“Pikara’ prima la mirada por la igualdad pero con humor y transgresión”

“Madre” orgullosa de ‘Pikara Magazine’, a June le gusta presumir de un pequeño gran triunfo: “Fuimos con ‘Argia’ las primeras en hablar del acoso machista en San Fermín”

BILBAO – A June Fernández le gusta contar historias de personas libres y rebeldes. “También me gusta romper tabúes y provocar cortocircuitos contra los sectarismos” (el mío incluido), dice sonriente, orgullosa de su pícara criatura que celebra este año sus cinco años de vida.

¿Cómo y para qué surgió ‘Pikara’?

-Se creó en 2010 por un grupo de profesionales que habíamos montado la Red Vasca de Periodistas con Visión de Género. El objetivo inicial de Kazetarion Berdinsarea era compartir propuestas y estrategias para incorporar la perspectiva feminista a nuestro trabajo en los medios generalistas y también en medios alternativos, pero hubo un momento en el que comenzamos a echar en falta un espacio propio en el que dar rienda suelta al periodismo en el que creíamos e íbamos desarrollando sin las resistencias y las limitaciones que te encuentras en los medios convencionales.

¿Esa inquietud les impulsó a emprender el proyecto en la web?

-Sí. Al principio nos planteábamos ofrecer periodismo de calidad con perspectiva de género. Esto lo hacíamos siendo críticas con los medios de comunicación generalistas.

¿Por qué?

-Porque en ellos las mujeres apenas protagonizamos el 30% de las noticias y cuando salimos lo hacemos enmarcadas en estereotipos como el de víctima, madres abnegadas u objeto sexual de deseo que lo único que hace es adornar la portada del periódico. Esto nos animó a la aventura de crear un proyecto de comunicación.

¿En qué claves ha funcionado ‘Pikara’ durante estos cinco años?

-El humor y la transgresión han jugado, juegan, un papel importante. Queríamos un periodismo de calidad desde unos criterios no sexistas, pero que fuera atractivo no solo para las ya feministas, sino para un público más amplio. Que el proyecto conectara con necesidades personales de la gente. La fórmula ha sido un éxito. Empezamos con unas 10.000 visitas al mes y ahora superamos las 150.000.

¿Cómo se financian?

-Hemos contado con el apoyo de Emakunde, pero de forma irregular por los recortes. Probamos muchas formas de autogestión. Por una parte animamos a las propias lectoras y lectores a que se hagan amigos y amigas de Pikara. Les llamamos como suscriptoras pagando una cuota anual a partir de los 30 euros al año y reciben la revista en papel que sacamos una vez al año.

¿No temían que el papel lastrara su economía?

-Sí, porque teníamos claro que el proyecto debía ser on line porque era más barato, no teníamos ni infraestructura ni presupuesto para hacer una publicación en papel. Ya llevamos tres números anuales y paradójicamente no solo no ha lastrado nuestra económica, sino todo lo contrario. Lanzamos un crowdfunding para financiarlo, con el cual siempre recaudamos más dinero del mínimo y al mismo tiempo la revista en papel nos ha permitido hacer una ronda de presentaciones por distintas ciudades y afianzar afinidades. Vendemos la revista y muchos materiales tipo merchandising que están teniendo mucho éxito. Al final hemos montado nuestra tienda on line.

¿’Pikara’ es un medio especializado?

-No. El feminismo para nosotras no es un tema, sino que es una mirada. Lo mismo que la mirada que prima en los medios tradicionales suele ser masculina y androcéntrica, nuestra mirada es a favor del empoderamiento de las mujeres y a favor de la igualdad, pero no somos un medio especializado. Lo mismo hablamos de sexualidad, que de ecología, que de salud mental, que de cultura, que de cómics. Somos un medio en el que hablamos de todos los aspectos sociales y culturales porque nos interesan todos los temas, no solo el aborto y la violencia de género. Pero lo hacemos con una mirada transformadora a favor de la igualdad.

¿Qué les distingue de otros medios?

-Que creemos que el feminismo no es solo hablar de igualdad entre hombres y mujeres. Es hablar de una sociedad más libre e igualitaria para todo el mundo. Por eso nos interesa hablar de libertad sexual, de diversidad sexual. Uno de los motivos del éxito de Pikara es que no estamos solo en un tono de denuncia (como el estereotipo de la feminista amargada), sino también porque reivindicamos nuestra libertad para el placer, para divertirnos, para ser gamberras.

El término feminista todavía echa para atrás, ¿por qué?

-Porque el feminismo está muy demonizado. Curiosamente, al principio hablábamos de que hacíamos periodismo con visión de género. Nos costaba decir que éramos feministas por esos complejos. Llegó un momento en el que nos sacudimos los complejos y lejos de asustar hemos llegado más lejos; la honestidad es importante para conectar con la gente.

¿Tal vez las feministas no han sabido transmitir el mensaje?

-Las feministas resultamos peligrosas para el sistema y es normal que haya que desacreditarnos todo el rato. Pero sí que creo que muchas veces las feministas no hemos comunicado bien y no hemos conectado con la gente. En Pikara lo que mejor ha funcionado son las experiencias cotidianas, personales. Empezamos siendo cuatro vascas uniéndonos a gente del territorio español. Ahora el 30% de las visitas vienen de América Latina, lo que tiene gran protagonismo en la revista

¿Cuáles son los artículos que más éxito han tenido?

-Las cartas de las lectoras que cuentan las situaciones de agresiones sexuales que han vivido, pero no hablando de violaciones por parte de desconocidos, sino de cosas que a todas nos han pasado: que te toquen el culo en el metro, que tengas un tío que desde pequeña te decía cosas soeces… Incluso todo lo relacionado con la sexualidad. Vemos que las mujeres llevan en silencio muchas situaciones de acoso, bien en el trabajo, bien el transporte público o en la calle.

Priman la voz de sus lectoras

-Sí. Es clave. Si en el periódico tradicional, por ejemplo, hay una sección de cartas al director de media página, en Pikara hay una sección que se llama Participa donde publicamos las cartas de todo el mundo. Al final tiene tanto peso como los contenidos que generamos las colaboradoras.

