Las nuevas familias chocan con la burocracia

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Ana Zatón, coprotagonista de esta historia, posa en su domicilio de Gasteiz con su pequeño de cinco meses, cuyo reconocimiento como hijo tanto suyo como de su pareja o su inscripción en el Registro Civil han destapado muchas de las carencias del sistema. Con todo, ahora toca también disfrutar

GASTEIZ – El Estado español cuenta con una de las legislaciones más avanzadas del planeta en materia de reconocimiento de los derechos del colectivo LGTBI, pero a día de hoy son todavía numerosos los agravios comparativos con los que acostumbran a toparse sus integrantes. Un buen ejemplo lo representan las gasteiztarras Ana Zatón y su pareja Ainara, recientes madres de un niño, que durante los últimos meses han sufrido en primera persona los rigores de una burocracia aún inadaptada a las nuevas realidades sociales.

Al igual que sucede con todas las parejas de mujeres que deciden someterse a un tratamiento de reproducción asistida para tener descendencia, Ainara y Ana tuvieron que contraer matrimonio para que, una vez llegado su pequeño al mundo, pudieran inscribirlo en el Registro Civil como hijo de ambas. A partir de ese día tan especial, las dificultades para regularizar su nueva situación han sido también permanentes, al igual que las quejas presentadas por la pareja ante numerosas instituciones por el empleo de lenguaje sexista en los formularios.

La aprobación de la Ley 03/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres supuso un nuevo punto de inflexión hacia la equiparación de derechos de las parejas heterosexuales con otras como la formada por estas dos gasteiztarras, ya que recogió por fin la posibilidad de inscribir a sus descendientes como hijos de ambas en el Registro Civil, no solo de la madre gestante. Siempre, eso sí, que estuviesen casadas previamente, un derecho reconocido dos años atrás con la Ley 13/2005 de matrimonio igualitario. Antes, la madre no biológica o no gestante debía iniciar un proceso de adopción, lo cual ya suponía un claro agravio comparativo.

Sin embargo, tanto tiempo después de la aprobación de esta norma, las quejas presentadas por parejas de mujeres lesbianas o bisexuales han sido constantes a la hora de inscribir a sus hijos en los juzgados debido al desconocimiento de estas novedades por parte del funcionariado, por la constante falta de información y por la vulneración de los derechos que esto supone para las familias. Ainara y Ana, que por fin pueden disfrutar de la compañía de su hijo tras haber superado multitud de obstáculos, solo esperan ahora que las nuevas realidades sociales y la burocracia dejen de estar tan desacompasadas. “No quiero que me pidan perdón, sino que ninguna pareja que venga después tenga que pasar por lo que hemos pasado nosotras. Que todo el mundo pueda ir al Registro Civil sin preocupaciones y disfrutar del nacimiento de su hijo y después centrarse solo en su educación. Que no se nos pida ni un requisito ni un papel más que a otra pareja”, sintetiza Ana.

El primer paso obligado que ambas tuvieron que dar fue casarse en el año 2015. Básicamente, como reconoce Ainara, “para poder tener al niño”. Después del viaje de novias, ambas visitaron una clínica privada de reproducción asistida de Bilbao para informarse sobre los pasos que tenían que dar en adelante y, a partir de ahí, todo fue muy rápido. El niño nació hace ahora cinco meses, pero no pudieron inscribirlo en el flamante registro con el que cuentan los hospitales vascos. “No se nos dio ninguna explicación desde la administración del hospital, solo que ni las parejas homosexuales ni extranjeras podían registrar a sus hijos”, expone Ana.

La pareja presentó una queja y, solo dos días después, Ana acudió al Registro Civil para completar el trámite, pero tampoco fue posible. Según el juzgado, porque debían haber manifestado formalmente ante un juez con anterioridad al parto “su voluntad de reconocer su filiación respecto del hijo o hija de su cónyuge”, así como haber presentado la documentación del centro de reproducción asistida en el que constase “el consentimiento” de las dos integrantes de la pareja de iniciar dicho tratamiento. El primero de estos requisitos, por ejemplo, fue eliminado tras la aprobación de la Ley 03/2007. “Salí llorando del juzgado por la falta de reconocimiento de mis derechos y las trabas impuestas por la legislación”, asegura Ana.

Las situaciones discriminatorias se han sucedido con posterioridad, como el hecho de que Ainara, al no ser la madre gestante, tuvo que solicitar la baja y la prestación por paternidad, con p. Las quejas de la pareja ante la Seguridad Social, el Ararteko o el Defensor del Pueblo español, más allá de buenas palabras, no han dado sus frutos hasta el momento. “¿Nadie se ha quejado de esto en once años?”, se pregunta Ana. El debate llegará próximamente al Pleno de las Juntas Generales de Araba.

La histórica revolución de las familias que apoyan a sus hijos transexuales

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Un dibujo de Gabriela, cedido por la familia

Filósofo, lingüista y antropólogo, Juan Gavilán cree que hay unas madres que “están cambiando el mundo” y explica que él, que ha escrito un libro sobre ellas, las conoció por casualidad. Las mujeres son madres de niños y niñas hasta ahora estigmatizados por ser transexuales y que un día decidieron defender los derechos de su hijos: el primero de ellos, el derecho a la identidad.

Gavilán, que había investigado y escrito sobre identidad y transexualidad, leyó en el periódico el caso de “ una niña a la que le negaban su identidad“, y a partir de ahí (y por una serie de casualidades) conoció de primera mano decenas de casos de los niños y niñas a quienes la sociedad les asignó un sexo, como un estigma, que no sienten.

Los relatos se recogen en un libro, Infancia y transexualidad (Catarata, 2016), en el que aparece la historia de esa niña, Gabriela, célebre porque su madre Pilar plantó cara a un colegio y a un obispo que pretendían decirle a su hija quién era. Su caso fue determinante para la adopción de un protocolo de actuación sobre identidad de género en los colegios andaluces.

Pilar y Juan, madre y autor, conversan con  eldiario.es/andalucía sobre menores transexuales y experiencias de vida, sobre identidad y coerción, sobre un modelo biomédico en retroceso y patologizador, y un modelo sociocultural, abanderado por la rebeldía de estas madres, que ha alumbrado una generación de menores que dejaron de esconder lo que son.

Habla en su libro de un proceso histórico. ¿Por qué?

Juan Gavilán: La aparición de niñas y niños transexuales apoyados por sus familias es histórica porque no se había dado nunca. Habían vivido en la familia una situación de opresión y rechazo, porque la familia se convertía en un instrumento para ejercer la capacidad de expulsión y segregación de los niños transexuales. Hay un momento en que por muchos factores algunas madres y familias deciden poner sobre la mesa el problema, visibilizar a los niños y defender los derechos que tienen, tanto su identidad como a la escolarización. Son pocas y luego se convierte en un fenómeno multitudinario. Es un acto de rebeldía.

