Homofobia en las aulas: “Me planteé acabar con mi vida en más de una ocasión”

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La Unesco ha calificado el acoso homofóbico como un “problema universal”

Saph Rodríguez ni siquiera era consciente de su orientación sexual cuando recibió los primeros insultos. A los 13 años sus padres decidieron cambiarla de instituto porque varios alumnos le propinaron una paliza al grito de “bollera” y “marimacho”. Pero las agresiones, que habían empezado “desde muy pequeña”, continuaron. Ahora, esta asturiana de 24 años ofrece charlas sobre diversidad afectivo sexual en colegios. “Sufrí acoso porque no seguía las normas establecidas, entre los insultos siempre se encontraba la palabra lesbiana”, relata, “pero de mi sexualidad me di cuenta más tarde, con 17 o 18 años”.

Como Saph, son varios los niños y niñas lesbianas, gays o transexuales (o que escapan de los patrones habituales de feminidad o masculinidad) que sufren agresiones por parte de otros compañeros debido a su orientación sexual o identidad de género. Aunque no hay datos oficiales, algunos estudios como el informe elaborado en 2012 por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), revelan en base a una muestra -pequeña, de 325 personas- que un 57% de los jóvenes LGTB ha sufrido algún tipo de violencia física o psíquica en el ámbito educativo.

En ocasiones, la situación llega a un punto insoportable para los propios menores. Con la voz entrecortada al otro lado del teléfono, Saph confiesa que “en más de una ocasión me planteé acabar con mi vida”. “Llegué a pensar que era yo la que tenía la culpa, que algo hacía mal para que la gente no me aceptara”, recuerda.

Según el estudio de la FELGTB, que recopila casi una veintena de estudios realizados a lo largo de siete años, el 43% de los jóvenes LGTB que sufre o ha sufrido acoso ha llegado a pensar en acabar con su vida, un 35% lo ha planificado y un 17% lo ha intentado en una o varias ocasiones.

El estudio corrobora que, en los últimos años, se ha logrado un avance importante y la aceptación de la diversidad sexual entre los jóvenes “es bastante alta”. Sin embargo, el acoso homofóbico sigue siendo una realidad con consecuencias: un 75% de los jóvenes ha sido testigo de agresiones en forma de rumores, insultos o burlas y el 6,4% ha presenciado palizas.

“Un problema universal”

Que el riesgo de suicidio “es mucho mayor entre adolescentes y jóvenes que no son heterosexuales o son trans” es una de las principales conclusiones que se extraen del  protocolo presentado el pasado lunes por el Instituto de la Mujer con el que se pretende evitar el acoso escolar homofóbico. Algo que ha sido calificado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como un “problema universal”.

“Es el más común de los tipos de acoso, está invisibilizado y no se toman medidas para acabar con él”, sostiene José Ignacio Pichardo, profesor de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del protocolo. Según el experto, el silencio es una de las principales dificultades para atajar este problema, pues solo el 18% de las víctimas se lo ha contado a sus padres o profesores, debido, en muchos casos, al miedo, rechazo o vergüenza a reconocer una orientación sexual o de género.

“Fue algo que llevé en secreto, sentía que no tenía apoyo y era algo que no entendía”, declara Saph, que nunca se lo contó a otros compañeros de clase. El papel del resto de alumnos puede ser fundamental. Sin embargo, los expertos identifican otro escollo que hace que suelan mirar para otro lado y no intervenir. Es lo que llaman el miedo al “contagio del estigma”, que no solo se proyecta sobre los chicos y chicas LGTB, “sino también sobre las personas que salen en su defensa”, explica Pichardo.

El Consejo Escolar del Estado pide planes de igualdad

Ahora Saph recorre los colegios de Gijón con la asociación Xega para hablar de diversidad sexual y “resolver dudas a los alumnos porque hay muchos que no saben de la existencia de otras realidades”. Sin embargo, su organización solo pisa las aulas de los centros que voluntariamente lo solicitan. La mayoría, dice Saph, son públicos. “Algunos católicos lo piden, pero suele haber una atmósfera de desinterés”, analiza.

Para Kika Fumero, profesora de un instituto público de Tenerife, el problema es que el tratamiento de la afectividad y la diversidad sexual se convierte en una decisión de los propios profesores o los centros. Ella ha impulsado un proyecto de inclusión con una tutoría en la que recibe al alumnado LGTB con problemas, entrega material a los tutores o da charlas sobre ello. Sin embargo, es una excepción. “La mayoría del profesorado no se forma en esto ni la diversidad sexual se incluye en las escuelas de forma transversal”, denuncia Kika.

Eso a pesar de que en 2007 el Consejo Escolar del Estado demandó la promoción de “planes de igualdad y de educación afectivo-sexual en las escuelas”. “Si queremos que esto se incluya en las aulas debe haber una apuesta política”, explica Pichardo, que asegura que algunas comunidades como Andalucía y Extremadura “han desarrollado instrumentos específicos contra este tipo de discriminación”. Por eso, el protocolo que ha coordinado pide la creación de un Plan Estatal contra el Acoso, que incluya expresamente la prevención de la homofobia y la transfobia y observatorios que velen por su cumplimiento.

¿Se puede ser homosexual y sacerdote?

La clamorosa salida del armario del teólogo Krysztof Charamsa ha sacudido a la Iglesia. El obispo vasco Juan María Uriarte analiza la cuestión del celibato en un libro

El sacerdote polaco Krysztof Charamsa pasea con su compañero Eduard Planas por las calles de Roma

El sacerdote polaco Krysztof Charamsa pasea con su compañero Eduard Planas por las calles de Roma. / AFP

El cura y teólogo polaco Krysztof Olaf Charamsa realizó una espectacular salida del armario un día antes de que se iniciara en Roma el Sínodo sobre la Familia, haciendo pública su homosexualidad y presentando a su pareja sentimental, el catalán Eduard Planas. Fue una bomba. El sacerdote, de 43 años, era secretario de la prestigiosa Comisión Teológica Internacional en el seno de un organismo del Vaticano que se encarga de vigilar el respeto al dogma católico, alto funcionario de la Congregación para la Doctrina de la Fe –el dicasterio que se ocupa de promover la fe y la moral en el mundo católico– y profesor de la emblemática Pontificia Universidad Gregoriana. De inmediato fue expulsado de estos puestos. Ahora, el obispo de Pelpin, la diócesis polaca a la que pertenece, le acaba de suspender del ejercicio del sacerdocio aplicándole las normas del Código de Derecho Canónico. Al margen de la oportunidad de su acción, utilizada por los enemigos del Papa para sabotear sus reformas, el caso ha devuelto a la actualidad una pregunta habitual. ¿Puede ser sacerdote un homosexual? La Iglesia católica no lo permite porque la normativa, revisada en 2005, sigue aduciendo el compromiso del celibato y el voto de castidad como dos obstáculos insalvables, ahora no negociables.

La identidad del sacerdocio, así como la esencia de su formación, arrastra una larga tradición en el magisterio de la Iglesia, que ha discutido cuestiones muy delicadas y algunas han terminado siendo modificadas. Se abordó en el Concilio Vaticano II y hay una encíclica, la ‘Sacerdotalis caelibatus’ –promulgada por Pablo VI en 1967–, que trata la cuestión del celibato. También se debatió en el Sínodo de 1990 y, dos años después, Juan Pablo II publicó la exhortación apostólica ‘Pastores dabo vobis’. En el documento se reflexionaba sobre la vocación sacerdotal y la madurez afectiva de los candidatos –un concepto clave en todos los textos– , si bien no se aludía de forma explícita a la homosexualidad. Se hablaba de las inclinaciones de la afectividad y el impulso de los instintos. El tema se discute cada cierto tiempo porque cambian ‘las circunstancias’. La Congregación para la Educación Católica lo ha abordado en escritos publicados en 1970, en 1974 y en 1983.

