Manifestación en Madrid contra el matrimonio igualitario, “la degeneración y la charanga”

 

 

 

Por la familia natural contra el matrimonio homosexual

mani fascista contra orgullo madrid

Mientras Madrid ultima los detalles para que nada falle en la manifestación del Orgullo LGBTque arranca esta tarde a partir de las seis y media, a la par, se ha convocado un evento teñido de homofobia y autorizado por el Partido Popular. Y es que la Delegada del Gobierno Concepción Dancausa, ha autorizado una concentración del grupo ultraderechista La España en Marcha bajo el lema “Por la familia tradicional, contra el matrimonio homosexual”. 

La concentración se ha desarrollado este mediodía en la Plaza de Chamberí, cerca a Chueca, epicentro del movimiento LGBT en Madrid. Entre otros, el encuentro ha sido promovido por La Falange, quien en Twitter ha definido esta manifestación como un “acto a favor de la familia natural y en contra de la degeneración y la charanga que se vivirá hoy”. Entre los manifestantes, que también pertenecían a Alianza Nacional y Nudo Patriota y que por las fotos compartidas no parecían ser numerosos, había banderas con simbología franquista.

Homofobia y banderas franquistas: el bochornoso espectáculo que el PP permite el día del Orgullo

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La extrema derecha carga contra los homosexuales bajo el pretexto de defender a las “familias normales”

Manifestación de La España en Marcha contra los homosexuales

Manifestación de La España en Marcha contra los homosexuales. Foto: Twitter (@logela)

La delegada del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Concepción Dancausa, ha autorizado este sábado una concentración del grupo ultraderechista La España en Marcha (plataforma ultraderechista compuesta por La Falange, Nudo Patriota Español, Alianza Nacional, Movimiento Católico Español y Democracia Nacional)  bajo el lema “Por la familia tradicional, contra el matrimonio homosexual”.

Capital del Orgullo
El acto se ha celebrado este mediodía en la céntrica Plaza de Chamberí, ubicada relativamente cerca del barrio de Chueca, donde durante todo el fin de semana pasaran miles de turistas y ciudadanos para celebrar el día del Orgullo Gay.

Bochornoso espectáculo
Las redes sociales se han hecho eco de esta manifestación convocada por la extrema derecha y autorizada por la Delegación del Gobierno en la que se han exhibido banderas franquistas y se ha cargado contra los homosexuales bajo el pretexto de defender a las “familias normales”.

Doble rasero
Sin duda, sorprende que la sustituta de Cristina Cifuentes al frente de la Delegación del Gobierno permita esta marcha contradiciendo los argumentos que desde el Partido Popular siempre han esgrimido para prohibir actos como la manifestación atea que colectivos ateos pretenden realizar cada Jueves Santo en Madrid. Una prohibición que se defiende bajo el siguiente argumento: “La fecha, lugar y hora elegidos por los convocantes, aunque manifiestan en principio una finalidad lícita, lo cierto es que pretenden realizar la manifestación un día de especial significación para los católicos, en el mismo lugar y horario en que se van a celebrar diversos actos religiosos, lo cual pone de manifiesto, cuanto menos, una evidente voluntad de provocación”.

Pol Galofre: Abrazar lo trans

BARCELONES.COM

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“Para mí el feminismo era algo que estaba allí, pero a lo que no me había aproximado mucho. Cuando entré en la universidad me apunté a una asociación LGBT, y a raíz de eso empecé a leer, a aprender, a investigar sobre teoría feminista y entender que era allí donde a mí me gustaba moverme y que los discursos que estábamos teniendo en tanto que trans y LGTB si no estaban cruzados con el feminismo no me interesaban. Entendí que las luchas por la despatologización de lo trans, el cuestionamiento del sistema sexo género, tenían que ir vinculados a la lucha feminista y que las conexiones que teníamos que establecer debían ir en ese sentido.”

Pol Galofre (Barcelona, 1987) es uno de los impulsores de Cultura Trans, un proyecto que nació en 2011 de la mano de algunos de los organizadores de la manifestación Trans en Barcelona -desde el año 2009, cada mes de octubre, la Campaña STP convoca un Día Internacional de Acción por la Despatologización Trans con manifestaciones y actividades en diversas ciudades-. “Nos dimos cuenta de que una parte del activismo que estábamos haciendo no iba más allá, de que nos estamos quedando en un círculo muy cerrado. Decidimos empezar un proyecto diferente, más centrado en la cultura, muy político, con la intención de visibilizar y generar otros referentes entorno a lo trans que no fueran excluyentes, y de trabajar para mejorar las expectativas de vida de las personas que se identifican como trans.” “Estamos muy vinculados al movimiento feminista, y esto nos aporta mucho. De hecho, la sede principal de ‘Cultura Trans’ es La Bonne –Centre de Cultura de dones Francesca Bonnemaison-. Porque creemos que es un lugar interesante desde donde trabajar.” Aunque añade que “procuramos movernos bastante de sitio por Barcelona, porque cambiar es una forma de cambiar de público y llegar a más gente”.

“Ahora somos principalmente Miquel Missé y yo, pero en cada proyecto tenemos gente alrededor que nos ayuda.” Y los proyectos que menciona son muchos y muy variados. Desde las jornadas más académicas, para generar pensamiento, que se organizan en octubre coincidiendo con la campaña STP, hasta presentaciones de libros, talleres, espectáculos, exposiciones de fotos o ciclos de cine. Sin ir más lejos, acaba de empezar una nueva edición del Fire!! -la muestra de cine LGBT del Casal Lambda- en el que por tercera vez colaboran programando la sección “pantalla trans” y a lo largo de todo el curso ha tenido lugar en el Zum Zeig el ciclo de cine Open, para el cual han programado una película LGBT por semana.

También están enfrascados en la edición de un libro sobre políticas trans, que editarán con Egales. “Es un libro de traducciones de artículos de pensadores trans desde los años 70 hasta ahora, de Estados Unidos, donde los estudios trans son una rama concreta de los estudios de género. Hemos seleccionado diversos artículos que podrían considerarse fundacionales de los estudios trans, o que nos han parecido interesantes.” Para las traducciones, decidieron contar en la medida de lo posible con personas trans “contactamos con personas trans que hubieran traducido alguna vez, que supieran inglés o que escribieran bien en castellano… Luego, María Teresa Rojas se ha encargado de la corrección y de unificar los textos.”

