Ben Whishaw y Andrew Scott: los ayudantes gays de 007 en ‘Spectre’

LGBT+ en el mundo audiovisual

Los dos intérpretes en la premièreSpectreGTRES

Los dos intérpretes en la premièreSpectre GTRES

Javier Bardem acaba de hacer su entrada en escena con la peluca rubia oxigenada y el traje más bien peculiar de Raoul Silva, el renegado del MI6 que ejerce como malo malísimo de Skyfall. Tiene a Daniel Craig, el James Bond rubio, atado a una silla, y no pierde la oportunidad para tratar de seducirle para lo que sólo se podría describir como ‘pasarse al lado oscuro’: “¿Qué te hace pensar que es mi primera vez?“, contraataca 007.

Ya se sabe, no hay nada más difícil que luchar contra una tradición: la idea de un Bond que no sea heterosexual, queda muy lejos. Y lo mismo se puede aplicar al resto d personajes de la saga de espías más famosa de la historia. En su momento, Daniel Craig negaba rotundamente que, en un futuro, pudiese haber unJames Bond gay. Javier Bardem, por su parte, relegaba la sexualidad de Silva a la nebulosa del ‘no entra en ninguna categoría’. ¿Era Silva el primer villano Bond gay? “Se podría interpretar de esta manera“, contestaba en una entrevista “la opción estaba en el guión”.

Hacemos un fast-forward de tres años y nos encontramos con Spectre, la película número 24 de la saga, la cuarta protagonizada por Craig. Spectre cuenta con dos actores abiertamente gays, lo que llama la atención no desde un punto de vista profesional (¿qué actor rechazaría un papel en la tercera saga más taquillera de la historia?) sino desde un punto de vista ético: ¿por qué participar en una película que pasa por el tema LGBT+ de puntillas?

Sus nombres son Whishaw, Ben Whisaw y Scott, Andrew Scott, y no sabemos si les gusta el vodka martini agitado o revuelto, pero sí que lucen un esmoquin con una planta digna de cualquier agente del programa ’00’.

Q, el siempre fiel colaborador de Bond, en plena acción CORDON

Q, el siempre fiel colaborador de Bond, en plena acción CORDON

El primero interpreta de nuevo a Q, el joven jefe de la división Q del MI6 (algo así como I+D pero aplicado a espías) y se encarga de ofrecer a Bond toda la ristra de cachivaches que el agente utiliza para llevar a cabo sus misiones en el nombre de la Patria y de la Reina. Durante su paso por el universo Bond, también le ha proporcionado una suerte de agria simpatía que, contando que hablamos de ingleses, bien puede ser interpretada como una amistad. El personaje de Scott es uno de los recién llegados al mundo de claroscuros del espionaje inglés. Por la poca información que hemos podido llegar a reunir sobre el personaje, sabemos que, al menos, parece uno de los buenos: es Max Denbigh, alias C, jefe del Centro de Seguridad Nacional, el resultado de mezclar las dos agencias de inteligencia del gobierno británico: el MI5 y el MI6.

Salir del armario: ¿sí o no?

Han conseguido estos papeles tan destacados en un momento en el que uno de los debates más candentes en Hollywood es si los actores LGBT+ deberían o nosalir del armario públicamente, si eso ayudaría a sus seguidores y si ofrecer esa ayuda les merecería más la pena que el supuesto daño que esa salida del armario podría repercutir en sus carreras.

“Creo que eres mejor actor cuanto menos sepa la gente sobre tí. (…) Tanto si eres heterosexual como si eres gay, la gente no debería saber nada de tu sexualidad, porque ese tendría que ser uno de los misterios con los que deberías ser capaz de jugar”, comentaba hace poco Matt Damon en una entrevista. Ian McKellen, uno de los primeros actores establecidos en declarar públicamente su homosexualidad, animaba poco después a sus compañeros de profesión a seguir su ejemplo: “Ese es mi mensaje para todo el que piense ‘tengo que mantenerme dentro del armario para tener éxito en el cine’: yo no lo hice“.

Los actores que nos ocupan hoy, Ben Whishaw y Andrew Scott, son el ejemplo perfecto de que este debate no es sólo una discusión entre la comunidad heterosexual y la LGBT+, sino entre los mismos miembros de la comunidad LGBT+. Ben Whishaw, por su parte, se acerca más a la posición de Matt Damon. Declaró que no sabía por qué el hecho de ser gay tenía que ser discutido públicamente sólo porque los actores llevasen a cabo su trabajo bajo la mirada pública. Como un digno espía, lo poco que se sabe de su vida privada es que se ha casado por lo civil con el compositor australiano Mark Bradshaw, al que conoció mientras ambos trabajaban en la película Bright Star en 2009.

C, el misterioso personaje de Andrew Scott, en un fotograma de Spectre

C, el misterioso personaje de Andrew Scott, en un fotograma de Spectre

Andrew Scott tiene un lado mucho más contestatario: salió del armario para criticar públicamente la ley contra la propaganda de las relaciones sexuales no tradicionales. Como irlandés, también ha manifestado su apoyo a la legalización del matrimonio homosexual en su país. Piensa que “gracias a Dios, actualmente la gente no ve el hecho de ser gay como un fallo de carácter. Tampoco es una virtud, como la amabilidad. O un talento, como tocar el banjo. Es simplemente un hecho“. Ha insistido en que salir del armario no le ha reportado ningún efecto negativo a su carrera, profesionalmete hablando, y ha animado a sus compañeros de reparto, tal y como lo hizo Ian McKellen, a salir del armario: “creo que es importante serauténtico con uno mismo”.

Otros actores LGBT+

La inclusión de Whishaw y Scott en el universo Bond, ¿significa alguna mejora para la comunidad LGBT+ dentro del mundo del cine?

Tenemos a Zachary Quinto como el icónico Spock en Star Trek, a Ian McKellen y aLuke Evans, ex novio de Jon Kortajarena, en El Hobbit, a Jamie Clayton y a Laverne Cox, actrices transexuales, en Sense8 y Orange Is The New Black respectivamente, a Ellen Page en la esperada Freeheld, a Angelina Jolie, Megan Fox, Neil Patrick Harris, Matt Bomer, Cara Delevingne… Parece que, poco a poco, la sexualidad y la identidad de género de un actor está alcanzando la misma relevancia que su color de pelo.

Maratón de sexo y drogas en Chueca

orgia en un frasco

Cinco hombres, cinco gramos de mefedrona y un fin de semana por delante. Empieza la chemsex en Chueca. Lo más importante de esta fiesta sexual siempre es la recena, pero lo primero que hacen es ir a un local de ambiente a tomarse la primera copa. La segunda hay que aliñarla con un poquito de polvo blanco. La tercera y las cinco siguientes aliñadas se toman en una discoteca. Ya es de día, y es hora de recenar. Los cinco hombres se suben a un apartamento en la calle de Fuencarral que se convierte en una improvisada sala de música electrónica.Esnifan unas rayas y empieza el maratón de dos días de sexo, sin comer ni dormir.

A esto lo llaman chemsex, un término cada vez más conocido en el colectivo gay. Son fiestas en pisos privados donde varios hombres se reúnen para consumir drogas y mantener relaciones sexuales. En Madrid cada vez son más famosas y la mefedrona, una droga sintética en forma de polvo blanco cristalizado, es la anfitriona más solicitada. Aunque a Miguel Ángel le gusta llamarla «comida para cactus». A este informático de 31 años no le importa dar su nombre, pero no quiere que le hagamos ninguna foto. «Llevo dos días sin dormir y no tengo la mejor cara», dice. Tiene las pupilas dilatas, las manos sudorosas y está eufórico.Cada mes y medio hace una compra en internet de 10 gramos de mefedrona por 100 euros, que luego reparte entre sus amigos. Aunque en 2011 esta droga se declaró ilegal en España, se puede encontrar como fertilizante en varias páginas web. También se puede comprar en la calle, a un precio más barato que la cocaína o el éxtasis.

El camello que vende mefedrona y metanfetaminas en una de las estrechas callejuelas del barrio de Chueca nos confirma que cada vez tiene más clientes que le compran para este tipo de fiestas. También lo atestiguan las organizaciones de ayuda a la drogodependencia. «En los últimos años hemos notado un aumento de la mefedrona en las calles. La fiscalización del 2011 no fue muy eficiente para retirarla del mercado. Es una sustancia muy buscada para las fiestas sexuales porque te facilita la práctica del sexo más extremo durante más tiempo y con más de una persona», afirma Núria Calzada, coordinadora de Energy Control, un proyecto de reducción de riesgos en el consumo de drogas de la ONG Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD). En su laboratorio en el barrio de Tetuán analizan las drogas que les entregan los consumidores que quieren saber lo que se están metiendo. «Nos hemos encontrado la mefedrona adulterada en éxtasis y cocaína. Se puede esnifar o tomar por vía oral. Tiene efectos estimulantes como la cocaína y otros empatógenos y emocionales del MDMA. Es muy adictiva», explica Núria.

Circuitos sexuales

Miguel Ángel lleva un año organizando las chemsex con mefedrona. Su casa forma parte de los circuitos sexuales que se organizan una vez a la semana por varias viviendas desde Chueca hasta La Latina. La herramienta más usada para buscar gente es el Grindr, la aplicación móvil enfocada a la comunidad gay masculina con más de siete millones de usuarios. «Al mes nos pegamos una o dos chemsex. Cada vez veo a más hombres que quieren probar esta experiencia. Es alucinante la tremenda excitación que se siente y la mefedrona además te da insomnio y más energía de lo normal, por lo que puedes estar varios días practicando sexo sin parar», afirma eufórico.

Cada gramo que pilla le da para cinco dosis que se mete vía oral o esnifada. «Últimamente también hay gente que se inyecta mefedrona por vía intravenosadurante las relaciones sexuales, mezclado además con viagra, y eso es más peligroso», cuenta Miguel Ángel, refiriéndose a las fiestas slamming, una moda que llega de Inglaterra y que Apoyo Positivo, una asociación dedicada a ayudar a los enfermos de sida, alerta del peligro de estas fiestas a la hora de contraer enfermedades de transmisión sexual. «Hace un año y medio notamos que se empezaron a disparar los casos de VIH relacionados con el consumo de alguna sustancia antes del sexo», cuenta Jorge Garrido, director de Apoyo Positivo. «La cultura del chemsex se ha ido instalando en grandes ciudades como Madrid y tiene un doble peligro: la práctica sexual sin protección y el uso de drogas como la mefedrona que son muy adictivas y se conoce poco de su efecto a largo plazo».

