La cacería homófoba del IS

Miembros del IS arrojan a un supuesto homosexual desde un edificio

Miembros del IS arrojan a un supuesto homosexual desde un edificio. E. M.

Atrapados entre la pared de regímenes autoritarios que recurren a la moral pública para legitimarse y la espada de grupos extremistas como el autodenominado Estado Islámico (IS) que presumen de una sanguinaria cruzada para erradicar el “vicio”. Así se hallan los homosexuales que habitan el Oriente Próximo de primaveras marchitas y salvajes otoños. A principios de esta semana, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró a puerta cerrada una reunión informal en la que resonó la voz de las víctimas gays que sufren la persecución en las zonas de Siria e Irak gobernadas por el califato del IS.

El sirio Subhi Nahas, trajeado y aterido de nervios, fue el rostro de una cita histórica. “Al principio estaba muy nervioso porque sentía que estaba haciendo algo importante. Luego, me llené de fortaleza al pensar que estaba dando voz a otra mucha gente. Los miembros delConsejo de Seguridad incluso se animaron a contar sus experiencias personales”, dice a EL MUNDO Nahas desde Nueva York, muy lejos del polvorín sirio.

Desde que el IS extendiera sus tentáculos al calor de la guerra civil siria y el caos iraquí, la organización que dirige Abu Bakr al Bagdadiha firmado crímenes atroces contra la clandestina comunidad homosexual. Según la ONU, las huestes del califato se han atribuidola muerte de al menos 30 personas juzgadas por sodomía a un lado y otro de la frontera. “En junio la hisba [policía religiosa del IS] arrestó a tres jóvenes en Mosul, los subió a la azotea de un edificio de siete plantas y los lanzó al vacío. Dijeron que era el castigo por practicar la homosexualidad”, señala Esmat Rajab, líder del Partido Democrático del Kurdistán en la segunda ciudad de Irak hasta la irrupción de losyihadistas en junio de 2014.

Uno de esos ajusticiados era un niño de nueve años que fue víctima de una violación por parte de un adulto que era militante del IS y que también fue asesinado. No fue su culpa, pero lo mataron sin piedad. Cuando cayó al suelo, el chico aún estaba vivo y trató de escapar. No se lo permitieron y le dispararon en la cabeza”, cuenta a este diario un activista de Mosul que rehúsa proporcionar su nombre por motivos de seguridad. Hasta entonces habían perdido la vida 18 personas acusadas de sodomía en la capital iraquí del califato.

Los vecinos aplauden

El IS, que se ha jactado de su brutalidad divulgando fotografías y vídeos de los homosexuales capturados y liquidados, también les ha sometido a lapidaciones, pelotones de fusilamiento ydecapitaciones. Todas las fechorías han sido cometidas a plena luz del día. “En la mayoría de los casos cientos de vecinos, incluidos niños, han aplaudido los crímenes con júbilo como si se tratara de una boda. Si la víctima no fallecía después de ser arrojada desde lo alto la mataban a pedradas“, recuerda Nahas.

En el encuentro del Consejo de Seguridad, un segundo testimonio levantó acta del horror. Un iraquí llamado Adnan contó su tormento en una conversación telefónica desde una localización no desvelada. “En mi sociedad ser gay significa la muerte y cuando el IS asesina a los gays, la mayoría de la gente es feliz porque piensa que estamos enfermos. El IS ha cosechado buena fama con estas acciones“, declaró quien abandonó su hogar huyendo de los barbudos.

“Mi propia familia se volvió contra mí cuando el IS fue en mi búsqueda. Si ellos no me matan, mis parientes lo harán”. Según el fugitivo, los acólitos del califato localizan a los homosexuales mediante los contactos de móvil y Facebook de las personas que capturan.

“Es un testimonio horrible. Me imagino el miedo que debe tener. Era posible percibirlo en su tono de voz cuando lo contaba por teléfono. Entendía lo que decía”, confirma Nahas, quien mantiene a duras penas el contacto con algunos compañeros de batalla en Siria. “Incluso cuando hay electricidad e internet funciona, es muy complicado tener una conversación, y mucho más que hablen abiertamente de su orientación sexual. Temen que alguien les escuche y pueda descubrirlos”.

Persecución en otros países

El horizonte no resulta menos sombrío en otros países de Oriente Próximo. Tras el ocaso de Sadam Husein en 2003, las milicias chiíes que aún imponen su ley en el Irak libre del IS segaron cientos de vidas por la sospecha de sodomía.

En Arabia Saudí, aliado de Estados Unidos en su lucha contra el califato y cuna del islam más ultraconservador, la homosexualidad se castiga con cárcel, latigazos, castraciones e incluso pena capital.

En el vecino Egipto, el golpe de Estado que en julio de 2013 desalojó del poder al islamista Mohamed Mursi ha resucitado la persecución contra una comunidad que había gozado de cierto aperturismo al socaire de las revueltas que destronaron a Hosni Mubarak. Paradójicamente, ha sido un régimen encabezado por un militar, el actual presidente Abdelfatah al Sisi, quien ha ordenado la campaña contra el libertinaje que se ha saldado con más de 150 arrestos.

Las aplicaciones de móvil o las páginas web de contactos se han convertido en herramientas empleadas por la policía para atrapar a quienes atentan contra la decencia pública. Según la Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales, al menos cuatro extranjeros han sido deportados del país árabe por su orientación sexual desde el pasado abril. A principios de agosto, un turista europeo fue detenido en Marsa Matruh, en la costa mediterránea; interrogado sobre su homosexualidad en una comisaría y trasladado al aeropuerto de El Cairo, donde fue obligado a comprar un billete de regreso a casa.

En las tierras de Mahoma no sólo los guardianes del islam han justificado estos ilimitados zarpazos de intolerancia. El pasado diciembre, en una entrevista en exclusiva concedida a este diario,Teodoro II -el Papa de la Iglesia Ortodoxa Copta que profesa un 10% de la población egipcia- manifestó sin ápice de rubor que su misión era liberar al mundo de “enfermedades sociales como la homosexualidad.

“Es un mal que requiere arrepentimiento o tratamiento médico“, apostilló.

