La odisea de Sun y Hu o la lucha por el matrimonio homosexual en Asia

Sun Wellin (izquierda) hace una llamada junto a su pareja Hu Mingliang (derecha)

Sun Wellin (izquierda) hace una llamada junto a su pareja Hu Mingliang (derecha). EL MUNDO

Tras entablar conversación en un chat, los chinos Sun Wenlin y Hu Mingliang no tardaron mucho en conocerse en persona. A esa primera cita le siguieron muchas otras, con paseos por el parque, veladas de cine y palomitas o noches de copas en los bares. Cuando ya llevaban un año juntos, estos dos hombres decidieron dar un paso más y casarse.

El 23 de junio de 2015, su primer aniversario, acudieron a la oficina del registro civil local de Furong, en la provincia china de Hunan, para inscribir oficialmente su unión. Sin embargo, su alegría se vio empañada cuando un empleado se negó a hacerlo arguyendo que la ley del país no permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Lejos de desistir, Sun demandó a esta oficina y, para sorpresa de muchos, un tribunal de Changsha admitió a trámite la demanda. Aunque el proceso debía comenzar a finales de enero, se suspendió a última hora hasta el 13 de abril. Ese día, poco duraron las esperanzas de estos dos jóvenes y sus cientos de partidarios reunidos a la puerta del tribunal. A las pocas horas, el juez se pronunció en su contra y desestimó la demanda. La pareja recurrió.

“Tanto si me quiero casar como si no, debería ser yo quien lo decida. Es un derecho humano básico y quiero poder disfrutarlo”, declaró Sun, de 27 años, a los medios congregados en enero para cubrir la vista. “Había tenido otras relaciones, y ya me había planteado el casarme antes. El Estado no me lo permite, mi familia no me lo permite. Hay demasiados obstáculos“, dijo por su parte Hu, guardia de seguridad de 37.

Aunque China dejó de catalogar la homosexualidad como enfermedad en 2001 y se han producido pequeños avances en los últimos años, mucha gente todavía oculta su orientación sexual a familiares y miembros de su entorno por temor a ser rechazados. La presión social por casarse es tal que, según informes de medios locales, en el país hay miles de “matrimonios falsos” en los que un gay y una lesbiana se casan para mantener las apariencias mientras llevan una vida paralela.

No obstante, cada vez son más los miembros de la comunidad LGTB china que han decidido pelear por hacer valer sus derechos, y aunque se enfrentan a enormes dificultades, estos colectivos han ido ganando con los años presencia pública, sobre todo en las grandes ciudades.

No es un asunto occidental sino global

“Antes, las generaciones más mayores pensaban que este era un asunto occidentalque no concernía a los países de Asia, pero poco a poco esa concepción está cambiando. Hay que trabajar más para que se acepte que la cuestión de los derechos LGTB es un hecho global, y que todos los países deben respetarlos”, cuenta a esta diario Xiao Tie, directora ejecutiva del Centro LGTB de Pekín.

Según ella, la iniciativa de Sun y Hu es la última de una serie de acciones que desde 2009 han llevado a cabo diferentes colectivos para reivindicar su derecho a casarse, y espera que su caso “sirva de ejemplo y ayude a que más gente pelee contra la discriminación y en apoyo de las uniones entre personas del mismo sexo”.

En julio de 2015, la activista Li Tingting y su pareja Teresa Xu organizaron una ceremonia nupcial informal en Pekín para demandar este derecho. “El caso de estos dos chicos va más allá del resultado”, declaró Li en las redes sociales. “Es un paso adelante para intentar abrir el diálogo con las autoridades por medios legales”.

De entre los 22 países que a día de hoy han legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, no hay ningún asiático en la lista. Pese a que la región más oriental del continente ha sido testigo en las últimas décadas de cómo sus comunidades LGTB han logrado una mayor aceptación social y pequeños avances legales, nadie esconde que su situación es todavía altamente discriminatoria y está lejos de alcanzar la normalidad de la que disfrutan en otras naciones.

De acuerdo con un informe del Comité de Derechos Humanos para Corea del Sur,muchos jóvenes LGTB sufren acoso en el colegio, mientras que los mayores corren el riesgo de perder su trabajo por su orientación sexual o identidad de género. Según otro estudio, el intento de suicidio entre esos jóvenes asciende a un sorprendente 45,7% de los encuestados.

Nara Lee, del grupo Solidaridad para LGTB de Corea del Sur, explica cómo la mayoroposición viene desde la conservadora derecha radical cristiana, que incluso ha llegado a protagonizar ataques violentos contra actos en los que se reclamaban mayores libertades para el colectivo. “Los jóvenes están más dispuestos a aceptarnos”, dice por email Lee, “pero se necesita más tiempo. Leyes como la del matrimonio entre personas del mismo sexo no serán posibles hasta pasados unos años”, añade.

Situación similar es la que se vive en Hong Kong, región autónoma que pertenece a China pero que cuenta con leyes propias. En esta moderna ciudad, diferentes agrupaciones llevan más de 20 años luchando por la aprobación de una ley contra la discriminación por orientación sexual, pero todavía no se ha conseguido. Para la mayoría, el matrimonio homosexual es un objetivo que queda muy lejos.

Taiwán es la esperanza de muchos

Ahora, las esperanzas de muchos están puestas en Taiwán, lugar en el que el colectivo LGTB disfruta de mayor aceptación y derechos. “Más de la mitad de la población apoya el matrimonio gay”, declaró a este diario Victoria Hsu, renombrada activista de la isla. Para ella, el momento actual es el apropiado, con una recién elegida presidenta Tsai Ing-wen que ya ha declarado públicamente su apoyo a la aprobación de una ley que permita el enlace entre personas del mismo sexo. “Pero deben darse prisa. Cuatro años pasan muy rápido y, si no lo hacen, miles de personas se van a sentir muy defraudadas”.

Muchos esperan que la aprobación de esta ley, la primera del continente, suponga un revulsivo que anime a otros países del entorno a adoptar legislaciones similares. Como dice Sun, “mi sueño es que cuando alguien vea a una pareja gay o lesbiana paseando de la mano por la calle, no los miren como bichos raros o los observen curiosos. Somos como cualquier otra persona, por lo que seguiremos luchando por nuestros derechos”.

Los ataques homófobos se disparan en Indonesia, país islámico ‘modelo’ en derechos LGTBI

King Oey

King Oey. | Fotografía: Laura Villadiego

Yuli Rustinawati recibe a menudo mensajes amenazantes en su teléfono. “Estás yendo contra la religión. Vete al infierno”, decía uno de ellos. Yuli no gusta a muchos en Indonesia. Es una mujer que lleva el pelo corto, habla claro y sobre todo, es una de las pocas personas que se atreve a decir que la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales) debería tener los mismos derechos que el resto de personas. “La situación es dura para nosotros. No nos sentimos seguros”, asegura la presidenta de Arus Pelangi, una de las principales organizaciones de defensa de los derechos de esta comunidad en el país.