Las entidades que trabajan para la prevención del VIH llevan un tiempo denunciando estas prácticas de riesgo. «Nos hemos encontrado casos de paranoia, pérdida de memoria y psicosis. Hay dos perfiles de consumidores de estas fiestas. Chicos de 18 a 25 años que están empezando a salir por Chueca y otro grupo de hasta 40 años que llevan ya bastante tiempo consumiendo», explica Jorge.

En los últimos años ha habido una explosión de nuevas drogas sintéticas en el mercado. Algunas como la mefedrona o la flakka -que se dio a conocer en Magaluf este verano- forman parte de las catinonas, una familia de sustancias estimulantes que proceden de la planta del Khat, un arbusto natural de Etiopía que su hoja se usaba tradicionalmente para mascarla al final del día y quitar la fatiga. Pero debido a las guerras y al desempleo, muchos consumidores la utilizan durante todo el día.

Aquí, en Madrid, estas drogas han cambiado la percepción de fiesta de muchos hombres. Ya no vale salir a una discoteca y al cerrar irse a casa a descansar. Ahora la oferta de las chemsex está de moda. Drogas estimulantes y sexo.

Canto a la vida desde los suburbios

LITERATURA  40 aniversario de la muerte de Pasolini

Pasolini escogió para sus novelas a unos muchachos que se desenvolvían entre el delito y el deleite, ubicados allá lejos, más lejos que Eritrea, en el fin del mundo: los suburbios inalcanzables

Pier Paolo Pasolini

Pier Paolo Pasolini. GETTY

Las primeras novelas, acaso las más potentes, de Pier Paolo Pasolini tenían dos protagonistas esenciales: los muchachos y el paisaje subproletario de las afueras de Roma.

Condenados a vivir de la picaresca y el delito, rodeados de brutalidad, obligados a la brutalidad, expresándose con brutalidad, tanto en Muchachos de la calle como en Una Vida violenta nos encontramos con una realidad que esquiva el precioso ascensor social mediante el cual las autoridades competentes y el dinero de la posguerra italiana convencían a las clases bajas de que sus mejores hijos acabarían ascendiendo a fuerza de trabajos forzados y merecimientos.

Por debajo de esas clases bajas todavía había mundo: un sótano al que no llegaba el ascensor social y donde por tanto regían las leyes de la selva. Esa selva estaba a tiro de piedra de las luces de la gran ciudad, a no muchos kilómetros de donde se hacían negocios en un país que pretendía levantar la cabeza después de los años de fascismo y la destrucción de la guerra.

A aquellas barrios malos no iba a llegar ninguna inversión que mejorara las vidas de quienes allí se apilaban. Pero los barrios malos tuvieron a un poeta que al menos les dio presencia a través de unos héroes cuya única pretensión era devorar la vida y hacerlo rápidamente: habían visto a demasiados viejos decrépitos como para desear siquiera adaptarse, entre otras cosas porque nadie iba a darles una oportunidad de adaptación.

El poeta era Pier Paolo Pasolini, marxista convencido que echaba en cara a sus compañeros ideólogos que no vieran que debajo de la clase obrera todavía había una capa más, la de los desahuciados a quienes nadie iba a prestarles la menor atención.

Escogió para sus novelas a unos muchachos que se desenvolvían entre el delito y el deleite, ubicados allá lejos, más lejos que Eritrea, en el fin del mundo: los suburbios inalcanzables. “Y en el corazón del suburbio, un partido de fútbol“, escribía Pasolini en uno de sus Poemas con forma de rosa. Porque también allí, junto a la decrepitud ambiental, el no tener qué comer, las excursiones al otro mundo, al mundo de la gran ciudad, para conseguir algún botín, se presentaba de vez en cuando la felicidad en forma de partido improvisado.

Pasolini, que consideró pronto que había dos iglesias, la iglesia marxista y la católica, y a ambas había que serle infiel porque no hacían sino pertrechar dogmas que no ayudaban a vivir, sino a mandar cómo había que vivir, cantó con audacia y lenguaje tosco, el lenguaje del ambiente que retrataba, esos lugares que estaban tan cerca y tan lejos del milagro de la recuperación económica. Los lugares a los que el milagro no llegaba, y la gente a la que se le prohibía creer en milagros.

Pasolini contra Pasolini

El cine “no consumible” del italiano, desde ‘Accatone’ a ‘Saló o los 120 días de Sodoma’, se hace fuerte en cada una de las infinitas contradicciones que propone.

Pasolini durante el rodaje de 'Teorema'

Pasolini durante el rodaje de ‘Teorema’. EL MUNDO

En una ocasión Michelangelo Antonioni dijo de Pasolini que cayó “víctima de sus propios personajes”. En la oración fúnebre que le dedicó delante de su cuerpo aún tibio, Alberto Moravia confesó haber soñado con su amigo días antes. En la pesadilla, pues eso era, el poeta de los desheredados corría y detrás de él se abalanzaba “algo que carece de rostro”. El escritor creyó primero ver a Italia entera en esa amenaza y, luego, menos catártico, se imaginó el destino necesario de una vida acosada; acosada por la propia vida, por la muerte.

Semanas antes de su brutal asesinato en la playa de Ostia un día como hoy de hace 40 años, se estrenaba ‘Saló o los 120 días de Sodoma’, una adaptación desesperada del Marqués de Sade que, a la vez, quería ser la metáfora desangrada de un tiempo, el suyo, convertido en un callejón sin salida; una evidente y salvaje formulación de lo más parecido al deseo de muerte. “Sólo en el momento de morir nuestra vida, hasta entonces impredecible, ambigua y errática, adquiere sentido”, manifestó el propio Pasolini en una entrevista de 1967.

Pasolini fue un hombre empeñado no en resolver sus contradicciones, sino en hacerlas suyas, en habitar en ellas y desde ellas definirse. Sin ser católico, jamás abandonó la esperanza de la gracia. Quiso ser comunista y no le dejaron por homosexual, por ‘depravadamente’ libre. Marxista y, sin embargo, luchador desaforado contra los estrechos márgenes del pensar dialécticamente impotente. Revolucionario a pesar de la crisis de una clase trabajadora seducida sin remedio por el sueño del consumo. Entregado a vivir por pura y paradójica coherencia con su muerte.

Una escena de 'Saló o los 120 días de Sodoma'

Una escena de ‘Saló o los 120 días de Sodoma’

Su cine, como no podía ser de otro modo, vivió desde el primer fotograma en la contradicción de ser el cine de él, de Pasolini, de un escritor que renovó la literatura italiana al dotarla de la carne y el sonido dialectal de la vida; de un novelista que salió a encontrar la herida de la calle; de un ensayista que jamás se conformó con el sonido triste de la academia; de un poeta simplemente; de un cineasta que a fuerza de negarse como tal acabó por ser el más libre de todos ellos.

Cuando se refería a su trabajo como director de cine siempre lo hacía desde la distancia de saberse diferente, de desearse de otra manera a los estándares de un arte entonces en plena revolución. Al referirse a ‘Teorema’, su controvertido retrato de una burguesía inane, hablaba de ella como un ensayo escrito. “Es una parábola, pero no didáctica, sino problemática. Y dicha problematicidad, de hecho, está presente en la película, que no presupone soluciones, que no ensaya nada; simplemente plantea problemas, hace consideraciones, propone observaciones… Deja un problema sin resolver”.

De la misma manera, cuando hablaba de su manera de componer los planos, de proponer la puesta en escena, jamás se refería al propio cine, sino a la pintura. “Mi gusto cinematográfico”, decía, “no es de origen cinematográfico, sino figurativo.Lo que tengo en la cabeza como una visión, como campo visual, son los frescos de Masaccio, de Giotto (que son los pintores que más amo, junto a algunos manieristas como Pontormo)… Por eso, cuando mis imágenes están en movimiento, están en movimiento un poco como si el objetivo se moviese por el cuadro; concibo siempre el fondo como el fondo de un cuadro, como un escenario, y por eso lo ataco siempre frontalmente”.

En definitiva, como él mismo gustaba decir, se negaba hacer cine para que fuera simplemente cine, cine para entretener el placer de la mirada. Defendía el cine a la altura de la misma poesía. “La poesía”, insistía cada vez que tenía ocasión, “no se consume. Dicen que el sistema se lo come todo, que lo asimila todo. No es cierto, hay cosas que el sistema no puede asimilar, no puede digerir. La poesía es inconsumible… Lo mismo vale para el cine: haré cine cada vez más difícil, más árido, más complicado, y quizá incluso más provocador para que sea lo menos consumible posible”.

Totó y Ninetto en un momento de 'Pajaritos y pajarracos'

Totó y Ninetto en un momento de ‘Pajaritos y pajarracos’.

Cuando el austriaco Michael Haneke se refiere a la influencia de Pasolini en su trabajo, habla, fundamentalmente, de esto último. No se trata simplemente de medir la capacidad para el ‘shock’ de ‘Funny games’ frente a ‘Saló…’ (la obra más apreciada por el austriaco). La idea es rescatar al cine de la mercadería de la imagen como bien de consumo. Y para ello es básico que el espectador se sienta agredido. Sólo existe la posibilidad de un cine como obra de arte, como espacio desde el que abrir un frente de resistencia.

Y así fue siempre. Sus primeros trabajos de principios de los 60, ‘Accattone’ y ‘Mamma Roma’, se construyen desde la necesidad, paralela al fuego de sus primeras y más celebradas novelas, de acercarse a la realidad. Se dice que poetiza el neorrealismo de Vittorio de Sica y Rossellini en el que hace pie y que, entonces, consumía todas las miradas. Pero, a poco que se preste atención, no se trata tanto de poetizar en el más laxo de los sentidos como de subrayar hasta alcanzar la sangre; de hacer más real lo real.

Sus personajes, con esa Ana Magnani convertida en santa madre de todos los desamparados, de todos los dioses desnudos; sus criaturas, decíamos, adquieren desde el primer segundo el carácter de arquetipos a la vez sagrados y profundamente carnales; eróticos incluso. Como en los cuadros de Caravaggio lo divino se funde con lo pagano en una justa y doliente reivindicación de la piel. Y siempre en un terreno extraño que irrita a la que vez que entusiasma.