De Ali a Fatemeh y de Fatemeh a Amir, la lucha de los transexuales iraníes

Una fetua de Jomeiní abrió la puerta al cambio de sexo. A la sociedad le cuesta aceptarlos

De izquierda a derecha, Fatemeh; su esposo, Parham, y Amir, en Teherán

De izquierda a derecha, Fatemeh; su esposo, Parham, y Amir, en Teherán. / Á. E.

A Fatemeh no le gusta la imposición del velo. En eso no se diferencia de buena parte de las mujeres iraníes.  Pero la coquetería que hay detrás del pañuelo rosa palo a juego con el esmalte de sus uñas, le ha costado más que a la mayoría. Fatemeh nació Ali en una familia muy religiosa que rechazaba su empeño en jugar con muñecas y ponerse faldas. Sin embargo, en el conservador Irán, había una salida gracias a una fetua pronunciada por el ayatolá Jomeini en 1983. Clérigos y jueces respaldan el cambio de sexo.

“Mi padre era un inválido de guerra y veía mi feminidad como la mayor desgracia que podía acontecernos. Mi familia paterna llegó a amenazar con matarme”, relata sin dejar que esos recuerdos empañen su sonrisa.

A los 22 años, Fatemeh es la expresión de la felicidad. Hace dos años que terminó las operaciones de reasignación de sexo, trabaja en televisión y teatro, y acaba de casarse con Parham, un joven de 24 que ha realizado el camino inverso que ella, para convertirse en el hombre que es hoy. Su familia terminó aceptando su identidad y la ha ayudado económicamente para conseguirlo.

La situación cambió el día que un amigo de su padre “le explicó que todo el sacrificio que había hecho durante la guerra [con Irak], todas sus oraciones y su piedad, no valdrían para nada si no permitía que su hijo se operara”. El amigo esgrimió un argumento irrefutable: la fetua que a tal efecto había pronunciado el ayatolá Jomeini.

“Todo se lo debemos a Molkara y a Jomeini”, interviene Amir, cuya trayectoria vital ha sido más complicada. Se refiere a Maryam Hatun Molkara, la activista que visitó al ayatolá, le planteó su caso y obtuvo el pronunciamiento que abrió las puertas al cambio de sexo en la puritana República Islámica. Toda una sorpresa para quienes ven este país bajo el estereotipo al que a menudo lo reducen sus propios gobernantes.

Gracias a aquel edicto se puso en marcha un proceso por el que los transexuales son evaluados por un psicólogo y si éste emite un informe positivo, el departamento de Medicina Forense los envía a una comisión médica para que apruebe la intervención, y respalda la inscripción correspondiente ante el juzgado. No hay estadísticas oficiales, pero hace diez años el citado departamento publicó que se realizaban 300 operaciones al año. Hoy, los activistas aseguran que son más.

“El cambio de documentación es muy importante”, subraya Amir quien opina que las nuevas generaciones lo están teniendo más fácil. Sólo unos pies más pequeños de lo habitual revelan que este hombre, que aparenta menos de los 40 años que declara, estuvo antes preso en un cuerpo de mujer. “Desde los 14 años he tenido esta misma barba”, señala. Pero ni siquiera eso sirvió para convencer a su padre que aún hoy sigue rechazando que su Fatemeh se haya transformado en Amir.

“He sufrido mucho. Trabajé en el bazar empujando carretillas para ahorrar para operarme y como lo he ido haciendo poco a poco, el médico que me atendía ha muerto y me quedado a medias”, explica sin esconder su frustración. Le falta conectar el pene artificial a los nervios del clítoris.

En principio, los hospitales públicos realizan la operación de forma gratuita, pero carecen de medios suficientes. Recurrir a la sanidad privada resulta muy caro para la mayoría. La organización de Benevolencia del Ministerio de Bienestar Social ayuda a aquellos con problemas económicos o de rechazo familiar.

Parham, el marido de Fatemeh, confirma que a él le proporcionaron una cuarta parte de los 200 millones de riales (unos 5.500 euros) que le costó la intervención. Pero para entonces ya se había aislado de la sociedad y atravesado una profunda depresión.

“Me sentía raro, mi familia no me tomaba en serio y pensaba que era el único caso del mundo”, confía este hombre de Zanjan, al noroeste de Irán. Hasta que conoció a su mujer a través de Mahtaa, un grupo de apoyo a los transexuales iraníes. “Los jueces también me han ayudado mucho”, añade.

Todos coinciden en que tras la operación y una vez superado el impacto en el entorno cercano, se integran bien en su nueva vida. Las dificultades se viven antes. No encuentran referencias ni respaldo; se ven rechazados por una sociedad que a menudo los considera pervertidos o los confunde con homosexuales (muy estigmatizados, como dejó claro el expresidente Ahmadineyad que incluso negó su existencia). Se quejan de la falta de preparación de los psicólogos e incluso de los maestros, incapaces de detectar estas situaciones desde el jardín de infancia.

“Si hubiera sabido antes lo que me sucedía, hubiera tomado hormonas y no tendría esta voz tan grave, ni tanta altura”, lamenta Fatemeh, ante la anuencia de sus compañeros.

“Tenemos el apoyo de la ley, de los religiosos y de los centros médicos, pero nos falta una cultura de tolerancia; nuestra sociedad no acepta el fenómeno transexual”, explica Mohammad Omrani, uno de los impulsores de Mahtaa.

‘Pasé años tratando de ser lo que querían’

Rami Yusef, con su bicicleta en Amsterdam

Rami Yusef, con su bicicleta en Amsterdam. EL MUNDO

«Me gustaría decir que soy gay y que estoy orgulloso de serlo. Aquí mi confesión». El 17 de mayo de 2012, el egipcio Rami Yusef reunió el valor suficiente y tuiteó lo que había escondido durante años. Doce meses antes había salido del armario ante su familia desatando otra tempestad.

«Mi madre quedó devastada cuando se dio cuenta de que todos los sueños que había imaginado para mí no iban a suceder», relata a EL MUNDO Yusef desde su nuevo hogar en Amsterdam. «Ella siempre había dicho que la homosexualidad era una enfermedad y un pecado. Durante el año siguiente fue incapaz de aceptarlo, pero, con el tiempo, el amor de madre venció y hoy nuestra relación es muy estrecha», agrega.

La revelación puso patas arriba toda su existencia. Se alejó del nido familiar y de su Ismailiya natal, una de las grandes ciudades que jalonan el Canal de Suez, y continuó sus estudios de Farmacia en El Cairo.

