Los adolescentes trans no acceden a la atención médica que necesitan

Un equipo de Estados Unidos analizó información de una encuesta a 80.929 estudiantes secundarios de Minnesota, incluidos 2.168 que se habían identificado como trans o no conformes con el género

Protesta por el día mundial a favor de la Despatologización Trans

Los adolescentes trans serían más propensos a no hacerse los controles médicos preventivos ni acceder a los tratamientos para sus problemas de salud, según sugiere un estudio.

Un equipo de Estados Unidos analizó información de una encuesta a 80.929 estudiantes secundarios de Minnesota, incluidos 2.168 que se habían identificado como trans o no conformes con el género.

Los participantes respondieron sobre su identidad de género y el género asignado al nacer, las enfermedades crónicas físicas o mentales, la cantidad de días que no asistieron a la escuela por enfermedad o consultaron a la enfermera escolar y los últimos controles clínicos y odontológicos de rutina.

Los adolescentes trans eran casi dos veces más propensos que el resto a decir que su salud era “mala, regular o buena”, en lugar de “muy buena o excelente”.

“Cuando los jóvenes se presentan distinto a lo que esperaría la sociedad de su sexo al nacer, a menudo reciben mensajes sociales de que se están comportando ‘mal’ o que están ‘equivocados’“, dijo el autor principal, Nic Rider.

“El estrés y la invalidez que eso produce afecta la salud de estos jóvenes“, agregó el investigador especializado en sexualidad humana de la Facultad de Medicina de la University of Minnesota, en Mineápolis.

Apenas el 38 por ciento de los adolescentes trans dijo que su estado de salud general era “muy bueno o excelente”, comparado con el 67 por ciento de los jóvenes cisgénero (la identidad de género coincide con el sexo al nacer).

El 25 por ciento de los jóvenes trans tenía una enfermedad crónica o discapacidad y el 60 por ciento pacedía trastornos mentales. En cambio, sólo el 15 por ciento de los adolescentes cisgénero tenía una enfermedad crónica y el 17 por ciento, psicológica.

Más de la mitad de los adolescentes trans afirmó que se había quedado en casa enfermo por lo menos una vez el mes anterior, comparado con el 43 por ciento de los participantes cisgénero.

El 41 por ciento de los adolescentes trans acudieron a la enfermería de la escuela ese mismo mes, comparado con el 26 por ciento del otro grupo.

Más de la mitad de los jóvenes se había hecho controles médicos y odontológicos preventivos el último año, aunque eso no era tan frecuente en los adolescentes trans, según publica el equipo en la revista Pediatrics.

Los niños gitanos, migrantes, gays y transexuales son los que sufren más acoso en internet

Según el informe de UNICEF ‘Los niños y las niñas de la brecha digital en España’ presentado hoy en Bilbao

 

Los niños de la comunidad gitana, migrantes y del colectivo LGTBI son los que sufren con más frecuencia acoso en Internet o ciberacoso, según el informe de UNICEF Comité País Vasco ‘Los niños y las niñas de la brecha digital en España’, presentado este martes en Bilbao, con motivo del Día Internacional de la Internet Segura.

El informe, elaborado por el grupo de investigación la UPV/EHU EU Kids Online, analiza «las oportunidades y riesgos» de internet y profundiza en los colectivos «más vulnerables» en el ámbito estatal, niños y adolescentes de la «brecha digital», pertenecientes a la comunidad, con discapacidad, ubicados en centros de protección y del colectivo LGTBI.

En España, el 95,2% de los niños de entre 10 y 15 años usa Internet, pero 300.000 niños, niñas y adolescentes no han utilizado un ordenador y 140.000 que no han mantenido contacto con la Red.

En el caso de Euskadi, el porcentaje de menores usuarios de Internet se eleva a 97,6%, de los que el 94,9% utilizó un ordenador en los tres últimos meses y el 77,5% dispone de teléfono móvil.

Según el presidente de UNICEF Comité País Vasco, Isidro Elezgarai, «para las nuevas generaciones, ser parte de un entorno digital es lo natural».

«Nuestro objetivo tiene que ser el de mitigar los riesgos y maximizar las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías; porque no todos los niños y niñas disfrutan de las oportunidades de manera equitativa», ha manifestado. Elezgarai ha llamado a «poner el foco en la infancia más vulnerable, sin que ningún niño ni niña se quede atrás».

En total, participaron en el informe 91 personas, ocho adultos –responsables de centros de acogida y educadores– y 83 niños de 8 a 18 años, 52 de ellos de origen extranjero -ecuatorianos, magrebís y subsaharianos-, 17 de etnia gitana, y 12 bajo la tutela de centros de protección de la Administración.

Comunidad gitana

Los resultados del informe revelan que la comunidad gitana es la que más dificultades tiene en el acceso y uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación. «Es frecuente que los niños y niñas de este colectivo tengan móviles, pero la mayoría no siempre dispone de tarifa de datos para conectarse», ha señalado Estefanía Jiménez.

Un estudio de la Fundación Secretariado Gitano, indica que el 22% de los jóvenes gitanos no tienen Internet en casa por motivos económicos, por lo que «la pobreza es, sin duda una, de las barreras para acceder a Internet».

El informe indica, asimismo, que «los colectivos tradicionalmente victimizados», como los niños de la comunidad gitana, LGTBI y los niños y niñas de origen migrante, «son los más vulnerables y los más atacados en Internet».

En el caso de los niños migrantes, por ejemplo, las TIC «juegan un papel esencial, como herramienta para que su viaje sea posible» y, una vez llegado a su lugar de destino, supone «un recurso fundamental para su integración social y para comunicarse con sus familiares y amigos en su país de origen».

UNICEF afirma que «los riesgos online son el elemento más subrayado y alarmante cuando se aborda la relación entre niños y redes sociales e internet». «Ciberacoso, sexting, acceso a contenidos que no son adecuados para los menores, uso excesivo, falta de privacidad, uso indebido de los datos personales de los niños y niñas», advierte.

Para UNICEF, resulta «imposible» aislar a los niños de los riesgos que implica tener acceso a una cantidad infinita de recursos en Internet».

