“El feminismo ideológico es un paso en el proceso de deconstrucción de la persona”

El obispo de Alcalá, ahora contra las mujeres después de cargar contra los homosexuales

El obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Plà

El obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Plà. EFE/Archivo

El obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, ha vuelto con declaraciones insultantes, esta vez contra el “feminismo”, que ve como “un paso en el proceso de deconstrucción de la persona”.

Sus ataques contra los homosexuales
Reig Pla, que ha generado polémica en los últimos dos años por sus ataques contra los homosexuales, a los que ha vinculado con la corrupción y la prostitución, así como sobre el aborto, ha cargado contra lo que ha calificado de “feminismo ideológico” y “radical”, durante su intervención en la presentación del libro La teología feminista, significado y valoración (BAC), del profesor Manfred Hauke, en la Universidad Francisco de Vitoria, este miércoles.

La deconstrucción de la persona
“Conviene indicar que el feminismo ideológico no es más que un paso en el proceso de deconstrucción de la persona. De hecho, los argumentos que sustentan el pensamiento feminista, en sucesivas evoluciones, han propiciado la ideología de género y las teorías Queer y Cyborg”, ha afirmado el obispo, informa Europa Press.

Según ha dicho el obispo, “el feminismo ha ido ganando terreno en el campo de la opinión y de la cultura” de forma que “lo que en un primer momento se presentaba como ‘feminismo sufragista’, que reclamaba el derecho a voto de las mujeres o la igualdad de derechos entre el varón y la mujer, ha ido evolucionando bajo el influjo de distintas ideologías”.

Del feminismo de la igualdad al feminismo ginocéntrico
Reig Pla ha criticado que las mujeres hayan pasado de pedir “la igualdad” y del “feminismo de cuota”, que reclama al menos la mitad de los cargos de responsabilidad para las mujeres, “a la pretensión del empoderamiento de la mujer, al feminismo radical o al feminismo ginocéntrico”.

Según ha dicho Reig Plà, el “feminismo radical” es más conocido por “sus pretensiones políticas y por sus vinculaciones con los movimientos que promueven el aborto, el ataque al matrimonio monógamo e indisoluble y a la maternidad”.

Rezar por ellas
El obispo ha defendido el papel que concede la Iglesia a las mujeres, “promotoras de un nuevo feminismo que, sin caer en la tentación de seguir modelos machistas, sepa reconocer y expresar el verdadero espíritu femenino”. Reig Pla ha añadido que a las “feministas radicales” dar la espalda, sino “desde la verdad, respeto y amor proponerles, con caridad, la verdad y orar por ellas”

Jo també sóc puta

Acabo de extasiarme con unas imágenes de Paula Ezkerra iniciando la campaña electoral en el Forat de la Vergonya, es candidata de la CUP por Barcelona. Tan luminosa y guerrera como cuando las calles del Raval nos hermanaron hace quizás diez años. Paula es puta y migrante argentina, activista espléndida y tenaz. Lleva décadas combatiendo la violencia estructural hacia las trabajadoras del sexo, esa misma violencia que nos alcanza a todas las mujeres. Porque la putafobia es la punta del iceberg de la misoginia, queramos aceptarlo o no.

Si todas las mujeres conjurásemos el estigma puta, el patriarcado se desvanecería como un mal sueño al alba. Con la caza de brujas, aquel feminicidio fundacional tan remoto como eficaz, se nos impuso una feminidad apocada y delatora. La puta es mi vecina, no yo. Amortiguaré mi deseo, controlaré mi presencia social. Para no destacar, para que no me señalen. Y cuando vayan a por ellas, a por las putas declaradas, callaré en el mejor de los casos. O prenderé yo misma las antorchas. Divide y vencerás.

Ellas están unidas, en Barcelona a través de la plataforma Prostitutas Indignadas. La imagen de dos putas agarrándose de los pelos por un cliente como quintaesencia de la rivalidad femenina es pura mistificación patriarcal. Por todo ello, en las luchas de las trabajadoras sexuales contra el acoso policial-administrativo al que están siendo condenadas por las atroces ordenanzas cívicas que han proliferado en nuestras ciudades cual plaga bíblica, en su valerosa insumisión al estigma puta, nos la volvemos a jugar todas las mujeres.

Contra lo que muchas proclaman, las luchas de las prostitutas son altamente feministas. Desde siempre. Nell Kimball, la madame de un burdel de Nueva Orleans de principios del siglo XX, dejó constancia de una de ellas, de una de nosotras. «Tuve una puta llamada Gladdy que era partidaria de los derechos de las mujeres. Marchaba en Filadelfia y Nueva York cuando había manifestaciones a favor del voto femenino y se clavaban alfileres en los caballos de los policías y se hablaba sobre ser igual a cualquier hombre. Gladdy era una muy buena puta”

Itziar Ziga
Activista feminista

Josebe Iturrioz encabeza la lista de Plaz! al Consistorio de Donostia

La candidata reclama “políticas feministas para una administración transparente”

plaz!

DONOSTIA -La lista feminista Plaz! presentó ayer a Josebe Iturrioz, licenciada en Filosofía, como candidata a la alcaldía de Donostia. Iturrioz aseguró que “el Ayuntamiento necesita políticas feministas para que sea una administración más participativa y transparente”. Según Iturrioz, “el Ayuntamiento invierte únicamente un 0,1% de su presupuesto en igualdad, por lo que no implementa herramientas suficientes para combatir un modelo neutral que invisibiliza una gran cantidad de injusticias sociales”.

josebe iturrioz

Josebe Iturrioz

La prioridad de Plaz! es poner la vida de las personas en el centro del marco político, por lo que Iturrioz hizo hincapié en que lo adecuado sería dejar de darle tanta importancia a la macroeconomía o que se centralice todo en los mercados, y más a las personas. “Queremos poner a las personas en el centro con toda su diversidad”, recalcó, “ya sean lesbianas, transexuales, inmigrantes, pensionistas o se muevan en silla de ruedas”. “Todas las personas tenemos derecho a vivir y la política de nuestra ciudad debería estar centrada en facilitar nuestras vidas”, añadió. Por lo tanto, la portavoz de Plaz! aseguró que “no queremos vivir en una ciudad que deshaucia y que no atiende a los servicios sociales”.

Lo esencial, según Iturrioz, es “producir una actividad económica de valores éticos y que sobre todo enriquezca a nivel local, además de la vida de nuestra ciudad”.

TAMBIÉN HOY, ES DÍA DE LA MUJER

FERMIN GONGETA
SOCIÓLOGO

El autor trae a la época actual la narración que ha sustentado la tesis de la Iglesia católica sobre el «pecado original», y acusa a las religiones monoteístas de haber influido con su relato «machista y chapucero» en el pensamiento político y en el poder de los políticos.

Hace días que pensaba escribir algo sobre el «día de la mujer», sin atreverme a hacerlo. Y es que cuando las instancias internacionales ponen «día» a personas, problemas o enfermedades es que todos los poderes, sean políticos, religiosos o sindicales, quieren hacer ver que se preocupan por el pueblo, pero desean ardientemente, que las cosas continúen como están. Que no protestemos y que lo celebremos, sí, pero callandito.

Esta madrugada me he despertado desasosegado, y han llegado a mi cabeza y corazón una serie de pensamientos y recuerdos de mujeres. El primero ha sido el de Eva; sí, la de «Adán y Eva». ¿Os acordáis? Nos lo enseñaron en la catequesis y nos decían que fueron nuestros primeros padres, que pecaron, y a quienes Dios echó del paraíso. Pero esta madrugada lo he vivido de otra manera. Tal y como sucedió.

Eva estaba emparejada con Adán. Trabajaban juntos en una plantación de árboles frutales. En aquella finca, ellos solos estaban bregando. Eso sí, bien vigilados por media docena de guardias de seguridad. Como civiles o ertzainas… en la actualidad.

El caso es que Adán trabajaba como un bruto, sin detenerse un instante. Eva, como mujer, era más sensata y comedida, lo que le permitía no perder de vista a su compañero, cuya salud le tenía preocupada.

En un momento dado, Eva le vio flaquear, agotado por el trabajo y el hambre. Sin pensarlo dos veces, tomó una manzana -no sé si de un árbol o de los montones que ya habían recogido- y se la dio a su compañero de trabajo para que se sobrepusiera y recuperara.

Después, todo sucedió a una velocidad de relámpago. Adán pegó un enorme mordisco a la manzana, y sin que le diera tiempo a tragar aquel primer bocado, cuatro de los guardias de seguridad de la plantación se abalanzaron sobre los dos y les detuvieron. ¡Claro que Eva y Adán protestaron y se defendieron!, pero inútilmente.

El dueño de la plantación les trató de manera tan inhumana como que les juró y prometió con toda desvergüenza que pasarían hambre, que ella tendría hijos con muchos dolores y que nadie les daría trabajo en ninguna otra plantación.

El dueño y señor les despidió brutalmente. No era lo que Eva y Adán esperaban de un propietario que tanto prestigio tenía entre los vecinos de la aldea. No lo entendían.

Adán enfermó del disgusto, y se dedicó inútilmente a buscar trabajo y a llorar su desgracia, junto a otros compañeros que se encontraban en paro como él.