Cuando, acto seguido, el poeta ofreciera su particular lectura de la vida de Jesús, el rey de los desheredados, los extremos de la más íntima contradicción hicieron que ‘El evangelio según Mateo’ fuera igualmente reivindicada por el furor marxista que por la devoción cristiana. El Cristo de Pasolini, como él mismo, vive incapaz de entender lo eterno sin tocar el corazón de lo efímero. Como en su poesía, cada nombre, por excelso que se pretenda, aparece siempre acompañado por un adjetivo que lo degrada, lo hiere: impuro aire, paz mortal, odiada pureza… Y así.

Una escena de 'Pocilga'

Una escena de ‘Pocilga’.

Cuando el 1966 rueda ‘Pajaritos y pajarracos’, convierte en imagen el primero de sus ensayos. Explícitamente, el cuervo marxista pone sobre la pantalla la primera de sus “parábolas incómodas”. En la escena final en la que Ninetto y Totó se comen al pobre pájaro, en realidad, comulgan con él y el ideario revolucionario adquiere, por el milagro de la transubstanciación, la realidad de la carne y la sangre. Amén.

Después, a un ritmo de película por año, Pasolini siente la necesidad de ofrecerse él mismo en sacrificio a unos espectadores demasiado cómodos en su existencia de proletarios con coche. Eso o de burgueses entretenidos en el juego de demolición de su propio sistema de creencias. Todo falso, todo impostura. En un movimiento que bien se podría llamar dialéctico, se lanza a analizar su tiempo desde la doble óptica del pasado de los clásicos y, a la vez, de la urgencia presente de la crítica.

De ese tiempo, en los años que va de 1967 a 1969, los mitos de ‘Edipo’ y ‘Medea’ se conjugan con el ácido de su cine más esquinado, crítico y demoledor. Aquí, ‘Teorema’ y ‘Pocilga’. No se trata tanto de alegorías como, ya se ha dicho, parábolas sin solución que quieren hacer de las contradicciones que las soportan su único sentido.

Quizá de la insoportable tensión de estas últimas propuestas naciera la necesidad de la ‘Trilogía de la vida’: ‘El Decamerón’, ‘Los cuentos de Canterbury’ y ‘Las mil y una noches’. Tres películas que celebran la libertad del deseo, el placer de la libertad desde la seguridad que da desprenderse de la urgencia de la actualidad. El tiempo haría que el propio Pasolini renegara de un trabajo que acabó por imitarse mal, convertido casi en un subgénero pornográfico.

Willem Dafoe en la película de Aber Ferrara 'Pasolini'

Willem Dafoe en la película de Aber Ferrara ‘Pasolini’.

Pocos de los que celebraron esta última y libérrima propuesta del director parecieron caer en la cuenta del giro cada vez más acusado hacia algo parecido a la desesperación. Los héroes de Pasolini ya no están en la Italia de ‘Muchachos de la calle’ sino muy lejos, en eso que con condescendencia se da en llamar Tercer Mundo. La esperanza reside sólo en los últimos, en aquellos definitivamente arrinconados.

Desengañado, su último trabajo en el que iguala consumo con nazismo, haciendo coincidir a Dante con Sade y a la figura de Musolini con los modales blandos de una Europa moribunda, es ya el testamento de un hombre que ya sí es capaz de anticipar su propia muerte. “Sólo en el momento de morir, nuestra vida cobra sentido”, dice.

Recientemente, Abel Ferrara se detenía en ‘Pasolini’ en los últimos días del poeta.“El fin no existe. No queda otra que seguir esperando. Algo sucederá”, le dice en la película el personaje interpretado por Riccardo Scamarcio a Ninetto Davoli. Se lo comenta sobre unas escaleras que no parecen llevar a ninguna parte. Y ahí, sin más, sin otra revelación que el más doloroso de los cansancios, se acaba la lírica, profunda y triste película.

La cinta recorría tan sólo unos días; los que desembocaron en su brutal asesinato en la playa de Ostia el 2 de enero de 1975. En la pantalla se escenifica el improbable encuentro de lo vivido y lo soñado. Los personajes de Pasolini se mezclan, discuten y se esconden detrás su autor. Quizá son lo mismo. Ferrara se esfuerza no tanto en contar nada como en reproducir o intuir la simple sensación de la muerte; quizá el fantasma sin rostro del sueño de Moravia; tal vez el propio Pasolini acosado por sus personajes. Pasolini contra Pasolini.

Incómodo Pasolini

Pier Paolo Pasolini, rodando ‘Accattone’

Pier Paolo Pasolini, rodando ‘Accattone’. / Reporters Associati

La teoría más estrafalaria sobre el asesinato de Pier Paolo Pasolini la expuso hace diez años su amigo el pintor Giuseppe Zigaina, que defendió en un libro la posibilidad de que el poeta y director de cine hubiese planificado su propia muerte. A su juicio, habría sido una «imitación de Cristo» llevada al extremo, la creación de «un nuevo mito de muerte y renacimiento», un martirio voluntario del que Pasolini había ido avanzando misteriosas pistas en distintos lugares de su producción artística. La hipótesis de Zigaina tiene que ver, sin duda, con el aire ‘pasoliniano’ que tuvo el trágico final del intelectual italiano, en el que aparecían algunos de los elementos que habían vertebrado su vida y su obra. Pero, a la vez, esa ocurrencia tan loca permite hacerse una idea de los ojos con los que muchos contemplan hoy aquel crimen: cualquier explicación, incluso las abiertamente desquiciadas, parece más creíble que la versión ratificada en su momento por la Justicia.

Los hechos que hoy cumplen cuarenta años se desarrollaron de una manera que, ciertamente, tuvo cierta consistencia cinematográfica, de película muy negra y terriblemente dura. A las diez y media de la noche del 1 de noviembre de 1975, Pasolini recogió a un chapero en la estación ferroviaria de Roma Termini y se lo llevó a «dar una vuelta» en su Alfa Romeo Giulia GT 2000: se trataba de Giuseppe Pelosi, conocido como Pino ‘la Rana’, un chaval de 17 años con antecedentes por pequeños delitos. El director, que no era precisamente inexperto en el mundo de la prostitución masculina, invitó al joven a cenar unos espaguetis en una ‘trattoria’, mientras él se bebía una cerveza, y después siguieron juntos su ruta hacia Ostia, la parte costera de la capital italiana. A la una y media de la madrugada del 2 de noviembre, una patrulla de ‘carabinieri’ emprendió la persecución de un Alfa Romeo que circulaba a gran velocidad y en sentido contrario: su conductor y único ocupante era Pelosi, que trató de escapar corriendo pero fue detenido. Cinco horas más tarde, una vecina de Ostia encontró lo que, en principio, le pareció un montón de basura. Se trataba del cadáver deshecho de Pasolini, que había sido apaleado y después atropellado varias veces con su propio coche. Tenía varios huesos rotos y los testículos machacados.

Pelosi explicó que había matado a Pasolini porque pretendía sodomizarlo con un palo. Nadie se creyó que, con sus hechuras de adolescente, hubiese podido apalear a la víctima sin sufrir ningún rasguño y sin siquiera mancharse, de modo que el juez Carlo Alberto Moro, hermano de Aldo Moro, lo condenó por homicidio voluntario «en concurso con desconocidos». Esa puntualización sería eliminada después por la corte de apelaciones, que dejó a Pelosi como único responsable del crimen. La investigación fue una de esas chapuzas apresuradas tan características de la Policía italiana, que convierten el país en un campo abonado para vistosas teorías de la conspiración: hubo pruebas que se dejaron a un lado (en el coche había un jersey que no pertenecía ni a la víctima ni al asesino) y otras que se dañaron durante el proceso (el vehículo se quedó bajo la lluvia y, después, los agentes lo estamparon contra un poste cuando lo llevaban al juzgado).

Los amigos de Pasolini, como la periodista Oriana Fallaci, plantearon desde el principio que el intelectual había sido víctima de un complot y convirtieron su asesinato en un emblema de la inmundicia moral que reinaba en el país: eran los años de plomo, un periodo de caos, extremismo político y confabulaciones siniestras que estuvo salpicado de atentados terroristas, muchas veces sin esclarecer. «Pelosi y los otros fueron el brazo que mató a Pasolini, pero los que autorizaron este acto son legión; en realidad, toda la sociedad italiana», clamó el escritor Alberto Moravia, íntimo del asesinado. «Ha sido una ejecución pública, para que todo el mundo vea y aprenda», concluyó la periodista y política Maria-Antonietta Macciocchi.

Pasolini pasea por una barriada de Roma junto a Ninetto Davoli, que fue el amor de su vida

Pasolini pasea por una barriada de Roma junto a Ninetto Davoli, que fue el amor de su vida. / R. C

A lo largo de su carrera, Pier Paolo Pasolini se había ganado tantos enemigos que se hace casi imposible enumerarlos: siempre fue un hombre esencialmente incómodo, inconformista y ajeno a los rebaños ideológicos. Por supuesto, la ultraderecha lo detestaba, y los cachorros fascistas habían convertido en una tradición las protestas violentas en los estrenos de sus películas, pero también los suyos, los comunistas, solían quedarse descolocados ante sus opiniones heterodoxas y transgresoras. En ese sentido, resultó particularmente significativa su postura ante las revueltas estudiantiles de 1968, donde se puso del lado de los policías: eran, según escribió en un poema memorable, los «hijos de los pobres» apedreados por los «hijos de papá». Pasolini lo mismo alertaba sobre el consumismo como nuevo totalitarismo, que investigaba los lazos entre el poder y la mafia: en el momento de su muerte no estaba en el ojo de un huracán, sino de al menos tres, por el robo de varias bobinas de su controvertida película ‘Saló o los 120 días de Sodoma’, por sus explosivos artículos sobre las conexiones criminales del Gobierno y también por la novela que estaba escribiendo, ‘Petróleo’, con preocupantes implicaciones para el Ente Nacional de Hidrocarburos.

La bomba de Pelosi

El cadáver del poeta y director de cine estaba destrozado. A la derecha, Pelosi entra en los juzgados

Pasolini pasea por una barriada de Roma junto a Ninetto Davoli, que fue el amor de su vida. / R. C.

