Candidatos con mucho orgullo

Este domingo, serán 15 los gays y lesbianas que intentarán conseguir uno de los 350 escaños que se repartirán tras la cita electoral del 26 J

De izquierda a derecha Javier Maroto, María Such , Nicolás de Miguel y Ricardo Sixto

De izquierda a derecha: Javier Maroto (PP), María Such (PSOE), Nicolás de Miguel (Ciudadanos), y Ricardo Sixto (A la Valenciana). EL MUNDO

El 13 de noviembre de 1999, Miquel Iceta, actual presidente del PSC, se convertía en el primer diputado español en salir del armario, algo que ya era común en otros países de Europa. “Los gays luchamos para que un acto como éste deje de ser noticia. Para conseguirlo tenemos que trabajar mucho”, dijo entonces. Han pasado 17 años y, efectivamente, se ha trabajado mucho para que el Congreso sea un fiel reflejo de la sociedad plural y diversa a la que pretende representar pero, ¿hasta qué punto encontrar un parlamentario gay y orgulloso de su orientación sexual ya no es noticiable?

Las elecciones de mañana son un buen termómetro para saber realmente cuánto se ha avanzado en materia de visibilidad en una cámara donde un beso en los labios entre dos hombres (recuerden el pico de Xavier Domènech y Pablo Iglesias en el pasado debate de investidura) provoca un terremoto mediático. LOC ha preguntado a los cuatro grandes partidos, PP, PSOE, Unidos Podemos (y sus confluencias) y Ciudadanos, cuántos de sus candidatos al Hemiciclo son homosexuales visibles. Una buena oportunidad para abordar con ellos sus políticas en la materia. En total, serán 15 los gays y lesbianas que intentarán conseguir uno de los 350 escaños que se repartirán en la cita electoral del 26J. Sin duda, en esta XII legislatura Iceta se hubiera sentido menos solo.

El PP, con un sólo candidato LGTB

Entre estos candidatos visibles al Congreso, tan sólo hay uno del Partido Popular. Se trata de Javier Maroto, segundo por Álava, que en las elecciones del 20-D ya se quedó sin escaño. Con este antecedente, el PP podría quedarse sin diputados fuera del armario. Desde Génova, aseguran a LOC que prefieren no “hablar de la sexualidad de sus candidatos ya que es algo muy íntimo, que afecta a su ámbito personal. No es algo relevante en campaña”.

Por su parte, en Ciudadanos no han encontrado un sólo homosexual en las listas que se votan mañana. Sí lo hubo el 20-D, se trataba de Nicolás de Miguel, quien presume de haber sido del primer gay que se presentó a la alcaldía de San Sebastián cuando militaba en UPyD. “Que no haya ninguna persona LGTB en las listas de Ciudadanos es una casualidad. Yo estuve las anteriores y en esta ocasión no puedo porque en unos meses comienzan las elecciones autonómicas vascas y ya no me daba tiempo a todo. Pero te puedo asegurar que en este partido la homosexualidad está muy aceptada. Si no, no me hubiera unido a él”, explica De Miguel, quien, actualmente, ejerce de portavoz del partido de Albert Rivera en el País Vasco.

Ángeles Álvarez, del PSOE

Ángeles Álvarez, del PSOE. EM

Así pues el PSOE y Unidos Podemos coparán la representación LGTB en el Congreso. Los socialistas presentan en sus listas al Congreso ocho candidatos y la formación de Pablo Iglesias, seis. Por parte del PSOE concurren Ángeles Álvarez (cuarta por Madrid), Antonio Hurtado (segundo por Córdoba), José Manuel Girela de la Fuente (quinto por Sevilla), Felipe Jesús Sicilia Alférez (segundo por Jaén), María Such (tercera por Valencia), Gonzalo Diz (sexto por Coruña), Florentino Plasencia (séptimo por Santa Cruz de Tenerife) y Miguel Cimorra López, que figura como suplente por Zaragoza.

De ellos, los cinco primeros ya tienen experiencia como diputados en anteriores legislaturas. De hecho, Ángeles Álvarez fue la primera mujer que se declaró públicamente lesbiana, por ello fue portada en el especial LGTB de 2014. “Fue algo muy positivo, no por mí, porque mi entorno ya sabía lo que había, sino porque la gente, especialmente en la política, se suelta. Recibí muchísimo cariño. Muchos jóvenes, de repente, me felicitaban y entonces me di cuenta de lo importante que es crear referentes”.

Apuesta por la naturalidad

Álvarez fue una pionera y, ahora, hay muchas posibilidades de que la acompañe en el Hemiciclo María Such, una de las jóvenes promesas de la política valenciana, quien, a sus 26 años, ya consiguió un escaño en las pasadas elecciones. Hija del histórico socialista Antoni Such, esta joven rubia que no responde a ningún estereotipo, le gusta hacer gala de naturalidad. Tal y como explica, “no pasé por ningún proceso de salida del armario, simplemente conocí a una persona que me gustaba e hice mi vida con normalidad. Me abrí poco a poco, primero con los amigos y luego con la familia”.

Por su parte, Unidos Podemos junto a sus confluencias En Comú Podem y A la valencianasuman en total seis candidatos LGTB visibles al Congreso. Ellos son Joan Luengo (segundo por Gerona), Leticia García Panal (segunda por Granada), Diego Flores Sáez (quinto por Las Palmas), Ricardo Sixto Iglesias (quinto por Valencia) y Gemma Espinosa Ortega (séptima por Cádiz).

Joan Luengo, concejal en Bayonles por Iniciativa per Catalunya Verds, se quedó sin escaño en las anteriores elecciones y sus amigos le han bautizado como el Harvey Milk catalán. Él se lo toma con humor. “Es que me gusta utilizar algunas de sus frases en los mítines, por ejemplo digo lo de: ‘He venido a reclutaros’ o esa anécdota de que cuando a Milk le decían que Dios no quería que los homosexuales tuvieran hijos, él respondía: ‘Pero lo intentamos mucho'”.

El político catalán valora muy positivamente que cada vez haya más políticos visibles en el Congreso. “Una de mis prioridades es desarrollar una ley contra la homofobia a nivel nacional, igual que la que ya tenemos en Cataluña, y cuantos más seamos, más fácil será poder hacerlo”. También opina que lo fundamental en este nuevo tiempo es la naturalidad. “Creo que todos debemos actuar con normalidad, yo no voy gritando que soy gay ni nada así pero no me oculto y mi novio viene conmigo cuando toca”.

Luis Alegre, fundador del partido y secretario general de Podemos en la Comunidad de Madrid, podría haberse sumado a esta lista pero explica que hacerlo era incompatible con su puesto como profesor en la universidad. “Siempre he tenido como límite con Podemos no tener que dejar mi profesión. Es algo que realmente me hace muy feliz y no quiero renunciar a ello”.

Toni Comín, de Esquerra Republicana de Cataluña

Toni Comín, de Esquerra Republicana de Cataluña. EM

Alegre asegura que “en nuestro partido ser gay o lesbiana es algo natural, somos gente que viene de muchos ámbitos y que no discrimina a nadie por cuestiones de raza o sexo. Pero no es algo que tengamos en cuenta al hacer las listas. En la pasada legislatura hubo una diputada de color y yo me alegré mucho porque está muy bien que el Congreso se parezca cada vez más a la calle“.

Según asegura, el círculo LGTB es muy activo en Podemos. “Entre nuestras propuestas está la de crear una Convención Internacional contra la discriminación por motivos de orientación sexual”. Muchas otras de sus iniciativas LGTB coinciden con las del PSOE, quien tiene el programa más detallado en estas cuestiones y que plantea crear una Ley con los delitos de odio que implique una mayor protección. “Es que no me cuesta admitir que en el PSOE han tenido referentes para mí, como Pedro Zerolo. Creo que en estas materias nos podríamos entender bien”. Ese entendimiento con el PP parece mucho más difícil. “Todavía estoy esperando que salga Maroto a desautorizar a Cañizares cuando suelta esas barbaridades sobre los LGTB”, comenta, por su lado, Ángeles Álvarez.

Elecciones al senado

El ex secretario general del PP vasco, Iñaki Oyarzábal, también se la juega mañana en las elecciones. En su caso aspira a un puesto en el Senado, es primero en las listas de Álava. Él fue el primer cargo relevante del partido en hablar de su homosexualidad. Lo hizo en este suplemento en 2012 y asegura que en el PP “existe un compromiso expreso en el reconocimiento y defensa de los derechos LGTB. Hemos asumido el matrimonio homosexual, queremos legislar para que haya una mayor protección para los transexuales, impulsar planes en la educación contra el acoso para educar en el respeto…”.