Los últimos meses han sido especialmente complicados. Autoridades y grupos radicales islámicos han incrementado la presión sobre ellos y han intentado cancelar cualquier evento en el que se hablara sobre sus derechos. El último de ellos fue un festival literario celebrado a principios del mes de mayo en el que se había programado una charla sobre LGTBI. En las redes sociales el hashtag #tolakLGBT (rechaza a los LGBT) se convirtió en trending topic y saltó a la vida real en las pancartas en algunas manifestaciones en ciudades como la universitaria Yogyakarta.

Los ataques han llegado también desde el Gobierno. Así, el ministro de Defensa, Ryamizard Ryacudu, ha calificado al movimiento LGBTI como más peligroso que una bomba nuclear, mientras que la principal organización psiquiátrica ha asegurado que la homosexualidad y la transexualidad son desórdenes mentales. “Realmente nos preocupamos por ellos. Lo preocupante es que, si lo dejamos sin tratar, esas tendencias sexuales se pueden convertir en algo aceptado comúnmente por la sociedad”, dijo Suzy Yusna Dewi, miembro de la Asociación Indonesia de Psiquiatras, al periódico The Jakarta Post.

Uno de los episodios más preocupantes, explica Yuli, ha sido la aparición de un grupo de justicieros ‘antiLGBTI’ en la ciudad de Bandung, a unos 150 kilómetros de la capital Yakarta, que irrumpe en casas privadas en busca de parejas homosexuales. “No había pasado antes, así que hemos puesto en marcha una línea telefónica para los que se sientan amenazados”, cuenta la activista.

“Es algo cíclico. Cada cierto tiempo nos convertimos en el objetivo de los grupos radicales”, asegura el también activista King Oey. “Este es un país musulmán y durante las últimas décadas se ha hecho cada vez más islámico”, continúa Oey. Esos grupos radicales de lo que habla King Oey son principalmente organizaciones como el Frente de Defensores del Islam, que tienen como objetivo a minorías étnicas, políticas o sexuales.

¿Un país modelo?

El club Bauhaus está prácticamente lleno un jueves por la noche. La mayoría de los clientes son hombres jóvenes bien vestidos que beben y conversan mientras dos gogos musculados y semidesnudos bailan sobre una plataforma e invitan a algunos de ellos restregarse contra sus cuerpos. Los gays no pueden mostrarse en la calle, pero dentro de las paredes del Bauhaus no tienen que esconderse.

Indonesia, el país con mayor número de musulmanes del mundo, ha sido a menudo considerado un ejemplo de derechos de las personas LGTBi en un país islámico. La homosexualidad no está penada y no hay una ley de sodomía, como ocurre en la vecina Malasia. Pero, como muestra el Bauhaus, la aceptación social es limitada. “A la sociedad no le importa lo que hagamos en privado, pero no quieren que nos mostremos públicamente”, dice King Oey.

Esta invisibilidad tiene consecuencias más allá de la impuesta discreción. Las parejas homosexuales no están reconocidas legalmente y no pueden beneficiarse de los mismos privilegios que las heterosexuales. Algunas leyes también minan sus derechos. “La homosexualidad no es ilegal, pero tampoco es legal y algunas leyes, como la ley de pornografía, dicen que es un comportamiento desviado”, explica Yuli.

La situación es especialmente dura en la provincia de Aceh, al oeste del país, donde rige la sharia o ley islámica y donde los LGBTI  pueden ser azotados por comportamiento inmoral. No obstante, como en muchos otros países asiáticos, los transexuales, o warias (una contracción entre la palabra para mujer, wanita, y hombre, pria, en indonesio), tienen una mayor aceptación social, gracias en buena parte a las costumbres de la tribu Bugis que reconocen cinco géneros diferentes y dan a los bissus, una especie de sacerdotes transexuales, una alta posición social.

La situación en el ‘país modelo’ parece, sin embargo, no mejorar nunca y los LGBTi se han cansado de las decepciones continuas. La última ha sido el nuevo presidente, Joko Widodo, más conocido como Jokowi, que llegó al gobierno del país hace un año y medio bajo un halo de progresismo que no se ha materializado.

“Cuando Jokowi era candidato éramos optimistas, porque habló de derechos humanos”, dice Yuli. “Pero ahora podemos ver que los derechos humanos no son su prioridad, sino la economía”, continúa. King Oey es algo más optimista. “Creo que nos ayudaría mucho tener un presidente que salga a la palestra y nos apoye. No creo que ocurra durante este primer mandato. Pero quizá lo haga durante el siguiente”.

Jalid y Firas: el amor prohibido que la guerra de Siria no pudo matar

Jalid y Firas se abrazan en su casa de Mersin (Turquía), donde viven a escondidas su homosexualidad

Jalid y Firas se abrazan en su casa de Mersin (Turquía), donde viven a escondidas su homosexualidad. LLUÍS MIQUEL HURTADO

Su refugio es un cuchitril en el que hasta las grietas de sus tabiques desconchados por la humedad rezuman ternura. Jalid y Firas, unidos cada noche sobre un colchón mugriento en el suelo, cubierto primorosamente con una funda floreada. Pagando con una vida miserable el juntar sus corazones contra todo y todos mientras su patria se desintegraba. «Me enamoré de él desde la primera mirada». Su amor se ha convertido en un estigma que entorpece su vida en un exilio, en Turquía, marcado por una pesadilla.

– Cuéntemela, Firas.

– Octavo mes del año pasado. Acabábamos de llegar a Estambul. Dormimos en el piso de un amigo de Jalid. Navegamos por internet en busca de trabajo. Un hombre, alegando ser homosexual y querernos ayudar, nos ofreció trabajo. Concertamos una cita en un lugar extraño a las afueras. Al poco se acercó un Skoda con cinco personas, el conductor hablaba árabe y los otros cuatro ocupantes, que llevaban largas barbas, turco. Nos invitaron a subir. Durante media hora nadie habló. Inquieto, pregunté adónde íbamos. «Al trabajo», me respondieron. Pero no fue así. Recuerdo que paramos en una zona con muchos árboles y un riachuelo. Nos bajaron del coche y empezaron a gritarnos ‘¡Infieles!’. ‘Huyo de Siria para evitar a los islamistas y acabo topándome aquí con sus amigos’, pensé. Fue a peor. Nos arrearon una golpiza que duró varios minutos. Luego nos pusieron de rodillas. A Jalid le colocaron un cuchillo en el cuello; a mí, una pistola en la cabeza. ‘Matamos a infieles como vosotros para purificar el mundo’, nos soltaron. Y volvieron a golpearnos. Luego nos quitaron todo lo que llevábamos, documentación, ahorros y teléfono, y se fueron. Jalid y yo nos quedamos petrificados unos minutos. Luego ahí, solos, nos abrazamos llorando desconsoladamente.

Firas, poeta desde la cuna, pero abogado de profesión, sólo sabe árabe y se comunica con el traductor de Google. Fue maestro en Raqqa, siempreamenazado por un Estado Islámico que mata a gays tirándolos de un balcón. Jalid, de origen palestino, tímido, mirada conmovedora, sólo se comunica susurrando al oído del chico del que se enamoró en una exposición. «Yo estudiaba en Alepo y acudí como actividad extraacadémica a Damasco, donde él exponía sus cuadros», teclea Firas de Jalid. «Me enamoré de él desde la primera mirada», repite. Jalid asiente. «Nuestras familias nunca lo aceptaron, ya sabes, Siria, demasiado conservadores». Jalid asiente.

