El Bronx acoge la primera exposición dedicada al impacto del sida en el arte

Art AIDS America, con obras de Haring, Maplethorpe o Leivobitz, estará en Nueva York hasta el 23 de octubre

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Exhibición de arte relacionada al VIH/SIDA en el MoMA Bronx de Nueva York. MARISOL DIAZ (QUALITY)

Cuando Keith Haring realizó su última obra no podía levantarse de su cama de un hospital del Nueva York de 1990. Tenía 31 años y su asistente le ideó un mecanismo para que, pese a todo, pudiera realizar aquel canto de cisne: le preparó un molde de cera y en él el artista estadounidense pudo dibujar con el dedo su último festival de siluetas infantiles, bailarinas y optimistas pese a que la obra se titulara Altar Piece, fuera un tríptico al que no le faltaban la Madonna con el niño ni un pueblo esperando la salvación y estuviera tomada por el miedo a una muerte inminente. Esta pieza es uno de los principales reclamos y una excelente síntesis de las emociones divididas que se agitan en la coctelera de Art AIDS America. Incertidumbre, infección, dolor, estigma, sentimiento religioso in extremis, folclore, activismo, sentimiento de culpa, sangre y semen conviven en la primera exposición que analiza el impacto del sida en el arte no solo entonces, sino también ahora.

Still Here reza un cuadro de Deborah Kass, pintado en 2007, para un doble recordatorio: que todavía duelen las heridas de la época más destructiva de la enfermedad y que, aunque el virus ya no cause la carnicería de los años 80, sigue allí, se sigue transmitiendo, sigue siendo incurable y sigue arrastrando una considerable desinformación. Art AIDS America ha recalado, no por casualidad, en el Museo del Bronx de Nueva York, que hasta el 23 de octubre lanza un grito más político que artístico, aunque sea a través de 125 obras con nombres tan importantes como, además de Haring, Robert Maplethorpe, Annie Leibovitz, Derek Jackson o los latinos Félix González-Torres, Tino Rodríguez o Luis Cruz Azaceta. “¿Por qué se ha tardado tanto?”, exclamaba desde el New York Times el crítico de arte y ganador del premio Pulitzer Holland Cotter. Y aseguraba que el sida había sido para Estados Unidos el segundo Vietnam.

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“Ante todo queríamos abrir un debate”, explica a EL PAÍS el director del museo, Sergio Bessa, que ha completado la exposición con un ciclo de conferencias y proyecciones. “La exposición creó cierta polémica en Tacoma (estado de Washington, donde arrancó un recorrido que terminará en Chicago) por no tener suficiente representación latina y afroamericana (…) Además, el Bronx fue una comunidad especialmente afectada por el sida de una manera diferente: más por las drogas y las transfusiones de sangre que por la homosexualidad. Eso implicó que los archivos oficiales y la prensa no registraran sus cifras ni sus efectos”, añade.

La exposición ha sumado así varias obras importantes, entre ellas el documentalTongues Untied (lenguas desatadas) del fallecido Marlon Riggs, que sirve de prólogo de lo que luego vendrá en una muestra dividida en cuatro capítulos temáticos: cuerpo, espíritu, activismo y camuflaje, como si fueran fases evolutivas de la propia enfermedad.

“La primera respuesta a la crisis del sida llevó a los artistas hacer obras sobre el impacto físico de la enfermedad, sea con fotografías o trabajos que trabajan con sangre, piel… Pero también había otra gente, particularmente los infectados, intentaron encontrar una salvación espiritual”, argumenta Bessa. De un lado se pueden ver obras donde las erupciones cutáneas se traducen en lienzos abultados y sanguinolentos cual sarcoma de Kapozy, como la impactante obra del artista israelí Izhar Patkin, todavía vivo, realizada irónicamente con látex y titulada Desvelando una manera moderna de castidad (1981). Pero también duele la sábana santa surgida de una máquina de gimnasio que forma parte de la serieIcaria, de Daniel Goldstein.

El activismo, como el propio arte, llega como respuesta a una sociedad que no responde institucionalmente: el silencio llegaba tanto desde la administración de Ronald Reagan como de las grandes instituciones artísticas. “Tomó mucho tiempo hasta que los políticos reaccionaron como crisis sanitaria, pensaron que era una cuestión de subcultura”, asegura Bessa, quien también señala obras fotográficas de este bloque de la exposición que muestran mensajes de castigo moral a los infectados. De hecho, la obra más grande de la muestra se llamaSilencio = Muerte creada con neones por el colectivo Gran Fury en 1987.

