Los adolescentes vascos respetan cada vez más a gais, lesbianas y transexuales

Los pocos escolares de estos grupos que han participado en un estudio realizado por el Servicio Berdindu declararon, no obstante, haber sufrido algún tipo de rechazo

«Los adolescentes vascos aceptan y muestran cada vez más respeto hacia colectivos de lesbianas, gais, trans, bisexuales e intersexuales (con características genéticas de ambos sexos)». Es una de las principales conclusiones de un estudio realizado por el Servicio Berdindu para el Gobierno vasco en centros. Los pocos escolares de estos grupos que han participado en el estudio declararon, no obstante, haber sufrido algún tipo de rechazo.

El estudio, elaborado por la Fundación EDE, advierte que aunque los adolescentes no tengan conductas de rechazo «pueden sentir incomodidad ante lesbianas y gais o mostrar desagrado ante manifestaciones de afecto entre personas del mismo sexo». El informe ‘Lesbofobia, Homofobia y Transfobia en el sistema educativo’ fue presentado ayer por representantes de los departamentos de Empleo y Políticas Sociales y de Educación. El acto coincidía con la celebración del Día Internacional contra cualquier actitud negativa ante estos colectivos.

Las chicas revelan un posicionamiento más positivo, aceptan mejor las muestras de afecto o las trasgresiones de género y utilizan menos que los chicos las conductas verbales que discriminan o enjuician a estos grupos. Ellos tendrían más problemas para confesar a sus amistades masculinas que son gais. La investigación ha descubierto también un gran desconocimiento entre los escolares de algunas orientaciones sexuales. «Se han recogido comentarios como que la homosexualidad y el lesbianismo es una moda o una actitud de postureo, o que en las parejas de gais o lesbianas una persona hace de hombre y la otra de mujer», apuntan los autores del trabajo.

La encuesta, elaborada entre alumnos de ocho centros, también refleja que los adolescentes no siempre cuentan con referentes a través de los medios de comunicación que «les permitan tener una visión más integral de estos colectivos». Y es que los referentes más comunes son «los de sus personajes de series y programas televisivos, que están estereotipados y no responden a la realidad».

España cae al noveno puesto del ránking europeo sobre derechos gays

 

27 años desde que la homosexualidad no está considera una enfermedad mental

 

España ha caído al noveno puesto en la última edición del informe anual sobre la situación de los derechos de las personas LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales) en Europa, la posición más baja desde 2010 cuando la ILGA Europa elaboró el ránking por primera vez.

Con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, que se celebra este miércoles, ILGA Europa ha publicado la clasificación que encabeza, un año más, Malta, seguida de Noruega y Reino Unido. A la cola se hallan Armenia, Rusia y Azerbaiyán.

Por su parte, España se sitúa en la novena posición de los países más respetuosos en Europa con los derechos de las personas LGTBI, mientras que en 2016 ocupaba la quinta plaza, la misma que el 2010. Un año después ascendió hasta la segunda plaza.

En 2012, España decidió el segundo puesto y bajó a la tercera posición y en 2013 siguió descendiendo, aunque se quedó en la quinta plaza. En 2014, volvió a subir a la tercera posición y en 2015 salió por primera vez de las cinco primeras posiciones, quedando en sexto lugar.

Las razones del descenso

“Esto es, sin duda, debido a la inacción del Gobierno central. La única razón por la que seguimos manteniéndonos en el top ten es gracias a que varias comunidades autónomas están aprobando legislaciones específicas. De no ser por ello, habríamos dejado de ser una referencia”, ha asegurado el presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), Jesús Generelo.

Según ha defendido esta entidad, España “debe afrontar cuanto antes” la tramitación de la proposición de ley contra la discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género y características sexuales, y de igualdad social de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales (la llamada Ley de Igualdad), ya que “volvería a colocar a España entre los países más avanzados en reconocimiento de los derechos de las personas LGTBI”.

“Mientras que el resto de países de nuestro entorno avanzan, España se ha quedado anclada, ignorando así las graves violaciones de derechos humanos que todavía sufrimos las personas LGTBI”, ha explicado el responsable de Derechos Humanos de FELGTB, Rubén López.

Hay que “trabajar mucho más”

El secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Mario Garcés, ha reconocido que todavía hay que “trabajar mucho más” para acabar con esta discriminación, ya que aún “siguen existiendo manifestaciones” de ella en nuestro país.

Hoy se celebran 27 años desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) desclasificara la homosexualidad como una enfermedad mental, por lo que el Gobierno ha celebrado este miércoles un acto para reivindicar la igualdad y condenar la discriminación que aún siguen sufriendo estas personas en el mundo.

Garcés ha explicado que, a pesar de lo que se ha avanzado en este campo en los últimos 40 años en España, todavía queda por avanzar en la “efectiva aplicación” de la igualdad de derechos.

Para ello, ha indicado que es necesario que las administraciones pongan en marcha medidas y ha recordado que el Gobierno va a empezar a elaborar la Estrategia Estatal de los derechos de las personas lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales.

“Marica, ¿qué haces en esta discoteca?”

