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Los psicólogos recomiendan tomar el tema con naturalidad
El hijo de Jaione, vestido de princesa. @nirosaniazul
“Mamá, quiero el vestido de Anna”, dijo el niño. “Mi amor, tú quieres el traje de Kristoff, no el vestido”, contestó la madre. “No mamá, quiero el de la princesa Anna de Frozen”, contestó el pequeño enfadado. “No se puede. Tú eres hombre, Jorgito, los vestidos de princesas son para las mujeres”.
Lo cuenta Debbie Chamlati, bloguera y diseñadora gráfica mexicana. Se trata de otro de esos muchos niños a los que les gusta vestirse de princesa y que son vistos como bichos raros por el resto de la sociedad.
El último de la lista ha sido el vástago de la actriz Charlize Theron, quien sufrió un aluvión de críticas cuando su pequeño Jackson, de cuatro años, salió a la callecon una trenza rubia como la de la reina Elsa de Frozen, la película que ha cautivado a los niños de medio mundo.
Charlize Theron, con su hijo con la trenza de Elsa.
“¿Cómo es legal que Charlize Theron deje que su hijo lleve vestido y peluca?”, llegó a escribir el famoso presentador estadounidense Brian Williams. Pero éste no fue el único reproche que recibió la artista, ya que muchas personas la calificaron como rara, loca o mala madre.
El caso de Charlize Theron no es el único. La cantante Adele también se paseó por un parque de atracciones en California con su retoño Angelo caracterizado de su personaje favorito: la princesa Anna. En esta ocasión, la artista sufrió algún que otro dardo, pero, curiosamente, muchos alabaron que plantase cara a los tópicos. “Adele le hace una peineta a los roles de género y deja que su hijo vista como Anna de Frozen para ir a Disneylandia”, afirmaba en un tuit Freddy Amazin, estrella de las redes sociales en EEUU.
Ataques verbales
La polémica no sólo afecta a las famosas. Algunas madres anónimas también han tenido que salir a la palestra en sus blogs o en las redes sociales para defenderse de los ataques verbales recibidos.
Así le sucedió a la joven Haylee Bazen en EEUU, que decidió relatar el incidente en Facebook: “A la mujer en la parada del autobús que sintió la necesidad de interrumpir mi conversación con mi hijo. No lamento que no te gustara la manera en la que se había vestido mi hijo y no lamento que no te gustara nuestra conversación sobre cuál es nuestra princesa Disney favorita (Blancanieves, obviamente).
Zackary es mi hijo de 3 años y puede ser quien quiera. Hoy él era una princesa Disney y sí le envié al colegio vestido de esa manera. ¿Por qué? Porque es lo que quería llevar puesto, porque quería enseñarle a sus profesores y amigos su vestido de Elsa, porque quería cantar Let it go para divertirse, porque no comprende los estereotipos de género que tú crees que debe seguir. Él juega con coches y muñecas, princesas y piratas. Conduce su moto y lleva su cochecito. Así que la próxima vez que nos veas, vestidos como una princesa o cowboy, guárdate tus miradas de desaprobación”.
La respuesta de Bazen se convirtió en viral y provocó un encendido debate entre los que opinaban que el pequeño no estaba recibiendo la educación adecuaday los que aplaudían que esta madre vistiese a su hijo como le daba la gana.
Los incidentes se repiten. Jen Anderson Shattuck, una mujer de Plymouth,también fue increpada porque su retoño llevaba un tutú y generó una campaña de apoyo con el hashtag #TutusForRoo en la que varios hombres posaban con la citada prenda. Incluso hay un libro ‘Mi niño princesa’ que se convirtió en un best seller en EEUU tras relatar las peripecias de Dyson, un crío al que le gustaban las tiaras y los juegos de chicas.
Este pequeño desató la campaña #TutusforRoo.
Pero, ¿por qué despierta tanta animadversión que un niño se disfrace de princesa? ¿son realmente bichos raros? ¿Hay que permitirlo o prohibirlo?
“Los juguetes están hechos para que los niños se desarrollen y experimenten. Son ellos los que tienen que elegir el juguete que les hace sentir bien. Además, el disfraz es un tipo de juego en el que el niño quiere ser otra persona. Y, por tanto, no tenemos que preocuparnos si un chiquillo quiere disfrazarse de princesa. No tiene nada que ver con un trastorno de género”, explica Laura Górriz, psicóloga infantil de la clínica barcelonesa Corachan.
Górriz sostiene que aunque se trata de casos aislados, cada vez son más los críos que desean vestirse de princesas, máxime con el bombardeo publicitarioque sufren a diario.
“Los medios de comunicación y la publicidad juegan un papel muy importante en la cabeza de los niños. La campaña publicitaria de Frozen fue enorme y los niños han interiorizado sus personajes”, argumenta.
