LAS ACTITUDES SEXISTAS NO SON GAMBERRADAS

ZURIÑE ESTIVARIZ MARTINEZ DE ANTOTANA (TXIKI) INTEGRANTE DEL GRUPO 7 MENOS 20 Y EX BIZNIETA DE CELEDÓN

Ahora que ha acabado el verano, las vacaciones y las fiestas populares, podemos decir que no ha habido ni una fiesta, en ninguna ciudad de Euskal Herria, que no haya estado marcada por alguna agresión sexual o agresión sexista. Sabemos, que las que se denuncian son muchas menos de las que suceden, como también sabemos que las agresiones sexistas verbales son tan frecuentes, que sería imposible contabilizarlas. El movimiento feminista lleva años trabajando por unas fiestas donde todas y todos podamos disfrutarlas. Se hacen campañas, se crean protocolos, se intenta sensibilizar a la ciudadanía, arduo trabajo viviendo en una sociedad patriarcal, donde las agresiones verbales están tan interiorizada, que si las denunciamos o nos sentimos molestas, tenemos que escuchar lo exageradas que somos, que no es para tanto, feminazis, histéricas… Parece ser que una parte de la población no ha entendido que seguirnos por la calle o abordarnos, hacer comentarios sobre nuestras tetas o nuestros culos, eso que tanta gracia les hace a algunos, son agresiones sexistas, no groserías.

Nos parece un escándalo firmar un protocolo para luego no cumplirlo, pero más escandaloso nos parece tener que leer en los medios de comunicación que 120 hombres se sintieron maltratados y agredidos delante de una concentración pacífica realizada por 15 mujeres, !Por favor!

No creemos que la solución sea enquistarnos en una eterna discusión, ni caer en injurias, ni en intentos de desprestigio. Tampoco pretendemos representar a quien no quiera ser representada, ni dividir la ciudad en una gran eterna bronca. Lo que queremos es que todas las personas que quieran participar en las fiestas lo puedan hacer tranquila y libremente. Nuestro objetivo es que nadie sufra una agresión sexual, ni sexista, ni machista, ni lesbotranshomófoba, ni gordófoba ni xenófoba.

Hay dos opciones; la primera es trabajar desde el respeto, para que todas y todos podamos divertirnos, no solo algunos; la segunda es caer en un enfrentamiento sin fin, olvidando lo importante, la lucha contra el machismo. Nosotras y nosotros lo tenemos claro. ¿Vosotras y vosotros?

Genero indarkeriaren aurkako kartelak jarri ditu Zizur Nagusiko Udalak

Herriko sarreretan kokatu dituzte indarkeria sexista gaitzesten duten kartelak. Jon Godan Zizur Nagusiko alkateak nabarmendu du erakundeek ardura dutela genero indarkeria “behin betiko desagerrarazteko”.

Herriko sarreretan Zizur Nagusiko udalak jarri duen karteletako bat. Berria

Herriko sarreretan Zizur Nagusiko udalak jarri duen karteletako bat. Berria

Zizur Nagusiak ez du eraso sexistarik onartzen”, diote ele bitan udalak herriko sarreretan jarritako kartelek. Godanek esan du kartelak bizilagun eta bisitarientzat direla: “Udala eraso horien aurka agertzea ekinbide ikusgarria izan daitekeela uste dugu”. Carme Rubalcaba Berdintasun zinegotziaren aburuz, helburua gizartea gaiarekin sentsibilizatzea da, “bortizkeria sexista oraindik existitzen baita”.

Maiatzeko udal hauteskundeak UPNk irabazi bazituen ere, Jon Godan Gero Baiko hautagaia aukeratu zuten alkate EH Bildu, Zizur Elkarturik eta AS Zizurren botoei esker.

Violaciones correctivas, el castigo para “curar” a lesbianas en Perú

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Segunda marcha por la la igualdad en Lima / Amnistía Internacional Perú

“Quería ‘curarme’ a la fuerza. Lo entendí así pues me decía que no estaba bien ‘ser como eres’ y que ‘una mujer que llora por otra, no es correcto’. Nunca más quise saber de él. Tenía miedo, mucho miedo”.

Así empieza el relato de una de tantas jóvenes lesbianas que en Perú son víctimas de las llamadas ‘violaciones correctivas’. Una práctica machista no aislada que se basa en forzar sexualmente a aquellas mujeres que se atreven a mostrar en público que aman a otras mujeres.

Esta joven, que protege su identidad bajo el pseudónimo C. Lesbiana, fue violada por un vecino y amigo de la familia a quien hasta el momento había tratado como a un pariente. “Sucedió que, un día, mientras estaba llorando en mi cama, sola, la puerta estaba sin seguro, así que entró. Se acercó a mi cama y me preguntó si estaba bien. Le contesté que sí, que vaya a la sala, que me alistaba en un momento. El resto es historia”. Una historia que terminó en embarazo.