Pero el acto central de ‘Cultura Trans’ es probablemente el ‘Trans Art Cabaret’, que se celebra este sábado, 4 de julio en Sala Hiroshima. “Es una forma de retomar la tradición de cabaret que tenía lo trans en Barcelona, y al mismo tiempo darle una vuelta, dar la posibilidad a personas trans de la ciudad y del mundo que están haciendo cosas artísticas de ponerlo en el escenario. Gente amateur que quizá no da el último paso en parte porque es una persona trans, de repente tiene un espacio allí.” La cosa empezó invitando a gente conocida, pero ha ido más allá: “estamos todo el año con los ojos y las orejas puestos, y cuando encontramos alguna persona trans que hace algo, pensamos al instante en el cabaret. A raíz de hacerlo hay algunos artistas que se han afianzado, por ejemplo Miryam Mariblanca que participa en el trans art cabaret desde el principio, es maravillosa, a la gente le encanta y ella está encantada de seguir viniendo. Además, siempre intentamos llevar a alguien de fuera, y al final acaba siendo algo grande. En este cabaret también se representará una parte de Limbo, que es una obra de teatro en la que participamos, de L’Era de les Impuxibles, con Clara Peya, una de las presentadoras del Cabaret.”

Comentamos la ocurrencia de celebrarlo precisamente en el Paral.lel, el lugar de tradición trans cabaretera por excelencia de Barcelona. “Me parece interesante hacer esta conexión porque pienso que el sistema es muy inteligente y se autorregula, y hay una parte de las luchas gays y trans que acaban siendo aceptadas porque son en cierta manera fagocitadas por el sistema: ‘te acepto como gay, siempre que te cases y seas normal, pero los que tienen pluma y tienen una vida rara, eso me parece mal’. Y con lo trans, creo que hay también un poco de esto. Ahora hay bastante aceptación de lo trans, siempre que transites dentro de la norma, que hagas del cambio entero, que te conviertas en un ‘hombre de verdad’, en una ‘mujer de verdad’, y que dejes atrás esta parte esperpéntica, que conecta con el drag queen, con el travestismo… así que esta conexión con el cabaret también es una forma de reivindicar esta posibilidad de ser marginal y esperpéntico, reivindicar que esto es de donde venimos y que es algo a lo que no le tenemos que dar la espalda.”

Ahondamos en esta idea de ‘haber nacido en el cuerpo equivocado’ con la que a menudo se asocia lo trans, una idea que no cuestiona el binarismo hombre/mujer y que en algunos casos puede implicar el rechazo a las expresiones de género no normativas o incluso a la homosexualidad. “Aquí entramos en terreno pantanoso, pero creo que el problema con estos discursos de ‘hoy he vuelto a nacer, he nacido en el cuerpo equivocado, he tenido un problema y me lo han arreglado’, es el rechazo que generas hacia tú mismo y hacia tu historia. Yo creo que el tránsito es algo que va contigo toda la vida, y que si cada vez que alguien te lo recuerda (porque te lo recordarán) eso genera un rechazo en ti muy fuerte, quizá no es el camino que deberíamos seguir, ¿por qué no podemos trabajar para abrazar este tránsito, para abrazar el hecho trans, y para intentar entender y vivir los cuerpos trans de una forma diferente, en lugar de ir hacia esta extinción de lo trans? Esta idea de que si la operación al final es perfecta, ya no quedará ningún rastro del tránsito en ti. Pues no, claro que quedarán rastros, porque has hecho este tránsito y forma parte de tu vida. A veces parece que la medicina nos ha de llevar la panacea, y quizá no. Quizá ese no debería ser el camino.”

Uno de los temas más polémicos actualmente en este ámbito es el de la transexualidad en la infancia: “Creo que cuando se tienen expresiones de género no normativas en la infancia se tiene que permitir desarrollarlas, probar y experimentar, y que sepan que pueden ser y hacer lo que quieran cuando sean mayores, obviamente, pero hay un punto complicado… yo estoy muy orgulloso de quien he sido y creo que el chico trans que soy ahora, es en gran parte porque he tenido una sociabilización femenina, y esto no lo cambiaría por nada. Es lo que me ha hecho ser feminista, tener la visión que tengo del mundo y la masculinidad que tengo ahora. Si cuando con 5 años decía que quería ser un niño me hubieran hecho caso, ¿qué tipo de hombre sería hoy en día? Quizá, si me viera ahora, no me gustaría nada a mí mismo.” Además, añade “he comparado historias de infancia con compañeras lesbianas muy ‘butch’, y nuestros relatos de vida, y nuestras sensaciones de pequeñas son muy similares, prácticamente calcadas, y hay un punto en esta historia en el que yo cojo un camino y ellas cogen otro. Entonces, hay psiquiatras y padres que les cambian el género a sus hijos porque dicen que en algunos casos está muy claro y hay riesgo de que se autolesionen. Está claro que se les tiene que dar espacio para ser lo que quieran ser, pero siempre teniendo en cuenta que quizá después esta persona no transita, y que esto tiene que ser una posibilidad. Podría pasar que de los 5 a los 10 años vives en masculino, y tus padres lo han cambiado todo, y de repente quizá llega la adolescencia y decides cambiar. Y esta posibilidad creo que no está planteada.”

Sobre la cuestión de si es un tema candente especialmente en los Estados Unidos, opina que “Estados unidos tiene una gran colonización cultural y mediática en todo el mundo, pero aquí también está pasando, no es una realidad que nos sea ajena.” Me habla, por ejemplo del documental de TVE ‘El sexo sentido’, y de asociaciones como Chrysallis, de padres de niñxs y adolescentes transexuales, o el Grupo Familias de Trans .