Con el camuflaje llega el decir sin decir y, con él, algunas de las piezas más poéticas: La Cortina Azul de González-Torres, que al abrir se asoma a la obra de David Wognarowicz Buffalo, una impactante fotografía de estos animales despeñándose por un barranco, símbolo de la brutal estampida del sueño americano con la llegada del neoliberalismo radical de los años 80.

Sin embargo, pese a la fuerza de los artistas más afectados por la enfermedad y más involucrados en la escena homosexual, Art AIDS America lucha por dar voz a los enfermos menos estandarizados y es por eso que Bessa destaca dos artistas: el heterosexual Willie Cole que hace un juego léxico en una pizarra en su Cómo deletreas América y el trabajo de la veinteañera Kia Labeija, que nació en 1990 con VIH y desde entonces vive como miembro de una de las casas de voguingque sobreviven, la Casa Labeija, y retrata con exuberancia y el colorismo una existencia marcada por un virus que algunos se atreven a pensar que ha pasado de moda.

El reto de envejecer con VIH

Quienes no combatieron el virus en las primeras fases han sometido a su sistema inmune a un estrés que se acaba pagando con los años

Una paciente mayor con VIH en un hospital de Camboya. MASARU GOTO BANCO MUNDIAL

A Bill O’Loughlin le ha vuelto a entrar el miedo a morir por culpa del VIH. Seropositivo desde 1982, este australiano de 59 años compara el presente con los escalofriantes años ochenta y principios de los noventa para los portadores del virus, cuando la muerte les acechaba a la vuelta de la esquina: “No digo que sea exactamente igual, pero vuelvo a ver a amigos enfermando y muriendo; me recuerda a aquellos tiempos”.

Desde principios de este siglo, el VIH es una enfermedad crónica que se trata con antirretrovirales (ARV). Con ellos, los pacientes pueden hacer una vida normal. Al menos en teoría. Con las terapias modernas aplicadas desde las primeras etapas de la infección, tal y como recomiendan los estándares de la Organización Mundial de la Salud, es probable que los enfermos tengan una vejez relativamente plácida a pesar de tomar una pastilla diaria durante décadas. Pero el panorama suele ser bien distinto para aquellos que portan el virus desde hace muchos años, que comenzaron a recibir la medicación cuando el virus ya se había multiplicado de manera masiva o que tomaban los primeros fármacos, más agresivos y menos eficaces.

En estos casos, el sistema inmunitario ha estado sometido a un tremendo estrés durante mucho tiempo y, más allá de las enfermedades relacionadas directamente con el VIH, como la tuberculosis, otras comienzan a aparecer de forma más temprana y agresiva que para las personas seronegativas. “No sabemos las causas exactas, pero el virus parece acelerar el proceso de envejecimiento”, explica Sharon Lewin, directora del Instituto Peter Dotherty de Melbourne en el Congreso Internacional de Inmunología que se está celebrando esta semana en la ciudad australiana.

Existe suficiente evidencia que demuestra el envejecimiento prematuro, pese a que queda mucha investigación para conocer por qué sucede y dar soluciones adecuadas. Varios estudios muestran un deterioro celular entre 10 y 14 años más temprano en mujeres que han sufrido a lo largo de sus vidas una gran activación del sistema inmunitario. Tony Kelleher director de inmunovirología y patogénesis del Instituto Kirby, explica que las enfermedades de riñón, los infartos y ciertos tipos de cáncer aparecen como promedio entre 5 y 10 años antes en estos pacientes.

La activación del sistema inmune, el estrés constante, es algo que no solo les ocurre a las personas con VIH. Es frecuente en las poblaciones de los países pobres, donde son comunes los parásitos, como el que causa la malaria. El organismo tiene una sobrecarga de trabajo para luchar contra estos y otros microorganismos que suelen estar presentes en lugares con falta de higiene, y más aún en personas sin una alimentación adecuada. Esto, a la larga, conduce a un considerable empeoramiento en la calidad de vida y se ha observado que las afecciones cardiovasculares son más recurrentes en estos entornos.

Por eso, cuando oye que el sida (en realidad es el VIH) se ha convertido “simplemente” en una enfermedad crónica, O’Loughlin salta como un resorte. “Se está presentando como que es una situación simple, que se solventa con tomar una pastilla al día, pero hay mucho alrededor. Más allá de los problemas de salud por otras enfermedades que vienen con el virus, a menudo quienes lo portan sufren problemas psicológicos, soledad, estrés, alcoholismo y adicciones a estupefacientes”, relata.

