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En la cotidianidad surgen innumerables situaciones para hablar de sexualidad
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No se trata de responder a todas sus preguntas sino de acompañarles a buscar las respuestas
Muchos padres temen que llegue la famosa conversación, que a sus hijos les surja la duda de dónde vienen los niños, la charla de la semillita de papá o, si se trata de adolescentes, del cuidado que deben tener en sus relaciones. Los padres intentan en muchas ocasiones retrasar lo que para ellos es un momento incómodo, pero lo que no saben es que todo cuanto hagan en la vida influirá de forma directa en sus hijos.
Nadie nace con un manual debajo del brazo que diga cómo hay que actuar correctamente, por ello, lo mejor es no programar conversaciones ni cosas por el estilo. Al igual que en los demás aspectos de la vida, es mejor tener estas conversaciones con naturalidad y cuando surjan. “No se trata de que las familias sigan al pie de la letra un curriculum formal, sobre todo porque en la realidad cotidiana surgen innumerables situaciones para hablar de sexualidad. Por ejemplo, a raíz de una serie o película, una escena en la calle o una noticia”, afirma a EL MUNDO Raquel Hurtado, coordinadora del Área joven de la Federación de Planificación Familiar Estatal (FPFE) y sexóloga en Sex and Chester. Cualquier momento puede ser bueno, lo importante es que sean coherentes y naturales, es decir, que se sientan con la libertad de decirles a sus hijos que tienen vergüenza o que no conocen una determinada respuesta.
“No se puede ignorar la educación sexual durante toda la infancia y parte de la adolescencia y esperar a tener la charla, ya que será algo forzado. Es importante haber ido teniendo conversaciones de forma natural, gradual y naturalizar la existencia de la sexualidad”, asegura por su parte Silvia Cintano, directora de la Unidad de Sexología del centro psicológico Instituto Centta de Madrid, quien además ha dado varias charlas en diversos colegios y ha visto a padres muy preocupados con este tema.
A veces, las familias sienten una presión enorme porque piensan que han de tener todos los conocimientos para transmitírselos a sus hijos. Sin embargo, “no se trata tanto de responder como si fueran la Wikipedia sino de que los chicos se sientan respondidos“, añade Hurtado. Por ejemplo, buscando conjuntamente la respuesta o acudiendo ambos a un sitio especializado. Hay preguntas que ni siquiera tendrán una respuesta estándar, la labor de las familias será que los hijos encuentren las suyas propias.
¿Qué influencia tienen?
“La educación sexual es amplia, va más allá de los aspectos biológicos o reproductivos e incluye elementos como la autoestima, las emociones, la comunicación o el placer”, expone Hurtado. Así, la sexualidad no es sólo información sobre el coito es, sobre todo, valores, creencias, actitudes y comportamientos. Los padres hacen educación sexual con lo que hacen, con lo que dicen y también con lo que callan, con sus gestos, con las actitudes que toman ante ciertas cuestiones y con el lenguaje que utilizan.
Un análisis de 13 estudios publicados entre 1980 y 2011 llevado a cabo por Vincent Guilamo-Ramos, de la Universidad de Nueva York (EEUU), concluyó que “los padres (y no las madres) demasiado estrictos o demasiado flexibles suelen estar detrás de un inicio más precoz en el sexo”. Sin embargo, esta conclusión tiene varias lecturas.
Cintano asegura que no se puede afirmar de forma tan rotunda que la educación sexual influya en el inicio de las relaciones sexuales, pero sí que influye en la manera de vivir la sexualidad. Y la explicación que da es clara: “Si a una persona desde la infancia se le envían mensajes negativos sobre la sexualidad (diciéndole que es algo oculto o sucio) desarrollará sentimientos negativos de culpa, una alarma que, unida a diferentes circunstancias, puede desencadenar ciertas disfunciones sexuales futuras. Por otra parte, pensar en una sexualidad sana y naturalizada, hablar de estar preparados, de anticonceptivos, de libertad sexual, de lograr que tomen sus propias decisiones sin coacción o presión social no es incitar a los más jóvenes a tener relaciones sexuales, sino a que estén preparados para cuando decidan vivir su sexualidad de diferentes maneras”.
En la actualidad, en España el inicio de las relaciones sexuales está aproximadamente en los 16 años. Sin embargo, ese comienzo en las relaciones -con penetración- está más determinado por presiones sociales para adquirir un cierto estatus entre sus iguales que por cuestiones de deseos y placer. La experiencia profesional nos muestra que, si bien la edad de esa primera relación en general ha disminuido, el periodo que discurre entre esta primera vez y las siguientes suele ser muy significativo. Por esta razón, “consideramos que lo importante no es tanto la edad a las que se inician unos u otros tipos de relación, sino ayudar a chicos y chicas a tomar decisiones acordes con sus deseos y no con las presiones sociales”, insiste Hurtado.
En cuanto a las familias, es cierto que, por regla general y siempre teniendo en cuenta las diferencias de cada persona y cada familia, “las familias con estilos más intermedios son más capaces de facilitar la autonomía de sus hijos, ayudándoles a tomar mejores decisiones y a ser más coherentes con ellas”.
¿Qué enseñar en cada etapa?
El objetivo es en todas y cada una de las etapas no sólo es mostrarles conocimientos sino ayudarles a que sepan tomar sus propias decisiones, que sean libres a la hora de decidir, que sepan decir ‘sí’ y ‘no’ cuando ellos quieran y sin presiones. Los padres ponen las raíces de esos valores y creencias que luego irán, poco a poco, nutriéndose de otras fuentes.
Por ello es importante en la infancia enseñar, entre otras cosas, las distintas partes del cuerpo, la higiene, la existencia de dos sexos, los diferentes roles de género, los múltiples modelos de belleza, los valores sobre los diferentes tipos de relaciones y, sobre todo, el fortalecimiento de la autoeficacia y la autoestima (soy valioso, soy digno de ser querido, soy único).
En la pubertad y adolescencia, hay que incidir sobre los cambios físicos y psicológicos que surgen en esta etapa -y que son cruciales-, por ello es importante enseñarles el porqué de estos cambios y la razón por la que sienten apetencias nuevas. Enseñarles qué es lo que deben hacer para no dejarse llevar por las emociones y que tomen decisiones sin precipitarse. Hay que informar sobre la respuesta sexual humana, las primeras veces, los deseos y las fantasías, los diferentes modelos de pareja, los métodos anticonceptivos, enfermedades de transmisión sexual, etc. Por otro lado, es importante seguir formando en cuestiones sobre el amor y enamoramiento, la seducción, las posibles dificultades en relación a la orientación del deseo o los roles de género. Y, por último, seguir fortaleciendo la autoestima, autoeficacia y asertividad, en la pareja y para combatir la presión grupal.
“El papel fundamental de los padres es la educación de sus hijos, tanto en conocimientos como en actitudes, valores y conductas de cara a desenvolverse en el mundo. Quieren lo mejor para ellos, que estén lo más protegidos posible. Entonces, ¿por qué ignorar la sexualidad, una parcela de la vida tan natural y característica del ser humano?”, concluye Cintano.