La doctrina oficial fue actualizada por la Santa Sede el 4 de noviembre de 2005, día de San Carlos Borromeo –patrón de los seminarios y de los empleados de banca– con una Instrucción del mencionado dicasterio de acuerdo con la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. El documento afirma que el candidato al ministerio debe «alcanzar la madurez afectiva» y deja claro que no se puede admitir al seminario y a las órdenes sagradas a quienes «presentan tendencias homosexuales arraigadas, practican la homosexualidad o apoyan la cultura gay». El texto, publicado en tiempos de Benedicto XVI, lo firma el cardenal Zenon Grocholewski, por cierto, también polaco y gran canciller de la Gregoriana.

En la ‘filosofía’ que justifica esta posición se especifica que los actos homosexuales «son intrínsicamente inmorales y contrarios a la ley natural», por lo que «no pueden ser aprobados en ningún caso», algo que ya estaba recogido en la tradición de la Iglesia y en el Catecismo. Se añade que las tendencias homosexuales profundamente arraigadas en cierto número de hombres y mujeres «son objetivamente desordenadas». Hasta aquí la normativa eclesial, que deja poco margen de maniobra. ¿Es revisable esta ley eclesiástica? El tema de la homosexualidad ha desaparecido prácticamente del extenso documento final del Sínodo de la Familia. Entre los 94 puntos aprobados sólo hay una referencia en la que se pide la atención de la Iglesia para evitar cualquier injusta discriminación y para «acompañar a las familias con un miembro homosexual». Algunos padres sinodales pidieron un sínodo específico sobre este colectivo.

Antes de que se celebrara el Sínodo monseñor Juan María Uriarte, obispo emérito de San Sebastián, publicó un libro muy interesante sobre el celibato (SalTerrae) con apuntes antropológicos, espirituales y pedagógicos sobre esta cuestión. Sin mando en plaza, pero muy requerido en numerosas diócesis –también en el extranjero– para dar ejercicios espirituales a los sacerdotes, Uriarte habla sin la responsabilidad del báculo en ejercicio, pero desde su dilatada experiencia como pastor y como formador de seminaristas. Además, siempre se ha caracterizado por ofrecer una actitud abierta, alejada del rigorismo tradicionalista de otros prelados.

El obispo vizcaíno, por supuesto, defiende la opción del celibato, contestado hoy en muchos ambientes cristianos, con un tratamiento riguroso e interdisciplinar, enmarcado en el contexto cultural en el que lo viven hoy los sacerdotes, definido por algunos como una «mutilación antropológica». Sin olvidar la sangría de las secularizaciones, «una herida abierta en el costado de la Iglesia, que continúa manando, y que bastantes la interpretan como una confirmación del cuestionamiento a que está siendo sometido el celibato sacerdotal».

Monseñor Uriarte dedica en su libro un apartado a la homosexualidad, ya que «hoy no es ningún secreto que mientras la gran mayoría de los sacerdotes son netamente heterosexuales, algunos tienen tendencias homosexuales». El obispo ofrece criterios relativos al discernimiento vocacional de posibles candidatos homosexuales por lo que parte de la Instrucción de 2005. Y en ese punto sí aparece un planteamiento novedoso en pleno debate sobre los sacerdotes homosexuales y en el clima de tolerancia cero con los casos de pederastia que han sacudido a la Iglesia.

Uriarte muestra una posición más benévola que muchos de los prelados a la hora de responder a la pregunta de si un candidato homosexual debe ser admitido al ministerio sacerdotal. Y abre un portillo. El obispo, tras asumir el riesgo de interpretar la Instrucción, no ve motivos «para que candidatos homosexuales de una madurez psicológica suficiente que no tengan hábitos sexuales arraigados ni historia tortuosa sean, en principio, descartados, si cumplen todos los demás requisitos, postulados a todos los ordenados». El obispo emérito advierte de que «es preciso comprobar cuidadosamente esta madurez por los procedimientos adecuados».

Monseñor Uriarte cree que los seminaristas homosexuales «han de ser lúcidos y honestos al preguntarse hasta qué punto influye en su deseo de ser sacerdote la búsqueda de una ‘cobertura legitimadora’ de una condición sexual que no quieren desvelar», así como que ha de requerirse de ellos «una prolongada y exquista continencia, no menor que la postulada a los candidatos heterosexuales». El obispo defiende que los candidatos homosexuales aptos «suelen mostrar una sensibilidad religiosa que es, en ocasiones, incluso muy fina».

No pocos consideran que la propuesta de Juan María Uriarte es arriesgada en cuanto que los seminaristas y los monjes están obligados a vivir en un espacio masculino: el ambiente del convento y del seminario es de una convivencia estrecha y permanente con varones, y ese contexto lo hace especialmente difícil y complicado. El obispo de Fruniz, al que siempre ha guiado la prudencia, cree que es posible con candidatos que cuentan con una «contextura personal afectiva y socialmente rica». Y monseñor Uriarte es una autoridad en cuanto a la formación y compañamiento de seminaristas, con los que ha acumulado una larga experiencia.

Domínguez resalta que el nuevo decreto de Salud prevé las prestaciones para las personas transexuales

El consejero de Salud del Gobierno de Navarra, Fernando Domínguez, ha explicado que el borrador de Decreto Foral que ha elaborado su departamento, hecho público este miércoles, incluye las prestaciones reconocidas por la ley foral de no discriminación por motivos de identidad de género y de reconocimiento de los derechos de las personas transexuales.

Domínguez ha señalado, en respuesta a una pregunta de Geroa Bai en el pleno del Parlamento, que este borrador de Decreto incluye el diagnóstico y tratamiento médico integral, así como la atención psicológica, psicoterapuética y sexológica.

Además, el Servicio Navarro de Salud prevé elaborar un plan integral de atención a las personas transexuales en el que se recojan los servicios propios de los que dispone el Gobierno y se establezcan también los conciertos pertinentes cuando los recursos públicos no sean los adecuados.

La parlamentaria de Geroa Bai Virginia Alemán ha agradecido la respuesta del consejero y ha lamentado que hasta hoy “no ha habido ningún desarrollo reglamentario de esta ley, lo que ha ocasionado que personas del colectivo transexual navarro hayan tenido que defender sus derechos en instancias judiciales”.

Igualmente, ha felicitado al Gobierno por el borrador de Decreto presentado este miércoles, por el “avance y alcance que supone en cuanto a derechos sociales, de las mujeres y del colectivo transexual navarro”.

Pasolini berriz aurkitua

pier paolo pasolini

Genero beltzeko pieza gogoangarriren batzuk idatziko ziren 1975eko azaroko lehen egun haietan Pier Paolo Pasoliniren hilketaren berri emateko. Horikeriaz zipriztindutako kronika eskandalizatuak. Gertakariak, bere hartan, osagai aproposenak eskaintzen zituen hartarako: Erromako aldirietan, Ostia inguruan, hala moduzko eremu bat… Domu santu gaua… Hiltzailea, hamazazpi urteko mutiko bat, txaperoa, Pasolinik ordu batzuk lehenago topatua… Zuri-beltzeko argazkietan, Pasoliniren gorpu masakratua.

Hori gertatu baino lehen, bizpahiru pintzeladaz zirriborratua geneukan Pasoliniren erretratua: homosexuala zen; komunista, baina partidutik egotzia, eta film eskandalagarriak egiten zituen, inolako erreparorik gabe. Beti izaten da aztiagoren bat, eta Pasoliniren hilketatik bi urtera, pasarte hau irakur zitekeenZeruko Argia-n:

«Fenomeno psikologiko berezi bat gertatzen da askotan: pertsona edo gauza batekiko identifikazioa. Alegia, pertsona horrekin bat egiten dugu, sinbolo bihurtzen dugu eta berari buruz arras subjektiboak gara harrez gero. Sentimentaloi, gutxienik, sarri gertatzen zaigu. Nik behintzat, Pasolini ere sinbolotzat dudala aitortzen dut». (Pasolini, azaroan hil zuten, Joseba Sarrionandia, 1977-11-13).

Sarrionandia, beraz, Pasolini aldarrikatzen, bizpahiru pintzeladaz baino gehiagoz osatutako erretratuaren bukaeran.

