Un arcoíris sobre Polonia

Robert Biedron, en la manifestación del día de la Mujer

Robert Biedron, en la manifestación del día de la Mujer. / M. FLUDRA (CORDON PRESS)

Nadie escucha a los artistas. Aunque Julita Wojcik repitió hasta el agotamiento que su Arcoíris representaba la armonía y la tolerancia y no específicamente el movimiento homosexual, demasiados en Varsovia no la oyeron. La obra, un arco de flores artificiales plantado en la plaza Zbawiciela de la capital polaca, ha sido quemada cuatro veces desde su construcción en 2012. Hasta que Wojcik se cansó y cambió su discurso: si no os gustan los homosexuales, mi arcoíris simbolizará ahora su lucha por el respeto.

La comunidad gay ha ido abriéndose paso en un país orgullosamente tradicionalista. Uno de los incendios del arcoíris, durante una manifestación el Día de la Independencia de hace dos años, enfrentó a Polonia a una imagen de sí misma de la que no se sintió orgullosa. El Ayuntamiento aseguró que el monumento sería reconstruido las veces que hiciera falta y para los más progresistas se convirtió en un símbolo de la falta de respeto por la diversidad en un país en el que el 86% se declara católico practicante, por oposición al 45% de la muy católica Irlanda.

Cada conquista de los homosexuales ha comportado tragos amargos. En 2011 un diputado gay y una transexual fueron elegidos parlamentarios. Entonces Lech Walesa, padre de la Polonia moderna y Premio Nobel de la Paz, les pidió que se sentaran en la banca del final “o incluso detrás de una columna”. Nada hacía prever el gran salto de este año, cuando Robert Biedron, ese mismo diputado gay, ganó la alcaldía de la ciudad de Slupsk (97.000 habitantes) en el norte del país. Polonia tiene su primer alcalde públicamente homosexual.

Mariusz Kurc no sólo es amigo de Biedron, también dirige la revistaReplika, dedicada a la visibilización de los homosexuales. “Robert es un hombre de izquierdas que comenzó como activista LGBT [Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales] y que brilló como parlamentario. Slupsk lo ha reconocido por su eficacia, no por su orientación sexual”, cuenta en un café de la capital.

El impacto de este político ha sido tal que Mariusz habla de efecto Biedrot: “Antes de cada elección mi revista propone a los políticos gais que salgan del armario. En años sólo cinco lo hicieron pero, en las últimas municipales, gracias al tirón de Robert, hubo 20”.

Pequeños gestos kamikazes impulsan la liberación del colectivo. En los últimos meses a Mariusz le ha sorprendido que en la página Facebook de su revista muchos jóvenes cuenten que han acudido al baile del fin de bachillerato con una pareja del mismo sexo. “Al principio de la ceremonia se baila una polonesa en la que hombres y mujeres forman dos filas. Imagínate a esa chica con un vestido que está esperando a su novia en mitad de una fila de chicos trajeados”.

Las explicaciones para este lento cambio social abarcan la economía, la moral e incluso la geopolítica. Varias conversaciones con ciudadanos y analistas recuerdan que la homofobia se ha convertido en una bandera de la Rusia de Putin y que el este de Europa debe apostar por todo lo que no huela a putinismo. De forma más sobria, Agnieszka Lada, del Instituto de Asuntos Públicos, explica que la tendencia entronca con la apertura internacional del país. “La integración europea está influyendo sobre las costumbres. Los polacos viajan mucho y ven cosas que suceden en el extranjero. Eso amplía su tolerancia”.

Pero enfrente queda un rival fabuloso. La todopoderosa Iglesia católica siente estos cambios como un desafío a su influencia en un momento en el que desde la proliferación de publicaciones anticlericales a cierta (mínima) desafección de los jóvenes cuestionan la legitimidad de la religión para regirlo todo, por mucho que la mitad de los polacos afirmen pasar por el reclinatorio una vez a la semana. Esa es la razón de que, en la campaña que ha precedido a la votación de hoy para elegir un nuevo presidente para el país, la curia haya multiplicado las llamadas contra la tentación, apoyando abiertamente al partido ultranacionalista Ley y Justicia (PiS, en polaco). El arzobispo Henryk Hoser incluso ha avisado de que Polonia está en un proceso de “zapaterización” hacia la pérdida de valores.

En un desvencijado barrio popular de Varsovia en el que se venden trajes de novia de raso en los mercados y hay pequeños altares con vírgenes en las esquinas, esta amenaza a los valores tradicionales parece menos inmediata. En la puerta de una sede del PiS, Adam busca votos para su candidato presidencial, Andrzej Duda, que probablemente pase a segunda ronda contra el liberal e igualmente católico Bronislaw Komorowski. El local es muy modesto y lo presiden una cruz, un águila imperial polaca y un retrato de Juan Pablo II. Adam, 57 años y empleado de seguridad, desgrana el programa de su formación: una amalgama de reivindicaciones en defensa de las capas sociales desfavorecidas y el carácter cristiano del país. “Europa quiere destruir la religión como ha hecho en Francia o Inglaterra. Aquí ha empezado, pero lo vamos a parar”, explica. El PiS está obsesionado con el aborto (que no es legal), la píldora anticonceptiva y la natalidad, de las más bajas de Europa con 1,23 niños por pareja. Para revertir esa tendencia, entre sus recetas incluye subvenciones por el segundo hijo, guarderías gratis y bajar los impuestos para la ropa infantil.

No se trata de un problema menor. La preocupación por la caída de nacimientos la comparten todos en el país: desde los liberales económicos a los izquierdistas más recalcitrantes. Coinciden en identificarla con el trabajo femenino, los matrimonios más tardíos o la pérdida de interés en los patrones de pareja clásico, pero todos los que quedan a la derecha y a la izquierda de los liberales (en el poder) subrayan que es también un resultado directo de la precariedad a la que se enfrentan los trabajadores peor remunerados. Basta preguntar a una joven limpiadora en la Universidad para confirmar que el diagnóstico puede ser acertado: “Yo querría, pero es difícil tener una familia. Duda y el PiS hablan mucho de ella, y por eso los voy a votar”, cuenta. La mujer no quiere dar su nombre porque, tras años de contratos basura, al fin ha conseguido uno fijo.

