Ilustración de una joven, solitaria, sentada junto a unas taquillas. | RIKI BLANCO
David Rivas tiene 22 años y acaba de terminar cuarto del Grado de Educación Social en la universidad Complutense. Le interesaba ayudar a colectivos minoritarios o discriminados, por eso eligió esta carrera. Días antes de comenzar las clases, tuvo miedo de lo que podía encontrarse allí. Los profesores, los estudiantes, ¿le aceptarían?
A los 16, David había empezado a ir a un psicólogo que, dos años después, elaboró el informe que le permitiría acceder al tratamiento para la reasignación de sexo. Había nacido como mujer pero era un hombre.
Cuando llegó el momento de ingresar en la Universidad, todavía no había terminado su proceso. Y también mantenía el nombre que le había acompañado toda su vida y con el que no se identificaba.
– ¿Cómo te llamabas antes?
– ¿Es necesario que lo diga? No quiero recordarlo. Es como si te llamas María y no te gusta.
Unas 3.000 personas españolas conviven con un sexo que no les identifica
En España, aproximadamente unas 3.000 personas conviven con un sexo que no es el suyo. Comunidades como País Vasco, Galicia, Navarra, Andalucía, Canarias y Madrid han aprobado sus respectivas leyes, que han supuesto notables avances ante la situación, con apartados relativos a los menores.
Por otra parte, organismos como Chrysallis y Fundación Daniela se han movilizado en lo que respecta al asesoramiento de padres y docentes y en la aportación de documentos y guías que ayuden a la construcción de la identidad de los más jóvenes.
Las universidades españolas, donde las asociaciones LGTB tienen una presencia importante, han avanzado en los últimos tiempos. Por ejemplo, la Autónoma de Madrid ha iniciado este año su curso Sexualidad Trans, que ofrece una perspectiva diferente al discurso tradicional de la transexualidad y analiza el desarrollo sexual de los miembros de este colectivo, así como el recorrido que pueden seguir tras aceptar su identidad.
El pasado mes de febrero, la Complutense organizó, junto a la Fundación Daniela, las Jornadas sobre las identidades trans durante la infancia y la juventud. Hace unos días cundió la noticia de que los estudiantes y docentes transexuales de la Universidad de Barcelona podrán utilizar en documentos no oficiales de la institución el nombre del género con el que se identifican, en lugar del que consta en el documento nacional de identidad. ¿Por qué? Para evitar la paradoja entre la apariencia física y el uso común de un nombre.
Todos estos datos hablan de mejoras que ayudarán a paliar la marginalidad y el ostracismo de este sector. ¿Lo sienten así los propios estudiantes?
“La realidad de las personas trans se puede terminar aceptando por completo”
A parte de esta petición de obviar su antiguo nombre, David, hoy ya con estas cinco letras que sí le representan figurando en el DNI, habla con naturalidad de sus circunstancias en sus años de universidad. «Pensaba que a mi facultad sólo iría a estudiar, no a hacer amigos, pero enseguida me sorprendí. En cuanto conocí a mis compañeros, me brindaron su apoyo. Me he sentido respaldado, comprendido… me ayudaron a reflexionar. Es cierto que en mi carrera hay gente con las miras abiertas, con sensibilidad, pero esto me hace pensar que la realidad de las personas trans se puede terminar aceptando por completo», anhela.
En cambio, sí halló algún problema relacionado con el aparato burocrático y anquilosado de la institución universitaria. «Tuve que ir, profesor a profesor, explicando mi situación para que supieran cómo tenían que referirse a mí y cuál era mi sexo. Fue un momento de mucha ansiedad, sobre todo al ver caras de sorpresa. Para los papeles, te mandan a Secretaría y, de ahí, a la Facultad de Ciencias de la Información… se pasan la pelota y piensas: ¡pero si lo único que quiero es cambiarme el nombre! Lo que se exige es una estrategia de igualdad educativa que incluya a las personas trans, con su formación para los docentes y la creación de un protocolo educativo que hable de ello», demanda.