Victoria Gómez, una mujer transexual de 34 años, es víctima de una agresión en una discoteca de Madrid

Victoria Gómez, mujer transexual agredida en Madrid

Victoria Gómez Cruz, una mujer transexual de origen hondureño y asilada en España, fue agredida el pasado enero en una discoteca en Puente de Vallecas (Madrid). Un hombre, que reconoció como parte del equipo de seguridad del club, le reprochó su presencia: “qué hace una marica en una discoteca de heterosexuales”. Los delitos de odio aumentan levemente pero de forma constante cada año en España. El Ministerio del Interior cuantificó 1.328 incidentes de este tipo en 2015, de los cuales 169 fueron provocados por la orientación o identidad sexual de la víctima, según el último informe de esta institución.

La joven, de 34 años, frecuentaba los fines de semana el club latino Melao en este distrito madrileño. “Me gustaba ir allí porque me sentía más cerca de mi cultura. Van muchos hondureños y dominicanos”. El agresor se acercó a Gómez mientras esta bailaba con sus amigas y le dijo que se fuera del local “que no quería ver maricones allí”, según cuenta la afectada. “Cuando salí a fumar me dio un golpe y perdí el conocimiento. Después me pateó y finalmente me pisó la cara contra el suelo”. Los responsables del local no han querido hacer comentarios sobre este incidente, aunque señalan que “fue algo que sucedió en la calle y no en la discoteca”.

Tras la agresión, Gómez estuvo ingresada unas horas en el hospital Infanta Leonor. El informe médico detalla que tenía múltiples contusiones y un hemotoma en el lado derecho de la cara. Arcopoli, la asociación LGTB de la Comunidad de Madrid, le dio asistencia jurídica en el proceso de denuncia. Arturo Moreno, técnico de Arcopoli, acompañó a la víctima y cuenta que, aunque en este caso el trámite fue largo, finalmente la denuncia se efectuó tres días después de la agresión, un paso que solo da el 25% de los afectados. “Los agredidos piensan que no sirve de nada o no le dan importancia y otros tienen miedo”.

Gómez lleva el flequillo teñido de morado y sombra de ojos del mismo color. Llega a la entrevista en la Puerta del Sol de Madrid y espera sentada en una fuente de la plaza. Cuenta que un hombre acaba de acercarse a pedirle el teléfono. “Estoy acostumbrada a este tipo de cosas cuando ando por esta zona”. Asegura que aunque hay días que se derrumba emocionalmente no puede permitirse estar parada. “El miedo es el principal obstáculo de los transexuales para salir de día, la transexualidad solo se ve por la noche. Mi forma de vestir y el maquillaje es una forma de provocar a la sociedad y de manifestar que no hay que tener miedo de asumirse”.

Esta mujer, pedagoga y activista de los derechos LGTB en Honduras, llegó hace un año a España como asilada internacional. “En mi país tenía que esconderme, siempre andaba por la calle acompañada y me gritaban cosas”. Pero la integración no ha sido como esperaba. No tiene trabajo y ha tenido dificultades para encontrar vivienda. “He enviado mi currículum para trabajar como camarera y en call centers pero cuando me llaman para una entrevista y escuchan mi voz dicen que el puesto ya ha sido ocupado”. En la búsqueda de piso le ha pasado lo mismo. “Imagino que piensan que soy trabajadora sexual y que el piso se va a convertir en un prostíbulo. No me lo han dicho, pero lo noto”. “Muchas transexuales se prostituyen para sobrevivir, pero yo no pienso llegar a eso aunque es a lo que te empuja la sociedad”.

El grupo parlamentario de Unidos Podemos registró a principios de este mes de mayo una proposición de ley en el Congreso para la igualdad del colectivo LGTB, que recibió el apoyo de todos los grupos a excepción del PP, que aún no se ha posicionado. El presidente de FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas Gais Transexuales y Bisexuales), reivindicó la urgencia de legislar a nivel estatal para completar las leyes autonómicas y para que “cada uno pueda ser, parecer, mostrarse e dentificarse como quiera”.

“El despertar de Victoria del país de las maravillas”, así se llamará el libro que Gómez escribirá para contar su sorpresa ante la poca aceptación de los transexuales en España, ironiza la afectada. “Lo positivo, de momento, es que aquí considero que nadie va a asesinarme”.

Persisten las fobias contra el colectivo LGTBI: a los chicos “les cuesta salir del armario” por miedo al rechazo

Piden la implicación de la comunidad educativa para avanzar en la aceptación de la diversidad sexual

Dos chicas se besan durante una manifestación contra la homofobia. RUDY

Euskadi avanza contra la discriminación del colectivo LGTBI, pero queda mucho camino por recorrer. ¿Por qué si no es por miedo al rechazo un joven gay no se atrevería a contárselo a sus amigos?

Según un estudio elaborado por el Gobierno vasco, elaborado en base a encuestas entre adolescentes entre 14 y 16 años, a los chicos les cuesta “mucho más salir del armario” que a las chicas por miedo al rechazo de sus amistades masculinas. Y eso, pese a que en el colectivo de las lesbianas persiste una invisibilidad social mayor.

Este miedo al rechazo es algo que deja entrever que, pese a que en general, los adolescentes vascos “aceptan la diversidad sexual”, perduran en nuestra sociedad “fobias más sutiles” y por lo tanto “más difíciles de detectar”. Esas que llevan, por ejemplo, a sentir incomodidad ante lesbianas o gays o mostrar desagrado ante besos o abrazos entre ellos en público.