«Al principio mi familia intentó que practicara más la religión y me animó a que buscara tratamiento médico, pero me negué en redondo. Yo no estaba enfermo».

Más de tres años después, aún se afana en recomponer los lazos familiares. «Para mi hermano mayor es extremadamente duro aceptar algo como la homosexualidad desde el punto de vista social y religioso, y todavía no ha conseguido asimilarlo. La reacción de mi otro hermano, sin embargo, ha resultado completamente sorprendente. De mente abierta, me acompañó incluso a la Fiesta del Orgullo Gay en Amsterdam, donde me invitaron a dar un discurso», comenta quien, durante su estancia en la capital egipcia, comenzó a estudiar Políticas y Economía y trabajó en una fundación alemana centrada en los derechos humanos.

En El Cairo conoció, además, a miembros de la comunidad homosexual acostumbrados a vivir en la sombra, lanzó una campaña contra la homofobia en las redes sociales que generó miles de tuits e intentó recoger las historias de almas marginadas por su condición sexual en los arrabales de la megalópolis egipcia.

Fueron meses de frenético activismo durante los que llegó a afiliarse a un partido liberal de cuya primera línea se mantuvo alejado, temeroso de que sus contrincantes usaran su vida privada para frustrar cualquier aspiración.

Hasta que el golpe de Estado de julio de 2013 estrechó los márgenes, y la idea de emigrar a Europa empezó a rondar la cabeza de Yusef.

Aún así, permaneció impermeable al desaliento y criticó abiertamente las redadas de la policía y la complicidad de algunos medios de comunicación locales que se entregaron a la tarea de demonizar al colectivo, desvelando la identidad de algunos detenidos.

«Ser gay en Egipto es muy complicado. Los egipcios no pueden ignorar todos esos años durante los que fueron adoctrinados para odiar y discriminar a los homosexuales. A mí, como a cualquier otro gay, el entorno me puso ante una complicada elección: ser como creo que soy o ser como le conviene a la sociedad. Pasé años tratando de encajar, pero esa opción sólo me generó un dolor constante. Sabía que aceptarme resultaría igual de doloroso, pero, al menos, podría ser honesto con mis sentimientos», reconoce Yusef.

Los acontecimientos que se precipitaron tras su confidencia pública, la primera de un gay en un país de 90 de millones de habitantes, suscitaron sentimientos encontrados. Recibió mensajes de agradecimiento y apoyo, pero también amenazas e insultos.

«Me acostumbré a que se burlaran de mí por la forma en la que me vestía o me cortaba el pelo, y sufrí violencia tanto verbal como física por mi apariencia y tendencia. Perdí por el camino a muchos amigos y fue muy duro para mí y mi novio alquilar un apartamento donde vivir. Cuando lo logramos, decidimos abrirlo a las personas homosexuales siempre que lo necesitaran, aunque eso nos costara el acoso del vecindario. Hasta que un día nos golpearon y amenazaron».

A principios de este año, harto del acoso de una sociedad cada vez más pacata, decidió hacer las maletas y estrenar vida en los Países Bajos. «Es una experiencia completamente diferente, aunque sea duro para quien, como yo, se halla en medio del proceso de petición de asilo. Egipto es el país donde nací y crecí y donde todo estaba escrito. Holanda es, en cambio, un ambiente totalmente nuevo donde estoy tratando de conocerlo todo desde cero. Hay un gran espacio de libertad, pero existen algunos prejuicios hacia los inmigrantes. Estoy contento. Creo que haber venido es la decisión correcta, pese a que todavía eche de menos mi patria».

La distancia con la tierra de los faraones no le ha hecho olvidar la cruzada que padecen los compatriotas que no pudieron escapar. Su sino es hoy uno de los asuntos que inquietan a Yusef, volcado en el activismo gay.

«Egipto es un país cada vez más conservador y salvaje. La población está desarrollando una fobia a un ritmo desquiciante. El peligro está siendo cada vez más sistemático y organizado. Hay más violencia en el aire y puedes sentirla. La única esperanza son quienes tienen a homosexuales en su entorno y pueden desaprender aquellos valores sociales que les inocularon otros. Tienen el deber de aceptarse entre sí y ofrecer un espacio seguro para quienes están siendo discriminados. Si lo logramos, disfrutaremos de una sociedad más fuerte. Desgraciadamente, las medidas represivas seguirán durante algún tiempo. Me entristece ver cómo mi país pierde a jóvenes increíbles a diario».

‘Temí que me asesinaran’

Subhi Nahas, en EEUU. E. M.

Subhi Nahas, en EEUU. E. M.

La vida de Subhi Nahas no fue jamás un camino de rosas. Nació enIdlib, una urbe en el noroeste de Siria donde habitaban unas 165.000 almas antes del estallido de una cruenta guerra civil hace ahora más de cuatro años. «Residía en una ciudad de provincias donde ser gay era muy arriesgado. Los vecinos te acosaban y los compañeros de escuela te marginaban. Siempre me sentí muy solo», narra el joven en conversación telefónica.

«El régimen sirio no atacaba a los gays individualmente. Solía llevar a cabo redadas en locales frecuentados por los homosexuales en Alepo o Damasco. Se podía vivir, pero extremando las precauciones. Si alguien sospechaba y te delataba, sabías que, con el código penal en la mano, te caerían como mínimo tres años de cárcel», evoca Nahas desde su refugio estadounidense.

Su primera experiencia con las tropas de Bashar Asad sucedió en 2012. «Los soldados», rememora, «pararon el autobús en el que iba a la universidad y nos llevaron a una casa aislada. Se dieron cuenta de que era afeminado y se mofaron llamándome maricón. Temí que algunos o todos me violaran y me asesinaran. Milagrosamente me liberaron».

El drama no había hecho más que escribir sus primeras líneas. ElFrente Al Nusra, la filial siria de Al Qaeda, irrumpió poco después y fue ganando terreno al Gobierno y el resto de milicias hasta establecer su cuartel general en la provincia. «La situación cambió radicalmente. Al principio no pasó nada, porque los extremistas no tenían el control total del enclave. Cuando lo lograron, sin embargo, comenzaron a aplicar la sharia [legislación islámica] y arrestaron a un hombre acusado de practicar la homosexualidad por vestirse diferente. Le torturaron hasta arrancarle la confesión y le obligaron a delatar a otras personas que fueron perseguidas y acusadas de sodomía», detalla.