Clovis Palmer, director de inmunometabolismo del Burnet Institute de Melbourne, reclama especial cuidado para los pacientes que viven durante largo tiempo con el virus, así como herramientas para tratar de detectar de forma temprana otras enfermedades que pueden venir asociadas.

Varias investigaciones en curso tratan de lograr estos objetivos y retrasar el envejecimiento prematuro que provoca el estrés de las defensas del cuerpo. Una de las dolencias más comunes asociadas al virus es el daño al tracto gastrointestinal, donde el sistema inmunitario al que ataca el VIH no es completamente normalizado con los tratamientos antirretrovirales. Un estudio de intervención en 20 pacientes mostró el año pasado que la toma de probióticos mejoraba su salud gastrointestinal.

Una de las ventajas de este experimento es que la administración de probióticos está prácticamente exenta de efectos secundarios, ya que otro de los grandes problemas de los portadores del virus es la gran cantidad de pastillas que a menudo han de ingerir. Más allá del ARV diario para mantener al virus a raya, es frecuente que se necesiten otros fármacos para aminorar sus consecuencias adversas y luchar contra otras dolencias que suelen aparecer, como altos niveles de colesterol, estreñimiento y osteoporosis.

“Es un problema tratar los efectos de los medicamentos con más medicamentos. Esto es algo que, esperamos, no sucederá con quienes están tomando los ARV más modernos. Pero hay que permanecer alerta, nada sale gratis cuando hablamos de fármacos”, advierte Kelleher.

Travestismo de hierro y papel

La colección de fotos del cineasta Sébastien Lifshitz en Arlés recorre los orígenes del movimiento transgénero a través de imágenes anónimas de mercadillos de medio mundo

Hombre en esmoquin rodeado de seis travestis. Alemania, invierno de 1937

Hombre en esmoquin rodeado de seis travestis. Alemania, invierno de 1937. EL PAÍS

Seguirá exasperando a los reaccionarios más furibundos, pero el travestismo es tan antiguo como la humanidad: ahí están los mitos griegos, las vidas de santos, las leyendas chinas y el teatro barroco para demostrarlo. Con la invención de la fotografía, a mediados del siglo XIX, aparecen las primeras muestras visibles de una práctica proscrita durante siglos en nombre del orden sexual, sobre el que reposaba también el social. El Antiguo Testamento consideraba que el travestismo suponía “una abominación a los ojos de Yahvé”, mientras que la ley civil de muchos países europeos lo castigó con la pena capital hasta el siglo XVIII, cuando quedó sustituida por una simple multa y fue catalogada como perversión clínica.

Esta firme prohibición no impidió que parte de la humanidad siguiera vistiéndose con el atuendo del género opuesto. La colección fotográfica del cineasta francés Sébastien Lifshitz supone una prueba adicional de ello. Su archivo, formado por 2.000 imágenes anónimas rastreadas en mercadillos de medio mundo durante los últimos 20 años, se expone por primera vez en los Encuentros Fotográficos de Arlés, que se celebran en la ciudad francesa hasta finales de septiembre. La colección también ha dado lugar a un libro, recién publicado, Mauvais genre(Éditions Textuel), que traza una historia anónima del travestismo durante el último siglo.

Dos ferrotipos decimonónicos retratan a proletarias vestidas con el atuendo masculino, tal vez porque sus empleadores no pusieron cortes femeninos a su disposición. Aparecen mujeres vestidas de esmoquin en la Inglaterra victoriana y prisioneros de un campo de guerra alemán durante la Primera Guerra Mundial, engalanados con ropajes femeninos en un contexto enigmático. Después, la colección se adentra en las bambalinas de un cabaret transformista en el Nueva York de 1960 y en un exuberante concurso de drag queens, un par de décadas más tarde. El conjunto recorre los cambios en el significado social del travestismo, a través de imágenes que no fueron tomadas para ser expuestas en público. “Recogen una memoria privada y secreta. Por ese motivo, hay quien considera que mostrarlas en público es una violación”, reconoce Lifshitz, que no comparte esa opinión. “Estas fotos nos pertenecen a todos. Reflejan la historia de una manera distinta: no a partir de los nombres ilustres, sino de la microhistoria, de las vidas anónimas y olvidadas”, sostiene el cineasta de 48 años, que se ha especializado en retratar la diferencia sexual a través de la ficción y el documental, con títulos como Primer verano o Les invisibles.