Ernesto Sainz y Lucía Torrealday en la presentación del informe. IREKIA

Hoy, Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, porque un 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud sacó la homosexualidad del listado de enfermedades mentales, el Gobierno vasco, a través de una declaración institucional, reconoce que pese a los “innegables” avances en la conciencia social frente a la diversidad social, persisten en el País Vasco “delitos de odio que encuentran en la LGTBIfobia su razón última”.

Y para atajar esta realidad, “la escuela representa un espacio privilegiado”.

La directora de Innovación Educativa del Gobierno vasco, Lucía Torrealday, y el director de Política Familiar y Diversidad del Gobierno vasco, Ernesto Sainz, han pedido que la comunidad educativa se convierta en “un agente activo en la lucha contra la LGTBIfobia“, la implicación de la sociedad, de los medios de comunicación y de las familias, para erradicar esta lacra.

Según el estudio realizado entre adolescentes de 8 centros escolares vascos, persiste actitudes entre los escolares que favorecen conductas LGTBfóbicas.

Por ejemplo, siguen en la mente de muchos adolescentes ideas como que la “homosexualidad o el lesbianismo es una moda”, ” que se conoce si una persona es gay o lesbiana por sus gestos” o que “la bisexualidad es moda y postureo”.

En cuanto a la percepción de los transexuales, su condición genera “confusión” y se les considera “extraños y valientes”. La intersexualidad apenas se conoce, por lo que ni siquiera tienen ideas preconcebidas.

Según el estudio las chicas tienen una actitud “más positiva y más abierto” que los chicos frente a la diversidad.

Sainz ha pedido hoy que haya “mayores referencias a trevés de los medios de comunicación que permita a los adolescentes tener “una visión más integral” de estos colectivos

Los chicos encuentran “mucho más difícil” ‘salir del armario’ que las chicas

BILBAO.  El informe, que ha testado las actitudes de 129 alumnos de entre 14 y 16 años de edad en ocho centros escolares de Euskadi, tanto públicos como privados, indica asimismo que los “pocos adolescentes” lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGTBI) que han participado han declarado haber sufrido “algún tipo de rechazo en alguna ocasión”.

En cualquier caso, se apunta que “cuanto mayor es el cuestionamiento de los roles de género, se detectan menos prejuicios, actitudes de rechazo o conductas irrespetuosas”, a la vez que se señala que “son muchos los adolescentes que muestran gran sensibilidad con la igualdad entre hombres y mujeres, y son capaces de cuestionar el reparto de roles tradicional”.

El estudio ha sido presentado hoy en coincidencia con el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia por el director de Política Familiar y Diversidad del Gobierno vasco, Ernesto Sainz, y la directora de Innovación Educativa, Lucia Torrealday.

Advierte también de que ideas como que “la homosexualidad y el lesbianismo es una moda o una actitud de ‘postureo’, que en las parejas gais o lesbianas una persona hace de hombre y la otra de mujer o que se sabe si una persona es o no ‘gay’ o lesbiana por su apariencia y sus gestos” siguen presentes en la mente de algunos adolescentes.

En este punto se precisa que las chicas muestran una actitud “más positiva” que los chicos, en tanto que “aceptan mejor las muestras de afecto entre las personas del mismo sexo o las trasgresiones de género”, así como “emplean menos conductas verbales que discriminan o enjuician” a estos colectivos.

Euskadi es “un país avanzado en la materia, y junto al resto de España, se han dado pasos en las ultimas décadas para equiparar derechos”, ha afirmado Sainz, para recordar, no obstante, cómo “entre 1948 y 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificaba la homosexualidad como enfermedad mental”.

Del análisis se extrae cómo “son prácticamente inexistentes los discursos públicos o las verbalizaciones directas de rechazo hacia la diversidad, cada vez más interiorizada” entre la población joven, si bien se deduce igualmente que “hay adolescentes que no muestran conductas fóbicas racionales, pero pueden, por ejemplo, sentir incomodidad ante lesbianas o gais, o mostrar desagrado ante manifestaciones de afecto entre personas del mismo sexo”.

En esta línea, Sainz ha reivindicado “mayores referencias a través de los medios de comunicación” que permitan a los adolescentes tener “una visión más integral” de los colectivos LGTBI, ya que los más comunes declarados por los jóvenes son “personajes de series y programas de televisión”.

Estos personajes, generalmente, “están estereotipados y no se corresponden con la realidad”, ha advertido, para apuntar que entre las lesbianas se observa “una invisibilización mayor” en el medio televisivo, por debajo de los referentes trans.

Sobre éstas, el estudio determina que su condición “genera confusión” por lo que se las asocian con personas “extrañas” a la vez que “valientes”.

La bisexualidad se vincula en ocasiones a una moda y una actitud de ‘postureo’, al tiempo que la intersexualidad apenas es conocida por parte de los jóvenes, por lo que “ni siquiera se tienen creencias preconcebidas”, anota el informe, que concluye con que “en general, los jóvenes parecen aceptar la diversidad afectivo-sexual y familiar existente, además de mostrar respeto hacia los colectivos LGTBI”.

