Esperanza para los niños transexuales: “De mayor me llamaré María”

Una familia se acogerá al precedente de dos jueces de Valencia para rectificar los datos de su hija transexual

 

Con seis años, María tiene claro que de mayor no quería, como sus hermanos, ser ni astronauta, ni inventor ni superhéroe, sino una chica. Su madre, Ana Navarro, recuerda cuándo descubrió que Mario era en realidad María. “Si echara la vista atrás y pensara en qué momento se manifestó que era una niña, yo diría que desde siempre: la recuerdo con solo dos años jugando a roles que están socialmente asociados a las mujeres. Cuando empezó a conquistar el lenguaje día sí y día también repetía que de mayor iba a ser una nena y se llamaría María”, explica.

Ana continúa con la historia de su hija: “Por las noches me ponía a buscar información por Internet porque la educación que yo había recibido era que los niños son porque tienen pene y las niñas son porque tienen vulva. Yo a él no lo veía feliz, no con el esplendor que debía tener un niño en su infancia. Se mostraba muy tímido y yo veía que no…”. Buceando en la red, esta psicóloga de 38 años, madre de cinco hijos, dio con un artículo publicado en la prensa por África Pastor, de la Fundación Daniela, que le abrió las puertas a un mundo del que necesitaba conocerlo todo. Se puso en contacto con esta fundación, que la ayudó primero a entender qué ocurría con María y luego a dar los primeros pasos.

“Un día durante la cena contamos que conocíamos a una niña que tenía pene y hubo un diálogo con mis hijas mayores mientras la pequeña escuchaba. Les propuse a los cinco que íbamos a redecorar sus habitaciones y quería que dibujaran su autorretrato para imprimirlo en grande y colgarlo de las paredes. Y María se dibujó como lo que es, una nena, con un vestido, el pelo largo y su nombre de chica. Recuerdo que cuando me trajo el cuaderno, le dije: ‘Ah, Mario, qué guapo con el pelo largo’ y levantó la cara y me dijo muy serio: ‘yo voy a ser chica y lo voy a ser’. Tenía 5 años”.

La familia de María empezó el tránsito social, que no es otra cosa que el proceso por el que se comunica al entorno esa realidad. “Un viernes se fue del colegio como Mario y el lunes siguiente María volvió vestida con su pichi de uniforme, que era lo más. Y sin ningún problema”, resume Ana, que destaca lo fácil que lo puso todo la Escuela Infantil Virgen de Cortes de Valencia, el cole de la niña, y el asesoramiento de la Fundación Daniela. “Es el entorno el que permite que una persona se pueda expresar en libertad. La gente suele confundir identidad con genitalidad”, añade.

Para la batalla legal, la familia de María se acogerá al precedente de dos juezas del Registro Civil de Valencia que entre diciembre y febrero autorizaron por primera vez el cambio registral de nombre y sexo a dos menores sin necesidad de acreditar el tratamiento médico de dos años que exige la ley española. Ana Cañizares, abogada del despacho Vivar&Asociados, lo consiguió a petición de dos clientes socios de la Fundación Daniela y de la Asociación Crysallis. “Es un precedente para el resto de registros civiles de España, que en su mayoría no se han visto nunca con un expediente de rectificación de género de menores, y no saben cómo tramitarlo. Pensamos que hay desconocimiento y hasta temor en los jueces responsables del Registro Civil”, considera el despacho.

El pasado mes de marzo el Tribunal Supremo cuestionó el veto al cambio de nombre de los niños transexuales y planteó una cuestión de inconstitucionalidad sobre la ley que exige la mayoría de edad para modificar la identidad y el sexo en el registro. Además, el Consejo de Europa pide a sus países miembros que no se discrimine la transexualidad. Que los menores portaran un DNI o identificación que no coincidía con su nombre y sexo sentido, “provocaba muchas situaciones denigrantes y dolorosas en casos tan cotidianos como usar el lavabo o vestuario en el colegio, ir de campamento, causando dolor a las familias y al menor”, añade el letrado Juan Antonio Vivar, que explica que alguno de los menores representados por su despacho había tachado con tipex la foto y el nombre de su documento de identidad porque no se reconocían en ellos.

“Lo desconocido nos da miedo pero es fácil”, subraya Ana Navarro, madre de María. “Si nos escapamos a cualquiera de las etiquetas, nos queda la persona. Ahora veo feliz a María, la veo a tope”, dice. María ya no quiere ser chica porque ya lo es, y cuando le preguntan sobre qué quiere ser de mayor, contesta sin vacilaciones que profesora de equitación. Le encantan los caballos.

NUEVE REGIONES CON UNIDADES DE GÉNERO

En España hay nueve comunidades que tienen unidades de identidad de género o atención a transexuales en su cartera pública de servicios: Asturias, País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid, Andalucía y Canarias. Los últimos datos epidemiológicos —de finales de 2014—, puestos en común por las comunidades que ofrecen la prestación pública, arrojaban 4.459 personas transexuales atendidas, de las que un 10% eran menores. “Por extrapolación de estos mismos datos, en España habría de un varón biológico que se siente mujer por cada 9.665 hombres a uno por cada 21.031”. Es una horquilla en función de las cifras recogidas por las diferentes comunidades autónomas, explica Hurtado. A la inversa, personas nacidas mujeres que se sienten hombres, hay entre una por cada 15.456 a una por cada 48.096.

“A los jóvenes transexuales el sistema no nos deja existir”

Terminar los estudios, conseguir trabajo o independizarse son algunos de los principales problemas a los que se enfrenta la actual juventud española. Éstas y otras situaciones de la vida cotidiana se complican para los jóvenes transexuales.

“La etapa educativa es una de las más complicadas de afrontar cuando estás en una transición, es difícil encontrar centros inclusivos donde se respeten las diferencias y se pongan medidas reales para parar el acoso hacia el alumnado trans”, dice Ángela Sotogrande. Esta joven transexual no abandonó en ningún momento sus estudios porque tenía claro que “sin estudios y siendo trans, seguramente no llegaría a ninguna parte”.

Sin embargo, el caso de Ángela es diferente al de Elizabeth, que tuvo que cambiar de instituto porque el centro privado en el que estudiaba no ofrecía ninguna medida para acomodar a una alumna trans. O el caso de Paula, que abandonó el entorno escolar hasta en dos ocasiones.

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Según el estudio Transexualidad en España, Análisis de la realidad social y factores psicosociales asociados, solo un 39,2% de los jóvenes hizo visible su transexualidad cuando estudiaba. Los jóvenes transexuales coinciden a la hora de calificar los espacios educativos como entornos no inclusivos, especialmente durante la educación secundaria, cuando el sistema binario irrumpe con fuerza y los niños y las niñas tratan de encajar en uno de los estereotipos establecidos.