Pol Galofré escribió un artículo en la revista Píkara muy revelador sobre cómo cambiaron sus sensaciones cuando empezó a ser reconocido como hombre en sociedad. “Siendo reconocido como chica en la calle, hay una especie de presión, una carga en gran parte sexual en todas las interacciones con hombres de la que no te das cuenta, porque está tan inmiscuida dentro de todo y porque hemos crecido así: a mí con 14 años ya me habían enseñado varias pollas por la calle, tocado los pechos… es algo que está siempre presente y en el momento en el que empecé a transitar yo no era consciente de ello. Cuando empecé a ‘pasar’ por la calle, a ser reconocido como chico, me di cuenta de que toda esta presión en la interacción con los hombres desaparecía. Esto para mí fue una bofetada muy grande. Por una parte fue muy liberador porque de repente lo dejaba de tener encima, pero por otra parte es muy preocupante. No puede ser que el simple hecho de estar en la calle sea una experiencia tan diferente si eres leído como mujer o si eres leído como hombre. Aquí hay que hacer algo.” Además, añade “noto que se me escucha más, y esto me da mucha rabia: si vamos yo y una chica y se me escucha más a mí. En estas situaciones intento no abrir la boca. Pero dices una palabra y el foco de antención va hacia ti.” No ha sido el único hombre trans que ha descrito la sensación de experimentar el privilegio masculino.

“Después, además, me di cuenta de que, en cuanto a mí me reconocían como hombre, se esperaba lo mismo de mí del otro lado. Yo dejaba de sentir eso de cara a los chicos pero las chicas con las que me cruzaba por la calle lo sentían de cara a mí. Eso, a mí, como feminista me remueve por dentro, me genera un rechazo horrible… Así que empecé a pensar qué tipo de masculinidad quiero performar, qué tipo de hombre quiero ser. Cuando me dieron los privilegios que vienen dados por reconocerte como hombre, me tuve que replantear actitudes que como lesbiana masculina o mujer empoderada hubiera podido tener. Por ejemplo, a mí me cuesta tomar la palabra en público y me había empoderado para aprender a tomarla, pero ahora me echo para atrás. Muchos chicos no lo entienden, ‘¿por qué no puedo tomar la palabra si tengo cosas interesantes a decir?’ pues porque tú tienes la palabra dada siempre”. “He encontrado mis estrategias y en mi entorno esto está trabajado, pero me indigna por lo que dice de la sociedad en que vivimos. Y por otra parte… entiendo que las personas trans no tienen que ser la panacea de esta sociedad, y que pueden ser igual de normativos que la mayoría de personas cis, pero al mismo tiempo me da mucha rabia cuando veo un chico trans que ha vivido mierdas como chica y que en el momento en que transita, prácticamente tiene actitudes machistas.”

Afirma no haber notado una recriminación desde el feminismo en Barcelona por el hecho de haber transitado, de haberse sumado de alguna manera al ‘privilegio masculino’. “En los entornos feministas en los que yo me he movido no ha habido esta recriminación. De hecho creo que hay un poco de fascinación por lo trans, e incluso una cierta erotización de los cuerpos de los chicos trans sobre todo, en el mundo bollero y feminista aquí en Barcelona.” Pero reconoce que hay un punto de esta fascinación que en parte le preocupa: “Me interesan mucho los puntos de encuentro entre lo butch y lo trans. Creo que el feminismo y el movimiento lésbico han hecho un trabajo muy grande de por permitir que haya personas identificadas como mujer con una expresión de género masculina, en dar este espacio de masculinidad dentro del concepto de mujer, y tengo la sensación de que este espacio está siendo un poco desprestigiado. No sé si es que antes estas mujeres no transitaban porque la opción de transitar ni siquiera existía, que también puede ser, pero lo cierto es que ahora cada vez hay más chicos trans, que transitan muchas veces desde un contexto lésbico. Aquí hay algo que a mí me tensiona. ¿Estamos haciendo algo mal porque para vivir esta masculinidad necesites cambiar el nombre, cambiar los pronombres? Quizá nos toca hacer el trabajo de generar pronombres neutros, para generar este espacio. No sé si es que hay una idealización de lo masculino… al mismo tiempo, yo soy el primero que he transitado, y que ahora mismo no podría vivir como mujer lesbiana, pero quizá es porque no tuve los referentes, no encontré las formas de ser mujer y masculina y estar bien con eso. Al mismo tiempo es muy interesante que haya tanta gente que transita, porque estamos en un momento en el que esto es posible y genera otras posibilidades, pero quizá me da miedo que este espacio espacio andrógino, intermedio, en el que había antes mujeres masculinas y en el que ahora hay chicas trans y genderqueer, desaparezca.”

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La niña que desafió a un predicador “homófobo” con una bandera del arcoíris

BBC.COM

Fueron muchos los que el pasado fin de semana celebraron en Estados Unidos la decisión de la Corte Suprema de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país.

Zea se situó frente al hombre en silencio sosteniendo una bandera multicolor que representa a la comunidad LGBT

Zea se situó frente al hombre en silencio sosteniendo una bandera multicolor que representa a la comunidad LGBT. (Foto cortesía de Ryan Bowling)

La noticia no fue bien recibida por grupos conservadores, que consideran que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer.

Ese es el caso de un predicador cristiano que acudió hace unos días a un evento en el que participaron miembros de la comunidad LGBT -que incluye a lesbianas, gays, bisexuales y transexuales- en la ciudad de Columbus, en Ohio (noreste de EE.UU.).

Acompañado por un individuo que portaba un letrero en el que se leía “Jesús salva del infierno”, el hombre se dedicó a lanzar mensajes religiosos en contra de los gays y lesbianas, dirigidos a los asistentes a la celebración.

Lo que no esperaba el predicador es que fuera una niña de siete años la que le plantara cara por sus comentarios, que fueron calificados de “homófobos” por los presentes.

Lo único que la pequeña Zea hizo fue situarse frente al hombre en silencio sosteniendo la bandera del arcoíris que representa a la comunidad LGBT.

“Este mundo te dará angustia, te dará divorcio, de dará dolor. Jesucristo viene a redimir a la gente de este mundo”, gritaba el hombre, sin que la niña se inmutara.