Gay sí, pero que no se note

Marcha del Orgullo LGTBI en Bruselas / EFE EFE

“¿No jodas que eres…? Pues no se te nota nada, tío”. Un hombre responde así en medio de una cena de amigos a otro que ha comentado lo guapo que es el camarero. Frases similares a “solo hombres masculinos, abstenerse locas” llenan cada vez más perfiles de aplicaciones móviles para conocer gente. “Que reivindiquen lo que quieran, pero ¿por qué tienen que ir así? Con maquillaje, purpurina y dando el cante”, exclaman algunos refiriéndose a la celebración del Orgullo LGTBI.

 Ese “dar el cante” es salirse de los roles de género, escapar del molde y no responder a las expectativas diseñadas sobre lo que se entiende que es ser hombre y ser mujer. Una diversidad que encarnan muchas personas a las que la sociedad penaliza mediante la llamada plumofobia: “La aversión irracional hacia el amaneramiento de los gays o masculino de las lesbianas”, define el activista LGTBI Andrea Puggelli.

Se trata de una forma de homofobia que marca a aquellas personas que se muestran diferentes y parte de “una sociedad en la que el género es estanco, solo hay una forma de ser hombre y de ser mujer y si te sales de esos cánones, de esos mandatos de género, te conviertes en un peligro”, explica Esther Martínez, trabajadora social que imparte formación en diversidad afectivo sexual y de género en las aulas.

Para la experta, es clave relacionar esta discriminación con el avance que los derechos LGTBI han experimentado en nuestro país porque “se legitima la plumofobia bajo la premisa de que ya hay bastante tolerancia permitiendo determinados derechos, pero eso sí, siempre que la persona sea ‘normal’. El típico ‘gay, sí, pero que no se note’ o el frecuente ‘¿por qué tienes que hacer bandera de tu condición?'”, ejemplifica Martínez.

Lo mismo piensa la feminista y la integrante del colectivo LGTBI Gamá de Gran Canaria, Sylvia Jaén, que hace hincapié en que “parece como si cumpliendo la expectativa de lo que la sociedad espera de ti, se te perdonase ser lesbiana o ser gay”.

La plumofobia de la propia comunidad

“Somos las cuestionadas y las que ofendemos porque estamos enfrentándonos a lo hegemónico”, dice Miguel Ángel López, psicólogo y profesor de Psicología Social de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, que cuenta como anécdota lo que escuchó no hace mucho en una plaza madrileña. “Estaba sentado en un banco observando a dos grupos de adolescentes y de repente escuché ‘a mí me gustan los hombres, pero no como el rubio aquel, que tiene una pinta de pasivaza…'”.

Este es un insulto que a veces circula en foros o conversaciones para describir de manera ofensiva los roles que pueden darse en una relación sexual. Es decir, aquel que encarna un rol considerado femenino y que, por lo tanto, se escapa de los estereotipos de género, es penalizado. Para López, esto entronca con la plumofobia entendida como “el miedo a que un hombre se parezca a lo considerado de mujer”.

López recuerda que la plumofobia no solo se da por parte de personas heterosexuales, sino que es un tipo de discriminación que también se ejerce en el propio colectivo LGTBI porque “lo que hace es reproducir el binarismo de género que ya existe en la sociedad”, analiza Puggelli. En su opinión, esto hace que la plumofobia “sea más común y esté más extendida” que la LGTBfobia.

De este modo “el oprimido acaba siendo opresor”, remarca López, que insiste en que “igual que hablamos de heteronormatividad –la imposición de la heterosexualidad y determinados roles como única posibilidad– también existe lo homonormativo: Es como si hubiera formas de mostrarse, comportarse y de ser gay o lesbiana más válidas y otras menos”.

Ambos coinciden en que se trata de un intento de “normalización” porque “el hecho de vivir dentro de la diversidad no te hace automáticamente ser tolerante con todas sus expresiones”, añade Jaén, que insiste en que este tipo de “homofobia interiorizada” en algunos contextos LGTBI “emana de que lo primero que pide el sistema es que encajemos. Por eso hay muchas personas que modulan su pluma en los centros de trabajo y fuera no”.

Reivindicar la pluma

La plumofobia no solo la experimentan las personas homosexuales o bisexuales, también las heterosexuales que no responden a los mandatos de género. Esta es una de las principales conclusiones del informe Abrazar la diversidad, elaborado por el Instituto de la Mujer en 2015, según el cual un 20% del alumnado ha sido testigo de agresiones homófobas o tránsfobas en las aulas. Una violencia que no solo se da contra los niños o niñas que han manifestado su orientación sexual, sino contra aquellos que tienen pluma.

Según los expertos, la plumofobia está directamente relacionada con las agresiones LGTBIfóbicas, tal y como ejemplifica Martínez: “Cuando me llaman bollera o me insultan por la calle lo hacen por mi pluma. Te aseguro que nadie me ha preguntado antes si me gustan las mujeres”. Algo similar relata López, que dice sentir inseguridad caminando por la noche si se cruza con un grupo de hombres. “Intento disimular mi pluma, intento andar más macho porque no sé si voy a sufrir una agresión. Y tengo tan asumido esto que lo normalizo”, explica.

