El activista LGTB valenciano se hará cargo este jueves de la concejalía de Transparencia, Modernización y Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Paiporta. Tendrá enfrente a la edil del PP que llamó a Cassandra “esa cosa con bigote”.
Guillem Montoro, el primer concejal transexual visible de España / PÚBLICO
Esta noticia no debería ser noticia: hay un hombre que mañana será concejal, como lo fueron tantos otros tras las últimas municipales. Quizás, unos cuantos también se llamen Guillem. Y si hasta un ministro se apellida Montoro, no extrañará que algunos ediles hayan recibido idéntico nombre de familia. Podría comprobarse, pero un vistazo al arcano de Google sería en vano: todas las búsquedas conducen a Guillem Montoro, el primer concejal transexual de España.
En realidad, no se presenta así, porque Manuela Trasobares ya había sido elegida en Geldo, un pequeño Ayuntamiento de Castellón al que concurrió en las pasadas elecciones al frente de la incandescente lista de Acción Republicana Democrática Española (ARDE). También hubo en su día un edil en Canarias que pasó desapercibido, apenas unas iniciales en el periódico. Por eso, Montoro se plantó ayer ante las cámaras y los micrófonos para autoproclamarse como “el primer hombre transexual visible del Estado español” que pone un pie en un Consistorio.
Le habían llovido insultos en las redes sociales, ese caladero de malas maneras que siempre registra precipitaciones. Que si un “ser antinatural”, que si no es “normal”, cuando lo que pretende precisamente el futuro político es ser uno más, servir de ejemplo a otros que vengan detrás. “Recibir ese tipo de comentarios no es algo insólito, pero hay que visibilizarlos, porque estas cosas sigue pasando y hay que acabar con ellas”, explica a Público después de un intenso día en el que se ha sentido abrazado por los mensajes de apoyo y las felicitaciones.
Durante su intervención ante los medios, esgrimió un tuit de alguien que le advertía de que no tiene nada en contra de él “por su orientación y conducta sexual”, excusatio non petita que recuerda a todos esos homófobos que presumen de tener amigos gais. Pero que se guarde su hombría “en el ámbito privado”, que lo suyo “no afecte a menores”, añadió el espontáneo. No se entera, porque Montoro, cuando convoca a la prensa dos días antes de asumir su acta como concejal, está pensando justo en los niños y en los adolescentes que padecen en silencio o son acosados en las aulas por querer llevar una vida —ahora sin comillas— normal.
“Doy la cara para visibilizar a las personas que están en sus casas sufriendo porque no les pueden decir a los suyos quiénes son o de quiénes se han enamorado”, añade el edil de Compromís, sustituto de su compañera Encarna Signes, quien renunció en diciembre. “Todavía hay un estigma y un tabú”, sentencia al otro lado del teléfono. Según el estudio Características Sociodemográficas y Ajuste Psicológico entre transexuales en España, publicado el año pasado en la revista The Archives of Sexual Behavior, el 82% de los trans fue víctima de una agresión física a lo largo de su vida, el 31% se sintió discriminado en el trabajo y el 23% intentó suicidarse al menos una vez.
Alan se quitó la vida en Barcelona antes de cumplir la mayoría de edad, después de tres años de acoso escolar, denunció su madre a finales de 2015. La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) asegura que más de la mitad de los jóvenes de este colectivo sufre acoso en los centros educativos por su orientación sexual, aunque el porcentaje es superior en los transgénero. Los datos, extraídos de varios estudios que maneja la Federación, han animado a Montoro a seguir luchando por sus derechos desde una tribuna pública: “Necesitamos referentes: gente que dé la cara y empuje a sus iguales a seguir adelante”
Parecía que el concejal nacionalista daba una rueda de prensa para explicar el motivo de la propia rueda de prensa, pero Guillem tiene muy claro que cuando se apaguen los focos, más allá del salón de plenos, seguirán arreciando los insultos y las collejas, las palizas y los asesinatos. Alan no soportó el acoso y su madre tuvo que dar una noticia hace tres Nochebuenas que tampoco debió haber sido noticia: “Nuestro hijo se quitó ayer su corta vida de diecisiete años. No pudo con la presión de la sociedad y nos ha dejado para siempre. Muchas gracias por todo vuestro apoyo recibido”.