– ¿Ellos os agredieron?

– A Jalid le golpearon varias veces y su familia lo retuvo en casa. En 2010, fuearrestado por «conducta impropia» mientras estaba de fiesta en un bar con sus amigos. Le raparon el pelo, insultaron y golpearon. Pasó un mes encarcelado. Yo temía que amigos o familiares me delataran al Estado Islámico.

Jalid susurra; Firas teclea.

– En las sociedades orientales la religión domina sobre las tradiciones, y eso lleva a la represión. Se considera que ser gay es anormal. La ley siria considera la homosexualidad un crimen punible con prisión. Ya no te digo en los territorios donde gobierna el Estado Islámico, donde viví solo y ocultando mi homosexualidad porque me podían ejecutar. En Sira no puedes ser gay.

Jalid y Firas se abrazan en su casa de Mersin (Turquía), donde viven a escondidas su homosexualidad2

Tampoco es fácil ser LGBT en Turquía, donde las ONG denuncian falta de amparo legal a las víctimas de ataques homófobos. «El primer problema es el rechazo a ofrecernos trabajo o alojamiento. Eso me ha obligado a dormir en parques y a ducharme en los baños de las cafeterías», relata Yasar, un joven homosexual huido de su Irán natal hace un año. «Las palizas callejeras son constantes y la Policía no hace nada».

Firas está de acuerdo con Yasar. Hoy, en Mersin, en el cuchitril por el que Jalid y él pagan unos abusivos 100 euros al mes, «huimos del mundo». El poco dinero que ahorran es por un reciente trabajo temporal, trasladando barriles de crudo, y pequeñas transferencias de la hermana de Firas, quien muestra una larga lista de SOS enviados a ONG, algunas españolas. Las más solícitas les responden con cuatro líneas compasivas y un vínculo a la web de ACNUR: «Creía que su labor era ayudar, no pasarse la bola unas a otras».

Son pocas las ONG que atienden a refugiados LGBT. LGBT Istanbul asiste a las víctimas de las guerras y persecución en Oriente Medio. «Con el apoyo del consulado de Holanda pusimos en marcha un alojamiento para refugiados LGBT», explica Ebru Kiranci, una conocida activista turca.

Sin fondos para un bote de la muerte hacia Europa, Firas y Jalid se plantean regresar a Siria, de donde se habían fugado, escondidos en coches, para no sufrir ataques de los grupos armados extremistas. «Turquía también es un infierno», teclea Firas. «Las sociedades islámicas no conciben un musulmán y homosexual a la vez. Y eso que yo pensaba que ser musulmán es ser libre. Que Dios es el mismo para todos».

Asesinados a machetazos dos activistas gais en Bangladés

Xulhaz Mannan, una de las víctimas, era el fundador de la ‘Reunión del Arcoíris’, un encuentro anual creado en 2014 y que se celebra cada 14 de abril en coincidencia con el año nuevo bangladesí

Agentes de Policía trasladan los cuerpos de Xulhaz Mannan y Mahbub Tonoy

Agentes de Policía trasladan los cuerpos de Xulhaz Mannan y Mahbub Tonoy. / Abir Abdullah (Efe)

Dos militantes de la comunidad gay de Bangladés, uno de ellos empleado de la embajada estadounidense, han sido asesinados este lunes a machetazos en un apartamento, en un ataque en el que una tercera persona ha resultado herida. Últimamente se ha producido también una serie de ataques contra militantes y profesores laicos en este país ubicado al sur de India.

“Atacantes desconocidos ingresaron en un apartamento y a golpes de machete asesinaron a dos personas. Otra persona resultó herida”, ha precisado el portavoz de la Policía de Daca, Maruf Hussein Sorder. Los agresores gritaron “¡Alá akbar!”, según testigos interrogados por la cadena de TV local Jamuna.

Si bien la Policía no ha desvelado las identidades de los muertos, un portavoz del grupo gay ‘Boys of Bangladesh’ informó en un mensaje de texto de que el editor de la revista Roopbaan, Xulhaz Mannan, estaba entre las víctimas. Mannam trabajaba además para la embajada de Estados Unidos. El otro asesinado sería, según la fuente, Mahbub Tonoy, también activista gay y miembro del comité ejecutivo de la revista.

Mannan fue el fundador y organizador de la ‘Reunión del Arcoíris’, un encuentro anual de la comunidad creado en 2014 y que se celebra cada 14 de abril en coincidencia con el año nuevo bangladesí. Sin embargo este año la realización del encuentro había sido suspendida por la Policía por cuestiones de seguridad, después de que los organizadores fueron amenazados por grupos islamistas.

La comunidad homosexual es muy discriminada y perseguida en Bangladés, país de mayoría musulmana.

Un juez decide que la pareja gay retenida en Tailandia se pueda llevar a su hija a España: “Llevamos 15 meses luchando”

Gordon Lake y Manuel Santos, con Carmen, nacida en Tailandia mediante gestación subrogada

Gordon Lake y Manuel Santos, con Carmen, nacida en Tailandia mediante gestación subrogada EFE

La batalla legal en la que están envueltos Bud Lake y Manuel Santos en Tailandia ha tenido su desenlace este martes. La pareja podrá quedarse con Carmen, que nació hace un año mediante gestación subrogada, y regresar a su casa en Valencia. Un juez ha decidido sobre la custodia de la niña, que ambos se disputan con la madre gestante, la cual no ha firmado el documento que precisan para que la menor obtenga el pasaporte y puedan abandonar el país. “No hay manera de expresar con palabras lo que estamos sintiendo, hoy es un gran día para los derechos LGTB” ha publicado la pareja a través de Facebook tras conocer el fallo del jurado.

El matrimonio, que tiene otro hijo de dos años gestado en India mediante la misma técnica, ha estado viviendo en Tailandia desde enero de 2015, cuando nació la niña, a la que han estado cuidando mientras se soluciona el conflicto. “Carmen es nuestra hija y llevamos 15 meses luchando para que se reconozcan nuestros derechos”, sostiene Santos en declaraciones a eldiario.es. Todo un proceso que, afirma, han seguido “sin ningún tipo de ayuda de nuestras embajadas”. Bud es norteamericano y Manuel, español.

El conflicto se inició al poco tiempo de que Patidta Kusolsang, la mujer gestante, diera a luz a Carmen, concebida con el esperma de Gordon y el óvulo de una donante anónima. Ambos decidieron comenzar el proceso en Tailandia a través de una agencia, ya que en España es ilegal. En nuestro país la Ley 14/2006 de 26 de mayo sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida lo prohíbe expresamente.

Pero el tema está expuesto a un enorme debate entre aquellos que apuestan por regular la práctica, como la Asociación Son Nuestros Hijos y los que consideran que supone “la mercantilización del cuerpo de la mujer y fomenta su explotación”, tal y como considera el Partido Feminista, que la semana pasada interpuso una denuncia contra los organizadores de una feria de vientres de alquiler que se celebrará en Madrid los próximos 7 y 8 de mayo.