Mientras el país se enfrenta a cambios sociales que lo alejan de su rígida tradición, el Arcoíris incendiario se levanta en la plaza entre los jóvenes que beben en los modernos bares de alrededor. Sus flores de plástico son el último test de Roschard nacional. Unos lo miran y ven en él la Sodoma que llega, otros la intolerancia que no se va. También hay quien piensa que habla de cosas más íntimas, como los nervios de una chica entre una fila de corbatas, esperando su turno para coger por la cintura a otra mujer y salir a bailar.

Un ‘tigre’ contra la discriminación

Los avances no deben llamar a la confusión. No se trata sólo de que en la ultramoderna Varsovia la visibilidad gay sea nula: en Polonia el colectivo no tiene derecho a las uniones civiles y los comentarios homófobos de políticos y figuras públicas son una constante. En muchas otras materias, como el aborto, con una legislación muy restrictiva y decenas de miles de mujeres que viajan a otros países de la Unión Europea para interrumpir su embarazo, la influencia de los sectores más tradicionales es incontestable.

Una decena de iniciativas para impulsar una ley a la que se pudieran acoger las parejas del mismo sexo ha terminado en fiascos parlamentarios. Los analistas más críticos aseguran que toda la influencia que la Iglesia ha comenzado a perder en la calle respecto a temas relativos a la vida privada la mantiene en las esferas de poder, donde desde el fin del comunismo ha desempeñado un papel fundamental.

“Hay gestos que se agradecen”, reconoce Marius Kurc, “pero hace 11 años era más optimista sobre los cambios. Aquí los gais tienen miedo. En muchos sitios no puedes decir que lo eres, y ni siquiera en la capital es posible coger de la mano a tu pareja”, apunta.

En este contexto, ha sido notable el impacto de campañas como la del popular boxeador Dariusz Michalczewski, conocido como El Tigre, en la que se declaraba un aliado del movimiento homosexual y pedía el derecho a adopción del colectivo, un tabú sobre el que, por el momento, ni se discute en el país.

El obispo Munilla cree ‘malévolo’ que se le atribuyan párrafos que son de la coautora del libro

IGLESIA Polémica por el libro ‘Sexo con alma y cuerpo’

El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, en la presentación de una pastoral. ARABA PRESS

El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, en la presentación de una pastoral. ARABA PRESS

El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha criticado hoy que se hayan “descontextualizado” algunos párrafos de su libro Sexo con alma y cuerpoy ha considerado “malévolo” que se haya puesto en su boca afirmaciones que son de la coautora de la publicación Begoña Ruiz Pereda.

En declaraciones a Radio Euskadi, Munilla se ha referido en estos términos a frases del libro en las que se incidía en el carácter “cíclico” de las mujeres que afectan a su humor y que provocan que algunas “les de por la actividad o por la limpieza”.

El prelado asegurado que esto no lo dice él sino Ruiz Pereda y ha remarcado que “es un párrafo integrado en toda la descripción que ella, como mujer, hace compartiendo con el resto de mujeres a las que se dirige”.

En este sentido, ha subrayado que le parece “malévolo” poner esas afirmaciones “en labios del obispo”, aunque ha reconocido que al escribir un libro sobre este tema “ha metido el dedo en un enchufe que tiene electricidad”.

A su juicio, el libro supone una denuncia de que existe una dictadura, “una pinza entre la ideología de género y la industria del sexo” por la que se está pasando de “del pan y circo al fútbol y sexo”.

Ha indicado que se acusa a los obispos “de estar aislados” y que existe un “riesgo” cuando un prelado trata de explicar las cosas fuera de sus ámbitos de sacristía, pero también existen oportunidades.

Munilla ha señalado que “el sexo está siendo utilizado como un método de sometimiento de las conciencias” y ha advertido de que en la actualidad “se está consiguiendo que los esclavos sientan placer en serlo” ya que “a través de las adicciones del sexo y la pornografía se están manipulando las conciencias y quitándonos la libertad”.

Un observatorio vigilará la violencia por identidad y orientación sexual

Celebración de la aprobación de la ley catalana contra la homofobia el pasado 24 de octubre

Celebración de la aprobación de la ley catalana contra la homofobia el pasado 24 de octubre. / ALBERT GARCÍA

Los ministerios de Sanidad y de Interior han presentado esta mañana el Observatorio contra los Delitos por Orientación en Identidad Sexual, ya rebautizado como contra la LGTB-Fobia (LGTBcorresponde a lesbianas, gais, transexuales y bisexuales). La medida —similar a la que se tomó en su momento con la violencia de género— servirá para conocer al detalle una situación a la que el último informe sobre delitos de odio del Ministerio del Interior puso en cifras: de los 1.285 delitos de odio (ataques o agresiones por raza, identidad sexual, orientación sexual, sexo, país de origen, discapacidad), el 39,9% se cometieron por motivos de orientación (a gais, lesbianas y bisexuales) e identidad sexual (a transexuales). El 37% fue por racismo y xenofobia, el 15,5% contra discapacitados, el 4,9% contra creencias y prácticas religiosas, el 1,9% por antisemitismo, y el 0,9% por aporofobia (contra los pobres).

En el acto han participado el secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez; la secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Susana Camarero Benínez; el juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska; el presidente del Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, y otros representantes de diferentes asociaciones y colectivos.

Los colectivos están muy preocupados por el aumento de estos ataques que perciben y que, además, en muchos casos se producen a jóvenes. Estos muchas veces asumen la igualdad legal con la social, y resultan agredidos cuando se manifiestan. El último caso fue elataque repetido a cuatro chicos en Madrid, la madrugada del 28 de abril.

Uno de los objetivos del observatorio, auspiciado por el colectivo Colegas, es que los agredidos denuncien. Según los datos de los representantes de Interior y Sanidad, solo acude a comisaría un 10% de los atacados. “El dar a conocer esta realidad, dar a conocer los delitos de odio y que se hable de ello ayuda a la gente y es construir sociedad”, ha dicho Grande-Marlaska. “Hago un llamamiento a que nadie se quede callado. Que todo el mundo denuncie porque eso es lo que necesitan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para actuar”, señaló el secretario de Estado de Seguridad. El observatorio contará con una web, stoplgtbfobia.org.