Según Elsa Fuente, coordinadora de UNICEF Comité País Vasco, «se debe promover la formación en las escuelas y en las familias en derechos, valores y competencias digitales, para transmitir a los niños y niñas una visión integral y crítica de la tecnología para que sean capaces de identificar los riesgos y evitar los daños». «Sin olvidarnos del importante papel que juegan las empresas tecnológicas o las autoridades públicas en la materia”, ha señalado.

Por ello, ha considerado «necesario» un nuevo marco normativo que regule Internet, y «un mayor impulso a los protocolos y estrategias de prevención y actuación en los casos de violencia contra la infancia dentro y fuera del entorno digital».

Zinegoak, el cine como vehículo para reclamar “el valor de la diversidad”

El Festival de Cine LGTBI de Bilbao otorgará el premio honorífico a la directora francesa Émilie Jouvet por el uso del cuerpo como instrumento de lucha

El director del festival, en el centro, durante la presentación en Bilbao. FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

El Festival Internacional de Cine y Artes Escénicas Gaylesbitrans de Bilbao, Zinegoak, presenta su 15 edición con el propósito claro de convertirse en una experiencia que vaya más allá del cine. “Abierto a todos los públicos, ofrecemos una herramienta cultural de primer nivel al servicio de la transformación social”, explica su director Pau Guillén, orgulloso de presentar 27 estrenos durante las dos semanas que dure el certamen con 135 proyecciones desde el próximo 19 de febrero al 4 de marzo.

A las cuatro sedes repartidas por la ciudad sumará una extensión de 40 localidades diferentes de Euskadi y Navarra en las que compartirán lo más destacado. Lo que arrancó siendo una “evento guerrillero” ha pasado a ser una “referencia de cine de calidad con gran sensibilidad” por la diversidad sexual y todas las temáticas de vanguardia relacionadas con “aquellas personas fuera de la norma”.

En esta edición, apuestan por seguir diferenciándose y acercar al público los equipos creativos que producen estas historias, así como realidades cercanas a la transexualidad en la infancia, la instrumentalización del colectivo LGTBI para hacer lavados de imágenes internacionales, “pinkwashing”, o el desconocido mundo del “cross-dressing” de aquellos hombres heterosexuales que desarrollan su vida vestidos con ropa de mujer. “No queremos ser un evento de nicho, sino una herramienta cultural ”, insiste Guillén convencido de la apuesta de este año.

 

Emilie Jouvet, premio honorófico 2018

La directora de cine francesa Émilie Jouvet recibirá el premio honorífico por el valor de su obra en el uso del sexo explícito como herramienta de lucha. En su visita a Bilbao, Jouvet aprovechará para impartir una Masterclass y presentar su último documental “Aria” sobre maternidades y paternidades queer. Entre los estrenos mundiales, destaca la primera película de temática LGTBI+ rodada en gallego por Lázaro Louzao, “Nove de Novembro”; así como el documental sobre el pinkwashing de Alba Barbé i Serra, “Enfemme”.

También cobrará una valor especial las piezas que hablarán sobre la situación del colectivo en países árabes como Túnez con la presencia de la directora Amina Sboui y población refugiada siria con el largometraje “Mr. Gay Syria”. El festival arrancará el 19 de febrero con la proyección del grueso de las películas a lo largo de la primera semana junto a la visita de una veintena de equipos creativos.

La segunda semana repetirán los pases de las películas y añadirán actividades complementarias en colaboración con el Museo Guggenheim Bilbao, Pikara Magazine, Sare Lesbianista, Intifada Marika o la Sala BBK. “Queremos llegar a un público cada vez mayor y, a la vez, servir de plataforma a aquellos que quieran compartir su diversidad”. Más de 40 localidades diferentes del País Vasco y Navarra también podrán disfrutar de las películas del Festival con una extensión de Zinegoak que durará todo el mes de marzo. El creciente interés del certamen en todas estas localidades es para los organizadores “el mejor termómetro de la buena salud del Festival”.

Los niños gitanos, migrantes y LGTBI son los que sufren más ciberacoso

Los niños de la comunidad gitana, migrantes y del colectivo LGTBI son los que sufren con más frecuencia acoso en Internet o ciberacoso, según el informe de Unicef Comité País Vasco ‘Los niños y las niñas de la brecha digital en España’, presentado en Bilbao. 

Presentación en Bilbao del informe de Unicef ‘Los niños y las niñas de la brecha digital en España'(Oskar Martínez)

BILBAO. El informe, elaborado por el grupo de investigación la UPV/EHU EU Kids Online, analiza “las oportunidades y riesgos” de internet y profundiza en los colectivos “más vulnerables” en el ámbito estatal, niños y adolescentes de la “brecha digital”, pertenecientes a la comunidad, con discapacidad, ubicados en centros de protección y del colectivo LGTBI.

En el Estado, el 95,2% de los niños de entre 10 y 15 años usa Internet, pero 300.000 niños, niñas y adolescentes no han utilizado un ordenador y 140.000 que no han mantenido contacto con la Red.

En el caso de Euskadi, el porcentaje de menores usuarios de Internet se eleva a 97,6%, de los que el 94,9% utilizó un ordenador en los tres últimos meses y el 77,5% dispone de teléfono móvil.

Según el presidente de Unicef Comité País Vasco, Isidro Elezgarai, “para las nuevas generaciones, ser parte de un entorno digital es lo natural”.

“Nuestro objetivo tiene que ser el de mitigar los riesgos y maximizar las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías; porque no todos los niños y niñas disfrutan de las oportunidades de manera equitativa”, ha manifestado. Elezgarai ha llamado a “poner el foco en la infancia más vulnerable, sin que ningún niño ni niña se quede atrás”.

La investigadora y profesora de la UPV/EHU Estefanía Jiménez ha explicado que, para la elaboración del estudio, se identificaron los grupos de niños “más vulnerables” y se realizaron entrevistas “en profundidad”, así como “grupos de discusión” en Andalucía, Canarias, Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid y Euskadi.