La escena fue grabada por el padre de la pequeña, Ryan Bowling, quien colgó las imágenes en internet en la página de videos YouTube, que han sido compartidas en las redes sociales por miles de personas en las últimas horas.

Lea: Corte Suprema de EE.UU. declara legal el matrimonio homosexual en todo el país

“El amor gana”

Muchos celebraron en Estados Unidos la decisión de la Corte Suprema de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Muchos celebraron en Estados Unidos la decisión de la Corte Suprema de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Según le explicó Bowling a BBC Mundo, él y su familia estaban haciendo de voluntarios en el Festival de la Comunidad celebrado el pasado sábado en Columbus, cuando apareció el predicador con sus consignas en contra de los gays.

El hombre, según Bowling, rebajó el tono de lo que estaba diciendo cuando su hija se le acercó, aunque no dejó de gritar.

La niña, en cambio, se quedó mirándolo sosteniendo la bandera, mientras algunos de los que presenciaban la escena la felicitaban por plantar cara al predicador, que no ha sido identificado.

“Estábamos muy contentos con la decisión de la Corte Suprema y con el hecho de que nuestra hija pudiera ser parte de las celebraciones”, le explicó Bowling a BBC Mundo.

“Mi familia acude a menudo eventos sobre igualdad y donamos dinero a organizaciones que promueven esas causas cuando podemos”.

Según Bowling, el mensaje de la imagen de su hija frente al predicador es que “el amor gana”.

La fama de la pequeña Zea ha llegado hasta el punto de que se han empezado a fabricar camisetas con la foto de la niña con la bandera.

Parte de los beneficios que se obtengan con su venta irán a parar a una organización sin ánimo de lucro.

Una aplicación móvil ayudará a las víctimas de delitos de homofobia

S.O.S. LGBT es el sistema de información, acompañamiento y denuncia ante la discriminación y los delitos de odio por orientación sexual e identidad de género.

MADRID.- El Observatorio Español contra la LGBTfobia ha presentado este viernes laaplicación móvil S.O.S. LGBT de información, acompañamiento y denuncia ante la discriminación y los delitos de odio por orientación sexual e identidad de género, una herramienta pionera, según aseguran sus promotores en un comunicado.

La aplicación ofrece información sobre delitos de odio y LGBTfobia, explica porqué es importante denunciar, indica cómo hacerlo y dónde se encuentran la Comisaría de Policía Nacional o el puesto de la Guardia Civil más cercanos.

Este proyecto ha contado con el apoyo de la Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, la Secretaría de Estado de Interior, así como la Secretaría General de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid y la Secretaría General de Igualdad de Oportunidades del Ayuntamiento de Madrid.

También se ha puesto en marcha la Iniciativa Kilómetro Cero Discriminación, que posibilitará que las personas LGBT víctimas de delitos de odio en el centro de Madrid (en un radio de un kilómetro desde la Puerta del Sol) reciban apoyo jurídico y acompañamiento en menos de veinticuatro horas en la fase de denuncia.

En el acto, según una nota de los organizadores, la directora general del Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades, Rosa Urbón, ha reafirmado el compromiso del Gobierno en la lucha contra la discriminación contra las personas LGBT.

El director del Observatorio Español contra la LGBTfobia, Francisco Ramírez, ha subrayado que con esta herramienta podrá llegar a todos los rincones de España, sobre todo, a las zonas rurales y a las pequeñas poblaciones, donde la visibilidad todavía es una asignatura pendiente.

Dar a conocer las agresiones e insultos al colectivo LGBT es uno de los principales objetivos de la aplicación, ya que casi un 78 por ciento de las víctimas de estos delitos no presentan denuncia.

Marruecos advierte de que castigará a quien se tome la justicia por su mano

El Gobierno marroquí advierte que perseguirá judicialmente a toda persona o grupo de personas que se tomen la justica por su mano, después de que el pasado lunes un grupo de marroquíes lincharon a un travesti en el centro del país.

En un comunicado, el Ministerio de Justicia insistió sobre el carácter “totalmente ilegal de todo acto que pretende sustituir a la justicia o a las fuerzas del orden”. El ministerio recordó a los ciudadanos marroquíes que tendrán que avisar a las autoridades judiciales, a los servicios de policía o la Gendarmería Real (policía rural) cuando constatan alguna infracción.

Dos marroquíes fueron detenidos este miércoles por haber participado el pasado lunes en el linchamiento a un travesti en la ciudad de Fez, en el centro del país, que pudo salvarse gracias a la intervención de un policía.

La agresión al travesti ha despertado una ola de indignación en las redes y en numerosos medios marroquíes, alarmados por los repetidos casos de intolerancia sobre cuestiones morales registrados en las últimas semanas en distintos lugares de Marruecos.

La homosexualidad, además de estar castigada con penas de entre seis meses y tres años, sufre en Marruecos de una gran reprobación social.

¿Y qué pasa con las lesbianas?

Visibilidad, sí, ¿pero para todos?

Fototeca Storica Nazionale

Me llena de orgullo y satisfacción decir que soy bollera y mujer (si alguna vez escucho esto en el discurso real me convierto a la Corona, lo prometo). Para algunas personas lo que acabo de decir resultara repetitivo. ¿No se es ya mujer si una se considera bollera? En fin, en esta época posmoderna en la que nos cuestionamos hasta las etiquetas de la ropa todo vale, oigan. Yo soy bollera y mujer porque son dos títulos “honoríficos” que me definen en la jerarquía social que habito. Uno me sitúa detrás de las maricas. El otro me posiciona un escalafón por debajo de los hombres. Vamos, que estoy jodida por partida doble.