Ha conocido a decenas de familias que un día aceptaron que sus hijos e hijas eran menores transexuales. ¿Hay un patrón común en esas experiencias?

Juan Gavilán: Hay unos patrones de conducta que se repiten, hasta el punto de que hay psicólogos que piensan que es una especie de visión errónea producida por algún tipo de mirada retrospectiva de las madres, porque tienden a pensar que hay algún engaño. Yo he tipificado periodos de latencia en los que los niños y niñas no tienen capacidad para salir y se producen alteraciones de la conducta por la presión social. En el periodo de latencia todas las niñas juegan con toallas simulando el pelo, utilizan la ropa de la madre, de la hermana, de quien sea. Luego hay un periodo de desvelación: niños muy inteligentes, desde quien le dice a la madre “yo tengo en mi cabeza que soy un niño”, y se señala, o una niña que estudia los artículos y dice “yo no soy el niño, soy la niña”.

Hay dos fenómenos verdaderamente importantes: se rebelan contra el proceso de socialización de género, algo muy complicado porque el proceso de aculturación es tan fuerte que es casi imposible, pero estos niños se rebelan y dicen “no soy un niño o una niña”. El segundo es que todos y todas adoptan valores de género que son propios del sexo asumido, como una especie de reacción instintiva. Esto es muy criticado por psicólogas o antropólogas feministas, pero un niño asume instintivamente aquello que se le está negando, lo que no quiere decir que defiendan una ideología de género machista.

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Juan Gavilán, autor de ‘Infancia y transexualidad’ | N.C.

¿Cuándo está manifestando su identidad y cuándo está jugando o experimentando?

Juan Gavilán: Puede ocurrir que haya niños que experimenten, pero esos no son transexuales. Por lo que conozco, hay que esperar y observar los comportamientos sin ningún prejuicio. Condición absolutamente necesaria: no reprimir ni castigar el sexo sentido. Y que vaya aflorando la personalidad. Los psicólogos no confían en esto, y creen que hay que diagnosticar y evaluar. Se espera que no sólo tengan disforia de género sino que venga acompañada de comorbilidad, una patología acompañante. Es un discurso que trastoca la realidad porque no existe la disforia: la persona transexual no es disfórica por sí misma, sino que la disforia la produce la presión social y el entorno. Hay un caso de una niña que se desnuda tranquilamente en la piscina. La madre se preocupa porque cree que va a sufrir. La niña le dice: “Mamá no me importa. Si alguien me dice algo, le diré que soy una niña transexual”.

Eso parece indicar que los niños no sólo saben lo que son, sino que lo conceptualizan.

Juan Gavilán: Se da en muchos niños, aunque no lo crean los psicólogos. Yo una vez, hablando con un psicólogo conocido, le conté el caso de una niña de 10 años que quería llamarse Cambrollé de apellido. Le pregunté por qué quería llamarse así. Me miró y me dijo: “Porque es nuestra presidenta”. Lo que quiero decir con este caso es que el niño no trae la disforia, no viene con la patología o el malestar sino que se lo están creando.

Pilar Sánchez: Claro. El otro día otro de mis hijos le dijo a mi hija “transexual”, para meterse con ella. Y ella le respondió, “pues claro. Soy transexual. Igual que tú eres un niño”.

Esos niños y niñas sufren una presión social de su entorno para que asuman el sexo asignado. ¿Cómo de difícil es de lograr la autodeterminación de la identidad con esa presión?

Juan: Yo creo que para ellos no es especialmente difícil. Mi teoría es que el cerebro humano está formado de tal manera que tiene que controlar el cuerpo, y es normal que el niño reconozca el medio y su cuerpo e identidad. Lo que es complicado es que la familia lo acepte. Entre que el niño sabe, muy pronto, hasta que la familia lo acepte hay un periodo de tiempo no determinado, porque dependerá de la voluntad del niño y la capacidad de la familia para asumir el fenómeno. Hay casos de niños que han vivido desde los dos años conforme a su sexo asumido, sin problemas en el colegio o en la familia. Otros tardan dos, tres o cuatro años. Hay casos en que la familia reacciona cuando ven daño físico. Hay otras que lo aceptan porque son muy insistentes. Hay niños que han empezado a los dos años y se les reconoce a los ocho.

Pilar: O que no se lo han reconocido…

Juan: Las narraciones son de madres que han aceptado el fenómeno y cuentan su experiencia y les sirve de sanación o catarsis. Es normal que las madres asuman un cierto sentido de culpa, por qué no lo hice, o no lo hice antes. Hay madres que cuentan que terminan hartas porque la niña no para.

Porque hay una resistencia…

Juan: Porque le están dañando su identidad, la obligan a vestir como no se sienten. Imagina que te obligaran a ir al trabajo vestido de mujer. Todos son padres que han terminado aceptando la situación.

¿En su caso, Pilar, cómo llega a la conclusión de que Gabriela es una niña?

Pilar: Yo viví en casa conductas muy repetitivas: llegar y desear quitarse el uniforme para transformarse, o esconderse para que no la vieran, o acostarse totalmente pintada como una choni… Cuando llega el momento de salir a la calle, de decir esta soy yo y no como me disfraza mi madre, parecen árboles de Navidad, hasta que hay una normalización. Mi hija se lesionó con cinco años y medio. Yo vi que su comportamiento no era acorde a lo que me habían dicho en el hospital al nacer, y me rebelaba. Llevaba un bagaje de sufrimiento porque veía que no era feliz y algo pasaba, pero pensaba que iba a ser gay, que es algo totalmente distinto. Fue al ver un documental. Fue tomar las riendas, ponerme en contacto con Mar Cambrollé, y empezamos cuatro familias locas a reunirnos en Sevilla. Eso fue un punto de inflexión.

¿Le costó?

Pilar: Muchísimo. Una madre comprende a su hijo y acepta todo. Pero tiene metidos unos prejuicios y unos valores, y luchas con eso, y dices: “Lo estoy haciendo mal, me estoy equivocando, esto es un capricho”. Pero cuando te das cuenta de que tu hija está sufriendo, y empiezas a informarte y leer, te das cuenta de que la equivocada era yo. ¿Quién me va a certificar la identidad de mi hija? ¿Qué psicólogo? ¿Desde cuándo te sientes tú un chico? ¿Alguien te dijo algo?

Juan: Se plantea esto porque las familias desconocen la transexualidad. El primer día que alguien les diga algo es un mazazo tremendo.

Pilar: Uf…

Juan: Sufren muchísimo, porque la imagen que tienen de la transexualidad es muy negativa. Hay muchas madres que hacen consultas no sólo a psicólogos, sino a un hermano o un amigo homosexual que le dice: “Tu hija dirá eso, pero yo nunca quise ser una niña. Piensa si es transexualidad”. Esa madre sufre un proceso durísimo porque nunca ha pensado que pudiera ocurrir. Y hay quien va al psicólogo y le dicen que puede ser complejo de Edipo. Los psicólogos a veces no saben nada de esta realidad.