Ella no es más que otra víctima de un sistema que somete a estas mujeres con la intención de forzar a la heterosexualidad. Se trata de situaciones de violencia sexual basadas en tocamientos indeseados, que en los casos más extremos pueden desembocar en violación. Expertos y activistas explican que son castigos correctivos que causan daños físicos y psicológicos irreversibles en la víctima, y que en algunos casos se ejecutan de manera repetida si la joven no accede a “curarse” a la primera y acepta públicamente su cambio de condición sexual acatando las normas que dicta una parte de la sociedad que sigue pensando que la homosexualidad es una enfermedad.

Los crímenes que no se denuncian

Las secuelas psicológicas de estos abusos, y el sentimiento de que no son “capaces de curarse”, llevan a muchas mujeres al suicidio, cuenta Ruth Moreno, activista del Movimiento Homosexual de Lima. “Normalmente los agresores suelen ser los tíos, los primos o algún amigo cercano de la víctima”, prosigue, y asegura que aunque a través de los talleres de apoyo a colectivos LGTBI se conocen casos como estos, “nadie llega a denunciar”.

“En radio Yaraví, dos conductores de un programa narraron cómo una persona conocida había contratado a un hombre para violar a su hija lesbiana. Ella tuvo un hijo y, según ellos, logró curarse. Entre burlas y risas, comentaron sobre este delito que ha quedado impune”, cuenta una joven lesbiana de Arequipa en otro de los testimonios recogidos en el Informe sobre Derechos Humanos de Personas Trans, Lesbianas, Gays y Bisexuales en el Perú 2014 – 2015.

“Los hombres consideran que el acto penetrativo es un acto de corrección, lo hacen porque creen que ellas son lesbianas porque no conocen nada más”, explica Brenda Álvarez, asesora legal del Centro de Promoción y Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos (Promsex) y especialista en temas de feminismo.

Según los colectivos de defensa de los derechos LGTBI peruanos, estos actos de violencia extrema son la culminación de repetidas amenazas a las que las mujeres lesbianas se ven sometidas. En la calle se enfrentan de manera constante a comentarios homófobos y humillantes. Críticas que conforman un recuerdo público y constante de su condición sexual y que casi siempre van acompañadas de una oferta: “Probar a un buen varón”.

Aquí, la discriminación está en todos lados, explica Moreno. En las familias “es común que las encierren en sus habitaciones, que les roben el celular y les corten la ropa ancha para obligarlas a llevar vestimenta femenina”. Incluso “las obligan a tener novio o a ponerse falda aunque a ellas no les guste”, añade Brenda Álvarez.

Las leyes peruanas dan la espalda al colectivo

Este informe, elaborado por Promsex y la Red Peruana TLGB, alerta de que la mayor parte de los casos no son denunciados y, en el caso de serlo, la víctima no especifica que se trate de abusos de intención ‘correctiva’. Según datos de Promsex, solo el 5% de los casos de violaciones a mujeres en Perú son denunciados, de los cuales no se sabe cuántos son castigos correctivos.

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Segunda marcha por la igualdad en Lima / Amnistía Internacional Perú

Perú, cuyo Gobierno no ha respondido a las preguntas de eldiario.es, no cuenta con una política nacional contra la discriminación por la orientación sexual y la discriminación de género. Así como no tiene tipificados los crímenes de odio hacia la población LGTB, causa por la que lleva años luchando Amnistía Internacional en el país. A pesar de esto, según datos de Promsex, el 90% de la población admite que existe discriminación hacia este colectivo, una percepción que no se refleja en las políticas.

En julio de 2013 el Congreso rechazó sancionar de manera explícita los crímenes de odio motivados en la orientación sexual e identidad de género y en julio de 2014 aprobó un decreto que censuraba toda mención a las personas y comunidades LGTBI. Así, según señala un informe del Movimiento Homosexual de Lima, cada semana se produce en el país un crimen de odio contra personas de este colectivo que no queda debidamente registrado y tipificado como tal.

La directora ejecutiva de Amnistía Internacional en Perú, Marina Navarro, advierte de la necesidad de “adecuar la legislación nacional con los estándares internacionales y tipificar los crímenes de odio contra las personas LGTBI” y denuncia que en el país “existe impunidad en los crímenes hacia personas LGTBI”. Resalta que a veces este tipo de crímenes “no son debidamente investigados y juzgados”.

La islamofobia se convierte en el principal delito de odio

La policía ha registrado 57 delitos de odio en lo que va de año. Los ataques contra el Islam representan el 40%

transexual agredida el pasado 8 de agosto en Madrid

transexual agredida el pasado 8 de agosto en Madrid. / SANTI BURGOS

Hasta 57 casos de delitos de odio han sido registrados por la policía en lo que va de año. El Ministerio del Interior reconoce “un repunte” en esta modalidad delictiva, perseguida en todas sus formas con el nuevo Código Penal. Los informes policiales reflejan que el 40% de estos ataques son por islamofobia. Comenzaron a sucederse tras el atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo. Hasta entonces, a falta de datos comparables y con un estudio previo de Interior, los incidentes de este tipo eran mayoritariamente por racismo y homofobia.