¿Cómo se organizan en ‘Pikara’?

-Andrea Momoitio y yo somos las coordinadoras y luego desarrollamos la figura que llamamos colectivo editor, en el que están las compañeras que toman las decisiones de forma horizontal, aunque por motivos prácticos no todas las decisiones pasan por la asamblea.

Ben Whishaw y Andrew Scott: los ayudantes gays de 007 en ‘Spectre’

LGBT+ en el mundo audiovisual

Los dos intérpretes en la premièreSpectreGTRES

Los dos intérpretes en la premièreSpectre GTRES

Javier Bardem acaba de hacer su entrada en escena con la peluca rubia oxigenada y el traje más bien peculiar de Raoul Silva, el renegado del MI6 que ejerce como malo malísimo de Skyfall. Tiene a Daniel Craig, el James Bond rubio, atado a una silla, y no pierde la oportunidad para tratar de seducirle para lo que sólo se podría describir como ‘pasarse al lado oscuro’: “¿Qué te hace pensar que es mi primera vez?“, contraataca 007.

Ya se sabe, no hay nada más difícil que luchar contra una tradición: la idea de un Bond que no sea heterosexual, queda muy lejos. Y lo mismo se puede aplicar al resto d personajes de la saga de espías más famosa de la historia. En su momento, Daniel Craig negaba rotundamente que, en un futuro, pudiese haber unJames Bond gay. Javier Bardem, por su parte, relegaba la sexualidad de Silva a la nebulosa del ‘no entra en ninguna categoría’. ¿Era Silva el primer villano Bond gay? “Se podría interpretar de esta manera“, contestaba en una entrevista “la opción estaba en el guión”.

Hacemos un fast-forward de tres años y nos encontramos con Spectre, la película número 24 de la saga, la cuarta protagonizada por Craig. Spectre cuenta con dos actores abiertamente gays, lo que llama la atención no desde un punto de vista profesional (¿qué actor rechazaría un papel en la tercera saga más taquillera de la historia?) sino desde un punto de vista ético: ¿por qué participar en una película que pasa por el tema LGBT+ de puntillas?

Sus nombres son Whishaw, Ben Whisaw y Scott, Andrew Scott, y no sabemos si les gusta el vodka martini agitado o revuelto, pero sí que lucen un esmoquin con una planta digna de cualquier agente del programa ’00’.

Q, el siempre fiel colaborador de Bond, en plena acción CORDON

Q, el siempre fiel colaborador de Bond, en plena acción CORDON

El primero interpreta de nuevo a Q, el joven jefe de la división Q del MI6 (algo así como I+D pero aplicado a espías) y se encarga de ofrecer a Bond toda la ristra de cachivaches que el agente utiliza para llevar a cabo sus misiones en el nombre de la Patria y de la Reina. Durante su paso por el universo Bond, también le ha proporcionado una suerte de agria simpatía que, contando que hablamos de ingleses, bien puede ser interpretada como una amistad. El personaje de Scott es uno de los recién llegados al mundo de claroscuros del espionaje inglés. Por la poca información que hemos podido llegar a reunir sobre el personaje, sabemos que, al menos, parece uno de los buenos: es Max Denbigh, alias C, jefe del Centro de Seguridad Nacional, el resultado de mezclar las dos agencias de inteligencia del gobierno británico: el MI5 y el MI6.

Salir del armario: ¿sí o no?

Han conseguido estos papeles tan destacados en un momento en el que uno de los debates más candentes en Hollywood es si los actores LGBT+ deberían o nosalir del armario públicamente, si eso ayudaría a sus seguidores y si ofrecer esa ayuda les merecería más la pena que el supuesto daño que esa salida del armario podría repercutir en sus carreras.

“Creo que eres mejor actor cuanto menos sepa la gente sobre tí. (…) Tanto si eres heterosexual como si eres gay, la gente no debería saber nada de tu sexualidad, porque ese tendría que ser uno de los misterios con los que deberías ser capaz de jugar”, comentaba hace poco Matt Damon en una entrevista. Ian McKellen, uno de los primeros actores establecidos en declarar públicamente su homosexualidad, animaba poco después a sus compañeros de profesión a seguir su ejemplo: “Ese es mi mensaje para todo el que piense ‘tengo que mantenerme dentro del armario para tener éxito en el cine’: yo no lo hice“.

Los actores que nos ocupan hoy, Ben Whishaw y Andrew Scott, son el ejemplo perfecto de que este debate no es sólo una discusión entre la comunidad heterosexual y la LGBT+, sino entre los mismos miembros de la comunidad LGBT+. Ben Whishaw, por su parte, se acerca más a la posición de Matt Damon. Declaró que no sabía por qué el hecho de ser gay tenía que ser discutido públicamente sólo porque los actores llevasen a cabo su trabajo bajo la mirada pública. Como un digno espía, lo poco que se sabe de su vida privada es que se ha casado por lo civil con el compositor australiano Mark Bradshaw, al que conoció mientras ambos trabajaban en la película Bright Star en 2009.

C, el misterioso personaje de Andrew Scott, en un fotograma de Spectre

C, el misterioso personaje de Andrew Scott, en un fotograma de Spectre

Andrew Scott tiene un lado mucho más contestatario: salió del armario para criticar públicamente la ley contra la propaganda de las relaciones sexuales no tradicionales. Como irlandés, también ha manifestado su apoyo a la legalización del matrimonio homosexual en su país. Piensa que “gracias a Dios, actualmente la gente no ve el hecho de ser gay como un fallo de carácter. Tampoco es una virtud, como la amabilidad. O un talento, como tocar el banjo. Es simplemente un hecho“. Ha insistido en que salir del armario no le ha reportado ningún efecto negativo a su carrera, profesionalmete hablando, y ha animado a sus compañeros de reparto, tal y como lo hizo Ian McKellen, a salir del armario: “creo que es importante serauténtico con uno mismo”.

Otros actores LGBT+

La inclusión de Whishaw y Scott en el universo Bond, ¿significa alguna mejora para la comunidad LGBT+ dentro del mundo del cine?