Entonces, ¿por qué aún cuesta tanto que haya visibilidad dentro del partido? “Hay mucha gente gay en nuestras filas, en Nuevas Generaciones por ejemplo no hay ningún problema y lo viven con normalidad. Pero es que normalidad es hacer política sin tener que colgarte una etiqueta permanentemente. Además, cuando uno sale la gente de izquierdas se vuelve muy agresiva, te llaman hipócrita, te insultan… Creo que una asignatura pendiente es aparcar el sectarismo y reconocer la pluralidad del colectivo, no todos tenemos que ser lo mismo”.

Precisamente, en las elecciones al Senado en el País Vasco se puede comprobar cómo dos LGTB pueden estar en las antípodas de su pensamiento político. Bildu presenta a la cámara alta a Maite Sarasua, quien figura como segunda por la circunscripción de Guipúzcoa. A sus 56 años, esta madre de dos hijos es feliz paseando por San Sebastián agarrada a su novia. “Ser lesbiana aún genera muchos problemas, yo por suerte no los he tenido. Pero tenemos que luchar porque todas las personas sean aceptadas con la identidad que elijan“, explica Sarasua, quien se queja de que las mujeres LGTB no ocupen más espacio público. “Ya es hora de que haya más referentes públicos y políticos”.

Oyarzábal y Sarasua no son los únicos miembros visibles del colectivo que participan en las elecciones. Por Unidos Podemos se presenta Eva Abril, quien ocupa el primer puesto por Madrid; Kevin Botejara, está en la misma posición por Cantabria, y por En Comú Podem, María Freixanet, figura como segunda en las listas de Barcelona.

Como indica el ejemplo de Sarasua, en los partidos independentistas también tienen sus referentes LGTB. En Esquerra Republicana, Toni Comín, Conseller de Salud, es uno de ellos. A las listas del Congreso por ERC se presenta Éric Gómez y Pérez, concejal de San Cugat y Vallés, que va el número once a la circunscripción de Barcelona. “En mi partido hay mucha gente LGTB, pero no significa que la gente vaya por cuotas. Algo que nos gustaría proponer en el Congreso es ampliar la ley contra la homofobia que ya existe en el resto de España”, explica.

Por parte de Convergencia, quienes también tienen en el Govern un Conseller homosexual (Santi Vila, ahora, titular de Cultura), se presenta David Saldoni, alcalde de Sallent (municipio de más de 6.000 habitantes). Él figura en el octavo puesto al Congreso por Cataluña y asegura que su partido no es conservador en los temas LGTB. “Hay libertad de voto y todos nos respetamos mucho. Yo creo que el mensaje de tolerancia ha calado y existe mucho respeto”. Este recorrido por los candidatos homosexuales visibles al Congreso y al Senado de todos los colores, hubiera sido imposible de hacer cuando Iceta dio aquel paso en 1999. Está claro que queda mucho recorrido, pero un Hemiciclo sin armarios está más cerca.

“Es el momento de reflexionar sobre si baños y vestuarios de los colegios deben ser mixtos”

Amelia Barquín, profesora de Educación y Género en la Universidad de Mondragón, apuesta por dar libertad a los niños para que desarrollen “el género sexual con el que mejor se sientan identificados”

La coeducación persigue educar en igualdad.

La coeducación persigue educar en igualdad.

La necesidad de crear nuevos modelos de relaciones que olviden los estereotipos y que se basen en la igualdad de la mujer es uno de los objetivos más anhelados por la sociedad. O, al menos por una parte de ella que  trata de erradicar la dependencia y la falta de libertad que aún sufren muchas mujeres en las sociedades más avanzadas. Amelia Barquín, profesora de Educación y Género en la Universidad de Mondragón, ha participado en el curso de verano de la UPV ‘Sexo, amor y relaciones de poder’, donde ha defendido que “no es posible que los jóvenes no identifiquen la actividad machista en una sociedad en la que se está trabajando constantemente contra ella”.

Además de analizar la realidad de la mujer en las relaciones, Amelia Barquín ha explicado esta cuestión desde el punto de vista de la educación, centrándose en la igualdad y libertad de género. Es consciente de que los derechos de la mujer se trabajan continuamente en los centros educativos, pero “la libertad de género no está tan extendida, y es un concepto que debe desarrollarse mucho más dentro de los colegios”.

“Los niños deben tener la libertad de desarrollar el género sexual con el que mejor se sientan identificados. Ejemplo de ello son los intersexuales, personas que presentan conjuntamente características sexuales femeninas y masculinas. Son personas que no tienen definido su género y a las que se les deben mostrar todas las opciones y efectos que tiene ser mujer u hombre, para que ellos mismos decidan y construyan su propia personalidad”, ha destacado.

Pero esta opción no solo debe trasladarse a los intersexuales, sino a todas las personas desde su nacimiento. “Los colegios deben poner en marcha procesos para hacer frente a esta realidad, como puede ser la reflexión de los espacios que disponen los centros. Lo más normal es encontrar un campo de fútbol en el que solo juegan los chicos buenos. Los chicos que no saben jugar y las chicas siempre están en los bordes del campo sin poder jugar”. Es una idea que hay que cambiar en las escuelas, ya que, independientemente del género y capacidades para el deporte, “todos los estudiantes deben poder practicar el deporte que les gusta en el recreo”. Y en esta línea ha avanzado que “es el momento de comenzar a reflexionar sobre si los baños y los vestuarios deben ser mixtos o no”.

Influencia de la cultura

Por otro lado, el tratamiento que se les da a los niños varía dependiendo de si pertenece al género masculino o al femenino. “Los profesores se dirigen de una manera distinta a un niño que a una niña. Por ejemplo, el tiempo que invierten en calmar a una niña que está llorando es mayor. Incluso la comunicación no verbal es distinta”.

Otro de los aspectos que Amelia Barquín ha analizado ha sido la influencia de los productos culturales en la sociedad, que refuerzan el poder del hombre sobre la mujer. “Los colegios deben analizar este tipo de producto cultural para no mostrar a sus alumnos el comportamiento que se debe tener ante la mujer. Los profesores tienen que aprender a identificar aquellos productos culturales que contengan características machistas, para que sepan trasladarlos a sus alumnos”.

“Hay que construir un mundo”, ha rematado, “sin etiquetas, en el que hombres y mujeres estén al mismo nivel, con sus derechos y libertades “.

Siempre es tu Orgullo, hetero

Mientras se sigue dando vueltas a si el atentado de Orlando era islamismo radical, se ignora lo que principalmente fue: terrorismo homófobo, el que sigue ocurriendo cada día de manera silenciada

EE.UU. investiga aún la matanza de Orlando y reabre el debate sobre las armas

EE.UU. investiga aún la matanza de Orlando y reabre el debate sobre las armas EFE

Tómate unos segundos y pregúntatelo: ¿Cuándo hablan de ti las películas, sin dramas ni suicidios provocados por tu manera de vivir? ¿Cuándo no has sido objeto de críticas, por sutiles que sean, por este mismo motivo? ¿Cuándo, en circunstancias cotidianas, no se da por sentado que te relacionas sexual o emocionalmente con alguien de tu mismo sexo?

Las respuestas darán una idea de la representación de la diversidad sexual y nos explicarán el atentado de terrorismo homófobo de Orlando. También nos explicarán la problemática con las donaciones de sangre para las personas heridas debido a que en Florida hay una prohibición manifiesta sobre el colectivo LGTB -con una pequeña concesión a quien mantenga pareja estable desde por lo menos un año-. Mientras dilucidamos si fue terrorismo islámico radical o no, ignoramos lo que sí fue: terrorismo homófobo. Pero no os preocupéis, mientras todos éramos París, aquí solo las maricas somos Orlando. Total, en París también matarían gays y ahí nadie se quejó, ¿no?

Total, solo coincidió con las celebraciones del Orgullo, solo era la gran discoteca y punto de reunión para personas LGTBI. Si ya lo dijo el padre del terrorista: “No tiene nada que ver con la religión”. Como si el fanatismo religioso – o el que se presume menos radical, que también llama a la alerta contra el “imperio gay”– no tuviese nada que ver con la homofobia. Como si toda la sociedad no estuviese sucia de homofobia. Porque si el beso de dos hombres fue realmente la mecha de esa ira, algo hay que hacer con las representaciones de la diversidad en los medios de comunicación, la publicidad, el cine, las calles. No podemos aplaudir por tener la cuota de mariconeo en la serie de moda si luego esa pareja gay tan mona nunca se da un beso en pantalla, ni por conformarnos con lo de “si ya podéis casaros, ¿qué más queréis?”.

