KRISTALLNACHT 2017
Kristal Hautsien Gaua dela eta, EHGAMek, Euskal Herriko Sare Antifaxista eta SOS Arrazakeriarekin batera, elkarretaratzera deitzen du, azaroaren 10ean Bilboko Santiago Plazan, arratsaldeko 19:00etan
La plataforma Netflix anunció este viernes que rompe cualquier lazo con Kevin Spacey y subrayó que no seguirá adelante con la serie “House of Cards” mientras esta siga incluyendo al actor.
“Netflix no estará involucrada en ninguna producción más de ‘House of Cards’ que incluya a Kevin Spacey. Seguiremos trabajando con MRC (la productora Media Rights Capital) durante esta interrupción para evaluar nuestro camino hacia adelante en lo relacionado a la serie”, indicó en un comunicado la compañía.
La interrupción a la que se refiere la plataforma es el vigente parón en el rodaje de la serie debido al escándalo sexual en el que está envuelto el intérprete.
Precisamente, los escritores de la serie estarían llevando a cabo cambios en el guion de su sexta y última temporada con objeto de que la historia no incluya a Frank Underwood, el personaje interpretado por Spacey, según informó The Hollywood Reporter
Horas antes, la publicación especializada Variety apuntaba en la misma dirección, citando fuentes que aseguran que los productores de la serie estudiaban la posibilidad de “matar” al personaje para que no aparezca en la próxima temporada.
Netflix, asimismo, ha decidido desentenderse de la película sobre el escritor Gore Vidal que acababa de rodar el actor y que, en principio, iba a ser emitida por Netflix.
“Hemos decidido también que no seguiremos adelante con el lanzamiento de ‘Gore’, que estaba en postproducción, protagonizada y producida por Kevin Spacey”, indicó la compañía.
Según los testimonios recogidos por The Hollywood Reporter, el guión de la sexta y última temporada de ‘House of Cards’ estaba prácticamente finalizado antes de que el actor Anthony Rapp acusara el pasado domingo a Spacey de un caso de acoso sexual en 1986, cuando ambos tenían 14 y 26 años, respectivamente.
La publicación señaló que los dos primeros capítulos de esa nueva temporada ya habían sido rodados y que la preparación para el tercero ya estaba en marcha cuando saltó el escándalo.
El rodaje de la serie fue suspendido indefinidamente por la plataforma poco después de conocerse las acusaciones contra Spacey.
Fuentes de la revista detallaron que ese parón, que podría alargarse durante más de dos semanas, se debe a que los responsables de la serie quieren dar margen a los guionistas para introducir los cambios necesarios en el guión y hacer desaparecer de él a Spacey, que también es productor ejecutivo de la serie.
Tras esa decisión, ocho trabajadores y exempleados del rodaje de ‘House of Cards’ también acusaron al actor de agresiones y abusos sexuales durante la producción de la serie.
Spacey se encuentra ahora en el punto de mira de Hollywood tras esta polémica, que está haciendo tambalear la carrera del doble ganador del Óscar.
La denuncia de Rapp llevó a Spacey a admitir su homosexualidad y asegurar que no recordaba ese episodio, aunque dijo que si realmente tuvo lugar le debía “la más sincera disculpa”.
“Honestamente, no recuerdo el encuentro, hubiera sido hace más de 30 años. Pero si me comporté como él describe, le debo la más sincera disculpa por lo que habría sido un comportamiento ebrio profundamente inapropiado”, valoró Spacey en un comunicado publicado en su perfil de Twitter.
House of Cards, una de las producciones más exitosas de Netflix, acabará en 2018 con su sexta temporada, confirmó a Efe la plataforma digital, una decisión que se conoce horas después de que Kevin Spacey fuera acusado de acoso sexual por el actor Anthony Rapp.
El medio especializado TV Line apuntó este lunes, citando fuentes de Netflix, que el fin de House of Cards se decidió hace meses y que la cancelación de la serie no tiene que ver con el escándalo que rodea a Spacey. No obstante, Netflix y Media Rights Capital, productora del show, aseguraron poco después en un comunicado, recogido por medios estadounidenses, que están “profundamente preocupados” por las acusaciones contra Spacey.
“En respuesta a las revelaciones conocidas anoche, los ejecutivos de las dos compañías llegaron esta tarde a Baltimore (donde se rueda la serie) para encontrarse con nuestro reparto y equipo para asegurar que se continúan sintiendo seguros y apoyados. Como estaba planeado previamente, Kevin Spacey no está trabajando en el set en estos momentos”, añadió la nota.
En la serie, Spacey encarna al presidente de Estados Unidos -y experto manipulador- Frank Underwood, mientras que Robin Wright se pone en la piel de la primera dama Claire Underwood.
Kevin Spacey se encuentra en el punto de mira de Hollywood tras ser acusado de acoso sexual por el actor Anthony Rapp, una polémica que hace tambalear la carrera del doble ganador del Óscar.
El incidente supuestamente tuvo lugar en 1986, cuando Rapp tenía 14 años, una denuncia que llevó a Spacey a asegurar que no recordaba ese episodio, pero que si realmente tuvo lugar, le debía “la más sincera disculpa”.
“Honestamente, no recuerdo el encuentro, hubiera sido hace más de 30 años. Pero si me comporté como él describe, le debo la más sincera disculpa por lo que habría sido un comportamiento ebrio profundamente inapropiado”, valoró Spacey en un comunicado publicado en su perfil de Twitter.