“Islam es paz para tu puta madre”, rezaba la pintada en la fachada de la mezquita Ismael en Burgos. Apareció escrita el pasado 8 de enero, al día siguiente del atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo. Un día más tarde, el 9 de enero, en las escaleras de la entrada principal de la mezquita de Abu Baker en Madrid se leía: “Islam No, perros hijos de puta”. Y el 10 de enero, en la fachada principal de la mezquita de Jaén: “Islam fuera de Europa”. Y el 13 en Jerez de la Frontera (Mezquita En-Noor): “Fuck Islamic” [“Que os jodan, islamistas”] y tachados los nombres de ISIS y Al Qaeda, junto a un “Je suis Charlie” [“Yo soy Charlie”], el grito de solidaridad que recorrió Europa tras la muerte a tiros de los 11 periodistas de la publicación parisina.

Hasta 57 casos de delitos de odio han sido registrados por la policía en lo que va de año. El Ministerio del Interior reconoce “un repunte” en esta modalidad delictiva, perseguida en todas sus formas con el nuevo Código Penal. Los informes policiales reflejan que el 40% de estos ataques son por islamofobia. Comenzaron a sucederse tras el atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo. Hasta entonces, a falta de datos comparables y con un estudio previo de Interior, los incidentes de este tipo eran mayoritariamente por racismo y homofobia.

“Islam es paz para tu puta madre”, rezaba la pintada en la fachada de la mezquita Ismael en Burgos. Apareció escrita el pasado 8 de enero, al día siguiente del atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo. Un día más tarde, el 9 de enero, en las escaleras de la entrada principal de la mezquita de Abu Baker en Madrid se leía: “Islam No, perros hijos de puta”. Y el 10 de enero, en la fachada principal de la mezquita de Jaén: “Islam fuera de Europa”. Y el 13 en Jerez de la Frontera (Mezquita En-Noor): “Fuck Islamic” [“Que os jodan, islamistas”] y tachados los nombres de ISIS y Al Qaeda, junto a un “Je suis Charlie” [“Yo soy Charlie”], el grito de solidaridad que recorrió Europa tras la muerte a tiros de los 11 periodistas de la publicación parisina.

La cacería homófoba del IS

Miembros del IS arrojan a un supuesto homosexual desde un edificio

Miembros del IS arrojan a un supuesto homosexual desde un edificio. E. M.

Atrapados entre la pared de regímenes autoritarios que recurren a la moral pública para legitimarse y la espada de grupos extremistas como el autodenominado Estado Islámico (IS) que presumen de una sanguinaria cruzada para erradicar el “vicio”. Así se hallan los homosexuales que habitan el Oriente Próximo de primaveras marchitas y salvajes otoños. A principios de esta semana, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró a puerta cerrada una reunión informal en la que resonó la voz de las víctimas gays que sufren la persecución en las zonas de Siria e Irak gobernadas por el califato del IS.

El sirio Subhi Nahas, trajeado y aterido de nervios, fue el rostro de una cita histórica. “Al principio estaba muy nervioso porque sentía que estaba haciendo algo importante. Luego, me llené de fortaleza al pensar que estaba dando voz a otra mucha gente. Los miembros delConsejo de Seguridad incluso se animaron a contar sus experiencias personales”, dice a EL MUNDO Nahas desde Nueva York, muy lejos del polvorín sirio.

Desde que el IS extendiera sus tentáculos al calor de la guerra civil siria y el caos iraquí, la organización que dirige Abu Bakr al Bagdadiha firmado crímenes atroces contra la clandestina comunidad homosexual. Según la ONU, las huestes del califato se han atribuidola muerte de al menos 30 personas juzgadas por sodomía a un lado y otro de la frontera. “En junio la hisba [policía religiosa del IS] arrestó a tres jóvenes en Mosul, los subió a la azotea de un edificio de siete plantas y los lanzó al vacío. Dijeron que era el castigo por practicar la homosexualidad”, señala Esmat Rajab, líder del Partido Democrático del Kurdistán en la segunda ciudad de Irak hasta la irrupción de losyihadistas en junio de 2014.

Uno de esos ajusticiados era un niño de nueve años que fue víctima de una violación por parte de un adulto que era militante del IS y que también fue asesinado. No fue su culpa, pero lo mataron sin piedad. Cuando cayó al suelo, el chico aún estaba vivo y trató de escapar. No se lo permitieron y le dispararon en la cabeza”, cuenta a este diario un activista de Mosul que rehúsa proporcionar su nombre por motivos de seguridad. Hasta entonces habían perdido la vida 18 personas acusadas de sodomía en la capital iraquí del califato.