Pero el observatorio nace con una traba. La principal federación LGTB de España, la FELGTB, está fuera. “No tenemos conciencia de que haya nada detrás”, afirma su presidente, Jesús Generelo. La FELGTB no “entiende” a qué viene este anuncio, cuando ellos llevan un año trabajando precisamente con el Ministerio de Sanidad en un proyecto, Redes contra le Odio, que otro observatorio.

Al margen de la precipitación o interés electoralista de este anuncio, y de su posible duplicidad, la inquietud por la homofobia es clave en los colectivos. Por ejemplo, estuvo muy presente en el debate que con representantes de los seis partidos políticos con mayores opciones de obtener representación en la Comunidad y la ciudad de Madrid (PP, PSOE, IU, UPyD, Ciudadanos y Podemos) organizó el Colectivo de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam) el pasado lunes. De hecho, la reunión empezó con el mensaje de apoyo de Sofía Miranda (Ciudadanos) a los cuatro jóvenes agredidos. En él todos los representantes propusieron, al nivel de sus competencias, la elaboración de una ley contra la discriminación por orientación e identidad sexual, aunque esta “debería ser estatal”, dijo el representante de UPyD, Gabriel López, candidato a la Asamblea de Madrid.

Era la primera vez que a uno de estos debates —que Cogam intenta organizar periódicamente— acudía un representante del PP, Ángel Garrido, número dos en la lista para la Asamblea de Cristina Cifuentes. Garrido admitió que su partido “arrastra una losa de una actitud” respecto a los ciudadanos LGTB “que no ha sido la más adecuada”, e insistió en recalcar el perfil más abierto de Cifuentes y él. “Fue un error nuestro recurso al Constitucional” contra el matrimonio igualitario, dijo.

Ese tono llevó a los representantes del PSOE y de IU (Carla Antonelliy Julián Sánchez) a optar por “mirar el futuro” y no insistir en posturas del PP en el pasado, como su repetida oposición a que se elabore una ley integral para las personas transexuales, que incluya una discriminación laboral positiva, defendió Antonelli, y que el PP ha frenado en la Asamblea de Madrid esta legislatura varias veces.

Ninguno de los grupos apostó por un observatorio como el que se ha anunciado hoy, pero María Espinosa, de Podemos, sí que propuso que las Administraciones se implicaran en marcar la conmemoración del 17 de mayo —precisamente el Día Mundial contra la LGTB-fobia— y el 1 de diciembre, Día Mundial contra el Sida.

Otros puntos en que los seis representantes estuvieron de acuerdo fueron en que, bien recuperando la asignatura de Educación para la Ciudadanía que la última ley educativa, la del ministro José Ignacio Wert, quiere eliminar, o con otro sistema se enseñe desde pequeños a los niños que “hay familias con dos papás o dos mamás” —dijo la representante de Ciudadanos—, y coincidieron en que el ideario de un colegio no puede negarse a incluir esta cuestión, que afecta a los derechos humanos.

El Gobierno insta a las víctimas silenciosas de delitos de odio a que denuncien

Susana Camarero, secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.

Susana Camarero, secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.

Romper el muro del silencio es el objetivo de todos los colectivos que luchan contra la lacra de la violencia machista. Derrumbar los miedos de la mujer para que denuncie a su maltratador. Una situación homóloga a la que sufren las personas que por su raza, su orientación sexual o su religión son agredidos impunemente. Según los datos del Ministerio de Interior, en 2014 se contabilizaron 1.285 casos de los llamados delitos de odio. El Gobierno ha hecho un llamamiento hoy a estos colectivos agredidos a que den el paso y denuncien. “Que nadie se quede callado, que nadie tenga miedo”, ha apuntado Francisco Martínez, secretario de Estado de Seguridad.

Cuatro de cada diez casos fueron por la orientación sexual y el 37% por motivos racistas o xenófobos. “Hay que romper el desconocimiento y la desconfianza”, ha añadido Susana Camarero, secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad en la presentación del Observatorio Español contra la LGBTfobia.

Una iniciativa de la Confederación Española de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (Colegas) que nació en enero y que cuenta con el apoyo de los ministerios de Sanidad e Interior. Este Observatorio, que espera contar con el apoyo del resto de las organizaciones que luchan contra la intolerancia, pretende mejorar la asistencia e información a víctimas LGBT de delitos de odio, sensibilizar a agentes sociales y fuerza de seguridad sobre la diversidad sexual y la gestión de este tipo de delitos de odio; mejorar la asistencia e información a víctimas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (LGBT); potenciar la denuncia y concienciar sobre los beneficios de acudir a una comisaría o un juzgado de guardia.

Además, pretende elaborar una guía de información sobre este tipo de delitos que afecta a todas las edades. Camarero ha recordado que el 25% de las víctimas tenía menos de 18 años. “Es un grupo de riesgo”, ha apuntado. La secretaria de Estado ha añadido que se está trabajando en los colegios y se está haciendo un análisis en las aulas del acoso homofóbico y la preparación de un protocolo de actuación.

Por otra parte, Camarero ha asegurado que las campañas de concienciación sobre violencia de género entre los más jóvenes “han aflorado” más casos de esta lacra entre las adolescentes. “Han ayudado a que denuncien y a sus familias a darse cuenta de que sus hijas o hermanas estaban siendo víctimas de violencia de género, a que haya más órdenes de protección y que más jóvenes que ejercían esa violencia estén pagando por ello”, ha afirmado la secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.

