ENTREVISTA A CARLA ANTONELLI : “Como transexual tienes que demostrar el doble para eliminar prejuicios”

Publicado en 360GradosPress

Esta semana 360 Grados Press pasa el micrófono a la activista Carla Antonelli para hacer balance sobre sus años de defensa de los derechos de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales cuando se celebran diez años de la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario

Carla Antonelli es, junto al político socialista Pedro Zerolo, una de las figuras más influyentes en materia LGTB

Carla Antonelli es, junto al político socialista Pedro Zerolo, una de las figuras más influyentes en materia LGTBI. Fotos: Marga Ferrer

Conversar con Carla Antonelli (@carlaantonelli) conduce a recordar por qué los colectivos LGTBI decidieron alzarse en unos años en los que era muy duro e incluso peligroso decir “soy homosexual” o “soy transexual”. También supone recuperar en la memoria a uno de los mayores baluartes de la defensa de los derechos de quienes no eran iguales legalmente al resto hace no tanto tiempo, el político socialista Pedro Zerolo, fallecido en el mes de junio tras una larga lucha contra el cáncer.

Antonelli, actriz, activista y diputada de la Asamblea de Madrid por el PSOE, refleja un espíritu que hoy sigue vigente y que ha conseguido derribar barreras y alcanzar logros tan significativos como la aprobación en España de la Ley del Matrimonio Igualitario, que este año celebra su décimo aniversario. Una mujer decidida, reivindicativa, que deja a un lado los colores políticos en pos de la igualdad y que la convierte en todo un ejemplo a seguir para la sociedad en su conjunto.

¿Qué balance haces de tus años como actriz, política y activista de los derechos LGTBI?

Todo lo que he hecho he intentado que fuera con la mayor dignidad posible, desde el compromiso más absoluto. Como actriz he tratado de ser natural y muy crítica y en la asamblea me he metido profundamente en cada cosa y he tratado de estar a la altura.

¿Cómo definirías en una frase este camino?

Un camino en el que he aprovechado lo que me ha ido poniendo la vida por delante, relacionando lo de ayer con lo de hoy con coherencia, durmiendo con la almohada convencida de lo que haces, si no acabas no reconociéndote frente al espejo.

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¿Se te han puesto muchas trabas para entrar en política por el simple hecho de ser transexual?

Siempre, en todas partes, pero la vida se compone de retos y estos me crecen. Como transexual tienes que demostrar el doble que los demás para eliminar los prejuicios que existen, pero eso me motiva para tratar de desmontar todas esas ideas retrógradas.

Se te considera como uno de los baluartes de la defensa de los derechos LGTBI por haber conseguido llevar de tu propia mano como diputada las reclamaciones y peticiones del colectivo ante el poder. ¿Cómo te sientes al respecto?

Lo veo con mucha humildad y siendo consciente de que solo soy una imagen que representa a un colectivo. La vida me ha llevado ahí y tengo la oportunidad de tener una voz ante Madrid y ante los medios de comunicación para reivindicar la igualdad. Nada más.

¿Queda todavía mucho que hacer por los derechos del colectivo a nivel legal y social?

Queda mucho por hacer. Sobre todo transmitir pedagogía e la incrustación social de que todos cabemos en esta sociedad. Recuperar esa educación para la ciudadanía que se eliminó. Educar en el respecto y en la convivencia con la diversidad a los niños. Queda también luchar por una ley en el marco estatal contra la discriminación, que ya se ha logrado en Barcelona, por ejemplo. Una ley que defienda la transexualidad a nivel autonómico. También es necesario reformar la Ley de Identidad de Género de 2007 que, aunque ya permitía cambiar de nombre a los interesados sin necesidad de operarse, deber proteger mejor a los menores transexuales y a los extranjeros.

¿Por qué crees que piezas principales del movimiento LGTBI como las mujeres lesbianas y las personas transexuales no hayan alcanzado ese nivel de aceptación que sí han logrado los hombres homosexuales por parte de la sociedad?

Se debe a la cultura y a la somatización. Ellas mismas lo han interiorizado y deben desnudarse de ello en primer lugar y luego convencer a los demás. Vamos avanzando. De hecho hace 12 años no nos podíamos casar y ahora ya hay una mayor concienciación de nuestros derechos con los que tener cabida en esta sociedad.

Siempre acompañada en esta defensa por tu gran amigo Pedro Zerolo. ¿Qué ha supuesto su paso por la política para los derechos LGTBI?

Pedro fue fundamental por su capacidad de liderazgo, su capacidad para visibilizar y convencer de la necesidad de leyes que mejoraran nuestra situación y de que los sueños no tienes por qué ser solo sueños. Fue el pegamento del activismo, unificó a todos los colectivos, convenció a Zapatero para que impulsara la aprobación del matrimonio igualitario. Fue una imagen fuerte y potente también hacia países latinoamericanos. Les empoderó para que lo legalizaran también en muchos de ellos.

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¿Cómo valoras los resultados en Madrid de las elecciones autonómicas? ¿Estás conforme con el pacto de PSOE y Ahora Madrid para que Manuela Carmena llegue a la alcaldía?

El ayuntamiento ha empezado regular, ya que hay muy pocas mujeres, por lo que no se ve apenas paridad. Pero, bueno, estoy conforme con el pacto, era lo que había que hacer. Era el pacto natural. Carmena ha llegado al poder gracias a los votos del PSOE, por lo tanto se trata de una gran victoria apoyada.

Valencia es una de las ciudades en la que más se ha notado hasta el momento el cambio de tendencia política. ¿Crees que también va a experimentar una mejora importante en cuanto a los derechos del colectivo con la salida de la alcaldía de Rita Barberá y la entrada de Joan Ribó de Compromís gracias al respaldo del PSPV?

Presupongo que sí, pero no deben solo colocar la bandera de la izquierda como victoria, sino que deben cumplir sus propuestas y los valencianos exigirles que lo hagan. De momento Compromís ha conseguido que varios miembros del colectivo LGTBI entren en sus ayuntamientos municipales. Es un logro.

¿Cuál crees que va a ser el panorama de los ayuntamientos españoles en una de las formaciones de gobierno con el pacto como elemento clave más destacada de los últimos años? ¿Habrá más de pluralismo o de caos?

Habrá más pluralismo. En el País Vasco, por ejemplo, siempre ha habido pactos y les ha ido bien. No debe ser un problema llegar a acuerdos. Lo que deben intentar con esos pactos es trabajar por el bien común y que no se convierta todo en guerras personales por ver quién destaca más.

Perú: Las violaciones correctivas, el infierno silencioso de muchas lesbianas

Artículo publicado en Sin Etiquetas

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Corregir lo que está mal. Así entienden algunas familias el lesbianismo.

Vamos a corregirte, vamos a cambiarte, vamos a mostrarte que estás en un error, vas a comprobar que te faltaba un buen hombre, vas a confirmar que una tiene sus dudas, pero al final ha nacido para ser mujercita y tener hombre. Las violaciones correctivas son un tema invisible. Las lesbianas que han sufrido este episodio de violencia pocas veces lo denuncian o hacen público. Las familias lo niegan. El entorno se hace cómplice al decir que fue una exageración. Para algunos, las violaciones correctivas son ideas exageradas de activistas o tragedias que solo ocurren en Sudáfrica, pero nada más falso..

El Informe Anual sobre Derechos Humanos de Personas Trans, Lesbianas, Gays y Bisexuales en el Perú (2014 -2015).) –elaborado por Promsex y la Red Peruana TLGBda cuenta de esta realidad y recoge testimonios dramáticos que deben conocerse.

“Sucedió que, un día mientras estaba llorando en mi cama, sola, llegó un amigo de familia, a quien tratábamos como si fuera un pariente y le tenía confianza. La puerta estaba sin seguro, así que entró. Se acercó a mi cama y me preguntó si estaba bien. Le contesté que sí, que vaya a la sala, que me alistaba en un momento. El resto es historia. Quería ‘curarme’ a la fuerza. Lo entendí así pues me decía que no estaba bien ‘ser como eres’ y que ‘una mujer que llora por otra, no es correcto’. Nunca más quise saber de él. Tenía miedo, mucho miedo. No le conté a nadie ni lo denuncie (sí, sé que debí hacerlo pero no tuve el valor). Viví durante el siguiente mes teniendo que verlo de vez en cuando, pues era vecino (…). En febrero se materializaron todos mis miedos: estaba embarazada. El suicidio era una constante en mi cabeza (…)”. Solo es identificada con la inicial C. Es lesbiana y conoce el infierno. El testimonio seleccionado por el Colectivo No Tengo Miedo y citado en el informe resume una realidad dolorosa en el Perú.

Se cuenta también cómo en Arequipa, dos conductores de radio Yaraví narraron que una  persona conocida había contratado a un hombre para violar a su hija lesbiana. “Ella tuvo un hijo y, según ellos, logró ‘curarse’. Entre burlas y risas, comentaron sobre este delito que ha quedado impune””.

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¿JUSTICIA?

“El silencio de las víctimas y la invisibilización del problema –pues en los pocos casos donde hay denuncia no se explicita el motivo de odio hacia la orientación sexual de la víctima–, así como la inacción del Estado, permiten que estos casos de suma violencia se sigan manteniendo en la impunidad”, se sostiene en el informe.

Durante la presentación del documento, el 15 de mayo pasado, Silvia Toledo, directora de Amnistía Internacional, llamó la atención sobre la falta de un registro oficial sobre la problemática de las personas LGBT. El subregistro es alarmante y estas violaciones correctivas no se denuncian, es como si NO EXISTIERAN para los ojos de la autoridad.

Hay casos en los que la víctima puede denunciar la violación, pero no dice que fue para ‘corregir’ su lesbianismo por vergüenza y miedo. Así es como la realidad queda oculta. Ocurre en el Perú y en otras partes del mundo, como reporta la ONU: “Estadísticas confiables sobre las violaciones “correctivas” o “punitivas” son difíciles de encontrar. En la ausencia de un enfoque sistemático de controlar, documentar e investigar tales crímenes, es imposible conocer cuán grande es el problema, mucho menos detener a los culpables para que respondan por los hechos.  Mucho casos no se reportan, y aquellos que sí se reportan quizás no pueden ser debidamente señalados como crímenes de odio homofóbico”.

La indiferencia del Estado ante estas situaciones es tal que termina siendo cómplice de los infiernos de muchas mujeres lesbianas peruanas.

Berlín, capital del cuero

Participantes en la última edición del festival fetichista Folsom Europe, en Berlín

Participantes en la última edición del festival fetichista Folsom Europe, en Berlín. / MANUEL MONCAYO / FOLSOMEUROPE.INFO

“¿Te gustaría organizar una orgía en tu casa pero no tienes espacio suficiente? No te preocupes. Contacta con nosotros y te reservamos un espacio en nuestro local de manera gratuita para ti y tu fantasía personal”. La manifiesta naturalidad de este anuncio perteneciente al Club Culture Houze (Görlitzer Strasse, 71), en Kreuzberg, da buena cuenta de la actitud con la que Berlín se toma lo que en muchos otros lugares resultaría tabú. La capital alemana, reconocida en todo el mundo como un símbolo de tolerancia, celebra el fetichismo en todas sus variantes a plena luz del día, en clubes especializados, ferias profesionales y fiestas multitudinarias.

París es la ciudad de la luz y Berlín la del cuero. En ella, difuminar las barreras sexuales en cincuenta tonos de gris tras las puertas del célebre Kit Kat Club(Köpenicker Strasse, 76) resulta para algunos una opción turística casi tan obvia como visitar Legoland con toda la familia. Incluso el escaparate de una aparentemente inofensiva tienda de zapatillas deportivas en Mehrigndamm (Just Sneakers) juega con un evidente subtexto sexual. Durante el día, los gigantescos stilettos retratados por Helmut Newton no abandonan los museos y cafeterías más sofisticadas de la capital. Es durante las primeras horas de la noche cuando el club Lab.oratory despliega un diverso catálogo de parafilias en forma de fiestas temáticas en el sótano de Berghain, la discoteca techno más célebre y transitada del mundo. Algunos sábados están dedicados a la ropa deportiva o a la lluvia dorada y varios domingos se debe acudir con traje de oficina. En muchos de los casos, un estricto código de vestimenta decide si se aprueba o deniega el acceso al paraíso del fetichismo. Practicarlo no es obligatorio, pero sí lo es vestir como si se fuera a hacerlo.

Apartamento 'fetish' disponible en Berlín a través de la web Mineshaft

Apartamento ‘fetish’ disponible en Berlín a través de la web Mineshaft. / MINESHAFT-BERLIN.COM

No hay otra ciudad europea donde la escena fetish esté tan integrada, hasta el punto de formar parte de su mercado inmobiliario. En la webMineshaft se alquilan por días apartamentos con cuarto de juegos para visitantes y locales. Son modelos de pisos para dos personas que incluyen todo lo necesario para un amante del BDSM (bondage, disciplina, sadismo y masoquismo) que coma al menos un par de veces al día: frigorífico, microondas y utensilios de cocina, además de cama bondage, espejo superior, cruz de San Andrés (anclada en la pared en forma de X), máscaras, dildos y portátil con webcam. Todo ello a un precio de 130 euros por noche. Son apartamentos que pasan desapercibidos en cualquier bloque de viviendas de calles como la Motzstrasse y quien los ocupa resulta un miembro más del vecindario, en el barrio de Schöneberg. Se trata de una actividad discreta pero en ningún caso clandestina, como demuestran los pequeños comercios de la zona. Muy cerca se puede encontrar una sucursal de RoB, algo así como el H&M del cuero y el látex, que compite en los alrededores de Nollendorfplatz con las prendas de la tienda Sling King y la oferta algo más casual de Boyz ‘R’ Us.

Una industria de ocio

Participantes en el Folsom Europe 2014, en Berlín

Participantes en el Folsom Europe 2014, en Berlín. / M. MONCAYO / FOLSOMEUROPE.INFO

El fetichismo atrae visitantes y con ellos llega la profesionalización y el negocio. Cada mes de mayo, elGerman Fetish Fair presenta la oportunidad de adquirir antes que nadie las últimas tendencias y las mayores extravagancias en la moda BDSM, accesorios para los amantes del kink y mobiliario con el que construir fantasías sexuales en unplayroom a medida. Se trata de un encuentro entre vendedores, comerciales, fabricantes y su público objetivo. El punto fiestero no puede faltar en Berlín y por eso la feria profesional viene siempre acompañada del German Fetish Ball Weekend, en el que más de 2.000 personas se pasan todo un fin de semana celebrando su libertad sexual. Pero la verdadera fiesta ocurre en septiembre, cuando el vinilo y las fustas pasean por las calles durante el Folsom Europe, que atrae a 20.000 visitantes cada edición. La celebración, en referencia al festival callejero de San Francisco, reivindica la cultura y práctica sadomasoquista con la misma normalidad con la que días después el Oktoberfest lo hace con la cerveza. En vez de puestos con jarras, botellines y currywurst, en este evento, dedicado casi en exclusiva al público gay, los esclavos esperan a cuatro patas en celdas minúsculas a que sus amos les saquen a pasear con una correa a lo largo de la Fuggerstrasse.