San Telmo Museoan uda osoa eta aste pare bat gehiago ere egin ditu Pasolini Roma erakusketak. Bartzelonako Centre de Cultura Contemporània-k ekoitzia —Alemania, Frantzia eta Italiako beste kultur erakunde batzuekin elkarlanean—, hau bai zinez Pasoliniren bizitza eta figura poliedrikoaren deskubrimendua.

Hor dago Pasolini zinemagilea, bere musa Laura Bettirekin, bere aktore fetitxe Ninetto Davolirekin, Bertolucci bezalako lankide adiskideekin; ez galtzekoa bera eta Ana Magnaniren arteko elkarrizketa, Mamma Roma (1962) filmatu zuten garaian. Hor dago kontzientzia sozial eta politiko sakoneko gizon, artean gaztea, telebistarako elkarrizketa arrunt bat Erroman bizileku duen langile auzoaren deskripzio eta analisi bihurtzen duena.

Eta nolanahi ere, zinema Pasoliniren ertz bat besterik ez da; ezagunena bai, baina ez landu zuen bakarra. Adibidez, pintatu ere egiten zuen gizonak.

Idazteari dagokionez, berriz, beste deskubrimendu bat: friulerari egin zion ekarpena. Ama zuen Friulikoa, Susana Colusi, maistra. Friulik bere hizkuntza propioa du, baina Pasolini hartan idazten hasi zenean, batere prestigiorik gabeko dialektotzat zeukaten friulera —edo furlana— Italian.

«Zeren faszismoak —nire harridurarako- ez zuen ametitzen Italian tokiko berezitasunik eta burugogor traketsen hizkuntzarik egon zedin». (1943, Corriere del Ticino).

Hizkuntzari herri bat zegokion, herri zapaldu bat. Prejerapoeman (1944), herri horren alde egiten dio erregu Pasolinik Kristori: «Gure lurra kanpotarren esku egon da/ eta preso egin gaituzte beste lurralde batean./ Gazteak eta zaharrak jipoitu egin dituzte plazan,/ gure neskatxei ohorea kendu diete».

1945ean friuleraren akademia sortu zuen Pasolinik lagun batzuekin —Academiuta di lenga furlana—, eta haren ikurraren ondoan pasarte hau ezarri zuten: «Friulik, bere historia antzuarekin eta poesiarako irrikarekin, bat egiten du Proventzarekin, Kataluniarekin, Grisoiekin eta hizkuntza erromantzeko beste Aberri Txiki guztiekin».

Rittrato di Pasolini liburuan azaltzen ditu aurreko horiek Luigi Martinelli irakasleak, Pasoliniren biografia intelektual oparoa marraztuz. Eta hala ere, Pasolini hil zuteneko berrogeigarren urteurren honetan, oraindik haren hilketa argitu gabe dagoela konstatatzeaz aparte, bizpahiru pintzeladatako estereotipoa gailenduko da hedabideetan.

Gay asylum seekers face threat from fellow refugees in Europe

Rami Ktifan made a snap decision to come out. A fellow Syrian had spotted a rainbow flag lying near the 23-year-old university student’s belongings inside a packed refugee center. The curious man, Ktifan recalled, picked it up before casually asking, “What is this?”

“I decided to tell the truth, that it is the flag for gay people like me,” Ktifan said. “I thought, I am in Europe now. In Germany, I should not have to hide anymore.”

What followed over the next several weeks, though, was abuse — both verbal and physical — from other refugees, including an attempt to burn Ktifan’s feet in the middle of the night. The harassment ultimately became so severe that he and two other openly gay asylum seekers were removed from the refugee center with the aid of a local gay activist group and placed in separate accommodations across town.

As the largest flow of refugees since World War II streams into Europe, Ktifan’s case illustrates an emerging problem for gay and lesbian asylum seekers. Some of them arrive in Europe only to find themselves under threat from fellow refugees.

Gays who face official persecution in nations such as Iran and Uganda have been fleeing to Europe for years. But experts estimate that a record number of gays and lesbians seeking asylum, as many as 50,000, will arrive this year in Germany, the European nation accepting the largest number of refugees. Rather than leaving their home countries specifically because of anti-gay persecution, many are fleeing violence and war in nations such as Syria, Iraq and Afghanistan.

Once in Europe, gays and lesbians are herded along with other asylum seekers into cramped shelters and camps, where a number of them are exposed to serious harassment.

There are no official figures. But the Lesbian and Gay Federation of Berlin and Brandenburg, for instance, says it is receiving three to six cases a week in which gay asylum seekers have been victims of physical abuse, including sexual assault. Earlier this month, a 21-year-old gay Arab asylum seeker in Berlin was hospitalized after he was insulted and assaulted at the refugee center where he was staying. In the city of Dresden, an eastern German metropolis of 525,000, at least seven gay asylum seekers have been removed from shelters this year for their own safety.

Sensing a growing threat, officials in Berlin are seeking to open the city’s first refugee center exclusively for gays and lesbians. The Berlin gay federation, meanwhile, has rolled out a new campaign called Love Deserves Respect, putting up posters inside refu­gee centers showing three couples kissing — a man and a woman, two women and two men.

“Just like everyone else, with the refugees, there are good ones and bad ones, and there are those who are carrying homophobic attitudes from their homelands,” said Jouanna Hassoun, head of the Berlin gay federation’s migrant program. “Those attitudes won’t be abandoned immediately.”

Part of the debate

The incidents are fast becoming political lightning rods, playing into the broader debate in Germany over questions of how to integrate hundreds of thousands of new refugees and whether to start sending more of them back.

The majority of the newcomers are coming from nations in the Middle East and Africa with sharply different laws and social norms from Germany regarding, for example, gays and women. Even some on Germany’s political right — rarely seen as champions of gay rights — have seized on gay bashing as further evidence of the dangers of accepting so many refugees, many of whom may never fully embrace modern German values.

Many on the political left, while demanding protections for all refugees, concede that there is, at the very least, a steep learning curve ahead for newcomers to accept established norms in a country that is led by a female chancellor — Angela Merkel — and that offers legal benefits, if not full marriage, to same-sex couples.

“You must forget what you learned at home about what is right or wrong,” commentator Harald Martenstein recently wrote in the Berlin daily Der Tagesspiegel, addressing refugees. “You do not have to give up your culture, not that. But you must accept the equality of women. You must learn that homosexuals and Jews are just like everyone else. You must bear mocking and satire, even when it concerns your religion. . . . If you don’t accept these rules, you have no future here.”

Ktifan and two other men — Yousif al-Doori, 25, of Iraq, and Ahmed Suliman, 20, of Syria — said that initially they suffered only verbal abuse after word spread about their sexual orientation in a refugee shelter in Munich. But after they were relocated with other refugees to a longer-term facility in Dresden, things took a turn for the worse.

The majority of the newcomers are coming from nations in the Middle East and Africa with sharply different laws and social norms from Germany regarding, for example, gays and women. Even some on Germany’s political right — rarely seen as champions of gay rights — have seized on gay bashing as further evidence of the dangers of accepting so many refugees, many of whom may never fully embrace modern German values.

Many on the political left, while demanding protections for all refugees, concede that there is, at the very least, a steep learning curve ahead for newcomers to accept established norms in a country that is led by a female chancellor — Angela Merkel — and that offers legal benefits, if not full marriage, to same-sex couples.

“You must forget what you learned at home about what is right or wrong,” commentator Harald Martenstein recently wrote in the Berlin daily Der Tagesspiegel, addressing refugees. “You do not have to give up your culture, not that. But you must accept the equality of women. You must learn that homosexuals and Jews are just like everyone else. You must bear mocking and satire, even when it concerns your religion. . . . If you don’t accept these rules, you have no future here.”

Ktifan and two other men — Yousif al-Doori, 25, of Iraq, and Ahmed Suliman, 20, of Syria — said that initially they suffered only verbal abuse after word spread about their sexual orientation in a refugee shelter in Munich. But after they were relocated with other refugees to a longer-term facility in Dresden, things took a turn for the worse.

The harassment became so constant that, with the aid of local gay activists, Ktifan, ­al-Doori and Suliman were pulled out of the refugee center last month and installed in a small separate apartment near the city center. The dangers they faced, though, were nothing new.