Para estos jóvenes transexuales el problema es de base. Creen que los roles de género en los que se educa a los niños son rígidos y los espacios educativos no educan sobre la diversidad ni invitan a que los alumnos se comporten como son. Además, acusan a leyes como la LOMCE de obstaculizar el crecimiento de entornos seguros y respetuosos en los que se persiga la transfobia, o cualquier otro tipo de acoso.

El difícil acceso a un puesto de trabajo

El problema del desempleo – que alcanza a un 46,5% de los jóvenes españoles– se agrava en el caso de los jóvenes transexuales, quienes suelen estar expuestos a la transfobia en el ámbito del trabajo. “A la hora de hacer el curriculum, ¿qué nombre pongo? ¿El legal o el mío? Y en la entrevista, ¿lo cuento o espero? ¿Y si me contratan y luego me piden el DNI?” Éstas son algunas de las preguntas que estos jóvenes se hacen a la hora de tratar de conseguir un empleo. “Te tienes que enfrentar a tus miedos como persona para hacer un simple curriculum” dice Rion, un joven de 21 años, que confiesa tener miedo a enfrentarse a la búsqueda de trabajo.

El abandono del sistema educativo o la falta de concordancia de su imagen corporal con su nombre en el DNI son algunas de las razones que dificultan el acceso de estos jóvenes a un trabajo digno. “Hay ciertos trabajos a los que no podemos acceder si nuestra imagen no coordina con la que la sociedad establece”, dice Marcos, quien en más de una ocasión no ha sido contratado por esta razón.

Aitor, estudiante del Grado en Educación Primaria, también experimentó rechazo cuando solicitó hacer prácticas como monitor en un campamento: “Me dijeron que si tuviera cambiada mi documentación sí que podría trabajar, no tiene sentido porque es un papel donde pone un nombre y un sexo, no tiene nada que ver con lo que soy”.

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La precariedad también es un problema frecuente entre aquellos que consiguen un puesto de trabajo. Según el estudio elaborado por la Universidad de Málaga en 2011, un 33,3% de los personas transexuales tiene ingresos inferiores a 600 euros y más del 55% señala haber tenido algún conflicto en el trabajo al hacer pública su transexualidad. Esto hace que muchos jóvenes dirijan sus intenciones laborales hacia ámbitos “más abiertos” como la educación, la psicología o el propio ámbito trans. “Lo más probable es que termines siendo autónomo porque te das cuenta de que nadie te va a contratar”, dice Marcos.

Estos jóvenes también coinciden en que las medidas de discriminación positiva en el acceso al empleo –que se aplican en comunidades como Navarra– son solo una solución temporal. “Son facilidades para llegar a las mismas oportunidades que tiene otra persona, si cambiase el sistema y no fuera necesario encajarte en un género para acceder a un puesto de trabajo, no necesitaríamos la discriminación positiva”, opina Marcos. Sin embargo, para otros jóvenes como Paula, la discriminación positiva no ayuda a normalizar la situación: “Yo, como persona trans no pido privilegios, pero tampoco pido perjuicios”, asegura esta joven.

La emancipación forzada

Las trabas que estos jóvenes encuentran a la hora de encontrar trabajo también limitan sus posibilidades de independizarse económicamente. Según el último informe publicado por el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud, el 80% de los menores de 30 años de nuestro país aún no ha conseguido emanciparse. El apoyo económico de la familia continúa siendo una de las principales fuentes de ingresos para los jóvenes españoles, un apoyo fundamental para los jóvenes trans, quienes no siempre encuentran la aceptación dentro de su familia.

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Para ellos, muchas veces no existe la opción de una emancipación normal: “muchos jóvenes trans que viven fuera de casa lo hacen porque no han recibido apoyo familiar” nos cuenta Paula desde Galicia. Es el caso de Marcos que se marchó de casa a los 23 obligado por la insostenible situación que estaba viviendo. A día de hoy, con 27 años, Marcos vive de nuevo con su madre de quien aún depende económicamente. Este caso es habitual, tal y como nos cuenta Leo Mulió, psicólogo de la Fundación Daniela, dedicada a la defensa de los derechos de menores y jóvenes transexuales. Leo recibe muchos casos de jóvenes trans que no inician su cambio por miedo de quedarse en la calle: “El ser dependiente económicamente muchas veces frena y dificulta el proceso de cambio”.

Las dificultades de la vida cotidiana

Actividades tan normales como utilizar la tarjeta de crédito, viajar, practicar deporte o incluso usar un cuarto de baño se convierten en situaciones de conflicto a las que los jóvenes transexuales se tienen que enfrentar en su día a día. El proceso para conseguir un nuevo DNI es largo y complicado y la falta de concordancia entre su imagen corporal y su nombre legal hace que constantemente tengan que dar explicaciones. En la universidad, en el banco, en el médico… Son muchos los ámbitos en los que estos jóvenes encuentran problemas. “Te sientes vulnerable, sientes que la ley no te respalda, que tienes que ir a contracorriente cada día”, confiesa Marcos.

“Es absurdo, únicamente tener cambiado el DNI indica si eres ‘una mujer’ o ‘un hombre’ de verdad”, dice Andrea, quien sueña con poder competir en Atletismo. A pesar de tener apariencia femenina, la Federación le impide competir con el resto de chicas hasta que esta joven trans no consiga legalmente el cambio de identidad. Para Rion, la razón de que surjan todos estos problemas cotidianos es que “la gente necesita identificarte, ponerte en una caja o en la otra. No entienden que puede haber una tercera, una cuarta o las que sean”.

Crecí con dos madres y así ha sido mi infancia

En mi familia nunca me faltó el afecto, pero la sociedad está lejos de normalizar una situación como la mía

adolescente con dos madres

Uno de mis primeros recuerdos se remonta a una de las casas de acogida en la que viví hasta los cinco años. Me dijeron: “Tus padres de adopción vendrán a por ti dentro de quince días”. Llegó el día y yo, ansioso, pasé todo el día asomado a la ventana, esperándolos.

Pero ese día no pudieron recogerme y me llevé un chasco. Mis compañeros en la casa de acogida, al verme llorar, quisieron calmarme, pero un cuidador se lo impidió: “Dejad que llore, no le consoléis”.

Por suerte, aunque mis padres de adopción no pudieron recogerme el día acordado, lo hicieron unos días más tarde y finalmente me trajeron desde Brasil, mi país de nacimiento, hasta España.

Durante mis tres primeros años en España viví con mi padre y con mi madre. Pero ellos se separaron y empecé a vivir con mi madre y su nueva pareja: una de sus amigas de la infancia.

A los ocho años, pues, ya estaban sentadas dos situaciones que determinarían mis años siguientes: mi condición de adoptado y mi crecimiento en el seno de una familia homoparental.

Y os voy a adelantar una cosa: ahora, con 18 años, puedo afirmar que en ningún momento me faltó afecto en mi familia. Si atravesé problemas, que los tuve, se derivaron de la falta de normalización por parte de la sociedad de mis situaciones personales.