Las caras de Lady Stella

Una de las habitaciones temáticas de Le Salon Bizarre, en Berlín

Una de las habitaciones temáticas de Le Salon Bizarre, en Berlín. / LE-SALON-BIZARRE.COM

Rubia, con el pelo tirante hacia atrás, labios rojos y nariz prominente, la dominatrix Lady Stella espera en el club Avalon, cerca de Spandau, para demostrar que “la pasión tiene múltiples caras; algunas son crueles, otras juguetonas, irracionales o frívolas. Pero todas están deseando ser vividas”, dice en su anuncio personal. Mientras, Le Salon Bizarre, en Wuppertal, busca la excelencia: cada hombre o mujer que trabaja en él está especializado en sus prácticas preferidas y ofrece un servicio vocacional. La diversión transcurre en salas temáticas que personalizan la experiencias, como una cabaña para el bondage asiático o el cuarto del acero.

Pero no hay necesidad de salir del centro de la ciudad para tener una cita con un amo o un esclavo profesional. Unos antiguos establos situados en un sótano de Kreuzberg alojan DarkSide. En este local se presta atención, varios días por semana, a aquellos noveles que todavía se encuentran en primero de sadomasoquismo y quieren cursar una formación acelerada en un entorno que no resulte agresivo. La intención es alojar a aquellos que se sientan intimidados no tanto por las prácticas fetichistas como por su propia inexperiencia. En este subsuelo todo el mundo puede dar al menos una oportunidad a nuevas formas de practicar sexo.

Reivindican el matrimonio homosexual en la celebración del Orgullo en Venezuela

Artículo publicado en Cáscara Amarga

Con banderas arcoíris y un un ambiente festivo y reivindicativo, los miembros de la comunidad LGTB venezolana recorrieron varias calles del centro de la capital al ritmo de música electrónica y coreografías desplegadas sobre camiones.

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Cientos de personas celebraron este domingo en Caracas el día del Orgullo con un colorido desfile y una votación para elegir a sus candidatos a la Asamblea legislativa venezolana, donde esperan lograr la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Un grupo de transexuales con vestidos de novia en una vieja camioneta daba testimonio de la principal consigna de esta celebración: el matrimonio igualitario, sobre el cual no hay ningún proyecto legislativo en estado avanzado de discusión, como tampoco de las uniones civiles entre personas del mismo sexo, a diferencia de otros países de América Latina.

“Matrimonio igualitario ya” y “casarme en mi país es mi derecho”, fueron las frases más recurrentes de las pancartas exhibidas en el desfile, al margen del cual un grupo de partidarios del oficialismo organizó una votación para elegir a dos aspirantes a las parlamentarias del próximo 6 de diciembre.

Esos nombres serán propuestos a una coalición de izquierda integrada, entre otros, por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV, en el poder) para que los incluya en su lista de candidatos.

“Queremos llevar a la Asamblea la voz de los eternos excluidos para lograr la igualdad”, dijo Leandro Villoria, uno de los postulantes, quien este domingo entregó al legislador Elvis Amoroso un documento con las demandas de la comunidad LGTB.

“Hoy es el día del Orgullo Gay, pero no nos podemos sentir orgullosos mientras no se respeten nuestros derechos”, comentó Javier Chavarría, otro de los candidatos, quien aspira a que la Asamblea apruebe leyes para que parejas del mismo sexo puedan presentarse como candidatos a programas de vivienda del gobierno, y sobre identidad de género con el fin de que las personas transexuales puedan cambiar su nombre y sexo legal con simple un trámite administrativo.

En marzo pasado, durante un encuentro con mujeres dirigentes del chavismo, el presidente, Nicolás Maduro, instó a abordar las discusiones de todos los temas “conflictivos”, incluidos “el aborto o las uniones homosexuales”.

Viruta: “Desde que me identifican con un hombre noto que tengo más privilegios”

VIRUTA FTM CANTAUTOR

Se define como un “cantautor transexual y precario que hace música transfeminista y rebelde”. Pero Viruta FTM es mucho más que eso y en sus conciertos es capaz de llevarte de la risa a la reflexión en pocos segundos.

Viruta durante la entrevista en Madrid

Viruta durante la entrevista en Madrid. / FOTO: ÁLVARO MINGUITO

“Consumimos aire, sueños, identidad, relación, alma”.
Testo Yonki (2008). Beto Preciado. 

Si tecleamos desde España en cualquier buscador de internet FTM, lo más probable es que lo primero que aparezca sea la Federación de Tenis de Madrid. Si elegimos la opción vídeos, la cosa cambia. Decenas de ventanas con la palabra transgender, timeline o testosterone se despliegan ante nosotras. FTM o Female to Male- de mujer a hombre-, es un código que se usa para identificar a la gente que está en transición y es también la coletilla que acompaña a un cantautor que lleva años rodando por Madrid acompañado de su guitarra, Viruta FTM. “Es algo horrorosamente binario pero sirve para que las personas que transitamos, los chicos trans, podamos encontrarnos”, explica.

Viruta se mueve por Madrid en una diminuta bici roja plegable, “es perfecta y es lo único que me dejan meter en el metro a cualquier hora”. Sabe que tiene aspecto de chaval, “bajito y sonriente” a pesar de los tatuajes. El último que se ha hecho dice “born this way-nacido de esta manera-y va acompañado de un símbolo transfeminista. Viruta, que en otro tiempo se llamó Virginia, comenzó dando conciertos para sus amigas en pequeñas salas de Madrid, “era como una cantautora bollera y tierna”, cuenta.  Desde entonces ha llovido mucho.

¿Por qué Viruta?

Viruta lo conservo desde hace muchos años. La versión real es que me colocaron este mochuelo mis amigas con esa cosa tan machista y universal de que cuando te enrollas con mucha gente en un breve espacio de tiempo te llaman puta, directamente. Mi nombre registrado era Virginia, así que juntaron el Virgina con el puta y me empezaron a llamar Viruta. Empecé a enrollarme a diestro y siniestro, con chicos, chicas y todo lo que se moviera por la misma razón por al que empecé a ponerme mórbidamente gordo entre los 20 y los 25. Me convertí en una versión bajita de lesbiana butch. Se supone que todas las lesbianas de los sueños o las pesadillas de la gente eran más o menos como yo, pero la realidad era que en ese momento había un repunte de bollo lipstick, se podía ser femenina y gustarle a las mujeres. Hubo un bombardeo en los medios en el que las lesbianas de pronto aparecían, pero tenían que aparecer normalizadas y yo ya tenía la mosca detrás de la oreja con todo el proceso de normalización. Tenía escaso interés en mi cuerpo. Sabía que mi cuerpo y mi manera de funcionar por el mundo no eran las que quería y entonces comía sin fin, sin ningún problema, y me enrollaba con gente todo el tiempo. Sin embargo, en vez de estar rayado, como mucha gente trans que lo que hace es intentar mutilarse o encerrarse y no dejar que nadie le toque hasta que no transicione, pues yo lo hice al revés, dejé que todo el mundo me manoseara sin ningún problema ni ninguna carga, pero el cartelito me lo colgaron. Lo de puta es algo con lo que siempre me ha gustado jugar, siempre me ha interesado mucho todo lo que rodea al mundo de la prostitución y el trabajo sexual, toda la construcción social que se organiza en torno al estigma de puta. Me quedé con Viruta porque me parecía adecuado apropiarme del insulto.

Lo de reapropiarse de las etiquetas, lo de resignificar es algo que haces mucho. Tus primeras canciones son versiones de temas más famosos y comerciales, pero poco a poco vas jugando con otras melodías y otras letras, compones himnos contra el amor romántico como Peras y Manzanas o I’m slut, de la Marcha de las Putas de Ecuador, untimeline también sobre tu transición.

Mis últimos dos o tres años han sido la locura. Antes, al estar en otro contexto, hacía canciones distintas. Creo que somos presas de los que estamos viviendo y nunca he podido evitar hacer canciones desde las emociones. Pero han cambiado un montón porque ahora estoy atravesado por mucha información que antes no tenía y mis canciones se han vuelto cada vez más feministas y más integristas. Lo de sufrir por amor romántico o a lo pantoja lo tenía incorporado, y aún tengo un regustito cuando oigo una canción de amor rotundo y me gusta. Ha habido muchos años de construcción para tener una deconstrucción repentina.

Viruta, en un momento de la entrevista

¿“Con tetas no hay ParaDisko”? ¿Lanzas un crowdfunding para quitarte el pecho y sacar un disco?

Estuvimos pensando mucho tiempo el nombre. Este año tengo dos necesidades urgentes. Lo de quitarme las tetas como persona transexual podría haber sido secundario, pero ya me he hartado. Me he hartado de no poder respirar, de no poder ir a la piscina, de no poder llevar una vida normal en el mundo normal, ese del que tantas pestes echo. Yo quiero seguir luchando porque la gente quiera sus cuerpos y yo querer el mío, pero tengo la sensación de que no voy a vivir para ver esos cambios de mentalidad en la sociedad que van a permitir que la gente camine con la expresión de género que le de la gana acompañando al cuerpo que tiene.

¿Realmente crees que esos cambios llegarán en algún momento?

Creo que sí. Los estoy viendo llegar. Poco a poco la gente joven se está lanzando a expresarse. En los ’90 ser la lesbiana de tu barrio, aunque fuera una ciudad grande como Madrid, era significativo, había mucho bullying. Ahora parece que ya está mucho más presente en la sociedad. Sin embargo, la cuestión trans aún está congelada, es algo muy denostado y criticado, y aunque hay mucha lucha entre manos, no creo que me vaya a permitir la vida pasear por ahí sin dar el cante. Yo me meto en el metro y la gente no se da cuenta de que soy un muchacho trans, pero sigue habiendo un montón de parcelas de mi vida en las que no puedo funcionar de manera cotidiana. No puedo salir a tirar la basura sin ponerme una faja o salir a la terraza a tender la ropa porque los vecinos de enfrente me echan fotos si ven algo raro en mi cuerpo. Tengo la sensación de que quedan muchos veranos, que me acerco a los cuarenta años y me apetece hacer otras cosas. Si tuviera 18 años estaría el triple de empoderado y podría ahorrarme la vehemencia con la que defiendo una operación de cirugía plástica, porque hasta yo tengo al sensación de que es una operación de cirugía. Tengo un duelo interno, porque estoy haciendo mucha lucha a favor de la diversidad de los cuerpos y amar nuestros cuerpos y en el fondo siento que estoy traicionándome a mí mismo. Igual hay gente que opina que con la nariz que tiene no va a poder funcionar el resto de su vida, que le frena para las relaciones sociales y que todo el mundo se mete con su nariz. Lo mismo puede pasar con cualquier parte del cuerpo. Pero ya me he lanzado a la piscina porque sé que me va a mejorar la vida y que me va a ayudar a estar mejor por el mundo.

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¿Y el disco?

El disco me hace falta y no me hace falta, pero más allá de eso, tengo la sensación de que hay mucha gente que quiere oír mi música. Yo de pequeño no soñaba con ser cantante, pero sí con ser un señor, o algo así. Mucho más que ahora, que no sueño con ser un señor, sino quedarme en una expresión de género media. Lo que pasa es la gente te tiene que encasillar en una cosa u otra, así que algo habrá que parecer. Desde luego prefiero parecer un señor que una señora, que me queda muy mal, pero yo en mi activismo, en mi entorno de comodidad, prefiero estar en ese limbo extraño. Haciendo música tengo la sensación de que hay muchas cosas que a la gente le han servido para algo, hay madres de niños trans que me dicen que les he ayudado en la transición.

Es cierto que te expones mucho en tus conciertos y en tus canciones y eso no es algo tan habitual. Incluso en los vídeos visibilizas tu transición.

Es que paradójicamente, aunque no me gusta generalizar, lo que se busca desde el colectivo trans es la invisibilidad, la normalización de los individuos o individuas trans, el hecho de que no hayas nacido con unos items de mujer o de hombre y puedas pasar por el mundo sin que la gente detecte que has nacido con las partes del cuerpo que corresponden al otro género. Yo no es que busque lo contrario si no es por un objetivo dentro del activismo. Pasar inadvertido por el mundo me viene bien para que la gente no me acose, no me insulte, no me diga cosas. Pero también me resulta útil que la gente se dé cuenta de que soy trans para que encuentren otros referentes porque a mí es lo único que me ha servido para transitara mí en mi vida. Yo en los 90 intentaba decírselo a mis parejas, pero mientras, hacía una especie de performance de lesbiana o algo así, porque me gustaban las mujeres y entonces me tocaba ser lesbiana porque yo tenía tetas. No sabía que había ninguna otra posibilidad, porque la transexualidad era lo que estaba asociado a la prostitución, a La Veneno, Bibi Andersen y poco más. La idea de hombre trans ni siquiera existía y hasta que las redes no se metieron en la cuestión y empiezas a descubrir transiciones de otras personas, otros lugares del mundo donde hay gente que decide cambiar su expresión de género, no te planteas que tú puedes hacerlo. Es necesario siempre que haya referentes y pensar que no eres la única persona que está pasando por eso.

¿Y qué referentes encuentras tú?

En los 90 no hay nada, sobre todo encuentro a partir de 2005 casi todo en YouTube. Hubo gente que empezó a contar sus penas y su situación, a querer cambiar y, sobre todo, a hacer una especie de timeline en el que mostraban su cambios. Se empezaban a hormonar y contaban mes por mes cómo cambiaban y lo que se iban encontrando, haciendo una especie de tutoriales. Es algo dual porque hay una parte de vanidad, porque te empiezas a mirar en el espejo mucho más que durante el resto de tu vida porque te vas pareciendo más a aquello que querías conseguir, pero también tienes ganas de que el resto lo vea, por si puedes ayudar a alguien.

La reflexión puede sonar viejuna, pero es cierto que en este sentido internet ha hecho mucho, ¿no?

El YouTube a mí me ha cambiado la vida, igual que a muchísima gente. El transitar es algo que aún a día de hoy no se entiende, sigue resultando muy impactante que la gente decida cambiar una obligación tan importantísima como es mantener tu expresión de género hasta que te mueras. La ventana del YouTube permite que la gente que está haciendo cosas en su intimidad las saque fuera. Yo al principio era super tecnófobo. Nunca había pensado en hacer cosas en internet, pero todo fue de la mano del feminismo. Había tenido militancia feminista de joven, de puño en alto y mani 8 de marzo, pero muy tibia a los 20 años.  De ahí me metí en el momento LGTB másmainstream de Chueca, dejé de lado la lucha feminista pero en Chueca tampoco encajé. Así que al volver a Lavapiés y meterme en temas de contenido me di cuenta de que mi lugar estaba aquí, con gente que tuviera más diversidad de expresiones de género. Como persona trans en el colectivo LGTB creo que no se encaja. Se encaja muchísimo mejor en cualquier submundo de gente que no se plantee tanto las cuestiones éticas y estéticas como en el mundo LGTB mainstrream, que está todo muy observado. Igual que las unidades de género, que son muy criticadas por los colectivos trans, porque te obligan a una transexualidad muy hegemónica en la que si eres un hombre trans eres muy hombre con sus camisas de cuadros, su fútbol y cosas así, en el entorno LGTBmainstream también es así, tienes que encajar con una cosas, una música y vestirte de una manera concreta.