Las desviadas como yo celebramos nuestro aniversario por estas fechas. El 28 J y esas cosas, ya saben. Y aún así, llámennos quisquillosas si lo desean, pero no terminamos de sentirnos integradas ni en nuestro propio cumpleaños. Orgullo se escribe en masculino y a ese sector poblacional representa: a ellos. No hablemos ya de la degeneración que ha sufrido lo que, si mal no recuerdo, era una reivindicación y no una fiesta del consumismo. Parece que el 69 solo nos suena a una postura del Kamasutra y no al año en que tuvieron lugar los disturbios de Stonewall. Lo llaman capitalismo rosa y no tiene que ver con la prensa del corazón, sino más bien con el corazón del funcionamiento de este sistema en que vivimos. Lo que ayer era una subversión a la norma hoy se acepta, sí, pero a un precio. Tenga usted la orientación sexual que quiera, de acuerdo, no nos molesta. Siempre que cuente con una cartera abundante y tienda usted a encajar en nuestros marcos normativos, ¡sea bienvenido!

Ya ven que se repite un poco el modelo del heteropatriarcado. Para quien no lo sepa, se refiere a que el cabeza de familia, de esta gran familia que es la humanidad al fin y al cabo, sea preferentemente hombre, heterosexual, blanco y de clase media-alta. Una definición que encierra la totalidad de privilegios posibles. Fíjese usted qué cosas, quienes gobiernan el mundo suelen llevarla escrita en la frente. Pues bien, en estas fechas señaladas, no contentas con sufrir el famoso palabro  heteropatriarcado todos y cada uno de nuestros días,una nueva realidad queda patente: el homopatriarcado. Resulta que son las maricas las que se llevan de calle esos privilegios. El ocio, el consumo, la visibilización desde los medios les conceden el protagonismo. Bolleras, trans, bisexuales, intersexuales, asexuales y un largo etcétera son solo anexos, ya ven.

También les digo, poca envidia siento si ser el foco de atención acarrea la imposición de un consumo determinado y la implantación de un canon de belleza concreto. Pero claro, a una también le gusta visibilizarse. Un poquito de ese protagonismo, pero a nuestra manera, eso sí. No queremos ser bolleras que despiertan un “¡uy, si apenas se te nota!”.Queremos que se nos note, seamos femeninas o camioneras, llevemos el pelo largo o corto, utilicemos dildo o no. Queremos que se nos note, que se nos vea, que se nos escuche, que se nos sienta. Porque no, no somos amigas, resulta que nos comemos el coño, fíjese usted. Y estamos orgullosas de ello. Visiblemente orgullosas.

Los invisibles. Homosexualidad en la vejez

Entre las personas mayores, la heterosexualidad se da por descontada. En la vejez, los homosexuales desaparecen del imaginario colectivo y se vuelven invisibles. Hoy, los que vivieron el franquismo y lucharon por sus derechos temen la vuelta al armario y piden servicios específicos para evitarlo.

project: The Autumn Flowers

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Los que tenemos más de 60 años hemos vivido, si no la guerra, la postguerra y el franquismo, la falta de libertades y la falta de educación en un ambiente abierto y relajado. Ahora nos encontramos con que el ‘armario’ puede abrirnos de nuevo las puertas. Tengo mujer, pero si un día deben ingresarme en una residencia de ancianos, ¿tendría la libertad de expresar mi vida emocional allí?».

Paulina Blanco es una activista de 65 años. Es parte de una generación que salió a las calles para exigir la equiparación de derechos de las personas homosexuales. En aquel entonces luchaba por conseguir más libertad. Hoy se trata de mantenerla y evitar la “vuelta al armario”. Su preocupación la comparten muchos otros ancianos del colectivo LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales), que con un pasado de lucha a sus espaldas, exigen espacios en los que se sientan seguros y respetados.

«Tengo la sensación de que me robaron la vida». Marià vive solo en un piso social. A sus 88 años se apaña como puede sin ninguna ayuda ni asistencia. Estuvo casado pero, desde su divorcio, no tiene relación con sus hijas. «Cuando era joven tuve novias, me parecían dulces, pero siempre me sentí atraído por los hombres. Me esforzaba para apartar de mí este fantasma. Al mismo tiempo, sentía la presión del entorno para que me casase. En aquella época si tardabas con el matrimonio todo el mundo te miraba raro, te hacía preguntas: ¿Qué, no tienes novia? ¡Seguro que sales con alguna chica! Yo salía con un chico y creí que la mejor manera de cortar las habladurías era casarme».

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A los 23 años, trabajando de publicista en un laboratorio, Marià llegó a inyectarse un extracto testicular. «Quería hacerme más ‘hombre’. Nunca me consideré enfermo, pero tenía miedo a ser descubierto. En casa, mi padre reprimía cualquier comportamiento mío que a su parecer fuera demasiado femenino. Una vez, en plena calle, me gritó: ‘¡Camina bien, como un hombre’. Llegó a denunciarme por ser maricón y tuve que ir a declarar a la policía.

»Un día, durante el franquismo, la policía me pilló con un chico en la calle. Nos detuvieron y nos pidieron dinero. Dijeron que si pagábamos no nos pasaría nada. Yo estaba ya casado y la idea de que mi mujer se enterase me aterrorizaba. Entonces, saqué dinero del banco y pagué».

Marià se casó en 1960 y al principio «la cosa no fue mal». «Pero lo poco de hombre macho, jefe de una familia, que había en mí se acabó rápidamente. Fue un error mío, y lo pagué. No podía esconder ni cambiar mi verdadera naturaleza. Hablaba en sueños y mi mujer se dio cuenta de qué pasaba. Dijo que no lo entendía pero que iba hacer un esfuerzo para tolerarlo. Esto me hundió. No podía seguir así y me fui. Sin nada, pero me daba igual. Lo único que quería era acabar esta farsa».

Desde entonces, Marià vive solo. No tiene ayuda y hace todo solo: compras, limpieza, la cocina. De vez en cuando, alguien de la Cruz Roja le lleva alimentos. Son ellos también los que le acompañaron al hospital, cuando tuvieron que operarle. «Podría buscarme un cuidador, pero ¿con qué dinero? Tengo una pensión de 426 euros al mes, lo que apenas permite sobrevivir. Además, temo que venga alguien y no me sienta a gusto. ¿Cómo reaccionará cuando vea mi piso, mis libros, mis pinturas, e intuya que soy homosexual? Mucha gente todavía piensa que ser gay es una cosa fea. No podría vivir con eso en mi propia casa».