La homofobia no es increíble

pikara magazine

Viajaba en el autobús delante de una niña acompañada por dos mujeres; pongamos que eran su madre y su abuela. Le estaban preguntando si Eneko es su novio. Y ella contestó: “No, Eneko es mi amigo. Leire es mi novia”. Y las adultas, rápidamente, la intentaron sacar de su error: “¿Cómo va a ser eso? Eneko es tu NOVIO. Leire es tu AMIGA”. Y la niña: “No, no. Eneko es mi AMIGO, Leire es mi NOVIA”. Me tuve que bajar, no sé cuánto más duraría el toma y daca ni si a esas mujeres se les llegó a pasar por la cabeza que su niñita, efectivamente, identificaba conscientemente como su novia a una niña y como su amigo a un niño.

El pasado fin de semana, unos homófobos agredieron físicamente al grito de “maricones” a cuatro chicos gays que paseaban por el centro de Madrid. El pasado 7 de abril, los periódicos vascos se hicieron eco de una agresión similar en Getxo: un activista gay estaba tomando algo en una terraza con su novio ( se estaban besando, dice Deia) y un individuo decidió insultarle y golpearle con una silla. Pocos días después de leer esa noticia, me contaron que un grupo de hombres había perseguido de noche por las calles de un barrio de Bilbao a un conocido mío gritándole (adivinad) maricón.

La gente progre se ha escandalizado mucho con la noticia de que la justicia europea avala poder excluir a los homosexuales como donantes de sangre, “siempre que haya evidencia científica y que la decisión sea proporcionada”. Las redes sociales se han inundado de personas que lo califican de “increíble”.

La prensa, incluso hasta el ABC, se escandaliza también con que haya “personas intolerantes” que reaccionan con violencia ante un beso entre dos hombres. Ajá, qué increíble, qué sorprendente que en pleno siglo XXI pasen estas cosas. Parece mentira.

Pues a mí, en cambio, estos episodios me revuelven, me entristecen, me indignan, pero no me sorprenden. No me parecen mentira, sé que son verdad. Sé que la homofobia y la lesbofobia no son sucesos puntuales cometidos por individuos inadaptados, no. La vivimos todo el rato. La vivimos cuando vamos de la mano con nuestra pareja por la calle y sentimos miradas y sentimos miedo de cruzarnos con alguien que decida insultarnos o golpearnos. La vivimos en cada comida familiar, en la que ya no nos preguntan si salimos con alguien porque no quieren escuchar la respuesta. La vivimos cada vez que alguien, incluso de nuestro grupo de amistades, dice cosas como “yo no soy homófoba, pero tampoco entiendo por qué algunos tienen que llevar un letrero luminoso”. Como si ella, acompañada de su marido y su bebé, no llevase un letrero luminoso, ese que le permite expresar su amor en cualquier lugar sin miedo a que la insulten o la golpeen.

A los gays y a las lesbianas, a los maricas y a las bolleras, nos duele cuando un homófobo insulta o golpea. Pero también nos duele que personas “tolerantes” nos digan cosas como (me pasó recientemente): “Pues chica, yo es que no entiendo a quién le tiene que importar con quién te acuestas”, como si la cosa se redujera a eso. Como si ser lesbiana fuera un vicio privado, como si fuera solo cuestión de preferencias sexuales, comparable a que te gusten los juguetes eróticos o los azotes. No es con quién me acuesto. Es quién soy (entre otras cosas). Es con quién (o quienes) decido compartir mi vida. Es cómo la lesbofobia afecta a mi identidad, a mi autoestima, a mi derecho al placer. A vivir tranquila, vaya.

Y si te desahogas con tus amigas hetero “tolerantes” después de una charla en la que tu madre te ha dicho que, ella que te ha parido, sabe que no eres lesbiana, que estás equivocada y que no tiene interés en conocer a tu pareja porque es una mujer, puedes recibir consejos biempensantes como “Pues explícales que tú te enamoras de las personas”. Qué bonito, de las personas. Claro, mucho más digerible que asumir que tu hija es BO-LLE-RA.

Y al ABC le escandaliza que haya gente que llama “maricones” a los gays por la calle, al mismo tiempo que mantiene una línea editorial contraria a la diversidad sexual. Nos extrañamos de que, en una sociedad en la que se sigue considerando que la heterosexualidad es lo normal, algunas personas agredan a los diferentes. Hasta el más macho estará de acuerdo en que está mal perseguir a un gay por la calle llamándolo maricón. Ese mismo macho, en cambio, te llamará exagerada si le afeas por llamar “maricón” a su colega que no quiere beber más chupitos o que se le acerca para darle un abrazo. Son bromas entre amigos, ese “maricón” es cariñoso. Y cuando el “maricón” se dirige al árbitro o al jugador del equipo que detesta, ya no es cariñoso, pero es irrelevante, es un decir, como “gilipollas”, como cualquier cosa. Eres una exagerada si dices que eso es homofobia.

Y luego está la invisibilidad. Ya sabes, cuando nadie te insulta ni te hostia porque la cuestión es que ni te ve. Las lesbianas sabemos mucho de esto. Y por eso gritamos cosas como “No somos amigas, nos comemos el coño”. Y por eso no nos agreden por ir de la mano pero sí cuando empezamos a morrearnos en una plaza.

Las personas bisexuales también saben de invisibilidad. Lo sabe mi amigo B., cuyos colegas se llaman “marica” entre ellos o hacen bromitas sobre el sexo anal sin dase cuenta de que le están ofendiendo. Lo sabe mi amiga C., madre y emparejada con un hombre, que asiste a los comentarios homófobos de su familia sin atreverse a decirles que a ella le gustan las mujeres, que también se ha enamorado de mujeres y se ha acostado con ellas porque, entre otras cosas, no la tomarían en serio.

Las noticias sobre las transfusiones de sangre hablan de “los homosexuales”. A las feministas se nos trata de convencer de que en castellano el masculino se puede utilizar como genérico. Pero claro, luego nos damos cuenta de que no siempre es genérico. Que a veces “los homosexuales” incluye a las lesbianas y a veces no. Esta vez parece que no. Que solo los gays son estigmatizados como población de riesgo. Las lesbianas no contraemos el VIH. O eso creemos, porque no parece que sea prioritario (ni en las campañas de prevención del sida) aclarar si es que podemos estar tranquilas o es que siempre se olvidan de nosotras. En el imaginario colectivo, tampoco follamos, o solo en pelis porno pensadas para inspirar las pajas de los hombres hetero.