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Has hablado de las Unidades de Género ¿Cómo es la transición por la sanidad pública?

Es todo complicado, hay una posibilidad de intervenirse por la Seguridad Social pero tienes que entrar por el ojo de la aguja. Yo estoy vetado en la UTIG (Unidad de Transtornos de Identidad de Género de la Comunidad de Madrid), que es horrible, porque estuvimos en un congreso de transexualidad, donde por cierto no había sin gente trans e hicimos preguntas incómodas tipo “¿Ustedes saben que les mentido en los test y que cuando nos preguntan si somos heteros o nos gusta el fútbol mentimos y decimos que sí?”. Después me dijeron que mi solicitud podría demorarse años y años.

¿Y el cambio de nombre a nivel legal?

Dentro de la sanidad pública hay un protocolo, pero también hay una alternativa para la gente que no tiene tarjeta sanitaria. Está Médicos del Mundo y la posibilidad de acceder a un psicólogo o psiquiatra privado, eso sí pagándolo, y necesitas dos informes, uno de un endocrino, alguien que te haya estado siguiendo durante dos años, porque te tienes que estar hormonando durante dos años para cambiarte el nombre, necesitan una prueba de que en tu paso futuro por la “vida real” vas a ser leído como un hombre. Y mientras, vas asistiendo a terapia para que confirmen tu cambio. Te hacen test y distintas preguntas en las consultas,  un historial completo de tu vida personal, de tu vida sexual, y sobre cómo te has comportado con tus parejas. Si determinan que hay algo en tu vida que no les cuadra, el informe puede ser vetado y no te dejan cambiarte el nombre, es muy perverso. Así que intentas responder siempre lo que crees que quieren oír. Y estás supeditado a lo normativo y conservador. Una de las preguntas más clásicas es “¿cómo sabes que no eres una mujer lesbiana?” Alguien con 17 o 18 años les imponen una masculinidad que ellos no tenían y eso es lo que da miedo, les devuelven a su casa hechos una mierda porque no les gusta el fútbol.

¿Cuánto llevas hormonándote? ¿Has notado muchos cambios?

Llevo dos años y medio y las hormonas me han cambiado la vida. Me hubiera podido mantener igual el resto de mi vida, sin operarme, si la parte protésica de esconder las tetas no fuera tan incómoda para vivir, pero tener una faja en medio el pecho te impide vivir y respirar, genera lesiones con los años. Lo de la hormonación lo he notado en la voz, que me ha bajado un par de escalas y eso ha sido muy complicado. No hay más chicos trans que canten porque es muy difícil. Yo lo que hago ahora es jugar porque cuando te cambia la voz te quedas en menos de una escala. Es un cambio de voz artificial y adulta que se produce porque las cuerdas vocales crecen y al crecer, la garganta se estrecha. La hormonación también hace que te crezcan músculos y puede que la mala leche, pero no te implanta una violencia que no resida en ti. También he notado que ha cambiado mi manera de socializarme, porque la gente ha dejado de leerme como una lesbiana camionera y verme como un muchacho y ser más invisible, porque los muchachos son más invisibles. Y si eres bajito, como yo, eres medio hombre para muchas cosas. Las mujeres hetero genéricas del mundo, tampoco reparan en ti porque eres bajito. Los muchachos gays sí me miran más.

¿Y desde que eres leído como hombre sientes que tienes privilegios masculinos, que te tratan de manera diferente?
Por supuesto que sí, tienes privilegios en un millón de cosas. Las primeras, las más sutiles, ser más escuchado, todo eso que llaman micro machismos, que en realidad son machismos tal cual, desde que te pongan a ti la caña y a tu compañera la fanta hasta el tema de la ocupación en el espacio público, no tener miedo por la noche en la calle o que una misma broma caiga de manera diferente según de qué boca salga. Lo esperabas porque lo sabes desde siempre, y ocurre. Te das cuenta de que exactamente con la misma circunstancia y viviendo la vida en tu mismo envase, solo porque la cáscara ha cambiado, la cosa funciona de manera diferente.
¿El género binario es uno de nuestros mayores problemas? Al menos eso decías en unaentrevista de Pikara Magazine.
Es el primero de nuestros problemas porque eso nos da una carga vital, una mochila de quehaceres. Desde que existen las ecografías que pueden definir en teoría qué es lo que te cuelga entre las piernas, hay una educación en género, incluso a través de la tripa. Se habla de lo bonita que va a ser la niña o de que el niño va a ser futbolista. Hay una necesidad imperiosa de poner etiquetas. Todo en la vida nos llega en forma de binario, hasta que no nos desviemos de todo eso, el mundo no va a cambiar, aunque los grupos de gente joven ya están cambiando. Hay niños y niñas hegemónicos que no se conforman con ser un macho macho o una hembra periputi. Hay mucha gentetransgender o gender fucker, gente que no quiere ser él o ella, o que se nombra como “elle”. Como los góticos de mi juventud, que era lo más andrógino que me encontraba en mi época. Muchachos que se maquillaban, dulces, femeninos… ahora pasa mucho con la gente joven en el mundo del cómic y se empieza a deshacer el género desde la cultura japonesa, porque tienen una manera más andrógina de sentir la vida. Son sujeto de bullying a saco, porque en el cole tienes que ser una barbie malibú o el garrulo que da collejas a los demás. Es un patio de instituto que viene de Estados Unidos, pero es el mismo que veíamos en la peli de Grease en los 80 en la que los nerds se ponen en un banco y los quarterbacks en otro. Eso está en todas partes pero la gente joven lo está intentando disolver poco a poco.

Cuando las Ramblas quisieron ser Stonewall

Artículo publicado en Hipertextual

De la persecución franquista al matrimonio igualitario, la historia de la homosexualidad en España refleja la lucha por la igualdad del colectivo LGTB. Repasamos su evolución en este 28 de junio, Día del Orgullo.

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Colita (Isabel Steva Hernández) (Museo Reina Sofía)

En 1969, la policía entraba en el Stonewall Inn con el objetivo de hacer una redada. No era la primera vez, aunque aquel 28 de junio sería diferente. En el pub gay, situado en Greenwich Village, las operaciones policiales eran frecuentes.

A la 1:20 h de la madrugada, los agentes entraron en el bar gritando que “estaba clausurado”. Habitualmente, los jóvenes salían y se identificaban. Aquellos hombres que iban vestidos de mujeres, o las pocas lesbianas que frecuentaban el bar que fueran vestidas de “forma no femenina”, eran detenidos. Pero esa noche todo cambió. Alguien gritó “no nos vamos”. Tres palabras que hicieron estallar el ambiente. Tres palabras que encendieron la mecha de los disturbios de Stonewall.

“La homosexualidad es en realidad un trastorno mental que ha alcanzado proporciones de epidemia”. Frases como ésta eran repetidas por psiquiatras y psicólogos de la época, como relatan en el documental La rebelión de Stonewall. Las revueltas en la ciudad de Nueva York marcaron un punto de inflexión en el movimiento LGTB estadounidense. Ya nada volvió a ser lo mismo desde aquel 28 de junio, fecha en la que se celebra anualmente el Día del Orgullo.

 La represión española

Al otro lado del Atlántico, la situación para miles de homosexuales era todavía peor. Federico García Loca había sido fusilado en la madrugada del 18 de agosto de 1936, dos meses después de la sublevación militar contra la II República. Tras el fin de la Guerra Civil, la dictadura franquista reprimió cualquier atisbo de libertad.

Sin embargo, como señala Monferrer Tomàs, “los homosexuales no representaron un problema prioritario para el franquismo de posguerra”. En un primer momento, el control de los comportamientos considerados como “inmorales” fue delegado en la Iglesia católica. Sin embargo, las décadas de los cincuenta y los sesenta se caracterizaron por una mínima apertura al exterior, como consecuencia del aumento del turismo. Ante esta situación, la dictadura decidió tomar cartas en el asunto, considerando a los homosexuales como “una amenaza para el orden público”.

La Ley de Vagos y Maleantes, impulsada por consenso durante la II República para “el control de mendigos, rufianes sin oficio conocido y proxenetas”, fue modificada el 15 de julio de 1954. El objetivo no era otro que perseguir y castigar cualquier práctica homosexual.

Dieciséis años más tarde, el gobierno de Carrero Blanco sustituía el texto por laLey sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social. La nueva regulación contemplaba disposiciones similares, pero incluía además “penas de hasta cinco años en cárceles o manicomios para los homosexuales y demás individuos considerados como peligrosos para que se rehabilitaran”.

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Placa en la antigua prisión provincial de Huelva, en recuerdo a los homosexuales encarcelados durante la dictadura franquista. Fuente: Calapito (Wikimedia)

Sólo un año después de las revueltas de Stonewall, el texto fue aprobado y recibido con entusiasmo por gran parte del poder judicial. El fiscal de Málaga comentaba en la Memoria del Tribunal Supremo de 1971 “el aumento del nefando vicio sodomítico, fomentado en la Costa del Sol por elementos extraños que allí se congregan”. Palabras similares a las pronunciadas por el fiscal de Las Palmas, cuando se refería al “aumento alarmante de las prácticas homosexuales al que contribuye principalmente una especial y degenerada clase de turistas extranjeros”.

A través de ese instrumento, como sostiene Monferrer Tomàs, “los invertidos sexuales se catalogaban en genuinos congénitos (o de nacimiento) u ocasionales (viciosos)”. Entre 1974 y 1975, el 6% de los informes disponibles en los Juzgados de Peligrosidad de Madrid se referían a personas homosexuales, en su mayoría varones.

Los denominados “peligrosos” eran considerados por la ley como “enfermos a quienes no se debe perdonar, sino curar”, según el investigador de la UNED. Esto hizo que las personas homosexuales no sólo fueran perseguidas y reprimidas, sino que también fueron encarceladas como “método de prevención del contagio”. Como consecuencia, los homosexuales no sólo eran sometidos al aislamiento social en manicomios y prisiones, sino que los condenados no podían reintegrarse en la sociedad hasta que no se hubiera evaluado su “curación”. En otras palabras, las personas afectadas no podían beneficiarse de indultos, amnistías, redención de penas o libertad condicional como otros presos.

La manifestación de las Ramblas

La persecución de la homosexualidad en España, al igual que ocurrió la noche de la redada de Stonewall, llegó a a una situación límite. Pero en nuestro caso, las protestas no fueron violentas, sino que en silencio y bajo pseudónimos, valientes como Francesc Francino (Mir Bellgai) o Armand de Fluvià (Roger de Gaimon) comenzaron a organizar los primeros movimientos LGTB.

En la década de los setenta, de Fluvià y Francino eran conocedores de los disturbios de Stonewall o las revueltas en el París de 1968 gracias a la influencia de publicaciones como la revista Arcadie. Juntos fundaron elMovimiento Español de Liberación Homosexual, un grupo compuesto en su mayoría por hombres, que empezó a editar en 1972 el boletín mensual Aghois. Eran tiempos de clandestinidad y miedo, lo que no les impidió trabajar por los derechos del colectivo LGTB.

Tras la muerte de Franco, los activistas crearon el Front d’Alliberament Gai de Catalunya, el movimiento que dio lugar a la fundación del Institut Lambda, el primer centro cultural y de servicios para homosexuales en España. El luego conocido como Casal Lambda, situado en Barcelona, fue el germen de la primera gran manifestación por los derechos de personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Era el 26 de junio de 1977, y bajo el lema “Nosaltres no tenim por, nosaltres som” (“Nosotros no tenemos miedo, nosotros somos”), 4.000 personas se concentraron en las Ramblas para solicitar amnistía para los delitos sexuales y la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social.

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Colita (Isabel Steva Hernández) (Museo Reina Sofía)

La noticia recogida por La Vanguardia dos días después, -los lunes no se editaba el periódico-, explicaba que “los manifestantes no habían interrumpido en ningún momento la manifestación pues circularon en orden por el centro de Las Ramblas”. A la altura de Canaletas, sin embargo, la policía dispersó a las 4.000 personas con disparos de balas de goma. Como consecuencia, tres manifestantes resultaron heridos de gravedad, y un cuarto, Oriol Martí, fue detenido en la cárcel Modelo de Barcelona.

Después de la histórica manifestación, 36 organizaciones políticas, sindicales y civiles (entre las que se encontraba la CNT o el PSUC) firmaron un documento exigiendo la liberación de Martí. El detenido, médico de profesión, PNN de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro de Bandera Roja, “fue maniatado a la espalda, propinándole golpes en los testículos con las rodillas”, según denunciaba El País a principios de julio. Tras 52 días preso, Oriol Martí sería liberado.

Tal y como recoge el blog L’Armari Obert, la manifestación de Las Ramblas, convocada por el entonces ilegal Front d’Alliberament Gai de Catalunya, marcó un punto de inflexión en la defensa de los derechos de las personas homosexuales. En aquella concentración, se podían leer y escuchar consignas como “Mi cuerpo es mío y hago con él lo que me da la gana”, “¡Amnistía sexual!” o “¡No somos peligrosos!”

¿Qué pasa cuando una fuerza imparable choca contra un objeto inamovible?

En la película Imagine Me & You, una de las protagonistas se pregunta qué ocurriría si una fuerza imparable choca contra un objeto inamovible. Algo así sucedió en España. La manifestación de las Ramblas fue el comienzo de algo más grande: la expansión del colectivo LGTB por el resto del país. El trabajo del Front d’Alliberament Gai de Catalunya pronto se extendió por regiones como Valencia, las Islas Baleares, Madrid, Málaga o Bilbao. Así fue como la primera concentración se repetiría con éxito en 1978 en las ciudades de Madrid, Barcelona, Bilbao y Sevilla.

La celebración del Orgullo se convirtió en algo más que una manifestación. El 26 de diciembre de 1978, el Consejo de Ministros presidido por Adolfo Suárezretiró la homosexualidad de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Unos meses más tarde, organizaciones médicas, civiles y culturales, junto con 50 ayuntamientos catalanes liderados por el de Barcelona, exigieron la legalización del Front.

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Manifiesto editado por el Front d’Alliberament Gai de Catalunya contra la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Fuente: Todo Colección

La petición se hizo realidad el 16 de julio de 1980, veintiséis años después de la modificación de la Ley de Vagos y Maleantes por parte de Franco. El Front d’Alliberament Gai de Catalunya dejó de trabajar en la clandestinidad, pero la persecución al colectivo homosexual continuaba. Como explica Antonio Poveda, antiguo presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), los homosexuales seguían expuestos a las redadas y detenciones por parte de las fuerzas de seguridad del Estado.