Before fleeing for Europe, ­al-Doori said, he was kidnapped and held for two days in Baghdad by religious thugs who had tried to extort his family because he is gay. Ktifan said that in Syria he hid his sexuality from all but a select few and initially fled to Libya to escape his country’s civil war. But after a Libyan man tried to blackmail him for being gay, Ktifan said, he returned to Syria. As he grew increasingly fearful of Islamist extremists who were targeting gays and lesbians, he said he decided to join the exodus to Europe.

“We thought we were leaving that kind of treatment behind,” Suliman said. “But inside the refugee center, it felt like we were back in Syria.”

Widely differing views
Yet opinions among refugees regarding gays and lesbians differ widely and often are very nuanced. On a recent afternoon outside Berlin’s teeming main refugee registration center, some asylum seekers who were asked about their beliefs strongly denounced gays and lesbians and said they should not be tolerated.

Others, such as Ali Ahmad Haydari, a 25-year-old father of four who said he had lost two of his children during the war in Afghanistan, said accepting gay rights came with the territory of a new life in Europe.

“I don’t have a problem with that,” he said.“I like the freedom here. Everybody should live as they want.”

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In Europe, creating a post-gender world one small rule at a time

Gay rights in eastern Europe just took a big step forward

‘People in Europe are full of fear’ over refu­gee crisis

 

Italia se niega a reconocer el matrimonio de homosexuales casados en el extranjero

El juez encargado del caso es afín a movimientos homófobos

Las parejas homosexuales no sólo no pueden casarse en Italia, sino que si lo hacen en el extranjero -en alguno de los países donde es legal, por ejemploEspaña-, su unión matrimonial tampoco será reconocida en ese país. Da lo mismo que dispongan de la documentación que corrobore que son cónyuges.

Así lo ha dispuesto el Consejo de Estado italiano, a partir de una sentencia del Tribunal Administrativo Regional y después de que diversas parejas hubieran recurrido el hecho de que algunos ayuntamientos se negaran a registrarlas como matrimonio. Estas parejas han contado con el apoyo legal de Red Lenford, una asociación de defensa de los derechos de homosexuales y lesbianas, para llevar a cabo este recurso, con lo que el revés no podría haber sido mayor.

Aun así, la decisión no parece trigo limpio. El juez que se ha encargado del caso,Carlo Deodato, es afín a grupos homófobos, cosa que pone en entredicho la sentencia, y hace que la polémica esté servida. El juez se define en su cuenta deTwitter como “un jurista católico, casado y padre de dos hijos. Hombre libre y observador independiente de la política, la jurisdicción, las costumbres y la sociedad”. Sin embargo, en la práctica, el magistrado pertenece al Opus Dei y ha difundido en más de una ocasión mensajes de los denominados Centinelas en Pie, grupos informales que se manifiestan en la calle en contra de la aprobación de un proyecto de ley en Italia en contra de la homofobia.

El ministro de Interior italiano, Angelino Alfano, se ha mostrado satisfecho con la decisión del Consejo de Estado, y ha declarado: “El Consejo de Estado me da la razón en todos los sentidos: la ley italiana no prevé matrimonios entre un mismo sexo, por lo tanto, los registros realizados por algunos alcaldes son ilegales”.

La asociación Red Lenford ya ha anunciado que recurrirá la sentencia en los tribunales europeos, al considerar que el veredicto no es imparcial. Por otra parte, la decisión judicial genera todo un caos administrativo. Por ejemplo, el hasta recientemente alcalde de Roma, Ignazio Marino, había dado luz verde para el registro de parejas homosexuales que habían contraído matrimonio en el extranjero. Ahora resulta que dichas uniones no se considerarán legales, y habrá que anularlas del registro municipal.

El sacerdote que salió del armario pide al Papa que ‘deje en paz’ a los homosexuales

Envió una dura carta al Pontífice en la que asegura que la Iglesia está formada por curas “sin corazón, ni cerebro”

Krzysztof Charamsa, el prelado polaco que se confesó gay, en Barcelona

Krzysztof Charamsa fotografiado el pasado día 7 delante de la Catedral de Barcelona. ANTONIO MORENO

El sacerdote que hizo pública su homosexualidad a principio de octubre, el polaco Krzysztof Charamsa, envió una carta al Papa Francisco en la que le solicitaba que dejara “en paz” a los homosexuales y permitiera que al menos “los Estados civiles” puedan hacer la vida de gays y lesbianas “más humana”. “Con su Iglesia, ha conseguido que nuestra vida sea un infierno”, añade el religioso en la misiva, a la cual ha tenido acceso EL MUNDO.

La carta no podía ser más dura, aunque Charamsa muestra un gran respeto por el Pontífice en todo momento, e incluso le agradece algunas de sus palabras y gestos a favor de las personas homosexuales.

Pero también aclara que estas palabras no tienen ningún valor mientras se mantengan los ataques y el odio de la Iglesia hacia los gays, y no se anule la decisión del Papa Benedicto XVI de prohibir el acceso al sacerdocio a los hombres con tendencias homosexuales.

“El clero está lleno de personas homosexuales, y a la vez violentamente homófobas”, afirma el sacerdote en su carta, en la que también anima a otros religiosos a salir del armario, como él hizo el

3 de octubre, un día antes de que empezara el Sínodo de la familia en el Vaticano. Charamsa, de 43 años, hizo pública su homosexualidad en una rueda de prensa en Roma en la que se presentó con su pareja, el catalán Eduard Planas. Tras el anuncio, el Vaticano lo expulsó de la Congregación de la Doctrina por la Fe, de la cual formaba parte.

“Todos los cardenales, obispos y curas que son homosexuales deberían tener el valor de abandonar esta Iglesia deshumanamente insensible, injusta y violenta”, escribe Charamsa en su carta dirigida al pontífice. Asimismo le dice que los homosexuales no necesitan la “compasión que les promete la Iglesia”. “Nosotrosno somos ni los enemigos de la Iglesia, ni de la familia: ésa es la imagen falsa y ofensiva que la Iglesia ha creado de nosotros. Sólo buscamos desesperadamente ser respetados en nuestra dignidad y nuestros derechos”, asegura.

Charamsa no ahorra descalificativos hacia la Iglesia en su escrito.

Por ejemplo, afirma que la Iglesia se mantiene “petrificada en su fría y deshumana doctrina, sin misericordia ni caridad alguna”. O también dice que la “Iglesia es especialmente odiosa, y está formada actualmente por sacerdotes sin corazón, ni cerebro”. Y añade: “Dios respeta el misterio de la naturaleza humana que ha creado, en cambio la Iglesia odia toda aquella naturaleza humana que se distancie de su proyecto de poder y de dominio sobre el hombre y su sexualidad”.

En su carta, el sacerdote polaco también muestra preocupación por su madre, de quien dice tiene una “fe increíble y no tiene culpa de mis decisiones”. En concreto, Charamsa teme que la mujer sea ofendida por el hecho de que él haya hecho pública su homosexualidad. “En Polonia los católicos saben ser unos verdaderos maestros del odio, de la estigmatización y de la exclusión de los otros”, detalla.

Y por si todo esto no fuera poco, el religioso concluye su carta de la siguiente manera: “Las minorías sexuales tenemos derecho a vivir en dignidad, en el amor que la Iglesia obstinadamente quiere matar. Tenemos derecho a la vida familiar, aunque la Iglesia no quiera bendecirla”.

“La jerarquía católica está obsesionada con los asuntos sexuales”

JON O’BRIEN | PRESIDENTE DE CATHOLICS FOR CHOICE

Jon O'Brien, presidente de Catholics for Choice.

Jon O’Brien, presidente de Catholics for Choice.