Jaione, madre española autora del blog ‘Más allá del rosa o azul’, también tuvo que salir al paso de las críticas cuando colgó en Instagram una foto de su hijo jugando con una muñeca. Ante los reproches recibidos, Jaione contraatacó con otra imagen del chiquillo vestido de princesa.
“Creo que quien ve un problema en esta escena (foto de arriba), es quien realmente lo tiene. Y no mi hijo. Ayer escribía que no hay juguetes de niños ni de niñas, sino simplemente juguetes. Para mi sorpresa, hay quien me comentó o me escribió diciendo que mi hijo tendría problemas (o que yo los tendría) si le dejaba vestirse o jugar con determinadas cosas de chicas. Los niños nacen sin estereotipos ni prejuicios, deseosos de explorar y descubrir sin límites. Somos nosotros, los padres, la sociedad, el entorno, quienes les moldea y les inculca ideas preconcebidas”, declara.
Ante todo, naturalidad
Pese a la controversia generada con el tema, los psicólogos quitan importancia a estas situaciones y opinan que los padres deben tratar la situación con naturalidad. Por supuesto, no es lo mismo que se disfrace un niño de cinco años a que lo haga uno de 12 cuando se está produciendo el proceso de la identidad sexual.
En cualquier caso, no se debe reprimir la tendencia natural de cada crío: “Tú no vas a propiciar que tu hija tenga o no una tendencia sexual porque le dejes o no vestirse de una manera u otra”, asegura Natalia García, psicóloga infantil de la clínica del doctor Quintero.
Otro factor que hay que tener en cuenta son los referentes del pequeño: si está rodeado de hermanas y primas, es normal que se quiera disfrazar de mujer.
Es el caso de Asher, un niño que todas las mañanas quería vestirse como su hermana mayor. En un primer momento, su padre, el actor y escritor Seth Menachem, intentó presionarle para que se pusiera ropa de chicos, pero luego consideró que no estaba actuando de manera correcta y le dejó hacer.
Seth Menachem, con un vestido y sus dos hijos.
Al principio, le daba vergüenza acudir a sitios públicos con su vástago vestido de chica, pero, poco a poco, se fue acostumbrando, aunque tuvo que escuchar preguntas como: “¿Quieres otra niña?” o “¿Pretendes que sea gay?”.
Ésta era la respuesta que Menachem les daba: “Les expliqué lo mejor que pude que no hay una correlación entre vestirse de mujer y ser gay. Si mi hijo es gay no será por lo que yo hice. Y tal vez se trate de una etapa o tal vez no. Pero no quiero que sienta que no pudo expresarse porque sus padres no lo apoyaron”.
En su opinión, “no hay razón para que los padres sofoquen la creatividad de sus hijos cuando se hace de una manera sana”. “Tristemente, a lo largo de sus vidas su creatividad la truncarán muchas veces. Déjenlos que disfruten. Quizás quieren probar una nueva identidad. Pero no es usted quien lo debe definir”, confesó a la BBC Menachem, quien no dudó en salir él mismo a la calle con un vestido cuando se lo pidió su hija Sydney.
Tras todas estas polémicas subyace la tesis del sexismo en los juguetes y la vigencia de los estereotipos: los niños tienen que jugar a los coches y al fútbol y las niñas a las muñecas y a las tareas del hogar. Así lo piensa Jaione, que precisamente creó su blog ‘Más allá del Rosa o del Azul’ para combatir estos prejuicios.
“A mi hijo le gustan las cocinitas, pero todas son rosas. Muchas niñas quieren jugar al fútbol, pero no las dejan. El problema no está en ellos, sino en la visión sesgada de los adultos. ¿Por qué nos supone un problema ver a un niño disfrazado de princesa?”, se pregunta la bloguera.
Cada vez surgen más voces en favor de fomentar la igualdad en el juego y nacen con fuerza campañas como Let Toys be Toys (dejad a los juguetes ser juguetes) para concienciar a las empresas y a los publicitarios de que dejen de limitar la imaginación de los chavales al promocionar juguetes en función del género.
No obstante, algunos psicólogos consideran que existe una tendencia natural de los niños a jugar con coches y balones y de las niñas a hacerlo con muñecas, como se ha comprobado en distintos experimentos. Sin embargo, aquellos chiquillos que no secundan la norma son aislados del grupo. “Tenemos muchos niños en terapia a los que no les gusta el fútbol y quedan bastante excluidos o niñas a las que les agrada este deporte y también son rechazadas”, indica Eva Hernández, psicóloga infantil.
Por eso, muchos educadores y psicólogos reclaman que se deje de seguir educando a los chavales de manera diferente. Al fin y al cabo, se trata de queaprendan jugando.