Kasha Jacqueline Nabagesera, activista lesbiana ugandesa. / VANESSA ESCUER
“Lo que estoy haciendo ahora mismo está prohibido. Esta entrevista es ilegal, estoy cometiendo un crimen. La policía podría arrestarme y encerrarme en la cárcel”, declara Kasha Jacqueline Nabagesera, activista lesbiana ugandesa que lucha por los derechos de la comunidad LGBT.
La homofobia de Estado revive cada pocos meses en Uganda, situando a las personas gays en la sombra de una sociedad conservadora y hostil hacia ellos. En diciembre de 2013, el Parlamento aprobó una ley que aumentaba las penas de cárcel para los homosexuales, con cadena perpetua incluida y hasta se planteó la pena de muerte en casos de reincidencia o para las personas VIH positivas.
El presidente ugandés, Yoweri Museveni, encargó un informe para tratar de justificar esta iniciativa legal antigay, en el que se concluía que la homosexualidad “no es genética”, sino una opción derivada de una conducta social “anormal” con un origen marcado por la educación recibida durante la infancia, y por lo tanto, un defecto “corregible”.
Tras este informe, el presidente ratificó la ley en febrero de 2014, pero en agosto el Tribunal Supremo la anuló por una falla de forma durante el trámite parlamentario, algo que se interpretó como una cesión a las presiones de las potencias internacionales.
“El Gobierno define el movimiento gay como algo insano y malvado. Nos comparan con terroristas. Tienen una lista negra de personas homosexuales peligrosas, entre las que estoy yo. Se nos acusa de varios delitos, el más grave es el de hacer promoción de la homosexualidad. Nuestros rostros son publicados en varios periódicos del país como personas buscadas a las que hay que encontrar y condenar. La gente tiene miedo. Hay que vivir a escondidas y tener muchísimo cuidado”, cuenta Kasha en su casa. Vive en un lugar aislado y se mueve en un coche con ventanas polarizadas oscuras para que nadie pueda verla. Siempre va acompañada por su amigo y guardaespaldas, un chico heterosexual al que conoce desde que eran pequeños.
El Gobierno de Uganda tiene sobre la mesa un nuevo proyecto legislativo para reemplazar la ley que fue derogada. El texto prevé que las personas homosexuales puedan ser castigadas con hasta siete años de prisión. La aprobación de esta ley se está estudiando a pesar de que el Código Penal considera ilegal el encarcelamiento de las personas gays. El proyecto castiga también cualquier “promoción” de la homosexualidad, así como a las organizaciones en defensa de los derechos de la comunidad LGBT, las reuniones de más de dos personas para intercambiar información o la difusión por internet.
Según el informe actual de la Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Trans e Intersexuales (ILGA), la homosexualidad es ilegal en 79 países del mundo; África es el continente más homófobo.
“Ni siquiera me acuerdo de la cantidad de veces que he sido golpeada y que han intentado violarme para descubrir qué soy realmente”, sentencia Kasha, vestida con una camisa holgada y recostada en una butaca. “Mi familia supo que yo era diferente desde que era una niña. Yo nunca salí del armario, siempre fui abiertamente gay. Pero de pequeña, ni siquiera sabía qué significaba el lesbianismo. Yo escribía cartas a las chicas que me gustaban y me iban expulsando de los colegios. Decían que tenía demonios dentro de mi cuerpo y que me expatriarían del país. Fue en la universidad cuando descubrí que ser gay es ilegal en Uganda. Incluso me hicieron firmar un acuerdo dónde decía que debía mantener una distancia de 100 metros con las mujeres y que no podía hablar con mis compañeros. A ellos les amenazaron también con expulsarles si me dirigían la palabra. Por suerte, mi familia era muy abierta de mente y me dieron mucho apoyo. Y yo quise aprovechar esa ventaja para ayudar a los que no lo tienen tan fácil”.
Kasha es directora de la ONG Freedom and Roam Uganda (FARUG), en lucha por la libertad de género en su país. Su trayectoria como activista de los Derechos Humanos la ha llevado a presidir el pasado junio la marcha del Orgullo Gay en la ciudad de Nueva York, un lugar simbólico donde se conmemoran los disturbios de Stonewall acontecidos en junio de 1969. En esa fecha fue cuando se dieron una serie de manifestaciones espontáneas y violentas en protesta contra una redada policial en un pub conocido como Stonewall Inn, ubicado en un barrio neoyorquino. Esas revueltas marcaron el inicio de la liberación homosexual y ayudaron a establecer los derechos de la comunidad gay en Estados Unidos.
