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Que a ti te opriman no te legitima para oprimir a otros: nada más lejos de la realidad
Imagen de archivo de una marcha LGTB EFE
El racismo es un serio problema dentro de la comunidad LGTB y hay que abordarlo. A pesar de la determinación de muchas personas que pertenecen a minorías étnicas dentro de la comunidad LGTB por hacerlo, esto no está sucediendo. “¿Cómo puedo ser un intolerante cuando yo mismo pertenezco a una minoría oprimida?”, es una respuesta muy común entre algunas personas LGTB blancas. Pero otra razón mucho más perniciosa es que el mundo LGTB gira en torno a los hombres gays blancos y excluyen al resto. La bandera del arcoíris es más blanca de lo que parece.
“Me tratan como a un objeto sexual por el color de mi piel y nunca me tratan como a una persona”, cuenta Saif. “La comunidad está acostumbrada a aceptar a hombres gays blancos, masculinos y musculosos. El resto de nosotros no somos aceptados realmente o “no somos uno de los suyos”. No es que eche la culpa al individuo, sino a ser condicionado por una comunidad que venera la “imagen sexual del hombre gay blanco”.
Según una investigación elaborada por FS magazine, un sorprendente 80% de hombres negros, un 79% de hombres asiáticos y un 75% de hombres de sur de Asia han experimentado racismo dentro del ambiente gay.
Esto se manifiesta de muchas maneras. Algunos son rechazados por su etnia o es la misma etnia la que hace que sean tratados como objetos. En las webs de citas y en las apps, abundan perfiles que especifican “no asiáticos” o “no negros”, excluyendo como si nada a grupos étnicos enteros. Es como una versión reducida de ‘no se permiten perros, no se permiten negros, no se permiten irlandeses”, como dice Anthony Lorenzo.
“En aplicaciones como Grindr”, escribe Matthew Rodríguez, “los hombres gays blanden sus preferencias raciales para citas con la misma arrogancia y falta de complejos que los hombres heterosexuales cuando eligen a los jugadores para su equipo de béisbol ideal”.
Homi me explica que tiene origen persa y que “a veces le confunden con un griego, un italiano o un español”. Una vez, en una discoteca, otro cliente le estuvo persiguiendo implacablemente. Al final, este le preguntó de dónde era. Cuando Homi respondió que era de India, el otro hombre respondió horrorizado: “Perdona, no lo hago con indios. Los indios no son mi tipo”.
Y esto no solo sucede en Occidente. Luan, un periodista brasileño, me contó que su país tiene una “imagen de belleza eurocentrista” y que hay un “culto al hombre blanco que es absurdo, dado que más de la mitad de la población es negra o mulata”. Otros cuentan también cómo en alguna ocasión han sido rechazados a las puertas de algún local LGBT por el propio personal.
“No pareces gay, sucio paki”
Michel, un hombre procedente del sur de Asia, me contó que le echaron porque “no parecía gay” y, además, le llamaron “sucio paki” (término insultante contra las personas de origen paquistaní). Asegura también que todo se ha complicado todavía más desde la matanza del club de Orlando porque el atacante era musulmán.
Y también está la otra parte de la ecuación: la cosificación. Para Malik, algunas de sus experiencias son muy cercanas al “fetichismo” de raza. El rechazo a las personas por su etnia ya es bastante malo, comenta, “pero todavía puede ser peor cuando alguien te reduce a tu etnia, sin permiso, cuando tienes una cita o tienes un rollo”. Su origen árabe es estereotipado por algunos aspirantes a amantes, e incluso presumen de su papel sexual.