Los vecinos aplauden

El IS, que se ha jactado de su brutalidad divulgando fotografías y vídeos de los homosexuales capturados y liquidados, también les ha sometido a lapidaciones, pelotones de fusilamiento ydecapitaciones. Todas las fechorías han sido cometidas a plena luz del día. “En la mayoría de los casos cientos de vecinos, incluidos niños, han aplaudido los crímenes con júbilo como si se tratara de una boda. Si la víctima no fallecía después de ser arrojada desde lo alto la mataban a pedradas“, recuerda Nahas.

En el encuentro del Consejo de Seguridad, un segundo testimonio levantó acta del horror. Un iraquí llamado Adnan contó su tormento en una conversación telefónica desde una localización no desvelada. “En mi sociedad ser gay significa la muerte y cuando el IS asesina a los gays, la mayoría de la gente es feliz porque piensa que estamos enfermos. El IS ha cosechado buena fama con estas acciones“, declaró quien abandonó su hogar huyendo de los barbudos.

“Mi propia familia se volvió contra mí cuando el IS fue en mi búsqueda. Si ellos no me matan, mis parientes lo harán”. Según el fugitivo, los acólitos del califato localizan a los homosexuales mediante los contactos de móvil y Facebook de las personas que capturan.

“Es un testimonio horrible. Me imagino el miedo que debe tener. Era posible percibirlo en su tono de voz cuando lo contaba por teléfono. Entendía lo que decía”, confirma Nahas, quien mantiene a duras penas el contacto con algunos compañeros de batalla en Siria. “Incluso cuando hay electricidad e internet funciona, es muy complicado tener una conversación, y mucho más que hablen abiertamente de su orientación sexual. Temen que alguien les escuche y pueda descubrirlos”.

Persecución en otros países

El horizonte no resulta menos sombrío en otros países de Oriente Próximo. Tras el ocaso de Sadam Husein en 2003, las milicias chiíes que aún imponen su ley en el Irak libre del IS segaron cientos de vidas por la sospecha de sodomía.

En Arabia Saudí, aliado de Estados Unidos en su lucha contra el califato y cuna del islam más ultraconservador, la homosexualidad se castiga con cárcel, latigazos, castraciones e incluso pena capital.

En el vecino Egipto, el golpe de Estado que en julio de 2013 desalojó del poder al islamista Mohamed Mursi ha resucitado la persecución contra una comunidad que había gozado de cierto aperturismo al socaire de las revueltas que destronaron a Hosni Mubarak. Paradójicamente, ha sido un régimen encabezado por un militar, el actual presidente Abdelfatah al Sisi, quien ha ordenado la campaña contra el libertinaje que se ha saldado con más de 150 arrestos.

Las aplicaciones de móvil o las páginas web de contactos se han convertido en herramientas empleadas por la policía para atrapar a quienes atentan contra la decencia pública. Según la Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales, al menos cuatro extranjeros han sido deportados del país árabe por su orientación sexual desde el pasado abril. A principios de agosto, un turista europeo fue detenido en Marsa Matruh, en la costa mediterránea; interrogado sobre su homosexualidad en una comisaría y trasladado al aeropuerto de El Cairo, donde fue obligado a comprar un billete de regreso a casa.

En las tierras de Mahoma no sólo los guardianes del islam han justificado estos ilimitados zarpazos de intolerancia. El pasado diciembre, en una entrevista en exclusiva concedida a este diario,Teodoro II -el Papa de la Iglesia Ortodoxa Copta que profesa un 10% de la población egipcia- manifestó sin ápice de rubor que su misión era liberar al mundo de “enfermedades sociales como la homosexualidad.

“Es un mal que requiere arrepentimiento o tratamiento médico“, apostilló.

‘Pasé años tratando de ser lo que querían’

Rami Yusef, con su bicicleta en Amsterdam

Rami Yusef, con su bicicleta en Amsterdam. EL MUNDO

«Me gustaría decir que soy gay y que estoy orgulloso de serlo. Aquí mi confesión». El 17 de mayo de 2012, el egipcio Rami Yusef reunió el valor suficiente y tuiteó lo que había escondido durante años. Doce meses antes había salido del armario ante su familia desatando otra tempestad.

«Mi madre quedó devastada cuando se dio cuenta de que todos los sueños que había imaginado para mí no iban a suceder», relata a EL MUNDO Yusef desde su nuevo hogar en Amsterdam. «Ella siempre había dicho que la homosexualidad era una enfermedad y un pecado. Durante el año siguiente fue incapaz de aceptarlo, pero, con el tiempo, el amor de madre venció y hoy nuestra relación es muy estrecha», agrega.

La revelación puso patas arriba toda su existencia. Se alejó del nido familiar y de su Ismailiya natal, una de las grandes ciudades que jalonan el Canal de Suez, y continuó sus estudios de Farmacia en El Cairo.

«Al principio mi familia intentó que practicara más la religión y me animó a que buscara tratamiento médico, pero me negué en redondo. Yo no estaba enfermo».