Giuseppe Pelosi salió en libertad en 1983 y esperó veintidós años antes de hacer su gran revelación: en 2005, en una entrevista con la RAI, afirmó que los asesinos fueron en realidad tres hombres a los que él no conocía, que hablaban con acento siciliano y que arremetieron con palos y cadenas contra Pasolini, mientras le llamaban «sucio comunista». Añadió, además, que los tres sujetos le habían amenazado con hacer daño a sus padres si contaba algo, así que había esperado a que ambos falleciesen para desvelar lo ocurrido. Se retomaron las pesquisas y la Policía científica halló el ADN de cinco personas en la ropa de la víctima, pero, a falta de correspondencias que permitiesen identificarlas, el caso se ha archivado en mayo de este año. El abogado Stefano Maccioni, que representa a un primo de Pasolini, ha emprendido una campaña para que no se abandone la investigación: hace un mes, ha planteado la petición de que se cree una comisión parlamentaria dedicada a este crimen, que ya suma casi diez mil firmas en internet. «Yo creo que algún día podremos saber quiénes y por qué mataron a Pasolini. Llevo casi seis años tratando de responder a estas preguntas», explica el letrado a este periódico. Maccioni, que se refiere a Italia como «el país de la verdad póstuma», se muestra convencido de que el caso está rodeado de intereses oscuros: «No es una casualidad que Pasolini fuese asesinado de aquella manera, ni tampoco que se haya querido hacer creer que intentó ejercer la violencia carnal sobre un menor. Durante muchos años esto ha enfangado la memoria y el valor artístico de Pasolini».

El propio poeta escribió en 1972 que la muerte es algo así como un montaje cinematográfico que da sentido a la vida: «Selecciona los momentos verdaderamente significativos y los coloca en sucesión, haciendo de nuestro presente infinito, inestable e incierto un pasado claro, estable, cierto». Se podría pensar que, en su caso, el montaje ha resultado fallido, una traición al material acumulado a lo largo de su biografía, pero también es defendible la tesis contraria: a través de su asesinato sin resolver, Pier Paolo Pasolini sigue cumpliendo ese papel que siempre asumió con gusto, el de cuestionar el fondo turbio de la conciencia nacional italiana.

 

“La homosexualidad en el franquismo”, un reportaje de Canal Sur.

En noviembre se cumplirán 40 años de la muerte del dictador Francisco Franco. Recuperamos un interesante reportaje elaborado por el equipo de Los Reporteros, de Canal Sur, en 2012, que recoge el testimonio de algunas personas que fueron perseguidas y tuvieron que pagar con la pena de prisión el hecho de ser transexuales, gays o lesbianas. Aquellas personas a quienes el franquismo aplicaba la ley de vagos y maleantes, y luego la de peligrosidad social. Muerto el dictador, para ellos y ellas no hubo ni idulto ni amnistía, y tuvieron que esperar hasta 1979 para que se derogaran las leyes que les reprImían (la Ley de Rehabilitación y Peligrosidad Social no se derogó totalmente hasta 1995).

Ligar en tiempos modernos

CRISTÓBAL FORTÚNEZ 1

CRISTÓBAL FORTÚNEZ

“Es un juego con recompensa”. “La experiencia es similar a la de ir a una tienda de pinturas a elegir colores”. “Abres la aplicación, miras las fotos y decides: esta sí, esta no. Te sientes Dios”. “Es marketingpuro y duro: pones tus mejores fotos para venderte”. “Es entretenido, divertido, emocionante”. “Mi sensación es que es Sodoma y Gomorra”. “Quedar es muy fácil. Follar es muy fácil. La gente está predispuesta. Los chicos y las chicas”. “Es tan fácil establecer relación que, si no va bien, buscas otra”. “Es una forma alternativa de conocer gente”. “Es sile, nole. Es brillante”.

Cada vez hay más solteros. En España, el INE registró el año pasado 4,4 millones de hogares unipersonales. Y la tendencia no parece que vaya a remitir. Además, los españoles son líderes europeos en uso desmart­phones: el 81% de los móviles son inteligentes, según un informe de la Fundación Telefónica. Internet –entre otras muchas cosas– ha facilitado que oferta y demanda se encuentren sin necesidad de intermediarios: compramos en eBay, buscamos alojamiento en Airbnb y ligamos a través Tinder, Happn, Badoo o AdoptaUnTío.

Grindr fue la pionera. Su fundador, Joel Simkhai, llevaba tiempo buscando una solución: él era gay, y siempre se preguntaba quiénes a su alrededor también lo eran. Había recurrido a webs para conocer chicos, pero sin resultados satisfactorios. En 2009 lanzó ­Grindr, una aplicación geolocalizada que permite, de un vistazo, ver perfiles de otros gais en la misma zona del usuario. Hoy la utilizan a diario más de dos millones de homosexuales en todo el mundo, desde Estados Unidos y España –su sexto mercado– hasta Irak o Ghana. Y Tinder, nacida en 2012, es la responsable de la popularización de las apps para ligar. Ninguna otra crece tan rápido. En 2010, plataformas como Badoo o AdoptaUnTío acomodaron sus sites alsmartphone, pero no dieron con el eureka de Tinder. Fundamentalmente dirigida a un público heterosexual, la clave de su éxito es la sencillez: solo hay que registrarse con el perfil deFacebook, seleccionar unas cuantas fotos, determinar el radio dedescubrimiento, el sexo y el rango de edad de los chicos o chicas a los que se quiere conocer, y empezar a mirar fotos. Sí. No. Sí. No. Con el movimiento de un dedo. Si se desliza a la derecha, te gusta. A la izquierda, no te gusta. Si la atracción es mutua, hay una coincidencia y se puede empezar a hablar. En España, según datos facilitados por Tinder, se producen 15 millones de movimientos dactilares (swipes, en inglés) al día. La app estadounidense, que opera en 196 países y está disponible en 30 idiomas, no proporciona cifras de usuarios, pero presume de haber superado los mil millones de coincidencias en su breve historia. Es la aplicación de la que habla todo el mundo. Un filón para monologuistas.

A finales de los noventa y principios de los 2000 surgieron webs de contactos como Meetic, Match, OkCupid o eDarling que, basándose en exhaustivos cuestionarios y algoritmos de recomendación, proponían personas compatibles con sus usuarios y permitían navegar entre montones de perfiles. Estas representan el modelo tradicional: el del agente inmobiliario con experiencia y profesionalidad como avales. En Estados Unidos, las plataformas dedating ganarán mil millones de euros –las apps, 550 millones– en 2015, según previsiones de la firma IBISWorld. En España los datos escasean y para encontrar una referencia del sector hay que remontarse a abril de 2012: en la presentación de su versión española, AdoptaUnTío valoraba el mercado en 40 millones de euros y destacaba su “importante potencial de crecimiento”.

CRISTÓBAL FORTÚNEZ 2

CRISTÓBAL FORTÚNEZ

El nuevo modelo está liderado por las aplicaciones concebidas para elsmartphone y, por tanto, fáciles de utilizar. Ahora el cliente va solo alsupermercado: busca, compara y elige. La crítica recurrente a Tinder es su superficialidad. Unas cuantas fotos, la edad, una descripción de 500 caracteres –opcional– y una serie de intereses no bastan para tomar una decisión informada. “Es la vida real, pero mejor”, defienden sus fundadores. Sus perfiles proceden de Facebook, lo cual garantiza una cierta autenticidad, y además, como apuntaba Eli J. Finkel, psicólogo de la Universidad Northwestern de Illinois y estudioso de la evolución de las citas online enThe New York Times, Tinder se basa en la imagen, pero nosotros también: siempre hemos ligado con el que nos entraba por el ojo.

“Encuentra a quien te has cruzado”. Ese es el eslogan de Happn, aplicación que ya suma más de 350.000 usuarios registrados en España. Es la favorita de Pablo, informático de 24 años. “A veces voy por la calle y pienso: ‘A ver si por casualidad esa chica está en la app”. Él empezó a utilizar Happn y Tinder porque sus amigos lo hacían. Sentía curiosidad. ­Estas herramientas móviles han creado una audiencia completamente nueva: por primera vez chicos y chicas de 18 y 25 años, fundamentalmente residentes en un entorno urbano, se plantean utilizar servicios dedating.

Yago, madrileño de 44 años, separado desde hace ocho, probó sucesivamente Meetic, Badoo y, por último, Tinder. También sentía curiosidad, pero, como suele ocurrir al usuario habitual de los sitios de encuentros, sus oportunidades de conocer gente se habían reducido. “Mi grupo de amigos no me aportaba nada, estaban todos emparejados, y mi entorno laboral estaba muy condicionado por mi posición. Quería conocer gente sin compromisos. Para tomar una cerveza. Para ir al cine. No estaba pensando ni principal ni exclusivamente en sexo”. Conoció a su pareja actual a través de Tinder. “Ella tiene 26 años y era reacia a utilizar este tipo de apps, pero en su caso lo hizo porque parecía que estaba off si no tenía Tinder. Equivalía a no estar en el mundo”.

Torso desnudo, a la izquierda. Haciendo surf, a la derecha. Con perrito, a la izquierda. Con la ex cortada de la foto, a la izquierda. Con cinco amigos, a la izquierda. Con barba, a la derecha. Hiperguaperas, a la izquierda”. Tras la criba, a María, periodista de 32 años, le quedaron 220 coincidencias. Ella buscaba una relación y se puso un límite: tendría 10 citas, y si nada prosperaba, abandonaría Tinder y Happn. Pero rectificó. “Puedo haber quedado con 15, quizás alguno más, y repetido con 4”. Adicta al trabajo, al principio siempre quedaba a tomar algo cerca de su casa. Hasta que se aburrió y cambió de estrategia. “Siempre era la misma situación, las mismas preguntas, así que empecé a hacer planes. A uno me lo llevé a clase de trapecio”. Ahora ni siquiera tiene tiempo para ligar, pero se plantea volver a la carga en primavera. “Yo he llegado a quedar con cinco chicos en una semana y media, y he de decir que mi ratio de citas en la vida real no era así”. Es el punto fuerte de estas aplicaciones: multiplican las oportunidades, aceleran el proceso de conocer a alguien. Hay quienes chatean durante semanas para minimizar riesgos, otros en cambio se aventuran tras unas horas de intercambio de mensajes. A veces sale bien, otras no tanto, pero siempre asegura cómicas anécdotas con las que deleitar a amigos casados o en “relaciones eternas” –les fascina este nuevo mundo, coinciden los entrevistados–. Dos hits de tertulia: la “decepción” de Jessica (nombre supuesto), valenciana de 39 años, con David. Para ella, la música es una línea roja: es fundamental compartir gustos. Había mucha química, pero escuchaba Kiss FM, y cuando ella le comentó que le gustaba David Bowie, él contestó que prefería a David Guetta. O aquella vez en la que Enrique (30 años) triunfó en Grindr con una foto que se hizo con Manuela Carmena, actual alcaldesa de Madrid, durante la campaña de las elecciones municipales. “Fue la época de mi vida en la que más me han escrito: decenas de mensajes al día y la mayoría muy positivos. Solo dos me llamaron comunista… Entre otras cosas”.