Kevin Spacey, dos veces ganador de un Oscar (en 1996 por Sospechosos habituales y en 2000 por American Beauty), ha puesto fin a años de rumores sobre su vida sexual afirmando el domingo en Twitter que “ahora” ha elegido “vivir como un hombre gay”. Pero su decisión “honesta y abierta” se ha encontrado con fuertes críticas al producirse en respuesta a las acusaciones del actor Anthony Rapp, quien aseguró en una entrevista que Spacey intentó abusar de él. Fue en 1986, cuando Rapp, hoy protagonista de la serie Star Trek: Discovery, tenía 14 años y la estrella, 26. “De verdad que no recuerdo el incidente”, explicó Spacey. “Pero si hice entonces lo que (Rapp) describe le debo mi más sincera disculpa”, agregó culpando al alcohol de su supuesto comportamiento.
Sin embargo, la confesión del protagonista de House of Cards sobre su sexualidad se ha encontrado con fuertes críticas tanto en Hollywood entre los colectivos de gais y lesbianas. “Se llama cambiar de tema. Las acusaciones de Rapp hablan de pedofilia”, señala en la revista New York el productor de la serie Veep Frank Rich. Netflix ha anunciado este lunes el punto final de House of Cards, y aunque la empresa de streaming ha asegurado que el fin de la serie se decidió hace meses y que la cancelación no tiene que ver con el escándalo que rodea a Spacey, la noticia llega solo un día después de que se hayan conocido las acusaciones de Rapp. “El relato de Anthony Rapp es muy preocupante”, indicó en un comunicado Beau Willimon, creador de House of Cards y también presidente del Sindicato de Guionistas. “Nunca he presenciado ni he escuchado ninguna queja sobre su comportamiento en el set o fuera de él”, añadió sobre el actor. “Pero dicho esto, me tomo este tipo comportamiento muy en serio”, concluyó. Desde Twitter, la actriz Rose McGowan le incidió en lo mismo. “Mantened la vista en #Anthony Rapp. Escuchad la voz de la víctima”, pidió la actriz en el centro de las acusaciones sexuales contra Harvey Weinstein.
Rapp asegura en su entrevista a BuzzFeed que escuchar las voces de decenas de actrices contra Weinstein le animó a compartir una experiencia que le ha marcado toda la vida y de la que ya habló años atrás en otra entrevista aunque sin dar el nombre de Spacey. El intérprete, también homosexual, ha saltado recientemente a la fama al personificar al primer personaje abiertamente gay de la saga Star Trek. Su relato de lo ocurrido hace más de 30 años habla de un menor al que Spacey invitó a una fiesta en Nueva York donde todos eran adultos. Como se aburría se metió en un dormitorio a ver la televisión. Allí fue donde Spacey “intentó seducirle” una vez que todos los invitados se habían marchado. Primero lo tomó en brazos como si fuera una novia y luego se tumbó sobre él con intenciones sexuales. “Me zafé, metiéndome en el cuarto de baño”. “¿Estás seguro de que te quieres marchar?”, le dijo la estrella “tambaleándose” y visiblemente ebria. “Sí, buenas noches”, fue la respuesta de Rapp antes de marcharse.
La actriz Rose McGowan ha borrado a Spacey de sus redes. “Adiós. Es tu momento de llorar”, le dice. Otros le han dedicado a Spacey palabras mayores. “Ha inventado algo nuevo. Un mal momento para salir del armario”, añade el actor y guionista Billy Eichner. “Salir del armario es uno de los bellos momentos de ser gay. Está muy mal unirlo a algo tan vil”, agregó en Twitter el autor Mark Harris. La confesión pública de Spacey sobre su homosexualidad llegó minutos después de la publicación de la entrevista con Rapp. “Esta historia me ha llevado a abordar otros asuntos de mi vida”, indicó quien asegura haber mantenido relaciones con hombres y mujeres. La homosexualidad de Spacey fue un tema de conversación muchas veces insinuado aunque nunca confirmado y en ocasiones hasta negado por el actor, siempre muy celoso a la hora de proteger su vida privada. Su nombre también estuvo vinculado al de las supuestas bacanales sexuales de Bryan Singer, el realizador homosexual con el que trabajó en Superman Returns.
Spacey, ahora 58 años, y Rapp, 46, nunca volvieron a verse desde aquel incidente. Spacey arrancó su confesión subrayando “su respeto y admiración” por Rapp como actor, “horrorizado” al oír su acusación. Rapp afirma que todavía se le “retuerce el estómago” cuando ve al protagonista de American Beauty y su peor pesadilla sería tener que trabajar con él.
El actor estadounidense Anthony Rapp ha acusado de acoso sexual al también intérprete y director de cine Kevin Spacey, en un incidente que según ha denunciado tuvo lugar en 1986, cuando el primero tenía 14 años de edad.
La denuncia ha forzado a Spacey a afirmar que no recuerda ese incidente, pero que si tuvo lugar le debía a Rapp “la más sincera disculpa”. “Honestamente, no recuerdo el encuentro, hubiera sido hace más de 30 años. Pero si me comporté como él describe le debo la más sincera disculpa por lo que habría sido un comportamiento ebrio profundamente inapropiado”, dijo el veterano actor.
