MIRAR HACIA OTRO LADO África: memoria y presente

NAMIBIA ha pasado esta semana ante los órganos de Naciones Unidas para dar cuenta de la situación de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales en su territorio.

Namibia, que hasta los años 60 era conocida como África del Sudoeste, sufrió el primer genocidio del siglo XX, cuando aquellas tierras eran una colonia alemana dedicada a la ganadería: Deutsch-Südwestafrika.

A comienzos de 1904 el pueblo herero se rebeló. Alemania respondió enviando al infame General von Trotha, que expulsó a los herero al desierto del Kalahari, envenenó todos los pozos localizados y condenó a miles a morir de sed, de hambre o envenadados. Si los herero osaban dar media vuelta hacia lo que habían sido sus tierras y ahora era territorio alemán, eran pasados por las armas de fuego.

El general Lothar von Trotha era todo menos fingidor: “Es mi política el uso de la fuerza, el terrorismo e incluso la brutalidad”.

Las instrucciones del general fueron claras, el ultimátum inapelable: “La nación herero tiene que abandonar el país, y si no lo hace, la obligaré por la fuerza. Todo herero que se encuentre dentro de territorio alemán, armado o desarmado, con o sin ganado, será fusilado. No se permitirá que permanezcan en el territorio mujeres o niños, y se les expulsará para que se unan a su pueblo o serán pasados por las armas. Estas son las últimas palabras que dirigiré a la nación herero”.

Se calcula que entre 24.000 y 65.000 hereros murieron. Quizá hasta un 80% de este pueblo fue eliminado. La mayor parte de los hereros supervivientes fueron enviados a campos de concentración y sometidos trabajos forzados.

Los manaqua, otro pueblo que habitaba territorios colindantes, siguieron el ejemplo herero y también se rebelaron. Fueron tratados de forma similar. Murieron 10.000 personas, es decir, el 50% de ese pueblo desapareció, el otro 50% fue enviado a campos de concentración.

De la misma forma que Gernika anticipó cosas que luego veríamos en la Segunda Guerra Mundial, en el caso de Namibia hay algunos antecedentes de lo que vendría: los campos de concentración, los experimentos médicos con prisioneros… Quizá sea algo más que una anécdota que el padre de Goering fuera gobernador de estas tierras por aquellos años y jugara un importante papel en los antecedentes del genocidio, desplazando con engaños primero y humillando después a los herero y los manaqua hasta no dejarles otra salida que la rebelión.

Solo en este siglo XXI Alemania ha empezado a reconocer su responsabilidad en estos hechos. Y han tenido que esperar hasta este año pasado, el 10 de julio de 2015, para reconocerlo como genocidio.

Pero estos días en Ginebra no se ha hablado del pasado de Namibia, sino de presente y de futuro. Se ha hablado, por ejemplo, de los homosexuales en la Namibia de hoy, perseguidos, humillados, encarcelados por serlo y en muchas ocasiones agredidos impunemente, sin protección ni apoyo alguno.

Los herero y los namaqua merecen memoria y honor. Pero también las personas homosexuales de la Namibia actual merecen memoria, honor… y sobre todo apoyo de la comunidad internacional, porque su sufrimiento, a diferencia del de sus antecesores en el dolor, es presente y debería ser, por tanto, evitable. Hay todavía muchos generales von Trotha por el mundo, con o sin uniforme pomposo, haciendo sufrir a sus vecinos.