Cuando el Royal Vauxhall Tavern –un conocido local LGTB de Londres– organizó un acto en el que un actor blanco (Charlie Hides) simulaba ser negro, Chardine Taylor-Stone inició una campaña contra el espectáculo. La campaña se llamó Stop Rainbow Racism (Paremos el racismo en la comunidad LGTB). El actor “exageraba y perpetuaba ciertos estereotipos racistas, hacía comentarios soeces”, explica. Tras iniciar una campaña de recogida de firmas para poner fin al espectáculo, recibió amenazas. “Las personas blancas LGTBIQ que verdaderamente quieren luchar contra el racismo tienen que hacerse fuertes y hacerse cargo de lo que está sucediendo en su comunidad”, escribe.
Las publicaciones LGTB también son culpables. Históricamente, han sido cosa de hombres blancos, han desatendido los asuntos raciales, y han retratado a los hombres blancos como objetos de belleza. Dean dejó de comprar revistas gays convencionales hace dos años. “Las únicas veces que escriben sobre personas negras es cuando han hecho algo homófobo. Los medios gays son completamente blancos”.
Sin embargo, según me cuenta un periodista gay negro ha habido un cambio positivo en los últimos meses. Pero este cambio se debe solo al trabajo de personas que pertenecen a una minoría étnica LGTB que “llevan por su cuenta revistas, inauguran sus propios clubes dentro del ambiente” y utilizan redes sociales, blogs, podcasts y llevan a cabo boicots para forzar el cambio.
Las apps fomentan el racismo y la baja autoestima
Mientras que la gente LGTB es mucho más propensa que la gente heterosexual a sufrir angustia psicológica, esto aumenta entre las minorías étnicas. Indudablemente, el racismo juega un papel muy importante en todo esto. Tal y como cuenta Rodríguez, ver perfiles en las apps de citas que rechazan a ciertos grupos étnicos enteros hace que “el racismo se internacionalice, que se dañe el autoestima y también que se produzca estrés psicológico”.
Muchos de los derechos y de las libertades que consiguió la comunidad LGTB llegaron de la mano de la lucha de negros y minorías étnicas. Los disturbios de Stonewall, por ejemplo, no fueron protagonizados por blancos. Lo menos que puede hacer la gente blanca LGTB es devolver este tipo de actos y enfrentarse al racismo dentro de sus propias filas. Shangela, un actor, me cuenta que el racismo dentro de la comunidad LGTB “duele más porque proviene de gente con la que comparto una alianza”.
La extrema derecha que se abre paso en Occidente está intentando, muy conscientemente, incluir las campañas proderechos LGTB en sus propias agendas. Retratan a los musulmanes como una amenaza existencial para la gente homosexual, particularmente después de lo sucedido en Orlando. Algunos solo hablan sobre los derechos LGTB si es para fustigar a los musulmanes o a los migrantes en su conjunto. Ahora algunas webs estadounidenses seguidoras del nacionalismo blanco venden banderas del orgullo combinadas con banderas confederadas.
La semana pasada, Milo Yiannopolous –un homosexual que busca atraer la atención y que se ha convertido en un icono gay de la extrema derecha– estuvo en el centro de la polémica porque se le retiró una invitación a dar una conferencia en su antigua escuela. En Países Bajos, la derecha antiinmigrantes fue liderada por un hombre gay (Pim Fortuyn) hasta que fue asesinado. Al parecer, en Francia, hasta un tercio de las parejas homosexuales que se han casado apoyan al partido ultra Frente Nacional.
Por supuesto que la lucha contra el racismo tiene que estar dirigida por gente negra que sufre las consecuencias. Tenemos el ejemplo de Black Out UK, que lucha por ser una organización por los hombres negros homosexuales, o de Media Diversified, que lleva a cabo campañas para conseguir representación de las minorías en los medios. Pero si la gente blanca LGTB no escucha las voces de los marginados, poco cambio va a haber.
Que a ti te opriman no te legitima para oprimir a otros: nada más lejos de la realidad. La gente LGTB ha tenido que luchar contra la intolerancia y la opresión durante generaciones. Es trágico que ellos mismos causen e ignoren la injusticia que se está produciendo en sus propias filas.
Traducido por Cristina Armunia Berges