Tenemos a Zachary Quinto como el icónico Spock en Star Trek, a Ian McKellen y aLuke Evans, ex novio de Jon Kortajarena, en El Hobbit, a Jamie Clayton y a Laverne Cox, actrices transexuales, en Sense8 y Orange Is The New Black respectivamente, a Ellen Page en la esperada Freeheld, a Angelina Jolie, Megan Fox, Neil Patrick Harris, Matt Bomer, Cara Delevingne… Parece que, poco a poco, la sexualidad y la identidad de género de un actor está alcanzando la misma relevancia que su color de pelo.

Un ‘error’ permite el primer matrimonio gay en Centroamérica

Dos mujeres se casan en Costa Rica aprovechando que en el registro civil una de ellas aparecía erroneamente como de sexo masculino

Jazmín de los Ángeles Elizondo y su pareja, durante su boda

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Jazmín de los Ángeles Elizondo Arias nació el 10 de junio de 1991 en San Isidro de El General (sí, el mismo pueblo del portero del Real Madrid, Keylor Navas). Su mamá Yadira y todos tenían claro que era mujer, pero un error de inscripción posterior hizo que ella quedara en el Registro Civil en la casilla de “masculino”. Nunca fue importante para llevar una vida en una sociedad que, en la teoría, trata igual a mujeres y hombres, pero llegaría el día en que esa pequeña equivocación iba a resultar determinante.

El sábado 25 de julio de 2015, 24 años después, Jazmín perdería su condición de “soltero” y adoptaría la de “casado”, pues a las 3:08 de la tarde contrajo matrimonio con su novia Laura Isabel Florez-Estrada Pimentel en San José, la capital de Costa Rica. En el papel, un matrimonio civil más. En la realidad, el primer matrimonio legal entre dos mujeres en Centroamérica, un logro de carambola con un importante significado en la causa por la aprobación de la equiparación de derechos civiles para la población homosexual.

De esto se enteró Costa Rica este miércoles por publicaciones periodísticas. El matrimonio fue celebrado por el abogado Marco Castillo, uno de los principales activistas por el reconocimiento de las uniones civiles entre parejas del mismo sexo en Costa Rica. “Una cosa es como las personas nacen y otra es la identidad de género. Ella tiene identidad de género femenina y orientación sexual lesbiana; entonces podía casarse. Ante el Estado, ella es hombre y todo está en regla”, explicó el abogado, aunque dos horas después el Registro Civil anunció que intentará hacer que se declare nulo este matrimonio.

En lo visible, fue una unión civil como cualquier otra, recuerda. La joven actriz de 24 años y su novia Laura, una chef española-peruana de 28 años, se vistieron elegantes pero nada de vestidos de novia ni cosa parecida. Había familiares y amigos, una comida después y ninguna bandera del ‘orgullo gay’ ni señal alguna de activismo, al menos visible. La trascendencia, sin embargo, era innegable y no era casual que Castillo fuera el celebrante. “Es un paso político importante porque se ve que los derechos no deben estar condicionados por la identidad de género. Esto tiene que provocar que la gente vea estas cuestiones como algo natural”, añade el abogado.

En la católica Costa Rica, como en toda Centroamérica, están prohibidos en la ley el matrimonio y las uniones civiles del mismo sexo, pese a un fuerte cabildeo de colectivos y algunos sectores políticos. Sí se registran pequeñas aperturas como el otorgamiento del seguro social familias, además de intentos puntuales de aprovechar portillos legales para poder inscribir parejas del mismo sexo.

En el trajín de este mediodía su restaurante vegetariano, en el sofisticado barrio Escalante de San José, Laura lo explica sin rodeos, a la española: “Jaz es legalmente hombre y biológicamente mujer. Aprovechamos ese error. Nos casamos en una ceremonia simbólica en junio y por ley en julio, pero hasta ahora lo revelamos porque tardó en salir inscrito el matrimonio, por ser yo extranjera. Entraba todos los días a revisar y ya, estamos bien casadas”, cuenta Laura, hermana del excandidato presidencial José María Villalta, de Frente Amplio (izquierda).

A su lado, Jaz sonríe y relata los antecedentes. “Vengo de una familia conservadora de una zona… bueno, con un conservadurismo terrible. Para mí no fue fácil aceptar mi identidad sexual, aunque desde la adolescencia hay cosas que a una le indican algo. En la universidad conocí a Lalay y sentí lo que nunca antes”. Su cédula indica que esa varón y nunca fue importante, hasta ahora. Allegados del movimiento pro derechos LGBTI le hicieron ver el trillo legal y por ahí an pasado. Ahora son matrimonio. “No sé si es el destino o qué, pero me parece fabuloso”. Y vuelve a reír.

Denunciado una médico por decir que ser lesbiana “es anormal”

María Eugenia Gieco, una mujer de 33 años, ha presentado una reclamación en un centro de salud de Alicante contra su médico de cabecera, una doctora que, según la denunciante, calificó de “anormal” su condición de lesbiana. En su denuncia, la paciente asegura que la profesional que sustituía a su médico de cabecera habitual le dijo textualmente “no es por meterme contigo, pero sabes que ser homosexual no es normal, si lo normal es ser heterosexual, y es por eso que vosotras tenéis más enfermedades”.Según su relato, la denunciante acudió el pasado lunes 26 de octubre por la mañana al Centro de Salud Hospital Provincial de la calle Doctor Sapena, en el barrio del Pla. Tras solicitar a la médico, a la que no conocía, que le proporcionara una cita para acudir al ginecólogo, reveló su orientación sexual mientras le daba cuenta de su historial médico. Fue cuando escuchó las afirmaciones de la doctora por las que afirma haberse sentido “discriminada y atacada”.Ante ese trato que considera “vejatorio”, y sin deseo de entablar una discusión, rogó que le fuera devuelta su tarjeta sanitaria y solicitó la hoja de reclamaciones en el Servicio de Atención al Paciente para pedir el cambio de médico y una reunión con la coordinadora del Centro de Salud, que según le ha sido notificado tendrá lugar el próximo 5 de noviembre.Maria Eugenia Giego, italoargentina con quince años de residencia en España, asegura que “nunca en mi vida me faltaron al respeto de ese modo, es la primera vez” y añade que el principal objetivo de su denuncia es impedir que hechos como el relatado “le ocurran a una chica de 18 años que no tiene ninguna razón para ser tratada de ese modo debido a su orientación sexual”. La paciente ha trasladado los hechos al colectivo Diversitat, entidad sin ánimo de lucro que trabaja por los Derechos y la defensa de las personas Lesbianas, Gays, Trans y Bisexuales (LGTB), con el fin de que sus servicios jurídicos estudien posibles medidas adicionales.La joven también se ha puesto en contacto a través de la red social Facebook con la concejal de Juventud del Ayuntamiento de Alicante, Marisol Moreno, quien ha hecho pública su condena por “el presunto trato recibido por María Eugenia Gieco” y ha denunciado “la falta de sensibilidad por parte de la administración, que no tiene en cuenta la formación de los profesionales médicos en materia LGTBI”. La concejala asegura que “se da la circunstancia de que el colectivo de lesbianas es el grupo menos afectado por Enfermedades de Transmisión Sexual”.

