La guía de Miren, la niña trans que mostró a sus padres qué hacer en cada momento
Los progenitores de una menor de cinco años piden con una carta dirigida a los padres de los niños de su ‘ikastola’ que respeten la decisión de su hija
“Este viernes, 4 de mayo, Miren va a dejar de ser Miren solo en casa: también va a ser Miren en la ikastola, en la plaza, en el parque, en el cine…, y en los lunes de otoño que llueva, y los jueves de invierno que nieve”. Los padres de una niña trans de cinco años que vive en el País Vasco han relatado a través de una carta dirigida a otros padres de su escuela cómo su hija les ha guiado, marcando los tiempos y decidiendo qué hacer en cada momento, hasta pedirles que la llamen Miren y no por el nombre masculino que decidieron “erróneamente” al nacer. El padre, con el que se ha puesto en contacto EL PAÍS, ha pedido que no se faciliten datos personales que puedan identificar a su hija. Los nombres de pila han sido cambiados. Con el escrito, en el que muestran su inmensa gratitud a la labor realizada por el colegio —”nos equivocamos al asignarle el sexo, pero no al elegir la ikastola“—, animan al resto de progenitores a que respeten la decisión que su hija ha adoptado “libre y felizmente” y a que la traten como lo que es y quiere ser: “Una persona normal y feliz”.
Los tres años de recorrido de la familia de Miren aparecen resumidos en una emotiva carta de siete párrafos y una posdata. El escrito ha circulado en los últimos días por las redes sociales sin que los autores lo hayan autorizado, según asegura el padre. En el texto, los padres viajan hasta el nacimiento de Miren y reconocen que “hace ya cinco años y un mes” se confundieron cuando pensaron que era un chico. “Le pusimos de nombre Jon y le traspasamos la ropa de su hermano, y no la de su hermana… ¡Cómo no íbamos a equivocarnos si le asignamos su sexo fijándonos únicamente en sus genitales!”, detallan. A pesar de ello, reconocen que se dieron cuenta “muy pronto” de su equivocación. “No sabríamos precisaros exactamente cuándo, si al año, al año y medio o a los dos años, pero muy pronto vimos, supimos y comprendimos que Jon, como le llamábamos entonces (y como le hemos estado llamando hasta hace escasos días), era una niña. Una niña con pene, es cierto. Ni la primera ni la última. Pero una niña”.
“Ni neska naiz” (Soy una niña). Los padres de Miren jurarían que esta fue la primera frase con sujeto, verbo y predicado que construyó su hija. “Una frase que no ha dejado de pronunciar un solo día desde entonces, y habrán pasado ya unos tres años… o más”, precisan. “En todo este tiempo, y tras superar las lógicas dudas iniciales, siempre hemos visto y querido a Jon como una niña, pero hemos respetado sus ritmos y sus tiempos. Si a los mayores en ocasiones nos cuesta tanto decidir qué zapatos ponernos o dónde ir de vacaciones, cómo no le va a costar a una niña de cuatro o cinco años decir a todas las personas que conoce que están equivocadas, que ella no es un niño sino una niña, y que si tiene pitilínes porque hay otras muchas niñas que también lo tienen, del mismo modo que hay niños que tienen vulva, y que a partir de ahora quiere que la llamemos por su verdadero nombre, que es Miren, y no por el que por error le asignaron su aita y su ama…”, continúa la carta.
Los padres relatan cómo la pequeña “ha marcado los tiempos” y se ha ido abriendo cuando se sentía segura. “Ella ha decidido qué hacer en cada momento. Nosotros nos hemos limitado a acompañarla, a arroparla, a comprenderla, a quererla y a hacerla sentirse acompañada, arropada, comprendida y querida. Al principio, solo se manifestaba como chica cuando se sentía protegida, en espacios de confort: nuestra casa, la casa de aitite (abuelo) y amama (abuela), el baserri de amama (caserío de la abuela), donde izeko (la tía) y osaba (el tío) o de vacaciones, donde nadie sabía si era Jon, Miren, niño, niña”.
El siguiente paso la llevó a vestirse “como lo que se siente y como lo que es, una niña”. Miren “aprovechó aquellas ocasiones en las que ella, observadora, detectaba que la gente se vestía de forma… especial”, como fiestas patronales o periodos de vacaciones. “Pasaba automáticamente a ser Miren en el preciso instante en que se sentía a salvo del ‘qué dirán’, en cuanto se sentía acompañada por las personas que ya conocíamos su ‘secreto’: “Ni neska naiz” (Soy una niña)”. El último paso, lo dio en Semana Santa, mientras estaban de vacaciones. Fue entonces cuando pidió que la llamaran Miren. “Pero, en un principio, solo los de casa. En la Ikastola y en la calle, un poco más tarde. Sin prisa”.
En cuestión de un mes, los padres han recabado información y opiniones para afrontar de la mejor manera esta nueva situación. “Hemos escuchado a profesionales, expertos y miembros de las asociaciones que trabajan en este ámbito”, explican. Aunque Miren había previsto anunciarlo a sus compañeros de clase un viernes, terminó haciéndolo un miércoles y, según el testimonio de sus padres, dar a conocer su decisión la hizo “la persona más feliz del mundo”.
Para terminar y como posdata, los padres de Miren reconocen que tienen un gran lío en casa con el tema de los nombres y quitan importancia a que se produzcan equivocaciones. Con todo, garantizan que “la práctica ayuda”. “Cuantas más veces dices Miren, más quieres a Miren. Pruébalo y verás”, animan en un escrito en el que apelan a valores como el respeto, la solidaridad y la generosidad.