Mientras tanto, Eva recogía plantas como nabos, cardos o patatas, que hacía hervir en una cazuela de barro que ella misma había enjaretado, para dar de comer a su compañero y a sus dos primeros hijos, puesto que, en cuanto les echaron de la plantación, Adán la fecundó, con verdadero placer y persistencia.

Adán tenía muy claro que cuantos más hijos tuviesen, más fácil les sería trabajar la tierra y vivir de manera más cómoda… No por otra razón -según él- mantenía intensas y pertinaces relaciones íntimas con su compañera.

Los sacerdotes-pensadores de aquellos y subsiguientes tiempos no dejaron de criticar y culpar con énfasis y terquedad la actitud de Eva en la plantación. Era para todos evidente que si ella no hubiese robado lo que no le pertenecía, el hombre, Adán en este caso, no habría podido morder la manzana. ¡Ella le incitó a la desobediencia! Según todas las primeras páginas, era ella, y solamente ella, quien debía haber sido castigada.

Esta narración, contada de forma tan machista como chapucera y embustera, ha sido lo que hasta nuestros días ha sido mantenido por la Iglesia católica como el pecado original.

Las religiones monoteístas, cristianismo, judaísmo e islam, con sus ideas de Dios único y de superioridad del hombre sobre la mujer, han influido en el pensamiento político y en el poder de los políticos en quienes hemos abandonado nuestra capacidad de decisión, permitiendo que ellos se enriquezcan a costa de nuestra miseria. Pero sobre todo ha sido el miedo, el miedo al castigo eterno y a todos ellos, políticos reemplazantes de su dios, que han conseguido el total deterioro de la clase trabajadora, mujeres y hombres.

En el Estado español, para la mayoría de la población hay mucho menos empleo, de peor calidad, de menor duración y con salarios claramente inferiores.

A finales del año 2008, había en el reino unos 19 millones y medio de personas que cotizaban a la Seguridad Social. Hoy la población activa se ha reducido a unos 16 millones 600 mil puestos de trabajo. Los contratos a jornada completa representan solamente el 8% del total, mientras que los desahucios realizados en el mismo reino superan el millón y medio.

No nos vamos a extender en datos sobre la degradación de los servicios sanitarios, incluidas las urgencias, ni en la degeneración total de la enseñanza, incluido el nivel universitario.

Tampoco nuestros ilustres profesores universitarios han entendido que «la tarea primordial de los catedráticos y pedagogos, estos oscuros soldados de la civilización, es la de proporcionar al pueblo los medios intelectuales para ser capaces de rebelarse». Lo escribió en 1881 Louise Michel, luchadora de la Comuna de París. Ella misma añadía: «Porque no se trata de conseguir una miga de pan; es la cosecha del mundo entero la que es necesaria a la raza humana, sin explotadores y explotados».

No es construyendo el infierno en esta vida como se destruye el infierno en la otra.

Flora Tristan, nacida en 1893, fue una de las primeras socialistas que intentó llevar, en un mismo frente, la lucha obrera con la lucha de las mujeres. Su pensamiento fundamental era que «El hombre, el más oprimido, puede oprimir a otro ser, como es su mujer. Ella es la proletaria del mismísimo proletario».

En su libro «Unión Obrera», describe cómo «La mejora de la situación de miseria y de ignorancia de los trabajadores es fundamental, porque todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e inalienables de la mujer».

«Las mujeres -dice-, en sus múltiples funciones de madre, amante, esposa, hija, etc., lo son todo en la vida del obrero… Y esta situación central no tiene equivalente en la clase alta, donde el dinero puede procurar educadores, sirvientes y cualquier tipo de distracciones». Lo decía también Engels -1884- en «El origen de la familia»: «En la familia, el hombre es burgués; mientras que la mujer juega el papel del proletariado».

En su libro, Flora Tristán adelanta un pensamiento anterior al Manifiesto Comunista de Marx, en el sentido de que pide la unión de los obreros y las mujeres en una única Internacional Obrera.

Y he aquí el llamamiento que nos hace: «La ley que esclaviza a la mujer, y la priva de instrucción, os oprime también a vosotros, varones proletarios (…). En nombre de vuestro propio interés, varones; en nombre de vuestra mejora, la vuestra, varones; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas, os apremio a reclamar los derechos para la mujer».

Otra vez entro en nebulosa, y pienso… Si cada sábado, todos los sábados, hombres y mujeres no llenamos las calles de Bilbo, Donostia, Gasteiz e Iruñea reclamando los derechos de las mujeres, que son los nuestros, los de todos los trabajadores… tendremos que concluir que la justicia y el honor no existen, ni siquiera entre nosotros.

Y, frente a este pensamiento negativo, tengo que copiar un verso de Louise Michel, como mujer, más inteligente: «He aquí la lucha universal./ La libertad planea en el aire,/ y el clamor de los indigentes/ nos llama a la batalla».

El primer discurso feminista

Lo dio en 1924 por radio una periodista donostiarra, Teresa de Escoriaza, que firmaba sus primeros artículos con pseudónimo masculino

Teresa María de la Concepción Escoriaza y Zabalza

Teresa María de la Concepción Escoriaza y Zabalza

Teresa María de la Concepción Escoriaza y Zabalza (San Sebastián, 1891-California, 1968) realizó estudios de bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros, en Madrid, en la Académie de Bordeaux (Francia), donde obtuvo un diploma de profesora de enseñanza elemental en 1910, y en las Universidades de Madrid y Liverpool. En 1917, a la edad de veinticinco años, se embarcó por primera vez en Barcelona rumbo a Nueva York para ejercer como reportera. Su ingreso en el periodismo escrito se debe a unas crónicas que envió al periódico ‘La Libertad’ sobre la ciudad de Nueva York donde estaba residiendo en aquel momento. Los escritos están fechados en 1920 y fueron firmados con un pseudónimo masculino, el de Félix de Haro, el mismo que utilizó cuando le enviaron a cubrir la guerra de Marruecos. Los reportajes tuvieron tanto éxito que multiplicaron las conjeturas sobre la verdadera identidad que se escondía tras el nombre ficticio: “Unos se lo figuraban joven, animoso, decidido, fulgente la mirada, atrevido y suelto el ademán, retorcido sobre el labio el mostacho, a la borgoñona; otros lo imaginaban entrado en años, rapado a la inglesa… Nadie imaginó que Félix de Haro pudiera ser una mujer joven, bellísima, rubia como una Gretchen, delicada y sensible como una Ofelia. Había pasado la edad de Julieta y no llegaba a la de Carlota de Werther”, decía una de las crónicas de la época.

De regreso a España, Teresa de Escoriaza fue la persona que retransmitió la primera conferencia sobre la situación de la mujer en España el 22 de mayo de 1924 a través de Radio Ibérica, según recuerda Belén Pérez Zarco en el blog ‘El mundo sonoro’. “La Radiotelefonía es el arma con la que la mujer, especialmente la española, conquistará su libertad. Con la Radiotelefonía se acabó el aislamiento espiritual en que venía viviendo, hasta ahora, la mujer española. Aunque los prejuicios milenarios continúen privándonos de recibir una educación amplia y sólida, por impedirnos asistir a los centros culturales; aunque las costumbres absurdas sigan apartándonos de la vida activa, confinándonos al hogar, convertido así en cárcel; aunque las leyes injustas nos obliguen a ocupar un lugar secundario en el mundo consciente, las ondas redentoras, portadoras del alimento espiritual llegarán de hoy en adelante hasta nosotras, trayendo unas veces las palabras del sabio que iluminen nuestra inteligencia, los acordes del virtuoso que eleven nuestra alma a los trinos del divo que hagan vibrar nuestro corazón”. Este es un extracto del mitin que ofreció y el arranque de la emisión de un ciclo de conferencias para mujeres que duró una temporada. Además, dio a través de las ondas un curso de francés que fue el germen de un manual de francés, ‘Curso elemental de francés’, publicado por Escoriaza en 1925. A raíz de estas actividades radiofónicas, la periodista y docente donostiarra es considerada no sólo como una de las primeras voces femeninas de la radio en España sino como pionera en la defensa del feminismo a través de las ondas por sus conferencias en pro de la defensa y vindicación de la mujer; además de precursora de la radio educativa por su curso de francés.

Años más tarde se puede encontrar la firma de Teresa de Escoriaza en la sección ‘Páginas de mujer’ del semanario ‘Mundo gráfico’ donde, junto con asuntos considerados propios del público femenino, como moda, belleza y decoración del hogar, la escritora aprovechó sus páginas para ofrecer artículos de fondo político, social y vindicativo lo que da muestra de su pensamiento, de su acción pública a favor de las mujeres y de los cambios que algunas escritoras querían introducir en la sociedad española del momento. “Ni la desintegración del hogar, ni el paro masculino, ni la depreciación de la mano de obra se remediarán echando a las mujeres de las oficinas, talleres y fábricas, sino que con ello sólo se conseguirá agravar el mal, llegando, por ello, a faltar el pan a mayor número aún de familias y haciéndose todavía más rápida la desintegración de éstas. El único modo de protegerse contra estos males es atajando de raíz los abusos de los explotadores del trabajo femenino, por medio de Sindicatos que lo reglamenten, y haciendo entrar en ellos a las mujeres trabajadoras, para que trabajen en las mismas condiciones que los hombres, ya sea dentro de su casa, para los que opinan que la mujer no debe abandonar el hogar, y fuera de ella, sin que rebaje las condiciones del trabajo. Pero lo que no se puede, ni en nombre de Cristo, ni en nombre de Marx, ni de nadie, en el cielo y en la tierra, es privar a la mujer, por ser mujer, del derecho elemental que tiene todo ser humano a ganarse la existencia”, señala en uno de sus artículos, titulado ‘La mujer vale tanto como el hombre’.