Los hechos, relatados por Rapp al portal Buzzfeed News, supuestamente ocurrieron durante una fiesta en el apartamento de Spacey en Nueva York. Ambos se conocieron en un evento relacionado con el éxito de las obras de teatro en las que participaban por entonces.
Rapp, intérprete de la serie “Star Trek: Discovery”, acudió a la fiesta solo y era el único adolescente presente en ella, así que cuando se aburrió se metió en una habitación a ver la televisión pasada la medianoche.
Según relata, allí se dio cuenta de que era el único que seguía a esas horas en el evento, momento en el Spacey, de 26 años por aquel entonces, entró en la habitación, se le acercó y se tumbó encima con intención de mantener relaciones sexuales.
“Mi recuerdo era… ‘bueno, todos se han ido. Debería volver a casa'”, explicó Rapp a la publicación. Sin embargo, Spacey “se interpuso en la puerta mientras se tambaleaba. Mi impresión es que estaba borracho”.
“Trataba de seducirme. No sé si hubiera utilizado ese lenguaje. Pero era consciente de que estaba tratando de tener sexo conmigo”, aseguró Rapp. Spacey, según el relato del denunciante, le agarró “como cuando el marido agarra a su mujer” en la noche de bodas y se tumbó sobre su cuerpo. Rapp dijo no recordar cuánto tiempo permaneció Spacey en esa posición, pero explicó que tras unos segundos logró zafarse de él.
La reacción de Spacey no se hizo esperar y publicó un comunicado a través de su perfil en Twitter donde aseguraba estar “horrorizado” por la historia.
“Esta historia me ha llevado a abordar otros asuntos sobre mi vida. Ahora elijo vivir como un hombre gay. Quiero afrontar esto de forma honesta y abierta, y eso empieza examinando mi propio comportamiento”, indicó.
Rapp señaló que nunca volvió a hablar con Spacey tras el incidente y que el escándalo relacionado con el productor Harvey Weinstein, acusado por decenas de mujeres de acoso y abuso sexual, le animó a dar el paso y tratarlo públicamente.
“Con esto quiero arrojar luz sobre décadas de comportamientos que han continuado porque mucha gente, incluido yo mismo, hemos permanecido en silencio”, sostuvo Rapp.
¿Cómo te atreves, Kevin Spacey? Uno de los clichés milenarios utilizados contra los hombres gays y bisexuales es que suponen una amenaza para los niños, que son sinónimo de pedófilos y pederastas. Esta mezquina mentira ha resultado ser útil para justificar la persecución sistemática de hombres gays y bisexuales. Y es por eso que la declaración de Spacey es tan absolutamente despreciable.
Spacey ha sido acusado de un intento de agresión sexual contra el actor Anthony Rapp, que tenía 14 años en el momento del ataque. El ganador del Oscar ha dicho que no recuerda nada de lo sucedido y ha elegido usar la oportunidad para salir del armario.
Salir del armario es un hito en lo personal para todos los hombres gays, un momento decisivo “antes y después”. Puede implicar un estrés importante por culpa del miedo al rechazo, pero para muchos es una liberación, como quitarse de encima un peso agotador. Que ahora muchos hombres se sientan cómodos al salir del armario se debe a una lucha dolorosa y prolongada por parte del colectivo LGTBI, sobre todo en una época en la que ser gay podía suponer ser arrestado y encarcelado.
No estoy entre los que creen que los personajes públicos tienen una responsabilidad especial de salir del armario, aunque sí es cierto que el hecho de que haya figuras respetadas abiertamente gays ayuda a las personas que están luchando con lo que son. Se trata de un momento profundamente personal, y solo a aquellos que utilizan sus plataformas para promover la homofobia (como políticos que son gays en secreto y votan en contra de los derechos LGTBI) deberían ser declarados gays en contra de su voluntad.
Pero ¿usar una acusación de intento de agresión sexual contra un niño como oportunidad para salir del armario? Kevin Spacey, una vez más, cómo te atreves. Cuando los famosos responden a escándalos tienen un equipo de representantes expertos en relaciones públicas para ayudar a esbozar los comunicados. ¿Y qué intentan hacer los representantes en este tipo de circunstancias? Intentan desviar la atención introduciendo una nueva historia. En este caso, era la salida del armario de su cliente. Spacey ha dañado a una minoría de la que se ha negado a formar parte hasta hace unas horas.
¿Recuerdas la Sección 28, introducida por el gobierno de Thatcher en 1988, prohibiendo la llamada “promoción de la homosexualidad” en las escuelas? ¿Recuerdas cómo sus defensores justificaron esta legislación homófoba apoyándose en que los hombres gays eran desviados y pervertidos que amenazaban a los niños del país?
Es un tema común. A finales de los 70, el senador californiano derechista John Briggs lanzó una iniciativa llamada Proposición 6 de California intentando prohibir a gays y lesbianas trabajar en colegios de ese Estado. Afortunadamente, California votó en contra de la iniciativa, pero sus defensores presentaron a la comunidad LGTBI como una amenaza contra los niños estadounidenses.
En la Rusia de Putin, el grupo paramilitar homófobo más destacado se llamó a sí mismo Occupy Paedophilia (Ocupar la Pedofilia). Se presentan a sí mismos como defensores de los derechos de los niños. Algunas leyes rusas conciben “pedófilo” y “gay” como sinónimos. En Ucrania, el grupo paramilitar antigay White Lions justifica sus ataques a gays de manera similar. Manifestaciones en defensa de los derechos homosexuales en Polonia han sido recibidas en el pasado con gritos de “prohibir a los pedófilos”, mientras que miembros destacados del partido en el poder, Ley y Justicia, meten en el mismo saco a la homosexualidad y “la pedofilia, la necrofilia y la zoofilia”.