Una lesbiana denuncia a su médico por definir su condición como ‘anormal’

Denuncia pública de María Eugenia Gieco en la página web del colectivo LGTBI de Alicante, Diversitat. E.M.

Denuncia pública de María Eugenia Gieco en la página web del colectivo LGTBI de Alicante, Diversitat. E.M.

María Eugenia Gieco, de 33 años de edad, acudió a su médico de cabecera hace unas semanas para solicitar una consulta con el ginecólogo. La doctora había reemplazado hacía poco a su médico habitual en el centro de salud de Alicante que esta paciente tiene asignado. Durante la conversación, en la que solicitaba un volante para revisar un problema ginecológico que tiene desde la infancia, María Eugenia le comentó a su médico que es lesbiana. Según explica, la doctora le espetó: “¿sabes que ser homosexual es anormal, verdad?” y añadió que “esa es la razón por la que tenéis muchas más enfermedades relacionadas con ser lesbianas, al ser un hecho anómalo”.

Según ha explicado a EL MUNDO la denunciante, “su respuesta me dejó absolutamente bloqueada porque no esperaba esta contestación por parte de un médico, alguien que supuestamente es una profesional y a quien yo expliqué un aspecto de mi intimidad que, además, no tiene nada que ver con el motivo por el que yo deseaba concertar la cita con el ginecólogo, ya que se trata de un problema que tuve de pequeña“.

Tras la respuesta recibida, la afectada pidió a su médico que le devolviera la tarjeta sanitaria. “Lo único que pude decirle fue: ‘te ahorro un turno’. Me sentí absolutamente impotente y no pude evitar llorar“, comenta. Posteriormente se dirigió al mostrador del centro de salud e interpuso su reclamación a la coordinadora, solicitando un cambio de médico.

La mujer, además de poner la denuncia en Atención al Paciente del Centro de Salud del casco urbano y solicitar el cambio de médico, ha puesto la pertinente queja en Diversitat, para su posterior tramitación por los servicios jurídicos de la entidad sin ánimo de lucro que trabaja por los Derechos y la defensa de la personas Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (LGTB). “He querido seguir el proceso legal y por eso, una vez interpuesta la queja, acudí a Diversitat para solicitar asesoramiento y ver qué hacemos”.

María Eugenia Gieco añade que decidió hacer pública la situación e interponer esta denuncia por la repercusión que la actitud de este médico pueda tener sobre personas más jóvenes o que tengan dudas sobre su sexualidad. “En cierta manera,yo tengo 33 años y estoy segura de quién soy y de mi sexualidad. Pero imagina si lo mismo que me dijo a mí se lo suelta a una chiquilla de 18 años o a alguien que acuda con sus padres o que albergue dudas. Un comentario así la machaca“, apunta.

Trato vejatorio

La concejala de Juventud en el Ayuntamiento de Alicante, Marisol Moreno, ha condenado el presunto trato recibido por María Eugenia Gieco, un trato que ha calificado de “vejatorio” .

La edil denuncia la “falta de sensibilidad por parte de la administración, que no tiene en cuenta la formación de los profesionales médicos en materia LGTBI”. Añade que, “se da la circunstancia de que el colectivo de lesbianas es el grupo menos afectado por Enfermedades de Transmisión Sexuales”.

Reclamación en el centro de salud. E.M.

Reclamación en el centro de salud. E.M.

Tolerancia cero en los colegios a burlas como ‘maricón’ o ‘bollera’

Dos de los alumnos que inauguraron hace diez años la primera tutoría LGTB en un instituto de enseñanza en España.

Dos de los alumnos que inauguraron hace diez años la primera tutoría LGTB en un instituto de enseñanza en España.

La homofobia y la transfobia constituyen “el principal motivo para el insulto, la burla y el rechazo en los centros educativos”. Así de contundentes se muestran los autores del diseño de un nuevo protocolo con el que se busca erradicar el acoso homofóbico en las aulas, que ha sido presentado este lunes por el Instituto de la Mujer. El objetivo final es que en los colegios haya tolerancia cero a los insultos despectivos como “maricón”, “bollera”, “travelo” o “marimacho”. En el prólogo de este plan para una educación libre de acoso homofóbico, la presidenta del Instituto de la Mujer y para la Igualdad, Rosa Urbón, tacha de “preocupante” la incidencia del acoso escolar por motivos de orientación e identidad sexual. La presidenta también reconoce que se trata de “un fenómeno complejo que no se conoce bien y, por ello, no es fácil que aflore”.

