre que se entienda la palabra política en el sentido revolucionario. Y siempre que se entienda la palabra sexualidad en el sentido más afectivo y más libre. El libro me sorprendió. Nunca había observado el mundo gay de esa forma. Jamás hubiera analizado la aparición del sida como el gran elemento cohesionador de la lucha por los derechos civiles, con su triste y agónica solidaridad, con sus discretos funerales. Adiós, Chueca reordenó muchos tópicos de mi torpe heterosexualidad, y me hizo comprender mejor el dolor de los discriminados de todo el mundo por cualquier razón, no solo el dolor de los maricones apaleados, o de las lesbianas lapidadas. Shangay, en el fondo, nos viene a decir que lo que verdaderamente discriminamos no es la sexualidad, ni las pintas, sino el amor. Esa extraña palabra que no significará nada hasta que encontremos su profundo sinsentido. Dentro de quince días el libro estará en la calle y Shangay no. Pero, amigo Juan Carlos, te juro que cuando lo leas no sentirás nostalgia, porque en cada palabra y en cada página nuestro querido Shangay nos seguirá echando la bronca. Ay, Paloma: ni siquiera me he atrevido a llamarte.