En los próximos días, semanas, meses, apuesto que fanáticos intolerantes homófobos van a usar el caso de Spacey para insistir en que la comunidad LGTBI es una amenaza para los niños. Será usado como argumento para justificar la opresión y el abuso físico y psicológico. También habrá quienes todavía no hayan salido del armario y serán disuadidos de hacerlo. Y todo gracias a la declaración de Spacey.
El punto de mira está ahora sobre hombres poderosos que usan su posición para acosar y agredir sexualmente. Los supervivientes y las víctimas necesitan nuestro apoyo desesperadamente. No hay excusa –ninguna– que justifique el comportamiento de estos hombres.
Han sido un par los conciertos que ha tenido que cancelar en tierras gallegas por culpa de los incendios. Por respeto, dice, porque la gente no está como para que vengas a cantarle con tu guitarrita. El instrumento principal de Lidia Damunt sale de ella: su voz, sus dedos rasgando las cuerdas, sus letras despeinadas. ‘Telepatía’ es el último disco que ha publicado la artista de origen murciano y residente en Suecia. Para las generaciones musicales venideras es una referente del movimiento riot grrrl patrio. La Kathleen Hanna española la han llegado a llamar, aunque ella lo niega y tira, entre risas, más para el underground. Prefiere ir por libre.
Muestra este nuevo trabajo como una forma de conectar con personas, conectar mentes: “Las canciones de ‘Telepatía’ surgen de una temporada de mi vida en la que he estado aislada viviendo en el campo sueco. Aunque no estaba sola del todo, tenía la necesidad de contar un montón de cosas”, dice, en una ruidosa cafetería de Madrid a la que ha llegado refugiándose de la lluvia en bomber y zapatillas. Lidia Damunt ha aprendido que desnudos -como sus temas- nos parecemos más de lo que pensábamos. “Pongo mucha carne en el asador y bastante intensidad en mi música. Las canciones están hechas solo con una guitarra y mi voz, y si las hiciera más largas, creo que achicharrarían al que las oyera”.
Simplificar el mensaje para que llegue y cale, pero sin pretender dar lecciones a nadie, es a lo que juega en su quinto álbum. Algo que vemos pronto, ya el tercer corte de ‘Telepatía’ al que ha llamado ‘La caja’ y que se escucha como una invitación en toda regla a romperla: Este cuerpo está cansado/de vivir tan encerrado/dentro de esta caja grande que se llama patriarcado.
Desde que cambió Madrid por el país nórdico su vida transcurre en otro idioma y sus canciones en castellano salen más “disparadas”, como ella misma reconoce. Un ejemplo: ‘Bolleras como tú’: “Hay muchos recuerdos en este disco, incluso algún punto nostálgico. Siempre he pensado que sería guay escuchar esa palabra, ‘bollera’, en una canción, porque nunca la he escuchado en ninguna”. Quizá se usa muy poco, y no solo en la música. “Hay quien me dice que le parece muy fea la palabra ‘bollera’, que es más correcto decir ‘lesbiana’, pero yo vivo en mi nube bolleril”, se ríe, y se lanza: “En el indie hay muy pocas mujeres y muchas menos lesbianas. Faltan mujeres, por eso se habla poco del tema. Pero pasa lo mismo en el mainstream”.
Aunque sus canciones hoy huyen de metáforas y llaman abiertamente a abolir la prostitución o incluso a amar con libertad, cuando le preguntaban si uniría sus fuerzas a las críticas contra el apoliticismo del indie, respondía: “¿Es que ahora solo se puede bailar cumbia y reguetón porque el indie tiene raíz anglosajona?”. La cantautora murciana se aleja de las vueltas teóricas que se le quiera dar a la música, y más si se decide atacar a un estilo concreto porque se pretende ver como más auténtico que otro.
“Yo hago música y no teorías sociológicas: esas que se las invente otra persona”. Tampoco comparte las justificaciones sociológicas de quien defiende, por ejemplo, la cumbia por ser un género pretendidamente antiimperialista o por alejarse del sonido anglosajón. Sus escuchas privadas van más allá de prejuicios: algo de indie, un poco de rock y trap, también. Del feminista, como el que hacen Las VVitch, o del de Bad Gyal, la nueva sensación del género que dio el gran salto desde Youtube hasta el escenario del Sónar Día.
“A mí me gusta el trap pero hay muchas canciones que no podría recomendar a nadie porque son súper machistas. Siempre tengo que reconocerlo con la boca pequeña”. Le llama la atención la cadencia más lenta de los ritmos traperos, más bailables que el hip hop o la cumbia. Prefiere mover la cadera con Sia que con el reguetón y relajarse con música clásica. Admite que para escuchar ciertas canciones es necesario apagar la mente pero rechaza el papel de ir de “policía del feminismo” en la música.