Después, una mezquita de la villa advirtió de que limpiaría el páramo de homosexuales y la procesión de detenidos siguió creciendo. «Muchos más hombres fueron torturados hasta reconocer sus pecados. Algunos murieron». Y Nahas entró en pánico.

‘Miedo a salir de casa’

«Fue», asiente, «un momento muy dramático. Tenía miedo de salir de casa y ser acosado por los vecinos y las milicias. Asomarse a la calle se volvió un asunto de vida o muerte. Así que decidí recluirme en el hogar y salir en contadas ocasiones. Me sentí completamente aislado del mundo».

La casa familiar no era un oasis. Hacía tiempo que había compartido su condición sexual con sus padres. «Lo dije cuando cumplí los 16 años con la ayuda de un psicólogo. Lo sabían, pero nunca quisieron reconocerlo. Mi padre fue el que peor reaccionó», dice quien luce una cicatriz en la barbilla en recuerdo de aquella respuesta.

El instinto de supervivencia le ayudó a urdir la huida hacia el Líbano. «Escapé algunos meses después. El plan necesitó muchos preparativos y recursos, porque sabía que, si llegaba a un lugar donde no tuviera conocidos, nadie me ayudaría al percatarse de mi orientación sexual y me metería en problemas».

Seis meses después, cambió el país de los cedros por Turquía, donde trabajó de traductor con refugiados sirios. El miedo le seguía acompañando.

El antiguo compañero de clase

«Durante mi estancia allí, recibí una amenaza de muerte de un antiguo compañero de clase que se había enrolado en el Estado Islámico (IS) y que estaba al tanto de mi activismo gay. A través de un amigo en común, me hizo llegar el mensaje de que me mataría. Un día me llamó desde un número de teléfono turco y me avisó de que vería pronto su cara. Me quedé aterrorizado, porque sabía que los militantes del IS circulaban libremente por donde yo vivía y queera sólo cuestión de tiempo que me encontraran».

Hace unos meses, consiguió instalarse en EEUU, donde ha comenzado a levantar su sueño americano mientras trabaja en las oficinas de ORAM (Organización para el Refugio, Asilo y Migración), una entidad centrada en socorrer a los perseguidos por su identidad sexual.

De su familia, que reside aún en la maltratada Siria, mantiene el contacto con su hermana y -precisa esperanzado- está«reconstruyendo» los lazos con su madre.

«Mi vida ha sufrido un cambio radical. He pasado de ser habitante del lugar más conservador del planeta a uno de los espacios más libres.Estoy todavía adaptándome, intentado hacer amigos de verdad que me acepten como soy y crear algo que pueda llamarse hogar».

Consciente de su fortuna, su utopía es auxiliar a otros que todavía viven encerrados entre cuatro paredes y padecen su calvario. «Quiero ayudarles a escapar de Siria y de las garras del IS para crear una comunidad que sea capaz de defender nuestros derechos. Hay que decirle a los pueblos árabes que somos sus hijos e hijas; que en ningún caso somos algo ajeno o un invento llegado de Occidente, sino que compartimos la misma patria y estamos decididos a luchar por nuestros derechos como cualquier otro ser humano».

Celebran la primera boda religiosa de una pareja transexual en Dinamarca

Noticia publicada en cáscara amarga

Dinamarca fue el primer país del mundo en reconocer por vía legal la unión civil de parejas del mismo sexo.

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Una iglesia de Ringsted, al oeste de Copenhague, tiene previsto celebrar hoy sábado la primera boda religiosa de una pareja transexual en Dinamarca, informó ayer la televisión pública “DR”.

El Parlamento danés aprobó en junio de 2012 una nueva ley para permitir los matrimonios homosexuales en la Iglesia nacional luterana, pero hasta ahora no se habían oficiado enlaces entre transexuales.

“Para nosotras es importante que no nos case simplemente el alcalde. Nos queremos y es hermoso tener la aceptación de la iglesia”, declararon a la “DR” las mujeres transexuales Isabell Storm y Cecilie Mundt.

El párroco de la iglesia de San Benito de Ringsted, Henrik Fuglsang-Damgaard, se mostró encantado de oficiar la ceremonia y ser el primer pastor que casa a dos personas transexuales en este país nórdico, donde no existe separación entre Estado e Iglesia.

“Pienso que han tomado una buena decisión, han seguido lo que sienten sus corazones y no tienen miedo de mostrar a Dios y a los seres humanos que están juntas. Creo que Dios se alegrará allá sentado en el cielo”, afirmó Fuglsang-Damgaard.

Dinamarca se convirtió en junio de 1989 en el primer país del mundo en reconocer por vía legal la unión civil de parejas del mismo sexo.

Campaña contra Amnistía Internacional por pedir que se despenalice la prostitución

  • Grupos feministas critican la propuesta de la ONG al entender que favorece la trata de blancas mientras que otras organizaciones de derechos humanos se suman a ella

Cartel en el que se acusa a AI de dar la espalda a las mujeres elaborado por una asociación norteamericana contra la trata de blancas

Cartel en el que se acusa a AI de “dar la espalda a las mujeres” elaborado por una asociación norteamericana contra la trata de blancas / CATW

La decisión de Amnistía Internacional (AI) de apoyar la despenalización de la prostitución en todo el mundo ha generado una polémica, en la que colectivos feministas y de izquierdas están arremetiendo contra la ONG al entender que su propuesta favorece a los proxenetas. Incluso actrices de Hollywood se han sumado a esta campaña. Pero AI también está recibiendo apoyos por parte de organismos como Humans Rights Watch, que consideran positiva la iniciativa para acabar con la trata de blancas

La propuesta de Amnistía Internacional fue aprobada el pasado 11 de agosto en Dublín, en una reunión de 400 delegados de la ONG en la que se debatió un borrador que resumía dos años de trabajo. El texto final considera que la despenalización “ofrecerá condiciones de trabajo seguras, por lo que se espera que exista una mayor probabilidad de denunciar el abuso, la violencia de la policía, las palizas, el arresto arbitrario, la extorsión, el acoso, además permitir estándares básicos de sanidad y políticas de prevención de la salud”. Uno de los puntos más polémicos es el que defiende que tampoco se persiga a clientes y proxenetas, al entender que ello favorecería la existencia de mafias.

