Los hombres gais que odian a las mujeres

por Sean Faye

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

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Ilustración por Katherine Killeffer

«Los peores actos de misoginia que he sufrido han sido perpetrados por hombres gais. Y es más horrible que si viniera de un hombre heterosexual. Ni siquiera están tratando de expresar interés sexual hacia mí, simplemente están reafirmando su dominio sobre mi cuerpo porque son hombres. Lo hacen porque pueden».

Victoria Sin es una mujer drag queen que vive en Londres. Hace poco apareció en un documental de Broadly sobre el arte del drag y desde entonces, algunos hombres gais en Facebook la han acusado de «apropiarse» de la cultura gay y drag. «¿De qué me estoy apropiando? Es pura misoginia y estupidez», dijo Sin.

El tema de la misoginia entre los hombres gais es muy difícil de abordar. En mi experiencia, los hombres se niegan a creer que existe este fenómeno o cambian de tema inmediatamente con la frase «Sí, ¿y qué me dices de las mujeres homófobas?».

Tengo cuerpo de hombre, soy bisexual y también gender queer. Sin embargo, también he sufrido misoginia por parte de hombres gais y heterosexuales por mi aparente feminidad. En una fiesta en la que la mayoría eran hombres que trabajaban en asesoría política, me preguntaron «¿A qué te dedicas, corazón? ¿A algo divertido como la moda?». En aquella ocasión llevaba tacones, pintalabios rojo y un top sencillo. «No», respondí de forma cortante. «Trabajo como abogado mercantil en el distrito financiero y también soy escritor independiente». Su respuesta fue: «¿En serio?».

Esta misoginia puede variar entre lo insidioso hasta lo explícito y provocador, como demostró el columnista de Breitbart Milo Yiannopoulos en un ensayo sobre feminismo en el que describe a las mujeres como «las feministas infollables que prefieren la compañía de hombres gais que desde siempre se han aprovechado de nosotros para lograr lo que quieren». En noviembre del año pasado, la actriz y cantante Rose McGowan habló sobre la misoginia que ha sufrido por parte de hombres homosexuales en el sector. «Los hombres gais son igual de misóginos que los heterosexuales, si no más. Ahora mismo estoy muy indignada con la comunidad gay», señaló.

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Foto por Mattia Pelizzari vía Stocksy

En realidad, los conflictos en torno a la misoginia han estado presentes desde que surgió el mismo movimiento de los derechos de los gais. El Frente de Liberación Gay, el que organizó la primera marcha del orgullo en Londres, fue un movimiento emblemático para la emancipación queer en Reino Unido. Se formó en 1970 y en 1973 ya se había dividido en varias líneas políticas; una de ellas era el género. Un artículo de opinión en el número dos de Gay Left, un periódico socialista publicado por la comunidad gay en 1976, reflexiona acerca de los efectos de la división del movimiento:

«A partir de la separación entre las mujeres y los hombres en el movimiento… los hombres gais se volvieron más aislados y formaron un nuevo gueto. Después de esto, desaparecieron gran parte de los cuestionamientos serios de los roles de género… El movimiento gay de los hombres, en vez de desafiar y confrontar el sexismo, se puso a la defensiva».

En su panfleto de 1995 Lesbofobia: hombres gais y misoginia, la escritora Megan Radclyffe señaló que muchas lesbianas dejaron el Frente de Liberación Gay en 1971 y citó a Janet Dixon cuando dijo que «al final, una vez más, las mujeres estaban sirviendo a los hombres, las mujeres estaban creando consciencia… [y] estaban dándole su energía a los hombres».

Desde siempre, el activismo lésbico ha sido idéntico al feminismo; a fin de cuentas, la liberación de las mujeres queer requiere que desaparezcan los roles de género y las estructuras familiares que oprimen a las mujeres. Para los exintegrantes del FLG como Dixon, quedó claro que algunos hombres gais estaban buscando una forma de liberación que les diera licencia para sus preferencias sexuales sin dañar su posición social como hombres en el patriarcado.

La homosexualidad masculina tiene múltiples historias –y, por supuesto, fue ampliamente satanizada en la sociedad occidental judeocristiana como una desviación sexual del rol de género correcto para los hombres–. Sin embargo, existen otras relatos que se basan en la noción romántica y erótica de los hombres que tenían relaciones en la Antigua Grecia, las cuales, según la poesía de Homero, eran más importante que las relaciones con las mujeres. Esta historia paralela es visible en la celebración de la belleza masculina en el arte renacentista, a través de los escritos de Walter Pater, un crítico del siglo XIX que escribió extensamente acerca de la estética de la belleza masculina y la «amistad».

«Estamos seguros de que existió», señaló San Solomon, un profesor inglés de la Universidad de Sussex y codirector del Centro para el Estudio de la Disidencia Sexual, «aunque influía mucho la clase social: era un ideal de vinculación afectiva y avance que solo era posible para los hombres adinerados y educados. Los otros hombres y las mujeres estaban excluidos».

De hecho, la idea de que los hombres gais son superiores a las mujeres ha existido desde el siglo XIX. Solomon señala a Edward Carpenter, uno de los primeros socialistas que defendieron la homosexualidad. Él creía que los hombres que deseaban a otros hombres «no eran “afeminados”, más bien eran cualidades combinadas que los convertían en los mejores impulsores del progreso social». Carpenter argumentó que los uranistas masculinos (término con el que se refería a los homosexuales) combinaban a la perfección la franqueza de los hombres con la sensibilidad emocional de las mujeres.

He visto el legado social de esta idea en mi trabajo como abogado, donde la contratación en los rangos más bajos de la profesión se divide de forma equitativa entre los géneros. Sin embargo, en los rangos más altos, solo el 24 por ciento de los socios en las firmas comerciales británicas son mujeres. En contraste, las firmas de abogados como Freshfields y Simmons & Simmons están entre las más elogiadas por las organizaciones LGBT como Stonewall UK por ser gay-friendly y tener el mayor número de abogados y socios gais.

En ciertos ámbitos corporativos, los hombres gais avanzan más y con mayor velocidad que sus compañeras. Por eso no resulta sorprendente que prefieran presentar menos desafíos al statu quomarcado por el género; incluso puede que refuercen esas formas androcéntricas de trabajar que no presentan los obstáculos a los que deben enfrentarse las mujeres, como el cuidado de los niños o la baja por maternidad.

Quizá los profesionales gais de la actualidad son más culpables de sacar provecho del sexismo que de perpetrarlo. No obstante, el sexismo en los hombres gais puede adquirir formas mucho más directas. La queja más común de las mujeres con las que hablé tiene que ver con la invasión a menudo inapropiada de los cuerpos de las mujeres, muchas veces disfrazada bajo el pretexto de la cercanía y el aprecio, por ejemplo: los gais borrachos que tocan los senos de las mujeres o se arriman a ellas en los bares y que se ofenden si les plantan cara.

Un grupo controlado por hombres me está diciendo a mí, una mujer, cómo presentarme para ‘encajar’.

«Cuando era joven, muchos hombres me tocaban y decían, “No cuenta porque soy gay”. Pero sí cuenta porque soy una persona y merezco respeto», dijo Victoria Sin. Le dije que en varias ocasiones he oído comentarios como «Las vaginas son asquerosas, no conozco a nadie que sea capaz de acostarse con una», y Sin confirmó que también ha oído comentarios similares. «Si hablo de mi periodo, algunos amigos gais dicen, “¡Puaj!, no hables de eso. Es asqueroso”. No, es mi cuerpo y no es asqueroso». En mi opinión, esto se debe a una aseveración inconsciente de la identidad sexual de los hombres gais; pero confirmar que te gustan las pollas no significa que tengas que fingir repulsión hacia las mujeres y sus cuerpos. Es ofensivo y ridículo: después de todo, decir que las vaginas son asquerosas es contradictorio viniendo de alguien que practica el sexo anal.

La «escena» gay, si es que existe, también muestra señales de conflictos institucionales con las mujeres. «Cuando fui a G-A-Y [un club nocturno en Londres], me dijeron que “no era miembro” –lo que sea que eso signifique– por ser una mujer que se presentaba como “femme” (o la que hace de mujer en una relación lésbica)», explicó la escritora Josie Thaddeus-Johns. «Esto fue antes de que me presentara como bi. Es triste pensar que las mujeres que no están listas para este tipo de etiquetas tengan que lidiar con problemas de discriminación por parte de la comunidad gay incluso antes de entrar en un espacio queer. Un grupo controlado por hombres me está diciendo a mí, una mujer, cómo presentarme para “encajar”».

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Foto por Mattia Pelizzari vía Stocksy

Cuando permiten la entrada a las mujeres, a menudo se las confina a un espacio totalmente aparte. «¿Por qué a las lesbianas siempre las mandan al puto sótano?», preguntó Sin. «Incluso cuando es una noche para lesbianas o una noche “queer”, si se organiza en un recinto gay frecuentado por hombres, siempre hay hombres que lo ven como una invasión de “su espacio”. Una vez, un tipo en un bar interrumpió una conversación entre mi amiga y yo y dijo “Ecs, lo siento, hay demasiado estrógeno en esta conversación”».