Sin estar siempre animada por una voluntad subversiva, esta práctica terminó adquiriendo un cariz político innegable, más allá del aspecto paródico que suele asociarse al transformismo. “El objetivo de estos hombres y mujeres no era solo burlesco. A veces, tenemos la sensación de descubrir una especie de pretransexualidad, un precedente al actual movimiento transgénero”, afirma Lifshitz. La historiadora francesa Christine Bard, autora del ensayo Historia política del pantalón (Tusquets), sostiene la misma tesis en el catálogo: “Como en el desorden autorizado durante los carnavales, implica una suspensión temporal de la prohibición de invertir los roles. Estas imágenes hacen visibles los marcadores de género. Los desnaturalizan y revelan que son un código, una arbitrariedad cultural”.

Hombre maquillado en una imagen de fotomatón en Estados Unidos, 1920

Hombre maquillado en una imagen de fotomatón en Estados Unidos, 1920. EL PAÍS

La estadounidense Virginia Prince, que nació llamándose Charles, se convirtió en una pionera del activismo transgénero con su revista Transvestia,que empezó a publicar en 1960. Desde sus páginas, dejó clara la separación entre sexo y género (el primero corresponde a la biología; el segundo, al rol que se le atribuye culturalmente). “Se confunde el sexo con el género. Yo siempre soy de sexo masculino, pero cuando me convierto en Virginia tengo género femenino”, dejó escrito. Se anticipaba así a la tercera ola de feminismo que arrancó en los noventa y a los grandes nombres de la teoríaqueer, como Judith Butler, autora deDeshacer el género, volumen de referencia publicado en 1990.

Para la historiadora de la fotografía Isabelle Bonnet, el valor de este archivo es considerable, ya que “apenas existen autorrepresentaciones de las minorías transgénero previas a los movimientos de liberación gais y lésbicos de finales de los sesenta”. Es decir, anteriores a la revuelta de Stonewall en 1969. “Su historia nos concierne a todos, porque examina los estereotipos ligados a la sexualidad y al género. El pensamiento binario de una virilidad —positiva— opuesta a una feminidad —negativa— no es ni natural ni demasiado antiguo. Se desarrolla en el siglo XIX y comporta una fobia de la afeminación de los hombres”, asegura Bonnet en el libro. De ahí surgirá la llamada “gran renuncia masculina”, teorizada por el psicoanalista John Carl Flügel: la imposición de un vestuario desprovisto de ornamentos para los varones.

Las imágenes más enigmáticas de la colección son las que se alejan tanto de los parámetros políticos como de los burlescos, para inscribirse “en un extraño deseo de normalidad”, como apunta Bonnet. Por ejemplo, una larga serie de fotos describe las fiestas de un grupo de hombres que, durante los años treinta y cuarenta, se reunieron a puerta cerrada en sus domicilios de la periferia de Washington para vestirse y maquillarse como mujeres. Pero no emulaban el estilo de las estrellas de Hollywood, sino el de amas de casa de suburbio residencial. Mientras tanto, en las universidades estadounidenses para mujeres se celebraban los llamados mock weddings (o bodas de broma), documentados en este archivo: una estudiante se vestía de hombre y la otra, de mujer. La vida estudiantil suponía un paréntesis en el que la bisexualidad estaba tolerada, antes del acceso a la vida adulta. En el viejo continente tampoco faltan los ejemplos. En algunas regiones francesas, las mujeres solteras solían vestirse de hombre durante las fiestas de Santa Catalina, patrona de las célibes, hasta el primer tercio del siglo XX. La depresión económica y el clima de preguerra hicieron que estos ejemplos de travestismo lúdico cayeran en desuso, “aplastados por el conformismo moral de los años treinta”, como apunta Bard.