De la misma manera, AI niega que su política pretenda defender a los clientes del sexo. “Nuestra iniciativa no es sobre los derechos de quienes compran sexo: se centra exclusivamente en proteger a los trabajadores y las trabajadoras sexuales que se enfrentan a una serie de violaciones de derechos humanos vinculadas a la criminalización”, explican. A partir de este documento, Amnistía Internacional iniciará en octubre un análisis sobre cómo proteger los derechos humanos de los trabajadores y las trabajadoras sexuales en cada país.

>La aprobación de este manifiesto había sido precedida de una campaña de protestas por colectivos que sostenían que beneficiaba a la prostitución y a los proxenetas. La critica más mediática surgió de un grupo de actrices de Hollywood que apoyaron a la Coalition Against Trafficking in Women (CATWA), un grupo internacional con sede en Nuena York contra la trata de blancas. Entre las firmantes del escrito contra Amnistía Internacional se encuentran Meryl Streep, Kate Winslet, Anne Hathaway o Emma Thompson. La misiva mostraba su preocupación por una postura que, a su juicio, “llevará a la legalización de burdeles, proxenetas y consumidores de sexo, los pilares de la industria sexual, que mueve 99.000 millones de dólares a escala global”.

Críticas en España

En España, feministas históricas como Lidia Falcón han reaccionado con dureza contra la iniciativa por entender que no sirve para acabar con la explotación sexual. Falcón, en una carta abierta dirigida a Amnistía Internacional, se preguntaba la semana pasada: “¿A quién beneficia (la propuesta de AI)? La respuesta obvia es: a los proxenetas que organizan y se lucran del tráfico de personas con fines de explotación sexual”.</

La sección española de Amnistía Internacional considera que, pese a estas protestas, su decisión es la correcta. “Estamos convencidos de que esta decisión es necesaria porque realmente ayuda a acabar con la explotación sexual y porque refuerza la protección de los derechos humanos”, ha señalado a EL CORREO el director de AI, Esteban Beltrán. El responsable de la ONG, además, destaca que las campañas en contra de su iniciativa no han tenido eco en su afiliación. De los más de 80.000 socios que Amnistía Internacional tiene en España, sólo 14 personas han solicitado la baja a partir del documento sobre la prostitución.

Esteban Beltrán no duda en defender la medida. “Es necesaria para proteger a los trabajadores sexuales, uno de los grupos más marginales y que está sometido a todos tipo de malos tratos, explotación y otros abusos”, insiste. El responsable de AI, además, resalta que su decisión “marca una clara diferencia entre la legalización, que no se contempla, y la despenalización”. En cuanto a la situación española, Esteban Beltrán asegura que su organización, a la hora de aplicar esta directiva a sus campañas de sensibilización, iniciará un estudio de la situación de las prostitutas ante la legislación española, así como sobre las distintas ordenanzas municipales que afectan a su trabajo. “En España existe una situación alegal que permite que muchas prostitutas están bajo coacción”, advierte.

Con respecto a los proxenetas, Beltran recuerda que Amnistía Internacional sigue pidiendo que se actúe contra aquellas personas que exploten sexualmente a mujeres. Sin embargo, recueda que en Europa existen legislaciones que prohíben, por ejemplo, que dos personas se dediquen a la prostitución de forma conjunta, aunque en muchas ocasiones sea la única forma de garantizar su seguridad.

El alcalde de Venecia: “Nunca habrá un desfile del orgullo gay”

Primer desfile del orgullo gay celebrado en Venencia, el 28 de junio de 2014

Primer desfile del orgullo gay celebrado en Venencia, el 28 de junio de 2014. / BARBARA ZANON (GETTY)

El alcalde de Venecia, el derechista Luigi Brugnaro, ha abierto una polémica más. Después de haber censurado la presencia en bibliotecas municipales de 49 libros infantiles por considerar que empleaban sus personajes para difundir mensajes homosexuales, el regidor declaró ayer que “nunca habrá un desfile del orgullo gay en mi ciudad”.

“Que lo hagan en Milán o frente a sus casas”, añadió. La petición para organizar la fiesta había sido lanzada en las redes sociales precisamente tras la prohibición de los libros que tratan cuestiones de género.

Brugnaro, quien aseguró que no ser homófobo —“imagínese, tengo amigos gais”, sostuvo—, defendió que “la familia con dos mujeres y un niño es innatural”. El alcalde aprovechó la ocasión para arremeter contra el cantante británico Elton John, quien posee una casa en una de las islas de la ciudad y que ya había expresado hace días su indignación por las prohibiciones del regidor. “Es él que polemiza conmigo”, dijo Brugnaro.

El pinkwashing de la homófoba Cifuentes

El término pinkwashing es un acrónimo que combina las palabras “blanqueo” y “rosa”, blanqueorosa se podría decir en español, para aludir a la conocida estrategia del “blanqueo de dinero” (convertir en legal dinero ilegal “pasándolo” por un negocio, mecenazgo de arte, negocio que oculte la procedencia del dinero argumentado como beneficios o pérdidas ese permanente flujo de dinero) pero utilizando los derechos gays para “lavar”, ocultar, “blanquear” acciones o atropellos contra derechos humanos que las grandes potencias cometen para dominar el tablero mundial. O sea, se alardea de democracia tolerante usando a los gays (a un cierto tipo de gay, en realidad: una élite capitalista privilegiada dispuesta a colaborar a cambio de sus privilegios) para demostrar un inexistente grado de tolerancia. Así se distrae del clasismo (si aplicas la lucha de clases a estas minorías se desvela todo el pastél) que afectará al resto de la comunidad marginada. O de las invasiones, torturas, discriminaciones y demás abusos que el supuesto defensor de derechos humanos por mor de la comunidad LGTB está llevando a cabo. Se aplica especialmente al estado de Israel y su permanente utilización de una élite LGTB en Tel-Aviv como garante de su calidad democrática (y distracción de su genocidio en Palestina), aunque todo viene impulsado por EE.UU. La teórica queer estadounidense Jasbir K. Puar lo popularizó en su libro Montajes terroristas: homonacionalismo en tiempos queers. Luego grandes voces como la novelista y académica Sarah Schulman han profundizado en el retorcido mecanismo a través de ensayos y artículos como su Guia documental del pinkwashing (en inglés). Aunque si se quiere entender la perversión de esta campaña, hay que leer (en inglés) el fascinante intercambio de correos entre la académica y la revista gay OUT (completamente comprada por dinero sionista y un ejemplo de pinkwashing) cuando estos intentaron manipularla en un número especial para rebatir el pinkwashing de Israel. Sara, tras arrancar con un rotundo “El punto de partida es la historia del gobierno israelí metiendo dinero para persuadir al mundo de que los ‘derechos gays’ deben estar por encima de las violaciones de derechos humanos causadas por la ocupación”, va rebatiendo punto a punto, y con datos, las ambiguas proclamas proisraelíes de la revista.