Cuando se acepta esa realidad se genera un nuevo problema: explicarlo. ¿Cómo fue?

Pilar: Recuerdo el encuentro de las cuatro locas que fuimos a Sevilla. Cuando me dijeron lo que pasaba, el viaje de vuelta fue un punto de inflexión. Estaba sola. Mi hija se quedó dormida y yo de Sevilla a Málaga estuve dos horas llorando. Sabía lo que se me venía encima, pero nunca me pude imaginar el problema por estar en un colegio religioso. Sí, la gente te mira, te juzga. Pero a mí me ha pasado de todo, desde llamarme el fiscal, hasta que el fiscal general del Estado intermedie en el caso de mi hija.

Juan: Lo que pasó ahí no se puede repetir porque la ley marca la pauta. Pero además el conocimiento que se ha difundido, cada programa que se hace en televisión atrae a las asociaciones a personas que se reconocen en esos casos. Eso está facilitando que las familias y las niñas tengan una vida más llevadera. Era un problema de ignorancia y desinformación.

Pilar: El protocolo educativo surge a colación de lo que le pasó a mi hija y el impulso de personas como Mar Cambrollé. Cuando entra en vigor y cada colegio lo asume y ningún menor puede ser discriminado por su identidad, escribí una noche un texto llorando. Ningún menor va a tener los problemas que mi hija tuvo, pero falta una ley estatal. No puede ser que un niño andaluz tenga más derechos que uno de Toledo.

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Dibujo de un menor transexual cedido por la familia

¿Cómo fue para las personas que estaban alrededor?

Pilar: Mira: mi madre, con 75 años, dice que ella nunca ha tenido un nieto. Nunca. Mi familia lo estaba viendo desde chiquitita. Yo tengo fotos de mi hija con año y medio con sujetador. Me di cuenta al hacer un barrido de fotos. También mis amigos la veían, alguno me defraudó, pero el apoyo fue general.

Es común que la primera reacción ante este tema sea plantearse si con cinco o seis años ya saben lo que son.

Pilar: Es la pregunta que yo te he hecho: ¿cuándo te dijeron que eres un chico?

Sí, pero yo sigo el cauce ya aceptado socialmente y no tengo que confrontar con lo que me dicen que soy. Un transexual tiene que salirse de la pauta…

Pilar: Porque no has tenido necesidad.

Juan: Claro, los demás seguimos el raíl. No hemos tenido problema porque vamos conforme a la norma. El problema lo tienen las personas que tienen que caminar contra a la norma. Lo sabe desde muy pronto y lo manifiesta en cuanto puede, no hay una edad concreta porque depende del niño y la resistencia de la familia. Hay niños que se sienten vencidos por la familia, se encierran en una cárcel interior hasta que exista un momento favorable.

Pilar: Imagina un niño como mi hija en una familia como las que hicieron la recogida de firmas en contra de mi hija.

¿Ella fue consciente?

Pilar: No, ella sabía que pasaba algo pero puse un paraguas.

Y entonces el caso se convierte en una bandera mediática…

Pilar: La querella contra el obispo se ha archivado y contra el colegio hemos recurrido al Supremo. Si de algo estoy orgullosa es que nuestros niños han ganado mucho. Mi niña con seis años fue un estandarte. Yo me prometí que ningún niño iba a pasar lo que ella pasó. No he ganado la batalla judicial ni una disculpa pública, pero hemos ganado en felicidad de estos niños y niñas y en derechos para ellos. No nos van a callar y vamos a seguir.

¿Por qué lo inició?

Pilar: Porque sé dónde vivo. Me rebela la injusticia. En mi casa, en mi entorno y en la política. Hice eso porque me llevaron ellos: hablé con el colegio y les expliqué lo que pensábamos hacer, pero como la ignorancia es tan atrevida se desató aquello tan absurdo, encontrarte la puerta del colegio como la casa de la Pantoja. Yo venía llorada de casa, con sonrisa de oreja a oreja. Todos me juzgaban, a mi hija le señalaban por la calle, y fue estigmatizada. Todos en el barrio saben que es transexual, esa es su etiqueta; pero lo que no se etiqueta por desgracia no existe y no se generan recursos para ello. Mi hija tiene que decir que es transexual, con todo el orgullo porque para mí es un orgullo.

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Juan Gavilán, autor de ‘Infancia y transexualidad’, y Pilar Sánchez, madre de Gabriela, durante la charla | N.C.

¿Cómo es el tránsito a la adolescencia?

Juan: No tiene nada que ver lo que era antes a lo que van a vivir estos niños. Puede ser absolutamente traumático, con un sufrimiento horrible, porque son niños que de golpe descubren la menstruación; o que empiecen a despuntarle los pechos. Están encontrando aquello que los está mortificando, y el horror es a la sociedad que les marca unos patrones y roles tan duros. Pero tenemos que ver qué pasa con estos niños acompañados por la familia, que no tienen que tener un tránsito tan doloroso. Las escuelas e institutos son los lugares con mayor presión, porque hay jóvenes intentando constituir su propia identidad y se convierten en guardianes de la norma. Quien vive en este ambiente sin educación, sin acogida, sin apoyo familiar lo pasa fatal. ¿Qué pasará cuando estos niños lleguen con educación, acompañados por su familia y sus profesores, y muchos con apoyo médico?

¿Qué efectos tiene la aceptación del sexo sentido en la familia y en el menor?

Juan: Los efectos son fulminantes. Una niña o un niño pueden ser introvertidos, irritables, tener incontinencia, problemas de sueño… y en el momento en que lo aceptan da un cambio radical: tranquilo, sereno, estudiante, concentrado. He conocido niñas a las que en una semana les ha cambiado hasta el rostro. De tener un rostro tenso a relajado. Las familias tienen una evolución no lineal. Descansan, se tranquilizan, pero siguen manteniendo elementos de preocupación o alerta. Y cierto sentimiento de culpa, de haberlo hecho antes o mejor. ¿Lo estaré haciendo bien? Esto ocurre durante un tiempo porque es un periodo de incertidumbre, hasta que llega la tranquilidad. He visto periodos largos, que sienten inquietud por qué va a ser de sus hijos en el futuro.

Pilar: Y cansancio, porque tienes que estar justificando la identidad. Mi hija me pidió ir a sincronizada, y he tenido que hablar con el director. Pienso en quién la va a querer, en la familia normalizada a la que le presenten a mi hija y sepa que no puede tener hijos biológicos… Que la vayan a dañar en la adolescencia, porque ella sabe que no va a tener la regla.

¿Cómo protege a Gabriela? ¿Cómo se protege ella?