Tampoco habla de su homosexualidad con sus parientes. «Ni se plantean que podría ser gay y a veces hacen comentarios despectivos». Antes de hablar con cualquiera, Marià necesita ver puede confiar en él, «para que no se aleje de mí o empiece a tratarme con disgusto». «Me gustaría tener pareja, pero ya es tarde para mí. Tengo la sensación de que me robaron la vida, que no pude hacer las cosas como habría querido cuando tenía 20 o 30 años. Estoy cansado y pronto me iré, pero se quedará mi voz y ojalá contribuya a cambiar la mentalidad de la gente».

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Transexual, vivió como cualquier otra mujer casada. La comunidad LGTB ha ignorado a la vejez durante muchos años. Hoy, las primeras generaciones que lucharon por la igualdad de derechos llegan a la jubilación y el tema se impone en la agenda del colectivo. «Es necesario ocuparse de esta cuestión –subrayan activistas como Paulina–. En un país donde el cuidado de los ancianos dependientes recae en el 86% de los casos sobre hijos y familia, los servicios de asistencia resultan vitales para nosotros. Muchos no tuvimos descendientes, mientras que otros los perdieron en el proceso de auto-afirmación».

Una de las primeras en dar la voz de alarma fue Beatriz Gimeno, activista y expresidenta de la Federación Española LGTB. En un ensayo de 2002 destaca que muchos de los ancianos homosexuales viven en un contexto en el que la heterosexualidad se da por descontada y se estigmatiza o niega cualquier forma de comportamiento o de identidad no heterosexual. El miedo a la discriminación refuerza el aislamiento de estas personas que a menudo ni siquiera solicitan servicios que necesitan.

El aislamiento y la vulnerabilidad pueden ser aún más agudos en el caso de las personas transexuales. Al recibir cuidados físicos, ya sea en casa, en el hospital o en una residencia para ancianos, estas personas temen la reacción ante su sexo biológico, que no corresponde a su género. A la transfobia se junta la precariedad económica en que viven muchos de ellos. En su juventud, la mayoría se vio obligada a trabajar ilegalmente en el mundo del espectáculo o de la industria del sexo y hoy se encuentra sin recursos y sin derecho a una pensión de jubilación.

Lola empezó trabajar como cantante y bailarina cuando tenía 14 años. Nunca cotizó. Hoy, a sus 64 años, recibe solo una subvención de 426 euros. Vive en un piso cerca de Barcelona y ninguno de sus vecinos sabe que es transexual. Siempre fue muy femenina, lo que probablemente la salvó de palizas que muchas de sus amigas recibieron durante el franquismo. Hoy a nadie se le ocurre pensar que podría ser transexual, ni a ella le parece necesario explicarlo.

Vivió como cualquier otra mujer casada, compartiendo piso con Josep, su pareja durante 40 años, y llegaron incluso a “tener” una hija. «Por accidente», dice Lola, porque la hija de una vecina no quiso conservar su bebé. «Si tú no la quieres, me la llevo», bromeó. «Nos ocupamos de ella durante 15 años, como si fuera nuestra hija. Un día llegó su madre biológica diciendo que la necesitaba de vuelta. Se nos rompió el corazón, pero ¿qué quieres?, legalmente no podíamos hacer nada».

A diferencia de la mayoría de transexuales, la familia de Lola siempre la apoyó mucho. «La primera vez que fui con Josep a visitar a mis padres, me encontré con una cama de matrimonio en mi antigua habitación. ‘¿Qué? –me soltó mi madre– No dormiréis por separado, ¿no?’».

El fantasma de la soledad apareció cuando Josep murió hace dos años. Al dolor de la pérdida se sumaron problemas económicos y nuevos miedos, como el de transfobia, que antes Lola nunca tenía en cuenta.

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Rebelde, monja, madre, pareja… «Es importante formar al personal médico y auxiliar que atiende a las personas mayores», subraya Javier Irujo, un trabajador social. El primer paso sería suponer que hay usuarios LGTB entre los ancianos y asumir que no se pueden identificar. «Una vez fuimos a una residencia que acogía a más de 200 personas», dice Paulina, «y cuando preguntamos cuántas personas LGTB había, nos contestaron que ninguna. Nos echamos a reír. ¿Quién podía creer eso?». Estudios como el de Alfred Kinsey (1948) estiman que entre el 5% y el 10% de la población es homosexual. Pero muchos, al entrar en una residencia lo ocultan por miedo a ser rechazados o a que les maltraten, ya sea el personal o los propios usuarios. «En ocasiones, también vuelven al armario en su propia casa», añade Javier. «Cuando contratan a los auxiliares esconden elementos que podrían revelar su orientación o piden a según qué amistades que no les visiten mientras estas personas están en casa. ¿Se imaginan qué estrés supone eso?».

Maite se mudó hace tres años a un edificio de pisos para ancianos. Quería estar cerca de su hija. «Necesita que le eche una mano y a menudo me ocupo de mis nietas. En el edificio tengo buenos vecinos, muy amables, pero no le dije a nadie que soy lesbiana. Estos temas producen aquí un rechazo total. Para muchos somos como tigresas asalta-mujeres. A una vecina le tachan de ‘lesbiana’ solo por llevar pantalones. No tengo ni idea si lo es o no. Pero ojalá esta mujer viniera un día a decirme: ‘Maite, ¡que soy así!’. ¡Qué alegría me daría! ¡Ya no me sentiría tan sola aquí!».

Maite tiene 74 años. Desde pequeña sentía algo especial por algunas amigas, pero no sabía lo que era. «¡Me estás hablando como un chico habla a una chica!», le soltó un verano una muchacha. Era rebelde, se subía a los árboles y a los tejados. Una “machota”, como decía su madre. A los 18 decidió entrar en un convento. «Quizás la idea de compartir la vida con mujeres me atraía. Y nada, ingresé. La comida era escasa y mal preparada. Nos imponían una disciplina pensando que el fervor religioso pasaba por la humillación. Yo me sentía mal y después de algunos meses me fui. Pero lo echaba de menos y entré otra vez, en uno de clausura. Las reglas eran mucho más suaves allí y pasé dentro 8 años muy felices. Pero cuando me enamoré de una compañera empezaron los problemas. Tenía fuertes dolores de cabeza, insomnios, estaba agresiva. Iba a un psicólogo, pero no le podía decir nada. Nunca estaba a solas con él. El único que conocía mis ‘problemas’ era mi confesor. Me incitaba a que me dominara. Yo lo intentaba pero solo obtenía más dolores de cabeza y más insomnio. Finalmente me fui».