Más de tres años después, aún se afana en recomponer los lazos familiares. «Para mi hermano mayor es extremadamente duro aceptar algo como la homosexualidad desde el punto de vista social y religioso, y todavía no ha conseguido asimilarlo. La reacción de mi otro hermano, sin embargo, ha resultado completamente sorprendente. De mente abierta, me acompañó incluso a la Fiesta del Orgullo Gay en Amsterdam, donde me invitaron a dar un discurso», comenta quien, durante su estancia en la capital egipcia, comenzó a estudiar Políticas y Economía y trabajó en una fundación alemana centrada en los derechos humanos.

En El Cairo conoció, además, a miembros de la comunidad homosexual acostumbrados a vivir en la sombra, lanzó una campaña contra la homofobia en las redes sociales que generó miles de tuits e intentó recoger las historias de almas marginadas por su condición sexual en los arrabales de la megalópolis egipcia.

Fueron meses de frenético activismo durante los que llegó a afiliarse a un partido liberal de cuya primera línea se mantuvo alejado, temeroso de que sus contrincantes usaran su vida privada para frustrar cualquier aspiración.

Hasta que el golpe de Estado de julio de 2013 estrechó los márgenes, y la idea de emigrar a Europa empezó a rondar la cabeza de Yusef.

Aún así, permaneció impermeable al desaliento y criticó abiertamente las redadas de la policía y la complicidad de algunos medios de comunicación locales que se entregaron a la tarea de demonizar al colectivo, desvelando la identidad de algunos detenidos.

«Ser gay en Egipto es muy complicado. Los egipcios no pueden ignorar todos esos años durante los que fueron adoctrinados para odiar y discriminar a los homosexuales. A mí, como a cualquier otro gay, el entorno me puso ante una complicada elección: ser como creo que soy o ser como le conviene a la sociedad. Pasé años tratando de encajar, pero esa opción sólo me generó un dolor constante. Sabía que aceptarme resultaría igual de doloroso, pero, al menos, podría ser honesto con mis sentimientos», reconoce Yusef.

Los acontecimientos que se precipitaron tras su confidencia pública, la primera de un gay en un país de 90 de millones de habitantes, suscitaron sentimientos encontrados. Recibió mensajes de agradecimiento y apoyo, pero también amenazas e insultos.

«Me acostumbré a que se burlaran de mí por la forma en la que me vestía o me cortaba el pelo, y sufrí violencia tanto verbal como física por mi apariencia y tendencia. Perdí por el camino a muchos amigos y fue muy duro para mí y mi novio alquilar un apartamento donde vivir. Cuando lo logramos, decidimos abrirlo a las personas homosexuales siempre que lo necesitaran, aunque eso nos costara el acoso del vecindario. Hasta que un día nos golpearon y amenazaron».

A principios de este año, harto del acoso de una sociedad cada vez más pacata, decidió hacer las maletas y estrenar vida en los Países Bajos. «Es una experiencia completamente diferente, aunque sea duro para quien, como yo, se halla en medio del proceso de petición de asilo. Egipto es el país donde nací y crecí y donde todo estaba escrito. Holanda es, en cambio, un ambiente totalmente nuevo donde estoy tratando de conocerlo todo desde cero. Hay un gran espacio de libertad, pero existen algunos prejuicios hacia los inmigrantes. Estoy contento. Creo que haber venido es la decisión correcta, pese a que todavía eche de menos mi patria».

La distancia con la tierra de los faraones no le ha hecho olvidar la cruzada que padecen los compatriotas que no pudieron escapar. Su sino es hoy uno de los asuntos que inquietan a Yusef, volcado en el activismo gay.

«Egipto es un país cada vez más conservador y salvaje. La población está desarrollando una fobia a un ritmo desquiciante. El peligro está siendo cada vez más sistemático y organizado. Hay más violencia en el aire y puedes sentirla. La única esperanza son quienes tienen a homosexuales en su entorno y pueden desaprender aquellos valores sociales que les inocularon otros. Tienen el deber de aceptarse entre sí y ofrecer un espacio seguro para quienes están siendo discriminados. Si lo logramos, disfrutaremos de una sociedad más fuerte. Desgraciadamente, las medidas represivas seguirán durante algún tiempo. Me entristece ver cómo mi país pierde a jóvenes increíbles a diario».

‘Temí que me asesinaran’

Subhi Nahas, en EEUU. E. M.

Subhi Nahas, en EEUU. E. M.

La vida de Subhi Nahas no fue jamás un camino de rosas. Nació enIdlib, una urbe en el noroeste de Siria donde habitaban unas 165.000 almas antes del estallido de una cruenta guerra civil hace ahora más de cuatro años. «Residía en una ciudad de provincias donde ser gay era muy arriesgado. Los vecinos te acosaban y los compañeros de escuela te marginaban. Siempre me sentí muy solo», narra el joven en conversación telefónica.