Jon O’Brien cree que la jerarquía católica está cada vez más alejada de sus fieles y de la realidad social. Sobre todo cuando se trata de derechos sexuales y reproductivos. Católico irlandés de 50 años y presidente de la organización estadounidense Catholics for Choice(Católicos por el derecho a decidir), O’Brien aboga por la laicidad del Estado y critica duramente al Vaticano por su trato a las mujeres y los homosexuales. Pregunta. ¿Están enfrentando bien las jerarquías católicas el reto de adaptarse a la diversidad de los creyentes en las sociedades contemporáneas?Respuesta. Hubo un gran teólogo que una vez dijo: “El catolicismo se define por la unidad y la diversidad”. En otras palabras, no hay una Iglesia monolítica. Cuando voy a misa los domingos y miro alrededor veo ahí mismo una pareja de gais que mantiene una relación desde hace tiempo, una pareja de lesbianas que han adoptado un niño; hay también una pareja que se ha divorciado y se ha vuelto a casar. Usamos anticonceptivos y muchas mujeres han tenido abortos. Esta es la realidad de la Iglesia católica en la actualidad. La Iglesia no es un edificio en un lugar de Roma o de Madrid. La iglesia somos las personas, y las personas tienen una sexualidad muy distinta de la que la jerarquía católica pone tanto énfasis.P. ¿Sus doctrinas no se corresponden con la realidad?R. Los dos últimos papados, el de Juan Pablo II y el de Benedicto, estuvieron muy centrados en la zona pélvica, en los genitales, en la adherencia a una norma. Pero si preguntas a los católicos de cualquier parte del mundo en qué creen, cómo se comportan, la respuesta es muy diferente de lo que hace la jerarquía católica, las élites. Creo que esa es la realidad de la Iglesia. Han fallado en que los católicos les sigamos. Y no representan a los católicos de verdad, se representan a sí mismos. Así que cuando los obispos ahora van al congreso en Estados Unidos, a la ONU, al Gobierno de España para convencerles de que conviertan su teología en ley no nos representan.P. ¿Está la jerarquía católica cada vez más lejos de la calle?R. Representan una manera errónea de pensar. Y están obcecados en todo lo relacionado con los genitales y la zona pélvica. Pero hay varias razones por las que la jerarquía católica terminó con una ética sexual completamente fracasada. A veces tenían buenas intenciones, porque querían estar más cerca de Dios y tenían la idea de que aquellos que son célibes están más cerca de Dios. Pero el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Creo que la realidad actual es que si no das a alguien un preservativo para prevenir el VIH estás obrando mal, si impides a las mujeres acceder a abortos seguros tendrán abortos inseguros y si frenas el acceso de las personas a la contracepción tendrán embarazos no deseados. Esa es la realidad. La realidad es que los matrimonios se terminan. La realidad es que hay personas que son gais y católicas, así que hay que tratar con la realidad. El mundo real nos dice que la visión de los obispos es realmente errónea y ciertamente los obispos tienen derecho a mantener su visión.P. Pese a los avances sociales y cada vez más voces como la suya entre los fieles, la Iglesia católica no ha variado su postura contra el aborto, la anticoncepción o sobre homosexualidad.R. La jerarquía es la única que mantiene esa idea del catolicismo, y pone demasiado énfasis en ella. Creo que la mayoría de los católicos hemos seguido adelante con nuestras vidas. Yo sigo yendo a misa los domingos, al igual que lo hacen las mujeres que han abortado y usan anticonceptivos. No nos sentimos culpables. Sabemos que, como buenos católicos, podemos tomar una decisión basada en nuestra conciencia. El mismo centro de la enseñanza católica nos dice no solo que sigamos nuestra conciencia sino que “debemos” seguir nuestra conciencia. Y creo que las personas que usan anticonceptivos, que han abortado, que son gais y lesbianas están siguiendo su conciencia. Es algo entre ellos y Dios. Creo que la Iglesia es así hoy, y cada vez más.P. ¿Cómo deben ser las relaciones entre Iglesia y Estado?R. Nuestros obispos en España, Portugal e Irlanda deben dejar de reunirse con los políticos para decirles qué leyes quieren que se promulguen. Es inapropiado. Los actores religiosos pueden tener sus opiniones pero creo en un Estado verdaderamente laico. El Estado laico no es antirreligión, es neutral, tiene las leyes más justas y equitativas, que dan una gran protección a las personas religiosas, porque no pone ninguna fe sobre la otra.P. ¿Cree que la jerarquía católica interviene demasiado en las políticas de Estado?R. Sí, no hay ninguna duda de ello. Esos hombres presionan a los políticos para transformar sus creencias en leyes, aunque ni siquiera los católicos las siguen. Y vemos esto en todo el mundo, una y otra vez: las barreras a la anticoncepción gratuita, la lucha contra el matrimonio gay, contra el derecho al aborto. Si nos fijamos en Polonia, en España o en Irlanda, la batalla contra la igualdad de derechos de los ciudadanos desgraciadamente está encabezada muy a menudo por la jerarquía de mi Iglesia. Y no es fácil, pero los católicos debemos reaccionar porque cuando ves a alguien obrando mal has de decirlo. Debemos levantarnos y decir que esa manera de comportarse de la jerarquía y de la Iglesia es errónea, y que cuando hablan no hablan por nosotros.P. Hablemos del papa Francisco. Algunos lo han definido como un políticoR. Bueno, creo que hay algo verdaderamente genuino en este papa. Y es que es mucho más pastoral que político, mientras otros papas han tratado de hacer que los Gobiernos hagan esto o lo otro, él se preocupa verdaderamente de la condición humana. Pone más el acento en el cuidado de las personas, para que se sientan bien, vayan a la iglesia y no se sientan excluidas. Y eso es algo de agradecer, porque hemos tenido con demasiada frecuencia una Iglesia católica política y no pastoral. Y con esto no pretendo hacer ver que el papa Francisco esté de acuerdo conmigo en estos asuntos, pero está dando más amor y cariño que sus predecesores. Él es argentino, pero no creo que el papa Francisco sea Che Guevara, no lo es; pero puede que sea más como Gorbachov cuando tenía algo que decir.P. ¿Ha abierto un canal de comunicación y de cambio en la Iglesia?R. Él introdujo la idea de que las personas debemos hablar sobre qué tipo de sociedad tenemos. Quién sabe si los obispos con el papa Francisco van a ser más valientes y van a admitir que hay cosas en la jerarquía católica que son injustas. Una de ellas es el comportamiento de la Iglesia con las mujeres, a las que no trata con la dignidad y respeto, ni como iguales a los hombres.P. ¿Es esa desigualdad de género uno de los mayores problemas en la Iglesia?R. Creo que si la Iglesia debe resolver una injusticia es esa. La idea de que una empresa, por ejemplo Apple, que diga que mañana no va a tener ninguna mujer en los puestos de dirección sería una locura para su negocio. O para cualquier institución. Y creo que es una locura también para la Iglesia. Excluir a las mujeres de la Iglesia no es inteligente. Así que cuando los obispos se reúnen y hablan sobre los problemas de la mujer, su salud, su vida y el papel de la mujer en la Iglesia, creo que su postura es la de la mitad de la Iglesia.

P. ¿Qué supone que un prelado haya declarado públicamente su homosexualidad y, además, tener pareja?R. Uno de los secretos peor guardados de la Iglesia católica es que una parte importante del clero es gay. Agradecería una visión mejor informada sobre la homosexualidad en mi Iglesia. Nosotros, los fieles también agradeceríamos más sinceridad sobre el divorcio, el casarse por segunda vez, las mujeres que han abortado, las parejas que usan anticonceptivos. Hay toda una serie de asuntos que se deben poner sobre la mesa para el debate. Con este error de no hablar del mundo real, los pecados de omisión de la jerarquía católica van más de un cura gay en el vaticano que no pudo soportar la hipocresía y mentiras. La lista llega al mismo corazón de las enseñanzas de las enseñanzas católicas en asuntos conectados a la zona pélvica. Necesitamos que se haga justicia social, no solo sacerdotes gais hablando de sacerdotes gais.

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Ligar en tiempos modernos

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“Es un juego con recompensa”. “La experiencia es similar a la de ir a una tienda de pinturas a elegir colores”. “Abres la aplicación, miras las fotos y decides: esta sí, esta no. Te sientes Dios”. “Es marketingpuro y duro: pones tus mejores fotos para venderte”. “Es entretenido, divertido, emocionante”. “Mi sensación es que es Sodoma y Gomorra”. “Quedar es muy fácil. Follar es muy fácil. La gente está predispuesta. Los chicos y las chicas”. “Es tan fácil establecer relación que, si no va bien, buscas otra”. “Es una forma alternativa de conocer gente”. “Es sile, nole. Es brillante”.