Las últimas, según la propia Federación, ocurrieron en Barcelona antes delMundial de Fútbol de 1982. El Delegado del Gobierno en Barcelona decidió cerrar algunos bares de ambiente, con el objetivo de mostrar “una
buena imagen de la ciudad a los visitantes del Mundial”. Como protesta, los empresarios LGTB decidieron colocar la bandera del arcoiris con el símbolo del Naranjito abanicándose en las puertas de los establecimientos. “Lo nuestro sí que es mundial”, ironizaba el lema de las movilizaciones.

La lucha contra la homofobia

Lo que aquellos manifestantes no sabían es que algo mundial iba a volverse en contra del movimiento homosexual. Algo invisible, imperceptible, mortal. El VIH 

Muchas personas fallecieron a causa de un síndrome que apagaba su sistema defensivo. Freddy Mercury, el líder de Queen, confirmaba en 1991 que estaba infectado por aquel virus maldito. La lucha contra la represión política en España se transformó en un movimiento para tratar de frenar los contagios, que afectaron sobre todo en un principio a varones homosexuales. La estigmatización del colectivo LGTB se disparó, hasta el punto de que sus efectos se siguen observando todavía hoy, como demuestra la reciente prohibición de donar sangre a hombres que hayan mantenido relaciones con personas de su mismo sexo.

El VIH no sólo infectó y mató a millones de personas de todo el mundo. También fue el gran culpable de las campañas que alimentaron el miedo y el odio al diferente. El 6 de octubre de 1991, un grupo de neonazis asesinaba en el Parc de la Ciutadella a Sònia Rescalvo, una transexual de 45 años. La ciudad en la que había despertado el movimiento LGTB veía con horror cómo seis jóvenes ultraderechistas pateaban hasta la muerte a la mujer en la glorieta de los músicos. 22 años después de su asesinato, el Ayuntamiento de Barcelona decidió renombrar aquella plazoleta en su recuerdo.

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Placa en homenaje a Sònia Rescalvo, la transexual asesinada en Barcelona por un grupo de neonazis. Fuente: Enfo (Wikimedia)

La historia de la homosexualidad en España es un eterno vaivén de luchas y conquistas. La manifestación de las Ramblas fue sólo el comienzo, dado que a diario miles de personas deben convivir con sus propios Stonewall, en forma de agresiones y ataques homófobos. La aprobación del Código Penal de 1995 fue un nuevo hito para el colectivo, al incluir la protección de la orientación sexual en los artículos 510, 511 y 512, considerando como agravante de delito la homofobia.

El 30 de junio de 2005, el Congreso de los Diputados hacía posible un sueño que jamás imaginaron aquellos manifestantes de las Ramblas. La aprobación de la Ley 13/2005, gracias a la inestimable labor de activistas como Pedro Zerolo, convirtió a España en el tercer país del mundo en dar luz verde al matrimonio homosexual, después de Holanda y Bélgica. Estados Unidos dio también luz verde el pasado viernes almatrimonio igualitario. Estos textos no sólo han permitido que parejas del mismo sexo puedan casarse, sino que además ha visibilizado la realidad de miles de hogares.

Según datos del Pew Research Center, España es el país donde mayor aceptación hay de la homosexualidad (88%) en el mundo. Las luchas del colectivo LGTB continúan todavía hoy a base de pequeñas grandes conquistas, como la aprobación de la ley de derechos de personas gay y lesbianas y contra la homofobia del Parlament de Catalunya. Si Stonewall marcó un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos, algo similar ocurrió con la manifestación de las Ramblas de 1977. Aquellas 4.000 personas comenzaron a andar un camino que continúa hoy en favor del respeto a la igualdad y a la diversidad.

se expandió rápidamente en la década de los ochenta por todo el mundo, estigmatizando todavía más al colectivo. La lucha contra el virus que causa el SIDA sigue siendo hoy un reto para millones de pacientes, científicos y médicos que buscan mejorar su prevención, diagnóstico y tratamiento.

Cuba derrota al VIH infantil: la OMS llama al mundo seguir el ejemplo de La Habana

El sistema de salud pública de Cuba ha permitido erradicar casi totalmente el VIH infantil en la isla gracias a los mecanismos preventivos con los que los médicos del país caribeño tratan a las mujeres durante el embarazo.

Raisa Montero lleva varios años como epidemióloga en una de las clínicas periféricas de La Habana. Su trabajo consiste en atender a mujeres como Yunaisi Rodríguez, madre de tres hijos. El último de ellos, Raúl, lo trajo al mundo cuando ya estaba enferma de VIH. Para esta doctora, enfrentarse a estos pacientes es también un reto como ser humano.

“Hay momentos en los que se deprimen, hay momentos en los que piensan que es el final.”, dijo Raisa Montero.

Yunaisi aún recuerda la sensación que sintió cuando supo que su bebé había nacido totalmente sano. “Me sentí muy aliviada porque tener un niño sano es lo mejor que uno puede tener en la vida. Con mi problema yo hice todo lo que me pidieron los médicos”, afirmó la paciente de VIH, Yunaisi Rodríguez.

La doctora Montero forma parte de un equipo multidisciplinario que se reúne día tras día para seguir a las más de doscientas mujeres embarazadas que se atienden en esta clínica, una práctica que se repite en todos los hospitales de Cuba y que le ha permitido a la nación caribeña a convertirse en el primer país del mundo en erradicar la transmisión de madre a hijo de sífilis y VIH.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) otorgó a Cuba esta categoría después de una meticulosa investigación de sus expertos en el terreno. Durante cinco días recorrieron hospitales, laboratorios, entrevistaron a especialistas y a pacientes.

“Todo cuanto hemos logrado en esta y otras esferas de la salud, ha sido posible en primer lugar, por nuestro sistema social y porque ha existido una constante e inequívoca voluntad política al más alto nivel, que ha permitido que un país con escasos recursos financieros y bajo difíciles condiciones, haya podido garantizar el derecho a la salud y el bienestar de todo un pueblo por casi 57 años”, declaró el ministro de Salud de Cuba, Roberto  Morales Ojeda.

Los éxitos sanitarios de la isla radican en su sistema preventivo. Uno de sus programas está dedicado al cuidado integral de las mujeres embarazadas. Las parejas están obligadas a realizarse numerosos exámenes médicos y si la futura madre sufre de VIH, se le suministran retrovirales para disminuir la concentración del virus en sangre, así se evita contagiar al bebé.

Hace pocos días, Damaris Fajardo, logró el sueño de ser madre. A pesar de ser una mujer totalmente sana, agradece el trabajo preventivo de las autoridades médicas y los medios de comunicación.

Se estima que en 2013, unos 240.000 niños nacieron infeсtados con VIH en todo el planeta, en Cuba solo hubo dos casos. La OMS llamó al resto de la comunidad internacional a seguir el ejemplo de Cuba. Según la directora de la institución, Margaret Chan, los resultados de la Isla son una victoria sobre el VIH y una prueba de que su total erradicación es posible.

El mundo detiene el sida y se fija un nuevo objetivo: erradicarlo en 2030

La ONU da por alcanzado su sexto objetivo del milenio, ya que 83 países logran frenar el avance del VIH

NAIROBI – El mundo ha alcanzado en 2015 su sexto objetivo del milenio: haber detenido y reducido la propagación del sida y ahora se fijará otra meta más ambiciosa para los próximos quince años: erradicar el virus en 2030.

Según un informe de la agencia de las Naciones Unidas contra el sida (Onusida) titulado Cómo el sida lo cambió todo, que recopila los logros y fija las prioridades para la lucha contra el virus de inmunodeficiencia humana en los próximos lustros, “la epidemia se ha detenido y revertido”. En 2014, 83 países, que representan el 8 % de toda la población que vive con VIH (37 millones a nivel mundial), ha parado el avance o detenido la epidemia, incluyendo a algunos de los países más afectados, como India, Kenia, Mozambique, Sudáfrica y Zimbabue. “Un nuevo objetivo está ahora ante nosotros: poner fin a la epidemia del sida en 2030”, declaró el jefe de Naciones Unidas, quien ayer presentó en Adis Abeba el balance y los retos de la lucha mundial contra la enfermedad.

Entre los hitos alcanzados en esta etapa destaca la reducción de las nuevas infecciones por VIH en un 35%, al pasar de 3.100.000 de contagios en 2001 a 2.000.000 en 2014, y de las muertes relacionadas con el sida, que han caído un 41%. Los nuevos casos han descendido especialmente entre los niños, hasta un 58%, que pronto dejarán de contraer la enfermedad, sostiene el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

La epidemia se ha detenido en 22 países y ha caído un 20% en 62 estados, aunque ha aumentado un 20% en otros 56. La incidencia del sida entre los jóvenes ha caído un 37%, mientras que el 73% de las mujeres embarazadas seropositivas recibe tratamiento para no infectar a sus hijos, cadena de transmisión que Cuba ha sido el primer país en romper. Mientras que en 2000 menos de 700.000 personas recibían tratamiento contra el sida, hoy en día unos quince millones de personas tienen acceso a retrovirales.

PRECIO DE LOS MEDICAMENTOS Precisamente, otro de los logros de este objetivo del milenio es la reducción del precio de los medicamentos que combaten la enfermedad, que han pasado de costar 10.000 dólares al año en 2000 a menos de 100 dólares una década mas tarde. Además, el número de niños huérfanos a causa el sida está estabilizado en cerca de 14 millones, cifra que habría alcanzado los 22 millones sin la expansión de los retrovirales. “Gracias a la resiliencia y el gran sentido de comunidad en África, el 95% de los huérfanos son cuidados por familiares o vecinos”, añade el informe.

Todos los países del continente negro, que sigue siendo el de mayor prevalencia del virus con 25,8 millones de seropositivos (el 70% de todos los enfermos del mundo), dan prioridad a la lucha contra el sida en sus políticas públicas. Aunque el 80% de los enfermos se concentra en veinte países, la epidemia mantiene dimensiones globales y afecta a los hombres que practican sexo con otros hombres (330.000 nuevos casos en 2013), quienes se inyectan drogas (110.000) y a las personas que ejercen la prostitución (70.000). – Efe

Por un feminismo no sólo hegemónico

El deseo que se esfuma por el camino

Cuando los feminismos se piensan exclusivamente en términos de hegemonía[1], se pierde algo importante que las luchas feministas desde los 60 pusieron sobre la mesa: el deseo como fuerza colectiva, el cuerpo como campo de batalla y la creatividad como posibilidad de inventar mundos. Necesitamos una política de mayorías, pero también una política del deseo que permita desplazar los presupuestos racionalistas-discursivos que prevalecen en la apuesta populista. ¿Cuáles son estos presupuestos? Tienen que ver con tres cuestiones: otorgar prioridad al discurso como campo en el que se disputa lo político; señalar la importancia de las emociones como instrumentos para la movilización social –en lugar de comprenderlos como afectos incalculables e impersonales–; y tomar la demanda –las reivindicaciones de los diferentes actores sociales– como lógica que rige el espacio político.

Chantal Mouffe y Ernesto Laclau publicaron en 1985 un libro clave, Hegemonía y estrategia socialista, en el que elaboraron una contundente crítica al marxismo ortodoxo. En el centro de sus preocupaciones, estaban dos: pensar las luchas sin presuponer una identidad a priori que portaría en sí misma el cambio; y dar cuenta de una multiplicidad de sujetos surgidos al calor de las transformaciones socioeconómicas de un capitalismo que se recomponía velozmente: feminismos, luchas étnicas, nacionales, sexuales y ecológicas. En relación al primer punto, pensaron que el cambio no podía derivarse automáticamente de una determinada posición de clase. Debían contemplarse los complejos procesos en los que se forman las identidades políticas. Esta atención implicó romper con algunas de las certidumbres que ofrecía el relato marxista: la clase obrera, entendida como una esencia con inclinaciones propias, se desvanecía. En relación al segundo, en contra de los pensadores que en el término del siglo XX profetizaban el final de la política, señalaron que la proliferación de nuevos protagonismos no debía conducir al relativismo. Al contrario, constituían la riqueza necesaria para repensar la democracia, siempre que se buscasen formas de articular las diferencias que evitasen la dispersión de las luchas. Como Laclau desarrollará posteriormente, para ello se volvían imprescindibles significantes vacíos como «pueblo» con capacidad para nombrar diversas demandas sin condicionarlas en su contenido ( no tanto por su vaguedad, sino por tratarse de significantes al mismo tiempo necesarios e imposibles –nunca pueden representarlo todo–), y que permitía aglutinarlas a partir de sus equivalencias.

Teniendo en cuenta estas importantes aportaciones, ¿puede afirmarse que una teoría que se reconoce parte de la crítica al esencialismo filosófico y político contenga algo del racionalismo que pretende cuestionar? Para intentar responder a esta pregunta –sacudida por la preocupación de un deseo que se esfuma de la acción política– debemos acercarnos a tres problemas que transitan entre la propuesta teórica de Mouffe y Laclau, y la experimentación real de Podemos en España.

¿Qué política, qué sentido común, qué articulación?

El primer problema surge cuando reducimos lo político a una serie de demandas. La demanda presupone un sujeto que realiza determinadas reivindicaciones, como si el proceso por el que dicho sujeto se forma no fuese político en sí. Pese a que estilos, modos de hacer y construir relaciones son determinantes, pasan a un segundo plano. Si tenemos en cuenta que estos aspectos están implicados en producir subjetividades diferentes, este desplazamiento supone una pérdida fundamental. Gilles Deleuze y Félix Guattari señalaron que lo que sucede en el plano molecular –que tiene que ver con lo que ocurre en el nivel del deseo, no con lo pequeño o individual– es clave para el tipo de procesos revolucionarios que ponemos en marcha. Desde los 60, las revueltas feministas afirmaron que el cambio debe tocar los cuerpos, transformar la vida. Con ello, anticipaban la respuesta a un capitalismo que además de producir desigualdades económicas insiste en lo simbólico, codifica el deseo social. El poder produce formas de vida,  se encarna en la sexualidad, el racismo o el consumo, modula individuos. Si consideramos esto, el desafío que se presenta es revalorizar el proceso de experimentación que permite construir otras culturas políticas, otros modos de habitar el mundo. Los afectos no son emociones individuales que puedan ser conducidas por la razón, sino la materialidad en la que nos constituimos. Dicho de otra forma: el desafío se juega también en una micropolítica de los cuerpos.