Lyall Hakaraia, el dueño de un bar queer de Londres llamado Vogue Fabrics , cree que esto siempre ha sido así a lo lago de la historia de los recintos gais en la mayoría de las ciudades. «Todo tiene que ver con el sexo. Muchos creen que los hombres solo pueden funcionar de cierta manera sexual si no hay mujeres a su alrededor. Pero es mentira. Tal vez sí sea cierto para algunos, pero no para todos. La idea se distorsionó y ahora significa que las mujeres no deberían entrar porque su presencia podría arruinar el ambiente. Hay una gran diferencia entre ir a un sex club, diseñado específicamente para ligar o buscar una pareja sexual, e ir de marcha. Y que algunos hombres gais no puedan ver la diferencia entre estos dos conceptos significa que son lentos, por no decir más».

Así que la expresión de Sin sobre la feminidad «en el sótano» es una metáfora bastante buena de muchas de las actitudes de los hombres gais en cuanto al sexo en sí. En las aplicaciones para citas entre gais, los usuarios con frecuencia expresan su preferencia por hombres con apariencia masculina o que actúen como heterosexuales, algunos perfiles ponen explícitamente: «No chicas», en referencia a quienes hacen de «chicas» en una relación gay. Por el contrario, la expresión de deseo a menudo se convierte en un fetiche, en algo crudo y no solicitado. Justo esta mañana, un «Don Juan» me preguntó en Grindr: «¿Te pondrías ropa interior y medias largas para mí, chico sucio?» Esta misoginia refractada también se proyecta en el sexo gay: si salgo con rímel en una foto de perfil, debo ser consciente de que me dirán todas las cosas malas que le harán a mi «agujero».

«Nunca le he dicho a alguien con quien he salido cómo me gustaría que se comporte o qué aspecto debe tener. Me parece que los hombres gais ignoran por completo que están ejerciendo ese privilegio», me dice Shy Charles, músico queer de 25 años de edad que en su día a día luce pelo largo y barba, además de uñas postizas y sombra de ojos.

En las aplicaciones para citas entre gais, los usuarios con frecuencia expresan su preferencia por hombres con apariencia masculina o que actúen como heterosexuales.

«Los hombres homosexuales no se dan cuenta de que si te dicen: “Que no se te vaya a notar mucho la pluma”, te están pidiendo que finjas ser otra persona con el fin de satisfacer sus preferencias sexuales», continúa Shy Charles. «Un gay una vez me dijo que no ir al gimnasio y no cortarme el pelo era un “desperdicio” —el hecho de que físicamente no tuviera aspecto masculino era como echarme a perder. ¡Como si mi principal objetivo en la vida fuera ser atractivo para gente como él y necesitara orientación! Como si mi aspecto fuera algún tipo de accidente».

Algunos gais no solo se sienten con derecho de fiscalizar la apariencia de queers o gais, sino que también lo hacen cuando se trata de mujeres, en particular con mujeres que aparecen en los medios de comunicación. Si estas mujeres no tienen que ser sexualmente atractivas para los gais, existe una expectativa generalizada de que deben ser glamurosas, guapas e «icónicas». En resumen, una mujer perfecta irreal e idealizada.

Entre los hombres homosexuales blancos, la adoración de artistas de color como Beyoncé y la afición a programas como RuPaul’s Drag Race puede producir estereotipos insoportables de mujeres negras. En Push the Button, una sesión gay nocturna de música pop en Londres, los gais blancos asistieron a la fiesta anual de las Spice Girls con pelucas afro, en un supuesto homenaje a Mel B.

Las mujeres negras se enfrentan a una doble discriminación dentro de la sociedad blanca y patriarcal; la fusión informal de la experiencia de un gay blanco con la de las mujeres negras es apropiación, no solidaridad. Las mujeres trans se enfrentan a opresiones complejas similares —al igual que las mujeres cisgénero de color—y a menudo se les rebaja a estereotipos mediáticos.

De hecho, los hombres homosexuales cisgénero le deben muchas de sus libertades a las mujeres trans; fueron las mujeres trans quienes lideraron los disturbios de Stonewall en 1969. Sin embargo, los hombres gais (junto con lesbianas y bisexuales cisgénero) tienen una historia de altibajos cuando se trata de solidaridad política con las personas trans y las mujeres trans en particular. La principal organización benéfica británica de la comunidad LGBT, Stonewall -nombre que adquirió debido a los disturbios- no había participado oficialmente en cuestiones trans hasta este mes de febrero —16 años después de su fundación. Está claro que la mayoría de las organizaciones han aprendido de los errores del pasado y se han comprometido a proceder mejor en cuanto a temas relacionadas con trans. Pero una reciente petición en línea que dice, «Eliminad la T» de «LGBT», sirve para indicar que la transfobia persiste en la comunidad gay.

Con el fin de incluir de verdad a las mujeres trans en su política, los gais (de hecho, todas las personas LGB cisgénero) deben saber en qué punto la comunidad los está ignorando o fallándoles. Sin embargo, el estar abierto a esta crítica es mucho más difícil de lograr que la nota de «aceptación» que parecen tener los medios de comunicación. Por ejemplo, a pesar de que la portada de Caitlyn Jenner en Vanity Fair fue, sin duda, un hito para la visibilidad de los trans, su gran presupuesto hizo de aquello una mera representación superficial de la celebridad.

A todos nos afecta el patriarcado, pero en muchos contextos, los hombres gay son los que se encuentran en un posición más susceptible de ser arrastrados a conspirar con este.

La forma eficaz en que Jenner salió del armario no refleja lo que la mayoría de las mujeres trans experimenta en su transición. La actriz y modelo trans Hari Nef señaló en una entrevista con The Coveteur que «La gente solo ve a los trans como una fachada, por lo tanto, como algo no auténtico; la gente ve los cuerpos trans como “falsos”. Incluso cuando llevo una camiseta holgada y pantalones de pijama, sigo recibiendo expresiones de burla o desagrado».

Es importante que la lealtad de los gais hacia Jenner y sus hermanas trans no tan famosas vaya más allá de la apreciación estética y se den cuenta de que los cuerpos femeninos no deben ser objeto de crítica o consumo. Para las mujeres trans, sus cuerpos son el escenario de una guerra cultural que mata a un número creciente de personas.

Nick Adams, el director de programas de medios de comunicación en la Alinaza Gay y Lésbica contra la Difamación (GLAAD, por sus siglas en inglés), ha representado asuntos trans en los medios de comunicación estadunidenses durante 17 años. De hecho Nick es gay y trans. «Es imposible establecer una correlación científica entre el aumento de visibilidad de las mujeres trans en los medios de comunicación y el aumento del número de mujeres trans asesinadas en EUA», afirma Adams, «Pero tenemos que ser conscientes de que es posible. En lo que llevamos de año 2015, 20 mujeres o personas que no están conformes con su género han sido asesinadas, una cifra mayor que la del año pasado».

Adams se mantiene optimista respecto al apoyo político que la comunidad gay masculina ha mostrado hacia las personas trans, señalando los hechos relevantes que se han logrado en los últimos años para la representación de los trans, y el creciente impacto de activismo y comunicación en línea. «Si nos fijamos en la reacción generalizada de indignación a la reciente película Stonewall, de Roland Emmerich, que pone en primer plano a un hombre blanco gay cisgénero en la historia en lugar de a Martha P. Johnson, la mujer trans de color de la vida real, se puede ver que la comprensión de esto entre los hombre blancos gais está aumentando, lo cual es bueno».

Es bueno, pero para seguir avanzando siempre se debe examinar críticamente qué es lo que se puede mejorar. La homofobia no es hermana de la misoginia; es su hija. El patriarcado odia a los hombres gais porque sexualmente se comportan «como mujeres», odia al lesbianismo porque las lesbianas son mujeres que «se niegan» a follar con hombres, y odia a las personas trans que dicen critican sus supuestas verdades.

A todos nos afecta el patriarcado, pero en muchos contextos, los hombres gay son los que se encuentran en un posición más susceptible de ser arrastrados a conspirar con ésta. Las llamadas a tal conspiración son insidiosas y a menudo imperceptibles dentro de la masculinidad en sí. Por lo tanto, escuchar las voces y las quejas de las mujeres, los gais afeminados y las personas trans es crucial para todos los hombres gais. De lo contrario, pueden encontrar que ese mundo que goza de una liberación frágil, lograda a expensas de los demás, es de hecho un mundo confuso y contradictorio en el que no existe liberación alguna.

Abel Azcona cabrea a los ultras cristianos al escribir “pederastia” con hostias consagradas

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Escribiendo pederastia con hostias consagradas. Imagen vía

Abel Azcona (Pamplona, 1988) siempre ha sido claro respecto de sus intenciones: no tiene ni la menor intención de ser un artista cómodo. Y mucho menos para la religión, la cual ha considerado “una de las mayores epidemias de la historia”. El artista pamplonica habla alto y claro: “La religión está al mismo nivel que el cáncer y el sida, y de hecho ha matado a más gente que estas enfermedades”, afirmó de manera tajante en una reciente entrevista con la revista Jot Down. Aunque el precio a pagar sea vivir bajo constantes amenazas de muerte.