Kasha fue invitada a liderar la famosa marcha gay de la ciudad estadounidense por su destacada labor en Uganda, siendo ella la organizadora de este mismo evento en Kampala en el 2012, desafiando la ley y saliendo a la calle para festejar su ansiada libertad. “Quería comprobar si la comunidad LGBT me apoyaría. Creé una página en Facebook a las tres de la madrugada y esperé a ver qué pasaba. La respuesta fue increíble, así que nos armamos de valor y salimos juntos a la calle. Marchamos durante tres horas y luego llegó la policía para arrestarnos. Recuerdo estar muy feliz y eso enfadó muchísimo a las autoridades. A nadie le importaba que nos detuvieran, lo habíamos logrado. Estábamos tan eufóricos que incluso acercábamos las banderas del arcoíris a los agentes. Al año siguiente, nos dieron protección a cambio de reducir la marcha a solamente 10 minutos”, recuerda Kasha con una sonrisa y una cierta desesperanza.
Es de personalidad fuerte y parece que a pesar del sufrimiento vivido, nunca pueda llegar a quebrarse. Ella fue también la creadora del primer bar gay en Uganda. “La angustia constante, la soledad y este miedo a ser rechazada, golpeada, violada… me llevó a la idea de abrir un bar gay en Kampala. Y lo hice. Era un lugar abierto para todo el mundo, pero quedaba claro que era gay. Si no les gustaba, podían no entrar; pero estábamos hartos de ser rechazados y ser nosotros los que tuviéramos que darnos la vuelta. Era nuestro hogar, un espacio dónde poder ser nosotros mismos sin escondernos por unas horas. La gente iba ahí incluso a casarse, aunque no fuera de manera legal. Los vecinos empezaron a decir que el lugar era muy raro, que los hombres parecían mujeres y las mujeres, hombres. Así que tuve que cerrarlo temporalmente. Pero voy a volver a abrirlo”, relata Kasha, luchadora. “El primer día fue fabuloso. Realmente no estaba del todo listo para abrir las puertas. Había muy pocas sillas y solamente algunas cervezas, pero no podíamos esperar más. Así que la gente llegó trayendo sus propias bebidas y sus sonrisas. No teníamos camareros, pero se servían ellos mismos. No era un negocio, sino un espacio social que ofrecía libertad y seguridad a toda la comunidad LGBT. Era necesario abrir ese bar”.
Incansable, Kasha sigue ahora con nuevas iniciativas para dar visibilidad a los homosexuales de su país e intimidar al Gobierno para que sea reconocida su igualdad y su libertad.
“Es muy difícil para mí encontrar un trabajo. Sobrevivo gracias a mi hermano y a la herencia de mi madre. Ahora estoy produciendo una revista independiente gratuita para la comunidad gay. Ya cuento con 50 voluntarios registrados que escriben sus historias. Es un acto totalmente ilegal y arriesgado para mí. Me siento en mi casa y recibo llamadas de todo tipo: gente gay que está feliz de poder hablar, gente que me insulta y me amenaza, la policía diciendo que me localizaran… Pero yo solamente debo protegerme. Mis compañeros me han sugerido que desaparezca del país, pero necesito quedarme para evaluar el impacto de la campaña. Mis abogados me dicen que no salga nunca sola y que no reparta la revista por la calle personalmente. Debemos hacerlo por la noche, cuando no sea tan fácil vernos”, explica.
Es un acto valiente y temerario para convencer a la sociedad de que su opción sexual es una cuestión natural y no una conducta delictiva. Los medios de comunicación de Uganda suelen publicar listas con fotografías y nombres de las personas homosexuales o con actitudes propensas a serlo, pidiendo que sean capturados e incluso ahorcados. Existen casos de activistas que han sido torturados y asesinados en el país. Un ejemplo es el de David Kato, que fue golpeado con un martillo hasta la muerte después que el periódico Red Pepper publicase la lista de los 100 “principales homosexuales” del país, dónde figuraba su nombre.
La revista Bombastic, editada por Kasha, quiere combatir el silencio impuesto a la colectividad gay y la manipulación y discriminación difundida en la prensa de su país. Las 75 páginas de la publicación albergan decenas de artículos sobre experiencias reales de los homosexuales de Uganda, contadas por ellos mismos.
“Las generaciones más jóvenes son muy homofóbicas en Uganda. Mucha culpa la tienen las escuelas, dónde les dan charlas de más de cinco horas hablándoles de los males de la homosexualidad lavándoles el cerebro. Además, Uganda es un país muy religioso y los predicadores de las iglesias hablan con mucho odio hacia nosotros. Pero hemos decidido hablar por nosotros mismos, para decir que estamos aquí y que existimos, y acabar con el miedo y los prejuicios”.