Su relación con la escritura no se ciñó estrictamente al ámbito del periodismo. Teresa de Escoriaza fue autora de la traducción de la novela francesa La corte de las damas, de Marie Deschard, en 1922, para la editorial Eva. En 1929, prologó una pequeña Antología de mujeres en la colección ‘Los poetas’. El estallido y resultado final de la Guerra Civil española hizo que Teresa de Escoriaza, vinculada ideológicamente con posiciones liberales y republicanas, fijara definitivamente su residencia en Montclair (Nueva Jersey) en la costa este de los Estados Unidos. Allí obtuvo la nacionalidad norteamericana en 1938 y siguió ganándose la vida gracias a sus clases de español y francés en el Montclair State Teachers College donde llegó a ser una de las profesoras más conocidas, admiradas y populares hasta su jubilación. A pesar de no haber contraído matrimonio, en su definitivo asentamiento en Estados Unidos no vivió sola, ya que su hermana y su sobrina, también exiliadas como consecuencia de la derrota republicana, consiguieron un salvoconducto para poder abandonar España, encontrarse con ella y residir a su lado. Teresa de Escoriaza da nombre a un premio de la Academia Española de la Radio.

La promesa del feminismo

Cuantos más derechos empoderen a más mujeres, más democrática será la sociedad

Para el marxismo, la democracia era “democracia burguesa”. Dada la desigualdad material, en el capitalismo la igualdad política solo podía ser formal, ficticia. En tanto no se cuestionaran las relaciones sociales de producción, la democracia serviría para reproducir la dominación de la burguesía y normalizar la explotación concomitante, de los propietarios a quienes no lo son. Una democracia sustantiva requeriría la eliminación de la propiedad privada, la emancipación del proletariado.

El motor de la historia siempre fue la lucha de clases, pero Engels le prestó atención a la problemática de género. En su lectura, el cambio económico —la transición a la sociedad agrícola y la propiedad privada— fue acompañado por el paso del matriarcado primordial a un patriarcado represivo. Veía la opresión de género, sin embargo, como el resultado de relaciones sociales ancladas en el régimen de propiedad privada, régimen que incluía (o incluye) a la mujer como mercancía. La explotación de la mujer por el hombre es análoga a, y derivada de, la explotación del proletario por el burgués. La sociedad sin clases resolvería ambos conflictos de manera simultánea.

Engels fue un proto feminista y, como tal, limitado. La problemática de género no echó raíces profundas en el marxismo clásico, tal vez por el desproporcionado peso analítico del concepto de clase y por ser un sub producto de ella. No fue sino hasta la posguerra que el feminismo levantaría vuelo como genuino campo de estudio dentro del marxismo y como generador de acción colectiva. Ello especialmente cuando muchas voces feministas apoyaron el comunismo; la de Simone de Beauvoir, entre las más notables.

Hasta allí seguían a Engels. La debilidad más importante de esta posición, sin embargo, fue que, avanzado el siglo XX, quedó claro que la emancipación proletaria no significó la automática emancipación de la mujer. En realidad, ni mucho menos. En otras palabras, el socialismo realmente existente emparejó, aunque no igualó, el ingreso entre mujeres y hombres. En todas las otras áreas de reivindicación de género—derechos civiles, representación política, autonomía, derechos culturales e identidad—la mujer permaneció tan subyugada como en el capitalismo.

En los setenta, a medida que la izquierda europea se distanciaba de Moscú, el feminismo desanduvo el camino del marxismo ortodoxo, por cierto que también el del estalinismo. Con el Eurocomunismo, hasta las versiones feministas más radicales se reconciliaron con la idea de ciudadanía, constitucionalismo y democracia, aunque ello significara incluir al capitalismo en la ecuación. Independientemente de sus múltiples vertientes teóricas, el feminismo se constituyó así en un esfuerzo pluralista de construcción de sociedad civil: un espacio autónomo de deliberación y agregación de intereses e identidades que no son reducibles a la clase social.

Una sociedad civil diversa se expresa, además de clase, en identidades étnicas, religiosas, de orientación sexual, de género y, por supuesto, en la superposición de todas las anteriores, una realidad que la agenda feminista fue de las primeras en reconocer. Esta agenda también ayudó a entender que en sociedades complejas, la noción de minoría no es un concepto cuantitativo. Por el contrario, tiene que ver con desigualdades en la asignación de recursos materiales y asimetrías en la distribución de recursos simbólicos. Las mujeres, un grupo numeroso, no obstante han sido históricamente perjudicadas en lo material y en el reconocimiento social. Articulan por ello demandas capaces de representar a cualquier minoría, no solo a una minoría de género. El feminismo está naturalmente equipado para la democracia.

Estas intuiciones teóricas coincidieron con la tercera ola, las transiciones en Europa del sur, América Latina y Europa postcomunista, en ese orden cronológico. Si bien de manera fragmentada e insuficiente, sirvieron para orientar la práctica de la democratización. Hoy sabemos bien que en políticas de alivio a la pobreza, el subsidio debe llegar a la mujer para garantizar que llegue a los niños. Y en materia de ciudadanía, sabemos que nada tiene tanto efecto cascada como ampliar derechos de género. Es que la democracia podrá ser burguesa, pero sobre todo es “masculina”.

En este sentido, las reivindicaciones de género siempre se traducen en demandas por ciudadanía democrática; unifican conceptualmente esta misma noción. No es solo derechos sociales: igual salario por igual trabajo, en palabras de Patricia Arquette en los Oscars (¡y esto en una sociedad postindustrial!). También incluye más derechos políticos —cuotas, representatividad— e igualdad de derechos civiles en temas donde el clivaje se define por el género: propiedad marital, divorcio, derechos reproductivos. Y, finalmente, la ampliación de derechos culturales, aquellos que definen una identidad de manera endógena, por la subjetividad del actor.

En una época en la que los partidos políticos experimentan una visible erosión de la confianza social y la democracia liberal es fuente de desencanto, tal vez su mayor esperanza esté radicada en la agenda feminista. Cuantos más derechos empoderen a más mujeres, más democrática será esa sociedad. La gran promesa feminista, en definitiva, reside en sus externalidades positivas. En el camino de ampliación de derechos—es decir, un camino democratizador—ganamos todos, no únicamente las mujeres.

EL PLACER DE LAS MUJERES

Si obtener y dar placer es algo tan importante y básico, entonces ¿cuál es la razón de que todavía no se hable abiertamente de ello y, sobre todo, con naturalidad? Diez mujeres de distintas edades, procedencias y formas de entender la sexualidad han accedido a dar testimonio sin tapujos para 7K sobre sus experiencias personales respecto al placer y el sexo. El resultado es un muestreo anónimo que no busca ser científico, ni tampoco tiene mayores pretensiones que poner el foco en espacios habitualmente encerrados entre las paredes de una habitación y, de paso, provocar el debate o la reflexión. Además, ahora que se acerca el 8 de marzo, día de la Mujer Trabajadora, ¿por qué no reivindicar el placer de las mujeres? Que la lectura les sea placentera.

Tiene claro que…

«Si termina él antes, luego que me dé placer a mí»

M., 27 años, con pareja

Mis padres, más que darme una charla, lo que hicieron fue regalarme un libro sobre sexualidad cuando tenía unos 9 años. Todavía lo tengo por ahí. Es ‘Sexo… ¿Qué es?: Desarrollo, cambios corporales, sexo y salud sexual’ (Robie H. Harris), un libro con muchos dibujos, con una abeja muy mojigata y un pajarito muy liberal que discuten entre ellos lo que está bien y lo que está mal. Trata tanto de sexo como de la menstruación, la homosexualidad… y a mí me ayudó mucho. Bueno, mi primer 10 en la ikastola fue en sexualidad; o sea, que el libro me ayudaría en algo.

El placer de las mujeres (Thinkstock)

El placer de las mujeres (Thinkstock)

No me acuerdo cuándo empecé a masturbarme, pero mis primeras relaciones sexuales completas fueron tarde, con 18 años, con mi primer novio, aunque antes sí que tuve rollos: te liabas con un chico, dos besos y ya está. No era por vergüenza, sino que ponía límites, hasta que encontré a un chico con el que me apeteció. Llevaba todo super controlado, sobre todo porque no quería ser madre soltera. A pesar de todo, no me sentí insegura, porque él también era virgen. Fuimos poco a poco, mientras que con el que estoy ahora fue todo lo contrario: fue a saco. Fue mi primer «folla amigo», aunque luego se convirtió en algo más, y mira que mi intención no era que terminásemos de pareja.