Pilar: Ella es consciente de lo que es. Me ha visto con periodistas, alguna vez se ha escapado algo de la tele, o ha visto alguna portada de periódico, ve cómo hablo con otras madres, o cómo vienen chicos a dormir a los que han echado de su casa. Yo tuve que sacarla del colegio: le dije lo que era, y lo orgullosa que estoy. Ella sabe. Como madres, con nuestro discurso, apoyamos la diversidad. Yo no quiero ponerle un inhibidor de crecimiento, quiero que sea una mujer diversa, no está el código binario rosa y azul, hay niños con comportamiento no normativo. No quiero meter a mi hija en un quirófano, pero sé que por la sociedad en la que vive tendrá que pasar para ir con el resto. Mi hija tiene que parecer ser más chica, ser mejor estudiante… No puede ser traviesa, porque dirán “claro, es que es transexual”. Está generando habilidades, porque le preguntan en el patio qué tiene entre las piernas, pero sabe defenderse y estoy tranquila.

 

Dos monjas dejan los hábitos para casarse entre ellas

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“Dios quiere personas felices, que vivan el amor a la luz del sol”. Así defienden su decisión Isabel y Federica, que han dejado los hábitos de monjas para casarse. Han dedicado la vida a los demás, pero hace tres años se conocieron durante un viaje pastoral y saltaron las chispas. El próximo jueves se daran el ‘sí quiero’ en un pequeño pueblo italiano de Turín, que nunca ha vivido una boda entre personas del mismo sexo.

Federica, italiana de 44 años, licenciada en Filosofía ha advertido a los medios, que “salimos del convento, pero no dejamos la Iglesia y no olvidamos la fe”.

La historia de estas dos mujeres ha saltado a los medios italianos que cuentan de la timidez y la fortaleza para enfrentar una decisión tan importante.

Ambas tuvieron que realizar los trámites en el Vaticano para dejar los hábitos de monja, a lo que se dedicaron desde muy jóvenes, según la Stampa.

El alcalde de Pinerolo, en Turín, oficiará la boda por lo civil, pero después un cura excomulgado por su apoyo a los matrimonios homosexuales realizará una ceremonia religiosa.

Este exsacerdote habla de la fe de ambas mujeres, que después de tres años, “han tomado una decisión con coraje, sabiendo que no será muy apoyadas”.

Dentro del convento, explica el padre excomulgado Franco Barbero, “han sido criticadas, pero también apoyadas por algunas hermanas”.

“Se enamoraron como todas las personas en el mundo. Conociéndose lentamente y descubriendo un sentimiento profundo”.

Las novias -dice Barbero- han pedido el anonimato. “No queremos convertirnos en famosas, solo vivir serenamente juntas y encontrar un trabajo”.

El excura, además, dice que esta no es la primera boda entre dos exmonjas que oficia.

El portavoz de los obispos dice que “la ideología de género es incompatible con el matrimonio y la familia”

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José María Gil Tamayo, portavoz de la Conferencia Episcopal Española

“La ideología de género no es compatible con la doctrina cristiana sobre la persona humana y sobre el matrimonio y la familia. Es una imposición contraria la antropología sobre el matrimonio y la familia”. El portavoz de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo, ha evitado emitir una condena a la polémica carta del director del colegio concertado Juan Pablo II de Alcorcón, que comparó la ley contra la LGTBfobia de Madrid y la llamada “ideología de género” con el “fanatismo terrorista”.

“No entro en valoración de comportamientos concretos, no tengo todos los datos”, comenzó a decir Tamayo, quien remitió a un documento aprobado por la Plenaria en 2012, y pidió poder ofrecer “la visión de la Iglesia, y hacerlo con libertad”.

“Gracias a Dios hemos superado todas las inquisiciones. No pasemos a las inquisiciones laicas” remató Gil Tamayo, quien apuntó que, por supuesto, “hay que respetar que la Iglesia tenga sus convicciones, en respeto exquisito a las personas. Y hemos de hacerlo con caridad y claridad”. Repreguntado sobre el particular, solo acertó a decir que “hay calificativos y formas que hay que cuidar”.

La polémica carta se ha hecho pública después de que la organización Arcópoli denunciara que el director del centro, que imparte una educación diferenciada mixta (niños y niñas comparten espacios como el patio, pero no las aulas), había repartido la misiva entre el alumnado. En ella tachaba la ley de “absurda” y apuntaba a que prescinde “de la verdad natural del hombre y del derecho inalienable de los padres a la educación de los hijos”.

Tras la denuncia de Arcópoli, la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid  ha encargado al Servicio de Inspección Educativa un informe “con el objetivo de comprobar si el contenido de la carta infringe la normativa vigente sobre conciertos educativos y, en caso de que así fuese, proceder a la apertura de un expediente sancionador”.

4 años de cárcel por interrumpir una misa

No ha opinado lo mismo respecto al juicio que este jueves lleva a los tribunales a un grupo de proabortistas que irrumpieron en la iglesia de Sant Miquel de Mallorca, y para los que el Obispado pide cuatro años de cárcel (y uno y medio la Fiscalía). En este punto, el portavoz episcopal apuntó que “se trata de un atentado contra la libertad religiosa, y las personas tenemos que responder de nuestros actos”.

“Cuando se atacan los derechos de los demás, exigen una respuesta de reponer ese daño realizado. Lo que tipifique la ley. Una sociedad democrática no puede ser juntada con una libertad mal entendida…. Podemos manifestar nuestras discrepancias, pero el respeto a la libertad religiosa tiene que ser tutelada y exigido por los ciudadanos”, afirmó.

El secretario general de la CEE también aportó su visión sobre la crisis en el Partido Socialista. “Nuestra posición es de respeto a un partido que tiene sus órganos y militantes, y su responsabilidad en la solución de una crisis que también miramos con preocupación, y deseamos que se resuelva satisfactoriamente”.

Para Gil Tamayo, “la estabilidad del PSOE es beneficiosa para toda la sociedad”, por lo que mostró la “preocupación” de los obispos ante el momento que vive el partido. “Esperamos que cuanto antes solucionen esta crisis, porque eso redundará en bien de toda la sociedad española”.

Arzobispado de México: “Un niño tiene más posibilidades de sufrir abusos sexuales de un padre homosexual”

El cardenal primado Norberto Rivera arrecia su pulso a Peña Nieto y dibuja un cuadro esperpéntico sobre la homosexualidad

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El cardenal Norberto Rivera, arzobispo primado de México.

La poderosa Arquidiócesis de México puso este domingo un leño más a la hoguera antigay. En su semanarioDesde la fe, principal altavoz de los sectores más conservadores de la Iglesia, expone los motivos por los que está en contra del matrimonio igualitario y de las adopciones por parejas gays. Un catálogo de calamidades que incluyen el aumento de enfermedades, la desestabilización emocional de los menores, su peor rendimiento escolar y hasta un mayor peligro de agresión sexual: “Un niño tiene más posibilidades de sufrir abusos sexuales de un padre homosexual”, sentencia la revista eclesial.