Su historial profesional, que abarca diferentes disciplinas artísticas pero que se centra en la performance y el arte de acción, siempre ha sido considerado transgresor, pues el artista ha querido sobrepasar las fronteras de lo físico, lo sexual y lo artístico para llevar a término sus reivindicaciones políticas y sociales. Encerrarse durante dos meses durante una galería oscura, documentar gráficamente sus encuentros sexuales con figuras del mundo de la pornografía u hormonarse para prostituirse como travestison algunos de los proyectos a través de los cuales el artista ha intentado (y, por lo general, logrado) llegar a las vísceras emocionales de su público, generalmente con la intención de hacer añicos las injusticias y desigualdades que observa a su alrededor.

El pasado viernes, Azcona inauguró en la capital navarra su última exposición,Desenterrados, que aborda las historias de aquellas personas fusiladas y desaparecidas durante la guerra civil española. Allí congregó a familiares de víctimas del franquismo y vertieron tierra procedente de la huerta de una de estas víctimas. La exposición se completaba con una serie de retrospectivas de su trabajo a través de las cuales el artista pretendía abrir a debate algunas de las perturbadoras realidades que la sociedad española todavía tarda en digerir.

Parte de esta recopilación era la serie de fotografías titulada Amén, en la que Azcona escribía en el suelo la palabra “pederastia” con hostias consagradas, las cuales había guardado tras asistir a 242 eucaristías distintas.

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Esto fue demasiado para los sectores ultracatólicos de nuestro país y de la red. En apenas un día, la movilización online para censurar la obra adquirió proporciones gigantescas. Esta mañana, la petición iniciada en Change.org el domingo por la Asociación Española de Abogados Cristianos, solicitando el cierre de la exposición por “profanación eucarística”, había superado los 84.000 firmantes. En un día, los sectores católicos más reaccionarios habían logrado el “apoyo” de decenas de miles de personas que clamaban la censura de uno de nuestros jóvenes artistas contemporáneos de mayor reconocimiento internacional, que además ha dedicado parte de su reivindicación artística al trabajo con víctimas de la pederastia.

La movilización ultrarreligiosa fue inmediata y brutal. Numerosas páginas web autoidentificadas como cristianas difundían la obra, así como fotografías del rostro del artista, con tono amenazador, acusándolo de haber robado las citadas hostias consagradas. “Abel Azcona comete la mayor ofensa contra la fe católica en España desde la persecución religiosa del siglo pasado”, “El Santísimo profanado y secuestrado”, “Español gay mentalmente enfermo profana hostias” o “El Ayuntamiento de Pamplona, en manos de Satanás”; estos fueron algunos de los agresivos titulares,que el propio artista compartió en sus cuentas en las redes sociales. Además, durante la tarde del lunes, un grupo de católicos se congregó en la Plaza del Ayuntamiento pamplonica para “rezar un Padre Nuestro” como protesta contra la exposición.

Por si fuera poco, según ha trascendido a los medios, la asociación responsable de la iniciativa en la plataforma Change.org ha interpuesto una querella criminal contra Azcona por “delito reiterado de profanación” y “delito contra los sentimientos religiosos”, lo cual ha hecho mover ficha a la Delegación del Gobierno en Navarra por este posible delito. “Y creo que tienen que llegar dos más”, ha advertido el artista en la conversación mantenida con VICE.

Imagen publicada por Abel Azcona en su perfil de Facebook.

Cogiendo las hostias consagradas. Imagen vía.

Azcona niega haber robado nada: “En el momento de comulgar, me meto la hostia en el bolsillo. No hago nada ilegal, dado que son asociaciones eclesiásticas con sedes abiertas al público a las que cualquiera puede acceder, donde nadie te dice qué tienes que hacer con la hostia”, nos comentó. Lo que él haga con las hostias que los curas reparten en misa es asunto suyo: “Me las metí en el bolsillo como me las hubiera podido meter en el culo si me hubiera apetecido”.

“Esta gente no está bien de la cabeza”, critica. Cuando VICE habló con Azcona, el lunes por la tarde, el artista decía haber recibido en torno a 12.000 tuits con insultos y amenazas. “Están ahí, se pueden ver con el buscador de Twitter”, nos comentó. Algunas son especialmente preocupantes, aunque no sabemos aún si estas han sido convenientemente revisadas y registradas por la policía: “Dicen que me van a matar, que soy un hijo de puta o que soy Satanás y voy a arder en el infierno, lo cual me hace más gracia aún”.

No es la primera vez que Azcona tiene este tipo de problemas con el fanatismo religioso. Cuando se comió un Corán (en su proyecto Eating a Koran ), estuvo un año con escolta ante las graves amenazas de muerte que recibía. “Ahora es lo mismo, pero con otro fundamentalismo”, añade.

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Los desafíos artístico-políticos del artista a los credos religiosos siempre han suscitado una violenta respuesta por parte de los seguidores de estas doctrinas. Para él, la religión “es una lacra que crea una sociedad heteronormativa y patriarcal que solo genera odio”. Insiste en el “genocidio intelectual” que la Iglesia católica ejerce todavía hoy, al cual se suman las muertes en nombre de un dios. Esto es especialmente evidente respecto del Opus Dei, organización religiosa profundamente arraigada en Navarra y sobre la que Azcona tiene una opinión bien clara: “El Opus es una banda terrorista dentro de la religión católica”, declaró a Jot Down . Lo ocurrido a raíz de su exposición en Pamplona refuerza su convicción: “Yo no puedo salir a la calle en este momento. Es una banda terrorista intelectual radical”, afirma con contundencia a través del teléfono.

Antes de colgar, le preguntamos si no tiene miedo de lo que podría pasar: “Si te dicen todos los días que te van a matar, pues al final acabas pensando que puede pasar. Pero yo siempre digo que lo máximo que puede pasar es que me maten”, contesta. ¿Afectarán las amenazas a su obra? Azcona dice no tener miedo alguno: “Yo voy a seguir haciendo exactamente lo mismo; incluso si me matan algún día, porque creo que los procesos performativos están abiertos siempre, aun cuando el artista está muerto”. Sorprende que en pleno régimen constitucional democrático sea un artista que denuncia supuestos crímenes cometidos en el seno de la Iglesia (sean los abusos a menores, los bebés robados o el apoyo a la dictadura franquista de diversas maneras) quien tenga que temer represalias, quien afronte querellas criminales, mientras las instituciones del Estado miran a otro lado cuando, año tras año, se celebran en todo el territorio estatal misas en honor al golpismo fascista que inició la etapa más oscura y sangrienta de nuestra historia reciente.

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Cómo decirle a tus padres que eres una estrella porno

por Elyssa Goodman

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Coming Out Like a Porn Star.’ Diseño de la portada del libro de Jamee Baiser

En la portada de la próxima antología Coming Out Like a Porn Star, Jiz Lee emerge de una vulva rosa pastel, la camiseta se le sube seductoramente y tiene los pantalones por los tobillos. Parece una metáfora: la estrella porno genderqueer (no conforme al género, en español) que emerge de las profundidades, en el porno y en la vida real.

Hasta la fecha, Lee ha aparecido en más de 200 películas porno y sitios web, granjeándose el respeto y la reputación de leyenda del porno queer. «La pornografía es una de las mejores cosas que he hecho, pero hay tantos prejuicios que no sabía cómo decírselo a mi familia», dijo Lee en un correo electrónico. «Por eso empecé a pedirle a los demás que me contaran sus historias».

Coming Out Like a Porn Star , que se lanzará el 20 de octubre, cuenta con más de 50 historias de algunos de los nombres más conocidos en el mundo del porno —Joanna Angel, Stoya, Annie Sprinkle, Nina Hartley, Conner Habib, y muchos más— y todos hablan sobre el momento en que le dijeron a sus familiares, amigos y seres queridos que se dedicaban al porno. «Si bien ya hay artículos sobre artistas porno que se lo cuentan a sus padres, o a los que los echaron de sus trabajos de oficina, los medios de comunicación por lo general solo publican historias que estigmatizan aún más esta profesión», dijo Lee.

Este libro, por el contrario, busca compartir una imagen sincera de la pornografía, en la que algunos colaboradores citan sus características liberadoras y otros las censuran por razones morales. Como Lee escribe en el libro, «Si queremos superar estos obstáculos culturales y adquirir derechos para las trabajadoras sexuales, es necesario crear un diálogo firme sobre el hecho que las personas que optaron por hacer porno no son diferentes a cualquier otra persona», incluidas las experiencias positivas o negativas y las opiniones.

Hablé con algunos de los colaboradores del libro sobre su experiencia al hacer público que son estrellas porno, el cambio en la cultura sexual y sobre lo que esperan que se pueda lograr con el libro.

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MILCAH HALILI

VICE: ¿En qué momento tu trayectoria se volvió lo suficientemente seria como para tener que «confesar» que eras una estrella porno?
Milcah Halili: Empecé a decirlo cuando la gente leía mi entrevista [en The Rumpus ]. De hecho, todos mis amigos sabían en qué estaba metida, así que en realidad no fue como una gran confesión, pero al final mi familia comenzó a hacer preguntas sobre mi trabajo y fue entonces cuando se lo conté. Mi padre era un poco patriarcal y mi madre era muy capitalista al respecto. La actitud de mi madre fue como de: «Oh, bueno, ¡ganarás un montón de dinero!». Lo consulté con mi mejor amiga y me dijo lo que creo que un montón de gente suele decir: «¿Estás segura? Sabes que esto es para siempre, ¿verdad?». Le respondí: «Lo sé, lo sé». Pero el resto de mis amigos estaban deslumbrados o lo consideraban superglamuroso. Les parecía increíble que estuviera haciendo porno.