Pero son múltiples las direcciones en las que se da la plumofobia, de modo que en determinados ambientes no se esgrime como caldo de cultivo de una agresión. Esto ocurre, analiza el docente, “entre algunos heterosexuales que se sienten amenazados si un homosexual no tiene pluma. Si la tiene, queda claro y eso les tranquiliza. Para sus amigos maricas está muy bien, aunque no la querrían para ellos”.

Aunque según las personas consultadas para este reportaje la plumofobia suele estar más extendida entre hombres homosexuales o bisexuales, también las mujeres la sufren. En opinión de Martínez, se trata de una doble cuestión: por un lado, existe más visibilidad entre los hombres –”¿cuántas lesbianas visibles se atreven a lucir su pluma públicamente?”, se pregunta–. Por otro lado, lo relaciona con el machismo porque “el hombre afeminado es una amenaza a la masculinidad hegemónica”.

Sin embargo, esa visibilidad pública, por ejemplo en la televisión, que puede dar lugar a plumofobia, es también una forma de utilizarla positivamente, en opinión de Jaén, porque “genera imaginario colectivo y muestra una salida positiva a la discriminación recibida”. Es decir, es una manera de reivindicar la pluma y utilizarla políticamente: “La pluma tiene la cualidad de seguir siendo revolucionaria. Es rebelde, molesta y recuerda que no todos tenemos que pasar por el mismo aro”.

Gay sí, pero que no se note

Marcha del Orgullo LGTBI en Bruselas / EFE EFE

“¿No jodas que eres…? Pues no se te nota nada, tío”. Un hombre responde así en medio de una cena de amigos a otro que ha comentado lo guapo que es el camarero. Frases similares a “solo hombres masculinos, abstenerse locas” llenan cada vez más perfiles de aplicaciones móviles para conocer gente. “Que reivindiquen lo que quieran, pero ¿por qué tienen que ir así? Con maquillaje, purpurina y dando el cante”, exclaman algunos refiriéndose a la celebración del Orgullo LGTBI.

Ese “dar el cante” es salirse de los roles de género, escapar del molde y no responder a las expectativas diseñadas sobre lo que se entiende que es ser hombre y ser mujer. Una diversidad que encarnan muchas personas a las que la sociedad penaliza mediante la llamada plumofobia: “La aversión irracional hacia el amaneramiento de los gays o masculino de las lesbianas”, define el activista LGTBI Andrea Puggelli.

Se trata de una forma de homofobia que marca a aquellas personas que se muestran diferentes y parte de “una sociedad en la que el género es estanco, solo hay una forma de ser hombre y de ser mujer y si te sales de esos cánones, de esos mandatos de género, te conviertes en un peligro”, explica Esther Martínez, trabajadora social que imparte formación en diversidad afectivo sexual y de género en las aulas.

Para la experta, es clave relacionar esta discriminación con el avance que los derechos LGTBI han experimentado en nuestro país porque “se legitima la plumofobia bajo la premisa de que ya hay bastante tolerancia permitiendo determinados derechos, pero eso sí, siempre que la persona sea ‘normal’. El típico ‘gay, sí, pero que no se note’ o el frecuente ‘¿por qué tienes que hacer bandera de tu condición?'”, ejemplifica Martínez.

Lo mismo piensa la feminista y la integrante del colectivo LGTBI Gamá de Gran Canaria, Sylvia Jaén, que hace hincapié en que “parece como si cumpliendo la expectativa de lo que la sociedad espera de ti, se te perdonase ser lesbiana o ser gay”.

La plumofobia de la propia comunidad

“Somos las cuestionadas y las que ofendemos porque estamos enfrentándonos a lo hegemónico”, dice Miguel Ángel López, psicólogo y profesor de Psicología Social de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, que cuenta como anécdota lo que escuchó no hace mucho en una plaza madrileña. “Estaba sentado en un banco observando a dos grupos de adolescentes y de repente escuché ‘a mí me gustan los hombres, pero no como el rubio aquel, que tiene una pinta de pasivaza…'”.

Este es un insulto que a veces circula en foros o conversaciones para describir de manera ofensiva los roles que pueden darse en una relación sexual. Es decir, aquel que encarna un rol considerado femenino y que, por lo tanto, se escapa de los estereotipos de género, es penalizado. Para López, esto entronca con la plumofobia entendida como “el miedo a que un hombre se parezca a lo considerado de mujer”.

López recuerda que la plumofobia no solo se da por parte de personas heterosexuales, sino que es un tipo de discriminación que también se ejerce en el propio colectivo LGTBI porque “lo que hace es reproducir el binarismo de género que ya existe en la sociedad”, analiza Puggelli. En su opinión, esto hace que la plumofobia “sea más común y esté más extendida” que la LGTBfobia.

De este modo “el oprimido acaba siendo opresor”, remarca López, que insiste en que “igual que hablamos de heteronormatividad –la imposición de la heterosexualidad y determinados roles como única posibilidad– también existe lo homonormativo: Es como si hubiera formas de mostrarse, comportarse y de ser gay o lesbiana más válidas y otras menos”.