El ataque homófobo llega en un momento especialmente sensible. El arzobispo primado de México, el cardenal Norberto Rivera, de quien depende el semanario, ha tomado las riendas de la jerarquía y ha lanzado un histórico pulso al presidente Enrique Peña Nieto. Ante su propuesta de reconocer constitucionalmente los matrimonios homosexuales (algo ya admitido judicialmente), Rivera ha movilizado sus huestes y desencadenado una ola de manifestaciones que culminaron el sábado en la Ciudad de México con una gran marcha contra el matrimonio gay y, a la postre, la laicidad del Estado.

Justo al día siguiente de este exhibición de fuerza, a la que acudieron decenas de miles de personas y que el Papa apoyó desde el Vaticano, el arzobispado lanzó su vitriolo. El escrito dibuja un cuadro calamitoso en aquellos países donde se permite el matrimonio homosexual: “En donde se ha impuesto esa ley, quien expresa su desacuerdo enfrenta multas y cárcel. Han sido ya encarcelados dueños de hoteles que no admiten homosexuales en sus habitaciones; pasteleros que rehúsan decorar un pastel de boda con motivos gay; padres de familia que se oponen a que a sus niños les enseñen en la escuela que la homosexualidad es natural”.

Bajo esta visión apocalíptica, el Arzobispado dirige sus obuses contra el “estilo de vida homosexual” y sus riesgos para la salud. “Incontables estudios científicos muestran que los homosexuales son quienes más padecen y contagian enfermedades de transmisión sexual”.

Pero la mayor andanada llega al tratar la adopción. “Está probado que los hijos de padres homosexuales sí son afectados: en su autoestima, en su identidad sexual, en su estabilidad emocional, en su rendimiento escolar, etc. […] Un niño tiene más posibilidades de sufrir abusos sexuales de un padre homosexual”.

En este infierno en la tierra, los obispos insisten en el peligro de que “la ideología de género” penetre en los centros escolares “como ha ocurrido en Estados Unidos y Europa”. Un modelo educativo que ha desembocado, a juicio del altavoz eclesial, en una pérdida de valores en España o Alemania donde se promueve este tipo de educación: “En dichos países se anima a los niños a que se exploren mutuamente sus partes íntimas, practiquen la masturbación, se intercambien ropas, las niñas se vistan de niños y los niños de niñas, para que sientan ‘cómodos’ con la idea de ser de otro sexo”.

Como remate, la Arquidiócesis niega que el Papa dijese que la Iglesia católica debería disculparse con las personas gays por la forma en que los ha tratado. Por el contrario, Desde la fe cita a su propio cardenal, uno de los grandes defensoresdel pederasta Marcial Maciel, y ante las críticas que recibe por sus mazazos al matrimonio homosexual, recuerda sus palabras: “Solo hay que pedir perdón cuando se ha ofendido”. Algo que, a su juicio, no ha ocurrido nunca.

Mi hijo se viste de princesa, ¿y qué?

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El hijo de Jaione, vestido de princesa. @nirosaniazul

“Mamá, quiero el vestido de Anna”, dijo el niño. “Mi amor, tú quieres el traje de Kristoff, no el vestido”, contestó la madre. “No mamá, quiero el de la princesa Anna de Frozen”, contestó el pequeño enfadado. “No se puede. Tú eres hombre, Jorgito, los vestidos de princesas son para las mujeres”.

Lo cuenta Debbie Chamlati, bloguera y diseñadora gráfica mexicana. Se trata de otro de esos muchos niños a los que les gusta vestirse de princesa y que son vistos como bichos raros por el resto de la sociedad.

El último de la lista ha sido el vástago de la actriz Charlize Theron, quien sufrió un aluvión de críticas cuando su pequeño Jackson, de cuatro años, salió a la callecon una trenza rubia como la de la reina Elsa de Frozen, la película que ha cautivado a los niños de medio mundo.

Charlize Theron camina junto a su hijo Jackson disfrazado de Elsa.

Charlize Theron, con su hijo con la trenza de Elsa.

“¿Cómo es legal que Charlize Theron deje que su hijo lleve vestido y peluca?”, llegó a escribir el famoso presentador estadounidense Brian Williams. Pero éste no fue el único reproche que recibió la artista, ya que muchas personas la calificaron como rara, loca o mala madre.

El caso de Charlize Theron no es el único. La cantante Adele también se paseó por un parque de atracciones en California con su retoño Angelo caracterizado de su personaje favorito: la princesa Anna. En esta ocasión, la artista sufrió algún que otro dardo, pero, curiosamente, muchos alabaron que plantase cara a los tópicos. “Adele le hace una peineta a los roles de género y deja que su hijo vista como Anna de Frozen para ir a Disneylandia”, afirmaba en un tuit Freddy Amazin, estrella de las redes sociales en EEUU.

Ataques verbales

La polémica no sólo afecta a las famosas. Algunas madres anónimas también han tenido que salir a la palestra en sus blogs o en las redes sociales para defenderse de los ataques verbales recibidos.

Así le sucedió a la joven Haylee Bazen en EEUU, que decidió relatar el incidente en Facebook: “A la mujer en la parada del autobús que sintió la necesidad de interrumpir mi conversación con mi hijo. No lamento que no te gustara la manera en la que se había vestido mi hijo y no lamento que no te gustara nuestra conversación sobre cuál es nuestra princesa Disney favorita (Blancanieves, obviamente).

Zackary es mi hijo de 3 años y puede ser quien quiera. Hoy él era una princesa Disney y sí le envié al colegio vestido de esa manera. ¿Por qué? Porque es lo que quería llevar puesto, porque quería enseñarle a sus profesores y amigos su vestido de Elsa, porque quería cantar Let it go para divertirse, porque no comprende los estereotipos de género que tú crees que debe seguir. Él juega con coches y muñecas, princesas y piratas. Conduce su moto y lleva su cochecito. Así que la próxima vez que nos veas, vestidos como una princesa o cowboy, guárdate tus miradas de desaprobación”.

La respuesta de Bazen se convirtió en viral y provocó un encendido debate entre los que opinaban que el pequeño no estaba recibiendo la educación adecuaday los que aplaudían que esta madre vistiese a su hijo como le daba la gana.

Los incidentes se repiten. Jen Anderson Shattuck, una mujer de Plymouth,también fue increpada porque su retoño llevaba un tutú y generó una campaña de apoyo con el hashtag #TutusForRoo en la que varios hombres posaban con la citada prenda. Incluso hay un libro ‘Mi niño princesa’ que se convirtió en un best seller en EEUU tras relatar las peripecias de Dyson, un crío al que le gustaban las tiaras y los juegos de chicas.

niño con tutu

Este pequeño desató la campaña #TutusforRoo.

Pero, ¿por qué despierta tanta animadversión que un niño se disfrace de princesa? ¿son realmente bichos raros? ¿Hay que permitirlo o prohibirlo?