Las estadísticas que manejan los expertos desvelan que tres de cada cuatro jóvenes españoles, el 75%, han sido testigos de agresiones de este tipo en sus centros educativos. Y un 6,4% han presenciado “palizas” contra lesbianas, gays, bisexuales o transexuales. Además, el acoso escolar por motivos de homofobia o transfobia está demostrado que no solo afecta al sufrimiento de las personas jóvenes que los padecen, sino que afecta también “a su desarrollo vital posterior”. El 43% de los jóvenes de 12 a 25 años que han sufrido acoso han pensado en suicidarse. El 17% lo han intentado. El estudio que acompaña a la batería de medidas destinadas a asesorar a los alumnos, al equipo docente y a las familias en el reconocimiento de la diversidad sexual advierte de que la principal dificultad de este tipo de acoso es su “invisibilización”. Es un tipo de acoso que cuando se produce “mayoritariamente no se denuncia por no revelar abiertamente la orientación sexual o la identidad de género”, recuerdan los expertos. En el fondo esto ocurre “por miedo al rechazo”, añaden. El protocolo que se plantea para uso de los centros educativos persigue detectar los primeros indicios de acoso homofóbico, investigarlos y usar esos incidentes también como ejemplos para mejorar la educación en diversidad sexual. Entre otras acciones propone crear asambleas de convivencia de los alumnos e invitar a personas adultas abiertamente gays a contar sus experiencias vitales en las aulas.

Y un día Yoali recibió las disculpas de la escuela que la discriminó por lesbiana

Entrevista publicada por SIN ETIQUETAS

Yoalli recibió el mejor regalo de quince años que nunca imaginó desear. El día de ayer, las autoridades escolares se disculparon con ella, ante toda la población académica y alumnado, por los meses de discriminación y hostigamiento que le hicieron pasar por ser abiertamente lesbiana.

YOALLI

YOALLI

VER: A Yoalli la discriminaron por lesbiana en la escuela y esta es su batalla

En Sin Etiquetas ya te habíamos contado la historia de esta chica mexicana. Sin embargo, vamos a recordar el caso: desde octubre del año pasado a Yoalli la vigilaron, marginaron y acosaron sus profesores de escuela por órdenes directas de la, ahora, exdirectora del plantel donde cursaba el primero año de educación secundaria.

Al inició solamente le llamaron la atención por su forma de verse asegurando que su cabello (corto) no era apropiado para una chica por lo que debía dejárselo crecer o ponerse algo que la hiciera ver más “femenina”.

Después conforme inició una relación con una compañera empezaron a hacerle observaciones por su conducta al grado de llamar a sus padres para comentar la “situación”. Su madre y su padre ya estaban al tanto, con su apoyo total.

“¿Qué quiere decirme que mi hija es lesbiana? Ya lo sé”, eso le dijo mi mamá a la directora y me contó que sus ojos se quedaron como platos, comentó Yoalli.

Este hecho fue solo el inició de una serie de eventos de acoso que la llevaron a abandonar la escuela a causa del estrés que le generaban día con día.

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La seguían al baño o no la dejan ir hasta que no podía aguantar más. Amenazaron a sus (ex) novias, y le prohibieron acercarse a sus compañeras de forma “erótica” [cuando las abrazaba].

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Afortunadamente con todo el apoyo de su familia comenzó un proceso de denuncia ante el Consejo Nacional para Prevenir y Erradicar la Discriminación (CONAPRED), organismo donde se inició una investigación para determinar la veracidad de los hechos y la responsabilidad de las autoridades escolares.

Consiguieron que se le brindara una forma de recuperar el año perdido pero querían que la escuela reconociera los hechos. A casi medio año, esto se convirtió en realidad. La disculpa –que era supuestamente pública–se realizó en una ceremonia privada a la que no se permitió acceso a los medios.

Pese a esto, el hecho deja un precedente para dejar claro que este tipo de situaciones no pueden ni deben seguir pasando. Por ahora, la abogada que acompañó el proceso, Liliana Arias explicó que aún buscarán la sensibilización en diversidad sexual y no discriminación al personal de la escuela y el alumnado.

Yo ya me siento tranquilla, ya siento que esto se acabó (…) pero tuve suerte (porque) si esto me pasó aun teniendo el apoyo de mis papás alguien que no tenga el apoyo de sus papás o de alguien sería mucho más fuerte”, agregó Yoalli.

Al final decidió cambiar de escuela. Y comienza a pensar en estudios superiores como el Diseño Gráfico o de modas, ama el azul y la música. Es como cualquier adolescente y en sus palabras solo hace “lo que hacen todos los seres humanos: ser diversos”.

Quizá no haya sido la primera ocasión de acoso y discriminación en esa secundaria pero al menos ayer se constató que deberá ser la última. También es un llamado para que no ocurra en ninguna otra.

➸ ➸ En su anterior escuela su promedio era de cinco, actualmente es de nueve punto tres.

Las lesbianas a quienes negaron la reproducción asistida: ‘Hemos sufrido discriminación de Estado’

V. y T. unen sus manos formando un corazón. El matrimonio de mujeres homosexuales no quiere revelar su identidad

V. y T. unen sus manos formando un corazón. El matrimonio de mujeres homosexuales no quiere revelar su identidad. ANTONIO HEREDIA

Tania y Verónica viven entre adjetivos en mayúscula, «estamos desbordadas», «nos sentimos expuestas», «la orden ministerial es retrógada y debe ser derogada», «nuestro instinto es maternal, como el de tantas mujeres»…

Traen a la entrevista esa mezcla de festejo y vértigo que inyectan en el ánimo los acontecimientos históricos, sobre todo si uno los protagoniza. O una. O dos.

Porque ellas, que son pareja desde hace ocho años y que nunca fueron el centro más que de sí mismas, son las responsables de una sentencia pionera en España que condena a la Fundación Jiménez Díaz y a la Comunidad de Madrid por discriminarlas por razón de orientación sexual en un proceso de reproducción asistida. Son las causantes del fallo de un juzgado que abrirá a la maternidad a miles de lesbianas y de mujeres solas que podrán sortear una orden del Ministerio de Sanidad «discriminatoria» (lo dice la sentencia) que sólo permite esa fecundación de laboratorio a quienes hayan fracasado «tras un mínimo de 12 meses de coito vaginal» (lo dice la orden).O sea, con hombre de por medio.

Verónica y Tania. Nadie en su trabajo sabe quiénes son. Ningún vecino sospecha qué han conseguido. Ni un solo medio de comunicación ha podido hablar con ellas. Viven lejos del ruido de la historia que han creado. Tanto que nos piden que las llamemos Verónica y Tania aunque no se llaman así.