La pujanza de las aplicaciones de citas constata, en opinión de Luis Ayuso, profesor de Sociología en la Universidad de Málaga, “una pérdida del pudor”. Nuestros abuelos se excitaban con el cancán y los adolescentes de hoy son maestros en el arte del sexting. En muchas ocasiones, añaden sus usuarios, también de modales. “Es muy duro: escribes a alguien y a lo mejor la foto de perfil les gusta, pero las siguientes no, y lo normal es que no te respondan. Hay quienes te dicen: ‘Disculpa, no es lo que me esperaba’, pero no es lo habitual”, cuenta Enrique. Él lo primero que hizo cuando estrenó su smartphone fue descargarse Grindr, pero ahora lleva cuatro meses sin utilizarla. “Si tienes tendencia a la baja autoestima, es un círcu­lo vicioso: llegas a casa y echas la red. Hubo una tarde que me tiré cinco horas y no quedé con nadie. Me enfadaba conmigo mismo, pero al mismo tiempo estaba buscando que me dijeran lo bueno que estaba. A mí estas aplicaciones me minan la autoestima: cuando las elimino me siento liberado”.

Tener una actitud más fría es parte del aprendizaje. Un signo de veteranía. “Necesitas una vida entera. Del chat de Tinder pasas al WhatsApp y tienes esa conversación más tu grupo de amigas, del trabajo, Instagram, Facebook. A ratos estresa”, asegura Jessica. “Al principio me tomaba más tiempo, pero ahora voy más al grano y, si no me interesa, directamente borro”. Eugenia, de 39 años, calcula que el 70% de sus relaciones han nacido en chats o aplicaciones. Las cuatro últimas surgieron en Wapa, una app para lesbianas con 200.000 usuarias activas (Wapo, para chicos gais, suma casi 350.000). “Al principio era una ilusa y me imaginaba en el altar con la chica con la que hablaba. Ahora, en cambio, soy muy distante”, explica. “Yo, por mi personalidad, siempre he tenido miedo al rechazo, pero en la app me da más igual”. Ella dice no, a ella le dicen no. Es parte del juego.

“Es como si no hubiese habido sexo antes de Tinder. Veo el consumo compulsivo propio de la novedad”, resume Jessica. El año pasado presenció cómo la hija de unos amigos abría sus regalos de Reyes. Retiraba el envoltorio, miraba el juguete unos segundos, lo apartaba y abría el siguiente. Para ella, esa imagen podría ilustrar el “desenfreno” que propician las aplicaciones. “Me descargué Tinder hace nueve meses porque buscaba una relación, pero no tardé en darme cuenta de que no era el medio que pensaba y cambié el chip. He aprendido a disfrutarlo, pero me encantaría regresar a lo tradicional. Es mucho más interesante. Lo triste de las apps es que no te tomas el tiempo de descubrir a la otra persona. No se da pie a profundizar”.

CRISTÓBAL FORTÚNEZ 3

CRISTÓBAL FORTÚNEZ

Paul W. Eastwick, profesor de Psicología de la Universidad de Texas, ha dedicado buena parte de su investigación académica a entender cómo se inician las relaciones románticas y los mecanismos psicológicos que favorecen que las parejas permanezcan unidas. “Las aplicaciones y las webs de contactos hacen que la gente piense que tiene más opciones románticas y hay evidencia empírica que demuestra que tardarán más en comprometerse”, explica.

“Yo creo que sí que está cambiando nuestra forma de relacionarnos”, opina Yago, profesional delmarketing de 44 años. “Pero más en la forma que en el fondo, porque al final se acaba quedando y es lo de siempre. Pero en este primer paso se están produciendo cambios. Yo he tenido relaciones en las que, ante la primera crisis, una de mis respuestas ha sido volver a mirar Tinder. Son herramientas frívolas, pero no creo que esto las inhabilite para entablar relaciones duraderas. Una vez das con una persona con la que estás a gusto, tiene el mismo valor que la hayas conocido en una app, en la discoteca o en un curso de cocina”.

Enrique es menos optimista. “En Madrid y Barcelona se busca sexo. Directo e inmediato. Y es tan fácil conseguirlo cuando quieras y con quien quieras que es imposible iniciar relaciones. Conozco muy pocos casos de parejas que hayan salido de encuentros fortuitos vía appscomo Grindr o Wapo. La oferta es tan brutal que está todo muy devaluado”.

El pasado verano, la edición estadounidense de Vanity Fair publicóun polémico artículo que vaticinaba el “apocalipsis” de los encuentros románticos. Y la culpa era de las aplicaciones. De nuevo, Eastwick apela a la evidencia científica: “No está probado que la gente sea más proclive a establecer una relación seria o esporádica en función de cómo se conozcan. El lugar no tiene efecto alguno sobre la duración de la relación”.

María defiende que el cartel de “solo sexo” que se cuelga a Tinder es inmerecido. “Estoy muy cansada de que la gente piense que solo es para acabar en la cama. Me dicen: ‘Si buscas pareja, mejor métete en Meetic o eDarling’, pero yo tengo poco tiempo y no quiero rellenar cuestionarios. Tinder es más relajado, respondes o no respondes, apareces o no apareces. Me ha ayudado a quitarle hierro a las citas porque cuando estás soltero tienes pocas y cada una es un mundo. Para la primera, me depilé y maquillé, lavé el coche, me puse la mejor ropa interior. Y dos horas antes el tío me canceló. Aprendes, y a la sexta te pones rímel y a correr. Cuanta menos importancia le das, menos te duele. No es un fracaso: es parte del juego. Ha habido chicos que han desaparecido y otros con los que he repetido y han querido más. En mi experiencia, también se busca pareja. Me he encontrado a muchos como yo: workaholics con todos sus amigos casados con hijos o emparejados”, precisa.

En Usos amorosos de la postguerra española (Anagrama), Carmen Martín Gaite relata la historia de una señorita, de Palencia o de Valladolid, “que le había aguantado al novio tal cantidad de desaires y de humillaciones que nadie se explicaba cómo no lo mandaba a paseo”. El día de la boda, tras el sí de su prometido y esperándose de ella idéntica respuesta, espetó un rotundo “¡No, señor!”. Perpetrada la venganza, se volvió ante los allí presentes y aclaró: “¡Y si he llegado hasta aquí es para que sepan todos ustedes que si me quedo soltera es porque me da la gana!”. En el libro, tejido a base de hemeroteca y recuerdos personales, Martín Gaite describió cómo éramos. Sobre todo, cómo era ser mujer en esa España. Si el marido era infiel, que lo hiciera de tapadillo, así nada pasaba. El divorcio no existía: era cosa de rojos. Las jovencitas que se metían a monja recibían admiración; las solteronas, piedad y desdén. Los trabajos que alejaran a la mujer del hogar eran un “peligro disolvente”. A la hora de casarse, se aconsejaba a las muchachas que no eligieran a un “jovencito inexperto”, sino a un hombre “vivido”. Ellas, por supuesto, debían llegar vírgenes al matrimonio. Sumisión y sonrisa.

Afortunadamente, esa es una cultura tradicional que vamos dejando atrás”, apunta el profesor Ayuso. “Las nuevas generaciones de mujeres están más formadas y, por tanto, son más abiertas. Pero además ahora tenemos a la abuela, educada para el matrimonio, que le dice a su nieta: ‘Oye, no se te ocurra casarte, ten muchos amiguitos, pero sé siempre independiente’. Hay un verdadero cambio social”. Sin ese paso adelante, subraya, hoy no estaríamos hablando de aplicaciones. En Happn, que el pasado mes de junio cumplió un año en España, el 60% son hombres y el 40% mujeres. Por edades, los solteros más activos son los de 18 a 25 años, que representan la mitad. El 40% restante tiene entre 26 y 35, y las franjas de 36 a 45 y mayores de 46 suman el 7% y el 3% respectivamente, según datos facilitados por esta app francesa. En ­AdoptaUnTío, quizá por su política de ladies first, la proporción se equilibra: 50-50 y las edades más comunes son las comprendidas entre los 18 y los 35 años. Un inciso: no solo hay solteros en estas plataformas. Según un estudio reciente de GlobalWebIndex, consultora especializada en consumo digital, el 42% de los usuarios de Tinder no lo estaban. Al menos, no sin compromiso. La aplicación reaccionó rebajando el porcentaje: según sus datos, solo les constaba que el 1,7% estuvieran casados. ¿Cómo detectarlos? No ponen foto en sus perfiles o, si lo hacen, se cuidan de que no se les reconozca, explican varios entrevistados. También, añaden, existe otra categoría: los que solo se dan de alta para jugar. Una vez más, los infieles saldrían malparados de producirse un caso de hackeo como el de ­Ashley Madison. Pero a los que no tienen pareja no les preocupa en exceso ni la privacidad ni el uso que se haga de sus datos. “Todos ligamos” es la respuesta más repetida. “Y cada vez más gente utiliza las aplicaciones para hacerlo”. No existe el estigma que antaño se asociaba a los sitios de citas, pero los usuarios de estas apps quieren controlar la información: en un grupo de WhatsApp de sus amigos detallarán sus aventuras, pero en Facebook serán más cautos porque entre sus amigos está tanto el profesor de yoga como el tío de Málaga.

“Yo creo que es precisamente el equilibrio de roles lo que ha hecho que este tipo de herramientas hayan despegado”, señala Yago. “Estuve un par de meses en Meetic, Badoo apenas lo utilicé y cuando llegué a Tinder me encontré con mucha más proactividad por parte de las mujeres. Mi chica es muy joven y en su entorno de amigas de su edad, 26, 27, 28 años, utilizan Tinder para tener sexo. Ni se cuestionan que no pueda ser una vía tan buena como cualquier otra para una relación estable, pero no tienen reparos en utilizarla para sexo”.