Montoro lo tiene muy presente. Durante dos años, acompañó a menores y a sus familias en el tránsito, que es la suma de pasos que dan estos jóvenes desde que se lo comentan a sus padres hasta que salen a la calle como realmente son. Como él mismo hizo en su día, hace poco más de dos años, cuando se sintió preparado para ello. A partir de mañana, con sólo veintidós, sumará un par de récords: será el el primer concejal hombre transexual visible del Estado español y también el edil más joven de la corporación municipal de Paiporta, un municipio de 25.000 habitantes gobernado por Compromís con el apoyo de PodEU y PSPV.
La alcaldesa, Isabel Martín, lo secundó en su comparecencia, que contó con el guiño del Gobierno regional, pues también estuvo presente José de Lamo, director de la Agencia Valenciana de Igualdad en la Diversidad. Montoro había participado en los trabajos previos de la Ley integral del reconocimiento del derecho a la identidad y a la expresión de género en la Comunitat Valenciana, aprobada el año pasado por Les Corts con el único rechazo del PP.
“Desde el Ayuntamiento, haré partícipe a toda la ciudadanía de Paiporta de nuestra gestión; y, como activista, seguiré luchando por conseguir que haya cambios en la sociedad”, asegura. Continuará la labor comenzada por la nueva corporación, que el pasado año aprobó una moción en la que mostraba su apoyo al colectivo gay y transexual, comprometiéndose a impulsar medidas para promover la igualdad. Al igual que en el Parlamento autonómico, sólo contó con el voto en contra del PP, mientras que Ciudadanos se abstuvo.
La lucha comienza, pues, desde abajo. Aunque le quita importancia, el comentario despectivo que recibió en Twitter fue escrito por un vecino del pueblo, nadie es profeta en su tierra. Y el pasado abril, la número siete del PP local, Amparo Císcar, escribió en Facebook sobre la transexual murciana Cassandra: “Pero esta cosa con bigote de donde ha salido…? Que hartazgo por Dios!”. La cita, textual, da la medida del nivel de la concejala paiportina, quien aprendió a insultar antes que a escribir. “Mi presencia en el pleno del Ayuntamiento supone una reivindicación del colectivo ante su postura”, avisa Montoro, alerta ante los ataques a los trans.
“Día a día, seguimos venciendo el estigma y la transfobia, pero sobre todo la patologización de nuestras identidades. Al igual que con la homosexualidad, sigue habiendo un largo camino por recorrer. Hay que dejar claro que la transexualidad no es ninguna enfermedad”, dijo ante las cámaras. “Sufrimos actos de transfobia constantes en la mayoría de los ámbitos de nuestra vida y se sigue pensando que la transexualidad es algo de lo que avergonzarse”.
Activista LGTBI, Guillem comenzó a hormonarse en 2016, un año después de comenzar el tránsito. Entonces trabajaba en Valencia como técnico en atención sociosanitaria de la Fundación Daniela, una organización que lucha por garantizar los derechos de los niños y niñas transgénero. “Nos contactaban adolescentes para contarnos su historia. Eran incapaces de verbalizar lo que les pasaba y eso les provocaba un conflicto, porque no sabían cómo decírselo a su familia”, recuerda Montoro. “Nuestra labor era hablar con sus padres y deconstruir la visión que tenían de un transexual. Debían darse cuenta de que su hijo o su hija no son más que su hijo o su hija”.
Ahora, para ampliar su formación, cursa el grado superior en Promoción de igualdad de género. Lo compatibilizará con su nueva responsabilidad en el Ayuntamiento, donde ejercerá como futuro concejal de Transparencia, Modernización y Participación Ciudadana. Aunque en un futuro quizás no muy lejano parezca absurdo, Montoro tuvo que organizar en 2018 una rueda de prensa para transmitir un mensaje que ya debería resultarles familiar a los micrófonos y a las grabadoras: “Nadie debe imponer quién eres”.