El movimiento #BringCarmenHome

Según el matrimonio, días después de que en el hospital Kusolsang diese el consentimiento para que se llevaran a la niña a casa, no acudió a la embajada de Estados Unidos en Bangkok para firmar el documento necesario para que pudiera salir de Tailandia. Trataron de llegar a un acuerdo sin éxito, lo que les condujo a comenzar el proceso en los tribunales.

El motivo que esgrimió entonces Kusolang fue que no son una pareja “ordinaria”, en referencia a su orientación sexual. “Luego conforme el tiempo pasaba, fueron muchas otras excusas y acusaciones, entre ellas, que estábamos involucrados en el tráfico de personas”, afirma el matrimonio.

La defensa de Kusolang asegura que la mujer se enteró de la condición sexual de la pareja el día del nacimiento de Carmen, cuando vio los documentos en la habitación del hospital, según afirmó en declaraciones recogidas por The Guardian. Pero la razón del conflicto no es esa, sino que se ha arrepentido y “ahora jamás vendería a su bebé por dinero”, sostiene su abogada.

“No es nuestra culpa si la agencia New Life, principal responsable de esta pesadilla, no le comunicó que somos gays”, sostiene Santos a través de Facebook. Las redes sociales han sido fundamentales a la hora de difundir su caso, que se convirtió en el movimiento #BringCarmenHome. La actividad no ha frenado en Twitter e Instagram y la petición online que lanzaron para recabar apoyos alcanzó casi 170.000 firmas.

“Ahora sólo queremos volver a nuestras vidas normales” ha publicado la pareja esta mañana a través de su página de Facebook donde también han agradecido el apoyo recibido y han anunciado que publicarán un libro para contar toda su experiencia. “Amamos Tailandia y prometemos que volveremos a menudo para enseñar a nuestros hijos a amar este país” añaden en su comunicado los padres de la pequeña, quienes proponen que el movimiento que se inició bajo la etiqueta #BringCarmenHome pase a llamarse #Carmensgoinghome.

El cambio de ley en Tailandia

Cuando Carmen tenía ocho meses entró en vigor en Tailandia la ley que prohíbe expresamente la maternidad subrogada a extranjeros y a parejas homosexuales, lo que provocó que la agencia New Life cerrara. Sin embargo, la norma incluye una disposición transitoria a la que pueden acogerse los padres que hayan iniciado el proceso de gestación con anterioridad. En ello se amparan Lake y Santos, que aseguran “haber luchado e intentado que el país reconozca nuestro matrimonio, perfectamente legal en nuestros países”.

Tailandia, tradicionalmente considerado como una de las principales industrias de vientres de alquiler en el mundo debido a los bajos precios y al vacío legal en el que estaba sumido, decidió cambiar la ley por dos casos que le hicieron saltar a las portadas de los medios internacionales. El primero, el de un padre japonés que había engendrado a 16 hijos, en su mayoría a través de vientres de alquiler. El segundo, el de una pareja que abandonó a su hija nacida mediante gestación subrogada por tener síndrome de Down.

Los casos vinculados a la explotación y la polémica que suscita el tema llevaron a Lake y Santos a asegurarse de que Kusolsang “es una mujer con un alto poder adquisitivo, más que nosotros, que aceptó voluntariamente gestar a nuestro bebé”. La batalla legal del matrimonio se ha centrado también en demostrar que “somos una familia preparada para criar unos hijos felices y Carmen debe criarse con la familia que conoce desde el día en que nació”. La ley tailandesa “habla de que, por encima de todo, se velará por el bienestar del bebé”.

La Justicia tailandesa concede la custodia del bebé a la pareja gay que peleaba con la madre gestante

El español Manuel Santos, tras conocer la sentencia

El español Manuel Santos, tras conocer la sentencia. EFE

Un tribunal de Tailandia ha concedido la custodia de una niña subrogada, Carmen, a una pareja de homosexuales, el español Manuel Santos y el estadounidense Gordon Lake, tras una larga batalla legal con la madre gestante tailandesa.”Después de 15 meses Carmen podrá viajar a España (…) donde conocerá su habitación y el resto de su familia”, señaló Santos a Efe a la salida del tribunal de Bangkok.Carmen, nacida el 17 de enero de 2015, fue concebida con el esperma de Gordon y el óvulo de una donante anónima y gestada por la tailandesa Patidta Kusonsrang, que, 10 días después de dar a luz, reclamó la custodia del bebé. Sin embargo, Carmen tendrá que solventar aún los obstáculos de la Justicia española, porque los vientres de alquiler no son legales en nuestro país y, por tanto, Manuel Santos y Gordon Lake no podrán registrarla como hija de los dos. Sólo podrá aparecer como padre uno de ellos. Manuel, con los brazos extendidos en señal de la victoria y lágrimas en los ojos, agradeció el apoyo recibido por los tailandeses durante estos duros meses de lucha por la custodia de la pequeña.”Estamos muy felices porque esta pesadilla terminará pronto (…) Desde el principio confiábamos en esta decisión. Amamos a Carmen y tiene que crecer con nosotros, la única familia que ha conocido”, declaró el español.El matrimonio Santos-Lake tendrá aún que esperar unos días, hasta que el borrador de la sentencia sea ratificado y firmado por el magistrado, para solicitar el pasaporte estadounidense que permita a Carmen dejar Tailandia con destino a España, donde habitualmente reside la pareja.Tras un proceso de subrogación que discurrió con normalidad, el 17 de enero de 2015 nació Carmen Lake, concebida con el esperma de Gordon y el óvulo de una donante anónima y gestada por la tailandesa Patidta Kusonsrang.Los problemas surgieron cuando Patidta, quien en el hospital firmó los papeles que le otorgan la paternidad a Lake, no acudió unos 10 días después del alumbramiento a la embajada de Estados Unidos en Bangkok para ultimar la documentación necesaria a fin de que la bebé pudiera salir del país.El matrimonio Lake-Santos, quienes tienen otro hijo subrogado concebido hace más de dos años en India y que se encuentra en la actualidad en España, trataron de llegar a un acuerdo amistoso con Patidta, pero ante la falta de avances reclamaron la custodia en los tribunales.Patidta expresó por entonces sus reservas debido a que los padres “no son normales”, en referencia a su orientación sexual.Ante las acusaciones, la pareja homosexual interpuso una denuncia por difamación que también se encuentra en los tribunales y proseguirá con una demanda civil para “tratar de compensar los daños causados”.”Continuaremos con todas las causas”, aseguró este martes Santos.Patidta, quien se encontraba en la sala en el momento de la lectura de la sentencia, tiene la oportunidad de apelar.El Parlamento tailandés, elegido a dedo por el régimen militar, promulgó en febrero de 2015 leyes que prohíben a los extranjeros acceder a madres subrogadas, tras controvertidos incidentes con hijos subrogados de una pareja australiana y un japonés.La nueva normativa, que entró en vigencia en julio de 2015, no afecta en principio al caso de Carmen, ya que nació antes de su aprobación.Tras un año y tres meses “atrapados” en Tailandia, Carmen podrá volar a su casa “pronto” a su casa, sentenció Santos.