Ni siquiera las activistas que defendemos los derechos sexuales y reproductivos tenemos información clara y fiable sobre el riesgo real de contagio de enfermedades de transmisión sexual entre mujeres. Nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han metido miedo y nos han dicho que usemos parches de látex para todo, nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han llamado neuróticas por pedir pruebas de ITS siendo lesbianas y nos hemos encontrado con ginecólogas que se cortocircuitaban cuando les decíamos que no usamos ningún método anticonceptivo porque nos acostamos con mujeres.

Al menos según las noticias sobre la decisión europea, no se habla de “hombres que tienen sexo con hombres” (lo que incluiría a bisexuales o a gente que se define de otras maneras o de ninguna)  y no se habla de prácticas sexuales concretas (por ejemplo, si el sexo anal implica mayo riesgo, ya sea entre gays o heteros). Al hablar de (varones) “homosexuales”, se delimita que existe un grupo concreto al que se le atribuyen cualidades de riesgo; interpreto que la promiscuidad. No se señalan las prácticas sino a las personas. Si te defines como gay, eres un peligro. Puro estereotipo, puro estigma. Por ser “los diferentes”. Nunca jamás me he encontrado con una política pública que señale a los heterosexuales como población de riesgo de nada. ¿Qué extraño, no? ¿No era que ser hetero o homosexual son simples opciones sexuales, igual de respetables? ¿Hay un colectivo heterosexual, como hay un colectivo LGTB? ¿Funcionan en comunidad? ¿Tienen guetos?

Incluso en círculos feministas resulta muy difícil explicar que la heterosexualidad no es simplemente una opción sexual, sino una norma social que oprime a quienes la incumplimos. Como dice Brigitte Vasallo, “la heterosexualidad es el mundo”:

Es la medida de lo correcto, lo aceptable, lo moral, lo sano. En ningún lugar del planeta se mata a personas por ser heterosexuales ni se aplican terapias de correción a su orientación sexual. No se debate si la crianza en el seno de una familia hetero afecta negativamente a las criaturas. No han sido necesarias luchas y manifestaciones para el matrimonio heterosexual, ni para las pensiones de viudedad heteros, ni para la desgravación en la declaración de la renta de las ganancias comunes. Nadie interpela, insulta, o recrimina a las personas heterosexuales por ir cogidas de la mano por la calle, o por besarse en el transporte público.

Cuando la ginecóloga te pregunta si usas anticonceptivos o es que quieres quedarte embarazada, la respuesta es muy simple si eres hetero. Si no, una triste citología se convierte en todo un acto de activismo y visibilización. Las criaturas de las parejas heteros no tienen que lidiar con el profesorado y con sus compañeros y compañeras de clase que narran incansablemente un tipo de familia que no es la suya. Los padres y madres heteros no tienen que inventar estrategias para que sus hijos e hijas vivan su especificidad con alegría, a pesar de la homolesbotransfobia imperante. Por ser hetero no te echan de los trabajos, ni te dejan de hablar tus amistades, ni te apalizan tus padres. No tienes que salir del armario, porque no hay armario. No te preguntas en la adolescencia qué narices te pasa, porque siendo hetero, no te pasa nada, simplemente. Eres «normal» y tienes todas las narraciones del mundo, todas las películas, todas las novelas, todas las canciones hablando de ti, confirmándote. No hay un símil hetero para los términos «marica», «bollera» o «travelo». No hay insulto asociado a la heterosexualidad.

No existe la «heterofobia» como no existe la «hombrefobia», porque las fobias explican algo más grande que las simples manías personales. Cuando hablamos de homolesbotransfobia nos estamos refiriendo a unas inclinaciones que vienen legitimadas por toda una maquinaria de producción de conocimiento y de discurso respaldada por todas las instituciones: desde la academia y el sistema educativo, que sigue narrando las prácticas e identidades sexuales en términos de normalidad (hetero) y excepción, hasta el sistema legal y judicial, con infinidad de leyes discriminatorias, hasta los productos culturales que estigmatizan la diferencias sexual y de género, pasando por la cotidianidad del lenguaje homolesbotránsfobo que se perpetúa en expresiones de apariencia anodinas y fondo discriminador.

Vaya, que cuando la niña del autobús no sea corregida si dice su novia es Leire, cuando haya protagonistas de Disney que se enamoran de personajes de su mismo sexo, cuando el bullying escolar homolesbotránsfobo sea excepción y no norma, cuando las familias de intentarnos convencer de que lo que nos pasa es una fase, cuando una actriz no tenga que salir del armario porque simplemente va con su novia a la alfombra roja con total normalidad, cuando no nos entren sudores fríos al decir el nombre de nuestra pareja a alguien que acabamos de conocer, cuando no nos dé miedo que nuestro jefe o nuestra casera “se entere”, cuando nos podamos morrear tranquilamente en la calle sin que una señora diga “qué vergüenza” y un señor nos diga que qué sexy, que si queremos un trío… Cuando todas esas cosas dejen de pasar, igual podemos pensar que la homolesbotransfobia es cosa de tres o cuatro intolerantes. Mientras tanto, querida lectora o lector hetero tolerante, la próxima vez que te escandalices por una noticia sobre homofobia, pregúntate qué estáis haciendo en tu día a día para que lo normal sea la diversidad.

La homofobia no es increíble

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Foto de la Asamblea Transmaricabollo de Sol

Viajaba en el autobús delante de una niña acompañada por dos mujeres; pongamos que eran su madre y su abuela. Le estaban preguntando si Eneko es su novio. Y ella contestó: “No, Eneko es mi amigo. Leire es mi novia”. Y las adultas, rápidamente, la intentaron sacar de su error: “¿Cómo va a ser eso? Eneko es tu NOVIO. Leire es tu AMIGA”. Y la niña: “No, no. Eneko es mi AMIGO, Leire es mi NOVIA”. Me tuve que bajar, no sé cuánto más duraría el toma y daca ni si a esas mujeres se les llegó a pasar por la cabeza que su niñita, efectivamente, identificaba conscientemente como su novia a una niña y como su amigo a un niño.