“Los juguetes están hechos para que los niños se desarrollen y experimenten. Son ellos los que tienen que elegir el juguete que les hace sentir bien. Además, el disfraz es un tipo de juego en el que el niño quiere ser otra persona. Y, por tanto, no tenemos que preocuparnos si un chiquillo quiere disfrazarse de princesa. No tiene nada que ver con un trastorno de género”, explica Laura Górriz, psicóloga infantil de la clínica barcelonesa Corachan.

Górriz sostiene que aunque se trata de casos aislados, cada vez son más los críos que desean vestirse de princesas, máxime con el bombardeo publicitarioque sufren a diario.

“Los medios de comunicación y la publicidad juegan un papel muy importante en la cabeza de los niños. La campaña publicitaria de Frozen fue enorme y los niños han interiorizado sus personajes”, argumenta.

Jaione, madre española autora del blog ‘Más allá del rosa o azul’, también tuvo que salir al paso de las críticas cuando colgó en Instagram una foto de su hijo jugando con una muñeca. Ante los reproches recibidos, Jaione contraatacó con otra imagen del chiquillo vestido de princesa.

“Creo que quien ve un problema en esta escena (foto de arriba), es quien realmente lo tiene. Y no mi hijo. Ayer escribía que no hay juguetes de niños ni de niñas, sino simplemente juguetes. Para mi sorpresa, hay quien me comentó o me escribió diciendo que mi hijo tendría problemas (o que yo los tendría) si le dejaba vestirse o jugar con determinadas cosas de chicas. Los niños nacen sin estereotipos ni prejuicios, deseosos de explorar y descubrir sin límites. Somos nosotros, los padres, la sociedad, el entorno, quienes les moldea y les inculca ideas preconcebidas”, declara.

Ante todo, naturalidad

Pese a la controversia generada con el tema, los psicólogos quitan importancia a estas situaciones y opinan que los padres deben tratar la situación con naturalidad. Por supuesto, no es lo mismo que se disfrace un niño de cinco años a que lo haga uno de 12 cuando se está produciendo el proceso de la identidad sexual.

En cualquier caso, no se debe reprimir la tendencia natural de cada crío: “Tú no vas a propiciar que tu hija tenga o no una tendencia sexual porque le dejes o no vestirse de una manera u otra”, asegura Natalia García, psicóloga infantil de la clínica del doctor Quintero.

Otro factor que hay que tener en cuenta son los referentes del pequeño: si está rodeado de hermanas y primas, es normal que se quiera disfrazar de mujer.

Es el caso de Asher, un niño que todas las mañanas quería vestirse como su hermana mayor. En un primer momento, su padre, el actor y escritor Seth Menachem, intentó presionarle para que se pusiera ropa de chicos, pero luego consideró que no estaba actuando de manera correcta y le dejó hacer.

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Seth Menachem, con un vestido y sus dos hijos.

Al principio, le daba vergüenza acudir a sitios públicos con su vástago vestido de chica, pero, poco a poco, se fue acostumbrando, aunque tuvo que escuchar preguntas como: “¿Quieres otra niña?” o “¿Pretendes que sea gay?”.

Ésta era la respuesta que Menachem les daba: “Les expliqué lo mejor que pude que no hay una correlación entre vestirse de mujer y ser gay. Si mi hijo es gay no será por lo que yo hice. Y tal vez se trate de una etapa o tal vez no. Pero no quiero que sienta que no pudo expresarse porque sus padres no lo apoyaron”.

En su opinión, “no hay razón para que los padres sofoquen la creatividad de sus hijos cuando se hace de una manera sana”. “Tristemente, a lo largo de sus vidas su creatividad la truncarán muchas veces. Déjenlos que disfruten. Quizás quieren probar una nueva identidad. Pero no es usted quien lo debe definir”, confesó a la BBC Menachem, quien no dudó en salir él mismo a la calle con un vestido cuando se lo pidió su hija Sydney.

Tras todas estas polémicas subyace la tesis del sexismo en los juguetes y la vigencia de los estereotipos: los niños tienen que jugar a los coches y al fútbol y las niñas a las muñecas y a las tareas del hogar. Así lo piensa Jaione, que precisamente creó su blog ‘Más allá del Rosa o del Azul’ para combatir estos prejuicios.

“A mi hijo le gustan las cocinitas, pero todas son rosas. Muchas niñas quieren jugar al fútbol, pero no las dejan. El problema no está en ellos, sino en la visión sesgada de los adultos. ¿Por qué nos supone un problema ver a un niño disfrazado de princesa?”, se pregunta la bloguera.

Cada vez surgen más voces en favor de fomentar la igualdad en el juego y nacen con fuerza campañas como Let Toys be Toys (dejad a los juguetes ser juguetes) para concienciar a las empresas y a los publicitarios de que dejen de limitar la imaginación de los chavales al promocionar juguetes en función del género.

No obstante, algunos psicólogos consideran que existe una tendencia natural de los niños a jugar con coches y balones y de las niñas a hacerlo con muñecas, como se ha comprobado en distintos experimentos. Sin embargo, aquellos chiquillos que no secundan la norma son aislados del grupo. “Tenemos muchos niños en terapia a los que no les gusta el fútbol y quedan bastante excluidos o niñas a las que les agrada este deporte y también son rechazadas”, indica Eva Hernández, psicóloga infantil.

Por eso, muchos educadores y psicólogos reclaman que se deje de seguir educando a los chavales de manera diferente. Al fin y al cabo, se trata de queaprendan jugando.

 

Los ultracatólicos lanzan una campaña homófoba contra El Corte Inglés por un anuncio con dos padres

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Imagen del anuncio de El Corte Inglés

“Lo natural es la familia, pero El Corte Inglés no se lo cree”. Es una de las frases que encabezan la campaña que el colectivo ultracatólico Hazte Oír ha lanzado para recoger firmas contra un anuncio de la empresa en el que aparece una familia homoparental compuesta por dos padres. “El Corte Inglés propone quitar derechos a los niños”, titulan la campaña, que en un día lleva más de 11.000 firmas.

El corto forma parte de una serie de historias que la compañía ha puesto en circulación en redes sociales bajo el hashtag #VueltaAlCole y que presentan en clave de humor distintas situaciones de la vida cotidiana. En la que ha desatado la homofobia del colectivo conservador dos padres se enmarañan intentando forrar los libros de texto al inicio del curso escolar.

“¿Ves? Te dije que con dos papás no es más rápido”, le dice un niño a otro mientras ellos siguen discutiendo. La empresa ha aclarado que al hacer esa declaración, el menor se refiere a una cuestión cuantitativa (“dos papas más rápido que uno”).

Los ataques de Hazte Oír no se han hecho esperar y el colectivo no duda en asegurar que el corto “promociona una idea extraordinariamente grave: que los niños no tengan derecho a un padre y una madre”. “ Todos los estudios rigurosos demuestran que los niños necesitan un padre y una madre para desarrollarse de manera armónica y completa”, afirma en la campaña.