Científicos chinos modifican embriones humanos para hacerlos inmunes al VIH

PEKÍN.  Un equipo de científicos de la Universidad Médica de Cantón (sur de China) anunció que ha conseguido embriones humanos resistentes al VIH, virus causante del sida, por medio de la modificación genética, un procedimiento todavía controvertido entre la comunidad médica mundial, informó hoy el diario Global Times.

En la imagen, test de detección del VIH

En la imagen, test de detección del VIH. (José Mari Martínez)

Utilizando 26 embriones “con taras y no aptos para tratamientos de fertilidad”, en palabras del líder del equipo médico, Fan Yong, se logró que cuatro de ellos desarrollaran inmunidad frente al VIH, aunque el resto mostraron mutaciones “no planeadas”.

La investigación fue publicada en el último número del Journal on Assisted Reproduction and Genetics, donde se aclara que todos los embriones fueron destruidos a los tres días.

La modificación se realizó mediante una nueva técnica llamada CRISPR-Cas9 que según señaló a la revista especializada Nature el biólogo estadounidense George Dailey, experto en células madre, ha sido el principal éxito del equipo médico cantonés, al lograr éste una modificación genética más precisa de lo habitual.

Es la segunda vez que un grupo de médicos chinos causa controversia por experimentos de modificación genética embrionaria, después de que en abril del año pasado otro equipo de la Universidad Zhongshan, también en Cantón, anunciara que había podido manipular por primera vez genomas de estos embriones.

También entonces se usó el método CRISPR-Cas9, con embriones obtenidos de una clínica de fertilidad.

La modificación de embriones sigue siendo una cuestión debatida en el mundo porque si bien parece útil para el tratamiento de enfermedades hereditarias, incluidos algunos tipos de cáncer, podría también ser usada para el diseño de “bebés a la carta” y presentar con ello dilemas éticos.

En todo caso, “las técnicas aún están inmaduras y es pronto para que sean usadas clínicamente”, ya que los embriones modificados no pueden desarrollarse todavía hasta constituir seres humanos completos, destacó el científico Qiu Renzong, citado por Global Times.

Un tribunal chino niega el derecho a casarse a una pareja homosexual

Pese al fallo en contra, la comunidad gay considera “un gran avance” que el tribunal aceptara ver el caso

Sun Wenlin (derecha) y su pareja, Hu Mingliang, en su casa, el 12 de abril. Gerry Shih AP

Sun Wenlin (derecha) y su pareja, Hu Mingliang, en su casa, el 12 de abril. Gerry Shih AP

Un tribunal chino ha denegado este miércoles la autorización a una pareja homosexual para registrarse legalmente como matrimonio. Pese al fallo en contra, tanto la pareja como la comunidad gay en China —que acudió en gran número al tribunal de la ciudad de Changsha (sur del país) para expresar su apoyo a los demandantes—, ha considerado un “gran avance” el hecho de que por primera vez una corte en el país haya aceptado tramitar un caso relacionado con el matrimonio entre personas del mismo sexo.

La decisión del tribunal de Changsha, la capital de la provincia sureña de Hunan, llegó apenas unas pocas horas después de comenzada la vista sobre el pleito que Sun Wenbin, de 26 años, y Hu Minglian, de 36, habían interpuesto contra la Oficina de Asuntos Civiles municipal por negarles el permiso de inscribirse en el registro matrimonial. El abogado de la pareja, Shi Fulong, piensa apelar el caso.

Aunque la homosexualidad no es ilegal en China y la sociedad es cada vez más tolerante —especialmente entre las generaciones más jóvenes—, las parejas gais carecen aún de reconocimiento legal y derechos. Y en una sociedad confuciana, donde estar casado y tener hijos está considerado una obligación hacia los antepasados, el matrimonio entre dos personas del mismo sexo parece aún una aspiración muy distante.

“Decidimos acudir a los tribunales para obligar a la Oficina a escucharnos”, explicó Sun a este periódico vía telefónica. “Queremos reivindicar nuestro derecho a casarnos”. Sun presentó la demanda el pasado diciembre, después de que el departamento municipal negara el permiso de registro y cuando la pareja ya llevaba año y medio junta. Según cuenta, no recibió ninguna explicación válida sobre las razones para la denegación, solo un rechazo verbal con el argumento de que el matrimonio solo es válido entre un hombre y una mujer. “Pero nuestras leyes dicen que no debe haber discriminación”. Volvió en varias ocasiones para intentar presentar una reclamación, “hasta que ya no me querían ni ver por allí”.

“Al principio el tribunal no quería aceptar el caso, pero entregamos toda la documentación pertinente. Nuestra historia se publicó en la prensa china y ya no tuvieron otro remedio que aceptarlo a trámite este enero”, contaba previamente a la vista judicial.

Según detalla, había recibido presiones de la Policía para que retirara la demanda. “Vinieron tres de ellos a casa”, explica, “me argumentaban que debo tener hijos, pasar el testigo a la siguiente generación. Insistían en que estaban haciendo su trabajo. Pero no deberían estar perdiendo el tiempo con esto, deberían estar haciendo otra cosa, su trabajo es velar por nuestra seguridad”.

La pareja decidió seguir adelante pese a las presiones. Habían participado ya en actividades para la reclamación de derechos de la comunidad gay y pensaban que ya “ha llegado el momento de conseguir resultados”. La sociedad es cada vez más flexible, explica, pero “para muchas personas ser gay es aún una palabra abstracta, un concepto difuso. Si conseguimos casarnos, hacemos más visible nuestra causa, lo centramos en algo concreto”.

A lo largo de los últimos dos años, la comunidad gay —de la que acudieron varios centenares de personas a expresar su apoyo a la pareja en la vista judicial de este miércoles— ha recurrido cada vez con mayor frecuencia a presentar casos de gran impacto ante los tribunales para presionar en favor de sus derechos.

El año pasado, el director de documentales Fan Popo interpuso una demanda para exigir que los grandes portales de Internet le explicaran por qué habían bloqueado repentinamente su película “Mama Rainbow”, después de dos años de estar disponible en la Red sin problemas. Y la estudiante Chen Qiuyan logró que un tribunal escuchara sus quejas contra los libros de texto de su Universidad, que describían la homosexualidad como una “enfermedad”. Un año antes, Peng Yanzi, de 30 años, había conseguido que otra corte declarara ilegales las clínicas que aseguraban “curar” la atracción por el mismo sexo.

El arcoíris se asoma al cielo islámico de Bangladesh

La homosexualidad está penada por ley en el país asiático. El islam que profesa la mayoría de la población lo considera pecado, pero en los últimos años una generación de activistas se ha planteado una revolución silenciosa y de momento ha conseguido ciertos logros.

Desfile improvisado del orgullo gay en Dacca, en abril de 2015, durante la celebración del Año Nuevo bengalí

Desfile improvisado del orgullo gay en Dacca, en abril de 2015, durante la celebración del Año Nuevo bengalí. – SHAMS SUHAIB / ROOPBAAN

DACCA.- Cada vez que pisan el acelerador reivindicativo surgen amenazas. En forma de mensajes de móvil, llamadas o ataques a través de las redes sociales. La cautela es imprescindible en un lugar donde los integristas solucionan a veces las diferencias de ideas a machetazos, en un país de 160 millones de habitantes y mayoría musulmana en el que la religión dominante determina que las relaciones entre personas del mismo sexoson pecado y donde la ley las tipifica como delito. Pero lo peor no es el temor a convertirse en el próximo objetivo.

