«Barcelona ha tapado la movida barcelonesa de los 70»
Entrevista publicada en Murray Magazine
Nazario Luque (Castilleja del Campo, 1944) ha sido etiquetado como el padre del underground español. En los 70 y los 80, junto a artistas como Ocaña o Mariscal, liberalizó de tabúes a Barcelona con sus cómics de temática sexual y erótica de tendencia gay. Todo había empezado en 1972, cuando Nazario llegó a Barcelona y formó el grupo el Rrollo junto a otros dibujantes y diseñadores. Su hábitat era una comuna donde creaban y editaban sus propias obras. Eliseo Trenc, historiador del arte, dijo que «los dos valores morales fundamentales instituidos en la sociedad española tradicional, la virginidad femenina y la abstinencia sexual, serán sistemáticamente puestos en ridículo por Nazario en sus primeras obras». Nazario nos recibe en su piso de la Plaça Reial la tarde de la verbena de Sant Joan ante un calor apabullante. Hace pocos días que ha inaugurado en el Ocaña la exposición ‘La Plaça Reial y su gente’ en la que muestra diferentes fotografías que ha hecho de la plaza durante los últimos 20 años. Y cada día la sigue fotografiando desde su ventana esquinada.
En una de sus historietas, titulada ‘Helena’, pone en boca de la protagonista las siguientes palabras: «Sé que me quedaré sola aquí, mirando las palmeras, sin esperar a nadie, en esta plaza ocre y gris de ventanas iguales; de balcones y arcadas y farolas y balaustradas y palomas iguales… sólo las palmeras, los locos, los alcohólicos y la gente perdida que viene aquí a refugiarse son diferentes». ¿De la Plaça Reial le llama más la atención la gente y las vivencias que alberga o la belleza del lugar?
Bueno, mi salamanquesa ha tenido una niña. ¿Sabes qué es una salamanquesa?
Sí, sí. El pequeño dragón…
Todos los años se pone aquí en la ventana y este año he observado que tiene una pequeña. Aparece en primavera, toma el sol en la ventana y ahora hace cinco o seis días me fijé que le acompaña una pequeña. Las palmeras tienen unas flores blancas preciosas. Lo que me llama la atención de esta plaza es la visión global, estas pequeñas cosas. Claro que también la gente exótica. Por ejemplo, una despedida de soltero que acaba con un tío desnudo bañándose en la fuente de la plaza. O los hooligans que montan un escándalo horroroso los días de partido de Champions. O las fiestas de la Mercè, els Correfocs… De hecho, en mi exposición en el Ocaña no hay ningún drogado, sino una variedad de personajes que he observado.
¿Le sigue sorprendiendo cada día la Plaça Reial?
Sí, porque hay un montón de cosas que varían en ella y mi visión hacia ella va cambiando conforme me hago mayor. Mis amigos alcohólicos antes andaban y eran jóvenes, y ahora van en silla de ruedas y son más mayores. Los capoeiras cada día siguen haciendo sus espectáculos. Eso sí, antes los espectáculos que se hacían en la Plaça Reial eran más variados. La policía va contra los capoeiras a causa del ruido que hacen y eso acaba significando que va contra todo tipo de espectáculos.
El turismo parece que también ha invadido este rincón de Barcelona.
Sí, por supuesto. Sufro un piso ilegal de turistas aquí al lado. Esto todo el mundo lo ve y lo sufre. Es irreversible. Y para el ciudadano normal solo genera molestias. Yo mismo tengo molestias para comprar en La Boquería y a cambio nadie me ofrece un espacio alternativo donde poder adquirir esos productos tranquilamente. La panadería está llena de gente pidiendo bocatas y tardan un mundo en servir el pan, etcétera. Salir por la puerta de este edificio es complicado porque siempre está lleno de mesas y sillas. Barcelona ha sufrido una lloretización.
Cuando sale a tomar algo, ¿hace vida aquí en la plaza o va a otros lugares de la ciudad?
Rara vez paso de Plaça Catalunya para arriba. Y para mí el puerto es como si fuera Sitges, algo lejano. Cuando salgo con amigos suelo ir al Ocaña, que es el único sitio en el que se puede estar. Aunque yo suelo comer en casa. Además, yo desde que dejé de beber me aburro en los bares. Me levanto temprano y me voy a dormir temprano. Estoy todo el día aquí leyendo, mirando el ordenador, tomando las fotos, escribiendo.