El pasado fin de semana, unos homófobos agredieron físicamente al grito de “maricones” a cuatro chicos gays que paseaban por el centro de Madrid. El pasado 7 de abril, los periódicos vascos se hicieron eco de una agresión similar en Getxo: un activista gay estaba tomando algo en una terraza con su novio ( se estaban besando, dice Deia) y un individuo decidió insultarle y golpearle con una silla. Pocos días después de leer esa noticia, me contaron que un grupo de hombres había perseguido de noche por las calles de un barrio de Bilbao a un conocido mío gritándole (adivinad) maricón.

La gente progre se ha escandalizado mucho con la noticia de que la justicia europea avala poder excluir a los homosexuales como donantes de sangre, “siempre que haya evidencia científica y que la decisión sea proporcionada”. Las redes sociales se han inundado de personas que lo califican de “increíble”.

La prensa, incluso hasta el ABC, se escandaliza también con que haya “personas intolerantes” que reaccionan con violencia ante un beso entre dos hombres. Ajá, qué increíble, qué sorprendente que en pleno siglo XXI pasen estas cosas. Parece mentira.

Pues a mí, en cambio, estos episodios me revuelven, me entristecen, me indignan, pero no me sorprenden. No me parecen mentira, sé que son verdad. Sé que la homofobia y la lesbofobia no son sucesos puntuales cometidos por individuos inadaptados, no. La vivimos todo el rato. La vivimos cuando vamos de la mano con nuestra pareja por la calle y sentimos miradas y sentimos miedo de cruzarnos con alguien que decida insultarnos o golpearnos. La vivimos en cada comida familiar, en la que ya no nos preguntan si salimos con alguien porque no quieren escuchar la respuesta. La vivimos cada vez que alguien, incluso de nuestro grupo de amistades, dice cosas como “yo no soy homófoba, pero tampoco entiendo por qué algunos tienen que llevar un letrero luminoso”. Como si ella, acompañada de su marido y su bebé, no llevase un letrero luminoso, ese que le permite expresar su amor en cualquier lugar sin miedo a que la insulten o la golpeen.

A los gays y a las lesbianas, a los maricas y a las bolleras, nos duele cuando un homófobo insulta o golpea. Pero también nos duele que personas “tolerantes” nos digan cosas como (me pasó recientemente): “Pues chica, yo es que no entiendo a quién le tiene que importar con quién te acuestas”, como si la cosa se redujera a eso. Como si ser lesbiana fuera un vicio privado, como si fuera solo cuestión de preferencias sexuales, comparable a que te gusten los juguetes eróticos o los azotes. No es con quién me acuesto. Es quién soy (entre otras cosas). Es con quién (o quienes) decido compartir mi vida. Es cómo la lesbofobia afecta a mi identidad, a mi autoestima, a mi derecho al placer. A vivir tranquila, vaya.

Y si te desahogas con tus amigas hetero “tolerantes” después de una charla en la que tu madre te ha dicho que, ella que te ha parido, sabe que no eres lesbiana, que estás equivocada y que no tiene interés en conocer a tu pareja porque es una mujer, puedes recibir consejos biempensantes como “Pues explícales que tú te enamoras de las personas”. Qué bonito, de las personas. Claro, mucho más digerible que asumir que tu hija es BO-LLE-RA.

Y al ABC le escandaliza que haya gente que llama “maricones” a los gays por la calle, al mismo tiempo que mantiene una línea editorial contraria a la diversidad sexual. Nos extrañamos de que, en una sociedad en la que se sigue considerando que la heterosexualidad es lo normal, algunas personas agredan a los diferentes. Hasta el más macho estará de acuerdo en que está mal perseguir a un gay por la calle llamándolo maricón. Ese mismo macho, en cambio, te llamará exagerada si le afeas por llamar “maricón” a su colega que no quiere beber más chupitos o que se le acerca para darle un abrazo. Son bromas entre amigos, ese “maricón” es cariñoso. Y cuando el “maricón” se dirige al árbitro o al jugador del equipo que detesta, ya no es cariñoso, pero es irrelevante, es un decir, como “gilipollas”, como cualquier cosa. Eres una exagerada si dices que eso es homofobia.

Y luego está la invisibilidad. Ya sabes, cuando nadie te insulta ni te hostia porque la cuestión es que ni te ve. Las lesbianas sabemos mucho de esto. Y por eso gritamos cosas como “No somos amigas, nos comemos el coño”. Y por eso no nos agreden por ir de la mano pero sí cuando empezamos a morrearnos en una plaza.

Las personas bisexuales también saben de invisibilidad. Lo sabe mi amigo B., cuyos colegas se llaman “marica” entre ellos o hacen bromitas sobre el sexo anal sin dase cuenta de que le están ofendiendo. Lo sabe mi amiga C., madre y emparejada con un hombre, que asiste a los comentarios homófobos de su familia sin atreverse a decirles que a ella le gustan las mujeres, que también se ha enamorado de mujeres y se ha acostado con ellas porque, entre otras cosas, no la tomarían en serio.

Las noticias sobre las transfusiones de sangre hablan de “los homosexuales”. A las feministas se nos trata de convencer de que en castellano el masculino se puede utilizar como genérico. Pero claro, luego nos damos cuenta de que no siempre es genérico. Que a veces “los homosexuales” incluye a las lesbianas y a veces no. Esta vez parece que no. Que solo los gays son estigmatizados como población de riesgo. Las lesbianas no contraemos el VIH. O eso creemos, porque no parece que sea prioritario (ni en las campañas de prevención del sida) aclarar si es que podemos estar tranquilas o es que siempre se olvidan de nosotras. En el imaginario colectivo, tampoco follamos, o solo en pelis porno pensadas para inspirar las pajas de los hombres hetero.

Ni siquiera las activistas que defendemos los derechos sexuales y reproductivos tenemos información clara y fiable sobre el riesgo real de contagio de enfermedades de transmisión sexual entre mujeres. Nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han metido miedo y nos han dicho que usemos parches de látex para todo, nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han llamado neuróticas por pedir pruebas de ITS siendo lesbianas y nos hemos encontrado con ginecólogas que se cortocircuitaban cuando les decíamos que no usamos ningún método anticonceptivo porque nos acostamos con mujeres.