La comunidad homosexual en Bangladesh no se guía por el miedo. En los últimos años se ha atrevido a dar pasos importantes. Lo más doloroso es que hay gente que se odia a sí misma por ser lo que es. Y eso es lo que una joven generación de activistas está dispuesta a cambiar. No son muchos, ni demasiado visibles, pero mediante un trabajo constante y sigiloso se están abriendo camino.

Organizaciones como Bandhu han trabajado desde hace dos décadas por ofrecer cobertura sanitaria a las minorías sexuales en Bangladesh poniendo el foco en asuntos como la atención a pacientes de VIH/sida. Ahora, hay voces en el colectivo que quieren ir más allá y empiezan a reivindicar el aspecto identitario.

Eclosión de plataformas

En 2014, nació Roopbaan, la primera revista del colectivo de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales (LGBT) de Bangladesh. A finales del año pasado se lanzó una campaña de concienciación en todo el país utilizando como punta de lanza Dhee, el primer cómic con un personaje lesbiano. Y tanto en 2014 como en 2015 se organizaron improvisados desfiles del orgullo en el marco de la celebración del Pohela Boishakh, el Año Nuevo bengalí, una iniciativa que será replicada este año a mediados de abril si nada lo impide.

“En los últimos cinco años se ha producido una mayor visibilidad en nuestro movimiento. La comunidad LGBT tiene mayor valentía. Quiere dejar de esconderse. Han surgido pequeñas plataformas, grupos en redes sociales… La eclosión de internet y de los smartphones ha permitido que más gente tenga acceso a información y pueda conocer lo que sucede en otros lugares”, explica Rajeeb, responsable de Boys of Bangladesh (BoB), uno de los principales foros homosexuales del país y motor tras algunas de las propuestas recientes.

Si uno entra un día cualquiera en Bangladesh en la red social de Grindr, la más popular entre los gais en Occidente, seguramente se encontrará con cerca de un centenar de personas conectadas. Otros portales como Planet Romeo y foros privados en Facebook son también muy exitosos. Y los integrantes de Roopbaan se reúnen mensualmente para maquinar actividades como libros con poemas de autores gais o bailes benéficos de drag queens.

Dobles vidas y pseudónimos

Sin embargo, mientras el arcoíris brilla con fuerza en los submundos bangladesíes, en la superficie todavía arrecia tormenta. Los homosexuales siguen refugiándose en pseudónimos, como el de Rajeeb, en el anonimato y en dobles vidas. La aceptación es algo que se limita a entornos reducidos, de confianza. “Todo el mundo tiene segundas identidades digitales”, razona Jehangir, activista de Roopbaan, que se utilizan básicamente para facilitar el encuentro con adeptos y amigos homosexuales.

No queda alternativa. La sección 377 del código penal, un anacronismo que data de la época colonial británica y que Bangladesh no ha modificado desde entonces, establece que “cualquiera que tenga relaciones contra natura” puede ser condenado hasta a cadena perpetua. El peso de la ley rara vez cae sobre el colectivo y los casos contra homosexuales no suelen prosperar en los tribunales, pero este marco vigente deja margen a la extorsión que, según los activistas, ejercen a menudo desde miembros de fuerzas del orden a líderes de comunidades y otros grupos.

Muchas cosas son posibles en Bangladesh siempre que se circunscriban a una esfera privada y se alejen del qué dirán. El Gobierno, valora Jehangir, les tolera porque no hacen excesivo ruido o porque guardan una comedida pausa después de generar debate en blogs y medios de comunicación liberales tras alguna de sus iniciativas.

Poca persecución judicial, mucha discriminación

“La discriminación que sufre la comunidad no está muy documentada. Debido al estigma, la gente afectada se limita a pagar sobornos cuando ocurre. La clase desempeña un papel importante. Si eres de un grupo de clase baja es más fácil ser discriminado. La gente de esos segmentos vive generalmente mezclada en una gran familia y no tiene sus propios espacios”, asegura Rajeeb.

De ahí la necesidad de tener una doble vida. Es el caso de Mumtaz, un joven de 27 años, que no ha tenido el valor de explicarles su condición sexual a sus amigos y padres. “No quiero crear problemas, perder amistades”, admite, al tiempo que afirma poder ventilar sus asuntos en compañía de otros homosexuales. Eso es relativamente sencillo en zonas urbanas como Dacca, donde existen círculos empáticos. En cuanto uno se aleja de la zona metropolitana todo se vuelve más complicado. Mumtaz recuerda la historia de un amigo suyo de una zona rural cercana a la capital, al que conoció por Facebook.

“Solía tener relaciones esporádicas con compañeros, pero se casó por presión de la familia y, meses después, me llamó atormentado para decirme que seguía teniendo relaciones con otros hombres”. Se odiaba a sí mismo. Mumtaz le dijo que era inevitable y que intentara pasar más tiempo con su esposa.

El matrimonio, institución insalvable

Y es que el matrimonio es una institución insalvable en Bangladesh. “Es la norma, da igual que seas discapacitado o estés desempleado, que seas pobre o rico. Tienes que casarte”, subraya Rajeeb. Después llegan las consecuencias: visitas al psiquiatra, expulsión del hogar, adicción a fármacos… “Hay quien consigue aguantar en el matrimonio pero no es saludable”, dice el activista, que agrega que una práctica en ocasiones son los matrimonios cruzados por conveniencia entre un gay y una lesbiana, ambos necesitados de poner una fachada de tradición a sus vidas.

En el fragor de la juventud, Mumtaz todavía no lo ve como un problema y asume que probablemente tendrá que casarse. Prefiere pensar en las victorias del momento, en las rendijas que permiten los hábitos sociales locales para desarrollar su identidad sexual en un país donde ver a dos hombres agarrados de la mano es habitual sin que ello implique que sean homosexuales.

Pero también son conscientes de que su activismo puede ser un arma de doble filo y que quizás cuanta más gente sepa de su condición más amenazados se pueden ver sus espacios de libertad tolerada. “Cuando valoramos si llevar nuestras reivindicaciones a una escenario mayor… es complicado”, conviene Jehangir. “Necesitamos toda una generación,que la gente se acostumbre a la homosexualidad como se ha acostumbrado al móvil”.Parece que de momento seguirá la lucha silenciosa. Silenciosa pero incansable. Con el sueño de que un día el arcoíris brille no solo en los submundos, sino también en la superficie.

En las aldeas chinas del sida

Ding Hongjun, de 27 años, yace en su lecho de muerte en la aldea de Dongguan

Ding Hongjun, de 27 años, yace en su lecho de muerte en la aldea de Dongguan QILAI SHEN

Cuando Wang Erxuan descubrió que no alcanzaba los kilos requeridos para comerciarcon su sangre -él sólo pesaba 52 y el mínimo exigido eran 56- decidió rellenarse los bolsillos con trozos de metal. Apenas tenía 16 años, pero ya se había ofuscado bajo la euforia general que propició la llamada “economía del plasma”.