¿Cree que ese chaval de treinta años que llegó a Barcelona y se quedó a vivir aquí, ahora también se quedaría a vivir en la Barcelona actual?
Igualmente Barcelona es una de las ciudades que más me gustan de España. Sigue teniendo un encanto. Todas las ciudades emblemáticas están invadidas por el turismo. Los alrededores del Alcázar de Sevilla no difieren mucho de los de la Sagrada Familia. El turismo es una epidemia que se está extendiendo por todos los lados. Seguiría prefiriendo vivir en Barcelona que en Madrid, que no me gusta nada.
¿De esa Barcelona ‘underground’ de los años 70-80 queda algo?
Hay que cuestionar qué era underground. Le llamábamos así porque lo que hacíamos no se podía publicar, ni representar ni proyectar en ningún sitio y nos teníamos que buscar la vida con nuestros medios. Ahora este tipo deunderground ha encontrado su forma de expresión en Internet.
Es decir, que los blogs son los fanzines de entonces.
Sí, la gente en Internet puede crear y encontrar sus circuitos. Aunque en general la gente sigue prefiriendo el papel a Internet. Y entonces, cuando son unos cuantos ya se hacen su tebeo. Pero hoy en día ya no tiene mucho sentido hacer una tirada de 300 ejemplares. En Internet, si consigues una red un poco amplia, puedes llegar a miles de personas. Ahora no tendría sentido publicar algo como La Piraña Divina. Aunque el tema de la censura en Internet está muy extendido. A mí ya me han cerrado tres veces mi página de Facebook por hacerme una foto desnudo delante del bar Kike, por dejar entrever la cabeza de un pene y por un par de tonterías más. Y en Slideshare me borraron diecisiete cómics que me había costado un trabajo muy grande colgar allí. Ahora voy a hacer un blog prohibido para menores de edad para ver si así puedo tener colgadas en Internet las cosas que a mí me gustaría tener.
Oye un ruido proveniente de la calle y se levanta para dirigirse hacia la ventana que da al carrer del Vidre. Observamos un pasacalle, el cual pasa por debajo de la arcada de la casa de Nazario para entrar en la Plaça Reial. Entonces cambia de ventana y les hace las últimas fotos mientras se queja porque las palmeras le han tapado la fuente. Después me señala una mujer en silla de ruedas que vive en las arcadas de la plaza y que lleva un turbante en la cabeza. “Se lo regalé yo para que se protegiera del sol”.
¿Cada vez que oye ruido se asoma?
Sí, hay gente que oye ruido y como si escuchase llover. A mí me gusta mirar qué pasa, mirar mis plantas, saber si les falta agua…
Le gusta lo cercano.
Lo más lejano que voy a buscar es la Plaça Reial. Además, es una plaza que es un cul-de-sac y todo queda muy cercano. El vecino de la ventana de enfrente lo tienes aquí al lado mismo.
Volvamos a la censura. Vamos de sociedad abierta y prácticamente nos resignamos cuando suceden censuras como la que usted ha sufrido en Facebook. ¿Por qué nos parece normal?
Es que los de Facebook ponen seguidos los botones de me gusta, comentar y denunciar. Están invitando que cualquier loca con la cabeza podrida lo denuncie. Esta ola de puritanismo que decían que venía de Estados Unidos se ha implantado aquí a través de este tipo de cosas.
¿Estamos yendo para atrás?
En este tema, sí. En cambio, con la violencia no. Tu cada noche pones la televisión y te encuentras toda la violencia que quieras. Todas las películas tienen violencia. Es vergonzoso. El sexo, en cambio, lo intentan soslayar o esconder, cuando es tan común como que todo el mundo tiene polla y chocho.
¿Hay alguien que ahora esté intentando transgredir como vosotros hicisteis en su momento?
Es que intentar transgredir en Internet es complicado porque te acabas autocensurando. ¿De qué sirve subir una foto desnudo en Facebook si sabes que al poco tiempo te van a cerrar la página? Es que aquí no cabe ni elunderground. Cada día ves que desaparecen blogs y páginas de gente que se han atrevido un poco más. Pero no es un problema de España o de Estados Unidos, es un problema de todo el mundo.
Pero lo hemos aceptado sin quejarnos.