¿A quién te costó más contárselo?
A mi madre. Su primera reacción fue bastante guay, pero después tuvimos otra conversación en la que la vi más alterada. Estábamos hablando sobre lo que hago en mi trabajo, y mi madre ya lo sabía, pero comenzó a interrogarme al respecto; me preguntaba: «¿Por qué te tienen que hacer pruebas? ¿Qué haces?». Se convirtió en algo así como en un problema de clase y etnia, digamos; mi madre decía: «Soy una madre filipina, no quiero oír este tipo de cosas», y eso fue muy duro para mí. Me puse a llorar. Llegamos al punto en que mi madre dijo: «Bueno, y ¿por qué no simplemente buscas un trabajo mejor? Y le dije: «Este trabajo me permite escribir, así que… quiero seguir haciéndolo».

Antes de esa discusión con mi madre, para mí el porno era simplemente un trabajo. Pero después tuve esa conversación y me afectó mucho emocionalmente. Me dije a mí misma que aquello era parte de mi identidad. Realmente me identifico con lo que hago y cuando pensé en conseguir otro trabajo por sugerencia de mi madre, simplemente no me lo podía imaginar.

¿Por qué quieres compartir tu historia del momento en que lo hiciste público?Siento que es parte de mi personalidad. Soy una persona muy abierta por naturaleza. Soy de las que anima a la gente a hacer cosas—me gusta empujar a la gente a que salga de su zona de confort— y también porque no siento que haya nada malo en ello. No siento que tenga que ocultar algo o estar avergonzada de algo.

A veces confesar a lo que te dedicas puede ser una experiencia aterradora. Solo quiero que la gente sepa que está bien tener estas experiencias duras y que no están solos. Jiz contactó conmigo —sus pelis fueron las primeras porno que vi— así que desde ahí dije: “¡Me apunto! [Después de leer el libro], espero que la gente vea a los actores porno de una manera más humanizada, creo que es importante, porque somos una cultura muy pornográfica. El porno debe percibirse como algo que está bien ver, no algo tan tabú. Porque, en realidad, ¿es tan tabú cuando todo el mundo lo hace?

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Dale Cooper

VICE: ¿En qué momento tu trayectoria se volvió lo suficientemente seria como para tener que «confesar» que eras una estrella porno?
Dale Cooper: Hubo un período de mi vida en que solo dependía del dinero de mi trabajo sexual para mantenerme. Entonces conocía a alguien en algún lugar, me preguntaba a qué me dedicaba y yo le decía la verdad. No creo que sea algo de lo que deba avergonzarme o de lo que nadie deba avergonzarse, así que trato de ser, de alguna manera, un buen embajador siendo honesto al respecto. En mi experiencia, ese fue el momento en que más raro me sentí al hablar sobre mi profesión.

Soy muy afortunado, en cierto modo. Todos mis amigos me apoyan. Hay una sólida comunidad de trabajadores no sexuales a mi alrededor que son geniales y súper comprensivos y están orgullosos del trabajo que hago, que es genial. Además, es fantástico conocer a gente como Jiz y los demás autores de Coming Out Like a Porn Star . Hay mucho trabajo por hacer para eliminar el estigma, así que es genial ver que hay un montón de gente muy inteligente y capaz.

Cuando conoces a alguien, ¿en qué momento sientes que debes decirle en qué trabajas?
No creo que lo que pasa en mi cabeza sea tan diferente de lo que pasa en la cabeza de mucha gente, en cuanto a cómo se comportan con alguien respecto a su situación laboral o si estás viendo a alguien o no en ese momento, y así. Siempre te haces este tipo de preguntas en tu mente cuando conoces a alguien, como: ¿Esta persona me reconoce? ¿Cuánto cree saber esta persona sobre mí? Supongo que viene con el hecho de tener una imagen pública. Creo que estamos entrando en una etapa de la vida en la que todo el mundo tiene que llenar sus Facebooks y presentar sus mejores caras en su Instagram y bla, bla, bla.

Al ser actor porno, me preocupo por mi espacio personal, mi propio espacio sexual, quiero asegurarme de que sea algo estable con alguien… Soy muy directo y honesto al respecto. Creo que eres tú el que decide cuánto revelas sobre ti mismo cuando estás conociendo a alguien.

¿Quién fue la persona a la que te costó más contárselo?
Probablemente a personas en las que estoy interesando. No es tanto el decírselo como el que acepten que soy actor porno. Quiero decir, obviamente cualquier persona con la que salga tiene que apoyar mi trabajo, porque yo me siento muy seguro al respecto. Puedo decir que, por lo menos, he tenido muy buena suerte en cuanto a que hasta la fecha he salido con personas muy tolerantes que no tienen ningún problema con lo que hago, así que eso es una suerte.

¿Qué me dices de tu familia?
Mi familia no lo sabe y prefiero que no lo sepan, de ahí el nombre artístico. No me avergüenzo de lo que hago, pero creo que no hemos llegado al punto, como sociedad, en que tu padre te dijera: «Bien por ti, hijo, separa bien las piernas ante la cámara». Sé que yo le diría eso a mi hijo, pero siempre ha sido como un trabajo aparte para mí, así que busco tener una vida plena, no como Dale Cooper.

¿ A qué crees que se debe que no se haya publicado ya un libro sobre este tema?
Creo que lo que hace que Coming Out Like a Porn Star sea tan especial es que estamos llegando a la cúspide de la consulta de Amnistía Internacional para aprobar los derechos de los trabajadores sexuales y asegurar que se protejan sus derechos humanos. Eso es un movimiento importante para ellos. Es un momento muy interesante y ahora es más importante que nunca que los trabajadores sexuales se hagan oír, exijan que se les trate con dignidad y puedan exhibir algunas de las experiencias y talentos increíbles que existen en nuestra comunidad.

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GALA VANTING

VICE: ¿En qué momento tu trayectoria se volvió lo suficientemente seria como para tener que «confesar» que eras una estrella porno?
Gala Vanting: Cuando empecé a trabajar en producción hubo un gran cambio en mi vida. Pasé al ámbito internacional, así que realmente no tenía muchas opciones de no “confesar” a lo que me dedicaba. Podía inventar algo y lo hice con algunas personas, pero siempre he querido que esto formara parte de mí. Lo he tenido claro desde que comencé a actuar.

Tomé esa decisión en muy poco tiempo y parecía que todo era muy apresurado, pero era algo en lo que había estado trabajando durante mucho tiempo. Cuando empecé a trabajar detrás de la cámara, ya había estado actuando durante tres años frente a ésta y había tenido tiempo de reflexionar y de justificar ética y políticamente mi trabajo, así que fue una cosa muy natural para mí.

¿Cuáles fueron las reacciones de tus familiares y amigos?
En general, he tenido bastante apoyo de mi familia y de mis amigos. Supongo que incluso cuando la gente no entiende muy bien o tiene algunas preguntas típicas, o lo que sea, tengo confianza en mi capacidad de tomar decisiones por mí misma y de que esas decisiones son las adecuadas para mí. A estas alturas, si quieres estar en mi círculo debes aceptar mi trabajo o mostrar entusiasmo por él. He logrado construir una bonita burbuja de positivismo en cuanto al sexo a mi alrededor, en mi espacio social, por lo que cualquiera de esas cosas que me pudieron llegar a preocupar ya no existen.

¿Por qué quieres compartir el momento en que lo hiciste público?
Creo que los mismos medios que exponen el trabajo sexual son la mejor manera de lidiar con el estigma del trabajo sexual. También porque creo que es importante que los trabajadores sexuales revelen sus propias historias en lugar de que los medios nos creen historias a nosotros. Hoy en día hay cierta fascinación cultural en torno al trabajo sexual y la pornografía, y la opción de estar en esa identidad o de estar en un cuerpo que se dedica al trabajo sexual o que hace porno. A menudo, estas historias las generan desde el exterior personas que no lo han vivido. Para mí es importante aportar algo, y esa es la misma razón por la que empecé a hacer porno.

También creo que el libro es una buena manera de identificar a esta comunidad y de señalar que tenemos algo que decir, más allá de las actuaciones o la publicidad que hacemos, o el dinero que ganamos, o lo que sea. Esto contribuye a una mejor comprensión cultural sobre lo que es ser un trabajador sexual o un actor porno.

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Annie Sprinkle

VICE: ¿En qué momento tu trayectoria se volvió lo suficientemente seria como para tener que «confesar» que eras una estrella porno?
Annie Sprinkle: En los años 70 no había internet, por lo que la mayoría de la gente que hacía porno podía llevar una doble vida. Yo no pude hacer eso, porque siempre me pillaban mintiendo, así que llevar una doble vida no era opción para mí. Pero incluso para todas esas personas que llevaban dobles vidas en los años 70 y 80, ahora que con internet se recuperan todas esas viejas películas, tendrán que decirle a sus familias a lo que se dedicaban.