“Vivimos en un mundo patriarcal con miles de cosas machistas, y si pretendes solo bailar canciones feministas, al final no bailas. Yo opto por desconectar el cerebro a veces y dejarme llevar porque lo importante es saber qué tú no eres así, aunque todos tenemos cierto deje del machismo que hemos mamado como sociedad”. Y como sociedad, se suelen mirar con cierta admiración los logros de los países nórdicos. ¿Cómo irá el termómetro del machismo en Suecia? “Quizá donde vivo ahora, allí en Suecia, hay un pelín menos de machismo. Se ve por ejemplo en que no existe el acoso callejero, aunque seguimos sufriendo diferencias de salarios o agresiones sexuales”.
Lidia Damunt formó, junto a otras integrantes suecas, un grupo de rock llamado Arre arre con el que llegó a recibir una nominación a los Grammys suecos. Algo que sorprendió mucho a la artista porque, según cuenta, en España jamás las hubieran tomado en serio. “Sobre todo por nuestras pintas, porque ninguna de las cuatro teníamos la apariencia de la típica tía que tienes que tener a veces en la música”.
De cualquier apariencia que se supone que debe tener una mujer fue, precisamente, de lo que huyeron las riot grrrls: un movimiento feminista ligado a la música punk y a la estética grunge salvaje de los noventa nacido en Estados Unidos. Bratmobile, Huggy Bear o Bikini Kill, con Kathleen Hanna como frontwoman, fueron algunas de las bandas más representativas de una escena que tomó color y cariz propio en el Estado al alejarse del punk y acercarse a otros estilos apoyados por sellos como Subterfuge o Elephant Records.
En aquellos noventa, Lidia Damunt formaba parte de Hello Cuca, una banda inspirada por todo lo que oliera a riot grrrl. “Nunca nos hemos autodenominado como unas riot grrrl a la española, la verdad”. Aunque sí influyeron en la escena posterior donde se incrementó la presencia de los denominados grupos de chicas sin que consiguieran ganarse del todo -ni ellas ni ninguna- una etiqueta, la de riot, que tampoco buscaron.
Kevin Spacey ha terminado con años de rumores e insinuaciones al declarar que “ahora” ha elegido “vivir como un hombre gay” y que quiere lidiar con su decisión de manera “honesta y abierta”. El actor, que no había hecho pública su homosexualidad antes porque hasta ahora había “muy celoso” de su intimidad según reconoce, ha dado el paso “alentado” por una acusación de acoso sexual por parte del también actor Anthony Rapp, que asegura que intentó abusar de él en 1986, cuando tenía 14 años y la estrella, 26. Spacey asegura que no recuerda haberse comportado de forma inapropiada con Rapp, pero que, si fue así, le debe “la más sincera disculpa”.
En una declaración colgada a medianoche en Twitter, que en apenas tres horas acumula 4.000 comentarios, más de 11.600 retuits y 23.500 me gusta, el ganador de dos Oscar, de 58 años, explica que, como sabe su círculo más íntimo, ha mantenido “relaciones tanto con hombres como con mujeres”. “He amado y he tenido encuentros románticos con hombres a lo largo de mi vida, pero ahora he elegido vivir como un hombre gay”, revela a renglón seguido.
En el comunicado, que arranca subrayando “su respeto y admiración” por Rapp “como actor”, se declara “horrorizado” al oír su acusación. “Honestamente, no recuerdo el encuentro, que habría ocurrido hace más de 30 años. Pero si me comporté como él describe, le debo mi más sincera disculpa por lo que habría sido un comportamiento ebrio profundamente inapropiado”, dice el actor de House of Cards.
Los hechos, relatados unas horas antes por Rapp al portal Buzzfeed News, supuestamente ocurrieron durante una fiesta en el apartamento de Spacey en Nueva York para celebrar el éxito de las obras de teatro en las que ambos participaban por entonces. Rapp, intérprete de la serie Star Trek: Discovery, acudió a la velada solo y era el único adolescente, así que cuando se aburrió se metió en una habitación a ver la televisión.
Pasada la medianoche, se dio cuenta de que era el único invitado que seguía allí, momento en el Spacey entró en la habitación, se le acercó y se tumbó encima con la intención de mantener relaciones sexuales. Spacey, ganador de un óscarpor The Usual Suspects y de otro por American Beauty, tenía entonces 26 años. “Bueno, todos se han ido. Debería volver a casa”, explica Rapp que pensó entonces. Sin embargo, Spacey “se interpuso en la puerta mientras se tambaleaba”. “Mi impresión es que estaba borracho”, añade el actor, que ahora tiene 46 años.
“Trataba de seducirme. No sé si hubiera utilizado ese lenguaje. Pero era consciente de que estaba tratando de tener sexo conmigo”, declara Rapp. Spacey, según el relato del denunciante, le agarró “como cuando el marido agarra a su mujer” en la noche de bodas y se tumbó sobre su cuerpo. Rapp dice no recordar cuánto tiempo permaneció Spacey en esa posición, pero explica que logró zafarse de él. Al ver a Spacey ahora, se le “revuelve el estómago”, confiesa.
Rapp señala que nunca volvió a hablar con Kevin Spacey tras el incidente, pero que el caso de Harvey Weinstein, acusado por decenas de mujeres de acoso y abuso sexual, le animó a dar el paso y tratarlo públicamente. “Con esto quiero arrojar luz sobre décadas de comportamientos que han continuado porque mucha gente, incluido yo mismo, hemos permanecido en silencio”, afirma Rapp,que comenzó su carrera con nueve años y que alcanzó la fama como miembro del elenco original del musical Rent.