«El régimen sirio no atacaba a los gays individualmente. Solía llevar a cabo redadas en locales frecuentados por los homosexuales en Alepo o Damasco. Se podía vivir, pero extremando las precauciones. Si alguien sospechaba y te delataba, sabías que, con el código penal en la mano, te caerían como mínimo tres años de cárcel», evoca Nahas desde su refugio estadounidense.

Su primera experiencia con las tropas de Bashar Asad sucedió en 2012. «Los soldados», rememora, «pararon el autobús en el que iba a la universidad y nos llevaron a una casa aislada. Se dieron cuenta de que era afeminado y se mofaron llamándome maricón. Temí que algunos o todos me violaran y me asesinaran. Milagrosamente me liberaron».

El drama no había hecho más que escribir sus primeras líneas. ElFrente Al Nusra, la filial siria de Al Qaeda, irrumpió poco después y fue ganando terreno al Gobierno y el resto de milicias hasta establecer su cuartel general en la provincia. «La situación cambió radicalmente. Al principio no pasó nada, porque los extremistas no tenían el control total del enclave. Cuando lo lograron, sin embargo, comenzaron a aplicar la sharia [legislación islámica] y arrestaron a un hombre acusado de practicar la homosexualidad por vestirse diferente. Le torturaron hasta arrancarle la confesión y le obligaron a delatar a otras personas que fueron perseguidas y acusadas de sodomía», detalla.

Después, una mezquita de la villa advirtió de que limpiaría el páramo de homosexuales y la procesión de detenidos siguió creciendo. «Muchos más hombres fueron torturados hasta reconocer sus pecados. Algunos murieron». Y Nahas entró en pánico.

‘Miedo a salir de casa’

«Fue», asiente, «un momento muy dramático. Tenía miedo de salir de casa y ser acosado por los vecinos y las milicias. Asomarse a la calle se volvió un asunto de vida o muerte. Así que decidí recluirme en el hogar y salir en contadas ocasiones. Me sentí completamente aislado del mundo».

La casa familiar no era un oasis. Hacía tiempo que había compartido su condición sexual con sus padres. «Lo dije cuando cumplí los 16 años con la ayuda de un psicólogo. Lo sabían, pero nunca quisieron reconocerlo. Mi padre fue el que peor reaccionó», dice quien luce una cicatriz en la barbilla en recuerdo de aquella respuesta.

El instinto de supervivencia le ayudó a urdir la huida hacia el Líbano. «Escapé algunos meses después. El plan necesitó muchos preparativos y recursos, porque sabía que, si llegaba a un lugar donde no tuviera conocidos, nadie me ayudaría al percatarse de mi orientación sexual y me metería en problemas».

Seis meses después, cambió el país de los cedros por Turquía, donde trabajó de traductor con refugiados sirios. El miedo le seguía acompañando.

El antiguo compañero de clase

«Durante mi estancia allí, recibí una amenaza de muerte de un antiguo compañero de clase que se había enrolado en el Estado Islámico (IS) y que estaba al tanto de mi activismo gay. A través de un amigo en común, me hizo llegar el mensaje de que me mataría. Un día me llamó desde un número de teléfono turco y me avisó de que vería pronto su cara. Me quedé aterrorizado, porque sabía que los militantes del IS circulaban libremente por donde yo vivía y queera sólo cuestión de tiempo que me encontraran».

Hace unos meses, consiguió instalarse en EEUU, donde ha comenzado a levantar su sueño americano mientras trabaja en las oficinas de ORAM (Organización para el Refugio, Asilo y Migración), una entidad centrada en socorrer a los perseguidos por su identidad sexual.

De su familia, que reside aún en la maltratada Siria, mantiene el contacto con su hermana y -precisa esperanzado- está«reconstruyendo» los lazos con su madre.

«Mi vida ha sufrido un cambio radical. He pasado de ser habitante del lugar más conservador del planeta a uno de los espacios más libres.Estoy todavía adaptándome, intentado hacer amigos de verdad que me acepten como soy y crear algo que pueda llamarse hogar».

Consciente de su fortuna, su utopía es auxiliar a otros que todavía viven encerrados entre cuatro paredes y padecen su calvario. «Quiero ayudarles a escapar de Siria y de las garras del IS para crear una comunidad que sea capaz de defender nuestros derechos. Hay que decirle a los pueblos árabes que somos sus hijos e hijas; que en ningún caso somos algo ajeno o un invento llegado de Occidente, sino que compartimos la misma patria y estamos decididos a luchar por nuestros derechos como cualquier otro ser humano».

Un hombre hospitalizado en Almería tras sufrir una agresión homófoba

gay agredido en almeria

Estaba hablando con mi exnovio, pasó un grupo de chicos y de repente me desperté sangrando en el suelo”. Juan José Saldaña, de 24 años, apenas puede articular palabra. Acaban de intervenirle quirúrgicamente por una agresión homófoba, que sufrió en la madrugada de este lunes, en el recinto ferial de Almería. Aunque quedó inconsciente, este estudiante de Educación Infantil manifiesta que su expareja oyó cómo le gritaban “maricón” antes de golpearle.