Lola Rodríguez fue la primera transexual aspirante a reina del Carnaval de las Palmas
Suena de fondo la megafonía del Metro de Madrid cuando Lola Rodríguez responde al teléfono con su marcado acento canario. Acaba de salir de clase y está a punto de enfilar el fin de semana. El nombre de esta estudiante de Psicologíasaltó a los medios de comunicación cuando se convirtió en la primera menor transexual aspirante a reina del Carnaval de las Palmas. La frase que encabeza su concurrida cuenta de Instagram es «sin lucha no hay victoria». El pasado lunes, 5 de septiembre, añadió un acontecimiento importante a su biografía de Facebook: «Lola empezó a estudiar en la Autónoma de Madrid». Consiguió más de 200 likes.
Cuando tenía cuatro años, la joven comenzó a expresar que era una chica. A los 10, ya se había informado lo suficiente como para transmitírselo a su entorno con rotundidad. «Con mis padres fue todo muy fácil, hablamos con mi instituto… De adolescente vi alguna reacción entre compañeros, pero todos acabaron entendiéndolo a pesar de que éramos pequeños», agradece.
Hasta la fecha, en su facultad no se ha topado con ningún tipo de discriminación. Esto, a pesar de que, por ser menor, todavía sigue figurando el sexo masculino en su DNI. «En noviembre cumplo 18 y podré cambiarlo. Cuando entré en la facultad, tuve que hablar con el Vicedecanato de Estudiantes. No sé si sería el primer caso que se encontraban, pero se informaron muy bien y me dijeron que acudiera a ellos para lo que necesitara. Accedieron a ponerme sexo femenino en algunos documentos. En cuanto a mis compañeros, no me han preguntado nada, aunque tengo a muchos en Facebook y ven que cuelgo muchas cosas del colectivo LGTB. Tampoco yo lo voy diciendo de antemano, aunque no lo oculto», resume.
Exigen un protocolo para atender casos de transexualidad y agilizar trámites
En su opinión, los colectivos LGTB están muy integrados y son muy activos en el seno de la institución, lo que facilita las cosas. Sin embargo, como David, echa en falta una regulación que agilice lo relativo a los trámites del nombre.
Sí encontró algún que otro contratiempo Leo Vitallé, estudiante de Educación Infantil en la Universidad de Zaragoza. Él empezó el tratamiento después de entrar en el grado. En una ocasión, uno de sus compañeros se negó a llamarle Leoy se refirió a él por el nombre que había decidido abandonar.
Enfadado, el alumno acudió a María José Cubría, una de sus profesoras, que se movilizó de inmediato: «Organizaron unas jornadas sobre el tema, hablaron con todos los profesores y me cambiaron el nombre y el sexo en las listas. Yo había empezado la carrera como una chica y en mi DNI sigue poniendo que soy una mujer, pues aún no ha finalizado el proceso. Antes de eso, me sentía un chico, pero ni sabía qué decir ni podía decir nada. Hasta que el año pasado lo confesé. Salvo algún caso más como aquél, me han dado más apoyo del que esperaba».
Actualmente, en colaboración con el Vicerrectorado, Leo está redactando el borrador de un protocolo para atender casos de transexualidad, que es lo que reclaman la mayoría de las personas consultadas.
David Rivas manifiesta que, a pesar de las mejoras, hay todavía demasiadas cosas en el aire. En los últimos años, la transexualidad ha sido portada de revistas, objeto de artículos relacionados con el mundo de la moda… Se ha pasado de la marginalidad a, quizás, una banalización excesiva. Según Rivas, esta situación hace que siga habiendo camino por recorrer: «Te das cuenta cuando ves cómo se trata el tema en los medios, en el vocabulario que emplean para referirse a las personas trans, en el sensacionalismo… Echo en falta que se vaya más a las historias de las personas, a conocer qué sucede realmente. Pero es innegable que ya no es un tabú, tampoco en la Universidad».
- El estudiante Xabier Lozano lanza una reflexión que atañe al propio currículo de las asignaturas. ¿Debe la transexualidad abordarse en la Universidad a fin de evitar lacras como la ‘patologización’? «En una ocasión, una profesora de Antropología del Parentesco dibujó un círculo y nos dijo que era un útero, y un triángulo que definió como testículos. Los equiparó con el hombre y la mujer;_no se dio cuenta de que una transexual no tiene útero. Respondió que lo había dibujado en función de cómo nos leía la sociedad. Aquí está el error», critica Lozano.