CRISTÓBAL FORTÚNEZ 4

CRISTÓBAL FORTÚNEZ

Tras salir de una larga relación, Carlos, madrileño de 33 años, vivió su año “de libertinaje”. Se dio de alta en Badoo –su red mundial supera los 267 millones de usuarios, aseguran, pero no facilitan datos de España– y AdoptaUnTío. Esta última, de origen francés, fue la que más utilizó porque él prefiere “dejarse querer”. En este “supermercado de las citas” son las mujeres quienes eligen. Ellos solo pueden enviar “hechizos” para llamar su atención, pero únicamente podrán conversar si ellas los compran. Nunca antes. “Te levantabas por la mañana y tres chicas te habían metido en la cesta. ¡Te subía el ego y la moral!”. En total, echa cuentas, quedó con unas 30 o 40 mujeres. “Fue una época graciosa y divertida. De no parar”, rememora. Su semana álgida tuvo cuatro encuentros. Las de tres –con chicas distintas– eran habituales. Su impresión es que los hombres no son los únicos cazadores. “Quizá todavía un poco más, pero se está igualando casi al 50%”. Sí son los que, lamenta, tienen el comportamiento más reprochable. “Me impactó que muchas chicas, al final de la noche, me confesasen que estaban sorprendidas de que fuera un tío normal. Contaban auténticas barbaridades”. El envío espontáneo de fotos de los genitales ya casi ha alcanzado la categoría de chiste (de mal gusto) entre las usuarias de servicios de dating.

El amor romántico nació en el siglo XVIII en Occidente y desde entonces ha sufrido distintas transformaciones. Si antes su máxima expresión era el matrimonio para toda la vida, ahora lo es la monogamia sucesiva. “Los cambios son consecuencia de la tensión entre el deseo de individualidad y el de fusión en una pareja y del ensalzamiento de la elección continua en todos los ámbitos de esta sociedad de consumo”, afirma Jordi Roca, profesor de Antropología de la Universidad Rovira i Virgili. “De ahí el modelo actual tan generalizado de la sucesión de relaciones, posible gracias a la normalización del divorcio. Dicho esto, no es el fin del matrimonio: la mayoría de personas que se divorcian reincide. Y en muchos casos cada nueva unión es pensada y deseada como definitiva”.

Pero si en la actualidad el matrimonio para toda la vida pierde adeptos, el ideal romántico sigue siendo hegemónico. Y, según Roca, “contribuye en gran medida a la mo­nogamia sucesiva. Son tantas y tan elevadas y tan poco realistas las expectativas que transmite el amor romántico que difícilmente puede evitarse la frustración y el desengaño tras unos años, algunos estudios cifran un promedio de siete, de relación”.

Y Tinder y compañía son alumnos aplicados de la teoría y práctica del amor: explotan el ideal romántico –Happn se cimienta en el amor a primera vista– y, al mismo tiempo, satisfacen la necesidad periódica de encontrar pareja.

Entonces, ¿acabarán estas herramientas con el amor, como anticipan los agoreros? “La tecnología no genera pautas sociales. La gente ya no cree en el ‘para toda la vida’ y busca cosas más prácticas, más a corto plazo, y ahí entran estas aplicaciones”, opina Cristina Miguel, profesora ayudante en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Leeds, que está a punto de presentar su tesis sobre la intimidad en la era de la redes sociales. Roca está de acuerdo, pero añade una reflexión: “Las aplicaciones y sites de ligue cuestionan varios mitos del amor romántico. El mito del azar, del carácter fortuito del encuentro de pareja; el de la media naranja, es decir, solo hay una persona en el mundo a la que estamos destinados y a la inversa; y el del amor ciego y no calculado, ahora sustituido por la elección razonable e interesada”.

Según Felim McGrath, analista de GlobalWebIndex, “las aplicaciones para ligar se han propagado muy rápidamente, pero las webs de contactos están muy consolidadas, así que todo parece indicar que seguirán siendo relevantes durante un tiempo”. El conglomeradoIAC/InterActive aglutina a algunas de las más importantes: OkCupid, Meetic, Match, Tinder. Si el futuro pertenece al modelo tradicional o al de Tinder, tanto da. El hábito se consolida y las personas que quieren conocer gente utilizan varias herramientas a la vez. Cuantas más opciones, mejor.

Víctor (26 años) tiene un smartphone desde hace poco. Pero utiliza OkCupid desde hace un par de años. “Es otra parte del pastel”, justifica. ¿Por qué limitarse a su círcu­lo de amigos o de trabajo? “Yo no he relegado el ligar a lo virtual. Simplemente lo sumo. Y mucha gente lo hace”. Él ahora está “quedando” con una chica a la que seguía en Twitter. Enrique, que lleva cuatro meses sin Grindr, conoció a su chico en la verbena de la Paloma.

elpaissemanal@elpais.es

El cuerpo como espacio de disidencia

Artículo copiado de Histeria Revista

por Lucrecia Masson

Ilustración “Sexo” por Monchi Delaseta

Ilustración: “Sexo” por Monchi Delaseta

¿Es posible pensar el cuerpo como espacio de disidencia? Un cuerpo plagado de órganos, no siempre sanos, no siempre vigorosos, no siempre jóvenes… Nos encontramos ante la necesidad de una revuelta orgánica, en su sentido literal: revolver órganos. Es actualmente una apuesta urgente la de plantearnos una rebelión de los cuerpos. Rebelión que, necesariamente, rechaza la frontera entre el cuerpo normal y el deforme, el cuerpo saludable y enfermo, el cuerpo válido e inválido. Rebelión que debe ser planteada a partir del encuentro, la afinidad y la alianza entre estos cuerpos inapropiados e impropios. De ahí que los sistemas que nos organizan a partir de género, raza, sexualidad, normalidad corporal, salud mental o física, se vuelven edificios que es necesario derribar, y esta acción de derribo nos deberá encontrar juntas, sabiéndonos atravesadas y en constante y compleja intersección.

    ¿Podemos entonces entender el propio cuerpo como espacio de activación política? Partir de nuestras trayectorias corporales, narrar en primera persona, tanto singular como plural, la historia de nuestra realidad corporal es un desafío al que diferentes activismos empiezan a llamarnos. ¿Podemos pensar en una historia colectiva de nuestros cuerpos? ¿Cuáles son los dispositivos que producen corporalidades inapropiadas? ¿Podemos plantearnos mecanismos para crear nuevos modos de producir cuerpos, de producir deseos, de producir bellezas? ¿Y qué herramientas nos damos para hacer de nuestras vidas un espacio más habitable y feliz?

     Me parece importante volver a nombrarme ahora como gorda, nombrarme gorda como estrategia de autoenunciación. Nunca liviana. Y sirva este último adjetivo para que la paradoja dé lugar a la sonrisa. Nombrarse para volvernos visibles. Ocupar el espacio para volvernos visibles. Visibles, desobedientes, disidentes de la norma que nos impone una sociedad que estandariza y controla cuerpos y deseos, que define lo bello y lo sano.

¿Y por qué la necesidad de volvernos visibles? Porque la vista es un aparato de producción corporal. Hay modos de mirar que fabrican cuerpos, dice valeria flores1. Y agrego, hay modos de mirar que fabrican deseos y modos de mirar que fabrican bellezas. La apuesta será construir nuevos cuerpos, nuevos deseos, nuevas bellezas.

    Ante la pregunta: ¿por qué ser gorda, o vieja, o diversa funcional, o enferma (y la lista podría ser muy larga) me hace estar fuera del estándar de belleza o de normalidad corporal? ¿Qué me hace disidente de la norma? Propongo cambiar esta pregunta por otra, y he aquí el desafío político: ¿bajo qué mecanismos se construye el cuerpo normal? ¿Cuánta disciplina de normalización han soportado y soportan nuestros cuerpos? ¿Qué técnicas de domesticación y regimentación nos hacen desear ser normales y atractivas a costa de padecimientos?

Construir un cuerpo extenso

Partimos de dejarnos interpelar por el propio cuerpo. La interpelación por la que apuesto es tanto individual como colectiva. Necesito preguntarme cosas sobre mi cuerpo, sobre el cuerpo de las otras, y construir un cuerpo extenso, un espacio para la acción y reflexión. Me parece fundamental hablar desde nuestras propias carnes. Esas carnes defectuosas, inseguras, miedosas, angustiadas. Nuestras carnes, las que sobran, las que faltan, las que duelen, las que están viejas, las que están enfermas, las que no son funcionales, las que mueren incluso…

     De ahí la interdependencia como paradigma que empezar a transitar. Nadie, sea cual sea la corporalidad que encarne, es realmente autosuficiente. Por esto pienso en luchas cómplices y afines. Busco potencias vinculadas y vinculantes. Creo que es necesario y vital encontrarse. Será el encuentro, el lugar de la potencia, el lugar desde donde partir, el lugar de la posibilidad.

     Es necesario atentar contra la matriz que nos organiza corporalmente. Desnudar el artefacto que nos construye en tanto cuerpos, en tanto territorios donde se inscriben lecturas. Es necesario desafiar esas lecturas y crear, imaginar, fantasear, inventar nuevos relatos. Hay un gran aparato ficcional que hace que nuestros cuerpos se lean como generizados o racializados o viejos, o discapacitados, o gordos, o enfermos.

     Pero sí que, si bien no podemos perder de vista el carácter de artificio, hay una realidad que nos atraviesa, que hace de mi vivencia algo bien distinto a la vivencia de otras. Necesitamos narrar en primera persona, tanto la primera persona del singular como la primera persona del plural, la historia de nuestras realidades corporales. El argumento de ficción no inhabilita las ideas de trayectoria, de realidad, de experiencia corporal. Esta realidad necesita ser contada, colectivizada. Es necesario recuperar esta experiencia, asumirnos vulnerables y entender que ésta es condición misma del ser, y que no se puede ser sin exponerse, porque no somos sino en interrelación.

     Es importante reivindicar estrategias que partan de la vulnerabilidad, de poner en ésta la potencia transformadora. Destrozar el discurso que nos exige ser siempre fuertes y valientes, poderosas, aceptarnos, querernos a nosotras mismas, estar a tono siempre con un mundo que nos reclama indefectiblemente listas y sanas para asumir las tareas de producción y reproducción. Ese mundo de ahí afuera que nos reclama funcionales. Y no pienso en metas, ni en aceptación, ni en gustar, ni en convencer a nadie. Porque no creo en redenciones ni en evoluciones, ni en la barbarie convertida en civilización. Creo en búsquedas, en pasiones y en fricciones agonistas de mis propias carnes que, dadas al encuentro con otras, tienen el enorme potencial de hacer de nuestras existencias un lugar más habitable y feliz, dando lugar a indómitas formas de habitar nuestros cuerpos.