Esto ya lo expliqué en mi entrada Pinkwashing en Venezuela, pero creo necesario repetirlo para aplicarlo a lo que hace tiempo viene pasando en España. Especialmente en Madrid (aunque la ristra de Orgullos del PP que se expanden cual franquicia no lo restringen, ni mucho menos, a la capital-laboratorio del PP). Especial mención merecen dos esclavas agradecidas al PP que vienen haciendo pinkwashing como quien hace zapping cuando algo no le interesa: Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes. Mención especial debe darse a la segunda, una aplicada alumna de Gallardón el rey de los gestos progres devenido cristofascista impenitente.

Justo antes de las elecciones autonómicas de 2015, aparecía en ese mediofalsiprogre, devoto de Gallardón —y ahora de sus pupila Cifuentes—, llamado El País, una noticia que anunciaba a bombo y platillo: Madrid tendrá un protocolo policial contra los delitos homófobos. Aprovechando la absurda iniciativa, la noticia colaba que “La delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, impulsa un plan para ayudar a denunciar las agresiones sufridas por homosexuales”. La pantomimase vuelve a reproducir estos días en los que Cifuentes, la que abría campaña deteniendo a 18 ciudadanos a punta de pistola (luego dice que son los jueces y ella no tiene nada que ver, como con Alfon, claro), quiere sumar a su imagen de “verso suelto progre” del PP (ya vimos como funciona eso con Gallardón), que está potenciando tras anunciar que, ¡oh!, condescendiente PPresidenta, permitirá a los sinpapeles no morirse en la puerta de los hospitales,la de adalíd de las causas sociales (siempre y cuando sean un negocio y hagan más atractivo el modelo neoliberal, claro; ya demostró su habilidad simultaneando treperío jerarquico en las escalas más paleofranquistas y aires de juvenil renovación en su etapa Complutense).

Por supuesto, en ninguna de esas campañas se mencionaba que Cifuentes ha votado repetidas veces en  la Asamblea de Madrid en contra de iniciativas a favor de la comunidad LGTB. Ni, mucho menos, que aunque se cansa de repetir que ella está muy en contra de los ataques de su partido contra las personas LGTB (léase el recurso en el Constitucional y muchas más aberraciones), jamás ha abandonado el partido. Tampoco, faltaría más, han puntualizado que esas publicitadas muestras de apoyo a los gays sólo se dirigen a una élite rica, asimilada, liberal y empeñada en copiar al hetero hasta ser ‘normal’, o sea: absurdigays, y que en cuanto un gay está en las manifestaciones, protestas o demandas que van contra su destrucción de nuestro estado de bienestar (o reclaman el respeto a nuestra diversidad, cultura y vida alternativa, no a el patriarcado pintado de rosa que ella quiere imponer), pasa a la trinchera enemiga y será tratado con la brutal dureza que ha venido aplicando en el pasado.

Sobre su anuncio de “abordar las agresiones homófobas”, hay que recordar que la vocal de la Comisión Ejecutiva Regional del PSM (PSOE), diputada regional y activista transexual Carla Antonelli ha denunciado la pasividad del Gobierno de Cifuentes frente a la violencia LGTBfóbica, recordando que el compromiso adquirido por Cifuentes cuando era delegada del gobierno de “protocolo policial” y anunciado en diversas reuniones con colectivos de gays, lesbianas y transexuales, “hoy sigue brillando por su ausencia, no teniendo constancia del mismo ni en las comisarías, ni los propios colectivos”. ¿Falsa publicidad que luego se deja morir entre proclamas de otras prioridades? Un poco.

Encima, quieren vincular esta efectista iniciativa al dato de que “El número de denuncias registradas en relación con los delitos vinculados a la orientación o identidad sexual pasaron de 12 en 2013 a 21 hasta finales de 2014”. ¿Y el PP, Cifuentes y todos esos “activistas” que han ido secuestrando la lucha hasta desactivarla no tienen ninguna responsabilidad? Nada. Otra campaña institucional que garantice votos y subvenciones y a seguir apoyando la homofobia en la calle mientras se ponen tres cartelitos monos y se hacen reuniones variadas que mantengan las subvenciones.

Y es que, siguiendo el homófobo modelo del papa Francisco, Cifuentes utiliza a esa élite de la comunidad LGTB para limpiarse el perfil mientras por detrás sigue aplicando una salvaje homofobia. Aunque la gran traidora no es ella, son esas asociaciones que viven de subvenciones y privilegios y callan sus denuncias o las rebajan. Las que con tal de convivir con su verdugo (y recibir sus limosnas) son capaces de negar su crimen.

Ya va siendo hora de que  se enteren esas supuestas asociaciones LGTB de que la homofobia no es sólo interferir en sus parcelas de poder o la tolerancia blanda, la homofobia también es encarcelar a antifascistas que luchan por nuestros derechos y los de muchas minorías (un saludo, Alfon, hermano), recortar programas de asistencia a mujeres maltratadas, hacer negocio del sistema judicial impidiendo que las mujeres y LGTBs sin recursos puedan pedir justicia, apoyar la ley mordaza para que asociaciones, como este fin de semana la DiversAH de Alcalá de Henares, teman llevarle la contraria  aun policía homófobo por si les cae una multa impagable de 30.000€, destruir los espacios alternativos LGTB de Chueca, Lavapiés, La latina y sustituirlos por lcales elitistas que hacen negocio con la discriminación, destruir las becas y encarecer los másters universitarios hasta tal punto que las personas LGTB no puedan acceder a una educación que les defienda en la vida de la humillación, la opresión y la sumisión, regalar solares y adjudicaciones a instituciones religiosas sectarias y homófobas (todas l son) para que sustituyan a la educación pública y promuevan el odio en lugar de la diversidad, promocionar a y subvencionar a programas de radio, televisión, prensa que son intoxicadores de derechas y que promueven la homofobia, la misoginia, el odio, arrastrar a una persona decentísima que lucha por nosotras (un beso, querida Lola Onieva) por sacar una bandera republicana en la vía pública mientras pasa el lejano Rolls-Royce del Borbón (cuando se ha anunciado que una es republicana y no hará nada contra la pluralidad), favorecer a ciertas élites ultrahomófovas y ultrareligiosas y despedir a plantillas enteras de trabajadores en pro de la pluralidad (un beso, ejemplares ex trabajadores de Telemadrid que seguís luchando por la democracia), dar un golpe de estado en una Telemadrid agonizante para garantizarse la repulsiva propaganda ultrahomófoba, ultramachista, ultrareligiosa y boicotear cualquier voz que nos defienda. Todo eso es homofobia. No sólo no garantizar el bienestar de una élite lameculos.