Ambos coinciden en que se trata de un intento de “normalización” porque “el hecho de vivir dentro de la diversidad no te hace automáticamente ser tolerante con todas sus expresiones”, añade Jaén, que insiste en que este tipo de “homofobia interiorizada” en algunos contextos LGTBI “emana de que lo primero que pide el sistema es que encajemos. Por eso hay muchas personas que modulan su pluma en los centros de trabajo y fuera no”.

Reivindicar la pluma

La plumofobia no solo la experimentan las personas homosexuales o bisexuales, también las heterosexuales que no responden a los mandatos de género. Esta es una de las principales conclusiones del informe Abrazar la diversidad, elaborado por el Instituto de la Mujer en 2015, según el cual un 20% del alumnado ha sido testigo de agresiones homófobas o tránsfobas en las aulas. Una violencia que no solo se da contra los niños o niñas que han manifestado su orientación sexual, sino contra aquellos que tienen pluma.

Según los expertos, la plumofobia está directamente relacionada con las agresiones LGTBIfóbicas, tal y como ejemplifica Martínez: “Cuando me llaman bollera o me insultan por la calle lo hacen por mi pluma. Te aseguro que nadie me ha preguntado antes si me gustan las mujeres”. Algo similar relata López, que dice sentir inseguridad caminando por la noche si se cruza con un grupo de hombres. “Intento disimular mi pluma, intento andar más macho porque no sé si voy a sufrir una agresión. Y tengo tan asumido esto que lo normalizo”, explica.

Pero son múltiples las direcciones en las que se da la plumofobia, de modo que en determinados ambientes no se esgrime como caldo de cultivo de una agresión. Esto ocurre, analiza el docente, “entre algunos heterosexuales que se sienten amenazados si un homosexual no tiene pluma. Si la tiene, queda claro y eso les tranquiliza. Para sus amigos maricas está muy bien, aunque no la querrían para ellos”.

Aunque según las personas consultadas para este reportaje la plumofobia suele estar más extendida entre hombres homosexuales o bisexuales, también las mujeres la sufren. En opinión de Martínez, se trata de una doble cuestión: por un lado, existe más visibilidad entre los hombres –”¿cuántas lesbianas visibles se atreven a lucir su pluma públicamente?”, se pregunta–. Por otro lado, lo relaciona con el machismo porque “el hombre afeminado es una amenaza a la masculinidad hegemónica”.

Sin embargo, esa visibilidad pública, por ejemplo en la televisión, que puede dar lugar a plumofobia, es también una forma de utilizarla positivamente, en opinión de Jaén, porque “genera imaginario colectivo y muestra una salida positiva a la discriminación recibida”. Es decir, es una manera de reivindicar la pluma y utilizarla políticamente: “La pluma tiene la cualidad de seguir siendo revolucionaria. Es rebelde, molesta y recuerda que no todos tenemos que pasar por el mismo aro”.

Los estereotipos de género motivan operaciones “invasivas e irreversibles” a menores intersexuales

La bandera arco iris ondeando en el balcón del Ayuntamiento de Valencia / @PodemCiVal

“Nadie tendría que haber decidido por mí, se podría haber esperado”. “Sabía que era diferente, pensaba que era un monstruo”. “No sé si nací con vagina o me la reconstruyeron”. Sandrao y H. (prefiere preservar su identidad) hablan así desde Alemania y Dinamarca de las operaciones a las que fueron sometidos en su infancia con el objetivo de hacer encajar sus genitales en las características sexuales consideradas de hombre o de mujer.

 Ambos forman parte de los testimonios recogidos por Amnistía Internacional para el informe En primer lugar, no perjudicar, que se presenta este miércoles, sobre la realidad de las personas intersexuales en estos países. Es decir, aquellas personas que nacen con características sexuales  que no encajan con las nociones binarias típicas de los cuerpos masculinos o femeninos, tal y como define Human Rights Watch.

El estudio denuncia que los bebés intersexuales “corren peligro de ser sometidos a una serie de intervenciones médicas innecesarias, invasivas y traumatizantes” y que se basan en estereotipos de género y en la expectativa que se deposita en ese bebé. 

Amnistía Internacional alerta de que este tipo de cirugías “violan sus derechos humanos” porque son intervenciones que “se llevan a cabo sin tener pleno conocimiento de los efectos potencialmente dañinos a largo plazo que tienen en los menores de edad”, asegura Laura Carter, investigadora de Amnistía Internacional sobre orientación sexual e identidad de género.

Aunque el informe no se circunscribe al caso español, los colectivos LGTBI denuncian que en nuestro país también se dan este tipo de operaciones médicas, que ya han sido prohibidas en algunas leyes autonómicas contra la LGTBIfobia, entre ellas la de la Comunidad de Madrid o Islas Baleares. De esta manera se alinean con países como Malta y Chile, que han prohibido lo que los activistas llaman “mutilación genital de personas intersexuales”. Los afectados apuestan  por esperar y dejar crecer al bebé para que sea él mismo el que decida en el futuro cuál es su género.

Intervenciones con consecuencias

Amnistía Internacional detalla en su informe algunas intervenciones de las que ha tenido constancia, entre ellas, operaciones para agrandar el clítoris, cirugías vaginales a menores de corta edad, extirpación de las gónadas u operaciones para “abocar la uretra al extremo del pene, que se llevan a cabo para crear un pene considerado normal desde el punto de vista funcional y cosmético”, explica la organización.