Con aquel desplazamiento, también se olvida la existencia de algo más esencial que la demanda: el acto por el que acontece la reapropiación de la potencia colectiva. Antes que la demanda, lo político reclama espacios donde vivenciar la capacidad que tenemos de cambiar las cosas junto a otros, de hacer lo imposible. Espacios donde lo que se pone en juego no es algo calculable, sino la misma intensificación de esa potencia. Precisamente, se trata de una potencia que no siempre puede –ni debe– traducirse en demanda; ésta es en todo caso un efecto de un proceso mucho más amplio. La tensión producida en los últimos meses, al calor de las pasadas elecciones municipales, entre desborde y control, exceso y captura o sociedad en movimiento y movimiento social puede entenderse como una disputa positiva contra el olvido de esta noción amplificada de lo político. Si echamos la vista atrás en busca de referentes que ayuden a orientarnos, encontramos la singular experiencia de institucionalización que vivió el movimiento feminista en los años 80 y 90; experiencia que nos enseñó que la posibilidad de crear nuevos imaginarios está ligada a espacios de autonomía social: en ellos, se inventan mundos diferentes. Y que sin procesos de autonomía que sean capaces de salir más allá de sí mismos lo que se genera es meramente autorreferencial. En el contexto que nos toca, cabe decir que sin experimentación social no podrán crearse instituciones realmente otras. No debe olvidarse que el triunfo en las urnas no fue producto de un movimiento prefigurado, sino de la sociedad en movimiento que de maneras a veces insospechada, desde múltiples focos, ha alimentado una atmósfera de cambio sin precedentes. El 15M sigue siendo la imagen que nos inspira: un movimiento de cuerpos que auto-organiza progresivamente un nuevo sentido de la realidad. Esta imagen la tenemos grabada a fuego lento en la memoria colectiva reciente. Debemos seguir preguntando: ¿Cuánto del 15M es parte del famoso asalto institucional? ¿Cómo mantener viva una política deseante? ¿Puede ser ésta también una política de mayorías?

El segundo problema tiene que ver con la batalla por la hegemonía. Si miramos desde los feminismos, vemos que tenemos una oportunidad ¿histórica? para hacer de nuestras propuestas lugares comunes en los que la sociedad pueda sentirse reconocida. Para ello, se necesitan marcos de sentido compartidos, lenguajes menos codificados que promuevan una participación amplia e ir más allá de posiciones ideológicas, interpelando desde la experiencia llana, cotidiana, en primera persona. En esta tarea, enfrentamos dos peligros: que se confunda este trabajo de conexión de lo particular a lo general con asumir un determinado sentido común presente en la sociedad –presuponiendo su necesidad, olvidando su contingencia–. Y, por otro lado, interpretar la articulación entre diferentes luchas como algo que tiene lugar desde arriba, como un paraguas que nos protege, pero que nos queda grande y no acabamos de sentir propio.

¿Cómo evitar esto? Primero: no puede darse por hecho qué sea el sentido común, pues éste siempre está sujeto a la historia y al lugar en el que se delimita. No está de más señalar que lo que para unos resulta «de sentido común» no lo es para otros. Esto tiene que ver con el hecho fundamental de que el sentido permanece siempre abierto: no puede ser clausurado de manera definitiva. Por ejemplo, pensemos cómo ha cambiado lo que entendemos por «crisis»: de un destino inesquivable a una situación con responsables directos. Si bien, por una parte, el sentido es objeto de disputa, por otra, el sentido también implica un proceso creativo. Y si el sentido se crea es debido a que las palabras no pueden decirlo todo por sí mismas: están inacabadas, y este inacabamiento permite que pueda producirse una novedad; y que protestar, tomar las plazas o parar un desahucio adquieran un significado diferente. Pero, ¿qué es lo que hace entonces que tal sentido y no otro se torne común? Una respuesta tentativa: tiene que ver con la presencia de diversas fuerzas que constituyen lo social (por ejemplo: sin la Plataforma de Afectados por la Hipoteca posiblemente los desahucios no serían considerados como ocurre hoy un problema de todos), así como con la capacidad de nombrar una experiencia compartida –vivida y sentida por muchos– y con no decirlo todo: con expresar algo de su esencia inacabada; con la posibilidad de dibujar una línea de fuga, de crear un significado distinto. El desafío en este caso: no plegarse a un sentido predeterminado, sino insistir en que podemos crear otros compartidos por muchos (¿quién diría hace solo unos pocos años que los mercados –representantes por antonomasia de la lógica capitalista de acumulación– iban a ser reprobados por tantos?).

Por último, debemos preguntarnos: ¿Existe un único modo de construir articulación política o hay diversos? Son fundamentales demandas generales que provean de un marco común a las diferentes luchas, del modo en el que permite hacerlo, por ejemplo, «democracia real». Pero también es importante observar cómo se conforma dicho marco. Existe el peligro de que la articulación se realice desde cierto idealismo del lenguaje: entre diferencias que no tocan, modifican o afectan al conjunto que las reúne y que intenta significarlas desde arriba. Aquí podemos creer estar ante una articulación, pero asistir en realidad a una operación en la que se neutraliza lo diferente. Evitar esto exige girar la mirada hacia las prácticas políticas que encarnan de modos diversos problemas generales (sanidad, vivienda, migración, cuidados). Y que al encarnarse los resignifican. De modo que asistimos a un movimiento en una doble dirección. Por ejemplo: ¿cómo practican los feminismos la democracia? Y, al mismo tiempo, ¿cómo se reinventa la misma idea de democracia a través de dichas prácticas: una democracia no solo de las instituciones, sino también de los hogares y de las relaciones sexuales? Cuando partimos de las vivencias, de las luchas, de las realidades cotidianas, la articulación se produce al nivel de la experiencia, de la composición de los cuerpos, y no solo desde cierta sobredeterminación del discurso. Dicho de otra manera: el desafío en este caso es tejer una política de lo común.

¿Qué supone esto para los feminismos?

Digámoslo de este modo.
Necesitamos algo de la política deseante.
Necesitamos también algo de poesía.
Necesitamos no renunciar a inventar nuevos sentidos sobre el mundo que queremos desde miradas feministas.
No solo demandar. No solo conectar con lo que hay. También atrevernos a imaginar otra cosa diferente. Hacerlo desde la realidad en la que se ensayan transformaciones a escala de las estrategias cotidianas que sostienen un sistema insostenible.
No solo conquista del sentido común: también creación de nuevos mundos. Nadie esperaba el 15M.
Ni que aquello de poner el cuidado en el centro fuese debatido ampliamente.
No hay democracia sin feminismos, pero tampoco hay democracia sin experimentar otras culturas políticas.
Culturas políticas capaces de revolver los cuerpos, que produzcan cercanías e intensidades nuevas.
Culturas del cuidado que no son femeninas, sino feministas.
Que hacen que circulen otras prioridades y otros modos de estar en el espacio político.
No solo articulación discursiva-racional de las demandas feministas, sino también expresión de otras formas de vida que se contagian y expanden sin saber apenas cómo.
No solo tener razones que nos unen, sino componernos y afectarnos.
No solo articular mayorías sociales, sino producir desviaciones, desbordes.
No solo bloques antagónicos, sino diferencias irreductibles, singularidades.
No solo demandas, sino también el gesto artístico. El que trasporta en su esencia apenas sin hablar a lo imposible.
Y es que el sentido se disputa, pero también se crea.

silvia l. gil

 

[1] Este texto parte del reconocimiento explícito a todas las feministas que desde Podemos u otros espacios están dando la enorme batalla por hacer que las ideas feministas estén en el centro de la discusión política actual.

LA LEY SUECA DE PENALIZACIÓN DE LOS CLIENTES: UN EXPERIMENTO FRACASADO DE INGENIERÍA SOCIAL

Artículo publicado en El estante de la city

Por Ann Jordan

Program on Human Trafficking and Forced Labor

Center for Human Rights & Humanitarian Law

Fuente: ISSUE PAPER 4 – APRIL 2012

INTRODUCCIÓN 

En 1999, el gobierno de Suecia se embarcó en un experimento de ingeniería social [1] que intentaba poner fin a la práctica masculina de comprar servicios de sexo comercial. El gobierno promulgó una nueva ley penalizando la compra (pero no la venta) de sexo (Códico Penal Sueco). Esperaba que el miedo a la detención y a un mayor estigma social convencería a los hombres de que debían cambiar su conducta sexual. El gobierno esperaba también que la ley forzaría a las mujeres que vendían sexo en Suecia —de 1.850 a 3.000 entonces, según se estimaba— a encontrar otro tipo de trabajo. Finalmente, el gobierno esperaba que la ley eliminaría la trata de prostitución forzada y la presencia de trabajadoras sexuales inmigrantes.

No sorprendentemente, el experimento ha fracasado. En los trece años que han pasado desde que se promulgó la ley, el gobierno sueco ha sido incapaz de probar que la ley haya reducido el número de compradores o vendedoras de sexo o haya detenido la trata. Todo lo que puede mostrar como fruto de sus esfuerzos son el apoyo público a la ley (discutido) y más peligro para las trabajadoras sexuales de calle. A pesar de este fracaso, el gobierno ha decidido ignorar la evidencia y proclamar que la ley ha sido un éxito; también sigue defendiendo que otros países deberían adoptar una ley similar. En 2010, el gobierno publicó un informe que aseguraba que la ley redujo el trabajo sexual de calle, a pesar del hecho de que el informe no contiene ninguna prueba que respalde esa afirmación (Skarhed 2010). Desde el primer día de la publicación del informe, muchos investigadores en Suecia —que podían leer el informe completo en sueco— han sido muy críticos con las afirmaciones del gobierno. Sin embargo, la prensa y los activistas de lengua inglesa continúan alabando la ley sueca por su “éxito”. Su fuente de información es, fundamentalmente, el breve resumen inicial en lengua inglesa del gobierno.

 El gobierno ha publicado posteriormente una traducción al inglés de importantes fragmentos del informe, revelando que, aunque la prostitución callejera ha disminuido, el gobierno no sabe qué es lo que ha causado el descenso. No sabe si la ley causó alguna reducción en el número de compradores de sexo, trabajadoras sexuales, víctimas de trata o trabajadoras sexuales inmigrantes. Sin embargo, los defensores de la ley siguen promocionándola como si fuera un éxito.

El presente trabajo analiza el texto en inglés del informe y demuestra que ninguna de las pretensiones del gobierno está respaldada por prueba alguna. El trabajo tiene cuatro partes: (1) una descripción de la ley sueca, (2) una comparación de las pretensiones del gobierno con la evidencia proporcionada por el gobierno, (3) las consecuencias negativas de la ley y (4) un llamamiento a un enfoque menos político y a más investigación y soluciones basadas en la evidencia.

LA LEY QUE PENALIZA A LOS CLIENTES

Es útil comenzar con una breve introducción referida a Suecia. Se trata de un pequeño país de alrededor de 9 millones de habitantes [2], rico (a nivel global ocupa el  puesto 14 por renta per capita [3]). Tiene muy pocas trabajadoras sexuales y hay pocas pruebas de que exista trata. El experimento está teniendo lugar en un país pequeño, bastante homogéneo, con un fuerte sentido de identidad nacional, en el que tales experimentos podrían funcionar.

En contraste, 14 ciudades en el mundo tienen poblaciones mayores que toda Suecia. [4]India por sí sola tiene una población de más de mil millones de personas [5], es pobre (ocupa el puesto 153 en renta per capita [6]), tiene un número estimado de 3 millones de trabajadoras sexuales (Mukherjee 2004, 77) y decenas de miles de personas víctimas de trata en prostitución, fábricas, granjas y hogares. Se trata de un gran país multicultural, multirreligioso y plurilingüístico.

Así que es importante tener presentes estas cifras (y las extremas diferencias) cuando se consideren las campañas para exportar la ley sueca a otros países. Hasta el momento de publicar este trabajo, sólo países ricos —Finlandia, Noruega e Islandia— han adoptado leyes similares, aunque varios otros países han considerado o están considerando promulgar una ley similar.

 Cuando promulgó la ley, el gobierno sueco fijó los objetivos que cumpliría la misma: “actuaría como un elemento disuasorio para los que compran servicios sexuales; el número de compradores disminuiría en consecuencia y el número de personas haciendo prostitución de calle y el número de personas que se iniciaran en la misma se reducirían también”. La ley también “haría más difícil que diversos grupos o individuos de otros países establecieran actividades de prostitución organizada más extensa en Suecia o que practicaran trata de personas con fines sexuales”. [7]

El programa no oficial era algo totalmente distinto. Como lo describe Don Kulick, la ley pretendía también elevar la cultura sueca por encima de otras. Argumenta que la ley permite a “Suecia mostrarse como una especie de faro moral por el que otros [en particular la Unión Europea] querrán guiarse” (Kulick 2003, 209; ver también Bucken-Knapp 2011).

El enfoque sueco no es práctico, ni está basado en la realidad. Sueña con un momento en el que todos los hombres que compran sexo o estén en la cárcel o tengan tanto miedo a ser detenidos que dejen de buscar sexo comercial, por lo menos en Suecia. Obviamente, es imposible detener, y mucho menos encarcelar, a todos los hombres que compran sexo. Así, la ley es un experimento de ingeniería social que pretende cambiar la conducta y la mentalidad de los hombres suecos. Antes de la ley, los hombres no tenían que temer ser detenidos. La esperanza era que la mera amenaza de la detención, más el estigma social, bastarían para cambiar su conducta.

La ley se centra en aumentar el estigma social contra los compradores, así como contra las vendedoras de sexo. Aunque está construída sobre la teoría de que las trabajadoras sexuales son “víctimas” pasivas, en la práctica su intención es aumentar el estigma y la discriminación contra las trabajadoras sexuales que rehusan dejar de vender sexo o son incapaces de hacerlo. Estos temas se analizan más abajo en la sección de las consecuencias negativas de la ley.

La prostitución es violencia contra las mujeres Las trabajadoras sexuales son mujeres “prostituidas” pasivas

Los que apoyan la campaña atribuyen la existencia de prostitución a las relaciones de poder desiguales entre hombres (clientes) y mujeres (trabajadoras sexuales) y equiparan todas las transacciones sexuales comerciales con la violencia machista. El gobierno sueco cree que la prostitución es “un serio daño tanto para los individuos como para la sociedad”  que debe ser abolido (Skarhed, 2010, 31). Como tal, “la distinción entre prostitución voluntaria y no voluntaria es irrelevante” (Skarhed 2010, 5). Como todas las trabajadoras sexuales son consideradas víctimas, deben ser protegidas, incluso si no quieren o no necesitan la intervención del gobierno.

En apoyo de esto, las activistas citan investigaciones sobre la violencia realizadas sobre trabajo sexual de calle en países donde todos o alguno de los aspectos de la prostitución están penalizados. Por ejemplo, citan un estudio de cinco países de trabajadoras sexuales de calle (Farley 1998). Siendo cierto que la prostitución está firmemente situada dentro del patriarcado (como casi todos los trabajos en las sociedades patriarcales) y que existe violencia en la prostitución —particularmente en el trabajo sexual de calle— la prostitución no es, por sí misma, violencia contra las mujeres.

Lo que ocurre, más bien, en la mayoría de los países, es que existen leyes que desarman a las trabajadoras sexuales y les impiden tomar medidas razonables para proteger su seguridad. Las trabajadoras sexuales canadienses pleitearon contra el gobierno para denunciar la inconstitucionalidad de tales leyes y ganaron (Bedford 2010; Bedford Appeal 2012). El caso es discutido con más detalles en páginas siguientes pero en este punto es importante señalar que la venta de sexo es legal en Suecia (como en Canadá) y que Suecia tiene leyes equiparables a las que han sido denunciadas en Canadá. Esas normas impiden a las trabajadoras sexuales tomar medidas que hagan su trabajo más seguro.