¿Cómo compararías el «confesar» tu profesión en los años 70 con lo que los actores porno experimentan ahora?
Aquella época era muy diferente a la actual. Internet es una razón evidente, porque estás mucho más expuesta. También hay que tener en cuenta el hecho de que, si te pillaban haciendo porno en los años 70 y principios de los 80, te arrestaban. Era ilegal. Si estabas grabando una escena caminando por la calle, no podías decir: «¡Ah, estamos haciendo una película de sexo!». Tenías que decir: «Estamos grabando para un proyecto estudiantil», porque si la gente descubría que estabas haciendo porno, te podían arrestar. Por lo general, acababan retirando los cargos, pero perdías mucho dinero. A veces incluso tenías que ir a juicio, lo cual era malo, porque podías terminar en la cárcel.

¿Cómo compaginabas la sinceridad sobre tu labor con el marco legal de aquella época?
Era algo así como fumar marihuana. La marihuana también era ilegal. Si te pillaban con un porro, te metían en la cárcel, pero todo el mundo sabía que había gente que fumaba porros y nadie los juzgaba, pero sabías que se estaban arriesgando demasiado. Era más peligroso; era más arriesgado. Hacer porno ahora se considera una expresión creativa. Recuerdo que en los años 70 y 80, protestamos contra la revista Ms. Magazineporque celebraron una mesa redonda para debatir sobre la pornografía, pero no invitaron a nadie del mundo del porno; aquella revista era muy antiporno, así que la idea del feminismo a favor del sexo ni siquiera existía en los años 70. Se consideraba una vergüenza y un tabú.

¿ Cómo reaccionó tu familia cuando les dijiste que hacías porno?
Creo que todo el mundo estaba muy sorprendido porque yo era muy tímida, pero eran personas inteligentes y de mente abierta, había una gran cantidad de artistas en la familia que entendían el impulso creativo. Creo que les preocupaba que consumiera drogas o que fuera alcohólica, pero obviamente no era el caso. Lo hice para hacer películas, probar cosas creativas y por la aventura sexual.

¿Qué efecto esperas que el libro tenga en la industria del trabajo sexual y en la percepción que se tiene de ella?
Creo que ahora hay mucha gente en la industria sexual y no tienen que ocultarlo, creo que esto sería muy útil. Hay mucha gente que se gana la vida con el entretenimiento para adultos. Jiz Lee es el ahora, el futuro y el presente. Yo soy más la historia y el pasado. [Risas] Me gusta que nos apoyemos mutuamente y estemos juntos. La industria del sexo puede ser muy exclusivista y competitiva, o crítica, y discrimina bastante en función de la edad. Así que es maravilloso que [el libro] sea intergeneracional. Creo que va a ser un documento histórico, que ya lo es. Las palabras perduran, crean una inmortalidad y una imagen de la época.

Los trabajadoras sexuales trabajan en fantasías. Crean fantasías y representan las fantasías, y hacen expresiones sexuales creativas, pero este libro habla de la realidad; no es fantasía o ficción. Me encanta la portada en la que Jiz sale de la vulva. Es como si intentaras mirar el secreto dentro de la vulva, el detrás de escena de la vagina.

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“Tengo el VIH y no quiero mantenerlo en secreto”

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Sólo conozco a Miguel Caballero de Facebook. Sé de él lo que veo a través de la ventanita fisgona del ordenador. Sé que es español pero vive en Nueva York, sé que prepara su tesis y da clases en Princeton (el culmen de lo que parece ser una fulgurante carrera profesional). Sé que es guapo, rubio, alto. Sé que tiene un marido despampanante con el que lleva nueve años. Sé que viaja mucho, que tiene muchos amigos, que sonríe en casi todas las fotos. Un día, hace unos meses, Miguel subió UN POST QUE MOSTRABA LA FOTO DE UNA PASTILLA AZUL decía así:

“¿Cómo es la vida de una persona VIH POS hoy? La parte médica es sencilla: una pastilla al día, con muy pocos o ningún efecto secundario. A mediados de los 90 eran entre 16 y 18 pastillas varias veces al día, con muchos efectos secundarios. Ahora es sólo una. Una como esta mía de la foto. Además de ir al médico para revisiones cada 3-4 meses. Entonces, si es sencillo, ¿por qué ni siquiera el 50% de las personas VIH POS en Estados Unidos están en tratamiento? Dos razones: mentales y sociales”.

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Miguel Caballero habló abiertamente en Facebook de la medicación que, como él, toman las personas VIH POS.

Dudé, leí y releí el texto, pero lo decía claramente: “Una pastilla como esta MÍA de la foto”. Tardé un rato en comprender que sí, que lo que estaba leyendo era una salida del armario del VIH en redes sociales. Quedé profundamente impresionada ante tal muestra de arrojo y valentía. Pero, al final de todo ese asombro, había sofocos de señora sorprendida ante la ruptura de un estereotipo. Llevaba un par de años topándome en Facebook con la vida de Miguel, y me parecía, por qué no decirlo, la encarnación del sueño americano.

Tírenme piedras si quieren. Supongo que, aunque intentemos borrarla avergonzados, aún planea sobre nuestras mentes la idea del yonqui sidoso, de las jeringuillas tiradas en el parque, de Tom Hanks en Philadelphia, del miedo a la enfermedad latiendo ahí, a veces lejos y a veces cerca, durante los años de mayor promiscuidad, enfermedad de la que parecía que todos -¿todos?- habíamos salido librados. Salíamos de la caravana deMadrid Positivo con nuestros resultados negativos en la mano e íbamos a tomarnos unas cañas. El modelo de persona con VIH, en la mayoría de las cabezas españolas, quedó anclado a un personaje desconocido que contrajo el virus en los 80 y ahora pide en el metro con un cartel en el que lo anuncia, para terror de la mitad del vagón, que aparta la mirada con incomodidad y susto.

A los pocos días, espiando la vida y milagros de un recién estrenado amigofacebookiano argentino, Lucas ‘Fauno’ Gutiérrez, vi una foto suya en la que alzaba los brazos y miraba al frente con firmeza, luciendo una camiseta en la que ponía bien claro: TENGO VIH. De nuevo la sorpresa. Recordé tener 22 años e ir en moto con un amigo a hacernos las pruebas. Iba muy asustada. Uno siempre se inquieta. Siempre puede ser. Dimos negativo y seguimos viviendo en nuestro mundo ideal en el que nadie tenía VIH, en el que casi todos follábamos sin condón de vez en cuando, como si estuviéramos protegidos por nuestra juventud y nuestras ganas de fiesta. Nunca nadie se lo espera.

Mi diagnóstico del VIH -dice Miguel- fue absolutamente inesperado. Cuando uno es gay y sexualmente activo, hacerte el test de STD es una rutina (o debería serlo), y esta vez también me lo hice por absoluta rutina. No tenía la menor duda de que iba a salir negativo, pero salió positivo. El shock fue considerable. Lo primero que hice fue volver a casa y contarle a mi marido, para que él se hiciera el test inmediatamente. Tenemos una pareja abierta, pero sólo practicamos sexo sin protección el uno con el otro. Yo pensaba que me había contagiado él, no por culparlo ni por nada, sino porque era el único que podría haber sido. Fuimos y salió negativo. Meses después él continúa siendo negativo”.

¿Qué sucede después del diagnóstico VIH positivo? La búsqueda de un porqué, el intento de hacer memoria y llegar mentalmente al momento del contagio, el llamar a las personas con las que ha habido contacto sexual de riesgo desde el último negativo (en EE.UU., concretamente, hay una ley que obliga a llevar a cabo este último punto). Y la pregunta: ¿Y ahora qué? ¿Cómo sigue mi vida? Lucas se queja de un vacío en este aspecto: “Nos bombardean con folletos de preservativos, se habla a las personas negativas para que no se infecten, pero nunca se le cuenta a un positivo como seguirá su vida o a un pariente/amigo/pareja de un positivo para explicarle cómo apoyar y acompañar. El VIH es un virus, la falta de compromiso del Estado y la gente es un flagelo”.

Cierto es que las campañas sanitarias se centran en la prevención, pero nunca ofrecen modelos a seguir en caso de un diagnóstico positivo de VIH. Conocemos el peligro, conocemos los métodos de prevención, pero, en caso de dar positivo, lo que vemos ante nosotros es un vacío absoluto, un páramo de desinformación y terrores infundados por los estereotipos. Miguel está de acuerdo: “Es como si dentro del mismo activismo del VIH/Sida no quisieran que contemos que nuestra vida es completamente normal, que no estamos enfermos (es decir, no tenemos ningún problema físico que nos limite a desarrollar nuestra vida laboral o privada, sí tenemos una condición crónica que hay que controlar) porque se supone que provoca un efecto llamada, en plan: “Hey, follen a pelo, que si se contagian van a vivir tan ricamente”. Me parece cruel que las personas con VIH no podamos contar libremente nuestra historia, como si cargáramos con un pecado capital y nuestra vida tuviera que estar regida por la vergüenza”.

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Miguel junto a su marido Rudolf, con el que lleva nueve años.