“Nos referimos a incisiones realizadas en tejidos sensibles con consecuencias para toda la vida basadas únicamente en estereotipos sobre el aspecto que debe tener un niño o una niña. La cuestión es a quién beneficia esta práctica, porque nuestro informe muestra que para las personas sometidas a ella ha sido una experiencia trágica”, añade Carter. “Han experimentado dificultades físicas o psicológicas a largo plazo”, explica el estudio.

A las cirugías también se añade la administración de tratamiento hormonal “para que un individuo pase por la pubertad según las expectativas de su género asignado”. Prácticas que, en ocasiones, son necesarias por motivos de salud, pero que en otras son una forma de “normalizar” y enmarcar sus cuerpos en el binarismo de género.

Entre las razones, detalla AI, se encuentra el supuesto de que los niños o niñas sufrirán daño psicológico como resultado de no encajar en lo considerado hombre o mujer. Algo que, en opinión de la organización, “no está respaldado por pruebas” y que provoca la violación del artículo 3.1 de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño,  que establece que cualquier decisión debe atender de manera primordial al interés superior del menor.

El informe denuncia que las directrices elaboradas en Alemania y Dinamarca para tratar a los bebés intersexuales “no son totalmente compatibles con los derechos humanos”, en el primer caso, y son “insuficientes” en el segundo. A lo que el colectivo suma la falta de información suficiente para que los progenitores tomen una decisión informada sobre las intervenciones propuestas y la ausencia de apoyo psicosocial.

Por ello, Amnistía recomienda a los estados en general –y a Alemania y Dinamarca en particular– que desarrollen un protocolo basados en los derechos de los intersexuales que garantice “su integridad física, autonomía y autodeterminación”. Además, hace hincapié en que se deben tomar medidas para garantizar que las personas intersexuales dan su consentimiento informado y apuestan por aplazar las cirugías hasta que puedan dar su consentimiento.

En en el caso español, el proyecto de ley de derechos LGTBI redactado por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), que ya ha sido registrado en el Congreso, contempla la prohibición de este tipo de cirugías genitales en bebés con el objetivo de que estas personas “puedan otorgar su consentimiento informado”. 

Mohamed Ismail: “Jimena ha manipulado a mi hija Shaza”

Imagen reciente de Shaza junto a su padre, Mohamed Ismail. FOTO CEDIDA POR LA FAMILIA

“Manipuladora”, ése es el adjetivo que dedica el padre de Shaza, Mohamed Ismail, a la malagueña con la que su hija mantiene una relación amorosa: Jimena Rico.

Una opinión que mantiene la familia de la joven egipcia al completo. “Shaza es una víctima de Jimena. Le dijo que su padre la mataría, le convenció de que su familia le iba a matar, que su padre era un terrorista porque era musulmán”, desgrana en conversación telefónica con EL MUNDO el progenitor. Mohamed reconoce que persiguió a su hija cuando ésta se escapó de su hogar en Dubái con la española y también que rompió su pasaporte, pero matiza que se trataba de “uno caducado”.

“Jimena no ha permitido que Shaza hable con su familia en todo este tiempo”, se lamenta. Sólo la madre ha podido mantener breves conversaciones a través de WhatsApp en la que la una a la otra se recriminan haber hecho pública la historia.

Necesitan explicar que “en ningún momento han querido dañar a su hija” y que lo que intentan conseguir es que “Shaza regrese para terminar sus exámenes de fin de curso en la universidad, que serán dentro de pocas semanas”. “Es su último curso y queremos que termine sus estudios, queremos evitar que destruya su futuro por no presentarse a los exámenes”, consideran.

Ante la dificultad de mantener una conversación en inglés, Mohamed cede el teléfono a su hija menor, de 17 años, que ejerce a continuación de traductora entre este periódico y el padre de Shaza. La joven narra así el desaliento de su familia: “Mi hermana ha hecho todo muy rápido. Podría haberlo discutido todo esto con nosotros. Mis padres podrían haber entendido la situación, pero Shaza ha hecho todo esto sin pensar, sin pensar en su familia y sin pensar en su futuro”.

“Everything is wrong”, “todo es incorrecto”, se escucha decir al padre cuando se le pregunta por la información publicada hasta ahora en relación a su hija y su relación sentimental con Jimena. Sostiene que “sólo se conocen desde hace tres meses, que Shaza nunca estudió en Londres sino siempre en Dubái, que nunca persiguió a Jimena, que únicamente fue a visitarla, como amiga que era”. “Jimena se la ha llevado, y ha arruinado no sólo su vida sino también la de su familia y la de sus amigos”, asegura.

Además, la familia sostiene “haber hospedado y tratado siempre bien en Dubái a Jimena”, quien consideran que les “ha traicionado diciendo mentiras a las autoridades y a la prensa”. “Se quedó con nosotros de vacaciones, se le ofreció un lugar y comida, se le dio incluso dinero cuando lo necesitó y siempre fuimos cariñosos con ella, mientras ella viajaba, volvía a casa, se marchaba de nuevo… Estuvo por lo menos dos semanas en casa, nunca les interrumpimos, nunca les agobiamos…”, rememora Ismail.