Maite pasó por un periodo tumultuoso de experiencias bisexuales. Se quedó embarazada y «arregló» un matrimonio con un señor con dos hijos. «La cosa fue mal. Durante años intentaba ser la mujer y madre perfecta. Luchaba conmigo misma hasta que un día ya no pude más». En las Navidades, con su hijo de 9 años y su hija de 8, se fueron de casa «en bicicleta». «Mi familia reaccionó muy bien. Siempre tuve mucho apoyo en ella. Mi madre me envió una carta: ‘Papá y yo siempre hemos sabido que eras diferente’, ponía.

»Me enamoré de Rosa a primera vista. Ella tenía hijos también, y juntas formamos una gran familia. Fuimos muy felices durante 14 años. En público nos hacíamos pasar por primas. Las dos éramos cuidadoras y temíamos por nuestro trabajo. Pero en el barrio se daban cuenta. A veces llamaban por teléfono y gritaban: ‘¡Tortillera, asquerosa, lesbiana!’. No le dábamos importancia. Como nosotras había muchas. En general, pasábamos desapercibidas, porque a nadie se le ocurría que dos mujeres podían hacer algo». «Muchas mujeres de mi edad siguen así hasta ahora –continúa Maite–. La invisibilidad nos da libertad pero, por otro lado, en muchos sitios no podemos compartir nuestras vivencias. En donde yo vivo no lo puedo hacer y lo echo de menos. Me siento aislada».

«Fumaba negro para ser más ‘hombre’». Algo empieza a cambiar, pero de manera muy puntual. Entre 2008 y 2010, en Barcelona y Madrid se crearon fundaciones LGTB que atienden a los ancianos. La Fundación Enllaç, en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona, organizó un grupo de trabajo y forman personal médico y cuidadores de personas mayores. Pero falta convencer a residencias y centros de atención para que las lleven a cabo. En paralelo, en colaboración con el Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Barcelona, están ultimando la primera investigación que se realiza en el Estado sobre LGTB y tercera edad. Según este estudio, «la mayor parte del colectivo quiere servicios específicos, siente que la atención que pueden recibir es poco respetuosa y temen que perder la autonomía les suponga la vuelta al armario», asegura Josep Maria Mesquida, profesor e investigador del Grup de Recerca e Innovació en Treball Social y responsable de la investigación. «Después de una vida llena de lucha –añade Paulina–, de haber pagado impuestos mientras se nos negaban derechos básicos durante muchos años, llegando a la vejez exigimos poder disponer de espacios en donde se tenga en cuenta nuestra trayectoria y se nos respeten los afectos».

El desarrollo de estos servicios necesita apoyo y financiación de la Administración pública. «Ya hemos visto proyectos de construcción de residencias o de complejos de pisos para personas LGTB mayores –destaca Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de Diciembre en Madrid–. Resultan caros, no hay socios para financiarlos y las administraciones públicas tienen miedo de guetización. Ahora apostamos por un geriátrico LGTB abierto a todo aquel que estuviera de acuerdo con la política del centro. Tenemos sitio, pero nos falta dinero para restaurarlo y adaptarlo. Mientras tanto, pusimos en marcha un centro diario. Hacemos comidas, talleres de costura, teatro. La gente viene porque aquí se sienten menos solos y pueden hablar abiertamente de todo. Estamos en el centro de Lavapiés y vienen no solo los homosexuales. Hay también abuelitas del barrio».

La convivencia en ambientes abiertos existe, pero es todavía la excepción que confirma la regla. «Yo por fin puedo disfrutar del día a día –dice Pako, de 73 años–. Me mudé a un pueblo para estar cerca de mi hija. Tenía mis dudas. ‘¿Y si le causo problemas a ella?’, me decía, ‘¿Si vuelven los comentarios acerca de mi persona?’. Afortunadamente, me equivoqué. La gente aquí me acepta y me siento respetado. Pero creo que es un pueblo especial. Tiene mucha actividad cultural y mucha gente está relacionada con el mundo de arte. Imagino que en otros sitios te puedes convertir fácilmente en la ‘maricona’ del pueblo, y esto sería horrible».

De joven, Pako luchó por no ser homosexual. Siempre quiso tener una familia. Empezó un noviazgo, pero poco antes de casarse le asaltaron las dudas. «Fui a hablar con un cura que conocía desde pequeño. ‘Esto es una barbaridad –le dije– no lo puedo hacer’. Él me aseguró que con fuerza de voluntad podría cambiar. Pronto me di cuenta de que fue un error, pero ya tenía hijos. El tiempo pasaba y la bola se hacía cada vez más grande. Pensaba que con un hombre solo podría tener sexo, y cuando a los 30 me enamoré de uno, la bola estalló».

Tras el divorcio, Pako se sintió liberado. «Pero para mis hijos, que eran pequeños, tuvo que ser traumatizante. ¡De repente te enteras de que tu padre es gay! Con mis hijas tengo ahora una relación fantástica. Con mi hijo mayor la cosa está aún cuesta arriba, pero estoy seguro de que con tiempo todo se arreglará».

«Ahora me siento realmente yo –concluye Pako–. Antes constantemente me controlaba para que no se me notara. No cruzaba las piernas cuando me sentaba. Llevaba las manos en los bolsillos porque cuando hablo gesticulo mucho. Me decía ‘las mueves tanto que se te notará’. Fumaba negro para ser más ‘hombre’. Hasta que un amigo me dijo: ‘Ten cuidado cómo coges el cigarrillo’. ¡Imagínate vivir así! Me costó mucho llegar a donde estoy y jamás volvería al armario. El pasado queda detrás y quiero disfrutar del presente».