Ese problema de las cuotas viene con el fenómeno #prayfor. El #prayfor viene con mensaje del político de turno sumándose a la causa y por supuesto, sin promover ajustes en materia de diversidad sexual. No, espera, que ni eso. El presidente de los Estados Unidos fue el único en hacer una leve mención, mientras que las autoridades oficiales de España no hicieron referencia a la homofobia y solo al terrorismo religioso. Mientras, en las redes sociales sobrevolaban hashtags como #MatarGaysNoEsDelito o #MasMasacresMenosGays.

Mientras en la comunidad LGTB lloramos, “el resto” de la comunidad, con la que no parece ir la historia, se marca un pinkwashing e incita a la xenofobia empleando el atentado como arma arrojadiza, al igual que ocurrió con las violaciones de comienzos de año en Colonia. De la misma manera, siguen estando invisibilizadas las agresiones diarias -tipificadas como delitos de odio, cabe recordar- que sufren las personas diversas y parece que solo podemos sentir protección cuando Mark Zuckerberg nos permite poner nuestra foto de perfil con la bandera arcoíris.

Y todo por un beso. ¿Y aún os preguntáis para cuándo Orgullo Hetero? Si siempre es tu orgullo, hetero, el causante de que no se admitan más formas de diversidad de las que la cuota mínima señala.

Las empresas carecen de un protocolo para expatriar a un empleado LGTB a un país donde la homosexualidad es delito

El presidente de Uganda firmó una ley que castiga la homosexualidad con cadena perpetua

El presidente de Uganda firmó una ley que castiga la homosexualidad con cadena perpetua EFE

“Es inconcebible forzar a alguien a ir a un país donde sus semejantes son condenados por su condición”. Es una de las frases con las que Laurent exige a través de una petición en Change.org que los empleados LGTB de Air France puedan decidir si trabajan en los vuelos a Irán. El miedo a viajar a Teherán tiene fundamento, ya que el país, castiga la homosexualidad con la pena de muerte.

Según la ILGA (International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Intersex Association) y a fecha de mayo, en 13 países todavía se contempla la pena de muerte para castigar la homosexualidad, y en otros 75 estados no ser heterosexual conlleva penas de prisión incluso de cadena perpetua. Países como Irán, Arabia Saudí o Mauritania son de lo más implacables contra la comunidad LGBT, pero en otros como Rusia la homosexualidad está muy perseguida.

De ahí que uno de los debates tenga que ver con estos países, y con los empleados LGBT que por motivos laborales deban trabajar en estados que persiguen la homosexualidad para castigarla. El caso de los empleados de Air France pone el foco en una situación que obliga a las empresas a conocer la orientación sexual de sus trabajadores antes de ponerles en riesgo viajando a países que restringen la homosexualidad. Ernst & Young es de las pocas empresas a nivel mundial que sí tienen en cuenta la orientación sexual a la hora de hacer cualquier movimiento con un empleado. Por ejemplo, un portavoz de la compañía explicó a Bloomberg como a un empleado gay que iban a mandar a Rusia terminaron enviándolo a París, manteniendo así la opción de que desarrollara su carrera en el extranjero, sin que fuera cancelada por ese motivo. No obstante, ¿se cumple esto en las empresas españolas? ¿Existe algún protocolo de actuación al respecto?

Mapa de ILGA sobre la penalización de la homosexualidad en el mundo

Mapa de ILGA sobre la penalización de la homosexualidad en el mundo

Las empresas españolas no lo contemplan

En España tener una orientación sexual no hetero sigue sin estar normalizado y tiene su eco en el ámbito laboral. Una denuncia generalizada del colectivo LGBT es que cuando se cambia de trabajo, muchas personas “vuelven al armario” hasta volver a estar seguros de poder mostrar su condición. De hecho, un estudio determinó que el 60% de las personas LGBT había sufrido discriminación en el trabajo en los dos años anteriores a la publicación del trabajo. Y esta homofobia se produce en un país donde otro estudio que resalta a España como el país que mayor aceptación tiene de la homosexualidad en el mundo.

Pero los destinos a los que puede ir un trabajador de una empresa española expatriado son los que generan las dudas sobre cómo proteger a los empleados si por ejemplo tienen que ir a desempeñar sus funciones a Iran. Allí la homosexualidad está castigada con la pena de muerte, pero no son pocas las multinacionales que no se resisten a los yacimientos petrolíferos en la zona, como Repsol. Preguntados por si conocen la orientación sexual de sus empleados, desde la española responden que “nosotros no nos metemos en la intimidad de los empleados, no sabemos su orientación sexual ni les preguntamos por ello”. Añaden que “nosotros tenemos una política de diversidad global, que incluye a todo el mundo. No tenemos una política específica hacia el colectivo LGBT, sino que hacemos inclusión en general”. Respecto a los trabajadores LGBT que van a trabajar fuera, los denominados expatriados, aseguran que “antes de ir les proporcionamos todo tipo de información de integración cultural, lo que incluye datos, costumbres, valores, legislación, normas de comportamiento del lugar, para que puedan valorarlo todo bien”.

Otra nación de mentalidad similar es Arabia Saudí. Con la construcción del AVE a la Meca, Renfe ha pasado a tener importantes intereses en uno de los países más intolerantes con la homosexualidad. Pero sobre ello, la compañía considera que la orientación sexual “es algo que no preguntamos a nuestros empleados, no se nos pasa por la cabeza”. Y en el caso de tener empleados expatriados homosexuales, comentan que “si surgiera la situación, la valoraríamos individualmente”.

Rusia es otro de los países hostiles hacia el colectivo LGBT. Si bien no llega a castigar con la muerte a los homosexuales, desde 2013 existe una ley que no permite a los LGBT manifestar en público su condición, a riesgo de sufrir represalias a nivel institucional. A día de hoy son varias las empresas españolas con intereses en el país de Vladimir Putin, como Inditex, con 485 tiendas en Rusia a finales de 2015. Cuestionados sobre si es un factor tenido en cuenta antes de enviar trabajadores a Moscú, responden que “ Inditex pone a disposición de todos sus empleados en todo el mundo múltiples canales para que puedan transmitir cualquier situación relacionada con el respeto a la diversidad y la tolerancia cero de la compañía hacia cualquier clase de discriminación”. Otra de las compañías con intereses en Rusia es la fabricante de material ferroviario CAF, pero fuentes de la empresa admiten que no tienen “una política específica para el colectivo LGBT”.

La revolución de la familia

Los hogares están sufriendo una metamorfosis de puertas adentro. Año tras año crecen las familias monoparentales, las homoparentales, las parejas del mismo sexo, las de hecho, los nacimientos extramatrimoniales…

UN REPORTAJE DE MARTA MARTÍNEZ – Domingo, 12 de Junio de 2016

Imagen de una familia paseando por la calle

Imagen de una familia paseando por la calle. Foto: Jose Mari Martínez

ITZIAR decidió ser madre en solitario hace dos años. “Es algo que he tenido claro siempre. Con 33 años me vi preparada y con muchas ganas y se dio la circunstancia de que en esos momentos no tenía pareja, pero no me pareció un obstáculo, así que me puse a ello”, explica esta bilbaina. Un año y medio después nació su hijo, “lo más grande que he hecho nunca”. Itziar, profesora de instituto, es miembro de la Asociación de Madres Solteras por Elección (MSPE), que cuenta con medio centenar de socias en Euskadi. Están organizadas, realizan actividades de ocio con sus hijos “para que las madres compartan sus experiencias y para que los niños jueguen entre ellos y conozcan a otros niños en las mismas circunstancias que ellos”, pero también reclaman su espacio en la sociedad. “Cada vez más mujeres deciden ser madres en solitario y queremos que se nos tenga en cuenta. Este último año nos hemos reunido con partidos políticos para exponerles nuestra situación, porque nos damos cuenta de que ni siquiera se percatan de esta realidad. Están empezando a enterarse de que existimos”, sostiene esta mujer bilbaina.

El número de familias monoparentales crece año tras año; actualmente rozan los dos millones en el Estado español, uno de cada diez hogares. Sin embargo, Itziar se queja de que “todavía no ha calado del todo que los modelos de familia están cambiando y que ya no todo se ajusta a ese patrón de dos adultos y uno, dos o tres niños”. Y pone un ejemplo, “un pequeño detalle que no lo es tanto”: “En los polideportivos no puedo beneficiarme del típico abono familiar, porque contempla la familia como compuesta por dos adultos”.