Actualmente, en cuanto se investiga un poco con respecto a la medicación para el VIH, surge un nombre: Truvada. Hace poco sacamos en VICE un artículo sobre este medicamento. La Truvada es un tratamiento utilizado en personas infectadas por el VIH que impide que el virus se replique, y consigue que la carga viral del cuerpo se reduzca hasta niveles indetectables. Esto significa que el paciente lleva una vida normal, como si prácticamente no tuviese la enfermedad, aunque siga teniéndola de manera crónica, pues no puede eliminar el virus totalmente del cuerpo. Además, es el primer medicamento eficiente para la profilaxis pre-exposición (PrEP). Es precisamente lo que toma Rudolf, el marido de Miguel. Pero hay que tener en cuenta que la Truvada sólo protege del VIH, no de otras enfermedades de transmisión sexual, así que se recomienda seguir ese tratamiento en conjunción con el uso del condón. En Estados Unidos -cuenta Miguel- lo llaman TasP (Treatment as Prevention), o sea, que mientras yo tome mi tratamiento la probabilidad de que yo transmita el virus a alguien es mínima, virtualmente cero. ¿Qué quiere decir virtualmente? Pues que a día de hoy, con Truvada y TASP, no hay casos registrados de infección. Lo dejan en “virtual” porque siempre salen casos que son excepciones a la regla, pero aún no se ha producido”.

Así que de pronto, ¡oh, sorpresa!, desaparece una de las afiladas lanzas que pendían sobre las cabezas de las personas con VIH: el fin de la vida sexual. Aún sin haber cumplido los 30 y recién diagnosticado, una de las cosas que más preocupó a Miguel es si volvería a tener vida sexual: “Sabía que no me iba a morir y que la calidad de vida era bastante normal, pero me aterraba la idea de contagiar a alguien y que mi apetito sexual se evaporase. La simple idea de que yo pudiera contagiar a mi marido me hacía muy difícil incluso tener una erección. Me aterraba. Es un proceso de aceptación por el que uno pasa y por el que sigo pasando, pero lo cierto es que la vida sexual puede ser completamente normal. Esta es la realidad de hoy; algunos no quieren que la cuente por lo del efecto llamada, otros no se lo creen porque siguen viviendo en los 80 y en el miedo”.

Aunque los nuevos métodos tienen, cómo no, sus detractores. ¿Estrategia farmacéutica? ¿Excusa perfecta para una mayor laxitud en la prevención de las ETS? Lucas pone ciertas pegas a esta medicación: “Considero que clínicamente y en situaciones particulares es una droga que tiene un uso efectivo. Ahora bien, si lo vamos a pensar como preventivo, me parece una solución burguesa para el miedo de las personas que pueden pagarlo. Puede ser una solución que apoyo mucho en situaciones en las que la pareja sea serodiscordante (es decir, que uno de ellos sea VIH positivo, y el otro negativo) y el uso preventivo acompañado de un seguimiento profesional médico. El problema es: ¿Llega esta medicación preventiva a poblaciones como las prostitutas, las chicas trans o demás poblaciones expuestas? Poco. Sólo llegan a gays ABC1 con preservativofobia. Avalo mucho la PrEP como uso conciente, no como excusa para dejar de cuidarse. Tiene que servir no sólo para que los negativos “se queden tranquilos”, también debe ser una herramienta para que quienes vivimos con el virus podamos desarrollar una sexualidad que afiance nuestra autoestima”.

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Lucas ‘Fauno’ Gutiérrez opina que “es como si dentro del mismo activismo del VIH/Sida no quisieran que contemos que nuestra vida es completamente normal”.

Entre la información que puede encontrarse acerca de las nuevas medicaciones del VIH, también figura, cómo no, una lista de posibles efectos secundarios. A este respecto, Miguel tuvo mucha suerte. El tratamiento actuó muy rápido y de manera eficaz, haciendo que el virus se volviera indetectable enseguida. Indetectable, para entendernos, es el estado que todo VIH positivo quiere alcanzar: significa que el virus está controlado y su carga es tan pequeña que ni los tests lo pueden detectar. “Lo que no quiere decir que estemos curados -remarca Miguel- Cada cuatro meses tengo que ir al médico para confirmar que sigo en ese estado indetectable y para hacer un seguimiento del riñón y el hígado, porque parece que la medicación puede dañarlos. Si se notara algún daño, me cambiarían la dosis o el tratamiento. El único efecto secundario que tengo es algo que llaman “sueños vívidos”, que básicamente consiste en que tengo unos sueños que flipas. A veces es como si durmiera dentro de un caleidoscopio. Es muy potente. No me ocurre todas las noches, pero sí de vez en cuando”.

Evidentemente, y es un dato que debe ser destacado, tanto Lucas como Miguel han tenido la suerte de ser diagnosticados en países en los que existen las condiciones adecuadas para un tratamiento seguro y de calidad. Miguel lo tiene muy claro: “Aunque en todos lados tenemos similares problemas con el estigma, es una enfermedad totalmente determinada por el lugar donde la vives. Pero hay muchas contradicciones. Sin ir más lejos, en Estados Unidos. Una de las pocas cosas buenas que hizo Bush hijo fueron las tremendas campañas de protección y tratamiento del VIH en África. Sin embargo, seguía prohibiendo la entrada a personas VIH positivo a Estados Unidos. Esquizofrénico. Con Obama se levantó esa prohibición. De España a Estados Unidos hay un abismo. Hay pros y contras en ambos lados. En España sí se habla de prevención, pero hay un silencio pesado como una cortina de hierro sobre las personas con VIH. No se habla; como uno no tiene que revelar su status, su vida puede ser bastante normal. Por ejemplo, la vida sexual: la ley no te obliga a contar a alguien con quien te acuestas una noche que eres VIH positivo. El problema de esto es que el VIH prácticamente no se discute, y eso sólo hace el estigma más grande. La gente sigue viviendo en los 80. En Estados Unidos la ley, al menos en Nueva York, te obliga a revelar tu estatus a tu pareja sexual antes de acostarte. Es cruel, porque está ahí uno en el ajo y tiene que salir con su parte médico. Pero la parte positiva de eso es que se habla de VIH, la gente sabe qué es y en qué situación está. O directamente te preguntan. Es jodido para mantener una sexualidad mentalmente sana porque se siente uno continuamente patologizado, pero socialmente es útil. En contra: todos los problemas de la sanidad privada en Estados Unidos. Por suerte, tengo un seguro médico privado, y aún así es un gasto considerable. El medicamento mensualmente me cuesta 20 dólares, las visitas al médico a veces hasta 250. Sin seguro, el medicamento es 3.000 dólares mensuales y las visitas médicas ni lo quiero saber. En Nueva York, por suerte, ahora hay formas de acceder gratuitamente al tratamiento sin tener seguro, pero aún así es una barbaridad”.

En la preparación de este artículo, ofrecí a Miguel y Lucas mantener el anonimato, pero los dos rechazaron esta opción con firmeza. En el caso de Lucas, que además de periodista y escritor es performer, la visibilización es particularmente llamativa, ya que, además de mantener un activismo constante, el VIH forma parte de su creación artística, convirtiéndolo en una figura de referencia en el tema del VIH en Argentina. “Me asombró volverme un referente. Esto significa que el silencio predomina. Más allá de mi acción hay mucha gente que trabaja día a día porque esto deje de ser un tabú. Yo elegí el campo público porque mi pulsión de alma son el periodismo y el arte, pero una madre que acompaña a su hijo, una pareja que se hace cargo de convivir con el virus, un hijo que dialoga… todos hacen de esto algo llevadero para quienes somos positivos. La visibilización es algo fundamental, ya que, por ejemplo, existen muchos casos de despido, de precarización y explotación laboral en personas con VIH. Por eso es tan importante que casos así salgan a la luz, para que se comience a cuantificar y hacerles saber a las empresas que ya no nos callamos. En cuanto a mis acciones artísticas, querría aclarar que no luchan contra el VIH, sino contra el silencio predominante de la sociedad. Meto las palabras crudas en lo cotidiano. Que alguien lea “VIH”, que lea “SIDA”. Busco que la palabra callada por la hipocresía social se haga presente en lo cotidiano”.

Para Miguel, la visibilización forma parte de su manera de lidiar con los problemas. “No hay ningún círculo de mi vida a quien se lo esté ocultando. Hay personas que deciden llevarlo más discretamente, en silencio, y es respetable. A mí el silencio me oprime, pero además cuando el silencio se debe al miedo al estigma, no es silencio, es un armario, el armario del VIH, que es muy perverso. Es muy difícil vivir ahí. Conozco mucha gente que ha decidido no revelar su estatus, y los apoyo incondicionalmente. Pero yo sí vi que mis condiciones eran buenas para dar el paso y hacerlo público. Tengo mi familia y mis amigos detrás, un trabajo, un seguro de salud privado, etc. Claro, hay muchos riesgos también, porque el apoyo es muy explícito, pero los que no te apoyan no lo dicen y la puñalada puede llegar por donde menos te lo esperas. De todas maneras, contarlo y compartirlo me hizo más fuerte, y sé que no estoy solo en esto, así que si esas puñaladas vienen desde la vida personal o profesional, lidiaré con ellas apoyado por todo el mundo que tengo detrás. Yo soy un activista horrible, me canso rápido, no soy constante. Por eso admiro profundamente el trabajo de los activistas y les estoy inmensamente agradecido. Hay una frase de Pedro Zerolo que marcó mi decisión de hacerlo público. Dice algo así como que “cuando elegimos ser valientes, no nos equivocamos”: Decir al mundo que eres VIH positivo da pánico, pero yo creo que no me he equivocado”.