Hablando de lameculos (y limpiamierdas), que hasta una supuesta emisora de radio gay, Ondaarcoiris, le dé un premio a la homófoba Cifuentes e ignoren a los cientos de activistas, disidentes, luchadoras contra la homofobia que han tenido que pagar con su puesto de trabajo, con su anatema social y con su invisivilización la valentía de denunciar la homofobia, nos da un indicativo de lo distorsionada que está la lucha. El premio lo ha impuesto el grupo dueño de la emisora a los gays, Grupo PRnoticias, y se llama Premio Provooca. No es casual que la emisora en la que varios gays y lesbianas limpian la mierda fascista, sea propiedad del grupo PR, un medio de la derecha española que dirige Pedro Aparicio, “converso defensor de los intereses de la derecha española y recientemente elegido por un grupo de periodistas de confidenciales y otras publicaciones digitales para presidir la  Asociación de Periodistas Digitales (APD)” denunciaba en 2010 un medio de Venezuela . Entre las iniciativas está unirse a FITUR, o sea: al homófobo absurdigay Juan pedro Tudela y su repulsiva explotación de la lucha gay para hacer negocio en FITUR Gay, financiado por Ana Botella y el ala homófoba del PP que le paga buen dinero para que haga parecer que el Pp no es homófobo y secuestre la lucha gay. Es el gaypitalismo.

Investigando un poco sobre Ondaarcoiris, en la plantilla de “la radio de referencia del mundo LGTBI”, resulta que el único redactor que aparece, David Enguita, en su twitter explica que está “Cada Jueves 21:00 en soy un apasionado de los libros en  y colaborador  me puedes leer en  “. ¿Menudas credenciales! Colaborador de Federico Jimenez Losantos y de Intereconomía, medios agresivamente homófobos, multados por sus campañas, y de esa revista absurdigay intrusa, creada por el absurdigay detenido por estafa Javier Checa (a raíz de la cual anuncia un ERE que dejará a 200 empleados en la calle), que ha venido a presentarnos como aliados a nuestros enemigos (la portada del rey Felipe es insultante). Para resumir el espíritu de la repulsiva revista, baste decir que su nombre, RAGAP, leído al revés es la esencia del gaypitalismo: PAGAR.

Apoyar a quien persigue a los antifascistas que combaten la homofobia, el racismo y la misoginia mientras se tolera y ampara a fascistas violentamente homófobos como el Frente Atletico es la peor manera de apoyar la homofobia. Y eso es lo que hace Cifuentes.

También va siendo hora de que esas supuestas asociaciones y activistas se enteren de qué es el pinkwashing o blanqueorosa que nos utiliza para amparar atropellos de derechos humanos como en Israel o los EEUU. Nos dan unos privilegios para usarnos como ejemplo de avances. Mientras, todo el sector disidente de la comunidad es criminalizado con vuestra ayuda. Bukaneros son nuestros aliados, Frente Atlético o Florentino Pérez, nuestro enemigo.

La lucha LGTB no está para saciar vuestra hambre de poder, faranduleo y fotos. Es una lucha muy seria para que la manchéis corriendo a alternar con monarquías homófobas, machistas y cristofascistas. Es una vergüenza que corriéseis a legitimar a un rey impuesto por la dictadura y no votado democráticamente y lo hicíeseis pasar por “integración”.

Que la lucha LGTB haya quedado supeditada a las fotos que queréis poner en vuestros facebook y twitters o los recortes de prensa que muchas y muchos habéis utilizado para suplir unas carreras penosas en el artisteo es despreciable.

Y sobre todo que abandonen el hipócrita y cómodo doble discurso posmoderno de “todo vale”. No, o se está con los homófobos o contra ellos. Esas campañas que hacía la MTV en la que programaban cuatro tristes mensajes institucionales denunciando la homofobia y el machismo para pasar a programar cada 10 minutos durante meses el video de Eminen llamando a la agresión de “maricones y putas” y a asesinar mujeres y homosexuales es una triquiñuela capitalista.

Cifuentes nos está utilizando mientras con ese capital que recibe preserva la peor homofobia de la Iglesia, del Opus, de la derechona franquista que tan familiar le es y tanto apoyo le ha dado. No, Cifuentes. tu pinkwashing no es bienvenido. Deja de utilizarnos.

La escuela es un gigantesco armario

FERNANDO J. LÓPEZ

Cuando escribí La edad de la ira no era consciente de las historias que esa novela iba a traer a mí. Historias de adolescentes y de profesores que se ven reflejados en la denuncia de la violencia y de la homofobia encerrada en esas páginas. Historias que, en ocasiones, han desembocado en finales tan trágicos como el del suicidio -este pasado curso- de un adolescente acosado por ser gay y que ponen sobre la mesa el grave problema de involución de la convivencia en nuestras aulas.

Resulta fácil culpar a los agresores directos, a esos adolescentes que acosan a un compañero por su orientación sexual. Sin embargo, esa acusación olvida la raíz del conflicto: el inmenso vacío en el que se halla la educación para la igualdad. En Secundaria el trabajo contra la homofobia, la transfobia o la misoginia -estrechamente vinculadas entre sí- es un simple contenido transversal. Una cuestión casi anecdótica subordinada, como tantas otras, al voluntarismo docente, de modo que educar en valores y mejorar la convivencia depende del tiempo, las ganas y la capacidad del profesor, a quien -por supuesto- no se forma en cómo abordar estas realidades en el aula.