Itziar sostiene que “el hecho de tener cierta seguridad económica me animó a lanzarme a la aventura”. Cuenta, además, con el apoyo de sus padres para conciliar vida laboral y familiar. Sin embargo, no todos los hogares monoparentales son por elección o no todas las personas que desean tener descendencia en solitario pueden asumir el coste que supone la crianza de un hijo. Y es ahí donde las políticas públicas juegan un papel fundamental. En este sentido, Save the Children alertó el año pasado de que el 38% de los núcleos familiares monoparentales vive por debajo del umbral de la pobreza.

Al igual que las familias monoparentales, crece también el número de hogares homoparentales, las personas que viven solas, las parejas del mismo sexo, las parejas de hecho, los hijos nacidos fuera del matrimonio y las familias reconstituidas -compuestas por dos adultos que forman un nuevo núcleo familiar, en el que uno de los miembros, o los dos, aporta hijos de una relación anterior-. La diversidad gana terreno a lo que hasta hace unos años se consideraba la familia tradicional, es decir, el matrimonio heterosexual con hijos, una metamorfosis que se viene gestando en los hogares desde hace 40 años.

“Todo empieza en los años 70, cuando empieza a haber menos control por parte de la Iglesia. La gente empieza entonces a organizar su vida con criterios propios, empieza a elegir si quiere casarse o no, si quiere tener hijos o no, cuándo los quiere tener, cosas que antes no se elegían porque venían dadas por las normas culturales y sociales. A partir de entonces, ese control empieza a relajarse”, explica Joseba Zalakain, director del SIIS Centro de Documentación y Estudios. Según el sociólogo, las políticas públicas “siempre van por detrás de los cambios”, por lo que su adaptación a esta nueva realidad social es lenta. “Las políticas han respondido con bastante rapidez a los cambios que tienen que ver con derechos civiles como en el caso de las parejas de hecho, las uniones de personas del mismo sexo, pero en el terreno de los derechos sociales han ido más despacio. Probablemente lo que más les ha costado es adaptarse a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, ahí han respondido bastante mal”, explica Zalakain.

MENOS MATRIMONIOS Emili, de 33 años, y Guille, de 41, esperan su primera hija para agosto. Inmersos en los preparativos del parto, la llegada del bebé a sus vidas y los planes para adquirir una vivienda propia, el matrimonio no entra en sus planes. “La opción tradicional de matrimonio no representa lo que somos o lo que son las parejas ahora. Una pareja se supone que se basa en el amor y el apoyo mutuo, dos personas con un proyecto de vida en común, ¿por qué tenemos que jurar nuestro amor eterno ante un ayuntamiento?”, asegura Emili. “Porque de la Iglesia ni hablamos”, aclara.

“Antes, una de las dos personas, tradicionalmente la mujer, dependía económicamente del marido y si no estabas casada con ese señor no te quedaba pensión. Pero a día de hoy la situación ha cambiado. Nosotros trabajamos los dos, tenemos independencia económica y solvencia. Ahora mismo estamos pensando en comprarnos una casa, en cómo va a ser el parto y cómo va a ser nuestra hija, está tan claro que Guille y yo somos pareja… ¿De verdad tengo que demostrarlo?”, reflexiona. “Puede que el matrimonio esté en desuso y que actualmente haya otra manera de unirse. Además, que no es tan sencillo, no es cosa de un día. Tienes que elegir fecha en el ayuntamiento, y a ver para cuándo te dan, tienes que llevar testigos y tienes que pagar”, continúa. Emili aboga por simplificar las cosas: “A mí me vale con firmar en un registro, más que nada para tener derechos sobre él en caso de que le pasara algo y al revés”.

Las cifras corroboran que esta opinión está en auge. Así, de los 17.000 matrimonios anuales que tenían lugar en 1975 en Euskadi, se pasó a 10.000 apenas seis años después. Actualmente, la cifra se sitúa en 7.500. De ellos, además, una aplastante mayoría, el 76,5% son civiles. El número de matrimonios decrece cada año, mientras que aumenta el de parejas de hecho. Los hijos extramatrimoniales también son una tendencia al alza. En Euskadi representan cuatro de cada diez nacimientos anuales.

Otra realidad que ha cambiado con el paso del tiempo es el de la maternidad. Hoy en día, la media de edad en que las mujeres tienen hijos en Euskadi está en 32,6 años. Asimismo, la tasa de fecundidad de la población vasca se sitúa en 1,38 hijos. “Se ha producido un retraso en la emancipación y esto ha dado lugar a un retraso en la edad de tener hijos. Y cuanto más tarde empiezas con el primer hijo más difícil es tener dos o tres”, explica Zalakain. Las estadísticas señalan que el número de hogares aumentó el año pasado, pero su tamaño se redujo una vez más. En Euskadi, los hogares están compuestos por una media de 2,39 personas, por debajo de la estatal (2,51).

FAMILIAS RECONSTITUIDAS Otro de los tipos contemporáneos de hogares es el de las familias reconstituidas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), 2,3 millones de personas en el Estado español son separadas o divorciadas -en 2014, se produjeron siete rupturas por cada diez matrimonios-. Asimismo, en diez años (2001-2011), los núcleos reconstituidos con hijos menores de 18 años aumentaron en el Estado más de tres puntos porcentuales y ahora representan el 7,4% del total de las parejas.

La versión más habitual de familia reconstituida es la conformada por una mujer que aporta en exclusiva los hijos al nuevo hogar -el 71%-, mientras que en el 25,6% de los hogares reconstituidos son del hombre en exclusiva. Las familias en las que los dos miembros de la pareja han aportado hijos propios suponen el 3,4%. Los sociólogos denuncian la invisibilidad estadística de estas nuevas familias, que influye en su escaso reconocimiento. Cada vez más, señalan, los hijos comparten temporalmente dos hogares reconstituidos a su vez, en una fórmula que llaman “familia constelación” y que resulta indetectable en el censo dada la imposibilidad de inscribir a un menor en dos hogares.

La condena de ser gay… también en Senegal

Un proyecto de ley impulsado por una asociación islámica pretende endurecer aún más la persecución que ya sufren los homosexuales

Fatou Sow y Djamil Bangoura

Fatou Sow y Djamil Bangoura. JOSÉ NARANJO

“Estamos peor, mucho peor que antes”. Djamil Bangoura, presidente de la asociación senegalesa de defensa de los homosexuales Prudence, no tiene ninguna duda. Senegal es un país que destaca en el contexto africano por su sólida democracia, así como por su hospitalidad, tolerancia, pacifismo y respeto de los Derechos Humanos, con ejemplos significativos como el reciente juicio contra el ex dictador chadiano Hissène Habré. Sin embargo, en lo que atañe a la homosexualidad las noticias no son buenas: intentos de linchamiento, estigma, agresiones o penas de prisión siguen siendo moneda corriente para los gays y lesbianas en un país en el que, aunque ya existe una disposición legal que penaliza los “actos contra natura”, está sobre la mesa un proyecto de ley para prohibir el hecho de ser homosexual.

El pasado 24 de diciembre de 2015 una pareja gay decidió celebrar una boda (no permitida por la ley) en un colegio de Kaolack, para lo que invitaron a sus amigos venidos de distintos puntos del país. “Sobre las dos de la madrugada irrumpió la policía”, relata Cherif Ndiaye, presidente de la asociación Alerte Action de lucha contra el sida de Kaolack, “había más de cuarenta personas presentes en el lugar pero solo pudieron detener a once”. Al día siguiente, tras correrse la noticia, decenas de personas enfurecidas se congregaron delante del cuartel de Policía con la intención de linchar a los jóvenes. Sin embargo, en una controvertida decisión, las autoridades decidieron ponerles en la calle asegurando que no habían cometido ningún delito.

La liberación se produjo en un lugar apartado a cinco kilómetros de la ciudad por temor a la reacción popular. Aún así, los jóvenes han tenido que huir de la ciudad, unos a Dakar y otros incluso al extranjero, dejando atrás sus vidas y sus puestos de trabajo. La tienda de la familia de uno de los jóvenes fue saqueada y quemada y la habitación en la que residía otro, totalmente arrasada. “La policía grabó un vídeo con sus rostros y llegó a las redes sociales, con lo cual ya estaban señalados. Lo peor es que durante las semanas posteriores hubo agresiones y amenazas a homosexuales por todas partes, porque en cuanto sale algo así en los medios de comunicación todos estamos en peligro”, añade Bangoura.

En otro nivel, las iras se dirigieron contra el fiscal que decidió no inculpar a los once jóvenes así como contra el ministro senegalés de Justicia, Sidiki Kaba, quien destacó que la ley senegalesa no persigue a los homosexuales por el hecho de serlo, sino las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo (artículo 319 del Código Penal que prevé penas de cárcel de entre uno y cinco años así como una multa de hasta 2.300 euros). Tras estas declaraciones, la asociación islámica Jamra, muy presente como parte de un lobby de presión homófobo desde hace años en Senegal, ha decidido dar un paso más allá y promover una ley contra la homosexualidad como tal.