Últimamente he acudido a algunos encuentros de niños adoptados. En ellos he encontrado una comprensión que jamás había sentido antes. La adopción, por lo general, suele tener unas connotaciones negativas, se bromea con ella, y aunque parezca algo inocente, eso es algo que deberíamos evitar.

Cuando hablo con niños adoptados, por ejemplo, les digo que Supermán y Batman -aunque ahora el cine los haya puesto a pelear- fueron adoptados, y que eso nos emparenta con los superhéroes.

La adopción a veces también se asocia con algunas dificultades relacionadas con el apego, en parte debidas a la deshumanización en los centros de acogida. Ya he hablado de eso al referirme a la crueldad de uno de mis cuidadores: aunque no seamos conscientes, si somos crueles con los demás, podemos causarnos un daño duradero. Deberíamos tratar a las personas con respeto y construir entornos más humanos.

Foto de infancia con una de mis madres

Foto de infancia con una de mis madres

Y creo que las familias homoparentales están aún menos normalizadas. En la comunicación social predomina, casi sin competencia, la imagen de la familia compuesta por un padre y una madre. Y mejor ni hablemos de los libros escolares, donde falta mucho camino para adaptar el material escolar a las nuevas realidades familiares.

La inexistencia de otros modelos de familia hace que los niños de familias homoparentales crezcan preguntándose: ¿Qué le pasa a mi familia?

Reconozco que en el colegio nadie me hostigó por tener dos madres. Eso sí, reinaba un silencio que tampoco era muy natural. Hasta los profesores parecían incómodos con el asunto, como si afrontaran algo impronunciable.

Esto me condujo a que, durante un tiempo, fuera contando que yo vivía con mi madre y con mi tía. Nadie me obligaba a hacerlo, pero no es fácil lidiar con esa situación: los chavales, al fin y al cabo, lo que más quieren es ser aceptados y no salirse de la norma.

Pero conforme más tratas de ocultarlo, más explicaciones estás obligado a dar. Ese ocultamiento es una sensación horrible, que genera mucha ira y mucha ansiedad. Se forma una bola en tu interior, un revoltijo que te lleva a vivir etapas verdaderamente complicadas, como cuando empecé a destrozar objetos en casa, para desesperación de mis madres.

Sencillamente, no tenía las herramientas para manejar mi situación y carecía del valor necesario para hablarlo abiertamente con mis madres.

Pero todo cambió cuando, en uno de los encuentros para niños adoptados -también voy a otros organizados por asociaciones de familias homoparentales-, una chica pronunció una frase que me sacudió: “¿A qué tienes tanto miedo?”.

Efectivamente, ¿por qué me daba miedo que la gente supiera que soy adoptado y que tengo dos madres? Le prometí que empezaría a contárselo a la gente. Y lo celebro, porque la primera reacción no pudo ser más divertida.

A finales del año pasado se lo confesé a mi mejor amigo -¡incuso se lo había ocultado a él!-, y me respondió entre carcajadas: “¿Acaso te crees que no lo sabía? ¡Pero si llevo años visitando tu casa!”. Yo también me reí y la liberación fue tremenda.

A partir de entonces se lo he ido contando a mis amigos más cercanos, más o menos con las siguientes palabras: “Mira, en los últimos años te he mentido. Lo siento mucho y confío en que comprendas que se debía a esto y aquello”. Siempre he encontrado apoyo.

Desde entonces, mis ataques de rabia se han disipado y me siento más seguro entre la gente. Es más, mis relaciones sentimentales también han crecido mucho: ya no arrastro mis problemas hacia aquellas personas que me quieren, como hacía antes, cuando mis secretos lo empañaban todo.

Y, por si alguien se lo pregunta, no tengo ningún problema con mi identidad sexual. De hecho, haber crecido con dos madres me ha beneficiado, porque, al contrario que mucha gente, he asumido que la homosexualidad es tan natural como cualquier otra opción.

Los problemas de los niños adoptados -esos pequeños superhéroes- y de los hijos de familias homoparentales no siempre son similares, al final dependen de cada uno, pero a partir de ahora haré lo posible para que no atraviesen los mismos problemas que yo.

Y, por supuesto, me gustaría que la sociedad les pusiera las cosas más fáciles: que visibilizara todas las opciones y que las asumiera con madurez. En resumen, que todos facilitáramos las cosas a unos niños que carecen de las herramientas para plantar cara a una sociedad que sutilmente nos encorseta y nos hace sentir miedo.

Texto redactado por Álvaro Llorca a partir de entrevistas con Claudio P.

“Mamá, ¿yo soy chica?”

Familiares de menores transexuales piden que se desarrolle la ley de no discriminación por motivo de identidad de género

Familiares de menores transexuales piden que se desarrolle la ley de no discriminación por motivo de identidad de género

Imagina que el colegio de tu hijo te anuncia que va a llegar a dar clase un nuevo profesor, te invitan a conocerlo en una charla y, en la reunión, descubres que se trata de una persona negra. Cuando vuelves a casa, con suerte, tu hijo te pregunta qué tal la reunión. ¿Te sentirías en la obligación de advertirle que su nuevo profesor es negro? ¿O te sentirías más inclinado a explicarle lo que su nuevo profesor ha expuesto sobre sus planes para el curso?

Este mismo ejemplo ha sido planteado a cerca de un centenar de padres de un centro educativo público en Navarra, para invitarles a reflexionar sobre qué debían contar a sus hijos después de una reunión a la que les citó la dirección del centro. El tema a tratar, la situación de un menor transexual que ha decidido presentarse ante sus compañeros de curso, y ante la sociedad en general, como lo que es: un chico con vagina.

Tras escuchar el testimonio de la madre del chico, de un sexólogo que trabaja en el acompañamiento de los menores transexuales, y después de valorar los consejos y las pautas de comportamiento que se expusieron, uno de los padres pregunta: “Y ahora, ¿qué les decimos a nuestros hijos?”.

La reflexión sobre el supuesto profesor negro sirve de ejemplo para explicar que los niños aceptan con naturalidad la realidad en la que viven. Seguramente, los compañeros del menor transexual han asumido su situación con mucha más normalidad que la que emplean los adultos para hacerse cargo de un asunto que les resulta extraordinario. Así que lo más sencillo es no hacer artificioso un tema que los niños ven natural. Si no piden explicaciones sobre su compañero de clase, no hay por qué dárselas. Y si las piden, todo puede explicarse desde el respeto. En la reunión se dieron multitud de pautas para hacerlo.