LA REALIDAD IGNORADA

La publicación de Mauvais genre coincide con un momento de visibilidad creciente del colectivo transgénero en la cultura. Lo demuestran películas como La chica danesa o Tangerine, aplaudidas series como Transparent y Orange is the new black, o los artistas Zackary Drucker y Rhys Ernst, que reflejaron sus operaciones de reasignación de sexo en Relationship, un proyecto fotográfico presentado en la pasada bienal del Whitney de Nueva York. Esos ejemplos apuntan a una normalización relativa de una realidad que, hasta no hace tanto, era ignorada o tratada de manera truculenta o caricaturesca. “Se ha necesitado tiempo. La historia de la transexualidad es muy reciente, porque no empieza hasta la posguerra europea, a excepción de tres o cuatro casos”, contextualiza Sébastien Lifshitz, que retrató a un personaje transgénero en Wild side, una de sus primeras películas. “En los últimos 15 años, se les ha empezado a prestar una atención fuerte en el cine y el resto de la cultura, pero también en los estudios de sociología y de historia. El problema es que los textos de la teoría queer no suelen contar con imágenes que reflejen un fenómeno más complejo y diverso de lo que habíamos imaginado”, afirma el director. Su colección supone, en ese sentido, un referente visual bienvenido.

La transexual agredida en Málaga: “Si no fuera por mi compañera, ahora estaría muerta”

La víctima de la agresión homófoba relata el episodio por el que ahora trabaja con miedo.

Cristal, en una imagen reciente

Cristal, en una imagen reciente. Cedida

Cristal es colombiana y lleva 25 años ejerciendo la prostitución. Durante ese tiempo, “jamás” había sido agredida por su identidad de género. La semana pasada, en un polígono de Málaga, cuatro jóvenes se acercaron hacia ella en un coche; se bajaron y la golpearon con una barra de hierro por todo el cuerpo, también en la cabeza, donde le tuvieron que poner 15 grapas. Además le robaron el bolso. “Psicológicamente estoy mal, ahora cuando se acercan varios chicos en un coche paso mucho miedo”, explica esta transexual a EL ESPAÑOL.

Fue Mar, una compañera de Cristal, quien llamó aquella noche a la policía y trató de defenderla. “Si no es por ella, ahora estaría muerta”, indica. De hecho, la intervención de los cuerpos de seguridad fue “tan rápida” que lograron detener a los agresores. “Estos días están muy cerca de nosotras para que no pase nada”, cuenta.

No solo Cristal fue agredida esa noche, pero se llevó “la peor parte”. “Los jóvenes lanzaron piedras e insultaron a todas las que estábamos ahí”, añade.

“ME HE SENTIDO MUY APOYADA”

Durante estos días, Cristal se ha sentido arropada “tanto por mis compañeras como por la policía”, explica. También por “el colectivo LGTB”, que se ha preocupado por “denunciar lo ocurrido”. El Observatorio Español contra la LGTBfobia, de hecho, se va a presentar como acusación popular.

Este Observatorio puso el jueves en conocimiento de la Fiscalía Especializada en delitos de odio de la provincia de Málaga los hechos acaecidos, y solicitó una “exhaustiva investigación” sobre todas las personas “vejadas, amenazadas y agredidas por los detenidos”.

“DEBERÍA HABER MÁS DENUNCIAS”

Para Santiago Rubio, representante en Málaga del Observatorio Español contra la LGBTfobia, hay “menos denuncias” de las que debería.”Esto ocurre continuamente, pero no suele ser denunciado, quizá por miedo”, explica.

“Nos aseguraremos de que se apliquen los agravantes de odio correspondientes, para evitar que no haya impunidad ni sanciones irrisorias como sucede habitualmente a personas LGTB”, cuentan desde el Observatorio, que reclama “más seguridad y control”.

Cristal volverá a trabajar esta noche, todavía “con miedo”. “A veces me asusto, pero sé que estoy bien acompañada”, concluye.

Protesta en Estambul por el crimen de la joven trans: ‘Hande Kader está aquí ¿dónde están sus asesinos?’

Alrededor de mil personas se han manifestado este domingo en el centro de Estambul por el asesinato de la activista y prostituta transexual Hande Kader, de 22 años. El cuerpo mutilado y quemado de la joven apareció el 12 de agosto en el barrio de Zekeriyakoy en Estambul. Sus amigos la habían visto por última vez subiendo a un coche de un cliente.

“Queremos morir por causas naturales” decía la pancarta principal de la manifestación. “Casi ninguna llega a los 60 años, menos si te ves forzada a ejercer la prostitución” dice Esra, prostituta transexual, que ha dejado su puesto en una calle cercana para acudir a la manifestación. “Nos matan y nos olvidan. Y nadie nos protege” añade. La policía, que ha rodeado en todo momento la concentración, no ha permitido una marcha por la calle Istiklal, centro habitual de las protestas, por lo que se ha reducido a un breve encuentro. “Estoy muy triste por su asesinato. Ojalá sirva para poder cambiar algo y tener más derechos” dice Ramtin, un activista LGBTI y amigo de Hande. “Ella estaba en todas las manifestaciones y no merecía esto, bueno, nadie merece morir así” añade. “A pesar de todo, estamos caminando para actuar”, comenta.

Varios colectivos LGBTI y feministas han acudido a la protesta, también ciudadanos que normalmente no son activistas, como Ezgi. “No sabía quién era, pero a través de amigos me llegó su imagen, la del día del orgullo gay. Hay que hacer justicia, no se pueden olvidar estos asesinatos”, explica. Los manifestantes gritaron consignas a favor de la justicia y la libertad y por los derechos de los transexuales, como “Hande Kader está aquí, ¿dónde están los asesinos?” o “Un asesinato trans es política”.

Hande Kader se convirtió en un icono activista trans al aparecer en numerosas imágenes del día del Orgullo gay en Estambul. Una marcha que fue prohibida por el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Los activistas salieron a la calle igualmente y se enfrentaron con la policía, que disparaba balas de goma y gases lacrimógenos.

Su asesinato se produjo dos semanas después de la decapitación de un joven homosexual sirio en Estambul.

Según un informe de Transgender Europe, Turquía tiene la tasa más elevada de asesinatos de transexuales de Europa. El hashtag #HandeKaderSesVer (Haced ruido para Hande Kader) ha dado visibilidad a su asesinato, que apenas ha aparecido en los medios locales turcos.

La diputada Selin Dogan, del partido socialdemócrata CHP, ha llevado su asesinato al Parlamento turco. Dogan denuncia que “la falta de castigo” termina “legitimando la violencia contra las mujeres y el colectivo LGBTI”. Y añadió quedesde el año 2008, 45 mujeres transexuales han sido asesinadas. Aunque la homosexualidad no es un delito en Turquía la homofobia está muy extendida.

Según el centro de estudios PEW, casi el 80% de los turcos cree que la homosexualidad es “moralmente inaceptable”.

EZ beti da EZ

EZ beti da EZ

Músculo, sexo, polémica y ciencia

Margaret Wambui antes de la semifinal de los 800 metros

Margaret Wambui antes de la semifinal de los 800 metros LUCY NICHOLSONREUTERS

Músculo, sexo, polémica y ciencia. Todo se concita en el 800, donde Caster Semenya se enfrenta a Margaret Wambui, una mujer de altura y físico desbordante, cuyo triunfo en el Mundial júnior, en 2014, abrió un debate similar al que se produjo cuando la sudafricana irrumpió en Berlín, en el Mundial disputado en 2009. Semenya pasó un calvario, sometida a exámenes médicos para determinar su producción endógena de testosterona, suspendida y, finalmente, rehabilitada. El TAS anuló más tarde temporalmente la norma que establecía cotas para determinar la feminidad idónea, tras la reclamación de la sprinter indiaDutee Chand, al entender que la ciencia no ha encontrado todavía un parámetro para establecer cuál es, hormonalmente, la mujer que puede y no puede ser deportista.

Existe sólo una excepción: los transexuales. Para los deportistas que han cambiado de sexo, el límite de producción endógena de testosterona es de 10 nanomoles. El nanomol es una unidad de medida. Para el resto, el tribunal de Lausana dejó en suspenso cualquier límite durante dos años, a la espera de investigaciones concluyentes, por lo que, hoy, todas las deportistas pueden competir. En la actualidad, trabaja en ello la Comisión Médica de la IAAF. Semenya ha acudido a estos Juegos, junto a otras deportistas que se encontrarían en el mismo caso en diversos deportes, según fuentes próximas al organismo.

Wambui tiene 20 años, uno más de los que tenía Semenya cuando se impuso en Berlín. En Río, la gigante keniana dominó la serie y semifinal de 800 con facilidad, sin necesidad de llevar su organismo al máximo. Actualmente, y debido a la suspensión de la norma, no tiene por qué ser requerida por la IAAF para controles de feminidad, como le sucedió a la sudafricana, a pesar de las sospechas de algunos observadores. Parte de esas pruebas, como desnudarse ante un médico, llegaron a resultar vejatorias para la atleta y su entorno.