Los dos coinciden en que el mal principal del VIH no es la enfermedad en sí, sino el estigma que conlleva. Miguel es consciente de que hay diversos frentes en su vida que podrían verse dificultados por el hecho de ser VIH positivo: “Yo quiero ser padre, y no sé si esto me va a hacer más difícil la adopción. Tampoco sé si algún día tendré problemas en el trabajo. No sé si en algún momento la medicación me dará problemas renales. Hay estigmas que no me molestan en absoluto, como el que nos imagina como seres lujuriosos follando sin límites. ¿Cómo me va a molestar eso? Tengo mi propia batalla contra el puritanismo. Ahora, el estigma más perverso es el horror que le produce a la sociedad la idea de enfermedad. Y toda la moralina que va ligada a las enfermedades de transmisión sexual. Creo que mi batalla es sobre todo contra la vergüenza”.

Lucas coincide en esa idea: “Todas las semanas alguien con la mejor onda me escribe diciendo que encontraron la cura. La verdad, prefiero que me hablen de la cura de la ignorancia, el prejuicio y la mediocridad”.

Estos cinco amigos van a tener un bebé

Desde hace ya un tiempo, el ideal de familia nuclear está en peligro de extinción por la infinidad de divorcios, cónyuges infieles, padres de avanzada edad que quieren tener una segunda familia y parejas gais que desean tener hijos.

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Hoy en día nadie se sorprende al oír historias sobre padrastros o hermanastros, y las llamadas «familias rosas» – formadas por dos padres del mismo sexo- son cada vez más comunes. Solo en los Países Bajos, por ejemplo, en 2009 había cerca de 6.000 parejas del mismo sexo con uno o más hijos a su cargo, y esa cifra ha ido creciendo de forma constante, según MdG, una organización holandesa para futuros padres LGBT. La adopción es una opción. Tus amigos gais pueden donar semen para la fertilización o una mujer lesbiana puede prestar su útero para que crezca el bebé. En resumen, ser gay hoy en día no significa que tus padres deban resignarse a no ser abuelos jamás.

Otra posibilidad es la de distribuir de forma equitativa la tarea de educar y criar a un hijo: dos lesbianas y dos hombres gais a cargo de un hijo, como una única familia con múltiples hogares. Esta es la solución por la que optaron Jaco (35) y Sjoerd (27) y Daantje (30) y Dewi (29). Los cuatro se conocen desde hace diez años y llevaban seis considerando la posibilidad de tener un hijo juntos. Finalmente, esa posibilidad puede hacerse realidad dentro de unas semanas.

Cinco padres

Ambas parejas están casadas y, desde hace tres años, una tercera persona forma parte de la relación entre Jaco y Sjoerd. Sean (27) es un artista de circo australiano que lleva dos años viviendo en casa de Jaco y Sjoerd. «¡Tres y medio!», grita desde la cocina cuando me oye preguntar a Sjoerd cuánto hace que Sean forma parte de la relación. ¿Que qué significa «formar parte», exactamente? «Jaco y yo llevamos juntos ocho años. Desgraciadamente, no podemos casarnos también con Sean; si no, lo haríamos sin pestañear», asegura Sjoerd. El papel de Sean en esta historia es tan importante que, de hecho, también estará a cargo de la educación y el cuidado de su futuro hijo. Han dividido la custodia del niño de forma equitativa, tal como hicieron Daantje y Dewi.

«Cinco padres con los mismos derechos y responsabilidades, divididos en dos hogares. Eso dice la cláusula del contrato que todos firmamos ante notario», afirma Dewi. Tuvieron que hacerlo porque los Países Bajos todavía no están preparados jurídicamente para la paternidad múltiple. El año pasado, el Gobierno holandés reconoció a las parejas de lesbianas el derecho a la maternidad mediante la aprobación de una ley. No obstante, la legislación sigue reconociendo únicamente un máximo de dos progenitores. En un matrimonio, estos suelen ser la madre biológica y su marido o mujer, si bien la primera puede designar a otra persona como segundo progenitor legal.

Polinización cruzada

La biología no debe corresponder necesariamente con el papel jurídico de un progenitor y, afortunadamente, la legislación relativa a los derechos de paternidad ha mejorado considerablemente para las parejas gais durante los últimos años. No obstante, la paternidad múltiple sigue siendo un asunto peliagudo debido al límite que impone la ley de dos progenitores por niño. En el caso de la familia de Jaco, Sjoerd, Sean, Dewi y Daantje, uno de los hombres ha adoptado el papel de segundo padre legal, en lugar de hacerlo Dewi, a quien correspondía dicha figura por estar casada con Daantje.

Dewi: «Como hemos dividido el cuidado del niño al cincuenta por ciento, queríamos asegurarnos de que había un progenitor legal en cada hogar». Sjoerd: «La ventaja de esto es que si, por ejemplo, los hombres decidimos irnos de vacaciones con nuestro hijo, evitamos que nos paren en las aduanas por viajar con un niño que, desde el punto de vista jurídico, no es nuestro».

Dewi: «Si Daantje y yo viajamos con nuestro hijo, necesitaremos un permiso especial de Jaco, ya que el bebé llevará su apellido. Sjoerd: «Desde luego, la ley no se ha escrito pensando en gente como nosotros. Por eso nos vemos obligados a buscar constantemente la mejor forma de hacer que las cosas funcionen para los cinco. A veces te vuelves un poco oportunista. Yo no tengo ningún vínculo jurídico con mi hijo, por lo que no tendré derecho a la baja por paternidad cuando nazca. Sin embargo, como quiero poder disfrutarla, Daantje y Jaco firmaron un documento en el que certifican que yo también estoy a cargo del cuidado de “su” hijo y, por tanto, tengo derecho a solicitar una baja. Es bastante complicado para todos y no es una situación ideal, jurídicamente, claro, porque en la práctica, creo que nuestra situación sí es ideal».

Las funciones también se han dividido de forma que todos vean satisfechas sus necesidades emocionales. Dewi: «Hemos procurado cubrir todos los aspectos. El bebé llevará el segundo nombre de Sean, y su otro segundo nombre será Dewi». Le pregunté si no les costó encontrar un nombre que les gustara a los cinco, pero Dewi me dijo que no. «Ya habíamos decidido el nombre antes incluso de quedarnos embarazadas».

Daantje en el sofá, con las piernas en alto

Los entresijos legales que surgen con la paternidad múltiple ya son complicados de por sí, pero ¿qué hay de los aspectos prácticos? ¿Se acostaron los cinco juntos para lograr el embarazo? Sjoerd: «Ah, no, no queríamos eso. hace un año nos fuimos de acampada y decidimos que era hora de ponerse manos a la obra. Dos meses después hicimos el primer intento: Daantje y Dewi estaban en una habitación y nosotros en otra, intentando caldear el ambiente».

Dewi: «Leímos en algún sitio que el esperma entra más fácilmente si la mujer tiene un orgasmo durante la inseminación, debido a la mucosidad y a la contracción del cuello del útero».

Sjoerd: «En un determinado momento, Dewi gritó: “¡Ya estamos listas!”, y entonces entramos en su habitación con un recipiente con semen». Dewi: «El día de nuestra boda nos regalaron unas perillas, pero resultaron ser demasiado grandes. Tenía mucho aire dentro y el semen acabó donde no debía».

Sjoerd: «La primera vez no tuvimos mucho éxito. Lo cierto es que fue un desastre». Dewi: «Durante el primer periodo de ovulación, los chicos vinieron como cinco veces seguidas, y después de cada inseminación, Daantje se sentaba en el sofá con las piernas elevadas. Mientras, nosotros nos tomábamos un té o algo».

Sjoerd: «Al principio era un poco violento, pero después de varios intentos, al final te tomas un café y te pones a mirar internet». Dewi: «Afortunadamente, conseguimos que se quedara embarazada al segundo mes. Imagínate tener que montar toda aquella parafernalia cada vez durante un año…». Sjoerd: «Después de varios intentos, lo de eyacular se convierte en algo casi mecánico. A menudo oigo a algunas parejas que llevan tiempo buscando al bebé que el sexo ha dejado de ser interesante. Quizá deberían intentar con este método también. De esa manera, el sexo seguiría siendo sexo y no se convertiría en una tarea».

5 padres, 11 abuelos y 21 tíos y tías

Los dos hogares se encuentran a unos cinco minutos en bicicleta el uno del otro, pero cuando el bebé tenga unos tres meses, en noviembre, la familia se trasladará a otro edificio, en el que cada pareja ocupará una planta. Pensaron que sería más cómodo, teniendo en cuenta de que el niño pasará la mitad del tiempo con Dewi y Daantje y la otra mitad con Sjoerd, Jaco y Sean. Hace poco, Dewi se encontró a un vecino en la escalera del edificio de apartamentos en el que vive. Cuando este le dijo que iba a vender su piso, que era justo el de abajo, no se lo pensaron dos veces. «¿Cuánto pides por él?», le preguntaron, y le pagaron esa cantidad. Sjoerd: «Se trata de tener un hijo y, en un sentido más amplio, formar una familia. Aunque estemos divididos en dos hogares, somos una sola familia. Es muy bonito poder crear un vínculo tan fuerte con los demás».