Al menos según las noticias sobre la decisión europea, no se habla de “hombres que tienen sexo con hombres” (lo que incluiría a bisexuales o a gente que se define de otras maneras o de ninguna)  y no se habla de prácticas sexuales concretas (por ejemplo, si el sexo anal implica mayo riesgo, ya sea entre gays o heteros). Al hablar de (varones) “homosexuales”, se delimita que existe un grupo concreto al que se le atribuyen cualidades de riesgo; interpreto que la promiscuidad. No se señalan las prácticas sino a las personas. Si te defines como gay, eres un peligro. Puro estereotipo, puro estigma. Por ser “los diferentes”. Nunca jamás me he encontrado con una política pública que señale a los heterosexuales como población de riesgo de nada. ¿Qué extraño, no? ¿No era que ser hetero o homosexual son simples opciones sexuales, igual de respetables? ¿Hay un colectivo heterosexual, como hay un colectivo LGTB? ¿Funcionan en comunidad? ¿Tienen guetos?

Incluso en círculos feministas resulta muy difícil explicar que la heterosexualidad no es simplemente una opción sexual, sino una norma social que oprime a quienes la incumplimos. Como dice Brigitte Vasallo, “la heterosexualidad es el mundo”:

Es la medida de lo correcto, lo aceptable, lo moral, lo sano. En ningún lugar del planeta se mata a personas por ser heterosexuales ni se aplican terapias de correción a su orientación sexual. No se debate si la crianza en el seno de una familia hetero afecta negativamente a las criaturas. No han sido necesarias luchas y manifestaciones para el matrimonio heterosexual, ni para las pensiones de viudedad heteros, ni para la desgravación en la declaración de la renta de las ganancias comunes. Nadie interpela, insulta, o recrimina a las personas heterosexuales por ir cogidas de la mano por la calle, o por besarse en el transporte público.

Cuando la ginecóloga te pregunta si usas anticonceptivos o es que quieres quedarte embarazada, la respuesta es muy simple si eres hetero. Si no, una triste citología se convierte en todo un acto de activismo y visibilización. Las criaturas de las parejas heteros no tienen que lidiar con el profesorado y con sus compañeros y compañeras de clase que narran incansablemente un tipo de familia que no es la suya. Los padres y madres heteros no tienen que inventar estrategias para que sus hijos e hijas vivan su especificidad con alegría, a pesar de la homolesbotransfobia imperante. Por ser hetero no te echan de los trabajos, ni te dejan de hablar tus amistades, ni te apalizan tus padres. No tienes que salir del armario, porque no hay armario. No te preguntas en la adolescencia qué narices te pasa, porque siendo hetero, no te pasa nada, simplemente. Eres «normal» y tienes todas las narraciones del mundo, todas las películas, todas las novelas, todas las canciones hablando de ti, confirmándote. No hay un símil hetero para los términos «marica», «bollera» o «travelo». No hay insulto asociado a la heterosexualidad.

No existe la «heterofobia» como no existe la «hombrefobia», porque las fobias explican algo más grande que las simples manías personales. Cuando hablamos de homolesbotransfobia nos estamos refiriendo a unas inclinaciones que vienen legitimadas por toda una maquinaria de producción de conocimiento y de discurso respaldada por todas las instituciones: desde la academia y el sistema educativo, que sigue narrando las prácticas e identidades sexuales en términos de normalidad (hetero) y excepción, hasta el sistema legal y judicial, con infinidad de leyes discriminatorias, hasta los productos culturales que estigmatizan la diferencias sexual y de género, pasando por la cotidianidad del lenguaje homolesbotránsfobo que se perpetúa en expresiones de apariencia anodinas y fondo discriminador.

Vaya, que cuando la niña del autobús no sea corregida si dice su novia es Leire, cuando haya protagonistas de Disney que se enamoran de personajes de su mismo sexo, cuando el bullying escolar homolesbotránsfobo sea excepción y no norma, cuando las familias de intentarnos convencer de que lo que nos pasa es una fase, cuando una actriz no tenga que salir del armario porque simplemente va con su novia a la alfombra roja con total normalidad, cuando no nos entren sudores fríos al decir el nombre de nuestra pareja a alguien que acabamos de conocer, cuando no nos dé miedo que nuestro jefe o nuestra casera “se entere”, cuando nos podamos morrear tranquilamente en la calle sin que una señora diga “qué vergüenza” y un señor nos diga que qué sexy, que si queremos un trío… Cuando todas esas cosas dejen de pasar, igual podemos pensar que la homolesbotransfobia es cosa de tres o cuatro intolerantes. Mientras tanto, querida lectora o lector hetero tolerante, la próxima vez que te escandalices por una noticia sobre homofobia, pregúntate qué estáis haciendo en tu día a día para que lo normal sea la diversidad.

Una desarrolladora transexual se suicida tras sufrir ciberacoso

Conocida por su trabajo en el proyecto Dolphin, emulador utilizado en las consolas de videojuegos de Nintendo, estuvo recibiendo amenazas y comentarios deseándole la muerte.

La desarrolladora de Dolphin Rachel Bryk

La desarrolladora de Dolphin Rachel Bryk.

La desarrolladora transexual Rachel Bryk se ha suicidado tras sufrir un constante acoso por parte de usuarios anónimos a través de las redes sociales que criticaban su identidad sexual.

Conocida por su trabajo en el proyecto Dolphin, emulador utilizado en Wii y GameCube, Bryk puso fin a su vida saltando desde el puente George Washington de la ciudad de Nueva York el pasado 23 de abril. Al parecer, estuvo recibiendo amenazas y comentarios de acosadores, que le animaron a cometer tal acto, como ha informado el medio Vocativ.

A Rachel Bryk, que padeció durante gran parte de su vida severos problemas de salud, se le había diagnosticado recientemente fibromialgia. Esto le condujo a una inestabilidad mental, agravada por sus dificultades de aceptación sexual e inseguridad en su autoestima.