La reacción de Spacey no se ha hecho esperar. “Esta historia me ha llevado a abordar otros asuntos de mi vida. Ahora elijo vivir como un hombre gay. Quiero afrontarlo de forma honesta y abierta y esto empieza examinando mi propio comportamiento”, sostiene. La revista Esquire insinuó en un artículo de 1997 que Spacey era homosexual. El actor tardó dos años en responder y, cuando lo hizo, se declaró heterosexual en Playboy.
¿Por qué no lo hizo antes? “No me pareció necesario”, explicó Spacey en una entrevista con EL PAÍS en el año 2000. “No veo que el ser gay tenga nada de malo. Me muevo en un mundo en el que todos los días trabajo con mucha gente diferente. Son mis amigos, y los quiero. Y muchos de ellos son gais. Y no podía imaginarme tener que saltar y decir ‘no soy uno de ellos’. Si algunos quieren creer eso, son absolutamente libres de hacerlo y a mí no me interesa lo más mínimo”. Luego añadió sonriendo: “¿Estoy ocultando algo? No. Todo el artículo fue inventado. Es cabreante. Hay gente en mi vida a la que todo esto le parece muy gracioso”. Según el actor, el artículo de Esquire le ayudó a ligarse a muchas chicas que creían que era gay. “Para ellas era un reto hacerme volver al buen camino. Y yo las dejaba”.
En los últimos premios Tony del pasado mes de junio, que Anthony Rapp vio y que le hicieron recordar lo sucedido supuestamente 30 años atrás, Spacey bromeó sobre su condición sexual. El actor, que presentaba la gala, arrancó la ceremonia con un número musical lleno de guiños gais y de gestos hacia la comunidad LGTB. Tras la actuación, Whoopi Goldberg apareció en el escenario como invitada sorpresa y ambos se rieron de los rumores acerca de sus preferencias sexuales.
“¿Cuánto tiempo has estado en ese armario?”, preguntó Spacey, a lo que Whoopi respondió: “Bueno, Kevin, depende a quién le preguntes”. Después, Spacey se disfrazó como Norma Desmond, personaje de Sunset Boulevard y mientras cantaba As If We Never Said Goodbye dijo: “Estoy saliendo… esperen, no, no, no, no”. Muchos interpretaron estas bromas como una discreta salida del armario de Spacey y Goldberg.
Cuando tenía 17 años, a Federico Armenteros le denunciaron por homosexual en una comisaría. Conocía muy bien a su denunciante: era su madre. Se salvó por los pelos de ser arrestado porque huyó y apenas un mes después, en diciembre de 1979, se derogó la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que le hubiera llevado al calabozo y después a ser curado de su mal. Para buscar esa normalidad que le hiciera ser aceptado por la sociedad intentó vestir los hábitos. «Pero me echaron antes. No me quisieron en la congregación religiosa, la de los Hijos de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. Luego me enamoré de una mujer, me casé, tuve una hija. Pero tras doce años de matrimonio no podía más. Estuve con una psicóloga y por fin quemé el armario». Ahora Armenteros se dedica a atender a los gais y lesbianas mayores, muchos de los cuales pasan dificultades económicas, cuando no están al borde de la exclusión social. Hasta ahora se ha dado de bruces con la Administración cada vez que ha reivindicado la creación de centros geriátricos para homosexuales.
Armenteros, de 58 años, preside la Fundación 26 de Diciembre, que ayuda a los más viejos del colectivo LGTB. Según el dirigente de la entidad, entre los gais y lesbianas mayores hay muchos autónomos que no han podido cotizar o lo han hecho con aportaciones muy bajas. Así, cuando llegan a la jubilación sufren una caída brusca de sus ingresos. En la fundación se presentan personas cuyas parejas han muerto y a las que, en puridad, no les corresponde heredar nada porque no han estado casadas. «A veces, con la defunción, los familiares entran como lobos a disputarle la herencia al que debía ser su legítimo legatario».
Una sociedad que mira hacia otro lado cuando se trata de cuidar a los ancianos heterosexuales no es precisamente pródiga en atenciones a los gais, lesbianas y transexuales que ya peinan canas. Y eso que en ocasiones han soportado cargas familiares con estoicismo. «No es raro el caso dehomosexuales que han atendido a sus padres, una tarea que recae siempre en las mujeres salvo que exista un homosexual en la familia».
La Fundación 26 de Diciembre gestiona cinco pisos cedidos por el Ayuntamiento de Madrid, en los que se alojan homosexuales a punto de engrosar las listas de la marginación. La vida no ha sido fácil para ellos. Transexuales que se han dedicado a la farándula y ahora les miran raro cuando van al hospital, gais que viven en la calle, gentes solas, con dolencias graves y que ya no se valen por sí mismas. Ingresar en una residencia geriátrica no es la mejor opción para ellos. «Supondría volver al armario. Un gay en un centro de día o un asilo de ancianos se siente como un ateo en una iglesia».
La sociedad envejece y con ella el colectivo LGTB, un grupo de población que tiende a caer en la trampa del mito de la eterna juventud. Algunas estimaciones cifran entre 630.000 y 800.000 los gais y lesbianas mayores de 65 años. Son invisibles porque a su edad ya no frecuentan los locales de moda. Tampoco interesan demasiado, dado que con sus parcas rentas no consumen como antes. Viven en las orillas, fuera del foco, y eso que muchos de ellos padecieron una persecución cruel. Durante la dictadura franquista ser homosexual era un delito. Unos mil pisaron la cárcel entre 1970 y 1979 por culpa de la aplicación de la ley de Peligrosidad Social. Aun así, esta norma era más tolerante que la Ley de Vagos y Maleantes, que les consideraba unos indeseables, al lado de proxenetas, rufianes y borrachos.