Cada vez hay más solteros. En España, el INE registró el año pasado 4,4 millones de hogares unipersonales. Y la tendencia no parece que vaya a remitir. Además, los españoles son líderes europeos en uso desmart­phones: el 81% de los móviles son inteligentes, según un informe de la Fundación Telefónica. Internet –entre otras muchas cosas– ha facilitado que oferta y demanda se encuentren sin necesidad de intermediarios: compramos en eBay, buscamos alojamiento en Airbnb y ligamos a través Tinder, Happn, Badoo o AdoptaUnTío.

Grindr fue la pionera. Su fundador, Joel Simkhai, llevaba tiempo buscando una solución: él era gay, y siempre se preguntaba quiénes a su alrededor también lo eran. Había recurrido a webs para conocer chicos, pero sin resultados satisfactorios. En 2009 lanzó ­Grindr, una aplicación geolocalizada que permite, de un vistazo, ver perfiles de otros gais en la misma zona del usuario. Hoy la utilizan a diario más de dos millones de homosexuales en todo el mundo, desde Estados Unidos y España –su sexto mercado– hasta Irak o Ghana. Y Tinder, nacida en 2012, es la responsable de la popularización de las apps para ligar. Ninguna otra crece tan rápido. En 2010, plataformas como Badoo o AdoptaUnTío acomodaron sus sites alsmartphone, pero no dieron con el eureka de Tinder. Fundamentalmente dirigida a un público heterosexual, la clave de su éxito es la sencillez: solo hay que registrarse con el perfil deFacebook, seleccionar unas cuantas fotos, determinar el radio dedescubrimiento, el sexo y el rango de edad de los chicos o chicas a los que se quiere conocer, y empezar a mirar fotos. Sí. No. Sí. No. Con el movimiento de un dedo. Si se desliza a la derecha, te gusta. A la izquierda, no te gusta. Si la atracción es mutua, hay una coincidencia y se puede empezar a hablar. En España, según datos facilitados por Tinder, se producen 15 millones de movimientos dactilares (swipes, en inglés) al día. La app estadounidense, que opera en 196 países y está disponible en 30 idiomas, no proporciona cifras de usuarios, pero presume de haber superado los mil millones de coincidencias en su breve historia. Es la aplicación de la que habla todo el mundo. Un filón para monologuistas.

A finales de los noventa y principios de los 2000 surgieron webs de contactos como Meetic, Match, OkCupid o eDarling que, basándose en exhaustivos cuestionarios y algoritmos de recomendación, proponían personas compatibles con sus usuarios y permitían navegar entre montones de perfiles. Estas representan el modelo tradicional: el del agente inmobiliario con experiencia y profesionalidad como avales. En Estados Unidos, las plataformas dedating ganarán mil millones de euros –las apps, 550 millones– en 2015, según previsiones de la firma IBISWorld. En España los datos escasean y para encontrar una referencia del sector hay que remontarse a abril de 2012: en la presentación de su versión española, AdoptaUnTío valoraba el mercado en 40 millones de euros y destacaba su “importante potencial de crecimiento”.

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El nuevo modelo está liderado por las aplicaciones concebidas para elsmartphone y, por tanto, fáciles de utilizar. Ahora el cliente va solo alsupermercado: busca, compara y elige. La crítica recurrente a Tinder es su superficialidad. Unas cuantas fotos, la edad, una descripción de 500 caracteres –opcional– y una serie de intereses no bastan para tomar una decisión informada. “Es la vida real, pero mejor”, defienden sus fundadores. Sus perfiles proceden de Facebook, lo cual garantiza una cierta autenticidad, y además, como apuntaba Eli J. Finkel, psicólogo de la Universidad Northwestern de Illinois y estudioso de la evolución de las citas online enThe New York Times, Tinder se basa en la imagen, pero nosotros también: siempre hemos ligado con el que nos entraba por el ojo.

“Encuentra a quien te has cruzado”. Ese es el eslogan de Happn, aplicación que ya suma más de 350.000 usuarios registrados en España. Es la favorita de Pablo, informático de 24 años. “A veces voy por la calle y pienso: ‘A ver si por casualidad esa chica está en la app”. Él empezó a utilizar Happn y Tinder porque sus amigos lo hacían. Sentía curiosidad. ­Estas herramientas móviles han creado una audiencia completamente nueva: por primera vez chicos y chicas de 18 y 25 años, fundamentalmente residentes en un entorno urbano, se plantean utilizar servicios dedating.

Yago, madrileño de 44 años, separado desde hace ocho, probó sucesivamente Meetic, Badoo y, por último, Tinder. También sentía curiosidad, pero, como suele ocurrir al usuario habitual de los sitios de encuentros, sus oportunidades de conocer gente se habían reducido. “Mi grupo de amigos no me aportaba nada, estaban todos emparejados, y mi entorno laboral estaba muy condicionado por mi posición. Quería conocer gente sin compromisos. Para tomar una cerveza. Para ir al cine. No estaba pensando ni principal ni exclusivamente en sexo”. Conoció a su pareja actual a través de Tinder. “Ella tiene 26 años y era reacia a utilizar este tipo de apps, pero en su caso lo hizo porque parecía que estaba off si no tenía Tinder. Equivalía a no estar en el mundo”.

Torso desnudo, a la izquierda. Haciendo surf, a la derecha. Con perrito, a la izquierda. Con la ex cortada de la foto, a la izquierda. Con cinco amigos, a la izquierda. Con barba, a la derecha. Hiperguaperas, a la izquierda”. Tras la criba, a María, periodista de 32 años, le quedaron 220 coincidencias. Ella buscaba una relación y se puso un límite: tendría 10 citas, y si nada prosperaba, abandonaría Tinder y Happn. Pero rectificó. “Puedo haber quedado con 15, quizás alguno más, y repetido con 4”. Adicta al trabajo, al principio siempre quedaba a tomar algo cerca de su casa. Hasta que se aburrió y cambió de estrategia. “Siempre era la misma situación, las mismas preguntas, así que empecé a hacer planes. A uno me lo llevé a clase de trapecio”. Ahora ni siquiera tiene tiempo para ligar, pero se plantea volver a la carga en primavera. “Yo he llegado a quedar con cinco chicos en una semana y media, y he de decir que mi ratio de citas en la vida real no era así”. Es el punto fuerte de estas aplicaciones: multiplican las oportunidades, aceleran el proceso de conocer a alguien. Hay quienes chatean durante semanas para minimizar riesgos, otros en cambio se aventuran tras unas horas de intercambio de mensajes. A veces sale bien, otras no tanto, pero siempre asegura cómicas anécdotas con las que deleitar a amigos casados o en “relaciones eternas” –les fascina este nuevo mundo, coinciden los entrevistados–. Dos hits de tertulia: la “decepción” de Jessica (nombre supuesto), valenciana de 39 años, con David. Para ella, la música es una línea roja: es fundamental compartir gustos. Había mucha química, pero escuchaba Kiss FM, y cuando ella le comentó que le gustaba David Bowie, él contestó que prefería a David Guetta. O aquella vez en la que Enrique (30 años) triunfó en Grindr con una foto que se hizo con Manuela Carmena, actual alcaldesa de Madrid, durante la campaña de las elecciones municipales. “Fue la época de mi vida en la que más me han escrito: decenas de mensajes al día y la mayoría muy positivos. Solo dos me llamaron comunista… Entre otras cosas”.