La atleta sudafricana Caster Semenya en Río de Janeiro

La atleta sudafricana Caster Semenya en Río de Janeiro DYLAN MARTINEZREUTERS

A las sesiones del TAS fue invitada una española, María José Martínez Patiño, vallista que en los años 80 fue suspendida por una alteración diferente, no relacionada con el hiperandrogenismo, pero que también ponía en cuestión su idoneidad para competir con mujeres, debido a una alteración cromosómica, una mutación en el receptor de andrógenos. Desde entonces, su vida se convirtió en una lucha que le ha llevado, además de su preparación, a formar parte de la Comisión Médica del COI. Es la única española.

“Tengo constancia de que en Río hay varias deportistas que tienen la misma alteración que yo y que compiten, porque gracias a mi caso se pudo demostrar que no se producía por ello una mejora en el rendimiento deportivo”, explica Patiño, que forma parte, asimismo, de Grapsia, un grupo de apoyo a padres con hijas afectadas por este síndrome.

La ex vallista, sin embargo, considera que en el caso del hiperandrogenismo, que es el que afectaría a Semenya, “sí se produce esa mejora, relacionada con las ventajas de la testosterona en la práctica deportiva. Por ello, creo que es necesario que se establezcan unos límites. No sé si 10 nanomoles, 15 o 20, pero deben existir, porque, si no, estaremos ante un fraude de la competición”. La mayor producción de testosterona se traduce en crecimiento muscular, agresividad y retraso en la aparición de la fatiga.

“Eso no quiere decir que ninguna de estas chicas, por supuesto, tenga ninguna responsabilidad. Los casos se han de tratar con mucha delicadeza, y me consta que es así”, añade.

Patiño, doctora y profesora en la Facultad de Ciencias de la Educación y el Deporte, en Vigo, admite que “existe una dificultad grande, porque no estamos ante un tema únicamente deportivo, sino científico, juridico y moral”. “Para las organizaciones deportivas internacionales es muy difícil legislar para más de 200 países”, insiste. El caso de Semenya llegó a provocar, incluso, un problema dilplomático, al entender las autoridades sudafricanas que se vulneraban los derechos de una de sus deportistas y ciudadanas.

El laudo del TAS, por el que se concedía una moratoria de dos años para realizar más investigaciones, de la que ha transcurrido uno, es muy significativo acerca de las dudas sobre las cotas que, hormonalmente, establecen la división actual de los sexos: “Aunque los eventos deportivos están divididos arbitrariamente en categorías masculina y femenina, el sexo en el ser humano no es simplemente binario: la naturaleza no es neta. No hay un sólo determinante del género”, señaló el TAS, que instó a la IAAF a pronunciarse sobre una base “razonable y proporcionada”. Semenya, mientras, corre sin más explicaciones sobre sí misma de las que encuentra en la recta del estadio.

DNI

Caster Semenya

Caster Semenya

La joven transexual Hande Kader, un icono gay en Turquía, aparece mutilada y calcinada

El pasado 12 de agosto, el cuerpo mutilado y quemado de la activista y prostituta transexual Hande Kader aparecía en el barrio de Zekeriyakoy en Estambul. Su pareja y amigos la habían visto por última vez subiendo a un coche de un cliente. Tras varios largos días con la esperanza de encontrarla con vida, hallaron el cuerpo de Hande – de 22 años de edad – en un depósito de cadáveres para personas no identificadas en el barrio de Yenibosna. Su cuerpo estaba tan calcinado y mutilado que sólo pudieron identificarla por sus prótesis.

“Hande era una persona que levantó su voz contra los crímenes de odio y animó a todos a levantar sus voces también” publicaba en un comunicado el director de la asociación LGBTI SPoD, Ermihan Deniz Çelebi. “Estamos siendo asesinados y ellos no escuchan nuestras voces, las leyes en Turquía no nos protegen” añadía.

Hande Kader se convirtió en un icono activista trans al aparecer en numerosas imágenes del día del Orgullo gay en Estambul. Una marcha que fue prohibida por el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Los activistas salieron a la calle igualmente y se enfrentaron con la policía, que disparaba balas de goma y gases lacrimógenos.

O.S, que no quiere dar su nombre por seguridad, activista trans y conocida de Hande, destaca su activismo. “Siempre estaba en todas las manifestaciones, luchando por nuestros derechos”. También señala el peligro que encaran a diario las transexuales que se ven forzadas a prostituirse para sobrevivir: “El otro día una amiga fue apaleada. Llamamos a la policía. Vinieron y al ver que era transexual se fueron, sin tomar nota de lo sucedido ni nada. ¿Qué hacemos mal? Nosotras sólo queremos vivir en paz, ser quién somos. Nuestra elección nos lleva a prostituirnos para vivir… pero al final es un trabajo como cualquier otro. No hacemos daño a nadie” añade.