El pasado 8 de mayo, a instancias de Imam Massamba Diop, el mediático líder de Jamra, el diputado Mberry Sylla, miembro de la Alianza por la República (APR), el partido en el poder, presentaba un proyecto de ley para prohibir la homosexualidad. Y al menos 80 diputados de distinta ideología y adscripción política han firmado ya a favor de esta iniciativa. El Gobierno senegalés se encuentra entre la espada y la pared de unos acuerdos internacionales de respeto a los Derechos Humanos y una sociedad en la que la homosexualidad se percibe como algo satánico, de lo que casi ni se puede discutir con sosiego, así que sabe que manifestarse claramente en contra de esta iniciativa puede suponerle un enorme desgaste interno. “Si se aprueba esta ley será una catástrofe para nosotros”, asegura Bangoura.

El debate está presente en la sociedad senegalesa desde hace años, aunque muchos que piensan “allá ellos” y que se muestran más tolerantes con la sexualidad de los gays, “siempre que sea en privado”, no hablan demasiado por temor. Durante la campaña electoral de 2012, el actual presidente Macky Sall se vio obligado a desmentir públicamente que pretendiera despenalizar la homosexualidad tras una virulenta campaña que le vinculaba a “lobbys pro gay”. De no haberlo hecho seguramente no habría ganado las elecciones. En 2013, durante la visita del presidente Barack Obama a Dakar los periodistas estadounidenses le volvieron a preguntar. Y Macky Sall dijo su famosa frase de que “la sociedad senegalesa no está preparada” para esa hipotética despenalización.

Más aún. Durante el reciente referéndum constitucional del pasado 20 de marzo, los partidarios del no aseguraron que la reforma de la Carta Magna escondía un intento de legalizar la homosexualidad, lo que no era cierto, e incluso algunos se negaron a votar alegando que las papeletas eran rosas. “Cada vez que hay una cita con las urnas sufrimos”, añade el presidente de la asociación de homosexuales Prudence, “los políticos usan la homofobia para ganar votos o para criticar a su rival”. Los medios de comunicación tampoco contribuyen a calmar las cosas. “Amplifican el mensaje de quienes quieren arrojarnos piedras porque piensan que eso les da lectores, cada vez que sacan el tema venden todos los ejemplares”.

Fatou Sow es presidenta de la asociación Kiraay que pretende dar protección y cobijo a las lesbianas senegalesas. Obligada a casarse cuando apenas era una niña y por fin divorciada, hoy oculta su verdadera identidad sexual de las miradas indiscretas. “Efectivamente, Senegal ha firmado acuerdos internacionales, pero el sistema de Naciones Unidas no ejerce la suficiente presión para que se respeten dichos compromisos”, explica. Jolie Niang, también miembro de Kiraay, fue violada y se quedó embarazada cuando era adolescente. “Yo solo quería estar con chicas, nunca me gustaron los hombres. Tenía una novia, pero mi madre se enteró y me echó de casa. Ahora no tengo domicilio fijo, voy de un piso a otro allí donde me dan acogida”, asegura.

Hace unos meses, decenas de estudiantes de la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar grabaron en vídeo cómo agredían y humillaban a un joven al que acusaban de haber intentado ligar con otro chico en un vestuario. “A los homosexuales hay que apedrearlos hasta la muerte”, asegura Moustapha, un joven profesor de español que recuerda el día en que junto a un grupo de amigos desenterró el cadáver de un gay que había muerto de sida y lo arrojó a un vertedero. “Esas personas no deben compartir espacio sagrado con el resto de los ciudadanos. Están malditos, incluso pisar donde pisan da tres años de mala suerte”, añade.

Y, sin embargo, no siempre fue así. “La homosexualidad no es algo nuevo. Recuerdo cuando era pequeña la presencia de los gordjiguene (hombre-mujer, en wolof) en las casas. Estaban con las mujeres, cocinaban, participaban incluso en las ceremonias. Nadie les pegaba, no había problemas con ellos”, asegura Fatou Sow. Para Djamil Bangoura, el incremento de la homofobia tiene que ver con dos aspectos, la penetración del radicalismo religioso y las nuevas tecnologías. “Antes no estaba en la cabeza de la mayoría de la población que dos hombres pudieran tener sexo entre ellos y losgordjiguene eran tolerados, incluso como algo simpático. Pero desde hace unos quince años con la llegada de Internet muchos han visto fotos en páginas porno de lo que puede ocurrir entre dos hombres y ha surgido un mayor rechazo”, explica.

Senegal es sólo una muestra del incremento de la homofobia en el continente africano, algo que ha sido denunciado en reiteradas ocasiones por organizaciones de Derechos Humanos como Amnistía Internacional. Pero incluso así no es el peor rincón de África para ser gay o lesbiana. En países como Mauritania, Gambia, Sudán o Somalia existe pena de muerte y en otros como Uganda, Nigeria o Liberia la legislación se ha endurecido en los últimos años. Esta tónica general sólo se rompe en países como Sudáfrica, donde, a pesar de que se siguen produciendo agresiones homófobas, es el único estado africano que permite las uniones gays, mientras en otros lugares como Cabo Verde, Isla Mauricio o Seychelles se percibe una mayor tolerancia.

Para Djamil Bangoura y Fatou Sow, que pertenecen a asociaciones legales bajo la cobertura de la lucha contra el sida y la exclusión social, la lucha contra la homofobia pasa por la visibilidad pese a los riesgos que esto conlleva. “En Senegal tiene mucho peso la religión, pero Macky Sall es el presidente de todos los senegaleses y, por tanto, debe defender también a las minorías”, dice Bangoura. “Sabemos que no veremos un cambio de la situación con nuestros ojos, quizás nuestros hijos o nietos sí, pero no vamos a arrojar la toalla. Merecemos poder salir a la calle sin miedo”, remata Sow. Ambos activistas estarán durante unos días de gira por España para recabar apoyos y tejer una red de solidaridad internacional. Saben que el camino es largo y que está lleno de espinas.

Las victorias incompletas del movimiento LGTB en Colombia

A pesar de los avances en la ley, no existen garantías para el acceso a los derechos que evidencian la igualdad

ana y veronica lograron que el constitucional les reconociera la adopción de los hijos biológicos de una de ellas

Un anuncio de página entera en un diario nacional los tildaba de enfermos, decía que eran abusadores de niños y que estaban propagando el sida en el país. El aviso, pagado por un grupo religioso y algunos políticos de la derecha de Colombia, originó que a principios de los años 2000, el movimiento LGTB se consolidara en el país. Se unieron para defenderse y buscar garantías ante la ley.

Desde el 2004 el país empezó a vivir avances importantes en materia de igualdad, aunque el mismo Estado ha dificultado el acceso a los derechos que la Corte Constitucional ha amparado. “La legislación es maravillosa, pero hacemos un reclamo para que se cumpla”, dice Marcela Sánchez, de la ONG Colombia Diversa, una de las organizaciones que trabaja por el respeto de las garantías en pro de la igualdad.

Colombia ha sido pionera en aprobar derechos patrimoniales y de pensión de sobrevivientes a parejas del mismo sexo, así como dar vía libre al matrimonio y la adopción gay. Sin embargo, abundan los casos que quedan solo en el papel. Las demandas para que el Estado cumpla con lo que le corresponde parecen ir en aumento a medida de que se aprueba una nueva ley a favor del movimiento LGTB. El desconocimiento de la normativa jurídica por parte de los empleados públicos y la presión de la Iglesia e instancias como la Procuraduría han hecho que a la hora de la verdad, sea difícil hacer valer lo que se ha ganado en la legislación. Estos son algunos casos.

La primera pareja con aval para adoptar no ha podido hacerlo

Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero

Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero. JUAN CARLOS ZAPATA

Desde 2014, Ana Elisa Leiderman y Verónica Botero están esperando que se cumpla la decisión de la Corte Constitucional que les permite adoptar a los dos hijos biológicos de una de ellas. Su caso fue catalogado como “histórico” y aunque la justicia reiteró que la condición sexual de una pareja no es motivo para negar el derecho a adoptar, ellas siguen luchando contra un sistema que se opone a reconocerlas como familia.