En total, participaron en el informe 91 personas, ocho adultos –responsables de centros de acogida y educadores– y 83 niños de 8 a 18 años, 52 de ellos de origen extranjero –ecuatorianos, magrebís y subsaharianos–, 17 de etnia gitana, y 12 bajo la tutela de centros de protección de la Administración.

COMUNIDAD GITANA

Los resultados del informe revelan que la comunidad gitana es la que más dificultades tiene en el acceso y uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación.

“Es frecuente que los niños y niñas de este colectivo tengan móviles, pero la mayoría no siempre dispone de tarifa de datos para conectarse”, ha señalado Estefanía Jiménez.

Un estudio de la Fundación Secretariado Gitano, indica que el 22% de los jóvenes gitanos no tienen Internet en casa por motivos económicos, por lo que “la pobreza es, sin duda una, de las barreras para acceder a Internet”.

El informe indica, asimismo, que “los colectivos tradicionalmente victimizados”, como los niños de la comunidad gitana, LGTBI y los niños y niñas de origen migrante, “son los más vulnerables y los más atacados en Internet”.

En este sentido, afirma que la discriminación y el discurso del odio “tienen un impacto muy negativo en estos niños y niñas, ya que perpetúa estereotipos y dificulta su integración”.

En el caso de los niños migrantes, por ejemplo, las TIC “juegan un papel esencial, como herramienta para que su viaje sea posible ” y, una vez llegado a su lugar de destino, supone “un recurso fundamental para su integración social y para comunicarse con sus familiares y amigos en su país de origen”.

Unicef afirma que “los riesgos online son el elemento más subrayado y alarmante cuando se aborda la relación entre niños y redes sociales e internet”. “Ciberacoso, sexting, acceso a contenidos que no son adecuados para los menores, uso excesivo, falta de privacidad, uso indebido de los datos personales de los niños y niñas”, advierte.

En su opinión, “son riesgos que preocupan enormemente a padres y madres, educadores y a la sociedad en general”. No obstante, el informe indica que “no todo son riesgos”, ya que “Internet ofrece muchas ventajas para el desarrollo y aprendizaje de los niños y puede ayudarles también en la construcción de relaciones sociales con otros niños y niñas que tengan sus mismas inquietudes”.

“El mundo online abre a los niños y niñas las puertas, no solo al consumo de contenidos, sino a la creación, la creatividad y la participación en foros sobre problemas que les afectan”, asegura.
Para Unicef, resulta “imposible” aislar a los niños de los riesgos que implica tener acceso a “una cantidad infinita de recursos en Internet”.

Según Elsa Fuente, coordinadora de Unicef Comité País Vasco, “se debe promover la formación en las escuelas y en las familias en derechos, valores y competencias digitales, para transmitir a los niños y niñas una visión integral y crítica de la tecnología para que sean capaces de identificar los riesgos y evitar los daños”. “Sin olvidarnos del importante papel que juegan las empresas tecnológicas o las autoridades públicas en la materia”, ha señalado.

Por ello, ha considerado “necesario” un nuevo marco normativo que regule Internet, y “un mayor impulso a los protocolos y estrategias de prevención y actuación en los casos de violencia contra la infancia dentro y fuera del entorno digital”.

Además, UNICEF advierte de que, “si bien este acceso digital” ofrece a menores “beneficios y oportunidades”, también “les expone a riesgos y peligros, incluyendo el acceso a contenidos que pueden perjudicarles, a un mayor riesgo de explotación sexual, abuso y ciberacoso, o al uso indebido de su información privada”.

“En el caso de la infancia más vulnerable, internet puede jugar un papel fundamental para que estos niños y niñas puedan desarrollar su potencial, mejorar su integración e incluso buscar referentes y ayudas”, concluye.

Isabel Coixet rodará una película sobre las primeras lesbianas que se casaron por la Iglesia

La directora prepara ‘Elisa y Marcela’, la historia de las dos maestras gallegas que contrajeron matrimonio en 1901

Marcela y Elisa serán llevadas al cine por Isabel Coixet. / EFE

La flamante ganadora de los Goya Isabel Coixet prepara ya su próximo proyecto, Elisa y Marcela, una película basada en la historia real del primer matrimonio entre mujeres registrado en España, en 1901, según ha confirmado la productora Rodar y Rodar. Ellas también fueron las únicas lesbianas casadas por la Iglesia.

Isabel Coixet empezará a rodar previsiblemente en mayo. En estos momentos, se están cerrando acuerdos con las actrices que podrían protagonizarla.

La productora de la artista, Miss Wasabi, tampoco ha confirmado a Público quiénes serán las intérpretes, aunque hace un año la revista Fotogramas apuntó hacia María Valverde y Natalia de Molina. En web de Rodar y Rodar, ambas figuran en la ficha del filme, cuyos derechos han sido adquiridos por Netflix para distribuirla en su plataforma unos cuatro meses después del estreno en salas de cine.

Marcela y Elisa, dos maestras gallegas, se casaron por la iglesia en A Coruña el 8 de junio de 1901. Para burlar la ley, la segunda tuvo que adoptar una identidad masculina y se hizo pasar por un hombre con el nombre de Mario Sánchez, pero el engaño acabó siendo descubierto y ambas fueron perseguidas y tuvieron que huir.

El historiador Narciso de Gabriel, autor del libro en el que se basa la película (Elisa y Marcela. Más allá de los hombres, editado por Libros del Silencio), ha trazado los últimos pasos de Marcela y Elisa, cuyo destino se antoja trágico.

Los obispos alemanes se plantean bendecir las uniones gays mientras los españoles hablan de “amenaza totalitaria”

“si la Iglesia bendice automóviles y quién sabe cuántas cosas más, no debe negar la bendición a las personas del mismo sexo”, demanda la corriente católica Somos Iglesia

El arzobispo de Granada bendice unas motos.

Bendicen animales, motos, patrullas de la Guardia Civil, barcos, edificios, aviones… Incluso el túnel ferroviario de San Gotardo (Suiza), el más largo y profundo del mundo, recibió agua del hisopo. Pero jamás el amor entre dos personas del mismo sexo. Pese a las puertas abiertas que el papa Francisco parece decidido a imponer, lo cierto es que la prohibición y la condena continúan siendo el pan nuestro de cada día para aquellas uniones igualitarias que, siguiendo su fe, buscan participar, en plano de igualdad, en la Iglesia católica. Sin embargo, el debate parece más que abierto, siempre que se mire fuera de España.