“Teníamos que ir a media noche al hospital para conseguir un puesto en la cola. Había cientos de personas. Nos empujábamos en las filas. Había incluso un eslogan: ‘Si quieres mejorar, vende tu sangre’, rememora el campesino.

La aldea de Meng Lou donde vive Wang no difiere mucho del resto del entorno. La planicie de la provincia de Henan siempre fue el granero de China. Una región azotada en repetidas ocasiones por catástrofes naturales y tragedias motivadas por el designio humano como la terrible hambruna que propició el maoísmo. Los restos de las ingentes canalizaciones construidas durante la Revolución Cultural -encaramadas sobre arcos al estilo romano- son testigo de aquellos atribulados años, donde la pobreza más absoluta fue una constante.

El vehículo se mueve entre carreteras repletas de baches, motocarros y tractores, extensiones interminables de cultivos y riachuelos anegados por la basura. La mayoría de las viviendas dispone de enormes portones de color rojo decorados con imágenes deGuan Yu, el dios de la fortuna, o frases que intentan atraer la suerte que siempre ha sido esquiva con esta región. “Si la familia permanece unida, el futuro es brillante”, se lee en una.

Es una imagen de la China profunda muy distante de los trenes de alta velocidad y el desarrollo que domina Pekín, pero los lugareños recuerdan que el pasado fue mucho peor. “La gente vendía sangre porque no teníamos para comer. Los que ganaron algún dinero [con ese negocio] compraron ladrillos y pudieron construirse una casa. Antes usábamos barro”, recuerda Ma Shenyi, de 46 años.

El campesino deambula por los sembrados y se acerca a tres túmulos de tierra. Son las tumbas de su esposa, su hermano y su padre. Ella fue la primera en morir, en 2001. Su progenitor falleció en 2007 y cinco años más tarde, su hermano.

Es entonces cuando el visitante se percata de que las parcelas están salpicadas por los mismos montículos, que no son sino enterramientos al estilo tradicional de esta zona.

En las aldeas chinas del sida

Los tres familiares de Ma distan mucho de ser los únicos a los que se llevó la enfermedad. “Aquella tumba es de otro que también murió de eso y aquella otra… Hubo unos meses en los que moría mucha gente. Sólo en mi calle fallecieron tres en cuestión de semanas. En esta aldea han muerto más de 50”, recuerda el vecino de Wenlu mientras señala hacia las sepulturas.

Durante años, lugares como Wenlu, Meng Lou y toda una plétora de pequeños villorrios de Henan eran conocidos como las “aldeas del sida”. Fueron los mismos enclaves que durante la década de los 90 se vieron dominados por la fiebre de la compraventa de sangre apadrinada primero por las autoridades locales y después por toda una legión de avispados negociantes.

Ma Shenyi se sienta en el pequeño habitáculo donde dormita su madre. Ella también esseropositiva. Lo mismo que dos de sus hijos y su cuñada. De la pared cuelga una bolsa repleta de fármacos con un lema: “Toma las medicinas de forma regular, cuida de tu vida”.

“Empecé a donar sangre en 1992 o 1993. Lo hice decenas de veces. Al principio la gente iba a los hospitales. El problema surgió cuando aparecieron los comerciantes privados. Solían venir por las noches para evitar que los detuvieran. Te pagaban 45 yuanes [poco más de seis euros] por 800 centímetros cúbicos. Sólo te quitaban el plasma y te volvían a introducir el resto en las venas”, recuerda. En una época en la que ganar 100 o 200 dólares anuales [entre 88 y 177 euros] se consideraba toda una proeza, esas cantidades parecían una fortuna. “Era dinero fácil”, añade Ma.

La campaña pública derivó en frenesí colectivo. Todos los lugareños consultados para este reportaje coinciden en describir el mismo escenario: miles de empobrecidos campesinos agolpándose en hospitales, viajando de una ciudad a otra para poder volver a vender su sangre… Las autoridades permitieron que se crearan cientos de “bancos de sangre” en la provincia, no sólo en hospitales sino bajo el auspicio de unidades militares, factorías o minas de carbón. El proyecto era vender ese “producto” a las firmas extranjeras. El propio responsable del departamento de Salud de Henan, Li Quanxi, viajó a EEUU para promocionar este “negocio”.

Es la misma descripción que hace el escritor Yan Lianke en la novela que dedica a este suceso –El sueño de la aldea Ding-, que basa en su propia investigación. “Lo que comenzó como un goteo, pronto se convirtió en un torrente. No tardó mucho en ser elboom de la sangre. Se instalaron bancos de sangre en los mercados, en los cruces de carretera, en las casas y hasta en establos”, escribió Yan.

Wang Erxuan asiente. “Toda la provincia vendía sangre”, ratifica. Él mismo llegó a vivir durante un mes en un hotel junto a otra veintena de personas que sólo se dedicaban a comerciar con su flujo interno. “Pagábamos 10 yuanes [1,3 euros] por dormir allí. Cada mañana venía un comerciante y decía: ”¡A ver, quiero del tipo A!”. No hacían análisis ni nada. Ese mes yo vendí 30 veces, en ocasiones dos por día”, explica Wang. A él le pagaban 75 yuanes por los 800 cc. Se ganaba más si se dejaban extraer todo el líquido y no sólo el plasma. Aquello le salvó. Él no contrajo el VIH.

Los otros se hacían extraer el líquido a través de centrifugadoras que separaban el plasma y mezclaban el resto de la sangre -plaquetas y glóbulos rojos- con la de otros vendedores del mismo grupo sanguíneo, volviendo a inyectar ese compuesto en las venas de sus clientes. “Pensábamos que era más seguro así, porque no perdíamos toda la sangre”, precisa Zhany Junxi, un vecino de Zheng Lou, otro de los poblados afectados por la expansión del VIH. Un error que marcó la vida de decenas de miles de personas. Todas las víctimas consultadas se infectaron al utilizar las “máquinas”, como se refieren a ellas.

Zhany tenía 20 años cuando se inició en el “negocio”. Vendió su sangre más de media docena de veces a lo largo de un año. “Una vez tuve que ir a las dos de la mañana para pillar sitio. Debíamos ser unos 200”, rememora. Otra víctima de este comercio, Xing Xinwei, de 46 años, alude al dicho que se usaba en esos días. “Extiende el brazo y te caerá el dinero”, repite. “Los compradores de sangre venían a las aldeas y se metían en tus casas con las máquinas. Hasta en las cocinas. Nadie te hacía análisis”, añade.

Durante aquellos tiempos de fervor común, algunos consiguieron mejorar de forma ostensible su nivel de vida. Los locales se percataron cuando les vieron construir nuevas viviendas. “Si tenías muchos miembros en la familia y todos donaban sangre, podían ganar dinero”, admite Ma Shenyi. Aunque fueron casos aislados, puntualiza. El beneficio que obtenían los campesinos seguía siendo ínfimo. El mismo Wang Erxuan, tras la maratón que realizó aquel mes en el que se dejó extraer sangre decenas de veces, volvió a su casa con 300 yuanes de ganancia (36 euros).