La pujanza de las aplicaciones de citas constata, en opinión de Luis Ayuso, profesor de Sociología en la Universidad de Málaga, “una pérdida del pudor”. Nuestros abuelos se excitaban con el cancán y los adolescentes de hoy son maestros en el arte del sexting. En muchas ocasiones, añaden sus usuarios, también de modales. “Es muy duro: escribes a alguien y a lo mejor la foto de perfil les gusta, pero las siguientes no, y lo normal es que no te respondan. Hay quienes te dicen: ‘Disculpa, no es lo que me esperaba’, pero no es lo habitual”, cuenta Enrique. Él lo primero que hizo cuando estrenó su smartphone fue descargarse Grindr, pero ahora lleva cuatro meses sin utilizarla. “Si tienes tendencia a la baja autoestima, es un círcu­lo vicioso: llegas a casa y echas la red. Hubo una tarde que me tiré cinco horas y no quedé con nadie. Me enfadaba conmigo mismo, pero al mismo tiempo estaba buscando que me dijeran lo bueno que estaba. A mí estas aplicaciones me minan la autoestima: cuando las elimino me siento liberado”.

Tener una actitud más fría es parte del aprendizaje. Un signo de veteranía. “Necesitas una vida entera. Del chat de Tinder pasas al WhatsApp y tienes esa conversación más tu grupo de amigas, del trabajo, Instagram, Facebook. A ratos estresa”, asegura Jessica. “Al principio me tomaba más tiempo, pero ahora voy más al grano y, si no me interesa, directamente borro”. Eugenia, de 39 años, calcula que el 70% de sus relaciones han nacido en chats o aplicaciones. Las cuatro últimas surgieron en Wapa, una app para lesbianas con 200.000 usuarias activas (Wapo, para chicos gais, suma casi 350.000). “Al principio era una ilusa y me imaginaba en el altar con la chica con la que hablaba. Ahora, en cambio, soy muy distante”, explica. “Yo, por mi personalidad, siempre he tenido miedo al rechazo, pero en la app me da más igual”. Ella dice no, a ella le dicen no. Es parte del juego.

“Es como si no hubiese habido sexo antes de Tinder. Veo el consumo compulsivo propio de la novedad”, resume Jessica. El año pasado presenció cómo la hija de unos amigos abría sus regalos de Reyes. Retiraba el envoltorio, miraba el juguete unos segundos, lo apartaba y abría el siguiente. Para ella, esa imagen podría ilustrar el “desenfreno” que propician las aplicaciones. “Me descargué Tinder hace nueve meses porque buscaba una relación, pero no tardé en darme cuenta de que no era el medio que pensaba y cambié el chip. He aprendido a disfrutarlo, pero me encantaría regresar a lo tradicional. Es mucho más interesante. Lo triste de las apps es que no te tomas el tiempo de descubrir a la otra persona. No se da pie a profundizar”.

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Paul W. Eastwick, profesor de Psicología de la Universidad de Texas, ha dedicado buena parte de su investigación académica a entender cómo se inician las relaciones románticas y los mecanismos psicológicos que favorecen que las parejas permanezcan unidas. “Las aplicaciones y las webs de contactos hacen que la gente piense que tiene más opciones románticas y hay evidencia empírica que demuestra que tardarán más en comprometerse”, explica.

“Yo creo que sí que está cambiando nuestra forma de relacionarnos”, opina Yago, profesional delmarketing de 44 años. “Pero más en la forma que en el fondo, porque al final se acaba quedando y es lo de siempre. Pero en este primer paso se están produciendo cambios. Yo he tenido relaciones en las que, ante la primera crisis, una de mis respuestas ha sido volver a mirar Tinder. Son herramientas frívolas, pero no creo que esto las inhabilite para entablar relaciones duraderas. Una vez das con una persona con la que estás a gusto, tiene el mismo valor que la hayas conocido en una app, en la discoteca o en un curso de cocina”.

Enrique es menos optimista. “En Madrid y Barcelona se busca sexo. Directo e inmediato. Y es tan fácil conseguirlo cuando quieras y con quien quieras que es imposible iniciar relaciones. Conozco muy pocos casos de parejas que hayan salido de encuentros fortuitos vía appscomo Grindr o Wapo. La oferta es tan brutal que está todo muy devaluado”.

El pasado verano, la edición estadounidense de Vanity Fair publicóun polémico artículo que vaticinaba el “apocalipsis” de los encuentros románticos. Y la culpa era de las aplicaciones. De nuevo, Eastwick apela a la evidencia científica: “No está probado que la gente sea más proclive a establecer una relación seria o esporádica en función de cómo se conozcan. El lugar no tiene efecto alguno sobre la duración de la relación”.

María defiende que el cartel de “solo sexo” que se cuelga a Tinder es inmerecido. “Estoy muy cansada de que la gente piense que solo es para acabar en la cama. Me dicen: ‘Si buscas pareja, mejor métete en Meetic o eDarling’, pero yo tengo poco tiempo y no quiero rellenar cuestionarios. Tinder es más relajado, respondes o no respondes, apareces o no apareces. Me ha ayudado a quitarle hierro a las citas porque cuando estás soltero tienes pocas y cada una es un mundo. Para la primera, me depilé y maquillé, lavé el coche, me puse la mejor ropa interior. Y dos horas antes el tío me canceló. Aprendes, y a la sexta te pones rímel y a correr. Cuanta menos importancia le das, menos te duele. No es un fracaso: es parte del juego. Ha habido chicos que han desaparecido y otros con los que he repetido y han querido más. En mi experiencia, también se busca pareja. Me he encontrado a muchos como yo: workaholics con todos sus amigos casados con hijos o emparejados”, precisa.

En Usos amorosos de la postguerra española (Anagrama), Carmen Martín Gaite relata la historia de una señorita, de Palencia o de Valladolid, “que le había aguantado al novio tal cantidad de desaires y de humillaciones que nadie se explicaba cómo no lo mandaba a paseo”. El día de la boda, tras el sí de su prometido y esperándose de ella idéntica respuesta, espetó un rotundo “¡No, señor!”. Perpetrada la venganza, se volvió ante los allí presentes y aclaró: “¡Y si he llegado hasta aquí es para que sepan todos ustedes que si me quedo soltera es porque me da la gana!”. En el libro, tejido a base de hemeroteca y recuerdos personales, Martín Gaite describió cómo éramos. Sobre todo, cómo era ser mujer en esa España. Si el marido era infiel, que lo hiciera de tapadillo, así nada pasaba. El divorcio no existía: era cosa de rojos. Las jovencitas que se metían a monja recibían admiración; las solteronas, piedad y desdén. Los trabajos que alejaran a la mujer del hogar eran un “peligro disolvente”. A la hora de casarse, se aconsejaba a las muchachas que no eligieran a un “jovencito inexperto”, sino a un hombre “vivido”. Ellas, por supuesto, debían llegar vírgenes al matrimonio. Sumisión y sonrisa.

Afortunadamente, esa es una cultura tradicional que vamos dejando atrás”, apunta el profesor Ayuso. “Las nuevas generaciones de mujeres están más formadas y, por tanto, son más abiertas. Pero además ahora tenemos a la abuela, educada para el matrimonio, que le dice a su nieta: ‘Oye, no se te ocurra casarte, ten muchos amiguitos, pero sé siempre independiente’. Hay un verdadero cambio social”. Sin ese paso adelante, subraya, hoy no estaríamos hablando de aplicaciones. En Happn, que el pasado mes de junio cumplió un año en España, el 60% son hombres y el 40% mujeres. Por edades, los solteros más activos son los de 18 a 25 años, que representan la mitad. El 40% restante tiene entre 26 y 35, y las franjas de 36 a 45 y mayores de 46 suman el 7% y el 3% respectivamente, según datos facilitados por esta app francesa. En ­AdoptaUnTío, quizá por su política de ladies first, la proporción se equilibra: 50-50 y las edades más comunes son las comprendidas entre los 18 y los 35 años. Un inciso: no solo hay solteros en estas plataformas. Según un estudio reciente de GlobalWebIndex, consultora especializada en consumo digital, el 42% de los usuarios de Tinder no lo estaban. Al menos, no sin compromiso. La aplicación reaccionó rebajando el porcentaje: según sus datos, solo les constaba que el 1,7% estuvieran casados. ¿Cómo detectarlos? No ponen foto en sus perfiles o, si lo hacen, se cuidan de que no se les reconozca, explican varios entrevistados. También, añaden, existe otra categoría: los que solo se dan de alta para jugar. Una vez más, los infieles saldrían malparados de producirse un caso de hackeo como el de ­Ashley Madison. Pero a los que no tienen pareja no les preocupa en exceso ni la privacidad ni el uso que se haga de sus datos. “Todos ligamos” es la respuesta más repetida. “Y cada vez más gente utiliza las aplicaciones para hacerlo”. No existe el estigma que antaño se asociaba a los sitios de citas, pero los usuarios de estas apps quieren controlar la información: en un grupo de WhatsApp de sus amigos detallarán sus aventuras, pero en Facebook serán más cautos porque entre sus amigos está tanto el profesor de yoga como el tío de Málaga.