Yo sí que soy consciente de que ahora sé lo que quiero. Antes casi era «dejarte», no sé cómo explicarlo, pero sí un poco como lo que nos han vendido en las películas: lo de disfrutar y llegar los dos a la vez y todas esas cosas. Y luego te das cuenta de que no es así. Con mi pareja actual, sin embargo, me digo: «Primero, yo. Voy a disfrutarlo». Y, al final, al disfrutar tú haces que él disfrute. Y si termina él antes, ¡luego que me dé placer a mí! Nosotros somos muy de buscar cosas nuevas, sobre todo sitios nuevos. ¿Una fantasía? Hacerlo en el mar, de día, en la playa y sin que la gente se dé cuenta. La cuestión es que no se enteren, pero no me atrevo, no vaya a ser que nos vean un niño o una señora mayor…

Tiene claro que…

«El sexo no debe estar condicionado por la fidelidad»
J., 66 años, viuda, con tres hijos

Lo tengo claro: no creo que el sexo tenga que estar condicionado por la fidelidad, porque la base de la pareja es el respeto. Eso de que se ponga al sexo como una condición moral para que exista la pareja no es cierto, porque yo no le he faltado el respeto a la mía, aunque me haya ido con unos y otras. Con mi marido he tenido una relación maravillosa, de comprensión total, porque él también creía en la libertad individual y era muy liberal en el sexo. Tengo clarísimo que soy bisexual, aunque a estas alturas no practico el sexo, ni siquiera conmigo misma. Como que no me apetece. Desde que él murió estoy como paralizada: no es que no sienta la necesidad de hacerlo, es que me da igual.

Sí reconozco que nuestra relación no era lo habitual, pero es que nosotros hemos hablado mucho siempre. No digo que le contara el 100 % de todo, eso tampoco. Tampoco he notado el rechazo de la sociedad, porque las personas que lo saben lo ven normal, como una manera diferente de pensar que está muy bien, siempre y cuando a ti no te cree problemas y lo veas claro. Yo no hubiera hecho muchas cosas si mi marido no hubiera sido como era, y eso es el verdadero respeto. Por mi parte, reconozco que soy promiscua de toda la vida. He sido muy lanzada desde joven, porque no me ha creado problemas de conciencia. Si te pica la cabeza, ¿qué haces? Te la rascas. Pues si te pica lo otro, también y punto. Es una manera más de relacionarte y no hace falta darle la importancia que le da la sociedad.

Me suelo quedar alucinada por lo poco que hemos avanzado con el rollo de la fidelidad, empezando por mis hijos, que son superfieles, y me pregunto ¿de dónde han salido estos? Es que yo veo a los jóvenes muy conservadores y me da pena. Hubo una época, la de los años 60-80, con el movimiento hippie, en la que muchos nos liberamos muchísimo. De hecho, los que tomamos conciencia social y personal en aquella época lo vivimos así Aquí, sin embargo, está demasiado enraizada la tradición. Por ejemplo, antes podías poner la pega de «que la Iglesia no me deja», pero ahora no es así, ni nosotros os hemos enseñado eso. Y, sin embargo, ¿qué influye en que se dé este conservadurismo? Para mí, es causado por un tipo de sociedad que nos hace conformarnos con un sueldo de 600 euros en lugar de uno de 1.200. Pues, igual en el sexo.

Tiene claro que…

«Todavía nos cerramos a que nos den placer a nosotras»
I., 29 años, sin pareja

Yo trabajo en un mundo de hombres, en el ámbito deportivo, pero de siempre me ha gustado esto del sexo. Me ha gustado hablar de ello, soy además una mujer de muchos ligues –no me van mucho las parejas– y ahora mi trabajo «por las noches» es con la Maleta Roja, lo que me da la oportunidad de enseñar cosas que a mí me gustan y de abrir un poco la mente a las mujeres sobre el sexo. Así por lo menos aporto mi granito de arena.

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La verdad es que me ha sorprendido ver que todavía nos falta mucho por aprender. Me da la impresión de que todavía nos cerramos mucho a que nos den placer a nosotras. Debiéramos de ser más abiertas de mente, estar más propensas a jugar. A veces pasa que cuando, en las reuniones, alguna demuestra más conocimientos de, digamos, juguetes sexuales, las otras le sueltan lo de «¡menuda guarrilla!». Y eso no me gusta nada. Nos falta todavía abrirnos a que hay un montón de cosas diferentes, a que existe un campo más grande…y que una no es una «guarrilla» por probar otras cosas. En más de una reunión me he encontrado con que he tenido que decir a alguna lo de «esto lo tienes que hablar con la sexóloga» o con que he tenido que explicar donde está el clítoris.

A mí personalmente sí que me gustan muchos los juguetes y también el bondage, que es un poco menos que el sado, pero no es lo que más me piden. En todo caso, llegan a pedir unas esposas o un antifaz, pero lo que más vendemos son lubricantes, velas calientes, aceites para darse por el cuerpo… es decir, cosas para los preliminares. También vibradores, de los que hay una variedad terrible. Tienes de todo: acuáticos, de doble placer, simples… Con los hombres pasa que se echan bastante para atrás con los vibradores, porque todavía son reacios debido a que lo ven como si les hicieran competencia. Para empezar con tu pareja, puedes empezar con uno pequeñito, explicándole bien para que no le dé «cosa». Pero ante la variedad, que cada una elija según sus gustos.

«Yo me llevo bien con la soledad y me apaño muy bien sola»
O., 62 años, madre de una hija

A los 23-24 años empecé en el movimiento feminista y eso, quieras que no, te abre la mente, te amplía horizontes. Para mí, ha sido fundamental a la hora de romper tabúes. Yo no lo he hecho, pero tengo amigas que se autoexploraban en grupo… no sé, cosas así te abren a otros campos; es más, te dan alas para probar otras cosas. Yo por lo menos lo viví así, y soy consciente de que de otra forma estaría en un tipo de relación más anclada en modelos más conservadores.

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Sí, soy bisexual. He estado casada, me enamoré de una mujer y después he tenido relaciones con algún hombre, luego con chicas… y ahora, desde hace años, nada. Mentalmente sí me identifico más con las mujeres, quizás por mi militancia feminista, que marca mucho. Cuando me relacioné por primera vez con una mujer, sexualmente fue un descubrimiento maravilloso, y sí que constituyó una experiencia sexual diferente. Luego ha habido experiencias más normales, no tan bonitas, aunque supongo que también ahí entra en juego la emoción. Entre las mujeres, en general, se habla del sexo como de broma, no con total naturalidad ni se intercambian experiencias. Hace no mucho vi un documental titulado ‘Las Muertes Chiquitas’ (documental hecho en México por Mireia Sallarès sobre el orgasmo femenino), que trata sobre el poder de la masturbación. Me doy cuenta de que entre nosotras no se habla de eso, cuando tiene tanta importancia y, además, ¡te da una independencia! ¿Que cómo entiendo yo la promiscuidad? Es un tema peliagudo, porque en la práctica es más complicado que en la teoría. Conozco a gente que se lo ha trabajado mucho y que lo lleva con mucha apertura, pero es complicado, y eso que ahora hay tanta escuela y teorías como el poliamor, por ejemplo. Lo que está claro es que hay que intentar evitar todo lo que haga sufrir.

A mi hija, que estaba al tanto de mis relaciones, la veo abierta y que lo vive todo con total naturalidad. De vez en cuando me dice: «¡A ver si encuentras algo, da igual que sea hombre o mujer!». En este momento no tengo ninguna relación, pero es que me da como pereza a nivel intelectual. A veces sí que me apetecería, pero no porque sienta necesidad sexual, porque yo me apaño bien sola.

Tiene claro que…

«El placer de las mujeres es la historia no contada»
R., 39 años, madre de dos hijas

Mi teoría es que el placer de las mujeres es la historia no contada. Es muy difícil saber cómo lo hemos vivido, porque siempre se ha quedado en la esfera de lo íntimo o, en todo caso, solo se ha contado a personas muy próximas. Entonces, poco sabemos sobre la importancia que le ha dado la mujer a las relaciones sexuales. Lo que sabemos es por pura intuición. Yo personalmente me he criado en una burbuja para mi tiempo, respecto a la sexualidad, y luego vi que «fuera» era otra cosa. A mí me supuso bastante contraste cuando, al entrar en el instituto, lo que para nosotros era natural tenía, sin embargo, un punto de morbo para el resto de la gente. Fui educada de una forma tan moderna –en casa, en la ikastola, luego en grupos de tiempo libre como Kimuak–, que para mí fue un choque, como si hubiera estado entre algodones.

En mis relaciones, he sido de tener parejas fijas. En el amor soy totalmente monógama, pero el sexo me parece otra cosa distinta. Los diferencio, aunque a veces se da que el sexo y el amor se den a la vez. Respecto a mis hijas, estoy a favor de una exploración sexual no invasiva; es decir, que ellas sean las que lo descubran de una forma natural, porque las niñas son muy inteligentes y se exploran, se tocan, preguntan y te das cuenta de que se masturban. Bueno, respetamos su sexualidad, que en casa no vean que hay tabúes y nos pueden tocar sin ningún problema. De todas maneras, son muy pequeñas todavía y lo que buscamos es que tengan consciencia de que todo es natural. Lo que sí les digo es que no se toquen la potxita con las manos sucias.