¿Aceptará la Iglesia católica que sus curas bendigan a las parejas homosexuales en sus templos? “¿Quién soy yo para juzgar?”, apuntaba, hace unos meses, Francisco en una entrevista, al ser preguntado sobre el tema. Siguiendo esa tesis, el obispo de Osnabrück (Alemania), Franz-Josef Bode, ha pedido “debatir detenidamente” sobre este asunto.

Se trata de un tema que la Iglesia alemana lleva tratando desde hace años, y que ya es práctica habitual en otras iglesias cristianas, como anglicanos o luteranos, que incluso tienen algún obispo abiertamente homosexual en sus filas, y que han abierto, incluso, el debate sobre las bodas igualitarias.

La Iglesia católica no llega, ni mucho menos, tan lejos. Pero monseñor Bode sí insiste en que “deberíamos debatir detenidamente al respecto”, pues “el silencio y los tabúes no conducen a nada y crean confusión”.

¿Cómo hacerlo? “Se podría, por ejemplo, pensar en una bendición que no debe confundirse con un enlace matrimonial”, agrega el prelado, que apunta que la existencia de parejas del mismo sexo “es una realidad política y social” en todo el mundo, y que la Iglesia debe tener una palabra al respecto.

“Debemos preguntarnos cómo podemos encontrarnos con aquellos que tienen esas relaciones y que también se implican en parte en la Iglesia. ¿Cómo los acompañamos pastoral y litúrgicamente?”, se pregunta el obispo.

Condena al funeral por Zerolo

La opinión de Bode es también compartida por la corriente católica Somos Iglesia, que insiste en que “si la Iglesia bendice automóviles y quién sabe cuántas cosas más, no debe negar la bendición a las personas del mismo sexo”. En Alemania, desde el pasado mes de octubre, las parejas homosexuales alemanas gozan de los mismos derechos que las heterosexuales, incluyendo el matrimonio.

Sin embargo, en el caso de la Iglesia española nada ha cambiado, y cualquier mínimo atisbo de apertura es fulminado. Así le sucedió al conocido padre Ángel García, párroco del templo 24 horas de San Antón en Madrid, cuando ofició un funeral-homenaje al socialista Pedro Zerolo. En una abarrotada iglesia, se rindió homenaje al político socialista, con la participación (como no podía ser de otro modo) de su marido. Las protestas de los grupos ultraconservadores obligaron al cardenal Osoro –quien en público se ha mostrado a favor de la inserción de las parejas gays en la Iglesia– a reconvenir al sacerdote: su celebración había sido motivo de escándalo para muchos.

A vueltas con la “ideología de género”

Nada que ver con el ejemplo del propio Papa, quien hace unos meses bendijo por carta a la familia de un matrimonio homosexual brasileño con motivo del bautizo de sus tres hijos, o la especial relación que Francisco mantiene con el transexual español Diego Neria y su mujer. Más aún: algunos obispos españoles han comenzado una nueva cruzada contra la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, que consideran “totalitaria”.

Especialmente brutales han sido los comentarios de los obispos andaluces, quienes la semana pasada emitieron un comunicado en el que subraya que la normativa (en este caso, la aplicación efectuada por el Parlamento de Andalucía), “en el fondo, asume todo el entramado lingüístico de la ideología de género, que pretende eliminar los conceptos de varón y mujer”, separando así la identidad de la corporalidad e intentando “deconstruir el cuerpo humano, el matrimonio y la familia”.

Para estos prelados, se trata de una ley que “excede con mucho su objetivo de combatir la discriminación” y consideran que “no es justo que, en nombre del bien común, se imponga una antropología y una determinada visión moral, que es de hecho una amenaza para la vida familiar, la educación y el ejercicio de la medicina”.

Se trata, en su opinión, de una ley que compromete a su juicio la libertad de pensamiento, conciencia, educación y enseñanza, además de la religiosa, cuando su misión debe ser la de “hacer crecer la justicia y no imponer legalmente una determinada idea moral”.

Por la plena diversidad

Con todo, las cosas parece que están cambiando. Así, este verano se celebrará en Dublín, con la asistencia del Papa, el Encuentro Mundial de las Familias. Uno de los obispos responsables del evento, el prelado de Limerick, Brendan Leahy, ha invitado a que “se haga espacio para la plena diversidad de las familias” en la reunión de las familias católicas.

“Estamos viviendo tiempos de cambios y la familia también está cambiando”. Una diversidad, añade, que también tendría que incluir a las familias de padres divorciados y vueltos a casar, sino también a las familias de padres y madres gays. En Irlanda, donde en 2015 se aprobó el matrimonio homosexual, la situación no es diferente a la de España. Pero sí en la Iglesia. No en vano, monseñor Leahy afirma que en el país “hemos tenido el referéndum a favor del matrimonio gay y mucha gente votó en él: todos están igual de bienvenidos a juntarse a esta celebración de la familia”.

“Mi esperanza para el evento de este verano sea para todas las familias”, finalizó el obispo Leahy. “Para las familias tradicionales y monoparentales, para personas en segundas relaciones, personas divorciadas y vueltas a casar por lo civil, gente de mucha fe y gente de poca, gente que coincide con la Iglesia y gente que no”.

La jueza Elósegui

No son las convicciones las que inhabilitan para juzgar sino la incapacidad para abstraerse de ellas a la hora de hacerlo. Los textos revelados por este diario, pertenecientes a la nueva magistrada electa del Tribunal de Estrasburgo en representación de España, han llevado a muchos a concluir que no es aceptable que una persona que tiene un pensamiento que se considera homófobo pueda defender adecuadamente los Derechos Humanos desde tal instancia. Como abogada de causas perdidas que saben que soy, yo quiero argumentar aquí que no son sus convicciones ortodoxas cristianas -o ultraortodoxas si quieren- las que tienen que preocuparnos sino su capacidad para juzgar aplicando la ley y sin mezclarlas en ello. María Elósegui es numeraria del Opus Dei, como otros jueces lo son en España. Nadie hace un examen ideológico a los jueces para ejercer su labor. Sólo se les exige que sus convicciones íntimas no tuerzan su mano al juzgar. Lo mismo le debe ser exigido a la nueva magistrada internacional.