Esta gran familia parece haber sopesado muy bien todos los aspectos y están preparados para hacer frente a cualquier imprevisto que surja mientras cuidan al pequeño juntos. «Estamos exageradamente bien preparados», afirma Sjoerd. «Ya sabemos hasta las escuelas a las que irá». Los problemas los ven básicamente la gente a nuestro alrededor, pero no es cierto que cuanta más gente esté involucrada, más difícil sea tomar una decisión. En nuestro caso no hay muchas posibilidades de tomar una decisión irracional: en una relación de dos personas, ambas pueden quedarse trabadas en una eterna discusión en la que los dos quieren llevarse la razón, pero cuando hay cinco personas, estás obligado a llegar a un consenso razonable».

Dewi nos aseguró que le sorprendió haber recibido críticas del colectivo LGBT, con el que colaboran estrechamente. «A Daantje y a mí nos dicen que no deberíamos involucrar también a los hombres, y a ellos les advierten de que tengan cuidado con nosotras, porque les quitaremos el niño. Todo gira en torno a la propiedad, a los miedos y al ego». Sjoerd: «Sus argumentos se basan en los estereotipos de los hombres y las mujeres: que nosotros solo estaremos para las cosas buenas, para llevar al niño a pasar un día divertido con los papis; y que Daantje y Dewi tendrán las hormonas disparadas y se convertirán en madres superprotectoras. No creo que vaya a ser así».

Y aún hay tiempo para ir al bar

Otro problema que ven sus amigos y familiares es el de qué ocurriría si Daantje y Jaco (los padres legales) murieran en un accidente de coche. «Si eso ocurriera, sería un problema menos grave para nosotros que para una familia tradicional de dos progenitores. Ojalá todo el mundo tuviera ese respaldo. Si de repente pierdo mi trabajo, nuestro hijo podrá seguir yendo a clase de violín. No entiendo por qué no hay más parejas que tienen hijos juntas. Se ve a muchas parejas de padres jóvenes luchando día a día para sobrevivir los primeros años. Casi no duermen ni tienen tiempo para ver a sus amigos. A nosotros aún nos quedará energía para salir con los amigos de vez en cuando y hablar de otro tema que no sean los bebés».

En ese aspecto, sus amigos sí que ven la parte positiva: Dewi nos aseguró que sus amigos lo ven con muy buenos ojos, sobre todo la idea de poder dormir del tirón de vez en cuando y de que el niño reciba los valores de cinco personas distintas. «Entre nuestros talentos está el yoga, las acrobacias, la música, la política y la educación», explica Sjoerd. «Los cinco somos muy distintos, pero ese precisamente es nuestro fuerte».

El nacimiento

El bebé nacerá en una semana, más o menos. Todos los progenitores esperan estar presentes en el momento del nacimiento. Dewi nos explicó que a Daantje le costó un poco asumir que vayan a estar todos durante el parto. «Le servirá para abrirse a nosotros. En cualquier caso, se siente lo suficientemente cómoda como para que estemos presentes los cinco». Todos tienen una tarea asignada para ese día: Sjoerd se ocupará de las bebidas y la comida, Sean y Jaco se encargarán de los masajes en caso de que sean necesarios y Dewi brindará todo su apoyo a su compañera.

Les pregunto si saben algo sobre la psicología del apego emocional en los niños y Sjoerd me contesta que una amiga suya está haciendo el doctorado sobre ese tema. «Según ella, lo principal es que haya cohesión en la familia, algo que podemos ofrecer». Dewi: «El mundo del bebé se va ampliando con el tiempo, pero en las etapas iniciales, un bebé puede sentir apego por cinco personas, así que es perfecto».

 

La webserie gay que arrasa en Marruecos

Hamza tiene 22 años. Tenía 14 la primera vez que besó a un chico, en un hammam de Casablanca y cada vez que se acuerda, evoca el momento con una sonrisa: “Nos quedamos solos, desnudos. Él me acarició la espalda y la caricia terminó en un beso”. Después vinieron los golpes. A sólo 14 kilómetros de un país como España, donde los homosexuales pueden casarse y tener hijos, ser homosexual en Marruecos significa enfrentarse a la cárcel, a la exclusión social y familiar y a la violencia. Mucha violencia

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A Hamza le insultan por la calle: “Me llaman zamal (marica) y hasta me han atacado con un cuchillo. Mira, aquí”, cuenta en conversación con Vice News, señalando una pequeña cicatriz en el brazo. Su vida, entre besos prohibidos y golpes marcados, le ha convertido en activista. Su testimonio, siempre a cara cubierta, le ha convertido en el protagonista del primer capítulo de la webserie que está publicando en youtube el activista LGTB Marwan Bensaïd, titulada “Kaynin”, que en dariya -el dialecto árabe que se habla en Marruecos- significa “Existimos”. Ya tiene casi 300.000 visitas.

Con un montaje muy sencillo y dos localizaciones, en la medina de Rabat y en el interior de un apartamento de la capital, Hamza va construyendo el relato a lo largo de casi siete minutos: cuenta que en la escuela los profesores le avergonzaban y los compañeros le acosaban, que tuvo que cambiar itinerarios para volver a casa porque le tiraban piedras, que buscó amigos en otros barrios. Pero lo que más le duele es la reacción de su familia.

Su hermano le pisó la cabeza y le partió dos dientes antes de decidir que no podía vivir más en su casa y que tenía que marcharse. Hace unos meses volvió y su padre y su hermano le esperaban armados con palos. “Eres una desgracia para la familia”, le dijeron. “No puedo ir a la policía, porque ante la ley, el criminal soy yo”, cuenta en el vídeo, silbando las eses como consecuencia de aquel golpe en los dientes. En Marruecos, el código penal castiga la homosexualidad con penas de seis meses a tres años de cárcel.

“Es la primera vez que una acción LGTB en Marruecos hace tanto ruido”, explica satisfecho Bensaïd, estudiante de 23 años y fundador de una revista online de contenido LGTB, “Aswat“. Se lanzó con la webserie porque “sabíamos que una serie documental iba a ser mucho más impactante. Queremos visibilizar la homofobia en la sociedad marroquí”.

Según un sondeo del pasado noviembre de TNS para el semanario Tel Quel, el 83% de los marroquíes no son nada tolerantes con la homosexualidad, como prueban algunos de los comentarios de la gente que ha visto el vídeo en youtube: “Estáis enfermos”, “Es haram” (pecado) o “Que lo hagan, pero en su casa” son los más habituales.

Bensaïd se los toma bastante bien. Al menos, la gente habla: “Salvo excepciones, los medios de comunicación marroquíes tratan el tema desde el morbo y el escándalo. Estamos seguros de que ahora, cuando han publicado algo sobre Kaynin, lo han hecho para obtener más clicks. Con la serie colgada en youtube se ha creado un poco de debate social”. El director lo dice porque también le han llegado comentarios alentadores, como “No estoy de acuerdo con vosotros, pero estoy en contra de la violencia contra vosotros”, e incluso cartas de padres de hijos gays dándole las gracias por normalizar una tendencia sexual distinta de la hetero.

Después de los dos primeros capítulos, el primero protagonizado por Hamza y el segundo por Houssem, un joven de Fez que estuvo en prisión, Bensaïd quiere a una chica para el tercero: “Habíamos hablado con ella, pero al final le ha dado miedo. También conocemos a algunos transexuales, pero eso está aún más estigmatizado. Están muy escondidos. Los únicas personas visibles están fuera de Marruecos”.

Una de las primeras asociaciones marroquíes de lucha por los derechos de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales tuvo que irse a la orilla de enfrente, a España, para ser legalmente una asociación. Se llaman “Kif Kif” (Iguales) y su portavoz, Samir Bargachi, ha decidido darse un respiro en los medios de comunicación porque sigue recibiendo amenazas. Hamza y Marwan dicen que no le temen a un posible arresto en Marruecos: “Ya de entrada nada de lo que hacemos es legal. Yo soy un activista, es lo que hago”, cuenta Marwan. “Siempre hay amenazas”, continúa Hamza. “Pero necesitamos sentirnos orgullosos de lo que somos”.

Hamza tuvo un novio marroquí que le decía que estaban enfermos; no aceptaba su opción sexual, una actitud muy frecuente entre los homosexuales marroquíes. Muchas veces acuden en busca de ayuda psicológica porque creen que lo que les pasa es una enfermedad. Y, además, está la religión. En el Corán, dos suras condenan de manera explícita al pueblo de Lot, los sodomitas, pero investigadores como Abdennur Prado interpretan que no se trata de una condena a la homosexualidad sino a las “perversiones sexuales” de todo tipo y violaciones que se practicaban en Sodoma.

También esta extendida la idea de que al homosexual activo no se le considera homosexual: un hombre sólo es gay si es afeminado o pasivo. Es parte de la proverbial esquizofrenia de Marruecos, un país que las guías turísticas describen, para los extranjeros, como “gay friendly” siempre que sean discretos.

Para los marroquíes no es una cuestión de discreción. Viven aquí pero, de momento tienen que vivir escondidos. Las nuevas tecnologías, las aplicaciones para móviles y el bluetooth, con los que se liga hasta en los trenes, han facilitado mucho las cosas, pero para el cara a cara siguen encontrándose en parques y carreteras alejadas de las ciudades. Preguntamos a Marwan cuál es su experiencia personal, cómo es para él ser gay en Marruecos: “No te lo puedo contar. Es por mi seguridad”.