Tiene claro que…

«El tabú sobre el placer en solitario de la mujer sigue existiendo»
L., 29 años, con pareja

Tengo muy grabada una escena, de cuando tenía unos 17 años. En una de las clases con una sexóloga que venía al instituto, cuando preguntó por la masturbación, ninguna de nosotras admitió que se masturbase, cuando era evidente que sí. Mientras, los chicos no tenían ningún problema incluso en decir dónde y cómo se excitaban. No creo que fuese debido solo a las chicas lo viviéramos como algo más íntimo, sino también a los tabúes sobre el hecho de que la mujer se dé placer a sí misma. La cuestión es que vi cómo nos cohibimos de tal manera que no podemos expresarlo con total naturalidad y que, el placer en solitario en la mujer, sigue siendo un tabú y una losa.

De hecho, en mi cuadrilla tampoco es algo de lo que hable abiertamente. Sí de las relaciones que podíamos tener con otra persona. Nosotras hablamos y hacemos muchas risas, tanto de lo que ha salido bien como de lo que te ha podido salir mal. Ha habido alguna que ha tenido un zote de novio y lo ha contado, por lo que hemos podido aconsejarle… No sé, ha habido de todo, hasta una que ha conocido lo que es un orgasmo bien tarde, aunque pienso que era por la falta de comunicación que se pudiera producir en la pareja.

Para mí, en la relación de pareja, que el sexo sea satisfactorio es un elemento muy importante. No digo que un 100 %, pero sí un 80 alto. Es otra forma de conectar con la otra persona, de demostrarte el cariño y la atracción. En mi caso, no sé lo que es tener relaciones sin llegar al placer… bueno, te puede salir alguna vez mal, aunque no es la norma. Llevamos muchos años juntos y es evidente que hemos pasado por distintas etapas, pero siempre hemos buscado cosas nuevas por curiosidad y para no caer en la rutina. En cuanto a mis zonas erógenas, sé lo que me gusta y lo que no, me conozco a mí misma y él también me conoce… Si no nos hemos aburrido el uno del otro, y que no suene pedante, es debido a que es algo que hemos cuidado mucho, pero no como si fuera «etxekolana», sino como algo que hay que mimar. A ver: si hablas de las facturas, también tienes que hablar de sexo, porque una vez que lo has solucionado, buah, es una fiesta.

Tiene claro que…

«Lo del amor romántico ha hecho mucho daño»
A., 55 años, madre de una hija

Me acuerdo de que todos me miraban asombrados en la cocina, sin saber qué hacer. Tendría unos 4 o 5 años, estaba sentada y me tocaba. Entonces aprendí que eso no se hacía en público, aunque seguía haciéndolo en mi habitación. Era consciente de que eso no podía ser malo, porque me hacía sentirme muy a gusto. Por eso nunca me han gustado las monjas, ni nada de eso. El placer es algo natural. En los bebés, cuando les estás dando el biberón, se nota muchísimo que se frotan. Con mi hija, una vez que le noté acalorada, le dije que lo hiciera en su habitación, de forma tranquila y en privado, pero se llevó un corte tremendo. De hecho, no la he vuelto a pillar. Le tienes que decir hasta cincuenta veces que recoja un vaso, pero, figúrate cómo se respira en el aire que eso no hay que hacerlo en público, que, en un ambiente tan progresista como el de nuestra casa, con una vez dicha lo cogió al vuelo.

¿Que si en las escuelas les hablamos de sexo? En la escuela se les da clase de biología únicamente. Me suelo quedar pasmada de lo que veo, con el profesor hablando y los críos con unos sofocos y risas, y tan encendidos hormonalmente que ni oyen ni entienden. Es absurdo. Yo creo que haría falta dar clases reales de sexualidad, porque de algo que te da tanto placer que se hable tan poco lo convierte en tabú. Creo que informarnos está bien: informarnos de cómo llegar al placer, de que hay muchas formas, de los frotamientos que hacen los niños… Por otra parte, a mí me molesta la idea del amor romántico, porque ha hecho mucho daño. No sé dónde están esas cineastas femeninas que nos enseñen en el cine otra forma de ver el sexo.

Tiene claro que…

«Era ignorancia total. Me enseñó a masturbarme una vecina»
T., 75 años, madre de dos hijos

Yo estoy muy enfadada con la Iglesia católica por el papel que jugó durante el franquismo, cuando nosotros éramos jóvenes. No les puedo perdonar, porque todo era pecado, hasta «arrimarse» un poco cuando bailábamos en la plaza. Todo se hacía a escondidas, con miedo y había muchísima ignorancia. Yo personalmente tengo esa pena, porque me pregunto: ¿por qué no nacimos veinte años más tarde? Figúrate, ya de adultas, una vez escuché a una amiga decir que ¡te puedes quedar embarazada si te desnudas en la playa porque el semen del hombre anda suelto por ahí! Hicimos unas risas… Nosotros llegamos al matrimonio sin tener ni idea de sexualidad y, por suerte, no he tenido problemas para obtener placer. Eso sí, a mí a masturbarme me enseñó una vecina. Yo ya era madre, tendría unos 28 años, y ella empezó a decir que si estaba enfadada con su marido porque no le tocaba y le contesté que «yo eso no lo he hecho nunca». «¿Cómo qué no? ¿A qué vas a estar esperando?», me respondió.

A nosotras, hay que reivindicarlo, nos liberó la actividad política. Íbamos a hacer pancartas a la sede, a buzonear, a cocinar para sacar dinero para las ikastolas… de todo –hemos trabajado muchísimo–, pero después nos hacíamos nuestras juergas: salíamos a bailar, hacíamos muchas risas, cantábamos como locas… Aquella época fue nuestra liberación y nos ha pasado de todo, como aquella amiga, que luego se separó, que hasta le puso una vez pastillas para dormir al perro para poder salir de noche tranquila. Cuando volvió, se encontró con un lío terrible en casa, con el perro medio loco y los niños despiertos.

Con mis hijos siempre he hablado con naturalidad del sexo y por nuestra casa han pasado un montón de parejas que no tenían dónde estar juntos. Me acuerdo que una vez mi hijo estaba en su habitación con una chica, y mi marido dijo que «esto no puede seguir así». Yo le respondí: «¿Tú te estás enterando de que no estás solo en casa, de que también estoy yo». Se calló. ¿Y que cómo veo a las nuevas generaciones? Pues a los jóvenes no les veo más liberados a que nosotros. Las mujeres siempre hemos sido más avanzadas que los hombres y esto sigue igual, porque ellos siguen manteniendo la idea de ser el macho.

Yo, en los hombres, me fijo en la mirada. Algunas veces, igual estás despistada total, levanta la mirada y dices, «¡ay ama!».

Tiene claro que…

«He disfrutado tanto con los hombres como con las mujeres»
C., 59 años, sin pareja

Tendría yo unos 11 o 12 años, estaba en el hospital porque me habían operado, y leyendo un libro tuve el primer orgasmo de mi vida. Sin tocarme ni nada, solo leyendo, y me dije «¡qué bueno es esto!». Marqué la página y lo leía continuamente, porque seguía produciéndome orgasmos, hasta que mi madre y la enfermera se dieron cuenta. Un día, el libro desapareció y, cuando volvimos a casa, lo encontré, pero ya no me excitaba tanto. Creo que había cumplido su función.

Yo soy bisexual y he disfrutado de las dos formas, tanto de hombres como mujeres. ¿Que si hay diferencias? Para mí no tienen absolutamente nada que ver: con los hombres, el sexo es como más rápido, igual un poco más agresivo, disfrutas pero casi después de que el chico haya eyaculado; con las mujeres, siempre lo he vivido mucho más tranquilamente. Es mucho más suave y puedo decir que a mí se me hace mucho más placentero. Es como más mutuo, llevas más o menos el mismo ritmo, es más igualitario. Yo lo he vivido así: he disfrutado con los chicos y con la penetración y todo; o sea, lo he pasado muy bien, y con las mujeres también, pero reconozco que he tenido más relaciones con mujeres. De hecho, mis relaciones más largas han sido con mujeres. De todas formas, me he enamorado de la persona y, a partir de ahí, ha surgido la sexualidad. Otras mujeres son lesbianas-lesbianas… y yo, en cambio, no. Por ejemplo, me puedo masturbar tanto pensando en una mujer como en un hombre.

De la primera mujer de la que me enamoré, recuerdo que me ofusqué. Yo estaba con un chico entonces y fue como una obsesión. He tenido temporadas que he sido bastante monógama y otras que he sido un pendón, un auténtico desastre para mi pareja en ese momento. Ahora se me ha bajado la líbido muchísimo, aunque, bueno, hace poco estuve con las amigas en un sex shop haciéndonos unas risas, y compramos solo libros porque los juguetes eran caros, pero nos hemos estado whasapenado porque queremos volver.