– ¿Por qué aceptáis esta entrevista y por qué no queréis que se os reconozca?

– Porque queremos contar qué nos pasó y cómo vivimos esta sentencia tan importante, no sólo para nosotras, sino para otras mujeres. Y queremos anonimato porque tenemos mucho que perder. Tenemos miedo a la discriminación que nunca vivimos, porque sabemos que eso ocurre, que aún existe la homofobia… Queremos intimidad porque hemos visto mucha oposición a esta sentencia.

Tania y Verónica van de la mano por la calle desde hace ocho años, y hace tres que se casaron «para poder filiar a nuestros hijos, para ser madres legales». Tan grande era su run run de maternidad, su idea de familia por hacer, que empezaron un proceso de reproducción asistida en una clínica privada «nada más volver de la luna de miel».

Pero al poco tiempo supieron que la Fundación Jiménez Díaz era uno de los pocos centros en España que ofrecía ese servicio dentro del sistema público de salud.

Así, en septiembre de 2014 Tania inició en ese hospital madrileño el primer ciclode su buena esperanza. «Estuvimos muy agradecidas a la Fundación, porque ofertaba un servicio que nos parecía insdiscutible, pero que muy pocos hospitales públicos daban. Hicimos el primer ciclo, no hubo resultados positivos y nos citaron para un segundo tratamiento, en marzo de 2015».

Sin embargo, por sorpresa, el hospital les convocó muchos meses antes. Verónica: «Nos citaron el 28 de noviembre de 2014. Íbamos muy contentas por el adelanto. Hacíamos hasta cuentas del posible nacimiento si todo salía bien. Pero en cuanto entramos, la doctora nos dijo que, según la orden ministerial que se acaba de aprobar, no podían atendernos más, que no cumplíamos los requisitos». Tania: «Me quedé seca. Estaba en shock. En mi vida había pasado tanta vergüenza. Pero enseguida todo eso se convirtió en enfado. No me podía creer que nos estuvieran discriminando por nuestra orientación sexual, que no incluye al hombre».

Tania y Verónica se sacudieron la cabeza y pidieron por escrito al hospital la readmisión en el proceso de fecundación. Sin suerte. «Nos dijeron que debido a la orden del Ministerio estábamos fuera. A nosotras, que íbamos abrazadas por la calle, que nos habíamos casado, que vivíamos en un país respetuoso, de repente, pum, un golpe, un paso atrás. Igual ese país no era tan así. Igual nos habíamos creído una cosa que no era».

Las dos llevan camisas de colores en este 6 de octubre lleno de verano en Madrid. La ventana está abierta y la calle ocurre ajena a esta charla de derechos recuperados. Ellas miran los apuntes que tomamos y beben agua. Se respetan los turnos de palabra y hasta hablan una de la otra. Como Verónica, que dice que en aquellos días de noviembre Tania era un enfado absoluto. «Le removía la homofobia, la discriminación, quería denunciar. Yo no me lo creía, sabía que era una discriminación clara, pero pensé que no podía ser, que era tan increíble que se solucionaría. Y por supuesto apoyé la denuncia».

Pero, pese al carpetazo del hospital, el sonido de la maternidad seguía tarareándoles las tripas. Verónica: «Nos fuimos a una clínica privada porque no estábamos dispuestas a perder la ocasión de ser madres.El tiempo apremiaba». Tania: «Yo tenía 39 años y había que correr».

La vida de las dos se multiplicó en dos: el proceso de fertilización en la clínica privada y el proceso judicial contra la Administración Pública. Women’s Link Worldwide asumió la demanda de las dos mujeres y llevó a juicio a tres instituciones: la Fundación Jiménez Díaz, la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Sanidad.

El fallo del Juzgado de lo Social Número 18 de Madrid afirma que la interrupción del tratamiento «agravó el daño» psicológico de Tania. ¿Por qué? «Yo había estado en una psicóloga anteriormente porque me costaba aceptar que siento lo que siento. Mi entorno me repetía que yo no era diferente por querer a una mujer. Y esa expulsión del hospital me hizo volver al punto de partida: sí, eres diferente. Así que volví a la psicóloga. Fue duro. Y lo sigue siendo».

Meses después de la exclusión, en abril de este año, el hospital volvió a dar lasorpresa. Tania: «Un día recibí un mensaje en el móvil con una cita para mayo. Fui yo sola porque Verónica tenía trabajo. Yo iba muy preocupada y muy alucinada. No sabía por qué nos llamaban. La doctora me dijo que mientras se resolvía el tema con la Comunidad de Madrid, el hospital estaba llamando a todas las personas a las que había excluido del tratamiento. Habían pasado como cinco o seis meses desde la interrupción y volvimos al proceso. Estoy segura de que nos llamaron por la denuncia. Eso influyó. Seguro».

A veces se asienten y a veces se matizan. Verónica parece más informativa y Tania más reservada. «Es que te calientas y lo cuentas todo», suelta entre risas.

Durante mayo y junio de este año, Tania fue sometida a un segundo ciclo de fecundidad en la Jiménez Díaz. Tampoco hubo embarazo.

Pero, mientras, el embrión de la Justicia siguió creciendo y a mediados de septiembre todas las partes fueron a juicio. Y ahora, en este octubre de historia para ellas y tantas como ellas, nació una sentencia. Tania: «Nos calma que la sentencia nos dé la razón. Nosotras, que estuvimos siete años sin un solo ataque homófobo, de repente sufrimos una discriminación institucional, una discriminación de Estado. Y por fin un tribunal lo reconocía». Verónica: «Esa orden ministerial nos ofende. Es retrógada, obsoleta, anticuada, discriminatoria… Si ya hay distintos modelos de familia, no puede ser que haya algo que retrase tanto la Historia. Entiendo que es difícil de aceptar, pero para los homosexuales la reproducción sólo puede ser asistida. Es así. Y con esa orden, esa necesidad no está cubierta. Hay que derogar esa orden, el Ministerio tiene que eliminarla ya».