“Y todos los panfletos que niegan este hecho están al servicio de ideologías y políticas interesadas en la destrucción de los derechos de los niños y de los padres y en la desaparición de la familia natural”, prosigue. “Y ahora El Corte Inglés se apunta a esta turbia operación”.

La campaña está dirigida al presidente de la compañía, Dimas Gimeno, al que critica por “presentar modelos de familia extraños” y le pide que “reflexione”: “si El Corte Inglés olvida que sus clientes mayoritarios son familias y se empeña en convertirse en otra cosa, buscaré otros lugares donde comprar”, concluye la carta.

El colectivo ultracatólico ya puso en marcha una campaña similar el pasado mes de enero contra la cadena de restaurantes VIPS por un anuncio en el que una pareja de dos chicos aparecen bajo el lema “Que el 2×1 no te pille sin pareja”.  “S e está normalizando una imagen de la familia que no es natural. Y lo que es peor: VIPS, un grupo que rige establecimientos familiares, se está prestando para este juego”, afirmaba entonces Hazte Oír.

El corto de El Corte Inglés ha generado aplausos en Twitter y Facebook, pero también críticas, sobre todo, ligadas a que sus grandes almacenes todavía siguen vendiendo libros homófobos como “Comprender y sanar la homosexualidad”, que todavía pueden adquirirse a través de su página web, en lo que muchos usuarios han calificado como “una doble moral”.

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Un libro visibiliza la realidad de la transexualidad en la infancia

El escritor y antropólogo Juan Gavilán publica una obra en la que se acerca a estos niños para “dar a conocer el fenómeno en su verdadera dimensión”.

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Una imagen de archivo de niños en un colegio. EFE

TORREMOLINOS.- La desconocida realidad de la transexualidad en la infancia, niños y niñas que no se sienten identificados con su género, se hace visible en el libro Infancia y transexualidad, que el escritor y antropólogo Juan Gavilán publicará en octubre.

“Mi libro se basa en las conversaciones y narraciones de madres de niños transexuales sobre el fenómeno que se ha producido en sus familias”, explica Gavilán, quien piensa queera “necesario” acercarse al tema de la transexualidad en la infancia desde un punto de vista sociológico y cultural.

 El libro se incubó a finales del 2013, cuando salen a la luz pública en Málaga los problemas de varias familias de menores transexuales en colegios, como el caso de Gabriela, una niña que tuvo que dejar a los 7 años una escuela concertada que no reconocía su identidad femenina y no le permitía usar los baños ni vestir el uniforme correspondiente al género que siente.

A lo largo de 250 páginas, Gavilán desvela historias de niños transexuales españoles y extranjeros relatadas por sus madres durante conversaciones privadas, enviadas mediante correos electrónicos o publicadas en medios de comunicación.

El antropólogo destaca cómo ahora, a diferencia del pasado, las familias de niños transexuales están decidiendo apoyar y acompañar a sus hijos transexuales y creando asociaciones de familiares de niños que no se sienten identificados con su sexo, lo que considera un “cambio histórico” de “carácter revolucionario”.

Gavilán cree que el cambio de mentalidad de la sociedad, “más abierta respecto a la identidad sexual”, influyó en que algunas madres “dieran un golpe en la mesa y decidieran que no podían seguir tolerando la infelicidad de sus hijos”.

El libro hace una crítica al discurso biomédico que define la transexualidad como una “patología, disforia o incongruencia de género” y más bien la describe como una realidad “biológica, social y cultural” para “dar a conocer el fenómeno en su verdadera dimensión”.

Sobre el público al que se dirige el libro, Gavilán considera que su “ensayo filosófico y antropológico” puede ser de utilidad para médicos, profesores, psicólogos y familiares de niños transexuales.

Son muchos los psicólogos que trabajan en las Unidades de Identidad de Género de los hospitales “que no creen a la madres” y les piden que tengan paciencia y esperen, sostiene el escritor, quien alerta sobre los peligros que, a su juicio, conlleva reprimir la identidad sexual de los menores.

El antropólogo destaca la similitud de los procesos de desarrollo de la transexualidad infantil en las distintas familias donde menores a edades tempranas “se rebelan contra el proceso socializador y de aculturación y afirman soy un niño o soy una niña” según el género que sientan propio.

En “Infancia y transexualidad”, publicado por la editorial Catarata, se alude a un texto escrito por un niño transexual de 8 años que asegura rotundo que “nada” le “quita” de ser un niño, “digan lo que digan”, aunque “se metan conmigo y me pregunten lo que tengo entre las piernas” porque “da igual lo que tengas entre las piernas, eso no te quita ser un niño o una niña”.

“¿Cómo vamos a seguir pensando que es necesario evaluar y diagnosticar a estos niños?”, se pregunta Gavilán, quien subraya que “es la persona la que debe decidir sobre su identidad”.

Sobre el respeto en los colegios a los niños transexuales, Gavilán asegura que las distintas asociaciones de familiares de menores “están logrando que los acepten tal y como se sienten” y agrega que en las Facultades de Ciencias de la Educación se está empezando a formar a los futuros profesores para dotarles de herramientas suficientes en este sentido.

Aunque las comunidades autónomas tienen o están adoptando leyes para proteger los derechos de los niños transexuales -el Parlamento andaluz aprobó una Ley Integral en junio de 2014-, Gavilán aboga además por una norma de ámbito estatal y por la facilitación del proceso de cambio de nombre y género en la documentación de los menores.

El coordinador de la Asociación Trans Huellas de Málaga, Felipe de Lima, cuenta que en su experiencia en esta organización ha podido descubrir “la vulneración de ciertos derechos fundamentales por parte de la ciudadanía y también de las instituciones, así como la ausencia de una educación basada en la diversidad sexual”.

En este sentido, este activista y trabajador social piensa que es urgente “reconstruir una cultura que busca encasillarnos en las normas de género binarias y crear una educación basada en el respeto a las diversidades”.

El obispo de Toluca: “Dios creó a Adán y a Eva, no dos Adanes, no dos Evas, ¿verdad que no?”

Activistas gay denuncian a un prelado mexicano por denigrar el matrimonio homosexual

El obispo Francisco Chavolla en una homilía.

El obispo Francisco Chavolla en una homilía.

México avanza hacia el reconocimiento del matrimonio homosexual, a tal punto que el presidente Enrique Peña Nieto propuso en mayo que se incluya como un derecho en la Constitución. Pero su clero mantiene los pies fijos en su sitio, con declaraciones que soliviantan a los defensores de la causa. Por ejemplo, las del obispo de Toluca en una homilía en mayo: “No estoy a favor de que se denigren el marimonio”, dijo Francisco Chavolla. “Y menos que se pervierta a los niños”.

Activistas gay acaban de denunciarlo ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación y le han mandado una carta de protesta al Papa a través de la nunciatura (misión diplomática) del Vaticano en México. Desde su famosa frasesobre los homosexuales  –”¿Quién soy yo para juzgarlos?”– Francisco es visto como un pontífice flexible en su visión social, y los activistas mexicanos lo han remitido a sus propias palabras en su queja sobre Chavolla.