Tiene claro que…

«Somos la ‘generación bocadillo’ entre ‘no seas una puta’ y ‘libérate’»
R., 24 años, con pareja

En casa, no recuerdo que existieran tabúes. Con la desnudez no había problema alguno, ya con la sexualidad… igual, si hubiera preguntado, mi madre me habría contado más, pero incluso alguna vez que planteó hablar de sexo, me cerré en banda. Ese reparo por mi parte supongo que sería causado a que en algún lado yo habría notado que esto no era algo muy natural de hablar.

Lo que se nos ha transmitido desde la educación ha sido la idea de la protección y no era tanto un espacio para preguntar o salsear, sino para enseñarnos los métodos anticonceptivos. Como ya nos habían enseñado a poner condones, en tercero de la ESO en las salas de sexualidad, suponía un poco de presión, porque «si he empezado a relacionarme con un chico, tendré que ponerle un condón», pensabas. Para mí aquel no era el momento, porque aunque lo intenté, hasta los 17-18 años no tuve una relación con penetración. Tengo el recuerdo de que a veces no podía y me preocupaba, con esa ansiedad de «jobar, tendría que estar haciendo algo que no hago bien». Pero más allá de eso, la primera vez con penetración fue con 18 años, tenía experiencias sexuales previas, y aunque no fue superplacentero, sí fue muy bonito.

Lo cierto es que en la sexualidad se mueven un montón de factores. A mí a veces me ha costado saber qué quiero y qué no. Para mí es importante el placer, ¿pero qué me produce placer y qué no? ¿Y qué tiene que ver con ser mujer el que la otra persona esté bien, que, aunque sea placentero para él, a veces a mí me haya llevado a no poder conectar conmigo misma?

Me parece que las mujeres de ahora tenemos más opciones disponibles por dónde tirar para tener un empoderamiento sobre nuestra sexualidad, otra libertad, otras ganas de descubrir… pero también creo que nosotras somos «la generación bocadillo»: por un lado, tenemos la presión de la época de nuestras abuelas, aquello de «no seas una puta y sé una mujer decente»; en la otra parte del bocadillo, está lo de «libérate, sé multiorgásmica, el sexo es salud y sé una fiera en la cama». Resulta un poco cortocircuitante moverte entre estos parámetros.

Yo creo que la pregunta debiera ser «¿y yo, qué coño quiero?»… y nunca mejor dicho. Pienso que la receta es tener bien la autoestima, para, desde ahí, ir buscando lo que me da a mí placer, para ver cómo lo quiero vivir y cómo lo quiero compartir.

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La sexualidad femenina como la pinta Dorothy Iannone

Dorothy Iannone (Boston, 1933), es una pionera de la emancipación sexual e intelectual de las mujeres y autora de una obra muy personal, en la que se mezcla el erotismo con la mística, el humor con la reivindicación y las historias autobiográficas con la literatura. Debido a la naturaleza tan abierta de su trabajo, lo que le supuso ser víctima de la censura en las décadas entre los 60 y los 80, y también a que ha vivido la mayor parte de su vida en Europa –actualmente reside en Berlín–, esta octogenaria no ha comenzado a recibir atención en su país de origen hasta hace poco. Considerada como una de las mujeres artistas más singulares de los siglos XX y XXI, el gran tema de su obra es «el amor extático». Sus representación de la unión sexual entre el hombre y la mujer adoptan una dimensión mística que plasma la unión espiritual y física de los opuestos. El suyo es un universo visual, colorido y abigarrado, que propone una lectura moderna y personal de las religiones orientales, aunque hay referencias culturales de todas clases. En sus cuadros se puede leer también su visión de su propia vida. Casada en 1958 con el pintor James Upham, fue la «causante» de que se levantase la prohibición en EEUU del ‘Trópico de Cáncer’ de Henry Miller –en 1961 fue detenida en un aeropuerto por intentar introducir el libro en el país– y su apasionada relación con el artista suizo Dieter Roth aparece plasmada vívidamente en sus cuadros. Todo ello está recogido en el libro ‘Dorothy Iannone: You Who Read Me With Passion Now Must Forever Be My Friends’ (Siglio, 2014).

Las personas ‘trans’ no tienen un problema, es la sociedad la que sufre ‘transfobia’

Lucas Platero presenta su libro ‘Transexualidades’ como “un camino abierto para el diálogo alrededor de cambios que podemos hacer en nuestra sociedad para que todos y todas podamos participar en igualdad de condiciones”.

A su juicio, el tema de la infancia y de la juventud ‘trans’ es un tema urgente, “y es urgente porque la gente lo pasa mal, no porque las personas estén enfermas, sino porque el impacto de la sociedad en la transfobia hace mella en las personas”.

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Ilustración hecha por Isa Vázquez, que aparece en el libro Trans*exualidades de Lucas Platero.

Lucas Platero, de nacimiento Raquel, es sociólogo y especialista en cuestiones de género. Da clases en diversos programas universitarios de su área así como en ciclos formativos de intervención sociocomunitaria. Trabaja con el concepto trans*, escrito así con asterisco, con la idea de “salirse de que esto es un problema individual, que sólo les pasa a unas personas muy raras y ponernos más en el plano de que hay un montón de personas que no quieren y no pueden encajar en las normas de género porque son demasiado estrechas y binarias”. Esta semana ha presentado en Donostia su libro Trans*exualidades, el cual lo plantea como una propuesta a un público plural. Lo que propone es “desmentir la idea de que las personas trans* tienen un problema y visualizar que es la sociedad la que tiene un problema, que es la transfobia”. En ese sentido, plantea la posibilidad de alianza con las diferentes personas que pueden estar en ese lugar subalterno, para que puedan tener “un lugar estratégico de cara a luchar por los derechos”.

En la presentación del libro apuntas que está dirigido a profesionales de diferentes ámbitos de la sociedad. En el caso de la educación ¿crees que hay un vacío?

Clarísimamente. Yo creo que el error no es que no sea tratado, sino que se toca mal. Surge en modo de chiste o en modo de injuria, o a modo de algo de lo que reírse. Por ejemplo, hace poco vino a mi clase la policía local a dar una charla sobre Educación Vial, y apareció este comentario, “a ver si por la noche vas a salir, vas a beber mucho y terminas ligando con una chica muy guapa que cuando vayas a casa en realidad es un hombre”. Cuando la gente piensa que hace falta hacer una educación especial de algo, es porque hay algo que no estamos haciendo bien. En la vida cotidiana enseñamos de todo, matemáticas, ética, relaciones sociales… y eso lo hacemos todo el tiempo sin que haga falta una clase específica. Los estereotipos y las ideas más fijas, a veces también erróneas, de lo que se supone que tiene que ser un hombre y una mujer las enseñamos todo el tiempo. No enseñamos sobre transexualidad, pero enseñamos sobre esa rigidez, esa necesidad de situar a las personas dentro de un ámbito de lo inteligible. Lo que nos parece que es y cómo debe de ser un hombre, y lo que nos parece que es y cómo debe de ser una mujer. Lo que creo es que la escuela tiene una obligación visionaria de cara a proyectar el modelo de sociedad que tiene. Sí que es verdad que la escuela tiene una tendencia a ser conservadora y por eso las personas que formamos parte de ella tenemos que ponernos al día con lo que la escuela tiene que hacer. Cuando la gente dice “es que es nuevo el tema este de las nuevas familias”, no es verdad, la gente trans*, las diferentes formas de familia ya están en la escuela.

También mencionas la importancia de los medios de comunicación en la visualización de las personas trans* ¿qué papel juegan en este sentido?

A la escuela y a los medios de comunicación se nos pide mucho. En el sentido de que tenemos como una obligación moral de hacerlo lo mejor posible. Hay que pensar como representamos o como hablamos de las personas, eliminando los estereotipos. Así cuando se habla de una persona transexual, resulta que lo que más le define es que es trans* y no el hecho de todas las otras cosas que forman parte de su vida. Y yo creo que estas representaciones estereotipadas son muy parecidas con las personas con discapacidad, las personas LGTB, las mujeres… como que esa identidad no te deja ver quien realmente es esa persona. Yo sí que echo de menos personas más comprometidas con un periodismo crítico, más personas comprometidas con una escuela crítica, que no significa que estemos criticando a los demás, sino una manera de ser profesionales autoreflexivos, que te cuestiones, que intentes mejorar, que estés siempre en el diálogo con los otros.

¿Crees que durante los últimos años, la percepción de las personas trans* en la sociedad ha mejorado?

Yo creo que sí. Los movimientos sociales han jugado un papel importante a la hora de llevar al debate público cuestiones que a la gente que le incomoda y que piensan que deberían de estar en el ámbito privado. Para hacer ver que no son problemas de personas particulares, sino que son problemas de la sociedad, en la medida en la que cuestionan normas sociales dominantes. Y el binarismo es un problema, porque la mayor parte de las personas no cabe dentro de esas normas tan estrictas. Es sexismo es un problema. La transfobia es un problema y eso que en este sentido hay una pequeña masa crítica que está consiguiendo cambios importantes. Como son por ejemplo, generar una noción crítica sobre el diagnóstico. Es decir, ahora mismo hay mucha gente que está diciendo “la transexualidad no es una patología, sino que forma parte de la diversidad de los seres humanos”. Y esa idea proviene de los movimientos sociales y personas concretas, que es una idea muy sensata, pero está contagiando a muchas personas, y ha llegado a los profesionales, que son ellos quienes están pensando “es que es verdad”. Además, si la transexualidad no fuera una patología, de pronto el registro civil, la psiquiatría, la endocrinología ya no sería tan importante. En la medida en que no estarían los guardianes, ni quien es la persona que se merece y puede cambiar o modificar su cuerpo, o cambiar legalmente sus papeles, para lo cual también habría que pensar también cómo funciona el poder.

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Portada del libro Trans*exualidades de Lucas Platero.

 

En el ámbito político y legal ¿veis que existe un muro que no deja avanzar?

Yo creo que se han conseguido cosas, lo que no invalida el hecho de decir que no son suficientes. Es decir, que la gente pueda cambiar de nombre y de sexo en los documentos de es muy importante, porque te hace funcionar en la vida cotidiana. Pero ojo, la vigilancia que hay sobre quien puede hacerlo, y el hecho de que la persona que vigila tiene unas ideas tan conservadoras, al final se convierte en un problema. En la vida cotidiana la gente no se relaciona sólo contigo a través de tu DNI, y la transfobia tiene que ver con el castigo a los crímenes, con lo que tú puedes hacer, pero tiene que ver con algo mucho más importante que son los cambios sociales en la vida cotidiana. En ese sentido, el acoso escolar, la inserción laboral, la participación social… no se encuentran solamente es el marco de las leyes. Todavía hay muchas cosas que hay que hacer. El tema de la infancia y de la juventud trans* es un tema urgente. La inserción laboral de las mujeres trans* también. Y digo urgente porque la gente lo pasa mal. La gente tiene sentimientos negativos hacia sí mismos, por lo que la sociedad te dice. No porque las personas trans* estén enfermas, sino porque el impacto de la sociedad en la transfobia hace mella en las personas. Hay gente en casa que no quiere salir a la calle, que tienen dificultades para encontrar un empleo, hay jóvenes que tienen sentimientos de suicidio, entonces nos va la vida en ello, no es una cuestión secundaria o marginal.

¿Qué soluciones planteas en el libro para superar esa transfobia?

Hablo de que probablemente para que no exista la transfobia hay que hacer cambios a nivel social. Yo lo que propongo es una serie de acciones que parten de la idea del desarrollo comunitario. De qué pueden hacer los entornos inmediatos para mejorar la calidad de vida de las personas trans*. Y en ese sentido, hablo de factores de salud y factores de protección para la gente más joven. Es decir, que para alguien joven probablemente va a ser muy importante tener la posibilidad de conectar con otras personas, tener personas adultas que pueden ser tú familia u otras, porque la familia igual está muy estresada pensando si es culpa suya. Hablo de la importancia de conocer a personas trans* adultas que ejerzan de modelo, hablo de que el profesorado y la escuela estén apoyando los derechos y la capacidad de expresarse libremente las personas trans*. En fin, que para ese ámbito y para la gente joven hay cinco cosas que yo he diagnosticado como factores de salud que me parecen importantes. El libro se plantea como un camino abierto para el diálogo alrededor de cambios que podemos hacer en nuestra sociedad para que todos y todas podamos participar en igualdad de condiciones. Por lo menos mejorar la calidad de vida de las personas trans*. La segunda parte del libro son todo actividades que se pueden hacer en grupo a la hora de abordar ideas erróneas, abordar la adquisición de conocimientos, abordar también el desarrollo de habilidades para enfrentarse a la transfobia.

Fondo de armario para una biblioteca feminista

Repasamos la historia del movimiento, de Wollstonecraft a Beatriz Preciado, porque como dijo alguien, “qué diferente hubiera sido la historia de las mujeres si no hubiese sido escrita por hombres”

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Lo que diga Alison Bechdel

El movimiento feminista ha recorrido un largo camino. Desde la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, escrito en 1791 como respuesta a la Declaración de los Derechos de los Hombres y del Ciudadano que excluía a la mitad de la población hasta el nuevo feminismo combativo deCaitlin Moran o Pussy Riot, se ha analizado desde todos los ángulos el comportamiento de las mujeres contra los corsés de lo “correcto”, lo apropiado y lo imposible.

La historia de las mujeres es necesariamente radical, no sólo por su resistencia a la norma y su politización de lo doméstico y de lo íntimo sino porque es una historia alternativa a la historia: como dijo alguien, “qué diferente hubiera sido la historia de las mujeres si no hubiese sido escrita por hombres”. Aquí recogemos algunos de los libros que podemos considerar imprescindibles para comprender la historia y evolución del feminismo, el momento en el que se encuentra ahora y su motivo de lucha actual.

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Olympe de Gouges, el cómic

Los textos fundacionales

Hablando de hegemonía, fue durante la Revolución Francesa que se redactó laDeclaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, un título donde no cabe una arroba. Como respuesta, Olympe de Gouges redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791), uno de los primeros documentos históricos que aboga por la emancipación de la mujer y pide la igualdad de derechos y mismo tratamiento legal y jurídico tanto para hombres como para mujeres.

Posiblemente le sirvió de inspiración a la famosa Vindicación de los Derechos de la Mujer(1792) de Mary Wollstonecraft, para quien “el matrimonio no se considerará nunca sagrado hasta que las mujeres, educándose junto con los hombres, no estén preparadas para ser sus compañeras, en lugar de ser únicamente sus amantes”.

Sobre legislación, Reforma o Revolución de la gran Rosa Luxemburgo sigue siendo un libro clave para entender que el feminismo es también una lucha de clases, y tampoco hay que olvidar la contribución de Clara Campoamor y F ederica Montseny al marco legislativo. Las dos escribieron regulación pionera en torno a los derechos de la mujer, incluyendo el derecho al aborto. Y, con cierta inclinación por la ironía, podríamos incluir el Manual de socialismo y capitalismo para mujeres inteligentes de George Bernard Shaw para navegar las aguas políticas actuales que, como todo lo nuevo, tiene al menos una reencarnación anterior. Porque el sistema capitalista aplasta a la mujer y no se puede conseguir una sociedad igualitaria y feminista si dejamos que esta estructura social, económica y política rija nuestras vidas.

Un regalo más ligero para no iniciadas: Olympe de Gouges es una novela gráfica de Catel Muller y Jose-Louis Bocquet.

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Gloria Steinem te lo dice bien clarito

Segunda ola: Lo personal es político

El segundo sexo (1949) se preguntaba por primera vez algo que en su momento parecía exótico pero tocó tecla con las señoras: ¿Qué significa exactamente ser mujer? Simone de Beauvoir reflexiona sobre las construcciones de género: somos mujeres ¿porque nacemos mujeres o por qué nos construyen mujeres? La francesa plantea que la mujer debe reconstruir su identidad propia, lejos de lo que quieren los demás que seamos.

Inspirada por este libro, Betty Friedan escribe La mística de la femineidad en 1963, un análisis sociológico del retrato mediático que hacen las revistas femeninas de la mujer ideal. Friedan descubre que, en la generación posterior a la victoria sufragista, las revistas dejan de celebrar a la mujer independiente con carrera y profesión para centrar la felicidad femenina en la consecución de otros valores: el marido rico, la figura esbelta, la ropa cara, la cocina moderna y dos niños perfectos. Como consecuencia, las mujeres pueden ir a la universidad pero lo hacen para encontrar marido. En este orden de cosas, sólo “las feas” consiguen acabar la carrera, embarcándose en una vida yerma y carente de afecto. Así nace la vampírica “mujer de carrera” que intenta robarle el marido a sus dulces congéneres.

La revolución de la Política sexual

Decían que la televisión acabaría con la cultura pero, como hoy ya sabemos, lo que trajo fue la guerra, dejando que libros radicales llegaran a las masas gracias a tres amazonas de carisma peculiar. En   Política Sexual, Kate Millet argumenta que lo político afecta a lo personal y, por ende, a las relaciones sexuales. El libro ahonda en cómo las estructuras del sistema patriarcal afectan también a las estructuras existentes en cualquier relación, y encuentra sus ejemplos en el cánon literario: D.H. Lawrence, Henry Miller, Norman Mailer y -contra el canon- Jean Genet.

El famoso Intercourse (coito) de Andrea Dworkin declara que, en una sociedad en la que todo está estructurado para que las mujeres estén subordinadas a los hombres, el sexo es sólo otra pieza más para perpetuar esta subordinación. Este argumento, y su lucha particular contra la recién llegada industria pornográfica, fue reducido a una de sus frases más desafortunadas, “Toda penetración es violación”, dejando así en un segundo plano el verdadero debate. Que incluye, por cierto, el derecho al aborto, el acceso a los anticonceptivos y las expectativas de cuidados en torno a la maternidad, la vejez y la enfermedad, debate liderado por la vaca sagrada Gloria Steinem.

Reacción. La guerra no declarada contra la mujer moderna cierra el círculo de Betty Friedan. Donde ésta señalaba la reacción mediática contra el movimiento sufragista, Faludi detecta el mismo proceso en los años 90, cuando los medios y el cine manufacturan un sinfin de estereotipos negativos contra “la mujer de carrera” (¿se acuerdan de Glenn Close en Atracción Fatal?). Años más tarde llega su heredera pop con Female Chauvinist Pigs: Women and the Rise of Raunch Culture de Ariel Levy, donde habla del síndrome de abeja reina, esas mujeres que todos conocemos cuya práctica habitual incluye reforzar las estructuras patriarcales para ser la única mujer poderosa en su entorno, poniéndole la zancadilla a todas las demás. En todas las empresas hay una, todo el mundo sabe quién es.

