Ángel Martín, sosteniendo a un Ricardo Castella muy particular. Ambos dan vida a Ryan y a Natalie en este montaje.
PAMPLONA – Son dos hombres, pero interpretan a un hombre y a una mujer. Ángel es Ryan, que quiere romperle el corazón a alguien para recomponer el suyo; Ricardo es Natalie, una convencida de que le han echado mal de ojo, porque tanto desengaño no es normal. Todo esto, con canciones.
¿Qué es esto de hacer un piloto de una serie de televisión para teatro (Nunca es tarde) primero y una comedia romántica de Hollywood también para las tablas ahora?
-Estamos intentando fracasar siempre a lo grande. Teníamos la sensación de que con una serie necesitábamos doce capítulos para fracasar y ya con una película de 90 minutos pensamos que podíamos fracasar a un nivel bastante grande. Lo pasamos muy bien haciendoNunca es tarde y Love Pain Love es una especie de hermano mayor de aquello; una comedia romántica musical para Hollywood en la que, por falta de presupuesto, Ricardo y yo hemos decidido hacer todos los personajes y, además, tocar la música en directo. Nos vamos pasando los instrumentos, tocamos y cantamos mientras las escenas avanzan. Es una movida…
Agotadora.
-No es lo más relajado que he hecho en mi vida. Las posibilidades de que haya errores son muchas; llevamos varios instrumentos y unos pedales para poder simular que tenemos una orquesta. Con ellos grabamos unas bases que se van repitiendo en bucle y sobre eso montamos las canciones… Es un no parar.
¿Hasta qué punto improvisan?
-Intentamos que no haya nada de improvisación. Es verdad que al final algo hay porque los cacharritos electrónicos que llevamos a veces deciden que no van a funcionar como tienen que funcionar; otras veces pulsas el pedal que no tienes que pulsar… En realidad, toda la improvisación que hay son errores, pero vamos a guión cerrado. El público se sienta y le pedimos que imagine la película que le vamos a contar, porque la historia pasa en Nueva York y, no te voy a engañar, no hemos podido traernos la estatua de la Libertad… En ese sentido, los espectadores tienen que poner un poco de su parte.
Bueno, algo más de un poco, porque deben imaginar que sobre el escenario hay un hombre y una mujer…
-Sí, pero sobre todo en el caso de Ricardo, porque yo hago de Ryan Gosling y todo el mundo sabe que mi parecido con él es impecable. Ricardo hace de Natalie Portman y eso ya cuesta más. Pero lo más curioso es que hay mucha gente que consigue imaginarse a Natalie, así que el trabajo interpretativo que hace es muy, muy grande.
¿De dónde nace la idea de hacer una comedia romántica?
-Siempre nos gusta buscar ideas que sea muy universales. Es la manera más sencilla de que la gente conecte con ellas. Todos nos hemos planteado alguna vez dejarlo todo para cumplir nuestros sueños; de repente, estás en la oficina y dices ‘¿qué hago yo aquí?, si lo que quería era hacer bicicletas de hojalata en Ibiza’. Y Love Pain Love se refiere a ese ciclo por el que pasamos todos, en el que o estás enamorado y por lo tanto eres feliz y todo te parece maravilloso, o todo se ha ido al garete, entras en el bucle del dolor y piensas ‘no voy a salir de esta’, ‘todo es terrible’… Pero mientras te estás quejando, aparece alguien y vuelves a creer en el amor. Este es un espectáculo en el que si estás en la primera fase, te va a gustar porque te vas a identificar con los personajes y si no, también, porque todos hemos pasado por ese momento en el que creemos que el amor no existe. Nos gusta mucho lo radicales que nos ponemos todos cuando nos enamoramos y cuando nos dejan; son los dos momentos más ridículos que tiene el ser humano.
Ryan, su personaje, tiene un plan mezquino, quiere romperle el corazón a una mujer para resarcirse de sus desengaños.