Porque a la mayoría de la gente no le preocupa el tema de la trasgresión. En las redes sociales a la gente lo único que le preocupa son los selfies que se han hecho en La Sagrada Familia o en Hong Kong. Esa gente que vive en esa burbuja la censura ni le preocupa ni están interesados en ver nada que se salga de estas imágenes placenteras de mascotas y autorretratos.
En su momento, a usted no le fue fácil publicar algunos cómics por su temática. ¿A nivel editorial sigue habiendo problemas para encontrar alguien interesado en publicar obras de ciertas temáticas?
Actualmente no hay ninguna editorial como La Sonrisa Vertical que publique libros eróticos, que yo sepa. Nadie apuesta por una cosa que alguien cree que le va a traer problemas. A no ser que haya tenido mucho éxito en Francia o algo así. Y si hay subvenciones por en medio, estás perdido. Porque tienes que hacer aquello que les va a gustar a los que te darán la subvención. Por tanto, hay censura previa. Es decir, autocensura.
En su web hay un apartado dedicado a los escándalos. ¿Por qué son importantes para usted?
Pero no han sido provocados por mí. Si el arzobispo de Barcelona se ofende y me denuncia por poner unas letras en tipografía árabe en un cartel que hice de las Festes de la Mercè y él creer que eso era una islamización de una fiesta cristiana…Yo solo hice un cartel para unas fiestas populares, como me defendieron Clos y tantos otros en su momento. Y lo mismo puedo decir de lo que pasó en Sevilla o en Mérida con otro cartel y una exposición. Yo no tengo la culpa.
Al fin y al cabo, significa que ha tocado un tabú que alguien no quería que tocase. ¿Eso es bueno, no?
Pero no era mi pretensión. Por ejemplo, yo fui a Córdoba a hacer una exposición y llevé todo lo que creí más relevante de mi obra. Esa exposición hubiese pasado sin pena ni gloria si nadie se hubiese ofendido e indignado. Pero como hubo escándalo, pues esa exposición estuvo llena de gente todos los días.
Pero sí que ha buscado siempre dónde estaba el límite.
Sí, claro. Siempre he querido buscar dónde estaba el límite de la censura. Sobre todo antes de los años 80. Después la cosa ya cambió y podía poner penes del tamaño que quisiese, chulos, putas, etc. Había que dar pasos para avanzar en los derechos de libertad de expresión y homosexualidad. Hay gente que aún ahora me dice que gracias porque al ver cosas como Víbora se dio cuenta de que él era una persona normal, que no estaba solo. Algunos individuos vivían en pueblos en los que se sentían completamente solos.
¿Las instituciones y la sociedad misma han reconocido lo que ustedes hicieron en su momento? Lo que publicaron, lo que protestaron, su forma de vivir, de transgredir la moral impuesta…
Yo pienso que no. Yo creo que todos han intentado soslayar la época de los setenta. La figura de Ocaña, por ejemplo, ha quedado bastante amagada. Lo que sí hicieron es una exposición que se llamó ‘Rambleros’ en la cual no hubo ni cómics ni discos de la época. En cambio, un ayuntamiento facha como el de Madrid, nos pidió a Javier Mariscal y a mí un poco de obra como representantes de lo que sucedió en Barcelona durante la Movida Madrileña. Y aquí vamos de liberales y los gobiernos de Pujol y otros no han tenido nada de liberales y hemos vivido como si nos gobernara un partido de derechas.
¿La Movida madrileña tapó de forma involuntaria lo que sucedió en Barcelona?
Ha sido tapado porque no le interesaba a nadie. Ni a los comunistas, como se encargó de hacer de portavoz Manuel Vázquez Montalbán, ni a los socialistas, que tampoco intervinieron en ella y no la sienten como suya. Y la derecha, por supuesto que tampoco. Y permitiendo una exposición neutralizarían el tema. Porque si la has permitido, se cierra capítulo y se acaba con esta historia. Está pendiente una gran exposición.
¿Culturalmente qué le interesa de la Barcelona actual?
La Sagrada Familia (ríe). Culturalmente no hay nada que me interese porque en Barcelona hay una oferta muy pobre. Excepto alguna obra en concreto que se expone aquí. Han centrado toda la oferta en el modernismo. Es lo que vende y lo que los de fuera vienen a ver.