Saldaña trabaja como voluntario esta semana en la caseta ferial de la asociación Colega Almería, colectivo que trabaja por la igualdad de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales en la provincia andaluza. El estudiante salió a sacar la basura en torno a las tres de la madrugada de este lunes y se paró a hablar con su exnovio en la parte trasera de la carpa. Mientras charlaban, un grupo de personas se acercó a la pareja. La víctima recibió un golpe muy fuerte y quedó inconsciente en el suelo: “No recuerdo cuántos eran, todo pasó muy rápido”.

El exnovio de Saldaña también recibió un empujón, pero pudo ayudar a su expareja a entrar en la caseta. “Llegó completamente ensangrentado”, relata Francisco Ferrer, tesorero de Colega Almería. Algunos compañeros trasladaron a la víctima, que era incapaz de moverse por sí solo, hasta el puesto sanitario. Finalmente, Saldaña fue llevado en ambulancia al Hospital Torrecárdenas de la capital con una fractura en el brazo y en la mandíbula.

El estudiante de Educación Infantil no ha denunciado aún la agresión a la policía porque acudió directamente a los servicios sanitarios, y hasta este martes no podía ni siquiera gesticular por la lesión en la mandíbula. “Pienso denunciar en cuanto salga del hospital”, ha subrayado Saldaña, después de la intervención quirúrgica. El joven está todavía ingresado: “Me han puesto unos tornillos en el dedo y una placa en la mandíbula”.

Saldaña, al que le cuesta hasta deletrear su apellido porque también ha sufrido daños en una de las piezas dentales, ya recibió en 2011 otra agresión homófoba y curiosamente también dentro del recinto ferial almeriense. “Me estaba besando con mi novio y me dieron un empujón. No fue tan fuerte como esta vez, pero me rompí el labio”, detalla.

Colega Almería ha denunciado los hechos por suponer un atentado contra de los derechos de orientación sexual. “Estamos todos con mucha preocupación, nunca nos había pasado nada igual en los 10 años que llevamos poniendo la caseta en la feria”, manifiesta Francisco Ferrer. Desde la asociación lamentan que aún hoy se den agresiones de este tipo.

La escuela es un gigantesco armario

FERNANDO J. LÓPEZ

Cuando escribí La edad de la ira no era consciente de las historias que esa novela iba a traer a mí. Historias de adolescentes y de profesores que se ven reflejados en la denuncia de la violencia y de la homofobia encerrada en esas páginas. Historias que, en ocasiones, han desembocado en finales tan trágicos como el del suicidio -este pasado curso- de un adolescente acosado por ser gay y que ponen sobre la mesa el grave problema de involución de la convivencia en nuestras aulas.

Resulta fácil culpar a los agresores directos, a esos adolescentes que acosan a un compañero por su orientación sexual. Sin embargo, esa acusación olvida la raíz del conflicto: el inmenso vacío en el que se halla la educación para la igualdad. En Secundaria el trabajo contra la homofobia, la transfobia o la misoginia -estrechamente vinculadas entre sí- es un simple contenido transversal. Una cuestión casi anecdótica subordinada, como tantas otras, al voluntarismo docente, de modo que educar en valores y mejorar la convivencia depende del tiempo, las ganas y la capacidad del profesor, a quien -por supuesto- no se forma en cómo abordar estas realidades en el aula.

Aulas donde no es raro encontrar un maricón escrito en la pizarra o en algún pupitre. Cabe la opción de borrarlo sin más, de pensar que “sólo es una gracia adolescente” ante la que no conviene “perder tiempo”. Sin embargo, educar en el uso del lenguaje nunca es perder el tiempo. Al revés, estamos ganándolo. Cada vez que obviamos o minimizamos esos actos, olvidamos cómo afectan -directa o indirectamente- a quienes se hallan en proceso de construcción de sí mismos, a esos adolescentes que muchas veces no se atreven a confesar su homosexualidad por el miedo al rechazo y a la burla. Por el temor a convertirse, precisamente, en el objeto cotidiano e hiriente de ese maricón al que le hemos restado importancia.

Falta acción, falta compromiso y falta, sobre todo, visibilidad: “Hay una ley implícita por la que cualquiera que coge una tiza en el aula se vuelve hetero”. Así expresaba, a través de un personaje de La edad de la ira, mi perplejidad ante la pervivencia de un gigantesco armario docente que aún hoy debe romperse. Por desgracia, todos conocemos ejemplos de compañeros que han sufrido problemas de acoso laboral tras expresar abiertamente su orientación en sus centros de trabajo pero, de nuevo, los culpables de la mayoría de esos conflictos no son adolescentes, sino ese mundo adulto que se finge tolerante y donde aún queda mucha homofobia que barrer. En mi caso, la visibilidad no me ha supuesto jamás un problema con mis alumnos y sí me ha permitido, sin embargo, intervenir en situaciones de las que, seguramente, no habría tenido noticia si no hubiera entablado con ellos ese lazo de confianza y sinceridad.