El gobierno sueco mantiene también que no hay diferencia entre mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual e inmigrantes que trabajan voluntariamente en la prostitución (Clausen 2007, 11). En consecuencia, considera a todas las trabajadoras sexuales inmigrantes como víctimas que necesitan ser salvadas o rescatadas y, lo más probable, deportadas.

Es importante ser conscientes de estas consecuencias que tiene opinar que “toda la prostitución es violencia”, porque eso hace creer también que la prostitución, la trata y el trabajo sexual de las inmigrantes son una y la misma cosa. Así, cuando el gobierno habla de “trata” o de “trata sexual” en sus discusiones, no es posible saber si se está refiriendo a las trabajadoras sexuales inmigrantes, a las trabajadoras sexuales del país y/o a las personas víctimas de trata en el sector del sexo. Esto hace que cualquiera de las afirmaciones poco fiables del gobierno sea incluso más problemática y menos fiable.

Finalmente, la rama del feminismo radical que apoya este análisis del trabajo sexual usa la retórica de la “violencia contra las mujeres” y la “victimización” como un instrumento para silenciar y desarmar a las mujeres “socialmente objetables”. Colaboran con los gobiernos para crear instrumentos que refuercen sus puntos de vista acerca de los roles de género apropiados. El enfoque sueco desarma a las mujeres que resultan ser trabajadoras sexuales y las impide defender su trabajo y otros derechos. El gobierno y sus apoyos creen aparentemente que conocen “lo que es mejor” para otros, incluso aunque no se hayan molestado en consultar con esos “otros” en ningún momento, antes, durante o después de promulgar e implementar la nueva ley (o promoverla en otras partes).

Las trabajadoras sexuales son mujeres “prostituidas” pasivas 

Este punto de vista también sitúa a todas las trabajadoras sexuales como objetos pasivos (no agentes) que no tienen el control de sus acciones o no son capaces de hablar por sí mismas. Las activistas abolicionistas llaman a todas las trabajadoras sexuales “mujeres prostituidas”. Creen que ninguna mujer podría vender sexo voluntariamente y, por tanto, todas las trabajadoras sexuales deben ser controladas o coaccionadas por alguien o por algo. Esas activistas mantienen que las trabajadoras sexuales están “prostituidas” independientemente de dónde trabajen (Europa, Asia, África o las Américas), independientemente de cómo trabajen (de forma autónoma, en un burdel, en un piso o en la calle, legal o ilegalmente), e independientemente de cuánto dinero ganen (1.000 dólares ó 1 dólar por día).

Por lo tanto, el gobierno sueco no se molestó en consultar con las trabajadoras sexuales cuando desarrolló la ley. No recabó ninguna información de primera mano de las trabajadoras sexuales o de las inmigrantes acerca de sus puntos de vista sobre la ley, sus necesidades o preocupaciones o sus ideas de cómo mejorar la situación de las trabajadoras sexuales. En su lugar, el gobierno y las dirigentes feministas excluyeron y marginaron sus voces intencionadamente. De esta forma, la élite del sistema consiguió evitar tener que escuchar diferentes puntos de vista.

Desafortunadamente, Suecia no es única. La mayor parte de los gobiernos y de los activistas rehusan o no consiguen acercarse a las trabajadoras sexuales antes de adoptar leyes o políticas que pueden —como hacen habitualmente— dañar a las trabajadoras sexuales.

Este enfoque debería preocupar a las personas que creen en los procesos democráticos y que defienden el derecho de las poblaciones marginadas a hablar por sí mismas. Cuando las activistas y los gobiernos excluyen intencionadamente las voces de las trabajadoras sexuales o de otras personas que podrían estar en desacuerdo con ellos, están reclamando el monopolio sobre el diálogo público y la toma de decisiones políticas. Están reclamando también que ellos son los “expertos” que son los únicos que tienen el derecho de hablar por esas pobres, pasivas y victimizadas mujeres “prostituidas”. De esta forma, las feministas y el gobierno suecos (igual que las élites en otros países) han creado un sistema perfecto para imponer su dominación.

La prostitución es una desviación social

Adicionalmente, el gobierno sueco y sus partidarias feministas están usando la ley para promover un mayor estigma social y apoyar la división patriarcal de las mujeres en las categorías “buena” y “mala”. Las partidarias feministas se han catalogado a sí mismas como mujeres “buenas” que tienen el derecho a definir la “igualdad de géneros” y apropiarse la conducta sexual. Han colaborado con los gobiernos de Suecia y de otros países para reclamar una autoridad moral superior sobre lo que constituye la conducta sexual apropiada. De forma más preocupante, se han atribuído el derecho a imponer sus puntos de vista a otras mujeres.

Aunque esas activistas dicen que están promoviendo la igualdad de géneros, su mensaje subyacente es que existe un “sexo bueno” (Kulick 2005, 208) con buenas mujeres y sexo malo con mujeres malas. Como Kulick observa con perspicacia, “lo que yo creo que está en último término en juego en esta transición es un fenómeno mucho más amplio, a saber, la entronización de una sexualidad oficial, una sexualidad nacional, a la que se deberían adherir todos los suecos, no por miedo al castigo si no lo hacen… sino porque la sexualidad oficial es una sexualidad buena, la forma de ser moralmente comprensible” (Kulick 2005, 206).

Cuando las feministas (“buenas” mujeres) sienten que tienen el privilegio y el derecho a ejercer poder para forzar a las trabajadoras sexuales (“malas” mujeres) a adaptarse a las normas culturales dominantes respecto al sexo, están sencillamente usando las mismas herramientas que ha utilizado históricamente el patriarcado para dictar normas sociales que controlen las vidas de las mujeres.

Las trabajadoras sexuales no tienen derechos

La ley de 1999 debe ser interpretada en el contexto de otras leyes que regulan y controlan la venta de sexo en Suecia. En primer lugar, la venta (pero no la compra) de sexo es ahora —y lo ha sido antes— legal en Suecia: lo que no está prohibido, está permitido. Sin embargo, el marco legal en torno a la prostitución impide a las personas que tienen el derecho legal a trabajar —vendedoras de sexo— acceder a los mismos derechos laborales y de otro tipo que Suecia orgullosamente promueve y garantiza para otras personas que tienen el derecho legal al trabajo.

Por un lado, las trabajadoras sexuales deben pagar impuestos sobre sus ingresos, pero la “oficina tributaria no acepta ‘prostitución’ o ‘trabajo sexual’ como una empresa” y, así, no pueden registrarse como negocio (Dodillet and Östergren 1011, 6). Si trabajan independientes o para otro, el gobierno no las registrará como ‘empleadas’. Deben registrarse como empresa.

Cualquier trabajador que desempeñe una actividad laboral legal puede registrarse como empresa, pero no las trabajadoras sexuales. El gobierno las obliga a infringir la ley: las alternativas son mentir, registrarse como empresa en otra categoría, o no pagar impuestos. Si no se registran, no pueden participar en los beneficios de la seguridad social disponibles para los demás trabajadores. La ley las impide trabajar abierta y honestamente y también las impide tener acceso a las protecciones laborales en los mismos términos que los otros trabajadores.

Las trabajadoras sexuales no tienen derechos laborales y no se las permite emprender acciones que hagan su trabajo más seguro o más cómodo. Suecia tiene una extensa y admirable serie de leyes laborales para los trabajadores, pero esas leyes no se aplican a las trabajadoras sexuales. En su lugar, las leyes suecas impiden a las personas que venden servicios sexuales trabajar en un ambiente seguro.

Nadie puede regentar un burdel, alquilar un apartamento, habitación o habitación de hotel, ayudar a encontrar clientes, actuar como guardia de seguridad o publicar anuncios para las trabajadoras sexuales. Esto, a su vez, implica que las trabajadoras sexuales no pueden trabajar juntas, recomendarse clientes unas a otras, anunciarse, trabajar en un inmueble (alquilado o de su propiedad) ni siquiera convivir con un compañero (ya que el compañero es probable que comparta parte de cualquier ingreso derivado del trabajo sexual)  (Dodillet y Östergren 2011, 4). Ningún otro trabajador empleado en una ocupación legal se ve totalmente impedido de trabajar.

Todas las personas que trabajen en ocupaciones legales deberían tener el mismo derecho a las protecciones legales. No importa si están empleados en la minería del carbón, en el trabajo sexual o en la venta de mercancías. Como se discute más abajo, leyes similares han sido declaradas inconstitucionales y derogadas en Canadá.

EVALUACIÓN DE LA EVIDENCIA EXISTENTE  SOBRE LOS EFECTOS DE LA LEY SUECA [8]

Para poder decir que ha tenido éxito, el gobierno sueco debe ser capaz de presentar pruebas fiables de que la ley ha reducido de hecho el número de hombres que compran sexo, el número de mujeres que lo venden y el número de personas víctimas de trata con fines de explotación sexual. Un detenido examen de los informes del gobierno y otras investigaciones, revela que las pretensiones de Suecia de haber tenido éxito no están sustentadas por ninguna prueba fiable. Sin embargo, el último informe del gobierno concluye que la ley “ha tenido el efecto buscado y es un importante instrumento para prevenir y combatir la prostitución” (Skarhed 2010, 11).

Es importante dejar claro desde el comienzo que el mandato para el Informe Skarhedgarantizó que los resultados no proporcionarían apoyo alguno para la retirada de la ley de prostitución: “Un punto de partida de nuestro trabajo ha sido que la compra de servicios sexuales debe seguir penalizada” (Skarhed 2010, 4). En consecuencia, el informe final no podría contener ninguna prueba de fallos de la ley; sólo podría informar  de éxitos, incluso sin pruebas.

Cuando fue publicado el informe, los lectores en lengua sueca señalaron enseguida  los defectos en la investigación y criticaron sus afirmaciones no probadas. En ese mismo momento, los lectores en lengua inglesa sólo tenían acceso a un resumen, que contenía sólo declaraciones positivas. En consecuencia, los informes en la prensa y las páginas web en lengua inglesa son, al día de hoy, casi uniformemente positivos. Sólo meses más tarde publicó el gobierno traducciones al inglés del texto del informe. Estas fuentes son el objeto del presente trabajo.

La crítica más extensa publicada en inglés procede de las expertas suecas Susanne Dodillet y Petra Östergren, en 2011. Han seguido la implementación de la ley durante muchos años y observan que:

el problema con estas afirmaciones [del gobierno] es que, si se las examina cuidadosamente, no aparecen sustentadas por hechos o investigaciones comprobables. Tan pronto como se publicó la evaluación oficial, fue también criticada desde varias direcciones.  *** La crítica se ha centrado sobre todo en la falta de rigor científico de la evaluación: no tuvo un punto de partida objetivo, ya que los términos de referencia dados fueron que la compra de sexo debería seguir siendo ilegal; no hubo una definición satisfactoria del término prostitución; no tuvo en cuenta la ideología, el método, las fuentes y los posibles factores de confusión; hubo inconsistencias, contradicciones, referencias incoherentes, comparaciones irrelevantes o sesgadas, y las conclusiones se hicieron sin carácter especulativo (Dodillet y Östergren 2011, 2; ver también el informe del gobierno australiano por Wallace (sin fecha)).

A continuación, repasamos las afirmaciones específicas del Informe Skarhed.

No hay pruebas de que la ley haya reducido el número de compradores de sexo

La ley ha sido aplicada casi de forma exclusiva contra los clientes de las trabajadoras sexuales de calle, pero el gobierno no tiene ninguna prueba de que haya disminuido el número de compradores de sexo desde que la ley se hizo efectiva. No saben cuántos hombres estaban solicitando en la calle antes o después de la ley. No saben si los hombres se desplazaron de las calles a los pisos y a internet, o fuera del país. No han recogido tales datos y, por tanto, no pueden demostrar ningún éxito en el logro del objetivo principal de la ley.

El informe plantea la posibilidad de que algunos hombres hayan cambiado su conducta como resultado de la ley. Cita una encuesta de 2008 en la que “varios de los hombres encuestados” decían que la ley les había hecho dejar de comprar sexo (Skarhed 2010, 32).

El informe también informó de que sólo el 8% de los hombres dijeron que habían comprado sexo, comparado con el 13,6% en 1996 (Skarhed 2010, 32). Sin embargo, los informes de las personas acerca de su propia conducta socialmente inaceptable no es prueba de su conducta real. De hecho, si la ley ha conseguido estigmatizar la compra de sexo como pretendía, es lógico, en consecuencia, que los hombres quisieran evitar el estigma diciendo que ya no estaban implicados en el “sexo malo”.

Aunque el miedo a la detención y a la exposición pública son ciertamente fuertes elementos disuasorios, no son una garantía de cambio de conducta. De hecho, la investigación, incluida la investigación del gobierno, revela la ineficacia de la ley sobre los compradores de sexo: “la mayor parte de los hombres dijeron lque la prohibición no había supuesto ningún cambio para ellos” y “para muchos hombres, la prohibición no les supone ninguna preocupación, ya que la mayoría compran sexo en el extranjero”. (Dodillet y Östergren 2011, 14-15). Incluso el gobierno admite que es “más corriente comprar sexo en el extranjero que en Suecia” (Skarhed 2010, 32).

El informe no contiene ninguna información sobre la nacionalidad o la etnia de los hombres que han sido detenidos. En muchos países, los clientes de las trabajadoras sexuales de calle son más pobres y tienen un nivel menor de educación que los hombres que compran en pisos o por internet. Son también, en un número desproporcionadamente elevado, inmigrantes u hombres de color. Dado que un gran porcentaje de las trabajadoras sexuales de calle en Suecia son mujeres inmigrantes (Skarhed 2010, 20), tiene sentido pensar que un gran porcentaje de sus clientes lo son también. Si es este el caso, entonces centrarse en el trabajo sexual de calle significa que la ley es principalmente una herramienta de lucha contra la inmigración. Es necesario investigar esta cuestión.

No hay pruebas de que la ley haya reducido el número de trabajadoras sexuales

El gobierno había esperado que un aumento de las detenciones conduciría también a una disminución del número total de mujeres que venden sexo. En 1998, había entre 1.850 y 2.500 (quizás hasta 3.000) trabajadoras sexuales y de ellas, alrededor de 730 trabajaban en la calle (Dodillet y Östergren 2011, 8; Skarhed 2010, 20).

El gobierno no sabe si hay algún cambio en el número total de trabajadoras sexuales. En 2007 —ocho años después de que se implementara la ley— concedió que “no podemos dar ninguna respuesta precisa [a la  cuestión de si la prostitución había aumentado o disminuido]. Como mucho, podemos discernir que la prostitucíon de calle está volviendo lentamente, tras desaparecer rápidamente al comienzo de la ley” (Swedish National Board 2007, 63). Concluyó que “no se puede probar que haya relaciones causa-efecto entre la legislación y los cambios en la prostitución (Swedish National Board 2007, 46).