Pese a ser muy querida en su comunidad de trabajo, la desarrolladora había anunciado su retirada del mundo de los videojuegos por su incapacidad de seguir tolerando el ciberacoso al que era sometida diariamente.

Las muestras de condolencia, como era previsible, no se han hecho esperar. Jasper, uno de los miembros del equipo Dolphin e íntimo amigo de Bryk, ha expresado su rechazo por las circustancias que le han llevado al suicidio. “No estoy seguro de qué quieres que haga ahora. Deseo que estés a gusto y seas feliz allá donde te encuentres. Te prometo que haré todo lo posible para ayudar a otras personas para que esto no vuelva a suceder”.

 

Ehgam, Kitzikan eta Sare Antifaxista taldeek gorroto-erasoak salatu dituzte prentsaurreko batean

Pasa den astean, estatu espainolean 2014. urtean zehar gertatutako gorroto krimenen inguruko txosten bat zabaldu zen. Hemen bildutakook, txosten horretan agertzen diren datu kezkagarrien inguruko balorazio bat egin nahi dugu; oharkabean bizi den errealitate bat islatzen duten heinean. Eraso arrazistak, homofoboak edota aporofoboak eta dibertsitate funtzionala duten pertsonen kontrako erasoak ematen ari dira gurean, gero eta maizago.

Pertsona nazi-faxistak dira erasoak burutzen dituztenak; eta horren Argi adierazi beharra dago.

Hego Euskal Herrian krimen hauen areagotze kezkagarria salatu nahi dugu.

Guztira, 141 erasoen berri izan dugu. Eta badakigu horiek ez direla izan jasotako guztiak, asko salatzen ez direlako. Ukaezina da gure jendartean dagoen gabezia, baldin eta adibidez, dibertsitate funtzionaladun persona baten kontrako eraso bakar bat ere gertatzen bada, pertsona hori dibertsitate funtzionala izateagatik. Eta horren inguruko hausnarketa egiteaz harago, erasotzaileen kontra ekin beharra dago, publikoki identifikatuz eta euren aurpegi eta izen abizenak zabalduz.

Hego Euskal Herrian, 9 eraso antisemita, 23 eraso homofobo eta 102 eraso arrazista jaso dira beste askoren artean. Horren inguruan, zer esana izango dute Javier Maroto edo “Ayudas + Justas” bezalako plataformak. Eta Bilboko zinegotziek ere zer esana izango dute cruising guneen inguruko jarreran; inpunitatearen susmoa hedatuz. Algortako erasotzaile arrazista eta homofoboa beregain hartzen duten inpunitatea alegia.

Hemen elkartutako herri mugimenduok, gogor salatu nahi dugu era berean, asunto honetan ere, instituzioen jarrera. Datuak eta informazioa behin eta berriz ezkutatuz eskatzen zaien bakoitzean. Horren harira, instituzioei ohartarazten diegu: homofobiaren, arrazakeriaren eta faxismoaren kontrako mugimenduen “besteak”, homofoboak, arrazistak eta faxistak direla.

Mugimendu antifaxista kriminalizatzen bada, faxismoaren apologia egiten da.

Ez dugu inondik ere jarrera hori onartuko.

Honen guztiaren aurrean, jendartearen inplikazioa behar da; iragan hurbilean kontzentrazio eremuetara eraman gintuzten jarrerei eta pentsaerei aurre eginez. Diskriminazio mota guztien kontra elkartzera eta borrokatzera. Testu hau zinatzen dugun eragileok, dei egiten dugu arrazakeria, homofobia, faxismoa edota edozelako diskriminazio mota pairatzen duten persona banako eta kolektiboei, gure herri eta hirietako kaleetan elkartzera eta borrokatzera. 2015. urte honetan, 0 gorro krimen nahi ditugu.

Documentos policiales prueban el asesinato de Lorca por homosexual

Un informe de 1965 de la Jefatura Superior de Policía de Granada asegura que el poeta era un “masón” y estaba “conceptuado como socialista”

Federico García Lorca

Federico García Lorca

MADRID.- Un informe de 1965 de la Jefatura Superior de Policía de Granada revela que Federico García Lorcafue asesinado junto a otra persona y define al poeta como “socialista y masón”, a la vez que le atribuye “prácticas de homosexualismo”.

El documento, al que han tenido acceso la Cadena Ser y eldiario.es, fue redactado por la tercera brigada regional de investigación social de dicha Jetafura y en su asunto se lee:“Antecedentes del poeta Federico García Lorca”.

En el mismo, fechado en Granada el 9 de julio de 1965, se señala que Lorca era “un masón perteneciente a la logia ALHAMBRA en la que adoptó el nombre simbólico de HOMERO, desconociéndose el grado que alcanzó en la misma”.

El texto asegura que el poeta “estaba conceptuado como socialista por la tendencia de sus manifestaciones y por lo vinculado que estaba a Fernando de los Ríos, como también por sus estrechas relaciones con otros jerifaltes de igual signo político”.

Además, indica que “estaba tildado de prácticas de homosexualismo, aberración que llegó a ser voxpópuli, pero lo cierto es que no hay antecedentes de ningún caso concreto”.

En el documento se asegura que Lorca fue detenido en la vivienda de sus amigos, los hermanos Rosales, donde se había refugiado, y que el lugar fue rodeado “con gran aparato por Milicias y Guardias de Asalto”.

El informe policial afirma que el poeta “fue sacado del Gobierno Civil por fuerzas dependientes del mismo y conducido en un coche al término de Viznar (Granada) y en las inmediaciones del lugar conocido como Fuente Grande, en unión de otro detenido cuyas circunstancias personales se desconocen, fue pasado por las armas después de haber confesado”.

También revela que fue “enterrado en aquel paraje, muy a flor de tierra, en un barranco situado a unos dos kilómetros a la derecha de dicha Fuente Grande, en un lugar que se hace muy difícil de localizar”.

Fuentes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte han señalado que no tienen constancia de este documento, pero están tratando de localizarlo, a raíz de las últimas informaciones aparecidas en los medios