Así que la pregunta que parece planear sobre la polémica es en realidad: ¿Es posible creer y defender los derechos humanos desde ciertas posiciones? Yo creo que, afortunadamente, sí. Creo que se llega a la defensa de esos valores fundamentales desde diversas ideologías o creencias y digo afortunadamente porque, en caso contrario, si sólo desde el laicismo se defendieran los principios fundamentales de nuestra convivencia, estos estarían demasiado solos y demasiado en peligro. Pero dejaré que sea la propia Elósegui quien conteste a eso: “Creo que hay unos valores comunes y universales entre todas las culturas, que se reflejan en los Derechos Humanos, y que estos deben enseñarse en las escuelas y a toda la ciudadanía. Hay una ética racional que nos une a todos. A pesar de que aumente el relativismo moral, cabe llegar a puntos comunes objetivos, que no son un mero consenso sino que forman parte del humanismo cívico”. Es algo que he comprobado en muchos debates y ocasiones. En muchos temas clave que afectan a la dignidad humana y a los derechos fundamentales del individuo, es más fácil confluir desde la izquierda con personas que proceden del humanismo cristiano que con los descarnados neoliberales. Estos creen, al final, que las leyes del mercado pueden regir también la vida humana y por eso apuestan por los vientres de alquiler, la prostitución como negocio,el capitalismo salvaje, la desigualdad o incluso en casos extremos la venta de órganos. Nunca encontrarás a un humanista cristiano en ese barco.

El caso es que Elósegui lleva años trabajando en el Consejo de Europa en temas de inmigración y que se ha interesado por los Derechos Humanos hasta centrar su carrera académica en ellos. No se si puede deducirse de ahí que los desprecia o que no es capaz de defenderlos. No he podido leer sus 17 libros y más de 100 artículos. Ha escrito tratados completos sobre “la inclusión del otro”, la “ciudadanía inclusiva”, el problema de Francia con su no aceptación de esa inclusión y ha manifestado que “los que vinculan inmigración con terrorismo, mantienen una xenofobia basada en miedos y que llega a atacar al Islam cuando muchos de esos chicos son vulnerables y son utilizados”. La catedrática mantiene una postura respecto a los delitos de odio que ya me gustaría a mi que asumiera el ministro del Interior y hasta la Fiscalía de este país. “El discurso del odio, además, debe tener como intención el incitar a otros a cometer actos de violencia, intimidación, hostilidad o discriminación contra quien va dirigido el discurso. El contenido del injusto es que se genere un peligro cierto de actos ilícitos contra esos grupos o personas”. Justo lo que muchos en este país no quieren entender, extendiendo el discurso del odio hasta lograr represiones inaceptables. Es una mujer que cree que “la Doctrina Parot se hizo a través de la jurisprudencia y no era justa”. Ya ven. Lo que le dolieron las tripas al PP con el hecho de que López Guerra estuviera sentado en Estrasburgo y fuera partidario de tumbarla. No les hubiera ido mejor ahora.

Otro de los campos de trabajo intelectual de Elósegui ha sido el tema de la igualdad. En su currículum afirma haber trabajado en un grupo de cuatro expertos con contrato del Instituto de la Mujer en la elaboración de la actual Ley de Igualdad. La indignación ha saltado ante la exclusiva de este medio en la que se descubre que ha tuneado su CV y convertido un contrato externo para realizar un estudio previo en ser redactora de la norma. Esta cuestión sí merece la exigencia de explicaciones públicas urgentes. Además, entiendo que quiénes estén habilitados podrían poner en conocimiento del TEDH esta circunstancia por si fuera motivo de cese en su cargo. En Europa son poco comprensivos con esta costumbre española del maquillaje de méritos.

No obstante, parece que el problema se circunscribe a sus opiniones sobre la homosexualidad, matrimonio igualitario, transexualidad y otras similares. Ha defendido tesis más o menos criticables en lo antropológico pero ha expresado su aceptación de la diversidad. Aquí me gustaría incluir la cuestión de si la homofobia la constituye cualquier discurso o análisis teórico que no coincida con la opinión mayoritaria y comunmente expresada por los colectivos LGTBI o si es preciso que exista “aversión” hacia estas personas como dice la RAE. Es decir, si hay personas que, fundamentalmente por un tema de creencias religiosas, no son partidarias del matrimonio igualitario o incluso que creen que es pecado, que respetando a estos colectivo y afirmando su libertad individual, están en contra de cualquier tipo de discriminación y están dispuestos a castigar a todo el que no lo respete ¿se les puede considerar homófobos? ¿Todo discurso distinto es homófobo o hace falta ese plus de la aversión y el rechazo? Elósegui termina una de sus polémicas frases diciendo: “aún con eso, cada individuo debe ser libre para desarrollar su identidad sexual como quiera”. ¿Es inaceptable esa postura para formar parte de un tribunal de Derechos Humanos? Ojo con la respuesta porque podría abrir la caja de Pandora de qué ideologías o creencias nos habilitan y cuáles no.

Preguntada por el matrimonio igualitario ha dicho: “Como juez tengo que respetar la legislación. Yo no estoy de acuerdo con el activismo judicial y he criticado sentencias por esto”. En mi opinión eso es lo único que le es exigible a un juez, que cuando se ponga la toga cuelgue en el toguero prejuicios, convicciones personales y creencias. Si María Elósegui Itxaso lo hace, será una buena magistrada.