Sin embargo, el gobierno asegura ahora su creencia infundada de que “es razonablesuponer que la prostitución habría también aumentado en Suecia si no hubiéramos prohibido la compra de servicios sexuales. Por tanto, la penalización ha contribuído a combatir la prostitución” (Skarhed 2010, 8-9, énfasis añadido)[9]

Trabajo sexual de calle. El gobierno afirma también que el 50% de las trabajadoras sexuales de calle han dejado la prostitución desde que se implementó la ley. Un cuidadoso examen del Informe de 2010 revela que tampoco existen pruebas que sustenten esta afirmación.

Es cierto que el número de trabajadoras sexuales de calle disminuyó de 730 en 1998 a alrededor de 300 a 430 hace dos años (Skarhed 2010, 12).

La reducción total de prostitución callejera es de alrededor del 50%. Pero el gobiernosupone que esa reducción es real —que las mujeres no se mudaron a internet o a pisos y que la reducción ha sido a causa de la ley. “Es razonable suponer que la reducción en la prostitución de calle en Suecia es un resultado directo de la penalización” y que la ley “no ha llevado a un cambio de entornos, esto es, de la calle a internet” (Skarhed 2010, 7, 8, 20 énfasis añadido). Esta afirmación es repetida rutinariamente por el gobierno y sus defensores como ‘prueba’ de que la ley funciona.

Al mismo tiempo, el informe revela que el gobierno no sabe cuántas “prostitutas previamente callejeras” se han cambiado a “internet u otros métodos alternativos de contacto” (Skarhed 2010, 21). Concede que “es difícil determinar si los cambios en la prostitución son un resultado de la prohibición o de otras medidas o circunstancias”  (Skarhed 2010, 35).

Existen algunos indicios de que las trabajadoras sexuales de calle se han mudado a pisos y a internet. Elizabeth Bernstein,  que dirigió una investigación con trabajadoras sexuales suecas, informa de que las mujeres le dijeron que la prostitución había pasado a la clandestinidad y que “las callejeras se habían cambiado a diferentes formas de establecimiento de contacto con los clientes, recurriendo principalmente a los teléfonos móviles o a internet” (Bernstein 2007, 153; ver también Clausen 2007, 5).

El gobierno está también de acuerdo en que la venta de sexo por internet está aumentando, pero no puede establecer quién está ocasionando ese aumento —nuevas trabajadoras sexuales o antiguas trabajadoras sexuales de calle. Hace notar que de 78 personas que vendían sexo por internet en una región, “61 se cree que eran nuevas personas que no habían estado activas en el mercado en el año precedente” (Skarhed 2010, 21). No sabe quiénes son esas nuevas personas. Dada la total falta de datos sobre la prostitución en internet y en pisos, el gobierno sencillamente no puede afirmar que la caída en el trabajo sexual de calle es ‘real’.

De la misma forma, no hay datos de cuántas mujeres dejaron el trabajo sexual o salieron del país después de que la ley fue implementada. Aunque el gobierno afirma que (algunas) mujeres que han dejado la prostitución apoyan la ley, otros investigadores afirman que las trabajadoras sexuales están muy descontentas con el trato que reciben de los proveedores de servicios sociales (Danna 2007, 36-37).

Finalmente, la ley ha cambiado la naturaleza del trabajo sexual de calle. El gobierno concede que una proporción mayor de las mujeres de la calle son ahora inmigrantes (Skarhed 2010, 20). Parece, pues, que la ley no ha detenido la inmigración a Suecia de trabajadoras sexuales.

Presumiblemente, esas mujeres están en el país sin papeles, y de esta manera trabajan ahora en un entorno que las deja más expuestas al abuso y la explotación por terceros.

Trabajo sexual en pisos. El gobierno admite que es incapaz de asegurar si la ley ha tenido algún efecto sobre el trabajo sexual en pisos (Skarhed 2010, 20-23; Swedish National Board 2007, 63; Norwegian Ministry 2004, 23). No sabe cuántos adultos trabajaban en pisos antes de la ley, ni cuántos lo hacen ahora. Reconoce que hay una tendencia hacia una disminución del trabajo sexual de calle y un aumento del trabajo sexual en pisos a partir de la nueva ley  (Skarhed 2010, 20-23; Swedish National Board 2007, 30; Swedish National Board 2003, 27).

Sin embargo, dado que ya había una tendencia antes de la ley a cambiarse a pisos y a internet, las campañas de la policía contra la prostitución de calle podrían haber empujado a más mujeres a dejar la calle a fin de evitar el acoso policial. Otra posible explicación es que las mujeres se han ido todas del país. Falta investigación en este asunto.

No hay pruebas de que la ley haya reducido la trata en la prostitución

La definición sueca de “trata” es coherente con el punto de vista de que todas las trabajadoras sexuales son siempre víctimas. Bajo la ley sueca, “trata” incluye “explotación para relaciones sexuales informales o de cualquier otra manera; explotada con fines sexuales” (Swedish Penal Code, ch. 4). En otras palabras, ‘trata’ significa cualquier prostitución que implique a terceros, tales como un club, un asistente, un servicio telefónico o un burdel, incluso cuando no haya forzamiento, fraude o coacción. Así, cuando el gobierno dice que hubo de 400 a 600 víctimas de trata en 2004 (Skarhed 2010, 29), quiere decir que hubo de 400 a 600 mujeres trabajando en prostitución con ayuda de terceros. Este enfoque infla el número de ‘víctimas de trata’ porque incluye a mujeres que están trabajando libremente con un tercero y que no están siendo forzadas o coaccionadas a trabajar.

El gobierno no sabe si ha habido algún cambio en el número de ‘trabajadoras sexuales explotadas’ entre 1999 y 2010, cuando se publicó el Informe Skarhed (Skarhed 2010, 29). Admite que “no tiene un conocimiento completamente fiable de la incidencia de la trata de personas con fines de explotación sexual en Suecia” (Skarhed 2010, 35).

En su lugar, se fía de declaraciones hechas por la policía sueca que dice que “la prohibición de compra de servicios sexuales actúa como una barrera para los que practican la trata” (Skarhed 2010, 9).

De hecho, lo opuesto podría ser fácilmente cierto —es posible que la auténtica trata (implicando forzamiento, fraude o coacción) haya aumentado debido a que las trabajadoras sexuales necesitan ahora la ayuda de terceros para asegurarse de que los clientes están a salvo del control de la policía. Sin embargo, no hay datos sobre esta cuestión.

La tasa de procesamientos sigue siendo baja. La Policía Nacional informó de que la ley no ha llevado a más información sobre la trata, que era uno de los objetivos deseados. Según la Policía Nacional, “nadie resultó convicto por trata de personas con fines de explotación sexual” en 2009 (Swedish National Police 2010, 10).[10] Los documentos del gobierno revelan que tan sólo 22 personas resultaron convictas de 2003 a 2009 (Dodillet y Östergren 2011, 13). La media es 2,75 convicciones al año durante ocho años. Una explicación de las bajas tasas de convicciones podría ser el hecho de que un gran porcentaje de las así llamadas víctimas de trata no son en absoluto auténticas víctimas, ya que trabajan voluntaria y libremente.

La opinión pública apenas ha cambiado

El gobierno afirma que la ley “tenía la intención de reflejar la actitud de la sociedad de que la prostitución es un fenómeno social indeseable” y, lleno de orgullo, informa de que el cambio en la opinión pública es “tan grande” que “debe ser interpretado en el sentido de que la prohibición en sí misma ha tenido un efecto normativo” (Skarhed 2010, 19, 31). En otras palabras, el experimento de ingeniería social —al menos por lo que respecta a la opinión pública (no a su conducta)— es un éxito.

Sin embargo, en 2008 una encuesta de opinión pública encontró que, aunque el apoyo a la ley era elevado, había cambiado poco desde 1999, particularmente entre las mujeres. “El apoyo de las mujeres a la ley ha permanecido relativamente constante alrededor de un 80%, mientras que entre los hombres el apoyo ha descendido algo, del 70 al 60%, entre 1999 y 2008” (Kuosmanen 2011, 253).

Además, la “mayoría de los que contestaron… están a favor de la penalización de la venta de servicios sexuales” (Kousmanen 2011, 260). Sesenta y seis por ciento de las mujeres y 49% de los hombres están a favor de penalizar a las trabajadoras sexuales (Kousmanen 2011, 254). En 1999, 78% de las mujeres pensaban que también las trabajadoras sexuales tenían que ser penalizadas. Así, aunque hay un ligero descenso en las opiniones contra el trabajo sexual de las mujeres, no hay pruebas de que este descenso esté ligado en absoluto al relato de la ‘mujer prostituída victimizada’. De hecho, un alto porcentaje de mujeres suecas sigue teniendo opiniones negativas de las trabajadoras sexuales. Una habría pensado que las mujeres en particular habrían cambiado sus opiniones para alinearse con la retórica gubernamental acerca de las mujeres prostituídas victimizadas. Pero, quizás, el otro mensaje del gobierno de que la prostitución es mala es el mensaje más potente.

Es también extremadamente interesante notar que un largo porcentaje de mujeres no ve a la prostitución como un asunto de violencia contra las mujeres. En su lugar, lo ven como un problema de gente que tiene una mala conducta y debería ser castigada. Kuosmanen piensa que los encuestados pro-penalización podrían ver la penalización como una cuestión de igualdad y quieren que las mujeres sean “igualmente responsables ante la ley” como compradoras de sexo (Kousmanen 2011, 260). Desgraciadamente, no ha habido ningún diálogo nacional sobre otras maneras de abordar la prostitución —por ejemplo, apoyando los derechos laborales para las trabajadoras sexuales— y así al público sólo le han dejado las opciones de oponerse a la ley, apoyarla o ampliarla para penalizar también a las vendedoras de sexo.

Así que no hay una ‘única’ opinión o punto de vista sueco. Como mucho, parece que cerca de la mitad de la población está insatisfecha con la ley por insuficiente, ya que no penaliza a las vendedoras de sexo. El gobierno no puede afirmar que existe un cambio universal, ni siquiera mayoritario, en la opinión pública como consecuencia de la ley.

CONSECUENCIAS NEGATIVAS DE LA LEY

La ley sueca ha tenido muchas consecuencias negativas para las trabajadoras sexuales de calle. Sin embargo, el informe dedica menos de dos páginas al tema (Skarhed 2010, 32-34) y desestima la mayor parte de las alegaciones de daño como indocumentadas o no probables. Otros investigadores y trabajadoras sexuales no están de acuerdo.

Mayor riesgo de violencia

Aunque no hay ningún estudio fiable sobre el tema, las trabajadoras sexuales “expresan miedo a una mayor violencia, así como a un aumento real de la misma” (Dodillet y Östergren 2011, 23; ver también Scoular 2010, 20; Hubbard 2008, 147; Norwegian Ministry 2004, 12-14; Östergren 2004, 2, 5).

El Informe Skarhed señala que un informe del gobierno de 2003 hablaba de un mayor riesgo, a causa de un aumento de la competencia entre las mujeres al disminuir el número de clientes. Sin embargo, desestima la información y culpa a las propias mujeres de la violencia. Confía en unas pocas declaraciones de la policía y de algunas mujeres que dejaron la prostitución para afirmar que la causa real es la presencia de más heroína (Skarhed 2010, 33).

De esta manera, el gobierno intenta desdeñosamente rehuir cualquier responsabilidad por la violencia causada por la ley, echando la culpa de tal violencia a las propias mujeres. Su pretensión de tener “las manos limpias” no es sorprendente, ya que el informe tiene que rechazar cualquier preocupación o evidencia que pudiera reforzar las peticiones de derogación de la ley.

Trabajadoras sexuales e investigadores dice también que la campaña contra el trabajo sexual de calle ha forzado a las mujeres a mudarse a lugares más ocultos y, por tanto, potencialmente más peligrosos. Los hombres que todavía andan por la calles son, según informes, los más peligrosos, mientras que los clientes más amables o seguros se han mudado a Internet (Ministerio Noruego 2004, 12-14; Östergren 2004, 3). Esta situación ha empujado a las mujeres a aceptar clientes de mayor riesgo que pueden resultar violentos.

El gobierno ha fracasado también en tratar adecuadamente la situación de violencia contra las trabajadoras sexuales inmigrantes. Las inmigrantes indocumentadas son deportadas (Kulick 2005, 209-210) y, en consecuencia, las trabajadoras sexuales inmigrantes indocumentadas comprensiblemente es improbable que denuncien la violencia a la policía. Los clientes pueden ser detenidos, así que ahora es presumiblemente más improbable que informen de casos de abuso o de posible trata de trabajadoras sexuales a la policía. Esta situación aumenta claramente la vulnerabilidad…

Al desplazarse las trabajadoras sexuales a lugares más escondidos para evitar a la policía,  pueden terminar en manos de terceros que les ayuden a ocultarse de la policía y encontrar clientes (Dodillet y Östergren 2011, 22; Swedish National Board of Health and Welfare 2007, 4-48; Bernstein 2008, 154, 163). Si esto resulta en un aumento o una disminución de la violencia no se sabe. El gobierno no trata este tema en su informe de 2010.

En lugar de considerar todos estos posibles resultados negativos y dañinos de la ley, el gobierno, por una parte, admite que “no hay estadísticas acerca de los casos informados por la policía y por los expedientes penales referentes a ataques contra personas implicadas en la prostitución” pero, por otra parte, todavía concluye que la ley no ha aumentado el “riesgo de abuso físico” (Skarhed 2010, 9, 33).

Obviamente, el gobierno debería dejar de culpar a las víctimas y llevar a cabo una investigación objetiva, metodológicamente correcta, para investigar la relación entre la ley y la violencia contra las trabajadoras sexuales.

El gobierno debería tomar nota del reciente caso canadiense en el que los jueces señalaron directamente como culpables del aumento de la violencia a leyes que —como la de Suecia— impiden a las mujeres trabajar con seguridad. En Canadá, como en Suecia, es legal vender sexo pero, en Canadá, también es legal la compra de sexo. Canadá, como Suecia, tiene leyes que impiden a las trabajadoras sexuales trabajar con seguridad. Así las cosas, varias trabajadoras sexuales, unas retiradas y otras en activo, impugnaron tres leyes que las obligaban a escoger entre trabajar en condiciones seguras y ser detenidas o trabajar sin seguridad. Un tribunal canadiense ha dictaminado que las leyes que penalizan (1) los actos de vivir de las ganancias de la prostitución, (2) poseer un burdel, y (3) comunicarse en público con fines de prostitución (solicitación) son inconstitucionales, ya que impiden a las trabajadoras sexuales tomar medidas que hagan su trabajo más seguro (Bedford 2010, 5-6). El tribunal consideró que “las leyes, individualmente y en conjunto , fuerzan a las prostitutas a escoger entre su libertad y su derecho a la seguridad de las personas” (Bedford 2010, 5).

Estas tres disposiciones impiden a las prostitutas tomar precauciones, algunas extremadamente rudimentarias, que puedan reducir el riesgo de sufrir violencia. Las prostitutas tienen que decidir entre su libertad y la seguridad de sus personas. Así, aunque es en último extremo el cliente el que inflige violencia a una prostituta, desde mi punto de vista la ley contribuye de forma suficiente a impedir a una prostituta tomar medidas que pueda reducir el riesgo de una violencia tal (Bedford 2010, 94).