Es la orden de la infertilidad del «coito vaginal» como requisito para la reproducción asistida. Tania: «Parece que nuestra opción es un capricho, un antojo. Pero yo tengo el mismo instinto maternal que cualquier mujer heterosexual…». «… Y nuestra infertilidad viene de no acostarnos con hombres. Por eso debemos tener el mismo derecho que las mujeres que sí lo hacen», remata Verónica. Y vuelve Tania: «La gente es tolerante, pero tienes que andar justificando por qué reclamas ese derecho…». «… Porque además afecta a laSeguridad Social y la pagamos todos. Por eso hay más oposición», vuelve a coronar Verónica.

– ¿Qué será esta sentencia?

Verónica: «La sentencia va a ser la bomba. Es una satisfacción personal y colectiva, porque esperamos que sensibilice a la población y llegue a los políticos, que mueva conciencias para cambiar algo injusto». Tania: «Todo esto no está siendo fácil ; a mí me da bochorno, un poco de corte. Yo nunca había estado en un juicio. Me siento expuesta. Yo no quiero ser abanderada de nada, me gusta la intimidad. Todo esto me desborda».

Tania nos dice que está nerviosa por el texto que ustedes están leyendo, que nunca ha salido en un periódico y que tiene miedo a la homofobia de salón, a esa gente que no entiende la homosexualidad y se pone agresiva. Y en eso Verónica nos mira y le dice al cuaderno: «Sabemos que hay insultos e intolerancias. Incluso políticos que hacen leyes que discriminan. A mí me gustaría sentar a esa gente frente a mí para hablar. No de mal rollo. Yo me siento con ellos y se lo cuento».

Vulnerado el derecho fundamental de dos lesbianas a su reproducción asistida

Fundación Jiménez Díaz de Madrid

Fundación Jiménez Díaz de Madrid. SERGIO GONZÁLEZ

El hospital Fundación Jiménez Díaz y la Comunidad de Madrid han sido condenados por “vulnerar el derecho” de dos lesbianas “a no ser discriminadas por su orientación sexual” en un proceso de reproducción asistida. Y aunque ambos organismos interrumpieron el tratamiento basados en una orden ministerial que impide el acceso a estas técnicas a mujeres solas o lesbianas (sólo se permitirá la fecundación médica a quienes no se hayan quedado embarazadas tras un año de “coito vaginal”, es decir, con un hombre) y luego lo retomaron, el Ministerio de Sanidad ha sido absuelto. ¿Por qué? Porque el Ministerio “no tiene competencias en la prestación sanitaria”.

Lo cuenta todo una sentencia del Juzgado de lo Social Número 18 de Madrid, que estima parcialmente la demanda de la organización Women’s Link Worldwide y que habla de “daños morales y patrimoniales”, “vulneración de un derecho fundamental” y discriminación, aunque “escasa en el tiempo”, porque la mujer “tenía derecho a seguir sometida a tratamiento”.

La Fundación Jiménez Díaz ya ha anunciado que va a recurrir la sentencia “porque se limitó a aplicar una norma estatal vigente” y porque, como reconoce el fallo judicial, “no existió voluntad de discriminación”.

Mientras, el Ministerio se ha limitado a decir que “respeta” la decisión de la juez y, al menos de momento, no tiene intención de modificar la polémica orden llevada por el equipo de la entonces ministra Ana Mato al Consejo Interterritorial de Sanidad, que la aprobó tiempo antes.

La sentencia, que penaliza a la Fundación Jiménez Díaz, por la responsabilidad de la violación del derecho fundamental a la no discriminación y a la Consejería de Sanidad madrileña como responsable de la prestación de la asistencia sanitaria,es pionera en España. Es la primera vez que un tribunal condena a una institución por la orden ministerial de noviembre de 2014, un texto señalado como discriminatorio por muchos colectivos y partidos políticos durante el último año y ahora por los jueces. Tanto el hospital como la Consejería deberán indemnizar a la mujer de la pareja que se sometió a los tratamientos con 4.875 euros por el “agravamiento” del daño psicológico que le produjo el retraso de la atención sanitaria de fecundación y el patrimonial, derivado de los gastos que tuvo en una clínica privada a la que acudió “para evitar dilaciones”.

El tuétano de la cuestión estriba en la prioridad que el centro sanitario y la Administración autonómica dieron a una orden ministerial sobre una ley. La juez señala que la Ley 14/2006 sobre Técnicas de Reproducción Asistida, donde se establece el derecho a los tratamientos de reproducción asistida, “con independencia de su estado civil y orientación sexual”, es de rango superior a la Orden Ministerial y por lo tanto, según la sentencia, “las normas de rango inferior que se dicten no pueden ir en contra de lo dispuesto en la Ley, se deben aplicar las normas según la jerarquía normativa.”

La Orden Ministerial 2065/2014 publicada el 31 de octubre de 2014 y que el Ministerio de Sanidad distribuyó a las comunidades autónomas para su aplicación, excluye de los tratamientos de reproducción asistida a todas las mujeres sin una pareja masculina: “Ausencia de consecución de embarazo tras un mínimo de 12 meses de relaciones sexuales con coito vaginal sin empleo de métodos anticonceptivos”. Para la juez, “al tener una relación afectiva con otra mujer, este hecho es imposible y se la discrimina por su condición sexual”. Por eso condena a la Fundación, “que debió interpretar la norma de acuerdo con la Ley” y a la Comunidad de Madrid, que es “responsable de la prestación sanitaria y la concertó con la Fundación”.

La historia de Verónica y Tania (nombres no verdaderos por su expreso deseo de preservación de la intimidad) arranca en abril de 2014, cuando una de ellas inició un tratamiento de reproducción asistida, continuado después en julio con otro de fecundación in vitro. Ese primer ciclo se cerró tras comprobar que no existían embriones que transferir.

La Fundación Jiménez Díaz citó a la mujer para marzo de 2015 con la intención de iniciar un segundo ciclo. Sin embargo, el propio hospital adelantó muchos meses la cita y en noviembre de 2014 llamó a la pareja para comunicarle oralmente que no podría iniciar el segundo ciclo por la aprobación de la orden ministerial.