Los dos niños, de ocho y seis años, nacieron a través de inseminación artificial. Ana Elisa fue la encargada de llevarlos en el vientre, pero las dos son las mamás. “Tenemos la vida de una familia normal. Los llevamos al colegio, a vacaciones, no les falta nada”, dice Verónica, que para la ley es una desconocida para sus propios hijos. Ana Elisa y Verónica, que formalizaron su relación fuera del país, ahora batallan contra una petición elevada desde la Procuraduría que exige que para que el proceso se dé, deben encontrar al padre biológico de los menores.

“Ahora nos piden que busquemos al donante para que reconozca a los niños como suyos y nos entregue la patria potestad. Nuestro caso abrió la puerta para que otras parejas pudieran adoptar, pero nosotras seguimos sin poder hacerlo”, lamenta Verónica, que recuerda que la decisión del Constitucional reiteró que el derecho de los menores a tener una familia está por encima del deseo de las parejas de tener hijos. “Toda esta pelea es por los niños, necesitamos darles garantías jurídicas”, dice Ana Elisa.

Si llegara a faltar la mamá biológica, los niños quedarían en manos del Instituto de Bienestar Familiar (ICBF), una instancia del Estado en donde en la actualidad al menos 4.000 menores abandonados esperan por una familia que los adopte. “No los podría tener yo, a pesar de que he asumido el papel de mamá desde que nacieron”, señala Verónica.

Se unieron como pareja, pero siguen siendo “solteras”

Tatiana Peláez y Viviana Jordan

Tatiana Peláez y Viviana Jordan. JUAN CARLOS ZAPATA

Tatiana Peláez y Viviana Jordan, de 31 y 27 años, conviven desde hace tres años bajo la figura de unión marital de hecho. Algo así como una “etapa más que un noviazgo, pero menos que un matrimonio”, dicen ellas. Después de que en 2013, la Corte Constitucional encargó al Congreso legislar sobre las uniones de parejas del mismo sexo, quienes querían formalizar sus relaciones se tropezaron con un limbo jurídico. Algunas lograron que los jueces y notarios las casaran, pero otras solo encontraron como opciones la unión marital de hecho y la unión solemne, documentos que no les garantizaban los mismos derechos que un matrimonio civil.

“Llamábamos a pedir información en las notarías y el tono de quienes nos atendía cambiaba cuando le decíamos que éramos dos mujeres que queríamos casarnos”, cuenta Viviana. “La primera solicitud fue rechazada porque la Procuraduría intervino para decir que un matrimonio solo podía darse entre un hombre y una mujer”, relata Tatiana. Hicieron dos intentos más hasta que firmaron la unión marital de hecho, una figura que no es reconocida en todo el mundo y que no tiene los mismos efectos civiles que un matrimonio, un derecho al que sí pudieron acceder decenas de parejas durante el vacío jurídico que hubo desde el año 2013.

“Yo no estoy en contra del matrimonio de las personas del mismo sexo, pero sé que a los jueces que los han celebrado, la Procuraduría los acosa”, recuerda Tatiana, cuando habla de una de las respuestas que le dio un juez. Ahora, que el Constitucional se pronunció de nuevo sobre el tema y señaló que los jueces y notarios están en obligación de celebrar matrimonios a parejas del mismo sexo, Tatiana y Viviana esperan decir muy pronto que están casadas. “No queremos seguir dando explicaciones sobre esa figura que firmamos y que nadie entiende, ni que nuestro estado civil siga siendo el de solteras”, insiste.

Laura Weins.

Laura Weins. JUAN CARLOS ZAPATA

“Que el sistema de salud reconozca nuestra identidad”

Laura Weins ha asumido su identidad como transexual para llevar el liderazgo de esta población, a través del Grupo de acción y apoyo a personas trans (GAAT). Aunque habla de los logros que han tenido en la ley, como la posibilidad de cambiar de nombre y de género en el documento de identidad, ve con preocupación cómo otras garantías, que también están en el papel, no se cumplen. Menciona el cambio de sexo o los tratamientos hormonales que el sistema de salud les debería conceder. También denuncia la violencia de la que son víctimas y la falta de oportunidades laborales. “Mientras algunos luchan por casarse y adoptar, nosotros solo pedimos que nos respeten la vida y que nos den oportunidades laborales”.

Weins dice que la edad promedio de vida de los transexuales en Colombia es de 30 años y cuenta que un alto porcentaje de los que sobreviven a la violencia termina en la prostitución. Asegura que mientras la mayoría de esfuerzos se han destinado a la lucha de parejas del mismo sexo, a los trans los tienen en el olvido. “Ya es hora de que piensen en nosotras”, reclama.

Amanda

Amanda. JUAN CARLOS ZAPATA

Batallando por sus derechos hasta el final

Amanda se refiere a “su compañera de vida” cuando evoca a Amparo, su esposa. A sus casi sesenta años recuerda lo difícil que era hasta hace un par de décadas reconocer que era lesbiana. “Si una mujer soltera con hijos era mal vista, imagínese lo que pensaban de nosotras”, cuenta. Cuando quisieron garantizar la seguridad patrimonial de Amanda ante el cáncer que padecía su pareja, se encontraron con un Estado que no las quería reconocer, a pesar de llevar más de 30 años de convivencia.

“Con la enfermedad, aumentó la preocupación por lo que podría pasar ante la ley si ella faltara”, cuenta. Estuvieron más de un año intentando hacer trámites para garantizar los derechos pensionales, hasta que meses antes de la muerte de Amparo lograron que un juez en la costa colombiana aceptara casarlas. “Todos nos daban excusas y ella ya se sentía muy enferma. Al final encontramos un lugar en donde había un funcionario dispuesto a ayudarnos”.

Al poco tiempo Amanda quedó viuda y tras esperar varios meses pudo obtener los derechos que le correspondían. “Hay gente que sigue creyendo que solo pueden existir las parejas de hombres y mujeres. No entienden que las familias son diversas y que todos tenemos derecho a amar”, dice.

La odisea de Sun y Hu o la lucha por el matrimonio homosexual en Asia

Sun Wellin (izquierda) hace una llamada junto a su pareja Hu Mingliang (derecha)

Sun Wellin (izquierda) hace una llamada junto a su pareja Hu Mingliang (derecha). EL MUNDO

Tras entablar conversación en un chat, los chinos Sun Wenlin y Hu Mingliang no tardaron mucho en conocerse en persona. A esa primera cita le siguieron muchas otras, con paseos por el parque, veladas de cine y palomitas o noches de copas en los bares. Cuando ya llevaban un año juntos, estos dos hombres decidieron dar un paso más y casarse.

El 23 de junio de 2015, su primer aniversario, acudieron a la oficina del registro civil local de Furong, en la provincia china de Hunan, para inscribir oficialmente su unión. Sin embargo, su alegría se vio empañada cuando un empleado se negó a hacerlo arguyendo que la ley del país no permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Lejos de desistir, Sun demandó a esta oficina y, para sorpresa de muchos, un tribunal de Changsha admitió a trámite la demanda. Aunque el proceso debía comenzar a finales de enero, se suspendió a última hora hasta el 13 de abril. Ese día, poco duraron las esperanzas de estos dos jóvenes y sus cientos de partidarios reunidos a la puerta del tribunal. A las pocas horas, el juez se pronunció en su contra y desestimó la demanda. La pareja recurrió.

“Tanto si me quiero casar como si no, debería ser yo quien lo decida. Es un derecho humano básico y quiero poder disfrutarlo”, declaró Sun, de 27 años, a los medios congregados en enero para cubrir la vista. “Había tenido otras relaciones, y ya me había planteado el casarme antes. El Estado no me lo permite, mi familia no me lo permite. Hay demasiados obstáculos“, dijo por su parte Hu, guardia de seguridad de 37.

Aunque China dejó de catalogar la homosexualidad como enfermedad en 2001 y se han producido pequeños avances en los últimos años, mucha gente todavía oculta su orientación sexual a familiares y miembros de su entorno por temor a ser rechazados. La presión social por casarse es tal que, según informes de medios locales, en el país hay miles de “matrimonios falsos” en los que un gay y una lesbiana se casan para mantener las apariencias mientras llevan una vida paralela.

No obstante, cada vez son más los miembros de la comunidad LGTB china que han decidido pelear por hacer valer sus derechos, y aunque se enfrentan a enormes dificultades, estos colectivos han ido ganando con los años presencia pública, sobre todo en las grandes ciudades.

No es un asunto occidental sino global

“Antes, las generaciones más mayores pensaban que este era un asunto occidentalque no concernía a los países de Asia, pero poco a poco esa concepción está cambiando. Hay que trabajar más para que se acepte que la cuestión de los derechos LGTB es un hecho global, y que todos los países deben respetarlos”, cuenta a esta diario Xiao Tie, directora ejecutiva del Centro LGTB de Pekín.