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Hadalay, la bella sin alma (o qué)

Queer y Cyberfeminismo: la anatomía no es identidad

Desde que un psicólogo neozelandés llamado John William Money se inventara la palabra género en 1947, la parte más radical del movimiento ha trabajado para separar la identidad sexual de la anatomía. El movimiento Queer estalla en Francia y en Estados Unidos en los 90, en plena crisis del sida, y rechaza las categorías de control de lo privado como “homosexual”, “gay” y “lesbiana” y la psiquiatrización de las preferencias identitarias, íntimas y sexuales para reclamar la identidad sexual independiente a la ley, la sociedad y la familia.

Entre las más interesantes están la fundadora Judith Butler y la propia Beatriz Preciado, sin duda uno de los cerebros más interesantes del ensayo en español, aunque ninguneada -precisamente- por la elección de sus temas. En Cuerpos Que Importan, Butler coge la Historia de la sexualidad de Foucault y se la lleva al feminismo, con resultados electrizantes. Y en su Manifiesto contra-sexual, Preciado teje un sólido manifiesto contra los prejuicios sexuales, enlazando la producción tecnológica y farmacológica con la imposición de identidades convenientes basadas en lo físico, lo social y lo tecnopolítico. Más ligero pero no menos interesante, hay que leerse los comics de Alison Bechdel, desde su obra maestra Fun Home, hasta la reedición de su famosa tira cómica, Lo indispensable de unas lesbianas de cuidado.

Variante de la misma semilla y entretejido con esta, el movimiento Cyberfeminista explotó en los 90 con dos textos: Un manifiesto cyborg: ciencia, tecnología, y feminismo socialista a finales del siglo XX de la “feminista, más laxamente neomarxista y postmodernista” Donna Haraway y Ceros y Unos de Sadie Plant, un ensayo que sólo podía envejecer mal (como todos los hijos de su época, comoMatrix) pero que reclamó el lugar de las mujeres en el desarrollo científico y desenterró a la santa del movimiento: Ada Lovelace, hija del poeta Lord Byron, madre del lenguaje de programación.

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Caitlin Moran: How to be a woman

Tercera Ola: Tetas y cerebro

Para empezar, un regalo para aquellos que declaran que el feminismo ya no tiene sentido porque las mujeres han conseguido el reconocimiento, la emancipación y el derecho al aborto que tanto ansiaban y sólo les queda ganarse t odo lo demás.Manifesta: Young Women, Feminism and the Future , de Jennifer Baumgardner y Amy Richard explica por qué el feminismo no ha muerto, cómo se entiende en el siglo XXI y cuáles son sus luchas, que son muchas y variadas. En la misma línea, El Futuro del Feminismo de Sylvia Walby desmonta los argumentos por la defunción y/o irrelevancia del movimiento, recordando lo mucho que nos queda para alcanzar algo parecido a una igualdad de oportunidades.

Aclarado esto, vamos con las chicas. Aunque no lo parezcan, son herederas de Beauvoir y plantean nuevos modelos de ser mujer en un mundo falsamente lleno de posibilidades. No soy ese tipo de chica, de Lena Dunham y Cómo ser mujer,de Caitlin Moran no dan lecciones de cómo son o deben ser las mujeres. Se dedican a escribir lo que les atormenta, les apasiona, cuáles son sueños y qué obstáculos han encontrado en su camino para conseguirlos. Y asuntos de importancia severa: cómo nos relacionamos las mujeres con nuestro cuerpo. Y con la comida. Y con los hombres, las amigas y la familia.

Es el fenómeno Tits and wits” (tetas y cerebro): se puede ser mujer, apasionada de la moda, independiente, inteligente y emprendedora y también tener tetas. Funcionan por el mismo motivo por el que funcionó su antepasada francesa; porque refleja las dudas, los miedos y las posibilidades de su generación.

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Muy contra esto

Quita de allá esas estrellas

¿Por qué nos enamoramos de gente que no nos merece? ¿Qué nos hace renunciar a cosas por amor? La socióloga Eva Illouz se ganó el cielo con Por qué duele el amor, donde analiza los atributos de valor que otorgamos a la adoración ajena y que desaparecen con la ruptura, con el consiguiente dolor espantoso . en El consumo de la utopía romántica, se dedica a desmontar los mitos del amor romántico, incluyendo lugares comunes como el beso bajo la lluvia. En el mismo género, la Crítica del pensamiento amoroso, de Mari Luz Esteban, explica cómo nuestra forma de entender el amor afecta a los comportamientos y relaciones que tenemos con todo lo demás, ya sean relaciones de amor, de clase social o de etnia. Esto afecta a la construcción de identidades y, por tanto, de sujetos.

Finalmente, en La construcción socio-cultural del amor romántico, Coral Herrera disecciona las emociones, preguntándose si se tratan de un fenómeno biológico o una construcción social. Herrera hace una reflexión de cómo las emociones están predeterminadas por mitos, relatos y estereotipos que hemos ido interiorizando poco a poco hasta que los hemos asumido cómo algo innato.

Economías radikales

Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria de Silvia Federici (2004) es uno de los textos estrella de los últimos años. Profesora en la Hofstra University de Nueva York, Federici ofrece una revisión historica de Marx y del capitalismo desde una perspectiva feminista. Entre otras cosas, el libro enlaza la famosa caza de brujas con la usurpación de bienes a mujeres por parte de la Iglesia. No es casual que haya más brujas en aquellos lugares donde una mujer puede heredar legalmente bienes familiares- como Euskadi- y por tanto acumular tierras o casas sin necesidad de casarse. De aquí el mito de la bruja que vive sola en una casa en mitad del bosque.

Con idéntico espíritu -y no en vano en la misma editorial- Amaia Orozco propone una  Subversión feminista de la economía, donde se establece el género como “una variable clave que atraviesa el sistema socioeconómico, es decir, no es un elemento adicional, sino que las relaciones de género y desigualdad son un un eje estructural del sistema, el capitalismo es un capitalismo heteropatriarcal.” ¡No olvides leer nuestra entrevista!

Finalmente, un libro radical sobre una economía muy sumergida: en Dónde está mi tribu, Carolina León reflexiona sobre la maternidad y la crianza, con especial y doloroso énfasis en el asunto de la lactancia y la borrosa raya que separa la responsabilidad de una madre de la prisión.

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Atención: las bellas ninfas de Waterhouse no son de fiar

Brujas: Manifiestos literarios

Si hay un precedente -y olvidamos la Antígona de Sófocles porque la escribe un señor- tendrá que ser Cristina de Pizán y La Ciudad de las Damas (1405). En el contexto de la “Querella de las Mujeres”, un debate teológico sobre la supuesta inferioridad del sexo femenino, Pizán imagina una ciudad medieval diseñada y habitada por mujeres, arropada por el renacentismo y amurallada contra el patriarcado bruto, chovinista y apestoso de ahí fuera.

Seis siglos más tarde, en Una habitación propia (1929), Virginia Woolf interviene juiciosamente en lo doméstico para ofrecer “una opinión sobre un punto sin demasiada importancia: que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”. Y donde la mujer -aunque no sea escritora- pueda ser ella misma, con sus extrañezas y sin interrupciones.

Más impactante -aún hoy o, quizá, sobre todo hoy, es la relectura que hace Jean Rhys de Jane Eyre. En Ancho mar de los sargazos (1960) Rhys literalmente hackeaa la vaca sagrada de Charlotte Brontë, recreando la biografía de un personaje aparentemente secundario: la primera mujer del señor Rochester, que vive encerrada y oculta en el ático de su siniestra mansión victoriana. Reivindicación postcolonial donde las haya, manifiesto feminista atemporal, es imposible volver a leer a Brontë -o cualquier literatura decimonónica- de la misma manera. Eso sin mencionar lo maravillosamente escrito que está.

Claramente inspiradas en esta corta pero impactante novela, las académicas Sandra Gilbert y Susan Gubar publican La loca del desván: escritoras y la imaginación literaria del siglo XIX en 1979, cuya intención y contenido se explica por sí misma. Como complemento, dos estudios sobre el origen del mito de la “mujer fatal”: Ídolos de perversidad: la imagen de la mujer en la cultura de fin de siglo, de Bram Dijkstra y Las hijas de Lilith, de Erika Bornay.

En estos dos libros imprescindibles se explica cómo el movimiento de demonización literal de las mujeres corre paralelo al de su proceso de emancipación, desde su papel en la Revolución Francesa hasta su incorporación al mercado laboral. El arte y la literatura decadentista se llena de vampiras, gorgonas, serpientes y sirenas, que se anteponen a la dulce criatura doméstica con sus insaciables apetitos sexuales y sus rituales demoníacos. Para una lectura más moderna de rol de la mujer en el arte, la literatura y la política, recomendamos leer cualquier cosa de la brillante y viperina Camille Paglia, estrella de los 90, hoy injustamente olvidada pero más necesaria que nunca.