San Petersburgo prohíbe la celebración del orgullo gay

Manifestación en contra de la ley de propaganda homosexual frente a la embajada de Rusia en Madrid

Manifestación en contra de la ley de propaganda homosexual frente a la embajada de Rusia en Madrid EL MUNDO

27Activistas de los derechos de los homosexuales han denunciado que las autoridades de San Petersburgo, la segunda ciudad más grande de Rusia, han prohibido la celebración de un desfile del orgullo gayprevisto para el próximo 2 de agosto.

“Las autoridades han puesto como pretexto que ley prohíbe la propaganda de la homosexualidad entre los menores de edad y este evento la podría violar”, explicaron los activistas de la ONG GayRussia en un comunicado.

Los mismos organizadores ya habían solicitado la celebración de un desfile del orgullo gay para el pasado 25 de julio en San Petersburgo, pero también fue rechazada por la administración de la ciudad por “más o menos las mismas razones”, dicen en el mismo comunicado.

Según los medios locales, una asociación de veteranos de guerra, incluyendo ex paracaidistas, había expresado su “indignación” por la celebración del orgullo gay el 2 de agosto, día tradicional de celebración para las fuerzas aéreas de Rusia.

La homosexualidad en Rusia

Rusia, donde la homosexualidad era considerada un crimen hasta 1993 y como una enfermedad mental hasta 1999, aprobó en 2013 una ley en la que castiga con multas y hasta con penas de prisión todos los actos de “propaganda” de la homosexualidad ante menores de edad.

Según Human Rights Watch, los homosexuales sufren en Rusia cada vez más violencia, a menudo tolerada o incluso “alentada” por las autoridades. Hace unas semanas, un video viral en Youtubemostraba la agresividad con la que los ciudadanos de Moscú reaccionan al ver a dos chicos que paseaban agarrados de la mano.

Verónika Arauzo, activista transexual: “Me impidieron entrar en el Hotel Oscar diciéndome que no podía ir disfrazado”

Verónika Arauzo, en un momento de la protesta frente al Hotel Room Mate Oscar

Verónika Arauzo, en un momento de la protesta frente al Hotel Room Mate Oscar / Aroa Burton

Verónika Arauzo es una activista transexual que el pasado domingo participó en la manifestación por un Orgullo crítico convocada en Madrid. El objetivo: “Recuperar el espíritu reivindicativo y protestar contra la mercantilización del oficial”. Sin embargo, horas después del final de la movilización, Arauzo acabó interponiendo una denuncia contra el Hotel Room Mate Oscar, que afirma ser conocido “por su respaldo al movimiento LGTB”, alegando que el personal del establecimiento le había impedido la entrada “por razones transfóbicas, sexistas y clasistas”, según cuenta a eldiario.es.

Los hechos ocurrieron sobre las 21.30 de la tarde, cuando, según su testimonio, intentó acceder a la azotea del edificio junto a otros dos compañeros para hacer una fotografía panorámica de la manifestación, que en ese momento había llegado a la plaza Vázquez de Mella de Chueca, final del recorrido. Según la afectada, en un principio, “el portero me dijo que no podía pasar porque no llevaba casi ropa, a lo que respondí vistiéndome”. Sin embargo, “seguían sin dejarme entrar, así que solicité hablar con el encargado”.

“Él me insistió en que había un ‘dress code’ para poder entrar en el hotel que yo no cumplía, pero finalmente se le acabó escapando que ‘así disfrazado’ no podía pasar'”, sostiene Arauzo, que fue la persona que había tramitado los permisos ante la Delegación del Gobierno para celebrar la manifestación. Según su testimonio, “estaban dejando entrar a otras personas con atuendos similares a los nuestros”. Acto seguido, los participantes en la movilización del Orgullo Crítico decidieron dirigirse a la puerta del hotel y protestar de forma pacífica pronunciando consignas como “si tocan a una, nos tocan a todas” o “aquí está la resistencia trans”. Una acción que culminó sin incidentes.

La versión de la empresa

Casualmente, este lunes, Cogam (asociación de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de Madrid) iba a entregar al Hotel Room Mate Óscar el Premio Triángulo Empresa Amigable LGTB, que al final ha acabado suspendiendo de forma cautelar. “Debemos esperar a que se aclare el incidente”, sostiene Gerardo López, portavoz de la organización.

Las razones para entregar el galardón, en opinión de López, radican en que se trata “de una empresa que nació con vocación de inclusión y con actitud amigable hacia las personas LGTB”. Sin embargo, confirma que “lo lógico es esperar a que se resuelva la denuncia” e insiste en que “Cogam está siempre al lado de las personas LGTB y en contra de cualquier gesto o actitud discriminatoria”.

La versión del hotel, propiedad del empresario Enrique Sarasola, difiere mucho a la ofrecida por la activista. A través de un comunicado, desmiente que se produjera un acto de transfobia y sostiene que “la persona denunciante se personó en el hotel con evidentes síntomas de embriaguez”. “En vista de su actitud le fue denegado el acceso alegando el derecho reservado de admisión del local”, añade. Además, desde la empresa explican que, a pesar de la presencia de la policía en el lugar de los hechos, “la activista no realizó ningún tipo de diligencia”.

Verónika Arauzo aclara que no realizó ninguna denuncia ante el policía porque éste “mostró una actitud tránsfoba, falta de sensibilidad y no lo iba a entender”. Al día siguiente de la manifestación, acudió a la comisaría de la madrileña calle Leganitos para interponerla. Ahora se plantea ampliar la demanda “ante las difamaciones que está vertiendo la empresa”. La Plataforma por los Derechos Trans ha lanzado un comunicado condenando “este deleznable acto de transfobia”.

La activista ha recibido una ola de solidaridad en las redes sociales por parte de activistas y movimientos integrantes del Orgullo Crítico, a los que agradece el apoyo y pide “una declaración conjunta porque han estado presentes en el lugar de los hechos”. Varios asistentes aseguran a este medio que “Verónika en ningún momento mostró síntomas de estar bajo los efectos del alcohol” y se muestran indignados porque “el hotel ha cambiado de versión”.