De lo que estoy bastante convencida es que no será una magistrada sumisa al poder político, que no la ha apoyado, y que no aceptará ser su correa de transmisión como parece que se pretendía con Pérez de los Cobos. El resto ya lo veremos. No hubiera sido mi candidata, eso es obvio, y dentro de nueve años espero que haya un gobierno de izquierdas que mande otro tipo de ternas. No la defiendo personalmente a ella. No la conozco, pero me he pasado la juventud huyendo de las numerarias que me querían convertir. No creo que simpatizáramos. Lo que defiendo es el derecho de todos a no ser excluidos en razón de nuestros pensamientos y creencias en aplicación, precisamente, del principio contenido en el artículo 14 del Convenio Europeo de Derechos Humanos: “el goce de los presentes derechos debe ser asegurado sin distinción alguna por motivo de (…) religión, opiniones políticas u otras (…) o cualquier otra situación”.

LGTBI, Derechos Humanos y Estrasburgo

La Diputación ofrecerá talleres sobre diversidad sexual y contra la homofobia en institutos de la provincia

El reciente nombramiento de María Elósegui para formar parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y las informaciones que nos han llegado sobre su falso currículum, tratando de ofrecer un perfil acorde con la defensa de los Derechos Humanos, no solo muestra la predisposición de nuestros gobernantes a seguir haciendo el ridículo internacional y el escaso interés que les merece la defensa de los Derechos Humanos. No, aquí no solo se han puesto de manifiesto el enchufismo y el nepotismo a que nos tiene acostumbrados el PP.

El hecho de que esta Catedrática de Filosofía de Derecho incluyera datos falsos en su expediente, suponemos que, como mínimo, debiera provocar que se revise el procedimiento de votación para su designación, pues ésta se produjo bajo engaño. Este es un cometido de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, víctima del ardid, que esperamos reaccione y remedie y subsane como corresponde. Lo verdaderamente alarmante fue saber que la recién elegida es una fiel militante de las doctrinas deterministas acerca de gays, lesbianas y transexuales, según las cuales, estas personas tendrían tendencia a desarrollar patologías o, como en el caso de los trans, debieran ser sometidos a tratamientos psiquiátricos a fin de superar su “disforia” o descontento con el sexo que les correspondió cuando nacieron.

Estas teorías, ya superadas, establecían que la biología -degeneración genética- o el entorno social -desviación social- eran determinantes en la homosexualidad. De ahí que, inspirados en estos perversos principios pseudocientíficos, muchos países incluyeron las “prácticas” homosexuales como delitos. Esta creencia, además, entronca con todas aquellas inspiradas en la finalidad procreadora de toda relación de pareja. Más tarde, el régimen nazi, el fascista italiano y el franquismo, con diferente intensidad y variedad en la persecución, propiciaron la criminalización de estas personas no heterosexuales. Negar la dignidad como personas al colectivo LGTBI, cuestionándolo e infravalorándolo como “patología” y anomalía psicosocial es radicalmente contrario a cualquier postulado basado en el respeto a los Derechos Humanos.

En la actualidad se cuentan, al menos, 70 países en todo el mundo que persiguen y reprimen violentamente a los homosexuales, lesbianas y transexuales. Por eso, hay numerosos Convenios e Instrumentos Internacionales que recogen la preocupación por la injusta exclusión y persecución de este colectivo. Sin dignidad humana no hay Derechos Humanos. No en vano, en el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos comienza a proclamarse que “la dignidad humana libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. La dignidad humana es la cualidad de las personas, como sujetos de derechos, que no se adquiere ni se concede, sencillamente es inherente al ser humano. Y los seres humanos en cuanto que diferentes, diversos y peculiares, nos reconocemos y respetamos.

Reconozcamos que hay ideologías y creencias de todo signo y que la grandeza y el sustento de todos los sistemas democráticos consiste en cobijarlas a todas, aun aquellas teorías y opiniones inquietantes y contrarias a los principios de igualdad, que propugnan la exclusión de los colectivos más vulnerables, como el LGTBI. Pero que el sistema democrático tolere y no persiga la libertad de opinión y de expresión no significa que deba dar lugar preeminente a las doctrinas que fomentan la homofobia y la transfobia. María Elósegui, militante a ultranza de estos postulados contrarios a la dignidad de millones de personas no heterosexuales, perseguidas en numerosos países por su orientación y/o identidad sexual y vulnerables por el hostigamiento y rechazo que suelen padecer en nuestro entorno, no es la persona más idónea para velar por el cumplimiento de los Derechos Humanos en el Tribunal más prestigioso del mundo en esta materia.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos incide notablemente en la vida de los ciudadanos europeos y ha logrado, incluso, modificar legislaciones internas, como es el caso de España, que no ha podido eludir sus compromisos en varios y sonados asuntos. Pero su área de influencia no sólo opera en Europa; por ejemplo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos tiene muy presente la jurisprudencia emanada de este Tribunal con sede Estrasburgo. Por eso, que esta Catedrática de Filosofía del Derecho consiguiera su plaza en el TEDH constituye una flagrante desnaturalización del digno desempeño que realiza este alto Tribunal. El solo hecho de trascender su ideario -nada compulsivo y sí muy reflexionado y documentado- contrario a la dignidad de las personas LGTBI, ha provocado algunas reacciones   en contra. Las que salieron en su defensa, alegaban que las creencias de los jueces no deben ser determinantes a la hora de optar a sus cargos. Y eso es cierto, los jueces han de enjuiciar con sujeción al principio de imparcialidad sin que su ideología o creencia les influya o determine en sus resoluciones.

Sin embargo, cabe plantear si es posible la defensa de los Derechos Humanos por quien no los acepta. Recordemos que la base de éstos no es otra que el reconocimiento de la dignidad humana y que María Elósegui niega este Derecho a gran parte de la humanidad. Es tanto como designar ante este Tribunal a quien defiende en determinados casos la práctica de tortura o la pena de muerte. Aquí no caben equidistancias ni partidismos ni corporativismos: cada retroceso en la exigencia y cumplimiento de los Derechos Humanos nos sume en una etapa más insolidaria, perversa y e indigna que la anterior superada. Quienes ganan con estos retrocesos suelen aprender a construir andamiajes aptos para blindarse a las exigencias del cumplimiento de aquéllos. Por eso, es tan complicado reconquistar los derechos previamente arrebatados.