Según ella, la iniciativa de Sun y Hu es la última de una serie de acciones que desde 2009 han llevado a cabo diferentes colectivos para reivindicar su derecho a casarse, y espera que su caso “sirva de ejemplo y ayude a que más gente pelee contra la discriminación y en apoyo de las uniones entre personas del mismo sexo”.

En julio de 2015, la activista Li Tingting y su pareja Teresa Xu organizaron una ceremonia nupcial informal en Pekín para demandar este derecho. “El caso de estos dos chicos va más allá del resultado”, declaró Li en las redes sociales. “Es un paso adelante para intentar abrir el diálogo con las autoridades por medios legales”.

De entre los 22 países que a día de hoy han legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, no hay ningún asiático en la lista. Pese a que la región más oriental del continente ha sido testigo en las últimas décadas de cómo sus comunidades LGTB han logrado una mayor aceptación social y pequeños avances legales, nadie esconde que su situación es todavía altamente discriminatoria y está lejos de alcanzar la normalidad de la que disfrutan en otras naciones.

De acuerdo con un informe del Comité de Derechos Humanos para Corea del Sur,muchos jóvenes LGTB sufren acoso en el colegio, mientras que los mayores corren el riesgo de perder su trabajo por su orientación sexual o identidad de género. Según otro estudio, el intento de suicidio entre esos jóvenes asciende a un sorprendente 45,7% de los encuestados.

Nara Lee, del grupo Solidaridad para LGTB de Corea del Sur, explica cómo la mayoroposición viene desde la conservadora derecha radical cristiana, que incluso ha llegado a protagonizar ataques violentos contra actos en los que se reclamaban mayores libertades para el colectivo. “Los jóvenes están más dispuestos a aceptarnos”, dice por email Lee, “pero se necesita más tiempo. Leyes como la del matrimonio entre personas del mismo sexo no serán posibles hasta pasados unos años”, añade.

Situación similar es la que se vive en Hong Kong, región autónoma que pertenece a China pero que cuenta con leyes propias. En esta moderna ciudad, diferentes agrupaciones llevan más de 20 años luchando por la aprobación de una ley contra la discriminación por orientación sexual, pero todavía no se ha conseguido. Para la mayoría, el matrimonio homosexual es un objetivo que queda muy lejos.

Taiwán es la esperanza de muchos

Ahora, las esperanzas de muchos están puestas en Taiwán, lugar en el que el colectivo LGTB disfruta de mayor aceptación y derechos. “Más de la mitad de la población apoya el matrimonio gay”, declaró a este diario Victoria Hsu, renombrada activista de la isla. Para ella, el momento actual es el apropiado, con una recién elegida presidenta Tsai Ing-wen que ya ha declarado públicamente su apoyo a la aprobación de una ley que permita el enlace entre personas del mismo sexo. “Pero deben darse prisa. Cuatro años pasan muy rápido y, si no lo hacen, miles de personas se van a sentir muy defraudadas”.

Muchos esperan que la aprobación de esta ley, la primera del continente, suponga un revulsivo que anime a otros países del entorno a adoptar legislaciones similares. Como dice Sun, “mi sueño es que cuando alguien vea a una pareja gay o lesbiana paseando de la mano por la calle, no los miren como bichos raros o los observen curiosos. Somos como cualquier otra persona, por lo que seguiremos luchando por nuestros derechos”.

CHICO O CHICA, UN HORIZONTE MUY VARIADO QUE NO SE LEE ANTES DE LOS SEIS AÑOS

Young woman lives in a man's body illustration

Gasteiz, Irun… Varios casos recientes han sacado a la luz preguntas nuevas para asuntos que en realidad son antiguos, pero quedaban ocultos o estigmatizados. ¿A qué edad se define una persona como hombre o mujer? ¿Qué hacer si no coincide con su cuerpo?

Cada tiempo trae sus nuevas preguntas. Hasta hace unos años, la cuestión de la identidad de género se resolvía primero en el momento del parto y, ahora, en la ecografía. Una ecuación sin margen de duda: pene=niño, vagina=niña. Jesús Estomba (representante de Gehitu y del servicio Berdindu del Gobierno de Lakua) lo definió ayer como «el oráculo»: a partir de ese momento tan importante, todo el resto terminaría llegando «automáticamente», quedaba ya plenamente determinado (la preferencia sexual, la forma de ser, la ubicacion en el mundo…). Sin embargo, la realidad siempre es mucho más compleja y se revela cada vez con más claridad y más temprano. En los medios proliferan últimamente los casos de padres y madres decididos a cambiar a sus hijos e hijas de género, e incluso de sexo.

De todo ello se habló ayer en una mesa redonda en Donostia, organizada por el Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Junto a Estomba se sentaron Javier Gómez Zapirain, profesor de la Facultad de Sicología de la UPV y experto en estos temas, y Oihana Etxabe, matrona y máster en Sexología. El asunto resulta tremendamente amplio, como se verá en las siguientes líneas, pero el gancho de la charla era lo más perentorio, ese tema de actualidad y casi de cierta ansiedad generalizada: ¿A partir de qué edad se determina la identidad sexual?

Gómez Zapirain se animó a darle respuesta: desde los tres años se ha construido de forma básica, pero hasta los seis años no se asienta. Contó como anécdota ilustrativa el caso del hijo de un amigo que a los cuatro años decía: «De mayor seré mujer, porque quiero ser médico». El pequeño asociaba el concepto de género al de profesión porque su madre efectivamente era médica, por lo que quedaba claro que su afirmación no tenía mayor valor.

A partir de los seis años, los conceptos se van estabilizando, aunque la adquisición de la identidad sexual se prolongará hasta los 13-14, según explicó con la ayuda de un gráfico. Pero ocurre que entre medio llega la pubertad, el desarrollo corporal, que obviamente será una fuente de problemas si la identidad del menor («cómo se percibe a sí mismo, su verdad», en palabras de Etxabe) no se corresponde con lo que refleja su cuerpo. Zapirain admitió que «si estuviésemos seguros, sería mejor empezar desde aquí, desde los seis años, y no hacerles pasar por eso», pero no resulta una decisión fácil y además «¿quién la toma?», dejó en el aire.

El poder de la identidad propia

El tema se va desarrollando socialmente y como prueba en la CAV acaba de «salir del horno» un protocolo para ayudar a «menores trans» en las escuelas, explicó Estomba. Se intuye que hay situaciones duras, pero Gómez Zapirain quiso dejar claro que también existe mucha gente que afronta estos procesos sin mayores problemas: «Muchos no necesitan un sicólogo para nada», remarcó. Desde su experiencia, Estomba añadió que habitualmente se trata de «personas jóvenes con mucha fortaleza interna, una determinación increíble, y que solo necesitan información».

Lo realmente importante es apuntalar la identidad, coincidieron los tres expertos. Ese «trans» no es en realidad más que «un tránsito para mantener el protagonismo, para ser yo», resumió Gómez Zapirain. Entre otras múltiples anécdotas, este profesor recordó la primera vez que quedó con personas transexuales para una cuestión de trabajo. Era en una cafetería. «Cuando entraron por la puerta, no tuve dudas de que eran quienes habían quedado conmigo, porque ví a unos hombres vestidos de mujer. Pero a los cinco minutos ya sabía que eran mujeres, no había duda alguna, la identidad es tan poderosa…»

En paralelo consideraron esencial que la sociedad acabe entendiendo que las opciones de identidad de género o identidad sexual no son solo dos, en la medida en que «hay tantas maneras de ser hombre o mujer como personas somos», dijo el profesor. La matrona confirmó que «no existen dos biografías sexuales iguales, sino tantas sexualidades como personas». Así que Gómez Zapirain abogó por tomarse los conceptos de masculinidad y feminidad como dos meras balizas que marcan los límites del camino y «sirven para orientarnos», pero entre las que cabe absolutamente todo.

Siendo así la realidad, apuntó que lo que toca es ir sustituyendo el «modelo de congruencia» que ha regido desde siempre –y que ejemplificó con el test de personalidad MMIP que mide la masculinidad o feminidad de cada uno y aún se sigue usando– por un «modelo andrógino», en el que se asuma que todo se mezcla en nosotros y nosotras mucho más de lo que se parece y se acepta. «Hay toda una gama entre los dos sexos», recordó Etxabe. Una gama que empieza en cuestiones físicas como que el vello corporal no es exclusivo de los hombres ni estos son siempre más altos que las mujeres, y que se traslada del mismo modo a la orientación sexual (hetero, homo, bi…). Al fin y al cabo, los genitales masculinos y femeninos son solo variantes de un mismo elemento común inicial, las gónadas.