*Originalmente publicado en Periódico Diagonal: https://www.diagonalperiodico.net/cuerpo/22353-cuerpo-como-espacio-disidencia.html

11 flores, valeria: “Interruqciones”. Ensayos de poética activista, Neuquén, 2013 p. 257

Cómo decirle a tus padres que eres una estrella porno

por Elyssa Goodman

como-decirle-a-tus-padres-que-eres-una-estrella-porno-body-image-1445381366

Coming Out Like a Porn Star.’ Diseño de la portada del libro de Jamee Baiser

En la portada de la próxima antología Coming Out Like a Porn Star, Jiz Lee emerge de una vulva rosa pastel, la camiseta se le sube seductoramente y tiene los pantalones por los tobillos. Parece una metáfora: la estrella porno genderqueer (no conforme al género, en español) que emerge de las profundidades, en el porno y en la vida real.

Hasta la fecha, Lee ha aparecido en más de 200 películas porno y sitios web, granjeándose el respeto y la reputación de leyenda del porno queer. «La pornografía es una de las mejores cosas que he hecho, pero hay tantos prejuicios que no sabía cómo decírselo a mi familia», dijo Lee en un correo electrónico. «Por eso empecé a pedirle a los demás que me contaran sus historias».

Coming Out Like a Porn Star , que se lanzará el 20 de octubre, cuenta con más de 50 historias de algunos de los nombres más conocidos en el mundo del porno —Joanna Angel, Stoya, Annie Sprinkle, Nina Hartley, Conner Habib, y muchos más— y todos hablan sobre el momento en que le dijeron a sus familiares, amigos y seres queridos que se dedicaban al porno. «Si bien ya hay artículos sobre artistas porno que se lo cuentan a sus padres, o a los que los echaron de sus trabajos de oficina, los medios de comunicación por lo general solo publican historias que estigmatizan aún más esta profesión», dijo Lee.

Este libro, por el contrario, busca compartir una imagen sincera de la pornografía, en la que algunos colaboradores citan sus características liberadoras y otros las censuran por razones morales. Como Lee escribe en el libro, «Si queremos superar estos obstáculos culturales y adquirir derechos para las trabajadoras sexuales, es necesario crear un diálogo firme sobre el hecho que las personas que optaron por hacer porno no son diferentes a cualquier otra persona», incluidas las experiencias positivas o negativas y las opiniones.

Hablé con algunos de los colaboradores del libro sobre su experiencia al hacer público que son estrellas porno, el cambio en la cultura sexual y sobre lo que esperan que se pueda lograr con el libro.

como-decirle-a-tus-padres-que-eres-una-estrella-porno-body-image-1445381411

MILCAH HALILI

VICE: ¿En qué momento tu trayectoria se volvió lo suficientemente seria como para tener que «confesar» que eras una estrella porno?
Milcah Halili: Empecé a decirlo cuando la gente leía mi entrevista [en The Rumpus ]. De hecho, todos mis amigos sabían en qué estaba metida, así que en realidad no fue como una gran confesión, pero al final mi familia comenzó a hacer preguntas sobre mi trabajo y fue entonces cuando se lo conté. Mi padre era un poco patriarcal y mi madre era muy capitalista al respecto. La actitud de mi madre fue como de: «Oh, bueno, ¡ganarás un montón de dinero!». Lo consulté con mi mejor amiga y me dijo lo que creo que un montón de gente suele decir: «¿Estás segura? Sabes que esto es para siempre, ¿verdad?». Le respondí: «Lo sé, lo sé». Pero el resto de mis amigos estaban deslumbrados o lo consideraban superglamuroso. Les parecía increíble que estuviera haciendo porno.

¿A quién te costó más contárselo?
A mi madre. Su primera reacción fue bastante guay, pero después tuvimos otra conversación en la que la vi más alterada. Estábamos hablando sobre lo que hago en mi trabajo, y mi madre ya lo sabía, pero comenzó a interrogarme al respecto; me preguntaba: «¿Por qué te tienen que hacer pruebas? ¿Qué haces?». Se convirtió en algo así como en un problema de clase y etnia, digamos; mi madre decía: «Soy una madre filipina, no quiero oír este tipo de cosas», y eso fue muy duro para mí. Me puse a llorar. Llegamos al punto en que mi madre dijo: «Bueno, y ¿por qué no simplemente buscas un trabajo mejor? Y le dije: «Este trabajo me permite escribir, así que… quiero seguir haciéndolo».

Antes de esa discusión con mi madre, para mí el porno era simplemente un trabajo. Pero después tuve esa conversación y me afectó mucho emocionalmente. Me dije a mí misma que aquello era parte de mi identidad. Realmente me identifico con lo que hago y cuando pensé en conseguir otro trabajo por sugerencia de mi madre, simplemente no me lo podía imaginar.

¿Por qué quieres compartir tu historia del momento en que lo hiciste público?Siento que es parte de mi personalidad. Soy una persona muy abierta por naturaleza. Soy de las que anima a la gente a hacer cosas—me gusta empujar a la gente a que salga de su zona de confort— y también porque no siento que haya nada malo en ello. No siento que tenga que ocultar algo o estar avergonzada de algo.

A veces confesar a lo que te dedicas puede ser una experiencia aterradora. Solo quiero que la gente sepa que está bien tener estas experiencias duras y que no están solos. Jiz contactó conmigo —sus pelis fueron las primeras porno que vi— así que desde ahí dije: “¡Me apunto! [Después de leer el libro], espero que la gente vea a los actores porno de una manera más humanizada, creo que es importante, porque somos una cultura muy pornográfica. El porno debe percibirse como algo que está bien ver, no algo tan tabú. Porque, en realidad, ¿es tan tabú cuando todo el mundo lo hace?

como-decirle-a-tus-padres-que-eres-una-estrella-porno-body-image-1445381461-size_1000

Dale Cooper

VICE: ¿En qué momento tu trayectoria se volvió lo suficientemente seria como para tener que «confesar» que eras una estrella porno?
Dale Cooper: Hubo un período de mi vida en que solo dependía del dinero de mi trabajo sexual para mantenerme. Entonces conocía a alguien en algún lugar, me preguntaba a qué me dedicaba y yo le decía la verdad. No creo que sea algo de lo que deba avergonzarme o de lo que nadie deba avergonzarse, así que trato de ser, de alguna manera, un buen embajador siendo honesto al respecto. En mi experiencia, ese fue el momento en que más raro me sentí al hablar sobre mi profesión.

Soy muy afortunado, en cierto modo. Todos mis amigos me apoyan. Hay una sólida comunidad de trabajadores no sexuales a mi alrededor que son geniales y súper comprensivos y están orgullosos del trabajo que hago, que es genial. Además, es fantástico conocer a gente como Jiz y los demás autores de Coming Out Like a Porn Star . Hay mucho trabajo por hacer para eliminar el estigma, así que es genial ver que hay un montón de gente muy inteligente y capaz.

Cuando conoces a alguien, ¿en qué momento sientes que debes decirle en qué trabajas?
No creo que lo que pasa en mi cabeza sea tan diferente de lo que pasa en la cabeza de mucha gente, en cuanto a cómo se comportan con alguien respecto a su situación laboral o si estás viendo a alguien o no en ese momento, y así. Siempre te haces este tipo de preguntas en tu mente cuando conoces a alguien, como: ¿Esta persona me reconoce? ¿Cuánto cree saber esta persona sobre mí? Supongo que viene con el hecho de tener una imagen pública. Creo que estamos entrando en una etapa de la vida en la que todo el mundo tiene que llenar sus Facebooks y presentar sus mejores caras en su Instagram y bla, bla, bla.

Al ser actor porno, me preocupo por mi espacio personal, mi propio espacio sexual, quiero asegurarme de que sea algo estable con alguien… Soy muy directo y honesto al respecto. Creo que eres tú el que decide cuánto revelas sobre ti mismo cuando estás conociendo a alguien.

¿Quién fue la persona a la que te costó más contárselo?
Probablemente a personas en las que estoy interesando. No es tanto el decírselo como el que acepten que soy actor porno. Quiero decir, obviamente cualquier persona con la que salga tiene que apoyar mi trabajo, porque yo me siento muy seguro al respecto. Puedo decir que, por lo menos, he tenido muy buena suerte en cuanto a que hasta la fecha he salido con personas muy tolerantes que no tienen ningún problema con lo que hago, así que eso es una suerte.

¿Qué me dices de tu familia?
Mi familia no lo sabe y prefiero que no lo sepan, de ahí el nombre artístico. No me avergüenzo de lo que hago, pero creo que no hemos llegado al punto, como sociedad, en que tu padre te dijera: «Bien por ti, hijo, separa bien las piernas ante la cámara». Sé que yo le diría eso a mi hijo, pero siempre ha sido como un trabajo aparte para mí, así que busco tener una vida plena, no como Dale Cooper.

¿ A qué crees que se debe que no se haya publicado ya un libro sobre este tema?
Creo que lo que hace que Coming Out Like a Porn Star sea tan especial es que estamos llegando a la cúspide de la consulta de Amnistía Internacional para aprobar los derechos de los trabajadores sexuales y asegurar que se protejan sus derechos humanos. Eso es un movimiento importante para ellos. Es un momento muy interesante y ahora es más importante que nunca que los trabajadores sexuales se hagan oír, exijan que se les trate con dignidad y puedan exhibir algunas de las experiencias y talentos increíbles que existen en nuestra comunidad.

como-decirle-a-tus-padres-que-eres-una-estrella-porno-body-image-1445381650-size_1000

GALA VANTING

VICE: ¿En qué momento tu trayectoria se volvió lo suficientemente seria como para tener que «confesar» que eras una estrella porno?
Gala Vanting: Cuando empecé a trabajar en producción hubo un gran cambio en mi vida. Pasé al ámbito internacional, así que realmente no tenía muchas opciones de no “confesar” a lo que me dedicaba. Podía inventar algo y lo hice con algunas personas, pero siempre he querido que esto formara parte de mí. Lo he tenido claro desde que comencé a actuar.

