Decenas de personas se concentraron el jueves en protesta por el cierre de los bares. / PEDRO URRESTI
En el bar Modesto seguirán sirviendo ‘Blue Margaritas’. Y, con mucho cuidado de que al personal no le dé por ponerse a bailar, continuarán haciendo sonar sus temas, modernos y algo petardos. Al menos, de momento. El alcalde de Bilbao, Juan María Aburto, dio ayer un paso atrás en su decisión de bajar la persiana del negocio, uno de los referentes de la noche gay de la ciudad, después de que el pasado jueves se concentraran más de 200 personas en contra de la medida, que vecinos, clientes y representantes de la comunidad LGTB juzgaron «desproporcionada». El regidor anunció que no va a «proceder al cierre efectivo del establecimiento», tras conocer que en el caso del vecino PinUp la orden municipal de clausura fue suspendida por una jueza.
A comienzos de semana, el mandato municipal cayó a plomo en las barras de los bares afectados, ubicados en Barrenkale. Para el PinUp, la Administración local bilbaína pedía dos meses de cierre y para el Modesto, tres. En ambos casos, se alegaba que funcionaban como discotecas, al «organizar sesiones de DJs en directo y facilitar el baile» a pesar de no contar con licencia para ello. Los argumentos fueron rechazados por los hosteleros, que no salían de su asombro ante la inusitada contundencia del Consistorio.
Ante el frontal rechazo de clientes y vecinos, el alcalde Aburto optó por aparcar la polémica. En el caso del PinUp, las autoridades municipales decidieron no recurrir la suspensión de cierre dictada por la jueza. Y, sobre el Modesto, el regidor indicó que las alegaciones al cierre planteadas por los propietarios habían sido desestimadas, aunque, de momento, se evitaba llegar al drástico cerrojazo del negocio. «Esperaremos a ver si se toman o no medidas cautelares antes de proceder a un cierre que luego hubiera que reconducir», adelantó Aburto. Es decir, la sanción sigue sobre la mesa, pero la clausura queda de momento paralizada, a la espera de un pronunciamiento judicial.
Sin prejuicios
En declaraciones a los medios, Juan María Aburto insistió en que la Corporación actuó guiada «desde el único punto de vista de la aplicación de la normativa en vigor». «Cualquier otra forma de actuación sería arbitraria y no sería bien entendida por el conjunto de la ciudadanía», argumentó. El máximo responsable municipal también quiso despejar cualquier sombra de duda sobre que la homofobia estuviera detrás del asunto, tal y como temían desde los colectivos LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) de la ciudad. «Nada más lejos que esta actuación estuviera motivada por algún tipo de prejuicio», atajó. «Quiero mostrar mi máxima consideración al colectivo de personas gais, que frecuentan estos establecimientos», abundó.
Los partidos de la oposición en el Ayuntamiento celebraron la paralización de la medida, que, de forma casi unánime, tacharon de «desproporcionada». Francisco Samir Ladhou, de Ganemos, que se acercó a la concentración convocada el jueves, se congratuló de la decisión del alcalde. «Seguir adelante habría sido un despropósito. Estos bares son un referente del ambiente LGTB de la ciudad, atraen a turistas y generan una gran actividad», reflexionó. En la misma línea, Lander Etxebarria, de EH Bildu, también presente en la protesta popular, apuntó que «recurrir al cierre de primeras no tenía ninguna proporción».
Por su parte, Beatriz Marcos, del PP, insistió en que «las normas están para cumplirlas». «Pero hay veces, como en estos casos, que se toman medidas desproporcionadas», se apresuró a matizar. «No puede ser que para otros que sí molestan se mire para otro lado», incidió la concejala. Carmen Muñoz, de UdalBerri, se felicitó igualmente por la marcha atrás de la Administración local bilbaína. «Es una muestra más de que la sociedad civil puede cambiar las cosas», resolvió. «La primera medida no puede ser el cierre porque pone en juego el sustento de vida de muchas personas», añadió. Este periódico también se puso en contacto con el grupo socialista, socio de gobierno con cuatro concejales en el Gabinete de Aburto, aunque sus responsables declinaron realizar cualquier valoración del asunto.