El actor Roberto Benigni, durante la presentación del libro. / Afp
El papa Francisco cuenta en su nuevo libro ‘El nombre de Dios es misericordia’, que sale a la venta este martes en 86 países, el caso de su sobrina, que se ha casado por lo civil con un hombre divorciado que no ha obtenido la nulidad, para explicar que la Iglesia debe ser misericordiosa con todas las personas y hacer “apostolado de la oreja”.
“Tengo una sobrina que se ha casado por lo civil con un hombre antes de que este pudiera obtener la nulidad matrimonial. Querían casarse, se amaban, querían tener hijos, de hecho han tenido tres”, precisa en el libro, que recoge en 1.000 páginas las conversaciones que mantuvo con el corresponsal del Vaticano para el diario italiano La Stampa, Andrea Tornielli.
Según apunta, este hombre era “tan creyente que todos los domingos, cuando iba a misa, iba a confesarse y le decía al sacerdote: ‘Sé que usted no me puede absolver, pero he pecado en esto y en esto otro, deme una bendición”. “Esto es un hombre religiosamente formado”, apunta Francisco para pedir a los sacerdotes que, si no pueden dar la absolución en la confesión a estas personas, al menos les den una bendición.
Así, advierte de que la “cerrazón” y la “falta de misericordia” pueden espantar a los fieles de la Iglesia. “Estos días he recibido un correo electrónico de una señora que vive en una ciudad argentina. Me cuenta que hace veinte años se dirigió al tribunal eclesiástico para empezar el proceso de nulidad matrimonial. Las razones eran serias y fundadas. Un sacerdote le había pedido que pagara cinco mil dólares. Ella se escandalizó y abandonó la Iglesia”, cuenta.
También reclama que la Iglesia sea misericordiosa con las personas homosexuales y no las margine. En este sentido, recuerda sus palabras en el vuelo de regreso de Brasil a Roma en 2013 sobre los gays.
“En esa ocasión dije: ‘Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarlo?’. Parafraseé de memoria el Catecismo de la Iglesia Católica, donde se explica que estas personas deben ser tratadas con delicadeza y no deben ser marginadas”, señala.
Además, el Papa propone que se hable de “personas homosexuales” porque “primero está la persona, con su dignidad” y no solo la define “su tendencia sexual”. “No olvidemos –subraya– que somos todos criaturas amadas por Dios, destinatarias de su infinito amor”. Asimismo, precisa que prefiere que estas personas acudan a la Iglesia a confesarse y rezar, para poder “aconsejarles y señalarles el camino”.
Como un preso
El libro, que se publica este martes de forma simultánea en 86 países, entre ellos España de la mano de la editorial Planeta, también recoge las reflexiones del Pontífice argentino sobre temas como la corrupción o la situación de los presos.
En esta línea, el Papa condena la corrupción y dice que no es un pecado corriente ya que quien la comete no se arrepiente. Así, establece una diferencia entre el “pecador” -categoría en la que se incluye- y el “corrupto”, que “se lamenta por la escasa seguridad en las calles, que va a misa cada domingo pero después engaña al Estado evadiendo impuestos, despide a sus empleados cada tres meses para evitar hacerles un contrato indefinido o se aprovecha del trabajo en negro.
“El pecador reconoce con humildad serlo y pide continuamente el perdón para poderse levantar, mientras que el corrupto es elevado a sistema, se convierte en un hábito mental, en un modo de vida”, detalla, al tiempo que exclama “pecadores sí, corruptos no”.
También se refiere a la situación de los presos. “Cada vez que cruzo la puerta de una cárcel para una visita me viene siempre a la cabeza un pensamiento: ‘¿Porqué ellos y no yo?’. No me siento mejor que ellos, sus caídas podrían haber sido las mías”, asegura en uno de los capítulos.
De esta forma, Francisco explica a partir de sencillos ejemplos de su vida en Argentina y de algunos recuerdos de su juventud el porqué de su decisión de instaurar el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, que concluirá el próximo 20 de noviembre. “¿Cuántos de nosotros no mereceríamos una condena? Y sería justa. Pero Dios perdona. ¿Cómo? Con misericordia”, afirma.
“La humanidad está herida, es una humanidad que arrastra heridas profundas. No sabe cómo curarlas o cree que no es posible curarlas. Y no se trata tan sólo de las enfermedades sociales y de las personas heridas por la pobreza, por la exclusión social, por las muchas esclavitudes del tercer milenio. También el relativismo hiere mucho a las personas: todo parece igual, todo parece lo mismo. Esta humanidad necesita misericordia”, subraya.