Genitalidad e identidad sexual

“Si yo te pregunto, Joseba, ¿tú por qué eres hombre? Seguramente lo primero que te sale responder es ‘porque tengo pito y los huevos bien puestos’, que es lo que responderíamos la mayoría de los hombres. Porque los huevos seguro que los tenemos bien puestos, pero los conceptos no sé si tanto”. Aingeru Mayor, sexólogo y responsable de Chrysallis, tiene perfectamente estudiado el impacto que causa en los alumnos y padres el comienzo de su charla. Necesita ese impacto, porque requiere toda la atención del auditorio para conseguir transmitir su mensaje a través de la emoción.

Prosigue su coloquio: “Vamos a hacer un experimento. Yo traigo aquí mi bisturí recién afilado. Vamos a suponer, Joseba, que te tumbas sobre esta mesa y yo te corto el pito y los huevos, luego te coso, te curas, y dentro de unas semanas volvemos y te haré esta pregunta: Joseba, ¿tú eres hombre o mujer?”. Se escucha alguna risa entre los asistentes a la reunión y el aludido Joseba se sonroja, pero Mayor acude en su ayuda: “Posiblemente sigas respondiendo que eres hombre, pero posiblemente también te sientas menos hombre que antes. ¿Por qué? Porque en esta sociedad se le da mucha importancia a lo de tener el pito bien grande y los huevos bien puestos. Pero tú te seguirías sintiendo hombre”.

Este preámbulo sirve a Mayor para que calen profundo dos de los mensajes más importantes que transmite en sus charlas. El primero tiene que ver con el proceso de sexuación. “Las personas nos vamos haciendo hombres, o mujeres, desde el momento de la concepción hasta nuestra muerte”, recalca Mayor. Y el segundo mensaje: nos vamos haciendo hombres o mujeres con elementos de ambos sexos, es decir, tenemos elementos masculinos y femeninos. “Y todos estos rasgos entrelazados van construyendo el hilo argumental de nuestra propia biografía”.

Por lo tanto, no es la genitalidad la que marca nuestra identidad sexual. “Ser un hombre con pene y testículos o ser una mujer con vulva es lo habitual. Pero no lo normal. Existen los hombres con vulva y las mujeres con pene. No es lo habitual, pero sí es normal”. Según los datos de la Asociación de Familias de Menores transexuales Chrysallis, la cifra de menores transexuales en Navarra ronda el centenar. Mayor es sexólogo de esta asociación y sabe bien de qué habla. Tiene dos hijas y una de ellas es transexual.

Dudas e incertidumbres

La historia que los padres de menores transexuales cuentan sobre sus hijos es similar en muchos aspectos. Las dudas iniciales, la incertidumbre, la rebeldía ante los rasgos masculinos o femeninos impuestos por la sociedad, el miedo, el no saber bien a qué se están enfrentando. En la reunión del centro educativo navarro, la madre del menor relata su historia a los padres de los compañeros de su hijo. Nació con vulva, pero desde que tuvo conciencia de sí mismo tuvo muchas dudas. “Mamá, ¿yo soy chica?”, le preguntaba con insistencia, extrañado de que se le adjudicase esa identidad.

Prefería jugar al fútbol, vestir siempre con pantalón, estar con otros niños y llevar el pelo corto. Sus padres aceptaron esas preferencias y le acompañaron en su proceso de elección. Con el tiempo, el menor se atrevió a decirles que, en casa, le tratasen siempre como a un chico. Fue un primer paso muy importante, relata su madre, una decisión que le costó adoptar pero que le hizo ser muy feliz.

Tanto, que el menor descubrió que podía hacer más grande el ámbito en el que se presentaba como chico. Ocurrió primero con la familia, después con los amigos y los conocidos. Se iba ampliando el círculo. Su madre cuenta que el camino hacia la verdadera identidad de su hijo ha estado repleto de etapas en las que sólo daba el siguiente paso cuando se sentía plenamente seguro, aceptado y respetado.

La historia de Leo

La etapa final, la que ha supuesto que él mismo cambiase su nombre y que se presentase ante sus compañeros de clase, ante sus vecinos y ante todo el mundo como lo que es, un chico, llegó después de ver un vídeo. En él se relata la historia de Leo, el primer niño transexual de Euskadi tratado con inhibidor de la pubertad. Para este menor, el testimonio que prestaba un sexólogo en el vídeo fue revelador. Pidió a sus padres ver al profesional para poder hablar con él. Dicho y hecho.

La dirección del centro, en coordinación con el Departamento de Educación, ha colaborado en todo momento para que la situación de este menor se asuma con normalidad en el colegio. Se habló con el personal del comedor, con el profesorado y, por último, con los padres de los compañeros del niño. La madre del menor sólo pidió al resto de los padres una cosa: respeto. Ella no estaba allí para decir a nadie cómo tiene que pensar. Estaba allí para explicar la realidad de su hijo y para pedir a todos el respeto con el que se trata a cualquier otro compañero.

Navarra fue pionera al aprobar en 2009 una ley foral de no discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de los derechos de las personas transexuales. Otras comunidades autónomas tomaron la norma foral como referencia para regular legalmente esta materia. Sin embargo, el contenido de la ley no ha terminado de desarrollarse en la práctica. Sí, hay aspectos que recoge la ley y que funcionan correctamente, como la Unidad de Transexuales e Intersexos, que cuenta con sexólogos y psicólogos que realizan un seguimiento y acompañamiento a los menores transexuales.

Pero hay otros muchos artículos de la ley que se han quedado solo en enunciado, y eso impide que la atención que reciben estos menores pueda ser integral. El Parlamento foral ha aprobado recientemente el compromiso de todos los grupos para la puesta en marcha de todos los recursos públicos que contempla la ley. Mientras tanto, desde el departamento de Educación, el de Salud, desde los centros educativos y con la colaboración de la Asociación Chrysallis, se va haciendo frente de la mejor manera posible a los casos que se ponen de manifiesto en las aulas. No es lo habitual, pero sí es lo normal. Por eso se intenta la implicación de todas las personas que rodean al menor. Para pedir respeto hacia su situación.

Nace el primer servicio de atención a personas LGTB de una universidad pública en España

a UCM ha creado una Oficina de Diversidad Sexual e Identidad de Género

a UCM ha creado una Oficina de Diversidad Sexual e Identidad de Género EFE

Un alumno que recibe acoso homófobo por parte de sus compañeros. Un grupo que quiere quejarse de un profesor que realiza un comentario tránsfobo en clase. Una estudiante que propone la celebración de unas jornadas sobre visibilidad lésbica. Todos contarán con un servicio al que dirigirse en la Universidad Complutense de Madrid, donde la lucha por los derechos LGTB se ha institucionalizado. El centro se ha convertido en la primera universidad pública española en contar con una unidad de atención, formación e investigación especializada en diversidad afectivo sexual y de género.