En marzo de 2012, el Tribunal de Apelaciones de Ontario publicó su revisión del caso. Para empezar, rechazaba el argumento de los partidarios de las leyes de que las trabajadoras sexuales elegían trabajar en una ocupación peligrosa por “una decisión personal” (Bedford Appeal 2012, 54). En otras palabras, que la violencia era culpa de ellas. El Tribunal rechazó este intento de estigmatizar a las trabajadoras sexuales y justificar la discriminación. Estableció que el argumento de los recurrentes

… implica que aquellos que deciden implicarse en el comercio del sexo no son, por esta razón, merecedores de la misma protección constitucional que aquellos que se implican en otras empresas peligrosas, aunque legales. El Parlamento ha decidido no penalizar la prostitución. A los ojos de la ley penal, la prostitución es tan legal como cualquier otra actividad comercial que no esté prohibida. La afirmación de que una prohibición mediante una ley penal aumenta el riesgo de daño físico a las personas que practican prostitución debe… ser examinada del mismo modo que cualquier otra afirmación de que una prohibición mediante una ley penal aumente el riesgo de daño físico para las personas implicadas en cualquier otra actividad comercial legal(Bedford Appeal 2012, 55, énfasis añadido).

Llegó a estar de acuerdo con el tribunal inferior en que la ley que prohibía los burdeles era inconstitucional (aunque el Parlamento podría decidir su regulación) (Bedford Appeal 2012, 7). Decidió también que la ley que penaliza vivir de las ganancias de la prostitución estaba pensada para ser aplicada sólo a los explotadores; su intención no era penalizar, por ejemplo, a los miembros de la familia, empleados, agentes, caseros o proveedores de servicios. Así, el tribunal limitó la ley para que cubriera sólo a aquellos que ‘explotan’ a las trabajadoras sexuales (es decir, proxenetas) (Bedford Appeal 2012, 7).

El Tribunal de Apelación dividió en dos partes el tema de la ley de solicitación. El tribunal inferior había considerado que la disposición anti-solicitación era inconstitucional. Declaró que las trabajadoras sexuales de calle se enfrentaban a “un alarmante grado de violencia” y que la ley anti-solicitación las impedía “seleccionar clientes en una primera y crucial fase de cualquier transacción potencial, poniéndolas por tanto en un mayor riesgo de violencia” (Bedford 2010, 94). Para evitar ser detenidas por solicitación, los compradores de sexo negocian rápidamente, lo que impide a las trabajadoras sexuales tomarse su tiempo para seleccionar al cliente.

Sin embargo, tres de cinco de los jueces del Tribunal de Apelación rechazaron este razonamiento porque supusieron que la mayor parte de las trabajadoras sexuales trabajará en interior ahora que los burdeles son legales y declararon que existe “limitada evidencia” de que poder tener “una comunicación cara a cara con los clientes mejore la seguridad de las prostitutas de calle” (Bedford Appeal 2012, 127).

No obstante, dos jueces discreparon nítidamente de esta conclusión y apoyaron la opinión del tribunal inferior de que la disposición es inconstitucional (Bedford Appeal 2012, 148). El siguiente paso será una posible revisión del caso por el Tribunal Supremo.

Las leyes suecas pueden ser también inconstitucionales, así como contrarias a la Convención Europea sobre Derechos Humanos. Más áun, es probable que, al excluir a las trabajadoras sexuales del acceso a los derechos laborales y otros derechos en situación de igualdad con otros trabajadores, las leyes suecas que controlan las actividades relacionadas con la prostitución violen también las leyes laborales suecas y la Convención Europea. Quizás ha llegado el momento de que alguien emprenda una acción judicial en Suecia (y en Finlandia, Noruega e Islandia).

Menor número de hombres testificando en casos de trata y abusos

Los clientes informan a menudo de casos de abuso y cooperan con la aplicación de la ley[11]. Aunque no hay datos sobre este asunto, es razonable pensar que si fueran a ser acusados de solicitación de prostitución, no querrían denunciar crímenes o ayudar a las trabajadoras perseguidas. “Los clientes se exponen a chantajes y robos, y el estigma asociado a la compra de sexo significa que las personas a menudo tienen que dejar sus trabajos y posiciones, incluso por una mera sospecha” (Dodillet y Östergren 2011, 21). Este asunto no ha sido tratado en el Informe Skarhed.

Mayor estigma contra las trabajadoras sexuales

Las trabajadoras sexuales informan de que la penalización de los clientes en Suecia ha reforzado y aumentado el estigma social [12]. No hay que extrañarse, pues, de que el gobierno estimule abiertamente el aumento del estigma. El informe declara que los efectos negativos del estigma debidos a la ley “deben ser vistos como positivos desde la perspectiva de que el propósito de la ley es, ciertamente, combatir la prostitución” (Skarhed 2010, 34, énfasis añadido). Con otras palabras, los muchos daños que causa el estigma social son, de hecho, un resultado positivo de la ley, ya que el estigma puede empujar a las mujeres hacia otros tipos de trabajo.

El gobierno no debería implicarse en una campaña contra las trabajadoras sexuales, que no son criminales y tienen el derecho legal a vender sexo. Ni debería estar promoviendo la discriminación contra las trabajadoras sexuales. Presumiblemente, el sistema legal de Suecia garantiza la igualdad y la libertad frente a la discriminación. En lugar de apoyar estos derechos humanos básicos, el gobierno está, de hecho, animando al público a discriminar negativamente e ignorar los derechos de las trabajadoras sexuales. Estos abusos de derechos básicos deben cesar.

Más acoso de la policía

Kulick informa de que el acoso de la policía ha aumentado: las trabajadoras sexuales “pueden ser forzadas a comparecer ante el tribunal para testimoniar en contra del cliente” y deben comparecer incluso si se niegan a testificar. Cuando son “sorprendidas con un cliente, sus pertenencias son registradas y pueden ser cacheadas.” Sus pertenencias —como, por ejemplo, condones— pueden ser confiscadas como prueba (Kulick 2000; ver también Dodillet y Östergren 2011, 22; Danna 2007, 37).

La aplicación de la ley a las trabajadoras sexuales —que no son criminales y tienen el derecho legal a vender sexo— no fue tratado en el informe de 2010. El gobierno debería investigar las prácticas policiales para comprobar que la ley no lleva a abusos policiales contra las trabajadoras sexuales. Desde luego, en la medida en que el gobierno está implicado en una campaña para estigmatizar a las trabajadoras sexuales, la policía tendría razones para pensar que pueden tratar a las trabajadoras sexuales como le plazca.

Consecuencias negativas para la salud

En general, al hacerse las trabajadoras sexuales más clandestinas, tienen menos acceso a los servicios sanitarios y tienen menos posibilidades de intercambiar información acerca de los clientes de riesgo, de la salud o de otros temas. [13] El acceso a condones y a información sobre prácticas sexuales seguras son esenciales para promover la salud entre las trabajadoras sexuales, los clientes y el público en general.

Así, cuando la policía confisca condones para utilizarlos como prueba de prostitución, están minando directamente la salud de las trabajadoras sexuales, de los clientes y de sus otros compañeros sexuales. La confiscación hace más probable que los clientes rehusen utilizar condones y que las trabajadoras sexuales y los burdeles carezcan de ellos. Aumenta también el riesgo de que las personas realicen prácticas de sexo inseguro, lo que puede conducir a un aumento de las infecciones de transmisión sexual y de VIH.

El estigma y la penalización de la prostitución son problemáticos para la salud. El Defensor del Pueblo contra la Discriminación sueco (Swedish Discrimination Ombudsman) ha manifestado su preocupación por que el aumento del estigma (con tanta fuerza aprobado por Skarhed) lleve a un empeoramiento de la salud de las trabajadoras sexuales y sus clientes, incluído el VIH/SIDA (Dodillet y Östergren 2011, 24).

Anand Grover, Relator Especial de la ONU para el derecho de todos a la salud, está también extremadamente preocupado por el impacto que la penalización de la prostitución tiene en la salud de las trabajadoras sexuales y sus clientes. Ha declarado que “la penalización de la conducta sexual privada y consensuada entre adultos” impide a las trabajadoras sexuales acceder a servicios, terapias y tratamientos, “llevando a unas peores perspectivas de salud para las trabajadoras sexuales, en la medida en que pueden temer consecuencias legales o acoso y juicios” (UN Special Rapporteur 2010, 10, 12-13).

El impacto de la ley sueca sobre la salud de las trabajadoras sexuales, los clientes y sus otros compañeros sexuales no fue incluído en el informe de 2010.

CONCLUSIÓN Y RECOMENDACIONES

El informe realizado por el gobierno sueco y otros investigadores revela que las pretensiones de éxito del gobierno no están sustentadas por los hechos. No hay prueba de que haya menos hombres comprando sexo, menos mujeres vendiéndolo o menos personas víctimas de trata con fines de explotación sexual. Como mucho, el gobierno puede demostrar que ha habido una reducción en la prostitución de calle, pero no puede explicar la causa de esta reducción. También muestra que existe apoyo público a la ley, pero incluso esta reivindicación es controvertida.

Es evidente, pues, que el experimento de ingeniería social de Suecia ha fracasado. El intento de cambiar la conducta sexual privada mediante la fuerza coactiva y la amenaza de la ley penal no ha funcionado, porque la ley penal no puede forzar a la gente a ser “más igual”en sus vidas sexuales privadas y consensuadas —incluso en Suecia. La ley penal es una herramienta roma e inefectiva para cambiar tal conducta privada. No ha detenido la prostitución en Estados Unidos, donde un siglo de leyes que penalizan a los compradores y a las vendedoras de sexo no ha conseguido tener ningún efecto —excepto el de fichar a la gente en registros penales que les hacen casi imposible conseguir otro trabajo.

Suecia podría haberse ahorrado el bochorno del fracaso si tan sólo hubiera prestado atención a la evidencia de fracaso que es fácilmente disponible de otros países donde la prostitución está penalizada, como los Estados Unidos.

En lugar de seguir apoyando y promoviendo un experimento fracasado, es hora de que el gobierno sueco haga un enfoque basado en la evidencia y en el respeto a los derechos. Debería:

1.    Dejar de hacer reivindicaciones sin fundamento de ‘éxito’ y dejar de promover la ley como un ‘modelo’ para otros gobiernos. Lo ideal sería que reconociera el carácter políticamente motivado del Informe Skarhed y retirarlo de las páginas web del gobierno.

2.    Revocar la ley.

3.    Centrarse en la trata con fines de explotación sexual y de menores con fines de explotación sexual, incluyendo la implantación de completos servicios y asistencia que  garanticen la salud y la seguridad de las víctimas.

4.    Trabajar con jóvenes de la calle y sin hogar para desarrollar los programas que desean y necesitan para ayudarles a salir de las calles e identificar estrategias para prevenir que otros niños se queden sin hogar o recurran a la prostitución para sobrevivir.

5.  Trabajar con las trabajadoras sexuales adultas a fin de desarrollar una estrategia sin prejuicios, participativa y basada en la evidencia para proporcionar los servicios y la asistencia que han sido identificados por las trabajadoras sexuales como necesarios para apoyar a aquellas que quieran dejar el trabajo sexual voluntariamente.

6.Aceptar la realidad de que algunas mujeres (y hombres y transexuales) decidirán continuar en la prostitución, y garantizar que se les proporcionará las mismas protecciones legales —laborales y de cualquier otro tipo— que las que disfrutan los demás trabajadores.

7.  Adoptar un nuevo enfoque que valore la investigación independiente, no sesgada y metodológicamente correcta y que incluya las voces de las partes concernidas, incluídas trabajadoras sexuales y jóvenes.

8.  Encargar un estudio independiente, no partidista, y metodológicamente correcto que recoja información —de todas las fuentes, incluídas trabajadoras sexuales y jóvenes— para documentar y evaluar el impacto real que toda la serie de leyes y políticas relacionadas con la prostitución tienen sobre las trabajadoras sexuales, los compradores de sexo, los inmigrantes y las víctimas de trata.

A continuación, otros gobiernos, como el de Israel, que están proponiendo adoptar una ley como la de Suecia, deberían considerar si desean malgastar los escasos recursos y el capital político en una ley fallida y que, además, se ha demostrado nociva. Esos países podrían, en cambio, considerar la adopción de los pasos antes citados para desarrollar auténticas soluciones basadas en la evidencia y en el respeto a los derechos, en vez de en la ideología y las emociones.

Los gobiernos que adopten estas mínimas medidas para garantizar que sus leyes y sus políticas ‘no hacen daño’, garantizarán que están apoyando e implementando los estándares internacionales de derechos humanos, como todos los gobiernos —incluído el de Suecia— han prometido hacer.

Al mismo tiempo, las trabajadoras sexuales y sus aliados activistas en Suecia, Noruega, Finlandia e Islandia, y otros países donde la venta de sexo es legal, podrían leer cuidadosamente el caso Bedford y considerar la posibilidad de emprender una acción legal en contra de las leyes de sus respectivos países, basándose en semejantes  fundamentos. También merecería la pena considerar la conveniencia de alegar discriminación y falta de derechos laborales y de otros tipos, además de las alegaciones referidas a la violencia como en el caso Bedford.

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Las opiniones, hallazgos y conclusiones o recomendaciones expresados en esta publicación son los del Program on Human Trafficking and Forced Labor y no reflejan necesariamente las opiniones de sus financiadores.

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[1] Según el Oxford English Dictionary, ingeniería social es el “uso de planificación centralizada en un intento de manipular el cambio social y regular los futuros desarrollo y comportamiento de una sociedad”.

http://www.oed.com/view/Entry/272695?redirectedFrom=social%20engineering#eid

[8] Para información sobre los efectos de las leyes de penalización, legalización y despenalización, ver el próximo número de Issue Paper dedicado a trata de seres humanos y trabajo sexual.

[9] Una evaluación de la ley sueca hecha por el gobierno noruego en 2004 (basada en materiales suecos y en sus propias observaciones) también concluyó que era imposible determinar la causa de este descenso (Norwegian Ministry 2004, 11).

[10] En un informe policial de 2005, “la policía se quejó  de que había un 19% dedisminución de información acerca de la trata” (Danna 2007, 45). Al mismo tiempo, “ninguna investigación de los compradores de sexo ha llevado nunca al descubrimiento de delitos más serios” (Danna 2007, 45).

[11]Por ejemplo, en 2009, un cliente en el Reino Unido ayudó a una mujer Thai a escapar de sus explotadores. El juez que dictaminó el caso de trata dijo que el hombre danés debería ser “muy encomiado” por sus acciones (The Herald 2009).

[12] La estigmatización del trabajo sexual es un factor clave que mina la salud, la seguridad y los derechos de las trabajadoras sexuales (Crago 2009).

[13] La invisibilidad de las trabajadoras sexuales constituye el mayor obstáculo para llegar a las trabajadoras en términos de educación y prevención de VIH/SIDA y ETS (UNAIDS 2002, 13).