Los mecanismos de defensa o resistencia a la aplicación de los Derechos Humanos suelen pasar por procesos de “normalización” en los que la ciudadanía ya ni reacciona, como ha sucedido en este caso de la nominación de María Elósegui. A poca gente le ha alarmado, incluso, se han invocado argumentos muy elaborados sobre su derecho a ser juez ante el TEDH, muy a pesar de su militancia contra la dignidad humana -enfocada contra el colectivo LGTBI-. El hecho de que ella falseara su currículum desmonta todos estos planteamientos: ella edulcoró y reelaboró su trayectoria académica y profesional, a fin de simular una apariencia de idoneidad, sabedora de que, de no hacerlo, no llegaría a ser elegida.

Salvo honrosas excepciones, no hemos visto que ningún representante político se haya levantado de su cómodo asiento para denunciar públicamente esta grave anomalía, que una persona que no cree en los Derechos Humanos nos va a representar ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, como miembro de la judicatura en los siguientes 9 años. Como un verso suelto, tan sólo Marina Albiol, eurodiputada y portavoz de la Delegación de la Izquierda Plural en el Parlamento Europeo ha reclamado a la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa que se subsane este grave error; la pena es que la responsabilidad, humanidad y solidaridad de su acción no se ha visto apoyada por nadie. Por más que la defensa de los Derechos Humanos ha de ser transversal, plural y universal.

EN WASHINGTON La comunidad LGBTQ protesta contra el Gobierno de EE.UU. frente al Hotel Trump

WASHINGTON. El acto, que fue organizado por distintas organizaciones de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero (LGBTQ), tuvo como objetivo defender, con un ambiente claramente festivo, el hecho de que cada uno es dueño de su cuerpo

“La Administración Trump busca silenciar y dejar de lado a numerosos individuos, especialmente a gente homosexual y transexual, negros, inmigrantes, trabajadores de la industria del sexo y personas con incapacidades, los cuales sufren mayores niveles de violencia sexual”, denunció esta semana en un comunicado una de las instituciones organizadoras de la protesta, WERK.
Pese a la gravedad de estas acusaciones, los manifestantes lograron hacer de la protesta una fiesta gracias a sus coloridas vestimentas, los cánticos y al uso de confeti biodegradable.
Desde que el presidente Donald Trump asumiera la presidencia, hace poco más de un año, numerosas organizaciones sociales han señalado al mandatario por sus mensajes y decisiones faltos de sensibilidad con algunos grupos minoritarios.
Como ejemplos, cabe destacar, la decisión de Trump de no permitir que personas transexuales se alisten en las Fuerzas Armadas, medida que, por el momento, ha sido frenada en los tribunales, o sus reciente controversia por referirse a algunos países de América Latina y África como “agujeros de mierda”.
También la falta de una postura clara contra los numerosos casos de acoso sexual que vienen aflorando desde hace meses en el país, y que han salpicado al propio mandatario, le ha valido una oleada de críticas.
“La protesta sirve para elevar las voces de los supervivientes y para reclamar la autonomía de nuestros cuerpos”, explicaron los organizadores.

Mamá, no soy niño

“En mi partida de nacimiento pusieron ‘varón’, nunca me preguntaron”, dice Carmen. Padres y menores transexuales relatan su experiencia y el camino que queda para la normalización

Riley (derecha), niño de 12 años de género no binario, abraza a su madre, Rosa, en su casa el pasado miércoles. Álvaro García

Un sábado de abril de 2016, en su piso de Madrid, Carmen García de Merlo se puso unos pantalones vaqueros ajustados, una peluca larga, un niki a rayas y unas botas azules que había comprado a domicilio. Tardó 50 años en llegar desde su cuarto hasta la calle. Fue el tiempo que pasó hasta que Carmen decidió mostrarse públicamente como había sido siempre, mujer. Cruzó así vestida el pasillo de casa, y a los 50 años de espera le añadió media hora pegando la oreja en la puerta para no cruzarse con algún vecino. Recuerda que era una tarde agradable, que la Gran Vía estaba llena de sol y de luz, y que la clandestinidad había hecho mella: con los pantalones tan ajustados, fuera de casa necesitaba el bolso que nunca llevaba dentro. Recuerda también que se subió a un autobús para ir a Kinépolis, que por primera vez hizo cola en el servicio de mujeres, que en el metro la miraban sin disimulo y que a ella le daba igual porque, después de más de medio siglo, “estaba contentísima de ser yo”.

Carmen es abogada y enfermera. Habla en la sede del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM) mientras atiende las últimas demandas del colectivo transexual referidas a la Ley Integral de Transexualidad de esa comunidad. “Yo me crié en Valdepeñas en los años sesenta. Empecé a ser consciente de que no era un niño a los cuatro años. A esa edad jugaba a intercambiarme ropa con mi hermana, luego lo seguí haciendo sola. A los 11 me encerraba en mi cuarto y me vestía con su ropa, me miraba en el espejo, me reconocía a mí misma. En aquellos años lo que me pasaba no tenía nombre. Yo era mujer. ¿Pero transexual? Entonces esa palabra no se escuchaba en ninguna parte. Empezó a hacerse familiar en los ochenta”. Una semana después de la conversación con EL PAÍS, Carmen le escribió una carta a la juez María Elósegui, famosa esta semana por sus declaraciones homófobas. “Aunque en mi partida de nacimiento escribieron ‘varón’, nunca me lo preguntaron: pasé toda una vida de represión hacia mí misma”.