Hasta ahora esto dependía de las asociaciones, en colaboración con las universidades, que los propios estudiantes han ido creando con el tiempo, como Arcópoli o RQTR, y la visibilidad de la realidad LGTB estaba sujeta a la voluntad de los profesores que quisieran tratarla en el aula. Un esquema que se repite en la mayoría de universidades públicas españolas. Sin embargo, a partir de ahora en la UCM la responsabilidad de crear un espacio comprometido con la diversidad y libre de homofobia o transfobia recaerá también sobre la propia institución.

La Oficina de Diversidad Sexual e Identidad de Género, que se presenta este martes y que ya funciona en Internet a la espera de hacerlo en dos sedes físicas en poco tiempo, es muy común en países como Estados Unidos. Allí la mayoría de universidades cuentan con unidades LGTB e incluyen esta realidad en sus políticas públicas. Es el caso de Harvard, la Universidad de Utah, Carolina del Sur o la Universidad de Houston, que en su oficina incluye diversos programas de atención y acompañamiento, muchos de ellos llevados a cabo de manera voluntaria por los propios estudiantes.

Algo similar se ha gestado en la Universidad Complutense de Madrid de la mano de José Ignacio Pichardo, profesor del Departamento de Antropología Social y Mercedes Sánchez, de la Facultad de Educación. Ambos reconocen que el servicio “es resultado del trabajo de muchas personas y colectivos”, entre ellos, la asociación LGTB Arcópoli y el propio Carlos Andradas, elegido rector el pasado mes de mayo y que incluía en su candidatura la creación de una oficina de este tipo. El servicio forma parte de la Unidad de Apoyo a la Diversidad e Inclusión de la UCM junto a otros dos pilares: una oficina que atiende a personas con diversidad funcional y otra de acogida a personas refugiadas.

Formación que no dependa de cada profesor

Tanto Pichardo como Sánchez, que trabajan temas de diversidad sexual, reconocen que son muchos los alumnos y alumnas que se acercan a ellos para tratar cuestiones relacionadas. “Desde personas que no han salido del armario y necesitan contárselo a alguien hasta otras que directamente acuden con problemas de acoso”. Porque la universidad, “como cualquier otro ámbito de la sociedad”, afirma la profesora, no está exenta de homofobia. Así lo corrobora el estudio Homofobia en las aulas universitarias. Un metaanálisis, publicado por la investigadora Melani Penna Tosso a principios de 2015.

Una de sus conclusiones es que “existen elevados niveles de homofobia en esta etapa educativa” así como que “los planes de estudios no forman al alumnado en estas cuestiones y que cuando se realiza formación los resultados son buenos”. Esta es otra de las patas de la recién creada oficina, que además de atender a trabajadores y estudiantes, se encargará de la formación. “Existen jornadas, cursos de verano e iniciativas puntuales que son importantes, pero debemos incluir la realidad LGTB en la formación reglada”, opina Pichardo. De esta forma, dice, “no dependerá de la buena voluntad de los profesores que quieran trasladarlo a sus planes de estudio”.

Porque la oficina peleará por la inclusión de asignaturas sobre esta temática en los grados y posgrados. “La única que yo conozco en España es una de un máster de la Universidad de Málaga”, afirma Pichardo. Sánchez asegura que “empezaremos con talleres que den créditos para seguir con formación continua e incluso nos plantearemos la posibilidad de crear un título propio”. Pero no solo será una formación conceptual, sostiene, “sino de vivencias y experiencias, de llegar a asumir nuestros propios prejuicios y privilegios”, analiza.

Aplicación de la Ley Trans madrileña

El profesor del Departamento de Antropología Social recuerda que la oficina es también una forma de poner en práctica la Ley de Transexualidad aprobada el pasado mes de marzo por la Asamblea de Madrid. La norma reserva un artículo a las universidades, que “promoverán acciones informativas, divulgativas y formativas […], prestarán atención y apoyo a estudiantes y personal que fueran objeto de discriminación por identidad y/o expresión de género” y fomentarán la realización de estudios e investigaciones sobre la realidad de las personas trans.

Para ambos profesores la importancia del servicio radica en que es la primera vez que “la propia institución reconoce y se enorgullece de la diversidad porque si no seguiríamos trabajando desde el activismo de nuestras aulas”, analiza Sánchez. Para ella es fundamental el trabajo de base de los propios docentes, pero “es necesario” que la universidad ofrezca una respuesta al que la demanda. “Imagínate un chaval que viene de secundaria con una situación de acoso, será importante para él saber que esta universidad está luchando para que este tipo de abuso no se dé”, concluye Sánchez.

“Vuestra violencia machista tendrá respuesta”

Miles de personas reclaman en una manifestación en Vitoria más beligerancia contra la violencia machista. “La violencia machista no solo se materializa en los golpes y asesinatos; sino que es estructural”, denuncia el movimiento feminista

Un momento de la marcha contra la violencia machista.

Un momento de la marcha contra la violencia machista.

Miles de personas han secundado en Vitoria la manifestación convocada por el movimiento feminista de Euskal Herria-Feministok Prest! para reclamar políticas públicas contra la violencia machista, en una marcha que ha teñido de morado las calles del centro de la ciudad. Ha sido una movilización histórica, que ha cumplido las expectativas de las organizadoras.  La exasperación y saturación al que confiesan haber llegado tras el incremento creciente de las agresiones contra las mujeres es el motivo de esta movilización, que ha marchado bajo el lema 11 eraso erantzun, vuestras violencias tendrán respuesta.

Begoña Zabala, de Emakume Internazionalistak, ya lo explicaba en su llamamiento. “No es solo contar las denuncias y ver que este mes son más que el mes pasado, o que año tras año los números oscilan alrededor de las mismas cifras. Es más cualitativa la percepción. Se multiplican la diferentes formas de violencia, aparecen nuevas demostraciones que agreden a las mujeres. Manifestaciones verbales agresivas, acosos en la calle, fiestas masculinizadas con presencias masculinas agresivas, ‘abroncamientos’ machistas en las tertulias a mujeres representativas de los espacios públicos, prohibición de transitar en espacios determinados,…”.

Miles de personas han secundado en Vitoria la manifestación convocada por el movimiento feminista de Euskal Herria-Feministok Prest! para reclamar políticas públicas contra la violencia machista, en una marcha que ha teñido de morado las calles del centro de la ciudad. Ha sido una movilización histórica, que ha cumplido las expectativas de las organizadoras.  La exasperación y saturación al que confiesan haber llegado tras el incremento creciente de las agresiones contra las mujeres es el motivo de esta movilización, que ha marchado bajo el lema 11 eraso erantzun, vuestras violencias tendrán respuesta.

Begoña Zabala, de Emakume Internazionalistak, ya lo explicaba en su llamamiento. “No es solo contar las denuncias y ver que este mes son más que el mes pasado, o que año tras año los números oscilan alrededor de las mismas cifras. Es más cualitativa la percepción. Se multiplican la diferentes formas de violencia, aparecen nuevas demostraciones que agreden a las mujeres. Manifestaciones verbales agresivas, acosos en la calle, fiestas masculinizadas con presencias masculinas agresivas, ‘abroncamientos’ machistas en las tertulias a mujeres representativas de los espacios públicos, prohibición de transitar en espacios determinados,…”.