Aulas donde no es raro encontrar un maricón escrito en la pizarra o en algún pupitre. Cabe la opción de borrarlo sin más, de pensar que “sólo es una gracia adolescente” ante la que no conviene “perder tiempo”. Sin embargo, educar en el uso del lenguaje nunca es perder el tiempo. Al revés, estamos ganándolo. Cada vez que obviamos o minimizamos esos actos, olvidamos cómo afectan -directa o indirectamente- a quienes se hallan en proceso de construcción de sí mismos, a esos adolescentes que muchas veces no se atreven a confesar su homosexualidad por el miedo al rechazo y a la burla. Por el temor a convertirse, precisamente, en el objeto cotidiano e hiriente de ese maricón al que le hemos restado importancia.

Falta acción, falta compromiso y falta, sobre todo, visibilidad: “Hay una ley implícita por la que cualquiera que coge una tiza en el aula se vuelve hetero”. Así expresaba, a través de un personaje de La edad de la ira, mi perplejidad ante la pervivencia de un gigantesco armario docente que aún hoy debe romperse. Por desgracia, todos conocemos ejemplos de compañeros que han sufrido problemas de acoso laboral tras expresar abiertamente su orientación en sus centros de trabajo pero, de nuevo, los culpables de la mayoría de esos conflictos no son adolescentes, sino ese mundo adulto que se finge tolerante y donde aún queda mucha homofobia que barrer. En mi caso, la visibilidad no me ha supuesto jamás un problema con mis alumnos y sí me ha permitido, sin embargo, intervenir en situaciones de las que, seguramente, no habría tenido noticia si no hubiera entablado con ellos ese lazo de confianza y sinceridad.

La adolescencia, aunque nos esforcemos -desde la distancia que nos otorga el tiempo- en olvidar sus aristas más dolorosas, nunca es fácil. No resulta sencillo buscarse a uno mismo y el hecho de sentirse distinto añade una complejidad más. Por eso, el mundo LGTB sigue necesitando modelos y compromiso. Y por eso, supongo, analizo en clase oraciones como “Eva y su novia fueron al cine” o he incluido un protagonista adolescente abiertamente homosexual en Los nombres del fuego, mi próxima novela juvenil, porque sin visibilidad seguiremos alimentando la ignorancia y, con ella, la violencia. Y ante la homofobia no hay arma más poderosa, ni más necesaria, que la educación.

Fernando J. López es profesor de Secundaria y autor del libro La edad de la ira

‘¿Sois maricones?’

«¿Sois maricones?», le preguntó el agresor a Pedro tras darle un puñetazo en el brazo con el que no rodeaba a su amigo. Sucedió a las tres y media de la madrugada del pasado sábado en la calle Alcalá de Madrid. La víctima, de 25 años, es la tercera en dos semanas en padecer un delito de odio de carácter homofóbico en la capital.

«Eran dos chicos. Nos dijeron que nos portáramos bien, que no les hiciéramos sacar nada». Pedro (nombre ficticio) se recuerda paralizado. Los agresores intentaron intimidarles pidiéndoles que les diesen «lo que llevasen encima», pero lograron zafarse gracias a la ayuda de un viandante. Los días siguientes al altercado y a la denuncia, al joven se le pasó por la cabeza camuflarse y evitar gestos de cariño en público: «Yo iba con unas bermudas bastante cortas y tupé. Pude ser muy obvio… también pensé ‘Voy a dejar de darle la mano por la calle, no le beso, no le abrazo’», pero, tras el impacto, se dijo a sí mismo que ni quiere, ni debe: «Sufrí acoso en toda mi trayectoria escolar. Ahora elijo levantar la cabeza».

A Juan (otro nombre ficticio) lo agredieron, junto a tres amigos, en la madrugada del 25 al 26 de abril. Fue en la Gran Vía. «Dos chicos nos gritaron ‘maricones’. Nos habíamos cruzado con ellos hacía un rato. Cuando nos giramos, ya los teníamos encima». Aunque los agresores huyeron, volvieron a asaltarles varias veces esa misma noche. «Nos esperaron en dos ocasiones más, cada cual más salvaje, a pesar de que habíamos hablado con una patrulla de Policía cercana. Les pidieron la identificación, pero no les detuvieron».

El joven cuenta que el cuerpo de seguridad que les atendió era municipal: «Cuando les hablamos de un delito de odio, no sabían ni qué era. Uno de nosotros, que tiene formación en Derecho, tuvo que explicarles su regulación penal». Los agresores los abordaron una tercera vez -golpeándoles en la cara, en el pecho, en el estómago, agarrándoles del cuello y asegurando que los iban a matar-, pero, «aunque volvieron a escapar, ya estaban fichados».

Ahora esperan el veredicto de un juicio de faltas. «Me da miedo subir una foto a Instagram del sitio por el que paseo por si alguien me persigue». Juan ha empezado a obsesionarse: «Escucho murmullos por detrás cuando camino con un amigo y creo que me van a agredir».

Guillermo López es miembro de DiversAH, asociación LGTB de Alcalá de Henares. Este colectivo hizo una convocatoria virtual para acudir al pregón de las fiestas de la localidad -que comenzaron el pasado sábado- con banderas y carteles, solidarizándose con las víctimas de la agresión homófoba del 15 de agosto a manos de un grupo de neonazis. La concejala de Seguridad tenía constancia de ello. Sin embargo, al llegar allí, la Policía les «pidió quitar el cartel de Stop LGTBfobia porque le parecía que incitaba al conflicto».

El argumento les sonó a «intentan violar a una mujer porque viste minifalda». Los agentes llegaron a pedirles los datos a dos chicos que llevaban al cuello banderas del arco iris. «Lo que es curioso es que cerca de nosotros había una pancarta muy grande. Ponía Esto es Alcalá con un símbolo de prohibido en el que había una hoz y un martillo. Ha sido difundida en redes sociales de ideología neofascista. Pero a ellos no les dijeron nada». Guillermo cuenta que, hace dos meses, «a un compañero lo asaltó un vecino en su portal. Le puso una soga en el cuello y le dijo que quitase la bandera de arco iris del balcón, que lo mataría si sus hijos salían maricones como él». Al llamar a la comisaría, le pidieron «que les avisase si volvía a pasar». Guillermo se indigna: «La actitud policial se vuelve cómplice cuando protege reiteradamente a los agresores».