La adolescencia, aunque nos esforcemos -desde la distancia que nos otorga el tiempo- en olvidar sus aristas más dolorosas, nunca es fácil. No resulta sencillo buscarse a uno mismo y el hecho de sentirse distinto añade una complejidad más. Por eso, el mundo LGTB sigue necesitando modelos y compromiso. Y por eso, supongo, analizo en clase oraciones como “Eva y su novia fueron al cine” o he incluido un protagonista adolescente abiertamente homosexual en Los nombres del fuego, mi próxima novela juvenil, porque sin visibilidad seguiremos alimentando la ignorancia y, con ella, la violencia. Y ante la homofobia no hay arma más poderosa, ni más necesaria, que la educación.

Fernando J. López es profesor de Secundaria y autor del libro La edad de la ira

‘¿Sois maricones?’

«¿Sois maricones?», le preguntó el agresor a Pedro tras darle un puñetazo en el brazo con el que no rodeaba a su amigo. Sucedió a las tres y media de la madrugada del pasado sábado en la calle Alcalá de Madrid. La víctima, de 25 años, es la tercera en dos semanas en padecer un delito de odio de carácter homofóbico en la capital.

«Eran dos chicos. Nos dijeron que nos portáramos bien, que no les hiciéramos sacar nada». Pedro (nombre ficticio) se recuerda paralizado. Los agresores intentaron intimidarles pidiéndoles que les diesen «lo que llevasen encima», pero lograron zafarse gracias a la ayuda de un viandante. Los días siguientes al altercado y a la denuncia, al joven se le pasó por la cabeza camuflarse y evitar gestos de cariño en público: «Yo iba con unas bermudas bastante cortas y tupé. Pude ser muy obvio… también pensé ‘Voy a dejar de darle la mano por la calle, no le beso, no le abrazo’», pero, tras el impacto, se dijo a sí mismo que ni quiere, ni debe: «Sufrí acoso en toda mi trayectoria escolar. Ahora elijo levantar la cabeza».

A Juan (otro nombre ficticio) lo agredieron, junto a tres amigos, en la madrugada del 25 al 26 de abril. Fue en la Gran Vía. «Dos chicos nos gritaron ‘maricones’. Nos habíamos cruzado con ellos hacía un rato. Cuando nos giramos, ya los teníamos encima». Aunque los agresores huyeron, volvieron a asaltarles varias veces esa misma noche. «Nos esperaron en dos ocasiones más, cada cual más salvaje, a pesar de que habíamos hablado con una patrulla de Policía cercana. Les pidieron la identificación, pero no les detuvieron».

El joven cuenta que el cuerpo de seguridad que les atendió era municipal: «Cuando les hablamos de un delito de odio, no sabían ni qué era. Uno de nosotros, que tiene formación en Derecho, tuvo que explicarles su regulación penal». Los agresores los abordaron una tercera vez -golpeándoles en la cara, en el pecho, en el estómago, agarrándoles del cuello y asegurando que los iban a matar-, pero, «aunque volvieron a escapar, ya estaban fichados».

Ahora esperan el veredicto de un juicio de faltas. «Me da miedo subir una foto a Instagram del sitio por el que paseo por si alguien me persigue». Juan ha empezado a obsesionarse: «Escucho murmullos por detrás cuando camino con un amigo y creo que me van a agredir».

Guillermo López es miembro de DiversAH, asociación LGTB de Alcalá de Henares. Este colectivo hizo una convocatoria virtual para acudir al pregón de las fiestas de la localidad -que comenzaron el pasado sábado- con banderas y carteles, solidarizándose con las víctimas de la agresión homófoba del 15 de agosto a manos de un grupo de neonazis. La concejala de Seguridad tenía constancia de ello. Sin embargo, al llegar allí, la Policía les «pidió quitar el cartel de Stop LGTBfobia porque le parecía que incitaba al conflicto».

El argumento les sonó a «intentan violar a una mujer porque viste minifalda». Los agentes llegaron a pedirles los datos a dos chicos que llevaban al cuello banderas del arco iris. «Lo que es curioso es que cerca de nosotros había una pancarta muy grande. Ponía Esto es Alcalá con un símbolo de prohibido en el que había una hoz y un martillo. Ha sido difundida en redes sociales de ideología neofascista. Pero a ellos no les dijeron nada». Guillermo cuenta que, hace dos meses, «a un compañero lo asaltó un vecino en su portal. Le puso una soga en el cuello y le dijo que quitase la bandera de arco iris del balcón, que lo mataría si sus hijos salían maricones como él». Al llamar a la comisaría, le pidieron «que les avisase si volvía a pasar». Guillermo se indigna: «La actitud policial se vuelve cómplice cuando protege reiteradamente a los agresores».