“Yo creo que es precisamente el equilibrio de roles lo que ha hecho que este tipo de herramientas hayan despegado”, señala Yago. “Estuve un par de meses en Meetic, Badoo apenas lo utilicé y cuando llegué a Tinder me encontré con mucha más proactividad por parte de las mujeres. Mi chica es muy joven y en su entorno de amigas de su edad, 26, 27, 28 años, utilizan Tinder para tener sexo. Ni se cuestionan que no pueda ser una vía tan buena como cualquier otra para una relación estable, pero no tienen reparos en utilizarla para sexo”.

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Tras salir de una larga relación, Carlos, madrileño de 33 años, vivió su año “de libertinaje”. Se dio de alta en Badoo –su red mundial supera los 267 millones de usuarios, aseguran, pero no facilitan datos de España– y AdoptaUnTío. Esta última, de origen francés, fue la que más utilizó porque él prefiere “dejarse querer”. En este “supermercado de las citas” son las mujeres quienes eligen. Ellos solo pueden enviar “hechizos” para llamar su atención, pero únicamente podrán conversar si ellas los compran. Nunca antes. “Te levantabas por la mañana y tres chicas te habían metido en la cesta. ¡Te subía el ego y la moral!”. En total, echa cuentas, quedó con unas 30 o 40 mujeres. “Fue una época graciosa y divertida. De no parar”, rememora. Su semana álgida tuvo cuatro encuentros. Las de tres –con chicas distintas– eran habituales. Su impresión es que los hombres no son los únicos cazadores. “Quizá todavía un poco más, pero se está igualando casi al 50%”. Sí son los que, lamenta, tienen el comportamiento más reprochable. “Me impactó que muchas chicas, al final de la noche, me confesasen que estaban sorprendidas de que fuera un tío normal. Contaban auténticas barbaridades”. El envío espontáneo de fotos de los genitales ya casi ha alcanzado la categoría de chiste (de mal gusto) entre las usuarias de servicios de dating.

El amor romántico nació en el siglo XVIII en Occidente y desde entonces ha sufrido distintas transformaciones. Si antes su máxima expresión era el matrimonio para toda la vida, ahora lo es la monogamia sucesiva. “Los cambios son consecuencia de la tensión entre el deseo de individualidad y el de fusión en una pareja y del ensalzamiento de la elección continua en todos los ámbitos de esta sociedad de consumo”, afirma Jordi Roca, profesor de Antropología de la Universidad Rovira i Virgili. “De ahí el modelo actual tan generalizado de la sucesión de relaciones, posible gracias a la normalización del divorcio. Dicho esto, no es el fin del matrimonio: la mayoría de personas que se divorcian reincide. Y en muchos casos cada nueva unión es pensada y deseada como definitiva”.

Pero si en la actualidad el matrimonio para toda la vida pierde adeptos, el ideal romántico sigue siendo hegemónico. Y, según Roca, “contribuye en gran medida a la mo­nogamia sucesiva. Son tantas y tan elevadas y tan poco realistas las expectativas que transmite el amor romántico que difícilmente puede evitarse la frustración y el desengaño tras unos años, algunos estudios cifran un promedio de siete, de relación”.

Y Tinder y compañía son alumnos aplicados de la teoría y práctica del amor: explotan el ideal romántico –Happn se cimienta en el amor a primera vista– y, al mismo tiempo, satisfacen la necesidad periódica de encontrar pareja.

Entonces, ¿acabarán estas herramientas con el amor, como anticipan los agoreros? “La tecnología no genera pautas sociales. La gente ya no cree en el ‘para toda la vida’ y busca cosas más prácticas, más a corto plazo, y ahí entran estas aplicaciones”, opina Cristina Miguel, profesora ayudante en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Leeds, que está a punto de presentar su tesis sobre la intimidad en la era de la redes sociales. Roca está de acuerdo, pero añade una reflexión: “Las aplicaciones y sites de ligue cuestionan varios mitos del amor romántico. El mito del azar, del carácter fortuito del encuentro de pareja; el de la media naranja, es decir, solo hay una persona en el mundo a la que estamos destinados y a la inversa; y el del amor ciego y no calculado, ahora sustituido por la elección razonable e interesada”.

Según Felim McGrath, analista de GlobalWebIndex, “las aplicaciones para ligar se han propagado muy rápidamente, pero las webs de contactos están muy consolidadas, así que todo parece indicar que seguirán siendo relevantes durante un tiempo”. El conglomeradoIAC/InterActive aglutina a algunas de las más importantes: OkCupid, Meetic, Match, Tinder. Si el futuro pertenece al modelo tradicional o al de Tinder, tanto da. El hábito se consolida y las personas que quieren conocer gente utilizan varias herramientas a la vez. Cuantas más opciones, mejor.

Víctor (26 años) tiene un smartphone desde hace poco. Pero utiliza OkCupid desde hace un par de años. “Es otra parte del pastel”, justifica. ¿Por qué limitarse a su círcu­lo de amigos o de trabajo? “Yo no he relegado el ligar a lo virtual. Simplemente lo sumo. Y mucha gente lo hace”. Él ahora está “quedando” con una chica a la que seguía en Twitter. Enrique, que lleva cuatro meses sin Grindr, conoció a su chico en la verbena de la Paloma.

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El cura que declaró ser gay acusa al clero de “violentamente homófobo”

El prelado Krysztof Charamsa (izquierda), durante la comparecencia ante la prensa junto a su pareja, Edouard, en Roma

El prelado Krysztof Charamsa (izquierda), durante la comparecencia ante la prensa junto a su pareja, Edouard, en Roma. / TIZIANA FABI (AFP)

Krzysztof Charamsa, el prelado que declaró públicamente que es gay y tiene pareja, ha cargado duramente contra la jerarquía de la Iglesia católica. En una carta enviada al papa Francisco, acusa al Vaticano de hacer “un infierno” la vida de millones católicos homosexuales de todo el mundo. Charamsa, que tras al anuncio fue despojado de sus cargos, critica también a la jerarquía católica por “perseguir” y provocar un “sufrimiento inconmensurable” a los católicos gais y sus familias.

El prelado, polaco de 43 años, afirma que el clero católico está “lleno de homosexuales” pero que es también “violentamente homofóbico”, según cuenta la BBC, que ha tenido acceso a la misiva. En ella, pide a “todos los cardenales, sacerdotes y obispos gais” que tengan “el valor de abandonar esta Iglesia insensible, injusta y brutal”.

Charamsa, que era oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe –el antiguo Santo Oficio– y secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional del Vaticano, escribió la carta hace unas semanas; el mismo día en el que compareció públicamente en Roma para hablar de su homosexualidad y donde presentó a su novio.  En la carta, explica al Papa sus razones de contarlo y dice que tras un “periodo largo y atormentado de oración y discernimiento” tomó la decisión de “rechazar públicamente la violencia de la Iglesia hacia los homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y personas intersexuales”.

El polaco agradece al papa Francisco algunos de sus gestos y palabras sobre los homosexuales —“¿Quién soy yo para juzgar a los gais?”, dijo por ejemplo el Pontífice en 2013—, pero a la vez indica que esos gestos quedarán en nada si no se retiran todas las declaraciones de la Santa Sede ofensivas y violentas hacia los homosexuales.

El anuncio de Charamsa, sacerdote desde 2003, desató una fortísima polémica en el Vaticano. Su declaración pública, además, fue un día antes de la reunión de 270 padres sinodales –obispos, cardenales, religiosos y expertos— para tratar los nuevos modelos de familia, el prelado polaco quería, efectivamente, sacudir el debate: