‘Temí que me asesinaran’

Subhi Nahas, en EEUU. E. M.

Subhi Nahas, en EEUU. E. M.

La vida de Subhi Nahas no fue jamás un camino de rosas. Nació enIdlib, una urbe en el noroeste de Siria donde habitaban unas 165.000 almas antes del estallido de una cruenta guerra civil hace ahora más de cuatro años. «Residía en una ciudad de provincias donde ser gay era muy arriesgado. Los vecinos te acosaban y los compañeros de escuela te marginaban. Siempre me sentí muy solo», narra el joven en conversación telefónica.

«El régimen sirio no atacaba a los gays individualmente. Solía llevar a cabo redadas en locales frecuentados por los homosexuales en Alepo o Damasco. Se podía vivir, pero extremando las precauciones. Si alguien sospechaba y te delataba, sabías que, con el código penal en la mano, te caerían como mínimo tres años de cárcel», evoca Nahas desde su refugio estadounidense.

Su primera experiencia con las tropas de Bashar Asad sucedió en 2012. «Los soldados», rememora, «pararon el autobús en el que iba a la universidad y nos llevaron a una casa aislada. Se dieron cuenta de que era afeminado y se mofaron llamándome maricón. Temí que algunos o todos me violaran y me asesinaran. Milagrosamente me liberaron».

El drama no había hecho más que escribir sus primeras líneas. ElFrente Al Nusra, la filial siria de Al Qaeda, irrumpió poco después y fue ganando terreno al Gobierno y el resto de milicias hasta establecer su cuartel general en la provincia. «La situación cambió radicalmente. Al principio no pasó nada, porque los extremistas no tenían el control total del enclave. Cuando lo lograron, sin embargo, comenzaron a aplicar la sharia [legislación islámica] y arrestaron a un hombre acusado de practicar la homosexualidad por vestirse diferente. Le torturaron hasta arrancarle la confesión y le obligaron a delatar a otras personas que fueron perseguidas y acusadas de sodomía», detalla.

Después, una mezquita de la villa advirtió de que limpiaría el páramo de homosexuales y la procesión de detenidos siguió creciendo. «Muchos más hombres fueron torturados hasta reconocer sus pecados. Algunos murieron». Y Nahas entró en pánico.

‘Miedo a salir de casa’

«Fue», asiente, «un momento muy dramático. Tenía miedo de salir de casa y ser acosado por los vecinos y las milicias. Asomarse a la calle se volvió un asunto de vida o muerte. Así que decidí recluirme en el hogar y salir en contadas ocasiones. Me sentí completamente aislado del mundo».

La casa familiar no era un oasis. Hacía tiempo que había compartido su condición sexual con sus padres. «Lo dije cuando cumplí los 16 años con la ayuda de un psicólogo. Lo sabían, pero nunca quisieron reconocerlo. Mi padre fue el que peor reaccionó», dice quien luce una cicatriz en la barbilla en recuerdo de aquella respuesta.

El instinto de supervivencia le ayudó a urdir la huida hacia el Líbano. «Escapé algunos meses después. El plan necesitó muchos preparativos y recursos, porque sabía que, si llegaba a un lugar donde no tuviera conocidos, nadie me ayudaría al percatarse de mi orientación sexual y me metería en problemas».

Seis meses después, cambió el país de los cedros por Turquía, donde trabajó de traductor con refugiados sirios. El miedo le seguía acompañando.

El antiguo compañero de clase

«Durante mi estancia allí, recibí una amenaza de muerte de un antiguo compañero de clase que se había enrolado en el Estado Islámico (IS) y que estaba al tanto de mi activismo gay. A través de un amigo en común, me hizo llegar el mensaje de que me mataría. Un día me llamó desde un número de teléfono turco y me avisó de que vería pronto su cara. Me quedé aterrorizado, porque sabía que los militantes del IS circulaban libremente por donde yo vivía y queera sólo cuestión de tiempo que me encontraran».

Hace unos meses, consiguió instalarse en EEUU, donde ha comenzado a levantar su sueño americano mientras trabaja en las oficinas de ORAM (Organización para el Refugio, Asilo y Migración), una entidad centrada en socorrer a los perseguidos por su identidad sexual.

De su familia, que reside aún en la maltratada Siria, mantiene el contacto con su hermana y -precisa esperanzado- está«reconstruyendo» los lazos con su madre.

«Mi vida ha sufrido un cambio radical. He pasado de ser habitante del lugar más conservador del planeta a uno de los espacios más libres.Estoy todavía adaptándome, intentado hacer amigos de verdad que me acepten como soy y crear algo que pueda llamarse hogar».

Consciente de su fortuna, su utopía es auxiliar a otros que todavía viven encerrados entre cuatro paredes y padecen su calvario. «Quiero ayudarles a escapar de Siria y de las garras del IS para crear una comunidad que sea capaz de defender nuestros derechos. Hay que decirle a los pueblos árabes que somos sus hijos e hijas; que en ningún caso somos algo ajeno o un invento llegado de Occidente, sino que compartimos la misma patria y estamos decididos a luchar por nuestros derechos como cualquier otro ser humano».

En el béisbol y en el rugby profesional también hay gays

DEPORTES  David Denson y Michael Sam los primeros en salir del armario

  • Michael Sam (EEUU) y el británico Keegan Hirst han reconocido su condición sexual

  • Jugadores en activo en sus respectivas ligas, han contando con todo el apoyo

  • Quienes les precedieron tuvieron que dejar la competición

  • Los 50 homosexuales más influyentes de España

David Denson se convirti en el primer jugador de béisbol en activo de un equipo de la Major League de EEUU en salir del armario Instagram

David Denson se convirti en el primer jugador de béisbol en activo de un equipo de la Major League de EEUU en salir del armario Instagram

El día anterior a que David Denson se convirtiese en el primer jugador de béisbol en activo de un equipo de la Major League de EEUU en salir del armario, Michael Sam, el primero que lo hizo en la liga de fútbol americano, decidía alejarse de su carrera profesional por cuestiones de salud mental. Veinte meses de lucha en un mundo tan cerrado como el del deporte, todavía incapaz de gestionar la homosexualidad de sus jugadores, habían sido suficientes para disuadirle de sus aspiraciones. “Cuando salió del armario no tenía ni idea de lo que le esperaba”, aseguró el entrenador jefe de los Montreal Alouettes, el equipo de Sam. Y tenía razón. Sam había conseguido el apoyo de su equipo, el cariño de sus compañeros y la aceptación del público, que le paraba para darle la enhorabuena por su valentía, pero no fue suficiente. La presión pudo con él.

La valentía de Denson

El caso de Denson se parece mucho al de Michael Sam. Cansado de tener que vivir una doble vida, fue un compañero el que le dio el empujón que necesitaba para salir del armario. Sin querer, se dirigió a él con un apelativo poco cariñoso para referirse a los gays, cosa que sentó muy mal a Denson y le animó a sincerarse delante de sus compañeros. “No quería presionar a nadie”, asegura Denson. “Solo pretendo dar todo de mí en el deporte y ver hasta dónde soy capaz de llegar”. Cuando finalmente reconoció que era gay, tenía ya a todo el equipo prestándole atención. “Fue increíble”, declaró al Milwaukee Journal Sentinel, “saber que mis compañeros me apoyan en esta situación y que me juzgan como persona y no por mi sexualidad significa mucho para mí”.

Las ‘diferencias’ se pagan caras

El mismo fin de semana en que Denson hacía historia en la liga de fútbol americano, Keegan Hirst se convertía en el primer jugador en activo de la liga británica de rugby en reconocer públicamente su homosexualidad. El destino quiso que coincidieran dos jugadores en su momento álgido de gloria profesional y en dos deportes de gran repercusión mediática en sus países de origen y donde la imagen de macho resulta esencial. Un ambiente fervientemente masculino y competitivo en el que las “diferencias” se pagan caras.

No sería el primer caso de deportista que sale del armario y trunca su carrera profesional. El mismo ambiente en el que, paradójicamente, Hirst comenzó a sentirse libre.”Tuve una esposa e hijos. He sido constructor, portero y he trabajado en fábricas. ¿Cómo podría ser gay?”, se sinceró al Sunday Mirror. “La primera vez que me sentí libre de ese tormento fue cuando entré en un campo de rugby”.

“Al principio no podía ni siquiera pensar: ‘soy gay’. Ahora siento como si hubiese dejado escapar una bocanada de aire que lleva aguantando demasiado tiempo”. Hirst, criado en una región al sur de Leeds, se había dejado llevar por lo que la sociedad considera ‘normal’. “Con 16 años te obliga a tener una novia y acostarte con ella, sobre todo si eres jugador de rubgy. Me convencí a mí mismo de que no podía ser gay, de que era imposible“. Afortunadamente, un buen día tocó techo, se divorció de su mujer y decidió hacer frente a su nueva vida. “Ahora me siento libre”, declara con convicción. “Me siento cómodo en mi propia piel, probablemente por primera vez en la historia”.

Tanto uno como el otro han obtenido el apoyo de sus compañeros de equipo, de las organismos federados, de los hinchas y de la opinión pública, pero esto no es suficiente. Martin Owens, el fundador del primer equipo de rugby LGTB del mundo, tiene claro cuál es el camino. “Es estupendo que un deportista salga del armario, especialmente para que la gente joven puedan verse reflejada en alguien como ellos y darse cuenta de que pueden practicar deporte sin necesidad de esconder quiénes son en realidad”.

Polémica por una carta del Papa con su bendición a una autora de libros sobre parejas gays

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El papa Francisco. / Ettore Ferrari (Efe)

La divulgación este viernes de la carta que el papa Francisco envió con la bendición apostólica a la escritora Francesca Pardi, autora de cuentos infantiles sobre familias formadas por parejas gays, ha suscitado la polémica en Italia.

“Se trataba de una carta privada que no estaba destinada a ser divulgada”, ha precisado el portavoz adjunto del Vaticano, padre Ciro Benedettini.

La misiva del Papa fue enviada como respuesta a la petición de la escritora de que leyera sus numerosos libros, censurados en Italia por sectores conservadores católicos por defender la llamada ideología de género.

La escritora, autora de cuentos y fábulas en los que describe historias de familias homoparentales, vencedora del premio internacional Anderson en 2012 por su libro ‘Pequeño huevo’, divulgó la carta papal, marcada por el tono tolerante del Pontífice argentino.

En la misiva, el Papa desea a la escritora que “siga su proficua actividad”, y se despide con la bendición apostólica “para toda la familia” de la escritora. “De ninguna manera la carta papal avala conductas y enseñanzas que no corresponden al Evangelio”, precisa por su parte el Vaticano.

Pardi, fundadora con su pareja de la editorial ‘Lo Stampatello’, autora también del libro ‘Pequeña historia de una familia. ¿Por qué tienes dos madres?’, asegura que “no quiere convertirse en un modelo”.

La escritora envió en junio al papa Francisco un paquete con todos los libros de su editorial, fotos de su familia y panfletos insultantes contra ella después de que el nuevo alcalde de Venecia anunciara que algunos de sus libros formaban parte de la lista de textos que serán retirados de las bibliotecas públicas.

En la carta, Francisco, apasionado lector, le agradeció también por su “delicado gesto” y la invitó a seguir su “actividad al servicio de las jóvenes generaciones y de la difusión de los auténticos valores humanos y cristianos”. Con ese gesto “nos demostró respeto y nos dio dignidad”, aseguró conmovida Pardi.

Viejas violencias y nuevas hegemonías

Josué González Pérez

Hace un tiempo en este mismo medio publiqué  un artículo sobre las agresiones a personas LGTBI (lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersexuales). Insistía en algo muy sencillo: la denuncia de la violencia que sufren nuestros vulnerables cuerpos debe ser articulada con una impugnación de los asesinatos de mujeres por violencia de género. Como feminista, me veo en la responsabilidad ética de insistir en ese imperativo cuando nos encontramos con una situación de alarma social por ese incesante número de asesinatos machistas y que parece importarle bien poco a unas élites que no gobiernan precisamente para garantizar el bienestar de las mayorías sociales.

Ahora mismo, no recuerdo ni un solo día en las últimas semanas en el que hayamos obviado la lacra de la violencia machista. Nuestra sociedad sigue en su empeño por mantener una jerarquía entre los géneros, entre hombres y mujeres, como efectos performativos de un orden social concreto. En otras palabras, se trata de papeles sociales, aparentemente “naturales”, que sostienen representaciones para una obra de teatro que funciona como si de una dinámica divina se tratase. Con cada agresión y cada asesinato, se renueva este orden que afianza el terror para más de la mitad de la población, recordando a todas las mujeres que ninguna está a salvo de ser agredida por el mero hecho de ser mujer.

En efecto, afirmo la existencia de importantes conexiones entre la violencia de género y las agresiones a gays, lesbianas, trans, bisexuales e intersex (en adelante LGTBi-fobia). Antes bien, soy consciente de las diferencias entre unas y otras, pues como marica aún no vivo con el miedo a la violencia sexual en la madrugada aunque sí con ser apaleada por un grupo de varones que termina su fiesta demostrando lo “machos que son”. Ambas amenazas son entendidas como una llamada al orden para que todo siga igual, sin resistencias a la subordinación. Conceptualizar el heteropatriarcado como un entramado de relaciones de poder, implica admitir que los mayores índices de violencia sobrevendrán si se suscita una mayor insubordinación. Si la resistencia a la subordinación es menor, la necesidad de la coerción se esfuma. Aquí entra en juego la famosa hegemonía que, cuando es cuestionada, siempre deja paso a la fuerza. Esta última puede expresarse, por ejemplo, con la violación como práctica performativa que inscribe en los cuerpos la sumisión aceptable para el varón, pero igualmente con aquellas agresiones que resultan de la obsesión masculina por protegerse de lo homosexual, ya que en el fondo es bien sabido que no hay nada que también le impida serlo. Luego, ¿qué se supone que ocurre con aquellas personas trans que desestabilizan tanto las normas de género como las sexuales, aunque no sea de forma consciente?  ¿El odio hacia las personas trans –la transfobia- podría ser entendido como el efecto de una práctica en la que interviene tanto el sexismo como la homofobia?

La semana pasada, en el barrio madrileño de Tetuán, una mujer trans de 26 años fue brutalmente golpeada cuando se dirigía a un bar sobre las seis de la mañana. Según la prensa, su cuerpo se convirtió en un “campo de guerra”, en un espacio donde se ejerció la más brutal violencia. Lo corporal volvió a constituirse como un territorio apropiado para portar mensajes cifrados para otros hombres. Tras conocer que recibió insultos tales como “puta” y “maricón” no parece descabellado interpretar este cometido como si de una advertencia para el resto de varones se tratase, al señalar el precio a pagar por ocupar esa feminidad tan repudiada -como deseada-.Confirma que la identidad masculina, al decir de Elisabeth Badinter, se hace posible negando lo femenino, lo infantil y, por supuesto, lo marica. ¿No parece innegable la conexión entre la sexualidad y el género, entre la heterosexualidad como norma social hegemónica y las coercitivas normas de género? Las violencias mencionadas no parecen prácticas aisladas y radicalmente autónomas, pese a las particularidades de cada una, máxime cuando la heterosexualidad, como norma sexual que se presenta como “natural”, parece depender del equilibrio de esas posiciones sociales que ocupan hombres y mujeres.

Del mismo modo, la hora del suceso nos sugiere la posibilidad de especular con algunas de las motivaciones de esta agresión, extensible a tantas otras. Si  hasta el momento la consigna “la noche y las calles también son nuestras” no ha podido ser archivada por las feministas en el fondo de un cajón, es debido a que el espacio público es uno de los terrenos donde los varones aún demuestran su virilidad de diversas formas. Ya sea agrediendo a un marica que vuelve solo a su casa, ya sea apaleando a una trans mientras dos colegas les contemplan, como ocurrió en el caso que nos ataña según la prensa. Tristemente, esos espectadores suelen ser necesarios para que la virilidad manifestada sea reconocida. Aunque no se haya recalcado en el espacio mediático, huelga decir que siempre se trató de un caso de “violencia de género”.

Una semana más tarde,  esta mujer superviviente declaraba sentir miedo de salir a calle ante la posibilidad de toparse con aquellos que pretenden autodesignarse como sus  “dueños”. Este hecho refrenda la lógica patriarcal del reparto de esferas, donde el espacio público aparece como terreno de dominio masculino y heterosexual. Sin duda, todo un éxito patriarcal al lograrse el reclutamiento de sí en el espacio privado, allí donde no puede visible, mucho menos a una hora que no habrán razonado demasiado digna para una “señorita”- por especular a través del “no-pensamiento” misógino de los agresores-.

Afortunadamente, estas violencias son contestadas desde la lucha política feminista, como exitosamente ha ocurrido con la violencia legal del proyecto de Gallardón que pretendía negar el derecho de las mujeres a su autonomía corporal. La patologización de los cuerpos trans insiste en la negación de esta misma potestad, siendo igualmente repudiada desde la acción política democrática en los feminismos y colectivos LGTBI. La importancia de estas hazañas reside en su capacidad para desbaratar la nociva tentación de encasillar a las mujeres en una rígida posición de víctimas, incapaces de hacer frente a las múltiples violencias que reproducen un orden social incompatible con los valores democráticos.

De las luchas contra la LGTBI-fobia y la violencia de género puede vislumbrarse una posible lógica de equivalencias –según la política de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe- entre demandas disparejas susceptibles de ser articuladas en torno a esos “puntos nodales” que nos permiten hablar de “hegemonía”. Hablamos de una operación política que aglutina a diferentes demandas en equivalencia en torno identidades viables a partir de su relación de oposición con un tercero que amenaza su existencia, como es el caso de la famosa “casta” y su mafioso modus operandi, o el de una jerarquía eclesiástica cuyo “pensamiento” homófobo y misógino es difícilmente digerido por unas maduras mayorías sociales.

Durante la celebración de la primera Universidad de verano de Podemos, Clara Serra, querida amiga y diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid, en su brillante intervención remarcó el carácter contingente de toda práctica política feminista comprometida con la hegemonía. Desde ahí, parecía simpatizar con una posible articulación entre las luchas contra la violencia de género y aquellas que se alzan contra la violencia hacia personas LGTBI. Compartimos la propuesta, máxime cuando ella misma resalta las equivalencias existentes entre sí y que se cristalizan en relaciones de antagonismo con una “casta” que solo ofrece parches para esta lacra. Esta proposición supone todo un reto para diferentes agentes sociales y de ninguna manera puede ser imaginado exento de conflictos políticamente productivos.

En la disputa por los “los significados”, por la hegemonía, no puede faltar un combate por la apropiación de la universalidad de conceptos políticos que resultan clave para la transformación, como la noción “democracia”. Conocidas feministas como Judith Butler suelen insistir en el potencial de las prácticas de resignificación, recalcando la importancia que posee el pleito por los significados al no obviar lo que se juega en ello: tanto posible resulta reforzar un sentido común que naturalice la violencia como, en un sentido distinto, se le podría tachar como incompatible con los valores democráticos. Parafraseando otra vez a la colega Clara, el feminismo ganador, aquel en el que me incluyo, insiste en la imposibilidad de la democracia si el actual poder político desprecia las vidas de más de la mitad de la población. Lo anterior se corrobora cuando se omite la urgente prevención de la homofobia y el sexismo, se prescinde de la ampliación de derechos o se favorece la dependencia económica de las mujeres. La democracia nunca será tal si cada día hay una menos. Solo aquel sistema político que priorice la financiación de una educación pública sensible con la igualdad y la diversidad frente a la tiranía de una troika, que ahonda en las miserias de las mujeres en particular y de la sociedad en general, podrá ser digno de abanderarse como democrático. Por todo lo dicho, es obvio que tenemos el deber de apostar por una nueva hegemonía para que esa vieja, aunque aggiornada, violencia machista no tenga razón de ser en una democracia cuyo significado estará en conflicto permanente con aquellos que siempre han declinado, por ejemplo, el presupuesto de las normativas contra la violencia, renovando de paso un misógino orden social que, con toda seguridad, no amenaza ni sus vidas ni tampoco sus bolsillos.

Polémica por el disfraz de Caitlyn Jenner para Halloween

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Los disfraces de Halloween basados en la imagen de Caitlyn Jenner, estrella televisiva y campeón olímpico antes conocido como Bruce, han encontrado una fuerte oposición en internet, donde miles de personas piden que se cancele su venta por considerarlos una burla a la transexualidad.

La petición en Change.org empezó el lunes y hoy ya contaba con más de 5.000 firmantes que solicitan a la empresa Spirit Halloween que aborte su planes para comercializar un traje inspirado en Jenner.

“Vuestras ganancias solo traerán una mayor fobia y marginación hacia los transexuales, a una comunidad que ya está en peligro”, ha asegurado Addison Rose Vincent, impulsora de la iniciativa.

En una entrevista con el diario ‘Daily News’, la portavoz de Spirit Halloween, Trisha Lombardo, ha confirmado que la empresa trabaja en un disfraz de Jenner y ha defendido la decisión por entender que esta mujer se ha convertido en “el superhéroe real más importante del año”.

“Call Me Caitlyn”

Spirit Halloween no distribuye aún ese traje, aunque sus competidores de Anytime Costumes ya incluyen uno en su página de internet, donde está disponible por 74,99 dólares. El disfraz está inspirado en el posado realizado por Caitlyn Jenner para el número de julio de la revista ‘Vanity Fair’, en la que se mostró por primera vez en público tras su cambio de sexo e incluye una peluca rubia y una banda como las que se usan en concursos de belleza en la que se puede leer “Call Me Caitlyn” (Llámame Caitlyn). Jenner cuenta con su propio programa de telerrealidad titulado “I Am Cait” (Yo soy Cait).

En la descripción del vestido, Anytime Costumes asegura a los clientes que probablemente no romperá “ningún récord en Twitter” por ponerse esa indumentaria “como Caitlyn hizo cuando estrenó su cuenta (en esa red social)”, pero “seguro” que provocará “unas pocas risas” de sus amigos.

Jenner, de 65 años, se casó tres veces, es padre de seis hijos y ganó la medalla de oro en la prueba de decatlón en los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976. Después de poner fin a su carrera deportiva pasó a tener presencia en televisión junto a su esposa, Kris Jenner, y sus hijastras, las populares Kim, Kourtney y Khloé Kardashian.

El alcalde de Venecia: “Nunca habrá un desfile del orgullo gay”

Primer desfile del orgullo gay celebrado en Venencia, el 28 de junio de 2014

Primer desfile del orgullo gay celebrado en Venencia, el 28 de junio de 2014. / BARBARA ZANON (GETTY)

El alcalde de Venecia, el derechista Luigi Brugnaro, ha abierto una polémica más. Después de haber censurado la presencia en bibliotecas municipales de 49 libros infantiles por considerar que empleaban sus personajes para difundir mensajes homosexuales, el regidor declaró ayer que “nunca habrá un desfile del orgullo gay en mi ciudad”.

“Que lo hagan en Milán o frente a sus casas”, añadió. La petición para organizar la fiesta había sido lanzada en las redes sociales precisamente tras la prohibición de los libros que tratan cuestiones de género.

Brugnaro, quien aseguró que no ser homófobo —“imagínese, tengo amigos gais”, sostuvo—, defendió que “la familia con dos mujeres y un niño es innatural”. El alcalde aprovechó la ocasión para arremeter contra el cantante británico Elton John, quien posee una casa en una de las islas de la ciudad y que ya había expresado hace días su indignación por las prohibiciones del regidor. “Es él que polemiza conmigo”, dijo Brugnaro.

El pinkwashing de la homófoba Cifuentes

El término pinkwashing es un acrónimo que combina las palabras “blanqueo” y “rosa”, blanqueorosa se podría decir en español, para aludir a la conocida estrategia del “blanqueo de dinero” (convertir en legal dinero ilegal “pasándolo” por un negocio, mecenazgo de arte, negocio que oculte la procedencia del dinero argumentado como beneficios o pérdidas ese permanente flujo de dinero) pero utilizando los derechos gays para “lavar”, ocultar, “blanquear” acciones o atropellos contra derechos humanos que las grandes potencias cometen para dominar el tablero mundial. O sea, se alardea de democracia tolerante usando a los gays (a un cierto tipo de gay, en realidad: una élite capitalista privilegiada dispuesta a colaborar a cambio de sus privilegios) para demostrar un inexistente grado de tolerancia. Así se distrae del clasismo (si aplicas la lucha de clases a estas minorías se desvela todo el pastél) que afectará al resto de la comunidad marginada. O de las invasiones, torturas, discriminaciones y demás abusos que el supuesto defensor de derechos humanos por mor de la comunidad LGTB está llevando a cabo. Se aplica especialmente al estado de Israel y su permanente utilización de una élite LGTB en Tel-Aviv como garante de su calidad democrática (y distracción de su genocidio en Palestina), aunque todo viene impulsado por EE.UU. La teórica queer estadounidense Jasbir K. Puar lo popularizó en su libro Montajes terroristas: homonacionalismo en tiempos queers. Luego grandes voces como la novelista y académica Sarah Schulman han profundizado en el retorcido mecanismo a través de ensayos y artículos como su Guia documental del pinkwashing (en inglés). Aunque si se quiere entender la perversión de esta campaña, hay que leer (en inglés) el fascinante intercambio de correos entre la académica y la revista gay OUT (completamente comprada por dinero sionista y un ejemplo de pinkwashing) cuando estos intentaron manipularla en un número especial para rebatir el pinkwashing de Israel. Sara, tras arrancar con un rotundo “El punto de partida es la historia del gobierno israelí metiendo dinero para persuadir al mundo de que los ‘derechos gays’ deben estar por encima de las violaciones de derechos humanos causadas por la ocupación”, va rebatiendo punto a punto, y con datos, las ambiguas proclamas proisraelíes de la revista.

Esto ya lo expliqué en mi entrada Pinkwashing en Venezuela, pero creo necesario repetirlo para aplicarlo a lo que hace tiempo viene pasando en España. Especialmente en Madrid (aunque la ristra de Orgullos del PP que se expanden cual franquicia no lo restringen, ni mucho menos, a la capital-laboratorio del PP). Especial mención merecen dos esclavas agradecidas al PP que vienen haciendo pinkwashing como quien hace zapping cuando algo no le interesa: Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes. Mención especial debe darse a la segunda, una aplicada alumna de Gallardón el rey de los gestos progres devenido cristofascista impenitente.

Justo antes de las elecciones autonómicas de 2015, aparecía en ese mediofalsiprogre, devoto de Gallardón —y ahora de sus pupila Cifuentes—, llamado El País, una noticia que anunciaba a bombo y platillo: Madrid tendrá un protocolo policial contra los delitos homófobos. Aprovechando la absurda iniciativa, la noticia colaba que “La delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, impulsa un plan para ayudar a denunciar las agresiones sufridas por homosexuales”. La pantomimase vuelve a reproducir estos días en los que Cifuentes, la que abría campaña deteniendo a 18 ciudadanos a punta de pistola (luego dice que son los jueces y ella no tiene nada que ver, como con Alfon, claro), quiere sumar a su imagen de “verso suelto progre” del PP (ya vimos como funciona eso con Gallardón), que está potenciando tras anunciar que, ¡oh!, condescendiente PPresidenta, permitirá a los sinpapeles no morirse en la puerta de los hospitales,la de adalíd de las causas sociales (siempre y cuando sean un negocio y hagan más atractivo el modelo neoliberal, claro; ya demostró su habilidad simultaneando treperío jerarquico en las escalas más paleofranquistas y aires de juvenil renovación en su etapa Complutense).

Por supuesto, en ninguna de esas campañas se mencionaba que Cifuentes ha votado repetidas veces en  la Asamblea de Madrid en contra de iniciativas a favor de la comunidad LGTB. Ni, mucho menos, que aunque se cansa de repetir que ella está muy en contra de los ataques de su partido contra las personas LGTB (léase el recurso en el Constitucional y muchas más aberraciones), jamás ha abandonado el partido. Tampoco, faltaría más, han puntualizado que esas publicitadas muestras de apoyo a los gays sólo se dirigen a una élite rica, asimilada, liberal y empeñada en copiar al hetero hasta ser ‘normal’, o sea: absurdigays, y que en cuanto un gay está en las manifestaciones, protestas o demandas que van contra su destrucción de nuestro estado de bienestar (o reclaman el respeto a nuestra diversidad, cultura y vida alternativa, no a el patriarcado pintado de rosa que ella quiere imponer), pasa a la trinchera enemiga y será tratado con la brutal dureza que ha venido aplicando en el pasado.

Sobre su anuncio de “abordar las agresiones homófobas”, hay que recordar que la vocal de la Comisión Ejecutiva Regional del PSM (PSOE), diputada regional y activista transexual Carla Antonelli ha denunciado la pasividad del Gobierno de Cifuentes frente a la violencia LGTBfóbica, recordando que el compromiso adquirido por Cifuentes cuando era delegada del gobierno de “protocolo policial” y anunciado en diversas reuniones con colectivos de gays, lesbianas y transexuales, “hoy sigue brillando por su ausencia, no teniendo constancia del mismo ni en las comisarías, ni los propios colectivos”. ¿Falsa publicidad que luego se deja morir entre proclamas de otras prioridades? Un poco.

Encima, quieren vincular esta efectista iniciativa al dato de que “El número de denuncias registradas en relación con los delitos vinculados a la orientación o identidad sexual pasaron de 12 en 2013 a 21 hasta finales de 2014”. ¿Y el PP, Cifuentes y todos esos “activistas” que han ido secuestrando la lucha hasta desactivarla no tienen ninguna responsabilidad? Nada. Otra campaña institucional que garantice votos y subvenciones y a seguir apoyando la homofobia en la calle mientras se ponen tres cartelitos monos y se hacen reuniones variadas que mantengan las subvenciones.

Y es que, siguiendo el homófobo modelo del papa Francisco, Cifuentes utiliza a esa élite de la comunidad LGTB para limpiarse el perfil mientras por detrás sigue aplicando una salvaje homofobia. Aunque la gran traidora no es ella, son esas asociaciones que viven de subvenciones y privilegios y callan sus denuncias o las rebajan. Las que con tal de convivir con su verdugo (y recibir sus limosnas) son capaces de negar su crimen.

Ya va siendo hora de que  se enteren esas supuestas asociaciones LGTB de que la homofobia no es sólo interferir en sus parcelas de poder o la tolerancia blanda, la homofobia también es encarcelar a antifascistas que luchan por nuestros derechos y los de muchas minorías (un saludo, Alfon, hermano), recortar programas de asistencia a mujeres maltratadas, hacer negocio del sistema judicial impidiendo que las mujeres y LGTBs sin recursos puedan pedir justicia, apoyar la ley mordaza para que asociaciones, como este fin de semana la DiversAH de Alcalá de Henares, teman llevarle la contraria  aun policía homófobo por si les cae una multa impagable de 30.000€, destruir los espacios alternativos LGTB de Chueca, Lavapiés, La latina y sustituirlos por lcales elitistas que hacen negocio con la discriminación, destruir las becas y encarecer los másters universitarios hasta tal punto que las personas LGTB no puedan acceder a una educación que les defienda en la vida de la humillación, la opresión y la sumisión, regalar solares y adjudicaciones a instituciones religiosas sectarias y homófobas (todas l son) para que sustituyan a la educación pública y promuevan el odio en lugar de la diversidad, promocionar a y subvencionar a programas de radio, televisión, prensa que son intoxicadores de derechas y que promueven la homofobia, la misoginia, el odio, arrastrar a una persona decentísima que lucha por nosotras (un beso, querida Lola Onieva) por sacar una bandera republicana en la vía pública mientras pasa el lejano Rolls-Royce del Borbón (cuando se ha anunciado que una es republicana y no hará nada contra la pluralidad), favorecer a ciertas élites ultrahomófovas y ultrareligiosas y despedir a plantillas enteras de trabajadores en pro de la pluralidad (un beso, ejemplares ex trabajadores de Telemadrid que seguís luchando por la democracia), dar un golpe de estado en una Telemadrid agonizante para garantizarse la repulsiva propaganda ultrahomófoba, ultramachista, ultrareligiosa y boicotear cualquier voz que nos defienda. Todo eso es homofobia. No sólo no garantizar el bienestar de una élite lameculos.

Hablando de lameculos (y limpiamierdas), que hasta una supuesta emisora de radio gay, Ondaarcoiris, le dé un premio a la homófoba Cifuentes e ignoren a los cientos de activistas, disidentes, luchadoras contra la homofobia que han tenido que pagar con su puesto de trabajo, con su anatema social y con su invisivilización la valentía de denunciar la homofobia, nos da un indicativo de lo distorsionada que está la lucha. El premio lo ha impuesto el grupo dueño de la emisora a los gays, Grupo PRnoticias, y se llama Premio Provooca. No es casual que la emisora en la que varios gays y lesbianas limpian la mierda fascista, sea propiedad del grupo PR, un medio de la derecha española que dirige Pedro Aparicio, “converso defensor de los intereses de la derecha española y recientemente elegido por un grupo de periodistas de confidenciales y otras publicaciones digitales para presidir la  Asociación de Periodistas Digitales (APD)” denunciaba en 2010 un medio de Venezuela . Entre las iniciativas está unirse a FITUR, o sea: al homófobo absurdigay Juan pedro Tudela y su repulsiva explotación de la lucha gay para hacer negocio en FITUR Gay, financiado por Ana Botella y el ala homófoba del PP que le paga buen dinero para que haga parecer que el Pp no es homófobo y secuestre la lucha gay. Es el gaypitalismo.

Investigando un poco sobre Ondaarcoiris, en la plantilla de “la radio de referencia del mundo LGTBI”, resulta que el único redactor que aparece, David Enguita, en su twitter explica que está “Cada Jueves 21:00 en soy un apasionado de los libros en  y colaborador  me puedes leer en  “. ¿Menudas credenciales! Colaborador de Federico Jimenez Losantos y de Intereconomía, medios agresivamente homófobos, multados por sus campañas, y de esa revista absurdigay intrusa, creada por el absurdigay detenido por estafa Javier Checa (a raíz de la cual anuncia un ERE que dejará a 200 empleados en la calle), que ha venido a presentarnos como aliados a nuestros enemigos (la portada del rey Felipe es insultante). Para resumir el espíritu de la repulsiva revista, baste decir que su nombre, RAGAP, leído al revés es la esencia del gaypitalismo: PAGAR.

Apoyar a quien persigue a los antifascistas que combaten la homofobia, el racismo y la misoginia mientras se tolera y ampara a fascistas violentamente homófobos como el Frente Atletico es la peor manera de apoyar la homofobia. Y eso es lo que hace Cifuentes.

También va siendo hora de que esas supuestas asociaciones y activistas se enteren de qué es el pinkwashing o blanqueorosa que nos utiliza para amparar atropellos de derechos humanos como en Israel o los EEUU. Nos dan unos privilegios para usarnos como ejemplo de avances. Mientras, todo el sector disidente de la comunidad es criminalizado con vuestra ayuda. Bukaneros son nuestros aliados, Frente Atlético o Florentino Pérez, nuestro enemigo.

La lucha LGTB no está para saciar vuestra hambre de poder, faranduleo y fotos. Es una lucha muy seria para que la manchéis corriendo a alternar con monarquías homófobas, machistas y cristofascistas. Es una vergüenza que corriéseis a legitimar a un rey impuesto por la dictadura y no votado democráticamente y lo hicíeseis pasar por “integración”.

Que la lucha LGTB haya quedado supeditada a las fotos que queréis poner en vuestros facebook y twitters o los recortes de prensa que muchas y muchos habéis utilizado para suplir unas carreras penosas en el artisteo es despreciable.

Y sobre todo que abandonen el hipócrita y cómodo doble discurso posmoderno de “todo vale”. No, o se está con los homófobos o contra ellos. Esas campañas que hacía la MTV en la que programaban cuatro tristes mensajes institucionales denunciando la homofobia y el machismo para pasar a programar cada 10 minutos durante meses el video de Eminen llamando a la agresión de “maricones y putas” y a asesinar mujeres y homosexuales es una triquiñuela capitalista.

Cifuentes nos está utilizando mientras con ese capital que recibe preserva la peor homofobia de la Iglesia, del Opus, de la derechona franquista que tan familiar le es y tanto apoyo le ha dado. No, Cifuentes. tu pinkwashing no es bienvenido. Deja de utilizarnos.

Un hombre hospitalizado en Almería tras sufrir una agresión homófoba

gay agredido en almeria

Estaba hablando con mi exnovio, pasó un grupo de chicos y de repente me desperté sangrando en el suelo”. Juan José Saldaña, de 24 años, apenas puede articular palabra. Acaban de intervenirle quirúrgicamente por una agresión homófoba, que sufrió en la madrugada de este lunes, en el recinto ferial de Almería. Aunque quedó inconsciente, este estudiante de Educación Infantil manifiesta que su expareja oyó cómo le gritaban “maricón” antes de golpearle.

Saldaña trabaja como voluntario esta semana en la caseta ferial de la asociación Colega Almería, colectivo que trabaja por la igualdad de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales en la provincia andaluza. El estudiante salió a sacar la basura en torno a las tres de la madrugada de este lunes y se paró a hablar con su exnovio en la parte trasera de la carpa. Mientras charlaban, un grupo de personas se acercó a la pareja. La víctima recibió un golpe muy fuerte y quedó inconsciente en el suelo: “No recuerdo cuántos eran, todo pasó muy rápido”.

El exnovio de Saldaña también recibió un empujón, pero pudo ayudar a su expareja a entrar en la caseta. “Llegó completamente ensangrentado”, relata Francisco Ferrer, tesorero de Colega Almería. Algunos compañeros trasladaron a la víctima, que era incapaz de moverse por sí solo, hasta el puesto sanitario. Finalmente, Saldaña fue llevado en ambulancia al Hospital Torrecárdenas de la capital con una fractura en el brazo y en la mandíbula.

El estudiante de Educación Infantil no ha denunciado aún la agresión a la policía porque acudió directamente a los servicios sanitarios, y hasta este martes no podía ni siquiera gesticular por la lesión en la mandíbula. “Pienso denunciar en cuanto salga del hospital”, ha subrayado Saldaña, después de la intervención quirúrgica. El joven está todavía ingresado: “Me han puesto unos tornillos en el dedo y una placa en la mandíbula”.

Saldaña, al que le cuesta hasta deletrear su apellido porque también ha sufrido daños en una de las piezas dentales, ya recibió en 2011 otra agresión homófoba y curiosamente también dentro del recinto ferial almeriense. “Me estaba besando con mi novio y me dieron un empujón. No fue tan fuerte como esta vez, pero me rompí el labio”, detalla.

Colega Almería ha denunciado los hechos por suponer un atentado contra de los derechos de orientación sexual. “Estamos todos con mucha preocupación, nunca nos había pasado nada igual en los 10 años que llevamos poniendo la caseta en la feria”, manifiesta Francisco Ferrer. Desde la asociación lamentan que aún hoy se den agresiones de este tipo.

La escuela es un gigantesco armario

FERNANDO J. LÓPEZ

Cuando escribí La edad de la ira no era consciente de las historias que esa novela iba a traer a mí. Historias de adolescentes y de profesores que se ven reflejados en la denuncia de la violencia y de la homofobia encerrada en esas páginas. Historias que, en ocasiones, han desembocado en finales tan trágicos como el del suicidio -este pasado curso- de un adolescente acosado por ser gay y que ponen sobre la mesa el grave problema de involución de la convivencia en nuestras aulas.

Resulta fácil culpar a los agresores directos, a esos adolescentes que acosan a un compañero por su orientación sexual. Sin embargo, esa acusación olvida la raíz del conflicto: el inmenso vacío en el que se halla la educación para la igualdad. En Secundaria el trabajo contra la homofobia, la transfobia o la misoginia -estrechamente vinculadas entre sí- es un simple contenido transversal. Una cuestión casi anecdótica subordinada, como tantas otras, al voluntarismo docente, de modo que educar en valores y mejorar la convivencia depende del tiempo, las ganas y la capacidad del profesor, a quien -por supuesto- no se forma en cómo abordar estas realidades en el aula.

Aulas donde no es raro encontrar un maricón escrito en la pizarra o en algún pupitre. Cabe la opción de borrarlo sin más, de pensar que “sólo es una gracia adolescente” ante la que no conviene “perder tiempo”. Sin embargo, educar en el uso del lenguaje nunca es perder el tiempo. Al revés, estamos ganándolo. Cada vez que obviamos o minimizamos esos actos, olvidamos cómo afectan -directa o indirectamente- a quienes se hallan en proceso de construcción de sí mismos, a esos adolescentes que muchas veces no se atreven a confesar su homosexualidad por el miedo al rechazo y a la burla. Por el temor a convertirse, precisamente, en el objeto cotidiano e hiriente de ese maricón al que le hemos restado importancia.