Se quejan sobre todo de los modos y de la forma: “Nos explicó que era gay a través de un mensaje de texto, nos dejó confundidos e impactados, no conocemos las redes sociales ni cómo funcionan, y ella se escapó, en lugar de venir a casa y tratar de explicarnos las cosas… se escapó. Para nosotros es algo nuevo, y no es algo fácil de aceptar”. E insisten en mandarle el siguiente mensaje: “Te esperamos en casa, con los brazos abiertos, con todo el cariño, como siempre hemos hecho”.

Fiestas del Orgullo Gay en Madrid: un urinario para cada 2.274 personas

Madrid será este año la sede del World Pride y, dada su condición de capital mundial de turno de las celebraciones del Orgullo, se espera una afluencia de unos tres millones de personas durante el evento. Para satisfacer las necesidades fisiológicas urgentes del respetable, el Ayuntamiento ha previsto la instalación de 1.019 servicios portátiles en la vía pública, a los que se sumarán otros 300 que pondrán los organizadores privados de las fiestas. La media aritmética es de un urinario para cada 2.274 vejigas.

El Gobierno de Manuela Carmena ha sacado ya a concurso la instalación de los váteres de plástico que se financiarán con dinero municipal por un precio de licitación de 209.948 euros. Estos mingitorios de quita y pon se distribuirán por 12 localizaciones de la ciudad entre el 24 de junio y el 2 de julio, cuando concluirá el programa de actividades en torno al colectivo LGTB con epicentro en el barrio de Chueca.

En el Área de Medio Ambiente y Movilidad señalan que esos 1.019 retretes es la cantidad «mínima» requerida y que en la adjudicación «se tendrá en cuenta, entre otras cosas», que se pongan más, si bien en los pliegos de condiciones se señala que el único requisito es el económico. No obstante, en el departamento que dirige Inés Sabanés reconocen que «la disponibilidad de espacio en la calle es limitada», por lo que «tampoco caben muchos más» excusados, y aseguran que se está preparando «un dispositivo de limpieza acorde con la magnitud del evento».

Los servicios instalados bajo la tutela municipal se distribuirán en los distintos escenarios de la celebración del Orgullo: la plaza de Chueca (70), la plaza de Pedro Zerolo (40), la calle Pelayo (19), la plaza del Rey (60), la Puerta del Sol (100), la plaza de la Independencia (110), la plaza de Colón (60), Plaza de España (120), Explanada del Rey (120), el escenario Puente del Rey (130) y el auditorio Enrique Tierno Galván (190). Aegal, la asociación empresarial que organiza la parte lúdica del Orgullo, no ha detallado aún dónde se situarán las 300 unidades adicionales que -según señalan en el Consistorio- deberá encargarse de suministrar.

En las condiciones del concurso figura que los retretes deberán disponer de un tanque de retención hermético, cierre interior, indicador «libre-ocupado», ventanas, rejillas o cualquier otro sistema de ventilación, portarrollos y asiento con tapadera que se eleve mediante resorte «para mantenerlos secos y limpios». Además, un sanitario de cada ubicación deberá estar adaptado a usuarios con movilidad reducida.

Los wc tendrán que estar «suficientemente alejados» de los escenarios en los que habrá actuaciones musicales y de las viviendas «para evitar que se produzcan molestias por olores que se desprendan de los mismos». La empresa encargada de su instalación deberá además adecentarlos dos veces al día -una a partir de las 7.00 horas y otra después de las 18.00 horas-, así como extender el perímetro de limpieza en dos metros.

En la Asociación de Vecinos de Chueca no entran a valorar la media aritmética de cuántos posibles asistentes tocan por urinario porque señalan que en ediciones anteriores «la gente los ha utilizado básicamente para meterse rayas o mantener relaciones sexuales y miccionan fuera». Un portavoz de la organización asegura que el tufo del pis «persiste durante semanas» después de las fiestas y que hay zonas del barrio por donde «hasta se irritan los ojos al pasar» porque «con el calor el químico del orín se corrompe».

«El cambio de Gobierno ha sido incluso a peor. Ahora Madrid ha apostado por el negocio del alcohol a lo bestia y se ha olvidado del derecho al descanso de los que vivimos aquí», añade el representante de los residentes en el barrio que concentra el grueso de la programación. «No sé dónde habrá comprado su supuesto ecologismo la delegada de Medio Ambiente», apostilla.

El Pleno del Ayuntamiento otorgó el pasado mes de junio la consideración de evento de «especial significación ciudadana» al Orgullo con el apoyo de todos los partidos salvo el PP. En la práctica, esta declaración permite suspender los niveles máximos de ruido regulados por la normativa municipal durante la manifestación-cabalgata que se convoca anualmente y en el resto de actos festivos organizados en paralelo, fundamentalmente los conciertos.

El equipo de Carmena tiene previsto destinar entre dos millones y medio y tres millones de euros para la seguridad, la limpieza y el refuerzo del EMT durante las celebraciones del World Pride. Además, subvencionará directamente con 700.000 euros a Aegal y aportará 30.000 euros a Cogam y 50.000 euros a la Federación LGTB para la organización de la marcha reivindicativa.