-Sí. Le han dejado nueve veces y decide que su plan para recuperar su fe en el amor es hacer que una chica se enamore de él y luego dejarla. La única condición que se pone es que la chica no sea rara, porque las chicas raras son su debilidad. Y un día coincide con Natalie, a la que también han dejado nueve veces, solo que ella le dice que cree que a la gente que le pasa eso tiene una maldición que podría llegar a deshacerse yendo a una bruja. Claro, es un poco rara y a Ryan no le va bien, pero todo el mundo sabe que cuando menos te quieres enamorar, más posibilidades hay de que pase.
¿Qué papel juega la música, que es mucha, en la trama?
-Lo más complicado de las canciones era que permitieran que la trama avanzara, que no fueran los típicos números en los que no pasa nada. Tenemos el límite de los 90 minutos y si una canción empieza en el punto A, cuando termina ya tienes que estar en el punto B. Todo lo que cantamos tiene sentido.
¿Cómo trabaja con Ricardo, hacen tormenta de ideas, cada uno aporta sus vivencias…?
-La suerte es que todos hemos pasado por estas situaciones y tenemos amigos que también las han vivido. Nada de lo que contamos es biográfico, pero todo está basado en historias nuestras o de nuestro entorno. Una vez que encontramos la idea, nuestra manera de trabajar es dar muchos paseos, hablando mucho, hasta que damos con la trama donde todo puede encajar. Lo más complicado de escribir algo así son las canciones. Sin duda.
Ahora que Ricardo no nos oye, ¿cómo es como mujer?
-Yo no me acostaría con él, no te voy a engañar. No es mi tipo de mujer. Lo que tiene Ricardo es que es muy divertido. No nos gusta usar pelucas ni disfrazarnos ni nada de eso, así que cuando salimos le decimos a la gente que va a tener que imaginárselo y es así, ni más ni menos. Y es que no queríamos que esto pareciera una obra de dos tíos riéndonos de las tías. Para nada. Creo que hemos conseguido que no sea una obra ni para tías ni para tíos, aunque también te digo que les gusta más a las chicas. Claro, es que a veces hablamos de lo desastre que somos los tíos en las relaciones. Pero, volviendo a Ricardo, hace una Natalie Portman muy buena; ojalá que Natalie no lo vea nunca, pero lo hace muy bien.
Lo que está claro es que como compañeros funcionan muy bien.
-Hay un componente de admiración mutua. No hay lucha de egos; si tú dices algo y el otro no lo ve claro, no sale y punto. Con Ricardo es muy sencillo trabajar y para la comedia es vital entenderse con la persona que tienes al lado. Nos lo pasamos muy bien y creo que la gente se contagia de esa actitud.
Y siguen enganchados al teatro.
-Para la comedia, el teatro es más inmediato. En la tele no sabes si en Cuenca se han reído de tus bromas. En el teatro sabes enseguida si algo funciona o no, y puedes ir ajustando sobre la marcha. Y hay menos intermediarios. En teatro nadie se va a meter en lo que escribes. En la tele lo que escribes no solo te tiene que gustar a ti, sino a un grupo de guionistas, a unos señores en su despacho, y a otro tipo en un despacho que quizá está en otro país y que tiene firmado un contrato con una marca por el cual no puedes decir la palabrachaqueta, por ejemplo. Es todo muy loco. En el teatro escribes cosas que te divierten y ya está, no hay filtros, es más libre.
Lo que está claro es que no se van a hacer millonarios con las tablas.
-No, joder, seguro que no (ríe). Al teatro te dedicas porque te gusta, no hay otro motivo. Hay gente que el fin de semana se va al fútbol y nosotros nos vamos a hacer teatro.
Quizá su próxima obra podría ser un culebrón de amores y desamores políticos, porque igual todavía no tenemos gobierno.
-Yo ya preferiría no tener gobierno, porque esta mierda me parece tan bizarra y tan loca… Me aterra la idea de que cualquiera de estos tíos, en teoría adultos, que no han sido capaces de montar una puta reunión en condiciones, llegue a gobernarnos. No soy un cómico muy político, soy terriblemente egoísta en ese sentido; si a mí o a los míos no nos tocan los cojones, me da un poco igual. Además, no me voy a fiar de nadie que diga públicamente que puede gobernar un país. Me parece de una chulería, igual es porque yo soy incapaz de tener ordenado mi escritorio…