Un centenar de menores transexuales no recibe atención integral por parte de la Administración

Todos los partidos, a favor de desarrollar la ley que recoge los derechos de las personas transexuales en Navarra

Navarra fue una comunidad pionera en la aprobación, en 2009, de la ley de no discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de los derechos de las personas transexuales. La norma, que fue referencia legal para otras comunidades, supuso la puesta en marcha de una unidad específica en materia de transexualidad (Unidad Navarra de Transexuales e Itersexos) dentro del servicio público de salud.

Sin embargo, lo que parecía un prometedor principio para la atención integral de este colectivo, quedó más tarde diluido entre los recortes presupuestarios y la falta de voluntad de los gobiernos de UPN para implantar su desarrollo. Reconociendo la parálisis a la que ha estado sometido el contenido de esta ley, todos los grupos de la Cámara han aprobado este jueves por unanimidad una resolución presentada por Bildu para instar al Gobierno de Barkos al “cumplimiento íntegro de la ley”, especialmente en lo relativo a las campañas de sensibilización, atención y acompañamiento a las familias de menores transexuales, así como lo relacionado con acciones en el ámbito educativo.

Se trata, como señala la resolución, de que exista voluntad política para “promover el conocimiento y el respeto hacia esta realidad”. Una situación que afecta a un centenar de menores en la Comunidad foral, según los datos de la Asociación de Familias de Menores transexuales Chrysalis, que recientemente mantuvo una sesión de trabajo con los grupos políticos y que ha sido el origen de la resolución presentada por Bildu en el Pleno.

Bildu recordó que “la transexualidad es la condición por la que el sexo de una persona no se corresponde con el sexo que se le asignó al nacer en atención a sus genitales”. Según los datos ofrecidos por Chrysalis, la tasa de suicidio entre menores “a quienes en su infancia se les negó su identidad” es del 41%, mientras que la tasa de la población general baja hasta el 1,6%. “La diferencia entre acompañar a un menor en situación de transexualidad o negar su identidad puede ser abismal”, mantiene la asociación.

Por ello, Bildu pidió ayer el compromiso de los grupos para desarrollar la ley de 2009 y dotarla de contenido para que, como reclama la asociación, estos menores puedan “recibir de la Administración foral una atención integral y adecuada a sus necesidades médicas, psicológicas, jurídicas y de otra índole, en igualdad de condiciones con el resto de la ciudadanía, dentro del ámbito competencial que corresponde a Navarra”.

Así es la vida de Eli, una de las primeras niñas transexuales de España

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Reportaje fotográfico de Marika Puicher

Eli tiene 12 años, el pelo largo, la voz dulce… y es una niña alegre. No siempre fue así: durante un tiempo, de los tres a los seis años, se enfadaba a menudo. Pero cuando hizo el tránsito -como llaman en argot al momento en el que se pasa del sexo biológico al sexo sentido cuando ambos no concuerdan- el sofocón se le pasó de golpe.

Ahora vive con sus padres, Violeta y Miguel Ángel, y sus dos hermanos, Jaime y Nacho, en Fuenlabrada (Madrid). Su piso luminoso acusa el caos de alojar a tres preadolescentes: juegos, libros, revoltijos de ropa… En el salón reina una reproducción del Guernica de Picasso, una oda a la barbarie y la resistencia.

El padre trabaja en seguridad de salas del Museo del Prado. Quizá esta cercanía con el arte influyó en la idea inicial de Eli de ser diseñadora. Después se interesó por la Biología, pero ahora le tira más el Periodismo. Puede que por sus ganas de que la «vean y entiendan», como le dice a su madre cada vez que toca algún papeleo. «Un esfuerzo constante», apostilla Violeta.

Eli fue la primera niña diagnosticada con disforia de género en la Comunidad de Madrid, hace ya ocho años. Es una pionera en España: ahora se cuentan por decenas, incluso centenares, dicen los expertos. Y hoy tiene una vida plenamente normalizada. Todo gracias a una familia que optó por la visibilidad desde el principio. El reportaje fotográfico que acompaña este texto, que ganó el último Pride Photo Award, el más prestigioso de fotografía de diversidad de género y sexual, es una muestra de ello. «Participar es una forma de visibilizarnos, y de que las familias encuentren entidades y no se vean solas», explica Violeta.

Solos como ellos se vieron una vez. La historia de Eli comienza como la de muchos niños. Con dos años, ya preguntaba: «¿Estoy guapa, mamá?». También cogía la ropa y las muñecas de sus primas. «Ahí es donde me di cuenta de que algo pasaba», rememora Violeta, antigua propietaria de un salón de belleza.

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Eli aborrecía la ropa de chico y se las arreglaba para no ponérsela. «Montaba unos pollos impresionantes», dice la madre. «Le ponía camisas y me decía que se ahogaba, con los pantalones que no podía cerrar las piernas». Su tía materna empezó a darle vestidos, porque, si no, escondía los de sus primas: «Me preguntaba que qué había sido yo de pequeña, si niño o niña, y se tapaba la colita».

Hoy, a Eli le encantan los vestidos y las faldas, con las que luce sus largas piernas. También le gustan el rosa y los estampados de flores. «Para los niños es algo natural y siempre encuentran una forma de expresarse», dice la psicóloga infantil Laura Aut. «Ellos son así, no estamos hablando de nada fingido, inculcado, son demasiado pequeños».

Aquellos primeros años fueron de incertidumbre, de falta de información y demiedo al qué dirán, reconoce Violeta, socia de la Fundación Daniela y de COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid). «Un día, cuando tenía cuatro años, le corté el pelo después de una visita al psicólogo, porque me dijo que quizás yo quería una niña después del niño…», explica. «Luego me sentí tan mal… Entonces decidimos que era muy pequeña, y que dejaríamos que se expresara como quisiera».

Fue una vuelta de tuerca en la vida de Eli, mucho antes de que las administraciones emprendieran cambios en las políticas de identidad de género que aún no han llegado a todas las provincias de España. En 2012 el DSM-5, el manual de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, referencia mundial en la materia, dejó de considerar la transexualidad como una patología. Pero no fue hasta octubre pasado cuando la Unidad de Identidad de Género del Hospital Ramón y Cajal quitó la palabra trastorno de su nombre. Aún hoy la Organización Mundial de la Salud (OMS) todavía incluye la disforia en su lista de enfermedades mentales.

Hoy los días de Eli transcurren entre la escuela, los deberes, y la familia. Después de clase aprovecha para jugar un rato con su dos mejores amigas, con las que forma una piña. «Antes iba a más actividades extraescolares, pero ahora la economía no nos lo permite», explica su madre. «Pero no las echo en falta, hago muchas cosas con mis hermanas y sus primos».