Falta acción, falta compromiso y falta, sobre todo, visibilidad: “Hay una ley implícita por la que cualquiera que coge una tiza en el aula se vuelve hetero”. Así expresaba, a través de un personaje de La edad de la ira, mi perplejidad ante la pervivencia de un gigantesco armario docente que aún hoy debe romperse. Por desgracia, todos conocemos ejemplos de compañeros que han sufrido problemas de acoso laboral tras expresar abiertamente su orientación en sus centros de trabajo pero, de nuevo, los culpables de la mayoría de esos conflictos no son adolescentes, sino ese mundo adulto que se finge tolerante y donde aún queda mucha homofobia que barrer. En mi caso, la visibilidad no me ha supuesto jamás un problema con mis alumnos y sí me ha permitido, sin embargo, intervenir en situaciones de las que, seguramente, no habría tenido noticia si no hubiera entablado con ellos ese lazo de confianza y sinceridad.

La adolescencia, aunque nos esforcemos -desde la distancia que nos otorga el tiempo- en olvidar sus aristas más dolorosas, nunca es fácil. No resulta sencillo buscarse a uno mismo y el hecho de sentirse distinto añade una complejidad más. Por eso, el mundo LGTB sigue necesitando modelos y compromiso. Y por eso, supongo, analizo en clase oraciones como “Eva y su novia fueron al cine” o he incluido un protagonista adolescente abiertamente homosexual en Los nombres del fuego, mi próxima novela juvenil, porque sin visibilidad seguiremos alimentando la ignorancia y, con ella, la violencia. Y ante la homofobia no hay arma más poderosa, ni más necesaria, que la educación.

Fernando J. López es profesor de Secundaria y autor del libro La edad de la ira

‘¿Sois maricones?’

«¿Sois maricones?», le preguntó el agresor a Pedro tras darle un puñetazo en el brazo con el que no rodeaba a su amigo. Sucedió a las tres y media de la madrugada del pasado sábado en la calle Alcalá de Madrid. La víctima, de 25 años, es la tercera en dos semanas en padecer un delito de odio de carácter homofóbico en la capital.

«Eran dos chicos. Nos dijeron que nos portáramos bien, que no les hiciéramos sacar nada». Pedro (nombre ficticio) se recuerda paralizado. Los agresores intentaron intimidarles pidiéndoles que les diesen «lo que llevasen encima», pero lograron zafarse gracias a la ayuda de un viandante. Los días siguientes al altercado y a la denuncia, al joven se le pasó por la cabeza camuflarse y evitar gestos de cariño en público: «Yo iba con unas bermudas bastante cortas y tupé. Pude ser muy obvio… también pensé ‘Voy a dejar de darle la mano por la calle, no le beso, no le abrazo’», pero, tras el impacto, se dijo a sí mismo que ni quiere, ni debe: «Sufrí acoso en toda mi trayectoria escolar. Ahora elijo levantar la cabeza».

A Juan (otro nombre ficticio) lo agredieron, junto a tres amigos, en la madrugada del 25 al 26 de abril. Fue en la Gran Vía. «Dos chicos nos gritaron ‘maricones’. Nos habíamos cruzado con ellos hacía un rato. Cuando nos giramos, ya los teníamos encima». Aunque los agresores huyeron, volvieron a asaltarles varias veces esa misma noche. «Nos esperaron en dos ocasiones más, cada cual más salvaje, a pesar de que habíamos hablado con una patrulla de Policía cercana. Les pidieron la identificación, pero no les detuvieron».

El joven cuenta que el cuerpo de seguridad que les atendió era municipal: «Cuando les hablamos de un delito de odio, no sabían ni qué era. Uno de nosotros, que tiene formación en Derecho, tuvo que explicarles su regulación penal». Los agresores los abordaron una tercera vez -golpeándoles en la cara, en el pecho, en el estómago, agarrándoles del cuello y asegurando que los iban a matar-, pero, «aunque volvieron a escapar, ya estaban fichados».

Ahora esperan el veredicto de un juicio de faltas. «Me da miedo subir una foto a Instagram del sitio por el que paseo por si alguien me persigue». Juan ha empezado a obsesionarse: «Escucho murmullos por detrás cuando camino con un amigo y creo que me van a agredir».

Guillermo López es miembro de DiversAH, asociación LGTB de Alcalá de Henares. Este colectivo hizo una convocatoria virtual para acudir al pregón de las fiestas de la localidad -que comenzaron el pasado sábado- con banderas y carteles, solidarizándose con las víctimas de la agresión homófoba del 15 de agosto a manos de un grupo de neonazis. La concejala de Seguridad tenía constancia de ello. Sin embargo, al llegar allí, la Policía les «pidió quitar el cartel de Stop LGTBfobia porque le parecía que incitaba al conflicto».

El argumento les sonó a «intentan violar a una mujer porque viste minifalda». Los agentes llegaron a pedirles los datos a dos chicos que llevaban al cuello banderas del arco iris. «Lo que es curioso es que cerca de nosotros había una pancarta muy grande. Ponía Esto es Alcalá con un símbolo de prohibido en el que había una hoz y un martillo. Ha sido difundida en redes sociales de ideología neofascista. Pero a ellos no les dijeron nada». Guillermo cuenta que, hace dos meses, «a un compañero lo asaltó un vecino en su portal. Le puso una soga en el cuello y le dijo que quitase la bandera de arco iris del balcón, que lo mataría si sus hijos salían maricones como él». Al llamar a la comisaría, le pidieron «que les avisase si volvía a pasar». Guillermo se indigna: «La actitud policial se vuelve cómplice cuando protege reiteradamente a los agresores».