Antonio Sánchez, de 70 años, enfiló el camino a París ante la hostilidad que sentía en la España de los sesenta. Su padre, militar, nunca llevó bien eso de tener un hijo «invertido». Imbuido de los libros del psiquiatra Juan José López Ibor, mandó a su hijo a que le aplicaran electrochoques para curar lo que consideraba una enfermedad. Sánchez se hizo mayordomo y ejerció de cocinero en la capital francesa. En 1976 regresó a España y se ganó la vida de portero en una comunidad de propietarios. «El mayor error que cometí fue no haberme hecho ciudadano francés», dice Sánchez, que ahora vive en Aranjuez. Cobra una pensión de 860 euros y otros 190 euros que le da la Seguridad Social gala.
Su salud se resiente de dos infartos, una colitis ulcerosa y un cáncer de próstata. «Casi no puedo hacer la cama», dice Sánchez, que resopla de cansancio al contarlo. Contrató a una asistenta para que le ayudara en las tareas de la casa, pero hubo de prescindir de ella porque su pensión no daba para más. «Me llevo mal con mi hermana. Es lo que pasa cuando se mete el dinero por medio», asegura Antonio, que a pesar de vivir en Aranjuez, a 50 kilómetros de Madrid, se desplaza dos o tres días a la semana a la fundación, donde puede comer por cuatro euros con los amigos.
La entidad es considerada por sus promotores un primer paso. El siguiente proyecto es levantar un conjunto residencial de apartamentos para el colectivo LGTB. De hecho ya se intentó hace años, en 2010, pero la crisis económica y el escepticismo hicieron que la cosa no cuajara. Se necesitaba reunir 14 millones de euros y 200 socios, pero apenas se inscribieron en la cooperativa unos 20.
La fundación incluye en sus actividades el acompañamiento de personas asediadas por la soledad. Blas Bonete, de 48 años, es uno de los voluntarios que visitan una residencia geriátrica para realizar esta labor. «Es muy grato. Vamos a ver a un señor que sufre párkinson y demencia senil en fase avanzada. Nos cuenta sus cosas y se siente escuchado y atendido», dice Bonete, quien el resto de la semana se pone el mandil y cocina para los demás.
Con esta iniciativa de acompañar al enfermo se intenta reducir el absoluto abandono y soledad en que mueren algunos homosexuales. «Alguno nos ha llegado a decir que lo peor para él sería que la gente se enterara de su desaparición por el mal olor que despide su cadáver», señala Armenteros.
Blas Bonete tuvo su primera pareja a los 21 años. Se fueron a vivir juntos, pero su compañero murió en un accidente de tráfico. «Mis padres no se plantearon que su hijo era homosexual. Viendo lo dura que se volvió mi vida, se volcaron todos conmigo y me ayudaron muchísimo. No hubo salida del armario, sino apertura natural y nada provocada», cuenta el cocinero. Como otros socios de la organización, Blas Bonete no comulga con el «mercantilismo de Chueca», el barrio gay de la capital, donde se celebra cada año el Día del Orgullo. «Eso parece una trata de esclavos, se exhibe la carne y la gente va a mirar».
Bonete padece una espondilitis degenerativa, una forma de artritis que afecta a las articulaciones de la columna vertebral. «Hace que la columna esté como una piedra. Me puedo quedar como el Quijote», apunta mientras se yergue. «Aún no me ha pasado nada, aunque me dijeron que a los 50 años me quedaría postrado en una silla de ruedas. De momento aquí estoy». Pese a su grave dolencia, no se muestra aprensivo y ha superado una depresión. Teme el dolor y el sufrimiento, pero sobre todo le espanta la idea de que le separen de su pareja por cualquier circunstancia. Porque Blas ha rehecho su vida.
María Sánchez Aguilera, de 58 años, se declara pansexual. No elige a su pareja en función de que sea hombre o mujer, sino por su afinidad y los sentimientos que le transmita. Además es dominante y sádica, gustos que no oculta y que lleva muy a gala. «Estuve casada. Como el sexo con mi marido no me satisfacía del todo, pensé que era lesbiana o frígida, pensé de todo, hasta que me di de cuenta de que lo mío no era el sexo convencional, que yo llamo ‘sexo vainilla’. Aquí he encontrado a mi familia, la que he elegido yo», asegura María, quien viste una camiseta negra de Iron Maiden, muñequeras y una gorra. Hace un año se compró una moto eléctrica en la que se desplaza. Y es que desde hace 27 María usa muletas debido a la artritis reumatoide que sufre, una patología que le ha deformado los dedos.
El primer paseo que se dio con el vehículo fue para ir a la manifestación del Orgullo Gay. Se lo pasó estupendamente, pero la vuelta fue aterradora. Más de una vez los viandantes la tuvieron que ayudar para levantar la moto, porque las latas y las botellas de plástico quedaban atrapadas entre el chasis y las ruedas. Quedó extenuada por el esfuerzo y los nervios.