Una de las discusiones que nunca faltan en este terreno es la de si el género nace con la persona o se hace, es decir, el debate entre «los biologicistas, que solucionan rápido este tema, y los culturalistas, como las feministas, que dicen que es la cultura la que define el género. ¿Y qué decimos los sicólogos? –continuó Javier Gómez Zapirain–. Pues que ni una cosa ni la otra… o las dos juntas. Para mí esto es como lo que nos enseñaron de pequeños sobre la superficie, que es la base por la altura. Es la superficie lo que importa, la resultante. Así que esa discusión es un poco bizantina, no sirve de mucho a la hora de la práctica», zanjó.

La «factura social» y el futuro

Hubo coincidencia también en señalar que se va avanzando en todo esto, pero queda mucho por hacer. Para Estomba, esta realidad tan plural se ha intentado encajar en un marco conceptual muy reducido «como si fuera el zapato que se probaban las hermanas de Cenicienta. Y claro, no cabe». De ahí se deriva lo que llama «la factura social» que se sigue pagando, y en la que incluye tanto los ataques a la diversidad que no cesan como la necesidad continua de implantar normas legales, medidas educativas, protocolos, presupuestos, campañas…

Que la normalización queda lejos lo esbozó Gómez Zapirain al señalar que todo será más fácil el día en que la sociedad asuma por ejemplo que hay mujeres con pene. En la misma línea, Estomba apuntó que «si alguien tiene que ‘transitar’, quizás sea la sociedad», no los y las actuales «trans».

PRÓXIMOS RETOS: LESBIANAS INVISIBLES, INTERSEXUALES…

Euskal Herria ciertamente parece más avanzada que su entorno si nos ceñimos a algunos datos aportados por estos tres expertos. Etxabe citó positivamente la Unidad existente en el Hospital de Cruces para cuestiones como la transexualidad y Estomba apuntó el nuevo protocolo para centros educativos o las reformas legales ya materializadas, tras recordar que hasta 1993 la OMS mantuvo la homosexualidad catalogada como enfermedad.

Con todo, Gómez Zapirain matizó que cuando empezó en la profesión hace 30 años siempre oía que «la sexualidad es algo delicado» y hoy día, a punto ya de jubilarse, sigue escuchando lo mismo: «¿Por qué no podemos hablar de la sexualidad como hablamos de si va a haber terceras elecciones o no?», se preguntó. Y, por su parte, Estomba indicó que todavía les llegan «madres a las que se les han fundido los plomos porque su hijo les ha dicho que es gay».

Entre las cuestiones que le preocupan en el presente y futuro, el miembro de Gehitu y Berdindu aludió al déficit en la visibilización de las lesbianas. Junto a ello, hizo algunos apuntes preocupantes y a la vez emotivos sobre cuestiones como la intersexualidad, es decir, las personas que nacen con una ambigüedad genital. Aportando a la audiencia algún ejemplo bastante triste, censuró que todavía haya quien esté «jugando a ser dios» mediante el deplorable sistema de resolver estos casos a golpe de bisturí, aunque en el fondo Estomba se declara consciente también de que el problema de fondo es una intolerancia social hacia esa ambigüedad, como expresión algo más compleja de la diversidad.

«Es un auténtico drama lo que ha pasado con algunos menores intersexuales. Se ha optado por hacerles vaquero o indio, uno de los dos», reflejó con una metáfora cruda pero real.

La televisión mata a las lesbianas

Xena, todo un referente para la comunidad lésbica

Xena, todo un referente para la comunidad lésbica

Keren Manzano

Ser lesbiana es peligroso. Eso es lo que dan a entender los finales trágicos que sufren en las series de televisión. Tras la muerte de Lexa, una de las protagonistas lesbianas más queridas por la audiencia de Los 100 el pasado marzo, el colectivo lesbiano y bisexual se ha movilizado. La denuncia es clara: la industria televisiva mata desaforadamente a las lesbianas, a menudo de forma muy violenta. Desde entonces, las muertes de las lesbianas en las series han ido in crescendo hasta alcanzar las 15 en lo que va de año. Felicity de la serie The Catch, recibe el disparo de un hombre, Camilla de Empire muere envenenada y Mimi Whiteman de la misma serie corre igual suerte. Nora y Mary Louise de Crónicas Vampíricasdirectamente se suicidan. No es de extrañar viendo el panorama.

Algunos dirán que también mueren muchos personajes heterosexuales. Eso es indiscutible, pero las lesbianas mueren mucho más. Ya se han hecho números. Desde finales de los 70 y hasta el 2016, el 35% de las lesbianas que aparecen en las series norteamericanas, muere. Es una cifra muy alta, pero para los que encuentren que no es suficiente justificación añadiré que las que no mueren no tienen un destino mucho más alentador. Solo un 16% tiene un final feliz. ¿Cuál es el porqué de esa condena?

Lo sabemos. Cuando un personaje de ficción va a morir en una película de terror lo sabemos. Un comentario inoportuno, un gesto demasiado extravagante y la intuición se dispara. “Este será el primero en morir”, decimos, y la persona que se sienta a nuestro lado asiente con la cabeza. Lo hemos visto en muchas ocasiones. La industria audiovisual penaliza las conductas “incorrectas”. No hay nada aleatorio en la elección de las sentenciadas, casi siempre muere quien transgrede lo códigos de lo aceptable. Y si es así es porque la audiencia lo desea.

Las espectadoras y espectadores miran la televisión con la esperanza de ver lo que quieren que pase: que este y aquella acaben juntos, que el protagonista logre vengarse de sus enemigos. Detrás de la muerte y la desgracia de todas esas mujeres se esconde el deseo de sancionar al colectivo lésbico porque las lesbianas son disruptivas solo por existir. Y si, además, su existencia es feliz, lo son todavía más.

Los clásicos son un ejemplo. Xena, un icono de la cultura popular para muchas lesbianas muere decapitada por un samurai en 2011. Gabrielle, su compañera, llora su muerte. Un año después, en 2002, la relación entre Willow Rosenberg y Tara Maclay de Buffy Cazavampiros termina, tras la muerte de la segunda por un disparo al corazón. La series españolas no son una excepción. Uno de los personajes más entrañables de Los hombres de Paco (2010), la científica forense Silvia Castro León, recibe el disparo de un gánster justo después de casarse con Pepa, su pareja. En Amar es Para Siempre (2014), la secuela de Amar en tiempos revueltos se sabe que Ana y Teresa han muerto a causa de un incendio. En resumen, si eres lesbiana no puedes tener una relación feliz y, además, es probable que mueras violentamente.

Hay algunas excepciones. En febrero del año pasado las animadoras de Glee(2009), Brittany y Santana se casaban poniendo el broche de oro a una relación que se había iniciado temporadas atrás. En España, la pediatra y la enfermera que conquistaron a la audiencia de Hospital Central (2000), Maca y Esther, se mudan a Argentina. Las dos se quedan viviendo allí, juntas. Series como Orange is the new black  o Transparent también nos aportan referentes lésbicos diversos.

Pero el colectivo lesbiano merece más y no es que no se pueda echar mano de una escritura más creativa. Matar a las pocas lesbianas representadas en televisión significa condenarlas a la inexistencia. Una condena que siempre ha pesado sobre el colectivo. Porque silenciadas no, ocultadas tampoco, las lesbianas han sido inexistentes. La industria televisiva puede cambiar la situación. Tiene el poder de decidir quién merece existir. Solo tiene que representarlo, -vivo, a ser posible-. Por eso digo que cuando la televisión mata a una lesbiana da la espalda al público lésbico. Porque agrava la falta de referentes que significan el lesbianismo y permiten que exista.

Hace poco, leía en un comentario escrito debajo de un artículo sobre una serie de humor que cada vez hay más lesbianas representadas en TV. El autor del comentario expresaba esto como si fuera algo digno de celebración. Y podría serlo, desde luego. Pero el comentario seguía: las actrices que interpretan el papel de las lesbianas son las que están más buenas, nada que ver con la realidad. No sé si hay algo que celebrar pero tengo claro que no me conformo con las migajas. Las lesbianas en las series no deben estar para satisfacer los deseos eróticos de algunos hombres heterosexuales. Deben estar porque existen. Dejad de matarlas.

Para leer más:

“Las lesbianas tenemos que madurar como audiencia”: ‘Go Fish’ y ‘The L Word’ marcaron a dos generaciones de lesbianas que se vieron por fin representadas por productos audiovisuales que ponían el acento en la amistad y no en el drama.

Hey, hey, hey: Esto es lo que pasa por ser bollera: Las críticas al videoclip del grupo chileno Los Tres obvian que dos de los asesinatos son fruto de la lesbofobia.