A Eli le encanta dibujar y se le da especialmente bien escribir. Con su padre y sus hermanos juega a squash y va a la piscina los fines de semana (con el cole prefiere evitarla). También visitan el Prado. «Le llama especialmente la atención El jardín de las delicias de El Bosco por la diversidad que representa, porque no hay un estereotipo de hombre y mujer», cuenta Miguel Ángel.

De princesa, de hada… Eli va al cole vestida como quería. Al principio, sus padres le advirtieron de que quizás sus compañeros se meterían con ella. «Me da igual», respondió. Y así, sin saberlo, se convirtió en uno de los primeros menores activistas de su condición.

Intervenir precozmente es clave en el desarrollo de los niños transgénero, segúnJose Luis Pedreira Massa, doctor en Psiquiatría Infantil. «No existe tratamiento de rectificación, sino ayuda, progresión y tomar determinaciones para beneficio del niño y para compresión por parte de las familias», dice. «Al adolescente con dudas de identidad sexual hay que orientarle, explicarle la respuesta sexual humana con claridad, no moralidad».

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Violeta cuenta que no siempre ha encontrado buenos profesionales. Desde que Eli tenía tres años, los psiquiatras le decían que la niña era muy pequeña para decidir. «Dicen que el 80% puede cambiar de opinión», dice. «Pero, ¿qué estadísticas usan? ¡Si no existen! Hay niños a los que se les ha diagnosticado esquizofrenia, o se les ha recetado medicación para la hiperactividad».

También menciona estas cifras Nuria Asenjo, psicóloga de la Unidad de Identidad de Género del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), pero las pone en su contexto. «Son estadísticas de uno de los pocos países que tiene datos, Holanda», dice. «Hicieron un estudio con 900 niños de los que se mantienen sólo el 20% de los que entraron con 12 años. Sin embargo, no son cifras muy fiables, porque no hubo filtros previos».

Hoy, en el Ramón y Cajal atienden a 100 personas, entre ellas Eli, una de sus primeras pacientes. «El crecimiento ha sido exponencial», dice Asenjo. «En parte gracias a la labor de visibilización de colectivos y medios de comunicación. Ahora las familias pueden identificarse. Estamos desbordados».

A los seis años, Eli ya iba a clase como niña. Sus padres pidieron a los profesores que dejaran de dirigirse a ella como a un varón. La madre recuerda con ternura la explicación que uno de los maestros dio a los alumnos: «A partir de ahora Fernando se llamará Eli: sus padres se habían confundido y era una niña».

Ni profesores, ni médicos, ni psicólogos tenían experiencia. También hablaron con los padres de los alumnos. «Les comentamos que lo único que pedíamos era respeto», dicen los padres. «Si a un niño le llaman gordito un día no pasa nada. Pero si sucede cada día, eso es acoso, y es denunciable».

Fue entonces cuando las rabietas y los terrores nocturnos que había tenido desde los tres años desaparecieron. «Mis primeros años me fueron muy bien, cuando hice el cambio a nadie le costó asimilar que yo era Eli. Y mis amigas me apoyaban y me defendían».

Por desgracia no siempre es así. Laura Aut explica que la mayoría de casos llegan a su consulta por el estigma social. «Los síntomas más depresivos, más ansiosos, no se dan por el cambio de género, sino por el no sentirse aceptado. Esto sería lo más importante, que la sociedad lo aceptara. Pero en los coles, por ejemplo, no existen recursos, y los profesores no tienen a dónde ir», explica.

La Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) afirma que más de la mitad de los jóvenes de este colectivo sufre acoso escolar. El porcentaje aumenta en los transexuales porque son más visibles. «Es un sufrimiento para ellos, pero la enfermedad la tienen los demás: se llama intolerancia», afirma, rotundo, Miguel Ángel, el padre de Eli.

Familias y colectivos como la Fundación Daniela reclaman así mismo una ley estatal integral, que incluya los avances de las normas autonómicas de Navarra, País Vasco, Extremadura o Andalucía. «Eli tiene la documentación con nombre unisex desde los 7 años», dice Violeta. «Según quién te toque puedes conseguir el cambio de nombre en el DNI o no. Dependes de la buena fe de los jueces. Algunos permiten poner el nombre que quiere el niño, mientras que en otras ocasiones, como hicimos nosotros, aceptan porque es un nombre unisex. Necesitas 10 documentos, un certificado de la unidad de trastorno de identidad, para lo cual debes llevar al menos un año en tratamiento, otro forense que certifica que padre y madre estamos sanos mentalmente…».

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Según la fundación Chrysallis sólo 30 menores han conseguido completar este proceso en España. Eli lo recuerda como «una de las cosas» que la han hecho «más feliz» en estos años. «Fui a Segovia sólo para hacerme el DNI para el tema del cambio de nombre, y además estuvimos pasando el día», explica.

Para cambiar la casilla del género tendrán que esperar. La ley establece que hay que ser mayor de edad, y cumplir dos requisitos: el informe que acredite la disforia y otro que certifique que el solicitante lleva dos años de tratamiento para acomodar su físico. «Para la reconstrucción genital también hay que esperar hasta los 18, pero antes hay que tomar las hormonas cruzadas, estrógenos, antiandrógenos… Hasta los 18, nada», explica Violeta.

Eli toma bloqueadores hormonales desde los 11 años, que paralizan el desarrollo de los caracteres masculinos hasta que tenga edad para decidir si quiere un tratamiento hormonal definitivo. Su efecto es reversible. Ellos lo pagan de su bolsillo, miles de euros al año, como ocurre en la mayoría de comunidades autónomas.

También acude cada dos meses al psiquiatra del Ramón y Cajal. «Aunque no lo necesita, pero para que conste», cuenta su familia. «Queremos tenerlo todo cubierto. Es necesario para el tratamiento de los bloqueadores».

Eli no tuvo dificultades para que le recetaran los inhibidores porque tenía informes desde los cuatro años, pero Violeta se queja porque los endocrinos los desaconsejan a niños de su condición, mientras que en otros casos los recomiendan. «Nos dicen que hacen que los niños se queden pequeños y no crezcan, que les puede afectar el desarrollo cognitivo… Sin embargo, se usan habitualmente para casos de desarrollo precoz, para parar la menstruación por ejemplo. Así qué, ¿cuál es la verdad? Vamos a una unidad especializada y no nos la explican».

Cada año, durante una semana, madre, hija, y el resto de la familia comparten experiencias en el campamento de la Fundación Daniela, una especie de paraíso para Eli. Aunque su vida transcurre tranquila, Violeta reconoce que la niña no va al viaje de fin de curso del cole «porque no se siente cómoda». La fundación organiza campamentos para jóvenes trans, de los 8 a los 18 años. «Ahí están muy cómodos, en la piscina con su pantaloncito, sin que nadie mire, con niños y niñas como ella. Hablan de cosas como si se van a arreglar el pecho, etc…», dice la madre. «La sociedad está preparada para entender todo esto: es la administración la que va atrasada, y no da información ni herramientas».