Rut y Mario, nombres supuestos de una pareja que vive en Roma, decidieron que le iban a preguntar a su hijo de qué genero se sentía. O más bien, dejar que el niño lo descubriese por sí mismo. Cuando Rut se quedó embarazada, los dos se enfrascaron en un debate sobre la educación de su primer hijo. Mario, profesor catalán, se pone al teléfono para hablar de su bebé de cinco meses, razón por la que prefiere proteger su identidad. “Primó que vivimos en Roma y no en Suecia”, dice para referirse a la libertad con la que una de sus mejores amigas, que vive en el país nórdico, educa a sus hijos. “Pero al nuestro”, dice Mario, “vamos a intentar hacerle ver desde el principio que no existe una esencia totalmente masculina ni femenina”. De momento, no corrigen a nadie cuando les dice “qué bonito el niño” o “qué bonita la niña”, y la ropa, heredada, se la ponen indistintamente sea de niña o niño. Los primos del bebé lo siguen haciendo a los siete años: dependiendo del día se ponen falda o no, según les apetezca, sin atender a roles convencionales. “Hay dos formas de explicar el hecho trans. Una, más clásica, dice que se ha nacido en el cuerpo equivocado. Hay otra, de Paul B. Preciado, que prefiero: las personas son demasiado complejas para reducirlas a una esencia femenina o masculina; se actúa como hombre o como mujer, a veces como las dos cosas, a veces como ni una cosa ni la otra”, dice Mario, que recuerda que es más conveniente hablar de ‘comunidad trans’, el colectivo que incluye a transgéneros, identidades de género que no se corresponden al género asignado al nacer..

“No todo es rosa o azul”

Rosa supo que tenía un bebé diferente. “No sé si esto es común, pero desde el principio supe que era distinto”. En el colegio, cuando representaron Caperucita, todos los niños eligieron ser el cazador y todas las niñas Caperucita. Riley eligió ser la abuelita. Lo que ocurría es que Riley no era niño, pero tampoco estaba seguro de ser niña. Su madurez a los 12 años es asombrosa: es un menor trans no binario que está encajando en un universo que no concibe oficialmente a nadie como elle, género neutro con el que se denomina a las personas no binarias; un universo dividido en dos sexos de acuerdo a sus genitales. A los baños del instituto Riley prefiere no entrar porque sólo tener que elegir, le agobia. Aparece en el salón de su casa con una bata morada. Dice señalándosela: “No todo es rosa o azul, también hay otros colores”. Rosa, como Emilio, como Belén (madre de una menor trans que ha preferido no hablar de su hija para este artículo), se encuentran con un problema común: la falta de referencias. Que en el caso de Rosa y Riley es mucho más evidente. Hasta que Riley no se encontró a los 10 años con Pau, un monitor de campamento, no supo quién era. Hablando con Pau, 12 años mayor, supo que había más gente que no se sentía niño ni niña, menores y mayores para los que la identidad era algo más complejo y abierto que la tradicional separación de géneros. A propósito de la polémica de las drag queen en la cabalgata de Vallecas, Belén rescata un tuit de la poeta Álex Portero: “A mí, niña transgénero de los ochenta, me colocas en la cabalgata a La Prohibida en aquellos años de dolor constante y creo en la magia durante el resto de mi vida. Y hasta pensaría que puedo ser bonita y querida en lugar de dar vergüenza”.

“No había nadie”, coincide Rosa. “Y a mí no me habían enseñado nada de esto. Tienes que aprenderlo tú y tu hije solos. Si yo hubiese visto antes muchas cosas lo hubiera hecho mejor”. Con 10 años, Riley le dijo a su madre que tenía claro que no era un niño, pero no sabía si era una niña. En el Ramón y Cajal de Madrid no tuvieron suerte: “La persona que lo atendió creo que no supo encontrar las palabras con Riley. Básicamente le dijo que no se juntase con niños como él, que se relacionase con gente normal. Salí de allí espantada”. Antes de despedirse le presta al periodista Tránsito (Bellaterra, 2015), un libro de Bermúdez y Cantero. “Esto nos ayudó. Y El sexo sentido, el documental sobre la transexualidad en menores”.

Emilio, padre de Jonay, llenó su biblioteca de libros sobre transexualidad. Hoy divide su vida entre su trabajo y el activismo, ayudando a otras familias desde COGAM, como hace Carmen. “Yo no salí del armario, yo salí del trastero”, dice recordando su matrimonio, cuando se vestía de mujer en un trastero. Jonay, que ya ha hecho la transición y es chico a efectos administrativos, tiene un nuevo frente: mantiene su cuerpo abierto a la posibilidad de quedarse embarazado. La ley estatal que regula el acceso a la reproducción asistida se refiere sólo a mujeres; en Madrid, y alguna otra comunidad, se menciona a “personas con capacidad gestante”, otra contradicción administrativa a la que hacer frente. Mario, desde Roma, advierte de que no está criando a su bebé para que sea transexual, sino para que tenga toda la información y libertad para sentirse quien es cuando tenga la capacidad de serlo, y no se encuentre con un mundo preconfigurado en el que no encajar. Riley, antes de irse a cenar, responde a la pregunta de por qué eligió ese nombre: uno de sus significados es “valiente”, dice.

Una concesión que no termina

Hace 15 años, Emilio García y su mujer se encontraron con que la que ellos creían su niña de cuatro años quería ir al colegio con pantalones. “Se quejaba, lloraba”, cuenta él en una hamburguesería del Paseo de la Castellana. No le dio mucha importancia. En el colegio exigían uniforme, y se resignó. Fue la primera de muchas resignaciones; ser transexual es una concesión que no termina, ni siquiera con la transición acabada y los papeles: siempre hay una explicación más que dar o una claudicación ante algo o alguien. Las señales con el tiempo se hicieron evidentes. A Jonay, su nombre, le espantaban las fotografias. Solía encerrarse en su cuarto, donde se desarrollaba su identidad a salvo del resto. El mundo da por hecho que el haber nacido con genitales de mujer le convertía en mujer. Eso es difícil de asumir porque él siente, vive y sabe que es un hombre; por tanto o el mundo es monstruoso, o el monstruo era él. Tuvo, como otros niños en su situación, problemas de autoestima, y todo se aceleró en casa cuando en el colegio se le encontraron autolesiones. “A mi hijo, como a cualquier transexual, le habían dicho que no existía. Y lo que los demás veían, desde su propio nombre, él no lo sentía como propio”. Para ser reconocido como hombre o mujer, un trans tiene que presentar un certificado de disforia de género y acreditar dos años de tratamiento. La mayor Unidad de Género de España, la del Hospital Ramón y Cajal, cumplió el pasado año una década: 1.500 consultas y 400 cambios de género.