Tomé esa decisión en muy poco tiempo y parecía que todo era muy apresurado, pero era algo en lo que había estado trabajando durante mucho tiempo. Cuando empecé a trabajar detrás de la cámara, ya había estado actuando durante tres años frente a ésta y había tenido tiempo de reflexionar y de justificar ética y políticamente mi trabajo, así que fue una cosa muy natural para mí.

¿Cuáles fueron las reacciones de tus familiares y amigos?
En general, he tenido bastante apoyo de mi familia y de mis amigos. Supongo que incluso cuando la gente no entiende muy bien o tiene algunas preguntas típicas, o lo que sea, tengo confianza en mi capacidad de tomar decisiones por mí misma y de que esas decisiones son las adecuadas para mí. A estas alturas, si quieres estar en mi círculo debes aceptar mi trabajo o mostrar entusiasmo por él. He logrado construir una bonita burbuja de positivismo en cuanto al sexo a mi alrededor, en mi espacio social, por lo que cualquiera de esas cosas que me pudieron llegar a preocupar ya no existen.

¿Por qué quieres compartir el momento en que lo hiciste público?
Creo que los mismos medios que exponen el trabajo sexual son la mejor manera de lidiar con el estigma del trabajo sexual. También porque creo que es importante que los trabajadores sexuales revelen sus propias historias en lugar de que los medios nos creen historias a nosotros. Hoy en día hay cierta fascinación cultural en torno al trabajo sexual y la pornografía, y la opción de estar en esa identidad o de estar en un cuerpo que se dedica al trabajo sexual o que hace porno. A menudo, estas historias las generan desde el exterior personas que no lo han vivido. Para mí es importante aportar algo, y esa es la misma razón por la que empecé a hacer porno.

También creo que el libro es una buena manera de identificar a esta comunidad y de señalar que tenemos algo que decir, más allá de las actuaciones o la publicidad que hacemos, o el dinero que ganamos, o lo que sea. Esto contribuye a una mejor comprensión cultural sobre lo que es ser un trabajador sexual o un actor porno.

como-decirle-a-tus-padres-que-eres-una-estrella-porno-body-image-1445381689-size_1000

Annie Sprinkle

VICE: ¿En qué momento tu trayectoria se volvió lo suficientemente seria como para tener que «confesar» que eras una estrella porno?
Annie Sprinkle: En los años 70 no había internet, por lo que la mayoría de la gente que hacía porno podía llevar una doble vida. Yo no pude hacer eso, porque siempre me pillaban mintiendo, así que llevar una doble vida no era opción para mí. Pero incluso para todas esas personas que llevaban dobles vidas en los años 70 y 80, ahora que con internet se recuperan todas esas viejas películas, tendrán que decirle a sus familias a lo que se dedicaban.

¿Cómo compararías el «confesar» tu profesión en los años 70 con lo que los actores porno experimentan ahora?
Aquella época era muy diferente a la actual. Internet es una razón evidente, porque estás mucho más expuesta. También hay que tener en cuenta el hecho de que, si te pillaban haciendo porno en los años 70 y principios de los 80, te arrestaban. Era ilegal. Si estabas grabando una escena caminando por la calle, no podías decir: «¡Ah, estamos haciendo una película de sexo!». Tenías que decir: «Estamos grabando para un proyecto estudiantil», porque si la gente descubría que estabas haciendo porno, te podían arrestar. Por lo general, acababan retirando los cargos, pero perdías mucho dinero. A veces incluso tenías que ir a juicio, lo cual era malo, porque podías terminar en la cárcel.

¿Cómo compaginabas la sinceridad sobre tu labor con el marco legal de aquella época?
Era algo así como fumar marihuana. La marihuana también era ilegal. Si te pillaban con un porro, te metían en la cárcel, pero todo el mundo sabía que había gente que fumaba porros y nadie los juzgaba, pero sabías que se estaban arriesgando demasiado. Era más peligroso; era más arriesgado. Hacer porno ahora se considera una expresión creativa. Recuerdo que en los años 70 y 80, protestamos contra la revista Ms. Magazineporque celebraron una mesa redonda para debatir sobre la pornografía, pero no invitaron a nadie del mundo del porno; aquella revista era muy antiporno, así que la idea del feminismo a favor del sexo ni siquiera existía en los años 70. Se consideraba una vergüenza y un tabú.

¿ Cómo reaccionó tu familia cuando les dijiste que hacías porno?
Creo que todo el mundo estaba muy sorprendido porque yo era muy tímida, pero eran personas inteligentes y de mente abierta, había una gran cantidad de artistas en la familia que entendían el impulso creativo. Creo que les preocupaba que consumiera drogas o que fuera alcohólica, pero obviamente no era el caso. Lo hice para hacer películas, probar cosas creativas y por la aventura sexual.

¿Qué efecto esperas que el libro tenga en la industria del trabajo sexual y en la percepción que se tiene de ella?
Creo que ahora hay mucha gente en la industria sexual y no tienen que ocultarlo, creo que esto sería muy útil. Hay mucha gente que se gana la vida con el entretenimiento para adultos. Jiz Lee es el ahora, el futuro y el presente. Yo soy más la historia y el pasado. [Risas] Me gusta que nos apoyemos mutuamente y estemos juntos. La industria del sexo puede ser muy exclusivista y competitiva, o crítica, y discrimina bastante en función de la edad. Así que es maravilloso que [el libro] sea intergeneracional. Creo que va a ser un documento histórico, que ya lo es. Las palabras perduran, crean una inmortalidad y una imagen de la época.

Los trabajadoras sexuales trabajan en fantasías. Crean fantasías y representan las fantasías, y hacen expresiones sexuales creativas, pero este libro habla de la realidad; no es fantasía o ficción. Me encanta la portada en la que Jiz sale de la vulva. Es como si intentaras mirar el secreto dentro de la vulva, el detrás de escena de la vagina.

Sigue a Elyssa Goodman en Twitter.

‘Amores santos’, un documental que retrata a cientos de religiosos practicando cibersexo

Un fotograma del documental 'Amores Santos'

Un fotograma del documental ‘Amores Santos’ (EFE)

  • El documental ‘Amores santos’, que incluirá escenas de cientos de religiosos practicando cibersexo con un actor, se propone denunciar la doble moral de las religiones que condenan la homosexualidad pero cuyos sacerdotes y pastores la practican a puerta cerrada, informó su director. “Nuestra intención es mostrar la hipocresía de religiosos que, sin importar su credo, hacen a escondidas lo que condenan en público desde los púlpitos”, afirmó en una entrevista el periodista brasileño, ambientalista y director de documentales Dener Giovanini, productor y director de ‘Amores santos’. El documental, que comenzó a ser producido en noviembre del año pasado y será lanzado a comienzos de 2016, tendrá formato de largometraje e imágenes de alta calidad pese a que provienen de las webcam de los religiosos que, sin saber que eran grabados, tenían “relaciones virtuales” con el actor contratado por los productores. “Tenemos unas 500 horas de grabaciones de cientos de religiosos católicos, evangélicos, protestantes y anglicanos cuando practicaban sexo virtual frente a su webcam, así como los archivos de sus conversaciones con el actor en las redes sociales”, dijo Giovanini. Homosexualidad en la Iglesia El director, especializado en documentales y series para televisión de temas ecológicos y que por primera vez aborda un asunto social y religioso, explicó que su intención inicial era denunciar la violencia que sufren los homosexuales por causa del discurso de “odio y homofobia” de la mayoría de las religiones.
    “Pero la investigación que hicimos nos permitió percibir que muchos de los religiosos que pregonaban ese discurso también eran homosexuales. Entonces decidimos contratar a un actor y le inventamos un perfil en Facebook para atraer religiosos”, afirmó. Pese a sus datos falsos, el actor llegó a tener tres perfiles en Facebook, con cerca de 5.000 amistades, con los que se aproximaba a los religiosos, a los que tan sólo sugería su homosexualidad. “Fueron seis meses de contactos y tres meses de grabaciones de las webcam. No imaginábamos la cantidad tan grande de religiosos que atraeríamos ni que tendríamos escenas tan fuertes de religiosos usando sus hábitos, algunos en las sacristías”, aseguró. Giovanini agregó que todos los perfiles de quienes le propusieron sexo virtual al actor fueron verificados minuciosamente para descartar los falsos y confirmar que realmente fuesen de religiosos, y que se dio prioridad a los que dejaban clara su condición con fotos en las que aparecían de hábitos, oficiando misas o con fieles. El productor, que usará técnicas para esconder el rostro de los religiosos, borró los perfiles en Facebook para que no puedan ser identificados y adoptó varios cuidados para no exponer a nadie. Denuncia de la hipocresía “No queremos perjudicar a nadie. Tan sólo mostrar la hipocresía de los discursos de religiones que condenan la homosexualidad. No es una película contra las religiones sino para mostrar que existe algo equivocado y peligroso en su discurso”, afirmó el director. El filme seleccionará imágenes de unos 150 religiosos de 30 países, sobre todo brasileños, y algunos del Vaticano. El director considera que el filme puede provocar gran impacto en la Iglesia católica porque incluye escenas chocantes con obispos, monseñores, religiosos del alto clero, sacerdotes y seminaristas. “Tenemos a varios evangélicos y anglicanos pero principalmente católicos, tal vez porque los sacerdotes católicos, por lo general, viven solos en sus casas y pueden usar libremente internet, mientras que los evangélicos viven con sus esposas e hijos y tienen menos libertades para tener relaciones en internet”, dijo. El documental también incluye testimonios de homosexuales víctimas de persecuciones o agresiones por motivos religiosos, de padres de familia que perdieron a sus hijos por esta persecución y de seminaristas preocupados por ser homosexuales o que fueron asediados en los seminarios. Teología ‘queer’ Además testimonios de especialistas y conocedores del tema, como el teólogo alemán David Berguer, un vaticanista cuyo reconocimiento como homosexual provocó un gran controversia y quien asegura que gran parte del clero del Vaticano es homosexual y que muchos tienen apartamentos en Roma para sus encuentros con hombres. Giovanini dijo que su filme está en la etapa final de montaje y que aún necesita de tres meses para lanzarlo, pero que decidió abrir el juego y presentarlo públicamente para aprovechar el Sínodo sobre la familia que se celebra actualmente en el Vaticano y en el que los obispos discuten temas como la sexualidad. “Es una aportación que hacemos al Vaticano para que entienda que primero tiene que preocuparse por lo que ocurre detrás de los muros de la iglesia y con asuntos como el celibato”, afirmó.