Una pareja gay se enfrenta a la madre gestante de su hija en los tribunales tailandeses

Gordon Lake y su marido, Manuel Santos, con su hija Carmen

Gordon Lake y su marido, Manuel Santos, con su hija Carmen. EFE

El estadounidense Gordon Lake y su marido Manuel Santos se enfrentan a los tribunales por la custodia de su hija Carmen -fruto de una gestación subrogada– con la madre gestante, una mujer de origen tailandés. El proceso ha quedado visto para sentencia en un tribunal de Bangkok.

“Somos optimistas (…) esperamos que el veredicto diga que somos las personas adecuadas con las que tiene que estar Carmen”, ha dicho Lake a los medios de comunicación tras la conclusión de las vistas en el Tribunal Central Juvenil y de Familia, en el norte de la capital tailandesa.Tras meses de batalla legal, el próximo 26 de abril el juez pronunciará su decisión.

De lograr la potestad sobre la menor, el matrimonio Lake-Santos espera poder viajar al día siguiente y salir de Tailandia tras 13 meses en el país.”Ha sido un camino muy largo desde que Carmen naciera en el 17 de enero del 2015 y 10 días más tarde la mujer que la dio a luz dijera que se quería quedar con la pequeña”, indicó el estadounidense.

Tras un proceso de subrogación que discurrió con normalidad, nació Carmen Lake,concebida con el esperma de Gordon y el óvulo de una donante anónima y gestada por la tailandesa Patidta Kusonsrang.

Los problemas surgieron cuando Patidta, quien en el hospital firmó los papeles que le otorgan la paternidad a Lake, no acudió a la embajada de Estados Unidos en Bangkok para ultimar la documentación necesaria a fin de que la bebé pudiera salir de Tailandia.

El matrimonio Lake-Santos, quienes tienen otro hijo subrogado concebido hace más de dos años en India y quien se encuentra en la actualidad en España, trataron de llegar a un acuerdo amistoso con Patidta, pero ante la falta de avances reclamaron la custodia en los tribunales.

Patidta expresó entonces sus reservas debido a que los padres “no son normales”, en referencia a su orientación sexual, y una representante de la tailandesa llegó a insinuar que Lake y Santos eran traficantes de personas.

Ante las acusaciones, la pareja homosexual interpuso una denuncia por difamación que también se encuentra en los tribunales y proseguirá con una demanda civil para “tratar de compensar los daños causados”.

“Nuestra vida ha sido prácticamente destrozada durante el pasado año (…) no podemos recuperar el tiempo que hemos perdido, ni el tiempo que han perdido nuestros hijos para estar juntos, nuestras economía ha sido afectada, así que buscaremos por una compensación para ser capaces de recuperar nuestras vidas”, comentó Lake.

El Parlamento tailandés, elegido a dedo por los militares, promulgó en febrero de 2015 leyes que prohíben a los extranjeros acceder a madres subrogadas, tras controvertidos incidentes con hijos subrogados de una pareja australiana y un japonés.

“El principal objetivo de la ley es proteger a niños como Carmen (…) Confiamos en que el veredicto refleje el mejor interés para ella”, sentenció el padre biológico.

El sexo, un tabú peligroso para las personas con síndrome de Down

MADRID.   “El tema de la sexualidad es complicado tanto para las familias como para los educadores. Los padres normalmente no hablan con los hijos de estos temas y existe el fantasma o miedo de que hablar de la sexualidad incita a la práctica con lo cual son temas que no se abordan y se les pone en una situación de riesgo”.

Así lo asegura a Efe, con motivo del Día Internacional del Síndrome de Down, la coordinadora del Servicio de Atención Terapéutica del Centro Down y miembro de la Fundación Catalana de Síndrome de Down, Beatriz Garvía Peñuelas, que advierte de los riesgos de no ofrecer información sexual a estas personas.

La falta de información impide que la persona se desarrolle sexualmente, pero también les pone en una situación de riesgo de abusos e incluso de embarazos no deseados, lamenta.

Y es que las personas con síndrome de Down, como cualquier otra persona, tienen deseo sexual. “Quizá tienen una sexualidad un poco más infantil y hay muy pocos que lleguen al coito”, pero si uno de los dos miembros de la pareja no tiene esta discapacidad, sí se pueden dar embarazos no deseados.

Esta experta considera que muchos padres tienen precisamente este miedo a un embarazo, sin embargo, asegura que cuando se habla, normalmente son ellos mismos los que renuncian a tener hijos porque son conscientes de la dificultad que tiene la crianza.

“Hay que tener en cuenta que los hijos no son propiedad privada y, mientras aquellos que no tienen discapacidad se rebelan contra el control paterno, los hijos con síndrome de Down no tienen esa fuerza y se crean dependencias mucho más grandes que las que implica la discapacidad”, advierte.

Garvía Peñuelas subraya que las personas con discapacidad también tiene derecho a la sexualidad “como todo el mundo”. “Lo que yo me pregunto es por qué si tienen derecho a la sexualidad no lo practican. Qué le pasa a esta sociedad para no permitirles llegar a tener una vida en pareja cuando se les está dando apoyo para todo lo demás, para trabajar, para independizarse…”.

“Parece que si no practican la sexualidad, los padres se quedan más tranquilos, pero también se les está privando de algo maravilloso como son las relaciones afectivas y sexuales”, señala.

Sin embargo y aunque se está normalizando la figura de las personas con síndrome de Down en la sociedad, todavía es muy extraño ver a una pareja de este colectivo de la mano por la calle.

“La sociedad sigue teniendo la imagen de estas personas como si fueran niños, cuando el tema de la sexualidad y de las relaciones se debe tratar casi desde el momento del nacimiento, al igual que con el resto de los menores”, apunta.

En este sentido, indica que todavía hay familias en las que no se impide que las personas de este colectivo tengan pareja, “pero no se les deja espacio para la intimidad”, y cuando la relación avanza, se llega a romper el vínculo”.

Por eso las familias desempeñan una labor fundamental en este sentido. Es fundamental que educadores y familiares faciliten el conocimiento del propio cuerpo y el del sexo contrario, que respondan a sus inquietudes sobre sexualidad e identidad de género y orientación sexual. También para evitar los abusos sexuales.

Los abusos se suelen dar casi siempre en el núcleo cercano o en la familia y, en un principio, ellos lo ven como una muestra de afecto, “no entienden que están siendo abusados”, por lo que no se oponen.

“Por eso es importante que se les enseñe a decir que no, que sepan que su cuerpo es de ellos y que no tienen que dejarse tocar por nadie que no sea su pareja”, explica.