Las palabras del obispo tuvieron un eco especial en vísperas de que el Congreso de su demarcación territorial, el Estado de México, discutiera la legalización de los enlaces del mismo sexo. Chavolla, de 70 años, encabezó una marcha y dedicó su homilía a perorar contra el matrimonio gay. “Dios creó a Adán y a Eva, no dos Adanes, no dos Evas, ¿verdad que no?”, preguntó retóricamente antes de ofrecer lo que llamó “un ejemplo” de su carácter “antinatural”, el que sigue:

“Inviten a unos hombres y mujeres a una isla lejana, sola. Pónganles comida, medicina, pónganles todo y déjenlos que pasen allá algunos años, y en otra isla lleven a puros hombres y déjenlos que pasen algunos años. Pasados unos 30 o 40 años regresen. Donde estaban puros hombres, lo único que queda son viejitos consumados [sic] o algunos esqueletos, y donde pusieron hombres y mujeres van a haber un montón de chilpayates [niños]. ¿Qué dice la naturaleza?. ¿Dónde está la vida? Hijos, no es la religión, la naturaleza habla”, ilustró el prelado.

Dos días después el Congreso local anunció que aplazaba la deliberación sobre el matrimonio gay. La apuesta de Peña Nieto por impulsar su legitimidad no cuajó en el Parlamento del territorio donde forjó su carrera política como gobernador, el Estado de México, que rodea a la capital, la Ciudad de México, es el más poblado del país (15 millones de habitantes) y siempre ha estado gobernado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el mismo del presidente.

Católico y licenciado en Derecho en la Universidad Panamericana, ligada al Opus Dei, Peña Nieto ha sorprendido enarbolando la causa de los derechos homosexuales, si bien forma parte de un partido laico. El gesto conecta con una sensibilidad creciente en México y oxigena su imagen, lastrada por el estancamiento de su agenda de reformas y por la violencia incesante, con el caso de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala como corona de espinas.

El coste político de su envite progresista se lo están cobrando los sectores tradicionalistas. Dentro del PRI se considera que pudo influir en los malos resultados del partido en las elecciones estatales del 5 de junio, con grupos de ultraderecha haciendo proselitismo a favor del voto conservador y con la Iglesia malencarada. Tras los comicios, el semanario Desde la fe, pilotado por el poderoso arzobispo de la Ciudad de México Norberto Rivera, publicó un editorial fustigando a Peña Nieto y poniendo en relación directa la cuestión gay con la pérdida de votos del PRI: “Ante el descalabro electoral”, decía el texto, “cabría preguntarnos: ¿Quién mal aconsejó al presidente para tener “contentos” a un grupo minoritario y a oscuros lobbysinternacionales que vienen destruyendo los valores sociales y familiares?”.

La iniciativa de Peña Nieto debe pasar por la aprobación del Congreso e implica la reforma del artículo 4 de la Constitución. En caso de que el derecho al matrimonio homosexual, avalado en 2015 por la Suprema Corte, quede acreditado en la Carta Magna, empezaría el farragoso proceso de que fuese reconocido en el código civil de cada Estado. Hasta la fecha lo permiten sólo ocho de los 32 que forman la República, entre ellos la capital, Ciudad de México, a la vanguardia de una tendencia que va con el viento a favor pero que todavía se ve refrenada por rachas de aire confesional y por el paso timorato de los partidos políticos, mezcla de conservadurismo y cáculo electoral prudencial.

“Es el momento de reflexionar sobre si baños y vestuarios de los colegios deben ser mixtos”

Amelia Barquín, profesora de Educación y Género en la Universidad de Mondragón, apuesta por dar libertad a los niños para que desarrollen “el género sexual con el que mejor se sientan identificados”

La coeducación persigue educar en igualdad.

La coeducación persigue educar en igualdad.

La necesidad de crear nuevos modelos de relaciones que olviden los estereotipos y que se basen en la igualdad de la mujer es uno de los objetivos más anhelados por la sociedad. O, al menos por una parte de ella que  trata de erradicar la dependencia y la falta de libertad que aún sufren muchas mujeres en las sociedades más avanzadas. Amelia Barquín, profesora de Educación y Género en la Universidad de Mondragón, ha participado en el curso de verano de la UPV ‘Sexo, amor y relaciones de poder’, donde ha defendido que “no es posible que los jóvenes no identifiquen la actividad machista en una sociedad en la que se está trabajando constantemente contra ella”.

Además de analizar la realidad de la mujer en las relaciones, Amelia Barquín ha explicado esta cuestión desde el punto de vista de la educación, centrándose en la igualdad y libertad de género. Es consciente de que los derechos de la mujer se trabajan continuamente en los centros educativos, pero “la libertad de género no está tan extendida, y es un concepto que debe desarrollarse mucho más dentro de los colegios”.

“Los niños deben tener la libertad de desarrollar el género sexual con el que mejor se sientan identificados. Ejemplo de ello son los intersexuales, personas que presentan conjuntamente características sexuales femeninas y masculinas. Son personas que no tienen definido su género y a las que se les deben mostrar todas las opciones y efectos que tiene ser mujer u hombre, para que ellos mismos decidan y construyan su propia personalidad”, ha destacado.

Pero esta opción no solo debe trasladarse a los intersexuales, sino a todas las personas desde su nacimiento. “Los colegios deben poner en marcha procesos para hacer frente a esta realidad, como puede ser la reflexión de los espacios que disponen los centros. Lo más normal es encontrar un campo de fútbol en el que solo juegan los chicos buenos. Los chicos que no saben jugar y las chicas siempre están en los bordes del campo sin poder jugar”. Es una idea que hay que cambiar en las escuelas, ya que, independientemente del género y capacidades para el deporte, “todos los estudiantes deben poder practicar el deporte que les gusta en el recreo”. Y en esta línea ha avanzado que “es el momento de comenzar a reflexionar sobre si los baños y los vestuarios deben ser mixtos o no”.

Influencia de la cultura

Por otro lado, el tratamiento que se les da a los niños varía dependiendo de si pertenece al género masculino o al femenino. “Los profesores se dirigen de una manera distinta a un niño que a una niña. Por ejemplo, el tiempo que invierten en calmar a una niña que está llorando es mayor. Incluso la comunicación no verbal es distinta”.

Otro de los aspectos que Amelia Barquín ha analizado ha sido la influencia de los productos culturales en la sociedad, que refuerzan el poder del hombre sobre la mujer. “Los colegios deben analizar este tipo de producto cultural para no mostrar a sus alumnos el comportamiento que se debe tener ante la mujer. Los profesores tienen que aprender a identificar aquellos productos culturales que contengan características machistas, para que sepan trasladarlos a sus alumnos”.

“Hay que construir un mundo”, ha rematado, “sin etiquetas, en el que hombres y mujeres estén al mismo nivel, con sus derechos y libertades “.