«Yo no puedo acompañar a enfermos porque no me puedo comprometer, no sé cómo voy a amanecer», aduce María, quien gracias a la pensión de viudedad lleva una vida sin aprietos, aunque en ocasiones tiene que hacer «algún ajuste».
Si a Antonio Sánchez le aplicaron corrientes eléctricas en el cerebro es porque hasta no hace mucho la homosexualidad era considerada una enfermedad mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) esperó hasta 1990 para excluir esta orientación sexual del catálogo de patologías psiquiátricas. De ahí que los prejuicios no sean fáciles de erradicar. Muchos gais y lesbianas se han contaminado de tantos prejuicios que son reacios a utilizar los servicios sociales, incluidos los albergues para pobres y los servicios de teleasistencia. Por eso las residencias ‘ad hoc’ se presentan como la solución. En España no existe ni un solo centro geriátrico para la comunidad homosexual. «No se trata de crear guetos, sólo queremos estar tranquilos», dice el presidente de la Fundación 26 de Diciembre.
La Fundación 26 de Diciembre lleva ese nombre por el día en que desapareció de facto la Ley de Peligrosidad Social. La norma, que consideraba a gais y lesbianas elementos antisociales, se derogó parcialmente en 1979. Con este paso se liquidó un cuerpo jurídico que establecía castigos que iban desde multas hasta penas de cinco años de internamiento en cárceles o centros psiquiátricos para la «rehabilitación» de los individuos. Federico Armenteros, presidente de la entidad, se rebela contra la imagen de los gais que proyecta el barrio de Chueca. Detesta esa adoración por el cuerpo y la juventud que exalta el barrio, icono y refugio de la homosexualidad. El activista no oculta que hay una cierta brecha entre el actual movimiento LGTB y sus dirigentes históricos. Entiende que se ha hecho tabla rasa y que la desmemoria y la ingratitud han hecho caer en el ostracismo a los viejos luchadores. Por eso reivindica la palabra ‘maricón’. «A mí nunca me han llamado ‘gay’, siempre me han insultado». Educador social, aboga por los valores humanos dentro de una comunidad demasiado volcada en el consumismo y la moda. «Son precisos mucha pedagogía y un discurso, porque sin eso el orgullo se convierte en un parque temático».
En cine, televisión y literatura las historias que tratan sobre el paso de la infancia y la juventud a la edad adulta son tan frecuentes que se ha diferenciado un género con nombre propio: el coming-of-age. Literalmente, algo así, como el paso de edad. De Harry Potter a El Rey León pasando por Grease y sus cumbres como Boyhood o Quédate conmigo son algunos de los ejemplos en gran pantalla. Entre las series también ha sido, y cada vez lo es más, un argumento muy frecuente (véase ahora Stranger Things) y, en concreto, en un canal como Disney Channel, cuya audiencia principal está entre los nueve y los 16 años, las tramas alrededor de la idea de crecer y de autodescubrirse se ven aún más.
Andi Mack es una de esas series, de las más recientes, que habla del paso de edad en el canal de Disney: protagonizada por una niña de 13 años, Andi, que intenta pasar la adolescencia sin traumas apoyada por sus tres mejores amigos, dos chicos, Cyrus y Joshua, y una chica, Buffy. Hasta aquí y hasta ahora todo normal y muy visto, pero la gran novedad presentada este jueves por la cadena llegará el viernes en el estreno de la segunda temporada cuando uno de los amigos, Cyrus, descubra sus sentimientos románticos hacia otro chico. Aunque no será el primer personaje gay de la cadena, sí es la primera vez que retratan el descubrimiento de la identidad sexual en una serie infantil y hablarán de cómo el protagonista realizará ese viaje.
“Andi Mack es una historia de preadolescentes descubriendo quiénes son”, ha explicado Disney Channel. “El creador Terri Minsky, el reparto y todo el equipo tiene mucho cuidado en asegurarse que es apropiado para todas las audiencias y que manda un mensaje potente de inclusión y respeto por la humanidad”.
Para introducir la historia y hacerlo de la manera más adecuada, los creadores hablaron con distintas asociaciones LGBTQ, como GLAAD, la alianza de gays y lesbianas contra la difamación que vigila los mensajes sobre el colectivo en los medios americanos y promueve la igualdad. “Andi Mack está reflejando las vidas y las experiencias vividas de muchos jóvenes LGBTQ alrededor del país”, dijo tras la presentación Sarah Kate Ellis, presidenta y CEO de GLAAD. “La televisión refleja la vida del mundo real y hoy eso incluye jóvenes LGBTQ que merecen ver sus vidas representadas en sus series favoritas”.
Estrenada en EE UU el pasado mes de marzo, Andi Mack fue un éxito instantáneo entre su público objetivo (niñas de una edad media de 10 años) y número uno de su franja horaria entre niños de seis a 14 años, además de mantenerse entre los primeros puestos en las plataformas de video on demand del canal. Por lo que los colectivos LGBTQ valoran aún más este paso histórico con ese potencial de alcanzar a una gran audiencia especialmente sensible.
“Declararse gay requiere un acto de autoreflexión honesto, una gran valentía y un lugar seguro con al menos una persona de confianza”, dijo también Jaime Grant, director de PFLAG, la organización LGBTQ más grande de EE UU, también contactada por los creadores como asesores. “Y el equipo de Andi Mack ha capturado este momento de revelación con cuidado y autenticidad. Será recordado como un gran momento para algunos, y enseñará mucho a otros”.