Unos días después, en diciembre de 2014, las dos mujeres presentaron una reclamación por escrito en la que pidieron la continuación del tratamiento, la explicación de la negativa del centro y la entrega del expediente médico.

En enero de 2015 la Fundación les comunicó por carta, tanto a ellas como a otros pacientes, la imposibilidad de la continuación del tratamiento debido a la vigencia de la orden del Gobierno central.

Para “evitar dilaciones” en el proceso de fecundación, la mujer acudió a una clínica privada de Valencia, donde se sometió a pruebas de fertilidad e intervenciones quirúrgicas en enero, marzo y abril de este año, según refleja la sentencia.

En abril, la Fundación llamó a la mujer y le dijo que aun “a la espera de instrucciones por parte de la Comunidad de Madrid” la citaba para el 13 de mayo, un movimiento que repitió con otros casos. A partir de ahí, la mujer fue readmitida en el tratamiento, que, aunque no provocó embarazo, sí “mejoró la calidad del embrión”.

La sentencia sostiene que la Fundación no tuvo voluntad de discriminar por orientación sexual a la mujer, pero “de hecho se produjo esa discriminación”. Si bien, “escasa en el tiempo”, según la juez. Es decir, entre finales de noviembre de 2014, fecha en que se le comunica que no seguirá en tratamiento, hasta finales de abril de 2015, cuando se le dice a la mujer que podrá ser sometida al segundo ciclo unos días después. El fallo también afirma que no hubo mala fe en el hospital porque se informó rápidamente a la pareja (se adelantó el ‘no’ de marzo de 2015 a noviembre de 2014).

La Fundación Jiménez Díaz asegura que aun estando a la espera de instrucciones de la Comunidad de Madrid, se citó a la mujer para un segundo ciclo “por el beneficio de la paciente” y que sigue “pendiente de otro tratamiento”. Además, subraya que atiende “al margen de la condición sexual” de los pacientes y que lo hace “con el máximo respeto a la legalidad vigente”.

“Aunque la Fundación Jiménez Díaz había reiniciado nuestro tratamiento, decidimos seguir adelante con la demanda para que se reconociera la discriminación que sufrimos nosotras y para evitar que otras mujeres pasen por situaciones semejantes” han dicho Verónica y Tania al conocer la sentencia.

“Esta decisión sienta un gran precedente judicial porque es clara en afirmar que se debe interpretar siempre la norma de acuerdo con la ley de rango superior, y supone, además, una victoria para todas las mujeres que quieren acceder a este tipo de tratamientos de reproducción asistida, sin importar si tienen pareja masculina y sin importar su lugar de residencia” señala Glenys de Jesús, Directora Legal de Women’s Link , la ONG que llevó el caso a los tribunales, y añade “si bien la jueza no puede condenar al Ministerio de Sanidad, el espíritu de la sentencia no deja lugar a dudas sobre la necesidad de derogar o no tener en cuenta una ley de rango inferior que además es claramente discriminatoria”.

Condena por negar la inseminación a una pareja de mujeres

Una juez impone una sanción a la Comunidad de Madrid y a la Fundación Jiménez Díaz por vulnerar el derecho fundamental de la pareja a no ser discriminada

El juzgado de lo Social número 18 de Madrid ha condenado a la Consejería de Sanidad de Madrid y a la Fundación Jiménez Díaz por haberle interrumpido a una de las mujeres de una pareja de lesbianas el tratamiento de reproducción asistida al que estaba siendo sometida. El tribunal considera vulnerado el derecho fundamental de la pareja a no ser discriminada por su orientación sexual. Según la sentencia, que ha adelantado la Cadena Ser, la Comunidad de Madrid y el hospital tendrán que pagarles una indemnización de casi 5.000 euros por los daños morales y económicos que les causó.

La ahora exministra Ana Mato dictó en octubre de 2014 una orden ministerial que excluye a las mujeres solas y a las lesbianas de estas terapias de fertilidad financiadas de forma gratuita por la sanidad pública.

La mujer comenzó el tratamiento en la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, y se sometió a un ciclo que no había logrado el embarazo. Un mes después de la publicación en el BOE de la orden ministerial de octubre de 2014 que desarrollaba el decreto de recortes sanitarios de 2012, las mujeres fueron informadas en el centro sanitario de que quedaban excluidas del programa de reproducción asistida. Tras sus quejas y la presentación de la demanda, en mayo de 2015 la clínica les informó de que reevaluaría todos los casos, con lo que están de nuevo en tratamiento.

Según la agencia EFE, la sentencia explica que la demandante se siente discriminada por la orden ministerial.

Para la jueza como no puede establecerse discriminación sexual por razones de la orientación sexual la mujer tenía derecho a seguir sometida al tratamiento.

Precisa que “no existía voluntad por la Fundación Jiménez Díaz de proceder a discriminarla por su orientación sexual pero de hecho se produjo esa discriminación, que cesó en abril de 2015 cuando la llamó igual que a otras personas a las que por distintos motivos se les había comunicado que estaban excluidas por aplicación de la orden”.

La magistrada aclara que la ley sobre técnicas de reproducción asistida establece el derecho a la asistencia de la misma con independencia de la orientación sexual y añade que las normas de rango inferior —como es una orden ministerial— no pueden ir contra lo dispuesto en aquella.

Las limitaciones a la prestación de la reproducción asistida derivan del real decreto de abril de 2012 que se dictó para recortar 7.000 millones en el gasto sanitario público. El texto restringía el acceso a estas técnicas a “aquellas personas con imposibilidad de conseguirlo [el embarazo] de forma natural”. Y se especificaba que esto podía deberse a “un trastorno documentado de la capacidad reproductiva” o a “ausencia de consecución de embarazo tras un mínimo 12 meses de relaciones sexuales con coito vaginal sin empleo de métodos anticonceptivos”. Con ello dejaba fuera a mujeres solas que quisieran inseminarse, o a parejas de lesbianas que desearan ser madres, ya que se les exigía haber mantenido coitos vaginales (por tanto, con un hombre).