En el vídeo se ve cómo Kader lucha contra las fuerzas de seguridad turcas que lanzan desde el vehículo cañones de agua. Ella protesta lanzado su zapato. Así se convirtió en símbolo de resistencia en el país.

El acoso a los homosexuales

Este asesinato se ha cometido dos semanas después de la decapitación de un joven homosexual sirio. Muhammad Wisam Sankari fue violado y asesinado días después de denunciar a la policía y en varias ONGs que luchan por los derechos LGBTI el acoso constante que recibía en la calle. Su cuerpo estaba tan maltratado que sólo pudo ser identificado por su ropa.

D.R. que no quiere dar su nombre, acude a las reuniones de ASAM, ONG dónde se reúnen refugiados homosexuales. “Obviamente nuestra situación no es mejor nuestros países, pero aquí sigue siendo un sinvivir. Tenemos un doble estigma, por ser refugiados y ser gays”. Tanto él como sus compañeros han recibido acoso de vecinos o en el trabajo. D.R. sigue recibiendo amenazas de su familia, que vive en Irán, y que lo considera una deshonra.

Según un informe de Transgender Europe, Turquía tiene la tasa más elevada de asesinatos de transexuales de Europa. El hashtag #HandeKaderSesVer (Haced ruido para Hande Kader) ha dado visibilidad a su asesinato, que apenas ha aparecido en los medios locales turcos.

La diputada Selin Dogan, del partido socialdemócrata CHP, ha llevado su asesinato al Parlamento turco. Dogan denuncia que “la falta de castigo” termina “legitimando la violencia contra las mujeres y el colectivo LGBTI”. Y añadió que desde el año 2008, 45 mujeres transexuales han sido asesinadas.

Aunque la homosexualidad no es un delito en Turquía la homofobia está muy extendida. Según el centro de estudios PEW, casi el 80% de los turcos cree que la homosexualidad es “moralmente inaceptable”.

La mujer gigante, Semenya y la ‘intersexualidad’

La keniana Wambui, que ganó su serie de 800, provoca las especulaciones que acompañaron a Semenya cuando ganó en el Mundial de 2009

La keniana Margaret Wambui (c), durante las semifinales de 800 metros

La keniana Margaret Wambui (c), durante las semifinales de 800 metros. ANTONIO LACERDAEFE

Las series de 800 abren de nuevo el debate. Al ver en la pista, y más tarde en la zona mixta, a la keniana Margaret Wambui, se escuchan las mismas especulaciones que acompañaron a Caster Semenya cuando irrumpió en el primer plano del atletismo, en el Mundial de Berlín. En el umbral de los dos metros y de rasgos muy masculinizados, las dudas acerca de su feminidad ya se plantearon cuando apareció en la élite, al obtener una victoria en el Mundial júnior, en 2014. En el absoluto de este año, aunque en pista cubierta, alcanzó el bronce en los 800. En Río, su forma de ganar camino de la final, aumenta las especulaciones.

Wambui venció en su semifinal y Caster Semenya en la suya. A la sudafricana le ocurrió algo similar cuando, en 2009, se impuso en el Mundial, con 19 años. En la final de Río se encontrarán cara a cara, sin poder evitar que la polémica las acompañe, camino del podio. Después de la controversia generada con su victoria, en 2009, la IAAF le pidió un control de feminidad. La ciencia concluyó que generaba tres veces más testosterona que una mujer y ello le confería ventaja en la potenciación muscular y en el retraso, en comparación con el resto de atletas, en la aparición de la fatiga. Antes, el doctor de la IAAF, la hizo desnudarse, en un ejercicio humillante. La conclusión del examen era que Semenya era lo que han llamado atletas ‘intersexuales’, afectada de hiperandrogenismo.

A la decisión de suspenderla por parte de la IAAF le sucedió un proceso de reclamaciones, debates médicos y disputas jurídicas. Volvió a competir, sometida a controles que comprobaran sus niveles de testosterona. Debían estar siempre por debajo de 10 nmol/1. El TAS, finalmente, eliminó ese límite y Semenya regresó al circuito. Gracias a su lucha, es posible que Wambui no atraviese tantas controversias, aunque no podrá evitar el debate. A otras atletas, el hiperandrogenismo les costó su carrera, como a la española María José Martínez Patiño.