Manchas en la piel

Y entonces, un día apareció la fiebre. Nadie sabía qué significaba el sida. “La gente pensaba que era un resfriado. No tenían ni idea de lo terrible que es esta enfermedad”, dice Ma Shenyi. A él le diagnosticaron que era seropositivo en el año 2000. Todo comenzó con “un poco de fiebre y manchas en la piel… La gente tomada pastillas pero no se le curaba”, dice

La “plaga” se extendió “por la planicie”. “Se abatió sobre nosotros como una inundación, envolviendo a docenas, quizás cientos de aldeas. Y cuando eso ocurrió, la gente moría como hormigas… Murieron como hojas de un árbol muerto; caían al suelo y se los llevaba el viento… Era raro que pasara una semana sin que muriera alguien”, escribió Yan Lianke en su memorable texto.

Los funerales se convirtieron en un acontecimiento repetitivo. “En la aldea de Nan Dawu murieron ocho personas en el mismo día”, asevera Wang Erxuan.

Aunque las propias víctimas comenzaron a denunciar el escándalo en 1998, el Gobierno no reconoció la magnitud del problema hasta agosto de 2001, cuando asumió que entre 30.000 y 50.000 personas se habían contagiado. El viceministro de Salud de aquellas fechas, Yin Dakui, reconoció que era una estimación a la baja y que podían ser hasta 100.000. Los activistas que denunciaron lo ocurrido multiplicaron por cinco o 10 esos guarismos y alertaron de que el azote se había extendido por al menos cinco provincias, aunque Henan fuera el epicentro del polémico comercio.

las tumbas del campesino ma shenyi. Aquí, junto a los tres túmulos de tierra donde enterró a su esposa, su hermano y su padre. Murieron de sida tras contagiarse al vender su sangre.

las tumbas del campesino ma shenyi. Aquí, junto a los tres túmulos de tierra donde enterró a su esposa, su hermano y su padre. Murieron de sida tras contagiarse al vender su sangre. JAVIER ESPINOSA

En realidad nadie conoce con precisión la magnitud del infortunio, pero los habitantes concuerdan en que más de la mitad de los que comerciaron con su sangre se infectó. “En esta aldea hubo más de 100 personas que la vendieron y la mitad enfermaron. Hoy sólo quedamos vivos una decena. El resto murió”, aduce Zhang Junxi, el vecino de Zheng Lou. Entre los fallecidos figuraban su hermano y su cuñada.

Bajo la presión del escándalo, Pekín prohibió la venta de sangre en 1998 e intentó minimizar el alcance de la controversia. Muchos de los expertos que alertaron de las graves consecuencias, como la veterana doctora Gao Yaojie, el también médico Wang Shuping o el activista Wan Yanhai, tuvieron que exiliarse. Las visitas de los periodistas extranjeros a los villorrios del sida solían concluir con su detención y expulsión de la zona.

Dientes blancos y rotos

Los residentes locales todavía rememoran con cierta aprensión la jornada de 2003, en la que cientos de policías asaltaron uno de los villorrios y apalearon a sus habitantes después de que éstos protagonizaran un tumulto cuando pretendían acceder a una oficina oficial para protestar por la situación de los enfermos. “Estaba lloviendo. Llegaron por la noche y comenzaron a pegar con palos a todo el mundo. A varios les rompieron los dientes, el brazo…”, relata Wang Erxuan.

Todavía hoy las reclamaciones pueden concluir en prisión. Es lo que le pasó a la esposade Wang, Li Xiaohe. Su marido muestra la sentencia que la condena a dos años de cárcel por “crear problemas”. Li había participado en varias ocasiones en los viajes que organizaban hasta Pekín grupos de víctimas del VIH de Henan, que intentaban aprovechar las reuniones del Parlamento local para exponer sus reclamaciones. En febrero de 2012, la Policía se personó en su domicilio de Meng Lou y se la llevó. “Sólo pedía que el Gobierno le diera una ayuda para tratar a nuestro hijo, enfermo de sida”, asegura Wang Erxuan.

Li sufre la misma dolencia. Su marido dice que se infectó en un hospital público “y sólo vendió sangre dos veces”.

El condado de Shangcai, del que dependen todos los villorrios del área de Wenlu y Meng Lou, se convirtió en una especie de zona cero de la epidemia. De las 38 aldeas que el Gobierno identificó como las más afectadas, más de la mitad pertenecía a ese distrito donde habitan 1,3 millones de personas.

El legado sigue siendo devastador. En la región es habitual ver orfanatos de niños cuyos familiares sucumbieron a la enfermedad y hospitales que intentan paliar su expansión. Los muros de muchos pueblos están salpicados de carteles que anuncian servicios médicos.

El número real de menores que nacieron con el VIH a consecuencia de este infortunio tampoco se conoce, pero el vástago de Wang y Li es uno de ellos. “Aquí hay cerca de 600 o 700 niños que nacieron con el VIH. Sólo en esta aldea eran media docena pero únicamente dos siguen vivos”, estima su padre.

El joven Wang Xuefeng asiste a la conversación cabizbajo. A sus 23 años, preocupaciones tan normales en este contexto como buscar una posible esposa ni se le pasan por la cabeza. “¿Quién se va a querer casar con un enfermo de sida?”, inquiere. El estigma forma parte de la truculenta herencia que dejó la “economía del plasma”. “Toda mi vida me he sentido discriminado. Aún hoy. Los niños no querían jugar conmigo en el colegio. Salían corriendo al verme”, comenta.

Después de que el Gobierno comenzara a distribuir de forma gratuita medicamentosantirretrovirales a partir de 2003, las muertes se frenaron. Aunque no todas.

La familia de Zhou Yulan se encuentra reunida en torno a su cama desde hace días. Tienen tal certeza sobre su inmediato futuro que ya le han preparado la ropa que vestirá durante su funeral. Una chaqueta roja brillante y unos pantalones oscuros. “No creo que sobreviva muchos días”, admite su hijo, Xing Xinwei. “Las medicinas no funcionan. Le producían problemas en el estómago. Tiene la boca totalmente podrida y no puede comer”, dice.

El poblado de Xiongqiao es otro de los nombres más emblemáticos de las “aldeas del sida” de Henan. En el clan de Xing Xinwei seis personas desarrollaron la enfermedad, incluido él mismo. Su padre y su esposa murieron hace años. La salud de Xing también se encuentra muy resentida. Respira con dificultades. “Tengo mal el estómago”, aclara.

Como su madre, Xing sólo comenzó a medicarse hace tres años, aunque sabe que es seropositivo desde 1992. “Empecé a vender sangre con 17 años. Era algo normal. Oculté que era seropositivo porque no quería avergonzar a mi familia. Hoy, muchos siguen sin decirlo”.

Xing reparte la responsabilidad de esta adversidad entre las autoridades y él mismo. “El Gobierno fue quien inició este negocio pero nadie me obligó a vender la sangre”, puntualiza. Es una opinión compartida por otros. “Fue una especie de sueño colectivo. Nadie nos forzó”, apunta Zhang Junxi. Para Wang Erxuan, toda la culpa es del “Gobierno”. “Nos engañaron, no nos dijeron lo peligroso que era”, defiende.

Ma Shenyi prefiere aferrarse al pragmatismo: “Da lo mismo quién fue el culpable. Ya nadie puede quitarme el sida o devolverme a mi esposa. Fue todo muy triste“, concluye.